2. Susan Sontag
• A los 71 años murió la escritora, ensayista
y cineasta Susan Sontag. Adiós a la voz
más crítica del Imperio. Ni las amenazas
de la derecha más reaccionaria la hicieron
callar: desde los ‘60, Susan Sontag
demostró con palabras y hechos su hondo
compromiso por buscar un mundo menos
cruel.
3. Susan Sontag
• Sontag nació el 16 de enero de 1933 en Nueva York;
durante su niñez, a la que recordó como de la de "una
solitaria", la lectura iluminaba sus días. "A los ocho o
nueve años leí todo Shakespeare", confesó. Estudió en
las universidades de California, Chicago (donde se
licenció en Filosofía y Letras en 1951), París y Harvard.
Por su vasta formación filosófica y su pasión por la
literatura de vanguardia, la escritora, opinaba su colega
Gore Vidal, se convirtió "más que ningún otro
estadounidense, en el eslabón con la literatura europea
actual", editando textos escogidos de Roland Barthes y
Antonin Artaud.
4. Susan Sontag
• Su carrera literaria comenzó en 1963 cuando
publicó su novela El benefactor. "Tengo la
impresión de que la literatura amplió mi
capacidad de compasión", estimó, por "la forma
de llevarnos a mundos diferentes, envolvernos
en su contexto, y hacernos sentir partícipes de
una historia ajena". A partir del éxito
internacional de sus ensayos reunidos en
Contra la interpretación (1966) y Notas sobre lo
camp, se transformó en una autoridad en lo
referente a costumbres de su país.
5. Susan Sontag
• La izquierda perdió a una de las mejores polemistas,
considerada la más europea de los escritores
estadounidenses. La escritora y ensayista que encabezó
el movimiento intelectual posterior al mayo del ’68, la
defensora de las utopías como expresión de que es
posible construir un mundo mejor, dueña de una prosa
maravillosamente provocadora, que estuvo en contra de
todas las guerras, la mujer que siempre repitió que
"como ciudadana del mundo y ser humano" se sintió
obligada a usar su voz pública a favor de los que no
tienen voz. Utilizaba las palabras -y qué bien lo hacía-
para desmontar las mentiras de una sociedad con la que
nunca comulgó: se sentía avergonzada de ser
estadounidense, detestaba la vanidad y la violencia de
esa cultura de masas que arrasaba la cultura de otros
países.
6. Susan Sontag
• En 1968 fue enviada como periodista a la guerra de Vietnam,
una experiencia que marcó su vida. Sontag, también
cineasta, filmó a las tropas israelíes en la guerra de Oriente
Próximo en 1973 y dirigió una película, Tierra prometida, en
los Altos del Golán. A mediados de los ‘70 le diagnosticaron
cáncer: con esa misma actitud combativa con la que se
comprometía en luchas políticas y sociales, le torció el brazo
a la muerte escribiendo La enfermedad y sus metáforas
(1977). Después se sucedieron otros títulos de Sontag,
traducida a 26 idiomas: Sobre la fotografía (ensayo), Yo,
etcétera (relatos), Bajo el signo de Saturno (ensayos), Ante el
dolor de los demás (ensayo de 2003) y las novelas El amante
del volcán y En América, texto de ficción histórica por el que
ganó el National Book Award en 2000, uno de los premios
más prestigiosos de su país.
7. Susan Sontag
• La autora, que sostenía que los intelectuales debían
comprometerse, cuestionó duramente a los escritores que se
negaron a viajar a Bosnia, viaje que ella realizó en plena
guerra, para impartir clases en la Academia Dramática de
Sarajevo. Allí montó, en colaboración con el director bosnio
Haris Pasovic y actores de diferentes etnias, Esperando a
Godot, de Samuel Beckett. Regresó varias veces para dar
clases de cine y desarrollar proyectos de enseñanza. Decía,
después de las imágenes más espeluznantes que le tocó
presenciar, que para imaginar Sarajevo había que multiplicar
a Bagdad por 500. "No había vida normal. No había agua,
electricidad, teléfonos, las escuelas estaban cerradas. Se
estaba bajo un continuo bombardeo", recordó la escritora,
que en 1993 participó de la fundación del Parlamento
Internacional de Escritores, creado para defender la libertad
de expresión y proteger a los autores perseguidos.
8. Susan Sontag
• Aunque se quejaba ante los medios de comunicación
porque la consideraban una "máquina de opinión",
Sontag arremetía contra casi todo, especialmente contra
los políticos. No dejaba títere con cabeza. Sobre la
política norteamericana tras los atentados del 11-S e
Irak dijo que en EE.UU.. hay un partido, el republicano, y
no hay oposición porque los demócratas son un mero
apéndice. Según la escritora, su país marcha hacia una
política imperial. "Estamos en el fin de la república y el
inicio del imperio. Clinton era Julio César y ese señor
horrible de Texas es Augusto."
9. Susan Sontag
• ." Respecto de Arnold Schwarzenegger, señaló que es "un
mal chiste que salió de la nada" y lo comparó con Berlusconi,
a quien la gente prefiere en Italia porque "es rico y tonto". "En
política pasa como en la música, que no quieren a Mozart y
prefieren a las Spice Girls", resumió las nuevas tendencias de
los votantes estadounidenses. Cuando se revelaron las
torturas en la prisión iraquí de Abu Ghraib, Sontag ironizó:
"En EE.UU. evitamos la palabra tortura, decimos abusos,
humillaciones, pero la palabra justa es tortura". Y recibió una
lluvia de críticas cuando publicó un ensayo en The New
Yorker en el que afirmaba que los atentados del 11 de
septiembre de 2001 no habían sido "cobardes", como los
calificó Bush, sino un "acto llevado a cabo como
consecuencia de las alianzas y acciones específicas de
Estados Unidos".
10. Susan Sontag
• Cuando en 2001 recibió el Premio Jerusalén de
Literatura, el más prestigioso de Israel para
escritores extranjeros, aceptó el galardón pese a
las presiones para que lo rechazara. La
escritora, judía no practicante, aprovechó la
oportunidad para condenar la política de
ocupación israelí en los territorios palestinos y
advirtió que la única solución sería la creación
de un Estado binacional con la desaparición del
Estado de Israel
11. Susan Sontag
• En 1999 polemizó con el escritor austríaco Peter Handke, a
quien criticó por su defensa de las posiciones serbias en los
Balcanes. Otro blanco de sus objeciones fue Gabriel García
Márquez, a quien recriminó en la Feria del Libro de Bogotá, el
año pasado, por su silencio respecto de las ejecuciones y
condenas de disidentes en Cuba. Aunque aseguró que
amaba la obra del autor de Cien años de soledad, Sontag
opinó que "él no dice la verdad sobre Cuba por su amistad
con Fidel Castro, aunque dispone de información de primera
mano". Y la escritora recordó lo que le respondió el
colombiano. "Su respuesta fue ridícula. Dijo que está en
contra de la pena de muerte y que en privado ayudó a mucha
gente. Eso demuestra que sabe lo que pasa. José Saramago
es comunista y apoyaba sin condiciones al régimen cubano,
pero declaró que ya no podía apoyarlo por más tiempo.
García Márquez me dio pena, pero es ridículo. Necesitamos
la verdad."
12. Susan Sontag
• Aunque recibió amenazas de muerte por
sus afirmaciones acerca de los ataques
terroristas a las Torres Gemelas, a Sontag
no le preocupaba lo que podía sucederle.
Lo único que la desvelaba eran los
cambios que se estaban produciendo en
su país. La escritora que les hizo frente a
distintas guerras -reales y metafóricas-
perdió su última batalla.
13. texto: Los libros, los sueños, la
memoria
Carta a Jorge Luis Borges
El tigre está en la biblioteca. Por Susan Sontag, 12/06/96
Querido Borges:
• Dado que siempre colocaron a su literatura bajo el signo
de la eternidad, no parece demasiado extraño dirigirle
una carta. (Borges, son diez años.) Si alguna vez un
contemporáneo parecía destinado a la inmortalidad
literaria, ese era usted. Usted era en gran medida el
producto de su tiempo, de su cultura y, sin embargo,
sabía cómo trascender su tiempo, su cultura, de un modo
que resulta bastante mágico. Esto tenía algo que ver con
la apertura y la generosidad de su atención. Era el
menos egocéntrico, el más transparente de los
escritores... así como el más artístico.
14. • También tenía algo que ver con una pureza natural
de espíritu. Aunque vivió entre nosotros durante
un tiempo bastante prolongado, perfeccionó las
prácticas de fastidio e indiferencia que también
lo convirtieron en un experto viajero mental hacia
otras eras. Tenía un sentido del tiempo diferente
al de los demás. Las ideas comunes de pasado,
presente y futuro parecían banales bajo su mirada.
A usted le gustaba decir que cada momento del
tiempo contiene el pasado y el futuro, citando
(según recuerdo) al poeta Browning, que escribió
algo así como "el presente es el instante en el
cual el futuro se derrumba en el pasado". Eso, por
supuesto, formaba parte de su modestia: su gusto
por encontrar sus ideas en las ideas de otros
escritores.
15. • Esa modestia era parte de la seguridad de su
presencia. Usted era un descubridor de nuevas
alegrías. Un pesimismo tan profundo, tan sereno
como el suyo no necesitaba ser indignante. Más
bien, tenía que ser inventivo... y usted era, por
sobre todo, inventivo. La serenidad y la
trascendencia del ser que usted encontró son, para
mí, ejemplares. Usted demostró de qué manera no es
necesario ser infeliz, aunque uno pueda ser
completamente perspicaz y esclarecido sobre lo
terrible que es todo. En alguna parte usted dijo
que un escritor -delicadamente agregó: todas las
personas- debe pensar que cualquier cosa que le
suceda es un recurso. (Estaba hablando de su
ceguera.)
16. • Usted fue un gran recurso para otros escritores.
En 1982 -es decir, cuatro años antes de morir
(Borges, son diez años)- dije en una entrevista:
"Hoy no existe ningún otro escritor viviente que
importe más a otros escritores que Borges. Muchos
dirían que es el más grande escritor viviente...
Muy pocos escritores de hoy no aprendieron de él o
lo imitaron". Eso sigue siendo así. Todavía
seguimos aprendiendo de usted. Todavía lo seguimos
imitando. Usted le ofreció a la gente nuevas
maneras de imaginar, al mismo tiempo que
proclamaba, una y otra vez, nuestra deuda con el
pasado, por sobre todo con la literatura. Usted
dijo que le debemos a la literatura prácticamente
todo lo que somos y lo que fuimos.
17. • Si los libros desaparecen, desaparecerá
la historia y también los seres humanos.
Estoy segura de que tiene razón. Los
libros no son sólo la suma arbitraria de
nuestros sueños y de nuestra memoria.
También nos dan el modelo de la auto
trascendencia. Algunos piensan que la
lectura es sólo una manera de escapar: un
escape del mundo diario "real" a uno
imaginario, el mundo de los libros. Los
libros son mucho más.
18. • Lamento tener que decirle que la suerte
del libro nunca estuvo en igual
decadencia. Son cada vez más los que se
zambullen en el gran proyecto
contemporáneo de destruir las condiciones
que hacen la lectura posible, de repudiar
el libro y sus efectos. Ya no está uno
tirado en la cama o sentado en un rincón
tranquilo de una biblioteca, dando vuelta
lentamente las páginas bajo la luz de una
lámpara. Pronto, nos dicen, llamaremos en
"pantallas-libros" cualquier "texto" a
pedido, y se podrá cambiar su apariencia,
formular preguntas, "interactuar" con ese
texto.
19. • Cuando los libros se conviertan en
"textos" con los que "interactuaremos"
según los criterios de utilidad, la
palabra escrita se habrá convertido
simplemente en otro aspecto de nuestra
realidad televisiva regida por la
publicidad. Este es el glorioso futuro
que se está creando -y que nos prometen-
como algo más "democrático". Por
supuesto, usted y yo sabemos, eso no
significa nada menos que la muerte de la
introspección... y del libro.
20. • Por esos tiempos no habrá necesidad de
una gran conflagración. Los bárbaros no
tienen que quemar los libros. El tigre
está en la biblioteca. Querido Borges,
por favor entienda que no me da placer
quejarme. Pero, ¿a quién podrían estar
mejor dirigidas estas quejas sobre el
destino de los libros -de la lectura en
sí- que a usted? (Borges, son diez años.)
Todo lo que quiero decir es que lo
extrañamos. Yo lo extraño. Usted sigue
marcando una diferencia.
21. • Estamos entrando en una era
extraña, el siglo XXI. Pondrá a
prueba el alma de maneras
inéditas. Pero, le prometo,
algunos de nosotros no vamos a
abandonar la Gran Biblioteca. Y
usted seguirá siendo nuestro
modelo y nuestro héroe.