Entrevista hecha a Carmen Gloria Quintana, víctima del "Caso Quemados" ocurrido el 2 de julio de 1986.
La protagonista de esta historia fue quemada a manos de militares del Ejército, en plena dictadura de Augusto Pinochet. Luego de 29 años, su caso se reabrió y ella decidió contar parte de su vida y mostrar su pensar.
A pedido de ella, esta entrevista se hace pública.
Grabada el 3 de agosto de 2015 por Esteban Barahona Tobar, estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile.
Carmen Gloria Quintana: "Volví a luchar desde el mismo día que me quemaron"
1. Carmen Gloria Quintana, víctima del Caso Quemados:
“VOLVÍ A LUCHAR DESDE EL MISMO DÍA QUE ME QUEMARON”
Carmen fue víctima de la dictadura militar. El caso más cruento que se cometió mientras Augusto Pinochet
Ugarte llevaba las riendas del país. La rociaron con bencina de cabeza a pies, y de pies a cabeza fue
quemada el día en que la compasión no pudo estar presente. Estuvo a pasos de la muerte, sin embargo aquí
está: enfrentando al mundo y al país que durante años le dio la espalda.
Por Esteban Barahona Tobar
Me recibió en la oficina del Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior. En el tercer piso del #1235 de la
calle Agustinas, en el centro de Santiago, me esperaba Carmen. Tal como habíamos acordado con su marido, el encargado
de agendar las entrevistas, el primer lunes de agosto nos encontraríamos.
El saludo fue cordial. Alta, elegante, sonrisa prudente. Cartera colgando de una de sus manos. Caminó con distinción hacia
el salón donde conversaríamos. A la entrada del despacho, la primera pregunta:
- Carmen, ¿la puedo “tutear”?
- Sí, claro. Si no soy tan vieja –dijo en medio de risas.
Entramos.
DE NIÑA A MUJER
Carlos Quintana y Audelina Arancibia recibieron a su hija Carmen el 3 de octubre de 1967, en el Hospital El
Salvador de Providencia, aunque eso los llevara después a recorrer bastantes kilómetros de vuelta a casa. La
comuna de Pudahuel acogió durante un tiempo a quien muchos años más tarde se convertiría en una víctima y
emblema de la violación a los Derechos Humanos (DD.HH.) en nuestro país. Amiga de la lucha por la justicia.
Carmen Gloria desarrolló la mayor parte de su vida en la Población Los Nogales, en plena Estación Central.
Toda su familia residió siempre en el mismo sector. Creció bajo el alero de la humildad. Su padre era técnico
electricista y su madre vendía huevos y dulces en su casa. Situaciones que la marcaron, como también la
muerte de uno de sus hermanos, el que falleció en 1973 a causa de un atropello.
2. ¿Tuviste una infancia como toda niña?
Relativamente. Nosotros éramos seis hermanos, pero el año 73’ atropellaron a un hermano mío. Un camión lo
mató. Y eso marcó la historia familiar en términos de duelo. Costó mucho superar el luto familiar.
Después de eso nos cambiamos a Los Nogales cuando yo tenía seis años. Tuve una infancia normal.
¿Qué edad tenías cuando falleció tu hermano?
Tenía cinco o seis años. No recuerdo bien. Él era menor, tenía dos años. Éramos dos hombres y cuatro mujeres,
y él era el más chiquitito.
Durante esa niñez en que tuviste que superar el duelo, ¿hacías algo que te distrajera? ¿Algún
deporte o actividad?
Sí. Mi familia siempre fue muy resiliente. Como a mis padres les daba miedo que saliéramos a la calle porque
nos podía pasar algo, algún atropello, y como éramos tantos hermanos, nos compraban juegos grandes. Por
ejemplo, un columpio para todos, un resbalín para todos. Distintas cosas para que pudiéramos divertirnos
adentro de la casa. La infancia de nosotros, hermanos que nos llevábamos entre un año y un año y medio, fue
de bastante juego.
Pronto nos cambiamos a Los Nogales, y mi mamá fue de a poco dejándonos salir a la calle, pero siempre se
sentaba afuera de la puerta de entrada, en una banca, con las vecinas a mirar que estuviéramos en seguridad.
Jugábamos con los vecinos a los juegos típicos de niños: la “escondida”, el “alto ahí”. Juegos que hoy están en
desuso.
Eres de un origen humilde. ¿Tuviste falta de oportunidades en tu niñez?
Por supuesto. Crecí rodeada de pobreza. A nosotros nunca faltó qué comer, pero teníamos vecinos que sí les
faltó qué comer. Muchas veces les faltaba azúcar y nos pedían. Muchas veces, caminando a comprar el pan, veía
a niños a pie pelado… el barro en pleno frío. Mucha pobreza.
Cuando fui creciendo me daba cuenta de la cesantía de la gente, la falta de oportunidades. La droga, también.
Se juntaban todos los jóvenes en la esquina a consumir drogas: pasta base, marihuana. Era algo muy corriente.
Y los robos también eran algo muy corriente, que están directamente ligados con la falta de oportunidades.
Después, cuando entré a la universidad, yo quería estudiar alguna carrera del área humanista, pero como
estábamos en dictadura, las carreras humanistas estaban restringidas, con muy pocos cupos y algunas estaban
de frentón cerradas, como sociología, sicología, periodismo. El puntaje no me alcanzó por venir de un colegio
público, y entré a estudiar ingeniería por obedecer un mandato de mi papá, que era técnico electricista y quería
tener un hijo ingeniero.
Cuando yo llego, la mayoría de mis compañeros eran de colegios privados, por lo tanto, toda la materia que ahí
veíamos de álgebra y cálculo, ellos ya la habían visto, y yo jamás la había visto en mi colegio. Ni siquiera
alcanzábamos a ver los programas que el ministerio entregaba.
En mi curso éramos 35 alumnos, y quedamos tres o cuatro en la universidad. Yo creo que eso se ve hasta el día
de hoy: la discriminación clasista en el acceso a la educación.
3. ¿En qué momento de tu juventud comenzaste a luchar?
Yo desde pequeña he escuchado a mis padres hablar de lo que fue el proyecto de Allende, de lo que significó
para Chile la esperanza de un país distinto. Un país donde los pobres fueran protagonistas de la historia, donde
se generaran leyes que favorecieran a las grandes mayorías del país.
De pequeña fui creciendo con este discurso. De hecho, cuando veía “Allende vive” escrito en las paredes, yo
pensaba que Allende estaba capturado y que lo tenían escondido en alguna parte, desaparecido. No podía
imaginar ese concepto a los cinco o seis años. No era claro para mí.
Después, con las primeras manifestaciones que se llevaron a cabo el año 83’, nosotros como familia
participamos. Íbamos a General Velásquez, al Parque O’Higgins. Participábamos de los cacerolazos. Después,
cuando ya entro a la Universidad de Santiago, fue un salto cualitativo al ver que había organizaciones de
estudiantes como la FEUSACH (Federación de Estudiantes dela Universidad de Santiago de Chile). Comencé a
participar con ellos, y todo eso me llevó a tener un compromiso aún mayor con la democracia, pero a nivel
personal muy desconocido, sin ningún tipo de liderazgo.
Es ahí, entonces, cuando te das cuenta de que la justicia se puede encontrar bajo la protesta. Es
como se da también actualmente con los jóvenes.
Claro. Yo siempre he creído que a este país le hace mucha falta educación cívica y cultura democrática. Creo
que los movimientos sociales ayudan a la democracia, ayudan a profundizar la democracia y deben ser
legitimados, por lo tanto, los movimientos estudiantiles, los movimientos de los trabajadores del cobre, los
pesqueros, son todos aquellos que apuntan a ayudar a que nuestra democracia asienta bases sólidas, y que
cambiemos a una democracia real y terminemos con los enclaves de la dictadura. Que realmente seamos una
democracia basada en valores de solidaridad y no de individualismo y economía de “sálvese quien pueda”,
como la que estamos viviendo ahora.
¿En algún momento de tu etapa revolucionaria portaste bombas?
¿A qué llamas “etapa revolucionaria”?
Al momento de la protesta, al momento de la lucha.
Ya. Esa era etapa de protesta, pero revolucionaria… estábamos muy lejos de tener una revolución misma,
entonces te pediría que cuidaras más los conceptos que usas.
No, nunca porté bombas ni nada por el estilo. Sí muchos compañeros míos usaban, pero eran bombas caseras.
Yo vi muchas veces cómo las hacían. Eran unas botellitas donde ponían cosas para encender la fogata, que eran
de poco alcance, pero que yo misma haya usado o hecho una bomba molotov, nunca.
4. LA “ANTORCHA HUMANA”
Carmen tenía 18 años cuando salió a las calles de Santiago para protestar. El 2 y 3 de julio de 1986 eran los días
presupuestados para terminar con el mandato del dictador Pinochet. En la primera jornada de manifestación,
en la calle Germán Yungue, casi esquina General Velásquez, comuna de Estación Central, fue acorralada junto
al joven fotógrafo Rodrigo Rojas de Negri por una patrulla de aproximadamente 30 militares. Faltaban diez
minutos para las ocho de la mañana.
Fueron golpeados e insultados, pero nada se compara con lo que vivieron luego de eso: Los rociaron con
bencina y les prendieron fuego sin piedad alguna. Luego de esto, los militares los trasladaron en un camión
hasta la Quilicura, donde fueron lanzados a una acequia como verdaderos bultos. En el camino también
recibieron pisotones, en medio de risas, por parte de los conscriptos que iban en el vehículo.
Estaban cerca del aeropuerto internacional. Una carretera concurrida donde ningún automovilista quiso
prestar ayuda. La impresión física de Rodrigo y Carmen era similar a la de zombies. Pronto a eso, fueron
auxiliados por unos obreros de la construcción, los que les improvisaron camas con ladrillos a la espera de la
policía. Carabineros llegó, pero todo fue en vano: simplemente hicieron parar dos autos particulares para que
llevaran a los jóvenes al consultorio más cercano.
La historia continuó con un Rodrigo Rojas agónico luego de cuatro días y su posterior partida. Carmen Gloria
Quintana resultó con el 65% de su cuerpo quemado, tenía un 95% de probabilidades de morir y permaneció
varias veces en coma. Han pasado ya 29 años desde el momento en que se convirtió, tal como ella lo define, en
una “antorcha humana”.
¿Qué hiciste el 1 de julio de 1986? ¿Cómo recuerdas ese día?
No recuerdo si era lunes o martes. No tengo idea. Ese día, me acuerdo, estábamos en familia. Había ido mi
pololo a mi casa a tomar once. Lo fui a dejar, después volví. Estábamos con mis hermanas en la casa y
conversamos sobre el paro del otro día con los vecinos. Nos concertamos para salir a protestar al otro día muy
temprano, porque en eso habíamos quedado de acuerdo el domingo anterior, que había sido la olla común de la
USACH en la Población La Palma.
El día anterior fue para ponerse de acuerdo. Me acosté temprano. Hacía mucho frío, recuerdo, ese día.
¿Y cómo empezó el 2 de julio? Antes de las 7:50 horas, cuando fuiste arrinconada por los
militares.
Despertamos con mi hermana mayor, que ya estábamos concertadas para salir. Nos levantamos, nos vestimos y
salimos. Salimos a manifestarnos. Llegaron los vecinos a buscarnos, que eran dos hombres y una mujer.
Salimos en dirección a la Población La Palma, y ya no había estudiantes, no había nadie, así que seguimos
caminando hacia la universidad, y en el camino nos topamos con un grupo de jóvenes que quería hacer una
barricada para interrumpir el tránsito en General Velásquez. Nos invitaron a participar y nosotros les dijimos
que sí, como nuestro ánimo era que el paro resultara exitoso… Ellos llevaban neumáticos y un bidón, y a mí me
pasaron un neumático que yo transporté hasta que sucedieron todos los hechos que la gente conoce.
5. Hay gráficas que te figuran con mochila el día de los incidentes. ¿Portabas una realmente?
Esa fue una gráfica que puso Televisión Nacional y la dictadura en la tele después de que yo fui quemada.
Fueron gráficas donde ni siquiera era yo, porque la persona que aparecía era baja y gorda, y yo siempre he sido
alta y delgada. Por supuesto que yo siempre como estudiante tenía cuadernos y los llevaba en una mochila,
pero el día de la protesta andaba sin nada. Iba a protestar, no a estudiar.
¿Los que te quemaron fueron valientes o cobardes?
Está más que demostrado que fueron cobardes, porque fueron incapaces de asumir su responsabilidad. Fueron
crueles, inhumanos, Esto no es un hecho aislado. Los más “bestias” fueron Pinochet y sus ministros, que son de
la parte cívica que apoyó la dictadura.
¿Te reencontraste en algún momento con alguno de los obreros que les hicieron las camas de
ladrillos?
No. Que yo tenga recuerdos, no.
Ese día le pediste a Carabineros que te “pegaran un tiro”…
Pedí que me pegaran un tiro frente a la impotencia de que Carabineros no hacía nada por salvarnos la vida. Nos
tuvieron ahí media hora, frente al dolor y al sufrimiento, entonces como un llamado desesperado, para ver si
reaccionaban, pedí que me pegaran un tiro.
Yo no sé si uno cuando está con el 5% de probabilidades de vivir, puede decidir si vivir o no. Yo creo que viví
porque el destino así lo quiso.
Teresa Álvarez e Ingrid Amaro fueron las enfermeras que los recibieron en el consultorio el día
que los quemaron. ¿Volviste a ver a Ingrid, quien fue la que te entregó la confianza y fue tu
apoyo en ese momento tan doloroso?
Creo que en algún minuto la volví a ver, hace muchos años atrás, pero no tengo recuerdos claros.
¿Cómo enfrentaron tus padres el verte quemada?
Para toda mi familia, todo esto ha sido muy traumático. Ha sido una experiencia de mucho dolor, y no solo el
hecho de que le quemen viva a su hija, sino lo que pasó después: que a su misma hija le echaran la culpa de que
ella se quemó y quemó a Rodrigo. Todas las mentiras que la dictadura sostuvo durante tanto tiempo.
El trauma también de ver a su otra hija, Emilia Quintana, que fue testigo y se la llevaron presa para que
cambiara su testimonio. Entonces es una seguidilla de dolores y traumas consecutivos que hasta el día de hoy
los tienen muy afectados.
6. Carmen, ¿cómo es estar a pasos de la muerte?
A pasos de la muerte… No sé, es complejo porque las circunstancias por las que yo pasé son completamente
antinaturales, y ni siquiera fue una violencia de tipo doméstico, que uno la podría entender… Cuando te hacen
estar tan cerca de la muerte de una manera violenta, donde hay una razón de una política de estado, que tiende
a discriminar a todas las personas que piensan diferente, es muy violento.
Yo puedo decir que cuando uno está cerca de la muerte de una manera así, no puede quedarse callada y debe
denunciar todas las atrocidades que ocurrieron y convertir el dolor en una manera de construir una sociedad
distinta.
Luego de los hechos, ¿qué cosas tenían valor para Carmen Gloria Quintana?
Inmediatamente después de los hechos, era sentir seguridad en alguna parte, estar con mi familia. Al principio
estuve muy enferma, no tenía conciencia. Estuve muy cerca de la muerte, tres veces en coma, si no más.
Supe después, por boca de mis padres, de toda la solidaridad que hubo por parte del pueblo chileno, que hizo
velatones afuera del Hospital del Trabajador, que dieron sangre y piel. Que mucha gente oró, rezó, entregó
energías positivas. Que hubo toda una conmoción nacional para apoyar. Hubo conciertos de solidaridad para
pagar el hospital, que era sumamente caro. Y también toda la solidaridad internacional de todos los chilenos
exiliados, de los pueblos del mundo que se horrorizaban frente a lo que la dictadura había generado. Dentro de
ellos, Canadá, que ofrece sus tierras para acoger a mi familia y a mí para ir a recuperarme.
Esas cosas para mí eran muy valiosas, y hasta el día de hoy agradezco.
OLOR A COBARDÍA
“Vuestros hombres, valientes soldados, que habéis sido de Chile el sostén”, es la parte de la estrofa del antiguo
himno de nuestro país que Carmen Gloria no quiere volver a escuchar jamás en su vida. Para ella, los soldados
no son valientes; para Quintana, el verdadero sostén es el pueblo.
El Ejército chileno golpeó, torturó, quemó y casi mató a la protagonista de esta entrevista. Oír los nombres de
cada uno de los implicados en su caso le provoca repulsión, quizás asco. Inhumanos, dice, son todos aquellos
que obedecieron las órdenes de Augusto José Ramón Pinochet Ugarte aquella mañana de julio, donde el frío se
soslayaba por las llamas que recorrían el cuerpo de Carmen.
Pedro Fernández Dittus los roció con bencina y Julio Castañer les prendió fuego. ¿Merecen
tortura o simplemente pagar con cárcel, a sabiendas de los beneficios carcelarios que poseen
los militares y exmilitares en nuestro país?
Ante la pregunta que haces, sabes cuál es la respuesta. Yo creo que nadie merece tortura ni apremios ilegítimos
en la condición que esté. Yo creo que estas personas merecen lo justo, que es verdad y justicia en razón a las
atrocidades de lo que hicieron. Nada más y nada menos.
¿Eres católica?
No.
7. Fernández Dittus dijo que no podía matarlos porque era católico, sin embargo los roció con
gasolina y contribuyó a que los quemaran. ¿Es irrisorio y contraproducente?
Muestra su falta de coherencia y falta de catolicismo, porque una persona, primero, no hace lo que él hizo.
Siempre un soldado, o el grado que tenga, tiene un punto ético donde puede decir “yo no participo”. Ya
tenemos el ejemplo del soldado Nash, que no quiso disparar y lo mataron a él. Un punto de inflexión donde se
vio sometido.
Fernández es muy poco coherente al quemar vivas a dos personas y después decir que no las maten porque es
católico. Es completamente incoherente.
“Pacto de silencio”. ¿Qué te provoca esta expresión?
No me gusta el concepto porque creo que los conscriptos no están en condiciones de pactar nada. Están
sometidos a un sistema jerárquico como son las Fuerzas Armadas (FF.AA.), por lo tanto, yo he sostenido en
todos los medios que se trata de una política institucional de las FF.AA. tendiente a encubrir, a mentir y a
proteger cobardemente a todos los responsables de la violación a los Derechos Humanos, desde los altos
mandos, como en este caso, que queda clarito que estuvo Pinochet implicado en encubrir y tergiversar los
hechos, como sus ministros, hasta los conscriptos.
Verónica de Negri, la madre de Rodrigo Rojas, dice que los conscriptos también son víctimas.
¿Lo son realmente?
Yo creo que en parte son víctimas. No todos. Creo que los que fueron perseguidos, amedrentados y que se
atrevieron a hablar a pesar de eso, podríamos decir que son víctimas. Los que se mantienen todavía recibiendo
pensiones y pagos por su silencio, yo diría que siempre hay un punto donde uno puede decidir moral y
éticamente hasta dónde seguir.
Sabemos que los conscriptos tienen que recibir las órdenes de sus superiores. ¿Culpables son
ellos, los de arriba o todos?
Yo creo que hay grados de responsabilidad. Por supuesto que aquí la gran responsabilidad la tiene la dictadura
cívico-militar y todos los que idearon el modelo de la dictadura; los que ideológicamente la soportaron, que fue
la UDI (Unión Demócrata Independiente) y RN (Renovación Nacional) de la época. Ellos fueron los que
justificaron, maquinaron y dieron la cara política de la dictadura.
Por supuesto que dictador, todos los Comandantes en Jefe. En este caso en concreto, a partir de la develación
que hace la CIA (Agencia Central de Inteligencia en Estados Unidos), aparece que Stange (Rodolfo Stange fue el
General Director de Carabineros de la Época) le presenta los datos a Pinochet de cómo realmente habíamos
sido quemados, por una pericia que hizo la OS-7 de Carabineros, que ratifica mi versión. Pinochet ni siquiera la
leyó, la descartó de plano. Y Stange en ese momento se lava las manos. Él debería haber renunciado, si fuera
una persona moralmente creíble. No lo hace, por lo tanto, en este caso y en muchos otros, la responsabilidad
principal la tienen los oficiales y toda la derecha política que apoyó a la dictadura.
8. Los militares que conformaron la patrulla fueron castigados y pensaron que los iban a matar.
¿Debieron haber muerto?
Lo que yo tengo entendido es que los encerraron para hacer toda una maquinación respecto a lo que tenían que
decir en tribunales. Los amedrentaron, los asustaron. No sé si eso será castigo, pero sí los encerraron, los
amedrentaron respecto al discurso que tenían que dar a la opinión pública y a los tribunales. Hicieron
maquetas, discursos. Los interrogaron mil veces para que no se contradijeran. Todo esto apoyado por dos
civiles, que fueron abogados reconocidos: Carlos Cruz-Coke y Julio Zenteno.
Por supuesto que yo no le deseo a nadie la muerte, y pienso que todas las personas, si cometieron delitos,
tienen que ser puestas a disposición de los tribunales y ser juzgadas.
¿Qué le dirías a Santiago Sinclair, el hombre tras la maqueta que encubrió la versión falsa de
los hechos y que los conscriptos debían memorizar?
Le diría que es un cobarde. Que debería entregarse a la justicia y asumir su responsabilidad frente a los
tribunales.
Te trataron de terrorista. ¿Los verdaderos terroristas están en el Ejército?
Yo pienso que en el Ejército hubo una política sistemática de violación a los Derechos Humanos, y no
solamente en el Ejército, sino en todas las ramas de las FF.AA. El terrorista principal fue el Estado, que atentó
contra los ciudadanos que pensaban diferente, y tuvo a todo el país sometido a violaciones sistemáticas; a las
violaciones a los DD.HH., como es la falta a la libertad de expresión, el riesgo de perder la vida o la integridad
física en cualquier momento.
¿Los que te quemaron son personas sin valores o sin alma?
Las personas que me quemaron no las conozco, pero los hechos hablan por sí mismos.
¿En el Ejército huele a cobardía?
Por supuesto. En todos estos años el Ejército se ha estado cobardemente refugiando en su política de
encubrimiento y de cobardía, y no enfrentar la verdad durante todos estos años. Han mentido cobardemente a
todo el pueblo chileno, desde el gobierno de Aylwin, pasando por Frei, Lagos, Bachelet “uno”, Piñera y Bachelet
“dos”.
Yo creo que cada vez que se ha solicitado la información completa de la violación de los Derechos Humanos,
ellos se han burlado de nuestro país cobardemente, por lo tanto, ya es hora de que se sometan al poder civil y
entreguen toda la información que tienen.
9. “No se sabe nada, pero es muy curioso que la parca que tenía el joven que murió no estaba
quemada por fuera, la quemadura es por dentro. No quiero pensar mal –sería malo que yo
pensara de un muerto mal- pero me da la impresión que a lo mejor llevaba algo oculto y se
reventó y se provocó la quemazón por dentro.” Lo dijo Augusto Pinochet sobre el caso de
Rodrigo. ¿Qué pasa por tu cabeza cuando escuchas esto?
Bueno, eso es ya bien sabido. Hace poco la desclasificación de documentos de la CIA ratifica que el principal
encubridor y cómplice es Pinochet de todo lo que sucedió con Rodrigo Rojas y yo. O sea, Pinochet sabía todo lo
que sucedía en el país con todos los casos de violación a los DD.HH. Recuerden que él dijo: “No se mueve una
hoja sin que yo lo sepa”.
En estos momentos, Manuel Contreras, exjefe de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA),
se encuentra grave en el Hospital Militar. ¿Debe sufrir la lenta agonía o simplemente morir?
Lo que el destino le depare. Yo solamente le deseo que ojalá se arrepienta de todo el mal que le hizo a millones
de chilenos, y el dolor que causó a la familia chilena que fue torturada, exiliada. Donde hay familiares de
detenidos desaparecidos, ejecutados y muertos de las maneras más crueles e inhumanas.
¿Aceptarías el perdón del Ejército?
El perdón es algo muy individual. Creo que debe hablarse de gestos reconciliatorios, no de perdón, porque eso
es algo individual y que cada víctima tiene que, en su fuero interno, analizarlo.
Si el Ejército entrega a todos los responsables de todas las violaciones a los DD.HH., todas sin excepción; el
paradero de todos los detenidos desaparecidos, y pone a disposición a todos los responsables de los tribunales
de justicia, recién estaría en condiciones de comenzar a pensarlo.
LA VIDA CAMBIA
Luego de los hechos que marcaron la vida de Carmen Gloria, en 1986 ella emigra hacia Canadá en busca de
asistencia médica. Dos años después regresa para el plebiscito del año 88’. Volvió para quedarse 24 años más.
Dentro de ellos, el largo camino de la recuperación. Junto a ella: Enrique, su marido, y Fernanda, Javiera y
Francisca, sus hijas.
Dejó de lado la ingeniería eléctrica para cumplir el sueño que siempre tuvo: estudiar una carrera humanista.
Eligió la sicología, un extenso sendero que ha recorrido y que hasta el día de hoy se construye, y es que
Quintana comenzó en la Universidad Nacional Andrés Bello, siguió un magíster en la Pontificia Universidad
Católica de Chile, continuó un doctorado en la Universidad de Chile y hace poco tiempo finalizó los estudios de
otro doctorado, pero en la Universidad de Montreal, en Canadá.
¿Cómo fue tu proceso de recuperación?
Fue duro, doloroso, largo. Hasta el día de hoy todavía estoy en proceso de recuperación.
10. ¿Tuviste terapias sicológicas?
Sí. Estaba en mi último año de sicología cuando empecé mi proceso terapéutico.
¿Por qué decidiste estudiar sicología?
Es una carrera que siempre me gustó, y comprender al ser humano desde la individualidad del sufrimiento,
también. Pero siempre he sentido que la sicología se queda corta en términos de reparar a las víctimas y sus
traumas. Debe haber responsabilidad social para que las víctimas podamos superar nuestro sufrimiento. Las
víctimas no debemos resolver individualmente el trauma, sino que la sociedad debe resolverlo, entregando
gestos concretos que apunten a eso, que son: verdad, justicia y reparación. Verdad para que el Estado valide tu
verdad, para que las cosas y las instituciones vuelvan a funcionar y establecer el orden que se perdió. Y
volvamos, sobre todo, a confiar.
¿Cómo, siendo una mujer torturada, puedes ayudar a otras personas que vivieron una
situación “similar” a la tuya, a través de la sicología? Hablaste de exiliados, familiares de
detenidos desaparecidos.
Yo creo que tengo mucha capacidad de escucha. El hecho de haber sido yo misma víctima, me hace tener
mucha empatía, pero como te digo, siempre es insuficiente lo que una pueda hacer mientras socialmente no se
haga todos los gestos y todas las acciones que el pueblo “fracturado” necesita.
Hoy eres Agregada Científica de Chile en Canadá. ¿Cómo y por qué llegaste a obtener tal cargo?
Ese cargo no lo pedí. Yo estaba terminando mi doctorado en la Universidad de Montreal. Ya estoy acreditada
en Canadá como sicóloga, ejercida como tal en dos colegios y en una consulta privada, por lo tanto, el cargo no
lo necesitaba y no lo pedí. Fue la Presidenta Bachelet quien me ofrece este cargo y después de pensarlo mucho,
lo acepté, porque sentía que podía seguir contribuyendo a mi país desde ese lugar, y tenía los méritos
académicos para cumplirlo.
SE REABRIERON LAS GRANDES ALAMEDAS
Está más tranquila. Dice que el país que durante 24 años le dio la espalda, hoy la mira de frente. El mismo año
86’, el ministro en visita de la época, Alberto Echavarría, inició y cerró el “Caso Quemados” con un solo
sentenciado: Pedro Fernández Dittus, quien fue condenado a 600 días de presidio por cuasidelito de homicidio.
29 años después, Alberto ya no sería el encargado de llevar el caso. El juez Mario Carroza tiene en su poder los
antecedentes que sindican como culpables a cinco miembros de la patrulla que quemó a Carmen y Rodrigo,
además de Fernández y Castañer, los oficiales que rociaron con bencina y prendieron fuego, respectivamente.
La sonrisa tímida de Quintana Arancibia sale a relucir cuando recuerda que se está haciendo justicia, esa que
tanto buscaba. Se reabrió el caso, pero para ella, y parafraseando al expresidente Salvador Allende, se
reabrieron las grandes alamedas.
11. Leonardo Riquelme, Nelson Medina, Juan González, Pedro Franco, Walter Lara. ¿Qué te
causan esos nombres?
Es parte de la patrulla que participó el día que nos quemaron. Son personas que participaron directamente en
quemar a Rodrigo y dejarme en estas condiciones.
¿Confías plenamente en Mario Carroza?
No lo conozco en profundidad. Tuve una conversación con él. Tengo una opinión positiva acerca de su trabajo,
y espero que lo siga haciendo con la seriedad que ha demostrado hasta ahora.
¿De qué otra forma, si no es por la vía legal, se puede hacer justicia?
Yo creo en las instituciones. Creo que la democracia es la única manera que un país se pueda gobernar, por lo
tanto, espero que la justicia recupere su rol histórico, que perdió en la dictadura, y que después del fallo de
Pinochet ha ido recuperando lentamente; y espero que después de esta crisis que estamos viviendo, la justicia
opere de acuerdo al mandato que tiene, que es establecer la verdad, la justicia y el castigo a los responsables.
La sociedad alemana respeta mucho los Derechos Humanos. ¿Sueñas con un Chile con tintes
alemanes?
No solo la sociedad alemana. Yo vivo en Canadá y también es una sociedad muy democrática, tolerante,
respetuosa, no clasista, no homofóbica. Yo considero que Chile merece avanzar en la agenda valórica, porque
estamos muy atrasados en cuanto a los estándares mundiales. Somos uno de los últimos países que aprobó la
Ley de Divorcio. En Canadá hace diez años que existen matrimonios homosexuales, entonces considero que
estamos bastante atrasados.
Basta con mirar acá cómo está dividida la gente, y es tratada la gente de acuerdo a su color de piel, al lugar
donde vive. Es bastante humillante sentir que todavía vivimos con esos estándares en términos valóricos.
¿Te alegraste cuando volvió la democracia? ¿Regresó realmente?
Yo creo que todos los chilenos sentimos alegría cuando terminó la dictadura, porque era horroroso vivir en
dictadura. No sentir ningún tipo de libertad, sentir la amenaza constante de la muerte en el diario vivir.
Cuando llegó la democracia sentimos un alivio, porque por lo menos no se corría en riesgo la vida, el Estado no
te atentaba. Ya no era el perseguidor. Pero sí hubo mucha frustración respecto de la tibieza con que se
enfrentaron los temas de los DD.HH.
ANTE TODO: PERSONA
Hija, hermana, esposa, madre, sicóloga y víctima. Esa es la Carmen Gloria Quintana de hoy. Mujer en cuyas
manos figuran el dolor y la nula compasión. Rostro que refleja la amargura, el daño, la poca vergüenza y el
recuerdo imborrable. Mirada única y penetrante. Fuerte, estoica. Vivió para contar todo y defender los
derechos de cada uno de nosotros.
12. Entrevistarla no fue fácil. Conoce de memoria todos los pasajes de su vida y de este país que dice tener historia,
pero que todavía no incluye totalmente en sus capítulos la de Carmen, aquella mujer que partió porque sintió
que acá estorbaba. La misma que hace de su nombre una réplica incesante, un eco tremebundo. Esa que fue
quemada a manos de militares y que estuvo al borde de la muerte.
Quintana Arancibia tiene mil historias que contar, pero solo una quedará por siempre en la retina de esta
nación que cierra sus ojos ante la realidad más cruenta que se pudo vivir en lo últimos 40 años. Carmen Gloria,
ante todo: Persona.
¿Qué pasa por tu mente cuando ves a un militar en la calle?
Depende si lo veo en Canadá o acá. Si lo veo en Canadá, no me pasa nada. Si lo veo acá, me asusta aun, sobre
todo por ver que no han cambiado desde la dictadura. El Ejército, la aviación, la marina siguen siendo los
mismos. No se han democratizado. Aun se sienten dueños de Chile, aun sienten que están sobre el poder civil, y
mientras estas Fuerzas Armadas no se democraticen, no hagan una refundación y una educación intensa en lo
que significan los DD.HH., van a estar muy alejadas de todos los chilenos y muy poco respetadas.
Carmen, ¿pensaste en el suicidio?
No. Nunca se me pasó por la mente.
¿Cuándo y cómo decides volver a luchar?
Desde el mismo día que me quemaron. El mismo día que me quemaron sentí que esto era algo horroroso, y
mientras me recuperaba pensaba que todo este dolor tenía que transformarlo en lucha por la democracia y
porque nunca más otro ser humano viva algo así.
Aparte del optimismo, ¿qué te mantiene viva?
La energía que tengo. Soy una mujer alegre, energética. El amor de mi esposo, el amor de mis hijas, de mis
padres, de mis hermanos y de muchos chilenos que, tanto aquí en Chile como los que viven en el extranjero, me
entregan. También ciudadanos canadienses que me respetan y me quieren mucho.
¿Se puede dar vuelta la página?
Yo creo que no se debe dar vuelta la página. Yo creo que esta historia debe ser integrada a nuestro país como un
episodio más. Como uno de los episodios más violentos que se ha vivido en la historia, pero no dar vuelta la
página, porque eso me suena a olvido.
Considero que en Chile debe haber una memoria muy presente, pero constructiva, que apunte a que todas las
nuevas generaciones conozcan el error que pasó, y ojalá que haya una esperanza y que ahora hagamos verdad y
justicia para que realmente vuelva el honor, los valores y la moral a este país.
13. ¿Qué te tiene intranquila?
El hecho de que esto sea solamente una “cortina de humo”, como dije: “24 horas de compasión por Carmen
Quintana”, y realmente no se concreticen los cambios que apunten a que el Ejército termine con esta política
institucional de encubrimiento y de mentira. Que no entreguen información, que se mantenga la impunidad.
Que no haya verdad ni justicia.