Este documento describe un incidente en el que un repartidor de pizza obtuvo de forma inapropiada los datos personales de una clienta y le envió un mensaje privado a través de WhatsApp. El documento argumenta que este incidente pone de manifiesto la necesidad de enseñar a los jóvenes sobre privacidad, respeto y los límites apropiados en las interacciones entre trabajadores y clientes. Finalmente, el autor concluye que es necesario impartir formación moral y cívica en la escuela y el lugar de trabajo para enseñar
1. EXILIO INTERIOR
El furor del repartidor de pizza
EUGENIO FOUZ
twitter: @eugenio_fouz
“Life is our dictionary” (RALPH WALDO EMERSON)
Sé que es mucho pedir que antes o después de leer este artículo lea otro, pero voy a sugerirle que
lea este del psiquiatra Carlos Castilla del Pino, “Público, privado, íntimo” (El País, 1.08.1988).
En él, el gaditano dejaba muy clara la diferencia entre esos tres términos. Un internauta habitual
de las redes sociales como yo, cree que una parte de la “sociedad enredada” desconoce hoy en
día principios elementales como la libertad y la confidencialidad. Suele pasar que los más
jóvenes –estamos a tiempo de arreglarlo- no distinguen con claridad los matices que separan la
cordialidad de la corrección ni la cortesía del exceso de confianza.
Un ejemplo a bote pronto sería la dificultad que encuentran los adolescentes para tratar de
usted a un desconocido. Habrá quien piense que tratar de usted a la gente es una ridiculez. A mí
no me lo parece. En fin, uno sabe que los chicos hoy hablan peor que antes, dicen tacos
innecesariamente y les preocupa poco lo que suponga lentitud o renuncia. Tengo que aclarar
que, afortunadamente, no siempre es así. No todos los chavales son iguales. Entiéndame.
Escribo pensando en quienes deberían haber aprendido ciertas cosas relativas a la buena y la
mala educación.
Le cuento la experiencia vivida recientemente por una joven con un repartidor. Ella encarga
una pizza a domicilio a través de internet. El establecimiento, lógicamente, asegura el servicio
pidiendo al cliente sus datos personales. Pues bien, un repartidor lleva el pedido a la casa de la
joven, cobra y se va. Hasta aquí todo bien. No obstante, al rato, la joven recibe una notificación
en su WhatsApp. Le sorprende comprobar que quien envía el mensaje es el mismo chico que
acaba de irse.
“hola, lo primero perdon por las horas, lo segundo perdon por haber cogido el telf de una
clienta, jamaa lo e exo, soy el chico que te llevo la piza (…)
(…) mas parecio super maja (no por la propina, que también e jejejej) sino ppr tu sonrisa que
por cierto es preciosa” (…)
La historia fue compartida por la joven en Twitter mediante capturas de pantalla de su teléfono.
El mensaje sirve de muestra para que entendamos la importancia de saber respetar la
privacidad de las personas (independientemente de su sexo, por supuesto). El desconocimiento
de los límites permitidos en la relación de un trabajador con el cliente es inadmisible. Según
leemos en el WhatsApp, el chico se da cuenta de que lo está haciendo mal y, a pesar de todo,
envía el “romántico” mensaje. A la jovencita no le gustó nada ver invadida su privacidad y
advirtió al incauto repartidor de pizza de las graves consecuencias que podría tener su actitud
impertinente. Esta anécdota pone en evidencia la necesidad universal de impartir formación
moral y cívica en la escuela, y en este caso concreto, en la empresa del chico. Alguien en algún
momento tendrá que enseñar a los adolescentes unas nociones de ética y respeto.
artículo de opinión publicado en LA VERDAD, 20/09/2017