1. «Ellos le vieron de lejos, y antes que se les acercara, conspiraron contra él para
matarle, y se decían mutuamente: Por ahí viene el soñador. Ahora, pues, venid,
matémosle y echémosle en un pozo cualquiera, y diremos que algún animal feroz le
devoró. Veremos entonces en qué paran sus sueños.» (Gn 37, 18-20).
«JOSÉ, EL SOÑADOR»
DIANA ELIZABETH NÚÑEZ LINARES
José era el hijo preferido de Jacob. La bella historia de José vendido por sus hermanos
corresponde a hechos verídicos y realmente acaecidos. Pero lo que más interesa es la
enseñanza que se esconde detrás: la misteriosa providencia de Dios que siempre cuida de sus
elegidos. José también es una figura que anticipa algunos aspectos de la vida de Cristo. Así lo
dice san Pablo: “Tomó la condición de esclavo...se humilló...y por eso Dios lo engrandeció y le
dio el nombre sobre todo nombre” (Fil 2, 6-10). Al igual que José salvó a su pueblo de la
carestía, así también Jesús nos salvó a nosotros.
Los últimos capítulos del libro del Génesis nos narran la historia de José, y junto a él la historia
de su padre y sus hermanos. Él era el primogénito de Jacob y Raquel (Gn 30,22-24; 37,3), José
obtuvo la primogenitura de Israel porque Rubén, el primogénito de la primera esposa de
Jacob, perdió ese privilegio a causa de su transgresión. José, siendo el primogénito de la
segunda esposa de Jacob, y debido a su dignidad, era quien tenía derecho a recibir la
bendición. José también recibió una bendición de su padre poco antes de que éste muriera (Gn
49,22–26).
Jacob amaba de una manera muy especial a José, le hizo una túnica de diversos colores (Gn
37,3) y por ello sus hermanos le tenían envidia, le sumando a todo esto que José había tenido
un par de sueños (Gn 37,5-11) y se los había contado. Dos sueños de grandeza, sueños de
cualquier joven, sueños como los nuestro; sueños en los que sentimos que Dios se revela en
una forma especial, le tenía preparado algo grande, pero aun nadie entendía. Así sucede muy a
menudo entre nosotros, tenemos grandes sueños que Dios ha puesto en nuestros corazones,
algunos mientras dormimos y otros cuando estamos despiertos. Todos tenemos un propósito
desde antes que naciéramos, venimos a completar un plan perfecto, un sueño que ya soñó el
que nos ha creado. Independientemente de lo que hagamos en esta vida: ser hijos, hermanos,
alumnos, amigos, profesionales, trabajadores, todos tenemos un propósito: ser felices. Y la
2. única manera de ser felices es haciendo felices a los demás. Esta es la felicidad que nos da el
Amor de Dios.
En este contexto es que sus hermanos lo quieren desaparecer: “Ellos le vieron de lejos, y antes
que se les acercara, conspiraron contra él para matarle, y se decían mutuamente: Por ahí viene
el soñador. Ahora, pues, venid, matémosle y echémosle en un pozo cualquiera, y diremos que
algún animal feroz le devoró. Veremos entonces en qué paran sus sueños.” (Gn 37, 18-20).
Los hermanos de José lograron lo que pretendieron, José termina esclavo de Putifar en Egipto
(Gn39 1-2); pero no por ello se olvida de Dios, tenemos la certeza que él siguió confiando y
creyendo en sus sueños, era un joven que tenía a Dios y que no olvidaba que tenía un
propósito grande. Un joven que tiene a Dios en su corazón no sueña en pequeño, no olvida sus
sueños ante las dificultades ni deja de soñar en la adversidad. Ese era José, el que hizo lo que
le tocó hacer de la mejor manera posible y Dios no lo dejaba, lo hacía prosperar incluso siendo
esclavo (Gn 39,3).
Pero junto al favor de Dios está la tentación del mundo, que quiere separarnos de Él para
desviarnos de nuestro propósito y alejarnos de nuestros sueños, el momento de la prueba.
José fue un hombre de gran integridad, “entendido” y “sabio” (Gn. 41,39), dones que regala
Dios según su parecer y nuestra disponibilidad, pudo ver clara la tentación y rechazar la
seducción de la mujer de su señor (Gn 39,7-12). El que haya rechazado a la esposa de Putifar
es un ejemplo de fe, de castidad y de integridad personal. La esposa de Putifar mintió, diciendo
que José había tratado de seducirla; José, a pesar de ser inocente, fue condenado y enviado a
la cárcel (Gn 39,7–20). José interpretó los sueños del jefe de los coperos y del jefe de los
panaderos de Faraón (Gn 40). Cuando uno de ellos sale, recuerda a José, el intérprete de
sueños, ante la necesidad del faraón. El faraón favoreció a José por haber interpretado sus
sueños y lo nombró gobernador de Egipto (Gn 41,14-45). La providencia de Dios y los
momentos de prueba no dejaron de llegarle, así pasa de ser esclavo a prisionero y luego a
gobernador, el más importante de Egipto después del faraón. Allí puedo entender sus sueños,
los sueños de juventud, estaba cumpliendo su propósito: salvó muchas vidas, era parte del
plan de Dios.
En Egipto, cuando José reveló a sus hermanos su verdadera identidad, les dio las gracias en vez
de culparlos por la forma en que lo habían tratado. Él creía que la forma en que habían
actuado sus hermanos había hecho posible que se cumpliera la voluntad de Dios (Gn. 45,4-15)
3. A veces nosotros no nos damos cuenta cuál es la voluntad de Dios hasta que se cumple,
estamos confundidos, muchas veces temerosos e incluso perezosos. No apreciamos nuestros
talentos ni sentimos que los demás nos valoren, queremos soñar sueños de otros o hasta nos
olvidamos de soñar por criticar o envidiar a los demás. Sólo Aquél que nos ha creado ha puesto
un sueño especial en cada uno, rodearnos de las personas correctas nos ayudará, rodearnos de
personas que han dejado de soñar sólo nos hará fracasar también.
Somos hijos del más grande soñador, pidámosle a Él la gracia de aprender a esperar, a creer, a
confiar; Nos lo ha dicho, está escrito: tú puedes hacer cosas más grandes que las que Él hizo
(cf. Jn 14,12).
Si el sueño viene de Dios, no tengas miedo, ¡sueña!
Habrán muchas cosas que intentarán hacerte desisitir, no te rindas, ¡sueña!