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MAX WEBER
ECONOMÍAY SOCIEDAD
Esbozo de sociología comprensiva
Edición preparada por
JOHANNES WINCKELMANN
Nota preliminar de
]OSÉ MEDINA ECHAVARRÍA
•FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
MÉXICO - ARGENTINA - BRASIL - CHILE - COLOMBIA - ESPAÑA
ESTADOS UNIDOS - GUATEMALA - PERÚ - VENEZUELA
Traducción de
]OSÉ MEDINA ECHAVARR1A, ]UAN ROURA FARELLA, EUGENIO ÍMAZ,
EDUARDO GARClA MAYNEZ Y ]OSÉ FERRATER MORA
Primera edición en alemán, 1922
Cuana edición en alemán, 1956
Primera edición en español, 1944
Segunda edición en español,
de la cuana en alemán, 1964
Primera reimpresión en FCE-España, 1993
Segunda reimpresión en FCE-España, 2002
Título original:
Wirtschaft und Gesellschaft. Grundriss der Vmtehendn Soziologie
© 1922, I.C.B. Mohr (Paul Siebeck), Tubinga
DR.© 1944, 1964 FONDO DE CULTURA EcONÓMICA
Carretera Picacho-Ajusco, 227. 14200 México, D.F.
www.fce.com.mx
FONDO DE CULTURA ECONóMICA DE EsPAÑA, S.·L.
Fernando el Católico, 86. 28015 Madrid
www.fcede.es
I.S.B.N: 84-375-0374-4
Déposito Legal: M-6.906-2002
Impreso en España
NOTA A NUESTRA SEGUNDA EDICION EN ESPAISI'OL
En 1964 se celebra el primer centenario del nacimiento de Max Weber
(1864-1920). Para conmemorarlo, el Fondo de Cultura Econ6mica decidi6
reeditar su Economía y sociedad de acuerdo con la cuarta edici6n alemana
(p6rtuma) que tiene una disposici6n distinta e incluye una serie de trabajos
y añadidos que no aparecían en las tres primeras ediciones alemanas.• El pr6-
logo de Johannes Winckelmann que reproducimos a continuaci6n da sufi-
ciente noticia de los cambios que se han hecho a erta obra. Aquí s6lo
queremos rendir homena¡e al gran soci6logo de Erfurt, fundador de la socio-
logía "comprensiwl'. De él podríanws decir, citando a S. Wright Müls, que
es un "clásico" "que alcanza alturas notables". Para Mills "la apariencia del
esfuerzo de la sociología puede advertirse también en los muchos clásicos
de la sociología. . . Lo más importante, me parece, son las diversas obras de
Max Weber. ¿Recuerdan urtedes la gran inclinaci6n por leer a Wrlfredo
Pareto durante los treintas? Pues bien, como lo revela la falta de atenci6n
generaliuzda hacia él en nuestros días, no la merecía. Max Weber sí la
merece: su voz es la del liberal clásico en un mundo que, en el primer cuarto
del siglo, le parecía volcado contra el liberalismo y, al mismo tiempo, es el más
elaborado revisionista del marxismo clásico".
• La traducción de dadidos y nuevos trabajos fue eucomendacb a Carlos Gerhard. El lndice
analítico estuvo a cargo de Jasmin Reuter.
PROLOGO A LA CUARTA EDICION ALEl'vlANA
LA oBRA póstuma capital de Max Weber aparece aquí, desprendida del marco
del Grundriss der Sozialokonomik ("Elementos de la economía social") cuya
tercera sección formaba hasta el presente, bajo nueva forma. Esta nueva
edición se ha hecho con sujeción a los principios expuestos por el editor en
la Zeitschrift für die gesamte Staatswissenschaft.l Su idea rectora es sen-
cilla. La primera parte de la gran sociología de Max Weber, que contiene
la teoría de los conceptos, fue concebida después de la primera Guerra Mun-
dial, durante los años 1918 a 1920. La segunda parte del manuscrito, en
cambio, fue redactada antes de dicha guerra y, esencialmente, con excepción
de algunas adiciones posteriores, durante los años de 1911 a 1913. De la
existencia de ese manuscrito anterior el autor sólo dio noticia por vez pri-
Jnera en la nota de introducción a su artículo sobre las categorías socioló-
gicas, del año 1913.2 El plan de su contribución destinada al Grundriss der
Sozialokonomik, sección tercera: "Economía v sociedad", Max Weber sólo
lo publicó, después de aparecido ya el manuscrito anterior, en el resumen
de la "división de la obra conjunta", que inicialmente se adjuntó en forma de
suplemento a los distintos volúmenes que fueron apareciendo a partir del año
1914.s Como quiera que el manuscrito de la parte más antigua no fue objeto
de refundición alguna, no debe sorprender que sus distintos elementos coin-
cidan con el plan originario. Así, pues, éste pone de manifiesto el pensa-
miento relativo a la composición de la obra. A continuación, el manuscrito
más reciente amplía la primera de todas las secciones hasta una teoría clasi-
ficadora comprensiva de las categorías que, sin embargo, permaneció incom-
pleta. El propio plan de Max Weber para su Grundriss der verstehenden
Sociologie, que se da más adelante a título de ilustración y para permitir
la comparación, es el que ha servido de base al contenido de la presente
edición.
El hecho de haberse conservado para el libro el título de Economía v
sociedad requiere unas palabras de justificación. La Einteílung des Ge-
samtwerkes ("Distribución de la obra conjunta") muestra que la sección ter-
cera llevaba la designación comprensiva de "Economía y sociedad"4 pero es-
1 "'Max Webers Opus Posthumum" ("La obra póstuma de Max Weber") (Z.f.d.g. StW.)
["Revista para la ciencia conjunta del Estado"}, vol. 105, 1949, pp. 368 ss.).
2 "Ober einige Kategorien der verstehenden Soziologic" ("Acerca de algunas categorías de b
sociología comprensiva") (Logos, vol. IV, 1913, pp. 253 ss.), impresa en Gesammelte Au/siitze zur
Visscnscllaftslehre ("Articulas completos sobre la teoria de la ciem:d'), 2" ed., 1951, pp. '127 ss.
3 Una exposición totalmente detallada de la "división de la obra conjunta", con indicación de
cada contribución particular y del autor previsto pura ella en cada caso, la proporciona además el
infonne de publicación de la editorial J. C. B. Mohr (Paul Siebeck), aparecido en 1915 y relativo
al afio 1914 (pp. 9-13). La disposición de la contribución de Max Weber contenida en dicho
informe corresponde literalmente a la impresión de la división en los distintos volúmenes del
G~:ndr~ss der Sozia!Olconomilc o sea, pues, a aquello que con razón se puede designar como plan
ongmano.
4 En forma análoga, p. ej. a la de las partes ~Economía y ciencia de la economía" "Economfa
y natura]eza"9 "Eccn01nía y técnica". '
VIII
PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA L'C
taba subdividida a su vez en dos secciones principales, de las cuales sólo la pri-
mera, con el título de Die Wirtschaft und die geseUschctftlichen Ordnungen
und Miichte ("La economía y los ordenamientos y poderes sociales"),~ estaba
a cargo de Max Weber. Así había de titularse en realidad la aportación de
Max Weber al Grundriss der Sozialokonomik, que contenía su gran sociolo-
gía. No obstante, esta última obra y al propio tiempo la más comprensiva
de Max Weber ha adquirido fama mundial con el nombre de Wirtschaft und
Gesellschaft ("Economía y sociedad"). En efecto, con la publicación de la
portada definitivamente cambiada de la primera edición, se había renunciado
a la incorporación de la segunda aportación a la sección tercera, y el título reza-
ba ahora: III. Abteilung. Wirtschaft und Gesellschaft. Bearbeitet von Max
Weber ("sección tercera Economía y sociedad. Compuesta por Max We-
ber"). O sea que, a partir de su primera aparición en el año 1922, la contri-
bución de Max Weber llenaba ella sola toda la tercera sección con su título
de Economía y sociedad.6
Así, pues, si en el futuro se sigue conservando
dicho título para la obra en su forma autónoma, independientemente de
aquella obra conjunta, la razón de ello es doble. Desde el punto de vista
objetivo es decisivo que en lo futuro el cuerpo principal de la obra, o sea la
segunda parte entera, vuelve a llevar la designación de LA economía y los
orderutmientos y poderes sociales, a la que sólo se antepone como parte pri-
mera la Soziologische Kategorienlehre ("Teoría sociológica de las catego-
rías"), de origen posterior y no nombrada por el propio Max Weber, en
tanto que el título de Economía y sociedad, que abarca las dos partes del
libro, se presenta como objetivamente más indicado para éste. Y desde el
punto de vista práctico, ese título se halla ya introducido para la sociología
de Max Weber desde el principio, nombrándose y citándose usual y fami-
liarmente en esta forma, con exclusión de toda otra. El plan originario se
reproduce a continuación, bajo el titulo de la sección, para la sola contribu-
ción propia de Max Weber.
ECONOMU Y SOCIEDAD
La economía y los ordenamientos y poderes sociales.
1) Categorias de los ordenamientos sociales.
Economía y derecho en su relación de principio.
Relaciones económicas de las asociaciones en general.
2) Comunidad doméstica, _oikos y empresa.
3) Asociación de vecindad, parentela y comunidad.
-f.) Relaciones étnicas de la comunidad.
5) Comunidades religiosas.
Dependencia de las religiones con respecto a las clases; religiones avan-
zadas e ideología económica.
6 Para la segunda parte de dicha sección se había previsto como colaborador a Eugen v. Pbilip-
powicb. Véanse los detalles en la nota 1 del estudio indicado.
11 En relación con una CllpOSición debllada ~emitimos a la disertación mencionada en la nob 1
de la p. vm, contenida en la Zeitscluift für die gesamte Staatswissenschaft ("Revista para la
ciencia conjunta del Estado") y, en particular, a las pp. 370-71, 373, 376-77.
X PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA
6) La colectivización del mercado.
7) La asociación política.
Las condiciones de desarrollo del derecho. Profesiones, clases, parti-
dos. La nación.
8) El dominio.
a) Los tres tipos del dominio legítimo.
b) Dominio político y hierocrático.
e) El dominio ilegítimo.
Tipología de las ciudades.
d) El desarrollo del Estado moderno.
e) Los partidos políticos modernos.
Externamente, la nueva edición se aparta en su articulación del plan ori-
ginario de Max Weber en varios aspectos. Los dos cuerpos de manuscritos
figuran bajo temas distintos. En tanto que el manuscrito más reciente des-
arrolla la tipología de los conceptos, el más antiguo, en cambio, presenta
una exposición de las conexiones y los desarrollos sociológicos. En el título
de la primera entrega de Economía y sociedad, publicada todavía por el
propio Max Weber y que daba a conocer el comienzo de las explicaciones
conceptuales aún inacabadas, éstas se designan como "parte primera", lo que
se subraya tanto por la remisión frecuente de la Teoría de las categorías
a la "exposición detallada" posterior, corno por la observación, en la segunda
parte, relativa a la "sociología general", distinta de la exposición detallada.7
Por consiguiente, la nueva edición ha experimentado una bipartición, en la
Teoría sociológica de las categorías y en la exposición del sujeto con la desig-
nación de LA economía y los ordenamientos y poderes socíales.8
La primera parte reproduce inalterada la redacción de la primera entrega
a cargo del propio Max Weber. Sólo que los subtítulos de Max Weber,
que articulan el texto, se han intercalado también en el índice entre la división
en parágrafos, añadiéndose además corno "anexo", después del capítulo IV,
los esbozos de una tipología de las profesiones hallados entre los escritos
póstumos. La segunda parte presenta el texto del manuscrito más antiguo
en una disposición por materias que corresponde objetivamente al plan ori-
ginario de Max Weber; sin embargo, la articulación a la que se ha procedido
de esta segunda parte se distingue de la primitiva en cuatro puntos. En
concordancia con las ediciones anteriores, las dos subsecciones restantes del
número 1 del plan se han asignado a sendos capítulos autónomos; los números
2 y 3 se han reunido en un capítulo unitario, y la sociología del derecho, que
se presentaba en forma autónoma completa, se ha antepuesto como capítulo
independiente al que correspondía al número 7 restante del plan. De todo
ello habrá resultado la situación del manuscrito póstumo en la edición ante-
rior. Una última desviación con respecto al plan originario de Max Weber
consiste en que en los números 8 d y e de éste se había previsto primero un
tratamiento separado del desarrollo del Estado moderno y de los partidos
políticos modernos. Sin embargo, en contraste con ello, en la Teoría de las
7 Cf. p. 289.
8 Cf. también Marianne Weber, Max Weber - Ein Lebensbild ("Max Weber - Biografla")
(l~ ed. 1926, pp. 425, 675, 687 s., 709).
PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALID11ANA XI
categorías entregada en 1922 por él mismo a la imprenta, Max Weber relegó
la exposición material de la estructura y función de los partidos a la socio-
logía del Estado.0 Además, como quiera que los parlamentos caracterizan
el tipo del moderno "Estado legal de constitución representativa" -tratán-
dolos Max Weber por consiguiente en su peculiaridad como órgano esta-
tal-,10 siendo así, por otra parte, que "no se explican a su vez sin la inter-
vención de los partidos",11 resulta que no es posible tratar separadamente las
modernas formas estructurales del Estado, de los partidos y de los parla-
mentos. De ahí, pues, que los comentarios relativos al Estado racional, al
parlamento y a los partidos se hayan reunido aquí en una sección unificada
del capítulo que trata de la sociología del dominio. En estos cuatro puntos
el plan originario de Max Weber puede considerarse, en virtud de sus pro-
pias declaraciones, como abandonado en realidad por él mismo.
En la segunda parte, modificada en su disposición de acuerdo con las
propuestas desarrolladas por el editor, los títulos anteriores de los capítulos
y las indicaciones relativas al contenido de éstos y de los parágrafos han sufrido
algunos cambios, en la medida en que la necesidad de la nueva articulación,
en adaptación al plan originario, y la exigencia de una composición más
lógica del contenido lo sugerían; por otra parte su redacción se aparta tam-
bién parcialmente de la del plan originario, con objeto de adaptarse más es-
trictamente a la modalidad de expresión del texto, habiéndose formulado
en ella algunos de dichos títulos, frente a las propuestas anteriores del que
suscribe, con mayor precisión. Esto se aplica en particular a la sección octava
del capítulo IX, cuyo título se ha restablecido con la concisión característica
de Max Weber, en concordancia con el plan originario, ya que, después de
admitida en adelante en la sección novena la indicación auténtica del autor,12
no puede subsistir ya duda alguna con respecto a su manera de interpretar
el sentido de la categoría del "dominio ilegítimo"; éste surgió, en el círculo
de la civilización mediterráneo-occidental antes que en otra parte, a con-
secuencia de la constitución política de las ciudades como comunidades
autónomas "libres" -"libres: no en el sentido de la libertad frente al domi-
nio violento, sino en el sentido de: ausencia del poder del príncipe, legítimo
en virtud de tradición (por lo regular consagrada por la religión), como
fuente exclusiva de toda autoridad".
Por lo que se refiere al tratamiento propiamente dicho del texto, pres-
cindiendo de las modificaciones de la articulación, de los títulos y del conte-
nido que se acaban de mencionar, aquél se ha tomado de las ediciones ante-
riores. Se lo ha sometido, con todo, a una escrupulosa revisión. Con lo que
se han eliminado todas las erratas manifiestas de imprenta, así como, ocasio-
nalmente, descuidos del propio manuscrito, en parte después de detenido exa-
men de las fuentes. Las correcciones del texto propuestas por Otto Hintze13
han podido admitirse, con excepción de unas pocas. Por lo demás, aparte
9 Cf. pp. 228 SS.
10 Cf. p. llOI.
11 Cf. p. 236.
12 Cf. p. 1063.
13 En los comentarios a la 2~ ed. de Economía y sociedad (Schmcll. Jb. ["Anuario de Schmoll."),
año 50, 1926, pp. 87·88).
xn PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA
de dichas correcciones necesarias, el texto mismo no se ha modificado en
nada. Sólo en la sección sexta (inacabada) del capítulo IX de la segunda
parte se ha procedido, con objeto de conseguir una artic?l~ción ~oncl.usiva,
a trasposiciones del texto en tres lugares.14 El anexo musico-socwlógiCO se
comparó con la primera edición de la obra particular del año 1921, compro-
bándose que tampoco ésta era absolutamente segura: Diversas de~icie~cias
del texto de la investigación de Max Weber en relaciÓn con la rac1onahdad
y la sociología de la música pudieron en esta forma eliminarse.
Por la información amablemente proporcionada en relación con una serie
de modismos extranjeros en materia indológica, orientalista y etnológica, así
como por las múltiples molestias que a tal objeto se han tomado, quiero
expresar también aquí mi más sincero agradecimiento a los señores pastor
Dr. Ernst L. Dietrich, Wiesbaden; profesor Dr. Otto Eissfeldt, Halle-Saale;
profesor Dr. Helmulth von Glasenapp, Tubinga; profesor Dr. Hellmut Rit-
ter, Francfort del Meno; y profesor Dr. Franz Tcrmer, Hamburgo. Estoy
asimismo cordialmente agradecido a los señores profesores Dr. Carl Schmitt,
Plettenberg; profesor Dr. Rolf Stodter, Hamburgo; y antiguo profesor Dr. Carl
Brinkmann, Tubinga, por la aclaración de algunos términos particulares. Fi-
nalmente, el profesor Dr. Walter Gerstenberg, Tubinga, se ha encargado,
en forma por la que le estoy también muy obligado, de la revisión de diversos
conceptos de la teoría de la música así como de la revisión final del texto
de la Sociología de la música. El concurso desinteresado de todas las perso-
nas citadas es el que ha permitido conseguir un texto seguro de la obra prin-
cipal póstuma de Max Weber. Y por último, vaya mi agradecimiento no
menos sincero al editor, señor Hans C. Siebek, quien se ha decidido a
aceptar la modificación en principio por mí propuesta de la obra y me
ha confiado la tarea ligada a la ejecución de la misma, prestándome además
la editorial su valioso concurso en dicha realización.
El manuscrito de Economía y sociedad no pudo ser consultado, ya que
no se encuentra y es posible que haya de considerarse como perdido. Si
algún día se llegara a encontrar, entonces una nueva revisión del texto
habrá de revelar si las lecciones y las diversas conjeturas formuladas, así
como los títulos de los capítulos, secciones y parágrafos de la segunda parte
pueden mantenerse o no. Es posible que en tal caso puedan colmarse asi-
mismo eventuales lagunas de la presente edición. Los corchetes del texto,
en la medida en que no figuren ya en las ediciones anteriores, designan
adiciones del refundidor de la obra. Un índice de las lecciones informa
acerca de las correcciones del texto a partir de la primera edición. Se han
añadido aclaraciones críticas del mismo. La tabla de materias se ha refun-
dido y ampliado considerablemente.
Lo que precede no se aplica en modo alguno a la sección final del último
capítulo añadida a la segunda parte a manera de conclusión. La socio-
logía del Estado que Max Weber tenía en vista no se llevó a ejecución. Se
ha efectuado aquí el intento -esencialmente desde el punto de vista del
interés didáctico- de colmar dicha laguna mediante adición de las ideas
14 Cf. pp. 850-56, 875 s., 882-89.
PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA XIII
fundamentales de Max Weber en materia de sociología del Estado, a partir
de su Wirtschctftsgeschichte ("Historia de la economía"),1
~ de edición pós-
tuma también, así como de su tratado Parlament und Regierung im neu-
geordneten Deutschland ("Parlamento y gobierno en la nueva ordenación
alemana") 16 y de la conferencia Politik als Beruf ("La política como profe-
sión") .n Semejante atrevimiento suscita reparos considerabies y hubo de
sopesarse cuidadosamente. En el artículo citado al principio,18 el refundidor
ha señalado hasta qué punto el pensamiento y las actividades docentes y de
conferenciante de la última época de Max Weber se habían dedicado a dicha
problemática, cuya exposición en el marco de su sociología del dominio
había de ser objeto todavía de elaboración, de modo que existen inclusive
impresas algunas partes aisladas de la misma, aunque esencialmente a título
de trabajos preliminares. La penetración, orientada por completo hacia la
claridad de visión del proceso sociológico de plasmación del "Estado" racio-
nal en las ilustrativas secciones y los comentarios teóricos relativos al Estado
contenidos en las tres obras antes citadas, recoge en su concreción el material
ideológico de los conceptos y ternas de la obra principal y los anima con
una visión interior, para documentar en esta forma al propio tiempo el lugar
de las consideraciones sistemático-intelectuales. Las ideas fundamentales so-
bre la sociología del Estado elaboradas por Max Weber en los últimos años
y preformadas en las obras mencionadas se adaptan en forma sorprendente,
aun sin haber recibido por parte del autor su formulación definitiva de cara
a la obra principal, a la concepción conjunta aparente en la nueva edición
de Economia y sociedad, e ilustran la conexión unitaria del pensamiento de
aquél a propósito del conjunto de la sociología del dominio. De la inteli-
gencia de dicha conexión interna resulta al propio tiempo la articulación
lógica de los comentarios relativos a la sociología del Estado añadidos al final
de la obra principal en la subdivisión efectuada. El título principal de la
novena sección expresa el propósito efectivamente expuesto en el mismo, en
coincidencia lógica con el plan originario y con la propia terminología de Max
Weber. La segunda división en parágrafos y la elección de los títulos hubo de
practicarlas el refundidor. A tal disposición se han adaptado la selección y la
sucesión de las partes, practicando muchas ~rasposiciones y dejando de lado to-
dos aquellos comentarios que no se refieren a los aspectos estructural y funda-
mental. Con excepción de una frase insignificante de transición, de la que
difícilmente podía prescindirse, el texto es también aquí el de Max Weber,
habiéndose eliminado únicamente los puros juicios de valor y transportándose
reiteradamente la formulación del modo de elocución al de enunciado. Corno
quiera que las obras originarias se encuentran a disposición del público, no
se formularán contra la forma de tratamiento del texto para los fines particu-
lares de la presente edición reparos contundentes. He de agradecer particular-
mente al propietario de la Editorial Ducker & Humboldt, señor Dr. Hans
15 Wirtschaftsgeschichte. Abriss der universalen Sozial - und Wirtschaftsgeschichte ("Historia
de la economía. Compendio de la historia universal social y económica"), 1~ ed. 1923; 2~ ed. 1924.
16 Redactado en el verano de 1917, publicado en refundición en 1918.
11 Conferencia sustentada el invierno de 1918, impresa en otoño de 1919.
18 Z.f.d.g. StW. ("Revista para la ciencia conjunta del Estado"), vol. 105, pp. 372, 376, 386.
XIV PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA
Broennann, editor de las obras consultadas para la selección, la amable auto-
rización de la reproducción de los pa~ajes escogidos del texto.
Por supuesto, no ha de subsistir duda alguna en cuanto a que se trata
en esta empresa de un sucedáneo, y que aquello que en la selección prac-
ticada se ha ordenado desde puntos de vista sistemáticos figura corno pctTs
pro toto, de modo que los comentarios existentes no agotan en modo alguna
los ternas de una sociología del Estado. Habrá que aceptar, además, cierta
falta de uniformidad en materia de dicción. f:sta no se funda únicamente
en el hecho de la modificación parcial del enunciado originario mediante
adición y eliminación. Debe alegar en justificación de la misma que las
obras póstumas, que sólo nos trasmiten la palabra de Max Weber de manera
indirecta, ya están de todos modos publicadas, y que en la sección añadida
nada figura que no haya sido ya impreso y documentado -en su irregula-
ridad estilística- con el pensamiento y la convicción de Max Weber.
Añádese a ello, antes bien, el carácter cambiante del estilo del pensarnienta
de las digresiones esparcidas por el texto, las cuales, introducidas por el in-
vestigador en el respectivo lugar ocasional a título de aclaración y funda-
mentación, se vuelven a colocar ahora, conforme a su origen teórico, en el
"lugar tipológico" correspondiente del conjunto. Recuérdese, además, que
también los distintos estratos del manuscrito de Economía y sociedad perte-
necen a periodos de tiempo distintos y que, en él, las formas de pensamiento
sintético-tipológica, genético-analítica y polémica figuran por doquier una al
lado de otra, como corresponde a la manera de trabajar y al impulso intelec-
tual de Max Weber.
Hay que tener en cuenta, finalmente, que la novena sección comporto~
(aunque en extracto) órdenes de ideas fundamentales de Max Weber a pro-
pósito de la sociología del Estado que han sido tornados de otras obras v,
en parte, de apéndices, y que dichas ideas figuraban originariamente en otra
conexión, no habiendo sido concebidas como contribución a Economía v
sociedad, por lo que las partes reproducidas de Parlament und Regierung
("Parlamento y gobierno"), en particular, presentan un carácter político-
programático. En su comentario previo a esa "crítica política de la burocra-
cia y los partidos'', del año 1918, subraya Max Weber que "nada dice de
nuevo para un estadista, pero que tampoco coincide con la autoridad de um
ciencia. Porque las últimas actitudes del querer no se pueden decidir con
los medios de la ciencia". Sus exposiciones del tratado en cuestión culminan
con la elaboración de una determinada forma de Estado y la torna de posi-
ción deliberada en favor de la misma, a saber: la de la democracia parla-
mentaria, tal como se ha desarrollado a partir de la segunda mitad del si-
glo xrx; y el punto de vista desde el cual para ello se juzga no es el puuto
de vista estrictamente empírico de la "ciencia, neutral"19 frente a las adi-
tudes sociales confirmadas. Es de aplicación, en este sentido, la propia
sentencia de Max Weber: "Para toda opinión de partido -p. ej. también
para la mía- se dan hechos sumamente incórnodos."20 Max Weber se ha-
bría negado decididamente a admitir en su obra, en esta forma, las opiniones
1!1 Cf. pp. !58 S.
!!U Wisscusd•afslcllrc ("Teoría de ];¡ ciencia.'), 2'.1 ccl., p. 587.
PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA XV
suyas que acabamos de reproducir y que no fueron formuladas como cientí-
ficas en el sentido de la "sociología libre de valores";21 manifestó claramente
su punto de vista al respecto en ocasión del tratamiento crítico del gobierno
parlamentario de gabinete por Wilhelm Hasbach.22 Y si pese a ello aquí se
hace de todos modos, aunque con las reservas expresas que se acaban de
formular, es porque estas manifestaciones de principio de Max Weber ponen
de relieve en forma plástica su pensamiento en materia de sociología del
Estado, pudiendo atribuírseles en consecuencia un valor aclaratorio tal que,
por muy fielmente que se quiera proceder no se las puede con todo sustraer,
en su "lugar tipológico" correspondiente, a aquel que trata de penetrar en
el pensamiento de la sociología de Max Weber como un todo.
Si se admiten esos puntos de vista, entonces podrá aparecer como justi-
ficado el intento de proporcionar, por razones didácticas y como comple-
mento de la obra, una visión de la concepción y la materia conjuntas, procu-
rando así que las opiniones teóricas fundamentales de Max Weber en materia
de sociología del Estado racional, diseminadas en diversos lugares fuera de
la obra principal, no pasen inadvertidas o sean ignoradas en la conexión
sistemática de significado universal en que se hallan en verdad.
Estos pensamientos y la admisión en extracto de determinadas secciones
parciales, a la que aquí se ha procedido, no han de conducir a pasar por
alto la importancia propia de la conferencia de Max Weber sobre Politik als
Beruf ("La política como profesión") en su conjunto. En efecto, ésta sólo
ofrece explicaciones teóricas de los supuestos sociológicos de la actividad
racional del Estado y de los partidos modernos a título preparatorio, en tanto
que su propósito específico, expresado en el título, está en la particular si-
tuación de conflicto en que, en las condiciones de existencia del siglo xx, el
político profesional se encuentra inevitablemente colocado. En tanto que
el peso espiritual de la conferencia misma carga en las posibilidades y conse-
cuencias de la vida política profesional y, ante todo, en los comentarios filo-
sófico-morales acerca de los conflictos internos entre la política y la ética,
desde el punto de vista de una sociología teórica, en cambio, sólo interesan
las ideas básicas científico-sociales. En consecuencia, la temática peculiar de
aquella obra no corresponde precisamente al ámbito de la exposición pre-
sentada como "sociología del Estado". De ahí que nada se haya recogido
aquí de este objeto esencial de la célebre disertación.
Todos los esfuerzos dedicados a la articulación y la conformación del
texto de Economía y sociedad no logran alterar el hecho de que, al morir,
Max Weber dejara sin terminar su gran sociología. Esto es así tanto por lo
que se refiere al plan conjunto como a todas las porciones no concluidas
de las partes primera y segunda, y en esta última, en particular, a la socio-
logía del Estado28
y a la exposición de la teoría de las revolucione5.24 Pero
es así también, y no en menor grado, en relación con el hecho de que ya no
le fue dado a Max Weber incorporar al resto del manuscrito -que desde el
21 Cf.' p. 193.
22 Cf. p. 237.
23 Cf. p. 230.
2-4 Cf. p. 213.
XVI PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA
punto de vista de la terminología reproduce todavía la posición mental del
artículo contemporáneo de 1913 .:;obre las categorías- el aparato conceptual
adquirido por él después de 1918 en la teoría de las categorías de la parte
primera.25 De ahí que las disquisiciones del manuscrito acerca de los con-
ceptos fundamentales en él examinados se presupongan siempre, en lugar de
la tipología conceptual de la primera parte, para la comprensión de la se-
gunda. En consecuencia, sólo puede presentarse aquí el marco de la concep-
ción conjunta en la medida en que ha sido llenado. Sin embargo, dentro de
los límites trazados en esta forma, se espera de todos modos haber logrado
obtener un texto lógicamente articulado que aclare la estructura interna de la
obra y la contextura de su pensamiento como un todo coherente. En cuyo
caso se habrá conseguido el objetivo perseguido por el refundidor, a saber:
abrir a una comprensión mayor la obra prinCipal de Max Weber, mediante
una mayor facilidad de lectura de la nueva edición y un acceso más fácil al
curso lógico de su pensamiento, en beneficio de la investigación, de la ense-
ñanza y la cultura.
JoHANNES WINCKELMANN
Oberursel, verano de 1955
25 Wisxnscbaftslehre ('"Teoria de la ciencia"), Z~ ed., pp. 427 ss.
NOTA PRELIMINAR DE LA PRIMERA EDICION
EN ESPANOL
EL NOM;BRE de Weber tiene hoy un prestigio universal. Sin embargo,. algo
como un destino adverso le persigue aun en su propia gloria, pues nimba las
más de las veces a lo que es en realidad una figura desc'?nocida ante la que
sería tan incorrecto como delatador omitir gestos reverenciosos. Y todavía
peor, lo que de su obra ha pasado al público y se repite en las aulas no deja
de ser una deformación o caricatura de su propio pensamiento. Exceptuados
los contados estudiosos de su obra completa, para los demás el nombre de
Max Weber suele ir unido casi con .exclusividad al esquema de su interpreta-
ción de los orígenes del capitalismo. Pero ese esquema, a fuerza de arrastrarse
por los manuales, llega al público menudo convertido en un auténtico dis-
parate que se reitera con la desenvoltura a que convida toda simplicidad.
Cierto que aquí se repiten los azares que lleva consigo la popularización de
pensamientos complejos y plantea una vez más el problema de los peligros
de toda cultura aguada para hacerla asimilable. Pero en el caso de M. Weber
la deformación se remonta a fuentes secundarias que, obra de investigadores
muy estimables, surgieron, sin embargo, con un pecado de parcialidad. Y esto
en el doble sentido de consideración parcial, no completa, o de visión prejuz-
gada por intereses polémicos. Die protestctntische Ethik und der Geist des
Kapítalismus (La Etica protestante y el espíritu del capitalismo}, libro que
le abrió a la fama universal y uno de los dos traducidos hasta hace bien poco
a otros idiomas (la excelente versión inglesa de Talcott Parsons es de 1930), se
prestaba por sí a interpretaciones falseadas y más si se le desligaba del resto
de su obra, en particular de sus otros estudios sobre la moral económica de las
religiones universales, recogidos en sus Gesammelte Aufsatze zur Religions-
soziologie. No pretendo ahora entrar en más detalles; me interesaba asentar
un hecho y deducir para mí en estos momentos la debida lección. El hecho es
deplorable; la lección, clara. El primero consiste en la creencia vulgar que
atribuye a M. Weber la "teoría" de que el protestantismo es la causa del
capitalismo. La segunda aconseja me limite hoy en estas líneas a unos breves
datos y eluda la posibilidad de una presentación más acabada. El lector tiene
ya abiertas las páginas del maestro y aunque a algunos pudiera series útil una
guía que les orientara en el estudio de lo que tienen ante sí y les completase
la visión de lo que les falta, en la medida en que ésta tendría que ser de modo
inevitable una "interpretación" sujeta a errores, juzgo irreverente ampararla
con el cuerpo que guarda la propia voz del pensador. No por eso renuncio
al intento, y espero realizarlo alguna vez con responsabilidad desamparada.
Fuera, además, de todo escrúpulo, la complejidad y riqueza del pensamiento
weberiano obligarían a una extensión tal que habría de colmar la paciencia
del lector afanoso por abrir cuanto antes su camino. Por otra parte, Econo-
mía y sociedad, con ser todavía un libro inacabado, recoge y concentra el
esfuerzo íntegro de la vida ele Weber y en él se hallan todos los temas de sus
preocupaciones centrales.
XVIII . NOTA PRELIMINAR DE LA PRIMERA EDICIÓN
Los datos externos de la vida de Max Weber dibujan la escueta biografía
poco romántica de un profesor. Nace en Erfurt el 21 de abril de 1864. Su
padre, de igual nombre, fue Stadtrat de Berlín y diputado al Reichstag y al
Landtag por el partido liberal nacional. Su madre, Helena Fallenstein, era
mujer de religiosidad profunda y espiritualidad delicada. El joven Weber
nace así en un hogar típicamente burgués, saturado de preocupaciones polí-
ticas e intelectuales. De sus hermanos, Alfredo había de conquistar también
elevado renombre.
Bachiller, Max, en 1882, comienza en seguida sus estudios en derecho,
siguiendo la profesión de su padre, pero no deja de trabajar con igual ahinco
la economía, la historia y la filosofía. Esos estudios los realiza con el rigor
típico de aqueiios días dorados de la Universidad alemana. En 1892 consigue
su Habilitation para profesar los derechos mercantil y romano. En 1893 es
profesor extraordinario de esas materias en la Universidad de Berlín. En 1894
le nombra la Universidad de Friburgo (de B.) profesor ordinario de Econo-
mía, y la de Heidelberg le otorga igual cátedra en 1897. En 1903 una grave
crisis nerviosa le separa por muchos años de la función docente. Concluida la
guerra, acepta la cátedra de Sociología en la Universidad de Viena, que aban-
dona en seguida por reintegrarse a su patria. En 1919 es profesor de Socio-
logía y Ciencias del Estado en Munich, donde le sorprende la muerte el 14
de junio de 1920.
Esas secas fechas y tales acontecimientos grisáceos encierran, sin embargo,
una vida estremecida y rica, gastada con fervores de alta tensión. La biografía
en profundidad por ellos enmarcada la escribió con piadosa inteligencia
Mariana Weber, su esposa. El libro de esta mujer admirable (Max Weber.
Eín Lebensbild, 1926) es documento imprescindible para los que quieran
saber cómo fue el hombre y la atmósfera de su tiempo. Tejido con las innu-
merables cartas de su marido -época en que el género epistolar era todavía
manifestación de una vida íntima hoy casi perdida-, el recuerdo amoroso
de Mariana no amengua la lucidez de los trazos, ni le impide pasar del plano
cotidiano en que sacuden las tormentas de una existencia apasionada al nivel
abstracto y sutil en donde se devanan las ideas del pensador. No hace mucho,
la publicación de las cartas juveniles de Weber (Max Weber, Jugendbriefe,
ed. Mohr) ha contribuido a completar la imagen que podemos formarnos
de su persona.
Los simples datos antes apuntados bastan ya para sugerir la trayectoria
de su dedicación intelectual. Quien empezó por la enseñanza del derecho
acaba, a través de la docencia económica, profesando una disciplina que es en
sus manos un instrumento con que apoderarse de la historia universal. Mas,·
tomado a la letra el esbozo de esa trayectoria, no sólo sería insuficiente sino
expuesto a una mala interpretación. Pues no se trata de un "catedrático" que
varía sus intereses docentes ni de un camino recorrido por sucesivas exclu-
siones. El esfuerzo de Weber nada excluye; antes bien, en su titanismo, lo
integra sin residuos, y su sentido total se encuentra ya preformado desde
el principio. Y, sobre todo, porque nada sería más falso que destacar en él los
rasgos del profesor. La actividad académica, dentro de sus artificiosas divi-
siones, es en Weber un aspecto tan sólo de su personalidad desbordante.
NOTA PRELIMINAR DE LA PRII-IERA EDXCIÓN XIX
La frecuencia con que hoy se afirma la actualidad de los escritos weberianos,
o mejor dicho, el acudir a ellos como fertilizante depósito de inspiración por
muchos de los que se afanan por entender los oscuros fenómenos de nuestros
días, tiene su explicación en la lucidez intelectual con que Max Veber per-
cibió el carácter transitorio de la realidad tn que vivía, y en la fuerza con
que apresó, en el análisis de su propia sociedad, algunas de las tendencias que
en ella se proyectaban ya hacia el futuro. Fue, de los hombres de su genera-
ción, uno de los que más claramente se dieron cuenta de la divisoria en que
todavía estamos y que, por lo mismo que rechazó toda profecía -y más si
era ésta demagógica y de milenario-, pudo señalar sin ilusiones algunos de
los hechos fatales frente a los que hoy nos debatimos. Mas ¿dónde están las
raíces de aquella lucidez? No basta para explicarla la pasión por el conocer,
si a ésta no se une la pasión por la acción. Y la acción es lo que el hombre
puede y debe hacer en una circunstancia dada con plena aceptación de su
responsabilidad, es decir, con la conciencia asequible de todas sus posibles
consecuencias. El rigor con que Weber concibió la misión del hombre y la
forma en que en su propia vida la actualizó, son el mejor punto de partida
para entender el sentido de su tarea intelectual. Porque Weber se esforzó en
todo momento por señalar lo que era posible y hacedero, la forma en que
el hombre podía cooperar con inteligencia en su propio destino, tuvo que con-
templar lo contemporáneo con ojos de historiador y arrojarse en la historia
desde sus intereses contemporáneos. Y porque tuvo tal aetitud indivisa ante
la vida fue con igual autenticidad un político, un filósofo y un investigador
de pretensiones gigantes. Así lo presenta Jaspers: "Si Max Veber es político,
investigador y filósofo, no, sin embargo, una cosa junto a otra. Es el hombre
entero el que se encara con un mundo de enormes dimensiones desde el
fondo de su alma, afanosa de verdad. Como filósofo es político, y como polí-
tico, investigador."
Si concebimos la política en su más noble sentido, como una preocupa-
ción activa y sin tregua por el destino de la propia comunidad dentro de una
determinada constelación de fuerzas mundiales, Max Weber fue desde siem-
pre y ante todo un político. Pero la política es, además, otras cosas que el
pensador conocía muy bien y que comprobó .duramente en su existencia.
lloy podemos contemplar las pretensiones políticas de Weber y su fracaso
desde diversos ángulos. Uno, el más alejado de las consideraciones intelec-
tuales de estas líneas, consistiría en imaginar lo que hubiera sido la historia
alemana, y, por ende, la europea y la mundial, de haber prevalecido algunas
de sus opiniones y consejos. Nada más lejos de la presente barbarie que
el destino cultural que Veber señalaba a su patria, intensa y noblemente
querida.
Otro nos tienta a ver en Weber el ejemplo patético del destino del intelec-
tual en la política. Sabía muy bien -y nadie como él ha dibujado la imagen
del auténtico hombre de Estado- que la política lleva consigo el pragma de
la fuerza, y que no bastan ni la actitud responsable, ni la fe y el conoci-
miento de los hechos fundamentales. Pero no sólo falló en él la voluntad
~e po~e;ío si?o el adelgazamie~to extremado de su moral de responsabilidad.
Es qmza pos1ble despertar aquella y aceptarla con la conciencia de su instru-
XX NOTA PRELIMINAR DE LA PRIMERA ECICIÓN
mentalidad necesaria, pero está condenada a extinguirse sin remedio si se la
somete a la tremenda presión de una responsabilidad moral e intelectual de
consecuencia ilimitada. El fracaso de Weber, a que está expuesto todo inte-
lectual verdadero, estuvo en su incapacidad de compromiso, en su negativa
a pactar con las fuerzas subterráneas y demoniacas que rodean al poder, y
sobre todo en su desdén por la mentira, el engaño dorado y las falsas ilusiones.
Lo grave es que Weber percibiera que tal situación tenía cabalmente su
máximo dramatismo en la sociedad de masas de nuestros días.
Pero aquello en que más debiera insistir, si me permitiera ser infiel a mis
propósitos, es la conexión que tiene en Weber esta su pasión "política" con
su concepción de la ciencia. Para él la acción y la ciencia se exigen recíproca-
mente. Es decir, la justificación de la ciencia se encuentra en las posibilida-
des de la acción racional, de igual manera a como sólo puede darse la acción
responsable si consideramos posible el conocimiento racional. Su concepto
de la "ética de responsabilidad" antes aludido es el supuesto de sentido de
una compleja metodología.
Los estudios filosóficos de Weber, si bien surcados con profundas visiones,
caen propiamente en el campo fronterizo de la metodología. Y, sin embargo,
Jaspers -y no es el único- ha dicho que él fue para su tiempo "el filósofo
verdadero". El pensador existencialista nos da de ello una razón existencial:
"Max Weber no tuvo filosofía alguna; él era una filosofía." Y en este sentido
fue filósofo negando a la Filosofí~. En una época de decadencia y de predo-
minante escolástica filosófica, en la que quizá es ya imposible la aparición
del gran sistema y con él la reanudación de su misión iluminadora, Weber
buscaba el conocimiento del hombre y de unas cuantas verdades esenciales
con medios distintos de los especulativos, con el instrumento del saber em-
pírico de la historia. Para ello quizá bastaba con fundamentar "la objetividad
del conocimiento histórico social".
Las publicaciones de Weber abarcan temas tan dispares que en su con-
junto pueden dar la impresión de una completa falta de unidad. Pero si des-
cartamos determinados estudios rigurosamente técnicos (Zur Psychophysik
der industrieUen Arbeít, por ejemplo, y algunos otros) y, sobre todo, si parti-
mos de lo que se ha llamado su segunda fase -desde la crisis de su enfermedad
(1903)-, puede sostenerse que toda la investigación de Weber está orientada
por un solo motivo: el de comprender su propia época en su pleno signifi-
cado, actual e histórico. Su af!m de comprensión, que es al mismo tiempo
de orientación -o mejor, fundado en éste-, se traduce en su extremo rigor
en una pregunta que abarca en sí cuajadas posibilidades de ramificación: ¿Qué
es lo constitutivo y peculiar de la civilización occidental? Desde la música
armónica al partido político, pasando por otros fenómenos al parecer muy
heterogéneos, nos encontramos con una serie de cosas que sólo en Occidente
se ofrecen en su forma cabal. ¿Por qué aquí y no en otras partes? ¿Qué con-
secuencias tiene para nuestra vida este hecho singular? Al cabo, de manera
abstracta y como hipótesis de interpretación de nuestra historia, se impone
averiguar el origen y desarrollo progresivo del predominio de lo racional
en todos los aspectos del espíritu y de la cultura. El proceso de racionaliza-
ción, como decía Weber, que llega hasta nosotros cargado de destino. Pero
NOTA PREI.IlIINAR DE LA PRIMERA EDICION XXI
si tratarnos de captar sus manifestaciones singulares, hay alguna de entre ellas
que pudiera parecer decisiva. De ahí el terna más conocido de las investiga-
ciones weberianas: el de la formación y peculiaridad de "nuestro" capitalismo.
Pero es cabalmente el análisis de este problema lo que lleva a Weber a una
de las dilataciones más fecundas del ámbito de sus pesquisas, al estudio socio-
lógico de las grandes religiones. Lo que hoy día llamamos sociología de la
religión, más allá de sus expresiones "primitivas", tiene en esos estudios
su verdadero origen. Y, asimismo, puede considerarse impulsado por idén-
tico afán de conocimiento su trabajo sobre la situación agraria en la Anti-
güedad (Agrarverhiiltní.sse im Altertum, Hwb. der Staatswissenschaften),
que es propiamente un "análisis sociológico completo del mundo antiguo
contemplado desde la perspectiva de los problemas sociales básicos del pre-
sente inmediato" (Salomon).
La respuesta a la pregunta fundamental antes formulada no alcanzó en
Vcber un desarrollo sistemático y acabado. La· mayor aproximación se en-
cuentra, sin embargo, en Economía y sociedad.
El libro que el lector tiene ahora entre sus manos es para muchos la obra
cumbre de la sociología alemana o, si queremos evitar polémicas, una de
entre las cuatro o cinco más importantes. Y, sin embargo, Weber eludió
siempre el nombre de sociólogo. De ello cabe aducir razones diversas que
conviene apuntar. Sin duda alguna, está ante todo la repugnancia de todo
hombre auténtico -no del personaje- en verse clasificado y maniatado por
motejos y encamisado con títulos adversos a la renovación permanente del
espíritu. Por otra parte, Max Weber no quería engañar a los demás. "La
mayor parte -dice- de lo que por ahí circula bajo el nombre de sociología
es pura patraña." No es difícil imaginar las reacciones de su rigurosa con-
ciencia científica, con su extremada precisión de los hechos y los conceptos,
ante el caos vagaroso de tanto escrito hecho pasar por sociológico. Lo que
en él era una disciplina arraigada en sus más profundos intereses de conoci-
miento, era en otros una moda aprovechada en el logro de una situación
o instrumento falseado con fines extracientíficos. De Weber acá las cosas
han variado bastante y a ello contn'buyó él mismo en buena medida. Pero
queda todavía suficiente patraña -"camelo" verdadero, en lenguaje madri-
leño- para que muchos, muy lejos de la talla de Weber, vean con horror que
alguna vez cae sobre ellos aquel imponente calificativo.
Una última razón tiene particular interés. Weber se resignaba, sin duda,
a ser llamado por el título de su cátedra, pero en el caso de la sociología
ocurría lo siguiente: que era, según él, una disciplina que no podía enseñarse
en cuanto tal. Veía con justeza que la 50ciología es un término y no un prin-
cipio de la ciencia social, y que para llegar a ella se requería una experiencia
considerable en otros campos de las ciencias sociales particulares. Puede
esto ser discutido. Pero no cabe duda que aquí se ofrece un problema de
enseñanza en el que no se han parado nunca a meditar los ideadores de nues-
tros curricula universitarios, empeñados en encajar la "asignatura", con regu-
laridad sorprendente, en los primeros años de las "carreras".
XXII NOTA PRELIMINAR DE LA PRIMERA EDICIÓN
Creo poder afirmar sin error que de .Veber sólo existían hasta estos momentos
dos traducciones castellanas: su ensayo La decadencia de la cultura antigua
(Die sozialen Gründe des Untergangs der antíken Kultur, 1896), publicado
por la Revista de Occidente (ni? xxxvii, p. 25) y su Historia económica general
(Vírtschaftsgeschíchte), traducida por Manuel Sánchez Sarto y publicada
por el Fondo de Cultura Económica en 1942. Tampoco creo equivocarme
si digo que Economíct y sociedad (Virtschaft und Gesellsclzaft, 1922) es la
primera vez que aparece íntegramente traducida en lengua alguna. La anun-
ciada versión inglesa de Talcott Parsons -uno de los mejores conocedores
actuales de Max Weber- sólo comprenderá la primera parte. Por eso mismo,
ahora que la suerte está echada, no puedo evitar cierta aprensión de temor.
Economía y sociedad es un libro póstumo que editara Mariana Weber luego
de una trabajosa compulsa, ayudada por Melchior Palyi, del manuscrito
legado por su marido. De ella procede la ordenación de los capítulos. La obra
se encuentra inacabada en algunas partes y habría tenido seguramente otra
factura -eliminación de ciertas repeticiones, etc.- si Max .Veber hu-
biera podido dar cima a sus planes.
Elestilo en que está escrita parece responder en sus mayores proporciones
a una sola preocupación, la del rigor conceptual Pero ello lo hace suma-
mente difícil, como todo aquel que pasara alguna vez por el original alemán
sabe perfectamente. Pues bien, cuando el Fondo de Cultura Económica se
decidió con notorio valor a emprender la tarea de esta versión, tuvo que
encararse con algunos problemas. No era posible, por lo pronto, encargar
la obra a una sola persona, si no se quería aplazar en algunos ai'ios su publica-
ción. Hubiera sido, además, improbable -aunque sólo sea por la variedad
de especializaciones científicas que en ella se contiene- que nadie hubiera
aceptado para sí tan pesada carga. Se decidiÍ>, pues, entregar la traducción a
distintos especialistas. Pero entonces surgía el otro problema de la unifica-
ción estilística y de tem1inología. Creo que ambos se han resuelto de modo
satisfactorio. Si a mí se me excluye, bastan los nombres de las personas que
colaboraron en la traducción para que el lector pueda esperar con confianza
que se haya alcanzado el nivel de seriedad requerido. Los señores Juan Roura
Parella, Eduardo Carda Máynez, Eugenio 1maz y José Ferrater Mora, de
conocidos merecimientos en el mundo intelectual, no regatearon esfuerzo
alguno y a ellos van ante todo los mejores agradecimientos del editor. El pro·
blema de unificación aludido ha sido, por eso, mucho menor de lo que se
creyó y me parece suficientemente logrado.
JosÉ MEDINA ECUAVARRÍA
DEL PROLOGO A LA PRil1ERA EDICION
L.... l't:liLICACIÓN de esta obra póstuma principal del autor presentaba lógica-
menh; muchas dificultades. No se disponía de plan alguno para la cons-
trucción del todo. Sin duda, el que se halla esbozada en las páginas x y XI
del volumen primero del Grundriss der Sozialokonomik ("Elementos de
la economía social") proporcionaba algunos puntos de referencia, pero dejaba
a un lado, en cambio, otros esenciales. Algunas secciones son incompletas y
han de permanecer en tal estado. La indicación del contenido de los capí-
tulos sólo se había fijado para la Rechtssoziologie ("Sociología del dere-
cho"). Algunos de los ejemplos utilizados para la ilustración de procesos
típicos importantes se repiten varias veces, aunque siempre bajo una nueva
luz. Es posible que si le hubiera sido dado refundir en forma coherente la
obra conjunta, el autor habría dejado de lado algunas cosas. Sin embargo,
el refundidor sólo ha podido tomarse esta libertad en unos pecas pasajes.
-El descifrado de los manuscritos, cuyo mérito corresponde en gran parte al
linotipista de los editores, en particular por lo que se refiere a las grafías correc-
tas de los numerosos vocablos especializados de origen extranjero, dio lugar
a muchas dudas y encuestas, y es posible que a pesar del amable concurso
de diversos especialistas se haya incurrido en algunas discrepancias.
MARIANNE VEDER
Heidelberg, octubre de 1921
PR(>LOGO A LA SEGUNDA EDlCIOI'
LA OBRA se ha depurado de las erratas de impresión y se ha dividido, para
su manejo más fácil, en dos tomos. Además se ha añadido a manera de
apéndice la disertación músico-sociológica, pero sin incorporar su contenido
al registro de materias, cuya refundición no fue posible en aquel momento.
Parecía indicado integrar dicho complicado trabajo, aparecido primero
como opúsculo aislado con un prólogo del profesor Th. Kroyers, a quien
corresponde el mérito de una revisión esmerada de las expresiones técnicas,
en la obra sociológica de l1ax Weber con la que tiene mayor conexión,
aunque indirecta. Constituye la primera piedra de una sociología del arte
que el autor tenía en proyecto. Lo que en la primera investigación de las
construcciones musicales del Oriente y del Occidente le impresionó ante
todo fue el descubrir que también y precisamente en la música -el arte que
al parecer fluye con mayor pureza del sentimiento- juega la ratio un papel
tan importante, y que su peculiaridad occidental, lo mismo que la de la
ciencia '" de todas las demás instituciones estatales v sociales en dicha área,
se lnlh.~· condicionada por nn racionalismo de natuialcza específica. Duran-
XXIV PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
te su estudio de esa esquiva materia comentaba en 1912 en una carta: "Es
probable que escriba algo acerca de ciertas condiciones sociales de la música,
a partir de las cuales se explica que sólo nosotros poseamos una música 'ar-
mónica', siendo así que otros círculos de cultura tienen un oído mucho más
fino y una educación musical mucho más intensa. Y, ¡cosa curiosa!, es,
como habremos de verlo, una obra de los monjes."
::fARIAN:SE VEBER
Heidelberg. marzo de 1925
A la memoria
de mi madre
ELENA WEBER DE FALLENSTEIN
1844-1919
Primera Parte
TEORlA DE lAS CATEGORtAS SOCIOLóGICAS
l. CONCEPTOS SOCIOLóGICOS FUNDAMENTALES
Advertencia preliminm: El método de esta introductoria definición de conceptos,
de la que no puede prescindirse fácilmente no obstante ser de modo inevitable
abstracta y lejana, al parecer, de la realidad, no pretende novedad en modo alguno
Al contrario, sólo desea formular -teniendo la esperanza de haberlo consegui-
do- en forma más conveniente y correcta (quizá por eso con cierta apariencia
pedante), lo que toda sociología empírica entiende de hecho cuando habla de las
mismas cosas. Esto aun allí donde se empleen expresiones al parecer no habitua-
les o nuevas. En relación con mi artículo en Logos (IV, 1913, pp. 253 ss.) la
terminología ha sido simplificada en lo hacedero, y modificada muchas veces con
el propósito de hacer fácil su comprensión en la mayor medida posible. Desde
luego, la exigencia de una vulgarización absoluta no es siempre compatible con la
de una máxima precisión conceptual y ésta debe predominar sobre aquélla.
Sobre el concepto "comprender'' (Verstehen) cf.la obra de K. Jaspers: Allgeme-
ine Psychopathologie, "Psicopatología general" (también algunas observaciones
de Rickert en la segunda edición de Grert%en der nttturwissenschaftlichen Be-
griffsbildung, "Límites de la formación conceptual de las ciencias naturales", y
particularmente de Simmel en Probleme der Geschichsphilosophie, "Problemas
de filosofía de la historia", corresponden a la cuestión) . Metodológicamente
remito aquí, como se ha hecho con frecuencia, al antecedente de F. Gottl en S!l
obra Die Hemchaft des Worts, "El imperio de la palabra", escrita ciertamente
en un estilo difícil y que quizá no lleva hasta su plenitud el pensamiento en ella
encerrado. Y por lo que respecta al contenido, al bello libro de F. Tonnies,
Gemeinschaft und Gesellschaft, "Comunidad y sociedad". Por último, a la equi-
vocada obra de R. Stammler: Wirtschaft und Recht ("Economía y Derecho".
Trad. esp. Reus) y a su crítica contenida en mi artículo del Archiv für So%údwis-
sensclutft (XXIV, 1907), que ofrece en gran medida los fundamentos de lo que
,.a a ser expuesto. De la metodología de Simmel (en la Sociología [trad. esp. Rev.
Occ.] y en Filosofía del dinero) difiero en la separación que llevo a cabo, siempre
que ha sido factible, entre "sentido" mentado y "sentido" objetivamente válido,
los cuales Simmel no solamente no distingue siempre, sino que con frecuencia
permite de modo deliberado que se deslicen confundidos.
§ l. Concepto de la sociología y del "significado" en la acci6n social.
Debe entenderse por sociología (en el sentido aquí aceptado de esta palabra,
empleada con tan diversos significados) : una ciencia que pretende entender,
interpretándola, la acción social para de e5a manera explicarla causalmente
en su desarrollo y efectos. For "acción" debe entenderse una conducta hu-
mana (bien consista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o permi-
tir) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido
subjetivo. La "acción social", por tanto, es una acción en donde el sentido
mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orien-
tándose por ésta en su desarrollo.
6 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES
J. FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS
l. Por "sentido" entendemos el sentido mentado y subjetivo de los sujetos de
la acción, bien a) existente de hecho: a) en un caso históricamente dado, fJ)
como promedio y de un modo aproximado, en una determinada masa de casos:
bien b) como construido en un tipo ideal con actores de este carácter. En modo
alguno se trata de un sentido "objetivamente justo" o de un sentido "verdadero··
metafísicamente fundado. Aquí radica precisamente la diferencia entre las cien-
cias empíricas de la acción, la sociología y la historia, frente a toda ciencia dog-
mática, jurisprudencia, lógica, ética, estética, las cuales pretenden investigar en
sus objetos el sentido "justo" y "válido".
2. Los límites entre una acción con sentido y un modo de conducta simple-
mente reactivo (como aquí le denominaremos), no unido a un sentido subjeti-
vamente mentado, son enteramente elásticos. Una parte muy importante de los
modos de conducta de interés para la sociología, especialmente la acción puramen-
te tradicional, se halla en la frontera entre ambos. Una acción con sentido, es
decir, comprensible, no se da en muchos casos de proc<.'Sos psicofísicos, y en otros
sólo existe para los especialistas; los procesos místicos, no comunicables adecua-
damente por medio de la palabra, no pueden ser comprendidos con plenitud por
los que no son accesibles a ese tipo de experiencias. Pero tampoco es necesaria la
capacidad de producir uno mismo una acción semejante a la ajena para la posi-
bilidad de su comprensión: "no es necesario ser un César para comprender a
César''. El poder "revivir" en pleno algo ajeno es importante para la evidenciJ
de la comprensión, pero no es condición absoluta para la interpretación del sen-
tido. A menudo los elementos comprensibles y los no comprensibles de un pro--
ceso están unidos y mezclados entre sí.
3. Toda interpretación, como toda ciencia en general, tiende a la "evidencia".
La e'idencia de la comprensión puede ser de carácter racional (y entonces, bien
lógica, bien matemática) o de carácter cndopático: afectiva, receptivo-artística.
En el dominio de la acción es racionalmente evidente, ante todo, lo que de su
"conexión de sentido" se comprende intelectualmente de un modo diáfano y
exhaustivo. Y hay evidencia endopática de la acción cuando se re'ive plenamente
la "conexión de sentimientos" que se vivió en ella. Racionalmente comprensibles
-es decir, en este caso: captables en su sentido intelectualmente de un modo
inmediato y univoco-- son ante todo, y en grado máximo las conexiones signifi-
cativas, recíprocamente referidas, contenidas en las proposiciones lógicas y mate-
máticas. Comprendemos así de un modo unh·oco Jo que se da a entender cuand.J
alguien, pensando o argumentando, hace uso de la proposición 2 X 2 =4, o de
los teoremas pitagóricos o extrae una conclusión lógic-a --de acuerdo con nuestros
hábitos mentales- de un modo "correcto". De igual manera, cuando alguien,
basándose en los datos ofrecidos por "hechos" de la experiencia que nos son "co-
nocidos" y en fines dados, deduce {>ara su acción las consecuencias claramente
inferibles (según nuestra experiencia) acerca de la clase de "medios" a emplear.
Toda interpretación de una acción con arreglo a fines orientada racionalmente de
esa manera posee -para la inteligencia de los medios empleados- el grado má-
ximo de evidencia. Con no idéntica evidencia, pero sí suficiente par::. nuestras exi-
gencias de explicación, comprendemos también aque11os "errores" (inclusive con-
fusiones de problemas) en los que somos capaces de incurrir o de cuyo nacimiento
podríamos tener una experiencia propia. Por el contrario, muchos de los "valores''
y "fines" de carácter último que parecen orientar 1:r acción de un hombre no los
podenws comprender a menudo, con p1ena evidencia, sino tan sólo, en ciertas
FUNDAMENTOS METODOLOGfCOS 7
circunstancias, captarlos intelectualmente; mas tropezando con dificultades cre-
cientes para poder "revividos" por medio de la fantasía endopática a medida en
que se alejan más radicalmente de nuestras propias valoraciones últimas. Tenemos
entonces que contentamos, según el caso, con su interpretación exclusivamente
intelecttud o, en detenninadas circunstancias -si bien esto puede fallar-, con
aceptar aquellos fines o valores sencillamente como datos para tratar luego de
hacemos comprensible el desarrollo de la acción por ellos moth·ada por la mejor
interpretación intelectual posible o por un revivir sus puntos de orientación lo
más cercano posible. A esta clase pertenecen, por eíemplo, muchas acciones vir-
tuosas, religiosas y caritativas, para el insensible a ellas; de igual suerte, muchos
fanatismos de racionalismo extremado ("derechos del hombre") para quien abo-
rrece de ello. Muchos afectos reales (miedo, cólera, ambición, envidia, celos, amor,
entusiasmo, orgullo, venganza, piedad, devoción y apetencias de toda suerte) y las
reacciones irracionales (desde el punto de 'Ísta de la acción racional con arreglo
a fines) derivadas de ellos podemos "revivirlos" afectivamente de modo tanto
más evidente cuanto más susceptibles seamos de esos mismos afectos; y en todo
c;:so, aunque excedan en absoluto por su intensidad a nuestras posibilidades, po-
demos comprenderlos endopáticamente en S!l sentido, y calcul:.u intelectualmente
sus efectos sobre la dirección y los medios de la acción.
El método científico consistente en la construcción de tipos investiga y expone
todas las conexiones de sentido irracionales, afectivamente condicionadas, del
comportamiento que influyen en la acción, como "desviaciones" de un desarrollo
de la misma "construido" como puramente racional con arreglo a fines. Por ejem-
plo, para la explicación de un "pánico bursátil" será conveniente fijar primero
cómo se desarrollaría la acción fuera de todo influía de afectos irracionales, para
introducir después, como "perturbaciones", ltquellos componentes irracionales. De
igual modo procederíamos en la explicación de una acción política o militar: ten-
dríamos que fijar, primero, cómo se hubiera desarrollado esa acción de haberse
conocido todas las circunstancias y todas las intenciones de los protagonistas y de
haberse orientado la elección de los medios -a tenor de los datos de la experien-
cia considerados por nosotros como existentes- de un modo rigurosamente ra-
cional con arreglo a fines. Sólo así sería posible la imputación de las desviaciones
a las irracionalidades que las condicionaron. La construcción de una acción rigu-
rosamente racional con arreglo a fines sirve en estos casos a la sociología --en
méritos de su evidente inteligibilidad y, en cuanto racional, de su univocidad-
como un tipo (tipo ideal), mediante el cual comprender la acción real, influida
por irracionalidades de toda especie (afectos, errores), como una desviación dd
desarrollo esperado de la acción racional.
De esta suerte, pero sólo en virtud de estos fundamentos de com·enicncia me-
todológica, puede decirse que el método de la sociología "comprensiva" es "racio-
nalista". Este procedimiento no debe, pues, interpretarse como un prejuicio
racionalista de la sociología, sino sólo como un recurso metódico; y mucho me-
nos, por tanto, como si implicara la creencia de un predominio en la vida de lo
racional. Pues nada nos dice en lo más mínimo hasta qué punto en la realidad
las acciones retJJ.es están o no determinadas por consideraciones racionales de fi-
nes. (No puede negarse la existencia del peligro de interpretaciones racionalistas
en lugares inadecuados. Toda la experiencia confirma, por desgracia, este aserto.)
4. Los procesos y objetos ajenos al sentido entran en el ámbito de las ciencias
de la acción como ocasión, resultado, estimulo u obstáculo de la acción humana.
Ser ajeno al sentido no significa "inanimado" o "no humano". Todo artefacto,
una máquina, por ejemplo, se comprende e interpreta, en fin de cuentas, por el
8 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES
sentido que a su producción y empleo le presta (o quisiera prestar) la acción
humana (con finalidades posiblemente muy diversas); sin el recurso a ese sentido
permanece completamente incomprensible. Lo comprensible es, pues, su refe-
rencia a la ciCci6n humana, ya como "medio", ya como el "fin" imaginado por el
actor o actores y que orienta su acción. Sólo mediante estas categorias tiene lugar
una comprensión de semejantes objetos. Por el contrario, permanecen ajenos al
sentido todos los procesos o estados -animados, inanimados, humanos y extra-
humanos- en que no se mienta un sentido, en tanto que no aparezcan en la
acción en la relación de "medio" o de "fin", y sólo sean, para la misma, ocasión,
estímulo u obstáculo. La formación del Dollart en el año 1277 tiene (¡quizá!)
significación "histórica" como provocadora de ciertos asentamientos de conside-
rable alcance histórico. El rihno de la muerte y el ciclo orgánico de la vida: desde
el desvalimiento del nifio al desvalimiento del anciano, tienen naturalment~
alcance sociológico de primera fuerza por los diversos modos en que la acción
humana se ha orientado y orienta por esos hechos. Otra clase de categorías está
constituida por ciertos conocimientos sobre el desarrollo de algunos fenómenos
físicos o psicofísicos (cansancio, hábito, memoria, etc.; y también, por ejemplo,
euforias típicas en determinadas formas de mortificación, diferencias típicas de
los modos de reacción según ritmo, modo, claridad, etc.) que. si se apoyan en la
experiencia no implican comprensión. La situación es, sin embargo, la misma que
la existente en otros hechos opacos a la comprensión: la "actitud comprensiva"
los acepta en igual forma que lo hace cualquier actividad práctica, como "datos"
con los cuales hay que contar.
Cabe la posibilidad de que la investigación futura encuentre regularidades
no sujetas a comprensión para determinadas conductas con sentido, por escasa
que haya sido hasta ahora semejante cosa. Diferencias en la herencia biológica
(de las "razas") por ejemplo --cuando y e:n la medida en que se aportara la
prueba estadística de su influjo en los modos de conducta de alcance sociológico;
especialmente en la acción social por lo que respecta a la manera de estar referida
a su sentido-- se aceptarlan por la sociología como datos, ni más ni menos que
los hechos fisiológicos del tipo de la necesidad de alimentación o de los efectos
de la senectud sobre la acción humana. Y el reconocimiento de su significación
causal para nada alteraría la tarea de la sociología (y de las ciencias de la acción
en general): comprender, interpretándolas, las acciones orientadas por un sentido.
No haría sino insertar en determinados puntos de sus conexiones de motivos,
comprensibles e interpretables, hechos no comprensibles (así: conexiones típicas
de la frecuencia de determinadas finalidades de la acción o del grado de su racio-
nalidad típica con el índice craneano, el color de la piel o cualesquiera otras cuali-
dades fisiológicas hereditarias), como ya hoy día ocurre en esa materia.
5. Puede entenderse por comprensión: 1, la comprensión actual del sentido
mentado en una acción (inclusive: de una manifestación). Comprendenws, por
ejemplo, de un modo actual el sentido de la proposición 2 X 2 = 4, que oímos o
leemos (comprensión racional, actual, de pensamientos), o un estallido de cólern
manifestado en gestos faciales, interjecciones y movimientos irracionales {com-
prensión irracional, actual, de afectos), o la conducta de un lefiador o de alguien
que pone su mano en el pomo de la puerta para cerrarla o que dispara sobre un
animal (comprensión racional, actual, de acciones) -pero también: 2, la com-
prensión explicativa. Comprendemos por sus motivos qué sentido puso en ello
quien formuló o escribió la proposición 2 X 2 = 4, para qué lo hizo precisamente
en ese momento y en esa conexión, cuando lo vemos ocupado en una operación
mercantil, en una demostración científica, en un cálculo técnico o en otra acción
FUNDAME!iTOS METODOLÓGICOS 9
::t cuya conexión total pertenece aquclht proposición por el sentido que vemos
>incul::tdo ::t ella; es decir, es::t proposición logra un::t "conexión de sentido" com-
prensible para nosotros (comprensión racio~al por motivos). Compr~ndemos al
leñador o al que apunta con un arma, no solo de un modo actual, smo por sm
motivos, cuando sabemos que el primero ejecuta esa acción por ganarse un salario
o para cubrir sus necesidades o por diversión (racional) o porque "reaccionó de
tal modo a una excitación" (irracional), o que el que dispara el arma lo hace por
una orden de ejecutar a alguien o de defensa contra el enemigo (racional) o bie~
por venganza (afectiva y, en este sentido, irracional). Compre?demos, por úlh-
mo, un acto de cólera por sus motivos cuando sabemos que detras de él hay celo~.
vanidad enfermiza u honor lesionado (afectivamente condicionado: comprensión
irracional por motivos). Todas éstas representan conexiones de sentido compren-
sibles, la comprensión de las cuales tenemos por una explicación del desarrollo
real de la acción. "Explicar" significa, de esta manera, para la ciencia que se ocu-
pa del sentido de la acción, algo así como: captación de la conexión de sentido
en que se incluye una acción, ya comprendida de modo actual, a tenor de s~
sentido "subjetivamente ment-ado". (Sobre In significación causal de este "exph-
car" cf. n9 6.) En todos estos casos, también en los procesos afectivos, entende-
mos por sentido subjetivo del hecho, incluso de la conexión de sentido, el sentido
"mentado" (apartándonos del uso habitual, que suele hablar únicamente de "men-
tar", en la significación aludida, con respecto a las acciones racionales e intencio-
nalmente referidas a fines) .
6. Comprensión equivale en todos estos casos a: captación interpretativa del
sentido o conexión de sentido: a) mentado realmente en la acción particular (en
la consideración histórica); b) mentado en promedio y de modo aproximativo
(en la consideración sociológica en masa); e) construido científicamente (por el
método tipológico) para la elaboración del tipo ideal de un fenómeno frecuente.
Semejantes construcciones típico-ideales se dan, por ejemplo, en los concep-
tos y leyes de la teoría económica pura. Exponen cómo se desarrollarla una
forma especial de conducta humana, si lo hiciera con todo rigor con arreglo
al fin, sin perturbación alguna de errores y afectos, y de estar orientada de un
modo unívoco por un solo fin (el económico). Pero la acción real sólo en casos
raros (Bolsa), y eso de manera aproximada, transcurre tal como fue construid,
c11 el tipo ideal (respecto a la finalidad de tales construcciones, cf. Archiv. f.
Sozialmiss., XIX, pp. 64 ss., e infra, el n9 8).
Toda interpretación persigue la evidencia. Pero ninguna interpretación de
sentido, por evidente que sea, puede pretender, en méritos de ese carácter de evi-
dencia, ser también la interpretación causal válida. En sí no es otra cosa que
una hipótesis causal particularmente evidente. a) Con frecuencia "motivos" pre-
textados y "represiones" (es decir, motivos no aceptados) encubren, aun para el
mismo actor, la conexión real de la trama de su acción, de manera que el pro-
pio testimonio subjetivo, aun sincero, sólo tiene un valor relativo. En este caso
la tarea que incumbe a la sociología es averiguar e interpretar esa conexión, aun-
que no haya sido elevada a conciencia o, lo que ocurre las más de las veces, no
lo haya sido con toda la plenitud con que fue mentada en concreto: un caso lí-
mite de la interpretación de sentido. b) Manifestaciones externas dé la acción
tenidas por nosotros como "iguales" o "semejantes" pueden apoyarse en conexio-
nes de sentido muy diversas en el actor o actores; y "comprendemos" también
un actuar fuertemente diverso, a menudo de sentido cabalmente opuesto, frente
a situaciones que juzgamos "semejantes" entre sí. (Ejemplos en Simmel: Probl.
der Geschicht.~phil.) e) En situaciones dadas los hombres están sometidos en su
10 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS 1-'Ur..'DAMENTALES
acción a la pugna de impulsos contrarios, todos ellos "comprensibles". Cuál sea
la intensidad relativa con que se manifiestan en la acción las distintas referenci9s
significativas subyacentes en la "lucha de motivos", para nosotros igualmente
comprensibles, es cosa que, según la experiencia, no se puede apreciar nunca con
toda seguridad y en la mayor parte de los casos ni siquiera de un modo aproxi-
mado. Sólo el resultado efectivo de la lucha de motivos nos ilustra sobre ello.
Como en toda hipótesis es indispensable el control de la interpretación compren-
siva de sentidos por los resultados: la dirección que manifieste la realidad. Sólo
en los escasos y especialmente adecuados casos de la experimentación psicológic-.t
puede lograrse un control de precisión relativa. También por medio de la est1dís-
tica, y con extraordinarias diferencias en la aproximación, en los casos (también
limitados) de fenómenos en masa susceptibles de cuantificación y correlación. En
los demás casos, y como tarea importante de la sociología comparada, sólo queda
la posibilidad de comparar el mayor número posible de hechos de la vida histó-
rica o cotidiana que, semejantes entre si, sólo difieran en un punto decisivo: el
"motivo" u "ocasión", que precisamente por su importancia práctica tratamos
de investigar. A menudo sólo queda, desgraciadamente, el medio inseguro dd
"experimento ideal", es decir, pensar como no presentes ciertos elementos con5-
titutivos de la cadena causal y "construir" entonces el curso probable que tendría
la acción para alcanzar asi una imputación causal.
La llamada "ley de Gresham", por ejemplo, es una interpretación racional
evidente de la conducta humana en determinadas condiciones y desde el supues-
to típic(}-ideal de una acción estrictamente racional con arreglo a fines. Hasta
qué punto la conducta real concuerda con la construcción es cosa que sólo puede
enseñarnos una experiencia (expresable, en principio, en alguna forma estadística)
que compruebe en las relaciones económicas la desaparición efectiva de la mone-
da de más valor; ello nos instruye sobre la amplia validez de la le~·. En realidad,
la marcha del conocimiento es ésta: primero existieron las obscn·aciones de la
experiencia y luego vino la fórmula interpretativa. Sin esta interpretación conse-
guida por nosotros hubiera quedado insatisfecha nuestra necesidad causal. Pero
sin la prueba, por otra parte, de que el desarrollo idealmente construido de los
modos de conducta encarna en alguna medida también en la realidad, una ley
semejante, tan evidente en sí como se quiera, hubiera sido una construcción sin
,·alor alguno para el conocimiento de la acción real. En este ejemplo es conclu-
yente la concordancia entre adecuación de sentido y prueba en1pírica, y los casos
son lo suficientemente numerosos para tener la prueba como suficientemente
segura. La hipótesis de Eduard Mayer sobre la significación causal de las bat1-
llas de Maratón, Salamina y Platea respecto de la peculiaridad del dcsarrol
la cultura helénica (y, con ella, de la occidental) -hipótesis inferida por ar
ción de sentido y apoyada ingeniosamente en hecl10s sintomáticos (actit
los oráculos y de los profetas helénicos para con los persas)- sólo puede torta-
lecerse con la prueba obtenida de los ejemplos de la conducta seguida por los
persas en los casos de victoria (Jerusalén, Egipto, Asia Menor) y, por tanto, en
muchos aspectos tiene que permanecer incompleta. La evidencia racional inter-
pretativa de la hipótesis tiene aquí que sen·ir forzosamente como apoyo. En otros
muchos casos de imputación histórica, al parecer de gran evidencia, ni siquiera
cabe la prueba del caso citado. Por consiguiente, la imputación queda dcfiniti,·a-
mente como una simple hipótesis.
7. Llamamos "motivo" a la conexión de sentido que para el actor o el obser-
vador aparece como el "fundamento" con sentido de una conducta. Decimos
que una conducta que se desarrolla como un todo coherente es "adecuada por el
FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS 11
sentido", en la medida en que afirmamos que la relación entre sus elementos
constituye una "conexión de sentido" típica (o, como solemos decir, "correcta")
a tenor de los hábitos mentales y afectivos medios. Decimos por el contrario,
que una sucesión de hechos es "causalmente adecuada" en la medida en que, Sl'-
gún reglas de experiencia, exista esta probabilidad: que siempre transcurra de
igual manera. (Adecuada por su sentido es, por ejemplo, la solución correcta de un
problema aritmético, de acuerdo con las normas habituales del pensamiento y del
cálculo. Es causalmente adecuada --en d ámbito del acontecer estadístico-- b
probabilidad existente, de acuerdo con reglas comprobadas de ,la experiencia, de
una solución "correcta" o "falsa" -desde el punto de vista de nuestras normas
habituales- y también de un "error de cálculo" típico o de una confusión de
problemas también típica.) La explicación causal significa, pues, esta afirmación:
que, de acuerdo con una determinada regla de probabilidad -cualquiera que se;1
el modo de calcularla y sólo en casos raros e ideales puede ser según datos men-
surables-, a un determinado proceso (interno o externo) observado sigue otro
proceso determinado (o aparece juntamente con él).
Una interpretaci6n causal correcta de una acción concreta significa: que el
desarrollo e.xterno y el motivo han sido conocidos de un modo certero y al mismo
tiempo comprendidos con Sl'ntido en su conexión. Una interpretación causal
correcta de una acción típica (tipo de acción comprensible) significa: que el
acaecer considerado típico se ofrece con adecuación de sentido (en algún grado) y
puede también ser comprobado como ca.usalmente adecuado (en algún grado). Si
falta la adecuación de sentido nos encontramos meramente ante una probabilidad
estadística no susceptible de comprensi6n (o comprensible en forma incompleta);
y esto aunque conozcamos la regularidad en el desarrollo del hecho (tanto exte-
rior como psíquico) con el máximo de precisión y sea determinable cuantitativa-
mente. Por otra parte, aun la más evidente adecuación de sentido sólo puede
considerarse como una proposición causal corrcct:t para el conocimiento socioló-
gico en la medida en que se pruebe la existencia de una probabilidad (determina-
ble de alguna manera) de que la acción concreta tomará de hecho, con determi-
nable frecuencia o aproximación (por término medio o en el caso "puro"), la
forma que fue considerada como adecuada por el sentido. Tan sólo aquellas
regularidades estadísticas que corresponden al sentido mentado "comprensible"
de una acción constituyen tipos de acción susceptibles de comprensión (en b
significación aquí usada); es decir, son: "leyes sociológicas". Y constituyen tipo:
sociológicos del acontecer real tan sólo aque)las construcciones de una "conduct1
con sentido comprensible" de las que pueda observarse que suceden en In reali-
dad con mayor o menor aproximación. Ahora bien, se está muy lejos de poder afir-
mar que paralelamente al grado inferible de la adecuación significativa crezca la
probabil!dad. efectiva de la frecuencia del desarrollo que le corresponde. Sólo por
la experiencia externa puede mostrarse que éste es el caso. Hay estadísticas lo
mismo de hechos ajenos al sentido (mortalidad, fatiga, rendimientos de máqui-
nas, cantidad de lluvia) que de hechos con sentido. Estadística sociológica sólo
es, empero, la de los últimos (estadística criminal, de profesiones, de precios, de
cultivos). (Casos que incluyen ambas, estadísticas de cosechas, por ejemplo, son
naturalmente frecuentes.)
8. Procesos y regularidades que, por ser incomprensibles en el sentido aquí
empleado, no pueden ser calificados de hechos o de leyes sociológicos, no por eso
son menos importantes. Ni tan siquiera para la sociología en el sentido por nos-
otros adoptado (que implica la limitación a la "sociología comprensiva", sin que
por ello deba ni pueda obligar a nadie). Sólo que pertenecen a un lugar distinto
12 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES
-y esto metodológicamente es inevitable- del de la acción comprensible: al de
las "condiciones", "ocasiones", "estímulos" y "obstáculos" de la misma.
9. "Acción" como orientación significativamente comprensible de la propia
conducta, sólo existe para nosotros como conducta de una o varias personas in-
dividuales.
Para otros fines de conocimiento puede ser útil o necesario concebir al indi-
,·iduo, por ejemplo, como una asociación de "células", o como un complejo de
reacciones bioquímicas, o su vida "psíquica" construida por varios elementos
(de cualquier forma que se les califique). Sin duda alguna se obtienen así cono-
cimientos 'aliosos (leyes causales). Pero no nos es posible "comprender" el
comportamiento de esos elementos que se expresa en leyes. Ni aun en el caso de
tratarse de elementos psíquicos; y tanto menos cuanto más exactamente se les
conciba en el sentido de las ciencias naturales; jamás es éste d camino para una
interpretación derivada del sentido mentado. Ahora bien, la captación de la
conexión de sentido de la acción es cabalmente el objeto de la sociología (tal
como aquí la entendemos; y también de la historia). Podemos observar (en prin-
cipio, al menos) el comportamiento de las unidades fisiológicas, las células por
ejemplo, o cualesquiera elementos psíquicos, tratar de obtener inferencias de esas
observaciones, formular reglas ("leyes") para esos comportamientos y "explicar"
causalmente con su ayuda procesos particulares, es decir, incluirlos bajo esas leyes.
La interpretación de la acción, sin embargo, sólo se interesa en tales hechos y
leyes en igual forma y medida en que lo hace respecto a cualesquiera otros hechos
(por ejemplo: hechos físicos, astronómicos, geológicos, meteorológicos, geográfi-
cos, botánicos, zoológicos, fisiológicos, anatómicos, psicopatológicos ajenos al
sentido; y condiciones científico-nahuales de los hechos técnicos) .
Para otros fines de conocimiento (p. ej., jurídicos) o por finalidades prácticas
puede ser conveniente y hasta sencillamente inevitable tratar a determinadas for-
maciones sociales (estado, cooperativas, compañía anónima, fundación) como si
fueran individuos (por ejemplo, como sujetos de derechos y deberes, o de deter-
minadas acciones de alcance jurídico). Para la interpretación comprensiva de la
sociología, por el contrario, esas formaciones no son otra cosa que desarrollos y
entrelazamientos de acciones específicas de personas individuales, ya que tan
sólo éstas pueden ser sujetos de una acción orientada por su sentido. A pesar de
esto, la sociología no puede ignorar, aun para sus propios fines, aquellas estructuras
conceptuales de naturaleza colectiva que son instrumentos de otras maneras de
enfrentarse con la realidad. Pues la interpretación de la acción tiene respecto a
esos conceptos colectivos una doble relación: a) se ve obligada con frecuencia
a trabajar con conceptos semejantes (que a menudo llevan los mismos nombres)
con el fin de lograr una terminología inteligible. Lo mismo el lenguaje jurídico
que el cotidiano se refieren, por ejemplo, con el término estado tanto al concepto
jurídico como a aquellas realidades de la acción social frente a las cuales la norma
jurídica eleva su pretensión de validez. Para la sociología la realidad "estado" no
se compone necesariamente de sus elementos jurídicos; o, más precisamente,
no deriva de ellos. En todo caso no existe para ella una personalidad colectiva en
acción. Cuando habla del "estado", de la "nación", de la "sociedad anónima".
de la "familia", de un "cuerpo militar" o de cualquiera otra fonnación semoiante
se refiere únicamente al desarrollo, en una forma detenninada, de la acción social
de unos cuantos individuos, bien sea real o construida como posible; con lo cual
introduce en el concepto jurídico, que emplea en méritos de su precisión y uso
general, un sentido completamente distinto; b) la interpretación de la acción debe
tomar nota del importante hecho de que aquellos conceptos empleados tanto por
FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS 13
el lenguaje cotidiano como por el de los juristas (y también por el de otros profe-
sionales), son representaciones de algo que en parte existe y en parte se presenta
como un deber ser en la mente de hombres concretos (y no sólo de jueces 
burócratas, sino del público en general), la acción de los cuales orientan real-
mente; y también debe tomar nota de que esas representaciones, en cuanto tales,
poseen una poderosa, a menudo dominante significación causal en el desnrrollo
de la conducta humana concreta. Sobre todo, como representaciones de algo que
debe ser (y también que no debe ser). (Un estado moderno ~omo complejo de
una específica nctuación humana en común- subsiste en parte muy considerable
de esta forma: porque determinados hombres orientan su acción por la represen-
urción de que aquél debe existir o existir de tal o cual forma; es decir, de que
poseen valide% ordenaciones con ese carácter de estar jurídicamente orientadas.
Sobre esto, cf. infra). Y aunque sería posible, no sin cierta pedantería y proli-
jidad, que la terminología de la sociología eliminara estos conceptos del lengua-
je usual, que se emplean no sólo para la normatividad jurídiCa, sino para el
acaecer real, sustituyéndolos por palabras de nueva creación, quedaría, al me-
nos, excluida esta posibilidad para un hecho tan importante como el que trata-
mos. e) El método de la llamada sociología "organicista" (tipo clásico: el inge-
nioso libro de Schaffle, Bau und Leben der sozialen Korpers, "Estruchua y vida
del cuerpo social") pretende explicar partiendo de un "todo" (p. ej., una econo-
mía nacional) el actuar conjunto que significa lo social; por lo cual, dentro de ese
todo se trata al individuo y su acción análogamente a como la fisiología trata de
la situación de un "órgano" en la economía del organismo (desde el punto de vista
de su "conservación"). (Cf. la famosa frase de un fisiólogo:"§ X. El ba%o. Del
bazo, señores, no sabemos nada. ¡Es decir, del bazo propiamente y en cuanto
tal!" En realidad la persona en cuestión sabía del bazo bastantes cosas: situación,
volumen, forma, etc. -tan sólo la "función" le era desconocida y a esta incapa-
cidad le llamaba "no saber nada".) No puede ser dilucidado aquí hasta qué
punto en otras disciplinas tiene que ser definitiva (necesariamente) esta consi-
deración funcional de las "partes" de un "todo"; de todos modos, es cosa conocida
que la ciencia bioquímica y biomecánica no quisiera contentarse fundamental-
mente con esa consideración. Para una sociología comprensiva tal modo de
expresarse: 1) Puede servir para fines de orientación provisional y de ilustración
práctica (siendo en esta función altamente útil y necesario, aunque también
perjudicial en caso de una exageración de su valor cognoscitivo y de un falso rea-
lismo conceptual). 2) En determinadas circunstancias sólo ella puede ayudamos
a destacar aquella acción social cuya comprensión interpretativa sea importante
para la explicación de una conexión dada. Mas en este punto comienza precisa-
mente la tarea de la sociología (tal como aquí la entendemos). Respecto a las
"formas sociales" (en contraste con los "organismos"), nos encontramos cabal-
mente, más allá de la simple detcrmill':lción de sus conexiones y "leyes" funciona-
les, en situación de cumplir lo que está permanentemente negado a las ciencias
naturales (en el sentido de la formulación de leyes causales de fenómenos y for-
maciones y de la explicación mediante ellas de los procesos particulares) : la
comprensión de la conducta de los individuos partícipes; mientras que, por el con-
trario, no podemos "comprender'' el comportamiento, p. ej., de las células, sino
captarlo funcionalmente, determinándolo con ayuda de las leyes a que está some-
tido. Este mayor rendimiento de la explicación interpretativa frente a la observa-
dora tiene ciertamente como precio el carácter esencialmente más hipotético y
fragmentario de los resultados alcanzados por la interpretación. Pero es precisa-
mente lo específico del conocimiento sociológico.
14 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES
Hasta qué punto puede sernas comprensible por ~u sentido la conducta de los
animales y al contrario -ambas cosas en un sentido altamente impreciso y pro-
blemático en su extensión- hasta qué punto puede darse, por lo tanto, una socio-
logía de las relaciones del hombre con los animales (animales domésticos, ani-
males de caza) es un problema que no puede desarrollarse ahora (muchos animales
"comprenden" órdenes, cólera, amor e intenciones agresivas; reaccionando ante
esas actitudes no sólo de un modo mecánico sino muchas veces de tal manera
que parece consciente del sentido y orientada por la experiencia). En sí la medida
de nuestra sensibilidad ante la conducta de los hombres primitivos no es esencial-
mente superior. En la fijación de la situación subjetiva del animal los medios a
nuestra disposición o no existen o son muy insuficientes; como es sabido, los
problemas de la psicología animal son tan interesantes como espinosos. Existen
y son particularmente conocidas, sociedades animales de la más varia especie:
"familias" monógamas y polígamas, rebaños, traíllas y "estados" con división de
funciones. (El grado de la diferenciación funcional de estas sociedades animales
no marcha en modo alguno paralelo con el grado de la diferenciación evolutiva
organológica y morfológica alcanzado por las especies en cuestión. Así, la diferen-
ciación funcional existente en los termes y, por consiguiente, la de sus artefactos,
es mucho mayor que entre las hormigas y las abejas.) Es evidente que aquí la
investigación tiene que contentarse, aceptándola por lo menos por el momento
como definitiva, con la consideración puramente funcional, es decir, con el des-
cubrimiento de las funciones decisivas que tienen los tipos particulares de indivi-
duos (rey, reinas, obreros, soldados, zánganos, reproductores, reinas sustitutas) en
la conservación de la sociedad animal, o sea en la alimentación, defensa, propa-
gación y renovación de esas sociedades. Todo lo que excedió de esa consideración
fueron por mucho tiempo puras especulaciones o im·estigaciones sobre la respec-
tiva medida en que herencia y medio participan en la formación de esas "disposi-
ciones" sociales. (Así, particularmente, las controversias entre Weisman y Gotte,
en las que el primero fundamentó su "omnipotencia de la fuerza del medio" con
muchas deducciones extraempíricas.) Sin embargo, el acuerdo es completo entre
los investigadores rigurosos respecto al carácter forzoso, por el momento, de la
aludida limitación al conocimiento funcional, esperándose no obstante que esto
sea provisional (cf. para el estado actual de las investigaciones sobre los termes
la publicación de Escherich, 1909). Ahora bien, seria de desear no solamente el
hacerse cargo del "valor para la conservación" de las funciones de cada uno de
aquellos tipos diferenciados -cosa relativamente fácil- y el explicar aquella
diferenciación, tanto si no se admite el supuesto de la herencia de las capacidades
adquiridas, como si, al contrario, se le admite (y en este caso, cualquiera que sea
el modo de interpretar ese supuesto), sino también el poder saber: 1) qué es lo
que decide el comienzo de la diferenciación en individuos originariamente neu-
trales o indiferenciados, y 2) qué es lo que ocasiona que el individuo diferenciado
se conduzca (en el promedio) en la forma que de hecho es útil al interés de con-
servación del grupo diferenciado. Siempre que se ha adelantado algo en esta di-
rección ha sido por la demostración experimental (o sospecha) de la existenci:1
de excitaciones químicas o situaciones fisiológicas (procesos digestivos, castración
parasitaria, etc.) en los individuos en cuestión. Hasta qué punto subsiste la espe-
ranza problemática de mostrar como verosímil, por medios experimentales, la
ex~stencia de una orientación "p~icológica" y :·e~~ sentido", es cosa que ni los
m1smos expertos pueden hoy dcc1r. Una descnpcwn controlable de la psique de
estos animales sociales. sobre la base de .la "col!lprensión" de sentido, no parece
que se pueda lograr, m aun como meta 1deal, smo dentro de muy estrechos Hm.i-
FUNDA:lENTOS METODOLÓGICOS 15
tes. En todo caso, no puede esperarse de ahí la inteligencia de la acción social
humana, sino más bien al revés: se trabaja y debe trabajarse allí con analogías
humanas. Quizá podamos esperar que esas analogías nos sean alguna vez útiles
en la resolución del siguiente problema: cómo apreciar en el estadio primitivo de
la diferenciación social humana la relación entre el campo de la diferenciación
puramente mecánico-instintiva y lo que es producto de la acción indh·idual con
sentido y lo que posteriormente ha sido creado de un modo consciente. La socio-
logía comprensiva debe tener en cuenta con toda claridad que también para el
hombre, en los estadios primitivos, predominan los primeros componentes y que
en los estadios posteriores de su evolución siguen éstos cooperando siempre (y a
veces de un modo decisivo). Toda acción tradicional (§ 2) y anchas zonas de la
carismática (cap. m) en su calidad de núcleos del "contagio" psíquico y porta-
dores, por tanto, de "estímulos de desarrollo" sociológicos, están muy próximas, y
en gradaciones insensibles, de aquellos procesos que sólo pueden ser captados
biológicamente y que no son explicables por sus motivos, ni comprensibles, sino
muy fragmentariamente, por su sentido. Pero todo esto no libera a la sociología
comprensiva de la tarea que le es propia y que sólo ella puede cumplir, aunque
tenga conciencia de los estrechos límites en que se encuentra encerrada.
Los distintos trabajos de Othmar Spann -con írecuencia ricos de pensa-
mientos aceptables al lado de equivocaciones, sin duda ocasionales, y sobre todo
de argumentos apoyados en juicios de valor que no pertenecen a la investigación
empírica- aciertan sin duda, al subrayar la significación, por nadie negada, del
carácter previo de la problemática funcional (lo llamado por él método "uni-
versalista") para toda sociología. Ciertamente necesitamos saber primero cuál
es la importancia de una acción desde el punto de vista funcional para la "conser-
vación" (y también antes que nada para la peculiaridad cultural) y desenvoh-i-
miento en una dirección determinada de un tipo de acción social, antes de poder
preguntarnos de qué manera se origina aquella acción y cuáles son sus motivos.
Precisa que sepamos qué servicios presta un "rey", un "funcionario", y un "em-
presario", un "rufián", un "mago"; o sea qué acción típica (aquello por lo que
se le incluye en una de esas categorías) es importante para el análisis y merece
ser considerada antes de que podamos comenzar el análisis propiamente dicho
("referencia al valor" en el sentido de H. Rickert). Mas sólo este análisis nos
proporciona lo que la comprensión sociológica de la acción de los individuos típi-
camente diferenciados (y sólo de la acción humana) puede y debe ofrecernos. En
todo caso deben eliminarse tanto el eúorme equívoco implicado al pensar que un
método individualista significa una valoración individualista (en cualquier senti-
do) como la opinión de que una construcción conceptual de carácter inevitable-
mente (en términos relativos) racionalista significa una creencia en el predominio
de los motivos racionales o simplemente una valoración positiw1 del "racionalis-
mo". También una economía socialista tendría que ser comprendida por la acción
de los individuos -los tipos de "funcionarios" que en ella existan-, o sea con
igual carácter "individualista" que caracteriza la comprensión de los fenómenos
de cambio con ayuda dcl mdodo de la utilidad marginal (o cualquiera otro aná-
logo en este sentido, de considerarlo mejor). Porque también en ese caso la
investigación empírico-sociológica comienza con esta pregunta: ¿qué motivos de-
terminaron y determinan a los funcionarios y miembros de esa "comunidad" a
conducirse de tal modo que ella pudo surgir y subsiste? Toda construcción con-
ceptual funcional (partiendo de un "todo") sólo cumple una tarea previa a la
auténtica problemática; lo cual no significa que no se considere indiscutible su uti-
lidad y su carácter indispensable, cuando se lleva a cabo del modo adecuado.
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Max weber economia y sociedad

  • 1.
  • 2. MAX WEBER ECONOMÍAY SOCIEDAD Esbozo de sociología comprensiva Edición preparada por JOHANNES WINCKELMANN Nota preliminar de ]OSÉ MEDINA ECHAVARRÍA •FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO - ARGENTINA - BRASIL - CHILE - COLOMBIA - ESPAÑA ESTADOS UNIDOS - GUATEMALA - PERÚ - VENEZUELA
  • 3.
  • 4. Traducción de ]OSÉ MEDINA ECHAVARR1A, ]UAN ROURA FARELLA, EUGENIO ÍMAZ, EDUARDO GARClA MAYNEZ Y ]OSÉ FERRATER MORA
  • 5.
  • 6. Primera edición en alemán, 1922 Cuana edición en alemán, 1956 Primera edición en español, 1944 Segunda edición en español, de la cuana en alemán, 1964 Primera reimpresión en FCE-España, 1993 Segunda reimpresión en FCE-España, 2002 Título original: Wirtschaft und Gesellschaft. Grundriss der Vmtehendn Soziologie © 1922, I.C.B. Mohr (Paul Siebeck), Tubinga DR.© 1944, 1964 FONDO DE CULTURA EcONÓMICA Carretera Picacho-Ajusco, 227. 14200 México, D.F. www.fce.com.mx FONDO DE CULTURA ECONóMICA DE EsPAÑA, S.·L. Fernando el Católico, 86. 28015 Madrid www.fcede.es I.S.B.N: 84-375-0374-4 Déposito Legal: M-6.906-2002 Impreso en España
  • 7.
  • 8. NOTA A NUESTRA SEGUNDA EDICION EN ESPAISI'OL En 1964 se celebra el primer centenario del nacimiento de Max Weber (1864-1920). Para conmemorarlo, el Fondo de Cultura Econ6mica decidi6 reeditar su Economía y sociedad de acuerdo con la cuarta edici6n alemana (p6rtuma) que tiene una disposici6n distinta e incluye una serie de trabajos y añadidos que no aparecían en las tres primeras ediciones alemanas.• El pr6- logo de Johannes Winckelmann que reproducimos a continuaci6n da sufi- ciente noticia de los cambios que se han hecho a erta obra. Aquí s6lo queremos rendir homena¡e al gran soci6logo de Erfurt, fundador de la socio- logía "comprensiwl'. De él podríanws decir, citando a S. Wright Müls, que es un "clásico" "que alcanza alturas notables". Para Mills "la apariencia del esfuerzo de la sociología puede advertirse también en los muchos clásicos de la sociología. . . Lo más importante, me parece, son las diversas obras de Max Weber. ¿Recuerdan urtedes la gran inclinaci6n por leer a Wrlfredo Pareto durante los treintas? Pues bien, como lo revela la falta de atenci6n generaliuzda hacia él en nuestros días, no la merecía. Max Weber sí la merece: su voz es la del liberal clásico en un mundo que, en el primer cuarto del siglo, le parecía volcado contra el liberalismo y, al mismo tiempo, es el más elaborado revisionista del marxismo clásico". • La traducción de dadidos y nuevos trabajos fue eucomendacb a Carlos Gerhard. El lndice analítico estuvo a cargo de Jasmin Reuter.
  • 9. PROLOGO A LA CUARTA EDICION ALEl'vlANA LA oBRA póstuma capital de Max Weber aparece aquí, desprendida del marco del Grundriss der Sozialokonomik ("Elementos de la economía social") cuya tercera sección formaba hasta el presente, bajo nueva forma. Esta nueva edición se ha hecho con sujeción a los principios expuestos por el editor en la Zeitschrift für die gesamte Staatswissenschaft.l Su idea rectora es sen- cilla. La primera parte de la gran sociología de Max Weber, que contiene la teoría de los conceptos, fue concebida después de la primera Guerra Mun- dial, durante los años 1918 a 1920. La segunda parte del manuscrito, en cambio, fue redactada antes de dicha guerra y, esencialmente, con excepción de algunas adiciones posteriores, durante los años de 1911 a 1913. De la existencia de ese manuscrito anterior el autor sólo dio noticia por vez pri- Jnera en la nota de introducción a su artículo sobre las categorías socioló- gicas, del año 1913.2 El plan de su contribución destinada al Grundriss der Sozialokonomik, sección tercera: "Economía v sociedad", Max Weber sólo lo publicó, después de aparecido ya el manuscrito anterior, en el resumen de la "división de la obra conjunta", que inicialmente se adjuntó en forma de suplemento a los distintos volúmenes que fueron apareciendo a partir del año 1914.s Como quiera que el manuscrito de la parte más antigua no fue objeto de refundición alguna, no debe sorprender que sus distintos elementos coin- cidan con el plan originario. Así, pues, éste pone de manifiesto el pensa- miento relativo a la composición de la obra. A continuación, el manuscrito más reciente amplía la primera de todas las secciones hasta una teoría clasi- ficadora comprensiva de las categorías que, sin embargo, permaneció incom- pleta. El propio plan de Max Weber para su Grundriss der verstehenden Sociologie, que se da más adelante a título de ilustración y para permitir la comparación, es el que ha servido de base al contenido de la presente edición. El hecho de haberse conservado para el libro el título de Economía v sociedad requiere unas palabras de justificación. La Einteílung des Ge- samtwerkes ("Distribución de la obra conjunta") muestra que la sección ter- cera llevaba la designación comprensiva de "Economía y sociedad"4 pero es- 1 "'Max Webers Opus Posthumum" ("La obra póstuma de Max Weber") (Z.f.d.g. StW.) ["Revista para la ciencia conjunta del Estado"}, vol. 105, 1949, pp. 368 ss.). 2 "Ober einige Kategorien der verstehenden Soziologic" ("Acerca de algunas categorías de b sociología comprensiva") (Logos, vol. IV, 1913, pp. 253 ss.), impresa en Gesammelte Au/siitze zur Visscnscllaftslehre ("Articulas completos sobre la teoria de la ciem:d'), 2" ed., 1951, pp. '127 ss. 3 Una exposición totalmente detallada de la "división de la obra conjunta", con indicación de cada contribución particular y del autor previsto pura ella en cada caso, la proporciona además el infonne de publicación de la editorial J. C. B. Mohr (Paul Siebeck), aparecido en 1915 y relativo al afio 1914 (pp. 9-13). La disposición de la contribución de Max Weber contenida en dicho informe corresponde literalmente a la impresión de la división en los distintos volúmenes del G~:ndr~ss der Sozia!Olconomilc o sea, pues, a aquello que con razón se puede designar como plan ongmano. 4 En forma análoga, p. ej. a la de las partes ~Economía y ciencia de la economía" "Economfa y natura]eza"9 "Eccn01nía y técnica". ' VIII
  • 10. PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA L'C taba subdividida a su vez en dos secciones principales, de las cuales sólo la pri- mera, con el título de Die Wirtschaft und die geseUschctftlichen Ordnungen und Miichte ("La economía y los ordenamientos y poderes sociales"),~ estaba a cargo de Max Weber. Así había de titularse en realidad la aportación de Max Weber al Grundriss der Sozialokonomik, que contenía su gran sociolo- gía. No obstante, esta última obra y al propio tiempo la más comprensiva de Max Weber ha adquirido fama mundial con el nombre de Wirtschaft und Gesellschaft ("Economía y sociedad"). En efecto, con la publicación de la portada definitivamente cambiada de la primera edición, se había renunciado a la incorporación de la segunda aportación a la sección tercera, y el título reza- ba ahora: III. Abteilung. Wirtschaft und Gesellschaft. Bearbeitet von Max Weber ("sección tercera Economía y sociedad. Compuesta por Max We- ber"). O sea que, a partir de su primera aparición en el año 1922, la contri- bución de Max Weber llenaba ella sola toda la tercera sección con su título de Economía y sociedad.6 Así, pues, si en el futuro se sigue conservando dicho título para la obra en su forma autónoma, independientemente de aquella obra conjunta, la razón de ello es doble. Desde el punto de vista objetivo es decisivo que en lo futuro el cuerpo principal de la obra, o sea la segunda parte entera, vuelve a llevar la designación de LA economía y los orderutmientos y poderes sociales, a la que sólo se antepone como parte pri- mera la Soziologische Kategorienlehre ("Teoría sociológica de las catego- rías"), de origen posterior y no nombrada por el propio Max Weber, en tanto que el título de Economía y sociedad, que abarca las dos partes del libro, se presenta como objetivamente más indicado para éste. Y desde el punto de vista práctico, ese título se halla ya introducido para la sociología de Max Weber desde el principio, nombrándose y citándose usual y fami- liarmente en esta forma, con exclusión de toda otra. El plan originario se reproduce a continuación, bajo el titulo de la sección, para la sola contribu- ción propia de Max Weber. ECONOMU Y SOCIEDAD La economía y los ordenamientos y poderes sociales. 1) Categorias de los ordenamientos sociales. Economía y derecho en su relación de principio. Relaciones económicas de las asociaciones en general. 2) Comunidad doméstica, _oikos y empresa. 3) Asociación de vecindad, parentela y comunidad. -f.) Relaciones étnicas de la comunidad. 5) Comunidades religiosas. Dependencia de las religiones con respecto a las clases; religiones avan- zadas e ideología económica. 6 Para la segunda parte de dicha sección se había previsto como colaborador a Eugen v. Pbilip- powicb. Véanse los detalles en la nota 1 del estudio indicado. 11 En relación con una CllpOSición debllada ~emitimos a la disertación mencionada en la nob 1 de la p. vm, contenida en la Zeitscluift für die gesamte Staatswissenschaft ("Revista para la ciencia conjunta del Estado") y, en particular, a las pp. 370-71, 373, 376-77.
  • 11. X PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA 6) La colectivización del mercado. 7) La asociación política. Las condiciones de desarrollo del derecho. Profesiones, clases, parti- dos. La nación. 8) El dominio. a) Los tres tipos del dominio legítimo. b) Dominio político y hierocrático. e) El dominio ilegítimo. Tipología de las ciudades. d) El desarrollo del Estado moderno. e) Los partidos políticos modernos. Externamente, la nueva edición se aparta en su articulación del plan ori- ginario de Max Weber en varios aspectos. Los dos cuerpos de manuscritos figuran bajo temas distintos. En tanto que el manuscrito más reciente des- arrolla la tipología de los conceptos, el más antiguo, en cambio, presenta una exposición de las conexiones y los desarrollos sociológicos. En el título de la primera entrega de Economía y sociedad, publicada todavía por el propio Max Weber y que daba a conocer el comienzo de las explicaciones conceptuales aún inacabadas, éstas se designan como "parte primera", lo que se subraya tanto por la remisión frecuente de la Teoría de las categorías a la "exposición detallada" posterior, corno por la observación, en la segunda parte, relativa a la "sociología general", distinta de la exposición detallada.7 Por consiguiente, la nueva edición ha experimentado una bipartición, en la Teoría sociológica de las categorías y en la exposición del sujeto con la desig- nación de LA economía y los ordenamientos y poderes socíales.8 La primera parte reproduce inalterada la redacción de la primera entrega a cargo del propio Max Weber. Sólo que los subtítulos de Max Weber, que articulan el texto, se han intercalado también en el índice entre la división en parágrafos, añadiéndose además corno "anexo", después del capítulo IV, los esbozos de una tipología de las profesiones hallados entre los escritos póstumos. La segunda parte presenta el texto del manuscrito más antiguo en una disposición por materias que corresponde objetivamente al plan ori- ginario de Max Weber; sin embargo, la articulación a la que se ha procedido de esta segunda parte se distingue de la primitiva en cuatro puntos. En concordancia con las ediciones anteriores, las dos subsecciones restantes del número 1 del plan se han asignado a sendos capítulos autónomos; los números 2 y 3 se han reunido en un capítulo unitario, y la sociología del derecho, que se presentaba en forma autónoma completa, se ha antepuesto como capítulo independiente al que correspondía al número 7 restante del plan. De todo ello habrá resultado la situación del manuscrito póstumo en la edición ante- rior. Una última desviación con respecto al plan originario de Max Weber consiste en que en los números 8 d y e de éste se había previsto primero un tratamiento separado del desarrollo del Estado moderno y de los partidos políticos modernos. Sin embargo, en contraste con ello, en la Teoría de las 7 Cf. p. 289. 8 Cf. también Marianne Weber, Max Weber - Ein Lebensbild ("Max Weber - Biografla") (l~ ed. 1926, pp. 425, 675, 687 s., 709).
  • 12. PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALID11ANA XI categorías entregada en 1922 por él mismo a la imprenta, Max Weber relegó la exposición material de la estructura y función de los partidos a la socio- logía del Estado.0 Además, como quiera que los parlamentos caracterizan el tipo del moderno "Estado legal de constitución representativa" -tratán- dolos Max Weber por consiguiente en su peculiaridad como órgano esta- tal-,10 siendo así, por otra parte, que "no se explican a su vez sin la inter- vención de los partidos",11 resulta que no es posible tratar separadamente las modernas formas estructurales del Estado, de los partidos y de los parla- mentos. De ahí, pues, que los comentarios relativos al Estado racional, al parlamento y a los partidos se hayan reunido aquí en una sección unificada del capítulo que trata de la sociología del dominio. En estos cuatro puntos el plan originario de Max Weber puede considerarse, en virtud de sus pro- pias declaraciones, como abandonado en realidad por él mismo. En la segunda parte, modificada en su disposición de acuerdo con las propuestas desarrolladas por el editor, los títulos anteriores de los capítulos y las indicaciones relativas al contenido de éstos y de los parágrafos han sufrido algunos cambios, en la medida en que la necesidad de la nueva articulación, en adaptación al plan originario, y la exigencia de una composición más lógica del contenido lo sugerían; por otra parte su redacción se aparta tam- bién parcialmente de la del plan originario, con objeto de adaptarse más es- trictamente a la modalidad de expresión del texto, habiéndose formulado en ella algunos de dichos títulos, frente a las propuestas anteriores del que suscribe, con mayor precisión. Esto se aplica en particular a la sección octava del capítulo IX, cuyo título se ha restablecido con la concisión característica de Max Weber, en concordancia con el plan originario, ya que, después de admitida en adelante en la sección novena la indicación auténtica del autor,12 no puede subsistir ya duda alguna con respecto a su manera de interpretar el sentido de la categoría del "dominio ilegítimo"; éste surgió, en el círculo de la civilización mediterráneo-occidental antes que en otra parte, a con- secuencia de la constitución política de las ciudades como comunidades autónomas "libres" -"libres: no en el sentido de la libertad frente al domi- nio violento, sino en el sentido de: ausencia del poder del príncipe, legítimo en virtud de tradición (por lo regular consagrada por la religión), como fuente exclusiva de toda autoridad". Por lo que se refiere al tratamiento propiamente dicho del texto, pres- cindiendo de las modificaciones de la articulación, de los títulos y del conte- nido que se acaban de mencionar, aquél se ha tomado de las ediciones ante- riores. Se lo ha sometido, con todo, a una escrupulosa revisión. Con lo que se han eliminado todas las erratas manifiestas de imprenta, así como, ocasio- nalmente, descuidos del propio manuscrito, en parte después de detenido exa- men de las fuentes. Las correcciones del texto propuestas por Otto Hintze13 han podido admitirse, con excepción de unas pocas. Por lo demás, aparte 9 Cf. pp. 228 SS. 10 Cf. p. llOI. 11 Cf. p. 236. 12 Cf. p. 1063. 13 En los comentarios a la 2~ ed. de Economía y sociedad (Schmcll. Jb. ["Anuario de Schmoll."), año 50, 1926, pp. 87·88).
  • 13. xn PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA de dichas correcciones necesarias, el texto mismo no se ha modificado en nada. Sólo en la sección sexta (inacabada) del capítulo IX de la segunda parte se ha procedido, con objeto de conseguir una artic?l~ción ~oncl.usiva, a trasposiciones del texto en tres lugares.14 El anexo musico-socwlógiCO se comparó con la primera edición de la obra particular del año 1921, compro- bándose que tampoco ésta era absolutamente segura: Diversas de~icie~cias del texto de la investigación de Max Weber en relaciÓn con la rac1onahdad y la sociología de la música pudieron en esta forma eliminarse. Por la información amablemente proporcionada en relación con una serie de modismos extranjeros en materia indológica, orientalista y etnológica, así como por las múltiples molestias que a tal objeto se han tomado, quiero expresar también aquí mi más sincero agradecimiento a los señores pastor Dr. Ernst L. Dietrich, Wiesbaden; profesor Dr. Otto Eissfeldt, Halle-Saale; profesor Dr. Helmulth von Glasenapp, Tubinga; profesor Dr. Hellmut Rit- ter, Francfort del Meno; y profesor Dr. Franz Tcrmer, Hamburgo. Estoy asimismo cordialmente agradecido a los señores profesores Dr. Carl Schmitt, Plettenberg; profesor Dr. Rolf Stodter, Hamburgo; y antiguo profesor Dr. Carl Brinkmann, Tubinga, por la aclaración de algunos términos particulares. Fi- nalmente, el profesor Dr. Walter Gerstenberg, Tubinga, se ha encargado, en forma por la que le estoy también muy obligado, de la revisión de diversos conceptos de la teoría de la música así como de la revisión final del texto de la Sociología de la música. El concurso desinteresado de todas las perso- nas citadas es el que ha permitido conseguir un texto seguro de la obra prin- cipal póstuma de Max Weber. Y por último, vaya mi agradecimiento no menos sincero al editor, señor Hans C. Siebek, quien se ha decidido a aceptar la modificación en principio por mí propuesta de la obra y me ha confiado la tarea ligada a la ejecución de la misma, prestándome además la editorial su valioso concurso en dicha realización. El manuscrito de Economía y sociedad no pudo ser consultado, ya que no se encuentra y es posible que haya de considerarse como perdido. Si algún día se llegara a encontrar, entonces una nueva revisión del texto habrá de revelar si las lecciones y las diversas conjeturas formuladas, así como los títulos de los capítulos, secciones y parágrafos de la segunda parte pueden mantenerse o no. Es posible que en tal caso puedan colmarse asi- mismo eventuales lagunas de la presente edición. Los corchetes del texto, en la medida en que no figuren ya en las ediciones anteriores, designan adiciones del refundidor de la obra. Un índice de las lecciones informa acerca de las correcciones del texto a partir de la primera edición. Se han añadido aclaraciones críticas del mismo. La tabla de materias se ha refun- dido y ampliado considerablemente. Lo que precede no se aplica en modo alguno a la sección final del último capítulo añadida a la segunda parte a manera de conclusión. La socio- logía del Estado que Max Weber tenía en vista no se llevó a ejecución. Se ha efectuado aquí el intento -esencialmente desde el punto de vista del interés didáctico- de colmar dicha laguna mediante adición de las ideas 14 Cf. pp. 850-56, 875 s., 882-89.
  • 14. PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA XIII fundamentales de Max Weber en materia de sociología del Estado, a partir de su Wirtschctftsgeschichte ("Historia de la economía"),1 ~ de edición pós- tuma también, así como de su tratado Parlament und Regierung im neu- geordneten Deutschland ("Parlamento y gobierno en la nueva ordenación alemana") 16 y de la conferencia Politik als Beruf ("La política como profe- sión") .n Semejante atrevimiento suscita reparos considerabies y hubo de sopesarse cuidadosamente. En el artículo citado al principio,18 el refundidor ha señalado hasta qué punto el pensamiento y las actividades docentes y de conferenciante de la última época de Max Weber se habían dedicado a dicha problemática, cuya exposición en el marco de su sociología del dominio había de ser objeto todavía de elaboración, de modo que existen inclusive impresas algunas partes aisladas de la misma, aunque esencialmente a título de trabajos preliminares. La penetración, orientada por completo hacia la claridad de visión del proceso sociológico de plasmación del "Estado" racio- nal en las ilustrativas secciones y los comentarios teóricos relativos al Estado contenidos en las tres obras antes citadas, recoge en su concreción el material ideológico de los conceptos y ternas de la obra principal y los anima con una visión interior, para documentar en esta forma al propio tiempo el lugar de las consideraciones sistemático-intelectuales. Las ideas fundamentales so- bre la sociología del Estado elaboradas por Max Weber en los últimos años y preformadas en las obras mencionadas se adaptan en forma sorprendente, aun sin haber recibido por parte del autor su formulación definitiva de cara a la obra principal, a la concepción conjunta aparente en la nueva edición de Economia y sociedad, e ilustran la conexión unitaria del pensamiento de aquél a propósito del conjunto de la sociología del dominio. De la inteli- gencia de dicha conexión interna resulta al propio tiempo la articulación lógica de los comentarios relativos a la sociología del Estado añadidos al final de la obra principal en la subdivisión efectuada. El título principal de la novena sección expresa el propósito efectivamente expuesto en el mismo, en coincidencia lógica con el plan originario y con la propia terminología de Max Weber. La segunda división en parágrafos y la elección de los títulos hubo de practicarlas el refundidor. A tal disposición se han adaptado la selección y la sucesión de las partes, practicando muchas ~rasposiciones y dejando de lado to- dos aquellos comentarios que no se refieren a los aspectos estructural y funda- mental. Con excepción de una frase insignificante de transición, de la que difícilmente podía prescindirse, el texto es también aquí el de Max Weber, habiéndose eliminado únicamente los puros juicios de valor y transportándose reiteradamente la formulación del modo de elocución al de enunciado. Corno quiera que las obras originarias se encuentran a disposición del público, no se formularán contra la forma de tratamiento del texto para los fines particu- lares de la presente edición reparos contundentes. He de agradecer particular- mente al propietario de la Editorial Ducker & Humboldt, señor Dr. Hans 15 Wirtschaftsgeschichte. Abriss der universalen Sozial - und Wirtschaftsgeschichte ("Historia de la economía. Compendio de la historia universal social y económica"), 1~ ed. 1923; 2~ ed. 1924. 16 Redactado en el verano de 1917, publicado en refundición en 1918. 11 Conferencia sustentada el invierno de 1918, impresa en otoño de 1919. 18 Z.f.d.g. StW. ("Revista para la ciencia conjunta del Estado"), vol. 105, pp. 372, 376, 386.
  • 15. XIV PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA Broennann, editor de las obras consultadas para la selección, la amable auto- rización de la reproducción de los pa~ajes escogidos del texto. Por supuesto, no ha de subsistir duda alguna en cuanto a que se trata en esta empresa de un sucedáneo, y que aquello que en la selección prac- ticada se ha ordenado desde puntos de vista sistemáticos figura corno pctTs pro toto, de modo que los comentarios existentes no agotan en modo alguna los ternas de una sociología del Estado. Habrá que aceptar, además, cierta falta de uniformidad en materia de dicción. f:sta no se funda únicamente en el hecho de la modificación parcial del enunciado originario mediante adición y eliminación. Debe alegar en justificación de la misma que las obras póstumas, que sólo nos trasmiten la palabra de Max Weber de manera indirecta, ya están de todos modos publicadas, y que en la sección añadida nada figura que no haya sido ya impreso y documentado -en su irregula- ridad estilística- con el pensamiento y la convicción de Max Weber. Añádese a ello, antes bien, el carácter cambiante del estilo del pensarnienta de las digresiones esparcidas por el texto, las cuales, introducidas por el in- vestigador en el respectivo lugar ocasional a título de aclaración y funda- mentación, se vuelven a colocar ahora, conforme a su origen teórico, en el "lugar tipológico" correspondiente del conjunto. Recuérdese, además, que también los distintos estratos del manuscrito de Economía y sociedad perte- necen a periodos de tiempo distintos y que, en él, las formas de pensamiento sintético-tipológica, genético-analítica y polémica figuran por doquier una al lado de otra, como corresponde a la manera de trabajar y al impulso intelec- tual de Max Weber. Hay que tener en cuenta, finalmente, que la novena sección comporto~ (aunque en extracto) órdenes de ideas fundamentales de Max Weber a pro- pósito de la sociología del Estado que han sido tornados de otras obras v, en parte, de apéndices, y que dichas ideas figuraban originariamente en otra conexión, no habiendo sido concebidas como contribución a Economía v sociedad, por lo que las partes reproducidas de Parlament und Regierung ("Parlamento y gobierno"), en particular, presentan un carácter político- programático. En su comentario previo a esa "crítica política de la burocra- cia y los partidos'', del año 1918, subraya Max Weber que "nada dice de nuevo para un estadista, pero que tampoco coincide con la autoridad de um ciencia. Porque las últimas actitudes del querer no se pueden decidir con los medios de la ciencia". Sus exposiciones del tratado en cuestión culminan con la elaboración de una determinada forma de Estado y la torna de posi- ción deliberada en favor de la misma, a saber: la de la democracia parla- mentaria, tal como se ha desarrollado a partir de la segunda mitad del si- glo xrx; y el punto de vista desde el cual para ello se juzga no es el puuto de vista estrictamente empírico de la "ciencia, neutral"19 frente a las adi- tudes sociales confirmadas. Es de aplicación, en este sentido, la propia sentencia de Max Weber: "Para toda opinión de partido -p. ej. también para la mía- se dan hechos sumamente incórnodos."20 Max Weber se ha- bría negado decididamente a admitir en su obra, en esta forma, las opiniones 1!1 Cf. pp. !58 S. !!U Wisscusd•afslcllrc ("Teoría de ];¡ ciencia.'), 2'.1 ccl., p. 587.
  • 16. PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA XV suyas que acabamos de reproducir y que no fueron formuladas como cientí- ficas en el sentido de la "sociología libre de valores";21 manifestó claramente su punto de vista al respecto en ocasión del tratamiento crítico del gobierno parlamentario de gabinete por Wilhelm Hasbach.22 Y si pese a ello aquí se hace de todos modos, aunque con las reservas expresas que se acaban de formular, es porque estas manifestaciones de principio de Max Weber ponen de relieve en forma plástica su pensamiento en materia de sociología del Estado, pudiendo atribuírseles en consecuencia un valor aclaratorio tal que, por muy fielmente que se quiera proceder no se las puede con todo sustraer, en su "lugar tipológico" correspondiente, a aquel que trata de penetrar en el pensamiento de la sociología de Max Weber como un todo. Si se admiten esos puntos de vista, entonces podrá aparecer como justi- ficado el intento de proporcionar, por razones didácticas y como comple- mento de la obra, una visión de la concepción y la materia conjuntas, procu- rando así que las opiniones teóricas fundamentales de Max Weber en materia de sociología del Estado racional, diseminadas en diversos lugares fuera de la obra principal, no pasen inadvertidas o sean ignoradas en la conexión sistemática de significado universal en que se hallan en verdad. Estos pensamientos y la admisión en extracto de determinadas secciones parciales, a la que aquí se ha procedido, no han de conducir a pasar por alto la importancia propia de la conferencia de Max Weber sobre Politik als Beruf ("La política como profesión") en su conjunto. En efecto, ésta sólo ofrece explicaciones teóricas de los supuestos sociológicos de la actividad racional del Estado y de los partidos modernos a título preparatorio, en tanto que su propósito específico, expresado en el título, está en la particular si- tuación de conflicto en que, en las condiciones de existencia del siglo xx, el político profesional se encuentra inevitablemente colocado. En tanto que el peso espiritual de la conferencia misma carga en las posibilidades y conse- cuencias de la vida política profesional y, ante todo, en los comentarios filo- sófico-morales acerca de los conflictos internos entre la política y la ética, desde el punto de vista de una sociología teórica, en cambio, sólo interesan las ideas básicas científico-sociales. En consecuencia, la temática peculiar de aquella obra no corresponde precisamente al ámbito de la exposición pre- sentada como "sociología del Estado". De ahí que nada se haya recogido aquí de este objeto esencial de la célebre disertación. Todos los esfuerzos dedicados a la articulación y la conformación del texto de Economía y sociedad no logran alterar el hecho de que, al morir, Max Weber dejara sin terminar su gran sociología. Esto es así tanto por lo que se refiere al plan conjunto como a todas las porciones no concluidas de las partes primera y segunda, y en esta última, en particular, a la socio- logía del Estado28 y a la exposición de la teoría de las revolucione5.24 Pero es así también, y no en menor grado, en relación con el hecho de que ya no le fue dado a Max Weber incorporar al resto del manuscrito -que desde el 21 Cf.' p. 193. 22 Cf. p. 237. 23 Cf. p. 230. 2-4 Cf. p. 213.
  • 17. XVI PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA punto de vista de la terminología reproduce todavía la posición mental del artículo contemporáneo de 1913 .:;obre las categorías- el aparato conceptual adquirido por él después de 1918 en la teoría de las categorías de la parte primera.25 De ahí que las disquisiciones del manuscrito acerca de los con- ceptos fundamentales en él examinados se presupongan siempre, en lugar de la tipología conceptual de la primera parte, para la comprensión de la se- gunda. En consecuencia, sólo puede presentarse aquí el marco de la concep- ción conjunta en la medida en que ha sido llenado. Sin embargo, dentro de los límites trazados en esta forma, se espera de todos modos haber logrado obtener un texto lógicamente articulado que aclare la estructura interna de la obra y la contextura de su pensamiento como un todo coherente. En cuyo caso se habrá conseguido el objetivo perseguido por el refundidor, a saber: abrir a una comprensión mayor la obra prinCipal de Max Weber, mediante una mayor facilidad de lectura de la nueva edición y un acceso más fácil al curso lógico de su pensamiento, en beneficio de la investigación, de la ense- ñanza y la cultura. JoHANNES WINCKELMANN Oberursel, verano de 1955 25 Wisxnscbaftslehre ('"Teoria de la ciencia"), Z~ ed., pp. 427 ss.
  • 18. NOTA PRELIMINAR DE LA PRIMERA EDICION EN ESPANOL EL NOM;BRE de Weber tiene hoy un prestigio universal. Sin embargo,. algo como un destino adverso le persigue aun en su propia gloria, pues nimba las más de las veces a lo que es en realidad una figura desc'?nocida ante la que sería tan incorrecto como delatador omitir gestos reverenciosos. Y todavía peor, lo que de su obra ha pasado al público y se repite en las aulas no deja de ser una deformación o caricatura de su propio pensamiento. Exceptuados los contados estudiosos de su obra completa, para los demás el nombre de Max Weber suele ir unido casi con .exclusividad al esquema de su interpreta- ción de los orígenes del capitalismo. Pero ese esquema, a fuerza de arrastrarse por los manuales, llega al público menudo convertido en un auténtico dis- parate que se reitera con la desenvoltura a que convida toda simplicidad. Cierto que aquí se repiten los azares que lleva consigo la popularización de pensamientos complejos y plantea una vez más el problema de los peligros de toda cultura aguada para hacerla asimilable. Pero en el caso de M. Weber la deformación se remonta a fuentes secundarias que, obra de investigadores muy estimables, surgieron, sin embargo, con un pecado de parcialidad. Y esto en el doble sentido de consideración parcial, no completa, o de visión prejuz- gada por intereses polémicos. Die protestctntische Ethik und der Geist des Kapítalismus (La Etica protestante y el espíritu del capitalismo}, libro que le abrió a la fama universal y uno de los dos traducidos hasta hace bien poco a otros idiomas (la excelente versión inglesa de Talcott Parsons es de 1930), se prestaba por sí a interpretaciones falseadas y más si se le desligaba del resto de su obra, en particular de sus otros estudios sobre la moral económica de las religiones universales, recogidos en sus Gesammelte Aufsatze zur Religions- soziologie. No pretendo ahora entrar en más detalles; me interesaba asentar un hecho y deducir para mí en estos momentos la debida lección. El hecho es deplorable; la lección, clara. El primero consiste en la creencia vulgar que atribuye a M. Weber la "teoría" de que el protestantismo es la causa del capitalismo. La segunda aconseja me limite hoy en estas líneas a unos breves datos y eluda la posibilidad de una presentación más acabada. El lector tiene ya abiertas las páginas del maestro y aunque a algunos pudiera series útil una guía que les orientara en el estudio de lo que tienen ante sí y les completase la visión de lo que les falta, en la medida en que ésta tendría que ser de modo inevitable una "interpretación" sujeta a errores, juzgo irreverente ampararla con el cuerpo que guarda la propia voz del pensador. No por eso renuncio al intento, y espero realizarlo alguna vez con responsabilidad desamparada. Fuera, además, de todo escrúpulo, la complejidad y riqueza del pensamiento weberiano obligarían a una extensión tal que habría de colmar la paciencia del lector afanoso por abrir cuanto antes su camino. Por otra parte, Econo- mía y sociedad, con ser todavía un libro inacabado, recoge y concentra el esfuerzo íntegro de la vida ele Weber y en él se hallan todos los temas de sus preocupaciones centrales.
  • 19. XVIII . NOTA PRELIMINAR DE LA PRIMERA EDICIÓN Los datos externos de la vida de Max Weber dibujan la escueta biografía poco romántica de un profesor. Nace en Erfurt el 21 de abril de 1864. Su padre, de igual nombre, fue Stadtrat de Berlín y diputado al Reichstag y al Landtag por el partido liberal nacional. Su madre, Helena Fallenstein, era mujer de religiosidad profunda y espiritualidad delicada. El joven Weber nace así en un hogar típicamente burgués, saturado de preocupaciones polí- ticas e intelectuales. De sus hermanos, Alfredo había de conquistar también elevado renombre. Bachiller, Max, en 1882, comienza en seguida sus estudios en derecho, siguiendo la profesión de su padre, pero no deja de trabajar con igual ahinco la economía, la historia y la filosofía. Esos estudios los realiza con el rigor típico de aqueiios días dorados de la Universidad alemana. En 1892 consigue su Habilitation para profesar los derechos mercantil y romano. En 1893 es profesor extraordinario de esas materias en la Universidad de Berlín. En 1894 le nombra la Universidad de Friburgo (de B.) profesor ordinario de Econo- mía, y la de Heidelberg le otorga igual cátedra en 1897. En 1903 una grave crisis nerviosa le separa por muchos años de la función docente. Concluida la guerra, acepta la cátedra de Sociología en la Universidad de Viena, que aban- dona en seguida por reintegrarse a su patria. En 1919 es profesor de Socio- logía y Ciencias del Estado en Munich, donde le sorprende la muerte el 14 de junio de 1920. Esas secas fechas y tales acontecimientos grisáceos encierran, sin embargo, una vida estremecida y rica, gastada con fervores de alta tensión. La biografía en profundidad por ellos enmarcada la escribió con piadosa inteligencia Mariana Weber, su esposa. El libro de esta mujer admirable (Max Weber. Eín Lebensbild, 1926) es documento imprescindible para los que quieran saber cómo fue el hombre y la atmósfera de su tiempo. Tejido con las innu- merables cartas de su marido -época en que el género epistolar era todavía manifestación de una vida íntima hoy casi perdida-, el recuerdo amoroso de Mariana no amengua la lucidez de los trazos, ni le impide pasar del plano cotidiano en que sacuden las tormentas de una existencia apasionada al nivel abstracto y sutil en donde se devanan las ideas del pensador. No hace mucho, la publicación de las cartas juveniles de Weber (Max Weber, Jugendbriefe, ed. Mohr) ha contribuido a completar la imagen que podemos formarnos de su persona. Los simples datos antes apuntados bastan ya para sugerir la trayectoria de su dedicación intelectual. Quien empezó por la enseñanza del derecho acaba, a través de la docencia económica, profesando una disciplina que es en sus manos un instrumento con que apoderarse de la historia universal. Mas,· tomado a la letra el esbozo de esa trayectoria, no sólo sería insuficiente sino expuesto a una mala interpretación. Pues no se trata de un "catedrático" que varía sus intereses docentes ni de un camino recorrido por sucesivas exclu- siones. El esfuerzo de Weber nada excluye; antes bien, en su titanismo, lo integra sin residuos, y su sentido total se encuentra ya preformado desde el principio. Y, sobre todo, porque nada sería más falso que destacar en él los rasgos del profesor. La actividad académica, dentro de sus artificiosas divi- siones, es en Weber un aspecto tan sólo de su personalidad desbordante.
  • 20. NOTA PRELIMINAR DE LA PRII-IERA EDXCIÓN XIX La frecuencia con que hoy se afirma la actualidad de los escritos weberianos, o mejor dicho, el acudir a ellos como fertilizante depósito de inspiración por muchos de los que se afanan por entender los oscuros fenómenos de nuestros días, tiene su explicación en la lucidez intelectual con que Max Veber per- cibió el carácter transitorio de la realidad tn que vivía, y en la fuerza con que apresó, en el análisis de su propia sociedad, algunas de las tendencias que en ella se proyectaban ya hacia el futuro. Fue, de los hombres de su genera- ción, uno de los que más claramente se dieron cuenta de la divisoria en que todavía estamos y que, por lo mismo que rechazó toda profecía -y más si era ésta demagógica y de milenario-, pudo señalar sin ilusiones algunos de los hechos fatales frente a los que hoy nos debatimos. Mas ¿dónde están las raíces de aquella lucidez? No basta para explicarla la pasión por el conocer, si a ésta no se une la pasión por la acción. Y la acción es lo que el hombre puede y debe hacer en una circunstancia dada con plena aceptación de su responsabilidad, es decir, con la conciencia asequible de todas sus posibles consecuencias. El rigor con que Weber concibió la misión del hombre y la forma en que en su propia vida la actualizó, son el mejor punto de partida para entender el sentido de su tarea intelectual. Porque Weber se esforzó en todo momento por señalar lo que era posible y hacedero, la forma en que el hombre podía cooperar con inteligencia en su propio destino, tuvo que con- templar lo contemporáneo con ojos de historiador y arrojarse en la historia desde sus intereses contemporáneos. Y porque tuvo tal aetitud indivisa ante la vida fue con igual autenticidad un político, un filósofo y un investigador de pretensiones gigantes. Así lo presenta Jaspers: "Si Max Veber es político, investigador y filósofo, no, sin embargo, una cosa junto a otra. Es el hombre entero el que se encara con un mundo de enormes dimensiones desde el fondo de su alma, afanosa de verdad. Como filósofo es político, y como polí- tico, investigador." Si concebimos la política en su más noble sentido, como una preocupa- ción activa y sin tregua por el destino de la propia comunidad dentro de una determinada constelación de fuerzas mundiales, Max Weber fue desde siem- pre y ante todo un político. Pero la política es, además, otras cosas que el pensador conocía muy bien y que comprobó .duramente en su existencia. lloy podemos contemplar las pretensiones políticas de Weber y su fracaso desde diversos ángulos. Uno, el más alejado de las consideraciones intelec- tuales de estas líneas, consistiría en imaginar lo que hubiera sido la historia alemana, y, por ende, la europea y la mundial, de haber prevalecido algunas de sus opiniones y consejos. Nada más lejos de la presente barbarie que el destino cultural que Veber señalaba a su patria, intensa y noblemente querida. Otro nos tienta a ver en Weber el ejemplo patético del destino del intelec- tual en la política. Sabía muy bien -y nadie como él ha dibujado la imagen del auténtico hombre de Estado- que la política lleva consigo el pragma de la fuerza, y que no bastan ni la actitud responsable, ni la fe y el conoci- miento de los hechos fundamentales. Pero no sólo falló en él la voluntad ~e po~e;ío si?o el adelgazamie~to extremado de su moral de responsabilidad. Es qmza pos1ble despertar aquella y aceptarla con la conciencia de su instru-
  • 21. XX NOTA PRELIMINAR DE LA PRIMERA ECICIÓN mentalidad necesaria, pero está condenada a extinguirse sin remedio si se la somete a la tremenda presión de una responsabilidad moral e intelectual de consecuencia ilimitada. El fracaso de Weber, a que está expuesto todo inte- lectual verdadero, estuvo en su incapacidad de compromiso, en su negativa a pactar con las fuerzas subterráneas y demoniacas que rodean al poder, y sobre todo en su desdén por la mentira, el engaño dorado y las falsas ilusiones. Lo grave es que Weber percibiera que tal situación tenía cabalmente su máximo dramatismo en la sociedad de masas de nuestros días. Pero aquello en que más debiera insistir, si me permitiera ser infiel a mis propósitos, es la conexión que tiene en Weber esta su pasión "política" con su concepción de la ciencia. Para él la acción y la ciencia se exigen recíproca- mente. Es decir, la justificación de la ciencia se encuentra en las posibilida- des de la acción racional, de igual manera a como sólo puede darse la acción responsable si consideramos posible el conocimiento racional. Su concepto de la "ética de responsabilidad" antes aludido es el supuesto de sentido de una compleja metodología. Los estudios filosóficos de Weber, si bien surcados con profundas visiones, caen propiamente en el campo fronterizo de la metodología. Y, sin embargo, Jaspers -y no es el único- ha dicho que él fue para su tiempo "el filósofo verdadero". El pensador existencialista nos da de ello una razón existencial: "Max Weber no tuvo filosofía alguna; él era una filosofía." Y en este sentido fue filósofo negando a la Filosofí~. En una época de decadencia y de predo- minante escolástica filosófica, en la que quizá es ya imposible la aparición del gran sistema y con él la reanudación de su misión iluminadora, Weber buscaba el conocimiento del hombre y de unas cuantas verdades esenciales con medios distintos de los especulativos, con el instrumento del saber em- pírico de la historia. Para ello quizá bastaba con fundamentar "la objetividad del conocimiento histórico social". Las publicaciones de Weber abarcan temas tan dispares que en su con- junto pueden dar la impresión de una completa falta de unidad. Pero si des- cartamos determinados estudios rigurosamente técnicos (Zur Psychophysik der industrieUen Arbeít, por ejemplo, y algunos otros) y, sobre todo, si parti- mos de lo que se ha llamado su segunda fase -desde la crisis de su enfermedad (1903)-, puede sostenerse que toda la investigación de Weber está orientada por un solo motivo: el de comprender su propia época en su pleno signifi- cado, actual e histórico. Su af!m de comprensión, que es al mismo tiempo de orientación -o mejor, fundado en éste-, se traduce en su extremo rigor en una pregunta que abarca en sí cuajadas posibilidades de ramificación: ¿Qué es lo constitutivo y peculiar de la civilización occidental? Desde la música armónica al partido político, pasando por otros fenómenos al parecer muy heterogéneos, nos encontramos con una serie de cosas que sólo en Occidente se ofrecen en su forma cabal. ¿Por qué aquí y no en otras partes? ¿Qué con- secuencias tiene para nuestra vida este hecho singular? Al cabo, de manera abstracta y como hipótesis de interpretación de nuestra historia, se impone averiguar el origen y desarrollo progresivo del predominio de lo racional en todos los aspectos del espíritu y de la cultura. El proceso de racionaliza- ción, como decía Weber, que llega hasta nosotros cargado de destino. Pero
  • 22. NOTA PREI.IlIINAR DE LA PRIMERA EDICION XXI si tratarnos de captar sus manifestaciones singulares, hay alguna de entre ellas que pudiera parecer decisiva. De ahí el terna más conocido de las investiga- ciones weberianas: el de la formación y peculiaridad de "nuestro" capitalismo. Pero es cabalmente el análisis de este problema lo que lleva a Weber a una de las dilataciones más fecundas del ámbito de sus pesquisas, al estudio socio- lógico de las grandes religiones. Lo que hoy día llamamos sociología de la religión, más allá de sus expresiones "primitivas", tiene en esos estudios su verdadero origen. Y, asimismo, puede considerarse impulsado por idén- tico afán de conocimiento su trabajo sobre la situación agraria en la Anti- güedad (Agrarverhiiltní.sse im Altertum, Hwb. der Staatswissenschaften), que es propiamente un "análisis sociológico completo del mundo antiguo contemplado desde la perspectiva de los problemas sociales básicos del pre- sente inmediato" (Salomon). La respuesta a la pregunta fundamental antes formulada no alcanzó en Vcber un desarrollo sistemático y acabado. La· mayor aproximación se en- cuentra, sin embargo, en Economía y sociedad. El libro que el lector tiene ahora entre sus manos es para muchos la obra cumbre de la sociología alemana o, si queremos evitar polémicas, una de entre las cuatro o cinco más importantes. Y, sin embargo, Weber eludió siempre el nombre de sociólogo. De ello cabe aducir razones diversas que conviene apuntar. Sin duda alguna, está ante todo la repugnancia de todo hombre auténtico -no del personaje- en verse clasificado y maniatado por motejos y encamisado con títulos adversos a la renovación permanente del espíritu. Por otra parte, Max Weber no quería engañar a los demás. "La mayor parte -dice- de lo que por ahí circula bajo el nombre de sociología es pura patraña." No es difícil imaginar las reacciones de su rigurosa con- ciencia científica, con su extremada precisión de los hechos y los conceptos, ante el caos vagaroso de tanto escrito hecho pasar por sociológico. Lo que en él era una disciplina arraigada en sus más profundos intereses de conoci- miento, era en otros una moda aprovechada en el logro de una situación o instrumento falseado con fines extracientíficos. De Weber acá las cosas han variado bastante y a ello contn'buyó él mismo en buena medida. Pero queda todavía suficiente patraña -"camelo" verdadero, en lenguaje madri- leño- para que muchos, muy lejos de la talla de Weber, vean con horror que alguna vez cae sobre ellos aquel imponente calificativo. Una última razón tiene particular interés. Weber se resignaba, sin duda, a ser llamado por el título de su cátedra, pero en el caso de la sociología ocurría lo siguiente: que era, según él, una disciplina que no podía enseñarse en cuanto tal. Veía con justeza que la 50ciología es un término y no un prin- cipio de la ciencia social, y que para llegar a ella se requería una experiencia considerable en otros campos de las ciencias sociales particulares. Puede esto ser discutido. Pero no cabe duda que aquí se ofrece un problema de enseñanza en el que no se han parado nunca a meditar los ideadores de nues- tros curricula universitarios, empeñados en encajar la "asignatura", con regu- laridad sorprendente, en los primeros años de las "carreras".
  • 23. XXII NOTA PRELIMINAR DE LA PRIMERA EDICIÓN Creo poder afirmar sin error que de .Veber sólo existían hasta estos momentos dos traducciones castellanas: su ensayo La decadencia de la cultura antigua (Die sozialen Gründe des Untergangs der antíken Kultur, 1896), publicado por la Revista de Occidente (ni? xxxvii, p. 25) y su Historia económica general (Vírtschaftsgeschíchte), traducida por Manuel Sánchez Sarto y publicada por el Fondo de Cultura Económica en 1942. Tampoco creo equivocarme si digo que Economíct y sociedad (Virtschaft und Gesellsclzaft, 1922) es la primera vez que aparece íntegramente traducida en lengua alguna. La anun- ciada versión inglesa de Talcott Parsons -uno de los mejores conocedores actuales de Max Weber- sólo comprenderá la primera parte. Por eso mismo, ahora que la suerte está echada, no puedo evitar cierta aprensión de temor. Economía y sociedad es un libro póstumo que editara Mariana Weber luego de una trabajosa compulsa, ayudada por Melchior Palyi, del manuscrito legado por su marido. De ella procede la ordenación de los capítulos. La obra se encuentra inacabada en algunas partes y habría tenido seguramente otra factura -eliminación de ciertas repeticiones, etc.- si Max .Veber hu- biera podido dar cima a sus planes. Elestilo en que está escrita parece responder en sus mayores proporciones a una sola preocupación, la del rigor conceptual Pero ello lo hace suma- mente difícil, como todo aquel que pasara alguna vez por el original alemán sabe perfectamente. Pues bien, cuando el Fondo de Cultura Económica se decidió con notorio valor a emprender la tarea de esta versión, tuvo que encararse con algunos problemas. No era posible, por lo pronto, encargar la obra a una sola persona, si no se quería aplazar en algunos ai'ios su publica- ción. Hubiera sido, además, improbable -aunque sólo sea por la variedad de especializaciones científicas que en ella se contiene- que nadie hubiera aceptado para sí tan pesada carga. Se decidiÍ>, pues, entregar la traducción a distintos especialistas. Pero entonces surgía el otro problema de la unifica- ción estilística y de tem1inología. Creo que ambos se han resuelto de modo satisfactorio. Si a mí se me excluye, bastan los nombres de las personas que colaboraron en la traducción para que el lector pueda esperar con confianza que se haya alcanzado el nivel de seriedad requerido. Los señores Juan Roura Parella, Eduardo Carda Máynez, Eugenio 1maz y José Ferrater Mora, de conocidos merecimientos en el mundo intelectual, no regatearon esfuerzo alguno y a ellos van ante todo los mejores agradecimientos del editor. El pro· blema de unificación aludido ha sido, por eso, mucho menor de lo que se creyó y me parece suficientemente logrado. JosÉ MEDINA ECUAVARRÍA
  • 24. DEL PROLOGO A LA PRil1ERA EDICION L.... l't:liLICACIÓN de esta obra póstuma principal del autor presentaba lógica- menh; muchas dificultades. No se disponía de plan alguno para la cons- trucción del todo. Sin duda, el que se halla esbozada en las páginas x y XI del volumen primero del Grundriss der Sozialokonomik ("Elementos de la economía social") proporcionaba algunos puntos de referencia, pero dejaba a un lado, en cambio, otros esenciales. Algunas secciones son incompletas y han de permanecer en tal estado. La indicación del contenido de los capí- tulos sólo se había fijado para la Rechtssoziologie ("Sociología del dere- cho"). Algunos de los ejemplos utilizados para la ilustración de procesos típicos importantes se repiten varias veces, aunque siempre bajo una nueva luz. Es posible que si le hubiera sido dado refundir en forma coherente la obra conjunta, el autor habría dejado de lado algunas cosas. Sin embargo, el refundidor sólo ha podido tomarse esta libertad en unos pecas pasajes. -El descifrado de los manuscritos, cuyo mérito corresponde en gran parte al linotipista de los editores, en particular por lo que se refiere a las grafías correc- tas de los numerosos vocablos especializados de origen extranjero, dio lugar a muchas dudas y encuestas, y es posible que a pesar del amable concurso de diversos especialistas se haya incurrido en algunas discrepancias. MARIANNE VEDER Heidelberg, octubre de 1921 PR(>LOGO A LA SEGUNDA EDlCIOI' LA OBRA se ha depurado de las erratas de impresión y se ha dividido, para su manejo más fácil, en dos tomos. Además se ha añadido a manera de apéndice la disertación músico-sociológica, pero sin incorporar su contenido al registro de materias, cuya refundición no fue posible en aquel momento. Parecía indicado integrar dicho complicado trabajo, aparecido primero como opúsculo aislado con un prólogo del profesor Th. Kroyers, a quien corresponde el mérito de una revisión esmerada de las expresiones técnicas, en la obra sociológica de l1ax Weber con la que tiene mayor conexión, aunque indirecta. Constituye la primera piedra de una sociología del arte que el autor tenía en proyecto. Lo que en la primera investigación de las construcciones musicales del Oriente y del Occidente le impresionó ante todo fue el descubrir que también y precisamente en la música -el arte que al parecer fluye con mayor pureza del sentimiento- juega la ratio un papel tan importante, y que su peculiaridad occidental, lo mismo que la de la ciencia '" de todas las demás instituciones estatales v sociales en dicha área, se lnlh.~· condicionada por nn racionalismo de natuialcza específica. Duran-
  • 25. XXIV PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN te su estudio de esa esquiva materia comentaba en 1912 en una carta: "Es probable que escriba algo acerca de ciertas condiciones sociales de la música, a partir de las cuales se explica que sólo nosotros poseamos una música 'ar- mónica', siendo así que otros círculos de cultura tienen un oído mucho más fino y una educación musical mucho más intensa. Y, ¡cosa curiosa!, es, como habremos de verlo, una obra de los monjes." ::fARIAN:SE VEBER Heidelberg. marzo de 1925
  • 26. A la memoria de mi madre ELENA WEBER DE FALLENSTEIN 1844-1919
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  • 28. Primera Parte TEORlA DE lAS CATEGORtAS SOCIOLóGICAS
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  • 30. l. CONCEPTOS SOCIOLóGICOS FUNDAMENTALES Advertencia preliminm: El método de esta introductoria definición de conceptos, de la que no puede prescindirse fácilmente no obstante ser de modo inevitable abstracta y lejana, al parecer, de la realidad, no pretende novedad en modo alguno Al contrario, sólo desea formular -teniendo la esperanza de haberlo consegui- do- en forma más conveniente y correcta (quizá por eso con cierta apariencia pedante), lo que toda sociología empírica entiende de hecho cuando habla de las mismas cosas. Esto aun allí donde se empleen expresiones al parecer no habitua- les o nuevas. En relación con mi artículo en Logos (IV, 1913, pp. 253 ss.) la terminología ha sido simplificada en lo hacedero, y modificada muchas veces con el propósito de hacer fácil su comprensión en la mayor medida posible. Desde luego, la exigencia de una vulgarización absoluta no es siempre compatible con la de una máxima precisión conceptual y ésta debe predominar sobre aquélla. Sobre el concepto "comprender'' (Verstehen) cf.la obra de K. Jaspers: Allgeme- ine Psychopathologie, "Psicopatología general" (también algunas observaciones de Rickert en la segunda edición de Grert%en der nttturwissenschaftlichen Be- griffsbildung, "Límites de la formación conceptual de las ciencias naturales", y particularmente de Simmel en Probleme der Geschichsphilosophie, "Problemas de filosofía de la historia", corresponden a la cuestión) . Metodológicamente remito aquí, como se ha hecho con frecuencia, al antecedente de F. Gottl en S!l obra Die Hemchaft des Worts, "El imperio de la palabra", escrita ciertamente en un estilo difícil y que quizá no lleva hasta su plenitud el pensamiento en ella encerrado. Y por lo que respecta al contenido, al bello libro de F. Tonnies, Gemeinschaft und Gesellschaft, "Comunidad y sociedad". Por último, a la equi- vocada obra de R. Stammler: Wirtschaft und Recht ("Economía y Derecho". Trad. esp. Reus) y a su crítica contenida en mi artículo del Archiv für So%údwis- sensclutft (XXIV, 1907), que ofrece en gran medida los fundamentos de lo que ,.a a ser expuesto. De la metodología de Simmel (en la Sociología [trad. esp. Rev. Occ.] y en Filosofía del dinero) difiero en la separación que llevo a cabo, siempre que ha sido factible, entre "sentido" mentado y "sentido" objetivamente válido, los cuales Simmel no solamente no distingue siempre, sino que con frecuencia permite de modo deliberado que se deslicen confundidos. § l. Concepto de la sociología y del "significado" en la acci6n social. Debe entenderse por sociología (en el sentido aquí aceptado de esta palabra, empleada con tan diversos significados) : una ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social para de e5a manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos. For "acción" debe entenderse una conducta hu- mana (bien consista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o permi- tir) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo. La "acción social", por tanto, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orien- tándose por ésta en su desarrollo.
  • 31. 6 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES J. FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS l. Por "sentido" entendemos el sentido mentado y subjetivo de los sujetos de la acción, bien a) existente de hecho: a) en un caso históricamente dado, fJ) como promedio y de un modo aproximado, en una determinada masa de casos: bien b) como construido en un tipo ideal con actores de este carácter. En modo alguno se trata de un sentido "objetivamente justo" o de un sentido "verdadero·· metafísicamente fundado. Aquí radica precisamente la diferencia entre las cien- cias empíricas de la acción, la sociología y la historia, frente a toda ciencia dog- mática, jurisprudencia, lógica, ética, estética, las cuales pretenden investigar en sus objetos el sentido "justo" y "válido". 2. Los límites entre una acción con sentido y un modo de conducta simple- mente reactivo (como aquí le denominaremos), no unido a un sentido subjeti- vamente mentado, son enteramente elásticos. Una parte muy importante de los modos de conducta de interés para la sociología, especialmente la acción puramen- te tradicional, se halla en la frontera entre ambos. Una acción con sentido, es decir, comprensible, no se da en muchos casos de proc<.'Sos psicofísicos, y en otros sólo existe para los especialistas; los procesos místicos, no comunicables adecua- damente por medio de la palabra, no pueden ser comprendidos con plenitud por los que no son accesibles a ese tipo de experiencias. Pero tampoco es necesaria la capacidad de producir uno mismo una acción semejante a la ajena para la posi- bilidad de su comprensión: "no es necesario ser un César para comprender a César''. El poder "revivir" en pleno algo ajeno es importante para la evidenciJ de la comprensión, pero no es condición absoluta para la interpretación del sen- tido. A menudo los elementos comprensibles y los no comprensibles de un pro-- ceso están unidos y mezclados entre sí. 3. Toda interpretación, como toda ciencia en general, tiende a la "evidencia". La e'idencia de la comprensión puede ser de carácter racional (y entonces, bien lógica, bien matemática) o de carácter cndopático: afectiva, receptivo-artística. En el dominio de la acción es racionalmente evidente, ante todo, lo que de su "conexión de sentido" se comprende intelectualmente de un modo diáfano y exhaustivo. Y hay evidencia endopática de la acción cuando se re'ive plenamente la "conexión de sentimientos" que se vivió en ella. Racionalmente comprensibles -es decir, en este caso: captables en su sentido intelectualmente de un modo inmediato y univoco-- son ante todo, y en grado máximo las conexiones signifi- cativas, recíprocamente referidas, contenidas en las proposiciones lógicas y mate- máticas. Comprendemos así de un modo unh·oco Jo que se da a entender cuand.J alguien, pensando o argumentando, hace uso de la proposición 2 X 2 =4, o de los teoremas pitagóricos o extrae una conclusión lógic-a --de acuerdo con nuestros hábitos mentales- de un modo "correcto". De igual manera, cuando alguien, basándose en los datos ofrecidos por "hechos" de la experiencia que nos son "co- nocidos" y en fines dados, deduce {>ara su acción las consecuencias claramente inferibles (según nuestra experiencia) acerca de la clase de "medios" a emplear. Toda interpretación de una acción con arreglo a fines orientada racionalmente de esa manera posee -para la inteligencia de los medios empleados- el grado má- ximo de evidencia. Con no idéntica evidencia, pero sí suficiente par::. nuestras exi- gencias de explicación, comprendemos también aque11os "errores" (inclusive con- fusiones de problemas) en los que somos capaces de incurrir o de cuyo nacimiento podríamos tener una experiencia propia. Por el contrario, muchos de los "valores'' y "fines" de carácter último que parecen orientar 1:r acción de un hombre no los podenws comprender a menudo, con p1ena evidencia, sino tan sólo, en ciertas
  • 32. FUNDAMENTOS METODOLOGfCOS 7 circunstancias, captarlos intelectualmente; mas tropezando con dificultades cre- cientes para poder "revividos" por medio de la fantasía endopática a medida en que se alejan más radicalmente de nuestras propias valoraciones últimas. Tenemos entonces que contentamos, según el caso, con su interpretación exclusivamente intelecttud o, en detenninadas circunstancias -si bien esto puede fallar-, con aceptar aquellos fines o valores sencillamente como datos para tratar luego de hacemos comprensible el desarrollo de la acción por ellos moth·ada por la mejor interpretación intelectual posible o por un revivir sus puntos de orientación lo más cercano posible. A esta clase pertenecen, por eíemplo, muchas acciones vir- tuosas, religiosas y caritativas, para el insensible a ellas; de igual suerte, muchos fanatismos de racionalismo extremado ("derechos del hombre") para quien abo- rrece de ello. Muchos afectos reales (miedo, cólera, ambición, envidia, celos, amor, entusiasmo, orgullo, venganza, piedad, devoción y apetencias de toda suerte) y las reacciones irracionales (desde el punto de 'Ísta de la acción racional con arreglo a fines) derivadas de ellos podemos "revivirlos" afectivamente de modo tanto más evidente cuanto más susceptibles seamos de esos mismos afectos; y en todo c;:so, aunque excedan en absoluto por su intensidad a nuestras posibilidades, po- demos comprenderlos endopáticamente en S!l sentido, y calcul:.u intelectualmente sus efectos sobre la dirección y los medios de la acción. El método científico consistente en la construcción de tipos investiga y expone todas las conexiones de sentido irracionales, afectivamente condicionadas, del comportamiento que influyen en la acción, como "desviaciones" de un desarrollo de la misma "construido" como puramente racional con arreglo a fines. Por ejem- plo, para la explicación de un "pánico bursátil" será conveniente fijar primero cómo se desarrollaría la acción fuera de todo influía de afectos irracionales, para introducir después, como "perturbaciones", ltquellos componentes irracionales. De igual modo procederíamos en la explicación de una acción política o militar: ten- dríamos que fijar, primero, cómo se hubiera desarrollado esa acción de haberse conocido todas las circunstancias y todas las intenciones de los protagonistas y de haberse orientado la elección de los medios -a tenor de los datos de la experien- cia considerados por nosotros como existentes- de un modo rigurosamente ra- cional con arreglo a fines. Sólo así sería posible la imputación de las desviaciones a las irracionalidades que las condicionaron. La construcción de una acción rigu- rosamente racional con arreglo a fines sirve en estos casos a la sociología --en méritos de su evidente inteligibilidad y, en cuanto racional, de su univocidad- como un tipo (tipo ideal), mediante el cual comprender la acción real, influida por irracionalidades de toda especie (afectos, errores), como una desviación dd desarrollo esperado de la acción racional. De esta suerte, pero sólo en virtud de estos fundamentos de com·enicncia me- todológica, puede decirse que el método de la sociología "comprensiva" es "racio- nalista". Este procedimiento no debe, pues, interpretarse como un prejuicio racionalista de la sociología, sino sólo como un recurso metódico; y mucho me- nos, por tanto, como si implicara la creencia de un predominio en la vida de lo racional. Pues nada nos dice en lo más mínimo hasta qué punto en la realidad las acciones retJJ.es están o no determinadas por consideraciones racionales de fi- nes. (No puede negarse la existencia del peligro de interpretaciones racionalistas en lugares inadecuados. Toda la experiencia confirma, por desgracia, este aserto.) 4. Los procesos y objetos ajenos al sentido entran en el ámbito de las ciencias de la acción como ocasión, resultado, estimulo u obstáculo de la acción humana. Ser ajeno al sentido no significa "inanimado" o "no humano". Todo artefacto, una máquina, por ejemplo, se comprende e interpreta, en fin de cuentas, por el
  • 33. 8 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES sentido que a su producción y empleo le presta (o quisiera prestar) la acción humana (con finalidades posiblemente muy diversas); sin el recurso a ese sentido permanece completamente incomprensible. Lo comprensible es, pues, su refe- rencia a la ciCci6n humana, ya como "medio", ya como el "fin" imaginado por el actor o actores y que orienta su acción. Sólo mediante estas categorias tiene lugar una comprensión de semejantes objetos. Por el contrario, permanecen ajenos al sentido todos los procesos o estados -animados, inanimados, humanos y extra- humanos- en que no se mienta un sentido, en tanto que no aparezcan en la acción en la relación de "medio" o de "fin", y sólo sean, para la misma, ocasión, estímulo u obstáculo. La formación del Dollart en el año 1277 tiene (¡quizá!) significación "histórica" como provocadora de ciertos asentamientos de conside- rable alcance histórico. El rihno de la muerte y el ciclo orgánico de la vida: desde el desvalimiento del nifio al desvalimiento del anciano, tienen naturalment~ alcance sociológico de primera fuerza por los diversos modos en que la acción humana se ha orientado y orienta por esos hechos. Otra clase de categorías está constituida por ciertos conocimientos sobre el desarrollo de algunos fenómenos físicos o psicofísicos (cansancio, hábito, memoria, etc.; y también, por ejemplo, euforias típicas en determinadas formas de mortificación, diferencias típicas de los modos de reacción según ritmo, modo, claridad, etc.) que. si se apoyan en la experiencia no implican comprensión. La situación es, sin embargo, la misma que la existente en otros hechos opacos a la comprensión: la "actitud comprensiva" los acepta en igual forma que lo hace cualquier actividad práctica, como "datos" con los cuales hay que contar. Cabe la posibilidad de que la investigación futura encuentre regularidades no sujetas a comprensión para determinadas conductas con sentido, por escasa que haya sido hasta ahora semejante cosa. Diferencias en la herencia biológica (de las "razas") por ejemplo --cuando y e:n la medida en que se aportara la prueba estadística de su influjo en los modos de conducta de alcance sociológico; especialmente en la acción social por lo que respecta a la manera de estar referida a su sentido-- se aceptarlan por la sociología como datos, ni más ni menos que los hechos fisiológicos del tipo de la necesidad de alimentación o de los efectos de la senectud sobre la acción humana. Y el reconocimiento de su significación causal para nada alteraría la tarea de la sociología (y de las ciencias de la acción en general): comprender, interpretándolas, las acciones orientadas por un sentido. No haría sino insertar en determinados puntos de sus conexiones de motivos, comprensibles e interpretables, hechos no comprensibles (así: conexiones típicas de la frecuencia de determinadas finalidades de la acción o del grado de su racio- nalidad típica con el índice craneano, el color de la piel o cualesquiera otras cuali- dades fisiológicas hereditarias), como ya hoy día ocurre en esa materia. 5. Puede entenderse por comprensión: 1, la comprensión actual del sentido mentado en una acción (inclusive: de una manifestación). Comprendenws, por ejemplo, de un modo actual el sentido de la proposición 2 X 2 = 4, que oímos o leemos (comprensión racional, actual, de pensamientos), o un estallido de cólern manifestado en gestos faciales, interjecciones y movimientos irracionales {com- prensión irracional, actual, de afectos), o la conducta de un lefiador o de alguien que pone su mano en el pomo de la puerta para cerrarla o que dispara sobre un animal (comprensión racional, actual, de acciones) -pero también: 2, la com- prensión explicativa. Comprendemos por sus motivos qué sentido puso en ello quien formuló o escribió la proposición 2 X 2 = 4, para qué lo hizo precisamente en ese momento y en esa conexión, cuando lo vemos ocupado en una operación mercantil, en una demostración científica, en un cálculo técnico o en otra acción
  • 34. FUNDAME!iTOS METODOLÓGICOS 9 ::t cuya conexión total pertenece aquclht proposición por el sentido que vemos >incul::tdo ::t ella; es decir, es::t proposición logra un::t "conexión de sentido" com- prensible para nosotros (comprensión racio~al por motivos). Compr~ndemos al leñador o al que apunta con un arma, no solo de un modo actual, smo por sm motivos, cuando sabemos que el primero ejecuta esa acción por ganarse un salario o para cubrir sus necesidades o por diversión (racional) o porque "reaccionó de tal modo a una excitación" (irracional), o que el que dispara el arma lo hace por una orden de ejecutar a alguien o de defensa contra el enemigo (racional) o bie~ por venganza (afectiva y, en este sentido, irracional). Compre?demos, por úlh- mo, un acto de cólera por sus motivos cuando sabemos que detras de él hay celo~. vanidad enfermiza u honor lesionado (afectivamente condicionado: comprensión irracional por motivos). Todas éstas representan conexiones de sentido compren- sibles, la comprensión de las cuales tenemos por una explicación del desarrollo real de la acción. "Explicar" significa, de esta manera, para la ciencia que se ocu- pa del sentido de la acción, algo así como: captación de la conexión de sentido en que se incluye una acción, ya comprendida de modo actual, a tenor de s~ sentido "subjetivamente ment-ado". (Sobre In significación causal de este "exph- car" cf. n9 6.) En todos estos casos, también en los procesos afectivos, entende- mos por sentido subjetivo del hecho, incluso de la conexión de sentido, el sentido "mentado" (apartándonos del uso habitual, que suele hablar únicamente de "men- tar", en la significación aludida, con respecto a las acciones racionales e intencio- nalmente referidas a fines) . 6. Comprensión equivale en todos estos casos a: captación interpretativa del sentido o conexión de sentido: a) mentado realmente en la acción particular (en la consideración histórica); b) mentado en promedio y de modo aproximativo (en la consideración sociológica en masa); e) construido científicamente (por el método tipológico) para la elaboración del tipo ideal de un fenómeno frecuente. Semejantes construcciones típico-ideales se dan, por ejemplo, en los concep- tos y leyes de la teoría económica pura. Exponen cómo se desarrollarla una forma especial de conducta humana, si lo hiciera con todo rigor con arreglo al fin, sin perturbación alguna de errores y afectos, y de estar orientada de un modo unívoco por un solo fin (el económico). Pero la acción real sólo en casos raros (Bolsa), y eso de manera aproximada, transcurre tal como fue construid, c11 el tipo ideal (respecto a la finalidad de tales construcciones, cf. Archiv. f. Sozialmiss., XIX, pp. 64 ss., e infra, el n9 8). Toda interpretación persigue la evidencia. Pero ninguna interpretación de sentido, por evidente que sea, puede pretender, en méritos de ese carácter de evi- dencia, ser también la interpretación causal válida. En sí no es otra cosa que una hipótesis causal particularmente evidente. a) Con frecuencia "motivos" pre- textados y "represiones" (es decir, motivos no aceptados) encubren, aun para el mismo actor, la conexión real de la trama de su acción, de manera que el pro- pio testimonio subjetivo, aun sincero, sólo tiene un valor relativo. En este caso la tarea que incumbe a la sociología es averiguar e interpretar esa conexión, aun- que no haya sido elevada a conciencia o, lo que ocurre las más de las veces, no lo haya sido con toda la plenitud con que fue mentada en concreto: un caso lí- mite de la interpretación de sentido. b) Manifestaciones externas dé la acción tenidas por nosotros como "iguales" o "semejantes" pueden apoyarse en conexio- nes de sentido muy diversas en el actor o actores; y "comprendemos" también un actuar fuertemente diverso, a menudo de sentido cabalmente opuesto, frente a situaciones que juzgamos "semejantes" entre sí. (Ejemplos en Simmel: Probl. der Geschicht.~phil.) e) En situaciones dadas los hombres están sometidos en su
  • 35. 10 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS 1-'Ur..'DAMENTALES acción a la pugna de impulsos contrarios, todos ellos "comprensibles". Cuál sea la intensidad relativa con que se manifiestan en la acción las distintas referenci9s significativas subyacentes en la "lucha de motivos", para nosotros igualmente comprensibles, es cosa que, según la experiencia, no se puede apreciar nunca con toda seguridad y en la mayor parte de los casos ni siquiera de un modo aproxi- mado. Sólo el resultado efectivo de la lucha de motivos nos ilustra sobre ello. Como en toda hipótesis es indispensable el control de la interpretación compren- siva de sentidos por los resultados: la dirección que manifieste la realidad. Sólo en los escasos y especialmente adecuados casos de la experimentación psicológic-.t puede lograrse un control de precisión relativa. También por medio de la est1dís- tica, y con extraordinarias diferencias en la aproximación, en los casos (también limitados) de fenómenos en masa susceptibles de cuantificación y correlación. En los demás casos, y como tarea importante de la sociología comparada, sólo queda la posibilidad de comparar el mayor número posible de hechos de la vida histó- rica o cotidiana que, semejantes entre si, sólo difieran en un punto decisivo: el "motivo" u "ocasión", que precisamente por su importancia práctica tratamos de investigar. A menudo sólo queda, desgraciadamente, el medio inseguro dd "experimento ideal", es decir, pensar como no presentes ciertos elementos con5- titutivos de la cadena causal y "construir" entonces el curso probable que tendría la acción para alcanzar asi una imputación causal. La llamada "ley de Gresham", por ejemplo, es una interpretación racional evidente de la conducta humana en determinadas condiciones y desde el supues- to típic(}-ideal de una acción estrictamente racional con arreglo a fines. Hasta qué punto la conducta real concuerda con la construcción es cosa que sólo puede enseñarnos una experiencia (expresable, en principio, en alguna forma estadística) que compruebe en las relaciones económicas la desaparición efectiva de la mone- da de más valor; ello nos instruye sobre la amplia validez de la le~·. En realidad, la marcha del conocimiento es ésta: primero existieron las obscn·aciones de la experiencia y luego vino la fórmula interpretativa. Sin esta interpretación conse- guida por nosotros hubiera quedado insatisfecha nuestra necesidad causal. Pero sin la prueba, por otra parte, de que el desarrollo idealmente construido de los modos de conducta encarna en alguna medida también en la realidad, una ley semejante, tan evidente en sí como se quiera, hubiera sido una construcción sin ,·alor alguno para el conocimiento de la acción real. En este ejemplo es conclu- yente la concordancia entre adecuación de sentido y prueba en1pírica, y los casos son lo suficientemente numerosos para tener la prueba como suficientemente segura. La hipótesis de Eduard Mayer sobre la significación causal de las bat1- llas de Maratón, Salamina y Platea respecto de la peculiaridad del dcsarrol la cultura helénica (y, con ella, de la occidental) -hipótesis inferida por ar ción de sentido y apoyada ingeniosamente en hecl10s sintomáticos (actit los oráculos y de los profetas helénicos para con los persas)- sólo puede torta- lecerse con la prueba obtenida de los ejemplos de la conducta seguida por los persas en los casos de victoria (Jerusalén, Egipto, Asia Menor) y, por tanto, en muchos aspectos tiene que permanecer incompleta. La evidencia racional inter- pretativa de la hipótesis tiene aquí que sen·ir forzosamente como apoyo. En otros muchos casos de imputación histórica, al parecer de gran evidencia, ni siquiera cabe la prueba del caso citado. Por consiguiente, la imputación queda dcfiniti,·a- mente como una simple hipótesis. 7. Llamamos "motivo" a la conexión de sentido que para el actor o el obser- vador aparece como el "fundamento" con sentido de una conducta. Decimos que una conducta que se desarrolla como un todo coherente es "adecuada por el
  • 36. FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS 11 sentido", en la medida en que afirmamos que la relación entre sus elementos constituye una "conexión de sentido" típica (o, como solemos decir, "correcta") a tenor de los hábitos mentales y afectivos medios. Decimos por el contrario, que una sucesión de hechos es "causalmente adecuada" en la medida en que, Sl'- gún reglas de experiencia, exista esta probabilidad: que siempre transcurra de igual manera. (Adecuada por su sentido es, por ejemplo, la solución correcta de un problema aritmético, de acuerdo con las normas habituales del pensamiento y del cálculo. Es causalmente adecuada --en d ámbito del acontecer estadístico-- b probabilidad existente, de acuerdo con reglas comprobadas de ,la experiencia, de una solución "correcta" o "falsa" -desde el punto de vista de nuestras normas habituales- y también de un "error de cálculo" típico o de una confusión de problemas también típica.) La explicación causal significa, pues, esta afirmación: que, de acuerdo con una determinada regla de probabilidad -cualquiera que se;1 el modo de calcularla y sólo en casos raros e ideales puede ser según datos men- surables-, a un determinado proceso (interno o externo) observado sigue otro proceso determinado (o aparece juntamente con él). Una interpretaci6n causal correcta de una acción concreta significa: que el desarrollo e.xterno y el motivo han sido conocidos de un modo certero y al mismo tiempo comprendidos con Sl'ntido en su conexión. Una interpretación causal correcta de una acción típica (tipo de acción comprensible) significa: que el acaecer considerado típico se ofrece con adecuación de sentido (en algún grado) y puede también ser comprobado como ca.usalmente adecuado (en algún grado). Si falta la adecuación de sentido nos encontramos meramente ante una probabilidad estadística no susceptible de comprensi6n (o comprensible en forma incompleta); y esto aunque conozcamos la regularidad en el desarrollo del hecho (tanto exte- rior como psíquico) con el máximo de precisión y sea determinable cuantitativa- mente. Por otra parte, aun la más evidente adecuación de sentido sólo puede considerarse como una proposición causal corrcct:t para el conocimiento socioló- gico en la medida en que se pruebe la existencia de una probabilidad (determina- ble de alguna manera) de que la acción concreta tomará de hecho, con determi- nable frecuencia o aproximación (por término medio o en el caso "puro"), la forma que fue considerada como adecuada por el sentido. Tan sólo aquellas regularidades estadísticas que corresponden al sentido mentado "comprensible" de una acción constituyen tipos de acción susceptibles de comprensión (en b significación aquí usada); es decir, son: "leyes sociológicas". Y constituyen tipo: sociológicos del acontecer real tan sólo aque)las construcciones de una "conduct1 con sentido comprensible" de las que pueda observarse que suceden en In reali- dad con mayor o menor aproximación. Ahora bien, se está muy lejos de poder afir- mar que paralelamente al grado inferible de la adecuación significativa crezca la probabil!dad. efectiva de la frecuencia del desarrollo que le corresponde. Sólo por la experiencia externa puede mostrarse que éste es el caso. Hay estadísticas lo mismo de hechos ajenos al sentido (mortalidad, fatiga, rendimientos de máqui- nas, cantidad de lluvia) que de hechos con sentido. Estadística sociológica sólo es, empero, la de los últimos (estadística criminal, de profesiones, de precios, de cultivos). (Casos que incluyen ambas, estadísticas de cosechas, por ejemplo, son naturalmente frecuentes.) 8. Procesos y regularidades que, por ser incomprensibles en el sentido aquí empleado, no pueden ser calificados de hechos o de leyes sociológicos, no por eso son menos importantes. Ni tan siquiera para la sociología en el sentido por nos- otros adoptado (que implica la limitación a la "sociología comprensiva", sin que por ello deba ni pueda obligar a nadie). Sólo que pertenecen a un lugar distinto
  • 37. 12 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES -y esto metodológicamente es inevitable- del de la acción comprensible: al de las "condiciones", "ocasiones", "estímulos" y "obstáculos" de la misma. 9. "Acción" como orientación significativamente comprensible de la propia conducta, sólo existe para nosotros como conducta de una o varias personas in- dividuales. Para otros fines de conocimiento puede ser útil o necesario concebir al indi- ,·iduo, por ejemplo, como una asociación de "células", o como un complejo de reacciones bioquímicas, o su vida "psíquica" construida por varios elementos (de cualquier forma que se les califique). Sin duda alguna se obtienen así cono- cimientos 'aliosos (leyes causales). Pero no nos es posible "comprender" el comportamiento de esos elementos que se expresa en leyes. Ni aun en el caso de tratarse de elementos psíquicos; y tanto menos cuanto más exactamente se les conciba en el sentido de las ciencias naturales; jamás es éste d camino para una interpretación derivada del sentido mentado. Ahora bien, la captación de la conexión de sentido de la acción es cabalmente el objeto de la sociología (tal como aquí la entendemos; y también de la historia). Podemos observar (en prin- cipio, al menos) el comportamiento de las unidades fisiológicas, las células por ejemplo, o cualesquiera elementos psíquicos, tratar de obtener inferencias de esas observaciones, formular reglas ("leyes") para esos comportamientos y "explicar" causalmente con su ayuda procesos particulares, es decir, incluirlos bajo esas leyes. La interpretación de la acción, sin embargo, sólo se interesa en tales hechos y leyes en igual forma y medida en que lo hace respecto a cualesquiera otros hechos (por ejemplo: hechos físicos, astronómicos, geológicos, meteorológicos, geográfi- cos, botánicos, zoológicos, fisiológicos, anatómicos, psicopatológicos ajenos al sentido; y condiciones científico-nahuales de los hechos técnicos) . Para otros fines de conocimiento (p. ej., jurídicos) o por finalidades prácticas puede ser conveniente y hasta sencillamente inevitable tratar a determinadas for- maciones sociales (estado, cooperativas, compañía anónima, fundación) como si fueran individuos (por ejemplo, como sujetos de derechos y deberes, o de deter- minadas acciones de alcance jurídico). Para la interpretación comprensiva de la sociología, por el contrario, esas formaciones no son otra cosa que desarrollos y entrelazamientos de acciones específicas de personas individuales, ya que tan sólo éstas pueden ser sujetos de una acción orientada por su sentido. A pesar de esto, la sociología no puede ignorar, aun para sus propios fines, aquellas estructuras conceptuales de naturaleza colectiva que son instrumentos de otras maneras de enfrentarse con la realidad. Pues la interpretación de la acción tiene respecto a esos conceptos colectivos una doble relación: a) se ve obligada con frecuencia a trabajar con conceptos semejantes (que a menudo llevan los mismos nombres) con el fin de lograr una terminología inteligible. Lo mismo el lenguaje jurídico que el cotidiano se refieren, por ejemplo, con el término estado tanto al concepto jurídico como a aquellas realidades de la acción social frente a las cuales la norma jurídica eleva su pretensión de validez. Para la sociología la realidad "estado" no se compone necesariamente de sus elementos jurídicos; o, más precisamente, no deriva de ellos. En todo caso no existe para ella una personalidad colectiva en acción. Cuando habla del "estado", de la "nación", de la "sociedad anónima". de la "familia", de un "cuerpo militar" o de cualquiera otra fonnación semoiante se refiere únicamente al desarrollo, en una forma detenninada, de la acción social de unos cuantos individuos, bien sea real o construida como posible; con lo cual introduce en el concepto jurídico, que emplea en méritos de su precisión y uso general, un sentido completamente distinto; b) la interpretación de la acción debe tomar nota del importante hecho de que aquellos conceptos empleados tanto por
  • 38. FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS 13 el lenguaje cotidiano como por el de los juristas (y también por el de otros profe- sionales), son representaciones de algo que en parte existe y en parte se presenta como un deber ser en la mente de hombres concretos (y no sólo de jueces burócratas, sino del público en general), la acción de los cuales orientan real- mente; y también debe tomar nota de que esas representaciones, en cuanto tales, poseen una poderosa, a menudo dominante significación causal en el desnrrollo de la conducta humana concreta. Sobre todo, como representaciones de algo que debe ser (y también que no debe ser). (Un estado moderno ~omo complejo de una específica nctuación humana en común- subsiste en parte muy considerable de esta forma: porque determinados hombres orientan su acción por la represen- urción de que aquél debe existir o existir de tal o cual forma; es decir, de que poseen valide% ordenaciones con ese carácter de estar jurídicamente orientadas. Sobre esto, cf. infra). Y aunque sería posible, no sin cierta pedantería y proli- jidad, que la terminología de la sociología eliminara estos conceptos del lengua- je usual, que se emplean no sólo para la normatividad jurídiCa, sino para el acaecer real, sustituyéndolos por palabras de nueva creación, quedaría, al me- nos, excluida esta posibilidad para un hecho tan importante como el que trata- mos. e) El método de la llamada sociología "organicista" (tipo clásico: el inge- nioso libro de Schaffle, Bau und Leben der sozialen Korpers, "Estruchua y vida del cuerpo social") pretende explicar partiendo de un "todo" (p. ej., una econo- mía nacional) el actuar conjunto que significa lo social; por lo cual, dentro de ese todo se trata al individuo y su acción análogamente a como la fisiología trata de la situación de un "órgano" en la economía del organismo (desde el punto de vista de su "conservación"). (Cf. la famosa frase de un fisiólogo:"§ X. El ba%o. Del bazo, señores, no sabemos nada. ¡Es decir, del bazo propiamente y en cuanto tal!" En realidad la persona en cuestión sabía del bazo bastantes cosas: situación, volumen, forma, etc. -tan sólo la "función" le era desconocida y a esta incapa- cidad le llamaba "no saber nada".) No puede ser dilucidado aquí hasta qué punto en otras disciplinas tiene que ser definitiva (necesariamente) esta consi- deración funcional de las "partes" de un "todo"; de todos modos, es cosa conocida que la ciencia bioquímica y biomecánica no quisiera contentarse fundamental- mente con esa consideración. Para una sociología comprensiva tal modo de expresarse: 1) Puede servir para fines de orientación provisional y de ilustración práctica (siendo en esta función altamente útil y necesario, aunque también perjudicial en caso de una exageración de su valor cognoscitivo y de un falso rea- lismo conceptual). 2) En determinadas circunstancias sólo ella puede ayudamos a destacar aquella acción social cuya comprensión interpretativa sea importante para la explicación de una conexión dada. Mas en este punto comienza precisa- mente la tarea de la sociología (tal como aquí la entendemos). Respecto a las "formas sociales" (en contraste con los "organismos"), nos encontramos cabal- mente, más allá de la simple detcrmill':lción de sus conexiones y "leyes" funciona- les, en situación de cumplir lo que está permanentemente negado a las ciencias naturales (en el sentido de la formulación de leyes causales de fenómenos y for- maciones y de la explicación mediante ellas de los procesos particulares) : la comprensión de la conducta de los individuos partícipes; mientras que, por el con- trario, no podemos "comprender'' el comportamiento, p. ej., de las células, sino captarlo funcionalmente, determinándolo con ayuda de las leyes a que está some- tido. Este mayor rendimiento de la explicación interpretativa frente a la observa- dora tiene ciertamente como precio el carácter esencialmente más hipotético y fragmentario de los resultados alcanzados por la interpretación. Pero es precisa- mente lo específico del conocimiento sociológico.
  • 39. 14 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES Hasta qué punto puede sernas comprensible por ~u sentido la conducta de los animales y al contrario -ambas cosas en un sentido altamente impreciso y pro- blemático en su extensión- hasta qué punto puede darse, por lo tanto, una socio- logía de las relaciones del hombre con los animales (animales domésticos, ani- males de caza) es un problema que no puede desarrollarse ahora (muchos animales "comprenden" órdenes, cólera, amor e intenciones agresivas; reaccionando ante esas actitudes no sólo de un modo mecánico sino muchas veces de tal manera que parece consciente del sentido y orientada por la experiencia). En sí la medida de nuestra sensibilidad ante la conducta de los hombres primitivos no es esencial- mente superior. En la fijación de la situación subjetiva del animal los medios a nuestra disposición o no existen o son muy insuficientes; como es sabido, los problemas de la psicología animal son tan interesantes como espinosos. Existen y son particularmente conocidas, sociedades animales de la más varia especie: "familias" monógamas y polígamas, rebaños, traíllas y "estados" con división de funciones. (El grado de la diferenciación funcional de estas sociedades animales no marcha en modo alguno paralelo con el grado de la diferenciación evolutiva organológica y morfológica alcanzado por las especies en cuestión. Así, la diferen- ciación funcional existente en los termes y, por consiguiente, la de sus artefactos, es mucho mayor que entre las hormigas y las abejas.) Es evidente que aquí la investigación tiene que contentarse, aceptándola por lo menos por el momento como definitiva, con la consideración puramente funcional, es decir, con el des- cubrimiento de las funciones decisivas que tienen los tipos particulares de indivi- duos (rey, reinas, obreros, soldados, zánganos, reproductores, reinas sustitutas) en la conservación de la sociedad animal, o sea en la alimentación, defensa, propa- gación y renovación de esas sociedades. Todo lo que excedió de esa consideración fueron por mucho tiempo puras especulaciones o im·estigaciones sobre la respec- tiva medida en que herencia y medio participan en la formación de esas "disposi- ciones" sociales. (Así, particularmente, las controversias entre Weisman y Gotte, en las que el primero fundamentó su "omnipotencia de la fuerza del medio" con muchas deducciones extraempíricas.) Sin embargo, el acuerdo es completo entre los investigadores rigurosos respecto al carácter forzoso, por el momento, de la aludida limitación al conocimiento funcional, esperándose no obstante que esto sea provisional (cf. para el estado actual de las investigaciones sobre los termes la publicación de Escherich, 1909). Ahora bien, seria de desear no solamente el hacerse cargo del "valor para la conservación" de las funciones de cada uno de aquellos tipos diferenciados -cosa relativamente fácil- y el explicar aquella diferenciación, tanto si no se admite el supuesto de la herencia de las capacidades adquiridas, como si, al contrario, se le admite (y en este caso, cualquiera que sea el modo de interpretar ese supuesto), sino también el poder saber: 1) qué es lo que decide el comienzo de la diferenciación en individuos originariamente neu- trales o indiferenciados, y 2) qué es lo que ocasiona que el individuo diferenciado se conduzca (en el promedio) en la forma que de hecho es útil al interés de con- servación del grupo diferenciado. Siempre que se ha adelantado algo en esta di- rección ha sido por la demostración experimental (o sospecha) de la existenci:1 de excitaciones químicas o situaciones fisiológicas (procesos digestivos, castración parasitaria, etc.) en los individuos en cuestión. Hasta qué punto subsiste la espe- ranza problemática de mostrar como verosímil, por medios experimentales, la ex~stencia de una orientación "p~icológica" y :·e~~ sentido", es cosa que ni los m1smos expertos pueden hoy dcc1r. Una descnpcwn controlable de la psique de estos animales sociales. sobre la base de .la "col!lprensión" de sentido, no parece que se pueda lograr, m aun como meta 1deal, smo dentro de muy estrechos Hm.i-
  • 40. FUNDA:lENTOS METODOLÓGICOS 15 tes. En todo caso, no puede esperarse de ahí la inteligencia de la acción social humana, sino más bien al revés: se trabaja y debe trabajarse allí con analogías humanas. Quizá podamos esperar que esas analogías nos sean alguna vez útiles en la resolución del siguiente problema: cómo apreciar en el estadio primitivo de la diferenciación social humana la relación entre el campo de la diferenciación puramente mecánico-instintiva y lo que es producto de la acción indh·idual con sentido y lo que posteriormente ha sido creado de un modo consciente. La socio- logía comprensiva debe tener en cuenta con toda claridad que también para el hombre, en los estadios primitivos, predominan los primeros componentes y que en los estadios posteriores de su evolución siguen éstos cooperando siempre (y a veces de un modo decisivo). Toda acción tradicional (§ 2) y anchas zonas de la carismática (cap. m) en su calidad de núcleos del "contagio" psíquico y porta- dores, por tanto, de "estímulos de desarrollo" sociológicos, están muy próximas, y en gradaciones insensibles, de aquellos procesos que sólo pueden ser captados biológicamente y que no son explicables por sus motivos, ni comprensibles, sino muy fragmentariamente, por su sentido. Pero todo esto no libera a la sociología comprensiva de la tarea que le es propia y que sólo ella puede cumplir, aunque tenga conciencia de los estrechos límites en que se encuentra encerrada. Los distintos trabajos de Othmar Spann -con írecuencia ricos de pensa- mientos aceptables al lado de equivocaciones, sin duda ocasionales, y sobre todo de argumentos apoyados en juicios de valor que no pertenecen a la investigación empírica- aciertan sin duda, al subrayar la significación, por nadie negada, del carácter previo de la problemática funcional (lo llamado por él método "uni- versalista") para toda sociología. Ciertamente necesitamos saber primero cuál es la importancia de una acción desde el punto de vista funcional para la "conser- vación" (y también antes que nada para la peculiaridad cultural) y desenvoh-i- miento en una dirección determinada de un tipo de acción social, antes de poder preguntarnos de qué manera se origina aquella acción y cuáles son sus motivos. Precisa que sepamos qué servicios presta un "rey", un "funcionario", y un "em- presario", un "rufián", un "mago"; o sea qué acción típica (aquello por lo que se le incluye en una de esas categorías) es importante para el análisis y merece ser considerada antes de que podamos comenzar el análisis propiamente dicho ("referencia al valor" en el sentido de H. Rickert). Mas sólo este análisis nos proporciona lo que la comprensión sociológica de la acción de los individuos típi- camente diferenciados (y sólo de la acción humana) puede y debe ofrecernos. En todo caso deben eliminarse tanto el eúorme equívoco implicado al pensar que un método individualista significa una valoración individualista (en cualquier senti- do) como la opinión de que una construcción conceptual de carácter inevitable- mente (en términos relativos) racionalista significa una creencia en el predominio de los motivos racionales o simplemente una valoración positiw1 del "racionalis- mo". También una economía socialista tendría que ser comprendida por la acción de los individuos -los tipos de "funcionarios" que en ella existan-, o sea con igual carácter "individualista" que caracteriza la comprensión de los fenómenos de cambio con ayuda dcl mdodo de la utilidad marginal (o cualquiera otro aná- logo en este sentido, de considerarlo mejor). Porque también en ese caso la investigación empírico-sociológica comienza con esta pregunta: ¿qué motivos de- terminaron y determinan a los funcionarios y miembros de esa "comunidad" a conducirse de tal modo que ella pudo surgir y subsiste? Toda construcción con- ceptual funcional (partiendo de un "todo") sólo cumple una tarea previa a la auténtica problemática; lo cual no significa que no se considere indiscutible su uti- lidad y su carácter indispensable, cuando se lleva a cabo del modo adecuado.