1. ¿QUIÉN GANÓ… QUIÉN PERDIÓ…?
Por: Pedro Fulleda Bandera
Concluyó el proceso electoral 2021 en Ecuador, y es momento de reflexionar
sobre sus resultados. Por voluntad popular en las urnas, el candidato de la
derecha, Guillermo Lasso, en su tercer intento derrotó al correista Andrés Aráuz.
Descartando la eventualidad de un fraude, el pueblo ecuatoriano eligió a un
representante de las élites (banquero, multimillonario, con inversiones en
paraísos fiscales…) en vez de al joven y desconocido vocero del progresismo,
corriente que los cancerberos ideológicos del neoliberalismo denominan
“populismo” para desacreditarla, tal vez ignorando que la Constitución de
Estados Unidos comienza con la afirmación: “We, the people” (nosotros, el
pueblo), por lo que ese sistema, para ellos paradigma de democracia, bien podría
ser por eso calificado como “populista”…
La primera lectura se refiere a la acción popular. Ya comenté alguna vez que al
pueblo ecuatoriano le falta cultura política, formación ciudadana y memoria
histórica, imprescindibles en toda nación que aspire a un comportamiento
racional de sus ciudadanos, como efectivos críticos de los factores que actúan
en su realidad a fin de no repetir errores del pasado y poner los intereses
colectivos sobre los personales, en beneficio de la nación. De ahí que sean
fáciles objetos de manipulación ideológica, incapaces de ver más allá de las
consignas y las falsas promesas electorales. Todo esto como consecuencia de
ignorancia generalizada y ausencia de conciencia social, lo cual se manifiesta en
mayor grado en la población indígena, más comprometida con la Pachamama
que con la sociedad.
Pero, la lectura sobre la que quiero reflexionar ahora es acerca de quién
verdaderamente ganó y quién perdió en estas elecciones. Pareciera “verdad de
Perogrullo”, pues, indudablemente Lasso ganó la Presidencia del país; pero, no
creo sea ganador en el hecho histórico que caracteriza al Ecuador en estas lides
electorales. Muchos comentarios se han publicado sobre el estado en que el
nuevo gobernante asumirá al país, en profundo deterioro económico, sanitario,
político y social, en gran medida debido a la pandemia, y en no menor dimensión
como consecuencia de la corrupción, la delincuencia e inseguridad social, el
2. rechazo popular a las actuales autoridades, la agobiante deuda externa, el
desempleo, la miseria creciente en la población, la pérdida de mercados
internacionales, el auge del narcotráfico internacional…
De modo que quien asuma ahora la misión de gobernar al país, para hacer
realidad sus promesas de campaña tendrá la ardua, y en muchos aspectos
imposible, tarea de afrontar esos retos bajo la crítica vigilancia de sus
adversarios políticos. Lasso prometió llevar el salario mínimo a $500 USD,
reducir créditos bancarios, financiar emprendimientos y obras territoriales, abrir
las universidades a todos quienes aspiren a ellas… entre otros temas que sus
electores le exigirán cumpla.
De haber sido Aráuz electo Presidente, sin dudas tendría que afrontar no sólo
esos retos colosales, sino además, desde el primer momento: denuncias de
fraude electoral por parte de su opositor (como si alguien en el Gobierno o en el
Consejo Nacional Electoral hubiese estado dispuesto a favorecer su candidatura,
pero eso no importaría, a cambio de crear un ambiente de incertidumbre nacional
sobre los resultados), todo el feroz ataque de la prensa al servicio de la élite,
tanto nacional como internacional, la oposición, solapada y peligrosa, de las
instituciones armadas (ejército y policía), adoctrinadas para el enfrentamiento a
la izquierda, la presión irracional de las organizaciones indígenas, protestando
por todo (incluso hasta por lo de su conveniencia), y un sinnúmero de otras
fuerzas opositoras que le pondrían al borde de la ingobernabilidad, con lo cual
algunas de sus intenciones de campaña no podría realizarlas, no por falta de
voluntad, sino por la oposición de sus adversarios, recibiendo por eso
acusaciones de engaños y falsas promesas. Así que Aráuz se libró de esa
segura coyuntura para el nuevo Presidente.
No hay dudas de que Lasso no podrá cumplir todas sus promesas de campaña.
Por un lado, por las difíciles circunstancias en que tendrá que gobernar. Y por
otro, porque muchas de ellas se oponen a sus intereses de clase. Y en medio de
todo eso, estará despojado del gran argumento con que su predecesor, Lenin
Moreno, justifica sus incontables incumplimientos: “¡toda la culpa es de Correa!”.
Lasso no podrá culpar al ex-presidente por sus falencias, Tendrá que asumirlas
como propias. Y eso terminará lacerando su imagen política y haciéndole perder
credibilidad entre quienes ahora le beneficiaron con su voto.
3. Así es. Tras dos intentos fallidos, el banquero tiene ahora la oportunidad de
demostrar voluntad y capacidad para llevar a puerto seguro la deteriorara nave
del país en medio de una colosal tempestad. Si lo logra, aunque sea a medias,
confirmará a quienes votaron por él la certeza de su elección (¡ojalá sea así para
bien de la nación!). En caso contrario, ellos se frustrarán y tal vez logren sacar
conclusiones de la experiencia, comenzando a forjarse la conciencia social de la
que en la actualidad adolece la mayoría de la población ecuatoriana.
De modo que la pregunta es: aunque Aráuz no ganó la Presidencia, ¿acaso
perdió…? Me atrevo a afirmar que no, pues se libró de una tremenda coyuntura
histórica. ¿Qué ganó a cambio…? Diré que la oportunidad de encabezar a la
fuerza política más pujante del país, que triunfó en la primera vuelta, y sólo no lo
logró en la segunda por la sombra del correísmo, proceso político que, con
errores así como con aciertos, dio a sus detractores demasiados argumentos en
su contra, suficientes para que una población en que está ausente la memoria
histórica se haya dejado arrastrar por campañas y consignas atacándolo.
En 2025 habrá nuevamente elecciones, y el panorama entonces seguramente
será muy diferente. Es de suponer que la pandemia haya desaparecido, y que la
vida en todo el planeta haya vuelto a la normalidad. Quizás Lasso aporte la
estabilidad económica y social (¡ojalá!). Seguramente el Ecuador de entonces no
será como el de hoy. Así que para un nuevo gobierno los retos serán diferentes.
En el plano político, pudiera ser que la derecha carezca de líderes reconocidos
(al estilo de Lasso y Nebot), pero la izquierda tendría a Aráuz y algunos otros
que destacaron en este proceso (Hervas, por ejemplo). No incluyo a Yaku Pérez
porque lo más seguro es que, oportunistamente, se alíe a Lasso en esta etapa
(a pesar de la confrontación por el supuesto fraude), lo que le hará perder
protagonismo y reconocimiento para el futuro. Así las elecciones de 2025 serían
un enfrentamiento sobre todo entre fuerzas de izquierda o centro-izquierda, por
la ausencia de tradicionales figuras de derecha.
Entonces el líder del movimiento Unión por la Esperanza (UNES), con 40 años
de edad, podría tener una segura oportunidad de llegar a la Presidencia del país,
si antes se desliga de la criticada imagen de Correa y resalta sus propias virtudes
y proyecciones políticas. El tiempo, unido a los desaciertos de Lasso, le permitirá
madurar y ganar el reconocimiento popular que le faltó en el presente empeño…