1. 2. EL ANUNCIO DE JESÚS 14
2.1. Introducción
La principal fuente con que contamos para conocer las acciones y palabras de Jesús
son los evangelios 15
. Sin embargo, su utilización para acceder a la vida de Jesús no es fácil.
Todos han sido compuestos después de la resurrección de Jesús y de algunos decenios de
transmisión oral en culturas y ambiente diversos.
Ellos miran a Jesús desde la experiencia de su resurrección, a la que tuvieron
acceso sus discípulos a través sus apariciones. La resurrección opera un cambio en Jesús:
de una existencia marcada por la finitud y la muerte, Él pasa a una de plenitud y victoria.
La resurrección ha llevado a plenitud todo lo que Jesús ha sido en su paso por nuestro
mundo.
El contacto con el Resucitado cambia la fe de los discípulos: ahora se dan cuenta
plenamente de quién es Jesús y su importancia para el destino del hombre. Por ello, a partir
de este reconocimiento y profundización, “re-leen” la vida pasada del Maestro. Todo
aparece bajo una luz nueva. Los evangelios mezclan diversos planos: en el Jesús pre-
pascual reconocen al resucitado y viceversa. Son narraciones teológicas y no libros de
historia en el sentido actual. Pretenden mostrar cómo en Jesús se da la revelación definitiva
de Dios.
Esta mezcla de planos y perspectiva ha llevado en el pasado a los estudiosos a
desconfiar de la posibilidad de reconstruir las palabras y acciones de Jesús anteriores a la
pascua. Hoy ese escepticismo aparece como injustificado. Es verdad que no es posible
14
Esta parte esta “inspirada” en las siguentes obras:
- VILLEGAS,B. “Evangelizar hoy”, Instituto Nacional de Pastoral, Stgo., sin año); “La novedad del
Evangelio”, en la Revista Católica, n° 1087, Santiago, 1990; “Jesucristo ayer, hoy y mañana”, Conferencia
episcopal de Chile, Stgo., 1980; “La predicación de Jesús en el Evangelio”, en “Cuadernos Universitarios”, n
° 1, Paulinas, Stgo., (sin año); “Evangelizar a los pobres”, en VVAA, “El Evangelio, los pobres y la Iglesia”,
Vicaría de la Solidaridad, Stgo., 1978.
- BORNKAMM,G., “Jesús de Nazaret”, Sígueme, Salamanca, 1975.
- KASPER,W. “Jesús, el Cristo”, Sígueme, Salamanca, 1994.
Para complementar se puede leer (además de las anteriores):
- el n° 28 de revista Reseña Bíblica, dedicada al Jesús histórico, (Verbo Divino, Estella, 2000)
- DUPUIS,J., “Introd. a la cristología”, Verbo Divino, Estella, 1994.
- GONZÁLEZ DE CARDEDAL,O. “Cristología”, BAC, Madrid, 2001, pp. 35-77.
15
Las otras fuentes son:
- Plinio el Joven en una carta al emperador Trajano (año 112) habla de los cristianos y
explica de donde viene el movimiento.
- El historiador Tácito (año 116) habla de “Cristo, que bajo Tiberio fue entregado al suplicio
por el gobernador Poncio Pilatos”.
- Flavio Josefo, historiador judío del siglo I, menciona a Jesucristo (en “Antiguedades de los
judíos”, op. cit., libro 18, cap. 3, n°3, p. 233; y en libro 20, cap. 9, n° 1, p. 342. La primera cita parece ser una
interpolación cristiana).
Los estudios históricos basados en Flavio Josefo, los documentos de Qumrán y la arqueología
permiten recontruir el ambiente de Jesús de un modo muy similar a la descripción que hacen de él los
evangelios
27
2. reconstruir la “vida” del Señor al modo de un texto biográfico moderno, pero es mucho lo
que se puede saber (y se sabe) sobre acerca de Jesús y su tiempo.
En este capítulo intentaremos recoger y sintetizar aquello que los principales
estudiosos de los evangelios consideran seguro acerca del mensaje, actividad e identidad de
Jesús. Nos centraremos en los resultados y deberemos omitir a menudo los fundamentos de
cada afirmación, por ser ellos bastante especializados.
Prácticamente todos los especialistas afirman que el anuncio de Jesús se encuentra
magistralmente sintetizado en un breve resumen del Evangelio de Marcos:
“El tiempo (kairós) se ha cumplido; el reinado de Dios está ahora cerca;
conviértanse (ustedes) y crean en la Buena Noticia” (Mc 1,15)
Un primer análisis de estos versículos permite distinguir entre lo que Dios está
donando al hombre, según Jesús, y la respuesta que se requiere para acoger ese don.
Lo que Dios ofrece es caracterizado como “evangelio” (ver Mc 1,14), es decir
“buena noticia”. Esta buena nueva consiste en que el tiempo (kairós) se ha cumplido y por
lo tanto el reino (basiléia) de Dios está “cerca”. Por otra parte, esta buena noticia requiere
para ser acogida la fe (pístis) y la conversión (metánoia).
En un análisis detallado podemos observar lo siguiente:
“El tiempo (kairós) se ha cumplido”. “Kairós” es una palabra que no tiene
equivalente en nuestro idioma. Significa “momento clave”, “oportunidad salvadora”. La
concepción que está detrás es la de que Dios no actúa en la historia del hombre de una
manera “plana”, uniforme, sin relieves, sino que la acción divina conoce momentos de
mayor intensidad que otros. Por ejemplo, el gran “kairós” de Israel fue el éxodo, es decir, el
momento en que Dios lo sacó de Egipto, formó con él una alianza y lo condujo a la tierra
prometida. Todo kairós exige una respuesta del hombre, una capacidad de “aprovechar la
oportunidad” que se presenta.
En este caso se nos dice que ahora está teniendo lugar la gran oportunidad de
salvación (“se ha cumplido”). ¿En que consiste esa oportunidad?
En que “el Reinado de Dios está ahora cerca”. La palabra “basiléia” puede
traducirse como “reinado” o “reino”; más adelante veremos que apunta más al poder de
Dios que al ámbito (reino) sobre el cual ese poder se ejerce 16
. La palabra “énguiken”
(traducida en la NBJ 17
como “cerca”) es un pretérito perfecto que debería traducirse mejor
como “se ha acercado”,“ha sido puesto cerca” o “está al alcance de la mano”. La idea es
que el Reinado de Dios no ha estado siempre cerca sino que sólo a partir de ahora ha sido
puesto a nuestro alcance.
16
El evangelista Mateo usa la expresión “reino de los Cielos” para evitar nombrar a Dios; se trata de una
expresión absolutamente equivalente a “reinado de Dios”.
17
ESCUELA BÍBLICA DE JERUSALÉN, Biblia de Jerusalén”, Descée de Brouwer, Bilbao, 1998.
28
3. De modo que la gran oportunidad salvadora, la “Buena Noticia”, es que el Reinado
de Dios se ha acercado. ¿Qué significa esto?
2.2. El don de Dios: el Reinado de Dios
Jesús nunca define lo que es el Reino de Dios; se trata de un concepto conocido por
sus oyentes y vinculado a una larga espera.
1.2.2.1. La espera del Reinado de Dios
El significado de la expresión “Reino de Dios” presenta para el hombre moderno
una serie de dificultades. Para nuestra sensibilidad, el concepto de señorío guarda relación
con el de esclavitud, teniendo esta frase un sabor expresamente autoritario. Se nos viene a
la mente una teocracia que oprime la libertad del hombre.
Otra cosa era para la sensibilidad de aquel tiempo. Para el judío de entonces estaba
asociada a la realización de la esperanza de un soberano justo, ideal hasta ahora no
cumplido en la tierra. En el Antiguo Oriente la principal función del rey era la de proteger a
los desvalidos, débiles y pobres. Así como del monarca se esperaba la prosperidad y la paz,
de Dios se esperaba que terminara con el reinado injusto de los imperios y trajera la paz
entre los entre los hombres y en su mundo.
El mensaje de Jesús sobre el Reino de Dios debe entenderse como respuesta a la
pregunta por la paz, la libertad, la justicia y la vida. Según el pensamiento bíblico, el
hombre no posee sin más y por sí mismo estos bienes. La vida está continuamente
amenazada, la libertad oprimida y la justicia pisoteada. Este hallarse perdido llega tan
profundo que el hombre no puede librarse por sus propias fuerzas. La Escritura llama
“Demonio” a este poder que antecede a la libertad de cada uno y de todos, y que impide al
hombre ser libre. La Biblia ve causada por “principados y potestades” la alienación del ser
humano. Esta concepción es en gran parte mitológica y popular pero en ella se expresa la
experiencia de que realidades que son en principio buenas pueden volverse en contra del
hombre y llegan a ser entidades que condicionan la libertad antes de toda decisión, no
pudiendo ser totalmente descubiertas ni superadas 18
.
De esta experiencia brota la esperanza en el Reinado de Dios. Ya los profetas ante
la injusticia, la idolatría, la opresión de las grandes potencias y el abuso de los reyes
proclamaron la esperanza en un futuro reinado de Dios ya sea directo o por medio de un
mesías (ungido), concebido como un rey ideal. Así Isaías:
“Saldrá un vástago del tronco de Jesé,
y un retoño de sus raíces brotará.
Reposará sobre él el espíritu de Yahveh:
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor de Yahveh.
18
KASPER, op. cit., pp. 87-88.
29
4. No juzgará por las apariencias,
ni sentenciará de oídas.
Juzgará con justicia a los débiles
y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra.
Herirá al hombre cruel con la vara de su boca,
con el soplo de sus labios herirá al malvado.
Justicia será el ceñidor de su cintura,
verdad el cinturón de sus flancos (...)
Nadie hará daño, nadie hará mal
en todo mi santo Monte,
porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh
como cubren las aguas el mar
(Is 11,1-9)
Para la apocalíptica (ver arriba) el Reino de Dios se está realizando en el mundo
(=eón) celestial en donde son derrotados los poderes malignos. Sin embargo, en la tierra
aún gobiernan los grandes imperios que oprimen a los justos. Pero la victoria divina que ha
tenido lugar en el mundo superior descenderá a la tierra en el “día de Yahveh”, en el cual
Dios juzgará a todos los hombres. Esta victoria ocurrirá por la acción del mismo Dios o por
medio del Mesías.
A menudo ambas perspectivas se combinan. Los fariseos creían en una era de 400 o
mil años de gobierno temporal del Mesías en el cual Israel gobernaría el mundo. Después
irrumpiría el Reino de Dios celestial, que se inauguraría con la resurrección de los muertos
y el juicio universal (Salmos de Salomón; IV Esdras). Este dominio de Dios sería pleno y
definitivo
2.2.2. La cercanía del Reinado de Dios en Jesús
Jesús imprime a esta espera una dirección nueva. Anuncia que esta esperanza
escatológica 19
se cumple ahora. Ante la pregunta de Juan Bautista encarcelado (“¿Eres tú
el que ha de venir o debemos esperar a otro?”) Jesús responde presentando aquellos signos
que según Isaías eran constitutivos del Reinado de Dios:
“Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven:
los ciegos ven y los cojos andan,
los leprosos quedan limpios y los sordos oyen,
los muertos resucitan
y se anuncia a los pobres la Buena Nueva”
(Mt 11,5 = Lc 7,18-23; ver Is 35,5)
En la controversia con los fariseos acerca del significado de sus curaciones, Jesús
declara:
19
Es decir, relacionada con el fin o meta de la historia.
30
5. “Pero si yo expulso los demonios con el poder del Espíritu de Dios, es que ha llegado a
ustedes el Reino de Dios (Mt 12,28).
Jesús afirma que el Reinado de Dios, sin dejar de ser futuro y trascendente, se ha
acercado, está teniendo lugar aquí y ahora. Hoy es está haciendo presente la soberanía de
Dios de un modo oculto, modesto, germinal, pero muy real. Los estudiosos hablan del “ya”
y el “todavía no” del Reino.: éste “ya” está teniendo lugar en la hora actual, pero “todavía
no” en forma plena, absoluta, sin ambiguedades. La dimensión presente y futura del mismo
es lo más original de la predicación de Jesús. De modo que la palabra “énguiken”
(“cerca”) debe interpretarse tanto en un sentido futuro (el Reino en su plenitud vendrá
pronto) como presente (desde ahora es posible experimentar el Reino de Dios y “entrar” en
él).
Se puede apreciar, entonces, que Jesús se distancia tanto de la esperanza mesiánica
más común (Isaías) como de la apocalíptica. Jesús no va a intentar derrotar al Imperio
Romano mediante las armas en vistas a crear una nueva potencia mundial. Ni siquiera va a
hacer justicia al interior del pueblo distinguendo claramente entre justos e injustos,
premiando a unos y castigando a otros.
Tampoco Jesús se presenta como un vidente apocalíptico. No se pierde en cálculos
sobre el día y la hora en que irrumpirá el Reino celestial de Dios; se contenta con pedir
“estar atentos a su llegada”. El Reinado de Dios no queda relegado a “otro mundo” o a un
“más allá” futuro; sino que “ahora” y “aquí” está teniendo lugar. El “mundo” (“eón”) de
Dios se ha introducido misteriosamente en el ámbito terrenal, histórico, y es necesario abrir
los ojos para descubrirlo.
¿De qué modo está haciendose presente el Reinado de Dios? O, lo que es lo
mismo, de qué modo Dios está comenzando a reinar ahora? En y a través del ministerio de
Jesús: en sus curaciones milagrosas, en su acogida de los pobres y pecadores, en su libertad
respecto de la Ley, que debe ahora estar al servicio del hombre; en general en el cuidado de
Dios por los suyos que se hace presente hoy en la actuación y palabras de Jesús.
Jesús se presenta como el heraldo del Reino (conforme a Is 52,7), como aquel que lo
“trae consigo”. Éste está indisolublemente unido a su persona, palabras y obras. Esto
diferencia a Cristo de los grandes profetas del Antiguo Testamento 20
que eran simples
portadores de una Palabra que no les pertenecía.
La actividad de Jesús se despliega en dos niveles: las obras y las palabras del
Reinado de Dios.
20
Que en adelante abreviaremos con la sigla AT
31
6. 2.2.2.2. Las obras del Reinado de Dios 21
A) Los milagros de Jesús
a) El problema actual
No se puede hablar de la actuación de Jesús sin abordar el difícil asunto de los
milagros. En otro tiempo, ellos eran considerados verdaderas “pruebas” de la verdad del
cristianismo. Sin embargo, desde el comienzo de los tiempos modernos, se han convertido
en un obstáculo más que en una ayuda a la hora de defender la fe en Jesús. ¿Se pueden
considerar históricos los relatos de los evangelios si en ellos aparecen estos pasajes de un
“sabor” tan “mítico”?
Es conveniente buscar la causa de nuestra incomodidad. Ella se sitúa en la
concepción moderna de las leyes de las naturaleza, que las considera exactas y
deterministas. En esta visión no hay espacio para el prodigio, ya que desde la partida se lo
concibe como algo aún no explicado, debido a que todavía hay leyes naturales no conocidas
por el hombre; sin embargo, dicha explicación es una cuestión de tiempo; una vez
encontrada, el fenómento considerado prodigioso dejará de serlo. Como se puede ver, la
mentalidad moderna niega a priori la existencia de milagros.
La apologética (esto es, la defensa de la fe) católica tradicional, particularmente la
del siglo XIX y principios del XX, reaccionó ante esta visión moderna definiendo al
milagro como un acontecimiento perceptible por el hombre que supera, quebranta o al
menos elude las leyes naturales, y que, por lo tanto, sirve de “prueba” de la revelación de
Dios (o del carácter divino de Jesús). Como veremos más adelante, esta definición empeoró
las cosas en vez de mejorarlas.
Los problemas planteados en relación a los milagros pueden dividirse en 2 tipos:
los de tipo histórico y los vinculados a las ciencias naturales. Comenzaremos por los
primeros.
La investigación histórica de la tradición de los milagros lleva a una triple
conclusión:
- La existencia de una tendencia a acentuar, engrandecer o multiplicar los
milagros. Por ejemplo: según Mc 1,34, Jesús cura a muchos enfermos, mientras que su
paralelo, Mt 8,16, dice que los cura a todos 22
. Para Mc, la hija de Jairo está todavía
agonizando (Mc 5,23), mientras que para Mt ya está muerta (9,18). En Mc los 4000
alimentados por Jesús en el desierto se hacen 5000, y los 7 canastos que sobran resultan ser
luego 12 23
.
21
Basado en KASPER, op cit. 108-121. Para profundizar se puede consultar EQUIPO “CAHIERS
EVANGILE”, “Los milagros del Evangelio” (cuadernos bíblicos, n° 8), Verbo Divino, Estella, 1977;
LATOURELLE,R. “Milagros de Jesús y teología del milagro”, Sígueme, Salamanca, 1990.
22
Es un hecho comprobado el que, en muchos de sus textos, los evangelios de Mateo y Lucas se basan en el
de Marcos.
32
7. - El hecho de que los evangelios relatan los milagros de Jesús siguendo
esquemas rabínicos y helenísticos. Existen narraciones judías y griegas de curaciones,
expulsiones de demonios, resurrecciones de muertos, calma de tempestades, etc. Se dan
numerosos paralelismos, por ejemplo, con Apolonio de Tyana, filósofo y taumaturgo
contemporáneo de Jesús. Se testifican también muchas curaciones obradas en el santuario
de Esculapio en Epidauro. Se tiene la impresión de que se aplican a Jesús motivos
extracristianos para resaltar su grandeza y poder. En el pasado, esta constatación llevó a
algunos a negar la historicidad de los milagros de Jesús.
- La investigación sobre “géneros literarios” ha establecido que ciertos relatos
milagrosos son proyecciones “hacia atrás” de la experiencia que tuvieron los
discípulos con las apariciones de Jesús resucitado. Dichos encuentros permitieron a los
que habían seguido a Jesús descubrir al Maestro como Hijo de Dios, como un enviado de
Dios mismo, con carácter divino. La “proyección hacia atrás” estaría reflejada en relatos
como la “tempestad calmada” (Mc 4,35-41), la transfiguración (Mc 9,2-8), la caminata
sobre las aguas (Mc 6,45-52), la multiplicación de los panes y la “pesca milagrosa” (Lc
5,4-11). Más discutible es en los relatos de la resurrección de la hija de Jairo (Mc
5,21-24.35-43), del hijo de la viuda de Naím (Lc 7,11-17) y de Lázaro (Jn 11,1-44).
Tomemos como ejemplo el texto de la “tempestad calmada”. Allí aparece aplicada a
Jesús la antigua concepción bíblica de que Dios ordena y somete al “caos”, identificado
sobre todo con las aguas del mar. Si Jesús es divino, no es raro entonces que se lo haga
aparecer como asumiendo ese rol.
Desde el punto de vista histórico, los teólogos distinguen entre los exorcismos y las
curaciones de enfermos, por una parte, y, por otra, los llamados “milagros de la
naturaleza” (los recién nombrados) y las resurrecciones de muertos. Las curaciones y
exorcismos se consideran bien acreditadas históricamente (aunque haya discuciones
sobre tal o cual milagro concreto); en cambio, los milagros sobre la naturaleza y
resurrecciones suscitan posturas muy diversas entre los especialistas. Algunos no los
consideran históricos por la razón expuesta más arriba (proyecciones hacia atrás de rasgos
del Resucitado) y otros sí, debido a que hay detalles muy singulares que no habrían podido
ser inventados posteriormente 24
.
¿Qué razones llevan a los estudiosos de la Biblia a afirmar la existencia de
milagros de curación y de exorcismos?:
- La tradición evangélica sobre los milagros sería inexplicable si es que Jesús no
hubiera realizado acciones que sus contemporáneos consideraban prodigiosas. Es
significativo que en Lc 11,14-22, los enemigos de Jesús discutan el origen de los prodigios
(según ellos, éste sería Satanás) pero no su existencia.
23
Los dos relatos de la multiplicación de los panes de Mc (6,30-44 y 8,1-10) son en realidad dos versiones de
un mismo acontecimiento; la segunda de ellas parece ser la más primitiva.
24
Por ejemplo, el relato de la resurrección de Lázaro de Jn 11 refleja de forma muy exacta el modo judìo de
entierro de los muertos, desaparecido más tarde.
33
8. - Ciertos relatos de milagros contienen detalles llamativos que, precisamente a
causa de su falta de significado, hay que considerar como originarios. Por ejemplo, la
curación de la suegra de Pedro (Mc 1,29-31).
Está claro, entonces, que Jesús realizó acciones prodigiosas que maravillaron a
sus contemporáneos. Debe tenerse presente que en la época de Jesús no se tenía el
concepto actual de enfermedad; esto es, el de que la acción de ciertos micro-organismos
causara trastornos en el cuerpo. En toda la Antigüedad se consideraba como origen de las
enfermedades la actividad de malos espíritus (demonios) o bien la acción castigadora del
propio Dios. De ahí que la actividad sanadora de Jesús se presente en los evangelios como
la derrota de Satanás, jefe de los demonios.
Sin embargo, no basta con sostener que Jesús realizaba acciones prodigiosas para
afirmar que hay aquí verdaderos “milagros”. A la concepción bíblica de milagro le es
esencial su origen divino. ¿Qué asegura que las acciones milagrosas de Jesús provienen del
poder de Dios?; ¿no serán causadas por Satanás? ¿O, como estamos inclinados a creer,
simplemente por la fuerza de su personalidad que desataba esas energías psíquicas y físicas
que curan buena parte de los males del hombre cuando son activadas?
Estas preguntas nos llevan al segundo tipo de problemas vinculados al milagro: los
de las ciencias naturales.
Decíamos más arriba que la apologética tradicional definía al milagro como un
acontecimiento perceptible por el hombre que supera, quebranta o al menos elude las
leyes naturales, y que por lo tanto sirve de “prueba” de la revelación de Dios (o del
carácter divino de Jesús).
Este concepto ha mostrado ser errado. En efecto, desde el punto de vista científico
habría que conocer todas las leyes naturales para saber cuando se ha quebrantado alguna.
Además, la mentalidad moderna considera que todo fenómeno tiene como explicación la
actuación de dichas leyes. Ella postula que lo que hoy no es explicable por la ciencia,
mañana lo será. Si la constatación de milagros se la deja en manos de los científicos, se
vive en una retirada permanente: lo que hoy es considerado milagroso, mañana puede no
serlo.
Desde el punto de vista teológico las objeciones a esta concepción son aún más
radicales. Dios nunca actúa directamente en el mundo o en la vida del hombre, sino que
usa intermediarios (las mismas leyes naturales, la libertad del hombre). Tradicionalmente se
habla de “causa primera” y de “causas segundas”. Estas últimas son el conjunto de
causas mundanas, encadenadas entre sí. La primera es Dios, que no está ubicado al
comienzo de la cadena o en otro lugar, sino que sostiene la serie completa de causas
segundas. Dios no es una causa más dentro del mundo: Él es quien lo sostiene y por tanto
su acción está en otro nivel. Precisamente por este motivo, la constatación de la actuación
divina sólo puede hacerla la fe; nunca es posible “probar esa acción”; sin embargo, es
posible hablar de “signos” de ella. Entre éstos están los milagros.
34
9. ¿Cómo habría que definir el milagro en esta primera aproximación? Una
definición más bien descriptiva debe considerar 3 afirmaciones:
- El milagro es un hecho extraordinario, algo que llamaremos aquí “prodigio”. Este
consiste en la realización de algo que en un momento y lugar determinados no es posible de
hacer. Por eso provoca asombro y sorpresa. El científico como tal podrá constatar que en
este caso concreto las leyes naturales han actuado de una forma que no es la común, pero
no puede decidir si se trata de un milagro o no porque la ciencia sólo puede observar
aquello que se da en el nivel de las causas segundas. El origen divino del prodigio sólo
puede ser reconocido a la luz de la fe.
- Es de la esencia del milagro su carácter de signo (¡no es una prueba!) realizado por Dios
(a través de las causas mundanas) para comunicar su salvación al hombre. Se trata de una
especie de “llamada” que debe conducir a una respuesta creyente.
- Esta iniciativa actúa a través de las causas segundas. Por eso no contradice a la fe la
hipótesis de que la acción de Jesús actuaba sobre ciertas energías psicológicas o físicas, que
a su vez provocaban la curación. Dios no se salta las causas mundanas sino que las
potencia; y, en el caso del milagro, lo hace hasta tal punto que ellas realizan algo que
normalmente no pueden.
- Los milagros son signos de la preocupación de Dios por los que sufren. Por eso, Jesús
rechaza terminantemente el realizarlos por pura exhibición de poder o esplendor. Este
aspecto del milagro ha sido descuidado a menudo; sin embargo, aquí es un criterio central
para discernir si un prodigio concreto constituye un milagro propiamente tal.
b) La concepción de Jesús
Para Jesús, sus milagros eran signos del Reinado de Dios que Él hacía presente.
Más arriba decíamos que en la mentalidad bíblica no existía el concepto actual de
enfermedad: ella era fruto de la acción de malos espírtus o de la acción directa de Dios que
castigaba o ponía a prueba 25
. La apocalíptica concebía a los demonios como un ejército
dirigido por un jefe: Satanás. Tomando Jesús ese lenguaje (que era el de su época) presenta
su actuación como una victoria sobre el Demonio: “Si expulso los demonios con el
Espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a ustedes el Reinado de Dios” (Mt 12,28).
Las curaciones milagrosas de Jesús son signos de una liberación de todo el
hombre. Las sanaciones de sordos, mudos y ciegos, dicen relación con la comunicación
interpersonal; las de endemoniados (que corresponden a nuestras actuales enfermedades
nerviosas), están vinculadas a la libertad; las de leprosos a su reinserción en la sociedad;
etc. Los milagros apuntan a todas las dimensiones de la existencia humana: la relación con
Dios, con los semejantes y con la naturaleza. Nos comunican que la salvación lo es de todo
el hombre, no sólo de su alma.
25
La Biblia no tiene la distinción actual de “causas segundas” y “causa primera”. Ella tiende a saltarse las
causas segundas y a atribuir todo directamente a Dios.
35
10. Los milagros son, también, signos del reinado de Dios “consumado, pleno”. Son
anticipos de la Nueva Creación que acarreará la Segunda Venida de Cristo (Parusía). Por
ello están intrínsecamente vinculados a la esperanza de un mundo nuevo, reconciliado.
Atestiguan que Dios ha actuado salvadoramente en nuestro mundo en vistas a esa victoria
total sobre la limitación, el pecado y la muerte, que sólo Él puede ofrecer.
Los milagros, que muestran la llegada del Reinado de Dios, son simultáneamente
milagros obrados por Jesús. Son signos del envío y autoridad de Jesús. Él no sólo es
Mesías de la palabra sino también de la acción. Sin embargo, jamás Jesús obra estos
prodigios por pura demostración de su poder mesiánico. Rechaza expresamente
milagros de puro lucimiento (Mt 12,38-42 y par.). Por eso, son al mismo tiempo signos de
cómo quería Jesús que se entendiera su autoridad y poder. De ninguna manera al modo
humano, vinculado a la apariencia externa y a la fama.
Tres son los rasgos de los milagros como obra de Jesús:
- Son prodigios obrados por Dios a favor de su pueblo. Son cumplimiento de las
promesas del Antiguo Testamento de que Dios pondría fin al sufrimiento humano. Más
arriba citábamos la respuesta de Jesús a Juan Bautista: Él hace lo anunciado por el profeta
Isaías (Mt 11,5-6; Is 29,18ss; 35,5ss; 61,1).
- Son signos del amor de Dios que se dirige al hombre en medio de un gran
respeto hacia él. Buscan inquietarlo y sacudirlo, es cierto, sin embargo, no son portentos
tan exhorbitantes que sencillamente lo “derriben”, “atropellen” y lo hagan caer de rodillas.
En este punto el aporte de la investigación histórica sobre la tendencia a exagerar los
milagros nos ayuda a ver que ellos no fueron tan espectaculares como uno tendería a pensar
leyendo los evangelios. Por eso, siempre es posible no creer, reconocer el prodigio negando
su origen divino, tal como hacen los fariseos en Lc 11,14-22. La frase que Jesús dirige al
Bautista es significativa: “Dichoso el que no se escandalice de mí” (Mt 11,6). En muchos
sentidos la acción de Jesús fue desilucionante para muchos de sus contemporáneos: no puso
fin a la opresión romana, no curó siquiera a la mayoría de los enfermos, no terminó con la
pobreza, etc. El escándalo al que se refiere Jesús es justamente esa desilusión. Por eso la fe
es la capacidad de descubrir el significado profundo de estos signos más bien modestos.
- Los milagros buscan suscitar una respuesta en el hombre: la fe. No son
mágicos ni paternalistas. Milagros y fe van sumamente unidos. “pístis” y “pistéuo” son
términos que aparecen a menudo en los relatos de milagro. Es significativo que algunos
terminen con la frase de Jesús: “Tu fe te ha salvado” (Mc 5,34; 10,52; Mt 9,22; Lc 17,19).
En sentido estricto, no es la fe la que provoca el milagro sino la acción de Dios, pero ésta
requiere, para ser eficaz, de la libre acogida del hombre. Por eso, donde Jesús no la halla,
tampoco puede obrar milagros (Mc 6,5ss; Mt 13,58). No se trata de esa fe más madura y
completa que tendrán los primeros cristianos después de la resurrección de Jesús sino
simplemente de una confianza en el poder de Jesús para obrar milagros; de contar y
confiar con que el poder de Dios no se ha agotado, cuando las posibilidades humanas lo
36
11. están. Como el padre del endemoniado epiléptico: “Creo, pero ayuda mi poca fe” (Mc
9,22b-24).
B) Los criterios del reinado de Dios
Junto a las obras del Reino, están las actitudes o criterios de Dios como rey.
Pondremos especial énfasis en tres, de entre muchos otros.
a) Integración de los pobres en el reino
Comencemos con el conocido texto de las Bienaventuranzas en sus dos versiones
mateana y lucana:
Mt 5,3-12 Lc 6,20b-26
Dichosos los pobres Dichosos los pobres,
de espíritu,
porque de ellos es el reino de los porque vuestro es el reino de Dios.
Cielos.
Dichosos los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que están afligidos,
porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre Dichosos los que tienen hambre
y tienen sed de la justicia,
ahora,
porque ellos serán saciados. porque seréis saciados.
Dichosos los que lloran
ahora.
porque reiréis.
Dichosos los misericordiosos,
porque ellos obtendrán misericordia.
Dichosos los puros de corazón,
porque ellos verán a Dios
Dichosos los pacificadores,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos a causa de
(la) justicia,
porque de ellos es el reino de los Cielos.
Dichosos sois, cuando Dichosos sois, cuando
os odien los hombres,
y cuando os expulsen
os ultrajen y ultrajen
y persigan
y digan todo (género de) mal contra vosotros y rechacen vuestro nombre como malo
mintiendo,
a causa de mí. por causa del Hijo del hombre.
37
12. Alegraos Alegraos
aquel día
y regocijaos, y saltad de gozo
porque vuestra recompensa pues he aquí que vuestra recompensa
(es) grande en los cielos; (es) grande en el cielo;
pues así pues del mismo modo
sus padres
persiguieron a los profetas, hacían a los profetas.
los (de) antes de vosotros.
Pero ¡ay de vosotros los ricos!
porque recibís vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que estáis
hartos ahora!
porque tendréis hambre.
¡Ay de los que reís ahora!
porque estaréis afligidos y lloraréis.
¡Ay cuando hablen bien de vosotros
todos los hombres!
pues del mismo modo sus padres
hacían a los falsos profetas.
Es importante tomar en cuenta las diferencias entre ambos textos. En Lucas se
describen situaciones: se trata de cristianos que han pasado a ser pobres, hambrientos y
llorosos al verse perseguidos 26
. A ellos Jesús les promete el Reino de Dios como
“compensación” por su actual sufrimiento. En Mateo, en cambio, estamos ante un “elenco
de actitudes”, un verdadero programa de vida cristiana, válido para todo discípulo, por
cuya práctica Dios ofrece su Reinado como “recompensa”.
Es obvio que, en cuanto a la primera bienaventuranza de ambos, no estamos ante los
mismos “pobres”. En Lc se nos presenta una pobreza efectiva. “Ptojoi” en griego designa
a los indigentes, a los que sufren extrema pobreza. En cambio los “pobres de espíritu”
de Mt designan a aquellos que en su relación con Dios son pobres, ya que tienen una aguda
conciencia de su dependencia radical, de su necesidad de Él.
La diferencia abismal entre estos dos textos conduce a la pregunta por su
historicidad: ¿hasta qué punto recogen palabras del propio Jesús? Sin descalificar en
absoluto a la adaptación que han hecho los dos evangelistas de las palabras del Maestro,
nos interesa ahora reconstruir esas palabras. Para ello recogeremos el resultado a que han
llegado los especialistas sobre este punto dejando momentáneamente de lado los
fundamentos esgrimidos por éstos.
Ya vimos que “ptójoi” se refiere a los indigentes, a los que en el orden social están
en el último lugar. Pobres, hambrientos y llorosos son tres características de un único
grupo humano. Se trata de “los que, como consecuencia del ‘orden’ reinante en el
26
VILLEGAS,B., “Comprender el Sermón de la Montaña”, Eds. Mundo, Stgo, 1996, p. 60.
38
13. mundo presente, carecen de los bienes más necesarios y llevan por eso una vida
disminuida...”27
.
En esta “definición” se puede distinguir tres elementos: a) La pobreza no es vista
como una realidad casual o natural en la Biblia, sino como el producto de un orden social
injusto 28
. b) Ella se refiere la “carencia de los bienes más básicos”, o sea, a no poder
satisfacer una o varias de necesidades más fundamentales del ser humano. c) Afecta a toda
la persona. Ésta se siente “disminuída”, “poco valiosa”, ante los ojos de los demás y de sí
misma.
Este último rasgo es particularmente importante. De acuerdo a la doctrina
tradicional de la retribución, citada más arriba, Dios castigaba con mala salud, corta vida,
esterilidad, fracaso, etc. a aquellos que habían violado la Alianza. Por ello, en tiempos de
Jesús se consideraba a los pobres como culpables ante Dios, como pecadores.
¿Por qué motivo Dios, a través de Jesús, dirige su acción preferentemente a
ellos? Desde luego, no porque sean más “justos” o solidarios que los demás hombres,
tampoco porque constituyan un posible agente de cambio social. Es su situación de
aflicción, de necesidad, de marginación injusta lo que mueve al corazón de Dios. Jesús no
mira en forma romántica la pobreza; al contrario, tiene una viva conciencia de la
deshumanización que la misera produce.
¿Por qué deben estar “felices”? Porque Dios ha decidido poner término a la
miseria. La marginación y el desamparo no son la última palabra de la realidad. El destino
final de los pobres está en manos de Dios como “Padre”, y con ello su dignidad
fundamental queda asegurada y a salvo del arbitrio de los poderosos.
Las palabras de Jesús nos parecen hoy ingenuas después de casi dos mil años. ¿No
sigue habiendo pobres, tanto o más que antes? ¿Se habrá equivocado Jesús? La respuesta a
esta pregunta hay que encontrarla en el carácter dialogal de la historia de la salvación.
Ella no tiene un itinerario trazado de antemano. La promesa de Dios abre al hombre nuevas
posibilidades; pero el modo concreto de realización de ellas depende de la decisión del
hombre. Con esto no se quiere decir que el Reinado de Dios depende de las posibilidades
humanas sino simplemente que la acción de Dios no prescinde de nuestra respuesta.
En esta “opción preferencial” de Dios por los pobres, ¿existe una condena de la
riqueza o de los ricos? Jesús no considera a la riqueza mala en sí misma; sin embargo, no
comparte el optimismo de buena parte del AT respecto de ésta, que la veía como signo de la
bendición divina 29
. Para Jesús, más bien, es ocasión frecuente de idolatría y falta de
solidaridad, como se expresa en la siguiente parábola:
“Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí,
diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo dónde almacenar mi cosecha? Y dijo: ‘Voy a hacer
27
VILLEGAS,B. “Evangelizar a los pobres”, op. cit., p. 13.
28
Este tema es desarrollado por VILLEGAS,B. “Evangelizar a los pobres”, op cit.
29
De acuerdo a la doctrina de la retribución ya explicada.
39
14. esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes, reuniré ahí todo mi trigo y
mis bienes y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años.
Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ¡Descriteriado! Esta misma noche te
reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?” (Lc 12,16-20).
b) La integración de los pecadores
En una teocracia en la que la Torah regía todos los aspectos de la vida social, la
condición de pecador era fundamentalmente “pública”; lo que se traducía en que era
posible saber con claridad quienes tenían esa condición y porqué. Grupos como los fariseos
y zelotas, que tenían gran arrastre popular, evitaban todo contacto con ellos.
Del Mesías se esperaba que reconociera como tales a los que cumplían la Ley y
castigara a los transgresores. Por supuesto que era posible dejar de ser pecador y llegar a ser
justo, pero eso suponía hacer un camino de “penitencia” si se quería alcanzar el perdón
divino y la plena integración social.
Por lo mismo, extraña profundamente a los hombres piadosos el que Jesús acoja a
conocidos pecadores sin ningún tipo de exigencia previa. Por ejemplo, el gesto de comer
con pecadores y publicanos (cf. Mc 2,15-17) escandaliza a principales grupos judíos y le
vale la despreciativa burla: “Ahí tienen ustedes a un comilón y borracho, amigo de
publicanos y pecadores” (Mt 11,19). Este escándalo se entiende si consideramos lo que
significaba en la época el comer juntos. Se trataba de la más clara expresión de comunidad;
ligada al honor y a la consideración. Así, era importante saber a quién se invitaba y por lo
tanto a quién se concedía este honor y cómo se colocaba a los invitados en la mesa (cf Lc
14,7-14). Hay que tomar en cuenta también que en la literatura rabínica a menudo se
presenta al Reino de Dios como un banquete. El gesto de Jesús significa la plena acogida de
los pecadores en éste.
¿Estamos ante una indiferencia a las normas y los valores por parte de Jesús,
un rechazo de las fronteras entre el bien y el mal, que disculparía la falta y haría de la
justicia una caricatura? De ninguna manera, en la conocida parábola, el “hijo pródigo” no
es idealizado y la conducta del mayor no se pone en discusión: “Hace tantos años que te
sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya” (Lc 15,29). La frase que justifica su
conducta es mucho más sencilla y válida: “No necesitan médico los sanos, sino los que
están mal; no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” (Mc 2,17).
Este ofrecimiento gratuito del Reinado de Dios a todos, a fariseos y publicanos, a
justos y pecadores, produce, de hecho, una paradoja: a menudo los pecadores aceptan el
mensaje de Jesús e “ingresan al Reino”, en cambio los justos se quedan fuera. Esta realidad
se refleja en muchas palabras del propio Jesús: “Los últimos serán los primeros y los
primeros los últimos” (Mt 20,16); “en verdad les digo que los publicanos y las prostitutas
llegan antes que ustedes al Reino de Dios” (Mt 21,31). Particularmente significativa es la
siguiente parábola:
“Dos hombres salieron al Templo a orar; uno fariseo, el otro publicano. El fariseo, de pie,
oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los
40
15. demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos
veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias’. En cambio el publicano,
manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el
pecho diciendo: ‘Oh Dios; ten compasión de mí, que soy pecador!’ Les digo que éste bajó a
su casa justificado y aquel no” (Lc 18,10-14).
Una última consideración, que ayuda a entender algunos textos evangélicos: la
Comunidad Primitiva realiza una trasposición del problema “justos-pecadores” al
interior de Israel a la relación pueblo elegido-gentiles en el mundo de entonces. No cabe
duda de que Jesús restringió su misión sólo al pueblo judío. Sin embargo, pronto los
primeros misioneros descubrieron que las palabras de Jesús se podían aplicar al caso de los
gentiles. Un ejemplo: Lc agrega a la “parábola de los invitados al banquete” un segundo
grupo de invitados inesperados, los que están en los “caminos y cercas” (Lc 14,23),
integrando así a los paganos.
c) La integración de los impuros
Hemos visto que el Templo de Jerusalén constituía el lugar de la presencia de Dios
en medio de su pueblo y aquello que simbolizaba su unidad. Sin embargo, también era una
fuente de división y de exclusión. No sólo realizaba una distinción entre judío y gentil,
sino que, al interior del pueblo, discriminaba entre hombre y mujer, adulto y niño, puro e
impuro.
La raíz de esta exclusión está en la distinción entre lo sagrado y lo profano, que
funda los diversos círculos de santidad (vistos en el capítulo sobre “Palestina en tiempos
de Jesús”) y las normas de pureza e impureza.
En términos generales es “puro” lo que puede acercarse a Dios e impuro lo que
incapacita para su culto o excluye de él. Por ejemplo: animales puros son los que pueden
ser ofrecidos a Dios; impuros, los que los paganos consideran sagrados o que, pareciendo al
hombre repugnantes o malos, se cree que desagradan a Dios. Otras normas de pureza se
refieren al nacimiento, la vida sexual, la muerte, que son misteriosos dominios en los cuales
actúa Dios, dueño de la vida. Una señal de corrupción como la lepra hace también impuro.
La impureza se supera mediante un sacrificio de expiación o lavados, según el caso 30
.
Con el tiempo, los fariseos fueron aplicando estas normas cultuales a todos los
ámbitos de la vida, y lo que originalmente tenía alcance ritual y cultual había ido
tomando un sentido espiritual y moral. Así, se han conservado hoy algunas listas de
profesiones impuras: unas son consideradas tales porque son ocasión frecuente de
deshonestidad (transporte, pastoreo, juegos de azar); otras, porque implican el riesgo de
contraer enfermedades (los médicos), o por ser simplemente repugnantes (lavanderos,
basureros, carniceros, curtidores de pieles), o, por último, directamente transgresoras (cobro
de impuestos, prostitución). Había diversos grados de impureza: por ej.:un cobrador de
impuestos era más transgresor que el que atiende un establecimieto para baños 31
.
30
Cf. ESCUELA BÍBLICA DE JERUSALÉN, “Nueva Biblia de Jerusalén”, op. cit., nota a pie de página a
Lev 11, p. 132. Las normas sobre pureza e impureza se encuentran en los caps. 11 a 15.
31
ETCHEGARAY,H. “La práctica de Jesús”, op. cit., 1981, pp 161 – 162.
41
16. En este contexto se comprende el escándalo que causan las palabras de Jesús
contenidas en Mc 7,14-23.
“Llamó otra vez a la gente y les dijo: ‘Oiganme todos y entiéndanme. Nada hay fuera del
hombre que entrando en él pueda contaminarle; sino que lo que sale del hombre, eso es lo
que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oir, que oiga’.
Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la
parábola. Él les dijo: ‘¿Conque también ustedes están sin inteligencia? ¿No comprenden
ustedes que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra
en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?’ –así declaraba puros todos los
alimentos-. Y decía: ‘Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque
de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos,
asesinatos, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez.
Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre”.
Con estas palabras, Jesús desplaza la distinción entre lo sagrado y lo profano al
“corazón” del hombre. Por éste último entiende la Biblia el lugar de la toma de
decisiones. A partir de ahora, con la llegada de Jesús, Dios está proclamando que la
distinción entre sagrado y profano residirán en el amor y el desamor. En donde existe el
primero, se manifiesta Dios y en donde no, se oculta. Demás está decir que este
desplazamiento pone en jaque a los principales presupuestos del ritual litúrgico del Templo
con toda su práctica del sacrificio y de expiación.
En esta línea pareciera que hay que entender el complejo signo de la “expulsión de
los mercaderes del Templo” (Mc 11,15-19), gesto que acarrea la detención de Jesús por
orden del Sumo Sacerdote. No se trataría aquí sólo de una crítica a los comerciantes de
víctimas (que, en realidad prestaban un servicio necesario y legítimo), sino al Templo en su
conjunto. De morada de Dios entre los hombres y de centro de la vida judía había pasado a
ser una fuente de marginación y de exclusión. Por ello, Jesús anuncia que será sustituído
por una Comunidad “que adore al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4,23).
&&&&&&&&&&&&
Es posible mencionar otras actitudes de Jesús (o criterios del reino): “Jesús se
pone del lado de los servidores y no de los servidos, llegando a hacerse pobre y servidor;
pone por encima del culto religioso la fraternidad y la reconciliación; subordina la Ley con
sus prescripciones e instituciones más sagradas (¡el sábado!) al bien incluso físico de las
personas concretas; desconoce las calificaciones (y sobre todo las descalificaciones) que
surgen de la ubicación social de las personas, e incluso de su propio pasado, mostrando que
para él es ante todo su posibilidad de futuro siempre intacta” 32
.
32
VILLEGAS,B. “La novedad del Evangelio”, op cit., p 211.
42
17. 2.2.2.3. Las palabras del reinado de Dios 33
Jesús fue un sabio o un maestro, como se le llama con frecuencia en los evangelios,
y como tal, supo rodearse de discípulos. Las formas literarias (o preliterarias) utilizadas por
los sabios fueron múltiples: proverbios, instrucciones, enigmas, discursos, la
comparaciones, poemas didácticos e himnos. Nos interesa particularmente una, la parábola,
porque fue el recurso que, según los especialistas, se puede atribuir con más seguridad al
propio Jesús y que más originalmente expresa lo más profundo de su experiencia y
mensaje.
a) Concepto de parábola 34
No existe entre los estudiosos actuales un concepto unánime para definir lo que es
una parábola, lo que se hace evidente en el hecho de que algunos autores cuentan en los
evangelios más de 60 y otros menos de treinta. Debido a este problema, lo más aconsejable
parece ser intentar abarcar todos los sub-géneros y definiciones involucradas disntinguendo
un sentido amplio de parábola y uno estricto.
En este último sentido, una parábola es una “narración figurativa”. Por el primer
elemento se entiende un recurso linguístico que contiene el desarrollo de una o varias
acciones realizadas por “personajes”. Se reconoce, entre otros rasgos, porque se expone en
caso singular 35
y se lo sitúa literariamente en el pasado 36
. Por “figurativo” se entiende la
comparación de situaciones de distinto orden o nivel. Por ejemplo, en la “parábola del
sembrador” (Mc 4,3-8), está el de este personaje que realiza una siembra cuya semilla en su
mayor parte se pierde. El otro plano es el del ministerio de Jesús, que parece a los ojos de
muchos de sus oyentes como carente de resultados inmediatos y de envergadura; en
definitiva, frustrante.
El concepto amplio de parábola abarca no sólo la figura anterior sino también dos
formas literarias afines: la narración ejemplar y el cuadro ejemplar.
La primera se trata de una conducta típica presentada como inspiradora de una
actuación semejante (o a veces contraria). El ejemplo más típico es el de la “parábola del
buen samaritano” (Lc 10,30-35). Por “cuadro figurativo” se entiende la descripción de un
hecho habitual (para lo cual se utilizan verbos en presente), por ejemplo la sentencia sobre
el “parche mal hecho”
“Nadie cose un parche de tela nueva a un vestido viejo, porque lo añadido hará encoger el
vestido, lo nuevo hará encoger lo viejo, y el desgarrón se hará mayor” (Mc 2,21) 37
.
33
Basado en PEREZ-COTAPOS,E. “Parábolas: diálogo y experiencia. El método parabólico de Jesús según
dom Jacques Dupont”, Eds. Pontificia Universidad Católica de Chile, Stgo. 1991. Para complementar se
puede leer JEREMÍAS,J. “Las parábolas de Jesús”, Verbo Divino, Estella, 1997.
34
VILLEGAS,B. “Introducción crítica a los evangelios sinópticos”, Publicaciones teológicas Seminario
Pontificio de Stgo., Stgo., 1990, pp. 40-43.
35
No se trata de un hecho habitual.
36
En el caso de las parábolas, por supuesto, esta narración es siempre “ficticia”; o sea, versa sobre sucesos
inventados por Jesús.
37
Jesús se refiere a que no es posible ser a la vez fariseo y seguidor suyo.
43
18. Es muy importante distinguir la “parábola” de la “alegoría”. En las tres formas
vistas la comparación versa sobre el conjunto de lo narrado. En la alegoría, en cambio,
sobre cada uno de los elementos del cuadro o narración (que son vinculados con elementos
particulares de la realidad apuntada). Es el caso de la llamada “explicación de la parábola
del sembrador”, en Mc 4,13-20. En este texto, el sembrador pasa a ser Dios, la semilla su
Palabra, y los distintos terrenos en que ella cae distintos tipos de cristianos.
Las comunidades cristianas de la “segunda generación cristiana” fueron
alegorizando las parábolas debido a que no las comprendían. Creyeron que constituían un
lenguaje deliberadamente oscuro, que era necesario “descifrar”. A dichas comunidades
pertenece el siguiente texto:
“Cuando (Jesús) quedó a solas, los que estaban a su alrededor junto con los Doce le
preguntaron sobre las parábolas.
Jesús les dijo: ‘A ustedes Dios les ha confiado el misterio de su Reino, pero a los de afuera
todo les resulta enigmático, de modo que por más que miran, no ven, y, por más que oyen,
no entienden; no sea que se conviertan y Dios los perdone’” (Mc 4,10-12; la cita es de Is
6,9-10).
La razón de esta incomprensión se debe a que las parábolas presuponen que el que
las dice y el oyente comparten una experiencia común. Cuando ella ya no existe (por
ejemplo, en comunidades del mundo griego) se vuelven oscuras. Los cristianos de la
segunda generación creyeron que Jesús las había concebido así, engimáticas. La realidad es
al revés: el interlocutor de Jesús sólo necesitaba saber lo que manejaba un judío
palestinense de la época.
La alegoría es también es un recurso que permite adaptar un mensaje a
circunstancias nuevas. La “explicación de la parábola del sembrador”, por ejemplo, refleja
probablemenrte problemas típicos de las iglesias: la existencia de cristianos con una
adhesión muy distinta a Jesús.
Junto a la “alegorización” se da también una tendencia a la “moralización”. En
efecto, en el ejemplo expuesto, el centro de la narración lo constituye las diversas actitudes
de los critianos y no el actuar de Dios, como en la parábola original 38
.
b) ¿Por qué las parábolas?
¿Por qué (y de qué modo) Jesús usa las parábolas para comunicar a sus
interlocutores lo más central del Reinado de Dios? Se puede caracterizar la forma como
Jesús ha empleado el procedimiento parabólico mediante tres rasgos fundamentales:
38
La distinción entre parábola y alegoría debe utilizarse con cierta flexibilidad. En una parábola puede haber
detalles alegóricos. Mientras sea posible la comparación global de las situaciones de distinto orden o nivel
estaremos ante una parábola. Cuando esa comparación global ya no es posible entonces se trata de una
“alegoría”.
44
19. b.1) Las parábolas de Jesús generalmente conciernen a un actuar, a un comportamiento.
El terreno propio de las parábolas no es el de las ideas, el de las verdades enfrentadas
teóricamente sino el de la conducta, el de la praxis. En algunas se busca hacer entender a
los oyentes (mediante la actuación concreta de los personajes) la conducta que de ellos se
espera o aquella de la que harían bien en alejarse; en otras, el sentido de la acción de Jesús
y el modo como ésta se desarrolla en concreto. En ambos casos, si se las lee en
profundidad, se aprecia que están centradas completamente en la acción de Dios, que ha
comenzado a reinar. Jesús no llama simplemente a un actuar distinto en sus oyentes, sino
a una práctica fruto de “un cambio en su visión de las cosas” debido al descubrimiento de
esta centralidad.
b.2) Las parábolas de son instrumentos de diálogo; con ellas busca Jesús un modo de
entablar un diálogo con el cual espera hacer cambiar de opinión a sus oyentes. Ellos no son
ni enemigos propiamente tales, ni seguidores 39
, sino “interlocutores desconfiados”, que
tienen una manera de ver las cosas diferente a la suya. Jesús no entabla una discusión,
la que fatalmente terminaría por endurecer las posiciones. Opta por el camino de “contar
una historia”. En ella el debate es transportado a otro terreno, en el cual para Jesús será
más fácil conducir a sus oyentes a situarse en una óptica que les permitirá ver la realidad tal
como Él la ve.
Veamos este aspecto más en detalle:
- Las parábolas toman sus imágenes de la vida ordinaria, aparentemente sin relación
alguna con el terreno en el cual se sitúa el verdadero desacuerdo entre Jesús y sus
interlocutores. Como se ha dicho, este cambio de lugar no se debe a un afán por ocultar su
pensamiento sino a preocupación de proponer un campo en el cual el oyente se sienta libre
de dar un juicio sin prevenciones.
- Generalmente en las parábolas están presentes los puntos de vista de Jesús y del
interlocutor. El de este último se presenta primero y se le concede una cierta ventaja; lo que
permite que sienta comprendido y se deje conducir mediante la narración a la óptica de
Jesús, perspectiva que ahora puede reconocer como posible y defendible. Jesús invita,
entonces, a su oyente a tomar partido, en el terreno ficticio de la parábola, por su posición.
Una vez que lo haga, será transportado al plano de la realidad, en donde se da una situación
similar.
b.3) Las parábolas de Jesús traducen una experiencia, y es a ella que deben su
fuerza de persuación. Esto quiere decir, negativamente, que Jesús renuncia al recurso de
una argumentación lógica que pueda hacer violencia al interlocutor, obligándolo a aceptar
un determinado juicio. Descarta también el argumento de autoridad, tan frecuente en las
parábolas rabínicas, que siempre se apoyan en la Torah. Y evita, por último, el recurso a
“pulsar las cuerdas” del sentimiento de sus oyentes.
39
Los evangelios no presentan el contexto original de las parábolas ni tampoco sus interlocutores reales. El
interés que tienen es que los cristianos las lean como dirigidas a ellos, (que son actualmente los “discípulos”
de Jesús). Existe un caso en que una parábola ha conservado su contexto primitivo, el de Lc 7,36-50.
45
20. Jesús invita a sus oyentes a responder de acuerdo a su experiencia 40
, ¿de cuál se
trata?:
- La experiencia cotidiana, que es la de todos los días, la que enseña cómo se dan
las cosas entre los hombres. Jesús la presenta sin embellecimientos, agregados
moralizantes, o evasiones a un mundo imaginario. El mundo y las personas son vistas tal
como realmente son, de modo que puedan reconocerse. Se trata del realismo de las
parábolas de Jesús, de su carácter profundamente humano, de su secularidad. “Aquel que
ha contado estas cosas es un laico que ve las cosas y las personas tal como ellas son, no un
clérigo que habla a clérigos en un lenguaje para iniciados” 41
. Este recurso hace accesible
las parábolas a cualquier persona, porque no está la exigencia de unos conocimientos
previos.
- La experiencia colectiva, que se encuentra condensada en los proverbios. Jesús
utiliza los dichos tradicionales, pero también los inventa otros 42
. Hay que incluir en esta
experiencia tradicional las imágenes del universo religioso. No es salir de un mundo
familiar recordar a oyentes judíos episodios tales como el diluvio, la destrucción de
Sodoma, y personajes como Abraham, Moisés, David o el profeta Jonás.
- El sentido común. El parabolista no se queda en el simple y exacto reflejo de la
realidad cotidiana. Construye su relato con libertad, de acuerdo a su intencionalidad. Jesús
a veces presenta casos particulares tan extraordinarios que es imposible hablar de
experiencia al respecto. Sin embargo, esto no le impide recurrir al sentido común, a cómo
reaccionaría el interlocutor en una situación semejante. Por ejemplo, en la “parábola de los
dos deudores” (Lc 7,41-43), se da el caso especial de un acreedor que perdona una deuda;
no es difícil sacar la conclusión de que debe estar más agradecido aquel que debía más.
- La experiencia personal de Jesús. En los casos inverosímiles del párrafo
anterior, a menudo está detrás la experiencia del propio Jesús. En el ejemplo al que hemos
recurrido en este apartado, el de la “parábola del sembrador”, Jesús hace presente su
convicción profunda de que su misión viene de Dios y de que una obra iniciada por Él,
aunque tenga comienzos muy humildes, sólo puede llegar a término maravillosamente.
En este recurso a la experiencia está la fuerza persuasiva de las parábolas. Ellas
son un relato ficticio capaz de reordenar la propia percepción de la realidad; un lenguaje
“poético”, es decir, que pone al descubierto nuevas dimensiones de la existencia, creando
situaciones y posibilidades inéditas. Jesús es muy consciente de que no son los argumentos
los que conducen a cambiar los comportamientos concretos 43
, sino una nueva mirada, en
este caso ligada a su ministerio. El recurso utilizado pone al hombre ante la necesidad de
tomar una decisión, pero no lo obliga a ello; presenta el camino preferible, pero es su
libertad la que tiene la última palabra.
40
De ahí la presencia de preguntas en casi todas las parábolas
41
DUPONT,J. , citado por PEREZ-COTAPOS,E. , op. cit., p. 161
42
Por ejemplo: “nadie puede servir a dos señores”, “un discípulo no es más que su maestro”, etc.
43
Tampoco las exhortaciones morales y el recurso actual a las emociones fáciles.
46