Compartimos el primero de los subsidios litúrgicos del Sacro Triduo Pascual, correspondiente al Jueves Santo. Lo hacemos deseando que sea un herramienta útil para todos.
1. JUEVES SANTO EN LA CENA DEL SEÑOR 9 DE ABRIL DE 2020
en la Cena del Señor
JUEVES SANTO
Comenzamos con gozo el Triduo Pascual, tras esta cuarentena preparatoria que ha sido la
Cuaresma. Sentados alrededor de la mesa, como hicieran los discípulos en aquel atardecer,
somos convocados a rememorar el misterio de nuestra salvación. Pan y vino que se hacen
alimentos de vida eterna, discípulos constituidos como sacerdotes de la Nueva Alianza con
Dios y amor extremo que lava los pies y que derrama la sangre. He aquí los tres inefables dones
de este día: Eucaristía, Sacerdocio y Amor Fraterno. Hoy celebramos el Misterio de nuestra fe,
que se actualiza aquí y en todo el orbe
Hoy, más que nunca, reconocemos desde la distancia el inmenso regalo que supone para el
cristiano el don de la Eucaristía. La presencia real y sustancial de Jesucristo en la Eucaristía se
nos hace hoy especialmente necesaria. Comulgar el cuerpo y la sangre del Señor supone un
privilegio que, el estado actual de confinamiento, nos convence de la falta que nos hace. En
este día es bueno dedicar algún espacio de tiempo para dar gracias a Dios por su presencia en
la Eucaristía, y para alabar, aun en la distancia, a Jesús hecho pan de vida.
Como cantos litúrgicos, proponemos los siguientes:
Cerca de ti Señor: https://www.youtube.com/watch?v=dd-yEF7gtoo
Cantemos al amor de los amores: https://www.youtube.com/watch?v=Cd23IiHJJ_c
Pan de vida nueva: https://www.youtube.com/watch?v=0tpUK1D3BMc
Adoro te devote: https://www.youtube.com/watch?v=ON9srmxr1LQ
Amando hasta el extremo: https://www.youtube.com/watch?v=_f8G4_-D0No
Cualquiera de estos cantos puede usarse para introducir la celebración. Además, puede
usarse alguno de ellos tras la meditación de la Palabra y antes de la Profesión de Fe.
Al finalizar, recomendamos una canto dedicado a María Santísima, firme al pie de la Cruz.
Ave María (G. Caccini): https://www.youtube.com/watch?v=4eVr0ieTx6w
2. JUEVES SANTO EN LA CENA DEL SEÑOR 9 DE ABRIL DE 2020
Guía de la celebración: En el nombre del Padre, † del Hijo y del Espíritu Santo.
Todos: Amén.
Alguno de los participantes, o el guía de la celebración, introduce la celebración con la siguiente
monición inicial:
Comenzamos en esta jornada, en comunión con toda la Iglesia, la Solemnidad del Jueves
Santo en la Cena del Señor. Sentado a la mesa con los suyos, Jesús abre su corazón para
regalarnos tres dones inefables: su presencia viva en la Eucaristía, el ministerio de los
sacerdotes y el mandamiento supremos del amor. Tres realidades unidas en un mismo sacrificio
y en una misma entrega salvadora. Ahora, en medio de esta situación, reconocemos lo
indispensable que es en nuestra vida el alimento eucarístico. Ahora, más que nunca, querríamos
comulgar del pan de ángeles que ha bajado del cielo, y recibir el auxilio espiritual que nos
conforta. En la comunión espiritual que realicemos en esta jornada, pidamos al Señor que nos
de siempre, durante toda nuestra vida, hambre de su Cuerpo y de su Sangre. Comencemos
elevando nuestra plegaria al Padre.
Guía de la celebración:
Oremos
Señor Dios nuestro, que nos has convocado a participar,
en este día, de aquella memorable Cena en que tu Hijo,
antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el banquete de su amor;
te pedimos que nuestra vida se identifique siempre con el alimento
que perdura hasta la vida eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos: Amén.
En este momento nos preparamos para escuchar la Palabra de Dios. La celebración consiste en
una primera lectura, en una respuesta sálmica y en la proclamación del Evangelio. Si realizamos esta
celebración individualmente, proclamamos las lecturas detenidamente interiorizando su contenido. Si
realizamos esta celebración con los miembros de nuestro hogar, podemos distribuir previamente las
lecturas entre los participantes.
PRIMERA LECTURA Ex 12.1-8.11-14
Lectura del Libro del Éxodo:
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para
vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la
asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno
por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de
casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.
Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día
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catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y
rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis
la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis
así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda
prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto,
dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos
los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis:
cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase
hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor,
ley perpetua para todas las generaciones."»
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Sal 115,12-13.15-16bc.17-18
En este día de solemnidad puede realizarse este salmo cantado, según la forma litúrgica:
https://www.youtube.com/watch?v=zz6H2x8Up4U
R/. El cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo.
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.
EVANGELIO Mc 14,12-16.22-26
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo:
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus
discípulos:
«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»
Él envió a dos discípulos, diciéndoles:
«Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa
en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy
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a comer la Pascua con mis discípulos?" Os enseñará una sala grande en el piso de arriba,
arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.»
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y
prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición,
lo partió y se lo dio, diciendo:
«Tomad, esto es mi cuerpo.»
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:
«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a
beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.»
Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.
Palabra del Señor.
Para interiorizar la Palabra que hemos escuchado, proponemos una reflexión que se puede leer
en alta voz, o cada uno de forma individual, permitiendo que todos permanezcamos en meditación
activa en torno al regalo de la Palabra de Dios.
FRAGMENTO DE LA HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI EN LA SOLEMNIDAD DEL
CORPUS CHRISTI DEL AÑO 2006:
En la víspera de su Pasión, durante la Cena pascual, el Señor tomó el pan en sus manos —
como acabamos de escuchar en el Evangelio— y, después de pronunciar la bendición, lo partió
y se lo dio diciendo: "Tomad, este es mi cuerpo". Después tomó el cáliz, dio gracias, se lo dio
y todos bebieron de él. Y dijo: "Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos"
(Mc 14, 22-24). Toda la historia de Dios con los hombres se resume en estas palabras. No sólo
recuerdan e interpretan el pasado, sino que también anticipan el futuro, la venida del reino de
Dios al mundo. Jesús no sólo pronuncia palabras. Lo que dice es un acontecimiento, el
acontecimiento central de la historia del mundo y de nuestra vida personal.
Estas palabras son inagotables. En este momento quisiera meditar con vosotros sólo en un
aspecto. Jesús, como signo de su presencia, escogió pan y vino. Con cada uno de estos dos
signos se entrega totalmente, no sólo una parte de sí mismo. El Resucitado no está dividido. Él
es una persona que, a través de los signos, se acerca y se une a nosotros.
Ahora bien, cada uno de los signos representa, a su modo, un aspecto particular de su
misterio y, con su manera típica de manifestarse, nos quieren hablar para que aprendamos a
comprender algo más del misterio de Jesucristo. Durante la procesión y en la adoración,
contemplamos la Hostia consagrada, la forma más simple de pan y de alimento, hecho sólo
con un poco de harina y agua. Así se ofrece como el alimento de los pobres, a los que el Señor
destinó en primer lugar su cercanía.
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La oración con la que la Iglesia, durante la liturgia de la misa, entrega este pan al Señor lo
presenta como fruto de la tierra y del trabajo del hombre. En él queda recogido el esfuerzo
humano, el trabajo cotidiano de quien cultiva la tierra, de quien siembra, cosecha y finalmente
prepara el pan. Sin embargo, el pan no es sólo producto nuestro, algo hecho por nosotros; es
fruto de la tierra y, por tanto, también don, pues el hecho de que la tierra dé fruto no es mérito
nuestro; sólo el Creador podía darle la fertilidad.
Ahora podemos también ampliar un poco más esta oración de la Iglesia, diciendo: el pan
es fruto de la tierra y a la vez del cielo. Presupone la sinergia de las fuerzas de la tierra y de los
dones de lo alto, es decir, del sol y de la lluvia. Tampoco podemos producir nosotros el agua,
que necesitamos para preparar el pan. En un período en el que se habla de la desertización y
en el que se sigue denunciando el peligro de que los hombres y los animales mueran de sed en
las regiones que carecen de agua, somos cada vez más conscientes de la grandeza del don del
agua y de que no podemos proporcionárnoslo por nosotros mismos.
Entonces, al contemplar más de cerca este pequeño trozo de Hostia blanca, este pan de los
pobres, se nos presenta como una síntesis de la creación. Concurren el cielo y la tierra, así
como la actividad y el espíritu del hombre. La sinergia de las fuerzas que hace posible en
nuestro pobre planeta el misterio de la vida y la existencia del hombre nos sale al paso en toda
su maravillosa grandeza. De este modo, comenzamos a comprender por qué el Señor escoge
este trozo de pan como su signo. La creación con todos sus dones aspira, más allá de sí misma,
hacia algo todavía más grande. Más allá de la síntesis de las propias fuerzas, y más allá de la
síntesis de la naturaleza y el espíritu que en cierto modo experimentamos en ese trozo de pan,
la creación está orientada hacia la divinización, hacia las santas bodas, hacia la unificación con
el Creador mismo.
Pero todavía no hemos explicado plenamente el mensaje de este signo del pan. El Señor
hizo referencia a su misterio más profundo en el domingo de Ramos, cuando le presentaron la
petición de unos griegos que querían encontrarse con él. En su respuesta a esa pregunta, se
encuentra la frase: "En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda él solo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24). El pan, hecho de granos molidos,
encierra el misterio de la Pasión. La harina, el grano molido, implica que el grano ha muerto y
resucitado. Al ser molido y cocido manifiesta una vez más el misterio mismo de la Pasión.
Sólo a través de la muerte llega la resurrección, el fruto y la nueva vida.
Las culturas del Mediterráneo, en los siglos anteriores a Cristo, habían intuido
profundamente este misterio. Basándose en la experiencia de este morir y resucitar,
concibieron mitos de divinidades que, muriendo y resucitando, daban nueva vida. El ciclo de
la naturaleza les parecía como una promesa divina en medio de las tinieblas del sufrimiento y
de la muerte que se nos imponen. En estos mitos, el alma de los hombres, en cierto modo, se
orientaba hacia el Dios que se hizo hombre, se humilló hasta la muerte en la cruz y así abrió
para todos nosotros la puerta de la vida.
En el pan y en su devenir los hombres descubrieron una especie de expectativa de la
naturaleza, una especie de promesa de la naturaleza de que tendría que existir un Dios que
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muere y así nos lleva a la vida. Lo que en los mitos era una expectativa y lo que el mismo
grano esconde como signo de la esperanza de la creación, ha sucedido realmente en Cristo. A
través de su sufrimiento y de su muerte voluntaria, se convirtió en pan para todos nosotros y,
de este modo, en esperanza viva y creíble: nos acompaña en todos nuestros sufrimientos hasta
la muerte. Los caminos que recorre con nosotros, y a través de los cuales nos conduce a la vida,
son caminos de esperanza.
Cuando, en adoración, contemplamos la Hostia consagrada, nos habla el signo de la
creación. Entonces reconocemos la grandeza de su don; pero reconocemos también la pasión,
la cruz de Jesús y su resurrección. Mediante esta contemplación en adoración, él nos atrae
hacia sí, nos hace penetrar en su misterio, por medio del cual quiere transformarnos, como
transformó la Hostia.
De modo semejante nos habla también el signo del vino. Ahora bien, mientras el pan hace
referencia a la vida diaria, a la sencillez y a la peregrinación, el vino expresa la exquisitez de
la creación: la fiesta de alegría que Dios quiere ofrecernos al final de los tiempos y que ya
ahora anticipa una vez más como indicio mediante este signo. Pero el vino habla también de
la Pasión: la vid debe podarse muchas veces para que sea purificada; la uva tiene que madurar
con el sol y la lluvia, y tiene que ser pisada: sólo a través de esta pasión se produce un vino
de calidad.
Concluida la meditación de la Palabra, profesamos con toda la Iglesia nuestra fe y elevamos al
Padre nuestras súplicas.
PROFESAMOS NUESTRA FE
Todos: Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.
7. JUEVES SANTO EN LA CENA DEL SEÑOR 9 DE ABRIL DE 2020
ORACIÓN DE LOS FIELES
Guía de la celebración: En el día del amor fraterno, abramos el corazón para acoger a todos
los hombres. Imploremos a nuestro Dios.
Las peticiones las puede realizar el propio guía o alguno de los participantes.
1. Por la Iglesia Santa de Dios, purificada con el baño de su sangre; para que anuncie al
mundo entero la salvación de Dios que Cristo nos vino a traer. Roguemos al Señor.
2. Por los ministros sagrados, sucesores de los apóstoles en el ministerio; para que, a ejemplo
de Cristo, Buen Pastor, sean diligentes en servir al Pueblo Santo de Dios. Roguemos al
Señor.
3. Por las vocaciones a la vida ministerial y consagrada, por nuestro seminario diocesano y
por los semilleros de vocación de nuestra diócesis; para que nunca falten hombre y mujeres
que se entreguen generosamente a la extensión del Reino. Roguemos al Señor.
4. Por la paz de todos los pueblos; para que cesen las guerras y las injusticias, para que se
detenga la opresión, el odio y la venganza, y el mundo por fin pueda ver la paz. Roguemos
al Señor.
5. Por los que sufren hambre y pobreza, por los que no tienen trabajo o viven en la miseria;
para que, a ejemplo de Cristo, nos entreguemos en el servicio de nuestros hermanos.
Roguemos al Señor.
6. Por todos los afectados por coronavirus; pidamos de forma especial por todos los
fallecidos, por sus familiares, por los agentes sanitarios y por las fuerzas de seguridad del
Estado, para que todos, en esta circunstancia, puedan conocer la mano misericordiosa de
Dios. Roguemos al Señor.
7. Por nosotros, ya adentrados en la vivencia del Triduo Pascual; para que aprovechemos
estos días santos y vivamos en profundidad el misterio del amor de Cristo. Roguemos al
Señor.
Guía de la celebración: Escucha, Señor, nuestra sincera plegaria y devuélvela a los hombres
en forma de dones espirituales. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Todos: Amén.
Concluimos esta celebración invocando al Padre con la oración de los hijos, elevando la oración
final y suplicando a María Santísima por el fin de esta pandemia.
PADRENUESTRO
Guía de la celebración: Confiados en la bondad divina, que se nos regala por entero en el
madero de la cruz, decimos:
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Todos:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén
Guía de la celebración:
Oremos
Te pedimos Señor, que el sacramento del amor,
que en este momento no podemos recibir,
nos procure ahora y siempre,
vida eterna y fortaleza de espíritu.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos: Amén.
Guía de la celebración: El Señor nos bendiga, † nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
Todos: Amén.
ORACIÓN A MARÍA
Todos:
Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de
esperanza. Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste
asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación de todos los pueblos, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que
proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de
este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo
que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros
dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.
Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies nuestras súplicas
que estamos en la prueba y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita”.