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EL PODER DE LA MENTE
Cómo aprovechar al máximo nuestros recursos
Herbert Benson, M.D.
con William Proctor
A Arman Simone
y Joseph J. Schildkraut,
con agradecimiento y en amistad
Indice
Prólogo……………………………………………………………
Primera parte
EL SECRETO PARA REMODELAR LA MENTE,
LOS HABITOS Y LA VIDA
1. ¿Se puede cambiar realmente la manera de pensar y de actuar?
2. El Principio de la Maxi-Mente
3. Los canales del cambio
Segunda parte
CÓMO CAMBIAR SU VIDA
4. El sistema de autoayuda fundamental
5. Su salud al máximo
6. El secreto para ponerse en forma
7. El secreto para mejorar el poder mental
8. El lado espiritual
9. Las cimas de la mente
Prólogo
Este libro reúne hallazgos provenientes de más de veinte años de actividades
docentes, clínicas y de investigación en la Facultad de Medicina de Harvard y en otras
instituciones a ellas adscritas. En mi argumentación me he basado en pruebas de campos
a veces tan dispares como la medicina clínica, la fisiología, psiquiatría, psicología,
religión, filosofía y hasta el atletismo. El conjunto de esta información interdisciplinar
ayuda a definir una notable capacidad humana, que yo llamo la Maxi-Mente (es decir, el
poder de la mente llevado al máximo). El libro ofrece también diversas orientaciones
prácticas para alcanzar resultados beneficiosos.
A medida que se profundice la investigación de las amplias manifestaciones de la
Maxi-Mente, es probable que nuevos datos aporten comprobaciones nuevas. Pero
nuestros convincentes resultados obtenidos con muchos pacientes, e interpretados
dentro de un marco científico unificador, justifica que presentemos ahora a la
consideración general el Principio de la Maxi-Mente.
El Principio de la Maxi-Mente tiene potencialidades de transformar la vida, y por
esta razón es necesario tomar ciertas precauciones. En especial, si cualquier lector o
lectora decide valerse del Principio para cuestiones ya sean médicas o espirituales, debe
proceder bajo la dirección de lo que llamamos “un guía mental máximo”.
El guía deberá ser un profesional de la salud si el mayor interés del lector es el
mejoramiento de su salud. Por ejemplo, si usted decide aplicar este Principio al
tratamiento de la hipertensión o de cualquier otra enfermedad, debe hacerlo solamente
con la aprobación y la consiguiente supervisión de su médico. De modo similar, un
sacerdote de la religión o culto que el lector practique sería el guía adecuado para quien
tenga como objetivo cambiar su vida espiritual.
A veces puede ser útil contar con un guía mental máximo su uno quiere usar el
Principio de la Maxi-Mente para perfeccionarse en algún dominio particular del
conocimiento; por ejemplo para adelantar en el estudio de una lengua extranjera
podemos buscar un especialista que controle nuestros progresos, o hablar con un
entrenador si queremos mejorar nuestra capacidad atlética o deportiva. Para cuestiones
más sencillas lo más probable es que se pueda trabajar sin guía, confiando en lecturas
como las que se citan en las secciones de la fase dos del libro.
Todos los casos que se presenten son reales, aunque el nombre, el sexo y otras
circunstancias de las personas han sido modificados para respetar el anonimato.
Agradezco muchísimo a Nancy E. Mackinnon, Anna K. Arthur, Irene L.
Goodale, Anne Jacobs, Ferry A. Bard, Frederick Commoner, Gregory C. Benson y Fafa
Demasio la excelente ayuda que me han prestado en la preparación del libro. Aprecio
también las contribuciones del doctor George S. Everly, hijo de Robert L. Allen y de
Samuel S. Myers, quienes colaboraron indirectamente en esta obra mediante nuestras
conversaciones y nuestros proyectos de investigaciones en colaboración. A Robert A.
Cowden III, le agradezco sus consejos. El interés y las sugerencias de mi buen amigo T.
George Harris me han sido muy útiles y los reconozco. Y nuevamente estoy en deuda
con Marilyn, mi esposa por sus excelentes consejos, su paciencia y su apoyo.
Distintos aspectos de este libro fueron posibles gracias a fondos de la John E.
Fetzer Foundation, Arman Simone, la Ruth Mott Fund y William K. Coors. Reconozco
también con agradecimiento el apoyo financiero de Laurance S. Rockefeller, George S.
Warburg y Francis X. Meany. Para la investigación y elaboración del libro se contó
también, en parte, con becas del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos (HL-
22727 y HL-07374), de la Fundación Nacional de la Ciencia (NSF INT 8016982) y del
American Institute of Indian Studies.
Herbert Benson
Primera parte
El secreto para remodelar la mente, los hábitos y la vida
I
¿Se puede cambiar realmente la manera de pensar y de actuar?
El Dalai Lama, un gran estudioso de la mente humana a la vez que el líder
espiritual de los budistas tibetanos dijo en una ocasión: Nosotros, los seres humanos,
tenemos un cerebro evolucionado y un potencial sin límites. Si con paciencia se puede
entrenar gradualmente incluso a los animales, la mente humana también puede ser
entrenada gradualmente, paso a paso. Con paciencia, cada uno puede llegar a saber esto
por propia experiencia.
Tal como da a entender el Dalai Lama, el cerebro es una parte maravillosa de la
anatomía humana. Al mismo tiempo, es también muy misterioso. Hay mucho que no
sabemos y que quizá nunca lleguemos a saber acerca del funcionamiento de la mente
humana. Pero poco a poco algunos misterios se van desvelando, para gran beneficio de
la medicina moderna… y para cualquiera que desee mejorar sus potencialidades
personales.
¿Con tanta frecuencia no nos hemos criticado nosotros mismos porque teníamos
la sensación de no estar viviendo a la altura de nuestras potencialidades? Muchas veces
nos hemos dicho: Si pudiera:
-liberarme de este mal hábito;
-superar este problema de salud;
-ser una persona muy productiva;
-ser más disciplinado/a;
-perfeccionarme en tal o cual actividad o rama del conocimiento.
La mayoría de nosotros queremos salir adelante. Queremos mejorar, subir otro
peldaño en nuestros logros. Pero muchas veces parece que algo nos bloqueará el
camino.
Vuelva usted a pensar en lo que fueron sus aspiraciones durante los últimos años.
¿Cuántos programas de autoayuda ha intentado o querido intentar?
Quizá siempre haya querido ir a una escuela nocturna para obtener algún título.
O tal vez su principal objetivo sea estudiar un poco por su cuenta… una lengua
extranjera que siempre habría querido dominar, pongamos por caso. Por otra parte,
también puede haber pensado seriamente en iniciar un programa independiente de
lectura y estudio de las grandes obras de la literatura que no alcanzó a leer cuando era
más joven.
O bien, puede ser que sus intereses – y sus frustraciones-estén centrados más
bien en el área de la salud y de la buena forma física. Quizá se esté acercando a los
treinta o los cuarenta… o más, y vea que el físico de que tanto se enorgullecía ya no es
el mismo. Sabe que le sobran unos cinco o diez kilos y quisiera (y en alguna ocasión
hasta lo ha intentado, sin conseguirlo) librarse de ellos desesperadamente.
Es obvio que un antídoto razonable para su problema sería un programa de
ejercicios, incluyendo un régimen regular de flexiones, extensiones, salto, estiramiento
o lo que fuere. Pero son muchas las veces que ha iniciado un programa así, sólo para
volver muy pronto a su antigua vida sedentaria.
Por otra parte, es posible que lo que le interese sea disciplinarse más en su
trabajo. Tal vez le preocupe mucho la idea de si está haciendo lo que debe para obtener
un ascenso. Usted sabe que para conseguirlo tendría que mejorar en varios campos en
los que flojea, en finanzas y contabilidad, digamos. Pero, por más que se esfuerza, no
consigue poner en práctica un programa que convierta esas deficiencias en valores
primitivos.
También podría ser que su principal preocupación está en el lado o vertiente
espiritual. En la lucha por triunfar en el mundo y mantener la vida personal y social a
tope, ha descuidado los niveles más profundos de la existencia humana. En pocas
palabras, quiere saber más acerca de Dios, de las enseñanzas de su iglesia o templo, y de
las apremiantes cuestiones teológicas y espirituales para las que nunca ha podido
encontrar respuesta adecuada. Quizá quiera experimentar también otros niveles de
conciencia espiritual, pero estas preocupaciones, que usted reconoce como
importantísimas, van quedando de lado porque no parece que haya manera de encontrar
tiempo para ellas.
Todos hemos sentido estas frustraciones y presiones cuando encontramos que no
somos capaces de llevar una vida que esté a la altura de nuestras expectativas
personales. En última instancia, nos sentimos “atascados en una rutina”. Parece que no
pudiéramos quitarnos de encima los antiguos malos hábitos o los problemas de salud
que nos han limitado en el pasado, impidiéndonos la adquisición de formas nuevas y
benéficas de autodisciplina. Con frecuencia, caemos en la tentación de decirnos:
“Bueno, me parece que no puedo hacer nada para cambiar y para superar mis
limitaciones. Soy así, y lo mejor será que lo acepte”.
Nada de eso. Mis investigaciones me han convencido de que es posible esperar
cambios importantes en nuestra vida:
-es posible superar los malos hábitos de antaño;
-es posible aliviar muchas enfermedades que han estado molestándonos;
-es posible cambiar los modos de pensar improductivos y cultivar disciplinas nuevas
que nos ayudarán a realizar nuestras potencialidades; y
-es posible iniciarse en un modo de vida realmente distinto.
Ahora bien, ¿cómo?
El principio de este cambio es lo que yo llamo llevar al máximo las
potencialidades de nuestra mente, y es un proceso que se relaciona directamente con la
Relajación.
La Relajación ha sido el punto central de mis investigaciones médicas y de mi
práctica clínica durante los últimos veinte años. Para los lectores que no estén
familiarizados con mi trabajo, diré que la Relajación se refiere a la capacidad del cuerpo
para entrar en un estado, científicamente definible que se caracteriza por una reducción
general de la velocidad del metabolismo, una disminución de la presión sanguínea, del
ritmo respiratorio y cardíaco y la emisión de ondas cerebrales más nítidas y más lentas.
La Relajación ejerce más poderosamente su influencia cuando se combina con lo
que he llamado el Factor Fe, lo cual implica que la inducción de la Relajación se haga
en el contexto de un conjunto de creencias personales, filosóficas o religiosas
profundamente arraigadas.
Hasta ahora he recomendado que la Relajación se use principalmente para
combatir los efectos dañinos y desagradables del estrés, tanto sobre la mente como
sobre el cuerpo. Sin embargo, observaciones recientes han demostrado que el alcance de
este fenómeno es considerablemente mayor.
De hecho hemos descubierto que la Relajación actúa también, de manera
bastante extraordinaria, como una especie de puerta hacia una renovación mental y un
cambio de vida. Puede permitirnos cambiar incluso los malos hábitos más
profundamente arraigados. Puede permitirnos cultivar disciplinas nuevas y benéficas, y
mejorar nuestra salud por medios que siempre habíamos considerado inaccesibles.
Dicho brevemente, la Relajación es el primer paso, y probablemente el más decisivo
para conseguir el éxito en cualquier programa de autoayuda que nos propongamos
seguir.
¿De qué manera, exactamente, puede actuar la Relajación como un catalizador
que promueva una renovación mental? ¿Cómo puede ayudarnos a cambiar de hábitos, a
mejorar nuestra salud y transformar nuestro estilo de vida?
LOS CANALES DE LA MENTE
A lo largo de los años, en el cerebro se van formando “circuitos” y “canales” de
pensamiento, es decir, vías físicas que controlan la forma en que pensamos y actuamos,
y con frecuencia también nuestra manera de sentir. Muchas veces estas vías o hábitos
llegan a estar tan fijados que se convierten en lo que yo llamo una “instalación”, tal
como hablamos de la instalación eléctrica. Dicho de otra manera los circuitos o canales
llegan a estar tan “empotrados” que casi parece imposible transformarlos. De hecho, se
convierten en parte del cerebro; son parte de nosotros.
El funcionamiento del cerebro es demasiado complicado, y nuestros
conocimientos demasiado limitados como para que podamos resumir en términos
sencillos su funcionamiento. Pero los investigadores han descubierto que hay algunas
reglas elementales de validez general y cuyas implicaciones prácticas son de vasto
alcance.
Neurofisiólogos como los doctores Roger Sperry y Michael S. Gazzaniga, han
estado investigado los llamados fenómenos del split brain (cerebro dividido), que
permiten conocer las actividades de los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro.
Entre otras cosas, estos investigadores han demostrado que el hemisferio izquierdo es en
gran medida responsable del control de buena parte de los procesos del pensamiento y
de las habilidades analíticas, de inferencia y de las relacionadas con el lenguaje. El
hemisferio derecho es el área en donde reside en su mayor parte el pensamiento
intuitivo, artístico y creativo.*
Consideremos, por ejemplo, la cuestión de cómo se puede cambiar un mal hábito
o adquirir una habilidad nueva. Mediante diversas inferencias lógicas- el cerebro
izquierdo puede “decirnos” que ciertos cambios benéficos, ya sea en nuestra
personalidad, nuestros hábitos o nuestras habilidades, son imposibles. Y pese a sus
inexactitudes, nos creemos lo que estamos oyendo ¿Por qué? Porque con muchísima
frecuencia, habrá muy poca oposición o discusión de parte del hemisferio derecho.
En términos muy prácticos, pues, en gran parte son los circuitos arraigados del
lado izquierdo del cerebro los que nos dicen que no podemos cambiar nuestro modo de
vida, que los malos hábitos son para siempre, que estamos hechos de tal o cual manera y
que tenemos que aceptar que es así.
Pero todo eso, sencillamente, no es verdad.
Son posibles cambios importantes, e incluso espectaculares. ¿Cómo? Induciendo
la Relajación por medio de la meditación, la plegaria u otras técnicas, puede uno
preparar la escena para importantes cambios cerebrales capaces de alterar la mente y los
hábitos. Además, seremos capaces de liberarnos para entrar a un modo de vida nuevo en
que desarrollaremos al máximo nuestras capacidades innatas.
Dicho de manera más específica, este cambio puede producirse como resultado
de un tipo de comunicación diferente entre ambos lados del cerebro. La investigación
científica ha demostrado que la actividad eléctrica entre el hemisferio derecho y el
hemisferio izquierdo se coordina mejor durante ciertos estados de meditación u oración.
Mi propia experiencia con los pacientes me ha demostrado que mediante estos
procesos la mente se vuelve decididamente más susceptible de ser alterada y más capaz
de hacer funcionar al máximo sus capacidades.
Con el fin de producir cambios benéficos, en las páginas siguientes estudiaremos
de que manera puede usted aumentar sus probabilidades de:
-tener éxito en programas de autoayuda;
-fortalecer la autodisciplina;
-alcanzar objetivos difíciles en gimnasia y atletismo;
-aumentar su creatividad y habilidad para tomar decisiones;
-reforzar los efectos de la psicoterapia;
-disminuir alguna medicación que pueda estar tomando;
-superar sus miedos irracionales;
-abandonar sus pautas de pensamiento morboso y destructivo; y
-fortalecer y expandir su vida espiritual.
ALGUNAS REGLAS BASICAS PARA LEER ESTE LIBRO
Antes de seguir adelante me gustaría establecer algunas reglas básicas en lo que
se refiere a cómo abordar el tema de una renovación de la mente.
Lo primero de todo, la mayor parte de la fuerza para el cambio en su vida se
mantendrá a medida que aprenda usted a usar de diferentes maneras las partes de su
cerebro. En particular, tiene que aprender a utilizar en forma más plena la actividad del
lado creador e intuitivo de su mente, es decir, el hemisferio derecho de su cerebro.
Cuando alguien intenta explicar a otra persona como expandir sus posibilidades
para usar el lado derecho del cerebro, aparecen ciertos problemas inmediatos. El
lenguaje, principal instrumento de la instrucción, es en sí mismo, en gran parte, una
función del hemisferio izquierdo. Por definición, pues las operaciones del lado derecho
no se pueden expresar con palabras tan fácilmente como las del lado izquierdo.
En realidad, y como usted sabe, hay cosas que de ningún modo se pueden
expresar con palabras. Usted ya conoce muchas de esas experiencias inefables; esa
puesta de sol impresionante rojo anaranjado; ese estremecimiento interior cuando se
consigue un objetivo largamente buscado; esa reacción profundamente positiva –o
negativa- frente a una persona o acontecimiento; ese destello de luz mental que de
pronto nos ilumina con una idea o concepto creativo; esa visión interior espiritual o
mística que nos cambia la vida, esa intuición o “sensación” de que algo está bien o mal;
la vivencia de estar enamorado.
Es indudable que todas estas cosas son reales. De hecho, con frecuencia son más
reales que las ideas o las vivencias que uno puede reducir con toda exactitud a palabras.
Estos acontecimientos profundos son algo que, sin que sepamos bien por qué son
inefables. Desafían a la lógica ordinaria al análisis y a la descripción.
De modo similar, mucho de lo que hemos de analizar en las páginas siguientes
estará al menos en parte, más allá de nuestra capacidad mental de organizarlo en pulcros
paquetes analíticos verbales. La verdad es que reducirlo todo a palabras, es imposible,
debido a la forma en que está hecho nuestro cerebro. Sin embargo, aunque las palabras
se nos escapen, debemos recordar lo más importante que el cerebro posee una capacidad
inherente de cambio, una capacidad que he llamado el Principio de la Maxi-Mente. De
hecho, como todos usted tiene el poder de alterar en forma espectacular su manera de
pensar y de actuar.
Como muchos de los conceptos de este libro sólo es posible vivenciarlos de
manera no verbal, quiero proponer una manera optativa de leerlo. Claro que puede
leerse como cualquier otro libro, y en este caso podrá sacar abundante partido de él.
Pero si uno de sus objetivos es alejarse de un enfoque puramente analítico de la vida, la
estrategia optativa está pensada para ayudarle a que, según vaya leyendo pueda la ir
liberando el Principio de la Maxi-Mente. ¡Quizá termine por encontrarse, de hecho, con
que a medida que lee el libro puede usar el Principio para entender el Principio!
Pues bien he aquí lo que sugiero.
Primero léase el libro lo mismo que leería cualquier otro, pero con una
diferencia: intente, al comienzo de cada lectura, alcanzar la Relajación. De esa manera
se abrirá la posibilidad de cambios significativos en su vida, en la medida que los
hemisferios izquierdo y derecho del cerebro se coordinen con más facilidad. Digamos
también que este enfoque será muy adecuado para quienes ya estén familiarizados con
el mecanismo de la Relajación. Por cierto que este método le exigirá un poco más de
tiempo que si se limitará a leer el libro del principio al final, pero los beneficios
potenciales que puede obtener al transformar sus hábitos personales y configuraciones
mentales justificarán con creces la inversión de tiempo extra.
Imagínese algunas de las posibilidades: puede empezar efectivamente a aprender
un idioma , a practicar una especialidad atlética que le atrae desde hace tiempo o a
eliminar una fobia u otro problema médico, mientras va leyendo el libro. Y la clave de
esas experiencias que pueden cambiar su vida puede no ser más que su disposición a
dedicar un poco más de tiempo a sus sesiones de lectura.
Si es realmente ambicioso, podría probar con una técnica algo más rigurosa.
Cuando llegue a una parte del libro que toque en usted una cuerda muy sensible intente
leer varias veces ese apartado antes de continuar. Igualmente al comienzo de cada
lectura induzca el mecanismo de la Relajación. Esto le ayudará a poner en
funcionamiento los poderes creativos y renovadores de la mente que operan a niveles
más profundos.
He ideado este libro de forma que le resulte fácil volver a él repetidamente
cuando, en el futuro, siga intentando cambiar o mejorar diversos aspectos de su vida. Es
probable que ahora lo que le interese principalmente sea cultivar una actitud más
positiva hacia la vida. Más adelante, tal vez quiera trabajar con un programa regular de
ejercicios. Sean cuales fueren sus objetivos, siempre puede volver a aquella parte del
libro que más importancia tenga para usted en un momento dado. Durante un período de
días, semanas e incluso meses, le sugeriría que vuelva a leer regularmente esa parte del
libro que le interesa, luego de haber entrado en la Relajación.
Como verá usted, la inducción del mecanismo de la Relajación – y el período
inmediatamente posterior- son muy importantes en sus esfuerzos por transformar su
mente y su vida. Esos son los momentos, creo, en que uno es más receptivo para la
alteración de sus circuitos mentales arraigados, y para efectuar cambios benéficos. Es el
momento en que su “pizarra” mental está más limpia y más abierta. Por eso,
inmediatamente después de terminada la meditación o la plegaria, es importante que se
concentre sin pérdida de tiempo en cosas que se relacionen con los objetivos que
cambiarán su vida, tal como lo veremos en los capítulos siguientes. No tardará en ver
que sus pautas de pensamiento se desplazan, a veces muy sutilmente, hacia sendas más
productivas: de ello se seguirán cambios en las acciones y en la vida. Los resultados
serían emocionantes e incluso asombrosos, cuando aprenda las maneras de incorporar
plenamente a su vida el Principio de la Maxi-Mente.
Ahora antes de adentrarnos más en las implicaciones prácticas de estos
conceptos, vamos a examinar un poco más de cerca lo que sabemos sobre la base
científica del Principio de la Maxi-Mente.
2
El Principio de la Maxi Mente
El funcionamiento del cerebro humano sigue estando más allá de nuestra total
comprensión. Hemos dado pasos gigantescos en la comprensión de la fisiología del
cerebro y de su capacidad para controlar las múltiples e intrincadas operaciones de
nuestro cuerpo y de nuestras pautas de pensamiento. Y sin embargo, es todavía mucho
lo que no sabemos.
Por ejemplo, continuamos preguntándonos:
-¿Es maleable la mente en algún sentido? O, dicho de otra manera, ¿se la puede
moldear y cambiar de tal modo que se produzcan pautas de pensamiento nuevas e
impresionantes y hábitos que cambien nuestra vida?
-¿En qué medida exactamente, es posible amplificar el poder del cerebro, en
especial en lo que se refiere a influir sobre las reacciones y funciones del cuerpo?
-¿Hay alguna diferencia entre la “mente” y el cerebro?
-¿Hay alguna relación entre lo que consideramos las dimensiones “mentales” y
“espirituales” de nuestra existencia?
¿Cuáles son las funciones exactas de las diferentes partes del cerebro, y qué es lo
que podemos hacer para favorecer tales funciones?
-¿Será posible alguna vez que la mente reflexione en forma significativa y
alcanzando un grado de entendimiento importante, acerca de sí misma?
Es probable que jamás podamos dar una respuesta completa a muchas de estas
preguntas. Algunas, sin embargo, van encontrando respuestas poco a poco, a medida
que seguimos investigando y haciendo retroceder cada vez más las fronteras de la
investigación psicofisiológica.
Uno de los principales descubrimientos recientes es que el cerebro no es una
entidad estática e inmutable. De hecho, es un órgano capaz de ser transformado y
utilizado de formas nuevas y extraordinarias. Mediante lo que he llamado el Principio
de la Maxi-Mente, las posibilidades de esta plasticidad mental pueden ser realmente
asombrosas, tal como lo demuestran los casos siguientes:
DE REGRESO EN EL HIMALAYA
Los que hayan leído mis libros anteriores saben que uno de nuestros proyectos de
investigación en la Facultad de Medicina de Harvard fue la exploración de las fronteras
de la mente, en la vertiente india del Himalaya. Aquella zona constituye el hogar en el
exilio del Dalai Lama y de muchos budistas tibetanos. Es indudable que otras religiones
han registrado también proezas físicas y mentales extraordinarias, curaciones y otros
sucesos espectaculares, pero hacía ya años que yo había decidido concentrar mis
esfuerzos en la investigación científica de los datos provenientes de una tradición
oriental, en particular, el budismo tibetano.
Una de las cosas que inicialmente me habían interesado en aquellos monjes era
la capacidad que se les atribuía de elevar en forma espectacular la temperatura de la piel
cuando se hallaban en un ambiente frío, valiéndose de una forma de meditación
conocida como yoga gTum mo. Se supone que con esta práctica, cuyo nombre significa
literalmente “mujer fogosa”, se crea en el cuerpo humano un fuego interno de
purificación que contrarresta la falsedad y estimula un estado de conciencia elevado.
Mientras meditan los monjes siguen mentalmente una imagen de la energía corporal
conocida como “prana”, la cual se supone que enciende un intenso “calor interno”.
Lo que nos interesaba no era solamente el propósito religioso de tales prácticas,
sino también sus manifestaciones fisiológicas: si realmente aquellos monjes podían
elevar la temperatura en condiciones de intenso frío, eso se podía medir con nuestros
instrumentos y el resultado, esperábamos, sería una comprensión más profunda de la
interacción mente-cuerpo.
En nuestro primer viaje al Alto Dharmsala en las estribaciones indias del
Himalaya, nuestro equipo de investigadores descubrió que los monjes en meditación,
que estaban prácticamente desnudos podían elevar efectivamente la temperatura de la
piel en unos diez grados centígrados. Además, lo hacía cuando la temperatura del aire
no pasaba de unos quince grados centígrados. Pero quedó mucho por investigar en este
campo, mucho por explorar en la forma en que la mente puede influir sobre el cuerpo.
Específicamente, en 1978 nos habíamos informado, leyendo las obras de
Alexandra David-Neel, de que estos monjes podían, según se afirmaba, elevar la
temperatura de la piel lo suficiente y durante períodos lo bastante largos, como para
secar sábanas mojadas sobre su cuerpo en condiciones invernales. Pero hasta entonces
ningún científico había conseguido documentar el fenómeno. Los informes no tenían
otro fundamento que el comentario oral y la leyenda. Nuestros investigadores querían
estudiar por si mismos esa fascinante historia.
En el verano de 1984, como parte de nuestra continuada colaboración, recibí una
invitación del Dalai Lama para estudiar este fenómeno. Envié a la India un equipo de
filmación para que presenciara y registrara el hecho… si es que realmente los monjes
eran capaces de semejante hazaña. Nuestro grupo que incluía a los realizadores Russel
Pariseau y Michael Edwards, llegó en febrero de 1985 a un monasterio tibetano situado
en el valle de Kulu, en el norte de la India. Allí los monjes celebraron una ceremonia
secreta que hasta donde nosotros sabíamos ningún occidental había presenciado jamás.
Con una excitación en constante aumento, los encargados de la filmación
instalaron su equipo en el pequeño monasterio y se quedaron esperando hasta
aproximadamente las tres de la mañana, cuando entraron en el recinto una docena de
monjes. La temperatura en la habitación no alcanzaba los cinco grados centígrados. Los
monjes se desvistieron completamente quedándose solo con un mínimo taparrabo, y se
sentaron en el suelo con las piernas cruzadas. En unos cubos de agua que habían sido
colocados frente a ellos sumergieron sábanas de algodón de unos noventa centímetros
por un metro ochenta; el agua estaba a una temperatura aproximada de unos nueve
grados y medio.
Bajo la supervisión de un superior del monasterio, estrujaron entonces las
sábanas empapadas para quitarles el exceso de agua y se envolvieron con ellas la parte
superior del cuerpo. Las sábanas estaban tan mojadas que la tela dejaba traslucir el
cuerpo de los monjes cuya piel se podía ver claramente a través de ellas.
En aquel momento, los monjes empezaron a practicar su meditación yoga gTum
mo… y empezó a producirse un fenómeno asombroso. Aunque la mayoría de las
personas habría empezado a tiritar violentamente el verse expuesto así a la humedad y al
frío, ellos no mostraron reacción alguna. Permanecieron en cambio tranquilamente
sentados, y habían pasado entre tres y cinco minutos cuando las sábanas con que se
envolvían empezaron a echar vapor. La habitación se llenó de vapor de agua a tal punto
que los lentes de las cámaras se empañaban y había que estar secándolas continuamente.
Entre los treinta y cuarenta minutos las sábanas con que los monjes se habían envuelto
estaban completamente secas.
Entonces volvieron a empezar todo de nuevo. Sumergieron otro fuego de sábanas
en el agua fría, las estrujaron un poco y se las envolvieron sobre los hombros. De nuevo
empezaron a practicar la meditación gTum mo, y otra vez las sábanas comenzaron a
echar vapor a los pocos minutos y estuvieron completamente secas en una media hora.
Luego volvieron a repetir el proceso una vez más y aunque la ceremonia entera llegó a
durar varias horas, ni una sola vez los monjes que participaron en ella temblaron ni se
estremecieron de frío, ni dieron tampoco ninguna otra señal de incomodidad.
EL EXPERIMENTO DE LOS 18 GRADOS BAJO CERO
A continuación nuestro equipo viajo a la ciudad india de Leh, situada en la
extensión occidental de la meseta tibetana de Ladakh. El destino era un monasterio
situado sobre un precario precipicio a más de cinco mil metros sobre el nivel de mar.
El lugar es una planicie alta y árida, sembrada de gigantescos pináculos rocosos
que se elevan hacia el cielo. Los monasterios de Hemis y de Gotsang se encuentran
próximos a la cumbre de algunos de esos promontorios, a una altura aproximada de
unos cinco mil metros. Las observaciones habían sido programadas para una noche que,
según la predicción de los tibetanos, sería una de las más frías del año: la del 5 de
febrero de 1985. La verdad es que la temperatura llegó a ser de 18 grados centígrados
bajo cero.
Los filmadores vestidos como para las condiciones climáticas del Ártico,
partieron a medianoche, acompañados de un grupo de diez monjes, que a su vez
calzaban sandalias y se cubrían con un taparrabo y una ligera tela de algodón. El grupo
terminó por subir a mayor altura hasta un voladizo que se asomaba sobre un acantilado,
a unos seis mil doscientos metros sobre el nivel del mar.
En ese lugar gélido e inhóspito, los monjes se quitaron las sandalias y se sentaron
en cuclillas. Después, inclinándose hacia delante, apoyaron la cabeza sobre el suelo y se
echaron sobre el cuerpo la delgada tela de algodón. En esa posición, prácticamente
desnudos, se pasaron toda la noche practicando una forma especial de la meditación
gTum mo, conocida como Repeu. Casi parecía que habían entrado en un estado de
muerte aparente. Ni siquiera reaccionaron cuando, a primeras horas de la mañana, les
cayó encima una ligera nevada.
Ninguna persona ordinaria podría haber soportado tales condiciones; de eso
estamos seguros. Y sin embargo, los monjes no exhibieron ningún efecto negativo. Se
limitaron a permanecer inmóviles en su postura meditativa durante unas ocho horas
consecutivas, tan quietos y silenciosos que un observador no informado podría haber
temido que se hubieran congelado.
Finalmente, respondiendo al sonido de un pequeño cuerno, se pusieron de pie, se
sacudieron la nieve de la espalda, se calzaron las sandalias y volvieron a bajar
tranquilamente la montaña. Perfectamente podrían haber sido un grupo de hombres de
negocios al salir de las cómodas y abrigadas habitaciones de su hotel, con la intención
de desayunar tras una noche de sueño profundo.
Es indudable que una persona común habría empezado en seguida a tiritar
violentamente tanto durante el ejercicio de las sábanas mojadas como al permanecer
toda la noche a una temperatura de dieciocho grados bajo cero. Normalmente el cuerpo
reacciona así para generar el calor suficiente para poder mantenerse con vida. De hecho,
es casi seguro que sin temblar – o sin alguna otra forma de moverse- ni el lector ni yo
habríamos sido capaces de aguantar semejantes condiciones. E incluso temblando
violentamente, con una temperatura de dieciocho grados centígrados bajo cero no
habríamos podido evitar la congelación y hasta es posible que nos hubiéramos muerto.
¿Cómo era posible que esos monjes consiguieran semejante cosa?
Creo que un factor clave, subyacente a cualquier respuesta es su capacidad para
alcanzar la Relajación. A medida que, confiando firmemente en su fe budista se
entregaban a una forma específica y profunda de plegaria y de meditación, en su mente
y en su cuerpo se producían cambios espectaculares. Pero la Relajación no es más que
uno de los mecanismos físicos y mentales que operan en estos monjes. Aunque todavía
no conocemos todas las respuestas, se han adelantado algunas explicaciones más para
estos poderes.
Una de estas teorías sostiene que los monjes pueden haberse valido de un
proceso al que se ha denominado “termogénesis sin temblores”, que pone en juego la
capacidad que tiene el cuerpo, en ciertas circunstancias de quemar o metabolizar un tipo
de grasa que es capaz de generar una elevada cantidad de calor. Antes los científicos
creían que solo cierto tipo de mamíferos no humanos, en especial los que están sujetos
al proceso de hibernación, podían quemar ese tipo de grasa, pero ahora parece que
también los seres humanos podemos tener la capacidad de generar calor a partir de ella.
Según nuestra hipótesis, podría ser que los monjes hubieran aprendido a hacerlo
valiéndose de poderes mentales generalmente desconocidos.
En todo caso, está claro que tanto nuestra mente como nuestro cuerpo son
capaces de hazañas que hasta ahora se han considerado imposibles, y que incluyen -sin
limitarse ciertamente a ello- la capacidad de superar los efectos de un frío intenso. Pero
estas posibilidades espectaculares no se limitan a los monjes tibetanos, también están
abiertas para usted, en la medida en que aprenda cómo valerse de esas capacidades
mentales que hoy no usa.
LOS SECRETOS DE LOS SABIOS
El punto focal físico de este poder parece ser el estado especial que hemos
identificado hace más de una década, al que llamamos respuesta de Relajación, y de la
cual he dado una breve explicación en el capítulo introductorio. ¿Cuál es exactamente,
la forma de provocar esta reacción? ¿Cuáles son los pasos prácticos necesarios para
abrir las puertas a cambios extraordinarios en nuestra manera de pensar y actuar?
Son varios los pasos básicos que se requieren para alcanzar la Relajación.
Paso1: Elija para concentrarse una palabra o una frase breve que esté firmemente
arraigada en su sistema personal de creencias. Por ejemplo, un cristiano podría elegir las
palabras iniciales del Salmo 23, “El señor es mi pastor”; un judío la palabra “Shalom” y
una persona que no sea religiosa, una palabra neutra, como “uno” o “paz”.
Paso 2: Siéntese sosegadamente en una posición cómoda.
Paso 3: Cierre los ojos.
Paso 4: Relaje los músculos.
Paso 5: Respire en forma lenta y natural, y mientras lo hace, repita al exhalar la
palabra o frase elegida.
Paso 6: Adopte una actitud pasiva y no se preocupe de si lo está haciendo bien o
mal. Cuando otros pensamientos acudan a la mente, limítese a decirse: “Ya está bien” y
vuelva apaciblemente a la repetición.
Paso 7: Continúe así de diez a veinte minutos.
Paso 8: Practique la técnica una o dos veces al día.
Nuestras últimas investigaciones han revelado que aunque todos estos pasos son
importantes, hay dos absolutamente importantes: son la repetición de una palabra, un
sonido, una plegaria, una idea o una acción muscular y la actitud pasiva hacia los
pensamientos que interfieran. Con estas dos condiciones, se aminoran los efectos de la
intrusión de pensamientos, actividades y mecanismos que pueden impedirle a uno entrar
en un estado meditativo. Además, desentenderse pasivamente de los pensamientos
cotidianos le ayudará a ir desarmando algunas de las viejas pautas de funcionamiento
mental negativo, y a abrirse a las influencias positivas renovadoras que pueden llegar a
cambiar su vida.
Al seguir estos pasos –si lo hace en el contexto de sus creencias más profundas-
se encontrará usted con que va encaminándose hacia una expansión increíble de sus
capacidades mentales. Estará avanzando en las direcciones exploradas por los monjes
tibetanos, los místicos y sanadores cristianos y judíos, y por otras personas que llevan
una vida arraigada en la plegaria y la meditación. Igualmente, a medida que su mente se
expanda hasta abrirle las puertas que le conducirán a nuevas aventuras interiores, irá
adquiriendo la capacidad de cambiar sus hábitos personales… incluso aquellos que lo
aplastan con su peso, como el proverbial albatros, e incrementará sus probabilidades de
cultivar disciplinas y nuevos hábitos.
EL CEREBRO MARAVILLOSO
Para hacerse una idea de cómo se puede adquirir esta capacidad para el cambio,
es importante considerar ciertas teorías referentes a la forma como funciona el cerebro.
Pero este es un tema, que debemos abordar con una dosis de humildad. Aunque durante
las últimas décadas los resultados de la investigación del cerebro han ensanchado en
forma extraordinaria nuestros conocimientos, la comprensión que tenemos de la
fisiología cerebral sigue siendo relativamente rudimentaria, dada la increíble
complejidad del cerebro humano.
Anatómicamente, el elemento estructural básico del cerebro es la célula cerebral
o neurona. En cierto nivel se puede considerar a estas células como fábricas vivientes,
que utilizan como combustible el oxígeno y el azúcar transportados por la sangre.
Mediante pasos bioquímicos bien definidos, este combustible produce la energía que
posibilita una gran cantidad de trabajos biológicos, necesarios para mantener la vida de
la célula. Por ejemplo, cada célula interactúa con otras, desempeña un importantísimo
papel de apoyo en las complejas redes que producen el pensamiento y la acción y
finalmente, produce elementos de deshecho que la sangre se lleva para eliminarlos.
Sin embargo, es importante recordar que cada una de esas células cerebrales está
realmente viva, con todo el potencial para el poder y la debilidad que entraña el hecho
de estarlo. Si la neurona se ve privada de su combustible –que proviene principalmente
de lo que comemos y del aire que respiramos-, se morirá. En otras palabras, que si el
aporte sanguíneo portador de combustible al cerebro se encuentra bloqueado, como
sucede cuando hay un endurecimiento grave de las arterías, puede suceder que las
células del cerebro abastecidas por la arteria bloqueada dejen de funcionar. La
consecuencia es un “ataque” o “schock”, es decir, un accidente vascular cerebral.
Entre otras cosas, un cerebro sano acumula y transmite información, y ésta es lo
que, en última instancia, se convierte en lo que llamamos pensamientos. Es muy difícil
escribir exactamente lo que sucede en este proceso, porque el acto de pensar, como tal,
es sumamente complejo y pone en juego una cantidad enorme de neuronas cerebrales
que interactúan en nuestros procesos mentales. Piense el lector, por ejemplo que en su
cerebro hay aproximadamente 10,000 millones de células cerebrales.
Además, al observar cuidadosamente la estructura de cada una de ellas, se
comprende que todo el asunto es indescriptiblemente más complicado. Cada una de las
células nerviosas tiene numerosos tentáculos, es decir, axones y dendritas. Durante la
actividad cerebral estos elementos se “comunican” con los tentáculos de otras células, a
través de conexiones llamadas sinapsis; de esa manera interactúan y hacen su trabajo las
células cerebrales. Las dendritas se comunican también con otras partes de su propia
célula.
Pero ahora piense en lo siguiente: cada célula nerviosa tiene entre 1,000 y
500,000 conexiones y cada conexión tiene la potencialidad de comunicarse con
cualquier otra conexión celular del cerebro. Esto significa que el número de conexiones
posible en el cerebro es incomprensiblemente pasmoso.
¿Cuántas son las conexiones posibles? Por expresarlo con una sola cantidad, la
cifra sería de 25.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000. Dicho de otra manera: si
usted empieza a apilar sobre su escritorio hojas de papel de máquina, una encima de
otra, igual al número de sus posibles conexiones cerebrales, la pila llegaría más allá de
la luna. Llegaría más allá del planeta Plutón, más allá de nuestra galaxia, e incluso más
allá de los límites conocidos del universo, ¡a distancia de unos dieciséis mil millones de
años luz!
Con esta complejidad increíble, se entiende que jamás podamos llegar a
comprender la totalidad de las posibilidades inherentes al cerebro humano. De hecho,
cuanto más se investiga, más sobrecogedor resulta ser el proceso del pensamiento.
Por ejemplo, sabemos ahora que esos billones y billones de conexiones que
alberga el cerebro “conversan” entre sí por medio de ciertas sustancias químicas, a las
que se denomina neurotransmisores, que son segregadas en los extremos de las
conexiones entre las células cerebrales. Es decir que las conexiones existentes entre las
células cerebrales no son conexiones físicas, sino que más bien hay una brecha – una
brecha minúscula microscópica- en cada una de ellas. La conversación entre una célula
y otra se lleva a cabo mediante la acción de esas sustancias químicas.
Para complicar un poco más las cosas, muchas células nerviosas contienen dos o
más agentes neurotransmisores, y hasta el momento se han descubierto más de sesenta
de ellos. Pero la complejidad no termina aquí. Al comunicarse con otras células, los
neurotransmisores también influyen sobre otras conexiones en su entorno inmediato. Es
decir, es como si se filtrarán a otras conexiones en su entorno inmediato. Es decir, es
como si se filtrarán a otras conexiones neuronales. Estas penetrantes acciones químicas
son lo que permite que un mensaje pase de una célula a otras, y es así cómo creemos
que se produce la conversación entre las células.
Pero aún hay más. Estos mensajeros químicos se incorporan al torrente
sanguíneo y pueden afectar a células cerebrales muy alejadas de la fuente original. De
hecho, los neurotransmisores producen cambios en su propia “casa” o lugar de origen, e
influyen incluso sobre su propia producción. Tampoco en los mensajes hay una
constancia rigurosa. Cada uno de los miles de millones de células nerviosas emite
diferentes señales en diferentes momentos, además, le influyen las señales que recibe: la
forma en que habla depende de cómo le hablen.
Uno de los neurotransmisores es una sustancia de estructura parecida a la del
opio, conocida como endorfina. Las endorfinas pueden aliviar el dolor, producir euforia
en ciertas circunstancias, o bien actuar como sedantes. Después de haber sido
segregadas por ciertas células nerviosas del cerebro, las endorfinas pueden hacer su
trabajo en las inmediaciones de su lugar de origen, pero también pueden hacer largos
viajes y llegar hasta otras células más alejadas para producir una sensación de bienestar
o aliviar el dolor.
Se han obtenido en laboratorio ciertas sustancias capaces de imitar en mayor o
menor medida la operación de algunos de estos neurotransmisores. Algunos afectan el
estado anímico de una persona, o sirven de una manera u otra para dar a los pacientes un
tratamiento benéfico, pero la forma en que actúan los fármacos en comparación con el
funcionamiento natural, delicadísimo y sutilmente afinado, de los neurotransmisores
cerebrales.
Otras combinaciones de neurotransmisores se relacionan con la memoria. Una
teoría nos sugiere que son ellos los que nos dan la capacidad de tener varios tipos de
memoria: hay una memoria para las habilidades y los procedimientos, que almacena
hábitos o funciones relacionadas con el “cómo-se-hace” algo. Hay una memoria
declarativa, que almacena fechas, números y otras cosas que uno dice tras haber
expresado: “Recuerdo que…” Gracias a los dos tipos de memoria, uno puede recordar
como se anda en bicicleta o se juega al tenis, y también lo que le pasó el día que
cumplió los dieciséis años.
Nuestros recuerdos se derivan en parte de nuestras propias experiencias vitales.
Surgen de las capacidades del cerebro, que permiten que nuestras experiencias sean
recibidas, codificadas, almacenadas, recuperadas e interpretadas. Cuanto más vasta es
nuestra experiencia, tanto más tiene para almacenar el cerebro y por consiguiente, más
debe interpretar.
¿De qué manera seleccionamos toda esta información para que, cuando tenemos
que abordar una tarea específica, no nos abrume y confunda la cantidad de
conocimientos que tenemos acumulados? ¿Cómo apartamos las señales que son
inmediatamente significativas y útiles de todo el “ruido” que hay en la memoria?
Gradualmente estamos aprendiendo a reducir un tanto esta complejidad. En el
proceso, hemos ido descubriendo que podemos entender un poco mejor qué es lo que
pasa en el cerebro humano y cómo podemos usar de manera más práctica esos poderes
impresionantes. Ya me he referido brevemente a un campo de reciente investigación –
la del llamado split brain -, que nos proporciona un acceso al entendimiento de las
funciones de nuestros dos cerebros, y de la posibilidad de alcanzar un máximo
aprovechamiento de nuestra mente.
Los científicos que investigan estos temas han demostrado de qué manera el
hemisferio izquierdo difiere del derecho, y cómo se relaciona con él, especialmente en
pacientes que han sufrido ataques, se han sometido a cirugía cerebral o padecen algún
otro problema neurológico. Los estudios de los doctores Sperry, Gazzaniga y otros
investigadores han comprobado que ambos hemisferios tienden a tener funciones
características. Y cada conjunto de funciones es importante para que podamos tener una
experiencia plenamente integrada del mundo en cuánto seres humanos.
En el caso de las personas que usan la mano derecha, el hemisferio izquierdo del
cerebro actúa a la manera de un “super-agente de prensa”. Procura encontrar sentido en
esa enorme cantidad de información, tanto nueva como almacenada; el hemisferio
izquierdo selecciona y categoriza la información. Extrae conclusiones y formula
predicciones. Para facilitarse esta función ilativa el hemisferio izquierdo recurre a sus
amplios depósitos de habilidades analíticas, lógicas y verbales. El hecho de que
podamos verter nuestros pensamientos al lenguaje y dar razones precisas de por qué
hacemos las cosas es en gran medida un resultado directo de esta función del lado
izquierdo del cerebro.
Este lado del cerebro nos presta, pues servicios inapreciables. Sin él no
podríamos desempeñarnos eficazmente como seres humanos. La mente humana alberga
demasiada información como para que podamos manejarla en su totalidad, y el
hemisferio izquierdo nos ayuda, momento a momento, a seleccionar lo que es
importante que sepamos.
Lamentablemente, esta función del lado izquierdo es tan importante que tendido
a hacer sombra al papel que corresponde al hemisferio derecho. Y sin embargo, al lado
derecho le cabe un papel clave en la plasticidad mental humana, en nuestra capacidad
para cambiar pautas y hábitos de pensamiento profundamente arraigados. Y tiene un
papel clave en el funcionamiento del Principio de la Maxi-Mente.
El hemisferio derecho sirve como centro de muchas de nuestras funciones
mentales intuitivas y creativas. Muchas veces, uno tiene una intuición o una idea que
aparentemente viene “no se sabe de dónde”. Uno sabe que la idea es válida, pero no
llegó a ella mediante ningún proceso lógico ni analítico. Lo más probable es que esa
idea haya llegado a la mente por la acción de los neurotransmisores del hemisferio
cerebral derecho. Muchas de nuestras capacidades y funciones artísticas entre ellas la
capacidad de percepción espacial de las cosas, suelen estar radicadas en el hemisferio
derecho. Entonces, después de recibir este tipo de aporte, el hemisferio derecho le pasa
la información al izquierdo para que la interprete, haga la selección y extraiga las
inferencias del caso. Específicamente la información pasa a través del llamado cuerpo
calloso, que conecta ambos hemisferios.
De hecho, el funcionamiento de los hemisferios cerebrales no es más que un
ejemplo de lo que el doctor Michael Gazzaniga ha llamado los “módulos” del cerebro.
Hay tareas específicas que tienden a ser abordadas por determinadas partes del cerebro
más bien que por otras. Una parte se especializa en imágenes mentales; otra se
concentra en las funciones auditivas; puede haber otra que se ocupe principalmente de
los sentimientos.
Pero usted se estará preguntado qué tiene que ver todo esto con su capacidad de
cambiar sus malos hábitos y de cultivar formas nuevas y constructivas de auto
disciplina.
El problema con que todos tropezamos es que ciertos módulos del cerebro son
tan fuertes, y sus pautas de funcionamiento están tan profundamente arraigadas, que
tienden a controlar a los otros. Este es, en particular, un problema que parece haberse
planteado muchas veces en la relación entre ambos hemisferios, el izquierdo y el
derecho. Al lado izquierdo del cerebro, con sus poderosas capacidades de análisis y su
poder de extraer inferencias convincentes, se lo puede describir en este contexto como
una especie de “pequeño dictador” que tiene sometido al lado derecho. Muchas de
nuestras funciones intuitivas y creadoras, como también gran parte de la información
que necesitamos tener y usar para introducir en nuestra vida cambios positivos, han
estado efectivamente esclavizadas por la “autoridad” racional del hemisferio izquierdo.
Se podría decir que estamos prisioneros del lado izquierdo del cerebro.
Entonces, es posible caracterizar nuestro objetivo como una especie de
revolución mental interna: debemos derrocar la hegemonía del hemisferio izquierdo y
permitir que el derecho se libere y asuma la estatura que le cabe en el proceso pensante.
De esta manera podemos abrigar la esperanza de abrir la puerta de nuestra vida a un
nuevo conocimiento y a cambios benéficos.
Pero ¿cuánto cambio podemos esperar de nuestros cerebros, y cuáles son los
procedimientos mediante los cuáles se produce?
3
Los canales del cambio
Los hábitos, las pautas de pensamiento y las actitudes que influyen sobre nuestra
manera de pensar y de conducirnos no son nada que tengamos grabado en nuestra
cabeza como en una losa de hormigón. Por el contrario, la mente es en todos nosotros
algo maleable, capaz de dejarse imprimir formas y disposiciones nuevas, como una
delicada escultura viviente.
Tal como hemos visto, el hemisferio izquierdo del cerebro – esencial e
importante como es en su función de ayudarnos a llevar una vida eficaz y con sentido-
tiende a interferir con los esfuerzos que hacemos por cambiar. En cierto sentido, el
hemisferio izquierdo puede actuar como una especie de guardián intelectual rígido, que
desbarata cualquier maniobra que realizamos para cambiar, mejorándolos, nuestros
hábitos y disciplinas personales.
No se trata de que el hemisferio izquierdo sea naturalmente malo, una especie de
enemigo con quien tenemos que enzarzarnos en una lucha a muerte. Se trata, más bien
de que ha sido condicionado para pensar de que ciertas cosas son buenas para nosotros
en cuánto seres humanos, cuando de hecho son cosas que pueden ir en detrimento de
nuestro crecimiento y de nuestro bienestar.
Un ejemplo de cómo “cuida” su dominio el hemisferio izquierdo nos lo
proporciona una teoría que en la profesión psicológica se conoce como “disonancia
cognoscitiva”, y que es el concepto formulado por el doctor Leon Festinger, pionero de
la psicología social, de que cuando una creencia y un comportamiento están en
conflicto, la creencia debe cambiar para adaptarse al comportamiento o el
comportamiento debe cambiar para estar de acuerdo con la creencia. El hemisferio
izquierdo al hallarse frente a un conflicto relacionado con la creencia, se ve impulsado a
buscarle algún sentido, a establecer alguna forma coherencia entre nuestros valores y
nuestras acciones. Y generalmente, según Festinger, lo que cambia es la creencia.
En un experimento que ayudó a llegar a esta conclusión participó un grupo de
estudiantes a quien se le preguntó qué les parecía hacer trampas. Algunos dijeron que
eso les parecía muy mal, en tanto que otros respondieron que, en realidad, la cosa no era
tan grave.
Posteriormente, a todos los estudiantes se les tomó un examen en el que era muy
fácil de hacer trampa, de una manera que era imposible descubrir, aunque en realidad
los investigadores podían determinar quiénes lo hacían y quiénes no. Los que dirigían el
estudio comprobaron que, aun cuando muchos habían dicho inicialmente que les parecía
mal hacer trampa, de hecho la hicieron al verse frente a una oportunidad fácil. Luego,
una vez terminado el examen se les volvió a preguntar a todos los estudiantes qué
pensaban acerca de hacer trampas.
¿Los resultados? Los que la primera vez habían dicho que estaba mal hacer
trampa, pero efectivamente la habían hecho ahora dijeron que no era tan malo. En otras
palabras, los valores y las acciones terminaron por conformarse unos a otros al entrar en
conflicto con la situación de tener que afrontar directamente la cuestión de hacer
trampa.
En esta situación, el hemisferio izquierdo intervino intentando encontrar algún
sentido en el difícil reto que se les planteaba a los estudiantes. Mediante un proceso de
racionalización, los que al hacer trampa violaban sus propias creencias encontraron
razones para modificar sus valores. Además de decidir que lo que habían hecho no
estaba tan mal, el razonamiento parece haber sido: “Si en una situación así todo el
mundo hace trampa, también puedo hacerlo yo. Puede que no sea perfecto, pero sigo
siendo una buena persona”.
Los sistemas de valores de algunos estudiantes cayeron atrapados en la necesidad
del hemisferio izquierdo de mantener la coherencia lógica. Y este no es más que un
ejemplo de un problema cuyo alcance es mucho mayor. De manera muy semejante a
ésta, el hemisferio izquierdo puede aprisionarnos con otros problemas como las fobias.
Supongamos, por ejemplo, que está usted en la cola de un supermercado, con la
desagradable sensación de la multitud que se agolpa a su alrededor, y empieza a sentir
que le duele el estómago. Además, una vez fuera el dolor del estómago no se le va y
usted se pasa la noche descompuesto.
Es muy posible que el lado izquierdo del cerebro establezca una relación entre el
dolor y la cola en el supermercado, y le sugiera el siguiente mensaje: “No tengo que
hacer cola en supermercados, porque si la hago, la experiencia será desagradable. Esta
conclusión puede ser completamente errónea. Es probable que no haya relación alguna
entre el hecho de haber estado en la cola del supermercado y aquel dolor de estómago,
pero si la actividad de su hemisferio izquierdo consigue llevarlo a esa conclusión, podría
ser que usted termine por tener miedo de hacer cola en un supermercado.
Evidentemente, este ejemplo es simplista; no es probable que a usted le pase algo
igual. Una experiencia más común se da con las aglomeraciones y con las colas en los
aeropuertos. Hay personas que les enferma viajar porque en los aeropuertos han tenido
una serie de experiencias desagradables, exacerbadas quizá por otros problemas
diferentes, pero que coincidieron en aquellos precisos momentos. Estas personas pronto
comienzan a asociar los aeropuertos con circunstancias desagradables que les producen
angustia, y como resultado de ello, comienzan a ponerse nerviosas y a sentirse
incómodas ante la sola idea de encaminarse al aeropuerto.
Muchas fobias pueden originarse de esta manera, es decir, como resultado
directo de las interpretaciones y deducciones que hace el hemisferio izquierdo a partir
de las circunstancias y de los sentimientos que experimentamos.
Sin embargo, la gente que las padece no está condenada a seguir siendo siempre
esclava de sus miedos. Como veremos en el capítulo siguiente, muchas formas de
psicoterapia y psicología conductista han ayudado a la gente a cambiar sus pautas de
funcionamiento cerebral de modo tal que las fobias empiezan a atenuarse y hasta llegan
a desaparecer. He comprobado que una forma de tratar con éxito las fobias consiste en
hacer que el individuo practique regularmente la Relajación durante varias semanas e
incluso meses. Cuando este hábito ha llegado a arraigarse es mucho más fácil corregir
las falsas interpretaciones que son parte de la situación que genera el miedo y enfrentar
los problemas de la forma más constructiva.
En otras palabras, el cerebro es realmente capaz de adaptarse para superar
muchas de estas trabas emocionales que nos limitan. Ahora bien en términos físico,
¿cómo sucede esto?
CÓMO SE PRODUCE LA TRANSFORMACION MENTAL
Dicho brevemente, es probable que la consecución de un rendimiento máximo de
la mente funcione más o menos así: cuando cambiamos nuestras pautas o modelos de
pensamiento y de acción, las células cerebrales comienzan a establecer conexiones
adicionales, a hacer “instalaciones” nuevas. Estas nuevas conexiones se comunican de
maneras nuevas con otras células, y entonces las “instalaciones” o vías nerviosas que
mantenían vivo el hábito negativo o la fobia son reemplazadas o alteradas.
Otro ejemplo, si usted decide que quiere aprender a jugar al tenis, puede tomar
lecciones y pasarse las horas en las pistas, practicando las jugadas y puliendo su
capacidad física. Durante este proceso, las células cerebrales que controlan este tipo
particular de habilidad establecen conexiones nuevas que le permiten a usted jugar
mejor de cómo jugaba cuando empezó.
Lo mismo pasa con el proceso de pensamiento. Si usted no hace ningún esfuerzo
por cambiar de manera de pensar o de cultivar habilidades o disciplinas nuevas, las
células cerebrales no llegarán jamás a establecer las conexiones o pautas nuevas que
para ello se requiere. De modo similar, si no se esfuerza por mantenerlas, esas nuevas
pautas de pensamiento y habilidades físicas irán disminuyendo. Por lo que al cerebro se
refiere, es cuestión de “o lo usas o lo pierdes”.
Lo que ayuda y, a la vez fundamenta este proceso de cambio en el cerebro es el
hecho básico de que se trata de un órgano maleable y adaptable. El sistema nervioso que
incluye nuestros poderes mentales, no es inmutable. No es algo imposible de cambiar,
con hábitos, modelos de pensamiento y habilidades fijados de una vez para siempre. Por
ende, no hay absolutamente ninguna razón por la cual usted no pueda hacer progresos
considerables con todos los programas de autoayuda que le resultaban tan difíciles.
Realmente, usted puede alcanzar muchas de las mejoras que usted siempre había
querido lograr en su salud, en su espiritualidad y en las demás dimensiones de su vida.
Una de las claves de este cambio es aprender a eliminar la nociva dictadura del cerebro
izquierdo y a armonizar mejor los dos hemisferios cerebrales.
El mecanismo básico que favorece estos procesos de cambio es la Relajación, es
la puerta fisiológica que le abrirá el camino para cambiar sus pautas de pensamiento y
su vida.
De diversas maneras, la Relajación prepara el camino para esos benéficos
cambios cerebrales. Ante todo las mediciones que hemos efectuado en personas que
están practicando la Relajación demuestran que este fenómeno excluye los aspectos que
crean confusión, estrés o angustia de lo que se llama comúnmente la “reacción de
ataque-o-fuga”. Al activarse esta reacción, es decir, cuando uno está exaltado,
angustiado o enojado ante un reto o una situación difícil, el cuerpo segrega ciertas
hormonas llamadas catecolaminas, que lo “aceleran”, preparándolo para enfrentar en
forma rápida y decidida la amenaza percibida.
Para el hombre primitivo, cuando el peligro de encontrarse cara a cara con un
animal salvaje, era cosa de todos los días este tipo de respuesta era muy útil. En nuestra
época, sin embargo, la reacción de ataque-o-fuga tiende a ponernos más nerviosos e
incómodos, e incluso a ser dañina. ¿Por qué? Como ya no utilizamos los recursos
físicos, la huída o la pelea, que originariamente permitirían gastar las energías
provenientes de los cambios hormonales que se producen en el cuerpo en estas
situaciones, nos sentimos tensos e incómodos, y nuestra capacidad de lograr un cambio
útil en nuestra vida disminuye o desaparece por completo.
Tal como cabía esperar, la reacción de ataque-o-fuga tiende a dispararse por obra
de las conclusiones poderosas y casi automáticas, a que llega el lado izquierdo del
cerebro, por ejemplo, “es un tigre…hay que huir” o “es un enemigo… hay que luchar”.
Pero la Relajación puede ayudarnos a superar estas reacciones tan arraigadas y que
ahora, con frecuencia, son inadecuadas y puede desconectar o impedir este tipo de
reacción desproporcionada a las circunstancias. La Relajación no altera en forma
significativa la excitación requerida cuando se presenta un verdadero peligro o una
situación apremiante. En una verdadera crisis, el riesgo real de las circunstancias anula
los efectos de la Relajación, probablemente porque lo que está en juego es la
supervivencia.
Además la Relajación también estimula una importante actividad cerebral que
intensifica la comunicación entre los dos hemisferios del cerebro. Se ha confirmado,
mediante estudios científicos, que durante el proceso de la Relajación los dos lados del
cerebro comienzan a interactuar más, como lo evidencia la similitud de las pautas de
ondas cerebrales que se observan simultáneamente en el hemisferio izquierdo y en el
derecho. En los electroencefalogramas de individuos que estaban entregados a la
práctica de la Relajación, los investigadores han descubierto que en esos momentos hay,
entre ambos lados del cerebro, una mayor coherencia de las frecuencias de ondas
cerebrales alfa y theta.
Lo más importante de todo esto es que este estado mental prepara la escena para
cambios significativos. Entre otras cosas, parece que fuera más fácil pensar en forma
creativa cuando el cerebro está funcionando con mayor sincronización entre sus dos
mitades. Entonces, uno puede examinar y usar con más facilidad la información que
aportan tanto el lado izquierdo como el derecho del cerebro, sin la interferencia de
pensamientos ajenos que en otras circunstancias podrían estorbar. Es decir, que cuando
uno se encuentra en este estado de comunicación intensa entre ambos hemisferios, es
más fácil procesar la información y considerar las situaciones de manera nueva e
innovadora. Dicho de otra manera, se produce entonces una “receptividad” o
“plasticidad” cognoscitiva en la cual cambia efectivamente su manera de ver el mundo.
Esta plasticidad se utiliza en el proceso de la hipnosis. Nuestras investigaciones
han demostrado que para pasar a lo que se llama el estado hipnótico, lo que primero que
se provoca es la Relajación. Después el hipnotizador puede sugerir diversas acciones al
individuo a quién está hipnotizado. Entre las sugerencias puede incluirse la de recordar
acontecimientos aparentemente olvidados o la de realizar ciertos movimientos, como
puede ser la levitación de un brazo.
Es un hecho interesante el que muchas personas que han logrado la Relajación –
y experimentado una mejor comunicación entre los dos lados del cerebro- expresan la
experiencia como una especie de “totalidad”. Se valen de expresiones como “sin
limitaciones”, “correlación infinita”, “bienestar” y “más despiertos”. Además quienes se
encuentran en ese estado tienden a percibir con mucha mayor intensidad la riqueza de
detalles en el medio donde se hallan.
Con frecuencia, la gente dice que es un estado indescriptible, que está más allá
de las palabras y del lenguaje y que sólo es posible sentirlo, no describirlo. En su forma
más intensa, este tipo de experiencia es lo que se conoce como una “experiencia
cumbre”, y para el caso es lo mismo que se esté hablando de una revelación espiritual,
de un logro deportivo de un importante progreso intelectual.
El profesor Stanley R. Dean, profesor de psiquiatría en las Universidades de
Miami y Florida, caracteriza a este tipo de experiencia cumbre como algo que produce
una transmutación suprahumana de la conciencia, que se resiste a la descripción.
Definitivamente embriagada, la mente es literalmente presa del vértigo de sí misma a
tientas, penosamente, busca palabras que tengan la grandeza y la exaltación suficientes
para expresar la visión trascendental. Pero hasta ahora no hemos encontrado las palabras
adecuadas.
Dean cita luego un pasaje de uno de los Cuatro cuartetos, de T. S. Elliot, aun
cuando el poeta lo usa en otro contexto:
Las palabras se cansan,
Restallan y a veces se rompen bajo la carga,
Resbalan, vacilan, perecen bajo la tensión,
Se desmoronan con la impresión,
No quieren mantenerse en su lugar,
No quieren estarse quietas.
Por supuesto que nadie tiene experiencias cumbres en forma constante. De hecho,
muchas personas no llegan a las cimas mentales o espirituales que otras pueden
alcanzar. Pero no importa a dónde pueda llegar usted; es incuestionable que será más
capaz de mejorar su vida con sólo que pueda aprender a aumentar la coherencia entre
los lados izquierdo y derecho del cerebro, mediante el buen uso de la Relajación.
EL FACTOR FE
Otro factor importante que le permite a uno cambiar su cerebro y su vida, y al que ya
he aludido antes brevemente, es la intensidad del sistema personal de creencias.
El cerebro reacciona y cambia cuando en la vida cobran importancia una convicción
y una fe personal profundas. Nuestras creencias y convicciones son parte de nuestros
pensamientos y, por ende, parte de nuestro cerebro. Cuando pensamos o actuamos por
una convicción profunda, estamos recurriendo a una “instalación cerebral” ya existente.
Por lo tanto, sentimos que lo que estamos haciendo es auténtico y correcto, nos sentimos
cómodos cuando operamos apoyándonos en los cimientos de convicciones
profundamente arraigadas.
En estas circunstancias, las nuevas pautas de pensamiento y de acción se pueden
adquirir mucho más pronto. Las “vías” ya están, por decirlo así “engrasadas”, y las
nuevas pautas se instalan con más facilidad. De esa manera, los neurotransmisores
pueden transmitir más fácilmente los mensajes, lo que a su vez simplifica el desarrollo
de los nuevos procesos de pensamiento y de las disciplinas y habilidades nuevas. Si bien
son muchos los factores que contribuyen al desarrollo de esas nuevas vías, surcos y
configuraciones de la “instalación” en el cerebro, la creencia sigue siendo a menudo la
fuerza impulsadora primaria. Lo que en las investigaciones médicas se conoce como
“efecto placebo” es un buen ejemplo del poder de las creencias en las interacciones
mente-cuerpo.
Este fenómeno que describí tanto en El efecto mente/cuerpo como en La Relajación,
tiene tres componentes esenciales: las creencias y expectativas del enfermo, las
creencias y expectativas del médico, profesional sanitario o sanador, y las creencias y
expectativas inherentes a la relación del profesional sanitario con el enfermo, o del
sanador con el enfermo.
Para descubrir tal poder de las creencias del paciente, los investigadores estudiaron a
un grupo de mujeres que sufría de náuseas y vómitos durante el embarazo. Para
empezar se les pidió que se traguen uno pequeños globos intra-gástricos, que medían las
contracciones del estómago. Estos detectaron las ondas características de la náusea y del
vómito. Después se les administró una sustancia que, según se les dijo, les curaría
ambos síntomas, pero en realidad lo que se les dio era jarabe de ipecuana, un fármaco
que se usa con frecuencia para provocar el vómito.
¿Los resultados? En este caso la creencia triunfó sobre las fuerzas físicas y la
medicina. Como las pacientes creían que estaban tomando una medicación contra las
náuseas, a muchas de ellas les desaparecieron las náuseas y los vómitos; además, según
las mediciones del globo, también las contracciones del estómago se normalizaron.
Aquí tenemos una situación en que la fe en una sustancia llegó a invertir, en los hechos,
la acción fisiológica del fármaco. La “instalación” del cerebro demostró ser más
poderosa que la droga.
Un ejemplo afín, pero más negativo, del poder de las creencias sobre el cerebro se
refiere a un tipo de muerte súbita, que es el que se da entre las víctimas de diversos
delitos. Hay veces en que el miedo agudo, o incluso el terror inducido por la creencia
llega a liberar en el torrente sanguíneo cantidades muy grandes de noradrenalina,
hormona relacionada con el estrés y que puede tener efectos físicos devastadores. La
liberación excesiva de esta sustancia puede desencadenar una serie de pasos
bioquímicos que provocan terminan enormes cambios en el músculos cardíaco, y
causando la muerte. Un estudio científico demostró que, de acuerdo con las respectivas
autopsias, de quince sujetos que murieron a causa de agresión física, once no tenían
ninguna lesión interna. Lo que habían sufrido era un fenómeno conocido como
degeneración miofibrilar, un tipo de lesión del músculo cardíaco.
Este podría ser el mismo proceso, por el cual en algunas sociedades primitivas,
ocurren las muertes por vudú. Cuando un poderoso médico-brujo sanciona con una
maldición a un individuo, es frecuente que éste muere poco después. Lo que lo mata
más que ninguna otra cosa, es su convicción de que va a morir. De modo similar, el
hecho de que haya personas de que mueren durante una agresión es resultado de su
miedo al daño que puede provocarles el asalto, más que del asalto mismo.
Otros estudios han demostrado que la creencia del médico o del sanador también es
sumamente importante. A un grupo de médicos que trabajaban para una compañía le
dieron el mismo tranquilizante, pero con dos marcas distintas, de las cuales sólo una era
de su compañía, pidiéndoles que efectuarán pruebas con ambas.
Los resultados demostraron que la sustancia que llevaba el rótulo de la propia
compañía fue más eficaz que la otra marca, por más que entre las dos no hubiera otra
diferencia que la del nombre. En pocas palabras, que la fe de los médicos en su propio
producto representaba, al parecer, una diferencia en la forma en que éste actuaba sobre
los pacientes.
Un ejemplo del tercer elemento en el efecto placebo –el poder de la relación médico-
enfermo- se encuentra en un estudio que se llevó a cabo en el Hospital General de
Massachusetts con dos grupos similares de enfermos a quienes se estaba preparando
para cirugía, y que recibieron un trato diferente del anestesista. A uno de los grupos se
les dieron explicaciones rápidas y someras. Con el otro grupo, el mismo anestesista se
condujo de manera mucho más cálida y afectuosa. Se sentó en la cama para explicar
detalladamente en que consistía la operación, explicándoles el tipo e intensidad de dolor
que cabía esperar, y les dio, en general, mucho más apoyo. Estableció sólidamente la
relación médico-paciente, y como resultado, los pacientes llegaron a tener confianza y
fe positiva en su médico.
Después todos los pacientes fueron sometidos a los procedimientos quirúrgicos y
post-quirúrgicos del caso. A todos se les permitió recibir tantos analgésicos como
pidieron. Durante esta fase, estuvieron al cuidado de personal del equipo hospitalario
que no sabía a qué grupo pertenecían los pacientes, o incluso que no tenían
conocimiento de que se estuviera haciendo un estudio.
Terminado éste, los investigadores comprobaron que los pacientes que habían
recibido un trato cálido y afectuoso pidieron la mitad de los analgésicos que el otro
grupo. Además, los que habían tenido una relación médico-paciente positiva fueron
dados de alta, como promedio, dos y medio antes que los del otro grupo.
En cada una de estas situaciones, es evidente el poder de las creencias sobre la
curación. La mente comienza a funcionar independientemente de la medicación y de
otros factores, y cobra efectivamente una vida propia que influye sobre las reacciones
corporales. En pocas palabras, que las creencias son capaces de influir sobre la mente, y
de transformarla con resultados espectaculares.
¿CUALES SON LOS LIMITES DEL CAMBIO?
¿Cuáles son en última instancia, los límites a nuestro intento de cambiar nuestras
pautas de pensamiento y nuestra vida?
Es un hecho que el individuo puede cambiar muchísimo, pero si a los cuarenta años
alguien quiere hacerse músico, lo más probable es que no pueda convertirse en un
moderno Beethoven o Mozart. Si usted quiere aprender a jugar al tenis, probablemente
no podrá competir con Ivan Lendl o una Martina Navratilova. Algunas habilidades hay
que empezar a cultivarlas desde temprana edad si uno quiere alcanzar el máximo de sus
potencialidades. E incluso si realmente se empieza temprano, hay limitaciones genéticas
a lo que puede lograr cada uno.
Yo Mozart
Antes Después Antes Después
Algo Mucho
CAPACIDAD MUSICAL
Para entender cuáles son los límites genéticos que pueden condicionar los
cambios cerebrales, es útil imaginarse una línea horizontal por cada aspecto del
comportamiento o del pensamiento que a uno le interese transformar.
Supongamos, por ejemplo, que usted quiera cultivar su capacidad musical
aunque tiene ya una edad mediana. Al lado izquierdo de la línea puede escribir las
palabras “Yo-Antes”, para indicar en qué nivel está su capacidad antes de empezar a
adquirir esa habilidad nueva. Al lado derecho de la línea podría escribir “Mozart”. Y
luego en algún lugar intermedio, puede anotar “Yo-después de cinco años de trabajar y
estudiar mucho”.
Dicho de otra manera: decididamente, usted tiene la potencialidad de mejorar su
capacidad natural con cierto esfuerzo y disciplina. Pero por más que se esfuerce a esta
altura de su vida, es probable que jamás se aproxime, en esa línea, a los logros de
Mozart, que para empezar, nació con dones excepcionales. Por otra parte está la
esperanza de que, si pone usted en la disposición anímica adecuada y confía en el
Principio de la Maxi-Mente, reforzará sus probabilidades de alcanzar grandes logros,
independientemente de su edad y de sus capacidades innatas.
Uno de los problemas más enigmáticos y misteriosos con que se enfrentan los
investigadores de la función cerebral es la distinción entre la mente y el cerebro. ¿Son
los dos la misma cosa? ¿O la mente está hecha características que van más allá de la
estructura física del cerebro?
A lo largo de años, este punto ha sido sumamente discutido. Hay quienes
sostienen que la mente es la suma total de las capacidades físicas del cerebro: nada más
ni nada menos. Pero sir John Eccles, Premio Nóbel de Medicina en 1963, ha rechazado
esta visión mecanicista de los procesos pensantes del hombre. Eccles no cree que el
poder la mente se apoye exclusivamente en las células nerviosas, las dendritas, las
sinapsis y los neurotransmisores, sino que más bien sostiene: “Creo que hay un misterio
fundamental en mi existencia, que trasciende cualquier explicación biológica del
desarrollo de mi cuerpo (que incluye mi cerebro) con su herencia genética y su origen
evolutivo”.
Y sigue argumentando: “Si digo que la peculiaridad del ser humano no se deriva
del código genético ni de la experiencia, entonces, ¿de qué se deriva? Mi respuesta es la
siguiente: de una creación divina. Cada ser humano es una creación divina”.
En la misma vena expresó William Penfield, el famoso neurocirujano
canadiense, en su libro The Mistery of Mind (el misterio de la mente), que
probablemente el funcionamiento de la mente será siempre imposible de explicar
basándose únicamente en las acciones químicas o eléctricas en el cerebro y en el sistema
nervioso.
“La mente es independiente del cerebro- declaró- El cerebro es un ordenador,
pero está programado por algo que es externo a él, la mente”.
Roger Perry, el ganador del Premio Nóbel a quién se debe buena parte de las
investigaciones sobre el split brain, no va tan lejos como Eccles ni como Penfield, pero
llega a la conclusión de que la mente “es el logro que corona unos quinientos millones
de años –o más- de evolución”. Sugiere también que la mente es más que la suma de los
mecanismos y componentes físicos del cerebro. En otras palabras, así como el oxígeno
y el hidrógeno se combinan para producir agua, que es totalmente diferente de sus
componentes, también las partes del cerebro se combinan para producir una mente que
trasciende sus cimientos puramente moleculares.
Cabe preguntarse si es posible definir la “mente”.
En términos científicos, simplemente no podemos ser definitivos. Con seguridad,
la mente reside en gran parte en el cerebro; en muchos sentidos parece, también, que
trasciende los componentes individuales del cerebro. Los grupos religiosos han
reconocido desde hace tiempo esta característica trascendente de nuestra conciencia, y
por eso usan expresiones como “el espíritu humano” u otras formas de lenguaje
metafísico. Entre la institución religiosa y este fenómeno de la mente existe un vínculo,
que da la impresión de trascender de algún modo lo físico, y en este sentido me parece
interesante observar que la forma más frecuente y más efectiva de alcanzar la
Relajación, con todos sus beneficios psicológicos, ha sido mediante diversas formas de
plegaria.
Está claro que hemos alcanzado ya algunas fronteras del pensamiento y del
entendimiento científico. Aunque sea mucho lo que no sabemos y quizá nunca sepamos,
en lo referente al funcionamiento del cerebro y de la mente, creo que tenemos
justificación suficiente para reconocer –e intentar utilizarlo- el fenómeno que he
denominado el Principio de la Maxi-Mente, es decir, la capacidad de los seres humanos
para abrirnos paso a través de hábitos y formas de pensamiento arraigados, y
transformar nuestra vida. Los rasgos fundamentales de este principio, tal como lo hemos
visto incluyen:
-La capacidad para superar la “dictadura” del lado izquierdo del cerebro y para
aumentar la comunicación y la coherencia entre los hemisferios izquierdo y derecho.
-La plasticidad del cerebro, o su capacidad de ser moldeado y configurado
mediante la transformación de las células y la instalación de vías nuevas;
-El papel central de las creencias en el desencadenamiento de cambios
importantes en el cerebro y en la mente; y
-El papel de eje que desempeña la Relajación para ayudar a abrir la puerta a
transformaciones capaces de cambiarnos la vida.
Ahora, teniendo bien presentes estos puntos básicos consideremos algunas
formas prácticas en que usted puede usar el Principio de la Maxi-Mente para cambiar su
vida.
Segunda parte
Cómo cambiar su vida
4
El sistema de autoayuda fundamental
Vivimos en lo que se podría llamar una sociedad basada en la autoayuda: somos
muchos los que nos centramos principalmente en ciertos problemas personales que
tenemos, y estamos constantemente buscando manera de solucionarlos. Nos fascinan las
técnicas y los programas prácticos muchos de los cuales se nos ofrecen en diversos
libros y revistas de gran difusión popular, en forma de guías que nos proporcionan
orientaciones o principios. La verdad es que los libros de autoayuda son tantos que ya
necesitan una sección especial en las librerías.
En el fondo, esta insistencia en el intento de mejorar no tiene nada de malo. A
decir verdad, si fuéramos más los que nos preocupásemos por eliminar nuestros
defectos y malos hábitos, y por cultivar disciplinas nuevas y constructivas, este mundo
sería sin duda mejor.
Pero, ¿por qué es tan frecuente que los programas de auto mejoramiento se
frustren? Quizá la respuesta resida en por lo menos dos problemas importantes que
suelen plantearse con cualquier programa de autoayuda. Por una parte, puede que nos
falte disciplina para perseverar en el régimen de autoayuda hasta experimentar
realmente algún cambio en nuestra vida. Y por otra, los esfuerzos por transformar la
vida que se descontrolan y convierten en obsesiones pueden hacer más mal que bien. La
verdad es que, como veremos en otro capítulo, abrirse a cambios significativos mediante
un programa de meditación no supervisado puede ser realmente peligroso.
ALGUNAS REGLAS ELEMENTALES PARA LA AUTOSUPERACION
Para iniciar un método seguro y eficaz de auto superación, me permitiré sugerirle
que siga tres reglas básicas que harán rendir al máximo sus esfuerzos, ayudándole a
incorporar su vida el Principio de la Maxi-Mente.
Regla n° 1: No intente reemplazar un sistema básico de creencias por el programa
de autoayuda
Puede haber problemas con el seguimiento de programas de autoayuda si éstos
no son más que sustitutos de una búsqueda auténtica de un significado más profundo de
la vida. Muchas veces la gente se embarca en un programa de mejoramiento personal en
un esfuerzo consciente o inconsciente, de encontrar una visión de mundo amplia y
gratificante. El intento puede ocultar incluso un deseo de burlar a la muerte y alcanzar la
inmortalidad.
Una persona que comienza queriendo ponerse en buenas condiciones físicas
puede terminar convirtiéndose en un adicto de la cultura física que dedica todas sus
horas de vigilia al ejercicio y la dieta, además de lecturas múltiples sobre el tema. He
conocido personas –y usted también, estoy seguro- que han llegado a estar tan
obsesionados con la forma física que descuidan otras preocupaciones y
responsabilidades importantes, sus compromisos familiares pongamos por caso.
Algunos maratonistas, por ejemplo, terminan creando una situación familiar crónica de
auténtica “viudez”, en que el cónyuge se queda solo en casa mientras el obsesivo se
entrena o participa en carreras. Cuando un régimen de autoayuda se descontrola de esta
manera, los resultados pueden ser tremendos.
Sé de un caso en que un profesional, a quién llamaremos Guillermo, se
obsesionó a tal punto con la idea de mejorar sus tiempos de maratonista que al final de
cada día se pasaba dos horas o más entrenándose. Guillermo estaba casado, y tenía tres
hijos, pero comprobó que no tenía tiempo suficiente para dedicarle a su familia… por lo
menos, si quería seguir con aquel programa de ejercitación.
Si usted no es corredor ni atleta aficionado, tal vez se pregunte con asombro en
qué demonios está pensando un individuo así, para olvidarse de su familia y pasarse
todo el tiempo corriendo por las aceras. Pero si alguna vez ha probado a hacer distancia,
es probable que entienda un poco dónde está el atractivo.
En parte, el interés de este tipo de deportes reside en que inducen la Relajación.
A medida que los pies del corredor de fondo golpean rítmicamente el pavimento, se
producen los efectos fisiológicos de la Relajación, y la mente se abre más al cambio. Un
estado así puede ser un fenómeno muy apacible y placentero. Por eso los corredores en
buenas condiciones, después de haber estado corriendo durante quince o veinte minutos,
suelen sentir podrían seguir eternamente. De hecho, muchos relatan una vivencia a la
que se ha llegado a llamar el “cielo de corredor”.
Al parecer, a Guillermo, nuestro maratonista, las sensaciones placenteras y la
apertura mental que le daba acceso a niveles superiores del condicionamiento físico le
dieron la experiencia de un cambio de vida. Guillermo no se había interesado para nada
por el atletismo cuando era más joven, y siempre se sentía incómodo junto a sus
compañeros de tendencia más deportiva. Muchas veces había querido mejorar su forma
física, e iniciarse en ese tipo de actividades, pero al parecer nunca tuvo la motivación ni
la capacidad atlética natural que se necesitan para embarcarse con éxito en un programa
de entrenamiento.
Sin embargo, cuando descubrió el maratón había encontrado por fin “lo suyo”.
Tras haber dedicado unas cuantas semanas a alcanzar un nivel básico de
condicionamiento, descubrió que realmente quería continuar con el programa. Dicho de
otra manera, después de haber dado el primer paso hacia un cambio de vida, la regular
experiencia de la Relajación en el acto repetitivo de correr distancia, lo había abierto a
nuevos cambios.
Casi antes de darse cuenta de lo que sucedía, toda su vida se había transformado.
Había reordenado sus prioridades y la distribución de su tiempo de manera de poder
dedicar dos horas diarias o más a correr. Además, con frecuencia dedicaba todo el fin de
semana a viajar fuera de la ciudad, para poder participar en competiciones. De hecho su
afición se convirtió en su vida. Todo lo demás pasó a un segundo plano, incluso su
matrimonio y su familia.
En el caso de Guillermo, su mujer terminó por divorciarse. Al principio él se
quedó muy afectado y sin poder entender lo que pasaba. Al volver a reflexionar sobre la
situación, recordó que su mujer y sus hijos se habían quejado y le habían pedido que
dedicase menos tiempo a correr y más a estar con ellos. Pero él, sin saber por qué, había
supuesto que en realidad no estaban tan afectados como a veces parecían. Además,
estaba tan fascinado por el cambio que se iba produciendo en su cuerpo y en su vida que
sentía que no podía interrumpir lo que, en realidad era un comportamiento destructivo.
Es evidente que Guillermo se había zambullido en su programa de autoayuda sin
tener en cuenta todas las consecuencias. No había llegado a evaluar la forma en que su
condicionamiento físico y sus compromisos como maratonista debían adecuarse a todos
los aspectos de su vida.
Aunque no tuviera una fe religiosa determinada. Guillermo defendía la
importancia de ciertos valores familiares. Al volver a pensar en su matrimonio
deshecho, reconoció que si tuviera que volver a hacerlo todo nuevo intentaría más bien
promover una vida familiar feliz y estable que sus aspiraciones atléticas de hombre
maduro. Era indudable que la actividad de corredor de fondo era sumamente importante
para él: le había dado un sentimiento nuevo de su propio valor, y había reforzado su
confianza personal. Pero dejó que su afición se le escapará de las manos y siguió
adelante con un programa de auto mejoramiento demasiado exigente, que le dejaba muy
poco tiempo y energías para el resto de sus compromisos importantes.
Guillermo esperó demasiado tiempo sin hacer ningún intento de salvar su vida
familiar. Usted puede aprender de los errores de él. Es cuestión de empezar por decidir
cuáles son sus creencias básicas en la vida. Después, hay que hacer que cualquier
esfuerzo de autoayuda se conforme a esas creencias. Si su programa de auto superación
se convierte en la única razón y objeto de su vida, en la fuente de su forma de entender
la existencia, bien puede encontrarse con que su vida cambia, pero para empeorar. Pero
si el programa de autoayuda se integra adecuadamente en un sistema de creencias más
amplio, es probable que encuentre usted que su vida se vuelve mucho más gratificante.
Regla n° 2: Confíe en un guía mental máximo
En mis escritos anteriores he insistido en la importancia, para los que creen en
Dios, de practicar la Relajación en el contexto de una fe y una tradición religiosa
probadas y verdaderas. Creo que cuando una persona así se introduce en programas
cuyo objeto es transformar la vida y llevar al máximo las potencialidades de la mente, se
hace más importante que nunca que se apoye en la religión tradicional.
En particular, es importante que una persona de inclinación religiosa, no sólo
confíe, en general, en una fe religiosa establecida, sino también en un guía espiritual
específico perteneciente a esa fe. Para quien no sea especialmente religioso, es
conveniente que encuentre lo que yo llamaría un “guía mental máximo”, es decir, una
persona madura que pueda ayudarle a mantener en perspectiva su sistema de valores
básicos mientras comienza a cambiar por mediación del poderoso Principio de la Maxi-
Mente.
¿Quién debe ser, exactamente, su guía espiritual o mental máximo?
Si su programa se relaciona con la corrección de un problema de salud, es
aconsejable que cuente con la ayuda de un profesional médico cualificado, comprensivo
y de confianza. Si lo que desea es poner mayor énfasis en la espiritualidad, en todas las
religiones importantes hay quienes han llegado lo suficientemente lejos en crecimiento
y en técnicas espirituales como para que puedan aconsejar y guiar a los recién llegados.
El guía en este caso puede ser un pastor o un sacerdote, según de qué religión se trate.
La persona elegida no debe ser un mero miembro nominal de esa tradición religiosa,
sino alguien realmente experimentado y versado en las sutilezas espirituales de ese
preciso sistema de creencias.
Un guía espiritual o mental máximo llega a tener especial importancia cuando
uno dedica más tiempo y energía a programas de auto superación potencialmente
eficaces, de los cuales espera obtener cambios en su vida. Entonces necesita alguien que
le ayude a ver si sus intentos de auto transformarse se adecuan a su sistema fundamental
de valores.
Por ejemplo, ¿no está yendo demasiado lejos, como el maratonista de quien
hablamos antes? O tal vez no vaya lo bastante lejos. Su programa de auto superación,
¿favorece otros aspectos de su vida o está privándolo de relaciones y actividades
importantes? ¿Cuál es el objetivo final del programa?
Si no responde usted adecuadamente a esta última pregunta, puede encontrarse
con que ha dedicado menos, e incluso años a marchar en una dirección que, de hecho, es
improductiva. Una mujer que trataba de decidir su cultivar su habilidad para jugar al
bridge o consagrar su tiempo libre a ayudar a los necesitados, optó por dedicarse al
juego, que por cierto le daba mucho placer, y llegó a hacer bastante buen papel en varios
torneos.
Pero después de tres años de ese tipo de actividad, al recapacitar sobre su vida,
comprendió con tristeza que en efecto había cambiado de orientación y cultivado sus
capacidades, pero en dirección equivocada. Dado su personal sistema de valores, se
habría sentido finalmente mucho más satisfecha de haber dado prioridad al objetivo de
ayudar a sus semejantes. Un guía espiritual o mental máximo podría haberle ayudado
desde el principio a tomar una decisión adecuada.
Sin embargo, no es necesario que el guía adecuado sea un gurú omnisciente ni un
mandamás que planifique todo detalladamente para que uno lo haga sin chistar. Los
guías más útiles son los que hacen preguntas señalando aspectos que uno puede haber
pasado por alto. Y cuando mejor funcionan es cuando insisten en volver a considerar
valores que quizá uno haya descuidado temporalmente.
Regla n° 3: Comience cualquier intento de cambiar su vida con una actitud positiva
Con la mayor parte de las personas, el problema principal no está tanto en el
programa de autoayuda que se descontrola como en la total incapacidad de ponerse en
marcha. Parecería que la mayor parte de nosotros no tuviéramos ni siquiera la disciplina
necesaria para iniciar un programa de autoayuda. Decimos que queremos aprender tal o
cuál lengua extranjera, adquirir habilidad con la guitarra, perder diez kilos, ponernos
físicamente en forma e intensificar nuestra vida espiritual. Pero después de una serie de
intentos frustrados, terminamos por renunciar al intento. Decidimos que lo que pasa es
que no tenemos la fortaleza interior necesaria para “ponernos en marcha”, y cambiar
nuestra vida.
Debido a las experiencias de fracaso anteriores, es probable que lleguemos a
tener actitudes negativas hacia nosotros mismos y hacia nuestra capacidad de cambiar.
Nos convencemos de que la incapacidad de hacer algo no es más que un “reflejo de
nuestro modo de ser” y dejamos de intentarlo. En realidad, puede que el cambio aún sea
posible: sólo se trata de encontrar primero la puerta por donde puede entrar esa benéfica
mejora, y después, simplemente, de aprender a abrirla.
Para la mayoría de las personas, el primer paso para iniciar con éxito un
programa de autoayuda es liberarse de las dudas y sentimientos negativos hacia sí
mismas y hacia sus capacidades. Aunque haya fracasado muchas veces, todavía hay una
posibilidad de que pueda triunfar. Es, primera y principalmente, cuestión de creer que el
progreso y la evolución son posibles.
A esta actitud de “puedo hacerlo” se le suele denominar “pensamiento positivo”.
Lamentablemente, la popularización misma de estos conceptos en los escritos de
Norman Vincent Peale y de otros autores los ha hecho tan familiares que es probable
que estemos demasiado prontos a desdeñarlos, o quizá que creamos entenderlos mejor
de lo que en realidad los entendemos.
En los años cincuenta, cuando apareció el libro de Peale, El poder del
pensamiento tenaz, en su edición original su impacto fue inmediato y espectacular. Pese
a la aparente novedad de las ideas, el evangelio del optimismo que se predica en este
volumen contaba con amplios precedentes. Peale era el continuador de una tradición
cuyas raíces en Norteamérica desde el trascendentalismo de Ralph Waldo Emerson,
hasta el movimiento del nuevo pensamiento, desde mediados del siglo XIX, y también a
una filosofía cristiana de la vida de tendencia optimista. Millones de personas
respondieron a los libros y a los sermones de Peale porque sabían, quizás en forma
instintiva, que su autor había expresado un concepto que era fundamental para alcanzar
el éxito, satisfacción y felicidad en la vida.
El reverendo Robert H. Schuller, con su concepto de pensamiento “de la
posibilidad”, y otros autores y oradores posteriores han continuado enfatizando los
puntos principales popularizados por Peale.
EL PENSAMIENTO POSITIVO Y LA PIEDRA ANGULAR DE LA
AUTOSUPERACION
En muchos sentidos, la actitud del pensamiento positivo es condición sine qua
non del éxito de cualquier esfuerzo de auto superación. En otras palabras, que debe
usted creer que puede alcanzar un objetivo mediante la autoayuda, antes de pretender
lograrlo.
¿A qué se debe esto?
Hay varias razones por las cuales los pensadores positivos se imponen a los
negativos. Para empezar, si usted cree que es capaz de hacer algo, es más probable que
lo intente y que siga intentándolo hasta ver que realmente le es posible alcanzar el
objetivo. Claro que a veces puede equivocarse. Puede ser que intente varias cosas y
fracase. Pero al menos existe la posibilidad de que sea capaz de lograr algo que valga la
pena. A la inversa, si cree que no puede hacer algo, lo más probable es que ni siquiera lo
intente, o que haga el intento con tan poca convicción que lo abandone a la primera
señal de dificultades.
Además, una persona que piensa positivamente tiende a estar más alerta a las
oportunidades. Si usted piensa negativamente, será frecuente que se le pase por alto las
posibilidades sutiles de diferentes situaciones. Es probable que se dé frente a frente con
una oportunidad que podría cambiar su vida y que no sea capaz de verla porque tiene la
vista efectivamente obstruida por sus anteojeras negativas.
Respecto a esto, recuerdo a un sabio perteneciente al movimiento evangélico
norteamericano, que tenía grandes dificultades para encontrar el momento de la oración.
Por la mañana era incapaz de levantarse lo bastante temprano como para dedicar a sus
devociones todo el tiempo que, a su parecer, necesitaban. Durante la mayor parte del día
estaba demasiado ocupado con su trabajo y sus responsabilidades docentes, y por la
noche dedicaba la mayor parte de su tiempo a su familia. Es decir, que todas las vías
que le habrían permitido practicar esa forma particular de disciplina espiritual parecían
estar bloqueadas.
Pero el hombre era un pensador optimista y estaba decidido a hacer algo con su
necesidad de oración. Sabía que sin la plegaria no podría alcanzar los niveles de
crecimiento espiritual que deseaba, de modo que continuó buscando. Finalmente,
advirtió que por la noche, entre las nueve y media y las diez y media, había una pausa
en las actividades de su familia. Sus hijos dormían o estaban totalmente entregados a
una actividad, su mujer, generalmente, estaba también ocupada en algo suyo a esa hora.
De modo que el hombre encontró que podía retirarse a su habitación y allí disfrutar de
una hora, por lo menos de tranquilidad sin interrupciones para dedicarse a la oración.
El principal factor que le permitió encontrar la respuesta a su problema fue una
actitud de expectación positiva: no estaba dispuesto a permitir que un enfoque negativo
lo cegara, no dejándole ver las posibilidades de cambio que había en su vida.
CÓMO JULIA LLEGO A SER MAS OPTIMISTA
¿Cómo logra uno tener una actitud optimista, especialmente cuando pasa la
mayor parte del tiempo cavilando sobre las cosas negativas que le pasan? O, para
decirlo con los términos que hemos venido empleando en este libro, ¿cómo puede uno
empezar a “reinstalar” sus conexiones cerebrales de modo tal que el pensamiento
positivo empiece a hacerse más fácil y más automático?
Una mujer de negocios llamada Julia pasó hace algunos años por una época
increíblemente difícil. Se quedó sin trabajo, se divorció, perdió a su madre y a su
hermano menor en un accidente de coche. Julia siempre había tenido la tendencia a ver
el lado negativo de las cosas más bien que el positivo, y aquella serie de desdichas la
volvió aún más pesimista.
Su predisposición naturalmente negativa se combinó con esta serie de crisis
personales para producir un ciclo de pensamiento negativo del cual parecía incapaz de
evadirse. Mediante el uso repetitivo de pautas de pensamiento negativo, esas vías o
“instalaciones” en su cerebro quedaron relativamente “fijadas” en direcciones
improductivas”. El hemisferio izquierdo de su cerebro empezó a hacer un exceso de
deducciones inútiles acerca de la falta de posibilidades en su vida. Julia simplemente no
podía liberarse de aquella disposición de ánimo.
Tal como se podía esperar, esa manera de pensar negativa, se manifestaba de
diversas maneras, tanto emocionales como físicas. Julia empezó a creer que no valía
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El poder de la mente benson herbet

  • 1. EL PODER DE LA MENTE Cómo aprovechar al máximo nuestros recursos Herbert Benson, M.D. con William Proctor
  • 2. A Arman Simone y Joseph J. Schildkraut, con agradecimiento y en amistad
  • 3. Indice Prólogo…………………………………………………………… Primera parte EL SECRETO PARA REMODELAR LA MENTE, LOS HABITOS Y LA VIDA 1. ¿Se puede cambiar realmente la manera de pensar y de actuar? 2. El Principio de la Maxi-Mente 3. Los canales del cambio Segunda parte CÓMO CAMBIAR SU VIDA 4. El sistema de autoayuda fundamental 5. Su salud al máximo 6. El secreto para ponerse en forma 7. El secreto para mejorar el poder mental 8. El lado espiritual 9. Las cimas de la mente
  • 4. Prólogo Este libro reúne hallazgos provenientes de más de veinte años de actividades docentes, clínicas y de investigación en la Facultad de Medicina de Harvard y en otras instituciones a ellas adscritas. En mi argumentación me he basado en pruebas de campos a veces tan dispares como la medicina clínica, la fisiología, psiquiatría, psicología, religión, filosofía y hasta el atletismo. El conjunto de esta información interdisciplinar ayuda a definir una notable capacidad humana, que yo llamo la Maxi-Mente (es decir, el poder de la mente llevado al máximo). El libro ofrece también diversas orientaciones prácticas para alcanzar resultados beneficiosos. A medida que se profundice la investigación de las amplias manifestaciones de la Maxi-Mente, es probable que nuevos datos aporten comprobaciones nuevas. Pero nuestros convincentes resultados obtenidos con muchos pacientes, e interpretados dentro de un marco científico unificador, justifica que presentemos ahora a la consideración general el Principio de la Maxi-Mente. El Principio de la Maxi-Mente tiene potencialidades de transformar la vida, y por esta razón es necesario tomar ciertas precauciones. En especial, si cualquier lector o lectora decide valerse del Principio para cuestiones ya sean médicas o espirituales, debe proceder bajo la dirección de lo que llamamos “un guía mental máximo”. El guía deberá ser un profesional de la salud si el mayor interés del lector es el mejoramiento de su salud. Por ejemplo, si usted decide aplicar este Principio al tratamiento de la hipertensión o de cualquier otra enfermedad, debe hacerlo solamente con la aprobación y la consiguiente supervisión de su médico. De modo similar, un sacerdote de la religión o culto que el lector practique sería el guía adecuado para quien tenga como objetivo cambiar su vida espiritual. A veces puede ser útil contar con un guía mental máximo su uno quiere usar el Principio de la Maxi-Mente para perfeccionarse en algún dominio particular del conocimiento; por ejemplo para adelantar en el estudio de una lengua extranjera podemos buscar un especialista que controle nuestros progresos, o hablar con un entrenador si queremos mejorar nuestra capacidad atlética o deportiva. Para cuestiones más sencillas lo más probable es que se pueda trabajar sin guía, confiando en lecturas como las que se citan en las secciones de la fase dos del libro. Todos los casos que se presenten son reales, aunque el nombre, el sexo y otras circunstancias de las personas han sido modificados para respetar el anonimato. Agradezco muchísimo a Nancy E. Mackinnon, Anna K. Arthur, Irene L. Goodale, Anne Jacobs, Ferry A. Bard, Frederick Commoner, Gregory C. Benson y Fafa Demasio la excelente ayuda que me han prestado en la preparación del libro. Aprecio también las contribuciones del doctor George S. Everly, hijo de Robert L. Allen y de
  • 5. Samuel S. Myers, quienes colaboraron indirectamente en esta obra mediante nuestras conversaciones y nuestros proyectos de investigaciones en colaboración. A Robert A. Cowden III, le agradezco sus consejos. El interés y las sugerencias de mi buen amigo T. George Harris me han sido muy útiles y los reconozco. Y nuevamente estoy en deuda con Marilyn, mi esposa por sus excelentes consejos, su paciencia y su apoyo. Distintos aspectos de este libro fueron posibles gracias a fondos de la John E. Fetzer Foundation, Arman Simone, la Ruth Mott Fund y William K. Coors. Reconozco también con agradecimiento el apoyo financiero de Laurance S. Rockefeller, George S. Warburg y Francis X. Meany. Para la investigación y elaboración del libro se contó también, en parte, con becas del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos (HL- 22727 y HL-07374), de la Fundación Nacional de la Ciencia (NSF INT 8016982) y del American Institute of Indian Studies. Herbert Benson
  • 6. Primera parte El secreto para remodelar la mente, los hábitos y la vida
  • 7. I ¿Se puede cambiar realmente la manera de pensar y de actuar? El Dalai Lama, un gran estudioso de la mente humana a la vez que el líder espiritual de los budistas tibetanos dijo en una ocasión: Nosotros, los seres humanos, tenemos un cerebro evolucionado y un potencial sin límites. Si con paciencia se puede entrenar gradualmente incluso a los animales, la mente humana también puede ser entrenada gradualmente, paso a paso. Con paciencia, cada uno puede llegar a saber esto por propia experiencia. Tal como da a entender el Dalai Lama, el cerebro es una parte maravillosa de la anatomía humana. Al mismo tiempo, es también muy misterioso. Hay mucho que no sabemos y que quizá nunca lleguemos a saber acerca del funcionamiento de la mente humana. Pero poco a poco algunos misterios se van desvelando, para gran beneficio de la medicina moderna… y para cualquiera que desee mejorar sus potencialidades personales. ¿Con tanta frecuencia no nos hemos criticado nosotros mismos porque teníamos la sensación de no estar viviendo a la altura de nuestras potencialidades? Muchas veces nos hemos dicho: Si pudiera: -liberarme de este mal hábito; -superar este problema de salud; -ser una persona muy productiva; -ser más disciplinado/a; -perfeccionarme en tal o cual actividad o rama del conocimiento. La mayoría de nosotros queremos salir adelante. Queremos mejorar, subir otro peldaño en nuestros logros. Pero muchas veces parece que algo nos bloqueará el camino. Vuelva usted a pensar en lo que fueron sus aspiraciones durante los últimos años. ¿Cuántos programas de autoayuda ha intentado o querido intentar? Quizá siempre haya querido ir a una escuela nocturna para obtener algún título. O tal vez su principal objetivo sea estudiar un poco por su cuenta… una lengua extranjera que siempre habría querido dominar, pongamos por caso. Por otra parte, también puede haber pensado seriamente en iniciar un programa independiente de lectura y estudio de las grandes obras de la literatura que no alcanzó a leer cuando era más joven.
  • 8. O bien, puede ser que sus intereses – y sus frustraciones-estén centrados más bien en el área de la salud y de la buena forma física. Quizá se esté acercando a los treinta o los cuarenta… o más, y vea que el físico de que tanto se enorgullecía ya no es el mismo. Sabe que le sobran unos cinco o diez kilos y quisiera (y en alguna ocasión hasta lo ha intentado, sin conseguirlo) librarse de ellos desesperadamente. Es obvio que un antídoto razonable para su problema sería un programa de ejercicios, incluyendo un régimen regular de flexiones, extensiones, salto, estiramiento o lo que fuere. Pero son muchas las veces que ha iniciado un programa así, sólo para volver muy pronto a su antigua vida sedentaria. Por otra parte, es posible que lo que le interese sea disciplinarse más en su trabajo. Tal vez le preocupe mucho la idea de si está haciendo lo que debe para obtener un ascenso. Usted sabe que para conseguirlo tendría que mejorar en varios campos en los que flojea, en finanzas y contabilidad, digamos. Pero, por más que se esfuerza, no consigue poner en práctica un programa que convierta esas deficiencias en valores primitivos. También podría ser que su principal preocupación está en el lado o vertiente espiritual. En la lucha por triunfar en el mundo y mantener la vida personal y social a tope, ha descuidado los niveles más profundos de la existencia humana. En pocas palabras, quiere saber más acerca de Dios, de las enseñanzas de su iglesia o templo, y de las apremiantes cuestiones teológicas y espirituales para las que nunca ha podido encontrar respuesta adecuada. Quizá quiera experimentar también otros niveles de conciencia espiritual, pero estas preocupaciones, que usted reconoce como importantísimas, van quedando de lado porque no parece que haya manera de encontrar tiempo para ellas. Todos hemos sentido estas frustraciones y presiones cuando encontramos que no somos capaces de llevar una vida que esté a la altura de nuestras expectativas personales. En última instancia, nos sentimos “atascados en una rutina”. Parece que no pudiéramos quitarnos de encima los antiguos malos hábitos o los problemas de salud que nos han limitado en el pasado, impidiéndonos la adquisición de formas nuevas y benéficas de autodisciplina. Con frecuencia, caemos en la tentación de decirnos: “Bueno, me parece que no puedo hacer nada para cambiar y para superar mis limitaciones. Soy así, y lo mejor será que lo acepte”. Nada de eso. Mis investigaciones me han convencido de que es posible esperar cambios importantes en nuestra vida: -es posible superar los malos hábitos de antaño; -es posible aliviar muchas enfermedades que han estado molestándonos; -es posible cambiar los modos de pensar improductivos y cultivar disciplinas nuevas que nos ayudarán a realizar nuestras potencialidades; y
  • 9. -es posible iniciarse en un modo de vida realmente distinto. Ahora bien, ¿cómo? El principio de este cambio es lo que yo llamo llevar al máximo las potencialidades de nuestra mente, y es un proceso que se relaciona directamente con la Relajación. La Relajación ha sido el punto central de mis investigaciones médicas y de mi práctica clínica durante los últimos veinte años. Para los lectores que no estén familiarizados con mi trabajo, diré que la Relajación se refiere a la capacidad del cuerpo para entrar en un estado, científicamente definible que se caracteriza por una reducción general de la velocidad del metabolismo, una disminución de la presión sanguínea, del ritmo respiratorio y cardíaco y la emisión de ondas cerebrales más nítidas y más lentas. La Relajación ejerce más poderosamente su influencia cuando se combina con lo que he llamado el Factor Fe, lo cual implica que la inducción de la Relajación se haga en el contexto de un conjunto de creencias personales, filosóficas o religiosas profundamente arraigadas. Hasta ahora he recomendado que la Relajación se use principalmente para combatir los efectos dañinos y desagradables del estrés, tanto sobre la mente como sobre el cuerpo. Sin embargo, observaciones recientes han demostrado que el alcance de este fenómeno es considerablemente mayor. De hecho hemos descubierto que la Relajación actúa también, de manera bastante extraordinaria, como una especie de puerta hacia una renovación mental y un cambio de vida. Puede permitirnos cambiar incluso los malos hábitos más profundamente arraigados. Puede permitirnos cultivar disciplinas nuevas y benéficas, y mejorar nuestra salud por medios que siempre habíamos considerado inaccesibles. Dicho brevemente, la Relajación es el primer paso, y probablemente el más decisivo para conseguir el éxito en cualquier programa de autoayuda que nos propongamos seguir. ¿De qué manera, exactamente, puede actuar la Relajación como un catalizador que promueva una renovación mental? ¿Cómo puede ayudarnos a cambiar de hábitos, a mejorar nuestra salud y transformar nuestro estilo de vida? LOS CANALES DE LA MENTE A lo largo de los años, en el cerebro se van formando “circuitos” y “canales” de pensamiento, es decir, vías físicas que controlan la forma en que pensamos y actuamos,
  • 10. y con frecuencia también nuestra manera de sentir. Muchas veces estas vías o hábitos llegan a estar tan fijados que se convierten en lo que yo llamo una “instalación”, tal como hablamos de la instalación eléctrica. Dicho de otra manera los circuitos o canales llegan a estar tan “empotrados” que casi parece imposible transformarlos. De hecho, se convierten en parte del cerebro; son parte de nosotros. El funcionamiento del cerebro es demasiado complicado, y nuestros conocimientos demasiado limitados como para que podamos resumir en términos sencillos su funcionamiento. Pero los investigadores han descubierto que hay algunas reglas elementales de validez general y cuyas implicaciones prácticas son de vasto alcance. Neurofisiólogos como los doctores Roger Sperry y Michael S. Gazzaniga, han estado investigado los llamados fenómenos del split brain (cerebro dividido), que permiten conocer las actividades de los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro. Entre otras cosas, estos investigadores han demostrado que el hemisferio izquierdo es en gran medida responsable del control de buena parte de los procesos del pensamiento y de las habilidades analíticas, de inferencia y de las relacionadas con el lenguaje. El hemisferio derecho es el área en donde reside en su mayor parte el pensamiento intuitivo, artístico y creativo.* Consideremos, por ejemplo, la cuestión de cómo se puede cambiar un mal hábito o adquirir una habilidad nueva. Mediante diversas inferencias lógicas- el cerebro izquierdo puede “decirnos” que ciertos cambios benéficos, ya sea en nuestra personalidad, nuestros hábitos o nuestras habilidades, son imposibles. Y pese a sus inexactitudes, nos creemos lo que estamos oyendo ¿Por qué? Porque con muchísima frecuencia, habrá muy poca oposición o discusión de parte del hemisferio derecho. En términos muy prácticos, pues, en gran parte son los circuitos arraigados del lado izquierdo del cerebro los que nos dicen que no podemos cambiar nuestro modo de vida, que los malos hábitos son para siempre, que estamos hechos de tal o cual manera y que tenemos que aceptar que es así. Pero todo eso, sencillamente, no es verdad. Son posibles cambios importantes, e incluso espectaculares. ¿Cómo? Induciendo la Relajación por medio de la meditación, la plegaria u otras técnicas, puede uno preparar la escena para importantes cambios cerebrales capaces de alterar la mente y los hábitos. Además, seremos capaces de liberarnos para entrar a un modo de vida nuevo en que desarrollaremos al máximo nuestras capacidades innatas. Dicho de manera más específica, este cambio puede producirse como resultado de un tipo de comunicación diferente entre ambos lados del cerebro. La investigación
  • 11. científica ha demostrado que la actividad eléctrica entre el hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo se coordina mejor durante ciertos estados de meditación u oración. Mi propia experiencia con los pacientes me ha demostrado que mediante estos procesos la mente se vuelve decididamente más susceptible de ser alterada y más capaz de hacer funcionar al máximo sus capacidades. Con el fin de producir cambios benéficos, en las páginas siguientes estudiaremos de que manera puede usted aumentar sus probabilidades de: -tener éxito en programas de autoayuda; -fortalecer la autodisciplina; -alcanzar objetivos difíciles en gimnasia y atletismo; -aumentar su creatividad y habilidad para tomar decisiones; -reforzar los efectos de la psicoterapia; -disminuir alguna medicación que pueda estar tomando; -superar sus miedos irracionales; -abandonar sus pautas de pensamiento morboso y destructivo; y -fortalecer y expandir su vida espiritual. ALGUNAS REGLAS BASICAS PARA LEER ESTE LIBRO Antes de seguir adelante me gustaría establecer algunas reglas básicas en lo que se refiere a cómo abordar el tema de una renovación de la mente. Lo primero de todo, la mayor parte de la fuerza para el cambio en su vida se mantendrá a medida que aprenda usted a usar de diferentes maneras las partes de su cerebro. En particular, tiene que aprender a utilizar en forma más plena la actividad del lado creador e intuitivo de su mente, es decir, el hemisferio derecho de su cerebro. Cuando alguien intenta explicar a otra persona como expandir sus posibilidades para usar el lado derecho del cerebro, aparecen ciertos problemas inmediatos. El lenguaje, principal instrumento de la instrucción, es en sí mismo, en gran parte, una función del hemisferio izquierdo. Por definición, pues las operaciones del lado derecho no se pueden expresar con palabras tan fácilmente como las del lado izquierdo. En realidad, y como usted sabe, hay cosas que de ningún modo se pueden expresar con palabras. Usted ya conoce muchas de esas experiencias inefables; esa
  • 12. puesta de sol impresionante rojo anaranjado; ese estremecimiento interior cuando se consigue un objetivo largamente buscado; esa reacción profundamente positiva –o negativa- frente a una persona o acontecimiento; ese destello de luz mental que de pronto nos ilumina con una idea o concepto creativo; esa visión interior espiritual o mística que nos cambia la vida, esa intuición o “sensación” de que algo está bien o mal; la vivencia de estar enamorado. Es indudable que todas estas cosas son reales. De hecho, con frecuencia son más reales que las ideas o las vivencias que uno puede reducir con toda exactitud a palabras. Estos acontecimientos profundos son algo que, sin que sepamos bien por qué son inefables. Desafían a la lógica ordinaria al análisis y a la descripción. De modo similar, mucho de lo que hemos de analizar en las páginas siguientes estará al menos en parte, más allá de nuestra capacidad mental de organizarlo en pulcros paquetes analíticos verbales. La verdad es que reducirlo todo a palabras, es imposible, debido a la forma en que está hecho nuestro cerebro. Sin embargo, aunque las palabras se nos escapen, debemos recordar lo más importante que el cerebro posee una capacidad inherente de cambio, una capacidad que he llamado el Principio de la Maxi-Mente. De hecho, como todos usted tiene el poder de alterar en forma espectacular su manera de pensar y de actuar. Como muchos de los conceptos de este libro sólo es posible vivenciarlos de manera no verbal, quiero proponer una manera optativa de leerlo. Claro que puede leerse como cualquier otro libro, y en este caso podrá sacar abundante partido de él. Pero si uno de sus objetivos es alejarse de un enfoque puramente analítico de la vida, la estrategia optativa está pensada para ayudarle a que, según vaya leyendo pueda la ir liberando el Principio de la Maxi-Mente. ¡Quizá termine por encontrarse, de hecho, con que a medida que lee el libro puede usar el Principio para entender el Principio! Pues bien he aquí lo que sugiero. Primero léase el libro lo mismo que leería cualquier otro, pero con una diferencia: intente, al comienzo de cada lectura, alcanzar la Relajación. De esa manera se abrirá la posibilidad de cambios significativos en su vida, en la medida que los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro se coordinen con más facilidad. Digamos también que este enfoque será muy adecuado para quienes ya estén familiarizados con el mecanismo de la Relajación. Por cierto que este método le exigirá un poco más de tiempo que si se limitará a leer el libro del principio al final, pero los beneficios potenciales que puede obtener al transformar sus hábitos personales y configuraciones mentales justificarán con creces la inversión de tiempo extra. Imagínese algunas de las posibilidades: puede empezar efectivamente a aprender un idioma , a practicar una especialidad atlética que le atrae desde hace tiempo o a eliminar una fobia u otro problema médico, mientras va leyendo el libro. Y la clave de
  • 13. esas experiencias que pueden cambiar su vida puede no ser más que su disposición a dedicar un poco más de tiempo a sus sesiones de lectura. Si es realmente ambicioso, podría probar con una técnica algo más rigurosa. Cuando llegue a una parte del libro que toque en usted una cuerda muy sensible intente leer varias veces ese apartado antes de continuar. Igualmente al comienzo de cada lectura induzca el mecanismo de la Relajación. Esto le ayudará a poner en funcionamiento los poderes creativos y renovadores de la mente que operan a niveles más profundos. He ideado este libro de forma que le resulte fácil volver a él repetidamente cuando, en el futuro, siga intentando cambiar o mejorar diversos aspectos de su vida. Es probable que ahora lo que le interese principalmente sea cultivar una actitud más positiva hacia la vida. Más adelante, tal vez quiera trabajar con un programa regular de ejercicios. Sean cuales fueren sus objetivos, siempre puede volver a aquella parte del libro que más importancia tenga para usted en un momento dado. Durante un período de días, semanas e incluso meses, le sugeriría que vuelva a leer regularmente esa parte del libro que le interesa, luego de haber entrado en la Relajación. Como verá usted, la inducción del mecanismo de la Relajación – y el período inmediatamente posterior- son muy importantes en sus esfuerzos por transformar su mente y su vida. Esos son los momentos, creo, en que uno es más receptivo para la alteración de sus circuitos mentales arraigados, y para efectuar cambios benéficos. Es el momento en que su “pizarra” mental está más limpia y más abierta. Por eso, inmediatamente después de terminada la meditación o la plegaria, es importante que se concentre sin pérdida de tiempo en cosas que se relacionen con los objetivos que cambiarán su vida, tal como lo veremos en los capítulos siguientes. No tardará en ver que sus pautas de pensamiento se desplazan, a veces muy sutilmente, hacia sendas más productivas: de ello se seguirán cambios en las acciones y en la vida. Los resultados serían emocionantes e incluso asombrosos, cuando aprenda las maneras de incorporar plenamente a su vida el Principio de la Maxi-Mente. Ahora antes de adentrarnos más en las implicaciones prácticas de estos conceptos, vamos a examinar un poco más de cerca lo que sabemos sobre la base científica del Principio de la Maxi-Mente.
  • 14. 2 El Principio de la Maxi Mente El funcionamiento del cerebro humano sigue estando más allá de nuestra total comprensión. Hemos dado pasos gigantescos en la comprensión de la fisiología del cerebro y de su capacidad para controlar las múltiples e intrincadas operaciones de nuestro cuerpo y de nuestras pautas de pensamiento. Y sin embargo, es todavía mucho lo que no sabemos. Por ejemplo, continuamos preguntándonos: -¿Es maleable la mente en algún sentido? O, dicho de otra manera, ¿se la puede moldear y cambiar de tal modo que se produzcan pautas de pensamiento nuevas e impresionantes y hábitos que cambien nuestra vida? -¿En qué medida exactamente, es posible amplificar el poder del cerebro, en especial en lo que se refiere a influir sobre las reacciones y funciones del cuerpo? -¿Hay alguna diferencia entre la “mente” y el cerebro? -¿Hay alguna relación entre lo que consideramos las dimensiones “mentales” y “espirituales” de nuestra existencia? ¿Cuáles son las funciones exactas de las diferentes partes del cerebro, y qué es lo que podemos hacer para favorecer tales funciones? -¿Será posible alguna vez que la mente reflexione en forma significativa y alcanzando un grado de entendimiento importante, acerca de sí misma? Es probable que jamás podamos dar una respuesta completa a muchas de estas preguntas. Algunas, sin embargo, van encontrando respuestas poco a poco, a medida que seguimos investigando y haciendo retroceder cada vez más las fronteras de la investigación psicofisiológica. Uno de los principales descubrimientos recientes es que el cerebro no es una entidad estática e inmutable. De hecho, es un órgano capaz de ser transformado y utilizado de formas nuevas y extraordinarias. Mediante lo que he llamado el Principio
  • 15. de la Maxi-Mente, las posibilidades de esta plasticidad mental pueden ser realmente asombrosas, tal como lo demuestran los casos siguientes: DE REGRESO EN EL HIMALAYA Los que hayan leído mis libros anteriores saben que uno de nuestros proyectos de investigación en la Facultad de Medicina de Harvard fue la exploración de las fronteras de la mente, en la vertiente india del Himalaya. Aquella zona constituye el hogar en el exilio del Dalai Lama y de muchos budistas tibetanos. Es indudable que otras religiones han registrado también proezas físicas y mentales extraordinarias, curaciones y otros sucesos espectaculares, pero hacía ya años que yo había decidido concentrar mis esfuerzos en la investigación científica de los datos provenientes de una tradición oriental, en particular, el budismo tibetano. Una de las cosas que inicialmente me habían interesado en aquellos monjes era la capacidad que se les atribuía de elevar en forma espectacular la temperatura de la piel cuando se hallaban en un ambiente frío, valiéndose de una forma de meditación conocida como yoga gTum mo. Se supone que con esta práctica, cuyo nombre significa literalmente “mujer fogosa”, se crea en el cuerpo humano un fuego interno de purificación que contrarresta la falsedad y estimula un estado de conciencia elevado. Mientras meditan los monjes siguen mentalmente una imagen de la energía corporal conocida como “prana”, la cual se supone que enciende un intenso “calor interno”. Lo que nos interesaba no era solamente el propósito religioso de tales prácticas, sino también sus manifestaciones fisiológicas: si realmente aquellos monjes podían elevar la temperatura en condiciones de intenso frío, eso se podía medir con nuestros instrumentos y el resultado, esperábamos, sería una comprensión más profunda de la interacción mente-cuerpo. En nuestro primer viaje al Alto Dharmsala en las estribaciones indias del Himalaya, nuestro equipo de investigadores descubrió que los monjes en meditación, que estaban prácticamente desnudos podían elevar efectivamente la temperatura de la piel en unos diez grados centígrados. Además, lo hacía cuando la temperatura del aire no pasaba de unos quince grados centígrados. Pero quedó mucho por investigar en este campo, mucho por explorar en la forma en que la mente puede influir sobre el cuerpo. Específicamente, en 1978 nos habíamos informado, leyendo las obras de Alexandra David-Neel, de que estos monjes podían, según se afirmaba, elevar la temperatura de la piel lo suficiente y durante períodos lo bastante largos, como para secar sábanas mojadas sobre su cuerpo en condiciones invernales. Pero hasta entonces ningún científico había conseguido documentar el fenómeno. Los informes no tenían otro fundamento que el comentario oral y la leyenda. Nuestros investigadores querían estudiar por si mismos esa fascinante historia.
  • 16. En el verano de 1984, como parte de nuestra continuada colaboración, recibí una invitación del Dalai Lama para estudiar este fenómeno. Envié a la India un equipo de filmación para que presenciara y registrara el hecho… si es que realmente los monjes eran capaces de semejante hazaña. Nuestro grupo que incluía a los realizadores Russel Pariseau y Michael Edwards, llegó en febrero de 1985 a un monasterio tibetano situado en el valle de Kulu, en el norte de la India. Allí los monjes celebraron una ceremonia secreta que hasta donde nosotros sabíamos ningún occidental había presenciado jamás. Con una excitación en constante aumento, los encargados de la filmación instalaron su equipo en el pequeño monasterio y se quedaron esperando hasta aproximadamente las tres de la mañana, cuando entraron en el recinto una docena de monjes. La temperatura en la habitación no alcanzaba los cinco grados centígrados. Los monjes se desvistieron completamente quedándose solo con un mínimo taparrabo, y se sentaron en el suelo con las piernas cruzadas. En unos cubos de agua que habían sido colocados frente a ellos sumergieron sábanas de algodón de unos noventa centímetros por un metro ochenta; el agua estaba a una temperatura aproximada de unos nueve grados y medio. Bajo la supervisión de un superior del monasterio, estrujaron entonces las sábanas empapadas para quitarles el exceso de agua y se envolvieron con ellas la parte superior del cuerpo. Las sábanas estaban tan mojadas que la tela dejaba traslucir el cuerpo de los monjes cuya piel se podía ver claramente a través de ellas. En aquel momento, los monjes empezaron a practicar su meditación yoga gTum mo… y empezó a producirse un fenómeno asombroso. Aunque la mayoría de las personas habría empezado a tiritar violentamente el verse expuesto así a la humedad y al frío, ellos no mostraron reacción alguna. Permanecieron en cambio tranquilamente sentados, y habían pasado entre tres y cinco minutos cuando las sábanas con que se envolvían empezaron a echar vapor. La habitación se llenó de vapor de agua a tal punto que los lentes de las cámaras se empañaban y había que estar secándolas continuamente. Entre los treinta y cuarenta minutos las sábanas con que los monjes se habían envuelto estaban completamente secas. Entonces volvieron a empezar todo de nuevo. Sumergieron otro fuego de sábanas en el agua fría, las estrujaron un poco y se las envolvieron sobre los hombros. De nuevo empezaron a practicar la meditación gTum mo, y otra vez las sábanas comenzaron a echar vapor a los pocos minutos y estuvieron completamente secas en una media hora. Luego volvieron a repetir el proceso una vez más y aunque la ceremonia entera llegó a durar varias horas, ni una sola vez los monjes que participaron en ella temblaron ni se estremecieron de frío, ni dieron tampoco ninguna otra señal de incomodidad. EL EXPERIMENTO DE LOS 18 GRADOS BAJO CERO
  • 17. A continuación nuestro equipo viajo a la ciudad india de Leh, situada en la extensión occidental de la meseta tibetana de Ladakh. El destino era un monasterio situado sobre un precario precipicio a más de cinco mil metros sobre el nivel de mar. El lugar es una planicie alta y árida, sembrada de gigantescos pináculos rocosos que se elevan hacia el cielo. Los monasterios de Hemis y de Gotsang se encuentran próximos a la cumbre de algunos de esos promontorios, a una altura aproximada de unos cinco mil metros. Las observaciones habían sido programadas para una noche que, según la predicción de los tibetanos, sería una de las más frías del año: la del 5 de febrero de 1985. La verdad es que la temperatura llegó a ser de 18 grados centígrados bajo cero. Los filmadores vestidos como para las condiciones climáticas del Ártico, partieron a medianoche, acompañados de un grupo de diez monjes, que a su vez calzaban sandalias y se cubrían con un taparrabo y una ligera tela de algodón. El grupo terminó por subir a mayor altura hasta un voladizo que se asomaba sobre un acantilado, a unos seis mil doscientos metros sobre el nivel del mar. En ese lugar gélido e inhóspito, los monjes se quitaron las sandalias y se sentaron en cuclillas. Después, inclinándose hacia delante, apoyaron la cabeza sobre el suelo y se echaron sobre el cuerpo la delgada tela de algodón. En esa posición, prácticamente desnudos, se pasaron toda la noche practicando una forma especial de la meditación gTum mo, conocida como Repeu. Casi parecía que habían entrado en un estado de muerte aparente. Ni siquiera reaccionaron cuando, a primeras horas de la mañana, les cayó encima una ligera nevada. Ninguna persona ordinaria podría haber soportado tales condiciones; de eso estamos seguros. Y sin embargo, los monjes no exhibieron ningún efecto negativo. Se limitaron a permanecer inmóviles en su postura meditativa durante unas ocho horas consecutivas, tan quietos y silenciosos que un observador no informado podría haber temido que se hubieran congelado. Finalmente, respondiendo al sonido de un pequeño cuerno, se pusieron de pie, se sacudieron la nieve de la espalda, se calzaron las sandalias y volvieron a bajar tranquilamente la montaña. Perfectamente podrían haber sido un grupo de hombres de negocios al salir de las cómodas y abrigadas habitaciones de su hotel, con la intención de desayunar tras una noche de sueño profundo. Es indudable que una persona común habría empezado en seguida a tiritar violentamente tanto durante el ejercicio de las sábanas mojadas como al permanecer toda la noche a una temperatura de dieciocho grados bajo cero. Normalmente el cuerpo reacciona así para generar el calor suficiente para poder mantenerse con vida. De hecho, es casi seguro que sin temblar – o sin alguna otra forma de moverse- ni el lector ni yo habríamos sido capaces de aguantar semejantes condiciones. E incluso temblando
  • 18. violentamente, con una temperatura de dieciocho grados centígrados bajo cero no habríamos podido evitar la congelación y hasta es posible que nos hubiéramos muerto. ¿Cómo era posible que esos monjes consiguieran semejante cosa? Creo que un factor clave, subyacente a cualquier respuesta es su capacidad para alcanzar la Relajación. A medida que, confiando firmemente en su fe budista se entregaban a una forma específica y profunda de plegaria y de meditación, en su mente y en su cuerpo se producían cambios espectaculares. Pero la Relajación no es más que uno de los mecanismos físicos y mentales que operan en estos monjes. Aunque todavía no conocemos todas las respuestas, se han adelantado algunas explicaciones más para estos poderes. Una de estas teorías sostiene que los monjes pueden haberse valido de un proceso al que se ha denominado “termogénesis sin temblores”, que pone en juego la capacidad que tiene el cuerpo, en ciertas circunstancias de quemar o metabolizar un tipo de grasa que es capaz de generar una elevada cantidad de calor. Antes los científicos creían que solo cierto tipo de mamíferos no humanos, en especial los que están sujetos al proceso de hibernación, podían quemar ese tipo de grasa, pero ahora parece que también los seres humanos podemos tener la capacidad de generar calor a partir de ella. Según nuestra hipótesis, podría ser que los monjes hubieran aprendido a hacerlo valiéndose de poderes mentales generalmente desconocidos. En todo caso, está claro que tanto nuestra mente como nuestro cuerpo son capaces de hazañas que hasta ahora se han considerado imposibles, y que incluyen -sin limitarse ciertamente a ello- la capacidad de superar los efectos de un frío intenso. Pero estas posibilidades espectaculares no se limitan a los monjes tibetanos, también están abiertas para usted, en la medida en que aprenda cómo valerse de esas capacidades mentales que hoy no usa. LOS SECRETOS DE LOS SABIOS El punto focal físico de este poder parece ser el estado especial que hemos identificado hace más de una década, al que llamamos respuesta de Relajación, y de la cual he dado una breve explicación en el capítulo introductorio. ¿Cuál es exactamente, la forma de provocar esta reacción? ¿Cuáles son los pasos prácticos necesarios para abrir las puertas a cambios extraordinarios en nuestra manera de pensar y actuar? Son varios los pasos básicos que se requieren para alcanzar la Relajación. Paso1: Elija para concentrarse una palabra o una frase breve que esté firmemente arraigada en su sistema personal de creencias. Por ejemplo, un cristiano podría elegir las
  • 19. palabras iniciales del Salmo 23, “El señor es mi pastor”; un judío la palabra “Shalom” y una persona que no sea religiosa, una palabra neutra, como “uno” o “paz”. Paso 2: Siéntese sosegadamente en una posición cómoda. Paso 3: Cierre los ojos. Paso 4: Relaje los músculos. Paso 5: Respire en forma lenta y natural, y mientras lo hace, repita al exhalar la palabra o frase elegida. Paso 6: Adopte una actitud pasiva y no se preocupe de si lo está haciendo bien o mal. Cuando otros pensamientos acudan a la mente, limítese a decirse: “Ya está bien” y vuelva apaciblemente a la repetición. Paso 7: Continúe así de diez a veinte minutos. Paso 8: Practique la técnica una o dos veces al día. Nuestras últimas investigaciones han revelado que aunque todos estos pasos son importantes, hay dos absolutamente importantes: son la repetición de una palabra, un sonido, una plegaria, una idea o una acción muscular y la actitud pasiva hacia los pensamientos que interfieran. Con estas dos condiciones, se aminoran los efectos de la intrusión de pensamientos, actividades y mecanismos que pueden impedirle a uno entrar en un estado meditativo. Además, desentenderse pasivamente de los pensamientos cotidianos le ayudará a ir desarmando algunas de las viejas pautas de funcionamiento mental negativo, y a abrirse a las influencias positivas renovadoras que pueden llegar a cambiar su vida. Al seguir estos pasos –si lo hace en el contexto de sus creencias más profundas- se encontrará usted con que va encaminándose hacia una expansión increíble de sus capacidades mentales. Estará avanzando en las direcciones exploradas por los monjes tibetanos, los místicos y sanadores cristianos y judíos, y por otras personas que llevan una vida arraigada en la plegaria y la meditación. Igualmente, a medida que su mente se expanda hasta abrirle las puertas que le conducirán a nuevas aventuras interiores, irá adquiriendo la capacidad de cambiar sus hábitos personales… incluso aquellos que lo aplastan con su peso, como el proverbial albatros, e incrementará sus probabilidades de cultivar disciplinas y nuevos hábitos.
  • 20. EL CEREBRO MARAVILLOSO Para hacerse una idea de cómo se puede adquirir esta capacidad para el cambio, es importante considerar ciertas teorías referentes a la forma como funciona el cerebro. Pero este es un tema, que debemos abordar con una dosis de humildad. Aunque durante las últimas décadas los resultados de la investigación del cerebro han ensanchado en forma extraordinaria nuestros conocimientos, la comprensión que tenemos de la fisiología cerebral sigue siendo relativamente rudimentaria, dada la increíble complejidad del cerebro humano. Anatómicamente, el elemento estructural básico del cerebro es la célula cerebral o neurona. En cierto nivel se puede considerar a estas células como fábricas vivientes, que utilizan como combustible el oxígeno y el azúcar transportados por la sangre. Mediante pasos bioquímicos bien definidos, este combustible produce la energía que posibilita una gran cantidad de trabajos biológicos, necesarios para mantener la vida de la célula. Por ejemplo, cada célula interactúa con otras, desempeña un importantísimo papel de apoyo en las complejas redes que producen el pensamiento y la acción y finalmente, produce elementos de deshecho que la sangre se lleva para eliminarlos. Sin embargo, es importante recordar que cada una de esas células cerebrales está realmente viva, con todo el potencial para el poder y la debilidad que entraña el hecho de estarlo. Si la neurona se ve privada de su combustible –que proviene principalmente de lo que comemos y del aire que respiramos-, se morirá. En otras palabras, que si el aporte sanguíneo portador de combustible al cerebro se encuentra bloqueado, como sucede cuando hay un endurecimiento grave de las arterías, puede suceder que las células del cerebro abastecidas por la arteria bloqueada dejen de funcionar. La consecuencia es un “ataque” o “schock”, es decir, un accidente vascular cerebral. Entre otras cosas, un cerebro sano acumula y transmite información, y ésta es lo que, en última instancia, se convierte en lo que llamamos pensamientos. Es muy difícil escribir exactamente lo que sucede en este proceso, porque el acto de pensar, como tal, es sumamente complejo y pone en juego una cantidad enorme de neuronas cerebrales que interactúan en nuestros procesos mentales. Piense el lector, por ejemplo que en su cerebro hay aproximadamente 10,000 millones de células cerebrales. Además, al observar cuidadosamente la estructura de cada una de ellas, se comprende que todo el asunto es indescriptiblemente más complicado. Cada una de las células nerviosas tiene numerosos tentáculos, es decir, axones y dendritas. Durante la actividad cerebral estos elementos se “comunican” con los tentáculos de otras células, a través de conexiones llamadas sinapsis; de esa manera interactúan y hacen su trabajo las células cerebrales. Las dendritas se comunican también con otras partes de su propia célula. Pero ahora piense en lo siguiente: cada célula nerviosa tiene entre 1,000 y 500,000 conexiones y cada conexión tiene la potencialidad de comunicarse con
  • 21. cualquier otra conexión celular del cerebro. Esto significa que el número de conexiones posible en el cerebro es incomprensiblemente pasmoso. ¿Cuántas son las conexiones posibles? Por expresarlo con una sola cantidad, la cifra sería de 25.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000. Dicho de otra manera: si usted empieza a apilar sobre su escritorio hojas de papel de máquina, una encima de otra, igual al número de sus posibles conexiones cerebrales, la pila llegaría más allá de la luna. Llegaría más allá del planeta Plutón, más allá de nuestra galaxia, e incluso más allá de los límites conocidos del universo, ¡a distancia de unos dieciséis mil millones de años luz! Con esta complejidad increíble, se entiende que jamás podamos llegar a comprender la totalidad de las posibilidades inherentes al cerebro humano. De hecho, cuanto más se investiga, más sobrecogedor resulta ser el proceso del pensamiento. Por ejemplo, sabemos ahora que esos billones y billones de conexiones que alberga el cerebro “conversan” entre sí por medio de ciertas sustancias químicas, a las que se denomina neurotransmisores, que son segregadas en los extremos de las conexiones entre las células cerebrales. Es decir que las conexiones existentes entre las células cerebrales no son conexiones físicas, sino que más bien hay una brecha – una brecha minúscula microscópica- en cada una de ellas. La conversación entre una célula y otra se lleva a cabo mediante la acción de esas sustancias químicas. Para complicar un poco más las cosas, muchas células nerviosas contienen dos o más agentes neurotransmisores, y hasta el momento se han descubierto más de sesenta de ellos. Pero la complejidad no termina aquí. Al comunicarse con otras células, los neurotransmisores también influyen sobre otras conexiones en su entorno inmediato. Es decir, es como si se filtrarán a otras conexiones en su entorno inmediato. Es decir, es como si se filtrarán a otras conexiones neuronales. Estas penetrantes acciones químicas son lo que permite que un mensaje pase de una célula a otras, y es así cómo creemos que se produce la conversación entre las células. Pero aún hay más. Estos mensajeros químicos se incorporan al torrente sanguíneo y pueden afectar a células cerebrales muy alejadas de la fuente original. De hecho, los neurotransmisores producen cambios en su propia “casa” o lugar de origen, e influyen incluso sobre su propia producción. Tampoco en los mensajes hay una constancia rigurosa. Cada uno de los miles de millones de células nerviosas emite diferentes señales en diferentes momentos, además, le influyen las señales que recibe: la forma en que habla depende de cómo le hablen. Uno de los neurotransmisores es una sustancia de estructura parecida a la del opio, conocida como endorfina. Las endorfinas pueden aliviar el dolor, producir euforia en ciertas circunstancias, o bien actuar como sedantes. Después de haber sido segregadas por ciertas células nerviosas del cerebro, las endorfinas pueden hacer su trabajo en las inmediaciones de su lugar de origen, pero también pueden hacer largos
  • 22. viajes y llegar hasta otras células más alejadas para producir una sensación de bienestar o aliviar el dolor. Se han obtenido en laboratorio ciertas sustancias capaces de imitar en mayor o menor medida la operación de algunos de estos neurotransmisores. Algunos afectan el estado anímico de una persona, o sirven de una manera u otra para dar a los pacientes un tratamiento benéfico, pero la forma en que actúan los fármacos en comparación con el funcionamiento natural, delicadísimo y sutilmente afinado, de los neurotransmisores cerebrales. Otras combinaciones de neurotransmisores se relacionan con la memoria. Una teoría nos sugiere que son ellos los que nos dan la capacidad de tener varios tipos de memoria: hay una memoria para las habilidades y los procedimientos, que almacena hábitos o funciones relacionadas con el “cómo-se-hace” algo. Hay una memoria declarativa, que almacena fechas, números y otras cosas que uno dice tras haber expresado: “Recuerdo que…” Gracias a los dos tipos de memoria, uno puede recordar como se anda en bicicleta o se juega al tenis, y también lo que le pasó el día que cumplió los dieciséis años. Nuestros recuerdos se derivan en parte de nuestras propias experiencias vitales. Surgen de las capacidades del cerebro, que permiten que nuestras experiencias sean recibidas, codificadas, almacenadas, recuperadas e interpretadas. Cuanto más vasta es nuestra experiencia, tanto más tiene para almacenar el cerebro y por consiguiente, más debe interpretar. ¿De qué manera seleccionamos toda esta información para que, cuando tenemos que abordar una tarea específica, no nos abrume y confunda la cantidad de conocimientos que tenemos acumulados? ¿Cómo apartamos las señales que son inmediatamente significativas y útiles de todo el “ruido” que hay en la memoria? Gradualmente estamos aprendiendo a reducir un tanto esta complejidad. En el proceso, hemos ido descubriendo que podemos entender un poco mejor qué es lo que pasa en el cerebro humano y cómo podemos usar de manera más práctica esos poderes impresionantes. Ya me he referido brevemente a un campo de reciente investigación – la del llamado split brain -, que nos proporciona un acceso al entendimiento de las funciones de nuestros dos cerebros, y de la posibilidad de alcanzar un máximo aprovechamiento de nuestra mente. Los científicos que investigan estos temas han demostrado de qué manera el hemisferio izquierdo difiere del derecho, y cómo se relaciona con él, especialmente en pacientes que han sufrido ataques, se han sometido a cirugía cerebral o padecen algún otro problema neurológico. Los estudios de los doctores Sperry, Gazzaniga y otros investigadores han comprobado que ambos hemisferios tienden a tener funciones características. Y cada conjunto de funciones es importante para que podamos tener una experiencia plenamente integrada del mundo en cuánto seres humanos.
  • 23. En el caso de las personas que usan la mano derecha, el hemisferio izquierdo del cerebro actúa a la manera de un “super-agente de prensa”. Procura encontrar sentido en esa enorme cantidad de información, tanto nueva como almacenada; el hemisferio izquierdo selecciona y categoriza la información. Extrae conclusiones y formula predicciones. Para facilitarse esta función ilativa el hemisferio izquierdo recurre a sus amplios depósitos de habilidades analíticas, lógicas y verbales. El hecho de que podamos verter nuestros pensamientos al lenguaje y dar razones precisas de por qué hacemos las cosas es en gran medida un resultado directo de esta función del lado izquierdo del cerebro. Este lado del cerebro nos presta, pues servicios inapreciables. Sin él no podríamos desempeñarnos eficazmente como seres humanos. La mente humana alberga demasiada información como para que podamos manejarla en su totalidad, y el hemisferio izquierdo nos ayuda, momento a momento, a seleccionar lo que es importante que sepamos. Lamentablemente, esta función del lado izquierdo es tan importante que tendido a hacer sombra al papel que corresponde al hemisferio derecho. Y sin embargo, al lado derecho le cabe un papel clave en la plasticidad mental humana, en nuestra capacidad para cambiar pautas y hábitos de pensamiento profundamente arraigados. Y tiene un papel clave en el funcionamiento del Principio de la Maxi-Mente. El hemisferio derecho sirve como centro de muchas de nuestras funciones mentales intuitivas y creativas. Muchas veces, uno tiene una intuición o una idea que aparentemente viene “no se sabe de dónde”. Uno sabe que la idea es válida, pero no llegó a ella mediante ningún proceso lógico ni analítico. Lo más probable es que esa idea haya llegado a la mente por la acción de los neurotransmisores del hemisferio cerebral derecho. Muchas de nuestras capacidades y funciones artísticas entre ellas la capacidad de percepción espacial de las cosas, suelen estar radicadas en el hemisferio derecho. Entonces, después de recibir este tipo de aporte, el hemisferio derecho le pasa la información al izquierdo para que la interprete, haga la selección y extraiga las inferencias del caso. Específicamente la información pasa a través del llamado cuerpo calloso, que conecta ambos hemisferios. De hecho, el funcionamiento de los hemisferios cerebrales no es más que un ejemplo de lo que el doctor Michael Gazzaniga ha llamado los “módulos” del cerebro. Hay tareas específicas que tienden a ser abordadas por determinadas partes del cerebro más bien que por otras. Una parte se especializa en imágenes mentales; otra se concentra en las funciones auditivas; puede haber otra que se ocupe principalmente de los sentimientos. Pero usted se estará preguntado qué tiene que ver todo esto con su capacidad de cambiar sus malos hábitos y de cultivar formas nuevas y constructivas de auto disciplina.
  • 24. El problema con que todos tropezamos es que ciertos módulos del cerebro son tan fuertes, y sus pautas de funcionamiento están tan profundamente arraigadas, que tienden a controlar a los otros. Este es, en particular, un problema que parece haberse planteado muchas veces en la relación entre ambos hemisferios, el izquierdo y el derecho. Al lado izquierdo del cerebro, con sus poderosas capacidades de análisis y su poder de extraer inferencias convincentes, se lo puede describir en este contexto como una especie de “pequeño dictador” que tiene sometido al lado derecho. Muchas de nuestras funciones intuitivas y creadoras, como también gran parte de la información que necesitamos tener y usar para introducir en nuestra vida cambios positivos, han estado efectivamente esclavizadas por la “autoridad” racional del hemisferio izquierdo. Se podría decir que estamos prisioneros del lado izquierdo del cerebro. Entonces, es posible caracterizar nuestro objetivo como una especie de revolución mental interna: debemos derrocar la hegemonía del hemisferio izquierdo y permitir que el derecho se libere y asuma la estatura que le cabe en el proceso pensante. De esta manera podemos abrigar la esperanza de abrir la puerta de nuestra vida a un nuevo conocimiento y a cambios benéficos. Pero ¿cuánto cambio podemos esperar de nuestros cerebros, y cuáles son los procedimientos mediante los cuáles se produce?
  • 25. 3 Los canales del cambio Los hábitos, las pautas de pensamiento y las actitudes que influyen sobre nuestra manera de pensar y de conducirnos no son nada que tengamos grabado en nuestra cabeza como en una losa de hormigón. Por el contrario, la mente es en todos nosotros algo maleable, capaz de dejarse imprimir formas y disposiciones nuevas, como una delicada escultura viviente. Tal como hemos visto, el hemisferio izquierdo del cerebro – esencial e importante como es en su función de ayudarnos a llevar una vida eficaz y con sentido- tiende a interferir con los esfuerzos que hacemos por cambiar. En cierto sentido, el hemisferio izquierdo puede actuar como una especie de guardián intelectual rígido, que desbarata cualquier maniobra que realizamos para cambiar, mejorándolos, nuestros hábitos y disciplinas personales. No se trata de que el hemisferio izquierdo sea naturalmente malo, una especie de enemigo con quien tenemos que enzarzarnos en una lucha a muerte. Se trata, más bien de que ha sido condicionado para pensar de que ciertas cosas son buenas para nosotros en cuánto seres humanos, cuando de hecho son cosas que pueden ir en detrimento de nuestro crecimiento y de nuestro bienestar. Un ejemplo de cómo “cuida” su dominio el hemisferio izquierdo nos lo proporciona una teoría que en la profesión psicológica se conoce como “disonancia cognoscitiva”, y que es el concepto formulado por el doctor Leon Festinger, pionero de la psicología social, de que cuando una creencia y un comportamiento están en conflicto, la creencia debe cambiar para adaptarse al comportamiento o el comportamiento debe cambiar para estar de acuerdo con la creencia. El hemisferio izquierdo al hallarse frente a un conflicto relacionado con la creencia, se ve impulsado a buscarle algún sentido, a establecer alguna forma coherencia entre nuestros valores y nuestras acciones. Y generalmente, según Festinger, lo que cambia es la creencia. En un experimento que ayudó a llegar a esta conclusión participó un grupo de estudiantes a quien se le preguntó qué les parecía hacer trampas. Algunos dijeron que eso les parecía muy mal, en tanto que otros respondieron que, en realidad, la cosa no era tan grave. Posteriormente, a todos los estudiantes se les tomó un examen en el que era muy fácil de hacer trampa, de una manera que era imposible descubrir, aunque en realidad los investigadores podían determinar quiénes lo hacían y quiénes no. Los que dirigían el estudio comprobaron que, aun cuando muchos habían dicho inicialmente que les parecía
  • 26. mal hacer trampa, de hecho la hicieron al verse frente a una oportunidad fácil. Luego, una vez terminado el examen se les volvió a preguntar a todos los estudiantes qué pensaban acerca de hacer trampas. ¿Los resultados? Los que la primera vez habían dicho que estaba mal hacer trampa, pero efectivamente la habían hecho ahora dijeron que no era tan malo. En otras palabras, los valores y las acciones terminaron por conformarse unos a otros al entrar en conflicto con la situación de tener que afrontar directamente la cuestión de hacer trampa. En esta situación, el hemisferio izquierdo intervino intentando encontrar algún sentido en el difícil reto que se les planteaba a los estudiantes. Mediante un proceso de racionalización, los que al hacer trampa violaban sus propias creencias encontraron razones para modificar sus valores. Además de decidir que lo que habían hecho no estaba tan mal, el razonamiento parece haber sido: “Si en una situación así todo el mundo hace trampa, también puedo hacerlo yo. Puede que no sea perfecto, pero sigo siendo una buena persona”. Los sistemas de valores de algunos estudiantes cayeron atrapados en la necesidad del hemisferio izquierdo de mantener la coherencia lógica. Y este no es más que un ejemplo de un problema cuyo alcance es mucho mayor. De manera muy semejante a ésta, el hemisferio izquierdo puede aprisionarnos con otros problemas como las fobias. Supongamos, por ejemplo, que está usted en la cola de un supermercado, con la desagradable sensación de la multitud que se agolpa a su alrededor, y empieza a sentir que le duele el estómago. Además, una vez fuera el dolor del estómago no se le va y usted se pasa la noche descompuesto. Es muy posible que el lado izquierdo del cerebro establezca una relación entre el dolor y la cola en el supermercado, y le sugiera el siguiente mensaje: “No tengo que hacer cola en supermercados, porque si la hago, la experiencia será desagradable. Esta conclusión puede ser completamente errónea. Es probable que no haya relación alguna entre el hecho de haber estado en la cola del supermercado y aquel dolor de estómago, pero si la actividad de su hemisferio izquierdo consigue llevarlo a esa conclusión, podría ser que usted termine por tener miedo de hacer cola en un supermercado. Evidentemente, este ejemplo es simplista; no es probable que a usted le pase algo igual. Una experiencia más común se da con las aglomeraciones y con las colas en los aeropuertos. Hay personas que les enferma viajar porque en los aeropuertos han tenido una serie de experiencias desagradables, exacerbadas quizá por otros problemas diferentes, pero que coincidieron en aquellos precisos momentos. Estas personas pronto comienzan a asociar los aeropuertos con circunstancias desagradables que les producen angustia, y como resultado de ello, comienzan a ponerse nerviosas y a sentirse incómodas ante la sola idea de encaminarse al aeropuerto.
  • 27. Muchas fobias pueden originarse de esta manera, es decir, como resultado directo de las interpretaciones y deducciones que hace el hemisferio izquierdo a partir de las circunstancias y de los sentimientos que experimentamos. Sin embargo, la gente que las padece no está condenada a seguir siendo siempre esclava de sus miedos. Como veremos en el capítulo siguiente, muchas formas de psicoterapia y psicología conductista han ayudado a la gente a cambiar sus pautas de funcionamiento cerebral de modo tal que las fobias empiezan a atenuarse y hasta llegan a desaparecer. He comprobado que una forma de tratar con éxito las fobias consiste en hacer que el individuo practique regularmente la Relajación durante varias semanas e incluso meses. Cuando este hábito ha llegado a arraigarse es mucho más fácil corregir las falsas interpretaciones que son parte de la situación que genera el miedo y enfrentar los problemas de la forma más constructiva. En otras palabras, el cerebro es realmente capaz de adaptarse para superar muchas de estas trabas emocionales que nos limitan. Ahora bien en términos físico, ¿cómo sucede esto? CÓMO SE PRODUCE LA TRANSFORMACION MENTAL Dicho brevemente, es probable que la consecución de un rendimiento máximo de la mente funcione más o menos así: cuando cambiamos nuestras pautas o modelos de pensamiento y de acción, las células cerebrales comienzan a establecer conexiones adicionales, a hacer “instalaciones” nuevas. Estas nuevas conexiones se comunican de maneras nuevas con otras células, y entonces las “instalaciones” o vías nerviosas que mantenían vivo el hábito negativo o la fobia son reemplazadas o alteradas. Otro ejemplo, si usted decide que quiere aprender a jugar al tenis, puede tomar lecciones y pasarse las horas en las pistas, practicando las jugadas y puliendo su capacidad física. Durante este proceso, las células cerebrales que controlan este tipo particular de habilidad establecen conexiones nuevas que le permiten a usted jugar mejor de cómo jugaba cuando empezó. Lo mismo pasa con el proceso de pensamiento. Si usted no hace ningún esfuerzo por cambiar de manera de pensar o de cultivar habilidades o disciplinas nuevas, las células cerebrales no llegarán jamás a establecer las conexiones o pautas nuevas que para ello se requiere. De modo similar, si no se esfuerza por mantenerlas, esas nuevas pautas de pensamiento y habilidades físicas irán disminuyendo. Por lo que al cerebro se refiere, es cuestión de “o lo usas o lo pierdes”. Lo que ayuda y, a la vez fundamenta este proceso de cambio en el cerebro es el hecho básico de que se trata de un órgano maleable y adaptable. El sistema nervioso que incluye nuestros poderes mentales, no es inmutable. No es algo imposible de cambiar,
  • 28. con hábitos, modelos de pensamiento y habilidades fijados de una vez para siempre. Por ende, no hay absolutamente ninguna razón por la cual usted no pueda hacer progresos considerables con todos los programas de autoayuda que le resultaban tan difíciles. Realmente, usted puede alcanzar muchas de las mejoras que usted siempre había querido lograr en su salud, en su espiritualidad y en las demás dimensiones de su vida. Una de las claves de este cambio es aprender a eliminar la nociva dictadura del cerebro izquierdo y a armonizar mejor los dos hemisferios cerebrales. El mecanismo básico que favorece estos procesos de cambio es la Relajación, es la puerta fisiológica que le abrirá el camino para cambiar sus pautas de pensamiento y su vida. De diversas maneras, la Relajación prepara el camino para esos benéficos cambios cerebrales. Ante todo las mediciones que hemos efectuado en personas que están practicando la Relajación demuestran que este fenómeno excluye los aspectos que crean confusión, estrés o angustia de lo que se llama comúnmente la “reacción de ataque-o-fuga”. Al activarse esta reacción, es decir, cuando uno está exaltado, angustiado o enojado ante un reto o una situación difícil, el cuerpo segrega ciertas hormonas llamadas catecolaminas, que lo “aceleran”, preparándolo para enfrentar en forma rápida y decidida la amenaza percibida. Para el hombre primitivo, cuando el peligro de encontrarse cara a cara con un animal salvaje, era cosa de todos los días este tipo de respuesta era muy útil. En nuestra época, sin embargo, la reacción de ataque-o-fuga tiende a ponernos más nerviosos e incómodos, e incluso a ser dañina. ¿Por qué? Como ya no utilizamos los recursos físicos, la huída o la pelea, que originariamente permitirían gastar las energías provenientes de los cambios hormonales que se producen en el cuerpo en estas situaciones, nos sentimos tensos e incómodos, y nuestra capacidad de lograr un cambio útil en nuestra vida disminuye o desaparece por completo. Tal como cabía esperar, la reacción de ataque-o-fuga tiende a dispararse por obra de las conclusiones poderosas y casi automáticas, a que llega el lado izquierdo del cerebro, por ejemplo, “es un tigre…hay que huir” o “es un enemigo… hay que luchar”. Pero la Relajación puede ayudarnos a superar estas reacciones tan arraigadas y que ahora, con frecuencia, son inadecuadas y puede desconectar o impedir este tipo de reacción desproporcionada a las circunstancias. La Relajación no altera en forma significativa la excitación requerida cuando se presenta un verdadero peligro o una situación apremiante. En una verdadera crisis, el riesgo real de las circunstancias anula los efectos de la Relajación, probablemente porque lo que está en juego es la supervivencia. Además la Relajación también estimula una importante actividad cerebral que intensifica la comunicación entre los dos hemisferios del cerebro. Se ha confirmado, mediante estudios científicos, que durante el proceso de la Relajación los dos lados del cerebro comienzan a interactuar más, como lo evidencia la similitud de las pautas de ondas cerebrales que se observan simultáneamente en el hemisferio izquierdo y en el
  • 29. derecho. En los electroencefalogramas de individuos que estaban entregados a la práctica de la Relajación, los investigadores han descubierto que en esos momentos hay, entre ambos lados del cerebro, una mayor coherencia de las frecuencias de ondas cerebrales alfa y theta. Lo más importante de todo esto es que este estado mental prepara la escena para cambios significativos. Entre otras cosas, parece que fuera más fácil pensar en forma creativa cuando el cerebro está funcionando con mayor sincronización entre sus dos mitades. Entonces, uno puede examinar y usar con más facilidad la información que aportan tanto el lado izquierdo como el derecho del cerebro, sin la interferencia de pensamientos ajenos que en otras circunstancias podrían estorbar. Es decir, que cuando uno se encuentra en este estado de comunicación intensa entre ambos hemisferios, es más fácil procesar la información y considerar las situaciones de manera nueva e innovadora. Dicho de otra manera, se produce entonces una “receptividad” o “plasticidad” cognoscitiva en la cual cambia efectivamente su manera de ver el mundo. Esta plasticidad se utiliza en el proceso de la hipnosis. Nuestras investigaciones han demostrado que para pasar a lo que se llama el estado hipnótico, lo que primero que se provoca es la Relajación. Después el hipnotizador puede sugerir diversas acciones al individuo a quién está hipnotizado. Entre las sugerencias puede incluirse la de recordar acontecimientos aparentemente olvidados o la de realizar ciertos movimientos, como puede ser la levitación de un brazo. Es un hecho interesante el que muchas personas que han logrado la Relajación – y experimentado una mejor comunicación entre los dos lados del cerebro- expresan la experiencia como una especie de “totalidad”. Se valen de expresiones como “sin limitaciones”, “correlación infinita”, “bienestar” y “más despiertos”. Además quienes se encuentran en ese estado tienden a percibir con mucha mayor intensidad la riqueza de detalles en el medio donde se hallan. Con frecuencia, la gente dice que es un estado indescriptible, que está más allá de las palabras y del lenguaje y que sólo es posible sentirlo, no describirlo. En su forma más intensa, este tipo de experiencia es lo que se conoce como una “experiencia cumbre”, y para el caso es lo mismo que se esté hablando de una revelación espiritual, de un logro deportivo de un importante progreso intelectual. El profesor Stanley R. Dean, profesor de psiquiatría en las Universidades de Miami y Florida, caracteriza a este tipo de experiencia cumbre como algo que produce una transmutación suprahumana de la conciencia, que se resiste a la descripción. Definitivamente embriagada, la mente es literalmente presa del vértigo de sí misma a tientas, penosamente, busca palabras que tengan la grandeza y la exaltación suficientes para expresar la visión trascendental. Pero hasta ahora no hemos encontrado las palabras adecuadas.
  • 30. Dean cita luego un pasaje de uno de los Cuatro cuartetos, de T. S. Elliot, aun cuando el poeta lo usa en otro contexto: Las palabras se cansan, Restallan y a veces se rompen bajo la carga, Resbalan, vacilan, perecen bajo la tensión, Se desmoronan con la impresión, No quieren mantenerse en su lugar, No quieren estarse quietas. Por supuesto que nadie tiene experiencias cumbres en forma constante. De hecho, muchas personas no llegan a las cimas mentales o espirituales que otras pueden alcanzar. Pero no importa a dónde pueda llegar usted; es incuestionable que será más capaz de mejorar su vida con sólo que pueda aprender a aumentar la coherencia entre los lados izquierdo y derecho del cerebro, mediante el buen uso de la Relajación. EL FACTOR FE Otro factor importante que le permite a uno cambiar su cerebro y su vida, y al que ya he aludido antes brevemente, es la intensidad del sistema personal de creencias. El cerebro reacciona y cambia cuando en la vida cobran importancia una convicción y una fe personal profundas. Nuestras creencias y convicciones son parte de nuestros pensamientos y, por ende, parte de nuestro cerebro. Cuando pensamos o actuamos por una convicción profunda, estamos recurriendo a una “instalación cerebral” ya existente. Por lo tanto, sentimos que lo que estamos haciendo es auténtico y correcto, nos sentimos cómodos cuando operamos apoyándonos en los cimientos de convicciones profundamente arraigadas. En estas circunstancias, las nuevas pautas de pensamiento y de acción se pueden adquirir mucho más pronto. Las “vías” ya están, por decirlo así “engrasadas”, y las nuevas pautas se instalan con más facilidad. De esa manera, los neurotransmisores pueden transmitir más fácilmente los mensajes, lo que a su vez simplifica el desarrollo de los nuevos procesos de pensamiento y de las disciplinas y habilidades nuevas. Si bien son muchos los factores que contribuyen al desarrollo de esas nuevas vías, surcos y configuraciones de la “instalación” en el cerebro, la creencia sigue siendo a menudo la fuerza impulsadora primaria. Lo que en las investigaciones médicas se conoce como “efecto placebo” es un buen ejemplo del poder de las creencias en las interacciones mente-cuerpo.
  • 31. Este fenómeno que describí tanto en El efecto mente/cuerpo como en La Relajación, tiene tres componentes esenciales: las creencias y expectativas del enfermo, las creencias y expectativas del médico, profesional sanitario o sanador, y las creencias y expectativas inherentes a la relación del profesional sanitario con el enfermo, o del sanador con el enfermo. Para descubrir tal poder de las creencias del paciente, los investigadores estudiaron a un grupo de mujeres que sufría de náuseas y vómitos durante el embarazo. Para empezar se les pidió que se traguen uno pequeños globos intra-gástricos, que medían las contracciones del estómago. Estos detectaron las ondas características de la náusea y del vómito. Después se les administró una sustancia que, según se les dijo, les curaría ambos síntomas, pero en realidad lo que se les dio era jarabe de ipecuana, un fármaco que se usa con frecuencia para provocar el vómito. ¿Los resultados? En este caso la creencia triunfó sobre las fuerzas físicas y la medicina. Como las pacientes creían que estaban tomando una medicación contra las náuseas, a muchas de ellas les desaparecieron las náuseas y los vómitos; además, según las mediciones del globo, también las contracciones del estómago se normalizaron. Aquí tenemos una situación en que la fe en una sustancia llegó a invertir, en los hechos, la acción fisiológica del fármaco. La “instalación” del cerebro demostró ser más poderosa que la droga. Un ejemplo afín, pero más negativo, del poder de las creencias sobre el cerebro se refiere a un tipo de muerte súbita, que es el que se da entre las víctimas de diversos delitos. Hay veces en que el miedo agudo, o incluso el terror inducido por la creencia llega a liberar en el torrente sanguíneo cantidades muy grandes de noradrenalina, hormona relacionada con el estrés y que puede tener efectos físicos devastadores. La liberación excesiva de esta sustancia puede desencadenar una serie de pasos bioquímicos que provocan terminan enormes cambios en el músculos cardíaco, y causando la muerte. Un estudio científico demostró que, de acuerdo con las respectivas autopsias, de quince sujetos que murieron a causa de agresión física, once no tenían ninguna lesión interna. Lo que habían sufrido era un fenómeno conocido como degeneración miofibrilar, un tipo de lesión del músculo cardíaco. Este podría ser el mismo proceso, por el cual en algunas sociedades primitivas, ocurren las muertes por vudú. Cuando un poderoso médico-brujo sanciona con una maldición a un individuo, es frecuente que éste muere poco después. Lo que lo mata más que ninguna otra cosa, es su convicción de que va a morir. De modo similar, el hecho de que haya personas de que mueren durante una agresión es resultado de su miedo al daño que puede provocarles el asalto, más que del asalto mismo. Otros estudios han demostrado que la creencia del médico o del sanador también es sumamente importante. A un grupo de médicos que trabajaban para una compañía le dieron el mismo tranquilizante, pero con dos marcas distintas, de las cuales sólo una era de su compañía, pidiéndoles que efectuarán pruebas con ambas.
  • 32. Los resultados demostraron que la sustancia que llevaba el rótulo de la propia compañía fue más eficaz que la otra marca, por más que entre las dos no hubiera otra diferencia que la del nombre. En pocas palabras, que la fe de los médicos en su propio producto representaba, al parecer, una diferencia en la forma en que éste actuaba sobre los pacientes. Un ejemplo del tercer elemento en el efecto placebo –el poder de la relación médico- enfermo- se encuentra en un estudio que se llevó a cabo en el Hospital General de Massachusetts con dos grupos similares de enfermos a quienes se estaba preparando para cirugía, y que recibieron un trato diferente del anestesista. A uno de los grupos se les dieron explicaciones rápidas y someras. Con el otro grupo, el mismo anestesista se condujo de manera mucho más cálida y afectuosa. Se sentó en la cama para explicar detalladamente en que consistía la operación, explicándoles el tipo e intensidad de dolor que cabía esperar, y les dio, en general, mucho más apoyo. Estableció sólidamente la relación médico-paciente, y como resultado, los pacientes llegaron a tener confianza y fe positiva en su médico. Después todos los pacientes fueron sometidos a los procedimientos quirúrgicos y post-quirúrgicos del caso. A todos se les permitió recibir tantos analgésicos como pidieron. Durante esta fase, estuvieron al cuidado de personal del equipo hospitalario que no sabía a qué grupo pertenecían los pacientes, o incluso que no tenían conocimiento de que se estuviera haciendo un estudio. Terminado éste, los investigadores comprobaron que los pacientes que habían recibido un trato cálido y afectuoso pidieron la mitad de los analgésicos que el otro grupo. Además, los que habían tenido una relación médico-paciente positiva fueron dados de alta, como promedio, dos y medio antes que los del otro grupo. En cada una de estas situaciones, es evidente el poder de las creencias sobre la curación. La mente comienza a funcionar independientemente de la medicación y de otros factores, y cobra efectivamente una vida propia que influye sobre las reacciones corporales. En pocas palabras, que las creencias son capaces de influir sobre la mente, y de transformarla con resultados espectaculares. ¿CUALES SON LOS LIMITES DEL CAMBIO? ¿Cuáles son en última instancia, los límites a nuestro intento de cambiar nuestras pautas de pensamiento y nuestra vida? Es un hecho que el individuo puede cambiar muchísimo, pero si a los cuarenta años alguien quiere hacerse músico, lo más probable es que no pueda convertirse en un
  • 33. moderno Beethoven o Mozart. Si usted quiere aprender a jugar al tenis, probablemente no podrá competir con Ivan Lendl o una Martina Navratilova. Algunas habilidades hay que empezar a cultivarlas desde temprana edad si uno quiere alcanzar el máximo de sus potencialidades. E incluso si realmente se empieza temprano, hay limitaciones genéticas a lo que puede lograr cada uno. Yo Mozart Antes Después Antes Después Algo Mucho CAPACIDAD MUSICAL Para entender cuáles son los límites genéticos que pueden condicionar los cambios cerebrales, es útil imaginarse una línea horizontal por cada aspecto del comportamiento o del pensamiento que a uno le interese transformar. Supongamos, por ejemplo, que usted quiera cultivar su capacidad musical aunque tiene ya una edad mediana. Al lado izquierdo de la línea puede escribir las palabras “Yo-Antes”, para indicar en qué nivel está su capacidad antes de empezar a adquirir esa habilidad nueva. Al lado derecho de la línea podría escribir “Mozart”. Y luego en algún lugar intermedio, puede anotar “Yo-después de cinco años de trabajar y estudiar mucho”. Dicho de otra manera: decididamente, usted tiene la potencialidad de mejorar su capacidad natural con cierto esfuerzo y disciplina. Pero por más que se esfuerce a esta altura de su vida, es probable que jamás se aproxime, en esa línea, a los logros de Mozart, que para empezar, nació con dones excepcionales. Por otra parte está la esperanza de que, si pone usted en la disposición anímica adecuada y confía en el Principio de la Maxi-Mente, reforzará sus probabilidades de alcanzar grandes logros, independientemente de su edad y de sus capacidades innatas. Uno de los problemas más enigmáticos y misteriosos con que se enfrentan los investigadores de la función cerebral es la distinción entre la mente y el cerebro. ¿Son los dos la misma cosa? ¿O la mente está hecha características que van más allá de la estructura física del cerebro? A lo largo de años, este punto ha sido sumamente discutido. Hay quienes sostienen que la mente es la suma total de las capacidades físicas del cerebro: nada más
  • 34. ni nada menos. Pero sir John Eccles, Premio Nóbel de Medicina en 1963, ha rechazado esta visión mecanicista de los procesos pensantes del hombre. Eccles no cree que el poder la mente se apoye exclusivamente en las células nerviosas, las dendritas, las sinapsis y los neurotransmisores, sino que más bien sostiene: “Creo que hay un misterio fundamental en mi existencia, que trasciende cualquier explicación biológica del desarrollo de mi cuerpo (que incluye mi cerebro) con su herencia genética y su origen evolutivo”. Y sigue argumentando: “Si digo que la peculiaridad del ser humano no se deriva del código genético ni de la experiencia, entonces, ¿de qué se deriva? Mi respuesta es la siguiente: de una creación divina. Cada ser humano es una creación divina”. En la misma vena expresó William Penfield, el famoso neurocirujano canadiense, en su libro The Mistery of Mind (el misterio de la mente), que probablemente el funcionamiento de la mente será siempre imposible de explicar basándose únicamente en las acciones químicas o eléctricas en el cerebro y en el sistema nervioso. “La mente es independiente del cerebro- declaró- El cerebro es un ordenador, pero está programado por algo que es externo a él, la mente”. Roger Perry, el ganador del Premio Nóbel a quién se debe buena parte de las investigaciones sobre el split brain, no va tan lejos como Eccles ni como Penfield, pero llega a la conclusión de que la mente “es el logro que corona unos quinientos millones de años –o más- de evolución”. Sugiere también que la mente es más que la suma de los mecanismos y componentes físicos del cerebro. En otras palabras, así como el oxígeno y el hidrógeno se combinan para producir agua, que es totalmente diferente de sus componentes, también las partes del cerebro se combinan para producir una mente que trasciende sus cimientos puramente moleculares. Cabe preguntarse si es posible definir la “mente”. En términos científicos, simplemente no podemos ser definitivos. Con seguridad, la mente reside en gran parte en el cerebro; en muchos sentidos parece, también, que trasciende los componentes individuales del cerebro. Los grupos religiosos han reconocido desde hace tiempo esta característica trascendente de nuestra conciencia, y por eso usan expresiones como “el espíritu humano” u otras formas de lenguaje metafísico. Entre la institución religiosa y este fenómeno de la mente existe un vínculo, que da la impresión de trascender de algún modo lo físico, y en este sentido me parece interesante observar que la forma más frecuente y más efectiva de alcanzar la Relajación, con todos sus beneficios psicológicos, ha sido mediante diversas formas de plegaria.
  • 35. Está claro que hemos alcanzado ya algunas fronteras del pensamiento y del entendimiento científico. Aunque sea mucho lo que no sabemos y quizá nunca sepamos, en lo referente al funcionamiento del cerebro y de la mente, creo que tenemos justificación suficiente para reconocer –e intentar utilizarlo- el fenómeno que he denominado el Principio de la Maxi-Mente, es decir, la capacidad de los seres humanos para abrirnos paso a través de hábitos y formas de pensamiento arraigados, y transformar nuestra vida. Los rasgos fundamentales de este principio, tal como lo hemos visto incluyen: -La capacidad para superar la “dictadura” del lado izquierdo del cerebro y para aumentar la comunicación y la coherencia entre los hemisferios izquierdo y derecho. -La plasticidad del cerebro, o su capacidad de ser moldeado y configurado mediante la transformación de las células y la instalación de vías nuevas; -El papel central de las creencias en el desencadenamiento de cambios importantes en el cerebro y en la mente; y -El papel de eje que desempeña la Relajación para ayudar a abrir la puerta a transformaciones capaces de cambiarnos la vida. Ahora, teniendo bien presentes estos puntos básicos consideremos algunas formas prácticas en que usted puede usar el Principio de la Maxi-Mente para cambiar su vida.
  • 37. 4 El sistema de autoayuda fundamental Vivimos en lo que se podría llamar una sociedad basada en la autoayuda: somos muchos los que nos centramos principalmente en ciertos problemas personales que tenemos, y estamos constantemente buscando manera de solucionarlos. Nos fascinan las técnicas y los programas prácticos muchos de los cuales se nos ofrecen en diversos libros y revistas de gran difusión popular, en forma de guías que nos proporcionan orientaciones o principios. La verdad es que los libros de autoayuda son tantos que ya necesitan una sección especial en las librerías. En el fondo, esta insistencia en el intento de mejorar no tiene nada de malo. A decir verdad, si fuéramos más los que nos preocupásemos por eliminar nuestros defectos y malos hábitos, y por cultivar disciplinas nuevas y constructivas, este mundo sería sin duda mejor. Pero, ¿por qué es tan frecuente que los programas de auto mejoramiento se frustren? Quizá la respuesta resida en por lo menos dos problemas importantes que suelen plantearse con cualquier programa de autoayuda. Por una parte, puede que nos falte disciplina para perseverar en el régimen de autoayuda hasta experimentar realmente algún cambio en nuestra vida. Y por otra, los esfuerzos por transformar la vida que se descontrolan y convierten en obsesiones pueden hacer más mal que bien. La verdad es que, como veremos en otro capítulo, abrirse a cambios significativos mediante un programa de meditación no supervisado puede ser realmente peligroso. ALGUNAS REGLAS ELEMENTALES PARA LA AUTOSUPERACION Para iniciar un método seguro y eficaz de auto superación, me permitiré sugerirle que siga tres reglas básicas que harán rendir al máximo sus esfuerzos, ayudándole a incorporar su vida el Principio de la Maxi-Mente. Regla n° 1: No intente reemplazar un sistema básico de creencias por el programa de autoayuda Puede haber problemas con el seguimiento de programas de autoayuda si éstos no son más que sustitutos de una búsqueda auténtica de un significado más profundo de la vida. Muchas veces la gente se embarca en un programa de mejoramiento personal en un esfuerzo consciente o inconsciente, de encontrar una visión de mundo amplia y
  • 38. gratificante. El intento puede ocultar incluso un deseo de burlar a la muerte y alcanzar la inmortalidad. Una persona que comienza queriendo ponerse en buenas condiciones físicas puede terminar convirtiéndose en un adicto de la cultura física que dedica todas sus horas de vigilia al ejercicio y la dieta, además de lecturas múltiples sobre el tema. He conocido personas –y usted también, estoy seguro- que han llegado a estar tan obsesionados con la forma física que descuidan otras preocupaciones y responsabilidades importantes, sus compromisos familiares pongamos por caso. Algunos maratonistas, por ejemplo, terminan creando una situación familiar crónica de auténtica “viudez”, en que el cónyuge se queda solo en casa mientras el obsesivo se entrena o participa en carreras. Cuando un régimen de autoayuda se descontrola de esta manera, los resultados pueden ser tremendos. Sé de un caso en que un profesional, a quién llamaremos Guillermo, se obsesionó a tal punto con la idea de mejorar sus tiempos de maratonista que al final de cada día se pasaba dos horas o más entrenándose. Guillermo estaba casado, y tenía tres hijos, pero comprobó que no tenía tiempo suficiente para dedicarle a su familia… por lo menos, si quería seguir con aquel programa de ejercitación. Si usted no es corredor ni atleta aficionado, tal vez se pregunte con asombro en qué demonios está pensando un individuo así, para olvidarse de su familia y pasarse todo el tiempo corriendo por las aceras. Pero si alguna vez ha probado a hacer distancia, es probable que entienda un poco dónde está el atractivo. En parte, el interés de este tipo de deportes reside en que inducen la Relajación. A medida que los pies del corredor de fondo golpean rítmicamente el pavimento, se producen los efectos fisiológicos de la Relajación, y la mente se abre más al cambio. Un estado así puede ser un fenómeno muy apacible y placentero. Por eso los corredores en buenas condiciones, después de haber estado corriendo durante quince o veinte minutos, suelen sentir podrían seguir eternamente. De hecho, muchos relatan una vivencia a la que se ha llegado a llamar el “cielo de corredor”. Al parecer, a Guillermo, nuestro maratonista, las sensaciones placenteras y la apertura mental que le daba acceso a niveles superiores del condicionamiento físico le dieron la experiencia de un cambio de vida. Guillermo no se había interesado para nada por el atletismo cuando era más joven, y siempre se sentía incómodo junto a sus compañeros de tendencia más deportiva. Muchas veces había querido mejorar su forma física, e iniciarse en ese tipo de actividades, pero al parecer nunca tuvo la motivación ni la capacidad atlética natural que se necesitan para embarcarse con éxito en un programa de entrenamiento. Sin embargo, cuando descubrió el maratón había encontrado por fin “lo suyo”. Tras haber dedicado unas cuantas semanas a alcanzar un nivel básico de condicionamiento, descubrió que realmente quería continuar con el programa. Dicho de
  • 39. otra manera, después de haber dado el primer paso hacia un cambio de vida, la regular experiencia de la Relajación en el acto repetitivo de correr distancia, lo había abierto a nuevos cambios. Casi antes de darse cuenta de lo que sucedía, toda su vida se había transformado. Había reordenado sus prioridades y la distribución de su tiempo de manera de poder dedicar dos horas diarias o más a correr. Además, con frecuencia dedicaba todo el fin de semana a viajar fuera de la ciudad, para poder participar en competiciones. De hecho su afición se convirtió en su vida. Todo lo demás pasó a un segundo plano, incluso su matrimonio y su familia. En el caso de Guillermo, su mujer terminó por divorciarse. Al principio él se quedó muy afectado y sin poder entender lo que pasaba. Al volver a reflexionar sobre la situación, recordó que su mujer y sus hijos se habían quejado y le habían pedido que dedicase menos tiempo a correr y más a estar con ellos. Pero él, sin saber por qué, había supuesto que en realidad no estaban tan afectados como a veces parecían. Además, estaba tan fascinado por el cambio que se iba produciendo en su cuerpo y en su vida que sentía que no podía interrumpir lo que, en realidad era un comportamiento destructivo. Es evidente que Guillermo se había zambullido en su programa de autoayuda sin tener en cuenta todas las consecuencias. No había llegado a evaluar la forma en que su condicionamiento físico y sus compromisos como maratonista debían adecuarse a todos los aspectos de su vida. Aunque no tuviera una fe religiosa determinada. Guillermo defendía la importancia de ciertos valores familiares. Al volver a pensar en su matrimonio deshecho, reconoció que si tuviera que volver a hacerlo todo nuevo intentaría más bien promover una vida familiar feliz y estable que sus aspiraciones atléticas de hombre maduro. Era indudable que la actividad de corredor de fondo era sumamente importante para él: le había dado un sentimiento nuevo de su propio valor, y había reforzado su confianza personal. Pero dejó que su afición se le escapará de las manos y siguió adelante con un programa de auto mejoramiento demasiado exigente, que le dejaba muy poco tiempo y energías para el resto de sus compromisos importantes. Guillermo esperó demasiado tiempo sin hacer ningún intento de salvar su vida familiar. Usted puede aprender de los errores de él. Es cuestión de empezar por decidir cuáles son sus creencias básicas en la vida. Después, hay que hacer que cualquier esfuerzo de autoayuda se conforme a esas creencias. Si su programa de auto superación se convierte en la única razón y objeto de su vida, en la fuente de su forma de entender la existencia, bien puede encontrarse con que su vida cambia, pero para empeorar. Pero si el programa de autoayuda se integra adecuadamente en un sistema de creencias más amplio, es probable que encuentre usted que su vida se vuelve mucho más gratificante. Regla n° 2: Confíe en un guía mental máximo
  • 40. En mis escritos anteriores he insistido en la importancia, para los que creen en Dios, de practicar la Relajación en el contexto de una fe y una tradición religiosa probadas y verdaderas. Creo que cuando una persona así se introduce en programas cuyo objeto es transformar la vida y llevar al máximo las potencialidades de la mente, se hace más importante que nunca que se apoye en la religión tradicional. En particular, es importante que una persona de inclinación religiosa, no sólo confíe, en general, en una fe religiosa establecida, sino también en un guía espiritual específico perteneciente a esa fe. Para quien no sea especialmente religioso, es conveniente que encuentre lo que yo llamaría un “guía mental máximo”, es decir, una persona madura que pueda ayudarle a mantener en perspectiva su sistema de valores básicos mientras comienza a cambiar por mediación del poderoso Principio de la Maxi- Mente. ¿Quién debe ser, exactamente, su guía espiritual o mental máximo? Si su programa se relaciona con la corrección de un problema de salud, es aconsejable que cuente con la ayuda de un profesional médico cualificado, comprensivo y de confianza. Si lo que desea es poner mayor énfasis en la espiritualidad, en todas las religiones importantes hay quienes han llegado lo suficientemente lejos en crecimiento y en técnicas espirituales como para que puedan aconsejar y guiar a los recién llegados. El guía en este caso puede ser un pastor o un sacerdote, según de qué religión se trate. La persona elegida no debe ser un mero miembro nominal de esa tradición religiosa, sino alguien realmente experimentado y versado en las sutilezas espirituales de ese preciso sistema de creencias. Un guía espiritual o mental máximo llega a tener especial importancia cuando uno dedica más tiempo y energía a programas de auto superación potencialmente eficaces, de los cuales espera obtener cambios en su vida. Entonces necesita alguien que le ayude a ver si sus intentos de auto transformarse se adecuan a su sistema fundamental de valores. Por ejemplo, ¿no está yendo demasiado lejos, como el maratonista de quien hablamos antes? O tal vez no vaya lo bastante lejos. Su programa de auto superación, ¿favorece otros aspectos de su vida o está privándolo de relaciones y actividades importantes? ¿Cuál es el objetivo final del programa? Si no responde usted adecuadamente a esta última pregunta, puede encontrarse con que ha dedicado menos, e incluso años a marchar en una dirección que, de hecho, es improductiva. Una mujer que trataba de decidir su cultivar su habilidad para jugar al bridge o consagrar su tiempo libre a ayudar a los necesitados, optó por dedicarse al juego, que por cierto le daba mucho placer, y llegó a hacer bastante buen papel en varios torneos.
  • 41. Pero después de tres años de ese tipo de actividad, al recapacitar sobre su vida, comprendió con tristeza que en efecto había cambiado de orientación y cultivado sus capacidades, pero en dirección equivocada. Dado su personal sistema de valores, se habría sentido finalmente mucho más satisfecha de haber dado prioridad al objetivo de ayudar a sus semejantes. Un guía espiritual o mental máximo podría haberle ayudado desde el principio a tomar una decisión adecuada. Sin embargo, no es necesario que el guía adecuado sea un gurú omnisciente ni un mandamás que planifique todo detalladamente para que uno lo haga sin chistar. Los guías más útiles son los que hacen preguntas señalando aspectos que uno puede haber pasado por alto. Y cuando mejor funcionan es cuando insisten en volver a considerar valores que quizá uno haya descuidado temporalmente. Regla n° 3: Comience cualquier intento de cambiar su vida con una actitud positiva Con la mayor parte de las personas, el problema principal no está tanto en el programa de autoayuda que se descontrola como en la total incapacidad de ponerse en marcha. Parecería que la mayor parte de nosotros no tuviéramos ni siquiera la disciplina necesaria para iniciar un programa de autoayuda. Decimos que queremos aprender tal o cuál lengua extranjera, adquirir habilidad con la guitarra, perder diez kilos, ponernos físicamente en forma e intensificar nuestra vida espiritual. Pero después de una serie de intentos frustrados, terminamos por renunciar al intento. Decidimos que lo que pasa es que no tenemos la fortaleza interior necesaria para “ponernos en marcha”, y cambiar nuestra vida. Debido a las experiencias de fracaso anteriores, es probable que lleguemos a tener actitudes negativas hacia nosotros mismos y hacia nuestra capacidad de cambiar. Nos convencemos de que la incapacidad de hacer algo no es más que un “reflejo de nuestro modo de ser” y dejamos de intentarlo. En realidad, puede que el cambio aún sea posible: sólo se trata de encontrar primero la puerta por donde puede entrar esa benéfica mejora, y después, simplemente, de aprender a abrirla. Para la mayoría de las personas, el primer paso para iniciar con éxito un programa de autoayuda es liberarse de las dudas y sentimientos negativos hacia sí mismas y hacia sus capacidades. Aunque haya fracasado muchas veces, todavía hay una posibilidad de que pueda triunfar. Es, primera y principalmente, cuestión de creer que el progreso y la evolución son posibles. A esta actitud de “puedo hacerlo” se le suele denominar “pensamiento positivo”. Lamentablemente, la popularización misma de estos conceptos en los escritos de Norman Vincent Peale y de otros autores los ha hecho tan familiares que es probable que estemos demasiado prontos a desdeñarlos, o quizá que creamos entenderlos mejor de lo que en realidad los entendemos.
  • 42. En los años cincuenta, cuando apareció el libro de Peale, El poder del pensamiento tenaz, en su edición original su impacto fue inmediato y espectacular. Pese a la aparente novedad de las ideas, el evangelio del optimismo que se predica en este volumen contaba con amplios precedentes. Peale era el continuador de una tradición cuyas raíces en Norteamérica desde el trascendentalismo de Ralph Waldo Emerson, hasta el movimiento del nuevo pensamiento, desde mediados del siglo XIX, y también a una filosofía cristiana de la vida de tendencia optimista. Millones de personas respondieron a los libros y a los sermones de Peale porque sabían, quizás en forma instintiva, que su autor había expresado un concepto que era fundamental para alcanzar el éxito, satisfacción y felicidad en la vida. El reverendo Robert H. Schuller, con su concepto de pensamiento “de la posibilidad”, y otros autores y oradores posteriores han continuado enfatizando los puntos principales popularizados por Peale. EL PENSAMIENTO POSITIVO Y LA PIEDRA ANGULAR DE LA AUTOSUPERACION En muchos sentidos, la actitud del pensamiento positivo es condición sine qua non del éxito de cualquier esfuerzo de auto superación. En otras palabras, que debe usted creer que puede alcanzar un objetivo mediante la autoayuda, antes de pretender lograrlo. ¿A qué se debe esto? Hay varias razones por las cuales los pensadores positivos se imponen a los negativos. Para empezar, si usted cree que es capaz de hacer algo, es más probable que lo intente y que siga intentándolo hasta ver que realmente le es posible alcanzar el objetivo. Claro que a veces puede equivocarse. Puede ser que intente varias cosas y fracase. Pero al menos existe la posibilidad de que sea capaz de lograr algo que valga la pena. A la inversa, si cree que no puede hacer algo, lo más probable es que ni siquiera lo intente, o que haga el intento con tan poca convicción que lo abandone a la primera señal de dificultades. Además, una persona que piensa positivamente tiende a estar más alerta a las oportunidades. Si usted piensa negativamente, será frecuente que se le pase por alto las posibilidades sutiles de diferentes situaciones. Es probable que se dé frente a frente con una oportunidad que podría cambiar su vida y que no sea capaz de verla porque tiene la vista efectivamente obstruida por sus anteojeras negativas. Respecto a esto, recuerdo a un sabio perteneciente al movimiento evangélico norteamericano, que tenía grandes dificultades para encontrar el momento de la oración. Por la mañana era incapaz de levantarse lo bastante temprano como para dedicar a sus
  • 43. devociones todo el tiempo que, a su parecer, necesitaban. Durante la mayor parte del día estaba demasiado ocupado con su trabajo y sus responsabilidades docentes, y por la noche dedicaba la mayor parte de su tiempo a su familia. Es decir, que todas las vías que le habrían permitido practicar esa forma particular de disciplina espiritual parecían estar bloqueadas. Pero el hombre era un pensador optimista y estaba decidido a hacer algo con su necesidad de oración. Sabía que sin la plegaria no podría alcanzar los niveles de crecimiento espiritual que deseaba, de modo que continuó buscando. Finalmente, advirtió que por la noche, entre las nueve y media y las diez y media, había una pausa en las actividades de su familia. Sus hijos dormían o estaban totalmente entregados a una actividad, su mujer, generalmente, estaba también ocupada en algo suyo a esa hora. De modo que el hombre encontró que podía retirarse a su habitación y allí disfrutar de una hora, por lo menos de tranquilidad sin interrupciones para dedicarse a la oración. El principal factor que le permitió encontrar la respuesta a su problema fue una actitud de expectación positiva: no estaba dispuesto a permitir que un enfoque negativo lo cegara, no dejándole ver las posibilidades de cambio que había en su vida. CÓMO JULIA LLEGO A SER MAS OPTIMISTA ¿Cómo logra uno tener una actitud optimista, especialmente cuando pasa la mayor parte del tiempo cavilando sobre las cosas negativas que le pasan? O, para decirlo con los términos que hemos venido empleando en este libro, ¿cómo puede uno empezar a “reinstalar” sus conexiones cerebrales de modo tal que el pensamiento positivo empiece a hacerse más fácil y más automático? Una mujer de negocios llamada Julia pasó hace algunos años por una época increíblemente difícil. Se quedó sin trabajo, se divorció, perdió a su madre y a su hermano menor en un accidente de coche. Julia siempre había tenido la tendencia a ver el lado negativo de las cosas más bien que el positivo, y aquella serie de desdichas la volvió aún más pesimista. Su predisposición naturalmente negativa se combinó con esta serie de crisis personales para producir un ciclo de pensamiento negativo del cual parecía incapaz de evadirse. Mediante el uso repetitivo de pautas de pensamiento negativo, esas vías o “instalaciones” en su cerebro quedaron relativamente “fijadas” en direcciones improductivas”. El hemisferio izquierdo de su cerebro empezó a hacer un exceso de deducciones inútiles acerca de la falta de posibilidades en su vida. Julia simplemente no podía liberarse de aquella disposición de ánimo. Tal como se podía esperar, esa manera de pensar negativa, se manifestaba de diversas maneras, tanto emocionales como físicas. Julia empezó a creer que no valía