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Al pie
de la cruzAl pie
de la cruz
P. Gumersindo Díaz sdb
Este folleto
desea ser
un día de sol
en el camino
de la fe.
Y una preciosa
aventura
que despierte
toda la pasión
de un alma
locamente
enamorada
de Jesucristo.
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desea ser
un día de sol
en el camino
de la fe.
Y una preciosa
aventura
que despierte
toda la pasión
de un alma
locamente
enamorada
de Jesucristo.
Portada
Como una vela encendida,
que se consume por amor
al pie de la cruz.
Un amor
que brota de la Eucaristía,
donde Jesús se ofrece y muere por amor.
3
“Al pie de la cruz”
P. Gumersindo Díaz sdb
E-mail: gumer21@hotmail.com
Primera edición: Noviembre / 2012
1,500 ejemplares
ISBN: 978-9945-00-681-0
Autor/editor y diagramación: P. Gumersindo Díaz sdb
Editora Corripio.
Santo Domingo, República Dominicana.
Impreso en República Dominicana
4
5
En diálogo con Jesús
“al pie de la cruz”
Señor
Al pie de la cruz me encontré contigo,
al pie de la cruz te ofrecí mi amor.
Y se abrió un camino que llega hasta el cielo
para ir contigo donde habita Dios.
Al pie de la cruz me cubrió tu sombra
y una paz profunda invadió mi ser.
Tu presencia santa me llevó al silencio
y a tu lado pude volver a nacer.
Al pie de la cruz escribí mi nombre
con sangre y con fuego como hiciste Tú.
Y al abrir mis brazos para orar contigo,
mirando tu imagen, me volví una cruz.
6
INDICE
1. Prólogo ..........................................................	 9
2. Inmolación ....................................................	 11
3. Jesús, mi amigo (versos)................................	 13
4. Reconociendo su amor ..................................	 14	
5. Caminando hacia su presencia .......................	16
6. Jesús, mi dueño (oración)..............................	 17
7. Al pie de la cruz (tema) ...............................	 19
8. Padre Nuestro ................................................	 27
9. Salmo 23: El Señor es mi pastor...................	 28
10. De puerto en puerto (canción) .....................	29
11. Mi Dios en silencio (versos) ........................	31
12. Fe popular al pie de la cruz .........................	 32
13. Dondequiera que estés (versos) ...................	35
14. Seguiré al Pastor (canción) .........................	 37
15. Tú y yo, Señor .............................................	 38
16. Está amaneciendo (canción) .......................	 39
17. Jesús, Pan de Vida (tema) ............................	41
7
18. Fracción del Pan .........................................	 48
19. Si pudiera (versos).......................................	 49
20. Bebiendo de la fuente (canción) .................	 50
21. Misterios dolorosos (tema) .......................	 51
22. Salmo 16: El Señor es mi herencia .............	 61
23. Salmo 63: Alma sedienta de Dios ...............	 62
24. Salmo 91: Dios es mi seguridad .................	 63
25. El camino de Jesús (tema) .........................	 65
26. Al caer la tarde (oración) ............................	 73
27. Buscando la luz (tema) ..............................	 75
28. Brevedad de la vida (versos)........................	 78
29. Atardecer (versos) .......................................	 79
30. Acción de gracias ........................................ 80
31. Orugas en busca de alas ..............................	 81
32. Testimonios .................................................	 83
1-La Virgen y san Juan. 2-Los apóstoles. 3-San Pablo.
4-San Lorenzo. 5-San Fco. de Asís. 6-Santa Teresita del N.J.
7-Santa Isabel de Hungría. 8-Santa Isabel de Portugal.
9-San Martín de Porres. 10-Santa Rosa de Lima.
11-San Juan Bosco y Beatos: Augusto, Eusebia y Alejandrina.
33. Cielo azul (tema) ........................................	 105
34. Llegando al final (oración) .........................	 109	
8
9
Prólogo
Todo hombre o mujer que cree en Jesús, vive al pie de
la cruz. Jesús se nos aparece en todas partes, su presencia
llena el mundo. Pero donde más fácil podemos encontrarlo
es en el misterio de su cruz, uniendo nuestros sufrimientos
a sus sufrimientos, por la salvación del mundo.
La única vía que tenemos para acercarnos a la zarza ar-
diendo de la santidad de Dios, es el camino de la aceptación
gozosa de la voluntad del Padre, esa heroica forma de vivir,
testimoniada por Jesús de Nazaret en su Pasión, Muerte y
Resurrección.
En este folleto quiero presentar mis diálogos con Jesús al
pie de su cruz, los poemas, las oraciones que brotan desde
dentro, y la alegría que llena mi alma por vivir al pie de la
cruz, buscando su amor y su compañía, como única razón
de vivir, en el tiempo y en la eternidad.
10
Vida y muerte
Un regalo de Dios
Vivir es también morir. Amar la vida lleva, en con-
secuencia, amar la muerte. La vida que Dios nos regaló
lleva el sello de lo temporal, de lo que se acaba. Aman-
do la muerte es que amamos cada minuto de la vida,
porque Dios puso la muerte en la vida, y es muriendo
como vivimos. En cada cáliz que levantamos con Cris-
to, bebemos nuestra muerte y, al mismo tiempo, brin-
damos por nuestra resurrección.
Para vivir hay que dejarse transformar, y las células
se tienen que partir, dejando atrás horas de dolor y de
muerte. La oscura noche es la que facilita un amanecer
hermoso. Las horas difíciles generan nuevas energías
haciendo crecer el alma, capacitándola para nuevos
caminos y nuevas experiencias. Esto es parte del mis-
terio de la vida, parte de la huella de Dios en nosotros.
11
La Redención en Cristo,
único camino de salvación.
La inmolación de Cristo en la cruz es el acontecimiento
más significativo de toda la historia de la humanidad. El
Viernes Santo es el día más grandioso de toda la historia del
hombre. El Jueves Santo recibe su grandeza de la ofrenda
del Viernes Santo, y el Domingo de Resurrección es la res-
puesta del Padre a un Viernes Santo aceptado y ofrecido
con serenidad y con gozo.
En la cruz, Jesús ofrece su vida, y ofrece también, todos
los sufrimientos y los fallos de la humanidad, los santifica,
y nos ofrece gratuitamente la salvación.
Las demás religiones tienen dioses, tienen profetas, pero
no tienen un Hijo de Dios, encarnado e inmolado. El mis-
terio de la cruz es la única senda de salvación, y los hom-
bres y mujeres que viven al pie de la cruz, inmolándose a
imitación de Cristo, son los que continúan la Redención
iniciada por Jesús.
El Señor nos redimió por amor, y su inmolación
es un camino, una escuela, un llamado a tomar parte
Inmolación
12
en la Redención. No hay que olvidar que toda inmolación
lleva consigo rasgos de injusticia, pues así fue tratado Jesús.
En un mundo, donde nadie acepta la más mínima injusticia,
no es fácil inmolarse. Por eso la vida humana se ha vuelto
tan pobre, pues es vida egoísta. La única energía que es ca-
paz de conducirnos a la inmolación personal es el amor, un
amor purificado en la cruz. Por eso, amar a Jesucristo es lo
máximo que nos puede suceder.
Una persona se redime, inmolándose por una causa noble.
Un hogar se vuelve feliz, cuando alguno de sus miembros
no exige, no pide, sino que se inmola para que otros sean
felices. Una nación progresa cuando sus hijos son capaces
de inmolar sus intereses personales por el bien común. Es
la escuela de Jesús, la única escuela que redime, la única es-
cuela que le da sentido al hombre y genera felicidad. Todo
lo demás, la política, las grandes empresas, los bancos, la
industria, las riquezas y las glorias de este mundo, todo
se desvanece, todo se acaba, todo se muere. Sólo Jesús, y
quienes lo aman y lo siguen, realmente viven.
Señor,
todo lo que me duele, se vuelve ofrenda;
todo lo que me alegra, se vuelve alabanza.
Junto a Ti, toda mi vida es oración.
13
Jesús,
mi amigo
En el año 2006, yo sufrí cuatro operaciones en los ojos.
Cuando yo iba conduciendo mi vehículo, desde la ciudad
de Mao a la ciudad de la Vega, para recibir la tercera ope-
ración, yo presentía que iba a perder algún ojo. Pasando
por Burende, me puse en oración y le hablé al Señor de esta
manera:
Mientras haya una gota de luz ..... para verte
Mientras haya una gota de amor ..... para amarte
Mientras haya una gota de paz ..... para estar contigo
Será bello vivir a tu lado, Jesús, mi amigo.
Mientras pueda encontrar tus pisadas....en el camino
Mientras pueda saber que mi vida .... es toda tuya
Mientras sienta que Tú estás presente....y estás conmigo
Será bello vivir a tu lado, Jesús, mi amigo.
Mientras haya un poquito de fe ..... junto a la cruz
Mientras quede un poquito de ofrenda....sobre el altar
Mientras haya un poquito de sed ..... de estar contigo
Será bello vivir a tu lado, Jesús, mi amigo.
14
Reconociendo su amor
Jesucristo es la meta de nuestra vida, la primera y la úl-
tima razón que da sentido a nuestra existencia. Él es la
causa de todos nuestros sacrificios, y el contenido de toda
esperanza. Mirar a Jesús desde la montaña de nuestro amor,
es aventurarse en un abismo insondable de experiencias fe-
lices, es adentrarse en una especie de niebla infinita, donde
se avanza de sorpresa en sorpresa, de aleluya en aleluya.
Jesús sigue apareciéndose a cada uno de nosotros como en
aquellos días felices a Pedro, a Santiago y a Juan. Como a
Zaqueo y a la Magdalena, como a los leprosos y a los muer-
tos que resucitaba. A veces se nos aparece como a Pablo, y
nos dice: Basta ya. Revisa tu proyecto, quiero algo más de
ti, y sé que tú puedes dar más.
A veces Él prefiere lanzarnos a un horizonte de oscuridad
como si cayéramos del caballo, para que comprendamos la
gran necesidad que tenemos de su persona. Él es todo para
nosotros, y hasta que su figura no vibre en cada Misa, en
cada trabajo y en cada proyecto, en cada comida y en cada
página de todo lo que nos ilusiona, estaremos mirando a
todas partes sin saber hacia dónde vamos.
Él estará siempre esperando que nos decidamos a remar
mar adentro y a envolvernos un poco más en el misterio de
su amor.
Señor, tú has tomado mi causa, tú has limpiado mi cami-
no, tú has allanado mi senda y me has regalado tu amor.
Gracias, mi Dios. Tú has llenado mi corazón de calma
y le has dado paz a mi vida. Has derramado una lluvia
15
de bendiciones sobre mis pasos que me hacen cantar cada
día: Eterna es tu misericordia. Yo nunca imaginé que Tú
podrías ser tan bueno conmigo.
Yo, pobre gusanillo sin fuerzas, manojito de carne débil,
con un saco de errores a mi espalda, y mis pies sangrando
de tanto tropezar. Tú te has vuelto un baluarte para mí, y
has llenado mi corazón de calma. Yo, pobre oveja, cami-
nante de acantilados y desfiladeros, veo tu dulce mano que
me señala el camino para que las rocas no me hagan daño.
Tú me conduces, como a tu pueblo, a la sombra de tu amor,
y soy muy feliz contigo, pues he llegado a comprender, que
las espinas no hieren a las pequeñas ovejas que aprendieron
a vivir de amor.
Abre, Señor, nuestros corazones y llénalos con un amor
grande y una fe más allá de toda duda. Ilumina nuestras
mentes con la luz de tu Palabra. Graba, en nosotros, deci-
siones de vida mejor. Danos alma de niño, locamente ena-
morados de Ti. Danos sabiduría para discernir lo que es
correcto, voluntad para elegir lo que es correcto, y fuerza
para permanecer en lo correcto. Guíanos en espíritu y ver-
dad con la fuerza de tu Espíritu. Te lo pedimos a ti, que eres
la verdad y la vida. Amén.
Si su cruz es muy pesada,
póngale una rueda,
pero no la tire.
16
Caminando
hacia
su presencia
Mi Jesús
Como el águila que va volando, buscando la altura, así te
buscaré. Yo te amo, yo te busco, tuyo soy, contigo viviré.
Mi Jesús
Como la flor que se abre buscando la luz, así te buscaré,
porque en Ti, mi vida es luz. Contigo viviré.
Mi Jesús
Como el arroyo en la montaña va cantando, así yo viviré
cantando tu amor. Contigo viviré por toda la eternidad.
Mi Jesús
Como débil avecilla de pocas plumas y alas rotas, voy
revoloteando en tu presencia, junto a tu altar. Tú eres mi
sosiego y mi descanso. Contigo viviré en éxtasis de amor.
Mi Jesús
Gracias por tu amor. Gracias por tu perdón. Gracias por la
paz que Tú me das. Gracias por esperarme en la eternidad.
Te estaré buscando y te encontraré. Contigo viviré en eterna
paz. Amén
17
¡ Jesús, mi dueño !
En el año 1999 yo trabajaba en la parroquia salesiana de St.
Kieran, en Miami. Un día de cuaresma, al salir del comedor
a las 6:00 de la tarde, me fui a recorrer la ribera de la bahía
de Key Biscayne. Al terminar de rezar el rosario, me dirigí
a Jesús y empecé a pedirle cosas. La oración me fluía del
alma como una pequeña cascada de amor. Tras una hora
de oración espontánea, me senté a organizar las peticiones
que más recordaba. Así se formó esta oración ... Jesús, mi
dueño.
Concédeme, Señor, tu silencio
	 para coser mi lengua
	 para ordenar mi fantasía.
Concédeme, Señor, un poco de tu fuego
	 para incendiar mi esperanza
	 para calentar mi fe.
Ábreme, Señor, una pequeña puerta
	 para salir del mundo
	 para esconderme en tu amor.
Bríndame, Señor, una de tus sombras
	 para poder descansar
	 para sentarme a olvidar.
Llévame, Señor, a uno de tus manantiales
	 para limpiar toda mi historia
	 para apagar mi sed.
18
Dame, Señor, un rayo de tu luz
	 para iluminar mi ojos
	 para no tropezar tanto.
Llévame, Señor, a las altas montañas
	 para contemplar tu gloria
	 para sentirme muy dentro de ti.
Dame, Señor, un poquito de tu soledad
	 para escuchar tu voz
	 para construir mi paz.
Quítame, Señor, todo vestigio de poder
	 para que sienta mi debilidad
	 para que me apoye sólo en Ti.
Concédeme, Señor, un poco de tu sabiduría
	 para aceptar mis fracasos
	 para rechazar toda vanidad.
CUÍDAME, SEÑOR, TU ERES MI DUEÑO. Amén.
Al pie de la cruz
En la brevedad de su vida mortal,
Jesús creó para nosotros un camino,
un estilo de vida, centrado en el cum-
plimiento de la voluntad de Dios.
La voluntad de Dios, para Jesús, fue un camino de ofren-
da, un permanente sacrificio, el misterio de una cruz que
marcó toda su vida. Fue concebido por obra del Espíritu
Santo y se convirtió en un gran sufrimiento para María,
pues nadie la podía entender. Nació en un pesebre, huyó a
Egipto, mientras Herodes mandaba a matar a una legión de
niños inocentes, por causa de esa huida. Vivió en silencio
en Nazaret.Al comenzar su vida pública, anunció la llegada
del Reino de Dios, con una nueva manera de vivir, un cam-
bio radical de mentalidad. Los que se beneficiaron de sus
milagros, curaciones, multiplicación de panes, estaban con
Él, le seguían, más por la comida que por lo que Él sig-
nificaba. Muchos otros lo perseguieron, lo hicieron sufrir,
lo mataron. La dolorosa Hora de su misión llegó con una
oleada de tormentos, y Jesús entró en un gran abatimiento,
en una kénosis que fue un verdadero holocausto. Parecía
que todo el cielo se derrumbaba a sus pies, parecía que la
tierra se negaba a darle acogida y a dejarse transformar.
Pero a través de esa dura prueba, Jesús siguió confiando
en su Padre Dios. Pasaba largas noches orando a su Padre,
y así sufrió y murió sin odiar, pues su Misión pasó por la
muerte, pero no era muerte, era vida, era amor. Y su amor
19
disolvió todos los golpes de la naturaleza humana pecado-
ra. Su Misión no fue sólo pasar una prueba, sino crear una
escuela para los que vinieran después, para los que quisie-
ran parecerse a Él y ser la complacencia del Padre Dios,
para los que quisieran seguir reafirmando la presencia en el
mundo de un estilo nuevo de vida, capaz de borrar todos los
pecados, y de apagar todos los fuegos que hacen daño.
Jesús vivió configurado con su Misión, al pie de su propia
cruz. Y todos los que desean seguirle, son llamados a copiar
su estilo, viviendo en holocausto diario, siempre al pie de
una cruz, aceptada con ilusión y con gozo.
Vivir al pie de la cruz es aceptar que el sacrificio de Cris-
to valió la pena, y que nuestro propio sacrificio realiza un
proyecto de Dios, que vale más que todas las ganancias y
satisfacciones humanas.
Vivir al pie de la cruz es reaccionar amando, porque el
amor pasa por la cruz, santifica la cruz, y termina en el
perdón, que es una expresión más del amor de cada día. El
amor pasa por la muerte, santifica la muerte, y termina en
la vida. Por eso, resucitar es la etapa final del proyecto de
Dios. Los santos y santas que han vivido al pie de la cruz,
amando lo que es de Dios y lo que conduce hacia Dios, nos
invitan a seguir su testimonio, a entrar en la valentía del
espíritu, para sobrellevar y vencer la debilidad de la carne.
Ellos y ellas repiten cada día las palabras de san Agustín: Si
éste y aquél pudieron, ¿Porqué yo no puedo?
Este proyecto de santidad de Dios no es proyecto humano,
no es proyecto fácil, se necesita ayuda de lo alto. Jesús vivía
en íntima oración con su Padre. Con ello nos quería decir
que se necesita mucha oración para poder vivir al pie de la
cruz, manteniendo la paz en el alma. La oración de Jesús
20
perdonando a sus verdugos; la oración de san Esteban per-
donando a las personas que lo apedrearon; la oración de
los primeros cristianos perdonando a sus perseguidores; la
oración de san Francisco de Asís perdonando a esa socie-
dad que no lo entendía; la oración de santa Rosa de Lima a
favor de aquellos que le causaban sufrimientos; la oración
de santa Teresita del Niño Jesús perdonando a las monjas
que la hicieron sufrir; la oración de la beata Alejandrina
María Da Costa perdonando al hombre que la persiguió, el
cual fue la causa de que ella pasara 36 años postrada en una
cama como si hubiera estado clavada en la cruz; la oración
de san Juan Bosco aceptando, con humildad, el control de
su apostolado por parte de algunos superiores eclesiásticos
que frenaban su servicio juvenil y lo hacían sufrir; la oración
del beato Augusto Czartoryski perdonando a su familia por
haberlo abandonado cuando decidió hacerse sacerdote; la
oración de santa María Goretti perdonando al joven que la
asesinó... y así podríamos seguir en una interminable lista
de santos y santas que han vivido al pie de la cruz como
Jesús, y han llenado su ambiente con un testimonio heroico
de su fe y su amor a Jesucristo.
La vida de todo discípulo de Jesús será siempre un cami-
no, un subir a Jerusalén, donde primero hay aplausos y lue-
go golpes de rechazo, que son más duros que los golpes del
martillo sobre los clavos de las manos. Al igual que María,
Juan y la Magdalena, nosotros seguimos al pie de la cruz,
sintiendo que le pertenecemos, escuchando su Palabra, en
el doloroso silencio de unos brazos abiertos que sólo saben
bendecir. Vivimos al pie de la cruz con un corazón tras-
pasado, queriendo devolverle la vida que otros, con saña
infernal le quitaron, y como esa vida Él la dio por amor,
21
no se le puede devolver, entonces ofrecemos nuestras vidas
con Él para hacerle la compañía que merecen los que rea-
lizan acciones tan heroicas, apagando la sed espiritual del
mundo en el manantial de su Sangre derramada.
La vida cristiana es la pertenencia a Jesucristo, y viviendo
esa filiación se experimenta un gozo inefable. Cuando san
Juan Bosco era un jovencito, se encontró con san José Ca-
fasso. Se celebraban unas fiestas en la comunidad, y Juanito
preguntó al sacerdote Cafasso: ¿Ud. no va para las fiestas?
Don Cafasso le contestó: “Las diversiones del sacerdote
son las funciones de la Iglesia”. Don Cafasso tenía toda la
razón. Pero, para que las funciones de la iglesia sirvan de
diversión para alguien, para que constituyan un respiro y un
descanso profundo del espíritu, es preciso, hacer un camino
en la fe y el amor del Señor. Se necesita enfocar el alma
hacia las cosas de arriba, y perder un poco de ese sabor
loco que todos tenemos por las cosas temporales. Hay que
realizar una verdadera limpieza del alma, y experimentar
un poquito de cielo en la tierra.
Cuando se descubre la grandeza del sacrificio de Cristo,
la belleza infinita de su corazón apasionado por el hombre,
uno comprende que, al llegar al pie de la cruz de Cristo, uno
ha hecho un gran descubrimiento.
La mayoría de los cristianos no ahonda en su experiencia
de Dios, y por tal razón, su fe le produce una alegría vaga
y pasajera. Aquellos hombres y mujeres, amigos de Jesús
Salvador, que se han metido de lleno en la plataforma san-
tificadora del Evangelio, han experimentado la verdadera
alegría de Dios, y nada ni nadie los puede hacer volver atrás
o cambiar de propósito. Ese pensamiento lo proclamó san
Pablo en su carta a los Romanos: “¿Quién podrá separarnos
22
del amor de Cristo? Estamos enraizados en Él y hemos ex-
perimentado el sabor de un amor purificado en la cruz. Ese
amor cristiano tan fuerte, fue el que llevó a los primeros
mártires a abrir la puerta del circo de las fieras “cantando
salmos”. Ese gran amor a Jesucristo lleva a hombres y mu-
jeres de todos los tiempos, a derramar su sangre con de-
cisión firme y gozosa, a dejarse freír en aceite hirviendo,
con la sonrisa en los labios, sin rencor hacia los verdugos,
con la convicción de que les han hecho un bien al marti-
rizarlos. Ese amor ha conducido a millones de hombres y
mujeres enamorados de Dios, a renunciar a todas sus pose-
siones, a atender y limpiar leprosos y a servir con gozo a
enfermos incurables.
Dios cambia los latigazos que nos da la vida en aplausos,
pero hay que tener mucha fe para poder oír los aplausos.
Ese amor que cambia los golpes en aplausos, es el que ha
logrado que miles de jóvenes hayan decidido romper con
el pecado, y caminen felices por el mundo con la mirada
puesta en el corazón de Dios.
Rezar al pie de la cruz es descanso para el alma, pues
ahí nos encontramos con el rostro sereno de Jesús, quien
nos dice que el sufrimiento convertido en ofrenda se vuelve
gozo y seguridad. Contemplar el misterio de Cristo es en-
sanchar la visión de toda esperanza. Es al pie de la cruz,
contemplando el gran misterio de la salvación, donde toda
vida cobra sentido. Cuando estamos enamorados de Dios,
esa locura de la cruz nos hace gustar “qué bueno es el Se-
ñor”. Es una gran pena que la mayoría de los cristianos
mira a Cristo en la cruz un poco de lejos, y ante cada as-
tillita que nos toca de la cruz, gritamos desesperados para
que Dios nos la quite. Una lluvia de lamentos inunda a las
23
comunidades cristianas, porque todos deseamos ir al cielo,
pero el camino de la cruz, que es el camino elegido por
Dios, no nos gustaría recorrerlo. Quisiéramos que las rosas,
ni siquiera tuvieran espinas, para que no nos molesten.
Jesús ya resucitó, y su resurrección se transformó en heren-
cia para resucitar. Así como la resurrección de Jesús pasó
a través de la cruz, la herencia de la resurrección la recibi-
remos después de pasar por la cruz. Jesús dijo: “Yo soy el
camino”, pero no es sólo el camino de “resucitado” el que
vamos a recorrer siguiendo a Jesús. El camino que tene-
mos que recorrer para resucitar como Jesús, es completo:
nacimiento humilde, vida en silencio, predicar la verdad,
ser perseguido, morir en obediencia a Dios y sirviendo a
los hermanos. Esa era la idea de san Pablo: “Quiero cono-
cerlo, quiero probar el poder de la resurrección y tener
parte en sus sufrimientos, hasta ser semejante a Él, en su
muerte, y alcanzar, Dios lo quiera, la resurrección de los
muertos”. (Filipenses 3, 10-11).
Jesús lo dijo bien claro: “El que quiera venirse conmigo,
que cargue con su cruz y me siga”. La comunidad cristiana
europea ha luchado para que en algunas naciones no se re-
tire el crucifijo de las escuelas, pues la cruz es base de la
teología cristiana y del proyecto de salvación. La práctica
de sustituir el crucifijo por alguna imagen de Jesús resuci-
tado en algunas iglesias católicas, no es una idea muy feliz.
La santa Misa es una actualización del sacrificio de la cruz,
y la imagen que deberíamos tener delante es el crucifijo.
La imagen de Cristo Resucitado corresponde a cualquier
ambiente de vida cristiana, pero al participar del sacrificio
de Cristo, bajo las especies del pan y del vino, debemos
24
contemplar la cruz y saber que tenemos la herencia de la
resurrección, pero Jesús nos pide recorrer un camino de
purificación y de cruz para recibir esa herencia. Esto fue
lo que Jesús quiso explicar en la parábola de banquete del
Reino de los cielos. El banquete era gratis, pero todo in-
vitado debía llegar limpio y con buena presentación. La
resurrección es gratis, pero tenemos que llegar purificados.
“El rey dijo a sus criados: la boda está preparada, pero
los convidados no se la merecían. Vayan a los cruces de
los caminos, y a todos los que encuentren, convídenlos a
la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron
a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del
banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a
saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba
traje de fiesta, y le dijo: amigo, ¿cómo has entrado aquí sin
vestirte de fiesta? El otro no abrió la boca. Entonces el rey
dijo a los camareros: átenlo de pies y manos, y arrójenlo
fuera, a las tienieblas. Allí será el llanto y el rechinar de
dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los es-
cogidos” (Mateo 22, 8-14).
La salvación es gratuita, ya está pagada, ya está here-
dada, pero hay que vestirse de fiesta para recibirla.
Un señor de Estados Unidos, era rico y tenía un hijo vago
como él solo, disfrutaba de todo, pero no trabajaba. El papá
murió bastante joven. Antes de morir, hizo su testamento
con la asistencia de un abogado y repartió sus bienes. Al
hijo que no trabajaba le dejó dos millones de dólares. Ese
dinero quedó en manos del abogado, y para entregarlo debía
cumplirse una condición: cuando el abogado tuviera cons-
tancia de que ese joven había pasado un año trabajando,
aunque fuera por paga, entonces se le entregaría el dinero.
Ese dinero era del joven, era su herencia, pero, para que se
25
la entregaran, debía “trabajar”.
Jesús ya pagó por nosotros. Por el bautismo heredamos
la vida eterna. Para recibir esa herencia hay que vestirse
de fiesta. El pecado se le perdona al hombre. El perdón es
gratuito, pero ese perdón sólo se recibe si el pecado está
arrepentido. El arrepentimiento introduce en la secuela de
una cruz formada por todos los acontecimientos que consti-
tuyen el cumplimiento gozoso de la voluntad de Dios.
Cada cristiano debería tener un crucifijo en el lugar de su
descanso, y rezar el Padre Nuestro al pie de la cruz, como
una reafirmación de su adhesión a Jesucristo.
¡Qué hermoso es pasar horas y horas al pie de Jesús Sacra-
mentado o al pie de la cruz! ¡Qué descanso llega al alma,
al ver el rostro sereno de Jesús, después de atravesar la dura
barrera del dolor y de su anonadamiento sin medida!
Hazme, Señor, recorrer las galaxias de tu paciencia y de tu
interés por nosotros. Lléname con tu divina voluntad, para
que cada día venga, como loco de amor, a arrodillarme al
pie de tu cruz, a rezar y a ofrecerte lo poquito que soy. Que
mi alma se derrita como la cera al calor de tu fuego, y que
yo me vuelva fuego que arde por amor. Echa a andar los in-
mensos ríos de tu consuelo sacramental, que llenen tu Igle-
sia, que la purifiquen, que la santifiquen, para que viva al pie
de la cruz, con el gozo inmenso de sentirse salvada. Amén.
26
27
Padre Nuestro
excelencia para estar a sus pies y decir palabras que a Él le
agraden, es la oración del Padre Nuestro; esa gran oración
de confianza en Dios que nos dejó Jesús como herencia es-
piritual. Lo que fue el salmo 23 “El Señor es mi pastor”
para el pueblo de Israel, es para nosotros, la oración del
Padre Nuestro, que nos conecta con la providencia divina.
Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu
nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad, en
la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del
mal. Amén.
Dios te salve, María. Llena eres de Gracia. El Señor es
contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendi-
to es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, madre de
Dios, ruega por nosotros, pecadores. Ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén.
El Ave María es un complemento de la visión del Padre Nuestro,
puesentodafiliación,dondehayunPadre,seprecisadeunaMadre.
Son muchas las oraciones
que brotan del alma enamorada
de Dios y que nos unen fuerte-
mente con Él. La oración por
El Señor
es mi Pastor
Oigo sus pasos que me guían, siento la brisa fresca cuando
su sombra me envuelve. Los latidos de su corazón van al
ritmo de los míos, y mi alma se llena de alegría y sereni-
dad.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
En verdes praderas me hace recostar.
Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque Tú vas conmigo.
Tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí, en frente de mis enemigos.
Me unges la cabeza con perfumes y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida.
Y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
28
Lo elegí como mi pastor, y mi amor hacia él será
como un hermoso huerto, donde descansaremos los dos.
29
Remando mar adentro
Señor, mi barca está rota, mis redes
casi no sirven, y mis manos ya están
muy débiles y cansadas. Pero, en tu
nombre, echaré las redes. Ven con-
migo al agua y acompáñame en mis
horas difíciles.
Sube conmigo a la barca, pues las olas son muy fuertes. Yo
necesito sentir el apoyo de tu presencia. A tu lado me sentiré
mejor, y sabré que mi trabajo es sólo para ti. Entre los dos, el
proyecto será más firme, y la pesca será más abundante, porque
Tú estás conmigo.
De puerto
en puerto
(canción - 1981)
1-Tú me dejaste dormir en tus brazos y soñar feliz con
un amanecer. Correr como río que baja por la montaña.
Agua fecunda que inunda los valles con su gran amor.
Seguir caminando, buscando la vida, queriendo endulzar
hasta el mismo mar. Amor para siempre, cantar en la vida,
transformar el mundo en Reino de Dios.
Y Tú, mi Dios, recibe mi vida, recibe mi amor.
Escucha esta canción...
Cantando por la dicha de tener la vida
elevo la oración de mi felicidad.
Volando como estrella espacios infinitos
yo creo que algún día encontraré la paz.
Llevo un dulce sueño en mi alma grande
a una vida nueva quiero despertar.
Recorrer los mares con mi pobre barca,
ir de puerto en puerto sembrando amistad.
2-Tú encontraste mis pasos dolientes
y me diste paz con tu perdón.
Que corra mi vida anunciando un nuevo amor.
Paz de mi Dios que llena la vida de felicidad.
Seguir caminando, buscando la vida,
queriendo endulzar hasta el mismo mar.
Amor para siempre, cantar en la vida
transformar el mundo en Reino de Dios.
Y Tú, mi Dios, recibe mi vida, recibe mi amor.
Escucha esta canción ...
Arránquenme la vida pedazo a pedazo
si algún día quisiera no dejarla amar.
Busco en el remanso de una bella senda
ese gran amor que yo tengo que dar.
Llevo un dulce sueño en mi alma grande
a una vida nueva quiero despertar
Recorrer los mares con mi pobre barca
ir de puerto en puerto sembrando amistad.
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Mi Dios en silencio
Aunque esté en silencio, su presencia llena el mundo,
y su Palabra se escucha en toda la tierra.
1-Él está en silencio, su dolor es grande.
Él está en silencio, sólo sabe amar.
Él está en silencio, contemplando el mundo
de un hombre perdido que Él quiere salvar.
2-Él anda en silencio siguiendo unas huellas
de un pueblo que busca su felicidad.
No escuchan su voz, ni oyen su llamada,
buscando en la niebla lo que no hallarán.
3-Su mirada dulce se irradia en el tiempo
cansado y errante ofreciendo paz.
Muy pocos comprenden que Él vino a este mundo
a ofrecer su amor, su felicidad.
4-¡Cuánta gente errante en busca de un sueño
que tal vez jamás podrán encontrar!
Él es el camino, la meta más bella,
la única senda que encuentra la paz.
5-Los sueños del mundo nos dejan vacíos.
Son como sirenas de un profundo mar.
Son sirenas bellas, son sirenas dulces,
pero siembran muerte, muerte sin piedad.
6-Jesús sigue andando, buscando a sus hijos,
con un amor grande clavado en la cruz.
Díganle que yo lo busco y lo amo.
Su vida es mi vida, su amor es mi luz.
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Fe popular al pie de la cruz
I. Señor,
haz que abandone la alforja que hasta ahora he llevado.
Haz que rechace el vestido que traje hasta aquí.
Haz que libere mi alma ante tu presencia.
Haz que abandone mi vieja razón de vivir.
Dame valor en la lucha que llevo conmigo
y haz que comprenda que sólo un rival tengo yo.
Ese rival es mi mal que llevo en mi adentro,
cuando me venza a mí mismo, seré ya de Dios.
II. Señor,
hazme un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, siembre yo amor.
Donde haya injuria, siembre yo perdón.
Donde haya duda, siembre yo la fe.
Donde haya tristeza, siembre yo alegría.
Donde haya desaliento, siembre yo esperanza.
Donde haya sombras, siembre yo la luz.
Oh divino Maestro,
que no busque ser consolado, sino consolar.
Que no busque ser amado, sino yo amar.
7-Sé que Él sufre mucho desde el Viernes Santo
en los nuevos Cristo que en el mundo están.
Yo quiero ser parte de ese pueblo santo
que dejó esta tierra y hacia el cielo va.
Versos anónimos
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III. En tus manos, Señor, pongo mi vida
con todas sus angustias y dolores,
que en Ti florezcan frescos mis amores
y que halle apoyo en Ti, mi fe caída.
Quiero ser como cera derretida
que modelen tus dedos creadores,
y morar para siempre sin temores,
de tu costado en la sangrienta herida.
Vivir tu muerte y tus dolores grandes
disfrutar de delicias verdaderas
y seguir el camino por donde andes.
Dame, Señor, huir de mis quimeras
dame, Señor, que quiera lo que mandes,
para poder querer lo que Tú quieras.
Poesía anónima
IV. No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido.
Ni me mueve el infierno tan temido,
para dejar por eso de ofenderte.
Que no busque ser comprendido, sino comprender.
Porque dando es como recibimos.
Perdonando es como Tú nos perdonas.
Y muriendo en Ti es como nacemos a la vida eterna.
Oración de san Francisco de Asís.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido.
Muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrendas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor en tal manera,
que aunque no hubiera cielo yo te amara,
y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero, no esperara,
lo mismo que te quiero, te quisiera.
Unos atribuyen estos versos a san Juan de Avila, otros a Miguel de
Guevara, otros a santa Teresa, y a otros muchos autores. Este soneto,
que forma parte de las 100 mejores poesías de la lengua española,
actualmente se considera poesía anónima.
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Dondequiera que estés
Este poema, dedicado con toda
el alma a mi Señor Jesús, es uno
de los encuentros más bonitos que
he tenido frente al crucifijo. No es
un regalo que le hago al Señor, co-
locándolo en mi amor absoluto, sino
un regalo que el Señor me ha hecho,
ayudándome a configurar mi alegría
profunda por haberlo encontrado y
haberlo amado con todo mi ser.
1-Dondequiera que estés, yo estaré contigo.
Dondequiera que vayas, te seguiré, Señor.
Dondequiera que sufras, sufriré contigo
ofreciéndome todo, como incienso de amor.
2-Déjame caminar por donde Tú andes,
déjame caminar en tus huellas Señor.
Que se cierren mis ojos a las glorias del mundo
y que sólo vea tu mirada de amor.
3-He pisado sin Ti, mucha tierra vacía,
he andado senderos con la muerte a mi lado.
Y hoy un grito en el alma me devuelve a la vida,
y bendigo al cielo por haberte encontrado.
4-Todo el oro del mundo no podrá separarme
de tu cruz, de tu vida, de lo que Tú me ofreces.
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Los pedazos de mundo que me han regalado,
los devuelvo a sus dueños, una y mil veces.
5-Déjame que te abrace con toda mi alma
y que todo tu amor me llegue al corazón.
Quiero andar tus caminos y latir en tus manos
y ofrecerte mi vida como en una oración.
6-Los latidos de mi alma son un canto a la vida,
a esa vida que quiero devolverte, mi Dios.
En los días felices, en las noches serenas,
sólo aspiro a encontrarte y ser tuyo, Señor.
7-Tu mirada de Padre me consuela y me guía
y me envuelven tus sueños, me ilumina tu luz.
Yo iré por los mares, navegando en tu barca,
porque sólo contigo se hace fácil mi cruz.
8-Dale un puesto en tu cielo a esta pobre ovejita
que, con alma de niño, vive siempre feliz.
Buen pastor de mi vida, mi remanso y mi dueño,
dondequiera que vayas, yo estaré junto a Ti.
9-He probado en mis labios el néctar del mundo
que endulza la vida y maltrata el amor.
Mientras Tú llevas cruces que otros dejaron,
porque fueron cobardes al llamado de Dios.
10-Que se escuche tu voz por toda la tierra,
que se riegue tu nombre como alfombra de amor.
Que este mundo comprenda que eres la esperanza,
la razón de vivir, el camino mejor.
11-Bautizado en tu sangre, redimido por Ti,
dame un puesto en tu barca, y un lugar en tu cruz.
Ya no quiero otra senda, ni el sabor de otra vida.
Que yo muera en tus brazos, mi divino Jesús.
12-Que este mundo te ame con amor desbordante.
Que se llenen canales, que desborden los ríos.
Que se abran volcanes por toda la tiera
y derritan el hielo de amores tan fríos.
13-Que se apaguen las luces del espacio infinito.
Que se enciendan las llamas de tu Espíritu Santo.
Que la luz de tu Gracia le devuelva a este mundo
la locura de amor que han tenido los santos.
14-¡Oh ventura increada, o sabor celestial!
Tu presencia nos lleva por galaxias de amor.
Qué feliz fue la culpa de un Adán deslumbrado,
qué felices tus hijos por tu amor redentor.
Seguiré al Pastor
-canción-
1-Por las ciudades y las montañas oigo la voz del Pastor
que va buscando muchas ovejas que quieran vivir de amor.
Es un camino lleno de luz, camino de salvación,
donde se encuentra la vida, donde todo es paz,
donde habita Dios.
2-Entre remansos y manantiales va el rebaño del Pastor
que lo conduce por tierras altas, buscando un pasto mejor.
Rocas hermosas y un cielo azul, y unos pasos sin dolor,
pues las espinas no hieren a aquellas ovejas que viven de amor.
3-En el rebaño del buen Pastor hay paz en el corazón.
No es esta tierra para llorar, es una tierra de amor.
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Tú y yo, Señor
Tú y yo, Señor, en mi largo camino. Tus huellas
son mis huellas. Tú caminas, yo te sigo. La meta eres
Tú, la sed es mi amor. Rodando y tropezando te he
ofrecido lo poquito que soy: un manojito de penas que
adorna la pesada cruz de mis limitaciones. Eso soy
yo, eso fue lo que la vida me dio, y eso te lo ofrezco
con amor. La senda que me trazaste la voy regando
con dulces gotas de lágrimas. A donde llega mi llanto,
hasta allí llega tu amor. Por eso yo sé que la tierra
que piso dará fruto abundante.
Cada vez que Tú me sonríes, borras una pena de
mi alma. Cada vez que yo te sonrío, quito una espina
de tu corona. Así es nuestro andar. Sigamos andando,
que contigo el camino siempre es hermoso. Sigamos
sembrando, pues vale la pena sembrar hasta el final.
Los caminantes en esta vida que siguen la voz de Dios,
van dejando huellas santas, con sus pies dolientes,
sembrando amor.
4-Sigue el camino, sigue cantando, sigue la voz del Pastor.
Sólo un redil es esta tierra, es el Reino de mi Dios.
Nunca te canses, siempre adelante, que algún día llegarás
al manantial de la vida, donde no habrá sed,
un reino de paz.
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Está amaneciendo
-Canción-
1-Está amaneciendo para mí.
La noche con su sombra ya se fue.
Puse en la cruz de Cristo mi confianza
y bajo un cielo nuevo me encontré.
Está amaneciendo para mí.
2-Abrí mis brazos al viento buscando un amor,
y el grito de la tierra me dijo que estaba en la cruz.
Busqué en el madero el canto de la vida,
y el corazón de Cristo rasgó la eternidad,
y me llevó consigo para enseñarme a amar.
Está amaneciendo para mí.
3-Si algún día en la sombra llegó a brotar mi llanto
o algún dolor amargo me hizo regresar,
mis ojos se entreabrieron buscando a mis hermanos
y con amor muy grande los pude perdonar.
Está amaneciendo para mí.
4-Me llevo de este mundo un corazón alegre,
una sonrisa tierna que alguien me regaló.
En un camino abierto que va hasta el infinito,
mi vida sigue andando, le doy gracias a Dios.
Está amaneciendo para mí.
5-Al anochecer nació una flor
y se quedó aguardando la lluvia y el sol.
Y la noche fue muy larga, y el rocío la cubrió,
y cuando llegó la luz, ella cantó.
Está amaneciendo para mí.
Jesús
Pan
de Vida
La vida de todos nuestros santos y beatos han sido vi-
das consumidas al pie de la cruz. También han sido vidas
alimentadas por el Pan de Vida. Dice Pablo VI: “Una vo-
cación nace y se mantiene en fidelidad, cuando vive en la
intimidad con Jesús Eucaristía”.
Todo cristiano que se acerca a Jesús, necesita una fuerza
especial para permanecer al pie de la cruz. Esa fuerza nos
la da el Pan de Vida, Jesús convertido en Pan por su amor
redentor.
El capítulo 6 del Evangelio de san Juan nos trae el ser-
món del Pan de Vida. Este tema le produjo dos momentos
dolorosos al Maestro divino. Pero Él comprendía que un
alimento como ése, necesitaba un largo tiempo para com-
prenderlo y amarlo.
El primer momento lo experimentó cuando el pueblo que
le seguía no entendió a dónde iba Jesús con su proyecto
del Pan de Vida. Jesús les dio pan en abundancia, pan para
saciar su hambre material, y que esa hambre despertara el
hambre espiritual. Que el pan material traído por el milagro
los llevara al deseo del pan espiritual que era el mismo Jesús.
41
La Pascua de Jesús
contiene todo el Misterio Pascual.
En el cáliz,
Jesús bebe su Pasión y Muerte,
y brinda por su Resurrección.
Pero la multitud falló, pues se quedó buscando más
pan material. “Como Jesús no aparecía, ni sus discípu-
los tampoco, la gente subió a las barcas, y fueron a Ca-
farnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo al otro lado
del lago, le preguntaron: Maestro, ¿cuándo has llegado
aquí? Jesús les contestó: En realidad, ustedes me buscan,
no por los signos que han visto, sino por el pan que comieron
hasta saciarse. Afánense no por la comida de un día, sino
por la otra comida que permanece y por la cual uno tiene
vida eterna. El Hijo del hombre les da esta comida. Él es
al que el Padre Dios ha marcado con su sello”. (Juan 6, 24-27)
El segundo momento malo para Jesús consistió en que
la mayoría de sus seguidores encontró muy duras sus pa-
labras, y lo abandonaron. Jesús les dijo: “El que viene a Mí,
nunca tendrá hambre, y el que cree en Mí, nunca tendrá
sed. ..... Yo soy el pan de la vida que ha bajado del cielo.
El que coma de este pan, vivirá para siempre. El pan que
yo daré es mi carne, y la daré para la vida del mundo. .....
Cuando oyeron todo esto, muchos de los que había seguido
a Jesús, dijeron: Este lenguaje es muy duro, ¿quién puede
escucharlo? ..... A partir de entonces, muchos de sus dis-
cípulos dieron un paso atrás, y dejaron de seguirlo. Jesús
preguntó a los Doce: ¿También ustedes quieren dejarme?
Pedro respondió: ¿A dónde iremos? Tú tienes palabras de
vida eterna”. (Juan 6, 35. 51. 60. 66-68)
El Pan de Vida no era asunto de “si entendían o no”.
Aquello era proyecto del Padre, como parte de la Encar-
nación del Verbo. El Pan de Vida es un gran misterio de
amor, y hasta él se llega por la fe y por la acción del Es-
píritu Santo en nosotros. No es una simple fe humana. Aquí
estamos tocando la presencia de Dios. En este tema, Jesús
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43
desborda todos los límites de la gratuidad de Dios, hasta
entonces conocidos. En la Encarnación del Hijo de Dios,
en su Muerte y Resurrección, y en el misterio del Pan de
Vida, Dios llega a un amor tan grande al hombre, que sólo
es posible en un corazón de dimensión infinita.
Dios nos anunció por medio de los profetas que llegarían
días en que el perdón de Dios sería tan perfecto y su amor
sería tan grande, que el hombre quedaría deslumbrado y
viviría una alianza indestructible con su Dios. Es un pac-
to entre el Espíritu divino y el alma del hombre, sellado
como una unidad santa, en un proyecto de vida eterna: Dios
que comulga con el hombre, y el hombre que comulga con
Dios. Es un llamado a la regeneración de la misma esencia
del hombre.
El Pan de Vida con su sabor celestial, irá borrando en el
hombre el sabor del mal, el gusto por el pecado, y así irá re-
cuperando el paladar de ángel, el gusto por lo espiritual, por
lo divino. Mientras el hombre se olvida de Dios, se aparta
de Dios, mientras la humanidad hace y saborea lo que sabe
a pecado, lo que aleja del cielo, Dios, por su parte, aumenta
su amor al hombre y lo cubre con un derroche de gratuidad
divina.
Después de la experiencia del diluvio y de la destrucción
de Sodoma y Gomorra, Dios habló a la humanidad por boca
de sus profetas.
“Los montes se correrán, las colinas se moverán, pero mi
amor por ti no se apartará jamás” (Isaías 54, 10).
“Yo voy a formar con ustedes una alianza eterna, las prome-
sas hechas a David” (Isaías 55, 3). “Cuando llegue el tiempo
yo pactaré con Israel esta otra alianza: pondré mi Ley en
su interior, la escribiré en sus corazones. Yo seré su Dios
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y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que enseñarse el
uno al otro diciendo: conozcan a Yavé, pues me conocerán
todos, del más grande al más humilde, porque yo habré
perdonado su cupla y no me acordaré más de su pecado”.
(Jeremías 31, 33-34)
“Les daré un corazón nuevo, infundiré en ustedes un es-
píritu nuevo. Quitaré de su carne el corazón de piedra, y
les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu y haré
que se conduzcan según mis preceptos, y observen y prac-
tiquen mis normas” (Ezequiel 36, 26-27)
LostiemposnuevosconlapersonadeJesucristorealizanlas
promesasdeDioshechasenelpasado.LosmilagrosdeJesús,
la maravilla de su predicación, el Pan de Vida, su Muerte
y Resurrección, todo ello constituye el derroche inmenso
de la gratuidad divina. La justicia de Dios no es justicia de
castigo, sino justicia de amor. Dios sabe que el perdón y el
amor curan el interior del hombre mucho más que el cas-
tigo. En la era mesiánica, se debería cambiar el sistema de
cárceles, buscando otro método que corrija más y que esté
más de acuerdo con la mirada de Dios. Las cárceles y los
castigos sólo detienen las fieras por un momento, pero no
curan la persona como la cura el Evangelio.
El Pan de Vida le da fuerza a nuestro espíritu para em-
prender las grandes proezas de la fe, y va arrebatando nues-
tras almas y lanzándolas a una nueva dimensión.
No es alimento de hormigas, es alimento de almas
grandes, de aves poderosas, que se atreven a comer a Dios
como manjar. Para gustar de este pan, hay que renunciar a
muchos panes que hacen daño. La vida del hombre posee
un ciero vacío de Dios y esto produce hambre de Dios. A
la vida humana no le basta con el pan material, o con las
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diversiones. No nos basta con acumular ganancias y seguri-
dades del mundo. Hace falta algo más, un alimento que nos
acerque a Dios, algo que nos lleve, al menos a interrogar-
nos frente a nuestro propio misterio, buscando la respuesta
a nuestro destino.
El Pan de Vida no es sólo un misterio de amor, donde
Cristo llega a ser sangre de nuestra sangre. Este Pan nos
conduce a un proyecto de vida, donde entramos en la ofren-
da de la cruz. Comemos el Pan al pie de la cruz, como san
Juan y la Virgen María, sumergidos en el misterio del Se-
ñor.
Jesús se hace pan para ser partido y para ser comido. Sir-
viendo en la comunidad cristiana, con Jesús, nos hacemos
pan para ser partido y para ser comido. El bautismo nos
conduce a un proyecto heroico, pues aceptamos el plan de
Dios que nos purifica, invitándonos, como a Jesús, a con-
vertirnos en pan para ser partido y para ser comido.
El proceso de santificación cristiana es lento, pues aunque
comulgamos cada día, y queremos ser como Jesús, el dejarse
partir y dejarse comer no es fácil, y ante cualquier contrarie-
dad o sufrimiento, no siempre reaccionamos “amando”.
Ahora bien, el parecerse a Jesús, el convertirse en tri-
go molido por amor, no es una utopía. Muchos santos y
santas han atravesado esa línea de fuego, y se han dejado
moler, y su martirio cruento o incruento, no ha apagado
su amor. Jesús dijo: “Padre, perdónalos, pues no saben
lo que hacen”. San Esteban dijo: “Señor, no les tenga en
cuenta este pecado”. María Goretti murió perdonando a
su asesino. San Maximiliano Kolbe, preso en un campo de
concentración, pidió que liberaran a un prisionero que iban
a matar, y que lo mataran a él. Y de hecho, lo mataron.
San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, mientras iba
conducido a Roma para echárselo a las fieras, escribía a sus
feligreses: “Quiero ser trigo molido por amor, quiero lograr
el martirio, porque así seré un cristiano de verdad.....quie-
ro que las fieras me coman todo, que no dejen nada de mí,
para que no tengan que darme sepultura y así no seré mo-
lestia para nadie”.
En la puerta de una casa hay un pecesito de metal que
sirve para que la puerta se mantenga abierta. Todo el que va
a cerrar la puerta, le da una patadita al pez, lo empuja hacia
un lado y cierra la puerta. Todo el que quiere mantener la
puerta abierta, empuja el pez con el pie, y lo coloca para
que detenga la puerta. El pez hace su servicio y se pasa el
día de patada en patada. Y al pez, ni se le ocurre quejarse.
Esa es la imagen del buen cristiano.
La leña seca quema. La leña verde rechaza el fuego. Mu-
chas veces seguimos siendo leña verde, y la gracia no nos
puede transformar. Es el fuego del Espíritu que nos llena
de Dios, y para santificarnos tiene que quemarnos. Nos ali-
mentamos años y años con el Pan de Vida, y nos quedamos
igual, pues al permanecer siendo leña verde, la Gracia no
puede trabajar en nosotros, y la liturgia se nos convierte en
un ritual vacío. La humildad y la sencillez de corazón podrá
ir secando nuestra leña, para que podamos llenarnos con el
fuego de Dios que arrebató al profeta Elías, o un fuego que
nos convierta en trigo molido por amor, como a san Igna-
cio de Antioquía. Somos herederos de una vida nueva, esa
vida nueva que experimentó el salesiano Andrés Beltrami
a los pies del sagrario, y esa vida que vivió María Mazza-
rello, cuando miraba, en su enfermedad, la luz del Santísi-
mo de la iglesia, a través de la ventana de su habitación.
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Jesús nos alimenta para que tengamos alma de niños y
estemos locamente enamorados de Dios. Sólo así llegare-
mos a ser plenamente felices, pues fuera de este encuentro
profundo con Jesús, todo se desvanece, todo se acaba, todo
se muere.
Una vez, el teólogo Teilhard de Chardin se encontró en un
desierto de Australia y no tenía pan ni vino para celebrar la
Eucaristía. Entonces colocó sobre el altar los trabajos y los
sufrimientos de la humanidad, y los consagró como cuer-
po doliente del Señor Jesús. Al llegar a la comunión, no
habiendo víctima para comulgar, Teilhard rezó así: “Ensé-
ñame, Señor, a comulgar muriendo”. Comulgar con Cristo
es morir a nosotros para que el Señor crezca en nosotros.
Nosotros morimos y Él vive, así nos transformamos en otro
Cristo. Así pensaba Juan Bautista: Que Él crezca, y que yo
disminuya. Así pensaba san Pablo: “Ya no vivo yo, es Cristo
quien vive en mí”.
No comemos a Cristo, es Cristo quien nos come a no-
sotros, y cuando Jesús se transfigura en nosotros, le mostra-
mos al mundo la grandeza del amor de Dios. De ahí, el
lema salesiano: “Ser signos y portadores del amor de Dios
a los jóvenes”. Mostramos a los jóvenes el Cristo que se
transfigura en nosotros.
Después de la Comunión, resuenan en las iglesias miles de
trompetas de ángeles que cantan a coro y repiten: “Gusten
y vean qué bueno es el Señor”. Pero hay que tener mucha
fe para poder oír esas trompetas, y sobre todo, mucho amor
a Dios, para saber que nosotros al comulgar, somos como
ángeles que cantan: Eterna es su misericordia.
Gracias, Señor, por regalarnos, en un pedazo de pan, la
herencia de la vida eterna, gozando de tu divino amor.
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La fracción del Pan
Pan para ser partido
Pan para ser comido
Es decir: el Pan eucarístico, la comunión. El Pan de Vida
es el alimento que sana toda enfermedad del espíritu, y que
llena el alma de fortaleza para testimoniar la fe en Jesu-
cristo.
Jesús se hizo pan para ser partido y para ser comido.
Y nosotros, imitando a Jesús, nos hacemos pan para ser
partido y pan para ser comido. Pero no es fácil dejarse partir
y dejarse comer. Para entrar en ese proyecto santificador de
Dios hay que destruir muchos deseos de brillar en la vida,
y hay que matar muchos aplausos y muchas vanidades que
hacen daño. La base de la vida social es el triunfo, el aplau-
so, el primer puesto. La vida social es, ante todo, compe-
tencia. Pero Jesucristo trajo otro proyecto, otro esquema
mental, otros valores.
Jesús quiere que cada uno de sus hijos sea
el primero en servir y el último en aparecer.
El Pan de vida es un alimento que prepara para la vida eterna.
Aquí abajo hay muchos panes que hacen daño, y los hijos de
Dios saben buscar su tesoro en el cielo, pues en este mundo,
todo se acaba, todo se desvanece, todo se muere.
A uno de los primeros cristianos le
preguntaron: ¿Qué es lo que les da la
fuerza para dejarse matar por Jesús?
Él contestó: El pan blanco.
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Si pudiera
Un proyecto para trabajar en la propia vida.
1-Si pudiera...no decir ni una palabra
Si pudiera...no cantar ni una canción.
Si pudiera...ver la vida como un sueño
le daría mucha paz, a mi pobre corazón.
2. Si pudiera...vivir la vida en silencio.
Si pudiera...esconderme en la oración.
Si pudiera...darle a Dios todas mis luchas
lo que espero y lo que tengo, viviría por amor.
3. Si pudiera...andar con mis pies descalzos.
Si pudiera...caminar sin hacer ruido.
Si pudiera...vivir como vive un niño,
sin afanes, sin proyectos, y vivir en el olvido.
4. Si pudiera...quitarle al mundo las noches
Si pudiera...caminar siempre en la luz.
Si pudiera...volar hacia el firmamento,
y gritarle a las estrellas, que quiero ver a Jesús.
5. Si pudiera...dejar este cuerpo frágil.
Si pudiera....llenarme de paz y amor.
Si pudiera...volar como vuela el viento,
irme más allá del tiempo, al encuentro de mi Dios.
6. Si pudiera...dormir y no despertar.
Si pudiera...descansar en mi Señor.
Si pudiera...soñar con la eternidad,
Y quedarme allá jugando con los ángeles de Dios.
50
Bebiendo de la fuente
Canción
Tú me dijiste, Señor, que en mi camino,
amando al pobre y a aquél que sufre más,
yo probaré el agua de tu fuente,
y encontraré tu amor y tu amistad.
En las mañanas te busco y te contemplo,
y en tu mirada me lleno de tu paz.
Traigo en mis manos la ofrenda de mi vida,
te traigo un pueblo que busca tu amistad.
“Aquí me tienes, Señor, yo quiero amarte,
amando al pobre y a aquél que sufre más.
Tuyo es mi pan, y el agua de mi fuente,
ven a mi casa y amor encontrarás”.
Yo vi tus huellas que iban hacia el cielo,
pero pasaban por tierras de dolor;
mientras oía una voz que iba diciendo:
que en el calvario está la fuente del amor.
Soy como el águila que vuela hacia la altura,
cruzando nubes, bebiendo luz del sol.
Como el arroyo que canta en la montaña,
yo canto alegre porque encontré tu amor.
Cuando Tú oigas, mi Dios, que estoy muriendo,
prepara un puesto a este pobre pecador.
Yo iré volando y cantando hacia tu reino,
hacia esos brazos que guardan mi perdón.
Cae la tarde y yo vengo a tu presencia
a ofrecerte mi canto y mi oración.
Junto al Sagrario yo quiero estar contigo
como una vela que arde por amor.
51
Contemplando los
Misterios Dolorosos
Jesús celebró la Pascua Judía el Jueves, porque en la Pas-
cua que se iba a celebrar el Viernes, Él ya no sería el que
come la Pascua, sino el Cordero que iba a ser sacrificado.
Por eso, en su sacrificio creó otra Pascua, la de su persona
inmolada por amor, actualizada en figura de Pan y Vino.
Las autoridades religiosas del pueblo judío no podían
consentir por más tiempo, que aquel hombre que decía “su-
perar la Ley”, que anunciaba la destrucción del Templo,
que pedía a los hombres espíritu y verdad para comunicarse
con Dios, ellos no podían consentir por más tiempo, que
aquel hombre solo, pobre y sin soldados, rodeado de un
pequeño grupo de personas sencillas y pobres, que un hom-
bre así pusiera en peligro todo el aparato religioso judío del
momento. Era necesario que aquel hombre se callara para
siempre, que desaparecieran sus discípulos, que su nombre
fuera arrancado de las calles.
Como cordero sería llevado al matadero, sin abrir la
boca, en el silencio de Dios. Jesús celebró la Pascua en
la fe de su pueblo y en la alegría de sus discípulos. Fue
una celebración que terminó en un gran contraste: De la
alegría de sus discípulos a la persecución de los soldados
del Sanedrín; del canto de los salmos a la dura oración
52
del Huerto de Getsemaní; de la institución del sacerdocio
y la Eucaristía a ser juzgado y sentenciado a muerte por el
Sanedrín; del mandamiento del amor a caer en manos de
una turba enfurecida; del calor de unos amigos a la traición
de Judas y a la dispersión de sus amigos que huyen. Real-
mente había llegado su Hora, la Hora de Jesús y la hora
del mundo, porque en el juicio a Jesús es juzgado también
el mundo. El mundo juzga a Jesús, y siendo inocente, lo
declara culpable y lo condena a muerte. Jesús sabe que el
mundo es culpable, pero lo declara inocente y heredero de
la vida de Dios: “Padre, perdónalos, pues no saben lo que
hacen”.
Aquella noche del Jueves al Viernes Santo fue una no-
che triste para Jesús. Servidores de la casa del pontífice se
entretuvieron en escupirle, darle bofetadas, burlarse de Él.
Pedro negó conocerle. Judas se ahorcó al amanecer. Por la
mañana llevan a Jesús al gobernador Poncio Pilatos. Lo
acusan de que amotina al pueblo, de que se hace rey.
Primer misterio doloroso:
La oración de Jesús en el Huerto.
En la oración del Huerto se concentra toda su misión. El
sudor de sangre es su respuesta a la voluntad del Padre. El
sudor de sangre indica que la naturaleza humana de Jesús
hace una entrega que duele. Lleva el sello de todo su ser,
como el primer mandamiento, y lleva también el sello del
holocausto, como sacrificio perfecto. Los discípulos con-
templan la escena a distancia, pues ellos podían acercarse a
los milagros, a los sermones, e incluso a la gloria del Tabor,
pero esta Hora iba más allá de su comprensión y de su fe. Su
pan todavía no estaba bien cocido para la ofrenda del altar.
La oración del Huerto de los Olivos estuvo rodeada de
la grandeza de la última Cena, y del difícil momento del
prendimiento y el juicio. Era la Hora de Jesús, pero allí
estaba presente el Padre para recibir la ofrenda. La Oración
del Huerto inicia un proceso de desintegración de la mo-
rada terrenal de Jesús. Este proceso lleva consigo el dolor
de la acusación falsa, del juicio falso, y la amarga soledad,
porque sus mejores amigos se dispersaron.
Después de pasar por el poder religioso, y el poder civil,
continúa con la flagelación, donde se cumplen las profecías
de Isaías sobre el Siervo doliente. “Ofrecí mi espalda a
los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi
barba. No oculté el rostro a insultos y salibazos, pues que
Yaveh habría de ayudarme para que no fuese insultado, por
eso puse mi cara como pedernal, a sabiendas de que no
quedaría avergonzado” (Isaías 50, 6-7).
Segundo misterio doloroso:
La Flagelación de Jesús, atado a la columna.
Aquél que predicó la libertad de espíritu con tanta fuerza,
que se volvió el consuelo de los leprosos, que resucitó a
Lázaro, que multiplicó panes y peces para muchedumbres
con hambre, que manifestó gran compasión por las ovejas
descarriadas, aquí lo vemos atado a una columna, golpeado,
humillado, reducido al oprobio de una humanidad cruel y
enferma, atravesando la dura corriente del dolor humano.
Pero sigue siendo dueño de sí mismo, y posee la libertad
interior, pues nadie le quita su vida, Él la ofrece por amor,
y está consciente del valor de su sacrificio. Toda esta tra-
gedia se desarrolla en silencio, como cosa normal ante una
multitud que está acostumbrada a hacer del dolor humano,
53
un teatro de entretenimiento. No fue propiamente un juicio,
no fue una condena formal, fue un linchamiento pasional
de un grupo convocado y amotinado. La copa de la ira de
Dios no se ha rebosado, el poder de su brazo no ha descen-
dido a cuidar del débil. Dios recibe la ofrenda del débil en
silencio. La espiga ha madurado y está siendo cortada. Y
los cielos se preparan para la gran victoria: la salvación en
Jesucristo. “Creció como un retoño delante de nosotros,
como raíz de tierra árida. No tenía apariencia, ni presen-
cia. No tenía aspectos que pudiéramos estimar. Desprecia-
ble y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de
violencias, como uno ante quien se oculta el rostro. Y con
todo, eran nuestras dolencias las que Él llevaba, y nuestros
dolores los que soportaba” (Isaías 53, 2-4).
La gente miraba y contaba los latigazos. Los más curiosos,
reían cuando su cuerpo vibraba. A sus conocidos y amigos
se les rompía el alma. Era la Hora terrible, la hora de Dios,
la manifestación del pecado del mundo. La copa de la ira
de Dios rebosaba y se descargaba sobre el inocente, como
misterio de amor que nadie puede comprender. El verdugo
intentaba dar con más fuerza, pero no podía. Lo que veía
y experimentaba no era algo común. Se estaba pasando el
límite de lo experimentado hasta ahora. Los soldados cum-
plían órdenes, pero tenían miedo. Es como si la bondad de
Dios derritiera los ganchos que arrancaban aquella carne
inocente y santa.
Aquella noche, los verdugos no habrán podido dormir. Lo
que sucedía era profecía, pero era adentrarse en lo que es
santo y temblar sin saber por qué. No tenemos muchos
datos de esos acontecimientos, pues la persecución judía
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devoró mucho material, pero no hay duda que la misma
imaginación tiembla ante momento tan grande. La mirada
dulce de Jesús, con un rostro ensangrentado y desolado, des-
barataba a cualquier corazón humano, por duro que fuera, o
aunque estuviera pagado para que gritara contra Jesús.
Tercer misterio doloroso:
La coronación de espinas.
La imaginación humana se pierde en la confusión, cuando
trata de acercarse al sentimiento que devoraba el alma de
aquellos que miraban a Jesús coronado de espinas. Un do-
lor atroz, sangre que corría y una burla increíble, todo esto
iba tocando fondo en la debilidad humana. Algunos amigos
se habrían marchado, porque no soportaban la escena. Las
esperanzas de un pueblo se venían abajo, sobre todo para
aquellos que presenciaron algún milagro, y que esperaban
otro tipo de redención.
“Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nues-
tras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz, y
por sus llagas hemos sigo curados. Todos andábamos
como ovejas errantes, cada cual seguía su propio camino,
y Yaveh descargó sobre Él la culpa de todos nosotros. Fue
maltratado, se humilló y no dijo nada. Llevado como cor-
dero al matadero, como oveja que permanece muda cuando
la esquilan”. (Isaías 53, 5-7)
Al azotarlo y coronarlo de espinas, el gobernador
Poncio Pilatos intentó desfigurarlo para que las gen-
tes se compadecieran de Él al verlo en ese estado
tan deplorable. Pero la turba ya no pensaba. Su pen-
samiento era manejado desde arriba, por aquellos que
convierten sus deseos en leyes, y no tienen compasión,
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56
porque sus corazones ya no funcionan al estilo humano.
Posiblemente, muchos querían llegar hasta el final para ver
lo que iba a pasar. Era un profeta, hizo muchos milagros,
y de un momento a otro, Dios podría intervenir a su favor.
Muchos se burlaban, muchos pedían su muerte, pero todos
temían, incluso el Sanedrín y los soldados que lo martiriza-
ban. Algunos lo llamaban “impostor”, pero todos sabían
que el acontecimiento no era común, y que realmente era
inocente. Se trataba de un reo invadido por una fuerza divi-
na, y muchos no estaban seguros si realmente iba a morir.
Se cumplían unas profecías, era un escenario de Dios, y
donde Dios está presente, todos tiemblan.
Su cuerpo está ensangrentado, su rostro desfigurado, su
Hora está en marcha. El Maestro está preparado para termi-
nar esta dura y a la vez grandiosa misión. Esos soldados no
habían tratado otro caso como éste. Ellos saben que se trata
de algo diferente. En la Resurrección, cuando vean que la
tumba se abre, entonces lo comprenderán mejor.
El dolor físico era fuerte, pero la pena más grande era la
burla, la naturaleza humana humillada, escupida, rechaza-
da. Toda ofrenda es hermosa, pero toda muerte es amarga,
y todo sufrimiento es rechazado por el cuerpo doliente. La
oración del Huerto continúa a través de la vía dolorosa de
Jesús: “Aparta de mí este cáliz, pero que no se cumpla mi
voluntad, sino la tuya”. Flagelado, coronado de espinas,
se presentará a la contemplación fría de Pilatos, quien,
al darse cuenta de que era un asunto muy complicado,
se lavó las manos. También se presentará al rey Herodes
y a su corte, completando así, todos los estratos sociales
de su tiempo. No es que Él quisiera acusarlos a todos. Es
que todos tenían derecho a recibir su amor y su perdón.
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Cuarto misterio doloroso:
Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario.
Se inicia la comitiva, la marcha es dolorosa y fúnebre.
Dios que se ha rebajado a ser juzgado por el hombre. Es la
Hora de la Redención, de contemplar algo inaudito. Mien-
tras Jesús se tambalea, cayéndose con la cruz, lo va rode-
ando una multitud de comentarios, desde la agresividad a
la compasión, desde la burla a la oración. Y mientras tanto,
el Padre va recibiendo la ofrenda del Hijo que muere por
amor.
Todos los grupos sociales tienen sus representantes en la
vía dolorosa de Jesús: algunos discípulos, personas ami-
gas y comprensivas, el Sanedrín, el poder civil de Pilatos,
algún curioso enviado por Herodes, y algunos extranjeros
que se extrañarían al ver a un reo tan diferente a los demás.
Tal vez, Simón de Cirene no fue obligado a llevar la cruz
de Jesús, sino que él se ofreció a ayudarle, viendo lo mal-
tratado que estaba el Maestro.
Tres caídas en el camino y tres sacudidas de la multitud
que camina bien atenta a las reaciones de este siervo do-
liente. La gente avanza en suspense, pues consideran que
el Maestro divino no llegará vivo al Calvario. Los que van
rezando aumentan su oración y su fe, para que el inocente
condenado sea cuidado por Dios hasta su último suspiro.
Habrán repetido muchas veces el salmo 23: “El Señor es mi
pastor ..... aunque camine por cañadas oscuras, nada temo,
pues Él va conmigo”.
El gran Maestro, acostumbrado a recorrer largos
caminos en Galilea, y cansado de predicar de pueblo en
pueblo, avanza pesadamente en el último recorrido de su
vida mortal. Bendice la tierra que pisa, y deja grabadas
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sus huellas santas, para que los millones de peregrinos que
recorrerán la vía dolorosa a través del tiempo, recordando
ese duro acontecimiento, recojan ahí la herencia sagrada
dejada por el Maestro, y aprendan en esa escuela de amor,
la sublime lección de cargar la propia cruz con generosidad,
y pongan su grano de arena para la redención del mundo.
Quinto misterio doloroso:
Jesús muere en la cruz.
“Era ya cerca de la hora sexta, cuando al eclipsarse el
sol, la oscuridad cayó sobre toda la tierra hasta la hora
nona. El velo del santuario se rasgó por medio, y Jesús,
dando un fuerte grito, dijo: Padre, en tus manos encomien-
do mi espíritu”, y dicho esto, expiró. Al ver el centurión
lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: Ciertamente este
hombre era justo. Y todas las gentes que habían acudido a
ver aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron
golpeándose el pecho” (Lucas 23, 44-48).
El condenado tomó su cruz, subió monte arriba hasta el
Calvario. Lo despojaron de sus vestidos, lo tendieron sobre
un madero, le clavaron los pies y las manos, y lo levantaron
en alto hasta morir. Pero el que moría no era un hombre
cualquiera. El centurión romano, que ya sospechaba algo
de lo que venía, dijo: verdaderamente este hombre era el
Hijo de Dios. Las gentes volvían a la ciudad golpeándose
el pecho, y los comentarios, por todas partes, comenzaban
a cambiar.
Lo mataron porque les traicionaba la verdad que había en
sus ojos. Murió joven porque fue sincero, pero Jesús murió
sin odiar. Lo condenaron porque se atrevió a pronunciar
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el sermón de la montaña, y sentó en primer puesto a los
pobres y a los humildes. Lo mataron, porque se atrevió a
llamar “sepulcros blanqueados” a los ilustres sacerdotes
del templo. Murió perdonando porque comprendió hasta el
fondo la fragilidad humana. Él sigue sufriendo y sigue mu-
riendo en todo Cristo anónimo que es condenado inocente.
En un mundo cargado de intereses mezquinos, y donde la
competencia es una enfermedad, con su sabiduría divina,
puso el puesto principal detrás del último, y la mayor gran-
deza la puso en el servicio a los demás.
Así terminaba la Hora del Mesías, la Hora de la prueba, la
Hora de la Misión, la Hora de la ofrenda al Padre. Y comen-
zaba su nueva Hora, la Hora de la glorificación, la Hora de
las conversiones, la Hora de la fortaleza de sus discípulos,
la Hora del temblor de sus enemigos, pues sabían que algo
iba a pasar y todos andaban desconcertados.
Quien había sufrido y había muerto era el Dios bueno,
lleno de amor, que asumió la naturaleza humana, pero una
naturaleza limpia, sin los resabios y pecados de que adolece.
Él no se levantó de la tumba para vengarse, para acabar
con sus enemigos. Por eso dijo: “Padre, perdónalos, pues
no saben lo que hacen”. Resucitó para seguir perdonando,
para seguir amando. Y sigue amando tanto que no recuerda
los pecados de los hombres.
Cuando sus enemigos comprendieron que se habían en-
frentado al mismo Dios, respiraron profundo, pues sabían
que Jesús no se vengaría. También sus enemigos y sus ver-
dugos recibirán perdón y amor, porque es la era de la sal-
vación. Toda la fuerza del pecado se ha descargado sobre el
Hijo de Dios, la tierra ha sido purificada, la alianza de amor
eterno está firmada, y la victoria del bien está inaugurada.
Es hora de cantar aleluya, hora de renunciar a toda maldad
humana, porque el mal ya no tiene valor, ya es moneda fal-
sa. Al abrirse la tumba de Jesús, se despierta el amor inicial
del mundo, y se disuelve el pecado de Adán y el pecado de
Caín. Y dichosos nosotros, si abandonamos todo resabio de
pecado para poder resucitar con Cristo.
Alma de Cristo ...............	santifícame.
Cuerpo de Cristo ............	sálvame.
Sangre de Cristo .............	embriágame.
Agua del costado de Cristo-lávame.
Pasión de Cristo ..............confórtame.
Oh mi buen Jesús ............óyeme.
Dentro de tus llagas .........escóndeme.
No permitas ..................... qe me separe de Ti.
Del maligno enemigo ...... defiéndeme.
Y a la hora de la muerte ... llámame.
Y mándame ir a Ti,
para que con tus ángeles y santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.
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61
Salmos
Los salmos son una escuela de oración y de confianza en
Dios. Sirven para la oración, el canto, y la meditación del
pueblo de Dios. Los salmos responden a actitudes de ala-
banzas, súplicas y arrepentimiento.
En mi meditación al pie de la cruz, traigo aquí tres salmos
que me ayudan a comprender que Dios es mi herencia, la
sed de mi alma y mi seguridad. En Él descansa mi alma.
El autor de estos salmos ha dejado una clara huella de
santidad y un camino hermoso para encontrarse con Dios.
Salmo 16: El Señor es mi herencia.
Lo elegí como mi único Señor.
Gozaré de su presencia por toda la eternidad.
1-Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio.
Yo digo al Señor: no tengo otro Dios fuera de ti.
¡Cuántos son en tu tierra los que corren tras otros dioses!
2-No les ofreceré yo sacrificios,
ni sonarán sus nombres en mis labios.
3-El Señor es el lote de mi heredad y mi copa.
Me ha tocado un lote hermoso.
Me encanta mi heredad.
4-Yo bendigo a mi Dios que me aconseja,
mi conciencia me instruye aun de noche.
Pongo siempre al Señor ante mi vista,
porque a mi lado está, jamás vacilo.
5-Por eso, mi corazón y mi alma se alegran,
y mi cuerpo descansa seguro.
Pues no me entregarás a la muerte,
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ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me mostrarás la senda de la vida,
el gozo grande que es mirar tu rostro,
delicias para siempre a tu derecha.
Salmo 63 : Un alma sedienta de Dios.
En las mañanas medito en ti, Señor.
Te busco para sentir tu presencia.
En las tardes me acuerdo de ti,
y doy gracias por tus bendiciones.
1-Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo
mi alma está sedienta de ti.
Mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, sedienta, sin agua.
2-¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
3-Toda mi vida te bendeciré,
y alzaré las manos invocándote.
Me saciarás de manjares esquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
4-En el lecho me acuerdo de ti,
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio
y a la sombra de tus alas canto con júbilo.
Mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
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Salmo 91: Dios es mi seguridad.
Lo elegí como mi refugio y mi protección.
Junto a Él no sufriré ningún mal.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
a la sombra del Todopoderoso,
dile al Señor: Mi amparo, mi refugio.
En ti, mi Dios, yo pongo mi confianza.
Él te libra del lazo del cazador que busca destruirte.
Te cubre con sus alas y será su plumaje tu refugio.
No temerás los miedos de la noche,
ni la flecha disparada de día.
Ni la peste que avanza en las tinieblas,
ni la plaga que avanza en pleno sol.
No podrá la desgracia dominarte
ni la plaga acercarse a tu morada,
pues ha dado a sus ángeles la orden
de protegerte en todos tus caminos.
En sus manos te habrá de sostener
para que no tropiece tu pie en alguna piedra.
Andarás sobre víboras y leones,
y pisarás cachorros y dragones.
Pues a mí se acogió, lo libraré.
Lo protegeré, porque conoce mi Nombre.
Me llamará y yo le responderé,
estaré con él en la desgracia.
Lo salvaré y lo enalteceré, lo saciaré de días numerosos,
y haré que pueda ver mi salvación.
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El camino de Jesús
Hacia una vida espiritual
más comprometida.
Dijo Jesús: “Echen la red a la derecha para pescar”.
Dijo Juan Pablo II: “Remen mar adentro, para entrar en el
tercer milenio con pasión evangelizadora”.
Como pueblo de Dios, como Iglesia de Jesucristo, no-
sotros disfrutamos de la verdad, y de la fuerza del Espíritu
Santo para encontrar esa verdad, cuando se nos oculta o se
desfigura. A veces podemos refugiarnos en alguna verdad
cómoda, que se acerca más a la mentira que a la verdad.
Cuando los apóstoles se pasaron la noche tratando de
pescar algo en aguas superficiales, donde los peces comen
tranquilos y pueden ser atrapados con facilidad, y no pes-
caron nada, Jesús les dio un mandato de gran amigo: “Duc
in altum”, remen mar adentro. Jesús los premió llenando
sus barcas de peces, pero no era comida lo que Jesús quería
darles. Jesús quería darles una gran lección: la orilla es có-
moda, pero es peligrosa. La orilla conduce al fracaso, a la
desilusión. La orilla está hecha para las almas con mucho
miedo, para los peces pequeños, para las gaviotas que sólo
quieren picar y comer. Las gaviotas de cielo azul y mar
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inmenso no son para la orilla. Los peces grandes no nadan
en la orilla, nadan mar adentro. Los navegantes del Reino
de Dios son hombres y mujeres de alta mar, de aguas pro-
fundas, enfrentan el mar borrascoso, donde mueren las se-
guridades y las pequeñas verdades, y se vive en continuo
riesgo, pero anclados en una gran verdad: La Confianza
en Dios. Los navegantes del Reino son personas de almas
grandes, que miran hacia la inmensidad, que no se recrean
en un puñado de peces para comer. Ellos tienen el apetito
de otros manjares de alta mar. La pesca milagrosa exigió
dos cosas: la fe en el Señor, y el riesgo de navegar mar
adentro. Quien desea crecer al lado de Jesús, recibe su
apoyo, pero tiene que comprometerse totalmente.
Nuestra Iglesia gusta de las aguas tranquilas, de las aguas
superficiales, el territorio de los peces pequeños. Así puede
sentirse bien segura y tener todo bastante controlado. No
queremos buscarnos problemas, pero el Evangelio siempre
causará problemas, pues tiene que proclamar el bien y de-
nunciar el mal. A veces, Jesús se conforma con decirnos:
¿Porqué temen, hombres de poca fe? Ustedes son las ver-
daderas tormentas que deben sacudir los mares y están lla-
mados a marcar el derrotero del mundo. Remen mar aden-
tro, dejen la orilla para los que tienen almas pequeñas, para
los que buscan pan y peces para comer, y se olvidan del
Dios que los ama.
El culto que damos a Dios se va volviendo débil, pues
en vez de agradar a Dios queremos agradar a la asamblea.
La liturgia es un sacrificio, actualización del sacrificio de
Cristo y realización del sacrificio de la comunidad.
La comunidad se sacrifica en la Eucaristía, pues tiene que
presentar su ofrenda de caridad(ofertorio), su ofrenda de
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perdón (la paz), su ofrenda de amor (la comunión con Cris-
to y con los hermanos). Comulgando con los demás, uno
muere un poquito a sí mismo. Actualización del sacrificio
de Cristo, y realización del sacrificio de la comunidad. Cele-
brar la Misa es cambiar el mundo, sacarlo de su egoísmo y
llevarlo a compartir. Los cantos, las oraciones y el tiempo
del sacrificio queremos oficiarlos de tal forma que la gente
se sienta a gusto, olvidando que es Dios quien debe sentirse
a gusto. Es a Él que la comunidad ofrece su sacrificio.
De este modo podemos caer en el lamento del profeta
Isaías cuando dijo: “Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está
vacío”(Marcos 7, 6-7). Una Misa de quinceañera es parte de
una fiesta de salón, no tanto, una asamblea en oración. Al-
gunos cantos de coros y solistas en las iglesias saben más
a concierto popular que a liturgia sacramental. Nuestras
iglesias han perdido buena parte del clima de oración. Los
sacramentos de iniciación han sido invadidos más por el as-
pecto social que por el encuentro con Jesucristo. Y así nos
volvemos árboles con muchas hojas, pero sin frutos.
La confianza en Dios no es equipaje de hombres de poca
fe. Hay diócesis y parroquias que logran acumular bastante
dinero para potenciar la evangelización, pero viven con
los mismos problemas que los demás. No hay duda de
que el apoyo económico sirve, pero Dios no funciona así.
El dinero que se recoge en el mundo no es que resuelva
los problemas, pues la vida siempre es complicada, ten-
ga uno mucho dinero o tenga poco. El dinero que se re-
coge expresa “desprendimiento”, “testimonio”. Dijo Jesús:
“Vende lo que tienes y dalo a los pobres”. Eso no quiere
decir que vamos a resolver los problemas de los pobres.
Significa que quien renuncia a algo, resuelve su problema,
dejando lo material y buscando lo espiritual. Con caridad
no resolvemos el problema de la pobreza. El mismo Jesús
dijo: “A los pobres los tendrán siempre con ustedes”. Con
la caridad resolvemos nuestro propio problema, pues es-
tamos llamados al desprendimiento como camino de san-
tidad y encuentro con el Señor. La santidad se encuentra
cuando, tanto el pobre como el rico, renuncia a lo material
y busca el reino de Dios y su justicia. Ese fue el camino
vivido y trazado por Jesús. El dinero lo necesitamos, pero
nos conduce, muchas veces, a proyectos de la comodidad
de la orilla, proyectos de aguas superficiales, a seguridades
con mentalidad de mundo.
Tenemos muchos hombres y mujeres de Iglesia que son
santos y santas de Dios, que nos dan un testimonio eficaz.
Pero sabemos que en nuestra Iglesia no todo es luz. Un
poco de gloria efímera y de poder de mundo nos mantienen
en la orilla y no nos dejan remar mar adentro. El camino de
Jesús es para hombres y mujeres con alma de niño y ena-
morados de Dios, aquellos y aquellas que llenan sus vidas
de humildad y espíritu de sacrificio, y sus historias se van
escribiendo en una ofrenda diaria, hasta llegar a un holo-
causto personal.
Sabemos que la Iglesia de Jesucristo tiene un apoyo direc-
to de lo alto, y ese apoyo es poder: “Jesús les preguntó: y
ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Pedro le contestó:Tú eres
el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le replicó: Dichoso
eres Simón hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado
la carne, ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Y ahora, yo te digo: Tú eres Pedro (o sea, piedra) y sobre
esta piedra, edificaré mi Iglesia. Los poderes de la muerte
jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino
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69
de los Cielos: lo que ates en la tierra, quedará atado en el
cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el
cielo” (Mateo 16, 15-19).
Pero la Iglesia de Jesucristo, junto a ese indiscutible poder
divino, tiene un camino trazado por el mismo Jesús, y rea-
lizar ese camino es nuestro primer proyecto en esta vida:
“Jesús los llamó y les dijo: Ustedes saben que los gober-
nantes de las naciones actúan como dictadores, y los que
ocupan cargos, abusan de su autoridad. Ustedes no sean
así. Al contrario, aquél de ustedes que quiera ser grande,
que se haga el servidor de ustedes. Y si alguno de ustedes
quiere ser el primero, que se haga el esclavo de todos.
Como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido, sino
a servir, y dar su vida como rescate de una muchedumbre”.
(Mateo 20, 25-28)
Es muy fácil saborear bienes materiales, cosechar aplausos
de manos débiles, acomodarse en barcas que se balancean
en la orilla, pero el Maestro divino quiere un poco más.
Jesús pide mucho, porque podemos dar mucho. Reactivar
la vida de la Iglesia para una verdadera evangelización,
implica un poquito más de sacrificio, colocándonos un
poco más cerca de la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Fe,
sacrificio y humildad son tres elementos que adornan una
verdadera experiencia de Dios. Hay santidad en el mundo,
hay santidad en la Iglesia, pero no es todo lo que debería
haber. Estos veinte siglos de Evangelio deberían haber im-
pactado mucho más en el mundo pagano, y el mundo de-
bería estar más lleno del gozo de Dios. Nos hemos quedado
un poco cortos. Nuestra Iglesia está anclada en el mundo,
y es conducida por hijos e hijas que sabemos gustar del
mundo, y el Señor nos llama continuamente a rejuvenecer
70
el rostro de su Iglesia, y a invadir los proyectos pastorales
con un testimonio heroico, con un impacto de fe que salve
al mundo.
En el pueblo de Israel, los profetas eran los guardianes
de los tiempos de decadencia espiritual.Actualmente, nues-
tra Iglesia se ha quedado casi sin profetas, pues los que se
atreven a levantar una voz de alerta en alguna rama de la
conducta cristiana, son suavemente conducidos hacia el si-
lencio, porque molestan, igual que molestaban los profe-
tas en el A.T.; igual que molestó Jesús cuando llamó a los
fariseos “raza de víboras”; igual que molestó Juan Bautista
cuando le dijo a Herodes que no le era lícito casarse con la
mujer de su hermano.
Nuestra Iglesia nació al pie de la cruz, en un acto heroico
de un Dios hecho hombre, que muere por amigos y enemi-
gos, ofreciendo, con los brazos abiertos, la bendición más
hermosa que se haya podido imaginar: la salvación. Una
Iglesia que se llenó de Dios y se fortaleció con la venida
del Espíritu Santo. Una Iglesia, cuyas barcas navegaron
en las fuentes de sangre divina de hombres y mujeres que
mostraron al mundo los débiles que son los poderes y los
valores de esta tierra. Hombres y mujeres, mordidos y de-
vorados por las fieras y las espadas romanas, pero con un
espíritu más fuerte que todos los emperadores juntos. Una
Iglesia que ha sido capaz de generar en el mundo santos y
santas de Dios, espíritus grandes, positivos, que han com-
prendido a Jesucristo y su poder redentor, que se han hecho
débiles y se han llenado de Dios, y han hecho una gran
exhibición de lo que es el amor de Dios en el mundo. Esos
santos y santas han tenido que recorrer un camino casi solos,
71
porque los proyectos de verdadera santidad se han ido de-
bilitando y casi apagándose.
Gracias a Dios, nuestra Iglesia posee demasiada gente
buena en quien fijarse y a quien imitar, y el Evangelio se va
abriendo camino seguro en un gran silencio espiritual y bajo
la mirada de Dios. Los errores no nos preocupan, pero hay
que estar alerta. Los santos y santas de Dios nos muestran
caminos seguros para llegar a Jesús, porque son proyectos
que se alimentan en la oración del Huerto de Getsemaní y
tienen algo de la energía de la ofrenda del Calvario.
Cuando san Francisco de Asís quiso asumir la fuerza del
Evangelio y llegar hasta las últimas consecuencias, tuvo
que romper con algunos esquemas del ambiente, y nadie
lo entendía. También en ese tiempo había Iglesia, Iglesia
de Jesucristo, pero las deficiencias seguían creando tropie-
zos en la comunidad cristiana. Madre Teresa fue una gran
figura para la Iglesia, pero cuando quiso crecer, sobre todo
en el campo del testimonio, tuvo que dejar su congregación
religiosa. La Iglesia profética es capaz de dar un viraje y
buscar el camino correcto, aunque tenga que beber un poco
del cáliz del Señor. La Iglesia no es un plan de Dios para
cumplir normas, sino para construir santos. Pedro y Pablo,
con su martirio, los príncipes y princesas, reyes y reinas
que han renunciado a sus grandes bienes por seguir a Jesu-
cristo, nos aseguran que la Palabra de Dios no puede estar
encadenada, ni ser reducida sólo a las barcas de la orilla.
Perdemos un poco la grandeza de nuestra unión con el Se-
ñor, y no llegamos a la fe y a la fortaleza de los tres jóvenes,
que enfrentaron al mismo Nabucodonosor para hacer ver
que Dios está por encima de todo. El Espíritu Santo va
suscitando valores, ideas, grupos, para no dejar dormir
72
a la Iglesia, y hacerla que se mantenga en el recto camino,
aunque sea peleando, dando a Dios lo que es de Dios y
al mundo lo que es del mundo. Pero muchas veces, esos
grupos y esas personas caen en la ley del menor esfuerzo,
y hasta saborean lo que vale poco. El dinero y los aplausos
son un verdadero peligro para los hijos de Dios, y si no
estamos atentos, seguiremos siendo frutos menores de una
tierra cansada.
Como sea, cualquier sombra que posea la Iglesia no debe
generar en nosotros ninguna preocupación, ya que las pa-
labras de Gamaliel son bien claras: Lo que es de Dios, vive.
Lo que no es de Dios, se desvanece y se muere. Además,
las dificultades que ha tenido que vencer la Iglesia en su
larga historia, son una señal clara de que es asistida por el
Espíritu Santo.
Como Iglesia, somos una familia donde hay muchos hom-
bres y mujeres generosos, sacrificados, humildes, santos.
Ellos son los que atraen mi atención día y noche. Su tes-
timonio es mi alimento espiritual diario, y bendigo a Dios
por esa riqueza espiritual que tenemos.
Termino estas palabras sobre la Iglesia con el testimonio
de un español, quien después de leer como treinta textos
contra la Iglesia, expresó: “No importa lo que suceda, con-
sérvense hombres y mujeres de Iglesia. Guarden el espíritu
de la Iglesia. Sufran con sus dolores y alégrense con sus
gozos. Escuchen a la Iglesia, pero sobre todo, ámenla. La
Iglesia necesita ser amada, y enseñen a otros a amarla”.
73
Con Jesús
-al caer la tarde-
Al final de la jornada, vengo a tu encuentro, Señor. Ver
tu rostro y oír tu voz, es mi felicidad. Estar cerca de Ti, me
llena de paz y de alegría.
Cae la tarde y yo vengo a tu presencia
a ofrecerte mi canto y mi oración.
Junto al sagrario, yo quiero estar contigo,
como una vela que arde por amor.
Yo sólo pido no pedirte nada
estar aquí junto a tu imagen viva.
Oír tu voz, sentirte como amigo
y ser la lámpara que tu presencia cuida.
Tú eres la luz de mi vida. Tú iluminas mi mente y mi
corazón para que se enderecen mis pasos, y algunas cosas
me puedan salir bien. Ayúdame a estar conforme con todo
aquello que no ha podido salir como yo quisiera. Cada día
tiene sus victorias y sus derrotas. Pero todo cae dentro de
tu divina voluntad. Tú siempre me acompañas y tratas de
arreglar aquello que no me ha salido bien. Estoy aquí en tu
presencia con un poco de miedo, pues a lo mejor no he sido
fiel a tu santa voluntad.
Cada día te busco, porque no puedo vivir sin tu com-
pañía. Fortalece mi ofrenda hacia Ti, alimenta mi fe y
despierta mi esperanza. Soy propiedad tuya y eso me
hace feliz. Cada día aguardo tu bendición y tu perdón.
Y, aunque mi mal me hace tropezar, Tú me acoges con
amor infinito y siempre me siento seguro ante el peso del
destino eterno. Tú presencia me trae aliento y sosiego, y en
las tardes de oración, parece que una suave brisa azota mi
alma como una noche serena, bañada por la luz de la luna.
Cada mañana me despierta tu rayo de sol, y las gotas de
rocío me hablan de tu gran bondad que se esparce por todo
el universo.
No te alejes, mi Jesús. Te necesito al andar por la dolorosa
senda de esta tierra doliente, que luce cada día más cansada.
Recoge, uno a uno los latidos de mi corazón, no quiero que
nada se pierda, pues todo cuanto vibra en mí, quiero que
sea para ti. Durante toda la noche cuento con la claridad de
tu presencia. El sueño no es sólo para descansar, sino para
multiplicar las formas de vivir para ti. Vivir o morir, me es
igual. Muerto o vivo, siempre te pertenezco.
Échame tu bendición. Reafirmo mi unidad contigo, y es-
pero volver con frecuencia ante ti, para rezar y meditar al
caer la tarde. El día termina, el sol se va, pero mi amor por
ti nunca se va. Gracias por escucharme y por despertar en
mí el deseo del cielo, ese cielo donde Tú habitas, y donde
me esperas para estar contigo por toda la eternidad. Amén.
74
Buscando la luz
Vamos hacia la luz,
y la luz eres Tú, Señor.
El que va hacia Ti,Señor,va hacia la luz.El que va hacia
Ti, está en el camino correcto. Quien va iluminado por
otra luz, va hacia las tinieblas. Quien no camina contigo,
va hacia el precipicio.
Veo fuego en las montañas. Los ríos viajan ardiendo. El
amor se está muriendo, los corazones se apagan. El polvo
del camino se hace denso y no podemos respirar. Tú eres
compasivo, mi Dios, pero la cruz que carga el Cristo actual
se hace muy pesada por el pecado del mundo y la marcha
es lenta. La humanidad vive un preanuncio de horas apoca-
lípticas. Tú debes aumentar tu misericordia y tu perdón,
aunque el hombre no dé señales de abrir su corazón para
purificarse y llenarse de vida nueva. Un apetito materialista
absorbe todos los rincones de este cansado planeta, y ame-
naza con lanzarnos a las desoladas playas de Sodoma y de
Gomorra. Necesitamos profetas que nos sacudan, y un po-
quito de luz que nos acerque a la hora de Dios.
Abre tu cielo y tu tierra, y que tu voz se escuche por
todos los rincones del universo pidiendo al hombre que
te acompañe en la construcción de un mundo nuevo. El
heroísmo de la Redención se ha ido desvaneciendo a través
del tiempo, y esa redención que cayó sobre buenos y malos,
se va quedando sin respuesta. Tú esperas en el hombre y el
hombre espera en Ti, pero la luz del camino disminuye su
75
brillo por la niebla del sabor del mundo y de las metas
pequeñas. El velo que cubre tu presencia se ha vuelto más
grueso, y tu figura se nos pierde y caminamos a tientas,
volviéndonos cada vez más débiles.
El gran amor de Cristo calentó la tierra y le devolvió la
esperanza, pero la esperanza se ha convertido en ilusión
virtual, pues el hombre está entretenido en una esperanza
finita que esté al alcance de sus manos. Las victorias que se
obtienen producen un poco de alegría, pero llevan germen
de derrota, y el hombre saborea los frutos amargos de sus
manos pequeñas.
La siembra es poca, la cosecha es poca, y las lágrimas
no pueden terminar en arco iris de alegría. No te retires al
campamento de tu larga espera, pues el hombre no podrá
encontrarte si tú no te muestras. El infinito se disuelve en
una fe sin horizonte, y el hombre construye su cielo en la
tierra, donde piensa que ya ha matado a Dios, sin embargo
lo que ha hecho es comenzar la destrucción de su propio
reino y de su propia vida. No te está matando a ti, Señor, se
está matando a sí mismo.
La guerra interior que llevamos dentro se nos vuelve un
mortal letargo, y masticamos tantos momentos de muerte,
que perdemos el sabor de las cosas grandes. En muchos de
tus hijos se ha perdido la capacidad de ver nacer una flor,
y la brisa caliente debilita su ilusión y su entusiasmo. Su
comida, su bebida y sus diversiones constituyen las pocas
islas de su diminuto archipiélago, y aunque recorran todos
los rincones del mundo, siempre se encuentran acorralados
por lo poco que esperan con su vida pequeña. Águilas heri-
das que no pueden levantar el vuelo, y ni siquiera tienen
76
la ilusión de patalear y soñar con alas nuevas. Han construi-
do el gran castillo de su propia ruina y Dios se le desvanece
en la distancia. No dejes, Señor, que se pierda tu obra maes-
tra, pues somos tus hijos, y como tal, todos merecemos es-
tar contigo, contemplar tu rostro, y vivir tu eternidad feliz.
El mundo no es malo, sólo le falta luz para decidir lo que
es correcto y permanecer en lo correcto. Esparce por toda
la tierra un poco de polvo mágico de tu sabiduría, para que
nos llegue tu luz, y podamos seguir andando, librándonos
de esta larga noche que nos hace tropezar.
De dentro o de fuera, alguna luz llegará hasta nosotros
para hacernos comprender que Tú sigues ahí, llamando a
nuestras puertas, hasta que se rompan las cadenas que nos
atan a este mundo, y que nos obligan a conformarnos con
una migaja de pan que es lo único que esta vida nos ofrece.
Tenemos que buscarte dentro de nosotros con verdadera
pasión espiritual, con un amor loco al estilo de san Pablo y
los primeros cristianos, y especialmente al estilo de todos
esos hombres y mujeres que tocaron el cielo antes de pasar
por el frío de la muerte, y con pies de pecadores dejaron
huellas de santos, huellas que nos permiten encontrarte a Ti,
Dios de amor, a pesar de haber perdido los ojos que pueden
mirar al infinito. Aguardamos la luz, y en la luz te encontra-
remos a Ti, con más brillo y más alegría que antes.
77
Brevedad de la vida
	 1. Tanto luchar y luchar
	 con tantos pasos inciertos.
	 Tanto cantar y cantar,
	 y al final sólo hay silencio.
			 2. Visiten los cementerios
			 y encontrarán muchos huesos.
			 Huesos que mucho lucharon
			 y hoy su lucha es el silencio.
	 3. Tantos hombres y mujeres
	 que son los dueños del mundo,
	 y en poco tiempo los vemos
	 que ya caminan sin rumbo.
			 4. El mundo te ofrece glorias
			 y te mantiene engañado.
			 Y cuando ya no eres nadie
			 vives solo y olvidado.
	 5. El mundo con su gran sueño
	 de todo saca ventaja.
	 Y se parece al relámpago,
	 que brilla y luego se apaga.
			 6. Todo se acaba y se muere
			 y el tiempo todo se lleva.
			 ¿Para qué agonizar tanto,
			 si al final todo se queda?
	 7. Es un vivir que se acaba
	 sin poderlo comprender,
	 entre sombras de la noche
	 y encantos de amanecer.
			 8. Todo el que ofrece su vida
			 como lo hizo Jesús,
			 vive una historia feliz
			 porque camina en la luz.
78
79
1. Quiero la paz de los niños,
de los que nada ambicionan.
Quiero cantar con las aves
y llorar con los que lloran.
2. No temo ser poca cosa,
rechazado y olvidado,
pues me basta con Jesús
de quien vivo enamorado.
3. Me he gastado por su amor
y me seguiré gastando.
Yo no le doy nada mío,
le doy lo que Él me ha dado.
4. ¡Oh Jesús, de mi aventura,
en esa cruz tan clavado!
Mi aventura no termina,
pues siempre te estaré amando.
5. Andante de grandes mares
que se queman bajo el sol,
hoy me paso largas horas
meditando en un sillón.
6. Recorrí largos caminos
proclamando la verdad.
El Evangelio en las manos
y un corazón sin maldad.
Atardecer
7. Ya mis pies están cansados
y mi voz se está apagando.
Es la puerta de la vida
que mi Dios la está cerrando.
8. Grítenle a este mundo bello
que yo me estoy despidiendo.
Con la sonrisa en el alma,
me voy con mi Dios al cielo.
9. El silencio de mi caja
y las velas encendidas,
completan con dulce calma
la ofrenda de mi vida.
10. Con los ángeles volando
y la mirada de Dios,
vuelvo al Padre como un hijo
que de su amor disfrutó.
11. Allá los espero a todos
para un abrazo infinito.
Sepan que sigo feliz
en mi aventura con Cristo.
Amén
Acción de gracias
Gracias, Señor, por la vida.
Gracias, Señor, por la paz.
Gracias, Señor, porque nos diste un corazón grande para
amar y un alma sencilla para llenar de estrellas la pequeña
noche de la vida.
Gracias, Señor, porque cada avecilla que canta, cada flor
que se abre y cada niño que ríe, es un signo vivo de tu pre-
sencia entre nosotros.
Gracias, Señor, por tu cruz que nos purifica para santificar-
nos más.
Gracias, Señor, por la madre buena que nos diste, por su
termura y su fe. Ella camina delante, como fuerte testimo-
nio del pueblo cristiano.
Gracias por el envío del Espíritu Santo para comunicarnos
tu vida divina. Gracias por el Pan Eucarístico que nos ali-
menta hasta la vida eterna.
80
Orugas en busca de alas
Todo nuestro vivir es un canto a lo positivo, y todo aconte-
cer humano es considerado como algo que fortalece nuestros
pasos en la vida. Pero no se oculta a nuestra mente la gran
batalla de la humanidad, las sombras que hacen tropezar en
el camino, y la cizaña del pecado que malogra muchas es-
pigas de grano bueno. Hay mucha gente feliz, pero todavía
hay muchas orugas que se debaten por ser mariposas.
La vida es un viaje fascinante, pero nuestro continuo bus-
car, es más que lo que poseemos o disfrutamos. Todo se
desvanece en las manos y todo pasa tan rápido, que ape-
nas da tiempo a convertir en historia lo que hemos vivido.
Un torbellino de metas e ilusiones nos invade de noche y
de día, y nos debatimos rompiendo fronteras, y golpeando
acantilados, como rabiosas olas que luchan por ir siempre
más allá.
Nuestras manos se llenan de cosas, juguetes y más
juguetes, que nos entretienen y nos cansan, porque no esta-
mos hechos para las cosas. El tiempo nos pasa por encima
como un fuego que todo lo devora. Nos amargamos en la
gran competencia de tener más y de aparecer más, y lo que
somos o tenemos, en el fondo, a nadie le interesa. Todo
se muere, todo se desvanece, y lo único que quedan son
nuestras ilusiones y nuestras angustias que fácilmente se
vuelven una pesadilla que no nos conduce a nada.
En el fondo, no somos más que orugas en busca de alas,
que siempre nos quedamos orugas, porque siempre esta-
mos soñando y buscando nuevas alas. Las cosas senci-
llas y pequeñas nos darían un verdadero sabor de la vida,
81
Al Pie de la Cruz - P. Gumercindo Diaz, SDB
Al Pie de la Cruz - P. Gumercindo Diaz, SDB
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Al Pie de la Cruz - P. Gumercindo Diaz, SDB

  • 1. Al pie de la cruzAl pie de la cruz P. Gumersindo Díaz sdb
  • 2. Este folleto desea ser un día de sol en el camino de la fe. Y una preciosa aventura que despierte toda la pasión de un alma locamente enamorada de Jesucristo. Este folleto desea ser un día de sol en el camino de la fe. Y una preciosa aventura que despierte toda la pasión de un alma locamente enamorada de Jesucristo.
  • 3. Portada Como una vela encendida, que se consume por amor al pie de la cruz. Un amor que brota de la Eucaristía, donde Jesús se ofrece y muere por amor. 3
  • 4. “Al pie de la cruz” P. Gumersindo Díaz sdb E-mail: gumer21@hotmail.com Primera edición: Noviembre / 2012 1,500 ejemplares ISBN: 978-9945-00-681-0 Autor/editor y diagramación: P. Gumersindo Díaz sdb Editora Corripio. Santo Domingo, República Dominicana. Impreso en República Dominicana 4
  • 5. 5 En diálogo con Jesús “al pie de la cruz”
  • 6. Señor Al pie de la cruz me encontré contigo, al pie de la cruz te ofrecí mi amor. Y se abrió un camino que llega hasta el cielo para ir contigo donde habita Dios. Al pie de la cruz me cubrió tu sombra y una paz profunda invadió mi ser. Tu presencia santa me llevó al silencio y a tu lado pude volver a nacer. Al pie de la cruz escribí mi nombre con sangre y con fuego como hiciste Tú. Y al abrir mis brazos para orar contigo, mirando tu imagen, me volví una cruz. 6
  • 7. INDICE 1. Prólogo .......................................................... 9 2. Inmolación .................................................... 11 3. Jesús, mi amigo (versos)................................ 13 4. Reconociendo su amor .................................. 14 5. Caminando hacia su presencia ....................... 16 6. Jesús, mi dueño (oración).............................. 17 7. Al pie de la cruz (tema) ............................... 19 8. Padre Nuestro ................................................ 27 9. Salmo 23: El Señor es mi pastor................... 28 10. De puerto en puerto (canción) ..................... 29 11. Mi Dios en silencio (versos) ........................ 31 12. Fe popular al pie de la cruz ......................... 32 13. Dondequiera que estés (versos) ................... 35 14. Seguiré al Pastor (canción) ......................... 37 15. Tú y yo, Señor ............................................. 38 16. Está amaneciendo (canción) ....................... 39 17. Jesús, Pan de Vida (tema) ............................ 41 7
  • 8. 18. Fracción del Pan ......................................... 48 19. Si pudiera (versos)....................................... 49 20. Bebiendo de la fuente (canción) ................. 50 21. Misterios dolorosos (tema) ....................... 51 22. Salmo 16: El Señor es mi herencia ............. 61 23. Salmo 63: Alma sedienta de Dios ............... 62 24. Salmo 91: Dios es mi seguridad ................. 63 25. El camino de Jesús (tema) ......................... 65 26. Al caer la tarde (oración) ............................ 73 27. Buscando la luz (tema) .............................. 75 28. Brevedad de la vida (versos)........................ 78 29. Atardecer (versos) ....................................... 79 30. Acción de gracias ........................................ 80 31. Orugas en busca de alas .............................. 81 32. Testimonios ................................................. 83 1-La Virgen y san Juan. 2-Los apóstoles. 3-San Pablo. 4-San Lorenzo. 5-San Fco. de Asís. 6-Santa Teresita del N.J. 7-Santa Isabel de Hungría. 8-Santa Isabel de Portugal. 9-San Martín de Porres. 10-Santa Rosa de Lima. 11-San Juan Bosco y Beatos: Augusto, Eusebia y Alejandrina. 33. Cielo azul (tema) ........................................ 105 34. Llegando al final (oración) ......................... 109 8
  • 9. 9 Prólogo Todo hombre o mujer que cree en Jesús, vive al pie de la cruz. Jesús se nos aparece en todas partes, su presencia llena el mundo. Pero donde más fácil podemos encontrarlo es en el misterio de su cruz, uniendo nuestros sufrimientos a sus sufrimientos, por la salvación del mundo. La única vía que tenemos para acercarnos a la zarza ar- diendo de la santidad de Dios, es el camino de la aceptación gozosa de la voluntad del Padre, esa heroica forma de vivir, testimoniada por Jesús de Nazaret en su Pasión, Muerte y Resurrección. En este folleto quiero presentar mis diálogos con Jesús al pie de su cruz, los poemas, las oraciones que brotan desde dentro, y la alegría que llena mi alma por vivir al pie de la cruz, buscando su amor y su compañía, como única razón de vivir, en el tiempo y en la eternidad.
  • 10. 10 Vida y muerte Un regalo de Dios Vivir es también morir. Amar la vida lleva, en con- secuencia, amar la muerte. La vida que Dios nos regaló lleva el sello de lo temporal, de lo que se acaba. Aman- do la muerte es que amamos cada minuto de la vida, porque Dios puso la muerte en la vida, y es muriendo como vivimos. En cada cáliz que levantamos con Cris- to, bebemos nuestra muerte y, al mismo tiempo, brin- damos por nuestra resurrección. Para vivir hay que dejarse transformar, y las células se tienen que partir, dejando atrás horas de dolor y de muerte. La oscura noche es la que facilita un amanecer hermoso. Las horas difíciles generan nuevas energías haciendo crecer el alma, capacitándola para nuevos caminos y nuevas experiencias. Esto es parte del mis- terio de la vida, parte de la huella de Dios en nosotros.
  • 11. 11 La Redención en Cristo, único camino de salvación. La inmolación de Cristo en la cruz es el acontecimiento más significativo de toda la historia de la humanidad. El Viernes Santo es el día más grandioso de toda la historia del hombre. El Jueves Santo recibe su grandeza de la ofrenda del Viernes Santo, y el Domingo de Resurrección es la res- puesta del Padre a un Viernes Santo aceptado y ofrecido con serenidad y con gozo. En la cruz, Jesús ofrece su vida, y ofrece también, todos los sufrimientos y los fallos de la humanidad, los santifica, y nos ofrece gratuitamente la salvación. Las demás religiones tienen dioses, tienen profetas, pero no tienen un Hijo de Dios, encarnado e inmolado. El mis- terio de la cruz es la única senda de salvación, y los hom- bres y mujeres que viven al pie de la cruz, inmolándose a imitación de Cristo, son los que continúan la Redención iniciada por Jesús. El Señor nos redimió por amor, y su inmolación es un camino, una escuela, un llamado a tomar parte Inmolación
  • 12. 12 en la Redención. No hay que olvidar que toda inmolación lleva consigo rasgos de injusticia, pues así fue tratado Jesús. En un mundo, donde nadie acepta la más mínima injusticia, no es fácil inmolarse. Por eso la vida humana se ha vuelto tan pobre, pues es vida egoísta. La única energía que es ca- paz de conducirnos a la inmolación personal es el amor, un amor purificado en la cruz. Por eso, amar a Jesucristo es lo máximo que nos puede suceder. Una persona se redime, inmolándose por una causa noble. Un hogar se vuelve feliz, cuando alguno de sus miembros no exige, no pide, sino que se inmola para que otros sean felices. Una nación progresa cuando sus hijos son capaces de inmolar sus intereses personales por el bien común. Es la escuela de Jesús, la única escuela que redime, la única es- cuela que le da sentido al hombre y genera felicidad. Todo lo demás, la política, las grandes empresas, los bancos, la industria, las riquezas y las glorias de este mundo, todo se desvanece, todo se acaba, todo se muere. Sólo Jesús, y quienes lo aman y lo siguen, realmente viven. Señor, todo lo que me duele, se vuelve ofrenda; todo lo que me alegra, se vuelve alabanza. Junto a Ti, toda mi vida es oración.
  • 13. 13 Jesús, mi amigo En el año 2006, yo sufrí cuatro operaciones en los ojos. Cuando yo iba conduciendo mi vehículo, desde la ciudad de Mao a la ciudad de la Vega, para recibir la tercera ope- ración, yo presentía que iba a perder algún ojo. Pasando por Burende, me puse en oración y le hablé al Señor de esta manera: Mientras haya una gota de luz ..... para verte Mientras haya una gota de amor ..... para amarte Mientras haya una gota de paz ..... para estar contigo Será bello vivir a tu lado, Jesús, mi amigo. Mientras pueda encontrar tus pisadas....en el camino Mientras pueda saber que mi vida .... es toda tuya Mientras sienta que Tú estás presente....y estás conmigo Será bello vivir a tu lado, Jesús, mi amigo. Mientras haya un poquito de fe ..... junto a la cruz Mientras quede un poquito de ofrenda....sobre el altar Mientras haya un poquito de sed ..... de estar contigo Será bello vivir a tu lado, Jesús, mi amigo.
  • 14. 14 Reconociendo su amor Jesucristo es la meta de nuestra vida, la primera y la úl- tima razón que da sentido a nuestra existencia. Él es la causa de todos nuestros sacrificios, y el contenido de toda esperanza. Mirar a Jesús desde la montaña de nuestro amor, es aventurarse en un abismo insondable de experiencias fe- lices, es adentrarse en una especie de niebla infinita, donde se avanza de sorpresa en sorpresa, de aleluya en aleluya. Jesús sigue apareciéndose a cada uno de nosotros como en aquellos días felices a Pedro, a Santiago y a Juan. Como a Zaqueo y a la Magdalena, como a los leprosos y a los muer- tos que resucitaba. A veces se nos aparece como a Pablo, y nos dice: Basta ya. Revisa tu proyecto, quiero algo más de ti, y sé que tú puedes dar más. A veces Él prefiere lanzarnos a un horizonte de oscuridad como si cayéramos del caballo, para que comprendamos la gran necesidad que tenemos de su persona. Él es todo para nosotros, y hasta que su figura no vibre en cada Misa, en cada trabajo y en cada proyecto, en cada comida y en cada página de todo lo que nos ilusiona, estaremos mirando a todas partes sin saber hacia dónde vamos. Él estará siempre esperando que nos decidamos a remar mar adentro y a envolvernos un poco más en el misterio de su amor. Señor, tú has tomado mi causa, tú has limpiado mi cami- no, tú has allanado mi senda y me has regalado tu amor. Gracias, mi Dios. Tú has llenado mi corazón de calma y le has dado paz a mi vida. Has derramado una lluvia
  • 15. 15 de bendiciones sobre mis pasos que me hacen cantar cada día: Eterna es tu misericordia. Yo nunca imaginé que Tú podrías ser tan bueno conmigo. Yo, pobre gusanillo sin fuerzas, manojito de carne débil, con un saco de errores a mi espalda, y mis pies sangrando de tanto tropezar. Tú te has vuelto un baluarte para mí, y has llenado mi corazón de calma. Yo, pobre oveja, cami- nante de acantilados y desfiladeros, veo tu dulce mano que me señala el camino para que las rocas no me hagan daño. Tú me conduces, como a tu pueblo, a la sombra de tu amor, y soy muy feliz contigo, pues he llegado a comprender, que las espinas no hieren a las pequeñas ovejas que aprendieron a vivir de amor. Abre, Señor, nuestros corazones y llénalos con un amor grande y una fe más allá de toda duda. Ilumina nuestras mentes con la luz de tu Palabra. Graba, en nosotros, deci- siones de vida mejor. Danos alma de niño, locamente ena- morados de Ti. Danos sabiduría para discernir lo que es correcto, voluntad para elegir lo que es correcto, y fuerza para permanecer en lo correcto. Guíanos en espíritu y ver- dad con la fuerza de tu Espíritu. Te lo pedimos a ti, que eres la verdad y la vida. Amén. Si su cruz es muy pesada, póngale una rueda, pero no la tire.
  • 16. 16 Caminando hacia su presencia Mi Jesús Como el águila que va volando, buscando la altura, así te buscaré. Yo te amo, yo te busco, tuyo soy, contigo viviré. Mi Jesús Como la flor que se abre buscando la luz, así te buscaré, porque en Ti, mi vida es luz. Contigo viviré. Mi Jesús Como el arroyo en la montaña va cantando, así yo viviré cantando tu amor. Contigo viviré por toda la eternidad. Mi Jesús Como débil avecilla de pocas plumas y alas rotas, voy revoloteando en tu presencia, junto a tu altar. Tú eres mi sosiego y mi descanso. Contigo viviré en éxtasis de amor. Mi Jesús Gracias por tu amor. Gracias por tu perdón. Gracias por la paz que Tú me das. Gracias por esperarme en la eternidad. Te estaré buscando y te encontraré. Contigo viviré en eterna paz. Amén
  • 17. 17 ¡ Jesús, mi dueño ! En el año 1999 yo trabajaba en la parroquia salesiana de St. Kieran, en Miami. Un día de cuaresma, al salir del comedor a las 6:00 de la tarde, me fui a recorrer la ribera de la bahía de Key Biscayne. Al terminar de rezar el rosario, me dirigí a Jesús y empecé a pedirle cosas. La oración me fluía del alma como una pequeña cascada de amor. Tras una hora de oración espontánea, me senté a organizar las peticiones que más recordaba. Así se formó esta oración ... Jesús, mi dueño. Concédeme, Señor, tu silencio para coser mi lengua para ordenar mi fantasía. Concédeme, Señor, un poco de tu fuego para incendiar mi esperanza para calentar mi fe. Ábreme, Señor, una pequeña puerta para salir del mundo para esconderme en tu amor. Bríndame, Señor, una de tus sombras para poder descansar para sentarme a olvidar. Llévame, Señor, a uno de tus manantiales para limpiar toda mi historia para apagar mi sed.
  • 18. 18 Dame, Señor, un rayo de tu luz para iluminar mi ojos para no tropezar tanto. Llévame, Señor, a las altas montañas para contemplar tu gloria para sentirme muy dentro de ti. Dame, Señor, un poquito de tu soledad para escuchar tu voz para construir mi paz. Quítame, Señor, todo vestigio de poder para que sienta mi debilidad para que me apoye sólo en Ti. Concédeme, Señor, un poco de tu sabiduría para aceptar mis fracasos para rechazar toda vanidad. CUÍDAME, SEÑOR, TU ERES MI DUEÑO. Amén.
  • 19. Al pie de la cruz En la brevedad de su vida mortal, Jesús creó para nosotros un camino, un estilo de vida, centrado en el cum- plimiento de la voluntad de Dios. La voluntad de Dios, para Jesús, fue un camino de ofren- da, un permanente sacrificio, el misterio de una cruz que marcó toda su vida. Fue concebido por obra del Espíritu Santo y se convirtió en un gran sufrimiento para María, pues nadie la podía entender. Nació en un pesebre, huyó a Egipto, mientras Herodes mandaba a matar a una legión de niños inocentes, por causa de esa huida. Vivió en silencio en Nazaret.Al comenzar su vida pública, anunció la llegada del Reino de Dios, con una nueva manera de vivir, un cam- bio radical de mentalidad. Los que se beneficiaron de sus milagros, curaciones, multiplicación de panes, estaban con Él, le seguían, más por la comida que por lo que Él sig- nificaba. Muchos otros lo perseguieron, lo hicieron sufrir, lo mataron. La dolorosa Hora de su misión llegó con una oleada de tormentos, y Jesús entró en un gran abatimiento, en una kénosis que fue un verdadero holocausto. Parecía que todo el cielo se derrumbaba a sus pies, parecía que la tierra se negaba a darle acogida y a dejarse transformar. Pero a través de esa dura prueba, Jesús siguió confiando en su Padre Dios. Pasaba largas noches orando a su Padre, y así sufrió y murió sin odiar, pues su Misión pasó por la muerte, pero no era muerte, era vida, era amor. Y su amor 19
  • 20. disolvió todos los golpes de la naturaleza humana pecado- ra. Su Misión no fue sólo pasar una prueba, sino crear una escuela para los que vinieran después, para los que quisie- ran parecerse a Él y ser la complacencia del Padre Dios, para los que quisieran seguir reafirmando la presencia en el mundo de un estilo nuevo de vida, capaz de borrar todos los pecados, y de apagar todos los fuegos que hacen daño. Jesús vivió configurado con su Misión, al pie de su propia cruz. Y todos los que desean seguirle, son llamados a copiar su estilo, viviendo en holocausto diario, siempre al pie de una cruz, aceptada con ilusión y con gozo. Vivir al pie de la cruz es aceptar que el sacrificio de Cris- to valió la pena, y que nuestro propio sacrificio realiza un proyecto de Dios, que vale más que todas las ganancias y satisfacciones humanas. Vivir al pie de la cruz es reaccionar amando, porque el amor pasa por la cruz, santifica la cruz, y termina en el perdón, que es una expresión más del amor de cada día. El amor pasa por la muerte, santifica la muerte, y termina en la vida. Por eso, resucitar es la etapa final del proyecto de Dios. Los santos y santas que han vivido al pie de la cruz, amando lo que es de Dios y lo que conduce hacia Dios, nos invitan a seguir su testimonio, a entrar en la valentía del espíritu, para sobrellevar y vencer la debilidad de la carne. Ellos y ellas repiten cada día las palabras de san Agustín: Si éste y aquél pudieron, ¿Porqué yo no puedo? Este proyecto de santidad de Dios no es proyecto humano, no es proyecto fácil, se necesita ayuda de lo alto. Jesús vivía en íntima oración con su Padre. Con ello nos quería decir que se necesita mucha oración para poder vivir al pie de la cruz, manteniendo la paz en el alma. La oración de Jesús 20
  • 21. perdonando a sus verdugos; la oración de san Esteban per- donando a las personas que lo apedrearon; la oración de los primeros cristianos perdonando a sus perseguidores; la oración de san Francisco de Asís perdonando a esa socie- dad que no lo entendía; la oración de santa Rosa de Lima a favor de aquellos que le causaban sufrimientos; la oración de santa Teresita del Niño Jesús perdonando a las monjas que la hicieron sufrir; la oración de la beata Alejandrina María Da Costa perdonando al hombre que la persiguió, el cual fue la causa de que ella pasara 36 años postrada en una cama como si hubiera estado clavada en la cruz; la oración de san Juan Bosco aceptando, con humildad, el control de su apostolado por parte de algunos superiores eclesiásticos que frenaban su servicio juvenil y lo hacían sufrir; la oración del beato Augusto Czartoryski perdonando a su familia por haberlo abandonado cuando decidió hacerse sacerdote; la oración de santa María Goretti perdonando al joven que la asesinó... y así podríamos seguir en una interminable lista de santos y santas que han vivido al pie de la cruz como Jesús, y han llenado su ambiente con un testimonio heroico de su fe y su amor a Jesucristo. La vida de todo discípulo de Jesús será siempre un cami- no, un subir a Jerusalén, donde primero hay aplausos y lue- go golpes de rechazo, que son más duros que los golpes del martillo sobre los clavos de las manos. Al igual que María, Juan y la Magdalena, nosotros seguimos al pie de la cruz, sintiendo que le pertenecemos, escuchando su Palabra, en el doloroso silencio de unos brazos abiertos que sólo saben bendecir. Vivimos al pie de la cruz con un corazón tras- pasado, queriendo devolverle la vida que otros, con saña infernal le quitaron, y como esa vida Él la dio por amor, 21
  • 22. no se le puede devolver, entonces ofrecemos nuestras vidas con Él para hacerle la compañía que merecen los que rea- lizan acciones tan heroicas, apagando la sed espiritual del mundo en el manantial de su Sangre derramada. La vida cristiana es la pertenencia a Jesucristo, y viviendo esa filiación se experimenta un gozo inefable. Cuando san Juan Bosco era un jovencito, se encontró con san José Ca- fasso. Se celebraban unas fiestas en la comunidad, y Juanito preguntó al sacerdote Cafasso: ¿Ud. no va para las fiestas? Don Cafasso le contestó: “Las diversiones del sacerdote son las funciones de la Iglesia”. Don Cafasso tenía toda la razón. Pero, para que las funciones de la iglesia sirvan de diversión para alguien, para que constituyan un respiro y un descanso profundo del espíritu, es preciso, hacer un camino en la fe y el amor del Señor. Se necesita enfocar el alma hacia las cosas de arriba, y perder un poco de ese sabor loco que todos tenemos por las cosas temporales. Hay que realizar una verdadera limpieza del alma, y experimentar un poquito de cielo en la tierra. Cuando se descubre la grandeza del sacrificio de Cristo, la belleza infinita de su corazón apasionado por el hombre, uno comprende que, al llegar al pie de la cruz de Cristo, uno ha hecho un gran descubrimiento. La mayoría de los cristianos no ahonda en su experiencia de Dios, y por tal razón, su fe le produce una alegría vaga y pasajera. Aquellos hombres y mujeres, amigos de Jesús Salvador, que se han metido de lleno en la plataforma san- tificadora del Evangelio, han experimentado la verdadera alegría de Dios, y nada ni nadie los puede hacer volver atrás o cambiar de propósito. Ese pensamiento lo proclamó san Pablo en su carta a los Romanos: “¿Quién podrá separarnos 22
  • 23. del amor de Cristo? Estamos enraizados en Él y hemos ex- perimentado el sabor de un amor purificado en la cruz. Ese amor cristiano tan fuerte, fue el que llevó a los primeros mártires a abrir la puerta del circo de las fieras “cantando salmos”. Ese gran amor a Jesucristo lleva a hombres y mu- jeres de todos los tiempos, a derramar su sangre con de- cisión firme y gozosa, a dejarse freír en aceite hirviendo, con la sonrisa en los labios, sin rencor hacia los verdugos, con la convicción de que les han hecho un bien al marti- rizarlos. Ese amor ha conducido a millones de hombres y mujeres enamorados de Dios, a renunciar a todas sus pose- siones, a atender y limpiar leprosos y a servir con gozo a enfermos incurables. Dios cambia los latigazos que nos da la vida en aplausos, pero hay que tener mucha fe para poder oír los aplausos. Ese amor que cambia los golpes en aplausos, es el que ha logrado que miles de jóvenes hayan decidido romper con el pecado, y caminen felices por el mundo con la mirada puesta en el corazón de Dios. Rezar al pie de la cruz es descanso para el alma, pues ahí nos encontramos con el rostro sereno de Jesús, quien nos dice que el sufrimiento convertido en ofrenda se vuelve gozo y seguridad. Contemplar el misterio de Cristo es en- sanchar la visión de toda esperanza. Es al pie de la cruz, contemplando el gran misterio de la salvación, donde toda vida cobra sentido. Cuando estamos enamorados de Dios, esa locura de la cruz nos hace gustar “qué bueno es el Se- ñor”. Es una gran pena que la mayoría de los cristianos mira a Cristo en la cruz un poco de lejos, y ante cada as- tillita que nos toca de la cruz, gritamos desesperados para que Dios nos la quite. Una lluvia de lamentos inunda a las 23
  • 24. comunidades cristianas, porque todos deseamos ir al cielo, pero el camino de la cruz, que es el camino elegido por Dios, no nos gustaría recorrerlo. Quisiéramos que las rosas, ni siquiera tuvieran espinas, para que no nos molesten. Jesús ya resucitó, y su resurrección se transformó en heren- cia para resucitar. Así como la resurrección de Jesús pasó a través de la cruz, la herencia de la resurrección la recibi- remos después de pasar por la cruz. Jesús dijo: “Yo soy el camino”, pero no es sólo el camino de “resucitado” el que vamos a recorrer siguiendo a Jesús. El camino que tene- mos que recorrer para resucitar como Jesús, es completo: nacimiento humilde, vida en silencio, predicar la verdad, ser perseguido, morir en obediencia a Dios y sirviendo a los hermanos. Esa era la idea de san Pablo: “Quiero cono- cerlo, quiero probar el poder de la resurrección y tener parte en sus sufrimientos, hasta ser semejante a Él, en su muerte, y alcanzar, Dios lo quiera, la resurrección de los muertos”. (Filipenses 3, 10-11). Jesús lo dijo bien claro: “El que quiera venirse conmigo, que cargue con su cruz y me siga”. La comunidad cristiana europea ha luchado para que en algunas naciones no se re- tire el crucifijo de las escuelas, pues la cruz es base de la teología cristiana y del proyecto de salvación. La práctica de sustituir el crucifijo por alguna imagen de Jesús resuci- tado en algunas iglesias católicas, no es una idea muy feliz. La santa Misa es una actualización del sacrificio de la cruz, y la imagen que deberíamos tener delante es el crucifijo. La imagen de Cristo Resucitado corresponde a cualquier ambiente de vida cristiana, pero al participar del sacrificio de Cristo, bajo las especies del pan y del vino, debemos 24
  • 25. contemplar la cruz y saber que tenemos la herencia de la resurrección, pero Jesús nos pide recorrer un camino de purificación y de cruz para recibir esa herencia. Esto fue lo que Jesús quiso explicar en la parábola de banquete del Reino de los cielos. El banquete era gratis, pero todo in- vitado debía llegar limpio y con buena presentación. La resurrección es gratis, pero tenemos que llegar purificados. “El rey dijo a sus criados: la boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Vayan a los cruces de los caminos, y a todos los que encuentren, convídenlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta, y le dijo: amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta? El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: átenlo de pies y manos, y arrójenlo fuera, a las tienieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los es- cogidos” (Mateo 22, 8-14). La salvación es gratuita, ya está pagada, ya está here- dada, pero hay que vestirse de fiesta para recibirla. Un señor de Estados Unidos, era rico y tenía un hijo vago como él solo, disfrutaba de todo, pero no trabajaba. El papá murió bastante joven. Antes de morir, hizo su testamento con la asistencia de un abogado y repartió sus bienes. Al hijo que no trabajaba le dejó dos millones de dólares. Ese dinero quedó en manos del abogado, y para entregarlo debía cumplirse una condición: cuando el abogado tuviera cons- tancia de que ese joven había pasado un año trabajando, aunque fuera por paga, entonces se le entregaría el dinero. Ese dinero era del joven, era su herencia, pero, para que se 25
  • 26. la entregaran, debía “trabajar”. Jesús ya pagó por nosotros. Por el bautismo heredamos la vida eterna. Para recibir esa herencia hay que vestirse de fiesta. El pecado se le perdona al hombre. El perdón es gratuito, pero ese perdón sólo se recibe si el pecado está arrepentido. El arrepentimiento introduce en la secuela de una cruz formada por todos los acontecimientos que consti- tuyen el cumplimiento gozoso de la voluntad de Dios. Cada cristiano debería tener un crucifijo en el lugar de su descanso, y rezar el Padre Nuestro al pie de la cruz, como una reafirmación de su adhesión a Jesucristo. ¡Qué hermoso es pasar horas y horas al pie de Jesús Sacra- mentado o al pie de la cruz! ¡Qué descanso llega al alma, al ver el rostro sereno de Jesús, después de atravesar la dura barrera del dolor y de su anonadamiento sin medida! Hazme, Señor, recorrer las galaxias de tu paciencia y de tu interés por nosotros. Lléname con tu divina voluntad, para que cada día venga, como loco de amor, a arrodillarme al pie de tu cruz, a rezar y a ofrecerte lo poquito que soy. Que mi alma se derrita como la cera al calor de tu fuego, y que yo me vuelva fuego que arde por amor. Echa a andar los in- mensos ríos de tu consuelo sacramental, que llenen tu Igle- sia, que la purifiquen, que la santifiquen, para que viva al pie de la cruz, con el gozo inmenso de sentirse salvada. Amén. 26
  • 27. 27 Padre Nuestro excelencia para estar a sus pies y decir palabras que a Él le agraden, es la oración del Padre Nuestro; esa gran oración de confianza en Dios que nos dejó Jesús como herencia es- piritual. Lo que fue el salmo 23 “El Señor es mi pastor” para el pueblo de Israel, es para nosotros, la oración del Padre Nuestro, que nos conecta con la providencia divina. Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. Dios te salve, María. Llena eres de Gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendi- to es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores. Ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. El Ave María es un complemento de la visión del Padre Nuestro, puesentodafiliación,dondehayunPadre,seprecisadeunaMadre. Son muchas las oraciones que brotan del alma enamorada de Dios y que nos unen fuerte- mente con Él. La oración por
  • 28. El Señor es mi Pastor Oigo sus pasos que me guían, siento la brisa fresca cuando su sombra me envuelve. Los latidos de su corazón van al ritmo de los míos, y mi alma se llena de alegría y sereni- dad. El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace recostar. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo. Tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, en frente de mis enemigos. Me unges la cabeza con perfumes y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida. Y habitaré en la casa del Señor por años sin término. 28 Lo elegí como mi pastor, y mi amor hacia él será como un hermoso huerto, donde descansaremos los dos.
  • 29. 29 Remando mar adentro Señor, mi barca está rota, mis redes casi no sirven, y mis manos ya están muy débiles y cansadas. Pero, en tu nombre, echaré las redes. Ven con- migo al agua y acompáñame en mis horas difíciles. Sube conmigo a la barca, pues las olas son muy fuertes. Yo necesito sentir el apoyo de tu presencia. A tu lado me sentiré mejor, y sabré que mi trabajo es sólo para ti. Entre los dos, el proyecto será más firme, y la pesca será más abundante, porque Tú estás conmigo. De puerto en puerto (canción - 1981) 1-Tú me dejaste dormir en tus brazos y soñar feliz con un amanecer. Correr como río que baja por la montaña. Agua fecunda que inunda los valles con su gran amor. Seguir caminando, buscando la vida, queriendo endulzar hasta el mismo mar. Amor para siempre, cantar en la vida, transformar el mundo en Reino de Dios. Y Tú, mi Dios, recibe mi vida, recibe mi amor. Escucha esta canción...
  • 30. Cantando por la dicha de tener la vida elevo la oración de mi felicidad. Volando como estrella espacios infinitos yo creo que algún día encontraré la paz. Llevo un dulce sueño en mi alma grande a una vida nueva quiero despertar. Recorrer los mares con mi pobre barca, ir de puerto en puerto sembrando amistad. 2-Tú encontraste mis pasos dolientes y me diste paz con tu perdón. Que corra mi vida anunciando un nuevo amor. Paz de mi Dios que llena la vida de felicidad. Seguir caminando, buscando la vida, queriendo endulzar hasta el mismo mar. Amor para siempre, cantar en la vida transformar el mundo en Reino de Dios. Y Tú, mi Dios, recibe mi vida, recibe mi amor. Escucha esta canción ... Arránquenme la vida pedazo a pedazo si algún día quisiera no dejarla amar. Busco en el remanso de una bella senda ese gran amor que yo tengo que dar. Llevo un dulce sueño en mi alma grande a una vida nueva quiero despertar Recorrer los mares con mi pobre barca ir de puerto en puerto sembrando amistad. 30
  • 31. Mi Dios en silencio Aunque esté en silencio, su presencia llena el mundo, y su Palabra se escucha en toda la tierra. 1-Él está en silencio, su dolor es grande. Él está en silencio, sólo sabe amar. Él está en silencio, contemplando el mundo de un hombre perdido que Él quiere salvar. 2-Él anda en silencio siguiendo unas huellas de un pueblo que busca su felicidad. No escuchan su voz, ni oyen su llamada, buscando en la niebla lo que no hallarán. 3-Su mirada dulce se irradia en el tiempo cansado y errante ofreciendo paz. Muy pocos comprenden que Él vino a este mundo a ofrecer su amor, su felicidad. 4-¡Cuánta gente errante en busca de un sueño que tal vez jamás podrán encontrar! Él es el camino, la meta más bella, la única senda que encuentra la paz. 5-Los sueños del mundo nos dejan vacíos. Son como sirenas de un profundo mar. Son sirenas bellas, son sirenas dulces, pero siembran muerte, muerte sin piedad. 6-Jesús sigue andando, buscando a sus hijos, con un amor grande clavado en la cruz. Díganle que yo lo busco y lo amo. Su vida es mi vida, su amor es mi luz. 31
  • 32. 32 Fe popular al pie de la cruz I. Señor, haz que abandone la alforja que hasta ahora he llevado. Haz que rechace el vestido que traje hasta aquí. Haz que libere mi alma ante tu presencia. Haz que abandone mi vieja razón de vivir. Dame valor en la lucha que llevo conmigo y haz que comprenda que sólo un rival tengo yo. Ese rival es mi mal que llevo en mi adentro, cuando me venza a mí mismo, seré ya de Dios. II. Señor, hazme un instrumento de tu paz. Donde haya odio, siembre yo amor. Donde haya injuria, siembre yo perdón. Donde haya duda, siembre yo la fe. Donde haya tristeza, siembre yo alegría. Donde haya desaliento, siembre yo esperanza. Donde haya sombras, siembre yo la luz. Oh divino Maestro, que no busque ser consolado, sino consolar. Que no busque ser amado, sino yo amar. 7-Sé que Él sufre mucho desde el Viernes Santo en los nuevos Cristo que en el mundo están. Yo quiero ser parte de ese pueblo santo que dejó esta tierra y hacia el cielo va. Versos anónimos
  • 33. 33 III. En tus manos, Señor, pongo mi vida con todas sus angustias y dolores, que en Ti florezcan frescos mis amores y que halle apoyo en Ti, mi fe caída. Quiero ser como cera derretida que modelen tus dedos creadores, y morar para siempre sin temores, de tu costado en la sangrienta herida. Vivir tu muerte y tus dolores grandes disfrutar de delicias verdaderas y seguir el camino por donde andes. Dame, Señor, huir de mis quimeras dame, Señor, que quiera lo que mandes, para poder querer lo que Tú quieras. Poesía anónima IV. No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido. Ni me mueve el infierno tan temido, para dejar por eso de ofenderte. Que no busque ser comprendido, sino comprender. Porque dando es como recibimos. Perdonando es como Tú nos perdonas. Y muriendo en Ti es como nacemos a la vida eterna. Oración de san Francisco de Asís.
  • 34. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido. Muéveme el ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrendas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor en tal manera, que aunque no hubiera cielo yo te amara, y aunque no hubiera infierno te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero, no esperara, lo mismo que te quiero, te quisiera. Unos atribuyen estos versos a san Juan de Avila, otros a Miguel de Guevara, otros a santa Teresa, y a otros muchos autores. Este soneto, que forma parte de las 100 mejores poesías de la lengua española, actualmente se considera poesía anónima. 34
  • 35. 35 Dondequiera que estés Este poema, dedicado con toda el alma a mi Señor Jesús, es uno de los encuentros más bonitos que he tenido frente al crucifijo. No es un regalo que le hago al Señor, co- locándolo en mi amor absoluto, sino un regalo que el Señor me ha hecho, ayudándome a configurar mi alegría profunda por haberlo encontrado y haberlo amado con todo mi ser. 1-Dondequiera que estés, yo estaré contigo. Dondequiera que vayas, te seguiré, Señor. Dondequiera que sufras, sufriré contigo ofreciéndome todo, como incienso de amor. 2-Déjame caminar por donde Tú andes, déjame caminar en tus huellas Señor. Que se cierren mis ojos a las glorias del mundo y que sólo vea tu mirada de amor. 3-He pisado sin Ti, mucha tierra vacía, he andado senderos con la muerte a mi lado. Y hoy un grito en el alma me devuelve a la vida, y bendigo al cielo por haberte encontrado. 4-Todo el oro del mundo no podrá separarme de tu cruz, de tu vida, de lo que Tú me ofreces.
  • 36. 36 Los pedazos de mundo que me han regalado, los devuelvo a sus dueños, una y mil veces. 5-Déjame que te abrace con toda mi alma y que todo tu amor me llegue al corazón. Quiero andar tus caminos y latir en tus manos y ofrecerte mi vida como en una oración. 6-Los latidos de mi alma son un canto a la vida, a esa vida que quiero devolverte, mi Dios. En los días felices, en las noches serenas, sólo aspiro a encontrarte y ser tuyo, Señor. 7-Tu mirada de Padre me consuela y me guía y me envuelven tus sueños, me ilumina tu luz. Yo iré por los mares, navegando en tu barca, porque sólo contigo se hace fácil mi cruz. 8-Dale un puesto en tu cielo a esta pobre ovejita que, con alma de niño, vive siempre feliz. Buen pastor de mi vida, mi remanso y mi dueño, dondequiera que vayas, yo estaré junto a Ti. 9-He probado en mis labios el néctar del mundo que endulza la vida y maltrata el amor. Mientras Tú llevas cruces que otros dejaron, porque fueron cobardes al llamado de Dios. 10-Que se escuche tu voz por toda la tierra, que se riegue tu nombre como alfombra de amor. Que este mundo comprenda que eres la esperanza, la razón de vivir, el camino mejor. 11-Bautizado en tu sangre, redimido por Ti, dame un puesto en tu barca, y un lugar en tu cruz.
  • 37. Ya no quiero otra senda, ni el sabor de otra vida. Que yo muera en tus brazos, mi divino Jesús. 12-Que este mundo te ame con amor desbordante. Que se llenen canales, que desborden los ríos. Que se abran volcanes por toda la tiera y derritan el hielo de amores tan fríos. 13-Que se apaguen las luces del espacio infinito. Que se enciendan las llamas de tu Espíritu Santo. Que la luz de tu Gracia le devuelva a este mundo la locura de amor que han tenido los santos. 14-¡Oh ventura increada, o sabor celestial! Tu presencia nos lleva por galaxias de amor. Qué feliz fue la culpa de un Adán deslumbrado, qué felices tus hijos por tu amor redentor. Seguiré al Pastor -canción- 1-Por las ciudades y las montañas oigo la voz del Pastor que va buscando muchas ovejas que quieran vivir de amor. Es un camino lleno de luz, camino de salvación, donde se encuentra la vida, donde todo es paz, donde habita Dios. 2-Entre remansos y manantiales va el rebaño del Pastor que lo conduce por tierras altas, buscando un pasto mejor. Rocas hermosas y un cielo azul, y unos pasos sin dolor, pues las espinas no hieren a aquellas ovejas que viven de amor. 3-En el rebaño del buen Pastor hay paz en el corazón. No es esta tierra para llorar, es una tierra de amor. 37
  • 38. 38 Tú y yo, Señor Tú y yo, Señor, en mi largo camino. Tus huellas son mis huellas. Tú caminas, yo te sigo. La meta eres Tú, la sed es mi amor. Rodando y tropezando te he ofrecido lo poquito que soy: un manojito de penas que adorna la pesada cruz de mis limitaciones. Eso soy yo, eso fue lo que la vida me dio, y eso te lo ofrezco con amor. La senda que me trazaste la voy regando con dulces gotas de lágrimas. A donde llega mi llanto, hasta allí llega tu amor. Por eso yo sé que la tierra que piso dará fruto abundante. Cada vez que Tú me sonríes, borras una pena de mi alma. Cada vez que yo te sonrío, quito una espina de tu corona. Así es nuestro andar. Sigamos andando, que contigo el camino siempre es hermoso. Sigamos sembrando, pues vale la pena sembrar hasta el final. Los caminantes en esta vida que siguen la voz de Dios, van dejando huellas santas, con sus pies dolientes, sembrando amor. 4-Sigue el camino, sigue cantando, sigue la voz del Pastor. Sólo un redil es esta tierra, es el Reino de mi Dios. Nunca te canses, siempre adelante, que algún día llegarás al manantial de la vida, donde no habrá sed, un reino de paz.
  • 39. 39 Está amaneciendo -Canción- 1-Está amaneciendo para mí. La noche con su sombra ya se fue. Puse en la cruz de Cristo mi confianza y bajo un cielo nuevo me encontré. Está amaneciendo para mí. 2-Abrí mis brazos al viento buscando un amor, y el grito de la tierra me dijo que estaba en la cruz. Busqué en el madero el canto de la vida, y el corazón de Cristo rasgó la eternidad, y me llevó consigo para enseñarme a amar. Está amaneciendo para mí. 3-Si algún día en la sombra llegó a brotar mi llanto o algún dolor amargo me hizo regresar, mis ojos se entreabrieron buscando a mis hermanos y con amor muy grande los pude perdonar. Está amaneciendo para mí. 4-Me llevo de este mundo un corazón alegre, una sonrisa tierna que alguien me regaló. En un camino abierto que va hasta el infinito, mi vida sigue andando, le doy gracias a Dios. Está amaneciendo para mí. 5-Al anochecer nació una flor y se quedó aguardando la lluvia y el sol. Y la noche fue muy larga, y el rocío la cubrió, y cuando llegó la luz, ella cantó. Está amaneciendo para mí.
  • 40.
  • 41. Jesús Pan de Vida La vida de todos nuestros santos y beatos han sido vi- das consumidas al pie de la cruz. También han sido vidas alimentadas por el Pan de Vida. Dice Pablo VI: “Una vo- cación nace y se mantiene en fidelidad, cuando vive en la intimidad con Jesús Eucaristía”. Todo cristiano que se acerca a Jesús, necesita una fuerza especial para permanecer al pie de la cruz. Esa fuerza nos la da el Pan de Vida, Jesús convertido en Pan por su amor redentor. El capítulo 6 del Evangelio de san Juan nos trae el ser- món del Pan de Vida. Este tema le produjo dos momentos dolorosos al Maestro divino. Pero Él comprendía que un alimento como ése, necesitaba un largo tiempo para com- prenderlo y amarlo. El primer momento lo experimentó cuando el pueblo que le seguía no entendió a dónde iba Jesús con su proyecto del Pan de Vida. Jesús les dio pan en abundancia, pan para saciar su hambre material, y que esa hambre despertara el hambre espiritual. Que el pan material traído por el milagro los llevara al deseo del pan espiritual que era el mismo Jesús. 41 La Pascua de Jesús contiene todo el Misterio Pascual. En el cáliz, Jesús bebe su Pasión y Muerte, y brinda por su Resurrección.
  • 42. Pero la multitud falló, pues se quedó buscando más pan material. “Como Jesús no aparecía, ni sus discípu- los tampoco, la gente subió a las barcas, y fueron a Ca- farnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo al otro lado del lago, le preguntaron: Maestro, ¿cuándo has llegado aquí? Jesús les contestó: En realidad, ustedes me buscan, no por los signos que han visto, sino por el pan que comieron hasta saciarse. Afánense no por la comida de un día, sino por la otra comida que permanece y por la cual uno tiene vida eterna. El Hijo del hombre les da esta comida. Él es al que el Padre Dios ha marcado con su sello”. (Juan 6, 24-27) El segundo momento malo para Jesús consistió en que la mayoría de sus seguidores encontró muy duras sus pa- labras, y lo abandonaron. Jesús les dijo: “El que viene a Mí, nunca tendrá hambre, y el que cree en Mí, nunca tendrá sed. ..... Yo soy el pan de la vida que ha bajado del cielo. El que coma de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y la daré para la vida del mundo. ..... Cuando oyeron todo esto, muchos de los que había seguido a Jesús, dijeron: Este lenguaje es muy duro, ¿quién puede escucharlo? ..... A partir de entonces, muchos de sus dis- cípulos dieron un paso atrás, y dejaron de seguirlo. Jesús preguntó a los Doce: ¿También ustedes quieren dejarme? Pedro respondió: ¿A dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. (Juan 6, 35. 51. 60. 66-68) El Pan de Vida no era asunto de “si entendían o no”. Aquello era proyecto del Padre, como parte de la Encar- nación del Verbo. El Pan de Vida es un gran misterio de amor, y hasta él se llega por la fe y por la acción del Es- píritu Santo en nosotros. No es una simple fe humana. Aquí estamos tocando la presencia de Dios. En este tema, Jesús 42
  • 43. 43 desborda todos los límites de la gratuidad de Dios, hasta entonces conocidos. En la Encarnación del Hijo de Dios, en su Muerte y Resurrección, y en el misterio del Pan de Vida, Dios llega a un amor tan grande al hombre, que sólo es posible en un corazón de dimensión infinita. Dios nos anunció por medio de los profetas que llegarían días en que el perdón de Dios sería tan perfecto y su amor sería tan grande, que el hombre quedaría deslumbrado y viviría una alianza indestructible con su Dios. Es un pac- to entre el Espíritu divino y el alma del hombre, sellado como una unidad santa, en un proyecto de vida eterna: Dios que comulga con el hombre, y el hombre que comulga con Dios. Es un llamado a la regeneración de la misma esencia del hombre. El Pan de Vida con su sabor celestial, irá borrando en el hombre el sabor del mal, el gusto por el pecado, y así irá re- cuperando el paladar de ángel, el gusto por lo espiritual, por lo divino. Mientras el hombre se olvida de Dios, se aparta de Dios, mientras la humanidad hace y saborea lo que sabe a pecado, lo que aleja del cielo, Dios, por su parte, aumenta su amor al hombre y lo cubre con un derroche de gratuidad divina. Después de la experiencia del diluvio y de la destrucción de Sodoma y Gomorra, Dios habló a la humanidad por boca de sus profetas. “Los montes se correrán, las colinas se moverán, pero mi amor por ti no se apartará jamás” (Isaías 54, 10). “Yo voy a formar con ustedes una alianza eterna, las prome- sas hechas a David” (Isaías 55, 3). “Cuando llegue el tiempo yo pactaré con Israel esta otra alianza: pondré mi Ley en su interior, la escribiré en sus corazones. Yo seré su Dios
  • 44. 44 y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que enseñarse el uno al otro diciendo: conozcan a Yavé, pues me conocerán todos, del más grande al más humilde, porque yo habré perdonado su cupla y no me acordaré más de su pecado”. (Jeremías 31, 33-34) “Les daré un corazón nuevo, infundiré en ustedes un es- píritu nuevo. Quitaré de su carne el corazón de piedra, y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu y haré que se conduzcan según mis preceptos, y observen y prac- tiquen mis normas” (Ezequiel 36, 26-27) LostiemposnuevosconlapersonadeJesucristorealizanlas promesasdeDioshechasenelpasado.LosmilagrosdeJesús, la maravilla de su predicación, el Pan de Vida, su Muerte y Resurrección, todo ello constituye el derroche inmenso de la gratuidad divina. La justicia de Dios no es justicia de castigo, sino justicia de amor. Dios sabe que el perdón y el amor curan el interior del hombre mucho más que el cas- tigo. En la era mesiánica, se debería cambiar el sistema de cárceles, buscando otro método que corrija más y que esté más de acuerdo con la mirada de Dios. Las cárceles y los castigos sólo detienen las fieras por un momento, pero no curan la persona como la cura el Evangelio. El Pan de Vida le da fuerza a nuestro espíritu para em- prender las grandes proezas de la fe, y va arrebatando nues- tras almas y lanzándolas a una nueva dimensión. No es alimento de hormigas, es alimento de almas grandes, de aves poderosas, que se atreven a comer a Dios como manjar. Para gustar de este pan, hay que renunciar a muchos panes que hacen daño. La vida del hombre posee un ciero vacío de Dios y esto produce hambre de Dios. A la vida humana no le basta con el pan material, o con las
  • 45. 45 diversiones. No nos basta con acumular ganancias y seguri- dades del mundo. Hace falta algo más, un alimento que nos acerque a Dios, algo que nos lleve, al menos a interrogar- nos frente a nuestro propio misterio, buscando la respuesta a nuestro destino. El Pan de Vida no es sólo un misterio de amor, donde Cristo llega a ser sangre de nuestra sangre. Este Pan nos conduce a un proyecto de vida, donde entramos en la ofren- da de la cruz. Comemos el Pan al pie de la cruz, como san Juan y la Virgen María, sumergidos en el misterio del Se- ñor. Jesús se hace pan para ser partido y para ser comido. Sir- viendo en la comunidad cristiana, con Jesús, nos hacemos pan para ser partido y para ser comido. El bautismo nos conduce a un proyecto heroico, pues aceptamos el plan de Dios que nos purifica, invitándonos, como a Jesús, a con- vertirnos en pan para ser partido y para ser comido. El proceso de santificación cristiana es lento, pues aunque comulgamos cada día, y queremos ser como Jesús, el dejarse partir y dejarse comer no es fácil, y ante cualquier contrarie- dad o sufrimiento, no siempre reaccionamos “amando”. Ahora bien, el parecerse a Jesús, el convertirse en tri- go molido por amor, no es una utopía. Muchos santos y santas han atravesado esa línea de fuego, y se han dejado moler, y su martirio cruento o incruento, no ha apagado su amor. Jesús dijo: “Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen”. San Esteban dijo: “Señor, no les tenga en cuenta este pecado”. María Goretti murió perdonando a su asesino. San Maximiliano Kolbe, preso en un campo de concentración, pidió que liberaran a un prisionero que iban a matar, y que lo mataran a él. Y de hecho, lo mataron.
  • 46. San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, mientras iba conducido a Roma para echárselo a las fieras, escribía a sus feligreses: “Quiero ser trigo molido por amor, quiero lograr el martirio, porque así seré un cristiano de verdad.....quie- ro que las fieras me coman todo, que no dejen nada de mí, para que no tengan que darme sepultura y así no seré mo- lestia para nadie”. En la puerta de una casa hay un pecesito de metal que sirve para que la puerta se mantenga abierta. Todo el que va a cerrar la puerta, le da una patadita al pez, lo empuja hacia un lado y cierra la puerta. Todo el que quiere mantener la puerta abierta, empuja el pez con el pie, y lo coloca para que detenga la puerta. El pez hace su servicio y se pasa el día de patada en patada. Y al pez, ni se le ocurre quejarse. Esa es la imagen del buen cristiano. La leña seca quema. La leña verde rechaza el fuego. Mu- chas veces seguimos siendo leña verde, y la gracia no nos puede transformar. Es el fuego del Espíritu que nos llena de Dios, y para santificarnos tiene que quemarnos. Nos ali- mentamos años y años con el Pan de Vida, y nos quedamos igual, pues al permanecer siendo leña verde, la Gracia no puede trabajar en nosotros, y la liturgia se nos convierte en un ritual vacío. La humildad y la sencillez de corazón podrá ir secando nuestra leña, para que podamos llenarnos con el fuego de Dios que arrebató al profeta Elías, o un fuego que nos convierta en trigo molido por amor, como a san Igna- cio de Antioquía. Somos herederos de una vida nueva, esa vida nueva que experimentó el salesiano Andrés Beltrami a los pies del sagrario, y esa vida que vivió María Mazza- rello, cuando miraba, en su enfermedad, la luz del Santísi- mo de la iglesia, a través de la ventana de su habitación. 46
  • 47. 47 Jesús nos alimenta para que tengamos alma de niños y estemos locamente enamorados de Dios. Sólo así llegare- mos a ser plenamente felices, pues fuera de este encuentro profundo con Jesús, todo se desvanece, todo se acaba, todo se muere. Una vez, el teólogo Teilhard de Chardin se encontró en un desierto de Australia y no tenía pan ni vino para celebrar la Eucaristía. Entonces colocó sobre el altar los trabajos y los sufrimientos de la humanidad, y los consagró como cuer- po doliente del Señor Jesús. Al llegar a la comunión, no habiendo víctima para comulgar, Teilhard rezó así: “Ensé- ñame, Señor, a comulgar muriendo”. Comulgar con Cristo es morir a nosotros para que el Señor crezca en nosotros. Nosotros morimos y Él vive, así nos transformamos en otro Cristo. Así pensaba Juan Bautista: Que Él crezca, y que yo disminuya. Así pensaba san Pablo: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”. No comemos a Cristo, es Cristo quien nos come a no- sotros, y cuando Jesús se transfigura en nosotros, le mostra- mos al mundo la grandeza del amor de Dios. De ahí, el lema salesiano: “Ser signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes”. Mostramos a los jóvenes el Cristo que se transfigura en nosotros. Después de la Comunión, resuenan en las iglesias miles de trompetas de ángeles que cantan a coro y repiten: “Gusten y vean qué bueno es el Señor”. Pero hay que tener mucha fe para poder oír esas trompetas, y sobre todo, mucho amor a Dios, para saber que nosotros al comulgar, somos como ángeles que cantan: Eterna es su misericordia. Gracias, Señor, por regalarnos, en un pedazo de pan, la herencia de la vida eterna, gozando de tu divino amor.
  • 48. 48 La fracción del Pan Pan para ser partido Pan para ser comido Es decir: el Pan eucarístico, la comunión. El Pan de Vida es el alimento que sana toda enfermedad del espíritu, y que llena el alma de fortaleza para testimoniar la fe en Jesu- cristo. Jesús se hizo pan para ser partido y para ser comido. Y nosotros, imitando a Jesús, nos hacemos pan para ser partido y pan para ser comido. Pero no es fácil dejarse partir y dejarse comer. Para entrar en ese proyecto santificador de Dios hay que destruir muchos deseos de brillar en la vida, y hay que matar muchos aplausos y muchas vanidades que hacen daño. La base de la vida social es el triunfo, el aplau- so, el primer puesto. La vida social es, ante todo, compe- tencia. Pero Jesucristo trajo otro proyecto, otro esquema mental, otros valores. Jesús quiere que cada uno de sus hijos sea el primero en servir y el último en aparecer. El Pan de vida es un alimento que prepara para la vida eterna. Aquí abajo hay muchos panes que hacen daño, y los hijos de Dios saben buscar su tesoro en el cielo, pues en este mundo, todo se acaba, todo se desvanece, todo se muere. A uno de los primeros cristianos le preguntaron: ¿Qué es lo que les da la fuerza para dejarse matar por Jesús? Él contestó: El pan blanco.
  • 49. 49 Si pudiera Un proyecto para trabajar en la propia vida. 1-Si pudiera...no decir ni una palabra Si pudiera...no cantar ni una canción. Si pudiera...ver la vida como un sueño le daría mucha paz, a mi pobre corazón. 2. Si pudiera...vivir la vida en silencio. Si pudiera...esconderme en la oración. Si pudiera...darle a Dios todas mis luchas lo que espero y lo que tengo, viviría por amor. 3. Si pudiera...andar con mis pies descalzos. Si pudiera...caminar sin hacer ruido. Si pudiera...vivir como vive un niño, sin afanes, sin proyectos, y vivir en el olvido. 4. Si pudiera...quitarle al mundo las noches Si pudiera...caminar siempre en la luz. Si pudiera...volar hacia el firmamento, y gritarle a las estrellas, que quiero ver a Jesús. 5. Si pudiera...dejar este cuerpo frágil. Si pudiera....llenarme de paz y amor. Si pudiera...volar como vuela el viento, irme más allá del tiempo, al encuentro de mi Dios. 6. Si pudiera...dormir y no despertar. Si pudiera...descansar en mi Señor. Si pudiera...soñar con la eternidad, Y quedarme allá jugando con los ángeles de Dios.
  • 50. 50 Bebiendo de la fuente Canción Tú me dijiste, Señor, que en mi camino, amando al pobre y a aquél que sufre más, yo probaré el agua de tu fuente, y encontraré tu amor y tu amistad. En las mañanas te busco y te contemplo, y en tu mirada me lleno de tu paz. Traigo en mis manos la ofrenda de mi vida, te traigo un pueblo que busca tu amistad. “Aquí me tienes, Señor, yo quiero amarte, amando al pobre y a aquél que sufre más. Tuyo es mi pan, y el agua de mi fuente, ven a mi casa y amor encontrarás”. Yo vi tus huellas que iban hacia el cielo, pero pasaban por tierras de dolor; mientras oía una voz que iba diciendo: que en el calvario está la fuente del amor. Soy como el águila que vuela hacia la altura, cruzando nubes, bebiendo luz del sol. Como el arroyo que canta en la montaña, yo canto alegre porque encontré tu amor. Cuando Tú oigas, mi Dios, que estoy muriendo, prepara un puesto a este pobre pecador. Yo iré volando y cantando hacia tu reino, hacia esos brazos que guardan mi perdón. Cae la tarde y yo vengo a tu presencia a ofrecerte mi canto y mi oración. Junto al Sagrario yo quiero estar contigo como una vela que arde por amor.
  • 51. 51 Contemplando los Misterios Dolorosos Jesús celebró la Pascua Judía el Jueves, porque en la Pas- cua que se iba a celebrar el Viernes, Él ya no sería el que come la Pascua, sino el Cordero que iba a ser sacrificado. Por eso, en su sacrificio creó otra Pascua, la de su persona inmolada por amor, actualizada en figura de Pan y Vino. Las autoridades religiosas del pueblo judío no podían consentir por más tiempo, que aquel hombre que decía “su- perar la Ley”, que anunciaba la destrucción del Templo, que pedía a los hombres espíritu y verdad para comunicarse con Dios, ellos no podían consentir por más tiempo, que aquel hombre solo, pobre y sin soldados, rodeado de un pequeño grupo de personas sencillas y pobres, que un hom- bre así pusiera en peligro todo el aparato religioso judío del momento. Era necesario que aquel hombre se callara para siempre, que desaparecieran sus discípulos, que su nombre fuera arrancado de las calles. Como cordero sería llevado al matadero, sin abrir la boca, en el silencio de Dios. Jesús celebró la Pascua en la fe de su pueblo y en la alegría de sus discípulos. Fue una celebración que terminó en un gran contraste: De la alegría de sus discípulos a la persecución de los soldados del Sanedrín; del canto de los salmos a la dura oración
  • 52. 52 del Huerto de Getsemaní; de la institución del sacerdocio y la Eucaristía a ser juzgado y sentenciado a muerte por el Sanedrín; del mandamiento del amor a caer en manos de una turba enfurecida; del calor de unos amigos a la traición de Judas y a la dispersión de sus amigos que huyen. Real- mente había llegado su Hora, la Hora de Jesús y la hora del mundo, porque en el juicio a Jesús es juzgado también el mundo. El mundo juzga a Jesús, y siendo inocente, lo declara culpable y lo condena a muerte. Jesús sabe que el mundo es culpable, pero lo declara inocente y heredero de la vida de Dios: “Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen”. Aquella noche del Jueves al Viernes Santo fue una no- che triste para Jesús. Servidores de la casa del pontífice se entretuvieron en escupirle, darle bofetadas, burlarse de Él. Pedro negó conocerle. Judas se ahorcó al amanecer. Por la mañana llevan a Jesús al gobernador Poncio Pilatos. Lo acusan de que amotina al pueblo, de que se hace rey. Primer misterio doloroso: La oración de Jesús en el Huerto. En la oración del Huerto se concentra toda su misión. El sudor de sangre es su respuesta a la voluntad del Padre. El sudor de sangre indica que la naturaleza humana de Jesús hace una entrega que duele. Lleva el sello de todo su ser, como el primer mandamiento, y lleva también el sello del holocausto, como sacrificio perfecto. Los discípulos con- templan la escena a distancia, pues ellos podían acercarse a los milagros, a los sermones, e incluso a la gloria del Tabor, pero esta Hora iba más allá de su comprensión y de su fe. Su pan todavía no estaba bien cocido para la ofrenda del altar.
  • 53. La oración del Huerto de los Olivos estuvo rodeada de la grandeza de la última Cena, y del difícil momento del prendimiento y el juicio. Era la Hora de Jesús, pero allí estaba presente el Padre para recibir la ofrenda. La Oración del Huerto inicia un proceso de desintegración de la mo- rada terrenal de Jesús. Este proceso lleva consigo el dolor de la acusación falsa, del juicio falso, y la amarga soledad, porque sus mejores amigos se dispersaron. Después de pasar por el poder religioso, y el poder civil, continúa con la flagelación, donde se cumplen las profecías de Isaías sobre el Siervo doliente. “Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salibazos, pues que Yaveh habría de ayudarme para que no fuese insultado, por eso puse mi cara como pedernal, a sabiendas de que no quedaría avergonzado” (Isaías 50, 6-7). Segundo misterio doloroso: La Flagelación de Jesús, atado a la columna. Aquél que predicó la libertad de espíritu con tanta fuerza, que se volvió el consuelo de los leprosos, que resucitó a Lázaro, que multiplicó panes y peces para muchedumbres con hambre, que manifestó gran compasión por las ovejas descarriadas, aquí lo vemos atado a una columna, golpeado, humillado, reducido al oprobio de una humanidad cruel y enferma, atravesando la dura corriente del dolor humano. Pero sigue siendo dueño de sí mismo, y posee la libertad interior, pues nadie le quita su vida, Él la ofrece por amor, y está consciente del valor de su sacrificio. Toda esta tra- gedia se desarrolla en silencio, como cosa normal ante una multitud que está acostumbrada a hacer del dolor humano, 53
  • 54. un teatro de entretenimiento. No fue propiamente un juicio, no fue una condena formal, fue un linchamiento pasional de un grupo convocado y amotinado. La copa de la ira de Dios no se ha rebosado, el poder de su brazo no ha descen- dido a cuidar del débil. Dios recibe la ofrenda del débil en silencio. La espiga ha madurado y está siendo cortada. Y los cielos se preparan para la gran victoria: la salvación en Jesucristo. “Creció como un retoño delante de nosotros, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia, ni presen- cia. No tenía aspectos que pudiéramos estimar. Desprecia- ble y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de violencias, como uno ante quien se oculta el rostro. Y con todo, eran nuestras dolencias las que Él llevaba, y nuestros dolores los que soportaba” (Isaías 53, 2-4). La gente miraba y contaba los latigazos. Los más curiosos, reían cuando su cuerpo vibraba. A sus conocidos y amigos se les rompía el alma. Era la Hora terrible, la hora de Dios, la manifestación del pecado del mundo. La copa de la ira de Dios rebosaba y se descargaba sobre el inocente, como misterio de amor que nadie puede comprender. El verdugo intentaba dar con más fuerza, pero no podía. Lo que veía y experimentaba no era algo común. Se estaba pasando el límite de lo experimentado hasta ahora. Los soldados cum- plían órdenes, pero tenían miedo. Es como si la bondad de Dios derritiera los ganchos que arrancaban aquella carne inocente y santa. Aquella noche, los verdugos no habrán podido dormir. Lo que sucedía era profecía, pero era adentrarse en lo que es santo y temblar sin saber por qué. No tenemos muchos datos de esos acontecimientos, pues la persecución judía 54
  • 55. devoró mucho material, pero no hay duda que la misma imaginación tiembla ante momento tan grande. La mirada dulce de Jesús, con un rostro ensangrentado y desolado, des- barataba a cualquier corazón humano, por duro que fuera, o aunque estuviera pagado para que gritara contra Jesús. Tercer misterio doloroso: La coronación de espinas. La imaginación humana se pierde en la confusión, cuando trata de acercarse al sentimiento que devoraba el alma de aquellos que miraban a Jesús coronado de espinas. Un do- lor atroz, sangre que corría y una burla increíble, todo esto iba tocando fondo en la debilidad humana. Algunos amigos se habrían marchado, porque no soportaban la escena. Las esperanzas de un pueblo se venían abajo, sobre todo para aquellos que presenciaron algún milagro, y que esperaban otro tipo de redención. “Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nues- tras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz, y por sus llagas hemos sigo curados. Todos andábamos como ovejas errantes, cada cual seguía su propio camino, y Yaveh descargó sobre Él la culpa de todos nosotros. Fue maltratado, se humilló y no dijo nada. Llevado como cor- dero al matadero, como oveja que permanece muda cuando la esquilan”. (Isaías 53, 5-7) Al azotarlo y coronarlo de espinas, el gobernador Poncio Pilatos intentó desfigurarlo para que las gen- tes se compadecieran de Él al verlo en ese estado tan deplorable. Pero la turba ya no pensaba. Su pen- samiento era manejado desde arriba, por aquellos que convierten sus deseos en leyes, y no tienen compasión, 55
  • 56. 56 porque sus corazones ya no funcionan al estilo humano. Posiblemente, muchos querían llegar hasta el final para ver lo que iba a pasar. Era un profeta, hizo muchos milagros, y de un momento a otro, Dios podría intervenir a su favor. Muchos se burlaban, muchos pedían su muerte, pero todos temían, incluso el Sanedrín y los soldados que lo martiriza- ban. Algunos lo llamaban “impostor”, pero todos sabían que el acontecimiento no era común, y que realmente era inocente. Se trataba de un reo invadido por una fuerza divi- na, y muchos no estaban seguros si realmente iba a morir. Se cumplían unas profecías, era un escenario de Dios, y donde Dios está presente, todos tiemblan. Su cuerpo está ensangrentado, su rostro desfigurado, su Hora está en marcha. El Maestro está preparado para termi- nar esta dura y a la vez grandiosa misión. Esos soldados no habían tratado otro caso como éste. Ellos saben que se trata de algo diferente. En la Resurrección, cuando vean que la tumba se abre, entonces lo comprenderán mejor. El dolor físico era fuerte, pero la pena más grande era la burla, la naturaleza humana humillada, escupida, rechaza- da. Toda ofrenda es hermosa, pero toda muerte es amarga, y todo sufrimiento es rechazado por el cuerpo doliente. La oración del Huerto continúa a través de la vía dolorosa de Jesús: “Aparta de mí este cáliz, pero que no se cumpla mi voluntad, sino la tuya”. Flagelado, coronado de espinas, se presentará a la contemplación fría de Pilatos, quien, al darse cuenta de que era un asunto muy complicado, se lavó las manos. También se presentará al rey Herodes y a su corte, completando así, todos los estratos sociales de su tiempo. No es que Él quisiera acusarlos a todos. Es que todos tenían derecho a recibir su amor y su perdón.
  • 57. 57 Cuarto misterio doloroso: Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario. Se inicia la comitiva, la marcha es dolorosa y fúnebre. Dios que se ha rebajado a ser juzgado por el hombre. Es la Hora de la Redención, de contemplar algo inaudito. Mien- tras Jesús se tambalea, cayéndose con la cruz, lo va rode- ando una multitud de comentarios, desde la agresividad a la compasión, desde la burla a la oración. Y mientras tanto, el Padre va recibiendo la ofrenda del Hijo que muere por amor. Todos los grupos sociales tienen sus representantes en la vía dolorosa de Jesús: algunos discípulos, personas ami- gas y comprensivas, el Sanedrín, el poder civil de Pilatos, algún curioso enviado por Herodes, y algunos extranjeros que se extrañarían al ver a un reo tan diferente a los demás. Tal vez, Simón de Cirene no fue obligado a llevar la cruz de Jesús, sino que él se ofreció a ayudarle, viendo lo mal- tratado que estaba el Maestro. Tres caídas en el camino y tres sacudidas de la multitud que camina bien atenta a las reaciones de este siervo do- liente. La gente avanza en suspense, pues consideran que el Maestro divino no llegará vivo al Calvario. Los que van rezando aumentan su oración y su fe, para que el inocente condenado sea cuidado por Dios hasta su último suspiro. Habrán repetido muchas veces el salmo 23: “El Señor es mi pastor ..... aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, pues Él va conmigo”. El gran Maestro, acostumbrado a recorrer largos caminos en Galilea, y cansado de predicar de pueblo en pueblo, avanza pesadamente en el último recorrido de su vida mortal. Bendice la tierra que pisa, y deja grabadas
  • 58. 58 sus huellas santas, para que los millones de peregrinos que recorrerán la vía dolorosa a través del tiempo, recordando ese duro acontecimiento, recojan ahí la herencia sagrada dejada por el Maestro, y aprendan en esa escuela de amor, la sublime lección de cargar la propia cruz con generosidad, y pongan su grano de arena para la redención del mundo. Quinto misterio doloroso: Jesús muere en la cruz. “Era ya cerca de la hora sexta, cuando al eclipsarse el sol, la oscuridad cayó sobre toda la tierra hasta la hora nona. El velo del santuario se rasgó por medio, y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: Padre, en tus manos encomien- do mi espíritu”, y dicho esto, expiró. Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: Ciertamente este hombre era justo. Y todas las gentes que habían acudido a ver aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho” (Lucas 23, 44-48). El condenado tomó su cruz, subió monte arriba hasta el Calvario. Lo despojaron de sus vestidos, lo tendieron sobre un madero, le clavaron los pies y las manos, y lo levantaron en alto hasta morir. Pero el que moría no era un hombre cualquiera. El centurión romano, que ya sospechaba algo de lo que venía, dijo: verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios. Las gentes volvían a la ciudad golpeándose el pecho, y los comentarios, por todas partes, comenzaban a cambiar. Lo mataron porque les traicionaba la verdad que había en sus ojos. Murió joven porque fue sincero, pero Jesús murió sin odiar. Lo condenaron porque se atrevió a pronunciar
  • 59. 59 el sermón de la montaña, y sentó en primer puesto a los pobres y a los humildes. Lo mataron, porque se atrevió a llamar “sepulcros blanqueados” a los ilustres sacerdotes del templo. Murió perdonando porque comprendió hasta el fondo la fragilidad humana. Él sigue sufriendo y sigue mu- riendo en todo Cristo anónimo que es condenado inocente. En un mundo cargado de intereses mezquinos, y donde la competencia es una enfermedad, con su sabiduría divina, puso el puesto principal detrás del último, y la mayor gran- deza la puso en el servicio a los demás. Así terminaba la Hora del Mesías, la Hora de la prueba, la Hora de la Misión, la Hora de la ofrenda al Padre. Y comen- zaba su nueva Hora, la Hora de la glorificación, la Hora de las conversiones, la Hora de la fortaleza de sus discípulos, la Hora del temblor de sus enemigos, pues sabían que algo iba a pasar y todos andaban desconcertados. Quien había sufrido y había muerto era el Dios bueno, lleno de amor, que asumió la naturaleza humana, pero una naturaleza limpia, sin los resabios y pecados de que adolece. Él no se levantó de la tumba para vengarse, para acabar con sus enemigos. Por eso dijo: “Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen”. Resucitó para seguir perdonando, para seguir amando. Y sigue amando tanto que no recuerda los pecados de los hombres. Cuando sus enemigos comprendieron que se habían en- frentado al mismo Dios, respiraron profundo, pues sabían que Jesús no se vengaría. También sus enemigos y sus ver- dugos recibirán perdón y amor, porque es la era de la sal- vación. Toda la fuerza del pecado se ha descargado sobre el Hijo de Dios, la tierra ha sido purificada, la alianza de amor
  • 60. eterno está firmada, y la victoria del bien está inaugurada. Es hora de cantar aleluya, hora de renunciar a toda maldad humana, porque el mal ya no tiene valor, ya es moneda fal- sa. Al abrirse la tumba de Jesús, se despierta el amor inicial del mundo, y se disuelve el pecado de Adán y el pecado de Caín. Y dichosos nosotros, si abandonamos todo resabio de pecado para poder resucitar con Cristo. Alma de Cristo ............... santifícame. Cuerpo de Cristo ............ sálvame. Sangre de Cristo ............. embriágame. Agua del costado de Cristo-lávame. Pasión de Cristo ..............confórtame. Oh mi buen Jesús ............óyeme. Dentro de tus llagas .........escóndeme. No permitas ..................... qe me separe de Ti. Del maligno enemigo ...... defiéndeme. Y a la hora de la muerte ... llámame. Y mándame ir a Ti, para que con tus ángeles y santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén. 60
  • 61. 61 Salmos Los salmos son una escuela de oración y de confianza en Dios. Sirven para la oración, el canto, y la meditación del pueblo de Dios. Los salmos responden a actitudes de ala- banzas, súplicas y arrepentimiento. En mi meditación al pie de la cruz, traigo aquí tres salmos que me ayudan a comprender que Dios es mi herencia, la sed de mi alma y mi seguridad. En Él descansa mi alma. El autor de estos salmos ha dejado una clara huella de santidad y un camino hermoso para encontrarse con Dios. Salmo 16: El Señor es mi herencia. Lo elegí como mi único Señor. Gozaré de su presencia por toda la eternidad. 1-Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio. Yo digo al Señor: no tengo otro Dios fuera de ti. ¡Cuántos son en tu tierra los que corren tras otros dioses! 2-No les ofreceré yo sacrificios, ni sonarán sus nombres en mis labios. 3-El Señor es el lote de mi heredad y mi copa. Me ha tocado un lote hermoso. Me encanta mi heredad. 4-Yo bendigo a mi Dios que me aconseja, mi conciencia me instruye aun de noche. Pongo siempre al Señor ante mi vista, porque a mi lado está, jamás vacilo. 5-Por eso, mi corazón y mi alma se alegran, y mi cuerpo descansa seguro. Pues no me entregarás a la muerte,
  • 62. 62 ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me mostrarás la senda de la vida, el gozo grande que es mirar tu rostro, delicias para siempre a tu derecha. Salmo 63 : Un alma sedienta de Dios. En las mañanas medito en ti, Señor. Te busco para sentir tu presencia. En las tardes me acuerdo de ti, y doy gracias por tus bendiciones. 1-Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo mi alma está sedienta de ti. Mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, sedienta, sin agua. 2-¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. 3-Toda mi vida te bendeciré, y alzaré las manos invocándote. Me saciarás de manjares esquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos. 4-En el lecho me acuerdo de ti, y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio y a la sombra de tus alas canto con júbilo. Mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
  • 63. 63 Salmo 91: Dios es mi seguridad. Lo elegí como mi refugio y mi protección. Junto a Él no sufriré ningún mal. Tú que habitas al amparo del Altísimo, a la sombra del Todopoderoso, dile al Señor: Mi amparo, mi refugio. En ti, mi Dios, yo pongo mi confianza. Él te libra del lazo del cazador que busca destruirte. Te cubre con sus alas y será su plumaje tu refugio. No temerás los miedos de la noche, ni la flecha disparada de día. Ni la peste que avanza en las tinieblas, ni la plaga que avanza en pleno sol. No podrá la desgracia dominarte ni la plaga acercarse a tu morada, pues ha dado a sus ángeles la orden de protegerte en todos tus caminos. En sus manos te habrá de sostener para que no tropiece tu pie en alguna piedra. Andarás sobre víboras y leones, y pisarás cachorros y dragones. Pues a mí se acogió, lo libraré. Lo protegeré, porque conoce mi Nombre. Me llamará y yo le responderé, estaré con él en la desgracia. Lo salvaré y lo enalteceré, lo saciaré de días numerosos, y haré que pueda ver mi salvación.
  • 64.
  • 65. 65 El camino de Jesús Hacia una vida espiritual más comprometida. Dijo Jesús: “Echen la red a la derecha para pescar”. Dijo Juan Pablo II: “Remen mar adentro, para entrar en el tercer milenio con pasión evangelizadora”. Como pueblo de Dios, como Iglesia de Jesucristo, no- sotros disfrutamos de la verdad, y de la fuerza del Espíritu Santo para encontrar esa verdad, cuando se nos oculta o se desfigura. A veces podemos refugiarnos en alguna verdad cómoda, que se acerca más a la mentira que a la verdad. Cuando los apóstoles se pasaron la noche tratando de pescar algo en aguas superficiales, donde los peces comen tranquilos y pueden ser atrapados con facilidad, y no pes- caron nada, Jesús les dio un mandato de gran amigo: “Duc in altum”, remen mar adentro. Jesús los premió llenando sus barcas de peces, pero no era comida lo que Jesús quería darles. Jesús quería darles una gran lección: la orilla es có- moda, pero es peligrosa. La orilla conduce al fracaso, a la desilusión. La orilla está hecha para las almas con mucho miedo, para los peces pequeños, para las gaviotas que sólo quieren picar y comer. Las gaviotas de cielo azul y mar
  • 66. 66 inmenso no son para la orilla. Los peces grandes no nadan en la orilla, nadan mar adentro. Los navegantes del Reino de Dios son hombres y mujeres de alta mar, de aguas pro- fundas, enfrentan el mar borrascoso, donde mueren las se- guridades y las pequeñas verdades, y se vive en continuo riesgo, pero anclados en una gran verdad: La Confianza en Dios. Los navegantes del Reino son personas de almas grandes, que miran hacia la inmensidad, que no se recrean en un puñado de peces para comer. Ellos tienen el apetito de otros manjares de alta mar. La pesca milagrosa exigió dos cosas: la fe en el Señor, y el riesgo de navegar mar adentro. Quien desea crecer al lado de Jesús, recibe su apoyo, pero tiene que comprometerse totalmente. Nuestra Iglesia gusta de las aguas tranquilas, de las aguas superficiales, el territorio de los peces pequeños. Así puede sentirse bien segura y tener todo bastante controlado. No queremos buscarnos problemas, pero el Evangelio siempre causará problemas, pues tiene que proclamar el bien y de- nunciar el mal. A veces, Jesús se conforma con decirnos: ¿Porqué temen, hombres de poca fe? Ustedes son las ver- daderas tormentas que deben sacudir los mares y están lla- mados a marcar el derrotero del mundo. Remen mar aden- tro, dejen la orilla para los que tienen almas pequeñas, para los que buscan pan y peces para comer, y se olvidan del Dios que los ama. El culto que damos a Dios se va volviendo débil, pues en vez de agradar a Dios queremos agradar a la asamblea. La liturgia es un sacrificio, actualización del sacrificio de Cristo y realización del sacrificio de la comunidad. La comunidad se sacrifica en la Eucaristía, pues tiene que presentar su ofrenda de caridad(ofertorio), su ofrenda de
  • 67. 67 perdón (la paz), su ofrenda de amor (la comunión con Cris- to y con los hermanos). Comulgando con los demás, uno muere un poquito a sí mismo. Actualización del sacrificio de Cristo, y realización del sacrificio de la comunidad. Cele- brar la Misa es cambiar el mundo, sacarlo de su egoísmo y llevarlo a compartir. Los cantos, las oraciones y el tiempo del sacrificio queremos oficiarlos de tal forma que la gente se sienta a gusto, olvidando que es Dios quien debe sentirse a gusto. Es a Él que la comunidad ofrece su sacrificio. De este modo podemos caer en el lamento del profeta Isaías cuando dijo: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío”(Marcos 7, 6-7). Una Misa de quinceañera es parte de una fiesta de salón, no tanto, una asamblea en oración. Al- gunos cantos de coros y solistas en las iglesias saben más a concierto popular que a liturgia sacramental. Nuestras iglesias han perdido buena parte del clima de oración. Los sacramentos de iniciación han sido invadidos más por el as- pecto social que por el encuentro con Jesucristo. Y así nos volvemos árboles con muchas hojas, pero sin frutos. La confianza en Dios no es equipaje de hombres de poca fe. Hay diócesis y parroquias que logran acumular bastante dinero para potenciar la evangelización, pero viven con los mismos problemas que los demás. No hay duda de que el apoyo económico sirve, pero Dios no funciona así. El dinero que se recoge en el mundo no es que resuelva los problemas, pues la vida siempre es complicada, ten- ga uno mucho dinero o tenga poco. El dinero que se re- coge expresa “desprendimiento”, “testimonio”. Dijo Jesús: “Vende lo que tienes y dalo a los pobres”. Eso no quiere decir que vamos a resolver los problemas de los pobres. Significa que quien renuncia a algo, resuelve su problema,
  • 68. dejando lo material y buscando lo espiritual. Con caridad no resolvemos el problema de la pobreza. El mismo Jesús dijo: “A los pobres los tendrán siempre con ustedes”. Con la caridad resolvemos nuestro propio problema, pues es- tamos llamados al desprendimiento como camino de san- tidad y encuentro con el Señor. La santidad se encuentra cuando, tanto el pobre como el rico, renuncia a lo material y busca el reino de Dios y su justicia. Ese fue el camino vivido y trazado por Jesús. El dinero lo necesitamos, pero nos conduce, muchas veces, a proyectos de la comodidad de la orilla, proyectos de aguas superficiales, a seguridades con mentalidad de mundo. Tenemos muchos hombres y mujeres de Iglesia que son santos y santas de Dios, que nos dan un testimonio eficaz. Pero sabemos que en nuestra Iglesia no todo es luz. Un poco de gloria efímera y de poder de mundo nos mantienen en la orilla y no nos dejan remar mar adentro. El camino de Jesús es para hombres y mujeres con alma de niño y ena- morados de Dios, aquellos y aquellas que llenan sus vidas de humildad y espíritu de sacrificio, y sus historias se van escribiendo en una ofrenda diaria, hasta llegar a un holo- causto personal. Sabemos que la Iglesia de Jesucristo tiene un apoyo direc- to de lo alto, y ese apoyo es poder: “Jesús les preguntó: y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Pedro le contestó:Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le replicó: Dichoso eres Simón hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado la carne, ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y ahora, yo te digo: Tú eres Pedro (o sea, piedra) y sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia. Los poderes de la muerte jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino 68
  • 69. 69 de los Cielos: lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mateo 16, 15-19). Pero la Iglesia de Jesucristo, junto a ese indiscutible poder divino, tiene un camino trazado por el mismo Jesús, y rea- lizar ese camino es nuestro primer proyecto en esta vida: “Jesús los llamó y les dijo: Ustedes saben que los gober- nantes de las naciones actúan como dictadores, y los que ocupan cargos, abusan de su autoridad. Ustedes no sean así. Al contrario, aquél de ustedes que quiera ser grande, que se haga el servidor de ustedes. Y si alguno de ustedes quiere ser el primero, que se haga el esclavo de todos. Como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido, sino a servir, y dar su vida como rescate de una muchedumbre”. (Mateo 20, 25-28) Es muy fácil saborear bienes materiales, cosechar aplausos de manos débiles, acomodarse en barcas que se balancean en la orilla, pero el Maestro divino quiere un poco más. Jesús pide mucho, porque podemos dar mucho. Reactivar la vida de la Iglesia para una verdadera evangelización, implica un poquito más de sacrificio, colocándonos un poco más cerca de la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Fe, sacrificio y humildad son tres elementos que adornan una verdadera experiencia de Dios. Hay santidad en el mundo, hay santidad en la Iglesia, pero no es todo lo que debería haber. Estos veinte siglos de Evangelio deberían haber im- pactado mucho más en el mundo pagano, y el mundo de- bería estar más lleno del gozo de Dios. Nos hemos quedado un poco cortos. Nuestra Iglesia está anclada en el mundo, y es conducida por hijos e hijas que sabemos gustar del mundo, y el Señor nos llama continuamente a rejuvenecer
  • 70. 70 el rostro de su Iglesia, y a invadir los proyectos pastorales con un testimonio heroico, con un impacto de fe que salve al mundo. En el pueblo de Israel, los profetas eran los guardianes de los tiempos de decadencia espiritual.Actualmente, nues- tra Iglesia se ha quedado casi sin profetas, pues los que se atreven a levantar una voz de alerta en alguna rama de la conducta cristiana, son suavemente conducidos hacia el si- lencio, porque molestan, igual que molestaban los profe- tas en el A.T.; igual que molestó Jesús cuando llamó a los fariseos “raza de víboras”; igual que molestó Juan Bautista cuando le dijo a Herodes que no le era lícito casarse con la mujer de su hermano. Nuestra Iglesia nació al pie de la cruz, en un acto heroico de un Dios hecho hombre, que muere por amigos y enemi- gos, ofreciendo, con los brazos abiertos, la bendición más hermosa que se haya podido imaginar: la salvación. Una Iglesia que se llenó de Dios y se fortaleció con la venida del Espíritu Santo. Una Iglesia, cuyas barcas navegaron en las fuentes de sangre divina de hombres y mujeres que mostraron al mundo los débiles que son los poderes y los valores de esta tierra. Hombres y mujeres, mordidos y de- vorados por las fieras y las espadas romanas, pero con un espíritu más fuerte que todos los emperadores juntos. Una Iglesia que ha sido capaz de generar en el mundo santos y santas de Dios, espíritus grandes, positivos, que han com- prendido a Jesucristo y su poder redentor, que se han hecho débiles y se han llenado de Dios, y han hecho una gran exhibición de lo que es el amor de Dios en el mundo. Esos santos y santas han tenido que recorrer un camino casi solos,
  • 71. 71 porque los proyectos de verdadera santidad se han ido de- bilitando y casi apagándose. Gracias a Dios, nuestra Iglesia posee demasiada gente buena en quien fijarse y a quien imitar, y el Evangelio se va abriendo camino seguro en un gran silencio espiritual y bajo la mirada de Dios. Los errores no nos preocupan, pero hay que estar alerta. Los santos y santas de Dios nos muestran caminos seguros para llegar a Jesús, porque son proyectos que se alimentan en la oración del Huerto de Getsemaní y tienen algo de la energía de la ofrenda del Calvario. Cuando san Francisco de Asís quiso asumir la fuerza del Evangelio y llegar hasta las últimas consecuencias, tuvo que romper con algunos esquemas del ambiente, y nadie lo entendía. También en ese tiempo había Iglesia, Iglesia de Jesucristo, pero las deficiencias seguían creando tropie- zos en la comunidad cristiana. Madre Teresa fue una gran figura para la Iglesia, pero cuando quiso crecer, sobre todo en el campo del testimonio, tuvo que dejar su congregación religiosa. La Iglesia profética es capaz de dar un viraje y buscar el camino correcto, aunque tenga que beber un poco del cáliz del Señor. La Iglesia no es un plan de Dios para cumplir normas, sino para construir santos. Pedro y Pablo, con su martirio, los príncipes y princesas, reyes y reinas que han renunciado a sus grandes bienes por seguir a Jesu- cristo, nos aseguran que la Palabra de Dios no puede estar encadenada, ni ser reducida sólo a las barcas de la orilla. Perdemos un poco la grandeza de nuestra unión con el Se- ñor, y no llegamos a la fe y a la fortaleza de los tres jóvenes, que enfrentaron al mismo Nabucodonosor para hacer ver que Dios está por encima de todo. El Espíritu Santo va suscitando valores, ideas, grupos, para no dejar dormir
  • 72. 72 a la Iglesia, y hacerla que se mantenga en el recto camino, aunque sea peleando, dando a Dios lo que es de Dios y al mundo lo que es del mundo. Pero muchas veces, esos grupos y esas personas caen en la ley del menor esfuerzo, y hasta saborean lo que vale poco. El dinero y los aplausos son un verdadero peligro para los hijos de Dios, y si no estamos atentos, seguiremos siendo frutos menores de una tierra cansada. Como sea, cualquier sombra que posea la Iglesia no debe generar en nosotros ninguna preocupación, ya que las pa- labras de Gamaliel son bien claras: Lo que es de Dios, vive. Lo que no es de Dios, se desvanece y se muere. Además, las dificultades que ha tenido que vencer la Iglesia en su larga historia, son una señal clara de que es asistida por el Espíritu Santo. Como Iglesia, somos una familia donde hay muchos hom- bres y mujeres generosos, sacrificados, humildes, santos. Ellos son los que atraen mi atención día y noche. Su tes- timonio es mi alimento espiritual diario, y bendigo a Dios por esa riqueza espiritual que tenemos. Termino estas palabras sobre la Iglesia con el testimonio de un español, quien después de leer como treinta textos contra la Iglesia, expresó: “No importa lo que suceda, con- sérvense hombres y mujeres de Iglesia. Guarden el espíritu de la Iglesia. Sufran con sus dolores y alégrense con sus gozos. Escuchen a la Iglesia, pero sobre todo, ámenla. La Iglesia necesita ser amada, y enseñen a otros a amarla”.
  • 73. 73 Con Jesús -al caer la tarde- Al final de la jornada, vengo a tu encuentro, Señor. Ver tu rostro y oír tu voz, es mi felicidad. Estar cerca de Ti, me llena de paz y de alegría. Cae la tarde y yo vengo a tu presencia a ofrecerte mi canto y mi oración. Junto al sagrario, yo quiero estar contigo, como una vela que arde por amor. Yo sólo pido no pedirte nada estar aquí junto a tu imagen viva. Oír tu voz, sentirte como amigo y ser la lámpara que tu presencia cuida. Tú eres la luz de mi vida. Tú iluminas mi mente y mi corazón para que se enderecen mis pasos, y algunas cosas me puedan salir bien. Ayúdame a estar conforme con todo aquello que no ha podido salir como yo quisiera. Cada día tiene sus victorias y sus derrotas. Pero todo cae dentro de tu divina voluntad. Tú siempre me acompañas y tratas de arreglar aquello que no me ha salido bien. Estoy aquí en tu presencia con un poco de miedo, pues a lo mejor no he sido fiel a tu santa voluntad. Cada día te busco, porque no puedo vivir sin tu com- pañía. Fortalece mi ofrenda hacia Ti, alimenta mi fe y despierta mi esperanza. Soy propiedad tuya y eso me hace feliz. Cada día aguardo tu bendición y tu perdón.
  • 74. Y, aunque mi mal me hace tropezar, Tú me acoges con amor infinito y siempre me siento seguro ante el peso del destino eterno. Tú presencia me trae aliento y sosiego, y en las tardes de oración, parece que una suave brisa azota mi alma como una noche serena, bañada por la luz de la luna. Cada mañana me despierta tu rayo de sol, y las gotas de rocío me hablan de tu gran bondad que se esparce por todo el universo. No te alejes, mi Jesús. Te necesito al andar por la dolorosa senda de esta tierra doliente, que luce cada día más cansada. Recoge, uno a uno los latidos de mi corazón, no quiero que nada se pierda, pues todo cuanto vibra en mí, quiero que sea para ti. Durante toda la noche cuento con la claridad de tu presencia. El sueño no es sólo para descansar, sino para multiplicar las formas de vivir para ti. Vivir o morir, me es igual. Muerto o vivo, siempre te pertenezco. Échame tu bendición. Reafirmo mi unidad contigo, y es- pero volver con frecuencia ante ti, para rezar y meditar al caer la tarde. El día termina, el sol se va, pero mi amor por ti nunca se va. Gracias por escucharme y por despertar en mí el deseo del cielo, ese cielo donde Tú habitas, y donde me esperas para estar contigo por toda la eternidad. Amén. 74
  • 75. Buscando la luz Vamos hacia la luz, y la luz eres Tú, Señor. El que va hacia Ti,Señor,va hacia la luz.El que va hacia Ti, está en el camino correcto. Quien va iluminado por otra luz, va hacia las tinieblas. Quien no camina contigo, va hacia el precipicio. Veo fuego en las montañas. Los ríos viajan ardiendo. El amor se está muriendo, los corazones se apagan. El polvo del camino se hace denso y no podemos respirar. Tú eres compasivo, mi Dios, pero la cruz que carga el Cristo actual se hace muy pesada por el pecado del mundo y la marcha es lenta. La humanidad vive un preanuncio de horas apoca- lípticas. Tú debes aumentar tu misericordia y tu perdón, aunque el hombre no dé señales de abrir su corazón para purificarse y llenarse de vida nueva. Un apetito materialista absorbe todos los rincones de este cansado planeta, y ame- naza con lanzarnos a las desoladas playas de Sodoma y de Gomorra. Necesitamos profetas que nos sacudan, y un po- quito de luz que nos acerque a la hora de Dios. Abre tu cielo y tu tierra, y que tu voz se escuche por todos los rincones del universo pidiendo al hombre que te acompañe en la construcción de un mundo nuevo. El heroísmo de la Redención se ha ido desvaneciendo a través del tiempo, y esa redención que cayó sobre buenos y malos, se va quedando sin respuesta. Tú esperas en el hombre y el hombre espera en Ti, pero la luz del camino disminuye su 75
  • 76. brillo por la niebla del sabor del mundo y de las metas pequeñas. El velo que cubre tu presencia se ha vuelto más grueso, y tu figura se nos pierde y caminamos a tientas, volviéndonos cada vez más débiles. El gran amor de Cristo calentó la tierra y le devolvió la esperanza, pero la esperanza se ha convertido en ilusión virtual, pues el hombre está entretenido en una esperanza finita que esté al alcance de sus manos. Las victorias que se obtienen producen un poco de alegría, pero llevan germen de derrota, y el hombre saborea los frutos amargos de sus manos pequeñas. La siembra es poca, la cosecha es poca, y las lágrimas no pueden terminar en arco iris de alegría. No te retires al campamento de tu larga espera, pues el hombre no podrá encontrarte si tú no te muestras. El infinito se disuelve en una fe sin horizonte, y el hombre construye su cielo en la tierra, donde piensa que ya ha matado a Dios, sin embargo lo que ha hecho es comenzar la destrucción de su propio reino y de su propia vida. No te está matando a ti, Señor, se está matando a sí mismo. La guerra interior que llevamos dentro se nos vuelve un mortal letargo, y masticamos tantos momentos de muerte, que perdemos el sabor de las cosas grandes. En muchos de tus hijos se ha perdido la capacidad de ver nacer una flor, y la brisa caliente debilita su ilusión y su entusiasmo. Su comida, su bebida y sus diversiones constituyen las pocas islas de su diminuto archipiélago, y aunque recorran todos los rincones del mundo, siempre se encuentran acorralados por lo poco que esperan con su vida pequeña. Águilas heri- das que no pueden levantar el vuelo, y ni siquiera tienen 76
  • 77. la ilusión de patalear y soñar con alas nuevas. Han construi- do el gran castillo de su propia ruina y Dios se le desvanece en la distancia. No dejes, Señor, que se pierda tu obra maes- tra, pues somos tus hijos, y como tal, todos merecemos es- tar contigo, contemplar tu rostro, y vivir tu eternidad feliz. El mundo no es malo, sólo le falta luz para decidir lo que es correcto y permanecer en lo correcto. Esparce por toda la tierra un poco de polvo mágico de tu sabiduría, para que nos llegue tu luz, y podamos seguir andando, librándonos de esta larga noche que nos hace tropezar. De dentro o de fuera, alguna luz llegará hasta nosotros para hacernos comprender que Tú sigues ahí, llamando a nuestras puertas, hasta que se rompan las cadenas que nos atan a este mundo, y que nos obligan a conformarnos con una migaja de pan que es lo único que esta vida nos ofrece. Tenemos que buscarte dentro de nosotros con verdadera pasión espiritual, con un amor loco al estilo de san Pablo y los primeros cristianos, y especialmente al estilo de todos esos hombres y mujeres que tocaron el cielo antes de pasar por el frío de la muerte, y con pies de pecadores dejaron huellas de santos, huellas que nos permiten encontrarte a Ti, Dios de amor, a pesar de haber perdido los ojos que pueden mirar al infinito. Aguardamos la luz, y en la luz te encontra- remos a Ti, con más brillo y más alegría que antes. 77
  • 78. Brevedad de la vida 1. Tanto luchar y luchar con tantos pasos inciertos. Tanto cantar y cantar, y al final sólo hay silencio. 2. Visiten los cementerios y encontrarán muchos huesos. Huesos que mucho lucharon y hoy su lucha es el silencio. 3. Tantos hombres y mujeres que son los dueños del mundo, y en poco tiempo los vemos que ya caminan sin rumbo. 4. El mundo te ofrece glorias y te mantiene engañado. Y cuando ya no eres nadie vives solo y olvidado. 5. El mundo con su gran sueño de todo saca ventaja. Y se parece al relámpago, que brilla y luego se apaga. 6. Todo se acaba y se muere y el tiempo todo se lleva. ¿Para qué agonizar tanto, si al final todo se queda? 7. Es un vivir que se acaba sin poderlo comprender, entre sombras de la noche y encantos de amanecer. 8. Todo el que ofrece su vida como lo hizo Jesús, vive una historia feliz porque camina en la luz. 78
  • 79. 79 1. Quiero la paz de los niños, de los que nada ambicionan. Quiero cantar con las aves y llorar con los que lloran. 2. No temo ser poca cosa, rechazado y olvidado, pues me basta con Jesús de quien vivo enamorado. 3. Me he gastado por su amor y me seguiré gastando. Yo no le doy nada mío, le doy lo que Él me ha dado. 4. ¡Oh Jesús, de mi aventura, en esa cruz tan clavado! Mi aventura no termina, pues siempre te estaré amando. 5. Andante de grandes mares que se queman bajo el sol, hoy me paso largas horas meditando en un sillón. 6. Recorrí largos caminos proclamando la verdad. El Evangelio en las manos y un corazón sin maldad. Atardecer 7. Ya mis pies están cansados y mi voz se está apagando. Es la puerta de la vida que mi Dios la está cerrando. 8. Grítenle a este mundo bello que yo me estoy despidiendo. Con la sonrisa en el alma, me voy con mi Dios al cielo. 9. El silencio de mi caja y las velas encendidas, completan con dulce calma la ofrenda de mi vida. 10. Con los ángeles volando y la mirada de Dios, vuelvo al Padre como un hijo que de su amor disfrutó. 11. Allá los espero a todos para un abrazo infinito. Sepan que sigo feliz en mi aventura con Cristo. Amén
  • 80. Acción de gracias Gracias, Señor, por la vida. Gracias, Señor, por la paz. Gracias, Señor, porque nos diste un corazón grande para amar y un alma sencilla para llenar de estrellas la pequeña noche de la vida. Gracias, Señor, porque cada avecilla que canta, cada flor que se abre y cada niño que ríe, es un signo vivo de tu pre- sencia entre nosotros. Gracias, Señor, por tu cruz que nos purifica para santificar- nos más. Gracias, Señor, por la madre buena que nos diste, por su termura y su fe. Ella camina delante, como fuerte testimo- nio del pueblo cristiano. Gracias por el envío del Espíritu Santo para comunicarnos tu vida divina. Gracias por el Pan Eucarístico que nos ali- menta hasta la vida eterna. 80
  • 81. Orugas en busca de alas Todo nuestro vivir es un canto a lo positivo, y todo aconte- cer humano es considerado como algo que fortalece nuestros pasos en la vida. Pero no se oculta a nuestra mente la gran batalla de la humanidad, las sombras que hacen tropezar en el camino, y la cizaña del pecado que malogra muchas es- pigas de grano bueno. Hay mucha gente feliz, pero todavía hay muchas orugas que se debaten por ser mariposas. La vida es un viaje fascinante, pero nuestro continuo bus- car, es más que lo que poseemos o disfrutamos. Todo se desvanece en las manos y todo pasa tan rápido, que ape- nas da tiempo a convertir en historia lo que hemos vivido. Un torbellino de metas e ilusiones nos invade de noche y de día, y nos debatimos rompiendo fronteras, y golpeando acantilados, como rabiosas olas que luchan por ir siempre más allá. Nuestras manos se llenan de cosas, juguetes y más juguetes, que nos entretienen y nos cansan, porque no esta- mos hechos para las cosas. El tiempo nos pasa por encima como un fuego que todo lo devora. Nos amargamos en la gran competencia de tener más y de aparecer más, y lo que somos o tenemos, en el fondo, a nadie le interesa. Todo se muere, todo se desvanece, y lo único que quedan son nuestras ilusiones y nuestras angustias que fácilmente se vuelven una pesadilla que no nos conduce a nada. En el fondo, no somos más que orugas en busca de alas, que siempre nos quedamos orugas, porque siempre esta- mos soñando y buscando nuevas alas. Las cosas senci- llas y pequeñas nos darían un verdadero sabor de la vida, 81