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LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN COLOMBIA 
Cuando hablamos de ciencia hablamos, de un constructor de pensamientos con orden lógico, una idea simple 
con implicaciones fantásticas dentro de las vidas humanas, construir ciencia es conocer el mundo, conocer el 
universo y ante todo conocerse a sí mismo, reconocerse como un ente biológico, químico, natural, regido por 
los principios físicos de nuestro mundo. Reconocerse a través de la ciencia es darse cuenta, de lo maravilloso 
que es el ser humano a partir de fundamentos que de manera extraordinaria demuestran toda la ingeniería 
científica que hay tras la más mínima de nuestras acciones. 
Sin embargo, pese a los esfuerzos humanos por la comprensión de los aportes que brinda a la humanidad la 
ciencia, el pensamiento dogmático y el paradigma religiosos ha evitado su avance durante años y aun hoy lo 
sigue haciendo, pese a que sus fuerzas se han disminuido , las secuelas, de los castigos físicos, y la muerte 
permanecen como una huella indeleble en el ADN de cada ser humano, por ello cuando algo se demuestra de 
forma científica se tiende a dudar, para autenticar tal conocimiento debe existir más de una comprobación. Por 
otro lado la demostración de los milagros solo se demuestra por acto de fe, y sin la más mínima duda se 
autentican ante nuestros ojos. 
En Colombia al igual que en otros tantos países, el paradigma religioso aun reina en los cerebros de casi todos. 
La llegada de los españoles a estas tierras ha influido mucho nuestros pensamientos, ellos negaron y borraron 
los saberes indígenas, tan solo porque no encajaban con sus ideas de lo que se debería denominar correcto, 
sometidos a las más horribles torturas, olvidaron por la fuerza el significado de sus saberes, adoptaron otros 
que fueron impuestos y encadenados en sus mentes con las crueles cadenas del miedo, miedo que se h 
impregnado hasta en lo más profundo de las mentes de sus descendientes. 
La historia de la ciencia en Colombia es una historia bastante extensa, Una de las primera obras científicas en 
Colombia se denomina “Memorias sobre el estudio de la botánica “de Florentino Vezga, abogado aficionado al 
estudio de las ciencias naturales, perteneciente a la sociedad de naturalistas de los Neogranadinos, su trabajo 
fue publicado, 1860, como parte de las contribuciones de Colombia para la ciencia y las artes; Su propósito era 
demostrar la continuidad de la historia desde las conocimientos botánicos de los indígenas hasta su actualidad. 
En aquel momento España y los que dependían de ella tan solo se dedican a formar lo que ellos consideraban 
como oficios gratos a los ojos de Dios, los relativos a la teología y el derecho. 
Esta situación se mantuvo hasta la década de 1760. Los esfuerzos españoles por revitalizar la economía colonial 
hicieron poner la atención en tecnologías que elevaran la producción. La separación de oro y plata, la búsqueda 
de sistemas de explotación de minas de veta, la mejora de alambiques y trapiches planteaban problemas que 
requerían conocimientos científicos para su solución, a 
diferencia de las tecnologías tradicionales, apoyadas en un 
saber transmitido en el lugar de trabajo. 
En la década de 1760, en el contexto de un rápido desarrollo 
económico local, las autoridades y los dirigentes intelectuales 
empiezan a adoptar una ideología de progreso apoyada en el 
conocimiento útil, que da valor a las ciencias —la matemática, 
la química, la física, la astronomía, la botánica— en !a medida 
en que permiten un dominio mayor de la naturaleza y por lo 
tanto un desarrollo productivo más acelerado. 
A finales del siglo XVIII llegó a Santafé de Bogotá, capital del 
Virreinato de la Nueva Granada, el médico, naturalista y 
matemático gaditano José Celestino Mutis, quien se vincula 
como profesor de matemáticas al Colegio Mayor de Nuestra 
Señora del Rosario. Desde la cátedra empieza a enseñar la 
física de Galileo y la de Newton, como también el modelo 
copernicano. Para los santafereños de ese entonces fue
motivo de escándalo, que casi lo lleva a comparecer ante el Tribunal de la Inquisición, que funcionaba en 
Cartagena de Indias (Martínez-Chavanz, Cubillos, Poveda & Villaveces, 1993; Soto, 1989). La carrera de física 
tendrá que esperar hasta la década de los setenta del siglo XX, cuando se crea en las diferentes universidades. 
El mayor impacto de la actividad se logró mediante la organización de la Expedición Botánica, en la cual un 
puñado de criollos pudo hacer un ejercicio de práctica científica moderna, al participar en el esfuerzo por 
recoger y clasificar la flora y la fauna locales, así como por conocer la geografía del país. Francisco Antonio 
Moreno y Escandon, un criollo que ocupaba la fiscalía de la Real Audiencia, impulsó la modificación del sistema 
universitario, para quitar el monopolio educativo a las órdenes religiosas y establecer una universidad pública , 
en la cual tendrían lugar de preferencia las ciencias exactas y se desterraría el dogmatismo escolástico. Aunque 
la universidad pública no pudo establecerse, un plan elaborado por Moreno —tal vez con la colaboración de 
Mutis— estuvo en vigencia entre 1774 y 1779, y en su breve aplicación cambió el clima intelectual de la 
universidad y contribuyó a la formación de la élite científica que participó en la Expedición Botánica. 
Este esfuerzo, que conformó un primer grupo de criollos con intereses científicos y una formación básica, no 
logró sin embargo consolidarse. Aunque José Félix de Restrepo mantuvo una enseñanza moderna durante 
varios años en el seminario de Popayán, y aunque se formaron individuos con vocación y talento científico tan 
claro como Francisco José de Caldas, las agitaciones políticas y sobre todo las luchas de independencia 
destruyeron las condiciones para la actividad científica. Muchos de los intelectuales fueron ejecutados por los 
españoles -Caldas, Jorge Tadeo Lozano, José María Cabal, Miguel Pombo, etc.-, mientras otros se orientaron a la 
política o la actividad jurídica —Francisco Antonio Zea, José Félix de Restrepo, Lino de Pombo. 
Sin embargo, clase dominante del país, cuyo sistema de producción era eminentemente premoderno, basado en 
la servidumbre, no requería de las ciencias ni de la tecnología para sustentar su poder. De hecho, aun ya en la 
mitad del siglo XIX, la concepción acerca de la formación superior seguía enmarcada en el contexto de la 
universidad medieval, en la que se "preparan" abogados, médicos y sacerdotes, aun cuando esta última 
formación pasó a los seminarios na de las expresiones del interés gubernamental por la adquisición de una base 
adecuada de conocimientos útiles estuvo en la búsqueda de expertos extranjeros. Así, en la década del veinte se 
trajeron varios científicos franceses para tratar de establecer una escuela avanzada de minería, donde se 
enseñaría: química, matemáticas, botánica, física, astronomía, anatomía, etc. La escuela no logró funcionar, y los 
sabios franceses hicieron unos pocos estudios que apenas vinieron a divulgarse a mediados del siglo. En la 
década del cuarenta, dentro del marco de una reforma de la educación superior que pretendía debilitar la 
atracción por el derecho y fortalecer la enseñanza científica, vinieron varios profesores franceses de química, 
matemáticas y ciencias naturales. Los estudiantes, los padres de familia y las autoridades locales se opusieron 
con vehemencia a estudios que juzgaban sin ningún interés, no pudieron conformarse laboratorios adecuados y 
al fin pocos resultados tuvo este esfuerzo. A mediados del siglo el gobierno contrató al geógrafo italiano Agustín 
Codazzi, quien logró conformar y dirigir una expedición —La Comisión Corográfica—, que hizo un primer 
estudio amplio de la geografía, colombiana. A más de Manuel Ancízar, quien hizo el relato geográfico conocido 
como Peregrinación de Alpha, participaron en la expedición José Jerónimo Triana y Santiago y Felipe Pérez, y en 
ella hicieron su aprendizaje científico. El interés por la geografía condujo a la publicación de las primeras obras 
de conjunto sobre el país escritas por colombianos (en la década de los treinta se había publicado la geografía 
de Feliciano Montenegro Colón y un extenso artículo de Lorenzo María Lleras que salió anónimo en 
la Enciclopedia Británica): la Memoria sobre la Geografía y la política de la Nueva Granada de Tomás Cipriano de 
Mosquera (1853) y los trabajos derivados de la misma expedición, como la geografía de Santander, publicada en 
1857, y los diversos libros de Felipe Pérez. 
Durante este período, pocos colombianos se dedicaron a alguna forma de práctica científica estricta. Algunos 
botánicos continuaron sus actividades de recolección de ejemplares y de enseñanza. El observatorio 
astronómico, creado en 1803, mantuvo alguna actividad, y don Benedicto Domínguez preparó inexorablemente 
los calendarios anuales. Don José Manuel Restrepo publicó las primeras obras históricas, apoyándose en un 
extenso material documental y en su propia participación en muchos de los sucesos estudiados en sus obras. 
Pero la figura más importante fue sin duda Joaquín Acosta (1800-1852) quien, originalmente dedicado a la vida 
militar, dedicó un viaje a Europa entre 1825 y 1830 a asistir a cuanto curso estuvo a su alcance: f ísica, química, 
matemáticas, geología, astronomía, medicina, historia y hasta baile y chino. Acosta, al volver al país en 1831, fue 
nombrado profesor de química de la Universidad Central. Al comienzo tuvo sesenta estudiantes, pero poco duró
el entusiasmo. Acosta fue designado también miembro de la Academia Nacional, entidad de promoción científica 
creada por el gobierno en 1.826 y reorganizada en 1832. 
En resumen, durante estos primeros años de vida independiente tienen lugar los esfuerzos frustrados del 
gobierno por impulsar la enseñanza de las ciencias, en un nivel que correspondería al de la educación 
secundaria, como requisito para el ingreso a la universidad o como parte importante de la formación militar. La 
carencia de docentes preparados, el elevado costo de traerlos, la falta de laboratorios, y la escasa importancia 
social de la ciencia, en un país en el que la única aspiración de los jóvenes de clase alta era la obtención del 
doctorado en derecho (y poco a poco, en ingeniería y medicina), crearon barreras muy elevadas para quienes 
pretendían que la ciencia era esencial para el desarrollo del país. 
La práctica científica propiamente dicha no alcanzó siquiera los niveles logrados bajo la Expedición Botánica y 
los años del Semanario. Sólo en el terreno de la historia emerge una disciplina creadora, y en la geografía se 
inicia un esfuerzo riguroso de descripción e inventario del país. Las matemáticas, la astronomía, la química, la 
física, reciben aplicaciones poco complejas en el país, sin que exista un verdadero trabajo científico en ellas. 
.por tanto, una baja estimación social por las ciencias. Para esbozar una idea del panorama educativo reinante, 
téngase en cuenta que en 1837 había en Colombia 3.102 estudiantes en tres universidades, 20 colegios públicos 
para varones y seis casas de educación. Se impartían en las universidades 45 cursos de lenguas, 46 de filosofía, 
41 de leyes, 15 de teología, 13 de medicina, dos de química, uno de botánica, dos de literatura, tres de música, 
cuatro de dibujo y uno de liturgia. El 22 de septiembre de 1867, el Congreso Nacional aprobó una nueva Ley 
Orgánica de Educación, que creaba en Bogotá la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, 
reglamentada por el decreto del 3 de enero de 1868 Además, ejerció en forma casi continua la dirección del 
Observatorio Astronómico del Museo Nacional, desde 1832 hasta 1841, y fue profesor de mineralogía en el 
Colegio del Rosario. La guerra de 1839 lo volvió a la milicia y la política, y ya coronel fue enviado especial a l os 
Estados Unidos y Secretario de Relaciones Exteriores en 1843-45. No lo alejó la política de su afán de aprender, y 
en 1845 viajó de nuevo a Europa, a dedicarse otra vez a seguir cursos y a diversas tareas de divulgación 
científica. Había En 1847 publicó un detallado mapa del país, el más preciso y completo hasta entonces. El año 
siguiente editó una cuidadosa obra de investigación histórica, el Compendio Histórico del Des cubrimiento y 
Colonización de la Nueva Granada. Basada en manuscritos, constituyó una de las primeras muestras de historia 
científica en el país. En 1849 publicó dos volúmenes de estudios de J. B. Boussingault y Desirée Roulin, dos de 
los jóvenes franceses que habían venido en los veintes; reeditó también el Semanario del Nuevo Reino de 
Caldas. Al volver al país en 1849 se le ofreció un cargo en el Colegio Militar, pero prefirió dedicarse a sus propios 
estudios. Hizo mediciones meteorológicas y publicó cartas astronómicas para los almanaques de 1851 y 1852. 
Hombre rico, trajo equipos y libros de Europa que donó a la Biblioteca Nacional. Un hombre consiente del bien 
que le hace la literatura a su pueblo. 
La consolidación de las profesiones es uno de los grandes pasos que ha dado la ciencia en nuestro país. Entre 
1850 y finales de siglo el proceso principal es el de la consolidación de dos profesiones que requieren una base 
científica: la ingeniería y la medicina. Ambas habían tenido algunos representantes modernos desde finales del 
período colonial, pero todavía a mediados del siglo XIX la ma yoría de los médicos e ingenieros se habían 
formado en el exterior o eran ellos mismos extranjeros. 
Varios intentos de formación profesional en estas ramas tuvieron lugar, sin mayores éxitos. Uno de los 
esfuerzos más notables ocurrió en el gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera, quien dio gran apoyo a un 
Colegio Militar y lanzó un programa de obras públicas que generó una inesperada demanda de ingenieros, en 
parte satisfecha con la llegada de varios europeos. La escuela militar funcionó razonablemente entre 1848 y 
1854, bajo la orientación, ante todo, de Lino de Pombo, y pese a su nombre, se dirigió más bien a preparar 
ingenieros civiles que miembros del ejército. Sus alumnos contribuyeron a la tarea de la Comisión Corográfica y 
realizaron trabajos gráficos elementales, como un mapa de Bogotá. Sin embargo, la escuela tropezó con la 
hostilidad de los liberales, que veían en ella un ejemplo de elitismo, de militarismo y centralismo, y propusieron 
varias veces su abolición. Como dijo un representante a la Cámara , ellos no querían "obstáculos, requisitos que 
conducían a la injusticia y promovían el favoritismo", ni querían que existieran títulos, especialidades o 
condecoraciones. En 1885 el gobierno de Núñez ordenó la creación de una Escuela Nacional de Minas, la cual 
vino a abrirse en 1888.
La actividad científica propiamente dicha estuvo limitada durante la segunda mitad del siglo XIX a áreas muy 
precisas. El Observatorio Astronómico continuó realizando mediciones y observaciones en forma más exacta, 
bajo la dirección de José María González Benito, un ingeniero formado en Europa. Un amplio número de 
científicos europeos recorrieron el país, ante todo realizando estudios geológicos y geográficos (H. Karstner, A. 
Hettner, A. Stübel, W. Reiss). En el área de la botánica que tenía algo de tradición, José Jerónimo Triana, 
formado en la Comisión Corográfica, viajó a Europa y desarrolló allí, apoyado por el gobierno, una notable 
carrera científica. Publicó una introducción a la flora colombiana y diversos estudios, entre ellos uno muy 
detallado sobre las quinas nacionales. Otros colombianos hicieron contribuciones menores en esta misma área 
de la botánica. 
También en Europa se desarrolló la mayor parte de la actividad científica de dos colombianos que alcanzaron 
reconocimiento por la calidad de su trabajo: Ezequiel Uricoechea, quien hizo contribuciones a la prehistoria 
colombiana y a la filología, y el gramático y filólogo Rufino José Cuervo, iniciador del Diccionario de 
Construcción y Régimen. La historia, que había alcanzado un alto nivel en el período anterior, con José Manuel 
Restrepo y Joaquín Acosta, se convirtió en gran parte en arma de debate político y ensalzadora religiosa, como 
en las obras de José Manuel Groot y José María Samper; sólo a finales del siglo pasado y comienzos de éste, 
bajo los estímulos de una orientación más positivista, que se advierte en las obras de Vicente Restrepo, Gustavo 
Arboleda, Ernesto Restrepo Tirado y otros, vuelve a orientarse en una dirección que pretende ser científica. 
El gobierno mantuvo la actitud ya antigua de estimular estudios que pudieran ofrecer perspectivas de utilidad 
para el país. Por eso creó en 1881 una nueva expedición científica, la Comisión Científica Permanente. Fue 
entregada a la dirección de José Carlos Mano, un francés cuyas calificaciones no parecen haber sido adecuadas 
y cuyos informes, que subrayaban la búsqueda de minerales explotables, entre los que promovió los carbones 
de la Guajira y el Valle y los hierros de La Pradera en Boyacá, fueron sujetos a violenta crítica por parte de los 
científicos locales. Particularmente interesante fue el informe de Jorge Isaacs sobre los indígenas de la Sierra 
Nevada, que reinauguraba una tradición etnográfica perdida ya casi por completo. A esto se añadió el envío de 
cuatro estudiantes a Europa, los cuales enviaron reportes sobre motores de gas, técnicas mineras, electricidad, 
producción artificial de diamantes y otros temas similares. 
Esta nueva institución, además de las tradicionales facultades de jurisprudencia, medicina, f ilosofía y letras, 
incluía la Escuela de Ciencias Naturales, la de Ingeniería y la de Artes y Oficios. Colombia había entrado en la era 
del telégrafo, de los ferrocarriles y del desarrollo de las obras públicas, por lo que cobró alguna importancia la 
formación técnica. Esta universidad se inscribe en el giro cultural, económico y político que a finales del siglo 
XIX se da en la élite financiera e industrial colombiana. Contó en 1870 con 132 estudiantes, de los cuales 51 eran 
de medicina, 44 de ciencias naturales, 29 de ingeniería y ocho de jurisprudencia Algunos elementos de 
institucionalización de la actividad científica surgieron durante estos años, además de la consolidación de la 
enseñanza profesional en las universidades. Por una parte, se crearon sociedades científicas con actividad 
permanente, como la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales (1873) y se regularizaron publicaciones como 
los Anales del Observatorio Astronómico (1880) y los Anales de Ingeniería (1887). 
En cuanto a la educación secundaria, es diciente lo presentado en la Revista de Educación de 1935, órgano de la 
Dirección de Educación del Departamento de Norte de Santander, en la que se destaca que los profesores para 
este nivel son simples aficionados que solo persiguen mejorar sus ingresos. Al respecto, en un artículo del 
periódico El Tiempo, del 6 de febrero de 1936, se informa sobre los resultados de los exámenes de revisión 
establecidos por el Ministerio de Instrucción Pública. Mostraron que el 50% de los bachilleres no manejaban el 
concepto de porcentaje y que, además, muchos habían comprado el título correspondiente. Subraya el fracaso 
de la educación secundaria y el hecho de que los establecimientos no cuentan con los materiales indispensables 
para la enseñanza, ni con el personal idóneo para encargarse de las cátedras (Mora, 1996). 
En un trabajo de grado dirigido a la historia de la formación inicial de profesores de química en Colombia, los 
autores entrevistaron al profesor José Estiliano Acosta, primero en titularse como "Profesor Especialista en 
Matemáticas, Física y Química", preguntándole sobre el perfil de quienes enseñaban esta ciencia en la educación 
secundaria. Respondió que eran médicos locales o religiosos dedicados a la docencia. Las clases consistían en 
un grupo de muchachos sentados en sus bancos, al frente del cual el profesor, en una plataforma, leía el texto 
de química que usaba. Cuando terminaba su lectura, cerraba el libro de texto y decía: "Tienen que aprenderse
esto". Otra entrevista fue a un reconocido personaje de la química en Colombia, quien afirmó: "En la educación 
secundaria y en las escuelas normales, los que enseñaban química eran profesores improvisados o procedentes 
de las comunidades religiosas que vestían sotana o la habían abandonado. Le tocó estudiar con hermanos de 
las Escuelas Cristianas, quienes exigían que todo lo que se enseñara fuera memorizado. Cuando aparecía una 
ley química que el profesor no entendía, sencillamente decía: Esto no toca" (Amado y Rodríguez, 1988). 
En torno a la filosofía de las ciencias, hay que recordar que la aproximación epistemológica positivista 
desarrollada por A. Comte, entre 1830 y 1940, se ha soportado en el método científico proveniente del desarrollo 
del empirismo y también de la lógica inductiva. En Colombia fue prohibida por el gobierno, conocido como de la 
"Regeneración", cualquier enseñanza o discusión sobre el positivismo y el utilitarismo. En su defecto, se adoptó 
como filosofía oficial el "Neotomismo", promulgado a finales del siglo XIX por monseñor Rafael María 
Carrasquilla desde su cátedra en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 
Anótese que con la firma del Concordato en 1888, el control ideológico de la educación fue entregado a la Iglesia 
católica del país y, por supuesto, la formación de maestros. Una idea de lo que sucedía la suministra el debate 
que en 1934 dio el representante Diego Luis Córdoba sobre el problema estudiantil suscitado en la Normal de 
Medellín, debido a la defensa que los estudiantes hicieron de la escuela laica. Argüían que las conciencias, los 
estudios y las ideas estaban aprisionados; que no tenían otros libros que los visados por las curias episcopales, 
y que tampoco tenían otros profesores que pastores subalternos de Roma. En general, en el nivel secundario de 
educación, los datos tampoco hablaban en favor de su calidad, ya que, además, fungían también como docentes 
los hijos díscolos de las familias locales dominantes (Mora, 1996). 
Así, entonces, comenzando el siglo XX, Colombia no había logrado una educación pública , laica y gratuita para 
todos. Bajo la vigilancia dogmática de los jerarcas y religiosos de la Iglesia católica del país, parece ser que 
quienes se interesaban por las ciencias y las tecnologías se cuidaban de chocar públicamente con el 
establecimiento, por lo que no generaron actividades conducentes a la institucionalización de la actividad y la 
práctica científicas en el territorio de la nación, como tampoco el reconocimiento social de quienes a ellas se 
dedicaban. Incluso, el dominio y control de los contenidos por enseñar, tanto como las formas de socializarlos 
en el aula, no admitía más que la pedagogía católica; una posición que se opuso a la introducción, por parte de 
educadores liberales, de las ideas de J. Dewey. La concepción de pedagogía que se autorizó fue la del libro de 
los hermanos Restrepo (1905). En él, por ejemplo, afirman que toda inversión que se haga en educación para los 
negros, los indios y los mestizos es vana, ya que los primeros están hechos para servir de bestias de carga, los 
segundos son perezosos y los últimos, herederos de ambas condiciones. 
En la década del 30, la Escuela Normal Superior de Bogotá, dirigida por José Francisco Socarras, se convirtió 
por una década larga en una Facultad de Ciencias Sociales de alta calidad, aprovechando un elevado número de 
docentes europeos que habían escapado del fascismo español o habían migrado en esos años. Allí se formaron 
sistemáticamente, por primera vez en el país, lingüistas, antropólogos, historiadores y otros científicos sociales: 
por allí pasaron Roberto Pineda Duque, Jaime Jaramillo Uribe, Luis Duque Gómez, Virginia Gutiérrez de Pineda, 
y muchos más que, durante los cincuentas y los sesentas, contribuirían en forma substancial a la consolidación 
de la ciencia social en Colombia. 
Los procesos de institucionalización científica que tuvieron lugar durante la primera mitad del siglo resultan muy 
difíciles, y estuvieron ligados a la creciente densidad del medio académico, a los procesos de urbanización, a la 
necesidad de intercambio de información en un país con varios núcleos culturales importantes, al crecimiento 
de las universidades, etc. En todo caso, en estos años se constituyeron varias sociedades científicas, y los 
primeros centros de investigación, como la Academia Colombiana de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales 
(1933), la Sociedad de Ciencias Naturales (1912), el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional 
(1940) y el Instituto Geofísico de los Andes (1941). Además, fuera de las revistas que sobrevivían del per íodo 
anterior, surgieron los Anales de Ingeniería (1913), la Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, 
Físicas y Naturales (1936), Caldasia (1940) y la Revista Colombiana de Química (1944).
Finalmente, la Universidad Nacional tuvo en 1936 una importante 
reorganización, que unificó bajo una sola administración y en un solo 
campus las escuelas profesionales dispersas. Dentro de la nueva sede, 
se crearon las facultades de Química (1939) y posteriormente de 
Ciencias (1946) 
Como se puede observar, el recorrido de la ciencia en Colombia es 
bastante extenso, y es ardua la lucha que ha llevado a cabo, sin 
embargo, dicha lucha sigue viva, pese a los grandes esfuerzos de 
hombres, mujeres , gobernantes y personas del pueblo, el paradigma 
científico no ha logrado aterrizar completamente, no podemos hablar de una producción científica neta, sino más 
bien de una influenciada por los demás países y creada en muchos sentidos, para ese propósito, es difícil 
pensar en ello, Cuando decimos que la ciencia es para el beneficio de la humanidad, pero en ocasiones cabe 
preguntarse para que partes de la humanidad???. La ciencia debería ser universal un bien que le pertenezca a 
todos y cada uno de los habitantes del planeta, y no estar atada afines económicos, o a las personas que 
manipulan el mundo. Hoy en día los medios de comunicación masificados deberían permitirnos estar aún más 
cerca de ese ideal de una Ciencia de todos y para todos, sin embargo, lo único que han logrado es alejarnos, 
doparnos, automatizarnos, para caer en el foso del desconocimiento, en el aislamiento. 
Es difícil establecer las causas de este problema, por qué el paradigma científico aún sigue siendo rechazado, , 
pero quizá radique en modelos educativos, muy parecidos a los de los siglos pasados, en lo que lo único que 
importa es la memorización mecánica, no se da un espacio para la generación de ideas, ni para la investigación, 
pocos son los espacios ganados dentro de este proceso, y estos pocos, casi siempre más en beneficio ajeno 
que propio, te permiten investigar, pero la divulgación se realizara por parte de aquellos que financian la 
investigación. 
Finalmente, la única solución posible, es un cambio cultural radical, impulsado desde las escuelas, colegios y 
universidades, en conjunción con un movimiento político, que comprenda que realmente en el cultivo y 
financiación de la ciencias es donde está el verdadero desarrollo para el país. 
BIBIOGRAFIA 
Este ensayo fue realizado con el apoyo bibliográfico de: 
http://educacionyeducadores.unisabana.edu.co/ 
http://www.udenar.edu.co/rudecolombia/rev12.html 
http://www.pedagogica.edu.co/storage/rce/articulos/rce26_06ensa.pdf
UNIVERSIDAD DE NARIÑO 
FACULTAD DE EDUCACIÓN 
LICENCIATURA EN CIENCIAS NATURALES CON ÉNFASIS EN EDUCACIÓN AMBIENTAL 
ENSAYO” LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN COLOMBIA” 
PROFESOR: Juan Ramón Chalapud 
ESTUDIANTE: 
DIANA CAROLINA CRUZ 
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN COLOMBIANA 
2014

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La historia de la ciencia en colombia

  • 1. LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN COLOMBIA Cuando hablamos de ciencia hablamos, de un constructor de pensamientos con orden lógico, una idea simple con implicaciones fantásticas dentro de las vidas humanas, construir ciencia es conocer el mundo, conocer el universo y ante todo conocerse a sí mismo, reconocerse como un ente biológico, químico, natural, regido por los principios físicos de nuestro mundo. Reconocerse a través de la ciencia es darse cuenta, de lo maravilloso que es el ser humano a partir de fundamentos que de manera extraordinaria demuestran toda la ingeniería científica que hay tras la más mínima de nuestras acciones. Sin embargo, pese a los esfuerzos humanos por la comprensión de los aportes que brinda a la humanidad la ciencia, el pensamiento dogmático y el paradigma religiosos ha evitado su avance durante años y aun hoy lo sigue haciendo, pese a que sus fuerzas se han disminuido , las secuelas, de los castigos físicos, y la muerte permanecen como una huella indeleble en el ADN de cada ser humano, por ello cuando algo se demuestra de forma científica se tiende a dudar, para autenticar tal conocimiento debe existir más de una comprobación. Por otro lado la demostración de los milagros solo se demuestra por acto de fe, y sin la más mínima duda se autentican ante nuestros ojos. En Colombia al igual que en otros tantos países, el paradigma religioso aun reina en los cerebros de casi todos. La llegada de los españoles a estas tierras ha influido mucho nuestros pensamientos, ellos negaron y borraron los saberes indígenas, tan solo porque no encajaban con sus ideas de lo que se debería denominar correcto, sometidos a las más horribles torturas, olvidaron por la fuerza el significado de sus saberes, adoptaron otros que fueron impuestos y encadenados en sus mentes con las crueles cadenas del miedo, miedo que se h impregnado hasta en lo más profundo de las mentes de sus descendientes. La historia de la ciencia en Colombia es una historia bastante extensa, Una de las primera obras científicas en Colombia se denomina “Memorias sobre el estudio de la botánica “de Florentino Vezga, abogado aficionado al estudio de las ciencias naturales, perteneciente a la sociedad de naturalistas de los Neogranadinos, su trabajo fue publicado, 1860, como parte de las contribuciones de Colombia para la ciencia y las artes; Su propósito era demostrar la continuidad de la historia desde las conocimientos botánicos de los indígenas hasta su actualidad. En aquel momento España y los que dependían de ella tan solo se dedican a formar lo que ellos consideraban como oficios gratos a los ojos de Dios, los relativos a la teología y el derecho. Esta situación se mantuvo hasta la década de 1760. Los esfuerzos españoles por revitalizar la economía colonial hicieron poner la atención en tecnologías que elevaran la producción. La separación de oro y plata, la búsqueda de sistemas de explotación de minas de veta, la mejora de alambiques y trapiches planteaban problemas que requerían conocimientos científicos para su solución, a diferencia de las tecnologías tradicionales, apoyadas en un saber transmitido en el lugar de trabajo. En la década de 1760, en el contexto de un rápido desarrollo económico local, las autoridades y los dirigentes intelectuales empiezan a adoptar una ideología de progreso apoyada en el conocimiento útil, que da valor a las ciencias —la matemática, la química, la física, la astronomía, la botánica— en !a medida en que permiten un dominio mayor de la naturaleza y por lo tanto un desarrollo productivo más acelerado. A finales del siglo XVIII llegó a Santafé de Bogotá, capital del Virreinato de la Nueva Granada, el médico, naturalista y matemático gaditano José Celestino Mutis, quien se vincula como profesor de matemáticas al Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Desde la cátedra empieza a enseñar la física de Galileo y la de Newton, como también el modelo copernicano. Para los santafereños de ese entonces fue
  • 2. motivo de escándalo, que casi lo lleva a comparecer ante el Tribunal de la Inquisición, que funcionaba en Cartagena de Indias (Martínez-Chavanz, Cubillos, Poveda & Villaveces, 1993; Soto, 1989). La carrera de física tendrá que esperar hasta la década de los setenta del siglo XX, cuando se crea en las diferentes universidades. El mayor impacto de la actividad se logró mediante la organización de la Expedición Botánica, en la cual un puñado de criollos pudo hacer un ejercicio de práctica científica moderna, al participar en el esfuerzo por recoger y clasificar la flora y la fauna locales, así como por conocer la geografía del país. Francisco Antonio Moreno y Escandon, un criollo que ocupaba la fiscalía de la Real Audiencia, impulsó la modificación del sistema universitario, para quitar el monopolio educativo a las órdenes religiosas y establecer una universidad pública , en la cual tendrían lugar de preferencia las ciencias exactas y se desterraría el dogmatismo escolástico. Aunque la universidad pública no pudo establecerse, un plan elaborado por Moreno —tal vez con la colaboración de Mutis— estuvo en vigencia entre 1774 y 1779, y en su breve aplicación cambió el clima intelectual de la universidad y contribuyó a la formación de la élite científica que participó en la Expedición Botánica. Este esfuerzo, que conformó un primer grupo de criollos con intereses científicos y una formación básica, no logró sin embargo consolidarse. Aunque José Félix de Restrepo mantuvo una enseñanza moderna durante varios años en el seminario de Popayán, y aunque se formaron individuos con vocación y talento científico tan claro como Francisco José de Caldas, las agitaciones políticas y sobre todo las luchas de independencia destruyeron las condiciones para la actividad científica. Muchos de los intelectuales fueron ejecutados por los españoles -Caldas, Jorge Tadeo Lozano, José María Cabal, Miguel Pombo, etc.-, mientras otros se orientaron a la política o la actividad jurídica —Francisco Antonio Zea, José Félix de Restrepo, Lino de Pombo. Sin embargo, clase dominante del país, cuyo sistema de producción era eminentemente premoderno, basado en la servidumbre, no requería de las ciencias ni de la tecnología para sustentar su poder. De hecho, aun ya en la mitad del siglo XIX, la concepción acerca de la formación superior seguía enmarcada en el contexto de la universidad medieval, en la que se "preparan" abogados, médicos y sacerdotes, aun cuando esta última formación pasó a los seminarios na de las expresiones del interés gubernamental por la adquisición de una base adecuada de conocimientos útiles estuvo en la búsqueda de expertos extranjeros. Así, en la década del veinte se trajeron varios científicos franceses para tratar de establecer una escuela avanzada de minería, donde se enseñaría: química, matemáticas, botánica, física, astronomía, anatomía, etc. La escuela no logró funcionar, y los sabios franceses hicieron unos pocos estudios que apenas vinieron a divulgarse a mediados del siglo. En la década del cuarenta, dentro del marco de una reforma de la educación superior que pretendía debilitar la atracción por el derecho y fortalecer la enseñanza científica, vinieron varios profesores franceses de química, matemáticas y ciencias naturales. Los estudiantes, los padres de familia y las autoridades locales se opusieron con vehemencia a estudios que juzgaban sin ningún interés, no pudieron conformarse laboratorios adecuados y al fin pocos resultados tuvo este esfuerzo. A mediados del siglo el gobierno contrató al geógrafo italiano Agustín Codazzi, quien logró conformar y dirigir una expedición —La Comisión Corográfica—, que hizo un primer estudio amplio de la geografía, colombiana. A más de Manuel Ancízar, quien hizo el relato geográfico conocido como Peregrinación de Alpha, participaron en la expedición José Jerónimo Triana y Santiago y Felipe Pérez, y en ella hicieron su aprendizaje científico. El interés por la geografía condujo a la publicación de las primeras obras de conjunto sobre el país escritas por colombianos (en la década de los treinta se había publicado la geografía de Feliciano Montenegro Colón y un extenso artículo de Lorenzo María Lleras que salió anónimo en la Enciclopedia Británica): la Memoria sobre la Geografía y la política de la Nueva Granada de Tomás Cipriano de Mosquera (1853) y los trabajos derivados de la misma expedición, como la geografía de Santander, publicada en 1857, y los diversos libros de Felipe Pérez. Durante este período, pocos colombianos se dedicaron a alguna forma de práctica científica estricta. Algunos botánicos continuaron sus actividades de recolección de ejemplares y de enseñanza. El observatorio astronómico, creado en 1803, mantuvo alguna actividad, y don Benedicto Domínguez preparó inexorablemente los calendarios anuales. Don José Manuel Restrepo publicó las primeras obras históricas, apoyándose en un extenso material documental y en su propia participación en muchos de los sucesos estudiados en sus obras. Pero la figura más importante fue sin duda Joaquín Acosta (1800-1852) quien, originalmente dedicado a la vida militar, dedicó un viaje a Europa entre 1825 y 1830 a asistir a cuanto curso estuvo a su alcance: f ísica, química, matemáticas, geología, astronomía, medicina, historia y hasta baile y chino. Acosta, al volver al país en 1831, fue nombrado profesor de química de la Universidad Central. Al comienzo tuvo sesenta estudiantes, pero poco duró
  • 3. el entusiasmo. Acosta fue designado también miembro de la Academia Nacional, entidad de promoción científica creada por el gobierno en 1.826 y reorganizada en 1832. En resumen, durante estos primeros años de vida independiente tienen lugar los esfuerzos frustrados del gobierno por impulsar la enseñanza de las ciencias, en un nivel que correspondería al de la educación secundaria, como requisito para el ingreso a la universidad o como parte importante de la formación militar. La carencia de docentes preparados, el elevado costo de traerlos, la falta de laboratorios, y la escasa importancia social de la ciencia, en un país en el que la única aspiración de los jóvenes de clase alta era la obtención del doctorado en derecho (y poco a poco, en ingeniería y medicina), crearon barreras muy elevadas para quienes pretendían que la ciencia era esencial para el desarrollo del país. La práctica científica propiamente dicha no alcanzó siquiera los niveles logrados bajo la Expedición Botánica y los años del Semanario. Sólo en el terreno de la historia emerge una disciplina creadora, y en la geografía se inicia un esfuerzo riguroso de descripción e inventario del país. Las matemáticas, la astronomía, la química, la física, reciben aplicaciones poco complejas en el país, sin que exista un verdadero trabajo científico en ellas. .por tanto, una baja estimación social por las ciencias. Para esbozar una idea del panorama educativo reinante, téngase en cuenta que en 1837 había en Colombia 3.102 estudiantes en tres universidades, 20 colegios públicos para varones y seis casas de educación. Se impartían en las universidades 45 cursos de lenguas, 46 de filosofía, 41 de leyes, 15 de teología, 13 de medicina, dos de química, uno de botánica, dos de literatura, tres de música, cuatro de dibujo y uno de liturgia. El 22 de septiembre de 1867, el Congreso Nacional aprobó una nueva Ley Orgánica de Educación, que creaba en Bogotá la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, reglamentada por el decreto del 3 de enero de 1868 Además, ejerció en forma casi continua la dirección del Observatorio Astronómico del Museo Nacional, desde 1832 hasta 1841, y fue profesor de mineralogía en el Colegio del Rosario. La guerra de 1839 lo volvió a la milicia y la política, y ya coronel fue enviado especial a l os Estados Unidos y Secretario de Relaciones Exteriores en 1843-45. No lo alejó la política de su afán de aprender, y en 1845 viajó de nuevo a Europa, a dedicarse otra vez a seguir cursos y a diversas tareas de divulgación científica. Había En 1847 publicó un detallado mapa del país, el más preciso y completo hasta entonces. El año siguiente editó una cuidadosa obra de investigación histórica, el Compendio Histórico del Des cubrimiento y Colonización de la Nueva Granada. Basada en manuscritos, constituyó una de las primeras muestras de historia científica en el país. En 1849 publicó dos volúmenes de estudios de J. B. Boussingault y Desirée Roulin, dos de los jóvenes franceses que habían venido en los veintes; reeditó también el Semanario del Nuevo Reino de Caldas. Al volver al país en 1849 se le ofreció un cargo en el Colegio Militar, pero prefirió dedicarse a sus propios estudios. Hizo mediciones meteorológicas y publicó cartas astronómicas para los almanaques de 1851 y 1852. Hombre rico, trajo equipos y libros de Europa que donó a la Biblioteca Nacional. Un hombre consiente del bien que le hace la literatura a su pueblo. La consolidación de las profesiones es uno de los grandes pasos que ha dado la ciencia en nuestro país. Entre 1850 y finales de siglo el proceso principal es el de la consolidación de dos profesiones que requieren una base científica: la ingeniería y la medicina. Ambas habían tenido algunos representantes modernos desde finales del período colonial, pero todavía a mediados del siglo XIX la ma yoría de los médicos e ingenieros se habían formado en el exterior o eran ellos mismos extranjeros. Varios intentos de formación profesional en estas ramas tuvieron lugar, sin mayores éxitos. Uno de los esfuerzos más notables ocurrió en el gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera, quien dio gran apoyo a un Colegio Militar y lanzó un programa de obras públicas que generó una inesperada demanda de ingenieros, en parte satisfecha con la llegada de varios europeos. La escuela militar funcionó razonablemente entre 1848 y 1854, bajo la orientación, ante todo, de Lino de Pombo, y pese a su nombre, se dirigió más bien a preparar ingenieros civiles que miembros del ejército. Sus alumnos contribuyeron a la tarea de la Comisión Corográfica y realizaron trabajos gráficos elementales, como un mapa de Bogotá. Sin embargo, la escuela tropezó con la hostilidad de los liberales, que veían en ella un ejemplo de elitismo, de militarismo y centralismo, y propusieron varias veces su abolición. Como dijo un representante a la Cámara , ellos no querían "obstáculos, requisitos que conducían a la injusticia y promovían el favoritismo", ni querían que existieran títulos, especialidades o condecoraciones. En 1885 el gobierno de Núñez ordenó la creación de una Escuela Nacional de Minas, la cual vino a abrirse en 1888.
  • 4. La actividad científica propiamente dicha estuvo limitada durante la segunda mitad del siglo XIX a áreas muy precisas. El Observatorio Astronómico continuó realizando mediciones y observaciones en forma más exacta, bajo la dirección de José María González Benito, un ingeniero formado en Europa. Un amplio número de científicos europeos recorrieron el país, ante todo realizando estudios geológicos y geográficos (H. Karstner, A. Hettner, A. Stübel, W. Reiss). En el área de la botánica que tenía algo de tradición, José Jerónimo Triana, formado en la Comisión Corográfica, viajó a Europa y desarrolló allí, apoyado por el gobierno, una notable carrera científica. Publicó una introducción a la flora colombiana y diversos estudios, entre ellos uno muy detallado sobre las quinas nacionales. Otros colombianos hicieron contribuciones menores en esta misma área de la botánica. También en Europa se desarrolló la mayor parte de la actividad científica de dos colombianos que alcanzaron reconocimiento por la calidad de su trabajo: Ezequiel Uricoechea, quien hizo contribuciones a la prehistoria colombiana y a la filología, y el gramático y filólogo Rufino José Cuervo, iniciador del Diccionario de Construcción y Régimen. La historia, que había alcanzado un alto nivel en el período anterior, con José Manuel Restrepo y Joaquín Acosta, se convirtió en gran parte en arma de debate político y ensalzadora religiosa, como en las obras de José Manuel Groot y José María Samper; sólo a finales del siglo pasado y comienzos de éste, bajo los estímulos de una orientación más positivista, que se advierte en las obras de Vicente Restrepo, Gustavo Arboleda, Ernesto Restrepo Tirado y otros, vuelve a orientarse en una dirección que pretende ser científica. El gobierno mantuvo la actitud ya antigua de estimular estudios que pudieran ofrecer perspectivas de utilidad para el país. Por eso creó en 1881 una nueva expedición científica, la Comisión Científica Permanente. Fue entregada a la dirección de José Carlos Mano, un francés cuyas calificaciones no parecen haber sido adecuadas y cuyos informes, que subrayaban la búsqueda de minerales explotables, entre los que promovió los carbones de la Guajira y el Valle y los hierros de La Pradera en Boyacá, fueron sujetos a violenta crítica por parte de los científicos locales. Particularmente interesante fue el informe de Jorge Isaacs sobre los indígenas de la Sierra Nevada, que reinauguraba una tradición etnográfica perdida ya casi por completo. A esto se añadió el envío de cuatro estudiantes a Europa, los cuales enviaron reportes sobre motores de gas, técnicas mineras, electricidad, producción artificial de diamantes y otros temas similares. Esta nueva institución, además de las tradicionales facultades de jurisprudencia, medicina, f ilosofía y letras, incluía la Escuela de Ciencias Naturales, la de Ingeniería y la de Artes y Oficios. Colombia había entrado en la era del telégrafo, de los ferrocarriles y del desarrollo de las obras públicas, por lo que cobró alguna importancia la formación técnica. Esta universidad se inscribe en el giro cultural, económico y político que a finales del siglo XIX se da en la élite financiera e industrial colombiana. Contó en 1870 con 132 estudiantes, de los cuales 51 eran de medicina, 44 de ciencias naturales, 29 de ingeniería y ocho de jurisprudencia Algunos elementos de institucionalización de la actividad científica surgieron durante estos años, además de la consolidación de la enseñanza profesional en las universidades. Por una parte, se crearon sociedades científicas con actividad permanente, como la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales (1873) y se regularizaron publicaciones como los Anales del Observatorio Astronómico (1880) y los Anales de Ingeniería (1887). En cuanto a la educación secundaria, es diciente lo presentado en la Revista de Educación de 1935, órgano de la Dirección de Educación del Departamento de Norte de Santander, en la que se destaca que los profesores para este nivel son simples aficionados que solo persiguen mejorar sus ingresos. Al respecto, en un artículo del periódico El Tiempo, del 6 de febrero de 1936, se informa sobre los resultados de los exámenes de revisión establecidos por el Ministerio de Instrucción Pública. Mostraron que el 50% de los bachilleres no manejaban el concepto de porcentaje y que, además, muchos habían comprado el título correspondiente. Subraya el fracaso de la educación secundaria y el hecho de que los establecimientos no cuentan con los materiales indispensables para la enseñanza, ni con el personal idóneo para encargarse de las cátedras (Mora, 1996). En un trabajo de grado dirigido a la historia de la formación inicial de profesores de química en Colombia, los autores entrevistaron al profesor José Estiliano Acosta, primero en titularse como "Profesor Especialista en Matemáticas, Física y Química", preguntándole sobre el perfil de quienes enseñaban esta ciencia en la educación secundaria. Respondió que eran médicos locales o religiosos dedicados a la docencia. Las clases consistían en un grupo de muchachos sentados en sus bancos, al frente del cual el profesor, en una plataforma, leía el texto de química que usaba. Cuando terminaba su lectura, cerraba el libro de texto y decía: "Tienen que aprenderse
  • 5. esto". Otra entrevista fue a un reconocido personaje de la química en Colombia, quien afirmó: "En la educación secundaria y en las escuelas normales, los que enseñaban química eran profesores improvisados o procedentes de las comunidades religiosas que vestían sotana o la habían abandonado. Le tocó estudiar con hermanos de las Escuelas Cristianas, quienes exigían que todo lo que se enseñara fuera memorizado. Cuando aparecía una ley química que el profesor no entendía, sencillamente decía: Esto no toca" (Amado y Rodríguez, 1988). En torno a la filosofía de las ciencias, hay que recordar que la aproximación epistemológica positivista desarrollada por A. Comte, entre 1830 y 1940, se ha soportado en el método científico proveniente del desarrollo del empirismo y también de la lógica inductiva. En Colombia fue prohibida por el gobierno, conocido como de la "Regeneración", cualquier enseñanza o discusión sobre el positivismo y el utilitarismo. En su defecto, se adoptó como filosofía oficial el "Neotomismo", promulgado a finales del siglo XIX por monseñor Rafael María Carrasquilla desde su cátedra en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Anótese que con la firma del Concordato en 1888, el control ideológico de la educación fue entregado a la Iglesia católica del país y, por supuesto, la formación de maestros. Una idea de lo que sucedía la suministra el debate que en 1934 dio el representante Diego Luis Córdoba sobre el problema estudiantil suscitado en la Normal de Medellín, debido a la defensa que los estudiantes hicieron de la escuela laica. Argüían que las conciencias, los estudios y las ideas estaban aprisionados; que no tenían otros libros que los visados por las curias episcopales, y que tampoco tenían otros profesores que pastores subalternos de Roma. En general, en el nivel secundario de educación, los datos tampoco hablaban en favor de su calidad, ya que, además, fungían también como docentes los hijos díscolos de las familias locales dominantes (Mora, 1996). Así, entonces, comenzando el siglo XX, Colombia no había logrado una educación pública , laica y gratuita para todos. Bajo la vigilancia dogmática de los jerarcas y religiosos de la Iglesia católica del país, parece ser que quienes se interesaban por las ciencias y las tecnologías se cuidaban de chocar públicamente con el establecimiento, por lo que no generaron actividades conducentes a la institucionalización de la actividad y la práctica científicas en el territorio de la nación, como tampoco el reconocimiento social de quienes a ellas se dedicaban. Incluso, el dominio y control de los contenidos por enseñar, tanto como las formas de socializarlos en el aula, no admitía más que la pedagogía católica; una posición que se opuso a la introducción, por parte de educadores liberales, de las ideas de J. Dewey. La concepción de pedagogía que se autorizó fue la del libro de los hermanos Restrepo (1905). En él, por ejemplo, afirman que toda inversión que se haga en educación para los negros, los indios y los mestizos es vana, ya que los primeros están hechos para servir de bestias de carga, los segundos son perezosos y los últimos, herederos de ambas condiciones. En la década del 30, la Escuela Normal Superior de Bogotá, dirigida por José Francisco Socarras, se convirtió por una década larga en una Facultad de Ciencias Sociales de alta calidad, aprovechando un elevado número de docentes europeos que habían escapado del fascismo español o habían migrado en esos años. Allí se formaron sistemáticamente, por primera vez en el país, lingüistas, antropólogos, historiadores y otros científicos sociales: por allí pasaron Roberto Pineda Duque, Jaime Jaramillo Uribe, Luis Duque Gómez, Virginia Gutiérrez de Pineda, y muchos más que, durante los cincuentas y los sesentas, contribuirían en forma substancial a la consolidación de la ciencia social en Colombia. Los procesos de institucionalización científica que tuvieron lugar durante la primera mitad del siglo resultan muy difíciles, y estuvieron ligados a la creciente densidad del medio académico, a los procesos de urbanización, a la necesidad de intercambio de información en un país con varios núcleos culturales importantes, al crecimiento de las universidades, etc. En todo caso, en estos años se constituyeron varias sociedades científicas, y los primeros centros de investigación, como la Academia Colombiana de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1933), la Sociedad de Ciencias Naturales (1912), el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional (1940) y el Instituto Geofísico de los Andes (1941). Además, fuera de las revistas que sobrevivían del per íodo anterior, surgieron los Anales de Ingeniería (1913), la Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1936), Caldasia (1940) y la Revista Colombiana de Química (1944).
  • 6. Finalmente, la Universidad Nacional tuvo en 1936 una importante reorganización, que unificó bajo una sola administración y en un solo campus las escuelas profesionales dispersas. Dentro de la nueva sede, se crearon las facultades de Química (1939) y posteriormente de Ciencias (1946) Como se puede observar, el recorrido de la ciencia en Colombia es bastante extenso, y es ardua la lucha que ha llevado a cabo, sin embargo, dicha lucha sigue viva, pese a los grandes esfuerzos de hombres, mujeres , gobernantes y personas del pueblo, el paradigma científico no ha logrado aterrizar completamente, no podemos hablar de una producción científica neta, sino más bien de una influenciada por los demás países y creada en muchos sentidos, para ese propósito, es difícil pensar en ello, Cuando decimos que la ciencia es para el beneficio de la humanidad, pero en ocasiones cabe preguntarse para que partes de la humanidad???. La ciencia debería ser universal un bien que le pertenezca a todos y cada uno de los habitantes del planeta, y no estar atada afines económicos, o a las personas que manipulan el mundo. Hoy en día los medios de comunicación masificados deberían permitirnos estar aún más cerca de ese ideal de una Ciencia de todos y para todos, sin embargo, lo único que han logrado es alejarnos, doparnos, automatizarnos, para caer en el foso del desconocimiento, en el aislamiento. Es difícil establecer las causas de este problema, por qué el paradigma científico aún sigue siendo rechazado, , pero quizá radique en modelos educativos, muy parecidos a los de los siglos pasados, en lo que lo único que importa es la memorización mecánica, no se da un espacio para la generación de ideas, ni para la investigación, pocos son los espacios ganados dentro de este proceso, y estos pocos, casi siempre más en beneficio ajeno que propio, te permiten investigar, pero la divulgación se realizara por parte de aquellos que financian la investigación. Finalmente, la única solución posible, es un cambio cultural radical, impulsado desde las escuelas, colegios y universidades, en conjunción con un movimiento político, que comprenda que realmente en el cultivo y financiación de la ciencias es donde está el verdadero desarrollo para el país. BIBIOGRAFIA Este ensayo fue realizado con el apoyo bibliográfico de: http://educacionyeducadores.unisabana.edu.co/ http://www.udenar.edu.co/rudecolombia/rev12.html http://www.pedagogica.edu.co/storage/rce/articulos/rce26_06ensa.pdf
  • 7. UNIVERSIDAD DE NARIÑO FACULTAD DE EDUCACIÓN LICENCIATURA EN CIENCIAS NATURALES CON ÉNFASIS EN EDUCACIÓN AMBIENTAL ENSAYO” LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN COLOMBIA” PROFESOR: Juan Ramón Chalapud ESTUDIANTE: DIANA CAROLINA CRUZ HISTORIA DE LA EDUCACIÓN COLOMBIANA 2014