2. Los últimos días han sido muy aleccionadores.
Cada vez, y por distintas experiencias con las personas que me
rodean o las situaciones vitales a las que me enfrento
como cualquier otro ser humano, percibo la fuerza de esta frase y
lo útil que resulta cuando de lo que se trata es de establecer el
camino para mejorar algo, ya sea a nivel personal, profesional,
social o político. 2
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Y me doy cuenta de que la asunción de esa máxima en todas las
acciones que llevamos a cabo a lo largo del día y de los años
repercuten de lo pequeño a lo grande en todos los ámbitos.
Y dicho esto, paso a detallar a qué me refiero. Si en mi entorno
personal actúo pensando en cómo mi forma de hacerlo puede ser
beneficiosa
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para los demás y se lo hago saber de esa manera, las posibilidades de
que mi propuesta de cambio sea aceptada son más altas que si pienso en
el beneficio que me va a reportar a mí de manera inmediata y sin contar
con las necesidades de los demás. Me explico: si a mí me apetece mucho
ir a un concierto y a mi pareja no le viene bien, tengo varias opciones:
-Ir sola y proponerle a mi pareja que podría aprovechar el tiempo en que
yo no estoy en ver a ese amigo que hace meses que no queda con él o
realizar esa actividad que tanto le gusta y que yo aborrezco.
-Pedirle que me acompañe pero con la promesa de otro día hacer algo
que a él le apetezca
-Buscar una actividad alternativa que nos guste a los dos.
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Cualquiera de estas tres opciones es a mi modo de ver válida en una
relación sana y equilibrada. Este es, por supuesto, un ejemplo sencillo,
pero habrá momentos en los que lidiar con las emociones e
idiosincrasias de los demás será bastante más complejo. Nos
enfrentamos a hábitos adquiridos, a formas de pensar enquistadas y
por supuesto en ese navegar por la vida, nos dejamos también
influenciar por las “verdades” de los demás amoldando nuestro rumbo
como el bambú: con flexibilidad, pero sin perder nuestra firmeza,
determinación o en último caso la esencia de nuestra personalidad. En
esos casos, y antes de lanzar patadas al aire, entiendo que conviene
reflexionar un tiempo prudencial (el que estimemos necesario para que
la otra parte acepte nuestro punto de vista, aunque no lo comparta)
sobre los mecanismos que tejen esa relación, dónde puede estar
fallando y qué podemos hacer para cambiar la situación de manera que
sea beneficiosa para la “contraparte” y de paso satisfaga nuestras
necesidades.
Si esta forma de actuar la extrapolamos al ámbito laboral también
encontraremos los caminos y mecanismos necesarios para que
nuestras ideas progresen. Si mi objetivo, pongamos por caso, es
obtener un aumento salarial, quizá me deba plantear que uniéndome a
otros que están en mi situación tendremos más poder de convicción
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y proponer a la dirección un aumento para todos a cambio de algo
que para la empresa pueda ser interesante. Si lo que
pretendemos es que cambien actitudes, tendremos que empezar
por cambiarlas nosotros, adelantándonos a las situaciones que se
puedan prever que puedan no ser del agrado de la empresa, sin
con eso querer decir que tengamos que aceptar lo que nos dicten.
Por tanto, si yo quiero un cambio para mí, habré de pensar en
qué puede ser beneficioso para los demás.
Y de las pequeñas acciones individuales se pasa a la acción más
global, desde el entorno personal, familiar y de amistades, al del
barrio, la empresa, la ciudad o el pueblo, el medio ambiente, el
país y la aldea global. A lo que me refiero, es que si todos
pensamos en facilitar situaciones de tú ganas- yo gano-nosotros
ganamos, la ecuación para cambiar el mundo y este modelo
asfixiante e inhumano es en realidad sencilla y altamente
satisfactoria. PODEMOS, SI QUEREMOS.