2. Qué es y cómo funciona el aparato
fonador
Hablar o cantar son ejercicios de articulación en el
que intervienen varios componentes. Ya hemos
comentado que la materia prima de todo este
proceso es el aire. Ahora bien, en su transformación
hacia un sonido capaz de comunicar directa (las
palabras) o indirectamente (las melodías) hay todo
un proceso en cadena que requiere de la puesta en
marcha de estos cuatro mecanismos:
4. 1. MECANISMO RESPIRATORIO
La voz humana es, en esencia, aire. Por eso los órganos primarios para la consecución de cualquier
sonido son exactamente los mismos que utilizas para respirar: diafragma, pulmones, músculos
intercostales y abdominales, bronquios y tráquea.
Desde el punto de vista técnico, estos órganos se denominan cavidades infraglóticas en tanto que se
ubican en una zona de la anatomía humana que se encuentra por debajo de la glotis, limitando con el
sistema de fonación.
El proceso de respiración se ejecuta en dos fases:
Inspiración: cuando tomamos aire los músculos intercostales y el diafragma se contraen tirando de los
pulmones hacia abajo y haciendo que la caja torácica aumente de volumen para que pueda entrar una
mayor cantidad de aire.
Espiración: durante la espiración los músculos intercostales se relajan, las costillas caen hacia abajo y el
diafragma, también relajado, provoca que la capacidad de la caja torácica disminuya al tiempo que el
aire sale de los pulmones.
5. 2. Mecanismo de fonación
La cavidad laríngea o glótea, formada por la laringe y las cuerdas vocales, es el lugar en el que físicamente se
produce el sonido. Es una zona clave del aparato fonador ya que, por un lado permite la entrada y salida de aire
en los pulmones, y por otro determina las características particulares de la voz de una persona. Es aquí donde
se encuentran las cuerdas vocales y, por lo tanto, el lugar en el que se dibujan matices tan importantes como el
tono o la intensidad del sonido.
La laringe está formada por una serie de cartílagos (cricoides, tiroides y aritenoides) que varían de tamaño en
función de la edad y el sexo de la persona. Este factor tiene consecuencias en el tamaño de las cuerdas vocales:
cuanto mayor sea la laringe, mayores serán las cuerdas vocales y, en consecuencia, se producirán sonidos más
graves. Precisamente por este motivo, la voz de los niños es más aguda: su laringe es más pequeña y también lo
son sus cuerdas vocales.
Aparte de los cartílagos, las cuerdas vocales y la laringe, en este punto en el que la espiración hace que el aire
se transforme en un sonido, intervienen numerosos músculos. De manera muy simplificada, lo que sucede es
que el aire procedente de los pulmones asciende hacia la glotis, que en ese momento se encuentra cerrada. El
aumento de presión en la zona subglótica provoca la apertura de las cuerdas vocales que a través de
movimientos de contracción permiten pasar una mayor o menor cantidad de ese aire, lo que determina que el
sonido resultante sea más grave o más agudo.
6. 3. Mecanismo de resonancia
Hasta este punto lo único que habremos logrado producir será un sonido básico. Una transformación elemental
de ese aire al que todavía le hará falta un tratamiento especial para transformarse en la voz o la melodía de una
canción.
Es en esta zona del aparato vocal en la que se produce el mecanismo de resonancia, o lo que es lo mismo, la
amplificación, el control y la modulación del soplo fonatorio. En este proceso intervienen tres partes de la
anatomía facial:
Cavidad nasal: es una cavidad rígida y no puede cambiar de tamaño. En el proceso de fonación su función más
destacada es la de permitir la entrada de aire hacia los pulmones.
Cavidad oral: los sonidos chocan contra las paredes de la boca y esta, en tanto que puede cambiar de tamaño
con facilidad, es la que se encarga de su modulación.
Faringe: la faringe se encarga de distribuir el aire que llega desde la laringe. Es además un tubo muy particular
puesto que tiene la capacidad de modificar su tamaño y con ello determinar el timbre de la voz.
7. 4. Mecanismo articulador
Y por último, pero no menos importantes, están los órganos
articuladores de la cavidad supraglótica, de forma menos técnica, el
paladar, la lengua, los dientes, los labios… En definitiva, todo lo que
compone lo que en anatomía se conoce como cavidad bucal.
Es en esta parte del aparato fonador donde los sonidos adquieren sus
últimos matices, donde el aire se transforma en palabras y las palabras
en emociones. La lengua, ese elemento tan versátil y motriz, es el que,
junto a los labios, participa en la producción de todos los fonemas
necesarios para la comunicación humana.