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Que es el socialismo Marxista?
También conocido como socialismo científico o el marxismo, simplemente, es una
corriente ideológica desarrollada por el filósofo Karl Marx (1818-1883) y Friedrich
Engels (1820-1895), con el fin de poner a la lucha de clases existentes en el capitalismo.
La base del socialismo marxista era crítica y el análisis científico del capitalismo, por lo
que este modelo para diferenciar la idea del socialismo utópico, creado por Robert
Owen, Saint-Simon y Charles Fourier.
A diferencia del socialismo utópico, el socialismo marxista no tenía la intención de
crear una sociedad ideal, donde los propietarios deben dar sus riquezas y posesiones en
aras del bien común social.
Los fundamentos del socialismo científico eran para entender la historia del capitalismo,
como fue su consolidación y sus contradicciones. Según los marxistas, el capitalismo
recorre en un camino que finalmente se superó.
La primera discusión sobre el capitalismo marxista surgió con la publicación de “el
manifiesto comunista” en 1848.
Para Marx, la sociedad capitalista se divide en dos clases: la burguesía (que tenía el
control de los medios de producción y el proletariado (los que habían vendido sus
posesiones y mano de obra a precios muy bajos).
Características del socialismo Marxista
El socialismo Marxista tuvo un fundamento teórico:
La lucha de clases;
La revolución dialectico e histórico;
La teoría del desarrollo socialista;
Doctrina de la plusvalía.
Socialista marxista creían que mejores condiciones de trabajo y de vida de los
trabajadores solo sería posible a través de una revolución de la clase proletaria y la
lucha armada.
Socialismo utópico es una expresión que designa un conjunto heterogéneo de doctrinas
de reforma social, previas al auge del marxismo y el anarquismo que surgieron a
comienzos del siglo XIX como respuesta a los serios problemas que acarreaba el triunfo
del industrialismo y el liberalismo en Europa. Las diferentes corrientes del socialismo
utópico se disolvieron o se fueron integrando al vasto movimiento socialista
hegemonizado desde la Asociación Internacional de Trabajadores (1864-1876) por las
ideas de Marx y Bakunin. La expresión socialismo utópico fue acuñada por Federico
Engels en Del socialismo utópico al socialismo científico
Definición del anarquismo: Doctrina política que se opone a cualquier clase de
jerarquía, tanto si se ha consolidado por la tradición o el consenso como si se ha
impuesto de forma coactiva. Es probable que el anarquismo no hubiera pasado de ser
una simple especulación teórica de no haber existido una serie de activistas que lo
impulsaran creando organizaciones vinculadas al movimiento obrero con la pretensión
de destruir la sociedad capitalista y el Estado, y cuya fuerza se manifestó desde la
segunda mitad del siglo XIX. Durante el periodo de la Asociación Internacional de
Trabajadores (AIT) o I Internacional las posturas anarquistas estuvieron representadas
por los seguidores del revolucionario ruso Mijaíl Bakunin. Sin embargo, sus posturas
chocaron con las expuestas por los socialistas seguidores de Karl Marx y, tras sucesivas
derrotas en varios congresos, en el V Congreso de la AIT celebrado en La Haya en 1872
los anarquistas fueron expulsados de la Internacional. Desde entonces el socialismo y el
anarquismo han divergido de un modo frontal, aunque ambas ideologías partan de su
radical negación del capitalismo. Los anarquistas filosóficos continúan en desacuerdo
con los socialistas por la importancia que le conceden a la libertad del individuo por
encima de cualquier limitación, sobre todo, por parte del Estado.
EL SOCIALISMO MARXISTA.
Para realizar el comentario sobre la economía marxista, es necesario comenzar con esta
breve introducción, ya que la importancia de Marx en el campo de las ideas no es
consecuencia de su aportación a la teoría económica, que en cualquier caso no es
superior a la de Ricardo, o a las de Malthus, sino que es debida a sus concepciones
filosóficas.
Marx contribuyó grandemente a difundir el interés por la ciencia económica, pues fue
también el primer “economicista” de la historia, en el sentido de que desbordó el campo
de la economía, convirtiendo el proceso económico en el elemento fundamental para la
“realización” de una concreta concepción filosófica. A partir de Marx, todo, o casi todo,
puede recibir una interpretación económica.
Como en los textos se refleja, Marx es el heredero de una tradición filosófica
inmanentista, “…el hombre sólo puede confiar en el hombre…”. Esta concepción fue
iniciada por Descartes, que en el orden práctico asegura que en el único ser que puede
confiar el hombre, es el hombre; todo lo que le supera, o lo que no puede explicar, no
existe, o es como si no existiese. Es decir, sólo existe lo que el hombre puede explicar.
Esta actitud es manifiesta en los socialistas utópicos, ya sea que pongan su confianza en
la razón, como Saint-Simon, o en las pasiones como Fourier.
Marx decepcionado por los fracasos de los experimentos sociales de los utópicos, fue
tomando conciencia de la defectibilidad de las facultades y pasiones humanas. Una
sociedad no puede cambiar por muy razonable o atrayente que sea el ideal que se
propone. Es necesario algún principio que haga inevitable el ansiado cambio social, y
que lo realice indefectiblemente.
Este principio activo no podía estar por encima del hombre, cosa que negaba su
herencia filosófica, luego sólo quedaba una solución, que proviniese de la misma
estructura que la Naturaleza.
Marx sustituyó la libre voluntad del hombre, en la que no creía, por una fuerza
irracional, que procede de la misma estructura de la Naturaleza, y que se rige por las
mismas leyes que las de la mecánica determinista newtoniana. Esta sustitución
aseguraba la eficacia e inexorabilidad del cambio social; ya no dependía de la débil e
ineficaz voluntad humana, sino de una ciega e inevitable fuerza de la Naturaleza.
A partir de ese momento el problema que se planteaba era explicar cómo toda la
actividad humana podía reducirse a puro impulso natural, o manifestación de una
energía natural, y una vez logrado esto, introducir algún tipo de progreso que explique
cómo el devenir histórico está orientado hacia la consecución de ese paraíso terrenal.
La solución de la primera parte del problema se la proporcionó la misma ética de Smith,
para quién “…el vicio privado…” -la avaricia y el egoísmo- era el fundamento del
bienestar común. Marx interpretó este “afán de lucro” como manifestación de una
fuerza irracional, fundamentada en último término, en la íntima estructura de la materia.
La lucha por mejorar las condiciones de vida se convierte así en el impulso fundamental
del hombre, al que puede reducirse cualquier otra actividad humana. La organización
social, legal, la ciencia, la religión, etc., no es más que una “superestructura”
consecuencia de esa fuerza bruta que rige el comportamiento del hombre.
La solución a la segunda parte del problema, el materialismo dialéctico, le vino
sugerida, al menos en parte, por la lectura de los escritos pesimistas de Malthus y
Ricardo. Las leyes “naturales” e inevitables de la economía ricardiana, junto con un
proceso dialéctico de origen hegeliano, dio lugar al materialismo dialéctico. La raíz
creadora de todos los hechos sociales se halla en las relaciones de producción. El modo
de producción es la “infraestructura” de todo el acontecer humano. El modo de
producción de la vida material determina, en forma general, la vida social y cultural. No
es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, al contrario, “…su ser
social lo que determina su conciencia…”. El hombre es fruto y consecuencia de las
relaciones productivas, aunque también puede modificar esas relaciones condicionantes.
El transcurso de este condicionamiento, y sus modificaciones, constituye la historia, que
tiene unas leyes de carácter evolutivo. Por esta razón la historia se desenvuelve en
continuos conflictos que se resuelven deacuerdo con la ley dialéctica “negación de la
negación”.
La producción masiva es la fórmula típica del capitalismo, que ha desatado las fuerzas
de la producción, generando un proceso de injusticia creciente. Cuando el conflicto
alcance su cima se producirá el fenómeno de la transformación dialéctica y aparecerá un
nuevo modelo social con su propio desarrollo histórico.
Estas fuerzas ciegas he impersonales, que tienen su origen en la estructura de la materia,
y que actúan dentro de este proceso dialéctico, tienen una finalidad: la última y
definitiva liberación de la humanidad de todo tipo de sufrimientos e injusticias, que son
la raíz de todos los desórdenes sociales.
Marx dio tanta importancia al estudio del cambio social, que cuando intentó establecer
la finalidad de ese cambio, su contestación fue contradictoria o, al menos sorprendente.
No hay nada en todo el proceso elaborado por Maque justifique la existencia de ese fin.
No se entiende por qué ese proceso económico-dialéctico, deberá interrumpirse y
alcanzar una meta.
Marx creó una religión sin Dios, en la que el hombre no podía esperar su liberación de
un Ser superior, ni siquiera de sí mismo, sino de un proceso ciego e imparable -el
materialismo dialéctico-, cuya manifestación más inmediata es el mismo proceso
económico productivo.
Marx relativizó las leyes naturales de la economía clásica, diciendo que efectivamente
son válidas e inexorables, pero dentro de su propio período de desarrollo histórico. Para
relativizar las leyes naturales del capitalismo, tuvo que absolutizar una ley de origen
extraeconómico, el materialismo dialéctico.
Marx que seguía siendo un economista clásico, logró que la mano invisible de Smith no
sólo armonizara lo intereses individuales, sino que gobernara toda la historia. Como
todos los autores clásicos, pensaba qué, en último término, la armonía universal está
garantizada por la operación de una ley natural, que todo lo gobierna y lo somete.
En este sentido, es científico el materialismo histórico; las leyes de la economía son
como las de la física, o de la química. Es necesario conocerlas, para así poder acelerar el
proceso dialéctico que le llevará al supuesto paraíso terrenal.
Marx observó que el capitalismo es un sistema económico que se fundamenta en el
principio de equivalencia de intercambios. “…Son mercancías intercambiables aquellas
que tienen incorporadas la misma cantidad de trabajo, en consecuencia tienen el mismo
valor…”. Luego en un sistema de equivalencia de intercambios existe una ley-la de
formación de salarios- que permite la existencia de un beneficio no ganado. Esta es la
principal contradicción del sistema económico clásico.
Marx resolvió esta paradoja distinguiendo entre “valor-trabajo del producto del trabajo”,
en cuanto cantidad de trabajo-tiempo invertido en su producción, “valor-trabajo del
papel laboral de los obreros”, que estos venden a los empresarios, a causa de que no
tienen medios de producción y por tanto, no pueden producir ni vender nada por sí
mismos.
El empresario tiene la buena suerte de que puede comprar una mercancía -el trabajo-,
cuya utilización proporciona más “valor-trabajo” que el necesario para su propio
mantenimiento, que es el que regula su valor de cambio. El trabajo es la única
mercancía cuyo valor de uso excede su valor de cambio; luego quien quiera que compre
trabajo, y lo emplee para producir mercancías intercambiables, consigue un exceso de
valor o plusvalía. De acuerdo con el razonamiento clásico, un excedente provocará
“…una reacción competitiva que acabará por anular ese excedente…”. Marx sostiene
sin embargo, que la plusvalía “…no es un elemento del coste de producción..” , ya que
si bien es cierto que el trabajo, causante del valor añadido del producto, es incorporado
por el obrero, éste no obtiene su equivalente.
Ante un planteamiento económico tan lúcido, Marx intenta una explicación que
fundamentalmente no se aparta un ápice de los planteamientos clásicos, y que le lleva a
decir que, del mismo modo que la ley natural de la superpoblación, de Malthus, sirvió a
Ricardo para explicar por qué los salarios se mantienen tan bajos, él la emplearía para
explicar la preservación del beneficio. La plusvalía, diferencia de valores, es causada
por un exceso de población que, al incrementar la oferta del trabajo, hace bajar su precio
de mercado, lo cual incrementa la diferencial de los valores, y, en consecuencia,
incrementa el beneficio, a través del aumento de la plusvalía.
En cuanto al capital, es un medio de explotación, su forma física son los medios, o
instrumentos de producción, mediante los cuales se proporciona empleo a todos los que
no son propietarios de esos medios. Es evidente que el empleo de una máquina aumenta
la productividad del obrero y, en consecuencia, la “plusvalía”. El capital sólo produce
plusvalía cuando se emplea en la producción comprando mano de obra. Luego todo el
capital que está invertido en máquinas, no proporciona ningún ingreso.
La función del capital constante es proporcionar la estructura técnica, que hace posible
la compra de trabajo mediante el capital variable.
El progreso tecnológico incrementa el rendimiento de la mano de obra, mediante el
aumento progresivo de la proporción de capital constante que participa en el proceso
productivo, y, en consecuencia, una disminución relativa del capital variable. Es decir,
reduce la capacidad del capital total para comprar trabajo, única fuente de plusvalía.
En cuanto a la formación de los precios, Marx admitió el principio clásico de que el
capital, en su afán de buscar las inversiones de rendimiento masivo, acaba por igualar
los beneficios de todos los sectores productivos.
Por otro lado, había establecido que el beneficio depende de la “estructura orgánica” del
capital. Es decir, que las industrias más tecnificadas -con más capital constante-
producen menos plusvalía que las industrias muy manuales -con mucho capital variable-
, pues solo la compra de mano de obra -según su teoría del “valor-trabajo”- es fuente de
plusvalía o beneficio.
Según Marx, la competencia entre los capitalistas por conseguir las inversiones más
ventajosas hace que el capital fluya desde las industrias muy tecnificadas (T) -poco
rentables- a las industrias muy manuales (M). Grandes generadoras de plusvalía. Este
flujo de capital se estabiliza cuando se consigue igualar la tasa de beneficios de todas las
actividades industriales. los precios a los que se consigue esta igualdad se llaman
“precios de producción”. Estos precios no coinciden con los valores de los productos,
sino que se desvían, por arriba o por abajo, según que incluyan una tasa de beneficio
mayor o menor que la tasa media de beneficios. Con este mecanismo de precios se
consigue una redistribución de la plusvalía, en proporción al capital invertido. De donde
resulta que los productos T reciben a través de los precios de producción un beneficio
que no es enteramente producido por los obreros empleados en sus industrias, mientras
que los capitalistas M no se quedan con toda la plusvalía generada por los obreros
empleados en sus industrias.
Esta transferencia de plusvalía sólo puede realizarse en el ámbito de los consumidores,
siempre y cuando sean los mismos consumidores los que adquieran los productos T y
M, pues en ese caso sus ahorros y pérdidas acabarían por cancelarse mutuamente, sin
que se alterase la ganancia total de explotación.
La realidad es que de forma paralela -y en coherencia con el planteamiento de Marx-,
así como hay dos clases sociales en el ámbito de la producción: capitalistas y obreros,
pues no compran las mismas cosas los capitalistas y los obreros.
El “tableau economique” de Quesnay, y su original forma de poner de manifiesto la
existencia de un flujo circular de bienes, había constituido motivo de admiración para
Marx. Esta idea fisiográfica va a dar origen al nacimiento de una interesante teoría de
los ciclos económicos, en la que se integra y armoniza gran parte del pensamiento
económico de Marx.
Las investigaciones sobre la estructura del capital y la explicación de la ley del
decaimiento de la tasa de beneficios sugerían la existencia de dos grandes sectores
productivos: el sector de bienes de equipo (SBE) y el sector de bienes de consumo
(SBC), según que el producto elaborado fuera un medio de producción (maquinaria,
herramientas, etc.) o, bien de consumo (alimentos, vestidos, etc.).
Entre ambos sectores se establece un flujo de maquinarias y herramientas, producidas
en SBE, necesarias en SBC, y, en sentido inverso, de bienes de consumo producidos en
SBC, y necesarios en SBE. Estos dos sectores se necesitan mutuamente y, de hecho,
sólo comparten parcialmente. Se trata entonces de buscar cuáles son las condiciones
para que este modelo económico, funcionando en régimen cíclico, alcance un equilibrio
estable.
Marx realizó un supuesto básico: el valor del producto de ambos sectores se determina
como la suma del valor de los materiales y maquinarias empleados en el proceso
productivo, más el valor de los salarios empleados, y más las plusvalías.
La principal aportación de Marx al estudio de la crisis económica la constituye su
certera visión de que existe una inherente inestabilidad ligada al circuito económico de
bienes y capitales, y que la estructura de este último influye notablemente en la fluidez
de circulación en ese circuito.
La economía clásica, con menos justificación que la mecánica newtoniana, o clásica,
aplicó una concepción matemática de equilibrio. La moderna economía, como la
moderna física, ha admitido que el concepto de equilibrio es más una concepción
operativa que una simple igualdad matemática.
El marxismo, como hemos observado a lo largo de todos estos textos, incurre en el
error, reforzando la supuesta antinomia capital-trabajo como único medio para
superarla. Este planteamiento exige reducir al hombre a la condición de medio al
considerarlo como una especie de “resultante” de las tendencias productivas de la
economía. La vía para solucionar, a nivel teórico y práctico, este enfrentamiento entre el
trabajo y el capital, tiene que basarse en una sana antropología que reafirme la primacía
de la persona sobre las cosas y, en consecuencia, del trabajo del hombre, actividad de la
persona, sobre el capital, acumulación de cosas.
El MARXISMO es el conjunto de movimientos políticos, sociales, económicos y
filosóficos derivados de la obra de Karl Marx, economista, filósofo y periodista
revolucionario alemán de origen judío,1 quien contribuyó en campos como la
sociología, la economía, el derecho, la historia, y la Filosofía y de su allegado Friedrich
Engels, quien le ayudó en muchas de sus teorías. Engels acuñó el término socialismo
científico para diferenciar el marxismo de las corrientes socialistas anteriores
englobadas por él bajo el término socialismo utópico. También se emplea el término
socialismo marxista para referirse a las ideas y propuestas específicas del marxismo
dentro del marco del socialismo.
El objetivo que se propone es que los trabajadores tengan un acceso a los medios de
producción en forma institucionalizada; es decir, utilizando las instituciones públicas
del Estado para que los trabajadores obtengan medios de producción y evitar que: "La
burguesía va concentrando cada vez más los medios de producción, la propiedad y la
población del país. Reúne a la población, centraliza los medios de producción y
concentra en pocas manos la propiedad"2
Marx no propone la abolición de la propiedad privada, lo cual es un mito largamente
extendido; lo que propone es la abolición del sistema de propiedad burguesa;
claramente mencionado en su Manifiesto Comunista: "Lo que caracteriza al
comunismo, no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del sistema
de propiedad burgués"3 ya que la burguesía viola la ley, corrompe las instituciones u
otros mecanismos ilegales para apropiarse de la propiedad de los trabajadores; así por
ejemplo, el robo de tierras a indígenas, el robo de propiedad intelectual a inventores
como Tesla.[cita requerida]
Con el acceso a los medios de producción a los trabajadores, el marxismo concluye que
se lograra una sociedad sin clases sociales donde todos vivan con dignidad, sin que
exista la acumulación de propiedad privada sobre los medios de producción por unas
cuantas personas, porque supone que ésta es el origen y la raíz de la división de la
sociedad en clases sociales. Esto implicaría una enorme competencia y eficiencia en la
economía; además, el trabajador no se puede explotar a si mismo ni tampoco puede
explotar a otro trabajador, porque tiene también su medio de producción; lo que
ocasionaría es que los trabajadores se organizarían para crear empresas más grandes a
través de asociaciones justas; por tal motivo Marx expresa "El precio medio del trabajo
asalariado, es el mínimo posible. Es decir, el mínimo necesario para que el obrero
permanezca vivo. Todo lo que el obrero asalariado obtiene con su trabajo, es pues, lo
que estrictamente necesita para seguir viviendo y reproduciéndose. Nosotros no
aspiramos en modo alguno, a impedir los ingresos generados mediante el trabajo
personal, destinados a adquirir los bienes necesarios para la vida". Y recalca en su
Manifiesto "Sólo aspiramos, a destruir el carácter ignominioso de la explotación
burguesa, en la que el obrero sólo vive para multiplicar el capital". Así entonces, el
trabajador o trabajadores serán dueños de sus propios negocios, iniciando un elevado
comercio; por esa razón en el Manifiesto especifica que "El comunismo, no priva a
nadie del poder adquirir bienes y servicios".
Marx considera que cada país tiene sus particularidades y por tanto las medidas para
proveer a los trabajadores de medios de producción pueden ser diferentes y que al
principio parecerán que no son suficientes. Marx tiene en claro la ley de la escasez, y
por ende, la distribución de medios de producción en forma institucionalizada y legal se
dará poco a poco en una transición lenta pero efectiva; por tal motivo concluye en su
Manifiesto "(...) por medio de medidas, que aunque de momento parezcan
económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso del movimiento serán un
gran resorte propulsor, y de las que no puede prescindirse, como medio para transformar
todo el régimen de producción vigente".
En conclusión, Marx propone el uso de las instituciones del estado, como por ejemplo,
el uso de los impuestos para financiar la compra y distribución de los medios de
producción a los trabajadores, que al paso del tiempo formará un mercado de
competencia perfecta.
Las raíces filosóficas del marxismo
Marx tuvo dos grandes influencias filosóficas: la de Feuerbach, que le aportó y afirmó
su visión materialista de la historia, y la de Hegel, que inspiró a Marx acerca de la
aplicación de la dialéctica al materialismo. Aunque para su trabajo de disertación
doctoral eligió la comparación de dos grandes filósofos materialistas de la antigua
Grecia, Demócrito y Epicuro, Marx ya había hecho suyo el método hegeliano, su
dialéctica. Ya en 1842 había elaborado su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel
desde un punto de vista materialista. Pero a principios de la década del 40, otra gran
influencia filosófica hizo efecto en Marx: la de Feuerbach, especialmente con su obra
La esencia del cristianismo. Tanto Marx como Engels abrazaron la crítica materialista
de Feuerbach al sistema hegeliano, aunque con algunas reservas. Según Marx, el
materialismo feuerbachiano era inconsecuente en algunos aspectos, idealista. Fue en las
Tesis sobre Feuerbach (Marx, 1845) y La ideología alemana (Marx y Engels, 1846)
donde Marx y Engels ajustan sus cuentas con sus influencias filosóficas y establecen las
premisas para la concepción materialista de la historia.
Si en el idealismo de Hegel la historia era un devenir de continuas contradicciones que
expresaban el autodesarrollo de la Idea Absoluta, en Marx son el desarrollo de las
fuerzas productivas y de las relaciones de producción las que determinan el curso del
desarrollo socio-histórico. Para los idealistas el motor de la historia era el desarrollo de
las ideas. Marx expone la base material de esas ideas y encuentra allí el hilo conductor
del devenir histórico.
Influencias intelectuales en Marx y Engels
Marx y Engels se basaron en la filosofía alemana de Hegel y de Feuerbach, la economía
política inglesa de Adam Smith y de David Ricardo, y el socialismo y comunismo
francés de Saint-Simon y Babeuf respectivamente, para desarrollar una crítica de la
sociedad que fuera tanto científica como revolucionaria. Esta crítica alcanzó su
expresión más sistemática en su obra más importante dedicada a la sociedad capitalista,
El capital: crítica de la economía política.
Además de las raíces mencionadas, algunos pensadores marxistas del siglo XX, como
Louis Althusser o Miguel Abensour, han señalado en la obra de Marx, el desarrollo de
temas presentes en la obra de Maquiavelo o Spinoza. También diversos sociólogos y
filósofos, como Raymond Aron y Michel Foucault, han rastreado en la visión marxista
del final del feudalismo como comienzo del absolutismo y la separación del Estado y la
sociedad civil, la influencia de Montesquieu y Tocqueville, en particular en sus obras
sobre el bonapartismo y la lucha de clases en Francia.
La economía marxista
La economía política es esencial para esta visión, y Marx se basó en los economistas
políticos más conocidos de su época, los economistas políticos clásicos británicos, para
ulteriormente criticar su forma de pensar. La economía política, que es anterior a la
división que se hizo en el siglo XX de las dos disciplinas, trata las relaciones sociales y
las relaciones económicas considerándolas entrelazadas. Marx siguió a Adam Smith y a
David Ricardo al afirmar que el origen de los ingresos en el capitalismo es el valor
agregado por los trabajadores y no pagado en salarios. Esta teoría de la explotación la
desarrolló en El capital, investigación “dialéctica de las formas que adoptan las
relaciones de valor.
En su labor política y periodística Marx y Engels comprendieron que el estudio de la
economía era vital para conocer a fondo el devenir social. Fue Marx quien se dedicó
principalmente al estudio de la economía política una vez que se mudó a Londres. Marx
se basó en los economistas más conocidos de su época, los británicos, para recuperar de
ellos lo que servía para explicar la realidad económica y para superar críticamente sus
errores.
Vale aclarar que la economía política de entonces trataba las relaciones sociales y las
relaciones económicas considerándolas entrelazadas. En el siglo XX esta disciplina se
dividió en dos.
Marx siguió principalmente a Adam Smith y a David Ricardo al afirmar que el origen
de la riqueza era el trabajo y el origen de la ganancia capitalista era el plustrabajo no
retribuido a los trabajadores en sus salarios. Aunque ya había escrito algunos textos
sobre economía política ( Trabajo asalariado y capital4 de 1849, Contribución a la
Crítica de la Economía Política4 de 1859, Salario, precio y ganancia4 de 1865) su obra
cumbre al respecto es El capital.
El capital ocupa tres volúmenes, de los cuales sólo el primero (cuya primera edición es
de 1867) estaba terminado a la muerte de Marx. En este primer volumen, y
particularmente en su primer capítulo (Transformación de la mercancía en dinero), se
encuentra el núcleo del análisis marxista del modo de producción capitalista. Marx
empieza desde la "célula" de la economía moderna, la mercancía. Empieza por
describirla como unidad dialéctica de valor de uso y valor de cambio. A partir del
análisis del valor de cambio, Marx expone su teoría del valor, donde encontramos que el
valor de las mercancías depende del tiempo de trabajo socialmente necesario para
producirlas. El valor de cambio, esto es, la proporción en que una mercancía se
intercambia con otra, no es más que la forma en que aparece el valor de las mercancías,
el tiempo de trabajo humano abstracto que tienen en común. Luego Marx nos va
guiando a través de las distintas formas de valor, desde el trueque directo y ocasional
hasta el comercio frecuente de mercancías y la determinación de una mercancía como
equivalente de todas las demás (dinero).
Así como un biólogo utiliza el microscopio para analizar un organismo, Marx utiliza la
abstracción para llegar a la esencia de los fenómenos y hallar las leyes fundamentales de
su movimiento. Luego desanda ese camino, incorporando paulatinamente nuevo estrato
sobre nuevo estrato de determinación concreta y proyectando los efectos de dicho
estrato en un intento por llegar, finalmente, a una explicación integral de las relaciones
concretas de la sociedad capitalista cotidiana. En el estilo y la redacción tiene un peso
extraordinario la herencia de Hegel.
La crítica de Marx a Smith, Ricardo y al resto de los economistas burgueses reside en
que sus análisis económicos son ahistórico (y por lo tanto, necesariamente idealista),
puesto que toman a la mercancía, el dinero, el comercio y el capital como propiedades
naturales innatas de la sociedad humana, y no como relaciones sociales productos de un
devenir histórico y, por lo tanto, transitorias. Junto con la teoría del valor, la ley general
de la acumulación capitalista, y la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, son
otros elementos importantes de la economía marxista
El marxismo y la religión
El marxismo ha sido tradicionalmente opuesto a todas las religiones. Marx escribió al
respecto que "el fundamento de la crítica irreligiosa es: el ser humano hace la religión;
la religión no hace al hombre" y la frase cuyo final se haría célebre:
La miseria religiosa es, por una parte la expresión de la miseria real y, por la otra, la
protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el
corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación carente de
espíritu. Es el opio del pueblo.5
La referencia al opio ha prestado a una interpretación vulgar ya que éste no es -como
suele suponerse- un estupefaciente ni tampoco un alucinógeno, sino un narcótico
analgésico. Este equívoco del lector contemporáneo ha derivado en una confusión
frecuente respecto de la sentencia marxista. La cita completa revela el porqué de la
referencia a un opiáceo: jamás pretende que la religión se considere una forma de
degradación intelectual ni tampoco una mera ilusión generada por las clases dominantes
(interpretación no marxista que suprimiría la idea que éste tenía de la ideología, esto es,
la ilusión de universalidad dentro de cada clase), sino que la religión sea, por el
contrario, el anestésico necesario de la sociedad entera frente a la alienación social y de
las clases oprimidas frente a sus condiciones materiales de existencia.
En Marx, la crítica de la religión no es una defensa del ateísmo, sino la crítica de la
sociedad que hace necesaria a la religión. La supresión de estas condiciones y la
realización plena de la comunión humana se desvincula de la condición biológica,
proyectándose "al cielo" como intervención divina en una parusía futura,
particularmente en el especial caso del cristianismo,6 en vez de construirse
políticamente mediante la abolición de la propiedad privada y la división del trabajo. El
fundamento filosófico del rechazo marxista de la religión ha estado vinculado al
desarrollo del materialismo dialéctico por parte de Engels y Lenin.
En cualquier caso, ha habido diversos teóricos que consideran que ser marxista y
religioso es compatible. Dentro de ellos se puede señalar al irlandés James Connolly y a
diversos autores dentro de la teología de la liberación como Camilo Torres y Leonardo
Boff. Pero la crítica teórica hacia cualquier religión se basa en que ésta es concebida
como el resultado de la producción de la superestructura de la sociedad, es decir, de la
fabricación de ideas ideológicas que se hace una sociedad sobre sus propios modos de
producción económicos. Así, la religión siempre es una concepción de ideas políticas
que tienden a reafirmar la estructura económica existente. Los textos marxistas donde se
puede encontrar información sobre la concepción marxista de la religión son: La
ideología alemana de Marx y Engels, y La filosofía como arma de la revolución de
Louis Althusser. Marx describe a la religión como un ente alienador, el cual le pone
como meta alcanzar a Dios, situación imposible para un humano pues Dios es la esencia
humana deificada, es decir: la humanidad le ha dado sus mejores características a Dios.
La religión haría conformista al hombre y lo obligaría a no luchar en este mundo, pues
este es solo un preludio del verdadero. La síntesis cristiano-marxista de los teólogos de
la liberación replica que el marxismo no implica este aserto y que, de ser así, también
las clases dominantes impregnadas de espíritu religioso serían conformistas respecto de
su existencia material e incluso serían pasivas frente a un conflicto con otras clases
sociales. Para estos, en cambio, la religión -y en particular la cristiana- siempre exige
una lucha en este mundo en función de una comunidad religiosa: sea con o sin clases
dependiendo de cómo se la entienda políticamente. Debe recordarse que para el
catolicismo la resurrección es el regreso al edén en la tierra y que, aunque dependa de
Dios, ningún esfuerzo individual tendría sentido si estuviera coronado por una muerte
sin retorno (incluso si la realización plena de la humanidad pudiera hacerse sólo
socialmente y no biológicamente como en la resurrección cristiana), ya que la salvación
de cada hombre de acuerdo a su esfuerzo dentro del alienado mundo presente sólo
puede ser asegurado con la eternidad y la participación en el mundo venidero. Esto es
igualmente cierto tanto para el ideario de autorrealización personal de la derecha
cristiana (calvinista o al menos reconciliada con la burguesía), como para la lucha de
clases de la izquierda cristiana (marxista o no), como para las originarias posiciones
ascéticas y apolíticas del cristianismo primitivo. Estas últimas en particular dieron
forma estamental a la dicotomía interna entre la vida económica y la religiosa del
occidente medieval extramundano y a su peculiaridad histórica de fusión entre
"sociedad civil" y "sociedad política" descrita con atención por Marx en su obra Sobre
la cuestión judía, cuya visión llegaría, junto con la opuesta de Nietzsche, a Max Weber,
y que entroncaría en el debate marxista-weberiano sobre la influencia económica de la
religión.
En su versión más ortodoxa, la interpretación marxista de la religión sería la de una
forma de alienación cuya consecuencia para el hombre sería perder sus virtudes para
adjudicárselas a un inventado ser supremo. Según Karl Marx, esto es lo que ocurriría en
particular con la religión monoteísta: el hombre toma toda virtud que posee y toda
idealización metafísica posible, y se la atañe a un ser supremo de su propia creación,
devaluándose a sí mismo y dedicando su ser y propio destino a su voluntad y una
trascendencia irreal posibilitada por su existencia.

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Socialismo marxista

  • 1. Que es el socialismo Marxista? También conocido como socialismo científico o el marxismo, simplemente, es una corriente ideológica desarrollada por el filósofo Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895), con el fin de poner a la lucha de clases existentes en el capitalismo. La base del socialismo marxista era crítica y el análisis científico del capitalismo, por lo que este modelo para diferenciar la idea del socialismo utópico, creado por Robert Owen, Saint-Simon y Charles Fourier. A diferencia del socialismo utópico, el socialismo marxista no tenía la intención de crear una sociedad ideal, donde los propietarios deben dar sus riquezas y posesiones en aras del bien común social. Los fundamentos del socialismo científico eran para entender la historia del capitalismo, como fue su consolidación y sus contradicciones. Según los marxistas, el capitalismo recorre en un camino que finalmente se superó. La primera discusión sobre el capitalismo marxista surgió con la publicación de “el manifiesto comunista” en 1848. Para Marx, la sociedad capitalista se divide en dos clases: la burguesía (que tenía el control de los medios de producción y el proletariado (los que habían vendido sus posesiones y mano de obra a precios muy bajos). Características del socialismo Marxista El socialismo Marxista tuvo un fundamento teórico: La lucha de clases; La revolución dialectico e histórico; La teoría del desarrollo socialista; Doctrina de la plusvalía. Socialista marxista creían que mejores condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores solo sería posible a través de una revolución de la clase proletaria y la lucha armada. Socialismo utópico es una expresión que designa un conjunto heterogéneo de doctrinas de reforma social, previas al auge del marxismo y el anarquismo que surgieron a comienzos del siglo XIX como respuesta a los serios problemas que acarreaba el triunfo del industrialismo y el liberalismo en Europa. Las diferentes corrientes del socialismo utópico se disolvieron o se fueron integrando al vasto movimiento socialista hegemonizado desde la Asociación Internacional de Trabajadores (1864-1876) por las ideas de Marx y Bakunin. La expresión socialismo utópico fue acuñada por Federico Engels en Del socialismo utópico al socialismo científico
  • 2. Definición del anarquismo: Doctrina política que se opone a cualquier clase de jerarquía, tanto si se ha consolidado por la tradición o el consenso como si se ha impuesto de forma coactiva. Es probable que el anarquismo no hubiera pasado de ser una simple especulación teórica de no haber existido una serie de activistas que lo impulsaran creando organizaciones vinculadas al movimiento obrero con la pretensión de destruir la sociedad capitalista y el Estado, y cuya fuerza se manifestó desde la segunda mitad del siglo XIX. Durante el periodo de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o I Internacional las posturas anarquistas estuvieron representadas por los seguidores del revolucionario ruso Mijaíl Bakunin. Sin embargo, sus posturas chocaron con las expuestas por los socialistas seguidores de Karl Marx y, tras sucesivas derrotas en varios congresos, en el V Congreso de la AIT celebrado en La Haya en 1872 los anarquistas fueron expulsados de la Internacional. Desde entonces el socialismo y el anarquismo han divergido de un modo frontal, aunque ambas ideologías partan de su radical negación del capitalismo. Los anarquistas filosóficos continúan en desacuerdo con los socialistas por la importancia que le conceden a la libertad del individuo por encima de cualquier limitación, sobre todo, por parte del Estado. EL SOCIALISMO MARXISTA. Para realizar el comentario sobre la economía marxista, es necesario comenzar con esta breve introducción, ya que la importancia de Marx en el campo de las ideas no es consecuencia de su aportación a la teoría económica, que en cualquier caso no es superior a la de Ricardo, o a las de Malthus, sino que es debida a sus concepciones filosóficas. Marx contribuyó grandemente a difundir el interés por la ciencia económica, pues fue también el primer “economicista” de la historia, en el sentido de que desbordó el campo de la economía, convirtiendo el proceso económico en el elemento fundamental para la “realización” de una concreta concepción filosófica. A partir de Marx, todo, o casi todo, puede recibir una interpretación económica. Como en los textos se refleja, Marx es el heredero de una tradición filosófica inmanentista, “…el hombre sólo puede confiar en el hombre…”. Esta concepción fue iniciada por Descartes, que en el orden práctico asegura que en el único ser que puede confiar el hombre, es el hombre; todo lo que le supera, o lo que no puede explicar, no existe, o es como si no existiese. Es decir, sólo existe lo que el hombre puede explicar. Esta actitud es manifiesta en los socialistas utópicos, ya sea que pongan su confianza en la razón, como Saint-Simon, o en las pasiones como Fourier. Marx decepcionado por los fracasos de los experimentos sociales de los utópicos, fue tomando conciencia de la defectibilidad de las facultades y pasiones humanas. Una sociedad no puede cambiar por muy razonable o atrayente que sea el ideal que se propone. Es necesario algún principio que haga inevitable el ansiado cambio social, y que lo realice indefectiblemente. Este principio activo no podía estar por encima del hombre, cosa que negaba su herencia filosófica, luego sólo quedaba una solución, que proviniese de la misma estructura que la Naturaleza.
  • 3. Marx sustituyó la libre voluntad del hombre, en la que no creía, por una fuerza irracional, que procede de la misma estructura de la Naturaleza, y que se rige por las mismas leyes que las de la mecánica determinista newtoniana. Esta sustitución aseguraba la eficacia e inexorabilidad del cambio social; ya no dependía de la débil e ineficaz voluntad humana, sino de una ciega e inevitable fuerza de la Naturaleza. A partir de ese momento el problema que se planteaba era explicar cómo toda la actividad humana podía reducirse a puro impulso natural, o manifestación de una energía natural, y una vez logrado esto, introducir algún tipo de progreso que explique cómo el devenir histórico está orientado hacia la consecución de ese paraíso terrenal. La solución de la primera parte del problema se la proporcionó la misma ética de Smith, para quién “…el vicio privado…” -la avaricia y el egoísmo- era el fundamento del bienestar común. Marx interpretó este “afán de lucro” como manifestación de una fuerza irracional, fundamentada en último término, en la íntima estructura de la materia. La lucha por mejorar las condiciones de vida se convierte así en el impulso fundamental del hombre, al que puede reducirse cualquier otra actividad humana. La organización social, legal, la ciencia, la religión, etc., no es más que una “superestructura” consecuencia de esa fuerza bruta que rige el comportamiento del hombre. La solución a la segunda parte del problema, el materialismo dialéctico, le vino sugerida, al menos en parte, por la lectura de los escritos pesimistas de Malthus y Ricardo. Las leyes “naturales” e inevitables de la economía ricardiana, junto con un proceso dialéctico de origen hegeliano, dio lugar al materialismo dialéctico. La raíz creadora de todos los hechos sociales se halla en las relaciones de producción. El modo de producción es la “infraestructura” de todo el acontecer humano. El modo de producción de la vida material determina, en forma general, la vida social y cultural. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, al contrario, “…su ser social lo que determina su conciencia…”. El hombre es fruto y consecuencia de las relaciones productivas, aunque también puede modificar esas relaciones condicionantes. El transcurso de este condicionamiento, y sus modificaciones, constituye la historia, que tiene unas leyes de carácter evolutivo. Por esta razón la historia se desenvuelve en continuos conflictos que se resuelven deacuerdo con la ley dialéctica “negación de la negación”. La producción masiva es la fórmula típica del capitalismo, que ha desatado las fuerzas de la producción, generando un proceso de injusticia creciente. Cuando el conflicto alcance su cima se producirá el fenómeno de la transformación dialéctica y aparecerá un nuevo modelo social con su propio desarrollo histórico. Estas fuerzas ciegas he impersonales, que tienen su origen en la estructura de la materia, y que actúan dentro de este proceso dialéctico, tienen una finalidad: la última y definitiva liberación de la humanidad de todo tipo de sufrimientos e injusticias, que son la raíz de todos los desórdenes sociales. Marx dio tanta importancia al estudio del cambio social, que cuando intentó establecer la finalidad de ese cambio, su contestación fue contradictoria o, al menos sorprendente. No hay nada en todo el proceso elaborado por Maque justifique la existencia de ese fin. No se entiende por qué ese proceso económico-dialéctico, deberá interrumpirse y alcanzar una meta.
  • 4. Marx creó una religión sin Dios, en la que el hombre no podía esperar su liberación de un Ser superior, ni siquiera de sí mismo, sino de un proceso ciego e imparable -el materialismo dialéctico-, cuya manifestación más inmediata es el mismo proceso económico productivo. Marx relativizó las leyes naturales de la economía clásica, diciendo que efectivamente son válidas e inexorables, pero dentro de su propio período de desarrollo histórico. Para relativizar las leyes naturales del capitalismo, tuvo que absolutizar una ley de origen extraeconómico, el materialismo dialéctico. Marx que seguía siendo un economista clásico, logró que la mano invisible de Smith no sólo armonizara lo intereses individuales, sino que gobernara toda la historia. Como todos los autores clásicos, pensaba qué, en último término, la armonía universal está garantizada por la operación de una ley natural, que todo lo gobierna y lo somete. En este sentido, es científico el materialismo histórico; las leyes de la economía son como las de la física, o de la química. Es necesario conocerlas, para así poder acelerar el proceso dialéctico que le llevará al supuesto paraíso terrenal. Marx observó que el capitalismo es un sistema económico que se fundamenta en el principio de equivalencia de intercambios. “…Son mercancías intercambiables aquellas que tienen incorporadas la misma cantidad de trabajo, en consecuencia tienen el mismo valor…”. Luego en un sistema de equivalencia de intercambios existe una ley-la de formación de salarios- que permite la existencia de un beneficio no ganado. Esta es la principal contradicción del sistema económico clásico. Marx resolvió esta paradoja distinguiendo entre “valor-trabajo del producto del trabajo”, en cuanto cantidad de trabajo-tiempo invertido en su producción, “valor-trabajo del papel laboral de los obreros”, que estos venden a los empresarios, a causa de que no tienen medios de producción y por tanto, no pueden producir ni vender nada por sí mismos. El empresario tiene la buena suerte de que puede comprar una mercancía -el trabajo-, cuya utilización proporciona más “valor-trabajo” que el necesario para su propio mantenimiento, que es el que regula su valor de cambio. El trabajo es la única mercancía cuyo valor de uso excede su valor de cambio; luego quien quiera que compre trabajo, y lo emplee para producir mercancías intercambiables, consigue un exceso de valor o plusvalía. De acuerdo con el razonamiento clásico, un excedente provocará “…una reacción competitiva que acabará por anular ese excedente…”. Marx sostiene sin embargo, que la plusvalía “…no es un elemento del coste de producción..” , ya que si bien es cierto que el trabajo, causante del valor añadido del producto, es incorporado por el obrero, éste no obtiene su equivalente. Ante un planteamiento económico tan lúcido, Marx intenta una explicación que fundamentalmente no se aparta un ápice de los planteamientos clásicos, y que le lleva a decir que, del mismo modo que la ley natural de la superpoblación, de Malthus, sirvió a Ricardo para explicar por qué los salarios se mantienen tan bajos, él la emplearía para explicar la preservación del beneficio. La plusvalía, diferencia de valores, es causada por un exceso de población que, al incrementar la oferta del trabajo, hace bajar su precio
  • 5. de mercado, lo cual incrementa la diferencial de los valores, y, en consecuencia, incrementa el beneficio, a través del aumento de la plusvalía. En cuanto al capital, es un medio de explotación, su forma física son los medios, o instrumentos de producción, mediante los cuales se proporciona empleo a todos los que no son propietarios de esos medios. Es evidente que el empleo de una máquina aumenta la productividad del obrero y, en consecuencia, la “plusvalía”. El capital sólo produce plusvalía cuando se emplea en la producción comprando mano de obra. Luego todo el capital que está invertido en máquinas, no proporciona ningún ingreso. La función del capital constante es proporcionar la estructura técnica, que hace posible la compra de trabajo mediante el capital variable. El progreso tecnológico incrementa el rendimiento de la mano de obra, mediante el aumento progresivo de la proporción de capital constante que participa en el proceso productivo, y, en consecuencia, una disminución relativa del capital variable. Es decir, reduce la capacidad del capital total para comprar trabajo, única fuente de plusvalía. En cuanto a la formación de los precios, Marx admitió el principio clásico de que el capital, en su afán de buscar las inversiones de rendimiento masivo, acaba por igualar los beneficios de todos los sectores productivos. Por otro lado, había establecido que el beneficio depende de la “estructura orgánica” del capital. Es decir, que las industrias más tecnificadas -con más capital constante- producen menos plusvalía que las industrias muy manuales -con mucho capital variable- , pues solo la compra de mano de obra -según su teoría del “valor-trabajo”- es fuente de plusvalía o beneficio. Según Marx, la competencia entre los capitalistas por conseguir las inversiones más ventajosas hace que el capital fluya desde las industrias muy tecnificadas (T) -poco rentables- a las industrias muy manuales (M). Grandes generadoras de plusvalía. Este flujo de capital se estabiliza cuando se consigue igualar la tasa de beneficios de todas las actividades industriales. los precios a los que se consigue esta igualdad se llaman “precios de producción”. Estos precios no coinciden con los valores de los productos, sino que se desvían, por arriba o por abajo, según que incluyan una tasa de beneficio mayor o menor que la tasa media de beneficios. Con este mecanismo de precios se consigue una redistribución de la plusvalía, en proporción al capital invertido. De donde resulta que los productos T reciben a través de los precios de producción un beneficio que no es enteramente producido por los obreros empleados en sus industrias, mientras que los capitalistas M no se quedan con toda la plusvalía generada por los obreros empleados en sus industrias. Esta transferencia de plusvalía sólo puede realizarse en el ámbito de los consumidores, siempre y cuando sean los mismos consumidores los que adquieran los productos T y M, pues en ese caso sus ahorros y pérdidas acabarían por cancelarse mutuamente, sin que se alterase la ganancia total de explotación. La realidad es que de forma paralela -y en coherencia con el planteamiento de Marx-, así como hay dos clases sociales en el ámbito de la producción: capitalistas y obreros, pues no compran las mismas cosas los capitalistas y los obreros.
  • 6. El “tableau economique” de Quesnay, y su original forma de poner de manifiesto la existencia de un flujo circular de bienes, había constituido motivo de admiración para Marx. Esta idea fisiográfica va a dar origen al nacimiento de una interesante teoría de los ciclos económicos, en la que se integra y armoniza gran parte del pensamiento económico de Marx. Las investigaciones sobre la estructura del capital y la explicación de la ley del decaimiento de la tasa de beneficios sugerían la existencia de dos grandes sectores productivos: el sector de bienes de equipo (SBE) y el sector de bienes de consumo (SBC), según que el producto elaborado fuera un medio de producción (maquinaria, herramientas, etc.) o, bien de consumo (alimentos, vestidos, etc.). Entre ambos sectores se establece un flujo de maquinarias y herramientas, producidas en SBE, necesarias en SBC, y, en sentido inverso, de bienes de consumo producidos en SBC, y necesarios en SBE. Estos dos sectores se necesitan mutuamente y, de hecho, sólo comparten parcialmente. Se trata entonces de buscar cuáles son las condiciones para que este modelo económico, funcionando en régimen cíclico, alcance un equilibrio estable. Marx realizó un supuesto básico: el valor del producto de ambos sectores se determina como la suma del valor de los materiales y maquinarias empleados en el proceso productivo, más el valor de los salarios empleados, y más las plusvalías. La principal aportación de Marx al estudio de la crisis económica la constituye su certera visión de que existe una inherente inestabilidad ligada al circuito económico de bienes y capitales, y que la estructura de este último influye notablemente en la fluidez de circulación en ese circuito. La economía clásica, con menos justificación que la mecánica newtoniana, o clásica, aplicó una concepción matemática de equilibrio. La moderna economía, como la moderna física, ha admitido que el concepto de equilibrio es más una concepción operativa que una simple igualdad matemática. El marxismo, como hemos observado a lo largo de todos estos textos, incurre en el error, reforzando la supuesta antinomia capital-trabajo como único medio para superarla. Este planteamiento exige reducir al hombre a la condición de medio al considerarlo como una especie de “resultante” de las tendencias productivas de la economía. La vía para solucionar, a nivel teórico y práctico, este enfrentamiento entre el trabajo y el capital, tiene que basarse en una sana antropología que reafirme la primacía de la persona sobre las cosas y, en consecuencia, del trabajo del hombre, actividad de la persona, sobre el capital, acumulación de cosas. El MARXISMO es el conjunto de movimientos políticos, sociales, económicos y filosóficos derivados de la obra de Karl Marx, economista, filósofo y periodista revolucionario alemán de origen judío,1 quien contribuyó en campos como la sociología, la economía, el derecho, la historia, y la Filosofía y de su allegado Friedrich Engels, quien le ayudó en muchas de sus teorías. Engels acuñó el término socialismo científico para diferenciar el marxismo de las corrientes socialistas anteriores englobadas por él bajo el término socialismo utópico. También se emplea el término
  • 7. socialismo marxista para referirse a las ideas y propuestas específicas del marxismo dentro del marco del socialismo. El objetivo que se propone es que los trabajadores tengan un acceso a los medios de producción en forma institucionalizada; es decir, utilizando las instituciones públicas del Estado para que los trabajadores obtengan medios de producción y evitar que: "La burguesía va concentrando cada vez más los medios de producción, la propiedad y la población del país. Reúne a la población, centraliza los medios de producción y concentra en pocas manos la propiedad"2 Marx no propone la abolición de la propiedad privada, lo cual es un mito largamente extendido; lo que propone es la abolición del sistema de propiedad burguesa; claramente mencionado en su Manifiesto Comunista: "Lo que caracteriza al comunismo, no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del sistema de propiedad burgués"3 ya que la burguesía viola la ley, corrompe las instituciones u otros mecanismos ilegales para apropiarse de la propiedad de los trabajadores; así por ejemplo, el robo de tierras a indígenas, el robo de propiedad intelectual a inventores como Tesla.[cita requerida] Con el acceso a los medios de producción a los trabajadores, el marxismo concluye que se lograra una sociedad sin clases sociales donde todos vivan con dignidad, sin que exista la acumulación de propiedad privada sobre los medios de producción por unas cuantas personas, porque supone que ésta es el origen y la raíz de la división de la sociedad en clases sociales. Esto implicaría una enorme competencia y eficiencia en la economía; además, el trabajador no se puede explotar a si mismo ni tampoco puede explotar a otro trabajador, porque tiene también su medio de producción; lo que ocasionaría es que los trabajadores se organizarían para crear empresas más grandes a través de asociaciones justas; por tal motivo Marx expresa "El precio medio del trabajo asalariado, es el mínimo posible. Es decir, el mínimo necesario para que el obrero permanezca vivo. Todo lo que el obrero asalariado obtiene con su trabajo, es pues, lo que estrictamente necesita para seguir viviendo y reproduciéndose. Nosotros no aspiramos en modo alguno, a impedir los ingresos generados mediante el trabajo personal, destinados a adquirir los bienes necesarios para la vida". Y recalca en su Manifiesto "Sólo aspiramos, a destruir el carácter ignominioso de la explotación burguesa, en la que el obrero sólo vive para multiplicar el capital". Así entonces, el trabajador o trabajadores serán dueños de sus propios negocios, iniciando un elevado comercio; por esa razón en el Manifiesto especifica que "El comunismo, no priva a nadie del poder adquirir bienes y servicios". Marx considera que cada país tiene sus particularidades y por tanto las medidas para proveer a los trabajadores de medios de producción pueden ser diferentes y que al principio parecerán que no son suficientes. Marx tiene en claro la ley de la escasez, y por ende, la distribución de medios de producción en forma institucionalizada y legal se dará poco a poco en una transición lenta pero efectiva; por tal motivo concluye en su Manifiesto "(...) por medio de medidas, que aunque de momento parezcan económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso del movimiento serán un gran resorte propulsor, y de las que no puede prescindirse, como medio para transformar todo el régimen de producción vigente".
  • 8. En conclusión, Marx propone el uso de las instituciones del estado, como por ejemplo, el uso de los impuestos para financiar la compra y distribución de los medios de producción a los trabajadores, que al paso del tiempo formará un mercado de competencia perfecta. Las raíces filosóficas del marxismo Marx tuvo dos grandes influencias filosóficas: la de Feuerbach, que le aportó y afirmó su visión materialista de la historia, y la de Hegel, que inspiró a Marx acerca de la aplicación de la dialéctica al materialismo. Aunque para su trabajo de disertación doctoral eligió la comparación de dos grandes filósofos materialistas de la antigua Grecia, Demócrito y Epicuro, Marx ya había hecho suyo el método hegeliano, su dialéctica. Ya en 1842 había elaborado su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel desde un punto de vista materialista. Pero a principios de la década del 40, otra gran influencia filosófica hizo efecto en Marx: la de Feuerbach, especialmente con su obra La esencia del cristianismo. Tanto Marx como Engels abrazaron la crítica materialista de Feuerbach al sistema hegeliano, aunque con algunas reservas. Según Marx, el materialismo feuerbachiano era inconsecuente en algunos aspectos, idealista. Fue en las Tesis sobre Feuerbach (Marx, 1845) y La ideología alemana (Marx y Engels, 1846) donde Marx y Engels ajustan sus cuentas con sus influencias filosóficas y establecen las premisas para la concepción materialista de la historia. Si en el idealismo de Hegel la historia era un devenir de continuas contradicciones que expresaban el autodesarrollo de la Idea Absoluta, en Marx son el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción las que determinan el curso del desarrollo socio-histórico. Para los idealistas el motor de la historia era el desarrollo de las ideas. Marx expone la base material de esas ideas y encuentra allí el hilo conductor del devenir histórico. Influencias intelectuales en Marx y Engels Marx y Engels se basaron en la filosofía alemana de Hegel y de Feuerbach, la economía política inglesa de Adam Smith y de David Ricardo, y el socialismo y comunismo francés de Saint-Simon y Babeuf respectivamente, para desarrollar una crítica de la sociedad que fuera tanto científica como revolucionaria. Esta crítica alcanzó su expresión más sistemática en su obra más importante dedicada a la sociedad capitalista, El capital: crítica de la economía política. Además de las raíces mencionadas, algunos pensadores marxistas del siglo XX, como Louis Althusser o Miguel Abensour, han señalado en la obra de Marx, el desarrollo de temas presentes en la obra de Maquiavelo o Spinoza. También diversos sociólogos y filósofos, como Raymond Aron y Michel Foucault, han rastreado en la visión marxista del final del feudalismo como comienzo del absolutismo y la separación del Estado y la sociedad civil, la influencia de Montesquieu y Tocqueville, en particular en sus obras sobre el bonapartismo y la lucha de clases en Francia. La economía marxista
  • 9. La economía política es esencial para esta visión, y Marx se basó en los economistas políticos más conocidos de su época, los economistas políticos clásicos británicos, para ulteriormente criticar su forma de pensar. La economía política, que es anterior a la división que se hizo en el siglo XX de las dos disciplinas, trata las relaciones sociales y las relaciones económicas considerándolas entrelazadas. Marx siguió a Adam Smith y a David Ricardo al afirmar que el origen de los ingresos en el capitalismo es el valor agregado por los trabajadores y no pagado en salarios. Esta teoría de la explotación la desarrolló en El capital, investigación “dialéctica de las formas que adoptan las relaciones de valor. En su labor política y periodística Marx y Engels comprendieron que el estudio de la economía era vital para conocer a fondo el devenir social. Fue Marx quien se dedicó principalmente al estudio de la economía política una vez que se mudó a Londres. Marx se basó en los economistas más conocidos de su época, los británicos, para recuperar de ellos lo que servía para explicar la realidad económica y para superar críticamente sus errores. Vale aclarar que la economía política de entonces trataba las relaciones sociales y las relaciones económicas considerándolas entrelazadas. En el siglo XX esta disciplina se dividió en dos. Marx siguió principalmente a Adam Smith y a David Ricardo al afirmar que el origen de la riqueza era el trabajo y el origen de la ganancia capitalista era el plustrabajo no retribuido a los trabajadores en sus salarios. Aunque ya había escrito algunos textos sobre economía política ( Trabajo asalariado y capital4 de 1849, Contribución a la Crítica de la Economía Política4 de 1859, Salario, precio y ganancia4 de 1865) su obra cumbre al respecto es El capital. El capital ocupa tres volúmenes, de los cuales sólo el primero (cuya primera edición es de 1867) estaba terminado a la muerte de Marx. En este primer volumen, y particularmente en su primer capítulo (Transformación de la mercancía en dinero), se encuentra el núcleo del análisis marxista del modo de producción capitalista. Marx empieza desde la "célula" de la economía moderna, la mercancía. Empieza por describirla como unidad dialéctica de valor de uso y valor de cambio. A partir del análisis del valor de cambio, Marx expone su teoría del valor, donde encontramos que el valor de las mercancías depende del tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. El valor de cambio, esto es, la proporción en que una mercancía se intercambia con otra, no es más que la forma en que aparece el valor de las mercancías, el tiempo de trabajo humano abstracto que tienen en común. Luego Marx nos va guiando a través de las distintas formas de valor, desde el trueque directo y ocasional hasta el comercio frecuente de mercancías y la determinación de una mercancía como equivalente de todas las demás (dinero). Así como un biólogo utiliza el microscopio para analizar un organismo, Marx utiliza la abstracción para llegar a la esencia de los fenómenos y hallar las leyes fundamentales de su movimiento. Luego desanda ese camino, incorporando paulatinamente nuevo estrato sobre nuevo estrato de determinación concreta y proyectando los efectos de dicho estrato en un intento por llegar, finalmente, a una explicación integral de las relaciones concretas de la sociedad capitalista cotidiana. En el estilo y la redacción tiene un peso extraordinario la herencia de Hegel.
  • 10. La crítica de Marx a Smith, Ricardo y al resto de los economistas burgueses reside en que sus análisis económicos son ahistórico (y por lo tanto, necesariamente idealista), puesto que toman a la mercancía, el dinero, el comercio y el capital como propiedades naturales innatas de la sociedad humana, y no como relaciones sociales productos de un devenir histórico y, por lo tanto, transitorias. Junto con la teoría del valor, la ley general de la acumulación capitalista, y la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, son otros elementos importantes de la economía marxista El marxismo y la religión El marxismo ha sido tradicionalmente opuesto a todas las religiones. Marx escribió al respecto que "el fundamento de la crítica irreligiosa es: el ser humano hace la religión; la religión no hace al hombre" y la frase cuyo final se haría célebre: La miseria religiosa es, por una parte la expresión de la miseria real y, por la otra, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo.5 La referencia al opio ha prestado a una interpretación vulgar ya que éste no es -como suele suponerse- un estupefaciente ni tampoco un alucinógeno, sino un narcótico analgésico. Este equívoco del lector contemporáneo ha derivado en una confusión frecuente respecto de la sentencia marxista. La cita completa revela el porqué de la referencia a un opiáceo: jamás pretende que la religión se considere una forma de degradación intelectual ni tampoco una mera ilusión generada por las clases dominantes (interpretación no marxista que suprimiría la idea que éste tenía de la ideología, esto es, la ilusión de universalidad dentro de cada clase), sino que la religión sea, por el contrario, el anestésico necesario de la sociedad entera frente a la alienación social y de las clases oprimidas frente a sus condiciones materiales de existencia. En Marx, la crítica de la religión no es una defensa del ateísmo, sino la crítica de la sociedad que hace necesaria a la religión. La supresión de estas condiciones y la realización plena de la comunión humana se desvincula de la condición biológica, proyectándose "al cielo" como intervención divina en una parusía futura, particularmente en el especial caso del cristianismo,6 en vez de construirse políticamente mediante la abolición de la propiedad privada y la división del trabajo. El fundamento filosófico del rechazo marxista de la religión ha estado vinculado al desarrollo del materialismo dialéctico por parte de Engels y Lenin. En cualquier caso, ha habido diversos teóricos que consideran que ser marxista y religioso es compatible. Dentro de ellos se puede señalar al irlandés James Connolly y a diversos autores dentro de la teología de la liberación como Camilo Torres y Leonardo Boff. Pero la crítica teórica hacia cualquier religión se basa en que ésta es concebida como el resultado de la producción de la superestructura de la sociedad, es decir, de la fabricación de ideas ideológicas que se hace una sociedad sobre sus propios modos de producción económicos. Así, la religión siempre es una concepción de ideas políticas que tienden a reafirmar la estructura económica existente. Los textos marxistas donde se puede encontrar información sobre la concepción marxista de la religión son: La ideología alemana de Marx y Engels, y La filosofía como arma de la revolución de Louis Althusser. Marx describe a la religión como un ente alienador, el cual le pone
  • 11. como meta alcanzar a Dios, situación imposible para un humano pues Dios es la esencia humana deificada, es decir: la humanidad le ha dado sus mejores características a Dios. La religión haría conformista al hombre y lo obligaría a no luchar en este mundo, pues este es solo un preludio del verdadero. La síntesis cristiano-marxista de los teólogos de la liberación replica que el marxismo no implica este aserto y que, de ser así, también las clases dominantes impregnadas de espíritu religioso serían conformistas respecto de su existencia material e incluso serían pasivas frente a un conflicto con otras clases sociales. Para estos, en cambio, la religión -y en particular la cristiana- siempre exige una lucha en este mundo en función de una comunidad religiosa: sea con o sin clases dependiendo de cómo se la entienda políticamente. Debe recordarse que para el catolicismo la resurrección es el regreso al edén en la tierra y que, aunque dependa de Dios, ningún esfuerzo individual tendría sentido si estuviera coronado por una muerte sin retorno (incluso si la realización plena de la humanidad pudiera hacerse sólo socialmente y no biológicamente como en la resurrección cristiana), ya que la salvación de cada hombre de acuerdo a su esfuerzo dentro del alienado mundo presente sólo puede ser asegurado con la eternidad y la participación en el mundo venidero. Esto es igualmente cierto tanto para el ideario de autorrealización personal de la derecha cristiana (calvinista o al menos reconciliada con la burguesía), como para la lucha de clases de la izquierda cristiana (marxista o no), como para las originarias posiciones ascéticas y apolíticas del cristianismo primitivo. Estas últimas en particular dieron forma estamental a la dicotomía interna entre la vida económica y la religiosa del occidente medieval extramundano y a su peculiaridad histórica de fusión entre "sociedad civil" y "sociedad política" descrita con atención por Marx en su obra Sobre la cuestión judía, cuya visión llegaría, junto con la opuesta de Nietzsche, a Max Weber, y que entroncaría en el debate marxista-weberiano sobre la influencia económica de la religión. En su versión más ortodoxa, la interpretación marxista de la religión sería la de una forma de alienación cuya consecuencia para el hombre sería perder sus virtudes para adjudicárselas a un inventado ser supremo. Según Karl Marx, esto es lo que ocurriría en particular con la religión monoteísta: el hombre toma toda virtud que posee y toda idealización metafísica posible, y se la atañe a un ser supremo de su propia creación, devaluándose a sí mismo y dedicando su ser y propio destino a su voluntad y una trascendencia irreal posibilitada por su existencia.