La leyenda describe la llegada de soldados franceses a la conquistada Toledo, quienes no encuentran alojamiento y duermen en una vieja iglesia. Al día siguiente, el capitán cuenta haber estado con una hermosa estatua, por lo que sus amigos van a verla esa noche. Cuando llegan, el capitán revela que la estatua es de Doña Elvira, y su esposo está junto a ella. El capitán le escupe a la estatua del esposo y trata de besar a Doña Elvira, momento en que ca
2. Esta trágica leyenda está relacionada con la rima LXXVI del mismo autor.
En esta leyenda hablan de la llegada de un grupo de soldados franceses a la conquistada
Toledo, y que no habían podido encontrar un alojamiento, y fueron a dormir a una vieja y
abandonada iglesia.
Al día siguiente, el capitán del grupo, estuvo hablando con otros colegas que se
encontraban en Toledo y les comentó que esa noche había estado con una mujer
bellísima, y que esa mujer era una estatua de mármol de una tumba. Entonces sus
amigos se rieron de él, por lo que el les invitó esa noche a tomar unas botellas de
champan y a que vieran la estatua.
Cuando por la noche llegaron a la vieja iglesia, estuvieron bebiendo y emborrachándose, y
el capitán comentó que habían descifrado un poco de las escrituras de la lápida, y que esa
estatua era la de la mujer Doña Elvira, y que la estatua de hombre que había al lado era la
de su marido. El se acercó a la estatua del hombre y le escupió bebida en la cara,
diciéndole que era para que bebiese, y dijo estar enamorado de la mujer, y se quiso
acercar para besarla. Cuando ya lo iba a hacer, cayó al suelo, sangrando por los ojos, la
boca, la nariz, y la cara completamente destrozada.
Resumen
3. La acción se sitúa en Toledo. Se nombran varios edificios o espacios públicos
fácilmente reconocibles en la actualidad como son: El Alcázar de Carlos V
(conocido en la actualidad como Alcázar de Toledo), el monasterio de San Juan
de los Reyes, la Puerta del Sol o la plaza del Zocodover. Algunos de estos
lugares aparecen en otras leyendas de Bécquer como La ajorca de oro o El
Cristo de la calavera.
Sin embargo ninguno de estos espacios es protagonista en la historia. El
convento donde sucede la acción principal es imaginario, si bien Bécquer lo
describe con elementos de estilo gótico-mudéjar. Bécquer es maestro en la
creación de ambientes inquietantes. De entrada, los hechos ocurren durante la
noche; esto permite al autor crear una atmósfera fantasmagórica de luces y
sombras.
El lugar se describe como si hubiese sido arrasado y se hace especial hincapié
en la presencia de losas mortuorias con escudos nobiliarios, estatuas de
mármol, cortinajes rasgados, hornacinas vacías... Algunos detalles como el
revoloteo de las aves que entran por las vidrieras rotas ayudan a sugerir la
altura y el espacio gélido y oscuro.
Espacio
4. Narrador
· El narrador de la leyenda
de Bécquer el beso.
· Esta escrito en 3ª persona
ya que cuenta los hechos
desde fuera sin interrumpir
en ningún caso.
5. Personajes
En Bécquer los personajes no
suelen presentar una psicología
trabajada, más bien sirven al
propósito del tema tratado: los
celos, la traición, la venganza, la
pasión sin freno, la belleza, la idea
obsesiva, la búsqueda de perfección
y la transgresión de las leyes divinas
o humanas.
· El joven oficial fránces
· La estatua que representa a Doña
Elvira de Castañeda
· La estatua del esposo (Pedro
López de Ayala y Guzmán: I Señor
de Fuensalida)
6. Notas
Rima LXXVI: En la imponente nave/ del templo bizantino,/ vi la gótica tumba a la
indecisa/ luz que temblava en los pintados vidrios./ Las manos sobre el pecho,/ y en las
manos un libro,/ una mujer hermosa reposaba/ sobre la urna, del cincel prodigio./ Del
cuerpo abandonado,/ al dulce peso hundido,/ cual si de blanda pluma y raso fuera,/ se
plegaba su lecho de granito./ De la sonrisa última/ el resplendor divino/ guardaba el
rostro, como el cielo guarda/ del sol que muere el rayo fugitivo./ Del cabezal de piedra/
sentados en el filo,/ dos ángeles, el dedo sobre el labio,/ imponían silencio en el
recinto./ No parecía muerta:/ de los arcos macizos/ parecía dormir en la penumbra,/ y
que en sueños veía el paraíso./ Me acerqué de la nave/ al ángulo sombrío/ con el
callado paso que llegamos/ junto a la cuna donde duerme un niño./ La contemplé un
momento,/ y en aquel resplendor tibio,/ aquel lecho de piedra que ofrecía/ próximo al
muro otro lugar vacío,/ en el alma avivaron/ la sed de lo infinito,/ el ansia de esa vida de
la muerte/ para la que un instante son los siglos…/ Cansado en el combate/ en el que
luchando vivo,/ alguna vez me acuerdo con envidia/ de aquel rincón oscuro y
escondido./ De aquella muda y pálida/ mujer me acuerdo y digo:/ -¡ Oh, qué amor tan
callado, el de la muerte!/¡ Qué sueño el del sepulcro, tan tranquilo!