Las revoluciones inglesas del siglo XVII limitaron el poder de la monarquía al establecer un gobierno parlamentario. Oliver Cromwell dirigió la revolución que derrocó al rey Carlos I y estableció una república, aunque luego impuso una dictadura. Más tarde, Carlos II tuvo que aceptar el control del Parlamento sobre el gobierno. La Revolución Gloriosa de 1689 terminó con la monarquía absoluta e instauró una monarquía constitucional bajo Guillermo de Orange.