2. Tras la liberación del copero, José pasó dos años
más en prisión.
Cuando Faraón tuvo sueños extraños, el copero se
acordó del joven José y contó a Faraón cómo había
interpretado correctamente su sueño y el del
panadero.
José no se atribuyó la capacidad de interpretar
sueños, sino que le dio toda la gloria a Dios: “No
está en mí; Dios será el que dé respuesta propicia a
Faraón” (Génesis 41:16).
No se limitó a interpretar el sueño como 7 años de
abundancia seguidos por 7 años de hambre, sino
que propuso las acciones que debían seguirse para
evitar los años de hambre.
Faraón lo promovió a primer ministro y lo casó con
Asenat, con la que tuvo dos hijos: Manasés y Efraín.
3. ¿Ha habido algún cambio?
¿Hay arrepentimiento?
¿Debo perdonar?
¿De quién depende el perdón?
¿Y después?
La historia de José no acabó cuando alcanzó una
vida de éxito como primer ministro de Egipto.
Al comenzar el primer año de hambre, José
enfrentó su pasado. Sus hermanos estaban delante
de él, pero en circunstancias totalmente distintas
de la última vez en que se habían encontrado.
En sus manos estaban el castigo y el perdón. ¿Cuál
elegiría? ¿Cuál fue la base de su decisión?
4. No, espías no eran. Pero José los recordaba como llenos de
celos, envidiosos, asesinos y fratricidas.
¿Habían obrado con su hermano Benjamín como habían
obrado con él? ¿Cómo estaban tratando a su padre, ya
anciano?
Entre los principios bíblicos que regían la vida de José
estaba la preocupación por los débiles o desvalidos (Éx.
22:21-23; Lv. 19:14, 32).
El abuso dentro de la familia es más grave, ya que se tiende
a silenciarlo. En ningún caso debe tolerarse ningún tipo de
abuso físico, sexual o emocional.
Afortunadamente, su padre y su hermano se encontraban
bien (Gn. 42:13). La situación había cambiado.
5. “Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues
vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido
sobre nosotros esta angustia” (Génesis 42:21)
José ya había perdonado a sus hermanos. Su historia habría sido distinta si se
hubiese dejado llevar por el odio y el resentimiento.
Sin embargo, no estaba dispuesto a retomar sus
relaciones familiares arriesgándose a sufrir nuevos
abusos por parte de sus hermanos.
Ignorando que José podía entenderles, los hermanos
abrieron su corazón y mostraron su remordimiento.
¡21 años de remordimientos!
Varias pruebas más acabaron con las dudas de José. A
pesar del claro favoritismo mostrado hacia Benjamín,
ninguno de sus hermanos demostró celos o envidia por
él, sino que incluso lo protegieron (Gn. 43:34; 44:33-34).
6. “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré
a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?” (Mateo 18:21)
¿Y si sus hermanos no hubiesen cambiado ni se hubiesen
arrepentido? ¿Debería perdonarlos igualmente?
El perdón auténtico opta por perdonar a los demás, aunque no lo
merecen, porque el amor perdonador de Dios llega a nosotros
cuando no lo merecemos.
Perdonamos porque Dios nos perdonó (Romanos 4:7).
Perdonar nos libera de la amargura, deja atrás el pasado, y
nos ayuda a seguir adelante con amor y aceptación.
7. “Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced
bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por
los que os calumnian” (Lucas 6:27-28)
Cuando alguien nos causa daño sentimos dolor. En ocasiones, las heridas
pueden ser devastadoras. Podemos quedar destrozados, amargados y airados.
¿Debo guardar todo ese odio y amargura hasta que el ofensor me pida
perdón? El perdón es decisión mía, no del otro.
Podemos acudir a Dios con nuestro enojo, incluso pedirle
que nos vengue por nuestra ofensa (Sal. 59:12-13;
69:23-24). Cuando hayamos depositado nuestro rencor
sobre Dios solo hay un camino: el perdón.
En la Cruz, Jesús nos dio el máximo ejemplo, al pedir a Dios por sus
verdugos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”
(Lucas 23:34).
8. “Vosotros pensasteis mal contra mí,
mas Dios lo encaminó a bien, para
hacer lo que vemos hoy, para mantener
en vida a mucho pueblo” (Génesis 50:20)
Finalmente, llegó la reconciliación familiar (Gn. 46:29).
Todo parecía perfecto, pero el tiempo mostró que
todavía quedaban algunas heridas por curar.
A la muerte de Jacob, los remordimientos y el temor
volvieron al corazón de los hermanos de José. ¿Habrá
sido sincero el perdón de nuestro hermano (Gn. 50:15)?
¿Cuántas veces debo perdonar la misma ofensa? Todas
las que sean necesarias, hasta que la herida sane.
El perdón de José no se basaba en sus propios
sentimientos, sino en sus principios. Perdonó como Dios
le había perdonado a él. Era consciente del plan de Dios
para su vida (Gn. 50:20). En el plan de Dios para nuestra
vida no hay lugar para el rencor.
9. “Dios nos manda que manifestemos hacia
otros la compasión que él manifiesta
hacia nosotros. Contemplen el impulsivo,
el engreído y el vengativo al Ser humilde y
manso llevado como cordero al matadero,
mudo como la oveja ante los que la
esquilan. Contemplen a Aquel a quien han
traspasado nuestros pecados y abrumado
nuestras penas, y aprenderán a soportar,
tolerar y perdonar”
E. G. W. (La educación, pg. 232)