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Babilonia. El álbum de la exposición
                                                                                     Béatrice André-Salviani

                                                     *ANDRÉ-SALVINI, Béatrice: (2008) Álbum de la exposición de
                                                     Babibolina, Paris, Hazan - Museo del Louvre.
                                                     -Traducción del francés: Victoria L. Sánchez.




El sitio de Babilonia.

        Babilonia jamás fue olvidada y su emplazamiento sobre un
brazo del Éufrates, a aproximadamente 90 kilómetros al sur de la
moderna Bagdad, en el corazón de la Antigua Mesopotamia,
sigue siendo reconocido a través de los milenios. Una de sus
colinas en ruinas, resguarda los vestigios de un palacio de
Nabuchodonosor II (-605-562), y protege el nombre directamente reconocible de Babel. Un pueblo árabe se establece
allí conservando la memoria, y las cartas persas de la Edad Media dotando a Babel de una plaza central en el corazón
de una zona geográfica llamada Ard Babel (“el país de Babel”), designado a Irak y correspondiendo aproximadamente
a las fronteras de la antigua Babilonia. Esta importancia acorde a un lugar venido a menos de su gloria pasada se
explica, según el geógrafo al-Istakhri (siglo X), porque Babel era la ciudad más antigua de Irak y una importante capital
de la Antigüedad, una característica que él deduce de sus ruinas. Paralelamente, las cartas de la Edad Media occidental
otorgan a Babilonia un lugar privilegiado, a pesar de que Jerusalén ocupa el central. Sobre el mapamundi de Richard
de Haldingham de la catedral de Héreford, que representa las semejanzas con la Tabula Peutingeriana y fue hecho
después de un modelo más antiguo cerca del 1295-1305 para ilustrar las Historiarum adversum paganos de Orose (a
principios del siglo IV), la ciudad es representada sobre el eje que se halla entre Jerusalén y la India, por una torre de
donde sale una serpiente y por un edificio almenado simbolizando sus murallas, al borde del Éufrates.
        La historia de los orígenes de Babilonia, según las fuentes cuneiformes babilonias, advierte de la atmósfera
particular que rodea a la ciudad y le otorga el estatus de excepción. Los antecedentes arqueológicos no son de ninguna
ayuda, puesto que los primeros niveles de ocupación no pudieron ser alcanzados. Las menciones textuales más
antiguas sobre la ciudad remontan a mediados del III milenio a. C., estos son raros y fragmentarios. Babilonia no es
mencionada en la lista real sumeria de entre las primeras ciudades que retenían la realeza antes o después de Déluge.
La compilación posterior de las crónicas de sus reyes le atribuyen por lo tanto un estatus de ciudad santa muy
venerable y le otorgan una legitimidad a esta reivindicación ligando un momento de su destino a los tiempos heroicos,
pero irrefutablemente históricos del primer “imperio” mesopotámico, aquel de Sargon de Akkad.


De Hummarabi à Nabuchodonosor

        Los grandes soberanos modelaros, durante casi dos mil años, la historia y la geografía de Babilonia y de los
babilonios. Entre ellos, dos nombres prestigiosos atravesaron el tiempo, marcando, uno, el primer período (paleo-
babilonio), y el otro, el fin (imperio neo-babilones) de la autonomía política de Babilonia.
        El primero, Hammurabi (-1792-1750), el “rey de la justicia”, fundó un imperio efímero, pero suministró a su
capital de un renombre duradero gracias a su carisma, a su obra legislativa y al impulso otorgado a la literatura y a la
cultura erudita, magnificada además por sus descendientes; el segundo, Nabuchodonosor II (-605-562), su lejano
sucesor que lo tomó como modelo, hizo de babilonia una ciudad envidiada y espléndida, en tanto que sus conquistas –
principalmente la de Jerusalén y la deportación de los Hebreos de Babilonia- engendraron, en el tiempo y en el espacio,
una historia novelesca y legendaria de Babilonia y de sus reyes.
        Entre los dos imperios, en la segunda mitad del segundo milenio a.C., Babilonia en manos de extranjeros –de la
dinastía kasita- emprenden una puesta en orden canónica de su tesoro de erudición, difundiendo su lengua, su
escritura y la enseñanza de sus escribas. La babilonia fue lingua franca de Irán y Egipto, lengua de la diplomacia e
igualmente lengua de la cultura. Después de los nuevos estragos y saqueos de los Elamitas, el sentimiento nacionalista

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renació en Babilonia, a finales del siglo XII, bajo el reinado de Nabuchodonosor I, a través del ennoblecimiento de la
ciudad al rango de capital cósmica, finalizando con la exaltación de de Marduk y de Babilonia establecida por
Hammurabi. Es entonces cuando se compusieron, muy probablemente, el poema babilonio de la Creación (Enuma
elish) que nos muestra la última versión de la creación del mundo y del hombre, y el texto de TIN.TIR (“Babilonia”) que
describe la topografía religiosa de la ciudad. Podemos considerar que la época neo-babilonia comienza a partir del
reino de Nabuchodonosor I, debido a que es la primera dinastía local que reina Babilonia después de la de Hammurabi,
o el momento clave del primer milenio.
         En torno al año 1000 después de los siglos siguientes, Babilonia fue sometida a invasiones esporádicas y vivió a
la sombra de Asiria. La cultura babilonia fascinó a los asirios, que llevaron a su capital numerosos textos literarios
escritos sobre las tablas de arcilla. Los reyes de Asiria se proclamaban “reyes de Babilonia”, en una escena que se
repetía periódicamente hasta la aparición de la dinastía neo-babilonia a finales del siglo VII a.C.. La población del país
estaba entonces compuesta principalmente de indígenas, es decir “babilonios, descendientes de los Sumerios,
acadios, amoritas y kasitas, e igualmente de tribus de origen oeste-semítico, no del todo asimilados, Arameos y
Caldeos. Ciertos soberanos emergieron y dejaron sus escritos o sus monumentos que fueron retomados, como una
suerte de legitimación, por los reyes de la dinastía neo-babilonia. Así, Nabonassar (Nabû-nasir: [el dios] Nabû es mi
protector”, -747-734) es conocido por la forma griega de su nombre, como se menciona en el Canon Basileon de
Ptolémée. Sus obras influenciaron la dinastía neo-babilonia y, de forma destacada, las ciencias. La crónica babilonia
histórica y el Canon Basileon de Ptolémée comienzan la Historia con él. Bajo su reino, en efecto, fue inaugurada una
nueva concepción de la Historia, que nos provee de fechas precisas.
         Al comienzo del III siglo a.C., Bérose reporta que el uso de registrar el movimiento de los astros en el tiempo (es
decir el establecimiento de las efemérides astronómicas) comienza con Nabonassar, quien quiso destruir los
testimonios históricos de sus predecesores porque la Historia comenzaba con él. Felizmente no lo hizo. Ptolémée
afirma igualmente que las observaciones astronómicas remontan al reino de su rey, quien fue el fundador de una era
que comenzó el 26 de febrero del 746 a las 12 horas. Si la astronomía, en ese entonces confundida con la astrología,
tiene un origen más antiguo, las primeras observaciones de los eclipses lunares que utilizaban los principios
matemáticos comenzarían efectivamente en esa época. Estas nos permiten datar los acontecimientos y los años del
reinado con precisión. Tras la muerte de Nabonassar, Teglat-phalasar III de Asiria asume la doble monarquía sobre
Asiria y Babilonia, y esta interferencia directa de Asiria en los asuntos de los babilonios durará más de un siglo hasta
que Nabopolassar (-626-605), el padre de Nabuchodonosor II, halla destruido Ninive y la fuerza asiria, junto con Mèdes,
fundando así el Imperio neo-babilonio (-626-539).
         Después del extravagante reinado de Nabuchodonosor II y los tres cortos de sus sucesores, el fin del imperio
fue marcado por el reino de Nabonide (-555-539), usurpador de la personalidad original, adorador del dios-Luna, quien
vivió muchos años en el oasis de Tayma en Arabia, del cual tenemos actualmente pruebas con un descubrimiento muy
reciente, sobre el mismo sitio de Tayma, monumentos erigidos por o para ese rey. Es Nabonide quien se esconde bajo
la personalidad de Nubuchodonosor en muchos escritos recientes provenientes de fuentes exteriores, especialmente el
Libro de Daniel.
         Después de su conquista por Cyrus el Grande en 539 a.C. y su parte de independencia, Babilonia continuará
siendo una importante ciudad del Imperio persa, luego un conservatorio de la cultura babilonia bajo los sucesores
griegos de Alejandro el Grande (muerto en el -323), la dinastía de los Seleucides, quienes inauguraron a partir del -311
una nueva era contando los años de manera continua, sin recomenzar en cada inicio de reinado como es el caso
anterior. La transferencia de la capital a Seleucia del Tigris, redujo la importancia política de Babilonia, pero el culto y los
círculos eruditos de Esagil – el santuario de Marduk – continuarían en uso hasta el fin del dominio de los Parthes
arsacides provenientes de Iran (141 a.C.- fin del Ier siglo d. C.), adversarios del Imperio Romano. En el 187 a.C.,
Antiochos III participa notablemente del cuto a Babilonia dentro del santuario de Marduk y a Borsippa, ciudad del dios
Nabû, hijo de Marduk, donde el pudo percibir el refugio de Nabuchodonosor II muerto cerca de cuatro siglos antes. En
el primer siglo de nuestra era, Pline el Anciano reporta en su Historia Natural (VI, 30) que el gran templo Esagil
continuaba sobreviviendo entre los escombros. El zigurat no era más que una pila de ruinas. Poco después, al final del
siglo I o del comienzo del siglo II, los eruditos-sacerdotes abandonarían finalmente su santuario.
         El último texto cuneiforme conocido data del año 75 de la era cristiana, pero el conocimiento de la lengua
babilonia subsistió quizá hasta que los ejércitos romanos del emperador romano Marco Aurelio devastaron Babilonia en
el año 165 d.C.. Bajo la dinastía de los persas sasanidas, las comunidades judías, cristianas, mazdeístas y maniqueas
fueron predominantes y la gran civilización babilonia se extinguió. Sin embargo, un interés por sus tradiciones
sobrevivió en la corte del rey sasanida Khosroes I (531-579) en Ctésiphon, cerca de la futura Bagdad. Damaskios (458-
538), el jefe de los filósofos atenienses que el emperador Justiniano había desterrado en 539, se refugiaría en Ctésiphon
y allí compilaría las antiguas cosmogonías –entre las que se encontraba la Epopeya de la Creación. Los Sasanidas
transmitieron en el Occidente paleo-cristiano los modelos iconográficos mesopotámicos.



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El rey héroe

        Nacida con la aparición de las Ciudades Estados y de la escritura a fines del IV milenio a.C., la civilización
sumero-acadia había transmitido a Babilonia ciertos valores que se expresaban a través de la función real. Las
cualidades que poseían todos los soberanos legítimos eran las mismas que las del héroe conquistador, fundador,
constructor, garante de la justicia y del respeto de la divinidad que representaba sobre la tierra. Estas virtudes fueron
dadas de manera prestigiosa por Hammurabi, quien servía en su momento de modelo para todos los pretendientes
ulteriores al trono de Babilonia. Esos valores, determinantes de la unidad de la civilización babilonia, fueron retomados
e interpretados de manera positiva o negativa por los pueblos que hicieron de Babilonia una leyenda.
        Las proezas de Gilgamesh, el rey de Uruk, «semilegendario», devino en los dos terceros, inspirados
probablemente en los héroes de Homero; la figura del gran conquistador Sargon de Akkad, cuyo excepcional destino
comienza a partir de que es recogido de una cesta flotando en el Tigris por un modesto jardinero, evoca aquella historia
de Moisés. La impiedad atribuida a su nieto Naram-Sin contribuye seguramente en la creación de los arquetipos que, a
través de una amalgama de modelos confundidos en un todo, resumieron tiempo después los historiadores clásicos
sobre Assur y Babilonia: Ninos el virtuoso fundador del imperio y Sardanapale el soberano entregado al vicio que
provocó la caída de los imperios.
        Contemporáneo a las fuentes exteriores bíblicas y clásicas que formaron el núcleo de la fortuna crítica de
Babilonia, el rey Nabuchodonosor II fue una perfecta fuente y testigo de las virtudes heroicas de los reyes de Babilonia.
Para los autores de la época clásica- Heródote o Ctésias -, fue concebido como un héroe, un fundador, un conquistador
a imagen de los ideales de la civilización griega y de un público ávido de relatos heroicos; pero no fue nombrado por su
nombre y lo reconocemos bajo el nombre ya deformado por la leyenda de Sémiramis y Nitocris, nombres de reinos
asirios auténticos del VIII y VII siglo a.C.. Para los autores de la época helénica – Bérose o Mégasthènes-, cuyos relatos
iban dirigidos a los príncipes locales y se inscribían dentro de la tradición mesopotámica, es la divinidad la que dio al
rey su fuerza. La excepcional participación de Babilonia en la lista de las Siete Maravillas del Mundo, por sus murallas y
sus jardines suspendidos, testimonio del éxito, de la continuidad y de la transmisión de los valores hasta entonces tres
veces milenarios hasta una época donde las grandes acciones del rey Nabuchodonosor en su capital no fueron más
que un recuerdo.
        En las fuentes hebreas históricas centradas en la destrucción de Jerusalén en el 587 a.C. y las deportaciones de
sus soberanos y de toda la élite de Juda en Babilonia, la magnífica y grandiosa Babilonia construida en parte gracias a
las fuerzas vivas constituidas por los exiliados se convirtió un símbolo de orgullo y de desmesura, muy lejos del ideal
babilonio.
        El último soberano independiente de Babilonia, Nabinide, un usurpador que escapó a la virtud de la legitimidad,
debió abandonar el imperio del nuevo héroe fundador, Cyrus el Grande, rey de los persas. Las fuentes cuneiformes
ulteriores lo hicieron un rey impío, el destructor de un imperio que abandonó para vivir lejos. Para las fuentes exteriores,
en particular el Libro de Daniel, su personalidad se confunde con la de su hijo Baltasar, quien jamás reinó, y sobre todo
con la de Nabuchodonosor, el arquetipo bíblico del rey maldito, cuyo nombre fue atribuido ulteriormente a todo
monarca que se comportaba como lo había hecho Nabuchodonosor. Sobrevivió como una figura intemporal, universal.


La escritura

        Los valores la realeza y civilización babilonia, que son el corolario, transmitidos por el ejemplo viviente de los
reyes de Babilonia, fueron salvaguardados sobre todo gracias a la escritura cuneiforme, al sistema silábico y la
ideografía complicada, heredada de los sumerios. La fuerza de Babilonia se expresa a través de ella, creando una
continuidad histórica y legítima para todos sus soberanos, resistiendo a los cambios de dinastía. La cuneiforme fue
exportada copiosamente fuera de su país de origen, por los letrados, los marchands y los ejércitos, y el uso partió de la
escritura establecida en todo el Antiguo Oriente en el fondo de una cultura común que cada pueblo desarrolló según su
propia memoria y sus aspiraciones. Babilonia se abrió, en momentos claves de su historia, a las culturas de otras
regiones de oriente con las cuales tuvo contacto repetidas veces. Ella atraerá e integrará en el seno de sus murallas
pueblos heterogéneos. Sus nuevas poblaciones se fundirán en el viejo corazón mesopotámico en el que adoptarán y
conservarán la civilización, enriqueciéndola. Esta mezcla cultural se acentuará en el curso de los últimos milenios de
Babilonia, cuando las lenguas arameas, luego griegas, escritas en un alfabeto de signos simples y poco numerosos,
invadirán las calles de Babilonia, relegando poco a poco la lengua acadio-babilonia y su compleja escritura en los altos
puestos de la cultura erudita. Sin embargo, es entonces cuando la transmisión de conocimientos de Babilonia continúa
su más larga difusión, por el sesgo de los conquistadores persas, luego griegos que adoptarán la tradición itinerante
propia de los eruditos de la vieja civilización babilonia.



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Los historiadores de Babilonia en la Antigüedad

         Los aportes de Babilonia al mundo exterior contemporáneo de su historia y la herencia que recogen las
civilizaciones ulteriores son múltiples aunque mal conocidas, incluso ignoradas en razón de la confusión entre mito y
realidad que parece ser parte del destino de Babilonia. Lo que la historia retuvo se limita a algunos nombres y algunos
conceptos, que son sin embargo buenos “embajadores” de la cultura babilonia.
         El principio de las crónicas y listas dinásticas inspira a los redactores de los libros históricos bíblicos, que fueron
testimonios directos o indirectos de su puesta por escrito en el momento del exilio de Babilonia (-597-538) y que
transmitieron en ellos el modelo a sus sucesores, después de su retorno a Jerusalén. Una gran parte de los libros
bíblicos fueron por otro lado pensados o revisados en Babilonia y la ciudad ocupó un lugar importante en los relatos
históricos y proféticos. Los judíos, en Babilonia, tomaron conciencia de su historia. Paralelamente la idea de una
Babilonia símbolo de orgullo y de desmesura, augurada en los castigos anunciados por sus profetas, se manifestó en
una admiración por la belleza de su arquitectura y su cultura, que fueron parte de la vida del pueblo en exilio, en
respuesta de la exhortación del profeta Jeremías a adaptarse y echar raíces en ese lugar cuyo destino estaba a partir de
ese entonces ligado a lo que el pueblo había elegido. Cuando Cyrus permite a los hebreos volver a Jerusalén, una
comunidad judía se quedó en Babilonia donde fue formado el Talmud de Babilonia, en conexión estrecha con el de
Jerusalén pero revelando numerosos prestaciones de la civilización babilonia. Las fuentes hebreas ulteriores, obras de
rabinos, conservaban estas pesquisas históricas aunque deformadas por el tiempo hasta en la Crónica de Jérachmeel
en el siglo XII.
         Si los primeros autores clásicos que buscaban encontrar la historia de Babilonia no ven allí más que nombres de
legendas, los autores helenísticos recibieron una lista real neo-babiloniense, deformada pero reconocible, a través de la
Historia de la India de Mégasthènes, escrita en os tiemos de Séleucos I Nicator (-312-280) y cuyo contenido es aportado
por el historiador judío Flavius Josèphe, en la Contra Apionem(1,20). Un fragmento, contenedor de la lista dinástica, ha
estado preservado por Abydenus cuyos escritos son relatados por una fuente cristiana, la de Eusèbe de Césarée (cerca
del 265-340), la que muestra la complejidad de la transmisión: “Abydenus, en su Historia de los Asirios, preservó el
fragmento siguiente de Mégasthènes quien dijo que Nabuchodonosorus habiéndose convertido en alguien más
poderoso que Hércules, invadió Libia e Iberia, y cuando los hizo tributarios (…) sucumbió y su hijo Evilmaruchus le
sucedió, éste fue herido por su pariente Neriglissares y Neriglissares dejó a su hijo Labassoarascus, y cuando él
también contrajo una muerte violenta, hicieron rey a Nabonnidochus, que no estaba aliado a la raza real”. La otra fuente
es la obra del babilonio Bérose, escrita en griego cerca del año 281 a.C.. Él tuvo un acceso directo a las crónicas
babilonias y a las fuentes literarias cuneiformes. Flavius Josèphe, en el siglo I de nuestra era, y luego Eusèbe de
Césarée lo citan a través de la obra también perdida de Alejandro Polyhistor (a comienzos del siglo I a.C.). En el siglo II
de nuestra era, Ptolémée – cuyo Tetrabiblos de incluencia babilonia inspira toda la geografía medieval – redacta su
Canon Basileon, preservando el buen orden de los nombres de los monarcas caldeos de Nabopolassar a Nabonide,
después que los reyes reinaran Babilonia hasta Alejandro el Grande, incluyendo la duración de su reinado.
         La lista de reyes de la dinastía de Nabuchodonosor II fue transmitida después por las crónicas históricas
cristianas de la Antigüedad Tardía y de la Edad Media Occidental, cuyos mejores documentadores fueron Eusèbe de
Césarée, San Jerónimo (340-420) y el cronista bizantino Georges Syncellos (al finales del siglo VIII- principios del siglo
IX), cuyo Chronographia nos otorga una lista real utilizada por las antiguas fuentes griegas. Las crónicas universales
extraen ellas mismas fuentes. De entre las fuentes árabes referentes a Nabuchodonosor y que se basan en los escritos
bíblicos, el Canon Basileon de Ptolémée y las tradiciones orales locales, la síntesis vuelve en al-Bîrûnî (973-1048) quien,
en su Cronología de las antiguas naciones, resume así con precisión la historia conocida de Babilonia: “Pero parece
que el pueblo de Jerusalén llama a todos aquellos que destruyen su ciudad Nabuchodonosor”.
         Las fuentes arameas como la “Oración de Nabonide”, un documento de finales del siglo I antes de nuestra era
descubierto en Qumrân, o la Historia de los dos hermanos Assurbanipal y Shamash-shum-ukin, así como la fuente
apócrifa en griego del romano de Ahiqar remonta al siglo V a.C., encuentran su origen, por los procedimientos mal
identificados, en las fuentes cuneiformes, en el relato bíblico de Daniel poniendo en escena a Nabuchodonosor o en las
leyendas griegas. Todas estas fuentes representan el estado de los conocimientos de la historia de Babilonia antes de
las excavaciones.


La ciencia babilonia

       Otros elementos de la civilización babilonia sobrevivieron a través de las eras, de manera directa o por fuentes
secundarias. Los métodos de enseñanza de los escribas babilonios son reconocibles, desde mediados del segundo
milenio a.C., en numerosos centros dispersos de Irán en la costa mediterránea, y en Anatolia, donde las bibliotecas
exhumadas entregaban diccionarios multilingües o modelos de vísceras de uso adivinatorio elaboradas a partir de listas
enciclopédicas de eruditos mesopotámicos. Más tarde, los eruditos babilonios introducirían las matemáticas en las

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observaciones astronómicas y establecerían el fraccionamiento del plano eclíptico en doce partes iguales, señalándolas
por medio de doce signos del zodíaco. Las “ciencias” babilonias de la clarividencia conocerán entonces una gran
difusión gracias a la mediación de los persas aqueménides, después de las obras de Ptolémée. El Egipto helenístico
juega igualmente un rol importante como punto de difusión de las ideas mesopotámicas. Es desde Egipto que los
conocimientos de los astrólogos-astrónomos babilonios pasan a Occidente. La principal transmisión de los sabios
babilonios a la civilización occidental es el sistema sexagesimal, la división del círculo en 360 grados y los doce meses
del año.
        Cerca de Oriente, los ejércitos persas, antes que los de Alejandro, difundirán la cultura babilonia desde finales
del siglo VI a.C.. Una vida cristianizada de Buda – nacido cerca de mediados del siglo V a.C. y heredero de un reino en
el sur de Nepal-, la leyenda tardía de Baarlam y Ioseph (Budhasaf), dice que en el corazón de su padre había “cincuenta
y cinco hombres instruidos en el saber de las estrellas de los caldeos”. En esa historia, el chambelán de Buda se llama
Zardan, un nombre probablemente de origen acadio, y su honesto preceptor viene de Senaar (Babilonia). Este segundo
plano legendario concuerda con el hecho de que Buda conocía probablemente dos manuales acadios de presagios
(Shumm âlu y Enuma Anu Enlil), y utiliza el contenido en un sermón que expide en lengua pali y cuyo texto sobrevivió en
la Brahmajâlasutta.
        Las ciencias árabes, a través de los persas y los griegos, anegan lejanas raíces en la mentalidad babilonia.
Ciertas obras fueron igualmente difundidas en el Occidente cristiano de la Edad Media. La composición llamada
Agriculture nabatéenne, traducida desde una lengua no identificada al árabe por Abu Bakr ibn Walshiya al-Kasdani, “el
caldeo”, a principios del período islámico, menciona que fue escrita “en una época donde la dinastía cananea reinaba
Babylonia”. Ese tratado sobre la economía de la tierra, que recuerda a un antiguo manual mesopotámico, fue difundido
por largo tiempo en al Europa del siglo X. El texto alquimista Ghâyat al-Hakîm, traducido al latín bajo el nombre de
Picatrix, probablemente en España en la corte de Alfonso El sabio en el siglo XIII, utilizaba un tipo de magia simpática,
transmitida por la ciencia hermética, fundada sobre las relaciones esenciales entre planetas y plantas, minerales y
animales, cuyo origen es probablemente babilonio.


La literatura

        Paralelamente a la enseñanza y a las ciencias, la literatura babilonia tuvo una gran difusión, particularmente sus
textos de conocimientos, su poesía lírica y ciertos relatos mitológicos. Una relación más personal entre el hombre y su
dios se desarrollará en los tiempos de Hammurabi; el individuo aparecerá confrontado el silencio de la divinidad de cara
al problema del mal y del sufrimiento. Ciertos textos evocan una suerte de itinerario de redención siendo probablemente
divulgados por el redactor del Libro de Job, al igual que los poemas pudieron circular por la corte de Jerusalén al
momento de la creación de los salmos más antiguos en los tiempos del rey David. Antes que no se difundiese el relato
de las proezas de Gilgamesh, el mito babilonio de Atra-hasis, elaborado a principios del II milenio, ofrece una historia
del Diluvio y una concepción de la creación del hombre cuyos elementos los encontramos en el Génesis.
        La literatura griega está sobretodo en deuda con Babilonia por la influencia directa o indirecta de Gilgamesh y
las fábulas y torneos oponiendo los animales a las plantas, mientras que los mitos de ascensión, estimados por los
babilonios, son probablemente ecos lejanos de la literatura persa y especialmente del “Libro de los reyes”
(Shâhnâmeh).
        La Epopeya de Gilgamesh es intemporal y resume lo que toda persona culta conoce de la literatura
mesopotámica. Su versión canónica, tal como fue descubierta por medio de las tablas de la biblioteca del rey
Assurbanipal (-668-627) en Nínive, representa el último estado. La décimo primer tabla, que contiene el relato del
Diluvio, representa un paralelo sobrecogedor con el del Génesis (Gen., VI, 5 y IX, 17). La difusión de esta obra maestra
fue inmensa y los últimos territorios geográficos que conquistó rinden homenaje a su valor y manifiestan al mundo la
difusión del pensamiento de Babilonia.
        En los fragmentos del libro sagrado de los maniqueos, el Libro de los Gigantes, descubierto en Asia Central a
principios del siglo XX en las grutas de los monasterios del desierto de Gobi (Turfan) en la Turkestán china, sobre la
antigua Ruta de la Seda, figuran los personaje bien conocidos de los relatos míticos babilonios, en relación con la
Epopeya de Gilgamesh: el gigante Hobabish, corrupción del nombre de Humbaba, el monstruo muerto por Gilgamesh
y Enkidu en el Bosque de los Cedros, o también Atambish, el sobreviviente del Diluvio vuelto inmortal: “Entonces [el
gigante] Sam dijo a los Gigantes: vengan aquí que nosotros podremos comer y ser felices. Mahawai irá donde
Atambish, y contará todo […]. Sam cumplirá un sueño. Subirá al cielo. Sobre la tierra la fiebre extallará. Toda el agua
será consumida. El cólera saldrá del agua. Los [espíritus?] serán invisibles. Él [Sam] vivirá delante de los maestros del
cielo.” Parece que Máni utilizó una suerte de arameo para la composición de su relato. En efecto, un “Libro de los
Gigantes” existe entre los fragmentos arameos del Libro de Enoch I descubiertos en Qumrân.
        Esta tradición del héroe del Diluvio, perteneciente a la raza de los gigantes se perpetuó en Eusebio de Cesarea,
quien cita en su Preparación Evangélica a un tal Eupolemus (cap. IX, 18.2): “Eupolemus en su obra Sobre los Juicios,

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dice que la ciudad asiria de Babilonia fue en principio fundada por los supervivientes del Diluvio. Ellos eran gigantes; y
construirían la Torre bien conocida. Cuando esta se desmoronó por la acción de Dios, los gigantes se dispersaron por
toda la tierra […]. Mientras vivían en Babilonia, fueron matados por Dios a causa de su impiedad –la de los gigantes-.
Uno de ellos, Belos, escapó a la muerte; se estableció en Babilonia y luego construyó allí una torre, donde vivió.”Esta
referencia a los gigantes está quizá ligada a un lejano recuerdo de los reyes mesopotámicos anteriores al Diluvio, reinos
de una duración infinita, evocando seres excepcionales, a la altura correspondiente de su longevidad. Ellos son
mencionados en la lista real sumeria, transmitida en griego por Bérose.
       Una versión árabe del Romance de Alexandre y un relato de las Mil y una Noches, el “cuento de Buluqiya”,
guardan quizá todavía un lejano recuerdo de los héroes mesopotámicos y de su búsqueda de la inmortalidad.


Babilonia, modelo arquitectónico

        Es sin duda la concepción arquitectónica de la Babilonia del rey Nabuchodonosor II y el decorado de sus
monumentos oficiales los que penetrarán más profundamente en la conciencia colectiva. La Biblia y los autores clásicos
–particularmente Heródoto, quien describió claramente las murallas fabulosas de la ciudad y su terreno- inspiraron a los
escribas, arquitectos y artistas, sobretodo después del Renacimiento y de la publicación en Europa de las ediciones de
sus textos beneficiándose con las nuevas técnicas de la imprenta y los medios de difusión. La confusión entre Babilonia
y Nínive, ciudad de dimensiones igualmente gigantescas en el imaginario bíblico y en los autores clásicos, fue
frecuente, aunque la localización de los famosos “Jardines Colgantes” fue a veces atribuida a la capital asiria. Sin
embargo, lo que nosotros sabemos de las murallas, las edificaciones civiles y religiosas, y los suntuosos decorados
coloreados de ladrillos vidriados de la capital de Nabuchodonosor II – por las suposiciones arqueológicas y las fuentes
babilonias- es suficiente para justificar el renombre de la ciudad.
        Babilonia fue igualmente modelo de gobierno y de concepción arquitectónica y decorativa para las grandes
ciudades posteriores: Susa, capital administrativa de los persas aqueménides cuya decoración colorida del palacio de
Darío fue extraída, cerca del año 500 a.C., de Babilonia; Seleucia, la nueva capital de la dinastía griega de los sucesores
de Alejandro; Ctesifonte, la capital mesopotámica de los persas sasánidas; Samarra, joya de la arquitectura de ladrillos
abásidos, cuya torre estuvo quizá inspirada en las ruinas de las antiguas torres en pisos que siembran todavía la
planicie de Irak en esta época. Finalmente, a fines del siglo VIII, la Bagdad del califa Haroun al-Rachid, sin querer
recrear Babilonia, es favorecida sin embargo por un asesor artístico que hizo de la ciudad un centro erudito del mundo
árabe –como lo había sido Babilonia en sus tiempos- hasta mediados del siglo XIII, fecha de su destrucción por parte de
los mongoles.


Babilonia, ciudad de la perdición

        En oposición a esta exaltación de la ciudad está la asimilación de Babilonia con Roma, ciudad del mal y del
consentimiento, aquella de Tito quien destruiría el templo de Jerusalén en el año 70. La primer epístola de San Pedro (I
Pet., V, 13) habla de “la comunidad de los elegidos que es Babilonia”, mostrando así que el nombre de Babilonia había
devenido un seudónimo corriente de Roma. Después, Petrarca en el siglo XIV, luego de la Reforma asimilaría la Roma
de los papas con Babilonia.
        La caída de Bagdad en el 1258 tuvo la misma repercusión que la destrucción de Babilonia por el rey asirio
Sennachérib en el 689 a.C., un lejano eco de la caída de Ur, la última capital sumeria, cerca del año 2000 a.C.. Los
relatos bíblicos, proféticos, prediciendo o comentando el castigo de Babilonia tienen el mismo origen y utilizan acentos
líricos que culminan en el Apocalipsis de San Juan, donde Babilonia desaparece para siempre en un gran terremoto:
“Cayó, cayó Babilonia la grande, y se hizo morada de demonios y prisión de todo espíritu impuro y prisión de toda ave
impura y aborrecida” (Apoc., XVIII).
        Estos espíritus impuros son probablemente un lejano recuerdo deformado de los monstruos del caos vencidos
por Marduk, el gran dios de Babilonia, al principio de los tiempos, y que tapizaron los muros de su cella en su santuario
de Babilonia, el Esagila. El dragón con cuernos, domesticado, se transformó en la montura del dios y la de su hijo
Nabû, adornando los infinitos muros coloreados de la puerta de Ishtar. Es la figura del dragón-serpiente que
encontramos por toda Babilonia, sobre el mobiliario divino, sobre las joyas y los sellos también, aunque en menor
medida que en las estelas y los muros, representando la victoria y el poder de Marduk, y que tuvo una larga fortuna.
Protagonista del relato romance y suplemento griego de la Septuaginta en el Libro de Daniel, “Bel y el dragón”, surge
también de los muros de Babilonia en las cartas del Medioevo. Lo encontramos también en las ilustraciones de algunos
ejemplares de manuscritos preciosos de los Beatos, acerca de Babilonia, así como en la tradición bisantina y luego rusa
transmitida en los compendios sobre la historia de la ciudad. En la “Novela de Babilonia”, se transforma en piedra para
defender la ciudad, tan poderoso como sus legendarias murallas, mientras que las serpientes invadían las calles,

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enviadas por el emperador: “No hay hombres en Babilonia, solo serpientes viven allí.”Estas serpientes-dragones son las
mismas que se citan muchas veces en la literatura medieval, como en el Speculum Naturale de Vincent de Beauvais
(cerca del año 1184-1264): “Decimos que, creador de la torre de Babel y del desierto de esta antigua Babilonia, como
en sus ruinas, habitan enormes dragones; sus voces tanto como sus rugidos aterrorizan a los hombres.” Ellos
aterrorizan a los viajeros de la Edad Media y de la época moderna que iban a visitar las ruinas de Babilonia. Benjamín
de Tudela, en el 1170, evoca la atmósfera de superstición que envolvía a la ciudad muerta: “Yo me rindo ante la antigua
Babel […] Allí quedan todavía las ruinas del palacio de Nabuchodonosor, que son inaccesibles debido a que son el
nido de dragones y de bestias venenosas”, una temática retomada en 1574 por el médico suevo Rauwolff: “Detrás […]
está la torre de Babilonia, que los hijos de Noé se proponen hacer llegar hasta el cielo […]. Los insectos [allí] son, me
han dicho, más grandes que nuestros lagartos y tienen tres cabezas.”
        La torre de pisos o zigurat de Babilonia sigue siendo sin embargo el tema privilegiado de todas las tradiciones
concernientes a la ciudad. Ella fue inmortalizada por el relato del Génesis bajo el nombre de “torre de Babel”, más aún
que por la descripción sin embargo más desarrollada que hizo Heródoto, en razón del alcance simbólico que el relato
bíblico le confiere. Y sin embargo, la construcción de la torre (Gen., XI, 1-5) cuenta simplemente, con palabras que
hubieran podido emplear los babilonios o así mismo los hebreos en el exilio a Babilonia que vivieron probablemente la
reconstrucción del monumento bajo el reinado de Nabuchodonosor:
        “Todo el mundo se servía de una misma lengua y de las mismas palabras. Como los hombres se desplazaban
hacia el Oriente, encontraron una planicie en el país de Shinéar [Babilonia] y se establecieron allí. Se dijeron el uno al
otro: “¡Vamos! ¡Hagamos ladrillos y cosámoslos al fuego!” El ladrillo les serviría de piedra y el betún les serviría de
mortero. Ellos dijeron “¡Vamos! ¡Construyamos una ciudad y una torre cuya cumbre penetre los cielos! ¡Pongámonos
un nombre y no estemos dispersos por toda la tierra!”.
        Es la segunda parte del presagio que introduce a la idea de confusión, generada probablemente por lo
cosmopolita de la ciudad donde hablaban muchas lenguas y donde los escribas eran especialistas en el acadio
cuneiforme o en el arameo alfabético, lo que provocó el terror de los sabios babilonios llamados por el rey Baltasar para
leer la escritura sobre los muros durante su festín impío. Solo Daniel, un profeta hebreo, pudo leer las palabras escritas
por la mano de su Dios.

El mito de Babilonia

         Podemos entonces preguntarnos porqué este modesto pasaje bíblico dio nacimiento al mito de un proyecto
destinado a ser el símbolo de orgullo de Babilonia, una realización contra la naturaleza, buscando desafiar la
trascendencia divina y engendrando su propia destrucción que fue cuantiosamente representada en la pintura
occidental. Esta ficción de un acto impío está lejos de la realidad babilonia que veía en la torre un monumento elevado a
la gloria de la divinidad y no para desafiarla. Es esto lo que demuestran intuitivamente las primeras representaciones de
la Edad Media, que se contentan con mostrar los obreros en la obra, los artistas del Renacimiento fascinados sobretodo
por la proeza técnica o aún más el arquitecto Boullée, quien invierte el mito, representando la torre como un vínculo
entre los hombres.
         En Mesopotamia como en la leyenda bíblica y la mayor parte de las civilizaciones, la noción de lo divino está
ligada a la idea de altura. Imaginamos a Dios en el cielo, sobre un plano más elevado que la humanidad; también,
desde que construimos templos, en la época de Obeid en Mesopotamia, cerca del año 5000 a.C., los ponemos sobre
un terreno alto, para distinguirlos de las viviendas humanas. El zigurat es el desarrollo natural de estas terrazas
artificiales que serán cada vez más altas con el curso del tiempo. El análisis de la palabra ziggurat permite comprender
el simbolismo ligado a esta construcción elevada y profunda. El término viene del verbo babilonio zaqaru que significa
“construir alto, elevar”; pero ziqqurratu designa al “templo-torre” y, por metáfora, la cumbre de la montaña donde se
ubica el arca, después del Diluvio tal como lo cuenta la decimo primera tabla de la versión clásica de la Epopeya de
Gilgamesh (XI, 156). El héroe superviviente ofrece un sacrificio ina muhhi ziq-qur-at shadi “sobre el pico de la montaña”.
Esta primera tierra que emerge después del cataclismo que otorga al mundo un nuevo nacimiento es el templo situado
en la cumbre de la torre. El zigurat representa entonces, esencialmente, un símbolo cósmico que establece un lazo, por
su altura necesitando de cimientos profundos en la base de su construcción, entre los diferentes planos del universo: la
tierra, el cielo y el mundo inferior, subterráneo, donde se encuentran los Infiernos. Este aspecto es particularmente
importante en Babilonia, que quería ser el centro del mundo y donde el nombre del zigurat era Etemenanki, “Casa,
sostén del cielo y de la tierra”. Este nombre, asociado al del templo-bajo de Marduk, llamado Esagil, “casa en la alta
cumbre” (palabra a palabra: “en la cabeza alta”), y el hecho de que Babilonia, ciudad santa por excelencia, tiene su
prototipo en el cielo, explica esta noción de desmesura y de orgullo ligada a la leyenda de la torre de Babel.
         El zigurat evocado en el Génesis es probablemente el de Nabuchodonosor que acabó la construcción que
comenzó su padre Nabopolassar, y del cual cuenta su construcción en un cilindro de fundación del Louvre (Sb 1700):
         “Etemenanki, el zigurat de Babilonia, con el cual Nabopolassar, el rey de Babilonia, mi padre que me engendró,
gracias al arte del exorcismo y a la sabiduría de Ea y de Marduk, ha purificado el emplazamiento y donde él ha puesto

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la plataforma de fundación en el corazón del mundo inferior; sus cuatro muros exteriores, con el betún y los ladrillos
cocidos a fuego, los ha elevado a una altura de 30 codos [15 m], pero no ha podido llegar a la cumbre. Entonces yo me
atribuyo el elevar Etemananki, para hacer desafiar su cima con el cielo.
        Los numerosos pueblos, que Marduk, mi Señor me ha confiado, cuyo comando me ha sido transmitido por
Shamash [el dios Sol], la multitud de los pueblos y la totalidad de las naciones, del Mar superior al Mar inferior, los
países lejanos, los pueblos de numerosas naciones, los reyes de las montañas lejanas y de las planicies profundas del
Mar superior y del Mar inferior que están sometidas a Marduk, mi Señor, y que ha restablecido a mis manos, yo se los
ofrezco como hombres de trabajo a Shamash y a Marduk, para construir Etemananki y les hago poner los ladrillos […].
Todos los pueblos que Marduk me ha confiado, yo los pondré a trabajar para la construcción de Etemenanki y pondré
sobre ellos esta faena.
        Los haré retomar el trabajo sobre Etemananki, y los haré llevar la cesta y los ladrillos. Yo erigiré su base sobre
una altura de 30 codos. Espesas vigas de cedro, grandes vigas de madera sólida, tapizaré de cobre. Un templo alto
[puro], una santa capilla, como en los tiempos lejanos, yo erigiré para Marduk, mi Señor, en el último piso, con arte.”
        Esta descripción es la del Génesis, magnificada; muestra que Babilonia es el origen de su propia leyenda.


Imágenes


                                                                             1
                                                                             Estela del Código de Hammurabi
                                                                             Época paleo-babilonia, siglo XVIII a.C., fin del
                                                                      reino de Hammurabi
                                                                             Basalto, con inscripción grabada en acadio.
                                                                             225x70x47 cm
                                                                             Encontrado sobre la acrópolis de Susa en
                                                                      tres pedazos. Excavaciones de Jacques de Morgan,
                                                                      diciembre 1901- enero 1902.
                                                                             Botín      traído       de     Mesopotamia
                                                                      (probablemente Sippar) por el príncipe elamita
                                                                      Shutruk-Nahhunte en el siglo XII a.C.
                                                                             París, museo del Louvre, Departamento de
                                                                      antigüedades orientales, Sb 8.

                                                                                Obra de un soberano ilustrado que sirvió de
                                                                       modelo a los príncipes futuros durante mil
                                                                       quinientos años, el Código de Hammurabi es el
                                                                       testimonio más célebre que conseguimos de las
                                                                       civilizaciones del antiguo Oriente Próximo.
                                                                       Monumento universal de la historia del derecho y,
                                                                       simplemente, de la Historia, la alta estela de
                                                                       basalto, conservada en el Louvre, fue admirada,
                                                                       copiada, estudiada y comentada por generaciones
                                                                       de escribas. Inscribiéndose en una antigua
                                                                       tradición literaria, constituye la compilación de
                                                                       leyes más completa del antiguo Oriente Próximo y
                                                                       la primera certificación de la ley de talión,
                                                                       ulteriormente desarrollada en los libros bíblicos.
                                                                                Prologo – Cuando el sublime Anu, el rey de
                                                                       los dioses, y Enlil, el señor de los cielos y de la
                                                                       tierra […] hubieron pronunciado el nombre
                                                Detalle
                                                  Detalle
                                                                       reverenciado de Babilonia y lo hubieron hecho
preponderante      entre      las                                      regiones del mundo […] Entonces, ellos
nombraron mi nombre, Hammurabi […], para hacer prevalecer la justicia en el país, para eliminar la maldad y la
perversidad, para impedir la fuerza de opresión al débil, para elevarme como Shamash, el Sol, por encima de los
hombres, para iluminar el país […] Primero entre los reyes, yo soy […] el rey poderoso, el Sol en la ciudad de Babilonia,
que esparce la luz sobre el país de Sumeria y de Acad, el rey que hizo obedecer las cuatro regiones […] Cuando
Marduk me ordenó traer justicia al pueblo, yo establecí verdad y justicia […] aseguré el bienestar del pueblo.
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*1- Si un hombre acusa a otro hombre y lo carga de homicidio, pero no puede aportar pruebas contra él, su
acusador será mandado a matar.
         *2- Si un hombre imputa a otro hombre de maniobras de hechicería, pero no puede probarlo, aquel a quien las
maniobras de hechicería fueron imputadas irá al río; se sumergirá en el río; si el río lo retiene, su acusador cogerá sus
bienes, si el río lo declara inocente y él sale sano y salvo, aquel que lo haya imputado de maniobras de hechicería será
mandado a matar; aquel que se haya sumergido en el río tomará los bienes de su acusador. [Es el juicio de la ordalía,
por el dios Río]
         *3- Si un hombre se presenta por dar falso testimonio en un proceso, pero no puede probar su acusación, si el
proceso es un proceso de vida [capital], el hombre será mandado a matar.
         *22- Si un hombre comete un robo y es atrapado, este hombre será mandado a matar.
         *23- Si el ladrón no es atrapado, el hombre que ha sido robado declarará delante de dios la extensión de sus
bienes perdidos. La ciudad y el gobernador del territorio y la jurisdicción en la cual el robo a sido cometido,
remplazarán sus bienes perdidos.
         *49- Si un hombre pide prestado dinero a un marchand y le da [a cambio] al marchand un campo listo para
sembrar de cebada o sésamo y le dice: “Cultiva el campo y luego recolecta y llévate tanto grano y sésamo como
produzca” [es la fórmula estándar de un arrendamiento normal]; si el labrador [alquilado por el marchand para cultivar
el campo] hace crecer en el campo la cebada y el sésamo, en la cosecha es solo el propietario del campo quien tomará
el grano y el sésamo que ha crecido en el campo, y dará al marchand le grano equivalente al dinero que él le ha
prestado, así como su interés, y también le agregará los gastos [invertidos en] el cultivo.
         *108- Si un tabernero rechaza aceptar la cebada en forma de pago de la cerveza pero acepta [solamente] dinero
medido en peso fuerte, y entonces reduce la cantidad de cerveza en cuanto al precio del grano, se la cambiaremos y la
tiraremos al agua.
         *109- Si un tabernero, en la casa de quien conspiradores se reúnen, no acoge a los conspiradores para
entregarlos a las autoridades del palacio, este tabernero será mandado a matar.
         *129- Si la esposa de un hombre es sorprendida mientras está en la cama con otro varón, los ataremos y los
tiraremos al agua. Si el propietario de la esposa le permite vivir, entonces el rey le hará el favor a su servidor.
         *130- Si un hombre fuerza a la esposa virgen de otro hombre que redice todavía en la casa de su padre y lo
sorprendemos acostándose con ella, ese hombre será mandado a matar; la mujer será libre.
         *153- Si la esposa de un hombre ha hecho matar a su marido a causa de otro hombre, empalaremos a esta
mujer.
         *154- Si un hombre conoce [carnalmente] a su hija, desterraremos a este hombre de la ciudad.
         *155- Si un hombre elije una esposa para su hijo, su hijo la conoce [carnalmente, es decir que el matrimonio
está consumado, y ella está oficialmente casada], y después él mismo [el padre] se acuesta sobre su pecho y es
sorprendido, ataremos a este hombre y lo tiraremos al agua.
         *156- Si un hombre elije una esposa para su hijo, y este no la conoce todavía [carnalmente] y él mismo se
acuesta sobre su pecho, le expedirá media-mina de dinero; de otra forma, le restituirá lo que él haya aportado a la casa
de su padre, [y] ella podrá casarse con el marido que elija.
         *195- Si un niño golpea a su padre, él le cortará la mano.
         *196- Si un notable revienta el ojo de un notable, le reventaremos un ojo.
         *197- Si rompe el hueso de otro notable, le romperemos un hueso.
         *198- Si revienta el ojo de un hombre del pueblo o rompe un hueso de un hombre del pueblo, cargará 1 mina de
so precio [aproximadamente 500 gramos].
         *199- Si revienta el ojo de un esclavo o rompe un hueso de un esclavo de un notable, cargará la mitad de su
precio [aproximadamente 80 g de plata].
         *200- Si un notable rompe el diente de otro notable, su igual, le romperemos un diente.
         *201- Si rompe el diente de otro hombre del pueblo, cargará 1/3 mina de plata.
         *202- Si un notable golpea la mejilla de otro notable que tiene un estatus más elevado que él [o: es más viejo],
será golpeado públicamente con 60 golpes de nervio de buey.
         Epílogo- Tales son las decisiones de justicia de Hammurabi, el rey competente, establecidas para mandar al país
conforme a la verdad y al orden equitativo. […] Que el hombre injustamente tratado, que es implicado en un asunto,
venga delante de mi imagen, el rey de la justicia, y se haga leer mi estela escrita, entenderá así mis preciosas
ordenanzas; mi estela le indicará su asunto, verá su caso, y su corazón se aliviará […]. Yo soy Hammurabi, el rey de la
justicia, a quien Shamash a concedido la verdad.




                                                                                                                      9
2
       Cara real, supuesto retrato de Hammurabi
       Época paleo-babilonia, principios del segundo milenio a.C.
       Diorita, 15x9,7 cm
       Encontrada en Susa. Excavaciones de Jacques de Morgan, 1908
       Botín proveniente de Mesopotamia
       París, museo del Louvre,
       Departamento de antigüedades orientales, Sb 95

         La calidad de esta obra – que representa el retrato ideal del soberano- y su
estilo incitan a pensar que podría tratarse del rey Hammurabi de Babilonia. La
expresión de su cara demacrada, con los rasgos marcados por arrugas, los ojos
semi-cerrados reflejando la edad del modelo y su fuerza de carácter, es diferente al
aspecto estático e impersonal de la figura real esculpida sobre la estela de
Hammurabi. Esta brinda otro aspecto de la imagen del soberano. La inscripción que
identifica al príncipe representado debe encontrarse sobre el cuerpo de la estatuilla,
actualmente perdido. Podemos considerar igualmente una atribución a otros prestigiosos soberanos paleo-babilonios,
particularmente Dadusha el rey legislador de Eshnunna, o también Rim-Sin de Larsa quien reinó cerca de 60 años y
cuyo reino pasó a manos de Hammurabi.

El origen de la palabra Babilonia

         La forma babilónica de Babilonia es Bâb-ili (Bâb-ilu), “puerta de Dios”. Ninguna otra ciudad, en la antigua
Mesopotamia, fue diseñada con una función, lo que hace de Babilonia un caso aparte, aún sobre el plan de la
onomástica. Su nombre está todavía escrito en medio de ideogramas sumerios: KA.DINGIR.RE, que son el equivalente
sumerio de Bâb-ili o aún más TIN.TIR o SHU.AN.NA, designando igualmente los barrios de la ciudad. En la literatura
religiosa, Babilonia es también llamada ERIDU, por asimilación a una antigua ciudad santa del país que llevaba ese
nombre y del cual ella toma el lugar. Son los griegos los que adoptarán el nombre Babylon, de donde deriva su
denominación moderna. En hebreo, Bab-el es la traducción exacta de babilonio. El Génesis da una interpretación
negativa del nombre Babel, que se funda sobre una etimología popular por un juego de palabras con el verbo hebreo
balal, “mezclar, confundir”. El texto dice: “También la llamamos Babel, ya que es allí donde Yahvé confunde el lenguaje
de todos los habitantes de la Tierra” (Gen. XI, 7-9), Babilonia aparece así como la metrópolis de la confusión. Jeremías
utiliza un criptograma establecido según un sistema de escritura cabalístico donde la palabra Babel se transforma en
Sheshak. La cave de este criptograma está en remplazar cada letra del nombre por aquella que le correponde en el
alfabeto leído a la inversa; así, la b de Babel, que es la segunda letra del alfabeto hebreo, beth, es remplazada por la
anteúltima letra del alfabeto, la shin, es decir nuestro sonido “che”, etc.).

                                                   3
                                                   Estatuilla, llamada “la adoración de Larsa”
                                                   Época paleo-babilonia, hacia 1760 a. C.
                                                   Cubierta parcialmente por placa de oro, 19,6 x 14,8 x 7 cm.
                                                   Probablemente Larsa (Baja Mesopotamia); ADQUIRIDA POR Bagdad
                                            en 1931-1932
                                                   París, Museo del Louvre,
                                                   Departamento de antigüedades orientales, AO 15704.

                                                    La estatuilla, consagrada al dios Amurru, representa un hombre,
                                            con la rodilla derella apoyada en el suelo, el brazo derecho replegado
                                            sobre el cuerpo, la mano derecha levantada delante de la boca, en actitud
                                            de homenaje. Este gesto de la mano elevada es el mismo de Hammurabi
                                            en el relieve de la cumbre de Code. Esta peinado con un sombrero de
                                            ancho reborde, una barba corta lo cubre las mejillas. Sus ojos, hoy
                                            huecos, estaban antaño incrustados de concha o de una piedra blanca
                                            traslúcida en el blanco del ojo, y de lapizlazuli en la pupila. Sus manos y su
                                            cara están recubiertas por una fina hoja de oro. Su revestimiento forma un
                                            reborde en forma de anillo delgado en el puño, figurando ser un brazalete.
                                            El personaje lleva una vestimenta abierta por delante, en el borde inferior
                                            adornada o galoneada con borlas. Una larga banda de tejido forma un
                                                                                                                       10
reborde grueso delante, sobre el hombro izquierdo, descendiendo en la espalda bajo la forma de una suerte de
bufanda drapeada. Recubre la pierna derecha, de la misma forma que la llevaba Samsi-Addu sobre su estela de victoria
o el rey de Mari en la pintura representando una escena de sacrificio. La estatuilla está fija en tres sitios sobre un zócalo
trapezoidal hueco constando de un reborde en relieve en la base. Un pebetero de ofrendas para los inciensos o alguna
otra planta aromática, está soldada en el frente. Los dos grandes costados del zócalo están ornamentados cada uno
con un relieve: el costado derecho posee la imagen de un orante parecido a la figura misma, medio arrodillado delante
de un dios sentado. Esta escena nos demuestra el significado de la estatuilla y de su actitud: estaba emplazada, en su
origen, delante de una estatuilla de culto divino, en el templo del dios Martu/ Amurru (sumerio/acadiano) al cual fue
dedicada. La imagen divina está sentada en un trono de alto respaldo. En el otro costado, el zócalo posee una
representación en bajo relieve de un carnero acostado; este es un animal de sacrificio y un animal asociado al dios
Amurru, al quien el objeto está dedicado. El atributo del dios es por lo general una gacela, un animal de estepas
desérticas; pero Amurru estaba antiguamente, anteriormente a la época de Hammurabi, ligado a los rebaños de
corderos criados por los nómades; era el maestro divino del rebaño, el carnero. La superficie del zócalo que no posee
decorado alguno, está recubierta con una inscripción grabada en trece líneas, en sumerio, comenzando detrás del
carnero recostado, y continuando sobre la parte de atrás y terminando en el otro costado, por detrás del trono del dios.
Esta inscripción se lee horizontalmente, lo que es excepcional en aquella época en un soporte como la arcilla. Está
dedicada al dios Martu (Amurru), por un tal Lu-Nanna, “por la vida de Hammurabi, rey de Babilonia, Lu-Nanna, [el] hijo
de Sîn-le’i, elaborado por él, y por su [propia] vida, una estatuilla de cobre de un orante, la cara, [en] chapada en oro;
[y] su servidor se la ha dedicado.”
        Parece que ha habido importantes atelieres de fundidores y orfebres en Larsa y en su región, en esta época.
Este arte de trabajar el metal existía ya antes de la conquista del reino por Hammurabi y se continuó con el nuevo
dueño del país. Otros centros de trabajo del cobre y del bronce permanecieron activos; uno de ellos se encontraba en
Ur, la antigua e importante ciudad del reino de Larsa antes de Hammurabi. Encontramos en Ur una carta escrita por
Kadur-Mabuk, el padre de los dos últimos reyes independientes de Larsa, Rim-Sin y su hermano mayor Warad-Sin,
quien reinó antes que él. Esta carta concierne al envío de orfebres para recubrir de oro una estatuilla (o estatuilla) de
bronce de la gran sacerdotisa del dios-Luna. El destinatario en este caso es un tal Lu-Nanna. ¿Se trata del mismo
personaje que el que dedicaba el adorador del Louvre? Si este es el caso, él debía ser mayor cuando consagró la
estatuilla a Hammurabi.

         4
         Placa de decoración en relieve llamada “la reina
de la noche”
         Época paleo-babilonia,
         Principios del II milenio a.C., reino de Hammurabi (?)
         Placa de barro cocido de decoración moldeada en
alto relieve
         49,5 x 37 x 4,8 cm
         Babilonia
         Londres, Museo Británico,
         Departamento de Medio Oriente, ANE 2003-7-18,1

        La placa es excepcional por sus dimensiones y por
el tratamiento en alto relieve de su decorado. Representa
una diosa desnuda, de formas voluptuosas. Sus ojos
debían estar incrustados con un iris de lapislázuli o asfalto
inserto dentro de la concha blanca. Esta peinada con una
tiara de cuatro filas de cuernos coronados por un
apéndice en forma de disco. Lleva un collar de numerosas
filas y anchos brazaletes de múltiples anillos. En sus
manos abiertas, presenta insignias de soberanía, el anillo
y el círculo; están repetidos dos veces, sin duda
preocupándose por la simetría. Grandes alas de plumas
verticales se encuentran unidas a sus espaldas y penden a
cada lado sobre el talle. Sus piernas terminan en dos
garras de ave rapaz; excrecencias, espolones o mechones
de plumas, salen de sus pantorrillas. Ella aprisiona el
cuerpo de dos leones representados con la cara de frente,


                                                                                                                          11
recostados espalda contra espalda. La escena está enmarcada por búhos y descansa sobre un motivo escamado
figurando la montaña.
         Restos de pintura roja son todavía visibles sobre el rostro y el cuerpo de la diosa, así como también sobre su
collar; las plumas de sus alas son alternadamente rojas, blancas y negras, al igual que las alas de los búhos. El fondo
de la placa y las melenas de los leones son negras. Un pigmento de cal fue utilizado en el cuerpo de los leones y las
otras partes blancas. El amarillo de los ornamentos y de los instrumentos de poder, figurando el oro, son una
reconstrucción, sin evidencia.
         La diosa es Ishtar o Ereshkigal, las hermanas enemigas opuestas por su dominio, una reinando en el cielo y la
otra en la tierra, en los Infiernos, pero ellas presentan rasgos de regalía comunes. Los elementos a favor de Ishtar son:
los leones, que son su emblema habitual y un símbolo de su fuerza en el combate, las montañas donde ella reina en los
orígenes sobre su forma sumeria, el anillo y el círculo de poder. La desnudez y las formas generosas evocan a Ishtar en
tanto que diosa del amor en carácter sexual y divinidad de la fecundidad. En una composición literaria sumeria, ella está
representada bajo el aspecto de una lechuza. Podrá tratarse de Ishtar en la noche, estrella de la noche, cómplice
protectora de los amores de la noche.
         Ereshkigal, la hermana mayor de Ishtar y reina de los Infiernos, posee una iconografía imprecisa. La entrada de
los Infiernos parece haber estado situada en las montañas del este de la Mesopotamia, los montes de Zagros, lo que
podría explicar el terreno montañoso. Un pasaje de la Epopeya de Gilgamesh describe la desnudez de la diosa.
Pensamos, que en la antigua Mesopotamia, el mundo subterráneo estaba poblado de demonios alados armados con
garras. El relieve puede estar asociado al mundo de los muertos, como lo dejarían suponer el fondo de colores
sombríos, quizá la posición de las alas de la diosa que penden en lugar de elevarse por los aires, e igualmente los
búhos aves de la noche ligadas a la muerte. Los atributos de grandes divinidades fueron otorgados a Ereshkigal, quien
determina los destinos últimos, y la frontalidad podría ilustrar la implacabilidad del juicio en el último enfrentamiento
entre el hombre y su destino, en su última morada. Pero los leones y las curvas armoniosas y voluptuosas no son
atributos de la reina del mundo de los muertos.
         Podríamos así mismo imaginar que esta representación es una combinación iconográfica de caracteres y
atributos de las dos diosas, buscando relacionar los planos del universo, así como el hecho del mito del descenso de
Ishtar a los Infiernos, de lo cual podría esta ser una ilustración.
         El estilo del decorado que recuerda el relieve representando la cumbre de Code sugiere una datación del reino
de Hammurabi.

                                                           5
                                                           Relieve representando una escena de combate
                                                           Época paleo-babilonia, principios del II milenio a.C.
                                                           Barro cocido. 8 x 13,8 cm
                                                           Babilonia
                                                           Berlin, Museo de Vorderasiatisches, VA 7246

                                                         Dos hombres barbudos combatiendo contra un personaje
                                                  gigante al sol, engalanado con una cara de gestos marcados y
                                                  patas de león. El héroe de la izquierda, que lleva un moño típico de
                                                  la época acadia, levanta su maza para golpear al enemigo, mientras
que el de la derecha lo apuñala. Contra el borde izquierdo se alza una pequeña silueta sosteniendo con su mano un
bastón. Esta escena es interpretada después de largo tiempo como el combate de Gilgamesh y Enkidu contra el
gigante Humbaba, guardián del Bosque de cedros. E.K.-B.

       6
       La historia del Diluvio
       Reino de Assurbanipal de Asiria (-668 -627)
       Tabla de arcilla. 13,5 x 14,7 cm
       Ninive (Asiria), biblioteca de Assurbanipal
       Londres, Museo Británico, Departamento del Medio Oriente, K
8517, K 8518, K 8569 y K 8595

      La tabla está reconstituida a partir de numerosos fragmentos
ensamblados de la XI tabla de la Epopeya de Gilgamesh llevando la
famosa historia del Diluvio. Las caras anteriores y posteriores
comprendían cada una en su origen tres columnas de alrededor de


                                                                                                                      12
55 líneas (en acadio). Esta tabla fue escrita en Ninive en el siglo VII a. C. para la biblioteca del rey neo-asirio
Assurbanipal. Por los largos estractos de esta historia, ver aquí al lado. S.M.

                                                                7
                                                                Estela del rey Babilonio Nabonide
                                                                Fin del reino de Nabonide (-543 -539)
                                                                Relieve e inscripción sobre basalto. 58 x 46 x 24 cm
                                                                Babilonia; adquirida en Babilonia en 1811 por C.J. Rich
                                                                Londres, Museo Británico,
                                                                Departamento del Medio Oriente, WA 90837

                                                                 El rey está vestido con un traje asirio, el largo vestido
                                                         con flecos en la base está plisada, pero lleva una corona
                                                         cónica babilonia de cuyo vértice sale una largo cinta que
                                                         desciende por la espalda. Sostiene delante suyo un largo
                                                         bastón o cetro que poseen todos los soberanos de Babilonia
                                                         de la época neo-babilonia, como Marduk-zahir-shumi, sobre
                                                         la pequeña estela del Louvre, o Marduk-apla-iddina en la
                                                         estela de Berelín, pero este es excepcional, ya que está
                                                         anillado y termina en una media luna. Delante del rostro del
                                                         rey, figuran los símbolos de grandes astros. La actitud real es
                                                         la de los soberanos del período neo-babilonio. P.-A.B.




      8
      Kudurru
      El rey Nabuchodonosor I relata su campaña contra
Elam y enumera las recompensas atribuidas a Shitti-
Marduk, uno de sus comandantes de carro.
      Último cuarto del siglo XII a.C.
      Piedra caliza. 65 x 21,5 x 17 cm
      Babilonia, Sippar. Encontrado en 1882
      Londres, Museo Británico,
      Departamento del Medio Oriente, BM 90858

        El monumento está emplazado bajo la protección de
grandes dioses del panteón. Bajo los símbolos de la Luna
(Sin), del Sol (Shamash) y de Venus (la diosa Ishtar), y
luego de las tiaras de cuernos puestas sobre un altar de la
triada divina mayor Anu, Enlil y Ea, vienen inmediatamente
los emblemas de Marduk, dios de Babilonia, y de su hijo
Nabû, precediendo a éstos otros dioses y constelaciones.
Es particularmente rara la representación, en el cuarto
registro, de un arco rodeando un rostro de caballo. Se trata
quizá de una representación precoz de la estrella “Arco en
el cielo” (manzât en acadio), próxima a la estrella del
“Caballo” en la constelación conocida hoy en día con el
nombre de Andrómeda.




                                                                                                                       13
9
                                                      “Tabla del Esagil”
                                                      Copia de un documento neo-babilonio
                                                      Data del año 83 de la era Seleucida (-229)
                                                      Escrito a Uruk a partir de un original de Borsippa
                                                      Tabla de arcilla cocida. 18 x 10 x 2 cm
                                                      París, museo del Louvre,
                                                      Departamento de antigüedades orientales, AO 6555

                                                         Sobre el borde superior de la tabla está escrita la invocación:
                                                 “¡Sobre el orden de Anu y de Antu que este sea justo!”, lo que es
                                                 característico de las tablas provenientes de la biblioteca del templo del
                                                 Cielo, el Eanna. Al final de la tabla advierte: “Que el iniciado instruya al
                                                 iniciado; el profano no debe ver.” El escriba Anu-bêls-hunu era un lejano
                                                 descendiente o discípulo de Ahi’utu de Uruk, aquel que se relaciona
                                                 igualmente con el escriba que grabó la elevación del pequeño modelo de
                                                 zigurat sobre una tabla de Babilonia; se trataba entonces de una línea de
                                                 matemáticos sabios, preocupados por preservar su tradición.
                                                         El texto es la enunciación de un problema matemático, de porte
                                                 religioso, lo que implica medidas ideales, un elemento a tener en cuenta
                                                 para la interpretación del texto.
                                                         Dos sistemas de medidas diferentes son utilizados en cada cálculo:
el sistema kasita y el sistema de principios del período neo-babilonio diferente en la longitud del acodado. La tabla se
inscribía dentro de una larga tradición matemática babilonia, el empleo de medidas antiguas en ese contexto no
significaban forzosamente que estuvieran todavía en uso cuando el texto fue compuesto. No podemos entonces
descartar que su redacción haya sido posterior.
        En sus tres primeros párrafos (15 primeras líneas), la tabla describe dos patios pertenecientes al templo bajo de
Esagil, el templo bajo.
        Las dimensiones del gran patio (o “Patio exaltado”), calculados según el más largo acodado babilonio (de
aproximadamente 75 cm) es de 103 x 81 mt. Este no puede ser remplazado en el edificio principal encontrado, debido a
que es más grande que ese edificio. Según sus dimensiones y sus menciones textuales, parece que ha estado más
bien en el sur del templo. No conocemos ninguna estructura de estas dimensiones, pero ese sector no fue registrado y
aún más, la puerta sur del edificio principal de Esagil no abriría ciertamente hacia la naturaleza (la puerta B llamada
“Puerta de la Maravilla deslumbrante”). En otro, durante la fiesta de Año Nuevo, el ritual dice que el gran sacerdote de
Marduk se emplazaba en el Gran Patio al sur de la edificación principal; Esagil representaba entonces una superficie
inmensa.
        El escriba repite a continuación los mismos cálculos para el “Pequeño Patio”: el patio de Ishtar y de Zababa; el
resultado es una medida de 95 x 41 m. Seis puertas son mencionadas; son las puertas principales de Esagil: (5 dentro
del edificio principal, 1 en el anexo oriental. Su lugar correponde a un recorrido ritual). El zigurat de Babilonia es el tema
de mayor envergadura en el texto de la tabla: Etemenanki (“Casa que es el fundamento del cielo y de la tierra”) está
descripta allí como un recorrido de 7 pisos, donde el séptimo, doble, será aquel del “templo del ziguart” [bit ziq(qur)rat].
Sus dimensiones interiores están dadas en detalle.
        Esta tabla, difícil de comprender y que dio lugar a numerosas restituciones, posee un duplicado parcial,
encontrado por A. George. Este otorga la lectura de 11 líneas correspondientes a la descripción del templo alto del
zigurat, permitiendo corregir ciertos errores cometidos por el escriba de la tableta del Louvre.
        La base y la cumbre del zigurat son los elementos más importantes del edificio, ya que la base une la torre con
el sol y el mundo inferior que se encuentra bajo la tierra, mientras que el templo de la cumbre lo hace penetrar en el
cielo. En su texto de fundación, grabado sobre los cilindros de barro cocido, Nabuchodonosor II no habla más que de
la construcción del piso inferior y del templo del zigurat. Pero la tabla de Esagil siendo un texto matemático, pudo haber
copiado sobre cálculos del arquitecto, la descripción del zigurat allí dada de manera completa. En efecto, la sección
final del texto da las dimensiones de cada piso, según el acodado neo-babilonio ordinario, en el cual: 1 ninandu = 6 m.




                                                                                                                           14
10
       Cetro
       Época neo-babilonia
       Babilonia, Amran,
       Bajo el suelo de una casa helenística
       Hojas R. Koldewey, 18-19 abril 1900
       Onix. L: 38,4 cm
       Berlín, Vorderasiatisches Museum, VA Bab 1623 – Bab 6540

        Presentado en un ensamblaje moderno, este instrumento calificado como “cetro” formó parte ciertamente del
mobiliario sacro del templo de Marduk en tiempos del Imperio neo-babilonio. Está compuesto por perlas redondas,
ovales y largas de formas diversas que impresionan notablemente por la belleza del ágata oscura atravesada por venas
blancas. Las piedras estaban fijas sobre un bastón de bronce que se descompuso con el curso de los siglos bajo el
efecto de la corrosión. La función de este objeto es incierta. Algunos reconocieron en él el cetro de un rey o de una
divinidad; según otra hipótesis, fundada en una reconstitución diferente, podría haber servido de rueca. E. K.-B.

        11
        Rostro de dragón-mushhussu del dios Marduk,
siendo decoración de un elemento de mobiliario o un
cetro.
        Época neo-babilonia, cerca del siglo VI a.C.
        Bronce, 15 x 10 cm
        Babilonia (?) Adquisición Dorseul (por Durighello), cerca
de 1890
        París, museo del Louvre, Departamento de antigüedades
orientales, AO 4106

        El objeto estaba enmangado sobre un cetro o un
elemento mobiliario. Las cavidades y los ojos debían estar
incrustados de materiales preciosos. Queda el nacimiento de
la lengua, probablemente bífida, hecha en hierro, un metal en
ese entonces precioso. La descripción corresponde a aquella
del mobiliario de Marduk en Babilonia, descripta por el rey de
Asiria Assurbanipal.




                                                                                                                  15
12
                                                           Amuleto contra el demonio Lamashtu
                                                           Época neo-babilonia
                                                           Piedra negra. 6,9 x 5,4 x 2 cm
                                                           Babilonia; adquirido en 1908
                                                           Berlín, Museo de Vorderasiatisches, VA 3477/VA Bab 3075

                                                            Agujereado en su parte superior, el amuleto tiene sobre su
                                                    cara anterior una representación del demonio Lamashtu,
                                                    arrodillado sobre un asno y sosteniendo con sus manos dos
                                                    serpientes. Delante suyo, sobre el costado, se distingue la cara
mal conservada del demonio Pazuzu. Numerosos objetos están igualmente gravados sobre el amuleto, todos en
relación con la magia y la conjuración. Sobre la cara posterior figura una inscripción con una fórmula mágica que
exhorta al demonio a alejarse de los enfermos. Esta acaba así: “En nombre de los dioses, imploramos a ellos! Hechate
a volar como los pájaros en el cielo”. E. K.-B.

        13
        Estatuilla    del    demonio
Pazuzu
        Comienzos del Ier milenio
a.C.
        Bronce. 15 x 8,6 x 5,65 cm
        Mesopotamia       (Asiria   o
Babilonia); adquirido por Feuardent
en 1872
        Alejandría (antigua colección
Demetrio)
        París, museo del Louvre,
Departamento       de    antigüedades
orientales, MNB 467

        Pazuzu es uno de los seres
más temidos del panteón menor
mesopotámico.        Su      cola     de
escorpión, su fisonomía monstruosa,
sus alas y sus garras de ave rapaz
sugieren su pertenencia al mundo
sobrenatural. No aparece más que al
principio del Ier milenio a.C. tanto en
la iconografía como en la literatura
conjuratoria. A menudo visto como
un demonio cruel, tiene sin embargo
un rol benéfico que consiste en
empujar a los infiernos los demonios
más maléficos que él. Protege a los
humanos       contra     los     vientos
pestilentes y expulsa al terrible
demonio Lamashtu que provoca
toda suerte de enfermedades y
ataca a mujeres embarazadas y a los
recién nacidos.
        Una inscripción identificando
a Pazuzu cubre la parte trasera de
las alas:



                                                                                                                     16
Yo soy Pazuzu, hijo de Hanbu, el rey de los demonios Lilû; yo escalo las montañas más poderosas y ellas
tiemblan; yo destrozo las alas de los vientos contrarios empujados en dirección al oeste.
       Los nombres de Pazuzu y su padre son precedidos de determinativos de dioses. Los demonios Lilû son seres
relacionados con los vientos malos que acosan la estepa; la hembra tiene afinidad con Lilith. La estatuilla está equipada
con un anillo de suspensión en el vértice.

                                                                      14
                                                                      Figurilla de pez adivinatorio
                                                                      Época neo-babilonia, reino de Nabuchodonosor II
                                                               (-605-562)
                                                                      Bronce. 8,2 x 2 x 1,2 cm
                                                                      Babilonia, vertiente sur de Kasr. Hojas R. Koldewey
                                                                      Berlín, Museo Vorderasiatisches, VA Bab 4374 –
                                                               Bab 8175

                                                                     El pez posee una larga cara detrás de la cual se
                                                              encuentra una aleta. Sobre el costado derecho aparecen
                                                              dos aletas más, y una última sobre el costado izquierdo.
Una inscripción cuneiforme, sobre el cuerpo del pez, revela un oráculo relacionado con la forma particular del animal:
“Si un pez no tiene aleta izquierda, el país enemigo se hundirá – Año 12 de Nabuchodonosor, rey de Babilonia, hijo de
Nabopolassar, rey de Babilonia”. La fecha mencionada corresponde a 592 antes de nuestra era. E. K.-B.

      15
      Sello del dios Marduk
      Época neo-babilonia, siglo IX a.C.
      Lapislázuli. H.: 19,8 cm; D.: 3,7 cm
      Berlín, Museo Vorderasiatisches, VA Bab 646 –
Bab 6404

        Sobre la superficie de este precioso sello
aparece una representación de Marduk; mal
conservado, lo reconocemos mejor sobre un dibujo.
De pie sobre un zócalo formado por líneas ondeadas,
el dios se acompaña de un animal simbólico, el
dragón-serpierte (mushhushhu). Dios supremo del
panteón babilonio, sostiene en su mano izquierda las
insignias de poder, el bastón y el círculo, mientras que
su mano derecha ciñe el arma curva o arpa. Su
vestimenta está ornamentada por discos suntuosos,
probablemente en metal precioso o en piedras finas.
Como lo indica la inscripción cuneiforme, el sello forma también parte de las joyas de la estatuilla de la divinidad. Las
representaciones de este tipo son tanto más instructivas que las hojas jamás libradas de estatuillas de dioses originales.
        La inscripción del sello menciona al donador, un rey babilonio ( -854-819), en estos términos:
        Marduk-zahir-shumi, el rey del universo, el príncipe que lo venera [Marduk], ha hecho fabricar para la vida de su
amo, el bienestar de su familia, la permanencia de sus días, la solidez de su reino, para alejar a sus enemigos y avanzar
sobre ellos sanos y salvos por siempre, un sello en puro lapislázuli devolución perenne por el oro rojo, a fin de
ofrecérselo como adorno de su cuello perfecto. E. K.-B.

                                                              16
                                                              Sello del dios Adad
                                                              Comienzos del Ier milenio a.C.
                                                              Lapislázuli. H.: 12,5 cm; 3,2 cm
                                                              Berlín, Museo Vorderasiatisches, VA Bab 647 – Bab 6403

                                                             Sobre la superficie de este gran sello-cilindro perforado
                                                      aparece la representación grabada del dios Adad. Sosteniendo
                                                      sobre sus dos manos un rayo, se levanta sobre un zócalo
                                                      sugiriendo una montaña sobre la cual reposa un grifo. La
                                                                                                                    17
vestimenta del dios está adornada de discos ornamentados y de torre de pisos que lo rodean al nivel del busto.
Dedicado al templo bajo de Esagil en una inscripción identificándolo como “Propiedad del dios Marduk… de Esagil”, el
sello fue escondido a principios del siglo VII a.C. por Sennachérib después de su conquista de Babilonia. Su sucesor
Asarhaddon lo devuelve al templo, como testimoniando una segunda
inscripción evocando su nombre. E. K.-B.

       17
       Maurice Bardin, La ciudad de Babilonia
       1936 (inspirado en una acuarela de Herbert Anger, 1927)
       Oleo sobre tela. 122 x 91 cm
       Museo del Instituto de Chicago Oriental, OIM P28752

       Esta reconstrucción de Babilonia en tiempos de Nabuchodonosor
II ha estado hecha de acuerdo a los descubrimientos arqueológicos
encontrados por R. Koldewey y Walter Andrae entre 1899 y 1917. Otro
cuadro muestra la ciudad desde su río oeste con, en primer plano, el
puente y detrás el gran complejo del templo de Marduk.


      18
      Tablero de ladrillos en relieve: dragón cruzando hacia la
derecha
      Reino de Nabuchodonosor II (-605-562)
      (último estado de la puerta de Ishtar)
      Barro cocido vidriado con color.
      116 x 167 x 8 cm (con marco: 119 x 169 x 8 cm)
      Babilonia, puerta de Ishtar. Hojas de R. Koldewey, 1902
      Berlín, Museo de Vorderasiatisches VA Bab 4431
      (primer tablero reconstituido, 1927)




                                                                                                                 18
19
       Tablero de ladrillos en relieve: león cruzando hacia la izquierda
       Reino de Nabuchodonosor II (-605-562)
       Barro cocido vidriado con color. 105 x 227 x 12 cm
       Babilonia, Vía procesional. Hojas de R. Koldewey
       París, museo del Louvre, Departamento de antigüedades orientales, AO 21118
       (puesto en depósito por el Museo de Vorderasiatisches de Berlín, en 1936)

        Llegando a Babilonia por el norte, es necesario primero, para llegar a la puerta de la ciudad, tomar una ruta
defendida por poderosos bastiones. Esta vía está también rodeada por un lado y por otro de altas murallas, que forman
los muros exteriores del palacio norte (Hauptburg), al oeste, y fortificaciones avanzadas, al este. Es así que comienza la
famosa Vía procesional, que se continúa igualmente en el interior de la ciudad. Según la voluntad de Nabuchodonosor
II, los muros de este sitio estaban suntuosamente ornamentados de tableros de ladrillos en relieve representando
leones caminando, enmarcados por bandas ornamentales. Según los cálculos de los arqueólogos, es al menos sobre
un largo de 180 m. que la vía está así bordeada de leones marchando hacia el norte; por consecuencia, debía haber
una sesentera de leones a cada lado. Considerado como el símbolo de la diosa Ishtar, este animal transmitía desde el
frente de la puerta una impresión de nobleza y prestigio, que concordaba con la utilización de esta avenida como vía
procesional durante las fiestas de Año Nuevo. Los leones eran idénticos sobre los dos muros paralelos, sus partes en
relieve fueron ciertamente realizadas con moldes estándares. Esta técnica aseguraba un modo de construcción simple,
estando los ladrillos en relieve incorporados como una prótesis de los muros. Siendo utilizados por otra parte ladrillos
enteros y medio-ladrillos, de los cuales uno de sus cantos estaba modelado en relieve, luego recubierto con una
segunda capa de vidriado en color. Estas diferentes piezas eran finalmente ensambladas para formar los animales,
necesitando cada león once filas de ladrillos. No menos de 64 moldes diferentes eran necesarios para realizar un león
entero. El muro en sí mismo estaba mamposteado con un mortero de arcilla o de asfalto, con juntas muy delgadas para
preservar la armonía de la imagen en relieve. Una junta de base sobre siete estaba además estabilizada por la inserción
de una estera de juncos. J. M.




                                                                                                                       19
20
                                               Estatuilla de mujer desnuda de pie con brazos articulados
                                               Época de los partos, fin del siglo I a.C. – siglo I d.C.
                                               Alabastro, media luna en bronce dorado, ojos y ombligo en rubíes. Los
                                        alambres de oro fijando los brazos han desaparecido.
                                               26 x 5 x 5 cm
                                               Hilla (Babilonia), hipogeo; tumba 4, cerca del rostro del esqueleto. Hojas
                                        de Pacifique Delaporte, 1862
                                               París, museo del Louvre, Departamento de antigüedades orientales, AO
                                        20127 (KLf 34). Adquiridas en 1866

                                                La figurilla tiene una pose rígida y frontal, las piernas juntas, separadas
                                        del piso por un sillón que se eleva y da lugar a una abertura partiendo de las
                                        pantorrillas y descendiendo hasta los pies. El cuerpo presenta perfiles de
                                        generosas curvas que, en las piernas sobre todo, son análogas a aquellas de
                                        las figurillas en hueso. El brazo derecho está extendido a lo largo del cuerpo,
                                        el izquierdo está doblado hacia adelante, las dos manos están abiertas con
                                        una representación detallada de los dedos. La desnudez está finamente
                                        generada, las proporciones permanecen esbeltas, a pesar de los anchos
                                        flancos y el vientre ligeramente hinchado a lo largo ombligo. Los senos están
                                        ligeramente levantados, el busto y los miembros están bien pulidos. Los pies,
                                        pequeños y macizos muestran una representación detallada de los dedos de
                                        los pies que están unidos por una espiga. El rostro es oval y compacto, con
                                        rasgos diáfanos, en excepción de los ojos que llaman la atención por dos
                                        pequeños rubíes – los más antiguos que se conocen- fijados con la ayuda de
                                        un ancho círculo de asfalto. Un collar abraza el cuello, formado por una placa
                                        sobre la cual se apoyan hilos de oro. Los aros de las orejas son igualmente de
                                        oro. La cabellera en estuco, deteriorada por las excavaciones, está coronada
                                        por una medialuna que permite relacionar la figura con Nanaya, antigua
                                        divinidad babilonia, hija del dios lunar Sin, que adquiere una enorme
                                        popularidad en la época de los partos en Mesopotamia, hasta en Irán y en Asia
                                        central. La estatuilla no debe ser interpretada como una representación de la
                                        diosa, sino como la de un acólito. A.I.




        21
        Estatuilla de mujer recostada
        Época de los partos, siglo I y II d.C.
        Alabastro, barro cocido, estuco dorado.
Falta la parte delantera del brazo izquierdo,
pies incompletos.
        10,9 x 16,5 x 3,7 cm
        Hilla (Babilonia), hipogeo; tumba 3,
delante del esqueleto
        Hojas de Pacifique Delaporte, 1862
        París, museo del Louvre, Departamento de antigüedades orientales,
        AO 20128 (KL 36). Adquirida en 1866

       La mujer está recostada sobre el flanco izquierdo, las piernas extendidas una sobre la otra, el brazo derecho
extendido a lo largo del cuerpo. Con la mano sobre el muslo, sostiene el faldón de la tela del manto; el torso está
elevado y apoyado sobre el codo del brazo izquierdo doblado hacia adelante; la cara está ligeramente inclinada hacia la
izquierda. El cuerpo posee proporciones esbeltas, los flancos bien anchos; el torso y el busto son delgados, el pecho
                                                                                                                    20
pequeño. La mujer viste una túnica con escote en V, de mangas largas, y una cintura ceñida al talle. El dorado completa
la representación detallada de la vestimenta que forma pliegues longitudinales sobre las piernas. El cuello es largo; el
rostro oval de rasgos delicados, mientras que las mechas de cabello están realizadas casi como una guirnalda en una
masa de barro cocido sobre la cual reposa un alto bonete frigio en estuco dorado. A.I.

                                                                        22
                                                                        Al-Bîrûnî, al-athâr al-bâqiya ‘an al-qurûn al-
                                                                 khâliya (“Vestigios y rastros del pasado”)
                                                                        Siglo XVI ?
                                                                        Manuscrito, aguada sobre papel. 30 x 21 cm
                                                                        Irak ? Proveniente de la biblioteca de Arsenal
                                                                        París, Biblioteca nacional de Francia,
                                                                        Departamento de Manuscritos, Arabia 1489,
                                                                 hoja 161 V

                                                                         Astrónomo, historiador y geógrafo nacido en
                                                                 el 973, al-Bîrûnî compone este tratado cerca del año
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                                                                         Bukht-Nassar       (Nabuchodonosor)       está
                                                                 representado en la ilustración de la derecha
                                                                 ordenando la destrucción de Jerusalén. En el centro
                                                                 la construcción incendiada lleva el nombre de Bayt-al-
                                                                 Muqaddas que, probablemente, designa a la vez
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                                                                 por esta miniatura recuerda el ayuno en el noveno día
                                                                 del mes de Âb, que conmemora la conquista de la
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                                                                 manos de Bukht-Nassar, y su segunda el mismo día.
                                                                         Este ejemplar, ilustrado con numerosas
                                                                 miniaturas, ha sido copiado en el siglo XVI sobre un
                                                                 manuscrito actualmente conservado en Edimburgo,
                                                                 realizado dos siglos antes, del que está muy próximo.
                                                                 A.V.-N.


                                                                         23
       Beatus de Liebana,
       Commentarius in Apocalypsim
       970
       Pergamino, 230 f. 35 x 24 cm
       Reino de León (Valcavado?), monasterio
cuyo abate se llamaba, en 1970, Sempronius (ver
colofón, hoja 2 V)
       Valladolid, Biblioteca de la Universidad,
MS. 433

       El monje Obeco es el realizador de este
ejemplar del comentario de Beatus sobre el
Apocalipsis de San Juan. La pág. 148 V
corresponde al fin del capítulo XIV del
Apocalipsis y relata la cosecha y la vendimia de
las naciones (Ap., XIV, 14-20), alegorías del
Juicio Final. En la parte superior, a la izquierda,
el ángel recibe una hoz para cortar las espigas y
                                                                                                                     21
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André salvini- álbum louvre sobre babilonia

  • 1. Babilonia. El álbum de la exposición Béatrice André-Salviani *ANDRÉ-SALVINI, Béatrice: (2008) Álbum de la exposición de Babibolina, Paris, Hazan - Museo del Louvre. -Traducción del francés: Victoria L. Sánchez. El sitio de Babilonia. Babilonia jamás fue olvidada y su emplazamiento sobre un brazo del Éufrates, a aproximadamente 90 kilómetros al sur de la moderna Bagdad, en el corazón de la Antigua Mesopotamia, sigue siendo reconocido a través de los milenios. Una de sus colinas en ruinas, resguarda los vestigios de un palacio de Nabuchodonosor II (-605-562), y protege el nombre directamente reconocible de Babel. Un pueblo árabe se establece allí conservando la memoria, y las cartas persas de la Edad Media dotando a Babel de una plaza central en el corazón de una zona geográfica llamada Ard Babel (“el país de Babel”), designado a Irak y correspondiendo aproximadamente a las fronteras de la antigua Babilonia. Esta importancia acorde a un lugar venido a menos de su gloria pasada se explica, según el geógrafo al-Istakhri (siglo X), porque Babel era la ciudad más antigua de Irak y una importante capital de la Antigüedad, una característica que él deduce de sus ruinas. Paralelamente, las cartas de la Edad Media occidental otorgan a Babilonia un lugar privilegiado, a pesar de que Jerusalén ocupa el central. Sobre el mapamundi de Richard de Haldingham de la catedral de Héreford, que representa las semejanzas con la Tabula Peutingeriana y fue hecho después de un modelo más antiguo cerca del 1295-1305 para ilustrar las Historiarum adversum paganos de Orose (a principios del siglo IV), la ciudad es representada sobre el eje que se halla entre Jerusalén y la India, por una torre de donde sale una serpiente y por un edificio almenado simbolizando sus murallas, al borde del Éufrates. La historia de los orígenes de Babilonia, según las fuentes cuneiformes babilonias, advierte de la atmósfera particular que rodea a la ciudad y le otorga el estatus de excepción. Los antecedentes arqueológicos no son de ninguna ayuda, puesto que los primeros niveles de ocupación no pudieron ser alcanzados. Las menciones textuales más antiguas sobre la ciudad remontan a mediados del III milenio a. C., estos son raros y fragmentarios. Babilonia no es mencionada en la lista real sumeria de entre las primeras ciudades que retenían la realeza antes o después de Déluge. La compilación posterior de las crónicas de sus reyes le atribuyen por lo tanto un estatus de ciudad santa muy venerable y le otorgan una legitimidad a esta reivindicación ligando un momento de su destino a los tiempos heroicos, pero irrefutablemente históricos del primer “imperio” mesopotámico, aquel de Sargon de Akkad. De Hummarabi à Nabuchodonosor Los grandes soberanos modelaros, durante casi dos mil años, la historia y la geografía de Babilonia y de los babilonios. Entre ellos, dos nombres prestigiosos atravesaron el tiempo, marcando, uno, el primer período (paleo- babilonio), y el otro, el fin (imperio neo-babilones) de la autonomía política de Babilonia. El primero, Hammurabi (-1792-1750), el “rey de la justicia”, fundó un imperio efímero, pero suministró a su capital de un renombre duradero gracias a su carisma, a su obra legislativa y al impulso otorgado a la literatura y a la cultura erudita, magnificada además por sus descendientes; el segundo, Nabuchodonosor II (-605-562), su lejano sucesor que lo tomó como modelo, hizo de babilonia una ciudad envidiada y espléndida, en tanto que sus conquistas – principalmente la de Jerusalén y la deportación de los Hebreos de Babilonia- engendraron, en el tiempo y en el espacio, una historia novelesca y legendaria de Babilonia y de sus reyes. Entre los dos imperios, en la segunda mitad del segundo milenio a.C., Babilonia en manos de extranjeros –de la dinastía kasita- emprenden una puesta en orden canónica de su tesoro de erudición, difundiendo su lengua, su escritura y la enseñanza de sus escribas. La babilonia fue lingua franca de Irán y Egipto, lengua de la diplomacia e igualmente lengua de la cultura. Después de los nuevos estragos y saqueos de los Elamitas, el sentimiento nacionalista 1
  • 2. renació en Babilonia, a finales del siglo XII, bajo el reinado de Nabuchodonosor I, a través del ennoblecimiento de la ciudad al rango de capital cósmica, finalizando con la exaltación de de Marduk y de Babilonia establecida por Hammurabi. Es entonces cuando se compusieron, muy probablemente, el poema babilonio de la Creación (Enuma elish) que nos muestra la última versión de la creación del mundo y del hombre, y el texto de TIN.TIR (“Babilonia”) que describe la topografía religiosa de la ciudad. Podemos considerar que la época neo-babilonia comienza a partir del reino de Nabuchodonosor I, debido a que es la primera dinastía local que reina Babilonia después de la de Hammurabi, o el momento clave del primer milenio. En torno al año 1000 después de los siglos siguientes, Babilonia fue sometida a invasiones esporádicas y vivió a la sombra de Asiria. La cultura babilonia fascinó a los asirios, que llevaron a su capital numerosos textos literarios escritos sobre las tablas de arcilla. Los reyes de Asiria se proclamaban “reyes de Babilonia”, en una escena que se repetía periódicamente hasta la aparición de la dinastía neo-babilonia a finales del siglo VII a.C.. La población del país estaba entonces compuesta principalmente de indígenas, es decir “babilonios, descendientes de los Sumerios, acadios, amoritas y kasitas, e igualmente de tribus de origen oeste-semítico, no del todo asimilados, Arameos y Caldeos. Ciertos soberanos emergieron y dejaron sus escritos o sus monumentos que fueron retomados, como una suerte de legitimación, por los reyes de la dinastía neo-babilonia. Así, Nabonassar (Nabû-nasir: [el dios] Nabû es mi protector”, -747-734) es conocido por la forma griega de su nombre, como se menciona en el Canon Basileon de Ptolémée. Sus obras influenciaron la dinastía neo-babilonia y, de forma destacada, las ciencias. La crónica babilonia histórica y el Canon Basileon de Ptolémée comienzan la Historia con él. Bajo su reino, en efecto, fue inaugurada una nueva concepción de la Historia, que nos provee de fechas precisas. Al comienzo del III siglo a.C., Bérose reporta que el uso de registrar el movimiento de los astros en el tiempo (es decir el establecimiento de las efemérides astronómicas) comienza con Nabonassar, quien quiso destruir los testimonios históricos de sus predecesores porque la Historia comenzaba con él. Felizmente no lo hizo. Ptolémée afirma igualmente que las observaciones astronómicas remontan al reino de su rey, quien fue el fundador de una era que comenzó el 26 de febrero del 746 a las 12 horas. Si la astronomía, en ese entonces confundida con la astrología, tiene un origen más antiguo, las primeras observaciones de los eclipses lunares que utilizaban los principios matemáticos comenzarían efectivamente en esa época. Estas nos permiten datar los acontecimientos y los años del reinado con precisión. Tras la muerte de Nabonassar, Teglat-phalasar III de Asiria asume la doble monarquía sobre Asiria y Babilonia, y esta interferencia directa de Asiria en los asuntos de los babilonios durará más de un siglo hasta que Nabopolassar (-626-605), el padre de Nabuchodonosor II, halla destruido Ninive y la fuerza asiria, junto con Mèdes, fundando así el Imperio neo-babilonio (-626-539). Después del extravagante reinado de Nabuchodonosor II y los tres cortos de sus sucesores, el fin del imperio fue marcado por el reino de Nabonide (-555-539), usurpador de la personalidad original, adorador del dios-Luna, quien vivió muchos años en el oasis de Tayma en Arabia, del cual tenemos actualmente pruebas con un descubrimiento muy reciente, sobre el mismo sitio de Tayma, monumentos erigidos por o para ese rey. Es Nabonide quien se esconde bajo la personalidad de Nubuchodonosor en muchos escritos recientes provenientes de fuentes exteriores, especialmente el Libro de Daniel. Después de su conquista por Cyrus el Grande en 539 a.C. y su parte de independencia, Babilonia continuará siendo una importante ciudad del Imperio persa, luego un conservatorio de la cultura babilonia bajo los sucesores griegos de Alejandro el Grande (muerto en el -323), la dinastía de los Seleucides, quienes inauguraron a partir del -311 una nueva era contando los años de manera continua, sin recomenzar en cada inicio de reinado como es el caso anterior. La transferencia de la capital a Seleucia del Tigris, redujo la importancia política de Babilonia, pero el culto y los círculos eruditos de Esagil – el santuario de Marduk – continuarían en uso hasta el fin del dominio de los Parthes arsacides provenientes de Iran (141 a.C.- fin del Ier siglo d. C.), adversarios del Imperio Romano. En el 187 a.C., Antiochos III participa notablemente del cuto a Babilonia dentro del santuario de Marduk y a Borsippa, ciudad del dios Nabû, hijo de Marduk, donde el pudo percibir el refugio de Nabuchodonosor II muerto cerca de cuatro siglos antes. En el primer siglo de nuestra era, Pline el Anciano reporta en su Historia Natural (VI, 30) que el gran templo Esagil continuaba sobreviviendo entre los escombros. El zigurat no era más que una pila de ruinas. Poco después, al final del siglo I o del comienzo del siglo II, los eruditos-sacerdotes abandonarían finalmente su santuario. El último texto cuneiforme conocido data del año 75 de la era cristiana, pero el conocimiento de la lengua babilonia subsistió quizá hasta que los ejércitos romanos del emperador romano Marco Aurelio devastaron Babilonia en el año 165 d.C.. Bajo la dinastía de los persas sasanidas, las comunidades judías, cristianas, mazdeístas y maniqueas fueron predominantes y la gran civilización babilonia se extinguió. Sin embargo, un interés por sus tradiciones sobrevivió en la corte del rey sasanida Khosroes I (531-579) en Ctésiphon, cerca de la futura Bagdad. Damaskios (458- 538), el jefe de los filósofos atenienses que el emperador Justiniano había desterrado en 539, se refugiaría en Ctésiphon y allí compilaría las antiguas cosmogonías –entre las que se encontraba la Epopeya de la Creación. Los Sasanidas transmitieron en el Occidente paleo-cristiano los modelos iconográficos mesopotámicos. 2
  • 3. El rey héroe Nacida con la aparición de las Ciudades Estados y de la escritura a fines del IV milenio a.C., la civilización sumero-acadia había transmitido a Babilonia ciertos valores que se expresaban a través de la función real. Las cualidades que poseían todos los soberanos legítimos eran las mismas que las del héroe conquistador, fundador, constructor, garante de la justicia y del respeto de la divinidad que representaba sobre la tierra. Estas virtudes fueron dadas de manera prestigiosa por Hammurabi, quien servía en su momento de modelo para todos los pretendientes ulteriores al trono de Babilonia. Esos valores, determinantes de la unidad de la civilización babilonia, fueron retomados e interpretados de manera positiva o negativa por los pueblos que hicieron de Babilonia una leyenda. Las proezas de Gilgamesh, el rey de Uruk, «semilegendario», devino en los dos terceros, inspirados probablemente en los héroes de Homero; la figura del gran conquistador Sargon de Akkad, cuyo excepcional destino comienza a partir de que es recogido de una cesta flotando en el Tigris por un modesto jardinero, evoca aquella historia de Moisés. La impiedad atribuida a su nieto Naram-Sin contribuye seguramente en la creación de los arquetipos que, a través de una amalgama de modelos confundidos en un todo, resumieron tiempo después los historiadores clásicos sobre Assur y Babilonia: Ninos el virtuoso fundador del imperio y Sardanapale el soberano entregado al vicio que provocó la caída de los imperios. Contemporáneo a las fuentes exteriores bíblicas y clásicas que formaron el núcleo de la fortuna crítica de Babilonia, el rey Nabuchodonosor II fue una perfecta fuente y testigo de las virtudes heroicas de los reyes de Babilonia. Para los autores de la época clásica- Heródote o Ctésias -, fue concebido como un héroe, un fundador, un conquistador a imagen de los ideales de la civilización griega y de un público ávido de relatos heroicos; pero no fue nombrado por su nombre y lo reconocemos bajo el nombre ya deformado por la leyenda de Sémiramis y Nitocris, nombres de reinos asirios auténticos del VIII y VII siglo a.C.. Para los autores de la época helénica – Bérose o Mégasthènes-, cuyos relatos iban dirigidos a los príncipes locales y se inscribían dentro de la tradición mesopotámica, es la divinidad la que dio al rey su fuerza. La excepcional participación de Babilonia en la lista de las Siete Maravillas del Mundo, por sus murallas y sus jardines suspendidos, testimonio del éxito, de la continuidad y de la transmisión de los valores hasta entonces tres veces milenarios hasta una época donde las grandes acciones del rey Nabuchodonosor en su capital no fueron más que un recuerdo. En las fuentes hebreas históricas centradas en la destrucción de Jerusalén en el 587 a.C. y las deportaciones de sus soberanos y de toda la élite de Juda en Babilonia, la magnífica y grandiosa Babilonia construida en parte gracias a las fuerzas vivas constituidas por los exiliados se convirtió un símbolo de orgullo y de desmesura, muy lejos del ideal babilonio. El último soberano independiente de Babilonia, Nabinide, un usurpador que escapó a la virtud de la legitimidad, debió abandonar el imperio del nuevo héroe fundador, Cyrus el Grande, rey de los persas. Las fuentes cuneiformes ulteriores lo hicieron un rey impío, el destructor de un imperio que abandonó para vivir lejos. Para las fuentes exteriores, en particular el Libro de Daniel, su personalidad se confunde con la de su hijo Baltasar, quien jamás reinó, y sobre todo con la de Nabuchodonosor, el arquetipo bíblico del rey maldito, cuyo nombre fue atribuido ulteriormente a todo monarca que se comportaba como lo había hecho Nabuchodonosor. Sobrevivió como una figura intemporal, universal. La escritura Los valores la realeza y civilización babilonia, que son el corolario, transmitidos por el ejemplo viviente de los reyes de Babilonia, fueron salvaguardados sobre todo gracias a la escritura cuneiforme, al sistema silábico y la ideografía complicada, heredada de los sumerios. La fuerza de Babilonia se expresa a través de ella, creando una continuidad histórica y legítima para todos sus soberanos, resistiendo a los cambios de dinastía. La cuneiforme fue exportada copiosamente fuera de su país de origen, por los letrados, los marchands y los ejércitos, y el uso partió de la escritura establecida en todo el Antiguo Oriente en el fondo de una cultura común que cada pueblo desarrolló según su propia memoria y sus aspiraciones. Babilonia se abrió, en momentos claves de su historia, a las culturas de otras regiones de oriente con las cuales tuvo contacto repetidas veces. Ella atraerá e integrará en el seno de sus murallas pueblos heterogéneos. Sus nuevas poblaciones se fundirán en el viejo corazón mesopotámico en el que adoptarán y conservarán la civilización, enriqueciéndola. Esta mezcla cultural se acentuará en el curso de los últimos milenios de Babilonia, cuando las lenguas arameas, luego griegas, escritas en un alfabeto de signos simples y poco numerosos, invadirán las calles de Babilonia, relegando poco a poco la lengua acadio-babilonia y su compleja escritura en los altos puestos de la cultura erudita. Sin embargo, es entonces cuando la transmisión de conocimientos de Babilonia continúa su más larga difusión, por el sesgo de los conquistadores persas, luego griegos que adoptarán la tradición itinerante propia de los eruditos de la vieja civilización babilonia. 3
  • 4. Los historiadores de Babilonia en la Antigüedad Los aportes de Babilonia al mundo exterior contemporáneo de su historia y la herencia que recogen las civilizaciones ulteriores son múltiples aunque mal conocidas, incluso ignoradas en razón de la confusión entre mito y realidad que parece ser parte del destino de Babilonia. Lo que la historia retuvo se limita a algunos nombres y algunos conceptos, que son sin embargo buenos “embajadores” de la cultura babilonia. El principio de las crónicas y listas dinásticas inspira a los redactores de los libros históricos bíblicos, que fueron testimonios directos o indirectos de su puesta por escrito en el momento del exilio de Babilonia (-597-538) y que transmitieron en ellos el modelo a sus sucesores, después de su retorno a Jerusalén. Una gran parte de los libros bíblicos fueron por otro lado pensados o revisados en Babilonia y la ciudad ocupó un lugar importante en los relatos históricos y proféticos. Los judíos, en Babilonia, tomaron conciencia de su historia. Paralelamente la idea de una Babilonia símbolo de orgullo y de desmesura, augurada en los castigos anunciados por sus profetas, se manifestó en una admiración por la belleza de su arquitectura y su cultura, que fueron parte de la vida del pueblo en exilio, en respuesta de la exhortación del profeta Jeremías a adaptarse y echar raíces en ese lugar cuyo destino estaba a partir de ese entonces ligado a lo que el pueblo había elegido. Cuando Cyrus permite a los hebreos volver a Jerusalén, una comunidad judía se quedó en Babilonia donde fue formado el Talmud de Babilonia, en conexión estrecha con el de Jerusalén pero revelando numerosos prestaciones de la civilización babilonia. Las fuentes hebreas ulteriores, obras de rabinos, conservaban estas pesquisas históricas aunque deformadas por el tiempo hasta en la Crónica de Jérachmeel en el siglo XII. Si los primeros autores clásicos que buscaban encontrar la historia de Babilonia no ven allí más que nombres de legendas, los autores helenísticos recibieron una lista real neo-babiloniense, deformada pero reconocible, a través de la Historia de la India de Mégasthènes, escrita en os tiemos de Séleucos I Nicator (-312-280) y cuyo contenido es aportado por el historiador judío Flavius Josèphe, en la Contra Apionem(1,20). Un fragmento, contenedor de la lista dinástica, ha estado preservado por Abydenus cuyos escritos son relatados por una fuente cristiana, la de Eusèbe de Césarée (cerca del 265-340), la que muestra la complejidad de la transmisión: “Abydenus, en su Historia de los Asirios, preservó el fragmento siguiente de Mégasthènes quien dijo que Nabuchodonosorus habiéndose convertido en alguien más poderoso que Hércules, invadió Libia e Iberia, y cuando los hizo tributarios (…) sucumbió y su hijo Evilmaruchus le sucedió, éste fue herido por su pariente Neriglissares y Neriglissares dejó a su hijo Labassoarascus, y cuando él también contrajo una muerte violenta, hicieron rey a Nabonnidochus, que no estaba aliado a la raza real”. La otra fuente es la obra del babilonio Bérose, escrita en griego cerca del año 281 a.C.. Él tuvo un acceso directo a las crónicas babilonias y a las fuentes literarias cuneiformes. Flavius Josèphe, en el siglo I de nuestra era, y luego Eusèbe de Césarée lo citan a través de la obra también perdida de Alejandro Polyhistor (a comienzos del siglo I a.C.). En el siglo II de nuestra era, Ptolémée – cuyo Tetrabiblos de incluencia babilonia inspira toda la geografía medieval – redacta su Canon Basileon, preservando el buen orden de los nombres de los monarcas caldeos de Nabopolassar a Nabonide, después que los reyes reinaran Babilonia hasta Alejandro el Grande, incluyendo la duración de su reinado. La lista de reyes de la dinastía de Nabuchodonosor II fue transmitida después por las crónicas históricas cristianas de la Antigüedad Tardía y de la Edad Media Occidental, cuyos mejores documentadores fueron Eusèbe de Césarée, San Jerónimo (340-420) y el cronista bizantino Georges Syncellos (al finales del siglo VIII- principios del siglo IX), cuyo Chronographia nos otorga una lista real utilizada por las antiguas fuentes griegas. Las crónicas universales extraen ellas mismas fuentes. De entre las fuentes árabes referentes a Nabuchodonosor y que se basan en los escritos bíblicos, el Canon Basileon de Ptolémée y las tradiciones orales locales, la síntesis vuelve en al-Bîrûnî (973-1048) quien, en su Cronología de las antiguas naciones, resume así con precisión la historia conocida de Babilonia: “Pero parece que el pueblo de Jerusalén llama a todos aquellos que destruyen su ciudad Nabuchodonosor”. Las fuentes arameas como la “Oración de Nabonide”, un documento de finales del siglo I antes de nuestra era descubierto en Qumrân, o la Historia de los dos hermanos Assurbanipal y Shamash-shum-ukin, así como la fuente apócrifa en griego del romano de Ahiqar remonta al siglo V a.C., encuentran su origen, por los procedimientos mal identificados, en las fuentes cuneiformes, en el relato bíblico de Daniel poniendo en escena a Nabuchodonosor o en las leyendas griegas. Todas estas fuentes representan el estado de los conocimientos de la historia de Babilonia antes de las excavaciones. La ciencia babilonia Otros elementos de la civilización babilonia sobrevivieron a través de las eras, de manera directa o por fuentes secundarias. Los métodos de enseñanza de los escribas babilonios son reconocibles, desde mediados del segundo milenio a.C., en numerosos centros dispersos de Irán en la costa mediterránea, y en Anatolia, donde las bibliotecas exhumadas entregaban diccionarios multilingües o modelos de vísceras de uso adivinatorio elaboradas a partir de listas enciclopédicas de eruditos mesopotámicos. Más tarde, los eruditos babilonios introducirían las matemáticas en las 4
  • 5. observaciones astronómicas y establecerían el fraccionamiento del plano eclíptico en doce partes iguales, señalándolas por medio de doce signos del zodíaco. Las “ciencias” babilonias de la clarividencia conocerán entonces una gran difusión gracias a la mediación de los persas aqueménides, después de las obras de Ptolémée. El Egipto helenístico juega igualmente un rol importante como punto de difusión de las ideas mesopotámicas. Es desde Egipto que los conocimientos de los astrólogos-astrónomos babilonios pasan a Occidente. La principal transmisión de los sabios babilonios a la civilización occidental es el sistema sexagesimal, la división del círculo en 360 grados y los doce meses del año. Cerca de Oriente, los ejércitos persas, antes que los de Alejandro, difundirán la cultura babilonia desde finales del siglo VI a.C.. Una vida cristianizada de Buda – nacido cerca de mediados del siglo V a.C. y heredero de un reino en el sur de Nepal-, la leyenda tardía de Baarlam y Ioseph (Budhasaf), dice que en el corazón de su padre había “cincuenta y cinco hombres instruidos en el saber de las estrellas de los caldeos”. En esa historia, el chambelán de Buda se llama Zardan, un nombre probablemente de origen acadio, y su honesto preceptor viene de Senaar (Babilonia). Este segundo plano legendario concuerda con el hecho de que Buda conocía probablemente dos manuales acadios de presagios (Shumm âlu y Enuma Anu Enlil), y utiliza el contenido en un sermón que expide en lengua pali y cuyo texto sobrevivió en la Brahmajâlasutta. Las ciencias árabes, a través de los persas y los griegos, anegan lejanas raíces en la mentalidad babilonia. Ciertas obras fueron igualmente difundidas en el Occidente cristiano de la Edad Media. La composición llamada Agriculture nabatéenne, traducida desde una lengua no identificada al árabe por Abu Bakr ibn Walshiya al-Kasdani, “el caldeo”, a principios del período islámico, menciona que fue escrita “en una época donde la dinastía cananea reinaba Babylonia”. Ese tratado sobre la economía de la tierra, que recuerda a un antiguo manual mesopotámico, fue difundido por largo tiempo en al Europa del siglo X. El texto alquimista Ghâyat al-Hakîm, traducido al latín bajo el nombre de Picatrix, probablemente en España en la corte de Alfonso El sabio en el siglo XIII, utilizaba un tipo de magia simpática, transmitida por la ciencia hermética, fundada sobre las relaciones esenciales entre planetas y plantas, minerales y animales, cuyo origen es probablemente babilonio. La literatura Paralelamente a la enseñanza y a las ciencias, la literatura babilonia tuvo una gran difusión, particularmente sus textos de conocimientos, su poesía lírica y ciertos relatos mitológicos. Una relación más personal entre el hombre y su dios se desarrollará en los tiempos de Hammurabi; el individuo aparecerá confrontado el silencio de la divinidad de cara al problema del mal y del sufrimiento. Ciertos textos evocan una suerte de itinerario de redención siendo probablemente divulgados por el redactor del Libro de Job, al igual que los poemas pudieron circular por la corte de Jerusalén al momento de la creación de los salmos más antiguos en los tiempos del rey David. Antes que no se difundiese el relato de las proezas de Gilgamesh, el mito babilonio de Atra-hasis, elaborado a principios del II milenio, ofrece una historia del Diluvio y una concepción de la creación del hombre cuyos elementos los encontramos en el Génesis. La literatura griega está sobretodo en deuda con Babilonia por la influencia directa o indirecta de Gilgamesh y las fábulas y torneos oponiendo los animales a las plantas, mientras que los mitos de ascensión, estimados por los babilonios, son probablemente ecos lejanos de la literatura persa y especialmente del “Libro de los reyes” (Shâhnâmeh). La Epopeya de Gilgamesh es intemporal y resume lo que toda persona culta conoce de la literatura mesopotámica. Su versión canónica, tal como fue descubierta por medio de las tablas de la biblioteca del rey Assurbanipal (-668-627) en Nínive, representa el último estado. La décimo primer tabla, que contiene el relato del Diluvio, representa un paralelo sobrecogedor con el del Génesis (Gen., VI, 5 y IX, 17). La difusión de esta obra maestra fue inmensa y los últimos territorios geográficos que conquistó rinden homenaje a su valor y manifiestan al mundo la difusión del pensamiento de Babilonia. En los fragmentos del libro sagrado de los maniqueos, el Libro de los Gigantes, descubierto en Asia Central a principios del siglo XX en las grutas de los monasterios del desierto de Gobi (Turfan) en la Turkestán china, sobre la antigua Ruta de la Seda, figuran los personaje bien conocidos de los relatos míticos babilonios, en relación con la Epopeya de Gilgamesh: el gigante Hobabish, corrupción del nombre de Humbaba, el monstruo muerto por Gilgamesh y Enkidu en el Bosque de los Cedros, o también Atambish, el sobreviviente del Diluvio vuelto inmortal: “Entonces [el gigante] Sam dijo a los Gigantes: vengan aquí que nosotros podremos comer y ser felices. Mahawai irá donde Atambish, y contará todo […]. Sam cumplirá un sueño. Subirá al cielo. Sobre la tierra la fiebre extallará. Toda el agua será consumida. El cólera saldrá del agua. Los [espíritus?] serán invisibles. Él [Sam] vivirá delante de los maestros del cielo.” Parece que Máni utilizó una suerte de arameo para la composición de su relato. En efecto, un “Libro de los Gigantes” existe entre los fragmentos arameos del Libro de Enoch I descubiertos en Qumrân. Esta tradición del héroe del Diluvio, perteneciente a la raza de los gigantes se perpetuó en Eusebio de Cesarea, quien cita en su Preparación Evangélica a un tal Eupolemus (cap. IX, 18.2): “Eupolemus en su obra Sobre los Juicios, 5
  • 6. dice que la ciudad asiria de Babilonia fue en principio fundada por los supervivientes del Diluvio. Ellos eran gigantes; y construirían la Torre bien conocida. Cuando esta se desmoronó por la acción de Dios, los gigantes se dispersaron por toda la tierra […]. Mientras vivían en Babilonia, fueron matados por Dios a causa de su impiedad –la de los gigantes-. Uno de ellos, Belos, escapó a la muerte; se estableció en Babilonia y luego construyó allí una torre, donde vivió.”Esta referencia a los gigantes está quizá ligada a un lejano recuerdo de los reyes mesopotámicos anteriores al Diluvio, reinos de una duración infinita, evocando seres excepcionales, a la altura correspondiente de su longevidad. Ellos son mencionados en la lista real sumeria, transmitida en griego por Bérose. Una versión árabe del Romance de Alexandre y un relato de las Mil y una Noches, el “cuento de Buluqiya”, guardan quizá todavía un lejano recuerdo de los héroes mesopotámicos y de su búsqueda de la inmortalidad. Babilonia, modelo arquitectónico Es sin duda la concepción arquitectónica de la Babilonia del rey Nabuchodonosor II y el decorado de sus monumentos oficiales los que penetrarán más profundamente en la conciencia colectiva. La Biblia y los autores clásicos –particularmente Heródoto, quien describió claramente las murallas fabulosas de la ciudad y su terreno- inspiraron a los escribas, arquitectos y artistas, sobretodo después del Renacimiento y de la publicación en Europa de las ediciones de sus textos beneficiándose con las nuevas técnicas de la imprenta y los medios de difusión. La confusión entre Babilonia y Nínive, ciudad de dimensiones igualmente gigantescas en el imaginario bíblico y en los autores clásicos, fue frecuente, aunque la localización de los famosos “Jardines Colgantes” fue a veces atribuida a la capital asiria. Sin embargo, lo que nosotros sabemos de las murallas, las edificaciones civiles y religiosas, y los suntuosos decorados coloreados de ladrillos vidriados de la capital de Nabuchodonosor II – por las suposiciones arqueológicas y las fuentes babilonias- es suficiente para justificar el renombre de la ciudad. Babilonia fue igualmente modelo de gobierno y de concepción arquitectónica y decorativa para las grandes ciudades posteriores: Susa, capital administrativa de los persas aqueménides cuya decoración colorida del palacio de Darío fue extraída, cerca del año 500 a.C., de Babilonia; Seleucia, la nueva capital de la dinastía griega de los sucesores de Alejandro; Ctesifonte, la capital mesopotámica de los persas sasánidas; Samarra, joya de la arquitectura de ladrillos abásidos, cuya torre estuvo quizá inspirada en las ruinas de las antiguas torres en pisos que siembran todavía la planicie de Irak en esta época. Finalmente, a fines del siglo VIII, la Bagdad del califa Haroun al-Rachid, sin querer recrear Babilonia, es favorecida sin embargo por un asesor artístico que hizo de la ciudad un centro erudito del mundo árabe –como lo había sido Babilonia en sus tiempos- hasta mediados del siglo XIII, fecha de su destrucción por parte de los mongoles. Babilonia, ciudad de la perdición En oposición a esta exaltación de la ciudad está la asimilación de Babilonia con Roma, ciudad del mal y del consentimiento, aquella de Tito quien destruiría el templo de Jerusalén en el año 70. La primer epístola de San Pedro (I Pet., V, 13) habla de “la comunidad de los elegidos que es Babilonia”, mostrando así que el nombre de Babilonia había devenido un seudónimo corriente de Roma. Después, Petrarca en el siglo XIV, luego de la Reforma asimilaría la Roma de los papas con Babilonia. La caída de Bagdad en el 1258 tuvo la misma repercusión que la destrucción de Babilonia por el rey asirio Sennachérib en el 689 a.C., un lejano eco de la caída de Ur, la última capital sumeria, cerca del año 2000 a.C.. Los relatos bíblicos, proféticos, prediciendo o comentando el castigo de Babilonia tienen el mismo origen y utilizan acentos líricos que culminan en el Apocalipsis de San Juan, donde Babilonia desaparece para siempre en un gran terremoto: “Cayó, cayó Babilonia la grande, y se hizo morada de demonios y prisión de todo espíritu impuro y prisión de toda ave impura y aborrecida” (Apoc., XVIII). Estos espíritus impuros son probablemente un lejano recuerdo deformado de los monstruos del caos vencidos por Marduk, el gran dios de Babilonia, al principio de los tiempos, y que tapizaron los muros de su cella en su santuario de Babilonia, el Esagila. El dragón con cuernos, domesticado, se transformó en la montura del dios y la de su hijo Nabû, adornando los infinitos muros coloreados de la puerta de Ishtar. Es la figura del dragón-serpiente que encontramos por toda Babilonia, sobre el mobiliario divino, sobre las joyas y los sellos también, aunque en menor medida que en las estelas y los muros, representando la victoria y el poder de Marduk, y que tuvo una larga fortuna. Protagonista del relato romance y suplemento griego de la Septuaginta en el Libro de Daniel, “Bel y el dragón”, surge también de los muros de Babilonia en las cartas del Medioevo. Lo encontramos también en las ilustraciones de algunos ejemplares de manuscritos preciosos de los Beatos, acerca de Babilonia, así como en la tradición bisantina y luego rusa transmitida en los compendios sobre la historia de la ciudad. En la “Novela de Babilonia”, se transforma en piedra para defender la ciudad, tan poderoso como sus legendarias murallas, mientras que las serpientes invadían las calles, 6
  • 7. enviadas por el emperador: “No hay hombres en Babilonia, solo serpientes viven allí.”Estas serpientes-dragones son las mismas que se citan muchas veces en la literatura medieval, como en el Speculum Naturale de Vincent de Beauvais (cerca del año 1184-1264): “Decimos que, creador de la torre de Babel y del desierto de esta antigua Babilonia, como en sus ruinas, habitan enormes dragones; sus voces tanto como sus rugidos aterrorizan a los hombres.” Ellos aterrorizan a los viajeros de la Edad Media y de la época moderna que iban a visitar las ruinas de Babilonia. Benjamín de Tudela, en el 1170, evoca la atmósfera de superstición que envolvía a la ciudad muerta: “Yo me rindo ante la antigua Babel […] Allí quedan todavía las ruinas del palacio de Nabuchodonosor, que son inaccesibles debido a que son el nido de dragones y de bestias venenosas”, una temática retomada en 1574 por el médico suevo Rauwolff: “Detrás […] está la torre de Babilonia, que los hijos de Noé se proponen hacer llegar hasta el cielo […]. Los insectos [allí] son, me han dicho, más grandes que nuestros lagartos y tienen tres cabezas.” La torre de pisos o zigurat de Babilonia sigue siendo sin embargo el tema privilegiado de todas las tradiciones concernientes a la ciudad. Ella fue inmortalizada por el relato del Génesis bajo el nombre de “torre de Babel”, más aún que por la descripción sin embargo más desarrollada que hizo Heródoto, en razón del alcance simbólico que el relato bíblico le confiere. Y sin embargo, la construcción de la torre (Gen., XI, 1-5) cuenta simplemente, con palabras que hubieran podido emplear los babilonios o así mismo los hebreos en el exilio a Babilonia que vivieron probablemente la reconstrucción del monumento bajo el reinado de Nabuchodonosor: “Todo el mundo se servía de una misma lengua y de las mismas palabras. Como los hombres se desplazaban hacia el Oriente, encontraron una planicie en el país de Shinéar [Babilonia] y se establecieron allí. Se dijeron el uno al otro: “¡Vamos! ¡Hagamos ladrillos y cosámoslos al fuego!” El ladrillo les serviría de piedra y el betún les serviría de mortero. Ellos dijeron “¡Vamos! ¡Construyamos una ciudad y una torre cuya cumbre penetre los cielos! ¡Pongámonos un nombre y no estemos dispersos por toda la tierra!”. Es la segunda parte del presagio que introduce a la idea de confusión, generada probablemente por lo cosmopolita de la ciudad donde hablaban muchas lenguas y donde los escribas eran especialistas en el acadio cuneiforme o en el arameo alfabético, lo que provocó el terror de los sabios babilonios llamados por el rey Baltasar para leer la escritura sobre los muros durante su festín impío. Solo Daniel, un profeta hebreo, pudo leer las palabras escritas por la mano de su Dios. El mito de Babilonia Podemos entonces preguntarnos porqué este modesto pasaje bíblico dio nacimiento al mito de un proyecto destinado a ser el símbolo de orgullo de Babilonia, una realización contra la naturaleza, buscando desafiar la trascendencia divina y engendrando su propia destrucción que fue cuantiosamente representada en la pintura occidental. Esta ficción de un acto impío está lejos de la realidad babilonia que veía en la torre un monumento elevado a la gloria de la divinidad y no para desafiarla. Es esto lo que demuestran intuitivamente las primeras representaciones de la Edad Media, que se contentan con mostrar los obreros en la obra, los artistas del Renacimiento fascinados sobretodo por la proeza técnica o aún más el arquitecto Boullée, quien invierte el mito, representando la torre como un vínculo entre los hombres. En Mesopotamia como en la leyenda bíblica y la mayor parte de las civilizaciones, la noción de lo divino está ligada a la idea de altura. Imaginamos a Dios en el cielo, sobre un plano más elevado que la humanidad; también, desde que construimos templos, en la época de Obeid en Mesopotamia, cerca del año 5000 a.C., los ponemos sobre un terreno alto, para distinguirlos de las viviendas humanas. El zigurat es el desarrollo natural de estas terrazas artificiales que serán cada vez más altas con el curso del tiempo. El análisis de la palabra ziggurat permite comprender el simbolismo ligado a esta construcción elevada y profunda. El término viene del verbo babilonio zaqaru que significa “construir alto, elevar”; pero ziqqurratu designa al “templo-torre” y, por metáfora, la cumbre de la montaña donde se ubica el arca, después del Diluvio tal como lo cuenta la decimo primera tabla de la versión clásica de la Epopeya de Gilgamesh (XI, 156). El héroe superviviente ofrece un sacrificio ina muhhi ziq-qur-at shadi “sobre el pico de la montaña”. Esta primera tierra que emerge después del cataclismo que otorga al mundo un nuevo nacimiento es el templo situado en la cumbre de la torre. El zigurat representa entonces, esencialmente, un símbolo cósmico que establece un lazo, por su altura necesitando de cimientos profundos en la base de su construcción, entre los diferentes planos del universo: la tierra, el cielo y el mundo inferior, subterráneo, donde se encuentran los Infiernos. Este aspecto es particularmente importante en Babilonia, que quería ser el centro del mundo y donde el nombre del zigurat era Etemenanki, “Casa, sostén del cielo y de la tierra”. Este nombre, asociado al del templo-bajo de Marduk, llamado Esagil, “casa en la alta cumbre” (palabra a palabra: “en la cabeza alta”), y el hecho de que Babilonia, ciudad santa por excelencia, tiene su prototipo en el cielo, explica esta noción de desmesura y de orgullo ligada a la leyenda de la torre de Babel. El zigurat evocado en el Génesis es probablemente el de Nabuchodonosor que acabó la construcción que comenzó su padre Nabopolassar, y del cual cuenta su construcción en un cilindro de fundación del Louvre (Sb 1700): “Etemenanki, el zigurat de Babilonia, con el cual Nabopolassar, el rey de Babilonia, mi padre que me engendró, gracias al arte del exorcismo y a la sabiduría de Ea y de Marduk, ha purificado el emplazamiento y donde él ha puesto 7
  • 8. la plataforma de fundación en el corazón del mundo inferior; sus cuatro muros exteriores, con el betún y los ladrillos cocidos a fuego, los ha elevado a una altura de 30 codos [15 m], pero no ha podido llegar a la cumbre. Entonces yo me atribuyo el elevar Etemananki, para hacer desafiar su cima con el cielo. Los numerosos pueblos, que Marduk, mi Señor me ha confiado, cuyo comando me ha sido transmitido por Shamash [el dios Sol], la multitud de los pueblos y la totalidad de las naciones, del Mar superior al Mar inferior, los países lejanos, los pueblos de numerosas naciones, los reyes de las montañas lejanas y de las planicies profundas del Mar superior y del Mar inferior que están sometidas a Marduk, mi Señor, y que ha restablecido a mis manos, yo se los ofrezco como hombres de trabajo a Shamash y a Marduk, para construir Etemananki y les hago poner los ladrillos […]. Todos los pueblos que Marduk me ha confiado, yo los pondré a trabajar para la construcción de Etemenanki y pondré sobre ellos esta faena. Los haré retomar el trabajo sobre Etemananki, y los haré llevar la cesta y los ladrillos. Yo erigiré su base sobre una altura de 30 codos. Espesas vigas de cedro, grandes vigas de madera sólida, tapizaré de cobre. Un templo alto [puro], una santa capilla, como en los tiempos lejanos, yo erigiré para Marduk, mi Señor, en el último piso, con arte.” Esta descripción es la del Génesis, magnificada; muestra que Babilonia es el origen de su propia leyenda. Imágenes 1 Estela del Código de Hammurabi Época paleo-babilonia, siglo XVIII a.C., fin del reino de Hammurabi Basalto, con inscripción grabada en acadio. 225x70x47 cm Encontrado sobre la acrópolis de Susa en tres pedazos. Excavaciones de Jacques de Morgan, diciembre 1901- enero 1902. Botín traído de Mesopotamia (probablemente Sippar) por el príncipe elamita Shutruk-Nahhunte en el siglo XII a.C. París, museo del Louvre, Departamento de antigüedades orientales, Sb 8. Obra de un soberano ilustrado que sirvió de modelo a los príncipes futuros durante mil quinientos años, el Código de Hammurabi es el testimonio más célebre que conseguimos de las civilizaciones del antiguo Oriente Próximo. Monumento universal de la historia del derecho y, simplemente, de la Historia, la alta estela de basalto, conservada en el Louvre, fue admirada, copiada, estudiada y comentada por generaciones de escribas. Inscribiéndose en una antigua tradición literaria, constituye la compilación de leyes más completa del antiguo Oriente Próximo y la primera certificación de la ley de talión, ulteriormente desarrollada en los libros bíblicos. Prologo – Cuando el sublime Anu, el rey de los dioses, y Enlil, el señor de los cielos y de la tierra […] hubieron pronunciado el nombre Detalle Detalle reverenciado de Babilonia y lo hubieron hecho preponderante entre las regiones del mundo […] Entonces, ellos nombraron mi nombre, Hammurabi […], para hacer prevalecer la justicia en el país, para eliminar la maldad y la perversidad, para impedir la fuerza de opresión al débil, para elevarme como Shamash, el Sol, por encima de los hombres, para iluminar el país […] Primero entre los reyes, yo soy […] el rey poderoso, el Sol en la ciudad de Babilonia, que esparce la luz sobre el país de Sumeria y de Acad, el rey que hizo obedecer las cuatro regiones […] Cuando Marduk me ordenó traer justicia al pueblo, yo establecí verdad y justicia […] aseguré el bienestar del pueblo. 8
  • 9. *1- Si un hombre acusa a otro hombre y lo carga de homicidio, pero no puede aportar pruebas contra él, su acusador será mandado a matar. *2- Si un hombre imputa a otro hombre de maniobras de hechicería, pero no puede probarlo, aquel a quien las maniobras de hechicería fueron imputadas irá al río; se sumergirá en el río; si el río lo retiene, su acusador cogerá sus bienes, si el río lo declara inocente y él sale sano y salvo, aquel que lo haya imputado de maniobras de hechicería será mandado a matar; aquel que se haya sumergido en el río tomará los bienes de su acusador. [Es el juicio de la ordalía, por el dios Río] *3- Si un hombre se presenta por dar falso testimonio en un proceso, pero no puede probar su acusación, si el proceso es un proceso de vida [capital], el hombre será mandado a matar. *22- Si un hombre comete un robo y es atrapado, este hombre será mandado a matar. *23- Si el ladrón no es atrapado, el hombre que ha sido robado declarará delante de dios la extensión de sus bienes perdidos. La ciudad y el gobernador del territorio y la jurisdicción en la cual el robo a sido cometido, remplazarán sus bienes perdidos. *49- Si un hombre pide prestado dinero a un marchand y le da [a cambio] al marchand un campo listo para sembrar de cebada o sésamo y le dice: “Cultiva el campo y luego recolecta y llévate tanto grano y sésamo como produzca” [es la fórmula estándar de un arrendamiento normal]; si el labrador [alquilado por el marchand para cultivar el campo] hace crecer en el campo la cebada y el sésamo, en la cosecha es solo el propietario del campo quien tomará el grano y el sésamo que ha crecido en el campo, y dará al marchand le grano equivalente al dinero que él le ha prestado, así como su interés, y también le agregará los gastos [invertidos en] el cultivo. *108- Si un tabernero rechaza aceptar la cebada en forma de pago de la cerveza pero acepta [solamente] dinero medido en peso fuerte, y entonces reduce la cantidad de cerveza en cuanto al precio del grano, se la cambiaremos y la tiraremos al agua. *109- Si un tabernero, en la casa de quien conspiradores se reúnen, no acoge a los conspiradores para entregarlos a las autoridades del palacio, este tabernero será mandado a matar. *129- Si la esposa de un hombre es sorprendida mientras está en la cama con otro varón, los ataremos y los tiraremos al agua. Si el propietario de la esposa le permite vivir, entonces el rey le hará el favor a su servidor. *130- Si un hombre fuerza a la esposa virgen de otro hombre que redice todavía en la casa de su padre y lo sorprendemos acostándose con ella, ese hombre será mandado a matar; la mujer será libre. *153- Si la esposa de un hombre ha hecho matar a su marido a causa de otro hombre, empalaremos a esta mujer. *154- Si un hombre conoce [carnalmente] a su hija, desterraremos a este hombre de la ciudad. *155- Si un hombre elije una esposa para su hijo, su hijo la conoce [carnalmente, es decir que el matrimonio está consumado, y ella está oficialmente casada], y después él mismo [el padre] se acuesta sobre su pecho y es sorprendido, ataremos a este hombre y lo tiraremos al agua. *156- Si un hombre elije una esposa para su hijo, y este no la conoce todavía [carnalmente] y él mismo se acuesta sobre su pecho, le expedirá media-mina de dinero; de otra forma, le restituirá lo que él haya aportado a la casa de su padre, [y] ella podrá casarse con el marido que elija. *195- Si un niño golpea a su padre, él le cortará la mano. *196- Si un notable revienta el ojo de un notable, le reventaremos un ojo. *197- Si rompe el hueso de otro notable, le romperemos un hueso. *198- Si revienta el ojo de un hombre del pueblo o rompe un hueso de un hombre del pueblo, cargará 1 mina de so precio [aproximadamente 500 gramos]. *199- Si revienta el ojo de un esclavo o rompe un hueso de un esclavo de un notable, cargará la mitad de su precio [aproximadamente 80 g de plata]. *200- Si un notable rompe el diente de otro notable, su igual, le romperemos un diente. *201- Si rompe el diente de otro hombre del pueblo, cargará 1/3 mina de plata. *202- Si un notable golpea la mejilla de otro notable que tiene un estatus más elevado que él [o: es más viejo], será golpeado públicamente con 60 golpes de nervio de buey. Epílogo- Tales son las decisiones de justicia de Hammurabi, el rey competente, establecidas para mandar al país conforme a la verdad y al orden equitativo. […] Que el hombre injustamente tratado, que es implicado en un asunto, venga delante de mi imagen, el rey de la justicia, y se haga leer mi estela escrita, entenderá así mis preciosas ordenanzas; mi estela le indicará su asunto, verá su caso, y su corazón se aliviará […]. Yo soy Hammurabi, el rey de la justicia, a quien Shamash a concedido la verdad. 9
  • 10. 2 Cara real, supuesto retrato de Hammurabi Época paleo-babilonia, principios del segundo milenio a.C. Diorita, 15x9,7 cm Encontrada en Susa. Excavaciones de Jacques de Morgan, 1908 Botín proveniente de Mesopotamia París, museo del Louvre, Departamento de antigüedades orientales, Sb 95 La calidad de esta obra – que representa el retrato ideal del soberano- y su estilo incitan a pensar que podría tratarse del rey Hammurabi de Babilonia. La expresión de su cara demacrada, con los rasgos marcados por arrugas, los ojos semi-cerrados reflejando la edad del modelo y su fuerza de carácter, es diferente al aspecto estático e impersonal de la figura real esculpida sobre la estela de Hammurabi. Esta brinda otro aspecto de la imagen del soberano. La inscripción que identifica al príncipe representado debe encontrarse sobre el cuerpo de la estatuilla, actualmente perdido. Podemos considerar igualmente una atribución a otros prestigiosos soberanos paleo-babilonios, particularmente Dadusha el rey legislador de Eshnunna, o también Rim-Sin de Larsa quien reinó cerca de 60 años y cuyo reino pasó a manos de Hammurabi. El origen de la palabra Babilonia La forma babilónica de Babilonia es Bâb-ili (Bâb-ilu), “puerta de Dios”. Ninguna otra ciudad, en la antigua Mesopotamia, fue diseñada con una función, lo que hace de Babilonia un caso aparte, aún sobre el plan de la onomástica. Su nombre está todavía escrito en medio de ideogramas sumerios: KA.DINGIR.RE, que son el equivalente sumerio de Bâb-ili o aún más TIN.TIR o SHU.AN.NA, designando igualmente los barrios de la ciudad. En la literatura religiosa, Babilonia es también llamada ERIDU, por asimilación a una antigua ciudad santa del país que llevaba ese nombre y del cual ella toma el lugar. Son los griegos los que adoptarán el nombre Babylon, de donde deriva su denominación moderna. En hebreo, Bab-el es la traducción exacta de babilonio. El Génesis da una interpretación negativa del nombre Babel, que se funda sobre una etimología popular por un juego de palabras con el verbo hebreo balal, “mezclar, confundir”. El texto dice: “También la llamamos Babel, ya que es allí donde Yahvé confunde el lenguaje de todos los habitantes de la Tierra” (Gen. XI, 7-9), Babilonia aparece así como la metrópolis de la confusión. Jeremías utiliza un criptograma establecido según un sistema de escritura cabalístico donde la palabra Babel se transforma en Sheshak. La cave de este criptograma está en remplazar cada letra del nombre por aquella que le correponde en el alfabeto leído a la inversa; así, la b de Babel, que es la segunda letra del alfabeto hebreo, beth, es remplazada por la anteúltima letra del alfabeto, la shin, es decir nuestro sonido “che”, etc.). 3 Estatuilla, llamada “la adoración de Larsa” Época paleo-babilonia, hacia 1760 a. C. Cubierta parcialmente por placa de oro, 19,6 x 14,8 x 7 cm. Probablemente Larsa (Baja Mesopotamia); ADQUIRIDA POR Bagdad en 1931-1932 París, Museo del Louvre, Departamento de antigüedades orientales, AO 15704. La estatuilla, consagrada al dios Amurru, representa un hombre, con la rodilla derella apoyada en el suelo, el brazo derecho replegado sobre el cuerpo, la mano derecha levantada delante de la boca, en actitud de homenaje. Este gesto de la mano elevada es el mismo de Hammurabi en el relieve de la cumbre de Code. Esta peinado con un sombrero de ancho reborde, una barba corta lo cubre las mejillas. Sus ojos, hoy huecos, estaban antaño incrustados de concha o de una piedra blanca traslúcida en el blanco del ojo, y de lapizlazuli en la pupila. Sus manos y su cara están recubiertas por una fina hoja de oro. Su revestimiento forma un reborde en forma de anillo delgado en el puño, figurando ser un brazalete. El personaje lleva una vestimenta abierta por delante, en el borde inferior adornada o galoneada con borlas. Una larga banda de tejido forma un 10
  • 11. reborde grueso delante, sobre el hombro izquierdo, descendiendo en la espalda bajo la forma de una suerte de bufanda drapeada. Recubre la pierna derecha, de la misma forma que la llevaba Samsi-Addu sobre su estela de victoria o el rey de Mari en la pintura representando una escena de sacrificio. La estatuilla está fija en tres sitios sobre un zócalo trapezoidal hueco constando de un reborde en relieve en la base. Un pebetero de ofrendas para los inciensos o alguna otra planta aromática, está soldada en el frente. Los dos grandes costados del zócalo están ornamentados cada uno con un relieve: el costado derecho posee la imagen de un orante parecido a la figura misma, medio arrodillado delante de un dios sentado. Esta escena nos demuestra el significado de la estatuilla y de su actitud: estaba emplazada, en su origen, delante de una estatuilla de culto divino, en el templo del dios Martu/ Amurru (sumerio/acadiano) al cual fue dedicada. La imagen divina está sentada en un trono de alto respaldo. En el otro costado, el zócalo posee una representación en bajo relieve de un carnero acostado; este es un animal de sacrificio y un animal asociado al dios Amurru, al quien el objeto está dedicado. El atributo del dios es por lo general una gacela, un animal de estepas desérticas; pero Amurru estaba antiguamente, anteriormente a la época de Hammurabi, ligado a los rebaños de corderos criados por los nómades; era el maestro divino del rebaño, el carnero. La superficie del zócalo que no posee decorado alguno, está recubierta con una inscripción grabada en trece líneas, en sumerio, comenzando detrás del carnero recostado, y continuando sobre la parte de atrás y terminando en el otro costado, por detrás del trono del dios. Esta inscripción se lee horizontalmente, lo que es excepcional en aquella época en un soporte como la arcilla. Está dedicada al dios Martu (Amurru), por un tal Lu-Nanna, “por la vida de Hammurabi, rey de Babilonia, Lu-Nanna, [el] hijo de Sîn-le’i, elaborado por él, y por su [propia] vida, una estatuilla de cobre de un orante, la cara, [en] chapada en oro; [y] su servidor se la ha dedicado.” Parece que ha habido importantes atelieres de fundidores y orfebres en Larsa y en su región, en esta época. Este arte de trabajar el metal existía ya antes de la conquista del reino por Hammurabi y se continuó con el nuevo dueño del país. Otros centros de trabajo del cobre y del bronce permanecieron activos; uno de ellos se encontraba en Ur, la antigua e importante ciudad del reino de Larsa antes de Hammurabi. Encontramos en Ur una carta escrita por Kadur-Mabuk, el padre de los dos últimos reyes independientes de Larsa, Rim-Sin y su hermano mayor Warad-Sin, quien reinó antes que él. Esta carta concierne al envío de orfebres para recubrir de oro una estatuilla (o estatuilla) de bronce de la gran sacerdotisa del dios-Luna. El destinatario en este caso es un tal Lu-Nanna. ¿Se trata del mismo personaje que el que dedicaba el adorador del Louvre? Si este es el caso, él debía ser mayor cuando consagró la estatuilla a Hammurabi. 4 Placa de decoración en relieve llamada “la reina de la noche” Época paleo-babilonia, Principios del II milenio a.C., reino de Hammurabi (?) Placa de barro cocido de decoración moldeada en alto relieve 49,5 x 37 x 4,8 cm Babilonia Londres, Museo Británico, Departamento de Medio Oriente, ANE 2003-7-18,1 La placa es excepcional por sus dimensiones y por el tratamiento en alto relieve de su decorado. Representa una diosa desnuda, de formas voluptuosas. Sus ojos debían estar incrustados con un iris de lapislázuli o asfalto inserto dentro de la concha blanca. Esta peinada con una tiara de cuatro filas de cuernos coronados por un apéndice en forma de disco. Lleva un collar de numerosas filas y anchos brazaletes de múltiples anillos. En sus manos abiertas, presenta insignias de soberanía, el anillo y el círculo; están repetidos dos veces, sin duda preocupándose por la simetría. Grandes alas de plumas verticales se encuentran unidas a sus espaldas y penden a cada lado sobre el talle. Sus piernas terminan en dos garras de ave rapaz; excrecencias, espolones o mechones de plumas, salen de sus pantorrillas. Ella aprisiona el cuerpo de dos leones representados con la cara de frente, 11
  • 12. recostados espalda contra espalda. La escena está enmarcada por búhos y descansa sobre un motivo escamado figurando la montaña. Restos de pintura roja son todavía visibles sobre el rostro y el cuerpo de la diosa, así como también sobre su collar; las plumas de sus alas son alternadamente rojas, blancas y negras, al igual que las alas de los búhos. El fondo de la placa y las melenas de los leones son negras. Un pigmento de cal fue utilizado en el cuerpo de los leones y las otras partes blancas. El amarillo de los ornamentos y de los instrumentos de poder, figurando el oro, son una reconstrucción, sin evidencia. La diosa es Ishtar o Ereshkigal, las hermanas enemigas opuestas por su dominio, una reinando en el cielo y la otra en la tierra, en los Infiernos, pero ellas presentan rasgos de regalía comunes. Los elementos a favor de Ishtar son: los leones, que son su emblema habitual y un símbolo de su fuerza en el combate, las montañas donde ella reina en los orígenes sobre su forma sumeria, el anillo y el círculo de poder. La desnudez y las formas generosas evocan a Ishtar en tanto que diosa del amor en carácter sexual y divinidad de la fecundidad. En una composición literaria sumeria, ella está representada bajo el aspecto de una lechuza. Podrá tratarse de Ishtar en la noche, estrella de la noche, cómplice protectora de los amores de la noche. Ereshkigal, la hermana mayor de Ishtar y reina de los Infiernos, posee una iconografía imprecisa. La entrada de los Infiernos parece haber estado situada en las montañas del este de la Mesopotamia, los montes de Zagros, lo que podría explicar el terreno montañoso. Un pasaje de la Epopeya de Gilgamesh describe la desnudez de la diosa. Pensamos, que en la antigua Mesopotamia, el mundo subterráneo estaba poblado de demonios alados armados con garras. El relieve puede estar asociado al mundo de los muertos, como lo dejarían suponer el fondo de colores sombríos, quizá la posición de las alas de la diosa que penden en lugar de elevarse por los aires, e igualmente los búhos aves de la noche ligadas a la muerte. Los atributos de grandes divinidades fueron otorgados a Ereshkigal, quien determina los destinos últimos, y la frontalidad podría ilustrar la implacabilidad del juicio en el último enfrentamiento entre el hombre y su destino, en su última morada. Pero los leones y las curvas armoniosas y voluptuosas no son atributos de la reina del mundo de los muertos. Podríamos así mismo imaginar que esta representación es una combinación iconográfica de caracteres y atributos de las dos diosas, buscando relacionar los planos del universo, así como el hecho del mito del descenso de Ishtar a los Infiernos, de lo cual podría esta ser una ilustración. El estilo del decorado que recuerda el relieve representando la cumbre de Code sugiere una datación del reino de Hammurabi. 5 Relieve representando una escena de combate Época paleo-babilonia, principios del II milenio a.C. Barro cocido. 8 x 13,8 cm Babilonia Berlin, Museo de Vorderasiatisches, VA 7246 Dos hombres barbudos combatiendo contra un personaje gigante al sol, engalanado con una cara de gestos marcados y patas de león. El héroe de la izquierda, que lleva un moño típico de la época acadia, levanta su maza para golpear al enemigo, mientras que el de la derecha lo apuñala. Contra el borde izquierdo se alza una pequeña silueta sosteniendo con su mano un bastón. Esta escena es interpretada después de largo tiempo como el combate de Gilgamesh y Enkidu contra el gigante Humbaba, guardián del Bosque de cedros. E.K.-B. 6 La historia del Diluvio Reino de Assurbanipal de Asiria (-668 -627) Tabla de arcilla. 13,5 x 14,7 cm Ninive (Asiria), biblioteca de Assurbanipal Londres, Museo Británico, Departamento del Medio Oriente, K 8517, K 8518, K 8569 y K 8595 La tabla está reconstituida a partir de numerosos fragmentos ensamblados de la XI tabla de la Epopeya de Gilgamesh llevando la famosa historia del Diluvio. Las caras anteriores y posteriores comprendían cada una en su origen tres columnas de alrededor de 12
  • 13. 55 líneas (en acadio). Esta tabla fue escrita en Ninive en el siglo VII a. C. para la biblioteca del rey neo-asirio Assurbanipal. Por los largos estractos de esta historia, ver aquí al lado. S.M. 7 Estela del rey Babilonio Nabonide Fin del reino de Nabonide (-543 -539) Relieve e inscripción sobre basalto. 58 x 46 x 24 cm Babilonia; adquirida en Babilonia en 1811 por C.J. Rich Londres, Museo Británico, Departamento del Medio Oriente, WA 90837 El rey está vestido con un traje asirio, el largo vestido con flecos en la base está plisada, pero lleva una corona cónica babilonia de cuyo vértice sale una largo cinta que desciende por la espalda. Sostiene delante suyo un largo bastón o cetro que poseen todos los soberanos de Babilonia de la época neo-babilonia, como Marduk-zahir-shumi, sobre la pequeña estela del Louvre, o Marduk-apla-iddina en la estela de Berelín, pero este es excepcional, ya que está anillado y termina en una media luna. Delante del rostro del rey, figuran los símbolos de grandes astros. La actitud real es la de los soberanos del período neo-babilonio. P.-A.B. 8 Kudurru El rey Nabuchodonosor I relata su campaña contra Elam y enumera las recompensas atribuidas a Shitti- Marduk, uno de sus comandantes de carro. Último cuarto del siglo XII a.C. Piedra caliza. 65 x 21,5 x 17 cm Babilonia, Sippar. Encontrado en 1882 Londres, Museo Británico, Departamento del Medio Oriente, BM 90858 El monumento está emplazado bajo la protección de grandes dioses del panteón. Bajo los símbolos de la Luna (Sin), del Sol (Shamash) y de Venus (la diosa Ishtar), y luego de las tiaras de cuernos puestas sobre un altar de la triada divina mayor Anu, Enlil y Ea, vienen inmediatamente los emblemas de Marduk, dios de Babilonia, y de su hijo Nabû, precediendo a éstos otros dioses y constelaciones. Es particularmente rara la representación, en el cuarto registro, de un arco rodeando un rostro de caballo. Se trata quizá de una representación precoz de la estrella “Arco en el cielo” (manzât en acadio), próxima a la estrella del “Caballo” en la constelación conocida hoy en día con el nombre de Andrómeda. 13
  • 14. 9 “Tabla del Esagil” Copia de un documento neo-babilonio Data del año 83 de la era Seleucida (-229) Escrito a Uruk a partir de un original de Borsippa Tabla de arcilla cocida. 18 x 10 x 2 cm París, museo del Louvre, Departamento de antigüedades orientales, AO 6555 Sobre el borde superior de la tabla está escrita la invocación: “¡Sobre el orden de Anu y de Antu que este sea justo!”, lo que es característico de las tablas provenientes de la biblioteca del templo del Cielo, el Eanna. Al final de la tabla advierte: “Que el iniciado instruya al iniciado; el profano no debe ver.” El escriba Anu-bêls-hunu era un lejano descendiente o discípulo de Ahi’utu de Uruk, aquel que se relaciona igualmente con el escriba que grabó la elevación del pequeño modelo de zigurat sobre una tabla de Babilonia; se trataba entonces de una línea de matemáticos sabios, preocupados por preservar su tradición. El texto es la enunciación de un problema matemático, de porte religioso, lo que implica medidas ideales, un elemento a tener en cuenta para la interpretación del texto. Dos sistemas de medidas diferentes son utilizados en cada cálculo: el sistema kasita y el sistema de principios del período neo-babilonio diferente en la longitud del acodado. La tabla se inscribía dentro de una larga tradición matemática babilonia, el empleo de medidas antiguas en ese contexto no significaban forzosamente que estuvieran todavía en uso cuando el texto fue compuesto. No podemos entonces descartar que su redacción haya sido posterior. En sus tres primeros párrafos (15 primeras líneas), la tabla describe dos patios pertenecientes al templo bajo de Esagil, el templo bajo. Las dimensiones del gran patio (o “Patio exaltado”), calculados según el más largo acodado babilonio (de aproximadamente 75 cm) es de 103 x 81 mt. Este no puede ser remplazado en el edificio principal encontrado, debido a que es más grande que ese edificio. Según sus dimensiones y sus menciones textuales, parece que ha estado más bien en el sur del templo. No conocemos ninguna estructura de estas dimensiones, pero ese sector no fue registrado y aún más, la puerta sur del edificio principal de Esagil no abriría ciertamente hacia la naturaleza (la puerta B llamada “Puerta de la Maravilla deslumbrante”). En otro, durante la fiesta de Año Nuevo, el ritual dice que el gran sacerdote de Marduk se emplazaba en el Gran Patio al sur de la edificación principal; Esagil representaba entonces una superficie inmensa. El escriba repite a continuación los mismos cálculos para el “Pequeño Patio”: el patio de Ishtar y de Zababa; el resultado es una medida de 95 x 41 m. Seis puertas son mencionadas; son las puertas principales de Esagil: (5 dentro del edificio principal, 1 en el anexo oriental. Su lugar correponde a un recorrido ritual). El zigurat de Babilonia es el tema de mayor envergadura en el texto de la tabla: Etemenanki (“Casa que es el fundamento del cielo y de la tierra”) está descripta allí como un recorrido de 7 pisos, donde el séptimo, doble, será aquel del “templo del ziguart” [bit ziq(qur)rat]. Sus dimensiones interiores están dadas en detalle. Esta tabla, difícil de comprender y que dio lugar a numerosas restituciones, posee un duplicado parcial, encontrado por A. George. Este otorga la lectura de 11 líneas correspondientes a la descripción del templo alto del zigurat, permitiendo corregir ciertos errores cometidos por el escriba de la tableta del Louvre. La base y la cumbre del zigurat son los elementos más importantes del edificio, ya que la base une la torre con el sol y el mundo inferior que se encuentra bajo la tierra, mientras que el templo de la cumbre lo hace penetrar en el cielo. En su texto de fundación, grabado sobre los cilindros de barro cocido, Nabuchodonosor II no habla más que de la construcción del piso inferior y del templo del zigurat. Pero la tabla de Esagil siendo un texto matemático, pudo haber copiado sobre cálculos del arquitecto, la descripción del zigurat allí dada de manera completa. En efecto, la sección final del texto da las dimensiones de cada piso, según el acodado neo-babilonio ordinario, en el cual: 1 ninandu = 6 m. 14
  • 15. 10 Cetro Época neo-babilonia Babilonia, Amran, Bajo el suelo de una casa helenística Hojas R. Koldewey, 18-19 abril 1900 Onix. L: 38,4 cm Berlín, Vorderasiatisches Museum, VA Bab 1623 – Bab 6540 Presentado en un ensamblaje moderno, este instrumento calificado como “cetro” formó parte ciertamente del mobiliario sacro del templo de Marduk en tiempos del Imperio neo-babilonio. Está compuesto por perlas redondas, ovales y largas de formas diversas que impresionan notablemente por la belleza del ágata oscura atravesada por venas blancas. Las piedras estaban fijas sobre un bastón de bronce que se descompuso con el curso de los siglos bajo el efecto de la corrosión. La función de este objeto es incierta. Algunos reconocieron en él el cetro de un rey o de una divinidad; según otra hipótesis, fundada en una reconstitución diferente, podría haber servido de rueca. E. K.-B. 11 Rostro de dragón-mushhussu del dios Marduk, siendo decoración de un elemento de mobiliario o un cetro. Época neo-babilonia, cerca del siglo VI a.C. Bronce, 15 x 10 cm Babilonia (?) Adquisición Dorseul (por Durighello), cerca de 1890 París, museo del Louvre, Departamento de antigüedades orientales, AO 4106 El objeto estaba enmangado sobre un cetro o un elemento mobiliario. Las cavidades y los ojos debían estar incrustados de materiales preciosos. Queda el nacimiento de la lengua, probablemente bífida, hecha en hierro, un metal en ese entonces precioso. La descripción corresponde a aquella del mobiliario de Marduk en Babilonia, descripta por el rey de Asiria Assurbanipal. 15
  • 16. 12 Amuleto contra el demonio Lamashtu Época neo-babilonia Piedra negra. 6,9 x 5,4 x 2 cm Babilonia; adquirido en 1908 Berlín, Museo de Vorderasiatisches, VA 3477/VA Bab 3075 Agujereado en su parte superior, el amuleto tiene sobre su cara anterior una representación del demonio Lamashtu, arrodillado sobre un asno y sosteniendo con sus manos dos serpientes. Delante suyo, sobre el costado, se distingue la cara mal conservada del demonio Pazuzu. Numerosos objetos están igualmente gravados sobre el amuleto, todos en relación con la magia y la conjuración. Sobre la cara posterior figura una inscripción con una fórmula mágica que exhorta al demonio a alejarse de los enfermos. Esta acaba así: “En nombre de los dioses, imploramos a ellos! Hechate a volar como los pájaros en el cielo”. E. K.-B. 13 Estatuilla del demonio Pazuzu Comienzos del Ier milenio a.C. Bronce. 15 x 8,6 x 5,65 cm Mesopotamia (Asiria o Babilonia); adquirido por Feuardent en 1872 Alejandría (antigua colección Demetrio) París, museo del Louvre, Departamento de antigüedades orientales, MNB 467 Pazuzu es uno de los seres más temidos del panteón menor mesopotámico. Su cola de escorpión, su fisonomía monstruosa, sus alas y sus garras de ave rapaz sugieren su pertenencia al mundo sobrenatural. No aparece más que al principio del Ier milenio a.C. tanto en la iconografía como en la literatura conjuratoria. A menudo visto como un demonio cruel, tiene sin embargo un rol benéfico que consiste en empujar a los infiernos los demonios más maléficos que él. Protege a los humanos contra los vientos pestilentes y expulsa al terrible demonio Lamashtu que provoca toda suerte de enfermedades y ataca a mujeres embarazadas y a los recién nacidos. Una inscripción identificando a Pazuzu cubre la parte trasera de las alas: 16
  • 17. Yo soy Pazuzu, hijo de Hanbu, el rey de los demonios Lilû; yo escalo las montañas más poderosas y ellas tiemblan; yo destrozo las alas de los vientos contrarios empujados en dirección al oeste. Los nombres de Pazuzu y su padre son precedidos de determinativos de dioses. Los demonios Lilû son seres relacionados con los vientos malos que acosan la estepa; la hembra tiene afinidad con Lilith. La estatuilla está equipada con un anillo de suspensión en el vértice. 14 Figurilla de pez adivinatorio Época neo-babilonia, reino de Nabuchodonosor II (-605-562) Bronce. 8,2 x 2 x 1,2 cm Babilonia, vertiente sur de Kasr. Hojas R. Koldewey Berlín, Museo Vorderasiatisches, VA Bab 4374 – Bab 8175 El pez posee una larga cara detrás de la cual se encuentra una aleta. Sobre el costado derecho aparecen dos aletas más, y una última sobre el costado izquierdo. Una inscripción cuneiforme, sobre el cuerpo del pez, revela un oráculo relacionado con la forma particular del animal: “Si un pez no tiene aleta izquierda, el país enemigo se hundirá – Año 12 de Nabuchodonosor, rey de Babilonia, hijo de Nabopolassar, rey de Babilonia”. La fecha mencionada corresponde a 592 antes de nuestra era. E. K.-B. 15 Sello del dios Marduk Época neo-babilonia, siglo IX a.C. Lapislázuli. H.: 19,8 cm; D.: 3,7 cm Berlín, Museo Vorderasiatisches, VA Bab 646 – Bab 6404 Sobre la superficie de este precioso sello aparece una representación de Marduk; mal conservado, lo reconocemos mejor sobre un dibujo. De pie sobre un zócalo formado por líneas ondeadas, el dios se acompaña de un animal simbólico, el dragón-serpierte (mushhushhu). Dios supremo del panteón babilonio, sostiene en su mano izquierda las insignias de poder, el bastón y el círculo, mientras que su mano derecha ciñe el arma curva o arpa. Su vestimenta está ornamentada por discos suntuosos, probablemente en metal precioso o en piedras finas. Como lo indica la inscripción cuneiforme, el sello forma también parte de las joyas de la estatuilla de la divinidad. Las representaciones de este tipo son tanto más instructivas que las hojas jamás libradas de estatuillas de dioses originales. La inscripción del sello menciona al donador, un rey babilonio ( -854-819), en estos términos: Marduk-zahir-shumi, el rey del universo, el príncipe que lo venera [Marduk], ha hecho fabricar para la vida de su amo, el bienestar de su familia, la permanencia de sus días, la solidez de su reino, para alejar a sus enemigos y avanzar sobre ellos sanos y salvos por siempre, un sello en puro lapislázuli devolución perenne por el oro rojo, a fin de ofrecérselo como adorno de su cuello perfecto. E. K.-B. 16 Sello del dios Adad Comienzos del Ier milenio a.C. Lapislázuli. H.: 12,5 cm; 3,2 cm Berlín, Museo Vorderasiatisches, VA Bab 647 – Bab 6403 Sobre la superficie de este gran sello-cilindro perforado aparece la representación grabada del dios Adad. Sosteniendo sobre sus dos manos un rayo, se levanta sobre un zócalo sugiriendo una montaña sobre la cual reposa un grifo. La 17
  • 18. vestimenta del dios está adornada de discos ornamentados y de torre de pisos que lo rodean al nivel del busto. Dedicado al templo bajo de Esagil en una inscripción identificándolo como “Propiedad del dios Marduk… de Esagil”, el sello fue escondido a principios del siglo VII a.C. por Sennachérib después de su conquista de Babilonia. Su sucesor Asarhaddon lo devuelve al templo, como testimoniando una segunda inscripción evocando su nombre. E. K.-B. 17 Maurice Bardin, La ciudad de Babilonia 1936 (inspirado en una acuarela de Herbert Anger, 1927) Oleo sobre tela. 122 x 91 cm Museo del Instituto de Chicago Oriental, OIM P28752 Esta reconstrucción de Babilonia en tiempos de Nabuchodonosor II ha estado hecha de acuerdo a los descubrimientos arqueológicos encontrados por R. Koldewey y Walter Andrae entre 1899 y 1917. Otro cuadro muestra la ciudad desde su río oeste con, en primer plano, el puente y detrás el gran complejo del templo de Marduk. 18 Tablero de ladrillos en relieve: dragón cruzando hacia la derecha Reino de Nabuchodonosor II (-605-562) (último estado de la puerta de Ishtar) Barro cocido vidriado con color. 116 x 167 x 8 cm (con marco: 119 x 169 x 8 cm) Babilonia, puerta de Ishtar. Hojas de R. Koldewey, 1902 Berlín, Museo de Vorderasiatisches VA Bab 4431 (primer tablero reconstituido, 1927) 18
  • 19. 19 Tablero de ladrillos en relieve: león cruzando hacia la izquierda Reino de Nabuchodonosor II (-605-562) Barro cocido vidriado con color. 105 x 227 x 12 cm Babilonia, Vía procesional. Hojas de R. Koldewey París, museo del Louvre, Departamento de antigüedades orientales, AO 21118 (puesto en depósito por el Museo de Vorderasiatisches de Berlín, en 1936) Llegando a Babilonia por el norte, es necesario primero, para llegar a la puerta de la ciudad, tomar una ruta defendida por poderosos bastiones. Esta vía está también rodeada por un lado y por otro de altas murallas, que forman los muros exteriores del palacio norte (Hauptburg), al oeste, y fortificaciones avanzadas, al este. Es así que comienza la famosa Vía procesional, que se continúa igualmente en el interior de la ciudad. Según la voluntad de Nabuchodonosor II, los muros de este sitio estaban suntuosamente ornamentados de tableros de ladrillos en relieve representando leones caminando, enmarcados por bandas ornamentales. Según los cálculos de los arqueólogos, es al menos sobre un largo de 180 m. que la vía está así bordeada de leones marchando hacia el norte; por consecuencia, debía haber una sesentera de leones a cada lado. Considerado como el símbolo de la diosa Ishtar, este animal transmitía desde el frente de la puerta una impresión de nobleza y prestigio, que concordaba con la utilización de esta avenida como vía procesional durante las fiestas de Año Nuevo. Los leones eran idénticos sobre los dos muros paralelos, sus partes en relieve fueron ciertamente realizadas con moldes estándares. Esta técnica aseguraba un modo de construcción simple, estando los ladrillos en relieve incorporados como una prótesis de los muros. Siendo utilizados por otra parte ladrillos enteros y medio-ladrillos, de los cuales uno de sus cantos estaba modelado en relieve, luego recubierto con una segunda capa de vidriado en color. Estas diferentes piezas eran finalmente ensambladas para formar los animales, necesitando cada león once filas de ladrillos. No menos de 64 moldes diferentes eran necesarios para realizar un león entero. El muro en sí mismo estaba mamposteado con un mortero de arcilla o de asfalto, con juntas muy delgadas para preservar la armonía de la imagen en relieve. Una junta de base sobre siete estaba además estabilizada por la inserción de una estera de juncos. J. M. 19
  • 20. 20 Estatuilla de mujer desnuda de pie con brazos articulados Época de los partos, fin del siglo I a.C. – siglo I d.C. Alabastro, media luna en bronce dorado, ojos y ombligo en rubíes. Los alambres de oro fijando los brazos han desaparecido. 26 x 5 x 5 cm Hilla (Babilonia), hipogeo; tumba 4, cerca del rostro del esqueleto. Hojas de Pacifique Delaporte, 1862 París, museo del Louvre, Departamento de antigüedades orientales, AO 20127 (KLf 34). Adquiridas en 1866 La figurilla tiene una pose rígida y frontal, las piernas juntas, separadas del piso por un sillón que se eleva y da lugar a una abertura partiendo de las pantorrillas y descendiendo hasta los pies. El cuerpo presenta perfiles de generosas curvas que, en las piernas sobre todo, son análogas a aquellas de las figurillas en hueso. El brazo derecho está extendido a lo largo del cuerpo, el izquierdo está doblado hacia adelante, las dos manos están abiertas con una representación detallada de los dedos. La desnudez está finamente generada, las proporciones permanecen esbeltas, a pesar de los anchos flancos y el vientre ligeramente hinchado a lo largo ombligo. Los senos están ligeramente levantados, el busto y los miembros están bien pulidos. Los pies, pequeños y macizos muestran una representación detallada de los dedos de los pies que están unidos por una espiga. El rostro es oval y compacto, con rasgos diáfanos, en excepción de los ojos que llaman la atención por dos pequeños rubíes – los más antiguos que se conocen- fijados con la ayuda de un ancho círculo de asfalto. Un collar abraza el cuello, formado por una placa sobre la cual se apoyan hilos de oro. Los aros de las orejas son igualmente de oro. La cabellera en estuco, deteriorada por las excavaciones, está coronada por una medialuna que permite relacionar la figura con Nanaya, antigua divinidad babilonia, hija del dios lunar Sin, que adquiere una enorme popularidad en la época de los partos en Mesopotamia, hasta en Irán y en Asia central. La estatuilla no debe ser interpretada como una representación de la diosa, sino como la de un acólito. A.I. 21 Estatuilla de mujer recostada Época de los partos, siglo I y II d.C. Alabastro, barro cocido, estuco dorado. Falta la parte delantera del brazo izquierdo, pies incompletos. 10,9 x 16,5 x 3,7 cm Hilla (Babilonia), hipogeo; tumba 3, delante del esqueleto Hojas de Pacifique Delaporte, 1862 París, museo del Louvre, Departamento de antigüedades orientales, AO 20128 (KL 36). Adquirida en 1866 La mujer está recostada sobre el flanco izquierdo, las piernas extendidas una sobre la otra, el brazo derecho extendido a lo largo del cuerpo. Con la mano sobre el muslo, sostiene el faldón de la tela del manto; el torso está elevado y apoyado sobre el codo del brazo izquierdo doblado hacia adelante; la cara está ligeramente inclinada hacia la izquierda. El cuerpo posee proporciones esbeltas, los flancos bien anchos; el torso y el busto son delgados, el pecho 20
  • 21. pequeño. La mujer viste una túnica con escote en V, de mangas largas, y una cintura ceñida al talle. El dorado completa la representación detallada de la vestimenta que forma pliegues longitudinales sobre las piernas. El cuello es largo; el rostro oval de rasgos delicados, mientras que las mechas de cabello están realizadas casi como una guirnalda en una masa de barro cocido sobre la cual reposa un alto bonete frigio en estuco dorado. A.I. 22 Al-Bîrûnî, al-athâr al-bâqiya ‘an al-qurûn al- khâliya (“Vestigios y rastros del pasado”) Siglo XVI ? Manuscrito, aguada sobre papel. 30 x 21 cm Irak ? Proveniente de la biblioteca de Arsenal París, Biblioteca nacional de Francia, Departamento de Manuscritos, Arabia 1489, hoja 161 V Astrónomo, historiador y geógrafo nacido en el 973, al-Bîrûnî compone este tratado cerca del año mil. Verdadero compendio de calendarios y eras precedentes, constituye una tentativa de reconstrucción cronológica sin precedente, intentando reunir información de fuentes muy diversas. Bukht-Nassar (Nabuchodonosor) está representado en la ilustración de la derecha ordenando la destrucción de Jerusalén. En el centro la construcción incendiada lleva el nombre de Bayt-al- Muqaddas que, probablemente, designa a la vez Jerusalén y el templo de Salomón. El texto ilustrado por esta miniatura recuerda el ayuno en el noveno día del mes de Âb, que conmemora la conquista de la ciudad y su primera destrucción por el fuego en manos de Bukht-Nassar, y su segunda el mismo día. Este ejemplar, ilustrado con numerosas miniaturas, ha sido copiado en el siglo XVI sobre un manuscrito actualmente conservado en Edimburgo, realizado dos siglos antes, del que está muy próximo. A.V.-N. 23 Beatus de Liebana, Commentarius in Apocalypsim 970 Pergamino, 230 f. 35 x 24 cm Reino de León (Valcavado?), monasterio cuyo abate se llamaba, en 1970, Sempronius (ver colofón, hoja 2 V) Valladolid, Biblioteca de la Universidad, MS. 433 El monje Obeco es el realizador de este ejemplar del comentario de Beatus sobre el Apocalipsis de San Juan. La pág. 148 V corresponde al fin del capítulo XIV del Apocalipsis y relata la cosecha y la vendimia de las naciones (Ap., XIV, 14-20), alegorías del Juicio Final. En la parte superior, a la izquierda, el ángel recibe una hoz para cortar las espigas y 21