2. Al comienzo de este tiempo litúrgico, el evangelio nos invita a
contemplar la vocación de los discípulos en los primeros
momentos del ministerio de Jesús:
-uno de ellos es Andrés
-el otro se suele identificar con Juan, el discípulo amado, aunque
el texto no dice nada al respecto.
3. Podríamos pensar que esto
de la vocación es algo
reservado a unos pocos (en
este sentido es frecuente que
“vocación” se asocie
únicamente a la vida
religiosa o al ministerio
ordenado), o que es algo
individual y puntual. Sin
embargo, la lectura de este
domingo nos invita a
darnos cuenta de que la
vida cristiana tiene que ver
con un itinerario que es un
itinerario vocacional, que no
realizamos en solitario,
aunque es un itinerario
personal.
4. En el relato, Juan Bautista, que conoce a Jesús
y lo reconoce “pasando por allí”, hace que también
los discípulos se fijen en Él y comiencen a
seguirle. Con su indicación, ayuda a que los
discípulos se pongan en camino.
5. Posiblemente muchos
de nosotros podemos
decir que en ese camino
estamos desde que
tenemos memoria o
incluso antes: desde
muy pequeños, y casi
sin saberlo, hemos sido
iniciados en la vida
cristiana. Los discípulos
del evangelio no son
niños, pero también
comienzan a seguir a
Jesús sin saber muy
bien a quién siguen
ni para qué.
6. Ahora bien, la palabra primera de Juan Bautista y el
ponerse en camino es sólo el principio, les hará falta el
encuentro con Jesús, porque a ellos, igual que a
nosotros, no les basta la indicación primera. Nadie es
cristiano por tradición, ni por experiencia ajena.
7. A esos discípulos,
en el momento
oportuno, Jesús les
dirige una palabra que
les invita a tomar
conciencia de lo que
bulle en su
interior: “¿Qué
buscáis?”. La
pregunta de Jesús
conecta con la
realidad vital de los
discípulos. Es una
pregunta-invitación.
Invitación a caer en la
cuenta de lo que
llevan en el corazón,
invitación a
cuestionarse sobre
esos primero pasos
que han dado en pos
de Él.
8. Fue el Bautista quien les dijo que
Él era el Cordero de Dios ,
señalándole como el Mesías
esperado. Eso fue lo que
les puso en camino. Ahora, la
palabra de Jesús les hace caer
en la cuenta, con mayor
hondura, de que aquello que
buscan no es “algo” sino
“Alguien”. Aún no se dirigen a
Jesús como “Mesías”, le llaman
“Maestro”. Saben que no buscan
ideas ni doctrinas, que no
quieren respuestas hechas.
Quieren saber de Él, de su
mundo vital, de su proyecto, por
eso le preguntan: “Maestro,
¿dónde vives?”.
9. La contestación de Jesús está muy lejos de ser una
respuesta teórica: “Venid y lo veréis”. Es un segundo
momento marcado por la invitación a una relación
personal. Y es que aquello que los discípulos buscan
sólo pueden encontrarlo haciendo la experiencia de
vivir con Él. Sólo sabrán de Jesús adentrándose en su
vida, acogiendo la amistad que Él ofrece. El relato
continúa con tres verbos seguidos que condensan todo un
itinerario vital: “fueron, vieron y se quedaron con Él”.
10. Sólo después de esta experiencia de encuentro,
pueden los discípulos hablar de Él como el
Mesías: “Hemos encontrado al Mesías”. Compartir la
vida de Jesús hace de ellos discípulos y testigos que
anuncian a otros la alegría del encuentro. Ahora,
ellos serán, como lo fue el Bautista, capaces de
animar a otros a “ir donde Jesús”.
11. En este recorrido que hace el
Evangelio, al presentarnos la
vocación de los discípulos, nos
podemos reconocer todos los que
queremos seguir a Jesús. Esta
lectura nos ofrece también la
oportunidad de agradecer y
reconocer (y ¿por qué no? de
compartir en con otros) la historia
de nuestra vocación: cómo nos
pusimos en camino cuando
alguien nos habló de Jesús, cómo
han ido surgiendo en nosotros
preguntas y búsquedas, cómo en
medio de ellas, Jesús nos ha
salido y nos sigue saliendo al
encuentro, invitándonos
personalmente a estar con Él, a
compartir su vida y a descubrir su
proyecto.