Los principios éticos son juicios fundamentales que guían el comportamiento, como hacer el bien y respetar a los demás. Estos principios se desarrollan a través de la experiencia y el conocimiento. Los criterios son aplicaciones concretas de los principios a situaciones particulares y guían el cómo actuar. Tanto los principios como los criterios pueden perfeccionarse a lo largo de la vida a medida que la persona gana experiencia y madurez intelectual.
1. PRINCIPIOS Y CRITERIOS
Los comportamientos éticos y morales se juzgan sobre la evaluación de los actos con
respecto al ideario personal, habiendo sido éste construido en la mente por una
selección de juicios constituidos como principios o criterios directores del propio
comportamiento. En gran medida, la capacidad ética de la conciencia de cada persona
está ligada a la constitución de fundamentos para enjuiciar y al hábito para someter los
propios actos a ese control.
Todas las personas tienen en su mente algún ideal rector con el que evalúan las acciones
propias y extrañas, pero el mismo puede estar más o menos desarrollado en función de
la experiencia y la aplicación del conocimiento. Desde el principio genérico de hacer al
bien y evitar el mal, hasta sopesar cuánto de lo propio se debe compartir por solidaridad
con otras personas, existe una enorme capacidad de afinamiento de la conciencia que
mueva a obrar de una u otra manera y procurando un fin concreto y determinado. Pero
el verdadero comportamiento ético no sólo se sigue de una conciencia bien informada
sobre el bien, sino del hábito para su ejercicio; porque es compatible ser un erudito
sobre las exigencias éticas de la existencia y llevar una vida relajada en la aplicación de
ese ideario.
Una conciencia ética se fundamenta en unos principios que se constituyen desde los
juicios más profundos en los que se consideran que las condiciones de verdad son
evidentes. Se tienen por juicios universales y permanentes y por ello se denominan
principios, ya que cualquier otro juicio debe ser coherente con estos primeros. Entre
estos el más elemental es: hacer el bien, fundamento de toda ética, pero también: el
respeto a todo ser humano como sujeto de derecho el bien, el derecho universal a la
supervivencia, el derecho a la integridad física, la supeditación a la verdad, etc. Todos
estos principios cada persona los puede tener arraigados o no en su mentalidad, porque
por mucho que se consideren universales sólo lo son en la realidad por su enraizamiento
en la mente particular de cada individuo. En el entorno social, por la educación y la
cultura se cultivan esos principios rectores éticos, pero la consolidación real de los
mismos sólo proviene de la afirmación intelectual de cada ser humano que los hace
suyos constituyendo su conciencia personal.
En consonancia y sintonía con los principios se desarrollan los criterios, que son
aplicaciones puntuales a las circunstancias concretas del obrar humano. Los criterios se
informan como hábitos y se verifican con la auténtica aplicación de los principios a las
obras humanas. Los criterios responden más al cómo que al qué del juicio ético, porque
el bien debido ha de plasmarse en el bien conseguido, y ello se logra del buen criterio en
los actos que llevan a buen término la intención ética de la conciencia.
El criterio constituye la conciencia práctica de la ética, que debe estar sustentada en la
realización de la información que radica en los principios, aunque goza del juicio propio
para su efectiva realización. Los criterios, como conciencia práctica, se forjan en la
experiencia, por la que se aprende cómo se puede obrar haciendo el bien. Los criterios,
en gran parte, evalúan el resultado de la espontaneidad que seguir el hábito de la
intención para el ejercicio del bien, y juzga en qué circunstancia se ha conseguido la
efectiva aplicación del bien y cuando no, a pesar de la buena intencionalidad en en
obrar.
Se suele afirmar que los principios éticos son invariables en la conciencia de la persona
humana, pero ello sólo puede considerarse cierto desde el análisis de los contenidos de
verdad que esos principios encierran. Los principios, puesto que son personales ya que
2. la conciencia es individual, han de considerarse siempre como perfeccionables en su
entendimiento y estructuración mental. Con el tiempo, por el desarrollo intelectual, se
consolidan nuevos principios, y se reformulan o perfeccionan los anteriores que regían
la conciencia, sobre todo en la subordinación de valores que establecen las prioridades
éticas de la conciencia.
Los criterios éticos suelen sufrir bastante alteración en la vida de cada persona, y
aunque normalmente se aduce como justificación los cambios de las circunstancias en
que se vive, lo real es que se cambia porque varía el juicio práctico con el
enriquecimiento de la experiencia. Si bien los criterios siempre se encuentran
informados por los principios, aquéllos colaboran en el perfeccionamiento de éstos por
la verificación de las condiciones de verdad que se producen en la aplicación práctica de
la ética en la vida real.