Saverio Mercadante era una estatua solitaria en un jardín que cobra vida y habla con unos niños. Decide acompañarlos de paseo y descubren que su teatro vacío está repleto de gente y orquesta tocando música. Los niños intentan tocar los instrumentos pero no pueden. La madre de Saverio, Rosa Bia, llega con pan para todos y la orquesta vuelve a tocar bien. Mercadante pide a San Cristóbal que le permita viajar a España para dirigir su orquesta como en el pasado.
1. ¡MÚSICA MAESTRO!
Saverio Mercadante era un compositor, o mejor, era una estatua que vivía
en un pequeño jardincito.
Una bella mañana se despertó Saverio y se dio cuenta de repente que no
era un día como otro cualquiera: una clase de niños y de niñas lo
observaba por todas partes, por ambos lados, ¡de arriba abajo! No sabía
si callar y escucharlos o gritar para hacerles huir.
Pensándolo mejor ,se aburría de estar solo y le habría gustado conocer
gente, parlotear un poco y distraerse.
Se llenó de coraje y.....
-Hola! Qué estáis haciendo en mi jardín?- preguntó la estatua.
-Ehi! Hablas?- Se maravillaron los niños.
-Esta es la primera vez que lo hago, no me había surgido nunca la
oportunidad de hablar con alguien y ni siquiera sabía que podía hacerlo.
De echo, nosotros las estatuas, no hablamos demasiado.
-Por el contrario, a nosotras, niñas y niños ,nos gusta muchísimo hablar.
¿Quizás te estamos molestando? –Preguntaron a coro.
Ante el asombro general ,la estatua bajó del pedestal y dijo:
- Nada de eso, acabo de oír que queréis ir de paseo, os acompañare yo!
Me gustaría ver lugares nuevos, lejos de este jardín y del teatro que veis a
mi espalda. Lleva mi nombre, pero desde hace años !Nadie entra! .No
consigo imaginar un sitio más triste que este: estoy solo en un jardín y
muy cerca de mi teatro vacío.
-Ahora ya no estas solo! – gritaron los niños.
Mercadante era un hombre anciano, robusto y no muy alto, con una
expresión facial grave y una barba extraña que atrajo la simpatía de todas
y todos.
-¿Por qué tu barba es tan extraña?, la tienes toda bajo la barbilla y no
sobre el rostro!- exclamó Andrea.
-¿A mi edad no pretenderéis que siga vuestra moda?- Respondió
resentido ; casi lamentó haber bajado de su pedestal.
Por fortuna, empujado por la sonrisa de los niños, de las niñas y de su
curiosidad, pronto olvidó la afrenta sufrida, porque de repente se oyó una
música que se extendía por todos los lados y que provenía del interior del
teatro.
Todos juntos decidieron abandonar la conversación y pensaron entrar a
ver qué estaba sucediendo. La estatua estaba a la cabeza de la procesión
y todos los niños y niñas detrás.
-Qué ha pasado?. La música proviene del teatro. Las niñas y niños
estaban entusiasmados y Saverio atónito e incrédulo: “¿El teatro estaba
vivo?”.
Pasaron por delante de la entrada y ... un espectáculo les esperaba: las
luces estaban encendidas, las decoraciones de oro en las paredes
2. brillaban, todos los asientos de terciopelo rojo estaban ocupados y una
maravillosa orquesta estaba tocando una melodía.
-Pero ,¡entonces Saverio nos ha mentido!-Gritaron a coro los niños.
-¡Callaos por favor!. !Soy un músico serio y lo que veis hoy es una gran
sorpresa también para mi!
A penas había terminado de hablar ,cuando la música paró al instante.
Los músicos tiraron sus instrumentos y se dejaron caer exhaustos sobre
los sofás.
La gente en el teatro exclamó:- Oooooooh! – Uuuuuuh!
Se necesitaba hacer alguna cosa enseguida.
Subieron corriendo al palco, Saverio estaba sobre el podio y los niños y
niñas sentadas en el puesto de los músicos y con los instrumentos en la
mano.
Era una pena que ninguno hubiera tenido nunca un instrumento en la
mano. Mercadante dio el inicio y los niños empezaron a tocar, pero por
desgracia ,no era música como aquella que venía de fuera .Solamente un
rugido ensordecedor.
-Buuuuuu! Viiiiiaaaaaaaa! Shiii! – Empezaron a gritar los espectadores.
Solo la entrada de Rosa Bia aplacó a la gente. Había salido de detrás de la
cortina y era la madre de Saverio, llevaba un enorme cesto del cual
provenía un aroma que se extendió por todo el teatro. Debéis saber que
lo que hacía felices a Mercadante y a todos los niños y niñas era pensar
en poder comer un buen pedazo de focaccia caliente, caliente.
Así fue, Rosa Bia había traído la focaccia en su cesto y empezó a
distribuirla generosamente.
La comieron todos con muchas ganas, tanto los del público como los
músicos que, pronto, después de pegarse una buena panzada, se
pusieron en pie.
Saverio no creía lo que veían sus ojos: sus amados compañeros de
orquesta estaban nuevamente listos para ser dirigidos por él, como en
los viejos tiempos y la gente estaba silenciosa a la espera.
Nadie puede imaginar su felicidad en ese momento, una orquesta frente a
él y un teatro abarrotado.
¡Tic, tac y … adelante !- La música empezó y se difundió por el teatro.
Mercadante sonreía complacido mientras los aplausos se hacían cada vez
más fuertes.
Pensaba que por todo esto, debía dar gracias a San Cristóbal.
Cuando terminó el concierto, Saverio saludó a los niños y a las niñas y se
dirigió a la cercana iglesia de San Biagio. En el exterior, justo a la
izquierda de la entrada, se encontraba el fresco de San Cristóbal, patrón
de los viajeros. Se arrodilló y le dijo :- Has conseguido realizar mi mayor
deseo, ahora te pido que cumplas mi sueño. Hace mucho tiempo
3. compuse una música en honor al Rey de España, le gustó tanto que me
ofreció trabajo, por desgracia, no todo salió como yo deseaba y después
de un tiempo me vi obligado a volver a Italia. Ahora han pasado muchos
años y me gustaría volver a viajar y dirigir mi orquesta en España.