1. Asesinado por el cielo
Un enredo colectivo
(Generación del 27 y Surrealismo)
Un enredo poético
I. Muerte
II. Amor
III. Paisajes
2. I. Muerte
Asesinado por el cielo,
entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré crecer mis cabellos.
No aquél que a sus cabellos
ató la muerte.
Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.
Con el árbol de muñones que no canta
y el niño con el blanco rostro de huevo.
Con los animalitos de cabeza rota
y el agua harapienta de los pies secos.
Con todo lo que tiene cansancio sordomudo
y mariposa ahogada en el tintero.
Tropezando con mi rostro distinto de cada día.
¡Asesinado por el cielo!
Pero el hombre se agita en todas direcciones,
Sueña con libertades, compite con el viento,
Hasta que un día la quemadura se borra,
Volviendo a ser piedra en el camino de nadie.
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Ese hombre está muerto
3. y no lo sabe.
Quiere asaltar la banca,
robar nubes, estrellas, cometas de oro,
comprar lo más difícil:
el cielo.
Y ese hombre está muerto.
Muerto se quedó en la calle
con un puñal en el pecho.
No lo conocía nadie.
¡Cómo temblaba el farol!
Madre.
¡Cómo temblaba el farolito
de la calle!
Era madrugada. Nadie
pudo asomarse a sus ojos
abiertos al duro aire.
Que muerto se quedó en la calle
que con un puñal en el pecho
y que no lo conocía nadie.
se le vio, caminando entre fusiles
por una calle larga,
Si muero,
dejad el balcón abierto.
He cerrado mi balcón
porque no quiero oír el llanto,
pero por detrás de los grises muros
no se oye otra cosa que el llanto.
Todos cerraron los ojos;
4. rezaron: ¡ni Dios te salva!
«ya es de noche».
La noche donde yo estoy
ahora,
donde tú estás junto a mí
tan dormida y tan sin sol
Al dnetrieeeaá qeeieu deoaiae sy,
lá od emn s fn u xg n uñ
mgn ua
Smted aor vd s vd,
oeino
ta ia u ia
Snmshrzneqeorsoo fet afet.
i á oiot u to js rne
rne
Dnepnsydca n sa msqenmrs
od ea
ihs o en á u obe,
Ceoyter ntvse trod u rced;
il
ira aio n on e n euro
Dnea fnqeelbesnsbroy mso
od l i ud ir i ael o im,
Dset e nel,asni,
iulo n iba ueca
Asni lv cm cred nñ.
ueca ee oo an e io
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo
blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte,
Ávidos dientes sin carne todavía,
Amenazan abriendo sus torrentes,
De otro lado vosotros, placeres prohibidos,
Bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita,
Tendéis en una mano el misterio.
Sabor que ninguna amargura corrompe,
Cielos, cielos relampagueantes que aniquilan.
Abajo, estatuas anónimas,
Las estatuas sufren por los ojos con la oscuridad de los
ataúdes,
pero sufren mucho más por el agua que no desemboca.
Que no desemboca.
Sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla;
Una chispa de aquellos placeres
Brilla en la hora vengativa.
¡Pronto! ¡Los bordes! ¡Deprisa! Y croaban las estrellas
tiernas.
...que no desemboca.
5. Su fulgor puede destruir vuestro mundo.
El pueblo corría por las almenas rompiendo las cañas de los
pescadores.
¡Qué débil el latido
de
tu corazón leve
y qué hondo y qué fuerte su secreto!
¡Qué breve el
cuerpo delicado
que lo envuelve de rosas,
y qué lejos, desde
cualquiera parte tuya
-y qué no hechoel centro de tu alma!
¿Quién sacude en mi almohada
reinados de yel y sangre,
cielos de azufre,
mares de vinagre?
¿Qué voz difunta los manda?
Contra mí, mundos enteros,
contra mí, dormido,
maniatado,
indefenso.
Nieblas de a pie y a caballo,
nieblas regidas
por humos que yo conozco
en mí enterrados,
van a borrarme.
Y era yo entre la niebla quien oía, quien veía mucho más y todo esto.
Nueva York, Wall Street, banca de sangre,
6. áureo pulmón comido de gangrena,
araña de tentáculos que hilan
fríamente la muerte de otros pueblos.
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero la muerte va también
por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos;
la muerte está en la escoba,
en la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.
Así como en la roca nunca vemos
La clara flor abrirse,
Entre un pueblo hosco y duro
No brilla hermosamente
El fresco y alto ornato de la vida.
Pero la vida sólo la aprendemos,
y placer y dolor se ofrecen siempre
tal mundo virgen para cada hombre.
Así mi pena inculta es nueva ahora.
Por esto te mataron, porque eras
Verdor en nuestra tierra árida
Y azul en nuestro oscuro aire.
7. Estoy cansado de estar vivo,
Aunque más cansado sería el estar muerto;
Estoy cansado del estar cansado
Aunque sólo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.
Para morir basta un ruidillo,
el de otro corazón al callarse,
o ese regazo ajeno que en la tierra
es un navío dorado para los pelos rubios.
Miro al fondo la luz, y creo a solas.
A solas pues que existes. Existir es vivir con ciencia a ciegas.
Pues oscura te acercas
y en mis ojos más luces
siéntense sin mirar que en ellos brillen.
Por tus blancos ojos cruzan
ondas y peces dormidos.
Pájaros y mariposas
japonizan en los míos.
No brillan, pues supieron.
¿Saber es conocer? No te conozco y supe.
Saber es alentar con los ojos abiertos.
¿Dudar...? Quien duda existe. Sólo morir es ciencia.
No es el vómito de los húsares sobre los pechos de la prostituta,
ni el vómito del gato que se tragó una rana por descuido.
Son los muertos que arañan con sus manos de tierra
las puertas de pedernal donde se pudren nublos y postres.
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
9. Y alguien detrás, a tu espalda,
siempre.
Para unos vivir es pisar cristales con los pies desnudos;
para otros vivir es mirar el sol frente a frente.
La playa cuenta días y horas por cada niño que muere.
Una flor se abre, una torre se hunde.
Una orilla impasible donde rompen
cuerpos u ondas mares, o la frente.
Vivir, vivir, el sol cruje invisible,
besos o pájaros, tarde o pronto o nunca.
Para morir basta un ruidillo,
el de otro corazón al callarse,
o ese regazo ajeno que en la tierra
es un navío dorado para los pelos rubios.
Se le vio caminar...
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
Tres golpes de sangre tuvo
y se murió de perfil.
Viva moneda que nunca
se volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone
10. su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado,
encendieron un candil.
Y cuando los cuatro primos
llegan a Benamejí,
voces de muerte cesaron
cerca del Guadalquivir.
Cuando me dijeron que te habías marchado
Adonde no se vuelve
Adonde nadie
Sabe nada de nadie.
Adonde acaba el mundo.
Amargos son los días
De la vida, viviendo
Sólo una larga espera
A fuerza de recuerdos.
Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Me buscarás. Entonces
¿Qué ha de decir un muerto?
Lo primero que lamenté fue no haberte abrazado más veces
Muchas más
Muchas más veces muchas más
La muerte te llevó y me dejó
Tan solo
11. Tan solo
Tan muerto yo también.
¿o u epríprsepe
Prqét ed o imr
E qel ad lr?
naulatrecaa
Cne ro emñnsqen at
o lábld uoe u ocna
ye iocne lnorsr eheo
lnñ o lbac otod uv.
Cnlsaiaio ecbz oa
o o nmltsd aeart
ye gahrpet elspe eo.
lau aainad o isscs
Hym eh sársc
o ipcoet eeo
Cm n srlaaaaa
oouaetel pgd.
Como un golpe de viento
Que deshace la sombra,
Caí en lo negro,
En el mundo insaciable.
Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires,
Que yo pronto he de irme, confiado,
Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga
Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe.
Adiós, adiós, compañeros imposibles.
Que ya tan sólo aprendo
A morir, deseando
Veros de nuevo, hermosos igualmente
En alguna otra vida.
12. Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.
La alegría vivaz que vierten en las venas
rubia es también,
idéntica a la piel que asoman;
no les dejéis marchar porque sonríen
como la libertad sonríe,
luz cegadora erguida sobre el mar.
Oh esa luz sin espinas que acaricia
la postrer ignorancia que es la muerte.
Llevadla al nivel del mar
y nombradla capitana
de un blanco bajel de guerra.
Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.
Si muero,
dejad el balcón abierto.
El niño come naranjas.
(Desde mi balcón lo veo.)
13. Tan luminosa,
que mis horas perdidas, yo mismo,
quedamos redimidos de la sombra,
para no ser ya más
que memoria de luz;
de luz que vi cruzarme,
seda, agua o árbol, un momento.
Quisiera saber por qué esta muerte
al verte, adolescente rumoroso,
mar dormido bajo los astros ciegos,
aún constelado por escamas de sirenas,
o seda que despliegan
cambiante de fuegos nocturnos
y acordes palpitantes,
rubio igual que la lluvia,
sombrío igual que la vida es a veces.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
Muerte como el puñado de arena,
como el agua que en el hoyo queda solitaria,
como la gaviota que en medio de la noche
tiene un color de sangre sobre el mar que no existe
Tres golpes de sangre tuvo
y se murió de perfil.
Viva moneda que nunca
se volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone
su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado,
encendieron un candil.
Y cuando los cuatro primos
14. llegan a Benamejí,
voces de muerte cesaron
cerca del Guadalquivir.
No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.
muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambición o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes
no valen un amor que se entrega.
No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío
donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.
Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,
con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,
acabó con los más leves tallitos del canto
y se fue al diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos desfiles,
levantando con el rabo pedazos de espejo.
Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
15. Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.
Unas claras palabras, mientras duermo en tu seno.
Suena el agua en la piedra. Mientras, quieto, estoy muerto.
Mañana me hallarán ahorcado
en el nudo celeste de tus venas
La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas hasta abrirse en la piel,
Mas los niños no saben,
ni tampoco las manos llueven como dicen;
así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
Nueva como lo fuese al primer hombre,
que cayó con su amor del paraíso
cuando viera, tal cielo ya vencido
por sombra, envejecer el cuerpo amado.
para que un día decoren su semblante de muerto.
Así la muerte es flotar sobre un recuerdo no vida
sobre ese azul postrero hecho de lágrimas oídas
de ese laberinto de hilos que como manos muertas
ponen una azucena como un mundo ciñendo.
16. II. Amor
Ifen yprío
niro
aas
lscemsau,cnneto ats
o rao qí o usrs co
dnee ao ye oi boa jno,
od l mr
l do rtn uts
aiad e vvr Yy n qir
nmno l ii.
o o ueo
vd e l ca y t n tna pre
ia n a ul a ú o egs at:
ovd d t,s,msn inrni ty.
lio e i í á o goaca ua
Ven, mi amor, en la tarde de Aniene
y siéntate conmigo a ver el viento.
Aunque no estés,
ese resplandor que aun de día se siente si te acercas,
ese resplandor contagioso que me queda en las manos,
ese río luminoso en que hundo mis brazos,
en el que casi no me atrevo a beber, por temor después a ya una dura vida de lucero,
mi solo pensamiento
es ver contigo el viento que va y viene.
soplaba el viento en la llamita azul
de la mañana
Infladas las mejillas
Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,
y gladiadora, como un ascua impura,
entre Amaranta y su amador se tiende.
Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.
Ven, ven, amor mío; ven, hermética frente, redondez casi rodante
18. entre su arranque y mi mano.
Bien ceñida queda así
Su intención de ser lejano.
Porque voy en un corcel
A la maravilla fiel:
Inmóvil con todo brío.
¡Y a fuerza de cuánta calma
Tengo en bronce toda el alma,
Clara en el cielo del frío!
mi alma en fotografías y azucenas,
Ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan alta,
Adonde no llegan realidades vacías,
Leyes hediondas, códigos, ratas de paisajes derruidos.
No sabía los límites impuestos,
Límites de metal o papel,
Tú no te vas, porque mi amor te tiene.
Yo no me iré, pues junto a ti me siento
más vida de mi sangre, más tu aliento,
con sus labios no sabe decir sino palabras;
palabras hacia el techo,
palabras hacia el suelo,
y sus brazos son nubes que transforman la vida
en aire navegable.
¡Oh qué clamor bajo del seno breve;
qué palma al aire el solitario aliento,
más luz del corazón que me sostiene.
Era mi voz antigua
ignorante de los densos jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.
Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz; donde yo solo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. Donde mi nombre deje...
¡Ay voz antigua de mi amor!
¡Ay voz de mi verdad!
19. ¡Ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!
A través de los siglos
por la nada del mundo,
yo, sin sueño, buscándote.
¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.
Vino el que yo quería
el que yo llamaba.
No aquél que barre cielos sin defensas,
luceros sin cabañas,
lunas sin patria,
nieves.
Tras de mí, imperceptible,
sin rozarme los hombros,
mi ángel muerto, vigía.
Vino el que yo quería
el que yo llamaba.
Sintiendo todavía los pulsos de ese afán,
yo, el más enamorado,
en las orillas del amor,
sin que una luz me vea
definitivamente muerto o vivo,
contemplo sus olas y quisiera anegarme,
deseando perdidamente
descender, como los ángeles aquellos por la escala de espuma,
hasta el fondo del mismo amor que ningún hombre ha visto.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
20. Amor de mis entrañas, viva muerte,
tu justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
Su perfección sin porfía
serenaba al ruiseñor,
A esa, a la que yo quiero,
no es a la que se da rindiéndose,
a la que se entrega cayendo,
de fatiga,
Amor, deja que me vaya,
déjame morir, amor.
Mañana dejo mi casa,
Dejo los bueyes y el pueblo.
¡Salud! ¿Adónde vas, dime?
Yo no sé si me has comprendido
Es mucho más triste de lo que tú supones
Esta música sapiencia del oído
no me interrumpas sin amor que muero
voy a vivir no cantes voy estaba.
Amar amar y siempre amar
haber amado haber de amar
Mas el mar se cansaba de esperar las ciudades.
Allí su amor tan sólo era un pretexto vago
miradme.
Vestido como en el mundo,
21. con sonrisa de antaño,
ya no se me ven las alas.
Nadie sabe cómo fui.
No me conocen,
ignorado de todos.
Y con sueño de nuevo se volvió lentamente
adonde nadie
sabe de nadie.
Adonde acaba el mundo.
Sangre o sol que se funden en el feroz encuentro,
cuando el amor destella a un choque silencioso,
cuando amar es luchar con una forma impura,
un duro acero vivo que nos refleja siempre.
más allá de la vida
quiero decírtelo con la muerte,
más allá del amor
quiero decírtelo con el olvido.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!
Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
El tiempo, insinuándose en tu cuerpo,
tal la nube de polvo en fuente pura,
aquella gracia antigua desordena
y clava en mí una pena silenciosa.
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Se querían de amor entre la madrugada,
ni tú ni yo estamos
23. Aquel cuerpo de ángel que el amor levantara.
¡Nostalgia de los arcángeles!
Yo era…
Miradme.
Cuando te vi, señero, dulce, firme,
Lejana como oscura corza herida
Dulce como un sollozo en la nevada
¡Lejana y dulce en tuétano metida!
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú,
El día no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.
Seriamente, en tus ojos era la mar dos niños que me espiaban,
temerosos de lazos y palabras duras.
Dos niños de la noche, terribles, expulsados del cielo,
cuya infancia era un robo de barcos y un crimen de soles y de lunas.
Duérmete. Ciérralos.
Tú eres el mar y la playa.
Amor.
Los marineros son las alas del amor,
son los espejos del amor,
el mar les acompaña,
y sus ojos son rubios lo mismo que el amor
rubio es también, igual que son sus ojos.
Amor, déjame la vida,
no dejes que muera, amor.
Tú eres mi luz escondida.
Amor.
Amor, déjame quererte.
Abre las fuentes, amor.
Mis labios quieren beberte.
Amor.
Amor, está anocheciendo.
24. Duermen las flores, amor,
y tú estás amaneciendo.
Amor.
Pero él con sus labios,
con sus labios no sabe sino decir palabras;
Palabras hacia el techo,
palabras hacia el suelo,
y sus brazos son nubes que transforman la vida
en aire navegable.
Yo no quiero más que esa mano
para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía.
Yo no quiero más que esa mano
para tener un ala de mi muerte.
Lo demás todo pasa.
El amor era sol.
Entonces, mediodía,
Un pájaro sumió
Su cantar en el viento
Con tal adoración
Que se sintió cantada
Bajo el viento la flor
Crecida entre las mieses,
Más altas. Era yo,
Centro en aquel instante…
Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas
como quien pierde un tesoro.
Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
gira lunas que brillan recibiendo aquel beso.
25. La soledad destella en el mundo sin amor.
La vida es una vívida corteza,
una rugosa piel inmóvil,
donde el hombre no puede encontrar su descanso,
por más que aplique su sueño contra un astro apagado.
A solas y soñando ya han sido los amantes
posibles, inminentes, en visión, de la dama.
Tal desnudez real ahora los inflama
que los viejos se asoman, tímidos estudiantes
Los marineros son las alas del amor,
son los espejos del amor,
el mar les acompaña,
y sus ojos son rubios lo mismo que el amor
rubio es también, igual que son sus ojos.
Ven, ven, amor mío; ven, hermética frente, redondez casi rodante
que luces como una órbita que va a morir en mis brazos;
ven como dos ojos o dos profundas soledades,
dos imperiosas llamadas de una hondura que no conozco.
Dentro, en tus ojos, donde calla y duerme
un palpitar de acuario submarino,
quisiera - licor tenue al difumino hundirme, decantarme, adormecerme.
Dentro del pecho se abren
corredores anchos, largos,
que sorben todas las mares.
Vidrieras,
que alumbran todas las calles.
Miradores,
que acercan todas las torres.
Ciudades deshabitadas
se pueblan, de pronto.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
26. Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío ;
Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina ,
Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
Como leños perdidos que el mar anega o levanta
Libremente, con la libertad del amor,
La única libertad que me exalta,
La única libertad porque muero.
no les dejéis marchar porque sonríen
como la libertad sonríe,
luz cegadora erguida sobre el mar.
El viejo de las manos traslúcidas
dirá: Amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos.
Dirá: amor, amor, amor,
entre el tisú estremecido de ternura;
dirá: paz, paz, paz
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita.
Dirá: amor, amor, amor,
hasta que se le pongan de plata los labios.
Una boca imponente como una fruta bestial
como un puñal que de la arena amenaza el amor
un mordisco que abarcase toda el agua o la noche
un nombre que resuena como un bramido rodante
todo lo que musitan unos labios que adoro.
No te acerques. Tu frente, tu ardiente frente, tu encendida frente,
las huellas de unos besos,
ese resplandor que aun de día se siente si te acercas,
ese resplandor contagioso que me queda en las manos,
ese río luminoso en que hundo mis brazos,
en el que casi no me atrevo a beber, por temor después a ya una dura vida de lucero.
Silencio. Más silencio.
Inmóviles los pulsos
del sinfín de la noche.
27. ¡Paraíso perdido!
Perdido por buscarte,
yo, sin luz para siempre.
¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!
Por tu amor me duele el aire,
el corazón
y el sombrero
¿Cómo nació el amor? fue ya en otoño.
Maduro el mundo,
no te aguardaba ya. Llegaste alegre,
ligeramente rubia, resbalando en lo blando
del tiempo. Y te miré. ¡Qué hermosa
me pareciste aún, sonriente, vívida,
frente a la luna aún niña, prematura en la tarde,
sin luz, graciosa en aires dorados; como tú,
que llegabas sobre el azul, sin beso,
pero con dientes claros, con impaciente amor!
Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.
Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.
Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
28. y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay , ay!
Toma este vals de quebrada cintura.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Unas pocas palabras, mientras alguien callase;
las del viento en las hojas, mientras beso tus labios.
La garganta estridente,
el corazón maduro
y desnuda la frente
ávida de futuro.
Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos,
muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambición o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes
no valen un amor que se entrega.
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
Unas pocas palabras, mientras alguien callase;
las del viento en las hojas, mientras beso tus labios.
Unas claras palabras, mientras duermo en tu seno.
Suena el agua en la piedra. Mientras, quieto, estoy muerto.
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
29. Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más
y más.
Ven, ven, amor mío; ven, hermética frente, redondez casi rodante
que luces como una órbita que va a morir en mis brazos;
ven como dos ojos o dos profundas soledades,
dos imperiosas llamadas de una hondura que no conozco.
Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.
Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente
Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
gira lunas que brillan recibiendo aquel beso.
Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso
30. Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
Al decirte a ti: <<única>>,
no es porque no haya otras
rosas junto a las rosas,
olivas muchas en el árbol, no
es porque te vi sólo
al verte a ti.
La rosa
se llama todavía
hoy rosa, y la memoria
de su tránsito, prisa,
prisa de vivir más.
Yo vi la rosa: clausura
primera de la armonía,
tranquilamente futura.
Su perfección sin porfía
serenaba al ruiseñor,
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Unos cuerpos son como flores,
otros como puñales,
otros como cintas de agua;
...que no desemboca.
No, que no desemboca. Agua fija en un punto,
31. respirando con todos sus violines sin cuerdas
en la escala de las heridas y los edificios deshabitados.
¡Agua que no desemboca!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo
Por él he de ir a ti,
como la luz de los montes,
como la brisa del mar,
como el olor de las flores.
Esa ladera oculta
esa montaña inmensa
acaso el corazón está creciendo
acaso se ha escapado como un ave
dejando lejanía como un beso.
Vino el que yo queria
el que yo llamaba
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia
Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.
Un día comprendió cómo sus brazos eran
Solamente de nubes;
Imposible con nubes estrechar hasta el fondo
32. Un cuerpo, una fortuna.
La fortuna es redonda y cuenta lentamente
Estrellas del estío.
Hacen falta unos brazos seguros como el viento,
Y como el mar un beso.
Hoy tu nombre está aquí. No decirlo, no decirlo jamás, como un beso que nadie daría, como nadie
daría los labios a otro amor sino al suyo.
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Porque te quiero, te quiero, amor mío,
¿Quién me quiere? ¿Quién dice que el amor es un hacha doblada,
un cansancio que parte por la cintura el cuerpo,
un arco doloroso por donde pasa la luz
ligeramente sin tocar nunca a nadie?
más allá de la vida
quiero decírtelo con la muerte,
más allá del amor
quiero decírtelo con el olvido.
Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;
Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;
Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;
¡Ay tus manos cargadas de rosas! Son más puras
tus manos que las rosas. Y entre las hojas blancas,
surgen lo mismo que pedazos de luceros,
que alas de mariposas albas, que
sedas cándidas.
¡Brazos de amor, en cruz, sobre la helada
blandeja de la noche; senos fríos,
33. de donde surte, yerta, la alborada;
o piernas como dos celestes rios,
Malva-luna-de-yelo. amortajada
bajo los mares de los ojos mios!
Quisiera saber por qué esta muerte
al verte, adolescente rumoroso,
mar dormido bajo los astros ciegos,
aún constelado por escamas de sirenas,
o seda que despliegan
cambiante de fuegos nocturnos
y acordes palpitantes,
rubio igual que la lluvia,
sombrío igual que la vida es a veces.
¡Qué débil el latido
de tu corazón leve
y qué hondo y qué fuerte su secreto!
¡Qué breve el cuerpo delicado
que lo envuelve de rosas,
y qué lejos, desde cualquiera parte tuya
-y qué no hechoel centro de tu alma!
Cbz ooia insd r,slqev oes;
aeadlrd,see eoo o u aapnre
au nl obaseocnu í,
qíe asmr uñ o nro
jno evresnr u hr ae
ucsd ed ageqeaoanc,
seoaoaoe iclrovd.
uñ pyd nt ao ia
Como el cansancio se abandona al sueño
así mi vida a ti se confiaba...
Cuando estaba en tus brazos, dulce sueño,
te quería dejar ... y no acababa...
Los marineros son las alas del amor,
son los espejos del amor,
el mar les acompaña,
y sus ojos son rubios lo mismo que el amor
rubio es también, igual que son sus ojos.
Pero aún así diría. Pues mis ojos repiten lo que copian:
tu belleza, tu nombre, el son del río, el bosque, el alma a solas.
Todo lo vio y lo tienen. Eso dicen los ojos
34. Se entró mi corazón en esta nada,
como aquel pajarillo, que, volando
de los niños, se entró, ciego y temblando,
en la sombría sala abandonada.
No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.
35. III. Paisajes
Caían las hojas muertas,
en el jardín silencioso,
y en el aire erraba aún
un perfume de heliotropos
Aoa lpnet oaod atre
hr,a oinemrd el ad,
E lry o anlo oao erco
nfo alsmgoismjdsd oí,
Psraula als inrscee
aa qelscle,meta rc
L uapre ie eásñrdsiro
aln o lar,sr oa epet
Salto del trampolín.
De la rima en la rama
brincar hasta el confín
de un nuevo panorama.
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
¡Sombra, a los picos, sombra,
de la verdad del aire,
del aire, aire, aire!
Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja,
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Por tus blancos ojos cruzan
ondas y peces dormidos.
36. Las ranas, ¡qué listas son!
En el silencio crece el viento
con su hoja única y su flor golpeada,
y la arena que tiene sólo tacto y silencio,
no es nada, es una sombra,
una pisada de caballo vago,
no es nada sino una ola que el tiempo ha recibido,
porque todas las aguas van a los ojos fríos
del tiempo que debajo del océano mira.
Ni sol, luna, ni estrellas,
ni el repentino verde
del rayo y el relámpago,
ni el aire. Sólo nieblas.
Bajo la noche el mundo silencioso naufraga;
Bajo la noche rostros fijos, muertos, se pierden.
Sólo esas sombras blancas, oh blancas, sí, tan blancas.
La luz también da sombras, pero sombras azules.
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
Sentado en el columpio
el ángelus dormita
Enmudecen los astros y los frutos
Y los hombres heridos
pasean sus surtidores
como delfines líricos
Otros más agobiados
con los ríos al hombro
peregrinan sin llamar en las posadas
La vida es un único verso interminable
Otros antes que yo vieron un' día,
y otros luego verán, cómo decir
la amada forma esbelta, recordando
37. de cuánta gloria es cifra un cuerpo hermoso.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensasa escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible:
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados:
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas
Con tal vehemencia el viento
viene del mar, que sus sones
elementales contagian
el silencio de la noche.
Solo en tu cama le escuchas
insistente en los cristales
tocar, llorando y llamando
38. como perdido sin nadie.
Mas no es él quien en desvelo
te tiene, sino otra fuerza
de que tu cuerpo es hoy cárcel,
fue viento libre, y recuerda.
Es la tarde gris y triste.
Siento huir bajo el otoño
Viste el mar de terciopelo
y el cielo profundo viste
de duelo.
El mar. La mar.
Bajo tormentas la playa
será soledad de arena
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla
una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!
Por la costa del sur, sobre una roca
alta junto a la mar, el cementerio
aquel descansa en codiciable olvido,
y el agua arrulla el sueño del pasado.
Los chopos niños recitan
La cartilla. Es el maestro
39. Un chopo antiguo que mueve
Tranquilo sus brazos viejos.
Ahora en el monte lejano
jugarán todos los muertos
a la baraja. ¡Es tan triste
la vida en el cementerio.
Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.
Miro una lenta piel de toro desollado,
Sola, descuartizada,
Sosteniendo cadáveres de voces conocidas,
Sombra abajo, hacia el mar, hacia una mar sin barcas.
Mis ventanas
Ya no dan a los álamos y los ríos de España.
Veía el horizonte cerrado por colinas
oscuras, coronadas de robles y de encinas;
desnudos peñascales, algún humilde prado
donde el merino pace y el toro, arrodillado
sobre la hierba, rumia; las márgenes de río
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,
y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
¡tan diminutos! ?carros, jinetes y arrieros?,
cruzar el largo puente, y bajo las arcadas
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas
del Duero.
Siento huir bajo el otoño
pálidas aguas sin fuerza,
mientras se olvidan los árboles
de las hojas que desertan
40. .
La llama tuerce su hastío,
sola su viva presencia,
y la lámpara ya duerme
sobre mis ojos en vela.
Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.
Estribillo Estribillo Estribillo
El canto más perfecto es el canto del grillo
Río Duero, río Duero,
Paso a paso
Se asciende hasta el Parnaso
Yo no quiero las alas de Pegaso
Dejadme auscultar
Estribillo Estribillo Estribillo
El canto más perfecto es el canto del grillo
nadie a acompañarte baja,
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
En lo hondo hay una rosa
y en la rosa hay otro río.
¡Mira aquel pájaro! ¡Mira
aquel pájaro amarillo!
Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
mientras se olvidan los árboles de las hojas que desertan.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.
41. Otoños hay con cimas y ráfagas de abriles
¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!
Por la ventana abierta
Muestra el destino su silencio;
Sólo nubes con nubes, siempre nubes
¡Mira aquel pájaro! ¡Mira
aquel pájaro amarillo!
Los castillos, ermitas,
Cortijos y conventos,
La vida con la historia,
Tan dulces al recuerdo.
Las floridas espaldas ya en la nieve,
y los cabellos de marfil al viento.
Agua muerta en la sien, el pensamiento
color halo de luna cuando llueve.
El ángelus ha fallecido
Con la guadaña ensangrentada
Un segador cantando se alejaba
Indiferente o cobarde
la ciudad vuelve la espalda
Madrugada.
La luz, muerta en las esquinas
y en las casas.
Los hombres y las mujeres
ya no estaban.
42. Del abismo se levanta
la queja amarga y sonora
La onda, cuando el viento canta,
llora,
Se riza el aire gris.
Los olivos,
están cargados
de gritos.
Una bandada
de pájaros cautivos,
que mueven sus larguísimas
colas en lo sombrío.
Sobre el monte pelado
un calvario.
Agua clara
y olivos centenarios.
Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche la mañana.
Que las estrellas rocío,
que la calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón su casa.
El sur es un desierto que llora mientras canta,
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos
43. abriendo un eco débil que vive lentamente.
Viento del Sur,
moreno, ardiente,
llegas sobre mi carne,
trayéndome semilla
de brillantes
miradas, empapado
de azahares.
Verdor nuevo los espinos
tienen ya por la colina,
toda de púrpura y nieve
en el aire estremecida.
Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.
La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación y vuelta a las nubes.
Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos
¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!
Te quiero, te quiero, te quiero,
Te lo he dicho con las plantas
Te lo he dicho con el agua
44. Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con el olvido.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero.
Allá, allá lejos;
donde habite el olvido
Ni tú ni yo estamos
en disposición
de encontrarnos
El día no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.
No te acerques,
No quiero que vivas en mí como vive la luz.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.
Amigo,
Las veinticuatro horas
cogidas de la mano
levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
Los campanarios
con las alas abiertas
bajo el cielo combado
Las tres ninfas del cáncer han estado bailando,
hijo mío.
bailan en medio de la plaza
Trajeron unas montañas de lacre rojo
y unas sábanas duras donde estaba el cáncer dormido.
El caballo tenía un ojo en el cuello
y la luna estaba en un cielo tan frío
que tuvo que desgarrarse su monte de Venus
y ahogar en sangre y ceniza los cementerios antiguos.
46. El infierno al alcance de la mano.
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.
¡Amigo!
Levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
El campo
de olivos
se abre y se cierra
como un abanico.
Sobre el olivar
hay un cielo hundido
y una lluvia oscura
de luceros fríos.
Tiembla junco y penumbra
a la orilla del río.
Se riza el aire gris.
Los olivos,
están cargados
de gritos.
Una bandada
de pájaros cautivos,
que mueven sus larguísimas
colas en lo sombrío.
Ya en la mitad de mis días espigo
esta verdad con frescura de flor:
la vida es oro y dulzura de trigo,
es breve el odio e inmenso el amor.
Mudemos ya por el verso sonriente
aquel listado de sangre con hiel.
La vida es un único verso interminable
Nadie llegó a su fin
Nadie sabe que el cielo es un jardín
Abren violetas divinas, y el viento
desprende al valle un aliento de miel.
47. Ahora no sólo comprendo al que reza;
ahora comprendo al que rompe a cantar.
La sed es larga, la cuesta es aviesa;
pero en un lirio se enreda el mirar.
Grávidos van nuestros ojos de llanto
y un arroyuelo nos hace sonreír;
por una alondra que erige su canto
nos olvidamos que es duro morir.
No hay nada ya que mis carnes taladre.
Con el amor acabóse el hervir.
Aún me apacienta el mirar de mi madre.
¡Siento que Dios me va haciendo dormir!
Por el campo tranquilo de septiembre,
del álamo amarillo alguna hoja,
como una estrella rota,
girando al suelo viene.
Enredada en la luz
una estrella gemía
rezagada
Si así el alma inconsciente,
Señor de las estrellas y las hojas,
fuese, encendida sombra,
de la vida a la muerte.
El sur es un desierto que llora mientras canta,
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos
abriendo un eco débil que vive lentamente.
Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
48. Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
¿Mi tierra?
Mi tierra eres tú.
¿Mi gente?
Mi gente eres tú.
El destierro y la muerte
para mi están adonde
no estés tú.
¿Y mi vida?
Dime, mi vida,
¿qué es, si no eres tú?
Como una vela sobre el mar
resume ese azulado afán que se levanta
hasta las estrellas futuras,
hecho escala de olas
por donde pies divinos descienden al abismo,
Por la llanura
navegaban
las colinas
Y los árboles prófugos
volaban encendidos como globos
también tu forma misma,
ángel, demonio, sueño de un amor soñado,
resume en mí un afán que en otro tiempo levantaba
hasta las nubes sus olas melancólicas.
Tus ojos son de donde
la nieve no ha manchado
la luz, y entre las palmas
el aire
invisible es de claro.
Tu deseo es de donde
a los cuerpos se alía
lo animal con la gracia
secreta
de mirada y sonrisa.
49. Tu existir es de donde
percibe el pensamiento,
por la arena de mares
amigos,
la eternidad en tiempo.
Tu voz regó la duna de mi pecho
en la dulce cabina de madera.
Por el sur de mis pies fue primavera
y al norte de mi frente flor de helecho.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Porque te veo ahora
mientras no te me quites del amor.
Porque no te veré ya nunca más
el día que te vayas,
tú.
La noche no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.
¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!
Por tu amor me duele el aire,
el corazón
y el sombrero.
Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
51. Y al aire ciñó el espacio
con plenitud de palacio,
y fue ya imposible el grito.
Tras de tanto camino es la primera
vez que miro brotar la primavera,
dije, y después, declamatoriamente:
¿¡Cuán tarde ya para la dicha mía!?
Y luego, al caminar, como quien siente
alas de otra ilusión: ¿Y todavía,
¡yo alcanzaré mi juventud un día!?
Segundo de Bachillerato IES Nazarí 2013