Movimientos Precursores de La Independencia en Venezuela
La teoría de las ventanas rotas: La psicología también en auxilio de la economía
1. Cartelera Social
El ordenamiento social con convenientes criterios y encares
Principiemos este documento, principiemos este culturema, con el siguiente
pensamiento: El orden social en más de un aspecto puede ser beneficioso; y el dinero
telemático puede ser una muy buena herramienta en pro del ordenamiento social.
En Internet con facilidad pueden ubicarse varios interesantes documentos que se
refieren a la llamada “teoría de las ventanas rotas”.
Y este asunto es lo suficientemente importante, como para que aquí comencemos por
recordar la forma como surgió esta teoría, para luego extraer las conclusiones que
fueran del caso.
En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el Profesor Phillip
Zimbardo realizó un muy interesante experimento de psicología social. Dejó dos
autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, misma marca, e incluso mismo
modelo y color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de
la ciudad de Nueva York, y el otro lo ubicó en Palo Alto, una zona rica y muy
tranquila de California. Véase la situación planteada: Dos autos idénticos
abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes, y un equipo de
especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio.
Resultó entonces que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser depredado en
pocas horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, el radio, los instrumentos,
etcétera, etcétera. Todo lo aprovechable se lo llevaron de ese auto, y lo que no era
aprovechable lo destruyeron, por simple gusto, por vandalismo, por mero deseo
destructor, por llano salvajismo. Por el contrario, el auto abandonado en Palo Alto se
mantuvo intacto en ese mismo período de tiempo; nadie se interesó en él, nadie
intentó robarle algo, nadie ni siquiera le pegó una patada a una de las ruedas.
Es común atribuir a la pobreza las causas de los delitos, a la pobreza, y también a
una educación chapucera y descuidada, a la influencia perniciosa de las malas
compañías y de los malos ejemplos, etcétera. Atribuciones por cierto en la que
generalmente coinciden los especialistas, y también las posiciones ideológicas más
conservadoras y ortodoxas (de derecha y también de izquierda o de centro). Sin
embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí, no finalizó en lo hasta ahora
relatado, pues cuando el auto abandonado en el Bronx estaba ya deshecho y el de
Palo Alto llevaba ya una semana impecable e intacto, los investigadores rompieron
un vidrio en el automóvil situado en California.
El resultado observado acto seguido fue algo inesperado y desconcertante, ya que en
Palo Alto se desató entonces un proceso predatorio similar al antes constatado en el
Bronx de Nueva York (aunque algo más lento), y el robo, y la violencia, y el
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2. vandalismo, terminaron por reducir el vehículo a un estado similar que al del auto
abandonado en el barrio pobre.
¿Por qué un simple vidrio roto en el auto dejado en un vecindario supuestamente
seguro y con vecinos respetables y pudientes, es capaz de disparar todo un proceso
delictivo? ¿Por qué un vidrio roto pudo ser un factor diferencial y desequilibrante?
¿Cuáles pueden ser las interpretaciones que razonablemente fundamenten el
comportamiento humano en el contexto de los hechos antes expuestos?
Evidentemente y en lo profundo, las conductas humanas no se condicionan
únicamente por la situación de pobreza y de carencia que eventualmente se pueda
padecer, e incluso ni siquiera por la educación recibida. La causa recóndita y
subterránea del comportamiento social hay que buscarlo por otro lado, hay que
complementarlo por otro lado. Y evidentemente tiene que ser algo ligado con la
psicología humana, y con las relaciones sociales, y también por cierto con las
situaciones de entorno. Muy posiblemente un vidrio roto en un auto que en
apariencia era poco usado, transmite una idea de deterioro, de abandono, de
desinterés, de despreocupación, de falta de supervisión, lo que va rompiendo códigos
de convivencia y transmitiendo mensaje de ausencia de ley, de ausencia de normas,
de ausencia de reglas, en resumen, transmitiendo la idea del vale todo. Cada nuevo
pequeño ataque que sufría el auto en Palo Alto, reafirmaba y multiplicaba la idea
recién indicada, hasta que en un determinado momento, la escalada de actos cada vez
peores se volvió incontenible, desembocando en una violencia irracional, en una
depredación apresurada y sin límites, en una desesperación por llegar a la fiesta
antes de que ella acabara.
En experimentos posteriores, los especialistas James Q. Wilson y George Kelling
desarrollaron un marco conceptual de comportamiento social que pasó a llamarse
“teoría de las ventanas rotas”, la que desde un punto de vista criminológico permite
concluir que el delito es mucho mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el
desorden, el maltrato, la impunidad, y la no supervisión, son ellos también mayores y
evidentes. Con la aparente falta de interés en resolver un problema, con la aparente
falta de sanción a los trasgresores, se crean las condiciones ideales para pensar en el
vale todo, y los seres humanos abandonamos entonces nuestra urbanidad y nuestros
usuales valores morales para al menos por un rato adherirnos al salvajismo.
Si se rompe un vidrio de una ventana en un edificio y nadie lo repara, pronto estarán
rotos la mayoría de los demás vidrios. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y
esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito y la trasgresión y
la arbitrariedad. Si se cometen pequeñas faltas, como por ejemplo estacionarse en
lugar prohibido, exceder el límite de velocidad al conducir un automóvil, o pasarse
una luz roja, y si esas faltas no son mayoritariamente sancionadas, entonces
comenzarán faltas mayores, y luego delitos cada vez más graves, pues se pierden las
referencias, pues no se saben ubicar los límites, pues hay entonces inseguridad para
saber qué es lo bueno y qué es lo malo, para saber qué está socialmente permitido y
qué está socialmente prohibido, para saber hasta dónde se puede llegar sin recibir
sanción o condena o reprimenda.
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3. Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son progresivamente
abandonados por la mayoría de la gente (que deja de allí concurrir por temor a las
patotas, o por temor a presiones, a injurias, a situaciones incómodas y enojosas), y si
de una u otra forma esos lugares son también abandonados por las propias
instituciones estatales que aparentan ser omisas o que aparentan no tener medios,
indudablemente el descuido y la suciedad y la arbitrariedad allí van ganando terreno,
y finalmente todo es allí ocupado por los delincuentes y los mal vivientes y los
marginados y los borrachos.
En un sentido positivo, la “teoría de las ventanas rotas” fue aplicada por primera vez
a mediados de la década de los años ochenta en el tren metropolitano de la ciudad de
Nueva York, el cual de hecho se había convertido en el punto más peligroso de la
ciudad. Allí se comenzó por combatir las pequeñas transgresiones: (a) graffitis que
deterioraban y ensuciaban el lugar, (b) descuido general de las estaciones (falta de
pintura, cosas rotas o que no funcionaban), (c) poca puntualidad o irregularidades
en los servicios, (d) ebriedad permitida entre los usuarios, (e) evasiones del pago del
pasaje, (f) pequeños robos y desórdenes, etcétera, etcétera. Al así actuar, los
resultados poco a poco entonces se hicieron evidentes. Comenzando por lo pequeño,
finalmente se logró hacer del citado medio de transporte un lugar seguro, cómodo, y
limpio.
Posteriormente y ya en 1994, Rudolph Giuliani, el entonces alcalde de la ciudad de
Nueva York, basado en la varias veces mencionada “teoría de las ventanas rotas” y
en la experiencia exitosa en el tren metropolitano, impulsó una política de
“tolerancia cero”. La estrategia consistía en crear comunidades limpias y ordenadas,
no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana.
¿Y el resultado práctico? Enorme abatimiento de todos los índices criminales de la
ciudad de Nueva York. Cierto, la expresión “tolerancia cero” suena a una especie de
solución autoritaria y represiva, pero su concepto principal es más bien la prevención
de las ilegalidades, así como la promoción de convenientes condiciones sociales
generales.
No se trata de linchar a los delincuentes, ni de promover la prepotencia policial, ni de
provocar una reacción policial exagerada frente a los delitos. Y de hecho, respeto de
los abusos de autoridad y en concordancia con la idea que aquí se plantea, por cierto
también puede y debe aplicarse en el ámbito policial el concepto de “tolerancia cero”.
De lo que se trata por tanto, es de tener nula tolerancia frente al delito y a la
trasgresión en sí mismos, y no tanto plantear agresividad extrema e intolerancia
extrema frente al delincuente y frente al trasgresor y frente al policía que se excede
en sus atribuciones.
La idea central es la de crear comunidades limpias, ordenadas, sin excesos ni
violencias, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de convivencia, lo que por
cierto hoy día lamentablemente es algo difícil de encontrar, especialmente en las
grandes ciudades.
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4. Ahora bien: ¿La “teoría de las ventanas rotas” puede ser aplicada también a la
propuesta de la sociedad telemática promovida e impulsada por el Centro de Estudios
Joan Bardina? ¿La “teoría de las ventanas rotas” puede orientarnos en relación a las
reformas estructurales sobre las que hay consenso que de una forma o de otra es
necesario llevar adelante?
Por cierto que sí. Hay que derrumbar la idea que el crimen paga. Hay que derrumbar
la idea de que se puede transgredir sin ser sancionado, y sin siquiera recibir un
castigo moral o reprobación moral por parte del entorno social. Hay que derrumbar
la visión de que el vecino es infractor sin que nada le pase. Hay que erradicar la idea
de que se puede llegar a generar un perjuicio a algo o a alguien, al vecino, a una
empresa, al Estado, al fisco, a la naturaleza, sin por ello recibir sanción, sin por ello
al menos tener que pagar una multa o al menos tener que pasar un momento de
tensión y de vergüenza.
Bueno, pero… ¿cómo llegar a hacer esto en forma generalizada, y de una manera
que sea factible y sencillo de implementar? Véase que casi todo directa o
indirectamente está vinculado con el dinero, y por lo tanto, se intuye con facilidad
que no hay mejor solución para encausar las graves problemáticas sociales y
económicas a las que hoy día nos enfrentamos, que promover el uso generalizado del
dinero telemático, que promover el uso generalizado de la moneda responsable y
nominativa y además informativa, pues una estructura de base de este tipo tarde o
temprano va a transmitir la idea que un delito o que un simple engaño, a la corta o a
la larga podrá ser descubierto, simplemente desenrollando el ovillo, simplemente
navegando hacia delante y hacia atrás en las cadenas de pago. El dinero responsable
y telemático puede ayudar muy mucho a hacer más ordenado y más transparente
nuestro universo de intercambios, nuestro universo de transacciones, nuestro
universo de aportes al fisco, y aún nuestras relaciones con el entorno natural y con el
entorno social, y en consecuencia, y en virtud de ese logrado mejor ordenamiento, es
dable esperar un comportamiento humano más racional, más limpio, más moral, más
ajustado a las normas y a la ética, e incluso hasta más solidario.
Y para no quedar solamente en generalidades, terminaremos estas reflexiones
enfocando nuestros encares en torno a la debilidad de la recaudación de impuestos y
de aportes a la seguridad social. Y antes de propiamente sacar conclusiones y hacer
sugerencias, detallaremos a continuación una serie de situaciones realmente vividas
en el correr de los últimos años por quien escribe estas líneas. Para no diluir los
enfoques, aquí plantearemos casi exclusivamente situaciones específicas en torno al
comportamiento de ciudadanos respetables en lo que concierne al pago de tributos y
de tasas.
Para mejor situar al lector y dado que vamos a plantear situaciones realmente vividas
y observadas por quien escribe, corresponde decir sobre mí que vivo en Montevideo,
ciudad capital de Uruguay. También corresponde aclarar que los impuestos de mayor
relevancia y recaudación en ese país, giran ellos en torno al llamado “Impuesto al
Valor Agregado – IVA” (el cual grava con una tasa la venta de mercaderías y la
venta de algunos servicios), y también en torno al llamado “Impuesto a la Renta de
las Personas Físicas – IRPF” (el cual grava con tasas diferenciales determinados
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5. ingresos, como por ejemplo los que se derivan de los servicios brindados por
profesionales liberales).
Pues bien, daré casos concretos en los que cuatro comerciantes y profesionales
universitarios de mi conocimiento evaden impuestos y/o aportes sociales de una u
otra forma, o se los hacen pagar a terceros.
Caso 1: Médicos particulares – Por razones de mi conveniencia e interés, concurro
regularmente a consulta con dos médicos particulares con consultorios médicos muy
bien instalados en la zona céntrica de la ciudad capital de Uruguay, ambos con
secretaria-recepcionista. Por cada consulta médica ambos me cobran $U500
(quinientos pesos uruguayos). Muy bien, en uno de esos casos es la secretaria quien
me cobra la consulta, y en el otro caso es el propio médico. En ninguna de estas dos
situaciones me dan recibo por mi pago, y yo naturalmente tampoco pido recibo pues
no tengo forma de hacer que se me reembolse por este gasto. En lo que concierne a
otros clientes de esos médicos, unos pocos vienen por mutualistas y el resto son todos
pacientes particulares, y por lo que he visto hasta ahora, todos ellos pagan al
contado, no sé si es por el tipo de público que allí se atiende o porque expresamente
esos médicos no aceptan pagos con tarjeta (en realidad nunca pregunté al respecto).
Conclusión: Los honorarios profesionales obviamente deben pagar impuesto, pero
esos doctores en medicina no los pagan, o al menos no los pagan en los montos que
deberían.
Caso 2: Clínica privada – Cierta vez, hace unos años, tenía un problemita en una
pierna y mi médico de cabecera me recomendó fuera a una prestigiosa clínica muy
bien instalada en el Barrio Pocitos de la capital uruguaya, a que me hicieran
aplicaciones diarias durante dos semanas. Muy bien, por cierto seguí el tratamiento
donde se me había recomendado, y como mi mutualista allí no me cubría la atención
que yo precisaba, decidí atenderme en forma particular. En informes me
manifestaron que cada sesión terapéutica tenía un costo de $U200 (doscientos pesos
uruguayos), que eso incluía el producto que se me aplicaba así como el uso de equipo
y camilla, y que si pagaba al contado debía cumplir esa obligación cada vez que fuera
atendido. Obviamente acepté esas condiciones, el tratamiento dio los resultados
esperados, pero ningún recibo se me dio ni por cada pago que realicé ni tampoco un
recibo global al final del tratamiento. Naturalmente, esa clínica tenía muchos
pacientes, pues tenían cuatro consultorios y varios técnicos atendiendo a los clientes,
así como una telefonista-recepcionista que era quien daba las horas de consulta y
quien me cobraba a mí. Y es cierto también que algo más de la mitad de los pacientes
venían allí derivados por mutualistas, y por lo tanto en la clínica no debían pagar
nada. Y es cierto también que aproximadamente la mitad de quienes como yo se
atendían particular pagaban en efectivo mientras que el resto lo hacía con tarjeta de
crédito. Obviamente mientras esperaba a que me atendieran estaba pendiente de
cómo se manejaba la telefonista con los pagos de los clientes, pudiendo entonces
comprobar que no se daba recibo a ninguno de los pacientes particulares que
pagaban en efectivo. Conclusión: Muy posiblemente esa clínica pagaba
correctamente sus impuestos por sus pacientes de mutualista y tal vez también por sus
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6. pacientes privados que pagaban con tarjeta de crédito, pero no creo que pagara nada
de impuestos por sus pacientes privados que pagaban al contado.
Caso 3: Empresario y vecino – Por razones de seguridad y de mi propia comodidad
vivo en un condominio, y uno de mis vecinos es un empresario muy conocido, que
tiene instalado su negocio en la ciudad vieja, y que con cierta frecuencia pone
propaganda en ciertas emisoras radiales. Además y desde hace años, dicho
comerciante es también el Presidente del Condominio, actuando en ese cargo con
asistencia de una prestigiosa administradora de plaza atendida por una Escribana y
por otro profesional universitario. Muy bien, corresponde destacar que las expensas
comunes mensuales de ese condominio son alarmantes, y si bien todos allí somos
propietarios, por el concepto aludido debemos pagar cada mes un monto que mucho
se acerca a lo que podría ser un alquiler. Alarmado por los gastos, concurrí varias
veces a la empresa administradora rentada para pedir explicaciones, y quien allí me
atendió fue siempre la propia Escribana. En esas oportunidades ella me mostró el
detalle de gastos de varios meses y los correspondientes contrarecibos o facturas.
Bueno, por cierto las facturas de combustible parecían estar en orden y coincidían
con los montos imputados en la liquidación, pero había gastos que daban la
impresión de ser muy elevados, como por ejemplo arreglo de portero eléctrico,
compra de tarros de pintura, mano de obra de pintura, arreglos sanitarios,
instalación de luminarias en el jardín, etcétera, etcétera. En esos casos sospechosos
pedí los comprobantes correspondientes y me quedé azorado. Eran recibos
comerciales sin identificación impresa alguna, y con firmas ilegibles. Pregunté a la
Escribana si según su experiencia y saber esa era una documentación adecuada, y
ella ciertamente me contestó que no, pero que esos pagos no los había hecho la
empresa administradora que ella dirigía sino que lo había hecho el Presidente del
condominio, y que bueno, ella entonces no estaba en posición de rechazar esos
comprobantes, y que si yo tenía quejas debía manifestarlas directamente al vecino o
en su defecto plantearlas en la próxima Asamblea de Propietarios. Por cierto tomé
nota de los montos, de las fechas, y de los conceptos de los pagos que me merecían
reparos, pedí inclusive fotocopias de algunos comprobantes, y posteriormente
pregunté al respecto a mi vecino y administrador. Ante mis reclamos y quejas, el
vecino me manifestó que no había pedido recibo oficial en la Ferretería por la
compra de los tarros de enduido y de pintura y de lamparillas eléctricas
aprovechando que el dueño era un amigo y para así no hacer pagar IVA al
condominio, y que efectivamente los recibos del electricista, del pintor, y del sanitario
eran bastante informales porque ellos trabajaban en negro, porque ellos no tenían
empresas personales formalizadas, pero que eran buenas personas y sobre todo
buenos operarios, y que lo que finalmente importaba era la calidad de los trabajos
efectuados. Conclusión: No puedo pensar otra cosa que por los tachos de pintura y
por las lamparitas de bajo consumo mi vecino sí había recibido factura oficial con el
IVA correspondiente, pero que las había pedido a nombre de su empresa y no a
nombre del condominio, para así integrar esos documentos en la contabilidad de su
negocio y así descontar IVA, y que era por eso que al condominio le había entregado
unos recibitos garabateados que tal vez le había hecho su propio hijo. Y respecto de
los recibos dados por el electricista, el pintor, y el sanitario, o bien había hecho una
maniobra similar a la recién señalada, o bien directamente había adulterado las
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7. cifras para poder imputar al condominio una cantidad mayor a la que él realmente
había pago; respecto de los recibos de los operarios, en lo personal me inclino por
esta segunda posibilidad, pues por ejemplo el arreglo del portero eléctrico no creo que
hubiera superado los $U400 o $U500, y sin embargo en la liquidación del
condominio se imputaron $U3600 por este rubro.
Bueno, por cierto los casos expuestos son ejemplos, son situaciones que realmente me
tocó vivir y observar, y sobre las que tengo sospechas muy bien fundadas de
irregularidades por no decir casi certeza o certeza absoluta, pero si el lector piensa un
poco, seguramente se dará cuenta que probablemente no son casos aislados, sino
hechos que con diferencias puntuales se reiteran tanto en Uruguay como en el resto
del mundo.
Si el lector que en este momento está leyendo estas líneas es observador, seguro que
él también tiene numerosas anécdotas sobre irregularidades o estafas como las recién
aludidas. Por cierto, en Uruguay, en Argentina, en Brasil, esto es moneda corriente,
pero también ocurre en los países desarrollados.
Hace unos días hablé telefónicamente con un amigo actualmente residente en
España, y él me contó varios casos irregulares de su conocimiento ocurridos en ese
país europeo. Allí por ejemplo hay trabajadores que pudiendo conseguir un empleo
no lo aceptan para así cobrar el subsidio por desempleo. Allí hay empresas
autónomas que trabajan para empresas de mayor porte, y que a pedido de sus clientes
dos por tres deben expedir facturas truchas por servicios inventados, porque ello
beneficia a la empresa grande respecto de su reliquidación de impuestos.
Ahora bien: ¿Es posible defenderse de estas deshonestidades? ¿Qué podemos hacer
mientras se siga utilizando el dinero anónimo actual, que no permite desenrollar la
madeja para poder descubrir y verificar lo que se sospecha, o lo que se ha constatado
visualmente pero sin haber podido obtener una prueba concreta de ello?
Veamos un poco. ¿En lo personal qué se supone deba hacer de ahora en más con los
médicos que me atienden y no me dan factura? Obviamente si les pido recibo por mis
pagos no dudo de que me lo den, pero eso resuelve muy poco, porque ellos atienden
unos dos pacientes por hora, y trabajan varios días de la semana y en un horario bien
extendido. ¿Acaso debo hacer la denuncia respectiva a la Dirección General
Impositiva? No creo sirva de nada, porque la DGI tal vez ni siquiera mande
inspector, porque si lo manda tal vez el médico lo arregle con una coima, y porque yo
debo hacer la denuncia sin presentar pruebas fehacientes pues no las tengo. ¿O qué
se supone que deba hacer? ¿Ir tal vez con una cámara oculta a mi próxima consulta
médica?
¿Y que se supone deba hacer con mi vecino claramente deshonesto, y que afana a la
DGI pues le paga menos IVA del que le correspondería pagar, y que encima afana a
sus propios vecinos haciéndoles pagar facturas artificialmente infladas de expensas
comunes? El sistema financiero actual basado en dinero anónimo, facilita la evasión
impositiva a muchos empresarios, y facilita también el robo descarado a muchos
administradores y a muchos presidentes de condominio, pues de una u otra forma
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8. ellos maquillan sus comprobantes y sus liquidaciones. Y en mi situación personal y
con el dinero anónimo que hoy circula en contracorriente de productos, de servicios,
y de derechos, poca cosa puedo hacer respecto de mi vecino. Por cierto, si tuviéramos
una economía telemática, ahí sí podría probar con facilidad los señalados tejes y
manejes de mi vecino, y seguramente así podría cobrar yo todo lo que ese cretino me
hizo pagar de más por gastos comunes, y así podría cobrar la DGI todo lo que ese
empresario le pagó de menos, e incluso así tal vez ese vecino debería pasar algunos
meses en la cárcel por el delito cometido. Pero no, me siento actualmente en la selva
financiera y condenado a la inacción, porque puedo sospechar ilícitos y porque
puedo tener muy fuertes indicios de que los mismos se están cometiendo, pero eso no
lo puedo probar fehacientemente frente a la justicia, y ni siquiera puedo evaluar
cuánto se me cobró de más a mí, o cuánto se le pagó de menos a la DGI.
Esto tiene que cambiar. Tenemos que introducir la moneda telemática en forma
urgente, y no solamente para que finalmente se le cobre en forma correcta las
expensas comunes a quienes vivimos en condominios, sino también para que
disminuya drásticamente el consumo de drogas ilícitas, y para que se atenúe en
forma notoria la pobreza y la indigencia. Puesto que una cosa está enrabada con la
otra. Puesto que los recursos del planeta y nuestra capacidad de producción son
limitados, y puesto que si hay unos cuantos que disponen de muchos recursos,
obligatoriamente tendrá que haber otros que deban conformarse con muy poca cosa.
Naturalmente sé muy bien que es injusto generalizar. Obviamente puedo afirmar en
forma rotunda que no todos los profesionales de la salud evaden parte de sus
impuestos, pues hay unos cuantos médicos que únicamente trabajan por un sueldo, y
además tengo el ejemplo concreto de mi dentista, que cada vez que voy a pagarle hace
sus cálculos, escribe planillas, y emite su recibo con todo detalle indicando cuantos
son sus honorarios e indicando el IRPF correspondiente, y a veces yo estoy un poco
apurado o dolorido, y por respeto debo esperar a que ella termine todo ese papeleo,
pues claro, ella es dentista y probablemente muy hábil con las manos, pero un poco
lenta para los cálculos. Y obviamente cada vez que voy a visitar a los amigos, si es
que viven en un condominio casi siempre les pregunto por las expensas comunes, y
claro, algunos se despachan y hablan pestes del administrador rentado o de algún
vecino que paga las cuentas, y le dicen ladrón, chorro, coimero, y esas cosas, y por el
monto mensual de gastos que deben pagar me doy cuenta que esos amigos están en lo
cierto. Sin embargo también tengo amigos que manifiestan estar conformes con los
gastos comunes y con el administrador, y viendo los muy bajos aportes mensuales que
ellos deben realizar, no puedo hacer otra cosa que pensar que ellos están en lo cierto.
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