La exposición que inauguraremos este viernes 28 de febrero y que durará hasta el 25 de marzo es sin duda un deleite para los sentidos, una fortuna poder tener a Esteve Adam de nuevo en Gijón compartiendo sus últimas creaciones con nosotros. Haciendo gala de nuestro deseo de ofreceros siempre algo diferente, hemos organizado para el día de la inauguración un coloquio con el artista, que nos explicará de primera mano su relación con la pintura, el significado que para él tiene el paisaje como motivo pictórico y las complejidades y secretos que esconde la pintura al aire libre. Precisamente sobre esto versa el grueso de la exposición: un conjunto de pequeñas tablillas, fruto de sus salidas al campo y de representar, al igual que a lo largo de la Historia han hecho muchísimos artistas, los impresionantes cambios del paisaje en función de la luz y la época del año.
2. LA PINTURA DE ESTEVE ADAM: PAISAJE Y VERDAD
El paisaje para Esteve Adam forma parte de lo vivido, no es un decorado que se
pinta y se olvida, es el paisaje vital donde uno se construye, donde uno se hace pintor al
mismo tiempo que persona. Se trata de un paisaje de ida y vuelta, que está ahí fuera y uno
puede verlo, visitar los lugares donde tomó el apunte o la fotografía, pero que también está
dentro del pintor contándonos su forma de mirar y de sentir el mundo. Y en este espacio
construido con el color y la línea uno encuentra la verdad, lo que es, lo que vemos, pero nos
la cuenta con su forma personal de hacer la pintura; si nos acercamos al cuadro estamos
ante una abstracción, hay collage, superposiciones de color, movimientos del pincel con la
pintura casi seca, restregando sobre lo pintado, construyendo con el movimiento; hay líneas
al carboncillo, una mancha que te alejas y es un árbol, rectángulos casi desaparecidos
debajo de una pincelada que al mirarlos a distancia resultan un pueblo o unas alquerías, tan
reales, tan vivas, tan integradas en el paisaje. A veces aparece la tablilla o el lienzo puros,
inmaculados, pero integrados en la pintura. Esteve Adam ha conseguido no sólo un espacio
propio, un tipo de paisaje al que acude una y otra vez, sino una forma de representación
desde el punto de vista de la pintura donde se integran colores y líneas, donde la
abstracción se convierte en realidad y al contrario, donde el color unifica una vibración
emocional que se nos trasmite al contemplarlo.
El paisaje de Esteve Adam no es artificio, es verdad y lo es porque existe, por el
tratamiento pictórico del tema y por la sinceridad con la que pintor se refleja en él. Así como
en la Provenza encontró Cezanne su montaña Santa Victoria, él ha encontrado en el término
3. de Sueca la Muntanyeta dels Sants y desde ahí extiende su mirada por los arrozales, por las
alquerías, fábricas y almacenes que aparecen en medio de estos marjales planos, inundados
de agua o secos, que el arroz va dotando de tonalidades diferentes según la época del año.
Esta pintura no está retocada en el estudio, es la emoción, la luz, la identificación con el
paisaje lo que la hace tan auténtica. Suelen ser panorámicas que se extienden hasta un
horizonte en el que empieza a aparecer la línea de edificios costeros o el mar. Líneas que se
superponen y se pierden en la lejanía, creando una sensación de infinito, de apertura. Los
cielos se mueven y parece que pasen sobre nosotros. Otro de sus temas son las tierras
coloristas del valle de Ayora, las montañas de Cofrentes, aquí podemos ver en un primer
plano las carreteras que las cruzan y al fondo esas elevaciones con sus sombras y su luz, su
parte de misterio que nos llama a perdernos por ellas, una tierra que está cercada por la
civilización, pero que no rinde su encanto. A veces el punto de vista es desde una elevación
y vemos una panorámica de parcelas y campos donde el equilibrio entre lo real y lo
puramente geométrico parece un milagro, en el que podemos mirar, imaginar, construir,
como si el pintor nos hubiese abierto una ventana creativa para que también participemos
en la culminación de la obra.
Después de haber contemplado estas tablillas y estos lienzos donde la naturaleza
habla y se hace una con el pintor se vuelve a la ciudad, a la estridencia cotidiana como
renovado, lleno de un silencio que todo lo puebla, de un misterio que se extiende infinito,
de una verdad que es pura sugerencia.
Valencia, febrero de 2014
Daniel Arenas
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Galeria Van Dyck