El culteranismo, representado por Luis de Góngora, se centraba en la complejidad formal y en crear belleza a través de imágenes y metáforas ostentosas. El conceptismo, representado por Quevedo y Gracián, daba más importancia al contenido y buscaba comunicar ideas de forma concisa a través de ingeniosas asociaciones entre palabras y conceptos. Mientras el culteranismo apelaba a los sentidos, el conceptismo apelaba a la inteligencia.