El documento describe el desierto como un lugar paradójico que puede ser tanto un ámbito privilegiado para el encuentro con Dios como un lugar de tentación y desolación. Por un lado, la paz, el silencio y la soledad del desierto disponen el alma para la introspección y la comunicación con lo trascendente. Por otro lado, también es un espacio de aridez, sequía y cruel soledad donde los demonios ponen a prueba la fe. El desierto es un lugar de tránsito y preparación que conduce a un estado interior de despojo para
El desierto: lugar de encuentro con Dios y tentación
1. •
''lió VAMóS A G4M8tA~ EL MVNf>ó
~Nó G4M8tAMóS LA El>~tÓN'~
Fravtcisco.
2. TIEMPO PASCUAL (
Texto: Lic. Arturo Brochard - Ex disertante de los Cursos de Cultura Católica, Miembro del ClES.
Fundación Aletheia - Secretario Académico del CONSUDEC.
Sobre la espiritualidad
del desierto, un ámbito~de
CONTRADICIONEl desierto aparece como un
ámbito privilegiado para el en-
cuentro con Dios. La paz, el silen-
cio, la soledad y el sosiego que re-
sulta de la falta de solicitaciones
que estimulen Jos sentidos, pre-
disponen al alma a un encuentro
íntimo consigo misma, reflexiva-
mente, y con su Creador. Pero el
desierto es también un ámbito
de aridez extrema, de sequía, de
muerte, de desolación, de cruel
soledad y de tentación donde se
pone de manifiesto el poder de
Jos demonios. Lugar paradójico,
el desierto.
lQUÉ ES EL DESIERTO?
El desierto es a la vez un lugar
yun estado. El término "desierto",
en general, designa en la Biblia lu-
gares desolados yresecos (Os. 13:5),
solitarios (Dt. 32:10), oscuros Uer.
2:6,31) e inseguros (Lam. 5:9). Así,
por ejemplo, Jo describe el Deute-
ronomio como lugar "inmenso y
terrible, lleno de serpientes y ala-
cranes, un sequedal sin una gota
de agua" (8, 15). Es Jo contrario del
"agua viva" que ofrece jesús a la
samaritana, capaz de convertir
el páramo más árido y reseco en
un vergel rebosante de vida un.:
4,5-42). El desierto en sentido es-
piritual es ese estado interior de
aridez, de sequedad, de ausencia
de gratificaciones, que han expe-
rimentado todos aquellos que se
han iniciado en la vida espiritual.
No sólo Jos místicos y Jos consa-
grados sino también el mismo je-
sucristo, el Maestro, experimentó
este abandono y desamparo en
Jos últimos trances de su Pasión.
En este sentido, aparece como
un estadio, inicial o final, del que
nadie que haya progresado en la
vida interior está exceptuado. Es
una circunstancia que favorece
al despojo del propio yo para que
jesucristo llegue a ser objeto de
un amor no mezclado con el pro-
pío. "No se puede participar en la
misión de jesús, en la misión del
Evangelio, si no se participa en
la experiencia del desierto"1. "Es
necesario pasar por el desierto y
vivir en él para recibir la gracia
de Dios. Allí es donde nos vacia-
mos, donde arrojamos de noso-
tros todo cuanto no es Dios (...)
Es un período por el cual necesa-
riamente ha de pasar el alma que
quiere producir frutos"2•
EL DESIERTO COMO ÁMBITO
PRIVILEGIADO PARA EL EN-
CUENTRO CON DIOS
El desierto es Jugar de sole-
dad, "de retiro de las ocupado-
nes cotidianas, del ruido y de la
superficialidad (...), es Jugar de la
libertad que sitúa al hombre ante
las cuestiones fundamentales de
su vida"3.
No porque sí es el lugar donde
históricamente surgió el mono-
teísmo. La espiritualidad del de-
sierto fue en un comienzo de ca-
rácter eremítico, desarrollada por
los Padres del desierto y ha queda-
do testimoniada en las Sentencias
y, particularmente,
en los Apotegmas re-
copilados. Aún antes
del cristianismo, este
estilo de vida anaco-
reta era practicado y
considerado un es-
tado de perfección.
Cuentan algunos
que en tiempos de
Jos primeros monjes cristianos de
Tebaida, la vida monástica llegó a
contar con tantos entusiastas en
Egipto que el emperador Valente
tuvo que restringir el número de
hombres que abrazaban el mona-
cato. El ideal de vida de estos hom-
bres era la "jesüjfa", traducida del
griego como la tranquilidad o paz
del alma. No se equiparaba a la
"ataraxfa" o imperturbabilidad de
los estoicos ni tampoco a la "apá-
zeia" (apatía) de Jos epicúreos, que
era algo práctico y no contempla-
tivo, y considerado como un fin
en sf mismo. Se trataba más bien
de comunicarse, en medio de una
vida y consagración contemplati-
va, de una escucha atenta y pre-
COMUNICARNOS l_3
3. ) TIEMPO PASCUAL
dispuesta a las divinas mocio-
nes, con lo trascendente. Esto es
occidental.
Apunta Ratzinger, "las gran-
des cosas comienzan siempre en
el desierto". Aristóteles en su Fí-
sica estableció los principios que
hacen posible el movimiento y
que son: forma, materia y pri-
vación. Pues bien, en el desierto,
todo es privación, de manera que
toda perfección tendría lugar en
él. Es, por otro lado, el ámbito
donde todas las necesidades se
hacen sentir con mayor fuerza.
El desierto es, principal y signi-
ficativamente, el lugar donde ha-
bla Dios. Tal el caso de los profe-
tas. Dice jeremías: "recuerdo a tu
favor el afecto de tus mocedades,
el amor de la época de tus despo-
sorios, cómo me seguiste por el
desierto, por países donde no se
siembra" (2,2). Y Oseas: "Por tan-
to, he aquí que yo la seduciré y la
conduciré al desierto, y le habla-
ré al corazón, y le daré desde allí
mismo sus viñas y el propio valle
de Akor como puerta de esperan-
za. Ycantará allí como en los días
de su juventud y como el día en
que salió del país de Egipto" (2,16-
17). En el desierto fue anunciada la
venida del Mesías: "una voz grita:
en el desierto preparad un cami-
no al Señor; allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios;
que los valles se levanten, que
montes y colinas se abajen, que
lo torcido se enderece y lo esca-
NOTAS
broso se nivele" (ls.: 40,3-5). "Y el
desierto se engalanará y la estepa
extenderá una alfombra tupida
de flores bajo los pies del corte-
jo triunfal, y exultará de júbilo al
contemplar la gloria de nuestro
Dios" (ls.:35,1-2). "Recordarás todo
el camino que Yahvé, tu Dios, te
ha hecho andar estos cuarenta
años por el desierto a fin de hu-
millarte, probarte y saber lo que
encierra tu corazón..." (Dt.: 8,2).
Finalmente, el desierto es el
camino elegido por Dios para
llevar a su pueblo a la salvación
aun cuando no era el camino
más corto entre Egipto y Canaá
(Ex.: 13,17ss). Cuántas veces habló
Dios con Moisés en el desierto.
EL DESIERTO, LUGAR DE TEN-
TACIÓN .
Todo conspira en el mundo
contra el recogimiento y la vida
interior. El hambre, la sed, las epi-
demias, los motines, los saqueado-
res y todo lo que vino con el de-
sierto fueron capaces de quebrar
más de una vez la fe del pueblo
de Israel. El éxodo a través del de-
sierto durante cuarenta años tie-
ne un sentido "típico"4, tanto en
el numeral como en la metáfora.
Aun el mismo Cristo fue tentado
en el desierto.
El desierto ha sido considera-
do como la morada de Satanás y
de su séquito. Expulsado del Pa-
raíso, el Demonio fue arrojado al
mundo (ls: 14:12-15; Ez. 28: 12-19)
del cual se lo considera Príncipe
(JI Cor.: 4,4) y particularmente, al
desierto (Lv. 16,10; Le 8,29; 11,24).
Los demonios expulsados van a
van a vagar por el desierto (Ma-
teo 12:43-45). Yes allí donde arre-
meten con todas sus fuerzas. En
el mundo, cada uno es tentado
por su propia concupiscencia
(Sant.: 1,14) y los demonios pue-
den sentarse a mirar el espectá-
culo sin necesidad de intervenir
demasiado. En el desierto, en
cambio, fustigan sin clemencia
a las almas que quieren vivir esa
espiritualidad. "Así, un padre del
desierto vio al diablo sentado
tranquilamente sobre la puerta
de la ciudad de Alejandría, mien-
tras que las legiones infernales
acometían impetuosamente a los
santos de la soledad"5. No es bue-
na idea adentrarse en el desierto
a menos que sea el Espíritu el que
conduce: 'jesús, lleno del Espíritu
Santo, regresó de las orillas del
Jordán y fue conducido por el Es-
píritu al desierto" (Le.: 4, 1-13).
EL DESIERTO, UN LUGAR DE
TRÁNSITO
El desierto, cualquiera sea el
modo de concebirlo, es siempre
un lugar de tránsito y de prepa-
ración. Un tiempo y un espacio
y por sobre todo, un estado de
interioridad que son ocasión de
perfeccionamiento y sobre el
cual resulta oportuno meditar en
este tiempo cuaresmal.- +
1- Ratzinger, joseph: "El camino pascual". Ejercicios espirituales dados en el Vaticano en presencia de S.S.
Juan Pablo 11, Trad.: Bartolomé Parera Galmés, pp.13 ss., Madrid, BAC Popular, 1990.
2- De Foucault, Charles, "Lettre au Pere Jéróme du 19 mai 1898".
3- Ratzinger, j., Op. cit.
4- El sentido típico es la prefiguración de un acontecimiento que tendrá lugar luego de la venida de Jesu-
cristo, acontecimiento que está significado y como anunciado por una metáfora. Por ejemplo, la tipología
de los hijos de Abraham con Gálatas 4, los hijos de la promesa y los hijos de la naturaleza. Así también, el
Éxodo de Abraham con la cuaresma de jesús.
5- Lehodey, Dom Vital: "El Santo Abandono", 2a edición Colección Patmos, p. 234, Madrid, Rialp, 1981 .
41 COMUNICARNOS