1. Arzobispado de Arequipa
Domingo
04 de
septiembre
de 2016
SANTA ROSA DE LIMA, HOY
El 30 de agosto hemos celebrado el día de santa
Rosa, una joven de la clase media limeña que
vivió hace cuatrocientos años. Puede parecer
que ha pasado mucho tiempo desde entonces y
que su figura resulta extemporánea para
nosotros. Es cierto que en cuatro siglos la
sociedad ha cambiado mucho, pero el corazón
de los hombres, varones y mujeres, no ha
cambiado tanto. Los hombres de todos los
tiempos estamos marcados por las
consecuencias del pecado original y nos
encontramos con una gran dificultad. Por un
lado, queremos ser como Dios, eternos y
totalmente autónomos, vivir para siempre y ser
felices; por otro lado, nos encontramos con
nuestra finitud y con la insatisfacción que
produce buscar la felicidad donde no se
encuentra. Nos guste o no, en sí misma la
naturaleza humana es limitada y sus
capacidades son las propias de una criatura y no
las del Creador. Por eso, al menos a mí me
mueve a compasión encontrarme con personas
que se sienten dioses, que no quieren aceptar que
la naturaleza tiene sus propias leyes que no han
sido creadas por los hombres sino que han sido
puestas en ellas por el Creador. Personas que no
tienen más esperanza que tratar de pasarla bien
en este mundo y alargar un poco su vida para, al
final, terminar inevitablemente en un ataúd o en
unhornocrematorio.
En ese contexto, santa Rosa de Lima nos hace
presente lo que Dios es capaz de hacer con una
persona que se fía de Él, que se acepta criatura y
se deja guiar por su Creador. Isabel Flores de
Oliva, ese era su nombre de pila, era una joven
hermosa; por eso la llamaban Rosa. No le
faltaban pretendientes. Sus padres ansiaban
casarla con un “buen partido”; pero ella se
enamoró de Jesucristo, “el más bello de los hijos
de Adán”, y supo que Jesús la quería para Él.
“Rosa de mi corazón, sé tú mi esposa”, le dijo, y
ella aceptó de buen grado su elección, hasta
alcanzar la unión mística con suAmado. El fruto
de ese amor se canalizó a través de una vida de
oración y penitencia, palabra ésta que causa
tanta aversión al hombre posmoderno pero que a
Rosa le hizo posible unirse a Jesucristo de un
modo pocas veces alcanzado por un ser humano
y, por tanto, la llevó a experimentar ya en este
mundo la vida eterna, esa vida y ese gozo que no
se acaban al terminar una noche de fiesta o de
juerga con los amigos o, peor aún, un rato de
desahogo sexual. La misma unión con Cristo le
hizo conocer tanto la bondad y la misericordia
de Dios, que la llevó a amar a todos los hombres,
especialmente a los más pobres y enfermos a
quienes socorría en sus necesidades. Todo lo
contrario al egoísmo y la autorreferencialidad
que caracteriza a aquella que el Papa Francisco
denomina la “sociedad del descarte” porque,
como él mismo dice, descarta a los niños por
nacer, a los ancianos y a todos aquellos que
resultan inútiles para un mundo utilitarista que
haendiosadoaldineroyelconfort.
Al releer estos días la vida de santa Rosa de
Lima me he visto confirmado en la importancia
de enseñar a los jóvenes, pero también a los
niños y adultos, el verdadero camino para que
tengan vida en abundancia. Ese camino es Jesús,
el único capaz de vencer en nosotros el pecado y
la muerte y hacernos partícipes de su vida
divina,fuentedeverdaderogozo.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa
LA ColumnA
De Mons. Javier Del Río Alba