1. Arzobispado de Arequipa
Domingo
12 de
marzo
de 2017
LA COLUMNA
De Mons. Javier Del Río Alba
BELLEZA QUE CAUTIVA
Comenzamos la segunda semana de la
Cuaresma y conviene que vayamos usando los
mejores medios con que contamos para
aprovechar este tiempo de gracia y conversión
que nos prepara para experimentar en carne
propia, en la Semana Santa, la victoria de
Jesucristo sobre el pecado y la muerte. El primer
medio con que contamos para esto es la oración.
Como dice el Papa Francisco en su exhortación
Evangelii Gaudium: “Nos hace falta clamar
cada día a Dios, pedir su gracia para que nos
abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y
superficial” (n. 264). Ya decía san Agustín que
los hombres necesitamos convertirnos cada día
de las creaturas al Creador, porque como dijo
Jesús: “el espíritu está pronto, pero la carne es
débil” (Mt 26,41). La realidad es que, mas allá
de nuestras buenas intenciones, en el transcurso
de nuestras actividades cotidianas todos
tenemos esa inclinación a alejarnos de Dios y
apegarnos a las cosas de este mundo, a los
afectos, a los bienes materiales, al ansia de
prestigio y otras idolatrías que nos van
impidiendo amar a Dios sobre todas las cosas y
al prójimo como a nosotros mismos, que es la
clavedelafelicidad.
La oración es fundamentalmente un don de
Dios, pero requiere la respuesta libre del
hombre. No es que nosotros podamos rezar
solamente porque lo deseamos. En realidad, el
mismo deseo de rezar es una inspiración que nos
viene de Dios a través del Espíritu Santo. Dios
nos invita a unirnos a Él a través de la oración,
pero no nos fuerza hacerlo, así que nosotros
podemos acoger o rechazar esa invitación. En
ese sentido, Juan Pablo II decía que rezar no es
algo que debe darse por supuesto, sino que
debemos aprender a hacerlo. En la oración,
escribió el Papa santo, “se desarrolla ese diálogo
con Cristo que nos convierte en sus
íntimos…Esta reciprocidad es el fundamento
mismo, el alma de la vida cristiana…el secreto
de un cristianismo realmente vital, que no tiene
motivos para temer el futuro” (NMI, 32). La
oración, en tanto diálogo de amor, hace posible
que la persona llegue a ser poseída por Dios
hasta el punto de experimentar la propia vida
divinaenloprofundodesu ser.
Lamentablemente, este mundo que cada vez nos
obliga a ir más de prisa, en no pocas ocasiones
nos hace olvidar la importancia de cultivar la
intimidad con Dios y nos lleva a caer en la
trampa del materialismo que nos deshumaniza y
esclaviza. De esa manera, terminamos hartos de
todo y llenos de nada, presos en una aridez que
no nos satisface. De ahí la importancia de
aprovechar este tiempo de Cuaresma para
acogernos a la gracia de Dios y combatir contra
ese hombre viejo que todos tenemos dentro y
contra esas tentaciones del demonio que nos
quiere hacer creer que somos autosuficientes.
Aprovechemos que en la Cuaresma Dios nos da
gracias especiales y retomemos o dediquemos
algo más de tiempo a la oración. Así podremos
experimentar qué dulce es estar frente a un
crucifijo o de rodillas ante el sagrario o en
diálogo con Dios a través de la lectura orante de
la Biblia. Como dice el Papa Francisco: “Si lo
abordamos de esa manera, su belleza nos
asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez”
(EG,264).
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa