1. Arzobispado de Arequipa
Domingo 6
de marzo
del 2016
TIEMPO DE INVERTIR
Estando cerca la Semana Santa, permítanme
recordarles nuevamente la importancia de
prepararnos bien para celebrar la Pascua. Como
lo he venido diciendo en esta columna las
últimas semanas, sólo si vivimos bien la
Cuaresma podremos experimentar realmente en
nuestra vida cotidiana la victoria de Jesucristo
sobre el pecado y la muerte, es decir sobre
aquello que nos impide ser del todo libres y
disfrutar de la vida en este mundo. Y para
prepararnos bien para la Pascua, es preciso que
aprovechemos los tres medios que nos da la
Iglesia: oración, ayuno y limosna. El ayuno
purifica nuestro corazón y nos ayuda a rezar
bien, es decir a pedir lo que nos conviene. La
limosna es como el combustible que hace
posible que nuestras oraciones lleguen al Cielo,
hasta Dios. La limosna, que es caridad en acción,
ademásborramultituddepecados(1 Pedro4,8).
La palabra “limosna” deriva del griego
“elemosyne”, que significa compasión y
misericordia. Hace referencia al sentimiento que
suscita en nosotros el prójimo necesitado o
sufriente. Así como Dios es compasivo y
misericordioso, lento a la ira, rico en piedad y
leal (cfr. Exodo 34,6), Jesús nos dice que
también nosotros seamos misericordiosos
(Lucas 6,36) y compartamos nuestros bienes
con los pobres (Lucas 12, 33). La limosna no es
dar de lo que nos sobra. Eso es justicia. La
limosna consiste en dar algo que nos es
necesario, para aliviar a otro que lo necesita más
que nosotros. Como dice la Sagrada Escritura:
“Si tienes mucho, da mucho; si tienes poco, da
poco. Da limosna de lo que tengas, porque quien
da limosna atesora en el cielo y se libra de la
muerte” (Tobías 4,7-11). Por eso, desde los
orígenes de la Iglesia los cristianos sabemos que
la limosna es el cauce privilegiado del amor
fraterno. San Agustín decía que la limosna hace
al alma buena y hermosa, porque la aleja del
pecado; y San Juan Crisóstomo afirmaba que
“donde se da limosna no se atreve a penetrar el
diablo”.
Lamentablemente, en un mundo como el que
nos ha tocado vivir, cada vez más materialista e
individualista, en el que habitan multitud de
pobres alrededor nuestro, existe el riesgo de
habituarnos a esa situación y, sin darnos cuenta,
como dice el Papa Francisco se nos puede
adormecer el alma en nuestra quietud y confort,
acostumbrándonos a vivir de un modo egoísta,
acumulando para nosotros mismos y sin
interesarnos por las necesidades de los demás.
Sin embargo, como escribió san Juan Pablo II:
“no hay verdadera conversión a Dios, no puede
existir religión auténtica, sin reparar las injurias
e injusticias en las relaciones entre los hombres,
en la vida social” (Alocución del 28.III.1979).
Por ello, si bien estamos llamados a hacer
limosna siempre, la Iglesia nos invita a hacerlo
de modo más intenso durante la Cuaresma.
Estoy seguro de que la mayoría de nosotros
tenemos bienes guardados que ni siquiera
usamos: ropa, dinero, libros, juguetes de los
niños que ya crecieron, etc. Aprovechemos esta
ocasión para darlos a quienes lo necesitan, sean
personas, familias o instituciones de
beneficencia como la Cáritas. Aprovechemos
también para visitar enfermos y personas
sufrientes, haciéndoles presente el amor de
Dios. Como dijo Jesús, lo que hagamos a uno de
ellos,aÉlselohacemos(Mateo25,40).
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa
LA ColumnA
De Mons. Javier Del Río Alba