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TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
1
INSTITUTO DE EDUACION SUPERIOR
TECNOLOGICO PÚBLICO
DOCENE:
Lic. Nicolás Antonio HUARI GARAY
ALUMNO:
DAVILA ZAMORA Gerson Schwarzenegger
SEMESTRE:
QUINTO SEMESTRE
SICAYA – HUANCAYO
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
2
Este presente trabajo esta dedicado a mi
licenciado y a mis compañeros de la clase de
computación e informática
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
3
Nuestro más sincero agradecimiento a nuestros padres por
su apoyo y sacrificio por ayudarnos aportar para nuestro
trabajo.
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
4
RESUMEN
La inteligencia emocional, poco a poco va creando mayor conciencia en la
sociedad acerca de la importancia que debemos de tener sobre las
emociones, y el impacto que estos causan en nuestra manera de vivir y
comportarnos, convirtiéndose en una herramienta interna fundamental para
vivir de una mejor manera.
A pesar de este interés popular (o quizá debido a ello), la inteligencia
emocional ha recibido considerables críticas. En parte, la controversia se
explica por la diferencia sustancial entre la definición popular y la científica
de inteligencia emocional. Además, no ha sido fácil la medición de la
inteligencia emocional. Ahora, podemos observar como ha comenzado a ser
un aspecto indispensable y fundamental en la formación de los niños, en la
educación escolar, para la contratación y los planes de formación en las
empresas, hasta el servicio de “coaching” profesional para los líderes de las
organizaciones.
La inteligencia emocional, poco a poco va creando mayor conciencia en la
sociedad acerca de la importancia que debemos de tener sobre las
emociones, y el impacto que estos causan en nuestra manera de vivir y
comportarnos, convirtiéndose en una herramienta interna fundamental para
vivir de una mejor manera.
El trabajo realizado en este campo ha generado un modelo de la inteligencia
emocional de cuatro factores que sirve de guía para la investigación empírica.
En este artículo explicaremos formas de evaluar la inteligencia emocional
utilizando pruebas basadas en capacidades y algunos de los hallazgos que
han resultado de la aplicación de este método.
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
5
INDICE
DEDICATORIA ii
AGRADECIMIENTO iii
RESUMEN iv
INDICE v
INTRODUCCION vi
CAPITULO I
INTELIGENCIA EMOCIONAL 7
1.- Definición 7
1.1ANTES DE LA “INTELIGENCIA EMOCIONAL” 7
1.2Emoción y pensamiento 8
1.3Las 4 técnicas para el uso inteligente de las emociones 9
1.3.1 Identificar las Emociones en uno mismo y/o en los demás 9
1.3.2 Utilizar las Emociones 9
1.3.3 Comprender las Emociones 9
1.3.4 Manejar las Emociones………………….…………………………………………..……… 9
1.4 Inteligencia emocional: la prioridad perdida 10
1.5 El Desarrollo del Cerebro 12
CAPITULO II
2. INTELIGENCIA RACIONAL 14
2.1 Noción clásica de inteligencia 14
CAPITULO III
3.1 Inteligencia emocional VS inteligencia racional 16
3.2 Factores específicos 17
CONCLUSION 25
SUGERENCIAS 26
BIBLIOGRAFIA 27
ANEXOS 28
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
6
INTRODUCCION
Las normas que gobiernan el mundo laboral están cambiando. En la
actualidad no sólo se nos juzga por lo más o menos inteligentes que podamos
ser ni por nuestra formación o experiencia, sino también por el modo en que
nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. Se trata de un criterio
que se aplica cada vez con mayor frecuencia y que acabará determinando
quién será contratado y quién no, quién será despedido y quién conservará su
trabajo, quién será relegado al mismo puesto durante años y, por último, quién
terminará siendo ascendido.
Estas nuevas normas pueden ayudarnos a predecir quién va a fracasar y
quién, por el contrario, llegará a convertirse en un trabajador '"estrella". Y poco
importa, en este sentido, cuál sea el campo laboral en el que nos movamos
porque estas normas determinan también nuestro potencial para acceder a
otros posibles trabajos futuros.
Pero el hecho es que estas normas tienen muy poco que ver con lo que, en
la escuela, nos dijeron que era importante porque, desde esta nueva
perspectiva, las habilidades académicas son prácticamente irrelevantes.[Este
nuevo criterio parte de la base de que ya disponemos de suficiente capacidad
Intelectual y destreza técnica para llevar a cabo nuestro trabajo y, por el
Contrario, centra su atención en cualidades personales como la iniciativa, la
Empatía, la adaptabilidad o la capacidad de persuasión.
Y ésta no parece ser una moda pasajera ni la nueva panacea de los
ejecutivos del momento porque los datos que confirman esta tendencia se
basan en investigaciones realizadas sobre decenas de miles de trabajadores de
todo tipo, investigaciones que evidencian, con suma precisión, los rasgos que
caracterizan a los trabajadores "estrella" y también ponen de manifiesto las
cualidades humanas que más contribuyen a la excelencia en el mundo laboral,
especialmente en el campo de la gestión empresarial.
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
7
CAPITULO I
INTELIGENCIA EMOCIONAL
1.- Definición:
La inteligencia emocional, poco a poco va creando mayor conciencia en la sociedad acerca
de la importancia que debemos de tener sobre las emociones, y el impacto que estos
causan en nuestra manera de vivir y comportarnos, convirtiéndose en una herramienta
interna fundamental para vivir de una mejor manera.
A pesar de este interés popular (o quizá debido a ello), la inteligencia emocional ha
recibido considerables críticas. En parte, la controversia se explica por la diferencia
sustancial entre la definición popular y la científica de inteligencia emocional. Además, no
ha sido fácil la medición de la inteligencia emocional.
Ahora, podemos observar como ha comenzado a ser un aspecto indispensable y
fundamental en la formación de los niños, en la educación escolar, para la contratación y
los planes de formación en las empresas, hasta el servicio de “coaching” profesional para
los líderes de las organizaciones.
La inteligencia emocional, poco a poco va creando mayor conciencia en la sociedad acerca
de la importancia que debemos de tener sobre las emociones, y el impacto que estos
causan en nuestra manera de vivir y comportarnos, convirtiéndose en una herramienta
interna fundamental para vivir de una mejor manera.
El trabajo realizado en este campo ha generado un modelo de la inteligencia emocional de
cuatro factores que sirve de guía para la investigación empírica. En este artículo
explicaremos formas de evaluar la inteligencia emocional utilizando pruebas basadas en
capacidades y algunos de los hallazgos que han resultado de la aplicación de este método.
1.1 ANTES DE LA “INTELIGENCIA EMOCIONAL”
Los filósofos han venido debatiendo sobre la relación entre las emociones y el
pensamiento desde hace al menos un par de milenios. Los estoicos de la antigua Grecia y
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
8
Roma creían que las emociones eran demasiado impulsivas e impredecibles para aportar
alguna utilidad al pensamiento. Las emociones se asociaban también a las mujeres y por
tanto, según su punto de vista, representaban la debilidad, los aspectos más bajos de la
humanidad. El estereotipo de las mujeres como el sexo más “emocional” aún pervive.
Pese a que varios movimientos románticos pusieron sobre un pedestal a las emociones
durante siglos, la visión estoica de éstas, que las asimilaba, en mayor o menor grado, a lo
irracional, persistió hasta bien entrado el siglo XX.
Pero muchos conceptos se renovaron con el rápido desarrollo de la psicología moderna
durante el siglo XX.
Sentando las bases de una nueva aproximación a las emociones y el pensamiento, los
psicólogos articularon definiciones más amplias de la inteligencia y nuevos enfoques de la
relación entre los sentimientos y el pensamiento. Ya en la década de los treinta, Robert
Thorndike mencionó la posibilidad de que las personas pudieran tener una “inteligencia
social”, determinada potencialidad para percibir el propio estado interno y el de
los demás, motivaciones y conductas, y actuar de forma consecuente. En 1934 David
Wechsler, cuyo nombre va asociado a dos conocidos tests de inteligencia, escribió sobre
los aspectos “no intelectuales” de una persona que contribuyen a la inteligencia global.
En 1983 Howard Gardner, de la Universidad de Harvard, saltó a la fama al esbozar siete
formas distintas de inteligencia en su libro Frames of Mind. Gardner propuso una
“inteligencia intrapersonal”, muy similar al concepto actual de inteligencia emocional. “El
punto central”, escribió, “consiste en acceder a los propios sentimientos, al propio
abanico de afectos o emociones; la capacidad de efectuar discriminaciones instantáneas
entre estos sentimientos, y, finalmente, clasificarlos, estructurarlos en códigos simbólicos,
utilizarlos como una herramienta para entender y guiar la conducta”.
¿Significa entonces que la “inteligencia emocional” no es más que una nueva
denominación de la
Inteligencia.
1.2 EMOCIÓN Y PENSAMIENTO
Los nuevos conocimientos sobre la relación entre el pensamiento y la emoción han
auspiciado el nacimiento del estudio identificaron de la inteligencia emocional.
Usando una simple tarea de toma de decisiones, Antonio R. Damasio y sus colegas, de la
Universidad de Iowa, han portado pruebas convincentes de la inseparabilidad esencial de
la emoción y el razonamiento.
Al tomar una decisión, podemos centrarnos en los pros y los contras de las opciones
disponibles. Sin embargo, Damasio ha mostrado que, en relación a los sentimientos, las
decisiones que tomamos pueden no ser las que más nos convienen. Los Dres. Peter
Salovey, J. Mayer y D. Caruso, son los investigadores pioneros quienes acuñaron el
concepto de inteligencia emocional, ellos consideran la inteligencia emocional como una
verdadera inteligencia y la describen como una habilidad que podemos desarrollar a
cualquier edad.
La expresión “inteligencia emocional” se utilizó por primera vez quizás en 1986, en una
disertación inédita. Salovey, junto con John Mayer, de la Universidad de New Hampshire,
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
9
la introdujeron en el campo de la psicología en 1990. Definieron a inteligencia emocional
como “la apacidad de percibir los sentimientos propios y los de los demás, distinguir entre
ellos y servirse de esa información para guiar el pensamiento y la conducta de uno
mismo”. Según Santiago Delgado C. la inteligencia emocional es una habilidad para usar
las emociones, para que estas nos ayuden a resolver los problemas que se nos presentan
en la vida diaria de una mejor manera.
Salovey y Mayer proponen un método inteligente de manejar las emociones que incluye 4
técnicas distintas. Cada una de estas técnicas puede ser usada independientemente, pero
al mismo tiempo cada una de ellas se construye sobre la base de las otras.
1.3 Las 4 técnicas para el uso inteligente de las emociones son:
1.3.1 Identificar las Emociones en uno mismo y/o en los demás. Las emociones
contienen datos, son señales que muestran los acontecimientos más importantes que suceden en
nuestro mundo, tanto en el mundo interior, así como en el mundo social. Con ésta primera
técnica, nos invitan a identificar con total precisión las emociones que nos suceden a cada
momento, para ser capaces de expresarlas ante los demás y alcanzar la capacidad de
comunicarnos.
1.3.2 Utilizar las Emociones. Tener el estado de ánimo adecuado para facilitar algún
tipo de pensamiento. Una de las características mas sobresalientes que mencionan en su
modelo, es que el modo como estamos sintiendo influye directamente en la manera de
pensar y en la naturaleza de los propios pensamientos que estamos teniendo. Además, las
emociones dirigen nuestra atención hacia los acontecimientos mas importantes; para
emprender una acción. Por último, el uso adecuado de las emociones, nos ayudan a guiar
nuestro proceso de pensamiento para resolver los problemas que se nos presentan.
1.3.3 Comprender las Emociones. Las emociones no son acontecimientos aleatorios,
sino que tienen una serie de causas subyacentes. Las emociones cambian siguiendo una
serie de reglas y, por lo tanto, pueden llegar a comprenderse. El conocimiento de las
emociones se refleja en nuestro vocabulario emocional y en nuestra capacidad para
realizar análisis de emociones futuras.
1.3.4 Manejar las Emociones. Dado que las emociones contienen información e
influyen en el pensamiento, necesitamos incorporarlas de forma inteligente a nuestro
razonamiento, a nuestra forma de solucionar los problemas, a nuestros juicios y a nuestra
conducta. La invitación es mostrarnos abiertos a las emociones, sean o no bienvenidas,
para poder elegir diferentes estrategias que aprovechen la sabiduría que nos
proporcionan nuestros sentimientos.
Estas 4 técnicas ayudan a promover nuestro crecimiento emocional e intelectual. Un
aspecto muy importante por comprender acerca de la inteligencia emocional, es que no
es algo opuesto a la inteligencia racional, no es darle mas peso al aspecto emocional sobre
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
10
el racional, la inteligencia emocional es el punto intermedio entre las dos, es la capacidad
de combinar la emoción con la razón, es la capacidad de combinar la pasión con la lógica.
Interesados en avanzar en el campo de las emociones, Salovey y Mayer desarrollaron una
teoría que organizara los numerosos esfuerzos en la búsqueda de diferencias individuales
en los procesos relacionados con las emociones. Propusieron un modelo de inteligencia
emocional que resalta cuatro dominios de aptitudes relacionadas:
a) La capacidad para percibir las emociones de forma precisa: incluye las capacidades
involucradas en la identificación de las emociones en las caras, las voces, las fotografías, la
música y otros estímulos
b) La capacidad para encauzar las emociones de suerte que faciliten el pensamiento y el
razonamiento; remite a la capacidad de aprovechar la información emocional para facilitar
otros procesos cognitivos.
c) La capacidad para comprender las emociones, especialmente el lenguaje de las
emociones; que designa la capacidad para comprender la información sobre la relación
entre las emociones, las transiciones de una emoción a otra y sirve también para ponerle
un nombre a las emociones.
d) La capacidad para controlar las propias emociones y las de los demás: constituye quizás
el carácter asociado con mayor frecuencia a la definición de inteligencia emocional. La
inteligencia emocional es mucho más que la pura capacidad de regular con eficacia el mal
humor. Puede también desempeñar un papel importante en el mantenimiento de las
emociones negativas cuando sea necesario.
De acuerdo con ese modelo de inteligencia emocional constituido por cuatro
componentes, los individuos difieren en las capacidades mencionadas, diferencias que
repercuten en el hogar, en la escuela y el trabajo, así como en las relaciones sociales.
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
11
1.4 Inteligencia emocional: la prioridad perdida
Cada vez es mayor el número de empresas cuya filosofía reconoce la importancia del
desarrollo de las habilidades relacionadas con la inteligencia emocional. Según explicaba
un directivo de Telia, la empresa sueca de telecomunicaciones: «ya no se trata de
competir en tomo a un determinado producto sino que también debemos tener en cuenta
el modo en que tratamos a las personas» y, por su parte. Linda Keaan, vicepresidente» de
desarrollo ejecutivo de Citibank, me comentaba que «la inteligencia emocional se ha
convertido en la premisa fundamental de cualquier programa de formación en gestión
empresarial». En muchas ocasiones he escuchado frases semejantes a las siguientes:
• El presidente de una empresa ligada a la industria aeroespacial que da trabajo a un
centenar de personas me contó que Allied Signal, una de las principales compañías aéreas
a las que provee de suministros, exigía que tanto él como sus empleados estuvieran
adiestrados en el hoy en día omnipresente abordaje de los "círculos de calidad". «Querían
que funcionáramos mejor como equipo, lo cual resulta, por cierto, muy loable —me
decía— pero no tardamos
en descubrir que era algo sumamente complicado porque ¿cómo puede usted
formar un equipo si antes no ha constituido un grupo? Y el hecho es que, para
poder crear este vínculo grupal, necesitábamos desarrollar previamente nuestra
inteligencia emocional.»
• «Hemos sido muy eficaces —me explicaba un directivo de Siemens AG—
en aspectos tales como el aumento de la productividad gracias a la
remodelación y agilización del proceso de fabricación. Pero, aun cuando
hayamos cosechado un cierto éxito, nuestra curva de desarrollo sigue bajando.
Necesitamos aprovechar mejor las capacidades de nuestro personal —
maximizar nuestro potencial humano— para lograr invertir esta tendencia. Es
por esto por lo que no cejamos en nuestro empeño de tratar de fomentar la
inteligencia emocional de nuestra empresa.»
• Y un antiguo jefe de proyectos de la Ford Motor Company relataba cómo utilizó los
métodos de "formación empresarial" desarrollados en la Sloan School of Management del
MIT [Massachusetts Institute of Technology] para rediseñar el Lincoln Continental. Según
afirmaba este ejecutivo, el aprendizaje de la inteligencia emocional había sido para él una
suerte de revelación: «éstas son precisamente las aptitudes que debemos fomentar si
queremos consolidar una estructura de aprendizaje realmente eficaz».
Una encuesta realizada en 1997 por la American Society for Training and Development
sobre las prácticas más usuales de las principales empresas demostró que cuatro de las
cinco empresas consultadas no sólo tratan de alentar el aprendizaje y el desarrollo de la
inteligencia emocional entre sus empleados sino que también la tienen en cuenta a la
hora de evaluar el rendimiento de éstos y en su política de contratación.
Tal vez el lector se pregunte, a esta altura, por el sentido del presente libro. Y habría que
contestar, a este respecto, que la mayor parte de los esfuerzos invertidos por casi todas
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
12
las empresas que tratan de promover la inteligencia emocional no sólo han sido
insuficientes sino que también han representado un coste muy elevado en términos de
tiempo, energía y dinero. Por ejemplo, el estudio más sistemático realizado sobre la
rentabilidad de la inversión realizada en el aprendizaje del liderazgo demostró (como
veremos en la cuarta parte) que un conocido seminario de una semana de duración para
ejecutivos de alto nivel tenía en realidad un efecto levemente negativo en el posterior
desempeño laboral de los participantes.
El mundo empresarial está comenzando a despertar a la evidencia de que hasta los
programas de formación más caros pueden funcionar mal, como ocurre con más
frecuencia de la deseada. Y esta insuficiencia resulta patente en un momento en que la
inteligencia emocional, tanto a nivel individual como colectivo, se revela como el
ingrediente fundamental de la competitividad.
1.5 EL DESARROLLO DEL CEREBRO
Para comprender mejor el gran poder de las emociones sobre la mente pensante —y la
causa del frecuente conflicto existente entre los sentimientos y la razón— consideraremos
ahora la forma en que ha evolucionado el cerebro. El cerebro del ser humano, ese kilo y
pico de células y jugos neurales, tiene un tamaño unas tres veces superior al de nuestros
primos evolutivos, los primates no humanos. A lo largo de millones de años de evolución,
el cerebro ha ido creciendo desde abajo hacia arriba, por así decirlo, y los centros
superiores constituyen derivaciones de los centros inferiores más antiguos (un desarrollo
evolutivo que se repite, por cierto, en el cerebro de cada embrión humano).
La región más primitiva del cerebro, una región que compartimos con todas aquellas
especies que sólo disponen de un rudimentario sistema nervioso, es el tallo encefálico,
que se halla en la parte superior de la médula espinal. Este cerebro rudimentario regula
las funciones vitales básicas, como la respiración, el metabolismo de los otros órganos
corporales y las reacciones y movimientos automáticos. Mal podríamos decir que este
cerebro primitivo piense o aprenda porque se trata simplemente de un conjunto de
reguladores programados para mantener el funcionamiento del cuerpo y asegurar la
supervivencia del individuo. Éste es el cerebro propio de la Edad de los Reptiles, una época
en la que el siseo de una serpiente era la señal que advertía la inminencia de un ataque.
De este cerebro primitivo —el tallo encefálico— emergieron los centros emocionales que,
millones de años más tarde, dieron lugar al cerebro pensante —o «neocórtex»— ese gran
bulbo de tejidos replegados sobre sí que configuran el estrato superior del sistema
nervioso. El hecho de que el cerebro emocional sea muy anterior al racional y que éste sea
una derivación de aquél, revela con claridad las auténticas relaciones existentes entre el
pensamiento y el sentimiento.
La raíz más primitiva de nuestra vida emocional radica en el sentido del olfato o, más
precisamente, en el lóbulo olfatorio, ese conglomerado celular que se ocupa de registrar y
analizar los olores. En aquellos tiempos remotos el olfato fue un órgano sensorial clave
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
13
para la supervivencia, porque cada entidad viva, ya sea alimento, veneno, pareja sexual,
predador o presa, posee una identificación molecular característica que puede ser
transportada por el viento.
A partir del lóbulo olfatorio comenzaron a desarrollarse los centros más antiguos de la
vida emocional, que luego fueron evolucionando hasta terminar recubriendo por
completo la parte superior del tallo encefálico. En esos estadios rudimentarios, el centro
olfatorio estaba compuesto de unos pocos estratos neuronales especializados en analizar
los olores. Un estrato celular se encargaba de registrar el olor y de clasificarlo en unas
pocas categorías relevantes (comestible, tóxico, sexualmente disponible, enemigo o
alimento) y un segundo estrato enviaba respuestas reflejas a través del sistema nervioso
ordenando al cuerpo las acciones que debía llevar a cabo (comer, vomitar, aproximarse,
escapar o cazar). Con la aparición de los primeros mamíferos emergieron también nuevos
estratos fundamentales en el cerebro emocional. Estos estratos rodearon al tallo
encefálico a modo de una rosquilla en cuyo hueco se aloja el tallo encefálico. A esta parte
del cerebro que envuelve y rodea al tallo encefálico se le denominó sistema «límbico», un
término derivado del latín limbus, que significa «anillo». Este nuevo territorio neural
agregó las emociones propiamente dichas al repertorio de respuestas del cerebro.”
Cuando estamos atrapados por el deseo o la rabia, cuando el amor nos enloquece o el
miedo nos hace retroceder, nos hallamos, en realidad, bajo la influencia del sistema
límbico.
La evolución del sistema límbico puso a punto dos poderosas herramientas: el aprendizaje
y la memoria, dos avances realmente revolucionarios que permitieron ir más allá de las
reacciones automáticas predeterminadas y afinar las respuestas para adaptarlas a las
cambiantes exigencias del medio, favoreciendo así una toma de decisiones mucho más
inteligente para la supervivencia. Por ejemplo, si un determinado alimento conducía a la
enfermedad, la próxima vez seria posible evitarlo. Decisiones como la de saber qué ingerir
y qué expulsar de la boca seguían todavía determinadas por el olor y las conexiones
existentes entre el bulbo olfatorio y el sistema límbico, pero ahora se enfrentaban a la
tarea de diferenciar y reconocer los olores, comparar el olor presente con los olores
pasados y discriminar lo bueno de lo malo, una tarea llevada a cabo por el «rinencéfalo»
—que literalmente significa «el cerebro nasal»— una parte del circuito limbico que
constituye la base rudimentaria del neocórtex, el cerebro pensante.
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
14
CAPITULO II
2. INTELIGENCIA RACIONAL
2.1 Noción clásica de inteligencia:
Pensamiento analítico y racional a noción de inteligencia ha resultado tan interesante
y útil como polémica desde el momento mismo en que el francés Alfred Binet
desarrollara, hace casi un siglo, el primer test objetivo para identificar a los niños que
probablemente tendrían serias dificultades en las clases regulares del sistema educativo
galo y, por tanto, requerirían algún apoyo adicional en su escolarización. Posteriormente,
a partir del concepto de edad mental (edad cronológica ‘característica’ de un determinado
nivel de rendimiento), el psicólogo alemán William Stern pasó a formular el famoso
cociente intelectual (CI: índice resultante de dividir la edad mental por la cronológica,
multiplicado por 100) como estimación cuantitativa de inteligencia. Y aunque los
tests actuales ya no calculan el CI de este modo, sí ponderan la capacidad mental de cada
persona, comparando su rendimiento con el promedio característico
de la gente de su edad (preparado para que, en una curva de distribución normal con una
desviación típica de 15, sea 100) en la prueba de que se trate. En cualquier caso, la noción
de inteligencia se refiere a la aptitud de las personas para desarrollar pensamiento
abstracto y razonar, comprender ideas complejas, resolver problemas y superar
obstáculos, aprender de la experiencia y adaptarse al ambiente. Se trata, pues, de una
concepción basada en la competencia humana para desarrollar pensamientos analítico-
racionales. Si hay algo innegable en este tema, es que, de hecho,
las personas difieren notablemente en cuanto a su capacidad intelectual. No obstante, la
controversia en torno a un concepto tan complejo comenzó
pronto y por varios frentes. Entre las cuestiones más debatidas están las que se refieren al
origen de esas diferencias, ¿en qué medida son innatas y adquiridas?; al número, variedad
y cohesión de la/s inteligencia/s, ¿se trata de una capacidad general o de varios factores
específicos?; y, si hay más de uno, ¿qué grado de correlación guardan entre ellos?; a su
estabilidad, ¿la inteligencia cambia o permanece estable a lo largo de la vida?;
a su incidencia cotidiana, ¿en qué medida predice el éxito académico, profesional y, en
general, en la vida?; a la saturación cultural de los tests, ¿reflejan
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
15
una aptitud cognitiva básica y abstracta o contenidos adquiridos en la escolarización?; a
las diferencias entre sexos, ¿puntúan más las mujeres o los hombres?; a la naturaleza de
los procesos psicológicos que subyacen al comportamiento inteligente, ¿es cuestión de
velocidad de procesamiento de la información?, ¿responde solamente a una
dimensión intelectual y racional o depende también de otras vertientes psicológicas,
como la afectiva?... Casi un siglo de investigación ha producido un cuerpo impresionante
de datos. Actualmente se conocen muchas cosas sobre la inteligencia. Sin embargo,
todavía siguen sin respuesta un buen número de preguntas fundamentales en este
terreno.
Es imposible hacer justicia al estado de la cuestión en un trabajo breve, como el que
tenemos entre manos. Nos limitaremos a esbozar unas pocas consideraciones actuales
sobre algunos puntos más polémicos y básicos, para, finalmente, ocuparnos
del objeto central de este artículo: destacar, dentro de la concepción actualmente más
abierta de la inteligencia, la noción de competencia emocional.
Algunos puntos bastantes consensuados El debate acalorado, y en gran medida politizado,
sobre el significado de las puntuaciones en los tests y la naturaleza de la inteligencia, sin
haber decaído nunca, experimentó una fuerte vigorización
a raíz de la publicación en 1994 por parte de Richard Hernstein y Charles Murray del libro
The Bell Curve: intelligence and class structure in American
life.
En estos casos, las afirmaciones manejadas revelan con frecuencia una seria falta de
comprensión de lo que ha demostrado la investigación
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
16
CAPITULO III
3. INTELIGENCIA EMOCIONAL VS INTELIGENCIA
RACIONAL
Científica y de lo que todavía se desconoce al respecto. Por eso, nos parece interesante
sintetizar las conclusiones presentadas en 1996 por un equipo de expertos, coordinado
por Ulric Neisser, al que la Asociación Americana de Psicología (APA) encargó la realización
de un informe, para clarificar y poner al día lo que se sabe y lo que se ignora sobre la
inteligencia.
Aquí nos limitaremos a las conclusiones de mayor interés general teórico y práctico
(omitimos, pues, aquellas que, aun siendo importantes, tienen un interés más restringido
en nuestro contexto sociocultural que en el de EE UU).
1. Frente a la idea de que existe una única inteligencia general (factor g) o de que existen
múltiples factores relativamente independientes (Carroll, 1993, identifica más de 60), hoy
los modelos más convincentes parecen los factoriales de tipo jerárquico. En ellos se
postula la existencia de una serie de factores primarios, cada uno de los cuales refleja los
contenidos de varias pruebas psicológicas diferentes. A su vez, el análisis factorial de las
correlaciones entre estos factores da lugar a un número más reducido de
factores secundarios más amplios, en los que de nuevo se resume la información
contenida en los primarios. Finalmente, el análisis factorial de las correlaciones entre los
factores secundarios da lugar a un factor global o inteligencia general
(en la figura 2 aparece una representación abstracta de este tipo de modelos). De esta
forma, las personas pueden ser evaluadas no sólo conforme a una inteligencia general,
sino también a una serie de competencias más o menos específicas.
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
17
2. Las puntuaciones en los tests de inteligencia predicen moderadamente bien el
rendimiento académico, correlacionando en torno a 0.5 (sobre
un máximo de 1.0) con las calificaciones medias y un poco más con el nivel de
escolarización alcanzado. También muestran correlación con ciertas medidas de
rendimiento fuera de la escuela, como, por ejemplo, el estatus ocupacional en la vida
adulta. Y aunque esta correlación deriva en alguna medida de la conexión entre los tests y
el logro escolar y de su papel como ‘porteros’ (puntuaciones altas en los tests y cierta
escolarización muchas veces son prerrequisitos para acceder a determinados puestos de
trabajo, profesiones y carreras), esa no es toda la historia. Se mantiene una correlación
significativa incluso cuando se controlan estadísticamente el nivel de escolarización y el
trasfondo familiar. Como señala Colom (1998), la inteligencia es, con mucho, el mejor
predictor, aisladamente considerado, del rendimiento laboral; más, cuanto mayores son
las exigencias cognitivas del puesto. Volviendo al informe de la APA, hay que recordar que
incluso se da una modesta correlación entre la puntuación en los tests y ciertas conductas
desadaptativas, como la delincuencia juvenil.
3.1 FACTORES ESPECÍFICOS
el resto es atribuible al ambiente, salvo aproximadamente un 15%, que corresponde al
error de medida. En los adultos, la herencia alcanza un peso en torno al 75%, en tanto que
los factores ambientales compartidos (i.e., los comunes a los miembros de cada familia:
estatus socioeconómico, educación...) disminuyen drásticamente
su participación. Hay que resaltar que una alta heredabilidad no significa que el
ambiente no tenga impacto en el desarrollo de rasgos como éste (herencia y ambiente
son esenciales), o que no se vea implicado el aprendizaje.
Se trata sólo de las influencias respectivas en la generación de las diferencias observadas
en el rasgo. Así, por ejemplo, aunque el nivel en vocabulario (por mencionar un
componente característico de los tests de inteligencia) es sustancialmente heredable, en
el sentido de que, de la enorme cantidad de palabras disponibles en el ambiente de las
personas, la extensión del repertorio adquirido por cada una depende de forma
importante de su predisposición genética, sin embargo, todas las palabras empleadas han
sido aprendidas; además de que parte de la varianza en la riqueza léxica se debe a la
influencia ambiental. Por supuesto, no es necesario recordar que las variables ambientales
pueden ser biológicas, y no sólo psicosociales, económicas, culturales, etc. Por otra parte,
aunque se sabe, por ejemplo, que la escolarización es importante, actualmente todavía se
desconocen
sus aspectos críticos.
4. Otro fenómeno notable bien contrastado en la actualidad es el progresivo aumento
mundial de las puntuaciones en los tests. El CI medio ha crecido más de 15 puntos –una
desviación típica de las curvas de distribución– en los últimos cincuenta años, y el proceso
de ganancia podría estar acelerándose (como comprobaron Colom, Andrés-Pueyo y Juan-
Espinosa, 1998, esto también es cierto en la población española). Las causas de este
incremento pueden ser diversas: cambios en la escolarización y crianza de los niños,
mejoras en la nutrición, cambios culturales, experiencia con los tests...
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
18
5. Aunque no se observan diferencias importantes entre los sexos en las puntuaciones
generales de los tests, sí aparecen ciertas diferencias apreciables
en algunas aptitudes específicas. Así, mientras los hombres suelen puntuar más en
habilidades viso-espaciales, las mujeres muestran mejor rendimiento en diferentes
medidas verbales. La constatación de estas diferencias no prejuzga su origen, ya que
pueden deberse tanto a factores ambientales como genéticos, lo mismo que las
diferencias entre cualesquiera otros grupos humanos.
6. Se observan correlaciones significativas entre las medidas de velocidad de
procesamiento de información diseñadas al respecto por el enfoque de las teorías
cognitivas y la inteligencia estimada mediante los tests característicos del enfoque
psicométrico, pero todavía no se dispone de una interpretación teórica del patrón global
de este tipo de resultados.
7. Actualmente existe un acuerdo amplio sobre la insuficiencia de los tests estandarizados
disponibles, en cuanto que no exploran todas las formas existentes de inteligencia, como
la creatividad, el sentido práctico o la competencia emocional, sobre las que todavía se
sabe bastante poco. (También es cierto, y eso no se puede olvidar, que tales tests no han
sido diseñados para medir esas otras formas de inteligencia.)
Si se coteja el informe que acabamos de resumir con la declaración preparada por Linda
Gottfredson y firmada por cincuenta y dos investigadores de reconocido prestigio
internacional, publicada originalmente en el Wall Street Journal en 1994, y en 1997 en la
revista Intelligence, se puede constatar la existencia de una coincidencia muy sustancial
entre ambos. En este sentido, el informe de la mayor asociación profesional de Psicología,
con un enorme bagaje de investigación en este terreno, se puede considerar que presenta
un panorama bastante ajustado de la psicología científica sobre la inteligencia. Con todo,
se reconoce una clara insuficiencia de los instrumentos actualmente manejados para
estimar la inteligencia. Insuficiencia derivada de una concepción bastante restringida de la
noción misma de inteligencia, entre otras circunstancias, debido al énfasis puesto por la
psicología científica, particularmente en este tema, en los aspectos cognoscitivos en
detrimento de los afectivos.
Sesgo cognitivo: descuido crónico de la vertiente emocional Los procedimientos para
estimar la inteligencia comenzaron como pruebas encaminadas a medir en
niños la capacidad de razonar y resolver problemas, fundamentalmente. Se trataba de
hacer una prospección en torno a sus aptitudes intelectuales.
En los años posteriores continuó esta tónica, centrándose el concepto de inteligencia
principalmente en la capacidad analítica sobre contenidos lógico-matemáticos y
lingüísticos, especialmente relevantes para el ámbito académico. Y así han continuado
las cosas casi hasta nuestros días, aunque, eso sí, ampliando en muchos casos el número
de aptitudes intelectuales (espaciales, musicales...) o incluyendo en ocasiones aptitudes
manipulativas, quinestésico-corporales, etc. Pero sin abarcar apenas el plano afectivo. El
descuido de la dimensión emocional ha constituido un «olvido» crónico en la psicología de
la inteligencia. Algo parecido ha pasado también, de hecho, con la psicología experimental
y, por tanto, con la psicología científica en general. Ésta inició su andadura hace algo más
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
19
de un siglo como el estudio analítico de los contenidos mentales, principalmente de
naturaleza cognoscitiva. Luego, durante el interludio
conductista, la psicología infravaloró nuestra dimensión interior, incluida la vertiente
emocional.
A partir de mediados de siglo, el conductismo comenzó a ser reemplazado por la
psicología cognitiva del procesamiento de información, que adopta el ordenador como
modelo del funcionamiento mental. El énfasis en las cuestiones de cómputo dentro de los
procesos de codificación de información y pensamiento, en detrimento de las cuestiones
afectivas, relacionadas con los sentimientos y las emociones, se hace todavía más
evidente. Y éste es un sesgo que el nuevo enfoque conexionista de las redes neurales, que
estos últimos años comienza a desplazar a la psicología cognitiva clásica de sistemas de
símbolos, no logra enmendar, al menos por el momento. El mundo emocional sigue
siendo el gran continente inexplorado de la psicología científica, si bien las cosas están
comenzando a cambiar.
Todo ello propició que la psicología especializada, incluido el enfoque factorial y no sólo el
cognitivo, siguiera interpretando la inteligencia como una aptitud racional y analítica de
manejo de información. Es más, tradicionalmente se ha considerado que las emociones
enturbian la razón. El hombre ha tendido a verse a sí mismo como un ser racional
(además de libre y consciente) por excelencia, que no debía dejarse arrastrar por las bajas
pasiones (de hecho, a la hora de aplicar los principios operativos asépticos e imparciales
de la razón, no se preveía la existencia de pasiones «altas», potenciadoras del raciocinio).
Las emociones con las que nos ha dotado la evolución estaban siendo devaluadas.
Los sentimientos desacreditados: «llorar es de niñas» Si exceptuamos el ámbito familiar y
de relaciones personales, el cultivo de los sentimientos cuenta bastante poco. En el
terreno estrictamente académico y laboral/profesional, los componentes emocionales
se consideran secundarios, si no un estorbo.
La idea de que la ausencia de una emotividad inteligente tiene un coste importante en el
mundo laboral es relativamente nueva, de manera que a algunos empresarios todavía les
cuesta mucho aceptarla. Muchos gestores, ejecutivos, directivos y demás agentes
económicos consideran que su trabajo exige la intervención de la cabeza, más que
del corazón (cuyo protagonismo haría peligrar la eficacia de su labor). Algo parecido
sucede con el rendimiento académico. De ahí que, en un mundo donde las decisiones y el
éxito profesional y de gestión a casi todos los niveles estaba reservado prácticamente en
régimen de monopolio a los hombres, desde pequeños nos enseñaran que «un hombre no
llora: eso es de niñas ». Se suponía que los hombres y, en general, las personas adultas, si
querían moverse con solvencia por el mundo y acertar en la mayoría de sus decisiones
pragmáticas importantes, tenían que mantener a raya sus sentimientos y guiarse por la
razón: pensar fríamente. No es de extrañar que cultivemos, pues, una cierta atrofia
emocional, por cuanto se considera que la emotividad distorsiona la información objetiva
(o, cuando menos, no tan atolondrada) suministrada por la aséptica mente intelectual. El
empleo mismo del término «emocional » o «visceral» para referirse a la forma de ser de
alguien sugiere falta de control por su parte, carácter débil e imprevisible: irracionalidad,
en definitiva. Es verdad que los sentimientos demasiado intensos pueden entorpecer los
procesos de raciocinio, por cuanto anulan o, al menos, enturbian las operaciones de la
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
20
razón. En casos extremos podemos llegar a ser cegados por la pasión y, por tanto,
convertirnos en sus víctimas. Como señala Stuart Sutherland (1996) en su libro
Irracionalidad: el enemigo interior, muchos fallos de razonamiento no se deben tanto a
incapacidad intrínseca de cómputo, cuanto, más bien, a la intromisión de sentimientos e
impulsos de naturaleza emocional inoportunos.
No todas las contribuciones aportadas por la mente emocional resultan constructivas.
Desde el punto de vista orgánico, este impacto negativo de los afectos sobre el
razonamiento tiene que ver con las concomitancias entre las estructuras
del cerebro intelectual y las del cerebro emocional, como veremos más adelante. Sin
embargo, debido a esa interacción, el desarrollo de una sensibilidad
emocional refinada, junto con la intuición y orientación que nos proporciona un manejo
apropiado de los sentimientos, nos ayudará a navegar sin perder el rumbo en el mar
proceloso de la vida cotidiana.El cultivo de una competencia emocional desarrollada y
oportuna contribuye, pues, a potenciar la inteligencia, entendida en sentido amplio. Existe
lo que podríamos llamar un uso inteligente de las emociones o, según la expresión hoy día
más popular
–que no necesariamente más feliz–, «inteligencia emocional», largamente repudiada.
Inteligencia emocional: la convidada de piedra Es innegable que, pese a la convicción de la
existencia de varias cualidades diferentes dentro del complejo que llamamos
«inteligencia», hasta recientemente apenas se había prestado atención a su
vertiente emocional: es decir, a la gestión «inteligente » de las emociones propias, e
incluso de las ajenas. Aunque existen precedentes en este sentido, como la noción de
inteligencia personal (intra e interpersonal) defendida por Howard Gardner en su teoría
de las «inteligencias múltiples» (1987; véase a continuación, en esta misma página de
internet, el trabajo de Andrés Pueyo) o el componente social de la inteligencia práctica
destacada por Robert Sternberg en su «modelo triárquico» (1985), la noción de
inteligencia emocional no toma cuerpo hasta la presente década. Técnicamente, como
ponen de manifiesto Davies, Stankov y Roberts (1998), se trata de un concepto difuso,
cuyo estatus empírico resulta aún cuestionable (por cuanto no se sabe todavía cómo
medirla de forma objetiva y fiable ni se ha podido establecer claramente su diferenciación
de las habilidades cognitivas u otros rasgos de personalidad ya consolidados en la
literatura científica), pero no, por eso, carente de interés, sobre todo en la medida en que
se encuentren procedimientos adecuados para estimarla y se consolide su identidad
específica. Peter Salovey y John Mayer la describen por vez primera en 1990 como un tipo
de inteligencia social consistente en la aptitud para controlar las emociones propias y de
los demás, discriminar entre ellas y emplear esta información para guiar nuestro
pensamiento y acciones. Según esos autores (véase también Mayer y Salovey, 1993 y
1997), cabe destacar las siguientes competencias principales dentro de esta forma de
inteligencia:
1. Conocimiento de las emociones propias. La capacidad de reconocer con mayor o
menor precisión y rapidez nuestros sentimientos (lo que a veces se denomina metahumor,
que ya destacara Sócrates con su famosa recomendación «conócete a tí mismo») resulta
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
21
crucial para la autocomprensión y, por ende, para la inteligencia emocional. Semejante
conocimiento requiere la intervención del neocórtex, especialmente
las áreas del lenguaje (i.e., estructuras que van más allá del cerebro directamente
responsable de las emociones, como veremos enseguida). Por eso algunas personas, sin
haber perdido la capacidad de experimentar reacciones emocionales, pueden ser
incapaces de saber y, sobre todo, de expresar o comunicar verbalmente lo
que sienten (sufren lo que se conoce como alexitimia).
2. Capacidad de controlar las emociones. La conciencia
de uno mismo es prerrequisito para un segundo aspecto importante de la competencia
emocional: la capacidad de controlar nuestros sentimientos, con el objeto de adecuarlos a
la situación y al momento correspondientes. La idea no es reprimirlos, sino lograr lo que
ya Aristóteles señalara en su Ética a Nicómaco: «cualquiera es capaz de enfadarse, eso es
fácil. Pero, hacerlo con la persona pertinente, en el grado adecuado, en el momento
oportuno, con el propósito justo y de forma apropiada, eso no es tan fácil». Más bien es
muy difícil. Lo mismo sucede con el control y la experiencia en su justa medida de
cualquier otra emoción, sea tristeza, miedo, alegría, etc. Se trata del (siempre deseable,
pero difícil de alcanzar) equilibrio o templanza.
3. Canalización de los impulsos. Otro requisito para casi cualquier logro es la capacidad de
diferir la gratificación. Se ha comprobado, por ejemplo, que los niños que resisten la
tentación de consumir una golosina de forma inmediata, para
poder conseguir el doble más tarde, muestran en la adolescencia mayor competencia
académica, social y emocional que los que sucumben a la tentación. De la misma forma,
también la perseverancia, la confianza y un grado realista de optimismo favorecen la
adaptación y el éxito.
4. Reconocimiento de las emociones ajenas. La capacidad
de sintonizar con las señales sociales sutiles (preferentemente no verbales) y la
sensibilidad para captar los estados emocionales de los demás (lo que se conoce como
empatía, muy dependiente también de la conciencia emocional propia) ayudan a
comunicarse y al éxito en muchas situaciones y profesiones. Además, la empatía potencia
el altruismo y la ética, mientras que su ausencia constituye una de las circunstancias que
contribuyen a explicar la agresividad y otras desviaciones características de la
personalidad antisocial.
5. Control de las relaciones. El arte de las relaciones sociales se basa, en buena medida,
en la competencia para expresar los sentimientos propios y sintonizar con los ajenos.
Efectivamente uno de los factores determinantes de la eficacia interpersonal radica en la
destreza con que la gente mantiene la sincronía emocional
(rapport), influyéndose mutuamente.
Desde luego, seguramente nadie muestra el mismo grado de pericia en cada uno de estos
dominios. Se puede despuntar en alguno, sin que eso garantice una competencia
equiparable en los demás. En cualquier caso, la realización personal depende en gran
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
22
medida de su nivel global. Es más, algunos autores como Daniel Goleman (quien a través
de su libro Inteligencia emocional contribuyó a resaltar enormemente la relevancia
de esta dimensión psíquica) o Robert Sternberg (1997) llevan su argumento hasta el punto
de considerar que la inteligencia estimada a través de los tests convencionales es
prácticamente irrelevante para el éxito fuera del ámbito académico. Obviamente, no hay
necesidad de pasar de un extremo al contrario. Es verdad que una interpretación
de la mente humana en términos exclusivamente intelectuales y racionales
(emocionalmente plana, podríamos decir), constituye una visión empobrecida
e incompleta de la misma. Por eso, no es de extrañar que haya personas con un elevado
CI que llevan una existencia desastrosa, arrastrándose penosamente de fracaso en
fracaso, mientras que otras con un modesto o incluso bajo CI desarrollan una calidad de
vida sorprendentemente gratificante, aunque esto no sea lo más frecuente.
No obstante, no es menos verdad que la capacidad de raciocinio del intelecto también
resulta fundamental para moverse en el mundo.
Además, es innegable que los sentimientos demasiado intensos pueden provocar estragos
en el razonamiento. El argumento ancestral que aconseja no tomar grandes decisiones
bajo un estado emocional desbordado es incontestable. Pero en condiciones
normales conviene aprovechar la intuición, entre otras ventajas ya señaladas, que nos
proporcionan los sentimientos. Como sostiene Antonio Damasio (1996) en su libro El error
de Descartes:
la emoción, la razón y el cerebro humano, los sentimientos son indispensables para la
toma racional de decisiones, porque nos orientan en la dirección adecuada para sacar el
mejor provecho a las posibilidades que nos ofrece la fría lógica. En definitiva, ambos
componentes de la mente aportan recursos sinérgicos: el uno sin el otro resultan
incompletos e ineficaces. Cuando el mundo emocional se derrumba… Desde hace más de
medio siglo se sabe que las emociones dependen en buena medida del funcionamiento
de una estructura cerebral relativamente
primitiva: el sistema límbico, sobre todo las amígdalas (denominado a veces «cerebro
emocional»), situado en el centro del encéfalo. Este sistema toma las riendas del
organismo y se hace cargo de las decisiones sobre todo en situaciones críticas. Por otra
parte, el pensamiento y la actividad intelectual son funciones preferentemente de la
corteza, una sofisticada estructura cerebral desarrollada sobre el sistema límbico con
posterioridad, dentro del proceso evolutivo de la especie. No obstante, los niveles
inferiores de la estructura neural de la razón se mezclan con los que gobiernan el
funcionamiento de las emociones y los sentimientos (véase
Damasio, 1996). A su vez, las emociones también están mediadas por una serie de
circuitos que conectan las amígdalas con la corteza y por algunas
zonas prefrontales –entre otras– de ésta. Por eso, las estructuras neurales de la emoción
tienen una gran interacción con las del pensamiento (y viceversa), de manera que aunque
estas últimas se mantengan relativamente intactas, el deterioro de las primeras suele
empobrecer de forma severa la actividad mental. No hay vida mental sana,
ordinariamente ni siquiera a nivel de funcionamiento intelectual,
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
23
en condiciones de disfunción emocional importante. En efecto, se han observado casos en
los que ciertas lesiones en la corteza prefrontal puede dejar casi intacta la capacidad de
llevar a cabo las diferentes funciones cognitivas: percepción, memoria,
lenguaje, raciocinio... Se trata de lesiones que apenas repercuten sobre los tipos de
operaciones de las que depende el CI, medido según las pruebas tradicionales. Sin
embargo, las personas que sufren semejante patología no suelen experimentar las
vivencias emocionales, ni demuestran capacidad adaptativa y toma de decisiones
normales. Eso es lo que sustancialmente les ocurría, entre otros, a dos famosos pacientes
de la literatura neurológica: Phineas Gage y el «paciente A» (Damasio, 1996). Aunque
antes de sufrir la lesión eran inteligentes, con iniciativas y afectivamente desarrollados y
controlados, a raíz del deterioro parcial del córtex frontal, se tornaron indolentes,
socialmente insensibles y descarados (i.e., con escasas muestras de inteligencia
emocional), de manera que, pese a conservar sus potencialidades intelectuales casi
normales, de pronto su vida se había visto arruinada. Recientemente se han documentado
otros casos similares. Por su parte, también la alteración del sistema límbico degrada la
vida de quien la sufre, aunque conserve la potencialidad intelectual. Desde luego, es
posible que los pacientes a los que nos estamos refiriendo lleven a cabo ocasionalmente
tareas cognitivas y de razonamiento con cierta normalidad, pese a su problema
emocional. A su vez, por otro lado, como puso de manifiesto estos últimos años Joseph
LeDoux (1996), existe una vía que transmite desde los sentidos alguna información
emocional procedente del mundo externo a través del tálamo directamente a la amígdala,
sin pasar antes por la corteza cerebral. Lo primero permite actuaciones razonables
esporádicas a quienes sufren ese tipo de lesiones, pero impide un comportamiento
inteligente integral y sistemático. Lo segundo permite la aparición de reacciones afectivas
rápidas y toscas, sobre todo de naturaleza defensiva, ante eventos que entrañan riesgo,
antes incluso de que se produzca su valoración cognitiva plena, o hasta sin llegar a ser
conscientes de ellos (véase Froufe, 1997). Sin embargo, una vez producida esta reacción
emocional adaptativa primaria y de emergencia, para evitar los posibles efectos
catastróficos de los acontecimientos, el funcionamiento correcto del sistema exige una
valoración afectiva más refinada de la situación, a través de la intervención de las
estructuras corticales. Por tanto, las emociones dependen en gran medida de la operación
de las estructuras responsables de los procesos cognitivos de interpretación y raciocinio. A
su vez éstos, para su correcto funcionamiento en la vida cotidiana –y para el desarrollo de
una personalidad saludable–, requieren el trabajo normal de las estructuras responsables
de las emociones y los sentimientos. En definitiva, la operación de una estructura sin las
aportaciones de la otra da lugar a una mente incompleta, con su capacidad operativa
cercenada. El cerebro y, por ende, la mente es un sistema integrado, no un conjunto de
subsistemas independientes. Reconquista de las emociones:
sentir es de listos Después de todo lo dicho, parece obvio que, para que se produzca un
aprovechamiento insuficiente de la inteligencia, no es necesario que suframos un daño
cerebral que prive a la mente de su componente emocional. Solemos prestar tan poca
atención al cultivo de los sentimientos, que nuestra competencia para manejar
apropiadamente los recursos emocionales se atrofia. Por eso, para evitar la eventual o,
más bien, pretendida incidencia negativa de los sentimientos, muchas veces nos limitamos
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
24
a intentar suprimir su intervención. Sin embargo, aun reconociendo que las vivencias
emocionales extremas degradan el raciocinio, la contrapartida no
es el control supresor de los sentimientos, su allanamiento. El objetivo debe ser lograr un
razonable equilibrio entre esos dos extremos. Como nos recuerda Jeanne Segal (1997) en
el libro Su inteligencia.
emocional: aprenda a incrementarla y usarla, sentir es de listos. De ahí la conveniencia de
cultivar las habilidades encaminadas a controlar la dinámica emocional, habida cuenta de
que en alguna medida es algo que se puede aprender a manejar. De hecho, este
componente de la competencia adaptativa seguramente se puede aprender en mayor
medida que la vertiente racional. Por eso, no debemos abandonar la dinámica emocional
de los niños a su suerte, ni dejar su moldeamiento sólo en manos de la familia. Esta faceta
de la alfabetización personal debe promoverse también desde la escuela (véase a
continuación, en esta misma página de internet, el trabajo de Colom y Froufe y el de
García Moriyón). La educación debe perseguir la armonización del razonamiento y los
sentimientos, con el objeto de conseguir un desarrollo integral de los niños.
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
25
CONCLUSION
 Llegue ala conclusión que la inteligencia emocional
es parte de nuestra Inteligencia Global, una parte a menudo
negada y desdeñada, opacada por el brillo de la razón y del
coeficiente intelectual, más fácil de definir y medir.
 También que La Inteligencia Emocional es el conjunto de
actitudes, competencias, destrezas y habilidades
que determinan la conducta de un individuo, sus
reacciones, estados mentales y su estilo de
comunicar y relacionarse con las demás personas.
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
26
SUGERENCIAS
 saber apreciar nuestra propia inteligencia.
 Nunca rendirnos ante todas las adversidades y todas las crisis
que nos toca en vida.
 La inteligencia emocional y la inteligencia racional también
nos ayuda a nunca darnos por vencido en toda las paredes
que la vida nos prepara.
 Gracias ala inteligencia emocional nuestra mente es mas
fuerte y decidida.
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
27
BIBLIOGRAFIA
 Mayer, J. D., Caruso, D., & Salovey, P. (1999). Emotional intelligence meets
Traditional standards for an
 intelligence. Intelligence, 27, 267-298.
 Mayer, J. D., Salovey, P., & Caruso, D. R. (2000). Models of emotional
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University Press.
 J. D. Mayer, P. Salovey, D. R. Caruso y G.Measuring emotional intelligence
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 en Emotion, vol. 3, págs. 97-105; 2003.
 S. D. Pollak y S. Tolley-Schell Selective attention to facial emotionin
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 of Abnormal Psychology, vol. 112, págs. 323-338; 2003.
 P. N. Lopes, M. A. Brackett, J. Nezlek, A. Schutz, I. Sellin y P. Salovey.
Emotional intelligence and social
 interaction. En Personality and Social Psychology Bulletin, vol. 30, págs.
1018-1034;
TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL
28
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Inteligencia emocional vs inteligencia raciona monografia

  • 1. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 1 INSTITUTO DE EDUACION SUPERIOR TECNOLOGICO PÚBLICO DOCENE: Lic. Nicolás Antonio HUARI GARAY ALUMNO: DAVILA ZAMORA Gerson Schwarzenegger SEMESTRE: QUINTO SEMESTRE SICAYA – HUANCAYO
  • 2. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 2 Este presente trabajo esta dedicado a mi licenciado y a mis compañeros de la clase de computación e informática
  • 3. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 3 Nuestro más sincero agradecimiento a nuestros padres por su apoyo y sacrificio por ayudarnos aportar para nuestro trabajo.
  • 4. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 4 RESUMEN La inteligencia emocional, poco a poco va creando mayor conciencia en la sociedad acerca de la importancia que debemos de tener sobre las emociones, y el impacto que estos causan en nuestra manera de vivir y comportarnos, convirtiéndose en una herramienta interna fundamental para vivir de una mejor manera. A pesar de este interés popular (o quizá debido a ello), la inteligencia emocional ha recibido considerables críticas. En parte, la controversia se explica por la diferencia sustancial entre la definición popular y la científica de inteligencia emocional. Además, no ha sido fácil la medición de la inteligencia emocional. Ahora, podemos observar como ha comenzado a ser un aspecto indispensable y fundamental en la formación de los niños, en la educación escolar, para la contratación y los planes de formación en las empresas, hasta el servicio de “coaching” profesional para los líderes de las organizaciones. La inteligencia emocional, poco a poco va creando mayor conciencia en la sociedad acerca de la importancia que debemos de tener sobre las emociones, y el impacto que estos causan en nuestra manera de vivir y comportarnos, convirtiéndose en una herramienta interna fundamental para vivir de una mejor manera. El trabajo realizado en este campo ha generado un modelo de la inteligencia emocional de cuatro factores que sirve de guía para la investigación empírica. En este artículo explicaremos formas de evaluar la inteligencia emocional utilizando pruebas basadas en capacidades y algunos de los hallazgos que han resultado de la aplicación de este método.
  • 5. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 5 INDICE DEDICATORIA ii AGRADECIMIENTO iii RESUMEN iv INDICE v INTRODUCCION vi CAPITULO I INTELIGENCIA EMOCIONAL 7 1.- Definición 7 1.1ANTES DE LA “INTELIGENCIA EMOCIONAL” 7 1.2Emoción y pensamiento 8 1.3Las 4 técnicas para el uso inteligente de las emociones 9 1.3.1 Identificar las Emociones en uno mismo y/o en los demás 9 1.3.2 Utilizar las Emociones 9 1.3.3 Comprender las Emociones 9 1.3.4 Manejar las Emociones………………….…………………………………………..……… 9 1.4 Inteligencia emocional: la prioridad perdida 10 1.5 El Desarrollo del Cerebro 12 CAPITULO II 2. INTELIGENCIA RACIONAL 14 2.1 Noción clásica de inteligencia 14 CAPITULO III 3.1 Inteligencia emocional VS inteligencia racional 16 3.2 Factores específicos 17 CONCLUSION 25 SUGERENCIAS 26 BIBLIOGRAFIA 27 ANEXOS 28
  • 6. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 6 INTRODUCCION Las normas que gobiernan el mundo laboral están cambiando. En la actualidad no sólo se nos juzga por lo más o menos inteligentes que podamos ser ni por nuestra formación o experiencia, sino también por el modo en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. Se trata de un criterio que se aplica cada vez con mayor frecuencia y que acabará determinando quién será contratado y quién no, quién será despedido y quién conservará su trabajo, quién será relegado al mismo puesto durante años y, por último, quién terminará siendo ascendido. Estas nuevas normas pueden ayudarnos a predecir quién va a fracasar y quién, por el contrario, llegará a convertirse en un trabajador '"estrella". Y poco importa, en este sentido, cuál sea el campo laboral en el que nos movamos porque estas normas determinan también nuestro potencial para acceder a otros posibles trabajos futuros. Pero el hecho es que estas normas tienen muy poco que ver con lo que, en la escuela, nos dijeron que era importante porque, desde esta nueva perspectiva, las habilidades académicas son prácticamente irrelevantes.[Este nuevo criterio parte de la base de que ya disponemos de suficiente capacidad Intelectual y destreza técnica para llevar a cabo nuestro trabajo y, por el Contrario, centra su atención en cualidades personales como la iniciativa, la Empatía, la adaptabilidad o la capacidad de persuasión. Y ésta no parece ser una moda pasajera ni la nueva panacea de los ejecutivos del momento porque los datos que confirman esta tendencia se basan en investigaciones realizadas sobre decenas de miles de trabajadores de todo tipo, investigaciones que evidencian, con suma precisión, los rasgos que caracterizan a los trabajadores "estrella" y también ponen de manifiesto las cualidades humanas que más contribuyen a la excelencia en el mundo laboral, especialmente en el campo de la gestión empresarial.
  • 7. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 7 CAPITULO I INTELIGENCIA EMOCIONAL 1.- Definición: La inteligencia emocional, poco a poco va creando mayor conciencia en la sociedad acerca de la importancia que debemos de tener sobre las emociones, y el impacto que estos causan en nuestra manera de vivir y comportarnos, convirtiéndose en una herramienta interna fundamental para vivir de una mejor manera. A pesar de este interés popular (o quizá debido a ello), la inteligencia emocional ha recibido considerables críticas. En parte, la controversia se explica por la diferencia sustancial entre la definición popular y la científica de inteligencia emocional. Además, no ha sido fácil la medición de la inteligencia emocional. Ahora, podemos observar como ha comenzado a ser un aspecto indispensable y fundamental en la formación de los niños, en la educación escolar, para la contratación y los planes de formación en las empresas, hasta el servicio de “coaching” profesional para los líderes de las organizaciones. La inteligencia emocional, poco a poco va creando mayor conciencia en la sociedad acerca de la importancia que debemos de tener sobre las emociones, y el impacto que estos causan en nuestra manera de vivir y comportarnos, convirtiéndose en una herramienta interna fundamental para vivir de una mejor manera. El trabajo realizado en este campo ha generado un modelo de la inteligencia emocional de cuatro factores que sirve de guía para la investigación empírica. En este artículo explicaremos formas de evaluar la inteligencia emocional utilizando pruebas basadas en capacidades y algunos de los hallazgos que han resultado de la aplicación de este método. 1.1 ANTES DE LA “INTELIGENCIA EMOCIONAL” Los filósofos han venido debatiendo sobre la relación entre las emociones y el pensamiento desde hace al menos un par de milenios. Los estoicos de la antigua Grecia y
  • 8. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 8 Roma creían que las emociones eran demasiado impulsivas e impredecibles para aportar alguna utilidad al pensamiento. Las emociones se asociaban también a las mujeres y por tanto, según su punto de vista, representaban la debilidad, los aspectos más bajos de la humanidad. El estereotipo de las mujeres como el sexo más “emocional” aún pervive. Pese a que varios movimientos románticos pusieron sobre un pedestal a las emociones durante siglos, la visión estoica de éstas, que las asimilaba, en mayor o menor grado, a lo irracional, persistió hasta bien entrado el siglo XX. Pero muchos conceptos se renovaron con el rápido desarrollo de la psicología moderna durante el siglo XX. Sentando las bases de una nueva aproximación a las emociones y el pensamiento, los psicólogos articularon definiciones más amplias de la inteligencia y nuevos enfoques de la relación entre los sentimientos y el pensamiento. Ya en la década de los treinta, Robert Thorndike mencionó la posibilidad de que las personas pudieran tener una “inteligencia social”, determinada potencialidad para percibir el propio estado interno y el de los demás, motivaciones y conductas, y actuar de forma consecuente. En 1934 David Wechsler, cuyo nombre va asociado a dos conocidos tests de inteligencia, escribió sobre los aspectos “no intelectuales” de una persona que contribuyen a la inteligencia global. En 1983 Howard Gardner, de la Universidad de Harvard, saltó a la fama al esbozar siete formas distintas de inteligencia en su libro Frames of Mind. Gardner propuso una “inteligencia intrapersonal”, muy similar al concepto actual de inteligencia emocional. “El punto central”, escribió, “consiste en acceder a los propios sentimientos, al propio abanico de afectos o emociones; la capacidad de efectuar discriminaciones instantáneas entre estos sentimientos, y, finalmente, clasificarlos, estructurarlos en códigos simbólicos, utilizarlos como una herramienta para entender y guiar la conducta”. ¿Significa entonces que la “inteligencia emocional” no es más que una nueva denominación de la Inteligencia. 1.2 EMOCIÓN Y PENSAMIENTO Los nuevos conocimientos sobre la relación entre el pensamiento y la emoción han auspiciado el nacimiento del estudio identificaron de la inteligencia emocional. Usando una simple tarea de toma de decisiones, Antonio R. Damasio y sus colegas, de la Universidad de Iowa, han portado pruebas convincentes de la inseparabilidad esencial de la emoción y el razonamiento. Al tomar una decisión, podemos centrarnos en los pros y los contras de las opciones disponibles. Sin embargo, Damasio ha mostrado que, en relación a los sentimientos, las decisiones que tomamos pueden no ser las que más nos convienen. Los Dres. Peter Salovey, J. Mayer y D. Caruso, son los investigadores pioneros quienes acuñaron el concepto de inteligencia emocional, ellos consideran la inteligencia emocional como una verdadera inteligencia y la describen como una habilidad que podemos desarrollar a cualquier edad. La expresión “inteligencia emocional” se utilizó por primera vez quizás en 1986, en una disertación inédita. Salovey, junto con John Mayer, de la Universidad de New Hampshire,
  • 9. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 9 la introdujeron en el campo de la psicología en 1990. Definieron a inteligencia emocional como “la apacidad de percibir los sentimientos propios y los de los demás, distinguir entre ellos y servirse de esa información para guiar el pensamiento y la conducta de uno mismo”. Según Santiago Delgado C. la inteligencia emocional es una habilidad para usar las emociones, para que estas nos ayuden a resolver los problemas que se nos presentan en la vida diaria de una mejor manera. Salovey y Mayer proponen un método inteligente de manejar las emociones que incluye 4 técnicas distintas. Cada una de estas técnicas puede ser usada independientemente, pero al mismo tiempo cada una de ellas se construye sobre la base de las otras. 1.3 Las 4 técnicas para el uso inteligente de las emociones son: 1.3.1 Identificar las Emociones en uno mismo y/o en los demás. Las emociones contienen datos, son señales que muestran los acontecimientos más importantes que suceden en nuestro mundo, tanto en el mundo interior, así como en el mundo social. Con ésta primera técnica, nos invitan a identificar con total precisión las emociones que nos suceden a cada momento, para ser capaces de expresarlas ante los demás y alcanzar la capacidad de comunicarnos. 1.3.2 Utilizar las Emociones. Tener el estado de ánimo adecuado para facilitar algún tipo de pensamiento. Una de las características mas sobresalientes que mencionan en su modelo, es que el modo como estamos sintiendo influye directamente en la manera de pensar y en la naturaleza de los propios pensamientos que estamos teniendo. Además, las emociones dirigen nuestra atención hacia los acontecimientos mas importantes; para emprender una acción. Por último, el uso adecuado de las emociones, nos ayudan a guiar nuestro proceso de pensamiento para resolver los problemas que se nos presentan. 1.3.3 Comprender las Emociones. Las emociones no son acontecimientos aleatorios, sino que tienen una serie de causas subyacentes. Las emociones cambian siguiendo una serie de reglas y, por lo tanto, pueden llegar a comprenderse. El conocimiento de las emociones se refleja en nuestro vocabulario emocional y en nuestra capacidad para realizar análisis de emociones futuras. 1.3.4 Manejar las Emociones. Dado que las emociones contienen información e influyen en el pensamiento, necesitamos incorporarlas de forma inteligente a nuestro razonamiento, a nuestra forma de solucionar los problemas, a nuestros juicios y a nuestra conducta. La invitación es mostrarnos abiertos a las emociones, sean o no bienvenidas, para poder elegir diferentes estrategias que aprovechen la sabiduría que nos proporcionan nuestros sentimientos. Estas 4 técnicas ayudan a promover nuestro crecimiento emocional e intelectual. Un aspecto muy importante por comprender acerca de la inteligencia emocional, es que no es algo opuesto a la inteligencia racional, no es darle mas peso al aspecto emocional sobre
  • 10. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 10 el racional, la inteligencia emocional es el punto intermedio entre las dos, es la capacidad de combinar la emoción con la razón, es la capacidad de combinar la pasión con la lógica. Interesados en avanzar en el campo de las emociones, Salovey y Mayer desarrollaron una teoría que organizara los numerosos esfuerzos en la búsqueda de diferencias individuales en los procesos relacionados con las emociones. Propusieron un modelo de inteligencia emocional que resalta cuatro dominios de aptitudes relacionadas: a) La capacidad para percibir las emociones de forma precisa: incluye las capacidades involucradas en la identificación de las emociones en las caras, las voces, las fotografías, la música y otros estímulos b) La capacidad para encauzar las emociones de suerte que faciliten el pensamiento y el razonamiento; remite a la capacidad de aprovechar la información emocional para facilitar otros procesos cognitivos. c) La capacidad para comprender las emociones, especialmente el lenguaje de las emociones; que designa la capacidad para comprender la información sobre la relación entre las emociones, las transiciones de una emoción a otra y sirve también para ponerle un nombre a las emociones. d) La capacidad para controlar las propias emociones y las de los demás: constituye quizás el carácter asociado con mayor frecuencia a la definición de inteligencia emocional. La inteligencia emocional es mucho más que la pura capacidad de regular con eficacia el mal humor. Puede también desempeñar un papel importante en el mantenimiento de las emociones negativas cuando sea necesario. De acuerdo con ese modelo de inteligencia emocional constituido por cuatro componentes, los individuos difieren en las capacidades mencionadas, diferencias que repercuten en el hogar, en la escuela y el trabajo, así como en las relaciones sociales.
  • 11. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 11 1.4 Inteligencia emocional: la prioridad perdida Cada vez es mayor el número de empresas cuya filosofía reconoce la importancia del desarrollo de las habilidades relacionadas con la inteligencia emocional. Según explicaba un directivo de Telia, la empresa sueca de telecomunicaciones: «ya no se trata de competir en tomo a un determinado producto sino que también debemos tener en cuenta el modo en que tratamos a las personas» y, por su parte. Linda Keaan, vicepresidente» de desarrollo ejecutivo de Citibank, me comentaba que «la inteligencia emocional se ha convertido en la premisa fundamental de cualquier programa de formación en gestión empresarial». En muchas ocasiones he escuchado frases semejantes a las siguientes: • El presidente de una empresa ligada a la industria aeroespacial que da trabajo a un centenar de personas me contó que Allied Signal, una de las principales compañías aéreas a las que provee de suministros, exigía que tanto él como sus empleados estuvieran adiestrados en el hoy en día omnipresente abordaje de los "círculos de calidad". «Querían que funcionáramos mejor como equipo, lo cual resulta, por cierto, muy loable —me decía— pero no tardamos en descubrir que era algo sumamente complicado porque ¿cómo puede usted formar un equipo si antes no ha constituido un grupo? Y el hecho es que, para poder crear este vínculo grupal, necesitábamos desarrollar previamente nuestra inteligencia emocional.» • «Hemos sido muy eficaces —me explicaba un directivo de Siemens AG— en aspectos tales como el aumento de la productividad gracias a la remodelación y agilización del proceso de fabricación. Pero, aun cuando hayamos cosechado un cierto éxito, nuestra curva de desarrollo sigue bajando. Necesitamos aprovechar mejor las capacidades de nuestro personal — maximizar nuestro potencial humano— para lograr invertir esta tendencia. Es por esto por lo que no cejamos en nuestro empeño de tratar de fomentar la inteligencia emocional de nuestra empresa.» • Y un antiguo jefe de proyectos de la Ford Motor Company relataba cómo utilizó los métodos de "formación empresarial" desarrollados en la Sloan School of Management del MIT [Massachusetts Institute of Technology] para rediseñar el Lincoln Continental. Según afirmaba este ejecutivo, el aprendizaje de la inteligencia emocional había sido para él una suerte de revelación: «éstas son precisamente las aptitudes que debemos fomentar si queremos consolidar una estructura de aprendizaje realmente eficaz». Una encuesta realizada en 1997 por la American Society for Training and Development sobre las prácticas más usuales de las principales empresas demostró que cuatro de las cinco empresas consultadas no sólo tratan de alentar el aprendizaje y el desarrollo de la inteligencia emocional entre sus empleados sino que también la tienen en cuenta a la hora de evaluar el rendimiento de éstos y en su política de contratación. Tal vez el lector se pregunte, a esta altura, por el sentido del presente libro. Y habría que contestar, a este respecto, que la mayor parte de los esfuerzos invertidos por casi todas
  • 12. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 12 las empresas que tratan de promover la inteligencia emocional no sólo han sido insuficientes sino que también han representado un coste muy elevado en términos de tiempo, energía y dinero. Por ejemplo, el estudio más sistemático realizado sobre la rentabilidad de la inversión realizada en el aprendizaje del liderazgo demostró (como veremos en la cuarta parte) que un conocido seminario de una semana de duración para ejecutivos de alto nivel tenía en realidad un efecto levemente negativo en el posterior desempeño laboral de los participantes. El mundo empresarial está comenzando a despertar a la evidencia de que hasta los programas de formación más caros pueden funcionar mal, como ocurre con más frecuencia de la deseada. Y esta insuficiencia resulta patente en un momento en que la inteligencia emocional, tanto a nivel individual como colectivo, se revela como el ingrediente fundamental de la competitividad. 1.5 EL DESARROLLO DEL CEREBRO Para comprender mejor el gran poder de las emociones sobre la mente pensante —y la causa del frecuente conflicto existente entre los sentimientos y la razón— consideraremos ahora la forma en que ha evolucionado el cerebro. El cerebro del ser humano, ese kilo y pico de células y jugos neurales, tiene un tamaño unas tres veces superior al de nuestros primos evolutivos, los primates no humanos. A lo largo de millones de años de evolución, el cerebro ha ido creciendo desde abajo hacia arriba, por así decirlo, y los centros superiores constituyen derivaciones de los centros inferiores más antiguos (un desarrollo evolutivo que se repite, por cierto, en el cerebro de cada embrión humano). La región más primitiva del cerebro, una región que compartimos con todas aquellas especies que sólo disponen de un rudimentario sistema nervioso, es el tallo encefálico, que se halla en la parte superior de la médula espinal. Este cerebro rudimentario regula las funciones vitales básicas, como la respiración, el metabolismo de los otros órganos corporales y las reacciones y movimientos automáticos. Mal podríamos decir que este cerebro primitivo piense o aprenda porque se trata simplemente de un conjunto de reguladores programados para mantener el funcionamiento del cuerpo y asegurar la supervivencia del individuo. Éste es el cerebro propio de la Edad de los Reptiles, una época en la que el siseo de una serpiente era la señal que advertía la inminencia de un ataque. De este cerebro primitivo —el tallo encefálico— emergieron los centros emocionales que, millones de años más tarde, dieron lugar al cerebro pensante —o «neocórtex»— ese gran bulbo de tejidos replegados sobre sí que configuran el estrato superior del sistema nervioso. El hecho de que el cerebro emocional sea muy anterior al racional y que éste sea una derivación de aquél, revela con claridad las auténticas relaciones existentes entre el pensamiento y el sentimiento. La raíz más primitiva de nuestra vida emocional radica en el sentido del olfato o, más precisamente, en el lóbulo olfatorio, ese conglomerado celular que se ocupa de registrar y analizar los olores. En aquellos tiempos remotos el olfato fue un órgano sensorial clave
  • 13. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 13 para la supervivencia, porque cada entidad viva, ya sea alimento, veneno, pareja sexual, predador o presa, posee una identificación molecular característica que puede ser transportada por el viento. A partir del lóbulo olfatorio comenzaron a desarrollarse los centros más antiguos de la vida emocional, que luego fueron evolucionando hasta terminar recubriendo por completo la parte superior del tallo encefálico. En esos estadios rudimentarios, el centro olfatorio estaba compuesto de unos pocos estratos neuronales especializados en analizar los olores. Un estrato celular se encargaba de registrar el olor y de clasificarlo en unas pocas categorías relevantes (comestible, tóxico, sexualmente disponible, enemigo o alimento) y un segundo estrato enviaba respuestas reflejas a través del sistema nervioso ordenando al cuerpo las acciones que debía llevar a cabo (comer, vomitar, aproximarse, escapar o cazar). Con la aparición de los primeros mamíferos emergieron también nuevos estratos fundamentales en el cerebro emocional. Estos estratos rodearon al tallo encefálico a modo de una rosquilla en cuyo hueco se aloja el tallo encefálico. A esta parte del cerebro que envuelve y rodea al tallo encefálico se le denominó sistema «límbico», un término derivado del latín limbus, que significa «anillo». Este nuevo territorio neural agregó las emociones propiamente dichas al repertorio de respuestas del cerebro.” Cuando estamos atrapados por el deseo o la rabia, cuando el amor nos enloquece o el miedo nos hace retroceder, nos hallamos, en realidad, bajo la influencia del sistema límbico. La evolución del sistema límbico puso a punto dos poderosas herramientas: el aprendizaje y la memoria, dos avances realmente revolucionarios que permitieron ir más allá de las reacciones automáticas predeterminadas y afinar las respuestas para adaptarlas a las cambiantes exigencias del medio, favoreciendo así una toma de decisiones mucho más inteligente para la supervivencia. Por ejemplo, si un determinado alimento conducía a la enfermedad, la próxima vez seria posible evitarlo. Decisiones como la de saber qué ingerir y qué expulsar de la boca seguían todavía determinadas por el olor y las conexiones existentes entre el bulbo olfatorio y el sistema límbico, pero ahora se enfrentaban a la tarea de diferenciar y reconocer los olores, comparar el olor presente con los olores pasados y discriminar lo bueno de lo malo, una tarea llevada a cabo por el «rinencéfalo» —que literalmente significa «el cerebro nasal»— una parte del circuito limbico que constituye la base rudimentaria del neocórtex, el cerebro pensante.
  • 14. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 14 CAPITULO II 2. INTELIGENCIA RACIONAL 2.1 Noción clásica de inteligencia: Pensamiento analítico y racional a noción de inteligencia ha resultado tan interesante y útil como polémica desde el momento mismo en que el francés Alfred Binet desarrollara, hace casi un siglo, el primer test objetivo para identificar a los niños que probablemente tendrían serias dificultades en las clases regulares del sistema educativo galo y, por tanto, requerirían algún apoyo adicional en su escolarización. Posteriormente, a partir del concepto de edad mental (edad cronológica ‘característica’ de un determinado nivel de rendimiento), el psicólogo alemán William Stern pasó a formular el famoso cociente intelectual (CI: índice resultante de dividir la edad mental por la cronológica, multiplicado por 100) como estimación cuantitativa de inteligencia. Y aunque los tests actuales ya no calculan el CI de este modo, sí ponderan la capacidad mental de cada persona, comparando su rendimiento con el promedio característico de la gente de su edad (preparado para que, en una curva de distribución normal con una desviación típica de 15, sea 100) en la prueba de que se trate. En cualquier caso, la noción de inteligencia se refiere a la aptitud de las personas para desarrollar pensamiento abstracto y razonar, comprender ideas complejas, resolver problemas y superar obstáculos, aprender de la experiencia y adaptarse al ambiente. Se trata, pues, de una concepción basada en la competencia humana para desarrollar pensamientos analítico- racionales. Si hay algo innegable en este tema, es que, de hecho, las personas difieren notablemente en cuanto a su capacidad intelectual. No obstante, la controversia en torno a un concepto tan complejo comenzó pronto y por varios frentes. Entre las cuestiones más debatidas están las que se refieren al origen de esas diferencias, ¿en qué medida son innatas y adquiridas?; al número, variedad y cohesión de la/s inteligencia/s, ¿se trata de una capacidad general o de varios factores específicos?; y, si hay más de uno, ¿qué grado de correlación guardan entre ellos?; a su estabilidad, ¿la inteligencia cambia o permanece estable a lo largo de la vida?; a su incidencia cotidiana, ¿en qué medida predice el éxito académico, profesional y, en general, en la vida?; a la saturación cultural de los tests, ¿reflejan
  • 15. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 15 una aptitud cognitiva básica y abstracta o contenidos adquiridos en la escolarización?; a las diferencias entre sexos, ¿puntúan más las mujeres o los hombres?; a la naturaleza de los procesos psicológicos que subyacen al comportamiento inteligente, ¿es cuestión de velocidad de procesamiento de la información?, ¿responde solamente a una dimensión intelectual y racional o depende también de otras vertientes psicológicas, como la afectiva?... Casi un siglo de investigación ha producido un cuerpo impresionante de datos. Actualmente se conocen muchas cosas sobre la inteligencia. Sin embargo, todavía siguen sin respuesta un buen número de preguntas fundamentales en este terreno. Es imposible hacer justicia al estado de la cuestión en un trabajo breve, como el que tenemos entre manos. Nos limitaremos a esbozar unas pocas consideraciones actuales sobre algunos puntos más polémicos y básicos, para, finalmente, ocuparnos del objeto central de este artículo: destacar, dentro de la concepción actualmente más abierta de la inteligencia, la noción de competencia emocional. Algunos puntos bastantes consensuados El debate acalorado, y en gran medida politizado, sobre el significado de las puntuaciones en los tests y la naturaleza de la inteligencia, sin haber decaído nunca, experimentó una fuerte vigorización a raíz de la publicación en 1994 por parte de Richard Hernstein y Charles Murray del libro The Bell Curve: intelligence and class structure in American life. En estos casos, las afirmaciones manejadas revelan con frecuencia una seria falta de comprensión de lo que ha demostrado la investigación
  • 16. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 16 CAPITULO III 3. INTELIGENCIA EMOCIONAL VS INTELIGENCIA RACIONAL Científica y de lo que todavía se desconoce al respecto. Por eso, nos parece interesante sintetizar las conclusiones presentadas en 1996 por un equipo de expertos, coordinado por Ulric Neisser, al que la Asociación Americana de Psicología (APA) encargó la realización de un informe, para clarificar y poner al día lo que se sabe y lo que se ignora sobre la inteligencia. Aquí nos limitaremos a las conclusiones de mayor interés general teórico y práctico (omitimos, pues, aquellas que, aun siendo importantes, tienen un interés más restringido en nuestro contexto sociocultural que en el de EE UU). 1. Frente a la idea de que existe una única inteligencia general (factor g) o de que existen múltiples factores relativamente independientes (Carroll, 1993, identifica más de 60), hoy los modelos más convincentes parecen los factoriales de tipo jerárquico. En ellos se postula la existencia de una serie de factores primarios, cada uno de los cuales refleja los contenidos de varias pruebas psicológicas diferentes. A su vez, el análisis factorial de las correlaciones entre estos factores da lugar a un número más reducido de factores secundarios más amplios, en los que de nuevo se resume la información contenida en los primarios. Finalmente, el análisis factorial de las correlaciones entre los factores secundarios da lugar a un factor global o inteligencia general (en la figura 2 aparece una representación abstracta de este tipo de modelos). De esta forma, las personas pueden ser evaluadas no sólo conforme a una inteligencia general, sino también a una serie de competencias más o menos específicas.
  • 17. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 17 2. Las puntuaciones en los tests de inteligencia predicen moderadamente bien el rendimiento académico, correlacionando en torno a 0.5 (sobre un máximo de 1.0) con las calificaciones medias y un poco más con el nivel de escolarización alcanzado. También muestran correlación con ciertas medidas de rendimiento fuera de la escuela, como, por ejemplo, el estatus ocupacional en la vida adulta. Y aunque esta correlación deriva en alguna medida de la conexión entre los tests y el logro escolar y de su papel como ‘porteros’ (puntuaciones altas en los tests y cierta escolarización muchas veces son prerrequisitos para acceder a determinados puestos de trabajo, profesiones y carreras), esa no es toda la historia. Se mantiene una correlación significativa incluso cuando se controlan estadísticamente el nivel de escolarización y el trasfondo familiar. Como señala Colom (1998), la inteligencia es, con mucho, el mejor predictor, aisladamente considerado, del rendimiento laboral; más, cuanto mayores son las exigencias cognitivas del puesto. Volviendo al informe de la APA, hay que recordar que incluso se da una modesta correlación entre la puntuación en los tests y ciertas conductas desadaptativas, como la delincuencia juvenil. 3.1 FACTORES ESPECÍFICOS el resto es atribuible al ambiente, salvo aproximadamente un 15%, que corresponde al error de medida. En los adultos, la herencia alcanza un peso en torno al 75%, en tanto que los factores ambientales compartidos (i.e., los comunes a los miembros de cada familia: estatus socioeconómico, educación...) disminuyen drásticamente su participación. Hay que resaltar que una alta heredabilidad no significa que el ambiente no tenga impacto en el desarrollo de rasgos como éste (herencia y ambiente son esenciales), o que no se vea implicado el aprendizaje. Se trata sólo de las influencias respectivas en la generación de las diferencias observadas en el rasgo. Así, por ejemplo, aunque el nivel en vocabulario (por mencionar un componente característico de los tests de inteligencia) es sustancialmente heredable, en el sentido de que, de la enorme cantidad de palabras disponibles en el ambiente de las personas, la extensión del repertorio adquirido por cada una depende de forma importante de su predisposición genética, sin embargo, todas las palabras empleadas han sido aprendidas; además de que parte de la varianza en la riqueza léxica se debe a la influencia ambiental. Por supuesto, no es necesario recordar que las variables ambientales pueden ser biológicas, y no sólo psicosociales, económicas, culturales, etc. Por otra parte, aunque se sabe, por ejemplo, que la escolarización es importante, actualmente todavía se desconocen sus aspectos críticos. 4. Otro fenómeno notable bien contrastado en la actualidad es el progresivo aumento mundial de las puntuaciones en los tests. El CI medio ha crecido más de 15 puntos –una desviación típica de las curvas de distribución– en los últimos cincuenta años, y el proceso de ganancia podría estar acelerándose (como comprobaron Colom, Andrés-Pueyo y Juan- Espinosa, 1998, esto también es cierto en la población española). Las causas de este incremento pueden ser diversas: cambios en la escolarización y crianza de los niños, mejoras en la nutrición, cambios culturales, experiencia con los tests...
  • 18. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 18 5. Aunque no se observan diferencias importantes entre los sexos en las puntuaciones generales de los tests, sí aparecen ciertas diferencias apreciables en algunas aptitudes específicas. Así, mientras los hombres suelen puntuar más en habilidades viso-espaciales, las mujeres muestran mejor rendimiento en diferentes medidas verbales. La constatación de estas diferencias no prejuzga su origen, ya que pueden deberse tanto a factores ambientales como genéticos, lo mismo que las diferencias entre cualesquiera otros grupos humanos. 6. Se observan correlaciones significativas entre las medidas de velocidad de procesamiento de información diseñadas al respecto por el enfoque de las teorías cognitivas y la inteligencia estimada mediante los tests característicos del enfoque psicométrico, pero todavía no se dispone de una interpretación teórica del patrón global de este tipo de resultados. 7. Actualmente existe un acuerdo amplio sobre la insuficiencia de los tests estandarizados disponibles, en cuanto que no exploran todas las formas existentes de inteligencia, como la creatividad, el sentido práctico o la competencia emocional, sobre las que todavía se sabe bastante poco. (También es cierto, y eso no se puede olvidar, que tales tests no han sido diseñados para medir esas otras formas de inteligencia.) Si se coteja el informe que acabamos de resumir con la declaración preparada por Linda Gottfredson y firmada por cincuenta y dos investigadores de reconocido prestigio internacional, publicada originalmente en el Wall Street Journal en 1994, y en 1997 en la revista Intelligence, se puede constatar la existencia de una coincidencia muy sustancial entre ambos. En este sentido, el informe de la mayor asociación profesional de Psicología, con un enorme bagaje de investigación en este terreno, se puede considerar que presenta un panorama bastante ajustado de la psicología científica sobre la inteligencia. Con todo, se reconoce una clara insuficiencia de los instrumentos actualmente manejados para estimar la inteligencia. Insuficiencia derivada de una concepción bastante restringida de la noción misma de inteligencia, entre otras circunstancias, debido al énfasis puesto por la psicología científica, particularmente en este tema, en los aspectos cognoscitivos en detrimento de los afectivos. Sesgo cognitivo: descuido crónico de la vertiente emocional Los procedimientos para estimar la inteligencia comenzaron como pruebas encaminadas a medir en niños la capacidad de razonar y resolver problemas, fundamentalmente. Se trataba de hacer una prospección en torno a sus aptitudes intelectuales. En los años posteriores continuó esta tónica, centrándose el concepto de inteligencia principalmente en la capacidad analítica sobre contenidos lógico-matemáticos y lingüísticos, especialmente relevantes para el ámbito académico. Y así han continuado las cosas casi hasta nuestros días, aunque, eso sí, ampliando en muchos casos el número de aptitudes intelectuales (espaciales, musicales...) o incluyendo en ocasiones aptitudes manipulativas, quinestésico-corporales, etc. Pero sin abarcar apenas el plano afectivo. El descuido de la dimensión emocional ha constituido un «olvido» crónico en la psicología de la inteligencia. Algo parecido ha pasado también, de hecho, con la psicología experimental y, por tanto, con la psicología científica en general. Ésta inició su andadura hace algo más
  • 19. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 19 de un siglo como el estudio analítico de los contenidos mentales, principalmente de naturaleza cognoscitiva. Luego, durante el interludio conductista, la psicología infravaloró nuestra dimensión interior, incluida la vertiente emocional. A partir de mediados de siglo, el conductismo comenzó a ser reemplazado por la psicología cognitiva del procesamiento de información, que adopta el ordenador como modelo del funcionamiento mental. El énfasis en las cuestiones de cómputo dentro de los procesos de codificación de información y pensamiento, en detrimento de las cuestiones afectivas, relacionadas con los sentimientos y las emociones, se hace todavía más evidente. Y éste es un sesgo que el nuevo enfoque conexionista de las redes neurales, que estos últimos años comienza a desplazar a la psicología cognitiva clásica de sistemas de símbolos, no logra enmendar, al menos por el momento. El mundo emocional sigue siendo el gran continente inexplorado de la psicología científica, si bien las cosas están comenzando a cambiar. Todo ello propició que la psicología especializada, incluido el enfoque factorial y no sólo el cognitivo, siguiera interpretando la inteligencia como una aptitud racional y analítica de manejo de información. Es más, tradicionalmente se ha considerado que las emociones enturbian la razón. El hombre ha tendido a verse a sí mismo como un ser racional (además de libre y consciente) por excelencia, que no debía dejarse arrastrar por las bajas pasiones (de hecho, a la hora de aplicar los principios operativos asépticos e imparciales de la razón, no se preveía la existencia de pasiones «altas», potenciadoras del raciocinio). Las emociones con las que nos ha dotado la evolución estaban siendo devaluadas. Los sentimientos desacreditados: «llorar es de niñas» Si exceptuamos el ámbito familiar y de relaciones personales, el cultivo de los sentimientos cuenta bastante poco. En el terreno estrictamente académico y laboral/profesional, los componentes emocionales se consideran secundarios, si no un estorbo. La idea de que la ausencia de una emotividad inteligente tiene un coste importante en el mundo laboral es relativamente nueva, de manera que a algunos empresarios todavía les cuesta mucho aceptarla. Muchos gestores, ejecutivos, directivos y demás agentes económicos consideran que su trabajo exige la intervención de la cabeza, más que del corazón (cuyo protagonismo haría peligrar la eficacia de su labor). Algo parecido sucede con el rendimiento académico. De ahí que, en un mundo donde las decisiones y el éxito profesional y de gestión a casi todos los niveles estaba reservado prácticamente en régimen de monopolio a los hombres, desde pequeños nos enseñaran que «un hombre no llora: eso es de niñas ». Se suponía que los hombres y, en general, las personas adultas, si querían moverse con solvencia por el mundo y acertar en la mayoría de sus decisiones pragmáticas importantes, tenían que mantener a raya sus sentimientos y guiarse por la razón: pensar fríamente. No es de extrañar que cultivemos, pues, una cierta atrofia emocional, por cuanto se considera que la emotividad distorsiona la información objetiva (o, cuando menos, no tan atolondrada) suministrada por la aséptica mente intelectual. El empleo mismo del término «emocional » o «visceral» para referirse a la forma de ser de alguien sugiere falta de control por su parte, carácter débil e imprevisible: irracionalidad, en definitiva. Es verdad que los sentimientos demasiado intensos pueden entorpecer los procesos de raciocinio, por cuanto anulan o, al menos, enturbian las operaciones de la
  • 20. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 20 razón. En casos extremos podemos llegar a ser cegados por la pasión y, por tanto, convertirnos en sus víctimas. Como señala Stuart Sutherland (1996) en su libro Irracionalidad: el enemigo interior, muchos fallos de razonamiento no se deben tanto a incapacidad intrínseca de cómputo, cuanto, más bien, a la intromisión de sentimientos e impulsos de naturaleza emocional inoportunos. No todas las contribuciones aportadas por la mente emocional resultan constructivas. Desde el punto de vista orgánico, este impacto negativo de los afectos sobre el razonamiento tiene que ver con las concomitancias entre las estructuras del cerebro intelectual y las del cerebro emocional, como veremos más adelante. Sin embargo, debido a esa interacción, el desarrollo de una sensibilidad emocional refinada, junto con la intuición y orientación que nos proporciona un manejo apropiado de los sentimientos, nos ayudará a navegar sin perder el rumbo en el mar proceloso de la vida cotidiana.El cultivo de una competencia emocional desarrollada y oportuna contribuye, pues, a potenciar la inteligencia, entendida en sentido amplio. Existe lo que podríamos llamar un uso inteligente de las emociones o, según la expresión hoy día más popular –que no necesariamente más feliz–, «inteligencia emocional», largamente repudiada. Inteligencia emocional: la convidada de piedra Es innegable que, pese a la convicción de la existencia de varias cualidades diferentes dentro del complejo que llamamos «inteligencia», hasta recientemente apenas se había prestado atención a su vertiente emocional: es decir, a la gestión «inteligente » de las emociones propias, e incluso de las ajenas. Aunque existen precedentes en este sentido, como la noción de inteligencia personal (intra e interpersonal) defendida por Howard Gardner en su teoría de las «inteligencias múltiples» (1987; véase a continuación, en esta misma página de internet, el trabajo de Andrés Pueyo) o el componente social de la inteligencia práctica destacada por Robert Sternberg en su «modelo triárquico» (1985), la noción de inteligencia emocional no toma cuerpo hasta la presente década. Técnicamente, como ponen de manifiesto Davies, Stankov y Roberts (1998), se trata de un concepto difuso, cuyo estatus empírico resulta aún cuestionable (por cuanto no se sabe todavía cómo medirla de forma objetiva y fiable ni se ha podido establecer claramente su diferenciación de las habilidades cognitivas u otros rasgos de personalidad ya consolidados en la literatura científica), pero no, por eso, carente de interés, sobre todo en la medida en que se encuentren procedimientos adecuados para estimarla y se consolide su identidad específica. Peter Salovey y John Mayer la describen por vez primera en 1990 como un tipo de inteligencia social consistente en la aptitud para controlar las emociones propias y de los demás, discriminar entre ellas y emplear esta información para guiar nuestro pensamiento y acciones. Según esos autores (véase también Mayer y Salovey, 1993 y 1997), cabe destacar las siguientes competencias principales dentro de esta forma de inteligencia: 1. Conocimiento de las emociones propias. La capacidad de reconocer con mayor o menor precisión y rapidez nuestros sentimientos (lo que a veces se denomina metahumor, que ya destacara Sócrates con su famosa recomendación «conócete a tí mismo») resulta
  • 21. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 21 crucial para la autocomprensión y, por ende, para la inteligencia emocional. Semejante conocimiento requiere la intervención del neocórtex, especialmente las áreas del lenguaje (i.e., estructuras que van más allá del cerebro directamente responsable de las emociones, como veremos enseguida). Por eso algunas personas, sin haber perdido la capacidad de experimentar reacciones emocionales, pueden ser incapaces de saber y, sobre todo, de expresar o comunicar verbalmente lo que sienten (sufren lo que se conoce como alexitimia). 2. Capacidad de controlar las emociones. La conciencia de uno mismo es prerrequisito para un segundo aspecto importante de la competencia emocional: la capacidad de controlar nuestros sentimientos, con el objeto de adecuarlos a la situación y al momento correspondientes. La idea no es reprimirlos, sino lograr lo que ya Aristóteles señalara en su Ética a Nicómaco: «cualquiera es capaz de enfadarse, eso es fácil. Pero, hacerlo con la persona pertinente, en el grado adecuado, en el momento oportuno, con el propósito justo y de forma apropiada, eso no es tan fácil». Más bien es muy difícil. Lo mismo sucede con el control y la experiencia en su justa medida de cualquier otra emoción, sea tristeza, miedo, alegría, etc. Se trata del (siempre deseable, pero difícil de alcanzar) equilibrio o templanza. 3. Canalización de los impulsos. Otro requisito para casi cualquier logro es la capacidad de diferir la gratificación. Se ha comprobado, por ejemplo, que los niños que resisten la tentación de consumir una golosina de forma inmediata, para poder conseguir el doble más tarde, muestran en la adolescencia mayor competencia académica, social y emocional que los que sucumben a la tentación. De la misma forma, también la perseverancia, la confianza y un grado realista de optimismo favorecen la adaptación y el éxito. 4. Reconocimiento de las emociones ajenas. La capacidad de sintonizar con las señales sociales sutiles (preferentemente no verbales) y la sensibilidad para captar los estados emocionales de los demás (lo que se conoce como empatía, muy dependiente también de la conciencia emocional propia) ayudan a comunicarse y al éxito en muchas situaciones y profesiones. Además, la empatía potencia el altruismo y la ética, mientras que su ausencia constituye una de las circunstancias que contribuyen a explicar la agresividad y otras desviaciones características de la personalidad antisocial. 5. Control de las relaciones. El arte de las relaciones sociales se basa, en buena medida, en la competencia para expresar los sentimientos propios y sintonizar con los ajenos. Efectivamente uno de los factores determinantes de la eficacia interpersonal radica en la destreza con que la gente mantiene la sincronía emocional (rapport), influyéndose mutuamente. Desde luego, seguramente nadie muestra el mismo grado de pericia en cada uno de estos dominios. Se puede despuntar en alguno, sin que eso garantice una competencia equiparable en los demás. En cualquier caso, la realización personal depende en gran
  • 22. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 22 medida de su nivel global. Es más, algunos autores como Daniel Goleman (quien a través de su libro Inteligencia emocional contribuyó a resaltar enormemente la relevancia de esta dimensión psíquica) o Robert Sternberg (1997) llevan su argumento hasta el punto de considerar que la inteligencia estimada a través de los tests convencionales es prácticamente irrelevante para el éxito fuera del ámbito académico. Obviamente, no hay necesidad de pasar de un extremo al contrario. Es verdad que una interpretación de la mente humana en términos exclusivamente intelectuales y racionales (emocionalmente plana, podríamos decir), constituye una visión empobrecida e incompleta de la misma. Por eso, no es de extrañar que haya personas con un elevado CI que llevan una existencia desastrosa, arrastrándose penosamente de fracaso en fracaso, mientras que otras con un modesto o incluso bajo CI desarrollan una calidad de vida sorprendentemente gratificante, aunque esto no sea lo más frecuente. No obstante, no es menos verdad que la capacidad de raciocinio del intelecto también resulta fundamental para moverse en el mundo. Además, es innegable que los sentimientos demasiado intensos pueden provocar estragos en el razonamiento. El argumento ancestral que aconseja no tomar grandes decisiones bajo un estado emocional desbordado es incontestable. Pero en condiciones normales conviene aprovechar la intuición, entre otras ventajas ya señaladas, que nos proporcionan los sentimientos. Como sostiene Antonio Damasio (1996) en su libro El error de Descartes: la emoción, la razón y el cerebro humano, los sentimientos son indispensables para la toma racional de decisiones, porque nos orientan en la dirección adecuada para sacar el mejor provecho a las posibilidades que nos ofrece la fría lógica. En definitiva, ambos componentes de la mente aportan recursos sinérgicos: el uno sin el otro resultan incompletos e ineficaces. Cuando el mundo emocional se derrumba… Desde hace más de medio siglo se sabe que las emociones dependen en buena medida del funcionamiento de una estructura cerebral relativamente primitiva: el sistema límbico, sobre todo las amígdalas (denominado a veces «cerebro emocional»), situado en el centro del encéfalo. Este sistema toma las riendas del organismo y se hace cargo de las decisiones sobre todo en situaciones críticas. Por otra parte, el pensamiento y la actividad intelectual son funciones preferentemente de la corteza, una sofisticada estructura cerebral desarrollada sobre el sistema límbico con posterioridad, dentro del proceso evolutivo de la especie. No obstante, los niveles inferiores de la estructura neural de la razón se mezclan con los que gobiernan el funcionamiento de las emociones y los sentimientos (véase Damasio, 1996). A su vez, las emociones también están mediadas por una serie de circuitos que conectan las amígdalas con la corteza y por algunas zonas prefrontales –entre otras– de ésta. Por eso, las estructuras neurales de la emoción tienen una gran interacción con las del pensamiento (y viceversa), de manera que aunque estas últimas se mantengan relativamente intactas, el deterioro de las primeras suele empobrecer de forma severa la actividad mental. No hay vida mental sana, ordinariamente ni siquiera a nivel de funcionamiento intelectual,
  • 23. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 23 en condiciones de disfunción emocional importante. En efecto, se han observado casos en los que ciertas lesiones en la corteza prefrontal puede dejar casi intacta la capacidad de llevar a cabo las diferentes funciones cognitivas: percepción, memoria, lenguaje, raciocinio... Se trata de lesiones que apenas repercuten sobre los tipos de operaciones de las que depende el CI, medido según las pruebas tradicionales. Sin embargo, las personas que sufren semejante patología no suelen experimentar las vivencias emocionales, ni demuestran capacidad adaptativa y toma de decisiones normales. Eso es lo que sustancialmente les ocurría, entre otros, a dos famosos pacientes de la literatura neurológica: Phineas Gage y el «paciente A» (Damasio, 1996). Aunque antes de sufrir la lesión eran inteligentes, con iniciativas y afectivamente desarrollados y controlados, a raíz del deterioro parcial del córtex frontal, se tornaron indolentes, socialmente insensibles y descarados (i.e., con escasas muestras de inteligencia emocional), de manera que, pese a conservar sus potencialidades intelectuales casi normales, de pronto su vida se había visto arruinada. Recientemente se han documentado otros casos similares. Por su parte, también la alteración del sistema límbico degrada la vida de quien la sufre, aunque conserve la potencialidad intelectual. Desde luego, es posible que los pacientes a los que nos estamos refiriendo lleven a cabo ocasionalmente tareas cognitivas y de razonamiento con cierta normalidad, pese a su problema emocional. A su vez, por otro lado, como puso de manifiesto estos últimos años Joseph LeDoux (1996), existe una vía que transmite desde los sentidos alguna información emocional procedente del mundo externo a través del tálamo directamente a la amígdala, sin pasar antes por la corteza cerebral. Lo primero permite actuaciones razonables esporádicas a quienes sufren ese tipo de lesiones, pero impide un comportamiento inteligente integral y sistemático. Lo segundo permite la aparición de reacciones afectivas rápidas y toscas, sobre todo de naturaleza defensiva, ante eventos que entrañan riesgo, antes incluso de que se produzca su valoración cognitiva plena, o hasta sin llegar a ser conscientes de ellos (véase Froufe, 1997). Sin embargo, una vez producida esta reacción emocional adaptativa primaria y de emergencia, para evitar los posibles efectos catastróficos de los acontecimientos, el funcionamiento correcto del sistema exige una valoración afectiva más refinada de la situación, a través de la intervención de las estructuras corticales. Por tanto, las emociones dependen en gran medida de la operación de las estructuras responsables de los procesos cognitivos de interpretación y raciocinio. A su vez éstos, para su correcto funcionamiento en la vida cotidiana –y para el desarrollo de una personalidad saludable–, requieren el trabajo normal de las estructuras responsables de las emociones y los sentimientos. En definitiva, la operación de una estructura sin las aportaciones de la otra da lugar a una mente incompleta, con su capacidad operativa cercenada. El cerebro y, por ende, la mente es un sistema integrado, no un conjunto de subsistemas independientes. Reconquista de las emociones: sentir es de listos Después de todo lo dicho, parece obvio que, para que se produzca un aprovechamiento insuficiente de la inteligencia, no es necesario que suframos un daño cerebral que prive a la mente de su componente emocional. Solemos prestar tan poca atención al cultivo de los sentimientos, que nuestra competencia para manejar apropiadamente los recursos emocionales se atrofia. Por eso, para evitar la eventual o, más bien, pretendida incidencia negativa de los sentimientos, muchas veces nos limitamos
  • 24. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 24 a intentar suprimir su intervención. Sin embargo, aun reconociendo que las vivencias emocionales extremas degradan el raciocinio, la contrapartida no es el control supresor de los sentimientos, su allanamiento. El objetivo debe ser lograr un razonable equilibrio entre esos dos extremos. Como nos recuerda Jeanne Segal (1997) en el libro Su inteligencia. emocional: aprenda a incrementarla y usarla, sentir es de listos. De ahí la conveniencia de cultivar las habilidades encaminadas a controlar la dinámica emocional, habida cuenta de que en alguna medida es algo que se puede aprender a manejar. De hecho, este componente de la competencia adaptativa seguramente se puede aprender en mayor medida que la vertiente racional. Por eso, no debemos abandonar la dinámica emocional de los niños a su suerte, ni dejar su moldeamiento sólo en manos de la familia. Esta faceta de la alfabetización personal debe promoverse también desde la escuela (véase a continuación, en esta misma página de internet, el trabajo de Colom y Froufe y el de García Moriyón). La educación debe perseguir la armonización del razonamiento y los sentimientos, con el objeto de conseguir un desarrollo integral de los niños.
  • 25. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 25 CONCLUSION  Llegue ala conclusión que la inteligencia emocional es parte de nuestra Inteligencia Global, una parte a menudo negada y desdeñada, opacada por el brillo de la razón y del coeficiente intelectual, más fácil de definir y medir.  También que La Inteligencia Emocional es el conjunto de actitudes, competencias, destrezas y habilidades que determinan la conducta de un individuo, sus reacciones, estados mentales y su estilo de comunicar y relacionarse con las demás personas.
  • 26. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 26 SUGERENCIAS  saber apreciar nuestra propia inteligencia.  Nunca rendirnos ante todas las adversidades y todas las crisis que nos toca en vida.  La inteligencia emocional y la inteligencia racional también nos ayuda a nunca darnos por vencido en toda las paredes que la vida nos prepara.  Gracias ala inteligencia emocional nuestra mente es mas fuerte y decidida.
  • 27. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 27 BIBLIOGRAFIA  Mayer, J. D., Caruso, D., & Salovey, P. (1999). Emotional intelligence meets Traditional standards for an  intelligence. Intelligence, 27, 267-298.  Mayer, J. D., Salovey, P., & Caruso, D. R. (2000). Models of emotional intelligence. In R. J. Sternberg (Ed.).  Handbook of Intelligence (pp. 396-420). Cambridge, England: Cambridge University Press.  J. D. Mayer, P. Salovey, D. R. Caruso y G.Measuring emotional intelligence with the msceit v2.0 Sitarenios  en Emotion, vol. 3, págs. 97-105; 2003.  S. D. Pollak y S. Tolley-Schell Selective attention to facial emotionin physically abused children en Journal  of Abnormal Psychology, vol. 112, págs. 323-338; 2003.  P. N. Lopes, M. A. Brackett, J. Nezlek, A. Schutz, I. Sellin y P. Salovey. Emotional intelligence and social  interaction. En Personality and Social Psychology Bulletin, vol. 30, págs. 1018-1034;
  • 28. TEMA: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y INTELIGENCIA RACIONAL 28 ANEXOS