1. Imaginario político
Desde hace por lo menos una década, pero ahora con furia benévola, todo desemboca en
los imaginarios, el imaginario cul-tural, el imaginario televisivo, y así hasta llegar a la cumbre,
el imaginario político, es decir, algo parecido al circuito de las creencias y las convicciones
mayoritarias sobre temas relativos al poder, su obtención, uso, retención o pérdida.
Por abrupta, mi definición no es siquiera un atisbo, pero mientras no se pruebe lo contrario,
éste es un artículo y no una tesis de posgrado sobre la resistencia de la pure-za
revolucionaria al ejercicio del voto. (En Cuba nadie vota en sentido contrario y es, se nos
dice, la mayor Revolución de todo el siglo XXI).
Es notorio el enfrentamiento y la fusión de dos certidumbres: la política es el espacio de la
corrupción y el engaño y, complementariamente, la democracia es la única salida visible de
un país subordinado a las catástrofes. Es ya histórica la identificación entre política y red de
simulaciones y saqueos, y lo que sucede desde los inicios de la nación independiente. Se
descree drásticamente de los gobernantes y, ritual y sectorialmente, se cree en las
excepciones, cuyas virtudes animan la esperanza de un sector.
Los aferrados a la impugnación ("Todos los políticos actúan en contra nuestra") son proclives
sin embargo a la confianza en las circunstancias excepcionales. Esta sería una de las
conclusiones del imaginario político aún vigente: no se puede recelar siempre y, por lo
mismo, no se debe confiar nunca.
La certeza dominante responsabiliza a los políticos o a la clase política de los mayores males
de la República (una creencia libera a los empresarios de su alta res-ponsabilidad en el
mantenimiento de la desi-gualdad, y no toma en cuenta a los altos cléri-gos). Del otro lado,
se levanta en formas aún imprecisas la fe en la democracia y en la sociedad civil y con esto se
inicia la recuperación de la política como voluntad comunitaria. Tan imprecisable como es la
democracia y tan restringida y oscilante como parece la sociedad civil, es en esta zona de
intuiciones y convicciones donde se localiza la energía solidaria y en donde las comunidades
se recuperan de los daños de la política, los históricos y los cotidianos.
¿Qué significa en el imaginario político de una democracia primeriza que se generalice el
reconocimiento del triunfo de un candidato? En la era del PRI el cinismo puebla el imaginario
("la imaginación popular", como se le dice) con chistes a propósito de la falta de suspenso.
Ahora todo se rige por las nuevas instituciones o supersticiones: las encuestas, la
sondeología, el clima de reyerta y debate interminables que transcurre en los medios
electrónicos, la mercadotecnia y el análisis de contenido. (Así le llaman al primer empleo de
los alumnos y egresados de Ciencias de la Comunicación).
Por lo mismo, el imaginario político, antes tan lleno de improvisaciones y lirismo, se sujeta a
precisiones y mediciones antes inconcebibles, y depende en gran medida de la fe estadística,
otro de los acercamientos religiosos a la política. Y por eso las encues-tas sobre los
candidatos presidenciales no son como "cortes de caja" sino apariciones fulgurantes de la
verdad que se repite -quién lo dijera- por ser cierto.
Desde hace meses, inevitablemente, Andrés Manuel López Obrador encabeza los polls, ya
lejos de su competidor derechista, Felipe Calderón, y lejísimos de su paisano inconvincente,
Roberto Madrazo. El sitio predestinado en el Hit Parade del 2 de julio pro-voca en los
desfavorecidos las reacciones previsibles: desaliento, furia, desesperación, resentimientos
2. anticipados, ganas de enmendarle la plana a la realidad, campañas de odio a nombre de las
sensaciones de despojo. Pero en última instancia estas alteraciones del ánimo no son sino
peregrinaciones a los santuarios de las encuestas, en donde no se piden milagros pero sí el
aprecio de las deidades por sus fieles verdaderos.
Las declaraciones de Madrazo y Calderón podrían ser ex voto contrariados. Un ejemplo: "Soy
corredor de fondo, estoy seguro que lo importante no es cómo arrancamos sino cómo
cerremos y vamos a cerrar ganando las elecciones del 2 de julio. Tengo que mejorar mi
tiempo de tres-cuatro en Los Ángeles en este maratón del 2 de julio" (Roberto Madrazo, La
Jornada, 17 de marzo de 2006). Y si gano, Patroncita, ya sabes...
Lo clásico en el imaginario político ha sido el estrépito de las ideas y las personalidades; el
fluir de las decepciones, las frus-traciones y los martirologios; la emergencia de los éxitos
imprevisibles, y el folclor del oportunismo, ese acomodo en la cortesa-nía que se transforma
en el turismo masivo de los tiempos sin alternativas. Pero la modernidad impone las
encuestas y los sondeos y los grupos focales y los media-trainers y la diaria revisión febril de
los resultados y la conversión de los encuestólogos en augures. Y sin que nadie lo evite, el
conjunto de maniobras adoratrices en torno de los números, desemboca en el fatalismo que
se acrecienta al ver que el rival más odiado se obstina en seguir en el primer lugar.
El odio es real y es teatral. La campaña de insultos y descargas coléricas contra AMLO va
creciendo: se le llama lépero, patán, naco, peligro para México, autoritario, mesiánico,
inquisitional, intolerante... El Hombre al que da gusto odiar. El Enemigo de las Instituciones.
El "Deténganlo antes de que sea demasiado tarde". En la campaña presidencial de 2006 el
imaginario político se concentra en el agigantamiento del enemigo, es decir, en el catálogo
de discursos, ocurrencias, balandronadas, gestos, pronunciamientos críticos, promesas
incumplibles del Peje. Es el personaje prácticamente único el que verifica el pulso electoral.
¿Y los otros? Allí están, cediéndole al Peje el tiempo de sus spots, entregándole el sentido de
sus entrevis-tas que desbordan descalificaciones, agresiones, chistes, mofas. ¡Ah! Y francas
vulgaridades.
En un spot del PAN se usa la imagen de Hugo Chávez para igualarlo con AMLO. Protesta
Chávez por los ataques de la derecha que intenta detener el triunfo de López Obrador, y...
¡oh, descubrimiento de la soberanía! El IFE protesta contra la intervención extranjera, el PAN
se encona, el PRI exhuma de su desván la Doctrina Estrada (tenga que ver o no) y es de
preverse el desa-fuero electoral de AMLO. Por su parte, en un acto muy desafortunado, él
contribuye a la gresca tan innecesaria. Le exige al presidente Fox que se calle, le llama
chachalaca, y evi-dencia un uso placentero del habla "muy mexicana" que denota pobreza
de recursos.
Pues sí que resultan un tanto indescifrables los sucesos que registra el imaginario político. La
democracia es también eso, el agotamiento de las vetas de la libertad de expresión, cuando
a través de lugares comunes se quiere establecer un campo marcial, cuando la irritación y el
desahogo se vuelven la fuente del entendimiento. Antes no era así y las frustraciones
constituían la segunda piel de los oposicionistas; ahora seguirá siendo así, pero ya el culto
por el desahogo no impide la emergencia de la crítica
3. Correciones:
No hay Introducción marco conceptual, marco teórico, no se distingue entre lo escrito por
ustedes, lo copiado y lo pegado. No se citan las fuentes, la contextualización del tema se va
por las ramas y al no haber un objetivo general el tema no se justifica y comienzan hablar de
otros temas.
Se le recomienda establecer un orden lógico al trabajo con la pautas dadas por el Profesor
Germán En clase, para reestructurar el trabajo.