Este documento presenta extractos de las notas de Elena G. de White sobre la naturaleza misionera de Dios. En 3 oraciones: El documento describe cómo Dios amó al hombre y dio su vida para redimirlo del poder de Satanás. Luego relata la creación de Adán y Eva y su libertad de elección, así como la caída cuando desobedecieron a Dios y creyeron las palabras de la serpiente. Finalmente, explica cómo Dios inició un plan de salvación para restaurar en el hombre la imagen de su Creador.
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Notas de Elena | Lección 1 | La naturaleza misionera de Dios | Escuela Sabática
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III Trimestre de 2015
Misioneros
Notas de Elena G. de White
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Lección 1
4 de julio 2015
La naturaleza misionera de Dios:
Sábado 27 de junio
La voz dijo: "Jesús, que está sentado sobre el trono, amó tanto al hombre
que dio su vida como sacrificio para redimirlo del poder de Satanás, y para
exaltarlo a su trono. El que está sobre todo poder, el que tiene la mayor in-
fluencia en el cielo y en la tierra, Aquel a quien toda alma está en deuda por
todos los favores que ha recibido, era manso y humilde de corazón, santo,
inocente y puro en vida.
Él fue obediente a todos los mandamientos de su Padre. La maldad ha lle-
nado la tierra; está contaminada bajo sus habitantes. Las posiciones elevadas
de los poderes de la tierra se han llenado de corrupción y ruin idolatría, pero
ha llegado el tiempo cuando los justos recibirán la palma de la victoria y el
triunfo. Los que eran considerados por el mundo como débiles e indignos, los
que se hallaban sin defensa contra la crueldad de los hombres, serán corona-
dos como conquistadores y más que vencedores (se cita Apocalipsis 7:9-17).
Ellos se hallan ante el trono disfrutando los brillantes esplendores del día
eterno, y no como un grupo esparcido y débil, para sufrir por causa de las
pasiones satánicas de un mundo rebelde, que expresa los sentimientos, las
doctrinas y los consejos de los demonios (Mensajes selectos, tomo 3, pp.
490, 491).
"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera
tierra pasaron" (Apocalipsis 21:1). El fuego que consume a los malvados
purifica la tierra. Todo rasgo de maldición desaparece. Ningún infierno
eterno mostrará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado. Solo
queda un recuerdo: nuestro Redentor llevará siempre las marcas de su cruci-
fixión. En su frente herida, sus manos y sus pies, se encuentran los únicos
vestigios de la cruel obra que el pecado realizó (La historia de la redención,
p. 450).
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Domingo 28 de junio: Dios creó un hombre y una mujer
Cuando Adán salió de las manos del Creador, llevaba en su naturaleza fí-
sica, mental y espiritual, la semejanza de su Hacedor. "Creó Dios al hombre
a su imagen", con el propósito de que, cuanto más viviera, más plenamente
revelara esa imagen, más plenamente reflejara la gloria del Creador. Todas
sus facultades eran susceptibles de desarrollo; su capacidad y su vigor debían
aumentar continuamente. Vasta era la esfera que se ofrecía a su actividad,
glorioso el campo abierto a su investigación. Los misterios del universo visi-
ble "las maravillas del Perfecto en sabiduría", invitaban al hombre a estudiar.
Tenía el alto privilegio de relacionarse íntimamente, cara a cara, con su Ha-
cedor. Sí hubiese permanecido leal a Dios, todo esto le hubiera pertenecido
para siempre. A través de los siglos eternos, hubiera seguido adquiriendo
nuevos tesoros de conocimiento, descubriendo nuevos manantiales de felici-
dad y obteniendo conceptos cada vez más claros de la sabiduría, el poder y el
amor de Dios. Habría cumplido cada vez más cabalmente el objeto de su
creación; habría reflejado cada vez más plenamente la gloria del Creador.
Pero por su desobediencia perdió todo esto. El pecado mancilló y casi bo-
rró la semejanza divina. Las facultades físicas del hombre se debilitaron, su
capacidad mental disminuyó, su visión espiritual se oscureció. Quedó sujeto
a la muerte. No obstante, la especie humana no fue dejada sin esperanza. Con
infinito amor y misericordia había sido trazado el plan de salvación y se le
otorgó una vida de prueba. La obra de la redención debía restaurar en el
hombre la imagen de su Hacedor, devolverlo a la perfección con que había
sido creado, promover el desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, a fin de
que se llevase a cabo el propósito divino de su creación. Este es el objeto de
la educación, el gran objeto de la vida (La educación, pp. 15, 16).
El mecanismo del cuerpo humano no puede ser comprendido por comple-
to; presenta misterios que confunden a los más inteligentes. No es por efecto
de un mecanismo que, una vez puesto en movimiento, prosigue su acción,
como late el pulso y una respiración sigue a la otra. En Dios vivimos, nos
movemos y somos. El corazón que palpita, el pulso que late, cada nervio y
músculo del organismo vivo se mantienen en orden y actividad por el poder
de un Dios siempre presente (El ministerio de curación, pp. 324, 325).
Adán fue coronado rey en el Edén. Se le dio dominio sobre toda cosa vi-
viente que Dios había creado. El Señor bendijo a Adán y a Eva con una inte-
ligencia que no dio a ninguna otra criatura. Hizo de Adán el legítimo sobe-
rano de todas las obras de las manos de Dios. El hombre, hecho a la imagen
divina, podía contemplar y apreciar en la naturaleza las obras gloriosas de
Dios (Comentario bíblico adventista, tomo 1, p. 1096).
Adán y Eva podían rastrear la habilidad y gloria de Dios en cada brizna de
hierba y en cada arbusto y flor... Y sus cantos de afecto y alabanza se eleva-
ron dulce y reverentemente al cielo, armonizando con los cantos de los ánge-
les excelsos y con las felices aves que gorjeaban su música despreocupada-
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mente. No había enfermedad, decadencia ni muerte... La vida estaba en cada
hoja, en cada flor y en cada árbol...
Adán podía reflexionar que era creado a la imagen de Dios, para ser como
él en justicia y santidad. Su mente era apta para un cultivo continuo, expan-
sión, refinamiento y noble elevación, pues Dios era su Maestro y los ángeles
sus compañeros (A fin de conocerle, p. 15).
Lunes 29 de junio: Libertad de elección
El ser humano constituyó la corona de la obra creadora de Dios, hecho a
la misma imagen divina y diseñado para ser un complemento de Dios; pero
Satanás se ha esforzado por borrar la imagen de Dios en el hombre y por
imprimirle la suya propia. El ser humano es muy querido para Dios, porque
fue formado a su propia imagen. Este hecho debería impresionar sobre noso-
tros la importancia de enseñar por precepto y ejemplo lo que significa el pe-
cado de la degradación del cuerpo que fue formado para representar a Dios
ante el mundo, sea por causa de la indulgencia del apetito, o por cualquier
otra práctica pecaminosa (Exaltad a Jesús, p. 42).
Dios no obliga a nadie a que lo ame ni que obedezca su ley. Él ha mani-
festado un amor inconmensurable hacia el hombre en el plan de la redención.
Ha derramado los tesoros de su sabiduría y ha dado el don más precioso del
cielo para que nos viésemos constreñidos a amarlo y a ponernos en armonía
con su voluntad. Si rehusamos ese amor y si no queremos que él nos gobier-
ne, estaremos preparando nuestra propia ruina, y finalmente nos veremos
frente a una pérdida eterna.
Dios desea el servicio voluntario de nuestros corazones. Él nos ha dotado
con la facultad de razonar, con talentos de aptitudes y con medios financieros
e influencia, a fin de que pongamos todo esto por obra para el bien de la hu-
manidad, y para que manifestemos su espíritu ante el mundo. Preciosas opor-
tunidades y privilegios son puestos a nuestro alcance, y si los descuidamos
robamos a otros, defraudamos nuestras propias almas y deshonramos a nues-
tro propio Salvador (Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 133).
Siendo la ley del amor el fundamento del gobierno de Dios, la felicidad de
todos los seres inteligentes depende de su perfecto acuerdo con los grandes
principios de justicia de esa ley. Dios desea de todas sus criaturas el servicio
que nace del amor, de la comprensión y del aprecio de su carácter. No halla
placer en una obediencia forzada, y otorga a todos libre albedrío para que
puedan servirle voluntariamente.
Mientras todos los seres creados reconocieron la lealtad del amor, hubo
perfecta armonía en el universo de Dios. Cumplir los designios de su Creador
era el gozo de las huestes celestiales. Se deleitaban en reflejar la gloria del
Todopoderoso y en alabarle. Y su amor mutuo fue fiel y desinteresado mien-
tras el amor de Dios fue supremo. No había nota discordante que perturbara
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las armonías celestiales (Patriarcas y profetas, pp. 12, 13).
Ninguno será colocado fuera del alcance de la tentación, porque en todo
carácter existen puntos débiles que corren el peligro de ser atacados... Todos
debieran sentir la necesidad de mantener la naturaleza moral constantemente
protegida por la vigilancia. Lo mismo que fieles centinelas, debieran proteger
la ciudadela del alma, sin sentir nunca que deben relajar su vigilancia por un
momento. La oración ferviente y la fe viva constituyen su única salvaguardia
(Consejos sobre la salud, p. 408).
Martes 30 de junio: La caída
Nuestros primeros padres decidieron creer las palabras de una serpiente,
según pensaban, que no les había dado prueba alguna de su amor. No había
hecho nada por su felicidad y su beneficio, mientras Dios les había dado todo
lo que era bueno para comer y agradable a la vista. Doquiera descansaba la
mirada había abundancia y belleza; sin embargo, Eva fue engañada por la
serpiente, y llegó a pensar que se les había ocultado algo que podía hacerlos
tan sabios como Dios mismo. En vez de creer en Dios y confiar en él, recha-
zó mezquinamente su bondad y aceptó las palabras de Satanás...
Su crimen apareció entonces delante de ellos en su verdadera dimensión.
Su transgresión del expreso mandamiento de Dios asumió un carácter más
definido. Adán censuró la insensatez de Eva al apartarse de él para ser enga-
ñada por la serpiente. Ambos se tranquilizaban pensando que Dios, que les
había dado todo lo necesario para hacerlos felices, perdonaría su desobedien-
cia por causa de su gran amor por ellos, y que su castigo no seria tan terrible
después de todo.
Satanás se regocijó por su éxito. Había tentado a la mujer para que des-
confiara de Dios, dudara de su sabiduría y tratara de entrometerse en sus om-
niscientes planes. Y por su intermedio había causado también la caída de
Adán quien, como consecuencia de su amor por Eva, desobedeció el man-
damiento de Dios y cayó juntamente con ella.
Las noticias de la caída del hombre se difundieron por el cielo. Todas las
arpas enmudecieron. Los ángeles depusieron con tristeza sus coronas. Todo
el cielo estaba conmovido. Los ángeles se sentían apenados por la vil ingrati-
tud del hombre en respuesta a las riquezas con que Dios lo había provisto. Se
celebró un concilio para decidir qué se haría con la pareja culpable. Los án-
geles temían que extendieran la mano y comieran del árbol de la vida, para
perpetuar así sus vidas pecaminosas...
De allí en adelante el género humano seria afligido por las tentaciones de
Satanás. Se asignó a Adán una vida de constantes fatigas y ansiedades, en
lugar de las labores alegres y felices de que habían gozado hasta entonces.
Estarían sujetos al desaliento, la tristeza y el dolor, y finalmente desaparece-
rían. Habían sido hechos del polvo de la tierra, y al polvo debían retomar.
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Se les informó que debían salir de su hogar edénico. Habían cedido ante
los engaños de Satanás y habían creído sus afirmaciones de que Dios mentía.
Mediante su transgresión habían abierto la puerta para que Satanás tuviera
fácil acceso a ellos, y ya no era seguro que permanecieran en el Jardín del
Edén, no fuera que en su condición pecaminosa tuvieran acceso al árbol de la
vida y perpetuaran así una vida de pecado. Suplicaron que se les permitiera
quedar, aunque reconocían que habían perdido todo derecho al bendito Edén.
Prometieron que en lo futuro obedecerían a Dios perfectamente. Se les in-
formó que al caer de la inocencia a la culpa no se habían fortalecido, sino por
el contrario se habían debilitado enormemente. No habían preservado su in-
tegridad cuando gozaban de un estado de santa y feliz inocencia, mucho me-
nos tendrían fortaleza para permanecer leales y fieles en un estado de culpa
consciente. Se llenaron de profunda angustia y remordimiento (La historia de
la redención, pp. 38-42).
Miércoles 1 de julio: La iniciativa divina para salvarnos
En su anterior estado de inocencia y santidad solían dar alegremente la
bienvenida a la presencia de su Creador; pero ahora huyeron aterrorizados, y
se escondieron en el lugar más apartado del huerto. "Y llamó Jehová Dios al
hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y
tuve miedo, porque estaba desnudo; y escondime. Y díjole: ¿Quién te enseñó
que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comie-
ses?"
Adán no podía negar ni disculpar su pecado; pero en vez de mostrar arre-
pentimiento, culpó a su esposa, y de esa manera al mismo Dios: "La mujer
que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí". El que por amor a
Eva había escogido deliberadamente perder la aprobación de Dios, su hogar
en el paraíso y una vida de eterno regocijo, ahora después de su caída culpó
de su transgresión a su compañera y aun a su mismo Creador. Tan terrible es
el poder del pecado (Patriarcas y profetas, p. 41).
"Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a to-
mar". Es decir, mi Padre os ama tanto, que me ama aun más porque doy mi
vida para redimiros. Al hacerme vuestro substituto y fiador, mediante la en-
trega de mi vida, tomando vuestras obligaciones, vuestras transgresiones, se
encarece el amor de mi Padre hacia mí.
"Pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, mas yo la pon-
go de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a
tomar". Mientras, como miembro de la familia humana era mortal, como
Dios, era la fuente de la vida para el mundo. Hubiera podido resistir el avan-
ce de la muerte y rehusar ponerse bajo su dominio; pero voluntariamente
puso su vida para sacar a luz la vida y la inmortalidad. Cargó con el pecado
del mundo, soportó su maldición, entregó su vida en sacrificio, para que los
hombres no muriesen eternamente...
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"Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el
Hijo del hombre sea levantado". Como los ojos de todo Israel se habían diri-
gido a la serpiente levantada, símbolo de su curación, así los ojos debían ser
atraídos a Cristo, el sacrificio que traería salvación al mundo perdido (El
Deseado de todas las gentes, pp. 447-449).
Cristo podría haberse apartado de nosotros a causa de nuestra culpabili-
dad. Pero en vez de hacerlo, vino y habitó entre nosotros, lleno de toda la
plenitud de la Deidad, para ser uno con nosotros, a fin de que por medio de
su gracia pudiéramos obtener la perfección. Deponiendo su vida, en una
muerte de vergüenza y sufrimiento pagó el rescate del hombre. ¡Qué amor
abnegado! Descendió de la excelsitud, revistió su divinidad con humanidad,
y fue bajando paso a paso a las profundidades mismas de la humillación. No
hay sonda que pueda medir la profundidad de este amor. Cristo nos mostró
cuánto puede amar Dios y cuánto sufrió nuestro Redentor para asegurar
nuestra completa restauración. Desea que sus hijos revelen su carácter y ejer-
zan su influencia a fin de que otras mentes puedan ser puestas en armonía
con su mente (Alza tus ojos, p. 189).
Jueves 2 de julio: Metáforas de la misión
"Vosotros sois la sal de la tierra", dijo Jesús. No os apartéis del mundo a
fin de escapara la persecución. Habéis de morar entre los hombres, para que
el sabor del amor divino pueda ser como sal que preserve al mundo de la
corrupción.
Los corazones que responden a la influencia del Espíritu Santo, son los
conductos por medio de los cuales fluye la bendición de Dios. Si los que
sirven a Dios fuesen quitados de la tierra, y su Espíritu se retirase de entre los
hombres, este mundo quedaría en desolación y destrucción, como fruto del
dominio de Satanás. Aunque los impíos no lo saben, deben aun las bendicio-
nes de esta vida a la presencia, en el mundo, del pueblo de Dios, al cual des-
precian y oprimen. Si los cristianos lo son de nombre solamente, son como la
sal que ha perdido su sabor. No tienen influencia para el bien en el mundo, y
por su falsa representación de Dios son peores que los incrédulos del mundo.
"Vosotros sois la luz del mundo".
Los judíos pensaban limitar los beneficios de la salvación a su propia na-
ción; pero Cristo les demostró que la salvación es como la luz del sol. Perte-
nece a todo el mundo. La religión de la Biblia no se ha de limitar a lo conte-
nido entre las tapas de un libro, ni entre las paredes de una iglesia. No ha de
ser sacada a luz ocasionalmente para nuestro beneficio, y luego guardarse de
nuevo cuidadosamente. Ha de santificar la vida diaria, manifestarse en toda
transacción comercial y en todas nuestras relaciones sociales.
El verdadero carácter no se forma desde el exterior, para revestirse uno
con él; irradia desde adentro. Si queremos conducir a otros por la senda de la
justicia, los principios de la justicia deben ser engastados en nuestro propio