Estructura y elaboración de un presupuesto financiero
(338)long cuaderno de bitacora
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CUADERNO DE BITÁCORA.
Manfred Nolte
En el Cuaderno de bitácora registraban los marinos los datos de lo acontecido
en la nave a lo largo de su travesía marítima. En la singladura de 2016, contra
corriente de la gran crisis global que no amaina en su empuje tras ocho años de
estragos de diversa magnitud, el cuaderno de occidente recoge signos de
importante mutación en la genética social.
Uno de ellos, al decir de los eruditos politólogos, es la crisis de la
socialdemocracia europea simultaneada por el auge reptante de los populismos.
No es un hecho apodíctico ni consumado, como lo revela la existencia de países
en que los socialdemócratas llevan las riendas del gobierno, por ejemplo
Francia, Suecia, Portugal. En otros como Alemania (Grosse Koalition) son parte
importante de la gestión pública de la nación. Pero en unos terceros (Noruega,
Dinamarca y España) los socialistas han pasado el testigo a formaciones de
signo centrista o liberal.
Las causas generalmente aducidas del presunto declive parecen realistas. Dado
que la socialdemocracia es una creación del siglo XIX, su indudable
protagonismo e influencia originaria han cedido con la entrada de la nueva
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centuria, al desvanecerse gradualmente el contexto y las fuerzas que le
otorgaron su innegable pujanza.
En la medida en que la gran creación socialdemócrata, el Estado del Bienestar,
se ha banalizado ideológicamente y ha pasado de ser bandera de una única
formación a valor entendido de cualquier partido europeo, las señas de
identidad unívocas se diluyen. Paralelamente, la acción de gobierno socialista
en escenarios de crisis ha venido acompañada de políticas de pretendida
austeridad, inevitables hasta cierto punto, pero que han catapultado sin rubor el
voto económico hacia cualquier otra formación que vendiese perspectivas más
halagüeñas, siendo igual que estas fueran de derechas o de izquierdas o aun de
corte radical, utópico y antisistema. La regulación de la economía y la
intervención de los estados en la realidad económica a través del gasto público
que se acerca en Europa al 50% del PIB ha hecho perder la exclusividad del
emblema de la acción social en favor de los socialistas y el modelo
intervencionista ha acabado asumiéndose como de todos, conservadores o
izquierdistas, con sutiles y casi imperceptibles líneas divisorias entre ambos.
RANKING DE PAISES SEGÚN EL INDICE DE POPULISMO AUTORITARIO
Hay otros ingredientes de dilución socialista como la sustitución gradual de la
clase obrera de la revolución industrial por una clase media de franja dilatada,
que ha limado el protagonismo sindical, casi siempre de inspiración
socialdemócrata, que logró importantes compromisos del empresariado en el
orden salarial y distributivo, durante décadas.
La dilución socialdemócrata como exponente de la izquierda constructiva y
civilizada no es intrascendente. A ello se añade la sinrazón de la derecha radical.
Un buen barómetro de opinión lo ha ofrecido la reciente reunión de los líderes
mundiales en la Asamblea anual del FMI en Washington. El panorama relatado
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resulta sombrío. El espectro de una congelación del crecimiento económico, la
desigual distribución de las rentas entre los ciudadanos de un mismo país, el
recelo a la deslocalización de empresas y servicios que recorta las condiciones de
los nacionales, la inmigración vista como una amenaza y el peligro extremo de
las confesiones religiosas extremistas para la estabilidad social y las vidas
inocentes está provocando la desintegración global y el ascenso imparable de los
populismos.
Una economía anémica promueve el descontento y la rabia política que, a su
vez, eleva el nivel de incertidumbre, multiplicando la anemia social. La gente ha
perdido la fe en sus líderes –de derechas o de izquierdas- y busca la solución en
espacios nuevos por utópicos o lúdicos que sean en apariencia, abjurando del
crecimiento y de la ortodoxia, intuyendo –con distinta intencionalidad o fe- que
volviendo a las barricadas, elevando muros, sellando fronteras o tomando al
asalto el sistema de la mano del más rancio de los marxismos-leninismos, sus
problemas hallarán alivio y que el nuevo escenario resultante no solo será más
justo sino que será más fácil de interpretar. Ahí está la bomba del ‘Brexit’, la
amenaza latente de un Donald Trump o un Bernie Sanders, la efervescencia de
los nacionalismos de derechas en gran parte de los países europeos, la
envenenada ensoñación de ‘Podemos’ hasta hace poco emulador de la fracasada
Syriza, el poder incontestable de Vladimir Putin o el auge de la adoración de
Mao en China. Hace unos días ‘The Economist’ censaba estadísticamente los
eslóganes más utilizados en las manifestaciones sociales en el Reino Unido.
“Globalización= elite; Inmigrantes fuera; El País, lo primero; Proteger nuestros
empleos; Fuera los expertos; Comercio justo, no libre comercio’.
Todo ello, así lo temen los líderes del planeta, conduce al renacimiento del
populismo ultra-autoritario.
Frente a este panorama el socialismo se aplica infructuosamente a
reivindicaciones como el feminismo o la sostenibilidad u otras más, como señas
de nueva identidad, sin percatarse que también estas han sido asumidas por el
resto de idearios políticos moderados.
Ante la encrucijada populista de extrema derecha y extrema izquierda no cabe
sino que los partidos moderados se entiendan y colaboren lealmente en
reconducir una más que difícil situación económica y social, en derivar una
globalización ciega hacia otra más justa, solidaria y menos desigual y redoblar
la fe en la libre voluntad de las personas amparada por un orden democrático e
institucional.