2. EL
ANTIGUO
TESTAMENTO
DE LA BIBLIA LATINOAMERICANA
INFORMATIZADO PARA
WORDPERFECT 5.2 Y 6.0
(WINDOWS)
POR
FRANCISCO GONZÁLEZ BUENO
Año 1997
3. Introducción-1
EL ANTIGUO TESTAMENTO
Para quien recorre la páginas del Libro, el Antiguo Testamento se presenta como una
sucesión de relatos que o bien se repiten o bien se continúan con mayor o menor
coherencia, y que a menudo nos sorprenden y a veces nos escandalizan. En medio de esos
relatos, algunos de los cuales parece que están más cerca de la fábula que de la realidad,
se deslizan discursos, reglas de moral, de liturgia o de vida social, reproches severos,
palabras de esperanza o gritos de ternura. Bajo ese aspecto el Antiguo Testamento
constituye uno de los más bellos textos de la literatura universal.
Pero en este libro o más bien en "estos libros", Dios está siempre presente y se lo nombra
en cada página; el Antiguo Testamento en efecto nos dice de qué manera Dios prepara a
los hombres y muy especialmente al pueblo de Israel para que reconozca y acoja en Jesús
al que lleva a cabo su misteriosa y maravillosa Alianza con los hombres. La Biblia es
inseparablemente palabra de Dios y palabra de hombre. Es por tanto imposible comenzar
a leer estos libros dejando de lado una de estas dos dimensiones. Si olvidamos que son
palabra de Dios, se corre el riesgo de reducirlos a simples documentos históricos. Si a la
inversa olvidamos que Dios se comunicó al hombre (y se comunica aún hoy día) en el
corazón mismo de su historia, transformamos esa palabra de Dios en una colección de
leyes religiosas o de máximas edificantes.
La Biblia no es un libro que nos habla de Dios, sino que es el libro en el que Dios nos
habla de él por medio de los testigos que él mismo se eligió en medio de su pueblo de
Israel. Los primeros cristianos no estaban equivocados al respecto: "En diversas ocasiones
y bajo diferentes formas, Dios habló a nuestros padres por medio de los profetas, pero en
estos días que son los últimos, nos habló a nosotros por medio del Hijo" (Heb 1,1). A través
de los diferentes libros del Antiguo Testamento vemos pues con qué paciencia Dios se
revela a su pueblo y lo prepara para el encuentro con Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre,
"Aquel en quien reside la plenitud de la Divinidad" (Col 2,9).
ANTES DE LA BIBLIA:
Durante muchos siglos la Biblia fue "el" libro del pueblo judío primero, y de la Iglesia
después. La fe no era sólo una cuestión personal. No se trataba únicamente de conocer
las leyes de Dios que nos conducen a la felicidad y a la recompensa eterna, sino que toda
la Biblia giraba en torno a una alianza de Dios con la humanidad. Había habido un punto
de partida, etapas, y habría al final una recapitulación de nuestra raza en Cristo y la
integración del mundo creado en el misterio de Dios. La Biblia era pues una historia y
quería ser la historia de la humanidad. Era no sólo el libro de las palabras de Dios sino
además una de las bases de nuestra cultura.
Pero es innegable que toda la historia bíblica fue escrita en el transcurso de unos pocos
siglos en un pequeño rincón del mundo. Aunque este lugar fuera, como lo afirmaremos más
adelante, un sector muy privilegiado, los autores bíblicos no podían ver desde su ventana
más que un pequeño trocito del espacio y del tiempo. Cuando buscaban más allá de su
historia particular, no alcanzaban más datos de los que transmitían las antiguas tradiciones.
Para ellos no cabía duda alguna que Dios lo había creado todo "al principio", es decir, si
nos atenemos a algunos datos brutos del Génesis, hacía más o menos 6.000 años.
4. Introducción-2
Posteriormente tampoco se dudó de que el mundo habitado no se extendía más allá de
Europa y del Oriente Medio, y que toda la humanidad había recibido el anuncio del
Evangelio, aunque regiones enteras, como los países "moros" hubiesen abandonado la fe.
En el siglo 13, Santo Tomás de Aquino sostenía que si por casualidad había todavía alguien
que siguiera ignorando el mensaje cristiano, como sería por ejemplo alguien que hubiera
pasado toda su vida en el fondo de un bosque, Dios no dejaría de mandarle a un ángel
para darle a conocer su palabra.
Fue sólo en el siglo 18 cuando la ciencia comenzó a hacer tambalear esas certezas. En
primer lugar, la noción de tiempo. Un primer paso fue el descubrimiento de la enormidad
de tiempo que fue necesaria para que se formara la tierra, y de innumerables especies de
animales y vegetales que desaparecieron de la tierra después de haberla habitado. Así se
pasó rápidamente de los 6.000 años tradicionales a millones y a miles de millones de años.
Una segunda etapa afectó mucho más profundamente la visión del mundo, y fue la intuición
primero, y pruebas cada vez más numerosas después, de una verdadera historia de los
seres vivientes. En un primer tiempo se esforzaron por clasificar a las especies vivientes
o extinguidas según sus semejanzas o diferencias; no fueron necesarios muchos años para
que el cuadro se transformara en un árbol genealógico: las diversas especies procedían las
unas de las otras. Se fueron diseñando troncos comunes, ramificaciones, y las formas o
articulaciones eran más o menos parecidas según si el parentesco era más o menos lejano.
Esa nueva imagen de una creación en perpetual crecer cuadraba con las intuiciones de
algunos Padres de la Iglesia; fue vista sin embargo por todo el mundo cristiano como una
peligrosa amenaza para la fe. Una de las razones para rechazarla fue la filosofía o por
decir mejor la "fe" racionalista o antirreligiosa de numerosos científicos de los dos últimos
siglos. Les bastaba con haber aclarado algunos mecanismos de las pequeñas evoluciones
para afirmar que todas las invenciones y maravillas de la naturaleza se podían explicar del
mismo modo, y aún más, para afirmar que todos los mecanismos eran productos del azar
a partir de la nada.
Por otro lado, los cristianos estaban acostumbrados a pensar en términos de verdades
inmutables, lo que ciertamente era válido para los dogmas de la fe, y les parecía que Dios
de igual modo debía haber sometido el mundo celeste y terrestre a leyes inmutables: los
astros debían contentarse con girar en círculo (como gran cosa se aceptaba una órbita
elíptica) y los seres vivos tenían que reproducirse siempre iguales. Hubo que esperar el
segundo cuarto del siglo veinte para que se superara por fin la oposición entre una ciencia
antirreligiosa en sus pretensiones, y una fe que quería ignorar los hechos.
¿A dónde queremos llegar con esto? Simplemente a que la visión de un mundo en
evolución encaja perfectamente con la concepción cristiana del tiempo y de las "edades"
de la historia. Si estudiamos las cartas de Pablo, veremos que para él toda la historia de
la humanidad es una pedagogía de Dios de la cual emerge el verdadero Adán.
Contrariamente a la imagen tan difundida de un Adán Tarzán, que, al comienzo de los
tiempos era tan bello y fuerte como se lo ve en los frescos de Miguel Angel, pero que
después habría caído de su pedestal, San Ireneo después de Pablo, veía a toda la
humanidad dirigida por la pedagogía de Dios hacia una completa realización de la raza o
de la comunidad humana.
Si uno entra en esta perspectiva no le es difícil pensar que toda la creación haya sido
hecha en el tiempo. El "big bang", si realmente lo hubo, expresa magnificamente el punto
de partida del tiempo creado, un tiempo que parte de la eternidad y vuelve a la eternidad.
Veinte mil millones de años para la expansión de millones de galaxias, cada una con sus
miles o millones de soles. Y en alguna parte, planetas. ¿Cuántos? Es un misterio. ¿Cuántos
de ellos habitados? Es más misterioso aún. Pero también allí la fe tiene sus intuiciones.
5. Introducción-3
Toda la Biblia recalca la libertad, la gratuitidad de los gestos de Dios. Un Dios que ama a
todos los hombres y que los conduce a todos hacia él, le conozcan o no, pero que además
sabe elegir a quien quiera para darle lo que no les dará a otros. Y el hecho de que Dios
haya creado millones de galaxias no le impedirá, si quiere, de escoger sólo a una de ellas;
allí pondrá, en un rincón del universo, a esa raza de "homo habilis" (hombre emprendedor)
a la que la Palabra de Dios ha elegido como su punto de aterrizaje en la creación.
No llegó pues el hombre por pura casualidad. No es un mono que, por el efecto de algunas
transmutaciones cromosómicas fortuitas, se haya despertado un día con la capacidad de
comprender; habría bastante que decir de esos juegos del azar gracias a los cuales, según
algunos dicen, una raza de monos produjo sin mayor esfuerzo algunos grandes músicos
y un buen número de niñasguapas.
Miles de generaciones fueron necesarias para que apareciera nuestra humanidad. Fueron
innumerables los eslabones, los humildes antepasados a los que tal vez Dios ya conocía
y amaba como nos ama a nosotros; pero ante ellos estaba el modelo y el fin, y ése era
Cristo.
Quisiéramos aquí recordar en pocas líneas las grandes etapas que precedieron a la
formación del pueblo de la Biblia.
LOS PRIMEROS PASOS DEL HOMBRE:
¿Cuándo y cómo apareció el hombre? Se podrá discutir sobre los términos: ¿de qué
hombre hablamos? ¿Del que partía piedras, o del que inventó el fuego, o del que enterraba
a sus muertos? Hablamos del hombre verdadero, de aquel cuyo espíritu es a imagen de
Dios, y al que Dios conoce y que puede conocer a Dios.
Nadie puede responder a esta cuestión de manera precisa. Durante largos siglos el hombre
casi no cambió la faz de la tierra. Su género de vida y las creaciones de su espíritu apenas
lo distinguían de los primates antropomorfos de los cuales salió. Familias y grupos humanos
habitaban en cavernas y cazaban en medio de los bosques.
Lentamente el hombre inventaba su lenguaje, hacía armas y herramientas. no se
interesaba solamente por lo útil y lo visible. Era un artista. En las cavernas y grutas, debajo
de la tierra donde celebraba sus ritos mágicos, pintaba en la pared, lejos de la luz del día,
los animales que deseaba cazar. Hoy todavía nos admiramos de su genio artístico.
El hombre era un "ser religioso". Enterraba a sus difuntos con ritos destinados a asegurarles
una vida feliz en otro mundo. Siendo creado a la imagen de Dios, su inteligencia pensaba
instintivamente que continuaría viviendo después de la muerte. Por primitivo que fuera, este
hombre tenía una conciencia, podía amar, y descubría algo de Dios, de acuerdo con su
capacidad. pero sus comienzos habían sido marcados profundamente por la violencia y los
instintos egoístas comunes a todos los seres vivientes: el pecado estaba en él.
LAS PRIMERAS CIVILIZACIONES:
Hace unos 10.000 años, un cambio se preparó en la humanidad. Los hombres se
agruparon en mayor número en las llanuras fértiles. En algunos siglos descubrieron la
manera de cultivar la tierra, de criar ganado, de modelar y cocer la arcilla. Se levantaron
aldeas, que se unieron para defenderse y aprovechar mejor los recursos de la tierra. La
primera civilización había nacido.
Después todo se hizo muy rápido. Sobre la tierra aparecieron cinco centros de civilización.
6. Introducción-4
Tres mil quinientos años antes de Cristo, en el sector geográfico llamado Medio Oriente,
y donde nacería el pueblo de la Biblia, se formaban dos imperios. Uno era Egipto, el otro
Caldea, país de donde saldría Abraham siglos más tarde. Caldea hizo un sistema
perfeccionado de riego, construyó con tabiques cocidos, inventó un sistema de escritura,
tuvo leyes y administración centralizada. Egipto también tenía esos adelantos: construía
templos grandiosos para sus dioses y levantaba las Pirámides para tumba de sus faraones.
También en China y en India, como veinte siglos antes de Cristo, y en Centro-América,
diez siglos antes de él, nacieron otras civilizaciones. Las de Centro-América, China e India
se desarrollaron por separado, ya que en este tiempo era muy difícil recorrer los continentes.
En cambio, en el Medio Oriente, Caldea y Egipto mantenían contactos, a veces agresivos,
pero que tarde o temprano los obligarían a ver los límites de su cultura. El camino que iba
de uno al otro país pasaba por un pequeño territorio que más tarde se llamaría la Palestina.
LA BIBLIA Y LAS RELIGIONES DE LA TIERRA:
Estos breves recuerdos bastarán para mostrar que la historia y las tradiciones bíblicas
cubren sólo un pequeñísimo sector de la historia humana, el que sin embargo es uno de
los más importantes como punto de convergencia de tres continentes. No existe tal vez
sobre el planeta otro punto que haya experimentado tantas conmociones geológicas y
humanas. Pero la mayor parte de la humanidad ha pasado al lado de esa historia y ha
tenido su propia experiencia de la vida y de Dios. Esto no hay que olvidarlo.
El pueblo de la Biblia llegó tarde al escenario de los pueblos, y por mucho tiempo estuvo
sin preocuparse por los que no habían recibido la Palabra de Dios de la cual era portador.
Y por esto mismo, Dios tampoco le dijo nada al respecto, porque cuando Dios nos habla,
lo hace en el lenguaje humano, y en nuestra propia cultura, respetando de algún modo
nuestras limitaciones y nuestras ignorancias. Pero Dios no lo había necesitado para
entregar a los hombres su palabra y su espíritu. En algunos períodos el pueblo de Dios
pensó que todo lo que venía del extranjero era malo, que se debía rechazar cualquier
sabiduría que hubiera nacido fuera de los territorios judíos o cristianos. Pero ha habido
también tiempos de curiosidad en los que la fe se enriqueció en contacto con otras culturas,
sus profetas y sus pensadores.
No debemos pues pedirle a la Biblia demasiadas respuestas sobre la manera como Dios
ha hablado en otras culturas, sobre cómo el Espíritu ha estado actuando en medio de ellas,
sobre cómo las energías que irradian de Cristo resucitado alcanzan hoy en día a todas esas
personas, y cómo se salvan por el único Salvador. La Biblia sólo nos dice que cuando Dios
llamó a Abrahán, se dio comienzo a una gran aventura, única en su género, y que llevaba
directamente al Hijo de Dios, a su Verbo, o Sabiduría, o Palabra hecho hombre.
GENESIS
Mientras más avanzamos en la vida, más nos interesamos por descubrir nuestras raíces:
¿dónde vivían nuestros antepasados? ¿cómo se conocieron nuestros padres? ¿qué inspiró
nuestras primeras decisiones? De igual modo todos los pueblos han tratado de reconstruir
su pasado. Si bien querían salvarlo del olvido, mucho más querían encontrar en el pasado
la confirmación a aquello en que creían; narrar su historia era, pues, una manera de afirmar
su propia identidad en medio de tantos pueblos grandes o pequeños que los rodeaban.
Y esto es precisamente lo que está en el corazón del Génesis, un libro que se fue
7. Introducción-5
haciendo por partes a lo largo de varios siglos. Tomó su forma definitiva en el siglo V antes
de Cristo, cuando el pueblo judío, que había regresado del Exilio en Babilonia, fijó de manera
definitiva la expresión de su fe.
Génesis quiere decir Comienzo. No buscaremos en los primeros capítulos un documento
sobre los orígenes del universo o sobre un pecado que habría cometido el primer hombre.
Pero desde las primeras páginas nos vamos a topar, en forma de imágenes, con todo lo
que es importante para nosotros.
Se podría decir que este libro consta de tres partes:
Los capítulos 1 al 11 tratan de establecer un nexo a lo largo de esos enormes períodos
de tiempo que transcurrieron desde la creación hasta los primeros "padres de la fe", cuyos
nombres quedaron en la memoria, considerando, por supuesto, en primer lugar a Abrahán.
La segunda parte evoca la vida de esos clanes nómades que creían ya en un Dios cercano
y en el cual se podía confiar, el "Dios de su padre". Esta historia, o estas historias, se
ubican en tierra de Canaán, en un tiempo en que el pueblo de Issrael no había nacido
todavía (en los siglos 18-15 antes de Cristo). Nos muestran cómo Dios ya había preparado
su obra de salvación mediante las promesas hechas a Aabrahán y Jacob. Este es el tema
de los capítulos 12 al 38.
Una tercera parte, la historia de José, proyecta una luz sobre las tragedias que entretejen
la existencia humana. Los hombres necesitan de un salvador, y la salvación les vendrá
justamente por intermedio de aquellos que primero persiguieron y rechazaron.
¿Quién escribió el Génesis?
No hubo uno sino varios autores. No olvidemos que el pueblo de la Biblia se fue
constituyendo poco a poco, por la aglomeración de tribus nómades que no sabían leer ni
escribir. Traían consigo el recuerdo de sus antepasados y de señales que Dios había
realizado en su favor; sus tradiciones se trasmitían oralmente.
Cuando esas tribus se establecieron en Palestina, fueron entrando poco a poco en una
nueva cultura, la de la escritura. Alrededor del rey y de sus funcionarios, los escribas fijaban
por escrito las leyes y las creencias de su reino. Así fue como en la época del rey Salomón
(siglo X antes de Cristo), un escritor desconocido, al que se acostumbra llamar el Yavista,
compuso una primera historia del pueblo de Dios.
Puso por escrito los recuerdos y leyendas referentes a Abrahán y su familia que los
israelitas se transmitían de padres a hijos. Para hablar de los tiempos anteriores, utilizó en
parte la literatura de los Babilonios y sus poemas referentes a la primera Pareja y el Diluvio,
pero también los transformó profundamente, para que estas historias expresaran una visión
del mundo que procedía de su fe.
Este relato antiguo ha sido completado posteriormente con otros que procedían de otras
tradiciones, repitiéndose a veces los mismos hechos.
Mucho más tarde, cuando los judíos volvieron del Destierro a Babilonia (siglo V antes de
Cristo), sus sacerdotes añadieron muchos párrafos que ponemos aquí en letra cursiva.
Fueron ellos los que compusieron el poema de la creación en siete días, que principia el
Génesis y en algún sentido, toda la Biblia.
8. Introducción-6
EXODO
El Exodo es la salida de Egipto. Esta es, en la Biblia, la gran hazaña de Dios: la salida del
país de la esclavitud hacia la tierra prometida. Dios libera a su pueblo *con gran poder,
mano fuerte y brazo extendido+, abriendo un camino en el mar.
El Exodo es el corazón del Antiguo Testamento, y aquello que le da su significado al
presentarnos a un Dios que liberta a los hombres. Este libro ha dado a la religión judía, y
luego a la fe cristiana, su primera orientación que las hizo diferentes de todas las demás.
Dios no viene primero para que se lo respete o para indicar caminos espirituales, sino para
escoger un pueblo con el cual actuará en el corazón de la historia humana.
Los evangelios primero, y luego los cristianos, reconocerán en Jesús el nuevo Moisés de
una nueva partida; y buscarán en este libro como figuras de todo lo que viven en la Iglesia.
¿El paso del mar? Es el bautismo. ¿La roca de la que sale la fuente? Es Cristo. Y la alianza
del Sinaí prepara la Nueva Alianza.
Pero no por eso debemos olvidar el punto de partida. El Exodo es antes que nada la
liberación de los esclavos y la elección del pueblo de Israel. Es una liberación auténtica que
alcanza toda la realidad humana, individual y social: Dios libera a los que quiere tomar para
sí, y la libertad cristiana estará muy lejos de lo que la cultura occidental entiende con esta
palabra.
El Exodo y la historia
Los relatos del Exodo abundan en historias hermosas, pero están muy lejos de lo que
habríamos presenciado si hubiéramos estado allí. Al contemplar las escenas grandiosas que
allí se pintan, nos gustaría saber lo que la historia puede decir al respecto.
Todo se ubica alrededor del año 1240 antes de Cristo, unos cinco siglos después de
Abrahán. En el siglo 15 antes de Cristo los egipcios han sido derrotados por invasores
venidos de Canaán, los que han dejado que muchos nómadas del desierto entraran en el
país (ver la historia de José). Cuando los egipcios vuelven a restablecer sus propios reyes,
estos nómadas son tratados con menos consideración y muchos de ellos huyen para evitar
impuestos o trabajos obligatorios. Unos son expulsados (como en Ex 12,31), otros se fugan
a favor de la noche (como en 12,38).
Es en este contexto donde se desarrollan los acontecimientos del Exodo. Uno de estos
grupos, perseguido por un destacamento de carros egipcios, es protegido por una
intervención extraordinaria de Dios: los israelitas vieron a los egipcios muertos a la orilla del
mar (14,30). Un profeta, Moisés, el guía de estos fugitivos, interpretó para ellos el
acontecimiento: Yavé, único Dios, los había escogido para que fueran su pueblo. Moisés
y los suyos quedaron un buen tiempo en los oasis del Sinaí. Allí Moisés les dio la Ley de
Yavé.
El libro del Exodo
La historia, pues, se encuentra en el Exodo, pero el Exodo dice mucho más cosas en las
que no lo sigue la historia, en el sentido moderno de esta palabra. Pues este libro no es la
obra de un autor, sino más bien el resultado de una larga evolución, y en él se juntan
maneras muy diversas de entender la historia, propias de aquellos tiempos.
Está por ejemplo esta clase de historia de la que hablamos respecto de Génesis 35, y es
la que se transmite oralmente en los clanes nómadas. Así fue como se reunieron en una
misma familia: Moisés, su suegro Jetro, Aarón, "hermano de Moisés", y Miriam "la profetisa
hermana de Aarón"; era una manera de expresar los lazos que unían Moisés con jefes o
profetas de otros clanes. Asimismo se ha identificado el Monte Sinaí con el Monte Horeb
9. Introducción-7
y el "Monte de Dios"; éstos eran a lo mejor lugares sagrados cuyas tradiciones se
confundieron.
Muy diferente fue el propósito de los sacerdotes judíos que han dado a este libro su forma
definitiva en el tiempo del exilio a Babilonia. Al desarrollar las tradiciones antiguas, querían
decir, no lo que había sucedido, sino más bien la visión que el pueblo de Israel debía
guardar de su pasado. Haciéndolo, enseñaban a sus contemporaneos de qué manera
serían ellos mismos pueblo de Dios y el fermento de la historia. A ellos se debe esta
presentación de los israelitas como un pueblo inmenso ya formado, organizado, que ya
tiene un Santuario en el desierto, con sus sacerdotes y sus talleres de los que saldrá el
becerro de oro. Y ese pueblo inmenso marcha como un solo hombre, es alimentado con
el maná durante cuarenta años, recibe las leyes que serán observadas sólo después de
pasados algunos siglos. Y este pueblo entero sale armado de Egipto para conquistar la
Tierra prometida.
El Dios verdaero del Exodo
Estamos pues confrontados con dos historias, la científica, y la que ha formado la
conciencia de Israel y del pueblo cristiano. La primera reconoce que allí Dios ha entrado
en la Historia; su acción ha sido muy discreta y en esto descubrimos su pedagogía: Dios
es muy paciente. La otra historia nos enseña quiénes somos y solamente la entienden bien
aquéllos que han acogido a Cristo.
Con todo, sería un error oponer la una a la otra, como si todo el relato del Exodo fuera
puro cuento. Bastará leer algunas páginas para entender que no habrían sido escritas y no
habrían tenido peso alguno en la conciencia de un pueblo si no fueran verdaderos
testimonios. Son el testimonio de aquellos que estuvieron con Moisés y que, sin la menor
duda, hicieron experiencias excepcionales. Son el testimonio de aquellos que las escribieron
a lo largo de los siglos, ya fueran sacerdotes o profetas, los que también tuvieron una
experiencia del Dios Vivo, el libertador de Israel, y a consecuencia de ella nos transmitieron
el fuego del Sinaí.
LEVITICO
El Levítico está en el centro de los cinco libros que conforman la "Ley", el corazón del
Antiguo Testamento; debe su nombre al hecho de que se explaya muy especialmente sobre
el ministerio de los sacerdotes levitas. Lo medular del libro es la Ley de Santidad, la cual
nos dice lo que el Dios Santo exige de su pueblo que tiene el honor de pertenecerle, tanto
con respecto al culto como a su vida diaria.
Esto basta para situarlo. Y también mostraremos más comprensión para estas leyes y
reglas litúrgicas, propis de tiempos pasados, si recordamos que la santidad -en el sentido
en que la entiende la Biblia- es siempre actual para nosotros. Es una de las claves del
conocimiento de Dios y nos ayuda a comprender nuestra vocación como pueblo santo.
Nunca se dirá demasiado que Dios abraza con su amor a toda su creación, que está en
ella presente al iguyal que en la vidaa de los pueblos y que está muy cerca de nosotros "en
el secreto" (Mt 6,6). Pero tampoco hay que olvidar que él es "santo", es decir, totalmente
distinto a su creaación, y que su personalidad misteriosa está terriblemente poor encima
de todo lo que podemos imaginar. Y nuestra misión, si hemos sido llamado a creer en su
Hijo único, no puede confundirse con ninguno de los caminos de sabiduría que han
conocido los hombres: Dios nos eligió para su obra "tan sorprendente y misteriosa".
10. Introducción-8
Aunque actualmente ya no estamos obligados a los numerosos preceptos litúrgicos o
sociólogicos de la Ley, estas páginas, sin embrgo, nos recordarán que fuimos separados
para que seamos fermente.
El espíritu de la Ley no ha cambiado después de la revelación hecho a Moisés, la que fue
su fundamento. Pero ha habido, eso sí, muchas evoluciones y adaptaciones. Los "libros de
Moisés", como se los llama, han llegado hasta nosotros en el estado en que fueron fijaados
por los sacerdotes judíos del siglo quinto antes de Cristo, luego de su regreso del Destierro.
En tiempos anteriores la influencia de los profetas se había hecho sentir. Pedían una fe
más dinámica, una toma de conciencia de las exigencias de justicia que estaban inscritas
en la Alianza, una lucha contra las influencias extranjeras alienantes. Hablaban de tiempos
futuros que se debían preparar. Pero después del cautiverio en Babilonia, la necesidad de
afirmar su identidad para hacer frente a las pruebas nacionales, dio lugar en Israel a una
corriente conservadora que se fue consolidando cada vez. Muchos judíos se replegaron
entonces en un conservantismo religioso hecho de ritos y tradiciones, las que Jesús iba a
condenar severamente (Mt 23).
Pablo en sus cartas inculpa a los que querían seguir con las costumbres y fiestas de los
judíos (Col 2,16) y también a los que en primer lugar ven en la palabra de Dios leyes que
hay que observar (Gal 3,1-7). Pero Jesús nos invita a no perder el espíritu que inspiró esas
leyes (Mt 5, 17-19).
El Levítico contiene tres grandes partes:
- Ley de los sacrificios, cap. 1-8.
- Ley referente a lo puro y lo impuro, cap. 11-15.
- Ley de la santidad, cap. 17-26.
NUMEROS
A continuación de la salida de Egipto, el Lévitico se presentaba como un conjunto de leyes
dadas por Moisés en el desierto de Sinaï. Ahora, con el libro de los Números, el pueblo de
Israel vuelve a marchar por el desierto, y en el transcurso de este caminar el pueblo va
acumulando experiencias que marcarán todo su porvenir. Este libro se llama *Los
Números+ porque empieza dando las cifras de un censo del pueblo hebreo.
En realidad, es válido para este libro lo que se dijo en la introducción al Levítico: los
censos, sucesos y declaraciones de Yavé a Moisés son solamente una manera de
presentar leyes que reunieron o que redactaron después de él los sacerdotes de Israel.
No todo, sin embargo, es artificial en esta historia, ya que se apoya en antiguas tradiciones
relativas a la estada en el desierto. Las hallaremos, de un modo especial, en los capítulos
11 a 14 y 20 a 25 que a veces repiten de manera diferente los acontecimientos del Exodo.
DEUTERONOMIO
Deuteronomio significa "Segunda Ley", y fue llamado así por estar ubicado en nuestra
Biblia después del conjunto de leyes que ocupan los libros del Levítico y de los Números.
Sin embargo, fue escrito antes que éstos. Fue el primer intento para unificar mandamientos
y costumbres y para dar a Israel la Ley en que encontraría la vida.
La primera redacción del Deuteronomio tuvo lugar cuando más de quinientos años habían
transcurrido desde el encuentro de Moisés con Dios. La tierra de Canaán había sido
11. Introducción-9
conquistada, el Reino de David y Salomón se había levantado y, luego, dividido y debilitado.
La provincia más grande y próspera, la del norte, llamada Reino de Israel, había dejado de
existir, y la misma suerte amenazaba al Reino de Judá, la provincia del sur, en esos años
del siglo VII antes de Cristo.
Fue entonces cuando llegó a ser pública esta Ley de Yavé, que denunciaba a su pueblo
la causa de sus reveses y le ofrecía una oportunidad para salvarse. Olvidada en el Templo
durante la persecución de Manasés, su descubrimiento, en el año 622 (2 R 22), originó la
reforma de Josías.
Moisés y el Deuteronomio
El Deuteronomio fue recibido por el pueblo de Israel como palabra de Dios y enseñanza
de Moisés, pero quienes lo escribieron fueron sacerdotes y profetas, resumiendo en estas
páginas la experiencia adquirida a lo largo de su historia.
En forma ficticia, imaginan que Moisés, poco antes de su muerte, ve de antemano la suerte
trágica de su pueblo después de él. Y le atribuyen las advertencias y las leyes que todavía
podían salvar a Israel. En realidad, el Deuteronomio aprovecha la predicación de los
profetas referente a la justicia y el amor: es el primer esfuerzo que se haya hecho en el
mundo para crear una sociedad solidaria y fraternal.
El amor de Dios y la tierra de las promesas
Moisés había exigido la conquista de la tierra de Canaán. El Deuteronomio dice que,
siendo esta tierra un don de Dios, Israel, para conservarla, debe observar la Ley.
Moisés había hablado de servir sólo a Yavé. El Deuteronomio, ahora, recuerda
insistentemente a Israel que Yavé lo ha amado. Israel deberá responder a Dios con un
amor de corazón (lo que no estaba en los diez mandamientos). Ver Deut 6,1-9.
Amor a Dios, y fidelidad en servirlo: en esto está todo el libro. Desde el tiempo en que los
hebreos recorrían con sus rebaños tierras que no eran suyas, Israel había experimentado
cambios y progresos, tanto en lo económico como en lo cultural. Ahora eran una nación y
trataban de hacer buena figura entre los grandes de su tiempo. Siendo dueños de su tierra,
dotados de un poder central, con un ejército, con templos y un clero respetado, pagaban
un tributo a su Dios, pero en realidad, no vivían más que para sí mismos. El libro les
recuerda que si bien han olvidado su misión, Dios no se fijó en ellos más que para ponerlos
a su servicio. Y les quitará todo lo que ahora consideran suyo, si ésta es la condición para
que vuelvan a amarlo por encima de todo.
JOSUE
La misión de Moisés se había acabado en el monte Nebo: Como lo vimos en el
Deuteronomio, Moisés había sido llamado por Dios para hacer que el pueblo "subiera"
desde la esclavitud de Egipto hasta las puertas de la Tierra Prometida. El pueblo está pues
allí, frente a esa tierra que Dios le da en herencia y en ese momento es Josué, el primer
Jesús (pues Josué y Jesús en hebreo son una sola y misma palabra) quien va a introducir
al pueblo en la tierra de la promesa.
Un pueblo de emigrantes
Hablar de pueblo es mucho decir. En efecto, todavía no se trata más que de algunos
clanes guiados por Moisés a través del desierto y que sin duda se han incrementado con
nuevos elementos con los cuales se encontraron en el lugar santo de Cadés-Barné. Por
12. Introducción-10
pocos que hayan sido estos nómades confiados ahora a Josué, llevan consigo una
experiencia de una riqueza tal que se transformará, después de reunirse con otras tribus
que no habían abandonado la Palestina, en la herencia espiritual de todos.
Frente a los Cananeos que habitaban las ciudades y cultivaban las tierras de los
alrededores, estos nómades toman poco a poco conciencia de su originalidad y de su
identidad. El que se reveló a Moisés en el Sinaí y que multiplicó las maravillas en favor de
los fugitivos de Egipto, Yavé-Dios, hizo una alianza con este pueblo de nómades, con estas
tribus de beduinos. Les dio su ley al mismo tiempo que su promesa. En adelante serán el
pueblo que él se eligió y él será su Dios. Es durante este período de Josué y de los Jueces
cuando se constituirá realmente el pueblo de Israel.
Sin embargo, por muy colmados que se sientan por Yavé, estos nómades no pueden
evitar de sentir admiración por los cananeos en medio de los cuales viven. Los historiadores
nos dicen que este período del segundo milenio antes de Cristo es el período más
prestigioso de la historia de Palestina en el plano cultural. Frente a las ciudades cananeas
con sus fortificaciones, sus templos y sus palacios con artesonado de cedro, y decorados
con incrustaciones de marfil, el nivel de vida de los nómades parecía muy pobre. El mismo
contraste se daba en el plano religioso: los cananeos de las ciudades multiplicaban sus
celebraciones, fiestas y ritos a la vista de los beduinos que no tenían ni siquiera templo.
La tentación es grande, y tanto los libros de Josué y de los Jueces como los de
Samuel y de los Reyes no cesarán de mostrarnos con cuánta facilidad el pueblo de Israel
se dejaba arrastrar. Atraído por esa civilización brillante, abandona al mismo tiempo sus
costumbres propias y su fe para adaptar los cultos de los habitantes del país. Durante todo
el período de la realeza los profetas no dejarán de recordar al pueblo las exigencias de la
alianza y de la fidelidad a Yavé.
La verdad sobre la conquista
Un pueblo seducido por la cultura cananea, responsables que resisten proclamándole
el llamado a la fidelidad, tal es el conflicto permanente que nos presentan los textos de la
Biblia con respecto a este período. El libro de Josué parece que nos presentara una
conquista sistemática del país llevada a cabo por Josué a la cabeza de las tribus; pero en
realidad las cosas debieron haber pasado de manera muy distinta.
La gente de las ciudades y los nómades eran muy diferentes, y la obligación que
tenían unos y otros de cohabitar en un mismo territorio, no impidió que hubiera conflictos:
Unas veces eran los cananeos los que ganaban, otras, los nómades. Pero poco a poco las
tribus fueron imponiendo su ley a los antiguos habitantes del país, y en la época de Saúl,
los nómades de otrora, convertidos en citadinos a medida que pasaban los años, se habían
apoderado del poder en el país. David y luego Salomón deberían confirmar esta situación.
Las minorías activas son las que hacen la historia. Cuando hablamos de la Iglesia
y de su impacto en el mundo, no se trata a veces más que de una minoría de creyentes.
Los grupos de profetas que, varios siglos después de Josué, recopilaron las tradiciones y
los documentos sobre la "conquista", no pretendieron entregarnos una historia exacta y
completa de aquella. No nos dejemos engañar por el aspecto triunfador de estos relatos en
que "todo Israel" obtiene junto a Josué victorias asombrosas: el libro de Josué narra
pequeñas cosas que constituyeron una gran historia.
JUECES
Los Jueces son para nosotros un libro de bellas historias: Débora, Gedeón, Sansón
13. Introducción-11
y Dalila, Jefté y su hija, sin olvidar al final a la mujer cortada en trozos ni al sacerdote que
se aviva con los ídolos de su patrón. Pero esas historias transmitidas como relatos
populares no hacen más que poner en imágenes la historia de una época tan importante
como desconocida. ¿De qué manera los hebreos nómades que entraron en Palestina
después de Moisés se transformaron en un pueblo de pequeños agricultores? Y ¿de qué
manera guardaron su identidad de pueblo elegido por Dios?
La tierra de Canaán con sus fértiles praderas lo tenía todo para seducir; lo mismo
ocurría con sus religiones, cercanas a la naturaleza y donde la libertad sexual se expresaba
lo más tranquilamente. Todos los pueblos que habían entrado allí se habían fundido con
ella; ¿qué iría a pasar con la religión intransigente del Dios que no se ve? Fueron sin duda
siglos oscuros desde cualquier punto de vista, en los cuales durante mucho tiempo se pudo
pensar que el fuego del Sinaí se había extinguido.
Los libertadores
Lo que va a salvar el porvenir de las tribus de Israel será, por una parte, la
agresividad de varias de ellas (pensemos en la tribu de Efraín cuyas campañas son
narradas en el libro de Josué), y, por otra, será el hecho de que con frecuencia estuvieron
a merced de merodeadores y de otros nómades venidos del desierto. Pero permanecieron
fieles a Yavé porque en muchas ocasiones tuvieron la experiencia del Dios que salvaba.
En medio de sus dificultades, los Israelitas, desorganizados y divididos en grupos
rivales, se van a reagrupar alrededor de los "jueces" de tribus, o jefes innatos surgidos del
pueblo, a veces campesinos que obtendrán grandes victorias (véase caps. 4 y 5).
Esos hombres pasaron a la historia como los "sofetim", una palabra que quiere decir
tanto jefes como jueces. Hay que saber que en la cultura hebrea, e incluso en el Evangelio,
la palabra "juzgar" quiere decir también gobernar (Mt 19,28). De ahí que se llame jueces
a hombres que no han tomado jamás parte en un tribunal.
Las brasas bajo la ceniza
La lectura del libro no nos da una idea muy alta del nivel moral y religioso del Israel
de ese entonces en que los marcos tradicionales de la familia y de la tribu nómades perdían
su valor. Sin embargo se estaba gestando una renovación profunda. Dos palabras entran
en el vocabulario religioso, que muestran esa transformación: heredad y santuario.
- Heredad: el nómade tiene ahora una tierra. Tendrá que considerarla como un don de Dios,
cultivarla y transmitirla a sus hijos. Toda su religión estará ligada a la tierra que Dios le ha
dado y que conservará en la medida en que sea fiel.
- Santuario: los israelitas, que nunca tuvieron un templo en el desierto, descubren los
lugares de culto de los cananeos. Se van pues a acostumbrar a agruparse también en
lugares de culto en donde los levitas, los sacerdotes, guarden las tradiciones sagradas y
las enseñanzas de Moisés.
Este ejemplo de un período en que se redescubre todo está lleno de interés para
nosotros en un tiempo en que se derrumban todas las estructuras morales y religiosas en
que habían vivido nuestros padres. Podemos pensar que bajo la capa del materialismo
triunfante muchas cosas están madurando que preparan el renacimiento de un cristianismo
más consciente de sí mismo en una sociedad urbana, planetaria y postindustrial.
RUT
Con el libro de Rut encontramos una tradición antigua, desarrollada bajo la forma de una
14. Introducción-12
novela encantadora con la intención de fomentar un espíritu supranacional.
Una tradición antigua decía que entre los antepasados de David había una mujer extranjera,
Rut, mujer moabita.
Una novela encantadora. Nos presenta todo cuanto se puede encontrar de cultura
verdadera, de humanidad exquisita, de nobleza inconsciente, en una vida sencilla de
campesinos. Las presentes páginas salvan del olvido lo que fue durante siglos la vida de
los agricultores de Palestina, antepasados de Cristo.
Un espíritu de apertura supranacional anima este relato escrito alrededor del siglo IV a.C.
Poco antes, el que reorganizó la comunidad judía, Esdras, había obligado a los judíos a que
despidieran a sus esposas extranjeras, que podían arrastrarlos hacia religiones paganas.
Con esto se había desarrollado un nacionalismo celoso. En cambio, aquí la protagonista
del relato es una mujer extranjera. Rut adopta al Dios verdadero de Israel y es recibida en
la comunidad del pueblo de Dios.
PRIMER LIBRO DE SAMUEL
El libro de Samuel, ahora dividido en dos, marca la tercera etapa de la historia
sagrada, después del Génesis y del Exodo. Aquí se nos descubre la obra de Dios en el
corazón de los hombres y la manera como éstos cooperan al reino de Dios. Se nos
cuentan, con mucha serenidad, los ejemplos y las faltas de David; su vida, semejante a la
de cualquiera de nosotros, no encierra aparentemente ningún misterio. Al final, sin embargo,
reconocemos que Dios estuvo presente en todo y construyó con él algo que no perecerá.
Este libro, escrito por contemporaneos, relata acontecimientos históricos de gran
magnitud: la creación de un Reino de Dios en Israel. Pero se fija con el mismo interés en
la persona de David. Este primer rey de Israel, después del rechazo de Saül, fue un modelo
de creyente porque, siendo hombre de mucha personalidad, también se dejó guiar e inspirar
por Dios.
Aquí, en cierta manera, Dios se esconde: ni revelaciones ni manifestaciones
grandiosas. Solamente una palabra al profeta Natán, que será decisiva para el porvenir: el
reinado de David en Jerusalén y sobre Palestina, desembocará en el Reino universal de
Dios. Cristo Jesús será el Hijo de David.
Dos personajes preceden a David:
-- Samuel, el último de los jueces, que también es profeta. Es el momento en que los
israelitas desunidos sienten la necesidad de una autoridad permanente: *queremos un rey,
como los hay en las demás naciones+, en vez de contar solamente con los inspirados, los
*jueces+ que no siempre se presentan cuando el pueblo los necesita.
-- Saul, el primer rey elegido por Dios, pero después rechazado.
Al empezar el libro, Israel no es dueño todavía de la tierra de Canaán, pero las tribus
ya se han acostumbrado a la vida campesina sedentaria, después de haber sido pastores
errantes. Instalados en los cerrros, deben ceder, a menudo, ante las incursiones de los
filisteos que viven en la fértil llanura de la costa, en sus ciudades de Gat, Gaza, Azoto,
Ascalón, Acarón.
SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL
Los libros de Samuel son las dos partes de una misma obra, y vale para el segundo lo que
se dijo en la Introducción al primero.
15. Introducción-13
En esta segunda parte se nos cuentan los hechos de David, rey. Historia tan sincera como
no se escribió ninguna otra en la antigüedad. Historia escrita por un hombre de Dios que
supo descubrir la verdadera grandeza de David. Lo inimitable del rey David se nota en una
serie de cosas pequeñas que a sus contemporáneos les parecieron insignificantes o incluso
tonterías (ver al respecto las divergencias entre David y Joab, el hombre cumplidor y
*eficaz+). Pero no pasaron inadvertidas al que contó su vida y, después de él, Israel
comprendió que si bien habían tenido algunos reyes excelentes, sólo David les había
presentado alguna figura anticipada del Rey verdadero, Cristo.
Para facilitar la comprensión de los acontecimientos que vienen a continuación, recordemos
que, ya antes de David, la tribu de Judá instalada en el sur de Palestina se oponía
frecuentemente a las tribus de Israel ubicadas más al norte. Saúl había tenido más
partidarios en el norte, mientras que David era el hombre de Belén, en la tribu de Judá.
PRIMER LIBRO DE LOS REYES
El tiempo de los Reyes constituye la tercera etapa de la historia de Israel, después del
tiempo de los Patriarcas (Abraham, en los años 1750 antes de Cristo) y el tiempo del Exodo
y la Conquista (Moisés, en los años 1250 antes de Cristo).
David había tomado Jerusalén más o menos en el año 1000 antes de Cristo. El reino de
David y su hijo Salomón se dividirá a la muerte de Salomón, ocurrida en 932 antes de
Cristo. La parte del norte, llamada reino de Israel, dejará de existir como nación al cabo de
dos siglos. La parte del sur, llamada reino de Judá, durará hasta el año 587, año de la
destrucción de Jerusalén y del Templo, con el Destierro a Babilonia.
Son cuatro siglos en total. Estos cuatro siglos de los Reyes son los más importantes de
la historia sagrada, porque éste fue, más o menos, el tiempo en que Dios hizo surgir en ese
pueblo los profetas.
La mayor parte de la Biblia se escribió en esos cuatro siglos. No solamente los grandes
profetas dejaron sus obras: Isaías, Jeremías..., sino que grupos de profetas de menos
importancia escribieron gran parte de la historia de Israel: la mayoría de las páginas del
Génesis y del Exodo, los libros del Deuteronomio, de Josué, de los Jueces, de Samuel y
de los Reyes.
Con esto queremos decir que el período de los Reyes es el que conocemos con mayor
precisión histórica.
Estos fueron cuatro siglos en que la fe de Israel, enfrentando tentaciones, persecuciones
y dificultades de toda clase, maduró hasta alcanzar, en los grandes profetas, esta
sublimidad y lucidez que sólo Cristo podía llevar más adelante.
El Libro de los Reyes
Al comienzo, los dos libros de los Reyes formaban uno solo. Esta obra es el fruto de la
reflexión de los profetas y terminó de redactarse durante el Destierro a Babilonia.
Se trata de una historia religiosa que, deliberadamente, omite hechos que a otros
parecerían muy interesantes: apenas se habla de los importantes reinados de Omri y
Jeroboam II en Samaria. El juicio es siempre desfavorable para los reyes de Israel,
recordando cada vez la culpa del primero de ellos, Jeroboam, responsable de la división.
Solamente se alaba a algunos reyes de Judá por su fidelidad a Yavé.
Se notarán tres partes:
- la magnificencia del reinado de Salomón y del Templo;
- la historia de los dos reinos separados de Israel y de Judá;
16. Introducción-14
- después de la desaparición del reino de Israel, sigue la historia de Judá hasta su
destrucción, en el 587.
Los capítulos referentes a Elías y Eliseo forman un conjunto aparte: 1 R, cap. 17-19, y 2
R, cap. 2 a 8.
SEGUNDO LIBRO DE LOS REYES
El segundo libro de los Reyes (dijimos que son las dos partes de un mismo libro) sigue
contemplando la historia de los dos reinos del norte y del sur, Israel y Judá.
El autor quiere demostrar que su decadencia fue el castigo de su infidelidad a la alianza de
Dios. Sería un error, sin embargo, pensar que los últimos reyes fueron peores que los
primeros. Al leer atentamente, nos damos cuenta que el autor no juzga con la misma
severidad a los próceres del reino y a sus sucesores. ¿Acaso Jeroboam II, que restableció
un Israel próspero e independiente, y le aseguró cuarenta años de paz, era inferior a
Salomón? ¿Acaso era menos creyente? Sin embargo, el primer libro de los Reyes se
complace en describir el lujo y la grandeza de Salomón, cosas muy materiales en definitiva,
mientras que el segundo no dedica más que un párrafo a Jeroboam II, como si el hecho
de tener otro templo que el de Jerusalén condenara a priori toda su obra.
Se debe ver en esto la pedagogía de Dios que, al comienzo, entusiasma a su pueblo con
la posibilidad de conquistar independencia y prosperidad, y porque estos hombres están en
el momento histórico en que deben realizar esta conquista, Dios no les muestra todos los
aspectos negativos de lo que están haciendo; no insiste en los defectos de Salomón o en
la vanidad de su lujo. Pero, más tarde, Dios invita a su pueblo a que miren con espíritu
crítico y, mientras el gran ensueño del reino de Salomón se va desvaneciendo, les enseña
a buscar otra conquista más duradera e importante, que es la del Reino de Justicia.
Dios es el gran educador, y su pedagogía se manifiesta en el decurso de la historia como
en el las etapas sucesivas de nuestra propia vida.
LIBRO DE ESDRAS Y NEHEMIAS
Datos históricos
Los libros de Samuel y de los Reyes nos han relatado sin interrupción cinco siglos
de la historia de Israel, desde David hasta el Destierro a Babilonia. Después vienen los
setenta años de la Cautividad, o sea, del Destierro. No toda la población fue desterrada.
La mayoría del pueblo estaba formada por pequeños agricultores que se quedaron en su
país. Pero no tenían jefes ni responsables espirituales, y no hicieron nada para levantar su
nación.
El año 538 a.C., un decreto de Ciro, vencedor de los Caldeos, autorizó el regreso
a su país de todos los judíos deportados a Babilonia. El gesto de Ciro era en primer lugar
político, pero la Biblia ve en él el cumplimiento de las promesas de Dios a los profetas (muy
especialmente a Jeremías y a Ezequiel).
El decreto de Ciro marcó el inicio del regreso de los deportados: los primeros
regresaron con Zorobabel, un descendiente de los reyes.
La reforma de Esdras
No volvieron todos los judíos a su tierra. Muchos de ellos habían emigrado al
extranjero antes del Destierro y se quedaron en los países en que vivían: Egipto, Asiria,
17. Introducción-15
Persia. Otros, que fueron desterrados, no volvieron de Babilonia, donde habían logrado
conseguir puestos muy decentes. Pero los que volvieron, llegaron por familias y grupos
organizados, y eran los que más habían interiorizado el mensaje de los profetas invitándolos
a reconstruir un Israel purificado y santo.
Para ellos, un primer peligro era que, al instalarse en su patria entre extranjeros y
judíos poco conscientes de su misión, perdieran su entusiasmo. Por eso fue importante la
obra de Esdras y de Nehemías, que los mantuvieron unidos entre sí y apartados de todos
los demás. Ver en especial el problema de los matrimonios mixtos (Esdras 9-10; Nehemías
9,2 y 13,10-30).
Luego fue decisiva la obra bíblica de Esdras que reunió por primera vez los libros
de la Biblia e hizo del Libro sagrado la base de la religión. Pues hasta ese momento, lo que
ya existía de los libros de la Biblia, solamente se encontraba en el palacio o en manos de
los sacerdotes y al pueblo le bastaba concurrir a las ceremonias tradicionales del Templo.
Esdras fue el que inició una nueva forma de culto en que la lectura comunitaria de la Biblia
pasaría a ser la base de la vida religiosa del pueblo, llevándolo a una fe mucho más
instruida y responsable. Ver Nehemías 8. El papel de Esdras en la formación de la Biblia
se recuerda en 2 Mac 2,13-14.
Esta reforma de Esdras dio sus rasgos propios a la comunidad judía posterior al
Destierro a Babilonia. El pueblo de Dios se constituyó en un pueblo santo, o sea,
consagradao a Dios y separado de los demás por las mil barreras de su Ley. Toda su razón
de ser era la de mantener el culto del Dios Unico y, como no gozaban de la independencia
nacional, sus sacerdotes detentaban en nombre de Dios el poder civil y religioso.
El Libro de Esdras y Nehemías
Estos dos libros, que, al comienzo, formaban uno solo, nos proporcionan algunas
informaciones sobre la obra cumplida por esos dos hombres. Se pueden notar los
siguientes pasos del restablecimiento de la comunidad judía:
A partir del decreto de Ciro en 538, varios grupos de desterrados vuelven a
Jerusalén, donde Zorobabel reconstruye EL TEMPLO. (Ver Esdras 1,1 a 4,5 y 4,24 a 6,2.)
Luego, los enemigos de los judíos tratan de impedir la reconstrucción de LA CIUDAD.
(Ver Esdras 4,7-23.)
En el año 458, posiblemente, Esdras viene para organizar la comunidad,
imponiéndole como regla la Ley de Moisés. (Ver Esdras 7 a 10.)
En el año 445, Nehemías llega de Persia y reconstruye LAS MURALLAS. Después
administrará Jerusalén durante doce años. (Ver Nehemías 1 a 7.) Finalmente, en el año
425, tuvo lugar una segunda misión de Nehemías. (Ver Nehemías 13.)
TOBIAS
Los Libros Deuterocanónicos
Los libros que vienen a continuación: Tobías, Judit, Baruc, la Sabiduría de Salomón, la
Sabiduría de Ben Sirac no se encuentran en la Biblia hebrea. Ni tampoco forman parte de
las Biblias destinadas a los protestantes. Lo mismo ocurrió con los libros de los Macabeos.
Este hecho nos pone frente a un gravísimo problema: si no hay acuerdo respecto a algunos
libros, ¿con qué criterios se aceptaron los otros? ¿No debiera uno ir más lejos y declarar
que para ningún libro hay certeza sino sólo una opinión común?
Este es el momento para repetir que la Biblia no existió siempre. Por muchos siglos la
Palabra de Dios fue únicamente lo que entregaban oralmente los sacerdotes y profetas. La
18. Introducción-16
idea misma de una Biblia, colección de Escritos sagrados, sólo se fue gestando poco a
poco, después del regreso del destierro, y sobre todo con Esdras. La Biblia nació tanto de
los profetas como de la comunidad creyente, judía primero, y cristiana después. En la
época de Jesús todos consideraban a los libros de Moisés como Escritura. Los Saduceos
ponían a los profetas en un segundo plano, mientras que todas las demás corrientes
religiosas, entre ellos, los fariseos, los tenían por inspirados. Pero con el tiempo, otros libros
reunidos bajo el nombre de Escritos o Libros Sapienciales, vinieron a agregarse sin ninguna
norma a los primeros, sin que se supiera qué grado de autoridad había que otorgarles.
Una parte de estos libros estaban escritos no en hebreo sino en griego, porque la mayoría
de los judíos vivían en países de lengua griega. Esos libros vinieron pues a agregarse a la
traducción griega de la Biblia, antes de que circularan en Palestina donde muchos
entendían esa lengua. De aquí se desprende que había más libros en la Biblia griega que
se usaba en el extranjero e incluso en las sinagogas de Palestina.
Fue sólo después de la destrucción de su nación por los Romanos cuando los Fariseos
convocaron a un concilio en Jamnia para reorganizar la comunidad judía (año 95 de nuestra
era). Fijaron la lista de las Escrituras inspiradas, excluyendo sistemáticamente a todos los
libros escritos en griego, porque Dios sólo podía haber hablado en la lengua del pueblo
judío.
Pero la Iglesia ya tenía su práctica. Los apóstoles habían usado la Biblia griega sin hacer
distinción entre sus diversos libros; las discusiones se centraban más bien en los escritos
apostólicos, para saber cuáles debían ser incluidos en el Nuevo Testamento. En 384, un
decreto del papa Dámaso estableció definitivamente el canon de la Biblia cristiana,
aceptado ya generalmente; éste retenía algunos libros de la Biblia griega rechazados por
los judíos en Jamnia, los que fueron llamados Deuterocanónicos, es decir, los libros de la
segunda colección.
Doce siglos más tarde, cuando se separaron los protestantes, no pusieron en discusión el
"canon", es decir, la elección de los libros del Nuevo Testamento, pero se dividieron con
respecto a los deuterocanónicos; por último pensaron que era más seguro excluirlos y los
llamaron "apócrifos", es decir, no auténticos.
Desde el momento que se reconoce en el Antiguo Testamento una lenta pedagogía de
Dios, se ve la importancia de estos libros, producto de los tres últimos siglos antes de
Jesús, y que conforman el lazo de unión entre los libros hebreos y los del Nuevo Testamento
escritos en griego. Ellos dan testimonio de los comienzos de la fe en la resurrección de los
muertos, y expresan las primeras intuiciones que preparan la revelación del Verbo y del
Espíritu.
Las discusiones sobre los deuterocanónicos nos recuerdan una vez más que si no hubiera
una Iglesia para decidir con absoluta seguridad cuales son los libros inspirados, nadie
podría decir lo que es palabra de Dios. Para que haya una Biblia cristiana es necesario
primero que exista una Iglesia heredera de los apóstoles.
JUDIT
El libro de Judit es una novela corta (ver introducción al libro de Ester). Escrito un siglo
antes de Cristo, este libro quería ilustrar el arrojo y el espíritu de fe que habían hecho
posible la revuelta y las victorias de tiempos de los Macabeos.
En esta historia, Dios se sirve de una mujer - Judit, que significa "la judía", para destruir
al ejército más formidable que se hubiera podido imaginar, y para salvar a su pueblo.
Había una promesa hecha por Dios a Abraham (Génesis 12,2-3), y en la cual se insiste
19. Introducción-17
más claramente en Levítico 26 y Deuteronomio 28. Según esta promesa, Dios defendería
a su pueblo cuando fuera fiel a la ley; pero lo entregaría a los enemigos cuando se alejara
del cumplimiento de la ley.
Ahora bien, dice la novela, el pueblo de Dios hacía poco que había vuelto del destierro,
habían reedificado Jerusalén, la capital; habían restaurado el Templo y el culto a Dios, y
estaban poblando todo el país. En resumen, se hallaban en un período de fidelidad a Dios,
en el cual, según la promesa, Dios los defendería.
ESTER
El libro de Ester es una novela más verdadera que muchos libros de historia. Pues si bien
se cuentan acontecimientos ficticios, en ellos se expresan las angustias, los rencores y las
esperanzas, de los judíos dispersos y a veces perseguidos. Miedo a los paganos, desprecio
a los que no conocen a Dios; esfuerzo constante para conciliarse el favor de las autoridades;
súplicas insistentes a Dios, que no puede permitir que desaparezca su pueblo; espera del
día en que puedan vengarse de sus enemigos para mayor gloria de su Dios.
En ese contexto humano en donde no había entrado todavía el Evangelio, el libro de Ester
pone de relieve la fidelidad de Dios a su palabra: el pueblo judío tenía que sobrevivir para
que Cristo viniera.
Había entre los judíos una costumbre de enviarse regalos y de celebrar una fiesta en los
días de Purim. La novela toma pie de esta costumbre y justifica esta fiesta contando una
persecución en que los judíos fueron salvados gracias a la intervención de Ester y de
Mardoqueo, en este mismo día. Es interesante advertir que 2 Mac habla del día de
Mardoqueo; es porque hay realmente una relación entre esta victoria de los judíos y la que
se cuenta en el libro de Ester.
LAS DOS VERSIONES DE ESTER
El libro de Ester contiene en la Biblia griega trozos importantes --los más hermosos-- que
no están en la Biblia hebraica. Algunas personas creen que estos trozos fueron añadidos
en la Biblia griega. Otras piensan, al revés, que el texto griego se acerca más al escrito
primitivo, pero que, después, se cortaron para la Biblia hebraica trozos que parecían
demasiado largos o que no interesaban a los judíos de Palestina.
Ponemos en letra cursiva los trozos propios de la Biblia griega.
PRIMER LIBRO DE LOS MACABEOS
Después de Esdras y Nehemías, la provincia judía, sector extremo del imperio persa,
vivió tres siglos al margen de la historia. Los de mayor iniciativa se dedicaron al comercio
y salieron de su país para establecerse en todos los centros urbanos, alrededor del mar
Mediterráneo.
Sin embargo, un siglo después de Nehemías, el año 333 antes de Cristo, Alejandro
Magno empezaba a recorrer los países del Medio Oriente, derrotando a todos los ejércitos
enemigos y derribando a los reyes. A pesar de que murió a la edad de treinta años, sus
triunfos abrieron el paso a la cultura griega con ansias de progreso, confianza en las
posibilidades del hombre y un espíritu más abierto que superaba los individualismos
20. Introducción-18
nacionales.
Los generales de Alejandro se repartieron su inmenso imperio. Los Tolomeos, que
dominaban Egipto y Palestina, fueron comprensivos y no molestaron a los judíos por su
religión y sus costumbres. En cambio, cuando en el año 197 los Antíocos de Siria vencieron
a los egipcios y les quitaron Palestina, pretendieron imponer a la fuerza su religión a los
judíos.
La feroz persecución causó un levantamiento de los judíos, encabezados por la
familia de los Macabeos. El primer libro de los Macabeos, reconocido como uno de los más
perfectos de la historia antigua, nos relata los sucesos de la guerra y las hazañas de los
cinco hermanos Macabeos, del año 170 al año 130 a. C.
Guerra Santa, guerra de liberación
El libro de los Macabeos nos muestra un pueblo que quiere vivir y considera su fe
más preciosa que la existencia. Cuando todos se habían acostumbrado a vivir sin
problemas, se presenta la persecución. Muchos se convencen de que nada se puede hacer
contra un poder tan fuerte y que los riesgos son demasiado grandes. Pero el Espíritu de
Dios hace surgir nuevos héroes y, gracias a ellos, el pueblo recobra el sentido de su
dignidad, luchando por esos derechos sin los cuales no hay hombres ni creyentes.
El pueblo judío se encontró solo frente a sus opresores, y sus aliados romanos le
ayudaron muy poco. Contaron con sus propias fuerzas y Dios los ayudó.
Las guerras de los Macabeos fueron un modelo de la guerra santa en que no faltaron
el heroísmo y la constancia, ni menos aún la ayuda de Dios. Pero también demostraron que
la guerra santa no resolvía todo. Arrastrados por los problemas militares, y de ahí por los
juegos políticos, los descendientes de los Macabeos se materializaron mu pronto, hasta
llegar a ser unos gobernantes sin fe ni moralidad.
SEGUNDO LIBRO DE LOS MACABEOS
El segundo libro de los Macabeos no es la continuación del primero.
Mientras el anterior presenta en forma global y equilibrada la historia del pueblo judío
en esos años críticos, éste se ciñe a una serie de hechos y, a veces, de comentarios y
leyendas, que le permiten resaltar las esperanzas y los sufrimientos de los creyentes
perseguidos.
Este segundo libro, de menor interés que el primero para el historiador, tiene, sin
embargo, suma importancia en la Biblia por su visión, muy profunda, respecto al sufrimiento
y a la muerte, así como a la justicia de Dios. En especial, este libro, tal como los de Daniel
y de la Sabiduría, es el primero que afirma en la Biblia la fe en la resurrección de los
muertos.
JOB
El poema de Job encabeza los libros de sabiduría de la Biblia. Es mucho más que una
"historia", pues ahí se ponderan los grandes interrogantes de la condición humana. Las
desventuras de Job, que, después de colmado por la existencia, se ve reducido a la más
extrema miseria, no son más que un pretexto para llevarnos a reflexionar sobre lo
insatisfactoria que es la vida del hombre en la tierra. El sufrimiento y la muerte no serían
tan escandalosos si no hubiera el escándalo de la ausencia de Dios: él huye de nuestra
21. Introducción-19
mirada, y también se niega a hacer la justicia en nuestro mundo.
No por casualidad Job es presentado como un hombre del país de Us, que no pertenece
al pueblo de Dios. Job no conoce a Moisés ni a los profetas, así que puede hablar a
nombre de la humanidad entera, y no solamente de los creyentes.
Job no necesita más que de contemplar la creación para creer en Dios y su providencia,
pero no ha visto a Dios, el que tampoco le ha hablado. Y por más que se reconozca a sí
mismo como la obra de Dios, sus percances le dan para pensar. Se da cuenta de que
solamente una explicación con su Creador le permitiría ubicarse en el lugar que le
corresponde y, por más que busque esta apertura, no la encuentra.
Las denuncias de Job son una manera de clamar a Dios con toda la fuerza de una
esperanza insatisfecha y, al final, Dios tendrá que manifestarse.
El punto de partida del libro de Job es un relato popular que encontramos en las primeras
páginas y en las últimas (1,1-2,13 y 42,10-17): la historia del santo hombre Job. Yavé lo
había puesto a prueba, quitándole todo, y a pesar de eso se había mantenido fiel. Al final,
Dios le devolvía todos los bienes con creces.
Esta moraleja podía parecer demasiado simple. Entonces un autor del que no conocemos
el nombre volvió sobre el tema en los diálogos que ocupan los capítulos 3-41. Allí otro Job
muy diferente al primero denuncia la condición humana, y sus tres amigos le oponen las
respuestas de la sabiduría traditional.
SALMOS
Los salmos tienen su origen en la recopilación de los cánticos del Templo de Jerusalén. La
tradición quiso pensar que el rey David había fijado las normas de esta liturgia y le atribuyó
un gran número de salmos, al igual que atribuyo a Salomón los libros de la Sabiduría. Es
probable que los levitas, a cargo de los cantos y melodías, "hijos de Asaph" o "hijos de
Yedutum", jugaran un papel importante en su composición o en su selección. En el
transcurso del tiempo las recopilaciones se enriquecieron con oraciones personales o
lamentaciones colectivas, expresión de otra época donde la piedad personal y las
vicisitudes de la comunidad creyente cobraron matiz diverso.
Los salmos han alimentado la piedad popular y han sido la oración de Jesús. Son todavía
la base del oficio litúrgico que recitan hoy en día varios centenares de miles religiosos,
religiosas, sacerdotes, diáconos y laicos.
Los salmos desconciertan a muchos cristianos, porque en ellos no encuentran sus propias
aspiraciones. Pero somos nosotros los que debemos adaptarnos, o mejor dicho, dejarnos
educar y formar por ellos. Si deseamos estar en sintonía con Dios, no podemos aferrarnos
indefinidamente a nuestra propia forma de ver y sentir los hechos. Hay que saber escuchar
su palabra y abrirnos al Otro.
Estos salmos, que han sido transmitidos a través de los siglos, son un buen medio para
esto. Si no dan plena satisfacción a nuestra sensibilidad no resultará un hecho grave. En
cambio nos será de gran beneficio para romper nuestros esquemas y costumbres piadosas.
Quizás sean capaces de oxigenar y renovar nuestro lenguaje, sujeto a un mundo donde
Dios es un desconocido, donde se busca, ante todo, vivir sin problemas a nuestro antojo.
Los salmos estaban distribuidos en cinco libros, y encontramos trazas del final de esos
libros (confrontar el final de los salmos 41, 72, 106). Algunos salmos aparecieron casi
idénticos en distintas recopilaciones, y por eso los tenemos duplicados.
La numeración de los salmos es diferente en la Biblia hebrea que en la griega. Primero
22. Introducción-20
transcribimos el número en hebreo y entre paréntesis el número griego conservado en
nuestra liturgia.
PROVERBIOS
La palabra de Dios llegó al pueblo de Israel bajo formas muy diversas. Ya dijimos cómo
nacieron los libros proféticos y los libros históricos: salieron tanto de la predicación de los
profetas como de la reflexión de los ambientes religiosos sobre la historia de Israel.
Pero también hubo sabios, como los hubo en otros paises, o sea, personas que se
interesaron más bien por meditar sobre los azares de la existencia, el rol de la riqueza, la
fortuna diferente del hombre irresponsable y del que domina sus caprichos. Y como
trasfondo de esta búsqueda, siempre estuvo una pregunta mayor: ¿hay justicia en esta
vida?
La sabiduría de los pueblos de todos los tiempos se ha explayado sobre estos temas. Nos
hablan de la sabiduría china, india..., pero la sabiduría del Medio Oriente es tal vez la más
antigua. Tanto en Egipto como en Mesopotamia (y sabemos que Palestina se encuentra
entre las fronteras de estas dos regiones) abundaban los escritos de sabiduría desde hacía
casi treinta siglos antes de Cristo.
Habiendo llegado con más tardanza a la cultura, los israelitas entraron en ese corriente de
la literatura llamada "sapiencial" en la época del rey Salomón, quien reunió a los primeros
"sabios". Sus primeras obras (como lo son los capítulos 10-30 de los proverbios), deben
mucho a sus precursores egipcios y a otros.
Si hablamos de estos autores, no debemos olvidar que la mayor parte del tiempo no
hacían más que retomar los "proverbios" o "máximas" de la sabiduría popular. Pero a su
vez, con sus escritos, ayudaban a cualquier intento por desarrollar la instrucción y el sentido
moral de las futuras generaciones. El pueblo judío del tiempo de Jesús estaba
profundamente marcado por esta sabiduría que se transluce en casi todas las parábolas
y "dichos" de Jesús, quien había sido formado en esa escuela.
Esta literatura, es decir, lo que de ella ha sido recopilado y reconocido por la comunidad
religiosa, es tan palabra de Dios como los libros proféticos, sólo que es una palabra
diferente, que presenta la vida y la fe desde otro punto de vista.
La mayor parte del libro de los Proverbios es muy antigua (cap. 10-31). La primera sección
(cap. 1-9), sin embargo, es más tardía, como del sigloII antes de Cristo. Esta se refiere a
la Sabiduría de Dios, de la que procede toda la sabiduría humana. La cumbre de esta
contemplación de la Sabiduría divina está en el célebre capítulo 8.
ECLESIASTES
(Qohelet)
El Eclesiastés tal vez resumió lo esencial de su pensamiento en esta sentencia: "Toda obra
de Dios llega a su tiempo, pero ha puesto la eternidad en el corazón de los hombres; y
estos no encuentran el sentido de la obra divina desde el principio al fin" (3,11 y 14;
8,16-17).
Dueño del universo, el hombre, creado a imagen de Dios, lo es de alguna manera. Sin
embargo, no es más que el servidor hecho de barro a quien Dios impuso la tarea penosa
de buscar siempre. Es pretensión irrealista pensar que el hombre pueda algún día aclarar
satisfactoriamente el sentido de su propia vida o solucionar definitivamente las tensiones
23. Introducción-21
y conflictos que desgarran a la humanidad.
El autor del Eclesiastés vivió en el tercer siglo antes de Cristo, cuando la cultura griega
penetraba en el mundo judío. El dinamismo de la civilización griega se debía, en parte, a
su total confianza en la capacidad del pensamiento humano, - y sabemos que la misma
ambición es todavía el motor del humanismo occidental.
El Eclesiastés refuta ese optimismo: estamos en un mundo donde todo es desconcertante.
Tratemos de sentir el misterio de Dios y el peso de su silencio: el hombre es un ser mortal
y limitado.
No tomemos pues por sabiduría sólo las apariencias. Mejor vivamos plenamente el
momento presente, solucionando día tras días los problemas que están a nuestro alcance
y gozando hoy mismo la felicidad que Dios reservó para este día. Y lo demás se deja a
Dios.
La religión ha tratado siempre de explicar, de entregar una visión más ordenada de la
existencia. El Eclesiastés no le solicita ese servicio. En esos tiempos, las personas piadosas
afirmaban que Dios aquí en la tierra recompensa a los buenos y castiga a los malos. El
Eclesiastés pone esto en duda. Aunque los mandamientos de Dios nos señalan un camino,
él respeta los silencios y la aparente ausencia de Dios.
El que escribió este libro, en el siglo IV o III antes de Cristo, hizo lo que ahora hacen
muchos escritores y poetas, que firman sus obras con un seudónimo, o sea un nombre
inventado. Presenta su enseñanza como si fuera la del rey Salomón, hijo de David. Se sabe
que Salomón tenía reputación de hombre muy entendido en la sabiduría. Pero como él era
un hombre encargado de instruir a la asamblea de los creyentes (es lo que quiere decir la
palabra Eclesiastés), los que publicaron su libro juntaron las dos palabras: Eclesiastés y
Salomón.
CANTAR DE LOS CANTARES
El cantar es un poema, así que no trataremos primero de entender el texto sino que
nos dejaremos llevar por él, y nos abrirá un universo.
El cantar revive nuestras propias experiencias y nos toca al corazón, pues nos habla
del Amado y de la Amada: es el poema del encuentro amoroso. Pero el autor deja que este
encuentro se desenvuelva en un sueño, para así revelar su misterio: el llamado del amor
viene de más allá que nosotros. La búsqueda, el reencuentro, las huidas son encantadoras
y verídicas sólo porque translucen un misterio: un Alguien nos atrae. De ahí el título que
el libro se da a sí mismo: *el canto sublime+.
El Cantar es la intuición y la búsqueda del Unico más allá de todas las apariencias;
él, por otra parte, está totalmente fascinado por la búsqueda de la criatura que ha elegido,
que para él es única e irreemplazable. Esta visión de Yavé, el Dios guerrero, como "el
Esposo", no es totalmente nueva en la Biblia; grandes profetas se habían apoyado en su
expereincia conyugal para hablar de la alianza de Dios con su pueblo (Os 1-2). Más
todavía, habían usado las palabras del amor humano para expresar su experiencia de una
relación privilegiada con Dios, la que algún día, se concedería a todo Israel.
A medida que se desenvuelve el sueño de amor, el autor del Cantar revive la
esperanza del pueblo elegido. La Amada de Dios es Israel con su tierra, y el autor-poeta
espera la venida del Unico como rey-Mesías de la comunidad elegida. Esta orientación del
Cantar explica el uso de comparaciones que parecerían extrañas si se tratara de novios
corrientes, pero que en realidad son alusiones al pasado de Israel, a su Templo y a su
tierra.
24. Introducción-22
Debemos confesar que muchos biblistas hoy, al ver las semejanzas entre el lenguaje
del Cantar y el de los cantos de amor del Medio Oriente, creen que son de la misma
procedencia, y que aquí no hay más que un canto de bodas; sólamente en un segundo
tiempo se habría visto en esos diálogos una figura del amor de Dios para con su pueblo.
Esta hipótesis puede parecer más razonable, pero esto no es más que apariencia, pues
tiene el gran inconveniente de no dejar sino trivialidad o incoherencia en todos los lugares
en que, precisamente, las imágenes nos cuestionan y entendemos que se ha criptado el
poema.
Tenemos pues que volver a lo que comprendió toda la tradición, y es que en el Cantar, lo
mismo que en los grandes profetas, aunque con otras palabras, la experiencia del
Dios-Amor ha inspirado todo el poema y traído las figuras del amor humano. El Cantar no
es una celebración del amor humano que ha aterrizado en la Biblia después de recibir una
interpretación religiosa, sino que desde los comienzos la tradición judía ha visto en él el
canto del amor divino. Y el hecho de que en él no se nombre a Dios es intencional, pues
está presente de principio a fin, pero este Unico, a la vez Amor y Amante, está muy lejos
del "Dios" de las religiones humanas.
EL AUTOR DEL CANTAR
El Cantar se presenta como la obra de Salomón, pero es sólo un nombre prestado,
igual como para otros libros de la Biblia. Su autor era un "espiritual" y un sabio, uno de
aquellos que escribieron los "libros de la Sabiduría" de la Biblia. Vivió a lo mejor en el siglo
3 antes de Cristo.
En Israel, igual como en muchos otros países, el ritual del matrimonio incluía un
"canto del esposo" y un "canto de la esposa" (Jer 7,34,16,9; Apoc 18,22). Pero, si bien se
conoce un poco la poesía amorosa egipcia, nada nos ha quedado de esos cantos populares
de Israel. Pues bien, nuestro autor hizo algo como los grandes músicos que construyen sus
obras maestras a partir de melodías populares. Es fácil ver que utilizó expresiones y formas
de cantos de amor tradicionales para decir lo que ellos no decían. Ese es nuestro "Cantar",
obra central en la Biblia.
EL CANTAR EN TIERRA CRISTIANA
En la cristiandad quienes se adueñaron del Cantar fueron los monjes. Ellos, que
habían renunciado al amor humano, pasaban sin problemas por encima de las expresiones
del amor carnal que ocupan muchos párrafos e iban derecho a lo que había sido, en la
partida, una experiencia espiritual. Ese lenguaje los ayudaba a sentir hasta qué punto la
relación de amor con el Unico puede ser real, embriagadora, absorbente.
De hecho iban a entregar al pueblo cristiano el bien del cual se habían adueñado.
En la Europa del siglo 12 aparecieron las primeras señales de un reconocimiento del amor,
tan ignorado durante los siglos bárbaros. Fue entonces cuando fue decisiva la experiencia
espiritual de algunos grandes monjes y eremitas. El Cantar, releído y comentado por ellos
fue determinante en la toma de conciencia del misterio del amor. Los cantos y relatos de
amor, muy groseros en sus comienzos, cedieron el lugar a una "literatura del amor
cortesano". A partir de entonces se iría afirmando de siglo en siglo, entre los valores
humanos, la primacía del amor entre los esposos.
25. Introducción-23
A veces se dice maliciosamente que el amor se termina en el matrimonio, y esto lo
repiten a su manera las películas y la TV, sobre todo en países donde una cultura
decadente sólo reconoce como amor al que no tiene sus promesas. El Cantar pone en el
centro de nuestras inquietudes la aspiración al amor verdadero, el cual es siempre una
irradiación de Dios y es, igual que El, fiel hasta la muerte.
SABIDURIA
En los últimos siglos antes de Cristo, la cultura griega, llevada por el conquistador
Alejandro, había penetrado en los países de Medio Oriente (ver introducción a Macabeos).
Los griegos traían una manera nueva de entender la libertad del individuo, la nobleza del
espíritu, el interés por la búsqueda científica, el sentido de la belleza corporal, etc.
Los judíos tuvieron que abrirse a esta nueva manera de pensar: cuando un pueblo se
encierra en su cultura nacional, sin mirar más allá de sus fronteras, termina por asfixiarse.
Su cultura estaba íntimamente ligada a las palabras de Dios recibidas durante siglos, pero
la revelación de Dios no se había terminado aún ni podía tampoco enfrascarse en los
moldes de la cultura hebrea.
El libro de la Sabiduría es el primer esfuerzo importante hecho por un judío establecido
entre los griegos para expresar la fe y la sabiduría de Israel, no sólo en idioma griego, sino
también en forma adaptada a la cultura griega.
Trata de dar una respuesta a la angustiosa cuestión planteada por el mal, el dolor y la
muerte; esboza una prueba de la existencia de Dios en la cual Pablo se inspirará; muestra
que Dios extiende su misericordia a todos los seres sin excepción. Nótense especialmente
los magníficos capítulos 3-5 sobre la muerte del justo y la esperanza de la vida eterna.
También el himno a la sabiduría del capítulo7.
Este libro, por ser escrito en griego, se quedó entre los *Deuterocanónicos+. Fue escrito
en Egipto, como en los años 80-50 antes de Cristo.
ECLESIASTICO (SIRACIDES)
Dos siglos antes de Cristo, Jesús, hijo de Sirá, escribió este libro, que es una síntesis de
las tradiciones y de las enseñanzas de los *sabios+.
Era un hombre acomodado y de buena educación. Parece haber estado al frente de una
casa importante y con servidumbre. Trató con mucha gente, se dedicó a trabajos y
negocios que le resultaron bien y, al final, este sabio confiesa que los libros sagrados son
los que le enseñaron los secretos del éxito. Al escribir el presente libro, quiso compartir con
otros lo que había leído en aquéllos y, además, comprobado por su propia experiencia.
Escribe algunos años antes de la crisis religiosa de que se habla en los libros de los
Macabeos. Muchos de sus contemporáneos se dejaban atraer por la cultura griega y su
religión judía les parecía anticuada. El autor quiere mostrarles lo que significa la fe para el
que vive dentro de una sociedad humana y se enfrenta con los mil problemas de la vida
práctica. En ninguna otra nación hay una sabiduría superior a la del pueblo de Dios, porque
ahí es donde, por orden divina, la Sabiduría ha venido a habitar. El presente libro muestra
cómo la Ley de Dios lleva a una vida personal y social más humana, más inteligente y más
responsable.
Hay dos grandes partes en este libro que pertenece a los Deuterocanónicos:
-- Los capítulos 1-42 comprenden siete series de sentencias. Cada una empieza por un
26. Introducción-24
elogio de la sabiduría. Es especialmente notable el poema sobre la sabiduría del cap.24.
-- Los capítulos 43-51 empiezan por alabar a Dios, cuya sabiduría brilla en el orden del
universo, y siguen con la descripción de la sabia actuación de Dios a través de los grandes
personajes del Antiguo Testamento.
LOS PROFETAS
Hablando entre cristianos, debemos siempre precisar qué entendemos por Profeta
y profetismo, pues por lo general estas palabras se interpretan en una manera bastante
discutible. Para muchos, los profetas son algo así como videntes que ya antes de Cristo
anunciaron su venida para salvar al mundo. Y cuando estas personas se ponen en contacto
con los escritos proféticos quedan desconcertadas, no encuentran lo que buscaban, y la
idea que tienen de ellos les impide descubrir el sentido de los textos.
El Profeta en Israel
Desde la más remota antigüedad el hombre ha tratado de conjurar la fatalidad de un
porvenir que se le escapa. Adivinos, necrománticos y astrólogos han pululado en las cortes
reales para predecir a los grandes de este mundo su futuro. Asimismo los que adivinaban
la suerte cumplían en medio del pueblo las mismas funciones, tal como lo hacen hoy las
gitanas, los mediums y los redactores de horóscopos. En el Antiguo Testamento
encontramos muchas manifestaciones de este intento de unos y otros por conocer el
porvenir: Saúl, disfrazado de campesino, se dirige a la aldea de En Dor para consultar a
los muertos (1 Sam 28), mientras que un siglo y medio después, cuatro profetas
capitaneados por Sedecías, hijo de Canana, predicen la victoria de los reyes de Israel y
Judá reunidos en la corte de Samaria (1 Re 22).
Los "hermanos profetas" que aparecen en los primeros tiempos de la monarquía
tendrán algunos puntos en común con esos profetas de profesión. Dios, en su pedagogía
de padre, respetará las etapas necesarias para llevar a su pueblo a una madurez más
plena; por eso aceptará por un tiempo hablar a su pueblo a través de esos medios
primitivos y ambiguos. Sin embargo los profetas de Israel se apartarán muy rápidamente
tanto de las bandas de exaltados, como de la gente muchas veces sencilla y sincera que
estimulaba la fe popular a través de sus manifestaciones carismáticas, así como también
de los charlatanes que abusaban del miedo ante el futuro y que vivían a costa de ello (Cf
Am 7,12).
Cuando se narrará la historia de la ascensión de Saúl a la realeza, será aprovechada
esta ocasión para precisar que antes se decía "vidente", pero que ahora se dice "profeta"
(1 Sam 9,11). Si bien se puede traducir por "vidente" la palabra hebrea Ro'êH, es muy
difícil, en cambio, acertar el sentido exacto de la palabra NaBI', que significa tanto el que
es "llamado" como el que "proclama". La Biblia griega zanjó la cuestión al decir que
"profeta" es el que "habla en nombre de Dios".
Mientras en las cortes orientales los "videntes" constituyeron un cuerpo particular al
lado de otros funcionarios reales, en Israel, en cambio, el profeta llamado por Dios y que
vivía en la fe hablará de parte de Dios con total independencia.
Un pueblo de profetas
El profetismo en Israel era, pues, en primer lugar, un acto de fe en la inagotable
fidelidad de Dios; un acto de fe que se comunica para provocar la conversión del corazón
y la respuesta activa al llamado de Dios. Y a esto se debe el que en varios pasajes de la
27. Introducción-25
Biblia parezca extrañarse de que el espíritu de los profetas no se haya comunicado a todo
el pueblo de Dios. Ya en el Pentateuco encontramos ese episodio en que el Espíritu se
comunica no sólo a los que habían venido a recibir a Moisés (Núm 11,24), sino también a
los que no habían podido venir, y vemos cómo interpreta Moisés ese hecho. Más tarde Joel
volverá sobre este punto: al fin de los tiempos el espíritu de los profetas será comunicado
a todos (Jl 3,1).
Existe, pues, en la Biblia una época de los profetas, que corresponde más o menos
al período de los Reyes, desde el reinado de David hasta el siglo segundo después del
regreso del destierro. Pero cuando parecía que se extinguía el Espíritu y que el "cielo se
cerraba", el pueblo permaneció a la espera de los tiempos del Mesías, en los que sería
restablecida la comunicación con Dios.
Verdaderos hombres
El profetismo no está ligado a un tipo de carácter o a una condición social. Isaías era
un noble, uno de esos a quienes el Nuevo Testamento llamará los Ancianos y que eran los
descendientes de los jefes de las tribus o clanes de la época nómada. Jeremías, Ezequiel
y Zacarías, después del exilio, eran sacerdotes del templo de Jerusalén; pertenecían, por
tanto, a la tribu de Leví, elegida para el culto divino. Amós no era probablemente el "profeta
pastor", aunque la imagen sea bella, pues el término utilizado para designarlo sugiere más
bien un escriba que tenía a su cargo el ganado real dado en arriendo. Oseas y Jonás, hijo
de Amitay, inmortalizado por el cuento del que es protagonista, son originarios del reino del
norte, donde ejercen su ministerio. En cambio Sofonías probablemente vino del norte de
Jerusalén en medio de los refugiados que huían de la invasión asiria al reino de Samaria.
Miqueas es de origen campesino, de Moreset, al sudoeste de Jerusalén, pero es de familia
culta, probablemente cercana a los "sabios" de Judá.
Los profetas no son títeres inanimados en las manos de Dios, sino hombres
poseídos por el Espíritu que han madurado a través de una experiencia espiritual
excepcional, llamados a hablar a su pueblo en nombre de Yavé y que conservan en su
predicación las riquezas y limitaciones de una época determinada, de un medio y de una
historia personal que hizo de cada uno de ellos un ser bien caracterizado e individualizado,
un ser único.
Una visión profética de la Historia
Los profetas acompañan a Israel a lo largo de todo su andar, porque Israel tiene un
camino que recorrer. En la fe de Israel la Historia no se arrastra en el ciclo infernal de un
eterno empezar de nuevo, tal como lo veían los paganos. El Pueblo de Dios sabe que el
hombre ha salido de Dios y que vuelve a Dios. Su historia no es ciertamente un camino
rectilíneo, sino que está sembrada de debilidades, fracasos y pruebas, y también de
tiempos de prosperidad, de alegrías y luces; pero para el hombre de fe una cosa es cierta:
el camino está siempre abierto, abierto al amor y a la misericordia de Dios, reordenado por
el poder de su Salvación y que al final desemboca en una comunión eterna con él. Es
desde esta perspectiva que debemos leer y releer todos los textos de los Profetas, a través
de los cuales "ha hablado el Espíritu Santo", tal como nos lo dice el Credo. Reproches y
amenazas, palabras de esperanza y de restauración, todo ello manifiesta el amor del Padre
que prepara, corrige y moldea a su pueblo, para que sea capaz así de acoger en su Hijo
la plenitud de la Luz y de la Salvación (Cf Heb 1, 1-2).
No hay, pues, que extrañarse de que gran parte de la historia de Israel haya sido
escrita en torno a los Profetas. Para ellos no se trataba de relatar una crónica de los
hechos pasados sino de interpretarlos para descubrir en ellos el modo de actuar de Dios
28. Introducción-26
y los cambios por los que fue pasando su Alianza.
ISAIAS
Muy corto ha sido el período de gloria y de prosperidad de Israel. El reino de David, Reino
de Dios entre los hijos de Israel, ha pasado a ser una nación pequeña, en nada diferente
de las demás naciones pequeñas que en ese tiempo tratan de sobrevivir entre sus
poderosos vecinos. Israel había creído en su propia misión mientras la suerte lo favorecía.
Cuando se comprobó que ya no podría dominar a los demás pueblos, perdió el sentido de
su propia identidad y se puso a vivir como los demás.
Israel sabe, porque tiene libros, y porque los ancianos se lo cuentan a sus hijos, que Yavé,
su Dios, es el Dios de los dioses; los israelitas suben a Jerusalén para ofrecer sacrificios,
y siguen las costumbres religiosas de sus mayores. En realidad, como Isaías se lo echará
en cara, *todo esto no es más que mandatos de hombres, religión aprendida que no brota
del corazón+. Las procesiones son concurridas, y el clero, poderoso, pero detrás de esa
fachada, ninguna vida, y bastaría con la hostilidad del poder para echar abajo la religión
oficial (2 R 21).
Es porque la fe no tiene fuerza si no se apoya en una experiencia de Dios. Y si no hemos
hecho esta experiencia, si el conjunto de los fieles no la hubiera hecho, si uno se contenta
con repetirles las experiencias religiosas de sus mayores, todo muere poco a poco.
Isaías fue, en aquel tiempo, el hombre que hizo nuevamente esta experiencia y encontró
a Dios vivo. Este joven de noble familia, que *había visto a Yavé+ (cap.6), habló sin cesar
en nombre del Dios presente en Israel y al que Israel desconocía.
¿Qué encontramos en los poemas que siguen?
-- Los ecos de un período de angustia. La pequeña nación de Judá está apretada entre
dos grandes naciones, Asur y Egipto, y los políticos se preguntan por cuál de las dos hay
que dejarse devorar. Isaías contesta: *Busquen primeramente el Reino de Dios y procuren
establecer su justicia entre ustedes. Y él les hará más fuertes que los poderosos+.
-- Una lucha perseverante para despertar la fe de hombres sin horizontes. Hay mucha
religión exterior, pero muy poca responsabilidad, muy poco cariño a Dios, poca inquietud
por hacer su voluntad. Isaías repetirá: *Crean en él, él es Santo, él está aquí entre ustedes,
y si no se hacen firmes apoyándose en él, los aplastará+.
-- Las promesas de Dios a los reyes descendientes de David. En realidad, sean buenos
o malos, son hombres bien mediocres para ser depositarios de promesas tan
trascendentales. Isaías, sin embargo, afirmará en las horas más sombrías que Yavé ha
escogido a Jerusalén y a David su rey. De él nacerá Cristo, rey de la Paz.
Algunos datos sobre los años en que vivió Isaías
A partir del año 740 despierta en el norte la nación de Asur y empieza sus conquistas.
Todos los pueblos del Medio Oriente se asustan y tratan de resistir, animados por el otro
grande, Egipto. En este conflicto desaparecerá Israel del Norte; Samaria, su capital, será
tomada y su población desterrada en 720.
En el año 736, Israel del Norte y sus vecinos de Aram tratan de obligar al reino de Judá
a que se una a ellos contra Asur. Entonces Ajaz, rey de Jerusalén, a pesar de las
advertencias de Isaías, llama a los ejércitos de Asur. Estos destruyen a Israel y a Aram,
pero también saquean el país de Judá.
En los años 701-691, Senaquerib, rey de Asur, viene a someter a Judá. El rey Ezequías,
animado por Isaías, le resiste, y sucede la célebre liberación milagrosa de Jerusalén.
29. Introducción-27
EL LIBRO DE ISAIAS
El libro de Isaías y de sus discípulos (ver párrafo siguiente) es el más importante de los
libros proféticos, que recordarán y citarán constantemente Jesús y sus apóstoles.
Las palabras de Isaías están contenidas en los capítulos 1-39 del libro que lleva su nombre.
La segunda parte del libro, o sea, los capítulos 40-66, reúne las palabras de otros profetas
que escribieron siglo y medio más tarde.
La primera parte se puede dividir en cinco secciones:
- capítulos 1-6, los grandes temas de la predicación de Isaías.
- capítulos 7-12, la crisis del año 736.
- capítulos 13-23, profecías contra las naciones paganas.
- capítulos 24-36, textos varios.
- capítulos 37-39, la crisis de los años 701-691.
Para la segunda parte del libro de Isaías y los poemas del servidor del Yavé (cc. 40-55),
véase la Introducción propia.
Para la tercer parte del libro de Isaías (cc. 56-66), véase la Introducción propia.
SEGUNDA PARTE DEL LIBRO DE ISAÍAS
MENSAJE DE CONSUELO
El libro de Isaías termina con la liberación de Jerusalén. Durante los primeros siglos de la
monarquía, la Providencia de Dios se había manifestado con tanta frecuencia que parecía
infalible; y esta vez nuevamente parecía un milagro espectacular. Senaquerib se había
permitido poner sitio a la Ciudad Santa y mofarse del Dios de Israel, pero al día siguiente
dejó la Judea para ir a toda prisa a Egipto que se había rebelado. Vuelto a casa, fue
apuñalado por sus hijos.
Y, sin embargo, un siglo más tarde, Nabucodonosor se apoderó de Jerusalén, dejó el
Templo en llamas y se volvió a Babilonia arrastrando tras de sí un tropel lastimoso de
cautivos. Todo se había bamboleado, y la fe cuestionada hasta sus raíces, pues si Yavé,
el Dios Salvador, había sido impotente, ya no era nada.
Entre los desterrados se halla el profeta Ezequiel. El afirma que los cautivos, convertidos
por la prueba, volverán al país y reconstruirán la nación en la justicia. Pero, ¿habría que
esperar, al término del exilio, la vuelta a una prosperidad tal como se conoció en el reinado
de David (o más bien, tal como se la imaginaba con la aureola de los tiempos pasados)?
¿Qué reservaba a Israel su Dios tan misterioso?
Fue entonces cuando apareció un profeta que permaneció en el anonimato, no como uno
de esos que predicaban y discutían, cuyos oráculos se escribían posteriormente, sino un
hombre que escribía sus poemas y sus apóstrofes. La tradición deslizó su libro entre los
pliegues del manto de Isaías, donde forma los capítulos 40-55.
Cuatro piezas de estos poemas, a las que se ha llamado "poemas del Servidor", han
atraído más la atención. Los encontramos en 42,1-9; 49,1-7; 50,4-11; 52,13-53,12. Pero no
son piezas sueltas, encajadas en un conjunto que les sería extraño. Son los momentos
fuertes de una visión -o de una meditación- que desarrolla a lo largo del libro el misterio de
30. Introducción-28
las relaciones de Dios con su pueblo.
El Servidor de Dios es Israel, sin duda alguna, pero Dios tiene en él a un muy pobre
servidor, a un pueblo que es incapaz de ver y de comprender. Sin embargo, en ese pueblo,
hay muchos fieles verdaderos, auténticos discípulos a los que Dios les abre los oídos para
que capten lo que él querría que comprendieran. Y luego Dios sabe escogerse de entre
ellos a sus servidores, los profetas, los que estarán en la vanguardia y cuyo ejemplo hará
avanzar a los demás. El profeta ha usado y vuelto a emplear esta imagen del "servidor";
al comienzo, es sin duda todo Israel, pero al fin se deja dominar por su imagen, la que toma
cuerpo y se transforma en el retrato de Cristo, el Redentor.
Ya no valen las imágenes de la divinidad que el hombre religioso se ha ido elaborando
desde el principio de la historia, al dedicar a Dios todo lo que en este mundo respira fuerza,
grandeza y majestad. El oro, el mármol y el cedro de los templos..., los toros y los chivos
consumidos en los braseros de los altares..., las túnicas bordadas, los pectorales repujados
de piedras preciosas, los turbantes y tiaras para revestir a los sacerdotes... En el crisol del
Exilio el profeta recibe del Espíritu una extraña revelación: el Dios que salva es un Dios que
ama, y que ama a los humildes.
El Dios fiel está presente entre los deportados, preparando con ellos la salvación del
mundo. Todo el sufrimiento del pueblo de Dios, todas sus humillaciones, si bien las
merecían por sus faltas, son también el camino que Dios ha escogido para manifestar su
ternura y su omnipotencia. Pues, y ésta es una de las novedades de esta profecía, el Dios
de Israel es el salvador de todas las naciones, pero ha querido que Israel sea su servidor
y lleve a buen término esta salvación, cargando con el peso del mundo.
Esta revelación va en contra de todo a lo que aspiramos naturalmente. Es tan extraña que
la mayoría de los judíos que volvieron de Caldea olvidaron pronto el mensaje y sólo tuvieron
como proyecto restaurar el antiguo reino de David. Cuando Jesús proclame el Reino en la
misma línea del profeta del Exilio, los judíos en su mayoría le opondrán la Ley y el ritual del
Templo. Pues es una tentación permanente confundir la ciudad de los hombres con la
Ciudad de Dios, y los discípulos de Jesús, algunos siglos después, mostrarán la misma
ceguera al tratar de hacer realidad el viejo sueño de la Cristiandad.
Con el "segundo Isaías", este autor anónimo de los capítulos 40-55, se abre un nuevo
camino. Este camino será el de los "pobres de Yavé", los que, como María, los apóstoles
y los discípulos, sabrán reconocer en Jesús de Nazaret al Enviado de Dios prometido por
los profetas.
TERCERA PARTE DEL LIBRO DE ISAÍAS
Los judíos han vuelto a su país. No se produjeron los milagros anunciados en los capítulos
40-55 del presente libro. Una comunidad pobre trata de organizarse y solucionar los
problemas de toda clase, ya que durante los setenta años de destierro otros han ocupado
el lugar.
Un profeta, del que no conocemos el nombre, presencia estos comienzos. Anuncia que Dios
viene para vengarse de sus enemigos, tanto de los del interior, los que pertenecen a la
comunidad y no quieren apartarse de sus pecados, como de los del exterior. Dios viene
más que todo para salvar a los que vuelven a él, y no solamente a los de la comunidad,
sino también a los extranjeros. El profeta continúa, a su manera, la descripción entusiasta
de Sión-Jerusalén y de su Mesías: ella es la amada de Dios y pronto se celebrará la boda.
El vendrá con el Espíritu de Yavé para entregar su Evangelio a los pobres.
Los poemas de este profeta forman los capítulos 56-66 del libro de Isaías, con una
31. Introducción-29
disposición simétrica que deja el centro al anuncio de la Sión nueva:
56,1-8 El pueblo de Dios está abierto a todos 66,18-24
56,9-58 Reproches, advertencias y promesas 65 y 66,1-17
59,1-4 Confesión de los pecados 63,7-64,11
59,15-20 La venganza de Dios 63,1-6
60 La nueva Jerusalén 62
61 El Espíritu de Yavé está sobre mí.
ALGUNOS DATOS SOBRE LOS AÑOS EN QUE VIVIÓ ISAIAS
A partir del año 740 a.C. despierta en el norte la nación de Asur y empieza sus conquistas.
Todos los pueblos del Medio Oriente se asustan y tratan de resistir, animados por el otro
grande, Egipto. En este conflicto desaparecerá Israel del Norte; Samaría, su capital, será
tomada y su población desterrada en el 720.
En el año 736, Israel del Norte y sus vecinos de Aram, tratan de obligar al reino de Judá
a que se una a ellos contra Asur. Entonces Ajaz, rey de Jerusalén, a pesar de las
advertencias de Isaías, llama a los ejércitos de Asur. Estos destruyen a Israel y a Aram,
pero también saquean el país de Judá.
En los años 701-691, Senaquerib, rey de Asur, viene a someter a Judá. El rey Ezequías,
animado por Isaías, le resiste, y sucede la célebre liberación milagrosa de Jerusalén.
JEREMIAS
LOS QUE HACEN LA HISTORIA
Reyes y generales se agitan en el escenario político, sacerdotes y charlatanes proporcionan
al pueblo la verdad que quiere oír, guerras y hambre tienen postrados a los hombres.
¿Quién lleva adelante la misión de Israel, instrumento de Dios en el mundo?
Dios entonces se busca a quién dará autoridad, no sólo sobre Israel sino sobre las
naciones, para arrancar y destruir, edificar y plantar. En una palabra, le encarga la misión
de acelerar la historia. Este hombre será Jeremías, un muchacho de Anatot, descendiente
de una familia de sacerdotes.
Pues bien, Jeremías no sólo pronunció los discursos que se hallan en este libro sino que
además vivió personalmente los acontecimientos como testigo de Dios. Cooperó con Dios
-la palabra no nos debe asustar- en sus decisiones supremas que dirigen la historia. Dios
obra en la historia mediante las obras, las palabras, los escritos y los rezos de muchísima
gente. Pero también impulsa fuerzas más profundas que sacuden la inercia de los
corazones y hacen más fuerte entre los hombres el afán de justicia. En estos campos que
Dios se ha reservado, solamente le cooperan esos pocos a los que *conoció y consagró
antes de que nacieran+.
No sin razón los judíos creyeron, en tiempos posteriores, que Jeremías, después de
muerto, estaba delante de Dios, intercediendo por ellos (2 Mac 2,1 y 14,14). El recuerdo
de sus pruebas, junto con el fin trágico del rey santo Josías, abrieron muy discretamente
la mentalidad hasta el momento triunfalista de los creyentes: la salvación se haría mediante