3. La Iglesia nos dice que Jesucristo es
sacramento de Dios Padre, y la Iglesia
es sacramento de Jesucristo.
4. Al ver a los bautizados, uno está
contemplando el Cuerpo Místico de
Jesús; uno está contemplando la
Iglesia.
5. Nuestra identidad sacramental es una
identidad de comunidad. No se puede
vivir los sacramentos si uno tiene una
actitud individualista. La vida
sacramental se vive como comunidad.
6. Es que nuestro Dios, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, vive la mística de
amorosa comunidad. Por eso, la
Iglesia, que es la única manera de
conocer el Dios Revelado, actúa por
medio de la Comunión.
7.
8. Tan importante es este sacramento de
la Eucaristía en la vida de las
personas de fe, que en el transcurso
de los siglos ha recibido muchos
sobrenombres cariñosos: El pan de
los ángeles, el Sacramento de
amor, el Pan bajado del cielo, Comida
para la vida eterna.
9. Pero cuando decimos que la Eucaristía
es pan de los ángeles, recordamos
que en realidad, los ángeles no son
dignos de recibir este sacramento. No
fue instituido para ellos, sino para
nosotros, los seres humanos. Cuando
comulgamos, los ángeles nos miran
con admiración, porque nuestra
íntima unión física con Cristo está
afuera de su alcance.
10. En este sacramento encontramos la
verdadera presencia, bajo las
apariencias de pan y vino, a Jesucristo
realmente presente y vivo.
11. En las capillas y templos donde se
reserva el sacramento en el sagrario,
uno está realmente en la presencia
del Señor de los señores, el Salvados
del Mundo. Por eso, cuando
entramos, hacemos una reverencia,
normalmente una genuflexión.
12. Dice san Pablo: “El cáliz de bendición
que bendecimos, ¿no es acaso
participación de la sangre de Cristo? Y
el pan que partimos, ¿no es acaso
participación del cuerpo de Cristo?” (1
Cor 10, 16).
13.
14. Una experiencia que se oye
frecuentemente de personas en el
cautiverio es que, cuando están en la
Misa, no se siente en la cárcel. Son
demasiadas personas que han
compartido la experiencia para
descartar su testimonio. ¿Cómo se
explica este prodigio?
15. Cuando celebramos el sacramento de
la Eucaristía dentro de la Misa,
celebramos el sacrificio de Jesucristo
en el Calvario y celebramos el
sacrificio de la Santa Cena. ¿Cómo
puede ser que estamos celebrando los
dos eventos al mismo tiempo?
16. Porque el sacrificio de Jesucristo
es uno solo. Lo que Jesús ofreció
en la Santa Cena era su sacrificio
en la cruz, aunque históricamente
la cruz estaba todavía en el
futuro.
17. Para Dios, la experiencia
sacramental existe afuera de
tiempo y espacio, aunque
nosotros la experimentamos en el
tiempo y el espacio.
18. Por eso, Jesús estaba celebrando en
la Santa Cena el triunfo de su muerte
en cruz, que derrumba el poder de la
muerte, como algo ya cumplido.
Además, cuando participamos en la
Misa, estamos presentes a la vez en la
Santa Cena y en el Calvario.
19. ¿Cuántas Misas hemos celebrado
como Iglesia desde los tiempos de los
apóstoles hasta el día de hoy? Todos
los días se celebra la Santa Misa en
todos los continentes del mundo.
20. En cualquier momento, en alguna
parte del mundo una comunidad
está en misa. Pero es correcto
decir que, de alguna manera, en
toda la historia de la Iglesia, la
Misa se ha celebrado solo una
vez.
21. El sacrificio de Jesús es una sola vez, como dice
el autor de la carta a los hebreos: “Cristo entró
una vez para siempre en el santuario habiendo
conseguido una redención eterna. Porque, si la
sangre de chivos y toros y las cenizas de una
ternera con las que se rocía a las personas en
estado de impureza, tienen poder para restaurar
la pureza exterior, ¡cuánto más la sangre de
Cristo, que por el Espíritu eterno se ofreció a sí
mismo a Dios como víctima perfecta, purificará
nuestra conciencia de las obras que conducen a
la muerte para que podamos dar culto al Dios
vivo!” (Heb 9, 13-14).
22. Y además, dice: “Cualquier otro
sacerdote se presenta cada día para
celebrar el culto y ofrecer
continuamente los mismos sacrificios
que nunca pueden quitar los pecados.
Cristo, por el contrario, no ofreció más
que un sacrificio por el pecado, y se
sentó para siempre a la derecha del
padre” (Heb 10, 11-12).
23.
24. El Evangelio de Juan, el evangelio
del Discípulo Amado, dedica un
capítulo completo a la Eucaristía.
25. En el capítulo seis de Juan, Jesús nos
explica claramente que la eucaristía
es esencial para la vida del alma:
“Jesús les dijo: “Yo les aseguro que si
no comen la carne del hijo del
hombre y no beben su sangre, no
tendrán vida en ustedes”.
26. Este sacramento en que todos los que
comulgamos con el Señor, ahora y en
el pasado, estamos unidos en una
mística comunión, borra las
diferencias entre clases, razas,
edades, y hasta sexos.
27. Todos formamos un solo cuerpo en el
Señor. No tiene ninguna ventaja aquel
que se encuentra afuera de la cárcel y
el que experimenta el más cruel
encierro.
28. Que nadie se atreve a acercarse al
sacramento si no acepta a todos
como sus hermanos. Si una persona
quiere ver distinciones entre uno y el
otro, está mostrando una falta de fe
en el Sacramento de la Eucaristía.
29.
30. El sacramento de la Eucaristía se
llama la fracción de pan en las
obras de san Lucas, el Evangelio
de Lucas y los hechos de los
Apóstoles.
31. Podemos ver a Jesús celebrando la
Fracción del Pan con los discípulos de
Emaus, y a los apóstoles y la joven
Iglesia celebrándola en Hechos 2, 42
y 20, 7, y san Pablo lo llama la cena
del Señor en 1 Cor 11, 11-34. Igual
como nosotros hoy en día, se reunían
a proclamar y explicar las escrituras
antes de celebrar la Eucaristía. En el
caso de Hch 20, 7-9, ¡se ve los
peligros de las homilías demasiado
largas!
32. En la fracción del pan, el hermoso pan
está hecho pedazos. Hay que partir el
pan para compartirlo. Igual como el
cuerpo de Jesús fue destrozado en la
Cruz para redimir el mundo, su cuerpo
está despedazado para hacernos uno.
33. Jesús entiende cómo las
dificultades de este mundo nos
puede herir, y su cuerpo destruido
sobre el altar muestra su
solidaridad con nosotros que
sufrimos.
34. En un momento, por razones de un
miedo de despedazar el pan, la Iglesia
en ciertas regiones del mundo
empezó a utilizar hostias ya formadas.
Aunque sigue la validez de utilizar
pequeñas hostias, hoy en día es más
común ver una hostia grande que se
despedaza, restaurando la visión
original de Jesucristo.
35. Puede hacer su propia pan eucarístico
con harina de trigo (la harina integral
da muy buen resultado) y agua.
Forma un pan delgado y redondo y
ponlo sobre el comal hasta que se
cuece. Hágalo el mismo día en que lo
vas a utilizar.
36. No hay que ser una religiosa en
un convento para preparar el pan;
puedes ser un preso en una celda.
37. ¡Jesús rompe todas las diferencias
sociales! “Todos nosotros, judíos o no
judíos, esclavos o libres, hemos
recibido un mismo Espíritu en el
bautismo, a fin de formar un solo
cuerpo” ( 1 Cor 12, 13). “Ya no hay
distinción entre judío o no judío, entre
esclavo o libre, entre varón o mujer,
porque todos ustedes son uno en
Cristo Jesús” (Gal 3, 28).
38.
39. A veces las irregularidades en la vida
de una persona, secuelas de los
golpes de una vida lejos de Jesús,
implican que la persona no se siente o
no puede recibir a Jesús
sacramentado.
40. En estas circunstancias, el equipo
de Pastoral Penitenciaria debe
ayudar a la persona buscando
poner en orden, si es posible,
cualquiera irregularidad para que
la persona pueda comulgar.
41. Por ejemplo, si una persona se casa
con un adicto al alcohol o la droga (o
viceversa), y el matrimonio fracasó,
debe de ser posible que este
matrimonio sea anulado. Pero si la
situación no se puede remediar, o si el
remedio se tardará, aun así la
persona tiene un increíble papel en la
Santa Misa.
42. Cuando todos los obispos del mundo
se reunieron en el Segundo Concilio
Vaticano, ellos escribieron sobre la
participación de los fieles en la
Eucaristía:
43. “La Iglesia procura con solícito cuidado que
los fieles no asistan a este misterio de fe
como extraños o mudos espectadores, sino
que, comprendiéndolo bien, mediante ritos y
oraciones, participen consciente, piadosa y
activamente en la acción sagrada, sean
instruidos con la palabra de Dios, se
fortalezcan en el banquete del Cuerpo del
Señor, den gracias a Dios, aprendan a
ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia
inmaculada no sólo por manos del sacerdote,
sino también juntamente con él, y se
perfeccionen día a día, por Cristo Mediador,
en la unidad con Dios y entre sí, para que,
finalmente, Dios sea todo en todos” (SC 48).
44.
45. En la gran mayoría de nuestros
centros se expone el Santísimo
Sacramento para la adoración de la
comunidad. Por el hecho de que Jesús
está realmente presente en el Pan
Consagrado, pasar tiempo frente a la
Hostia Sagrada nos da oportunidad de
que el Señor obre dentro de nosotros,
dándonos la sensibilidad de percibir
con los ojos espirituales lo que los
ojos corporales no pueden percibir.
46. La persona que pasa tiempo ante el
Santísimo Sacramento, o en un
momento de exposición, o ante un
tabernáculo, un sagrario donde se
guarda la Sagrada Especie, percibe
por medio de la gracia de Dios, que
no está frente a un pan cualquiera,
sino que hay algo especial.
47. El Espíritu Santo, que reside en
nosotros, responde a la presencia de
Jesucristo, Dios Hijo, dentro del
Santísimo Sacramento del Altar.
48. ¿Por qué unos no creen en la
presencia de Cristo en la Eucaristía?
49. Es impresionante que las sectas que
se han separado de la Iglesia
reconocen que no tienen el poder de
transformar el pan y el vino en el
Cuerpo y Sangre de Jesús.
50. Cuando se separaron de la
continuación sacramental por la
imposición de manos de parte de los
obispos, se imposibilitaron la
transubstanciación. Reconocemos que
la Iglesia no ha cambiado nuestra
posición. Seguimos haciendo lo que
siempre hemos hecho, y tenemos los
escritos históricos para comprobarlo.
Por ejemplo:
51. En San Cirilo, obispo de Jerusalén,
encontramos un testigo de las creencias
de la Iglesia primitiva, gracias a su
«Catequesis», un libro escrito por él
alrededor de 350 después de Cristo. A
pesar de su antigüedad, las enseñanzas
de su libro siguen vigentes. No somos
una Iglesia de novedades; mantenemos
la tradición de los Apóstoles.
52. San Pablo proclamó precisamente
que nuestro Señor Jesucristo, la
noche en que fue entregado, tomó el
pan después de haber dado gracias,
lo partió y lo dio a sus discípulos
diciendo: “Tomen, coman, esto es mi
cuerpo”. Y tomando la copa después
de haber dado gracias, dijo: “Tomen,
beban, esto es mi sangre”.
53. Si él mismo lo pronuncia y dice
acerca del pan: “Esto es mi cuerpo”,
¿quién se atreverá a dudar en
adelante? Y si él lo asegura y dice:
“Esto es mi sangre”, ¿quién dudará
alguna vez diciendo que no es su
sangre?
54. En una ocasión, con la señal suya,
cambió el agua en vino en Caná de
Galilea, ¿y no es digno de fe cuando
cambia el vino en su sangre? Invitado a
unas bodas corporales hizo este milagro
sorprendente, ¿y no se confesará con
mayor razón que ha otorgado a los hijos
dignos del banquete nupcial, el placer de
su cuerpo y de su sangre?
55. Por tanto, con toda certeza
participamos del cuerpo y de la
sangre de Cristo. En figura de pan se
te da el cuerpo y en figura de vino se
te da la sangre, para que, habiendo
participado del cuerpo y de la sangre
de Cristo, llegues a ser de su mismo
cuerpo y de su misma sangre.
56. Así también llegamos a ser
portadores de Cristo cuando por
nuestros miembros se distribuyen su
cuerpo y su sangre. Y es por eso que
dice San Pedro que “somos hechos
participantes de la naturaleza divina”.
57. Más temprano aún, testimonio sobre
la Eucaristía alrededor el año 135:
San Justino, mártir, escribió sus apologías
contra los ataques del Imperio Romano. Su
meta era convencer al emperador que no
había peligro para el estado en la doctrina
de los cristianos. No logró convencerlo, y
fue mártir bajo el Emperador Marco Aurelio
en 161.
58. Este alimento se llama entre nosotros
«Eucaristía», de la que a nadie es
lícito participar, sino al que cree
verdaderas nuestras enseñanzas y se
ha lavado en el baño que da la
remisión de los pecados y la
regeneración, y vive conforme a lo
que Cristo nos enseñó.
59. Porque no tomamos estas cosas como
pan común ni bebida ordinaria, sino que,
a la manera que Jesucristo, nuestro
Salvador, hecho carne por virtud del
Verbo de Dios, tuvo carne y sangre por
nuestra salvación; así se nos ha
enseñado que por virtud de la oración al
Verbo que de Dios procede, el alimento
sobre que fue dicha la acción de
gracias—alimento de que, por
transformación, se nutren nuestra sangre
y nuestras carnes—es la carne y la
sangre de Aquel mismo Jesús encarnado.
60. Testimonio de la Eucaristía de un
discípulo del apóstol Juan:
San Ignacio, obispo de Antioquía, fue
discípulo del Apóstol Juan. Él escribió unas
cartas camino a su martirio en Roma, en el
año 106, cuando ya era viejo. Nativo de
Antioquía, él estaba presente en la ciudad
cuando Pablo hizo sus predicaciones. Así
habla de la Eucaristía:
61. Apártense también de la Eucaristía y de la
oración de los herejes, porque no confiesan
que la Eucaristía es la carne de nuestro
Salvador Jesucristo. [Esmirniotas]
Poned, pues, todo ahínco en usar de una sola
Eucaristía; porque una sola es la carne de
nuestro Señor Jesucristo y un solo cáliz para
unirnos con su sangre; un solo altar, así como
no hay más que un solo obispo, juntamente
con el colegio de presbíteros y con los
diáconos, consiervos míos. De esta manera,
todo cuanto hiciereis, lo haréis según Dios.
[Filadelfios]
62. “La Eucaristía, participación de todos en el
mismo Pan de Vida y en el mismo Cáliz de
Salvación, nos hace miembros del mismo
Cuerpo. Ella es fuente y culmen de la vida
cristiana (LG 11), su expresión más perfecta y el
alimento de la vida en comunión. En la
Eucaristía, se nutren las nuevas relaciones
evangélicas que surgen de ser hijos e hijas del
Padre y hermanos y hermanas en Cristo. La
Iglesia que la celebra es „Casa y escuela de
comunión‟, donde los discípulos comparten la
misma fe, esperanza y amor al servicio de la
misión evangelizadora.”
63. Las palabras de consagración, el pan hecho con
agua y harina de trigo, y vino hecho de jugo de
uva fermentada, no destilada. Si en el centro
donde estás, las autoridades no permiten la
entrada de vino de uva fermentada (aunque creo
que en todas partes se lo permiten) el sacerdote
puede utilizar jugo de uva sin fermentar, llamado
“musto”. Los fieles tienen el derecho de recibir
tanto el vino como el pan, pero la presencia del
Señor Jesucristo está presente completamente
en el pan consagrado y en el vino consagrado.