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Contenido
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Portada
Dedicatoria
Elogios
Cita
1. Una mujer adornada y que adorna pag. 3
PARTE UNO. Una mujer bajo Dios
2. La doctrina, tú y Tito 2 pag. 20
3. No pierdas la esperanza en esta carrera de modelaje Envejeciendo
hermosamente, a cualquier edad pag. 37
4. Crece y discipula a otras Enseñando y aprendiendo: De una vida a otra pag. 53
5. Un avivamiento de reverencia pag. 72
PARTE DOS. Una mujer bajo control
6. No me digas pag. 88
7. En libertad pag. 108
8. Un estado mental “sófron” pag. 132
9. Apasionadas por la pureza pag. 153
PARTE TRES. Una mujer bajo su techo
10. Una probadita del cielo pag. 173
11. Necesito ayuda para amar a ese hombre pag. 197
12. Una bendición inesperada pag. 220
13. Dadoras de vida en entrenamiento pag. 242
14. Instrumentos de gracia pag. 263
Epílogo. Una mujer rebosante de alegría pag. 282
Notas
Un sincero agradecimiento
Créditos
Libros de Nancy DeMoss publicados por Portavoz
Editorial Portavoz
1
Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina.
Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor,
en la paciencia.
Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no
esclavas del vino, maestras del bien;
que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos,
a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos,
para que la palabra de Dios no sea blasfemada.
…para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro
Salvador.
TITO 2:1-5, 10
2
CAPÍTULO 1
Una mujer adornada y que adorna
Secretos de belleza de Tito 2
Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su
esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y
resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.
APOCALIPSIS 19:7-8
NO HABÍA DORMIDO BIEN AQUELLA NOCHE, pero eso no me importó. Yo sabía
que ese día —sábado 14 de noviembre de 2015— sería un día que nunca
olvidaría. A los cincuenta y siete años de edad, estaba a punto de convertirme
en esposa por primera vez. Ese día diría “acepto” delante de Dios y de
algunos cientos de testigos, y me convertiría en la señora de Wolgemuth. Era
un día que había anticipado con entusiasmo y para el que me había preparado
con ahínco durante meses.
La alarma de mi teléfono me despertó a las 5:15 de la mañana. Una hora
después, una dulce joven amiga y su esposo tocaron a la puerta de mi
habitación del hotel. En medio de la naciente quietud del amanecer,
manejamos durante veinte minutos por la zona oeste de los suburbios de
Chicago y finalmente nos estacionamos en un parqueo vacío de una iglesia de
Wheaton Illinois.
,
Dentro de la iglesia, nos guiaron hacia un cuarto escasamente amueblado
donde en pocas horas tendría lugar una transformación. Me puse una bata y
me senté, mientras primero un estilista de cabello y luego un artista de
maquillaje calladamente se ponían manos a la obra. Habíamos hecho varias
pruebas, así que ya sabían qué hacer.
Mi vestido de novia, comprado meses antes, meticulosamente arreglado y
cuidadosamente limpiado al vapor por una amiga la noche anterior, colgaba a
un lado, listo para que lo vistiera. Un elegante brazalete y aritos de
“diamante” yacían sobre la mesa junto a unos relucientes zapatos plateados,
que otra amiga había llevado a la tienda de zapatos apenas abrió para que los
ensancharan. (¡Eran completamente nuevos y me estaban matando!). Todo
estaba listo para completar el conjunto.
3
¿Por qué me estaba esforzando tanto? ¿Por qué me estaba arreglando más
que otras veces en mi vida? ¿Por qué había sido meticulosa en un sinfín de
detalles que acapararon mi vida por tantos meses? ¿Por qué recluté y
agradecidamente acepté la ayuda de tantas amigas que tenían muchas otras
cosas importantes que hacer?
Te diré por qué. Todo el tiempo, el pensamiento, el dinero y el esfuerzo
dedicados a ese único día tenían un solo propósito. Yo quería estar adornada:
hermosa, lista para mi novio. Y quería adornar a mi futuro esposo con mi
dedicación y atención. Quería que fuera honrado y admirado. Quería que
nuestros invitados vieran cuánto amaba yo a este hombre y qué gran regalo
era él para mí.
Habíamos decidido tomar nuestras fotos previo a la ceremonia de boda. Así
que sin demora a las 9:30, con mi vestido de cola y chal blanco de piel
sintética, subí cuidadosamente a un auto que me llevaría a un lugar cercano al
aire libre para nuestra sesión de fotos.
Robert ya estaba en el lugar, de espaldas a mí. En el momento indicado, se
dio vuelta para dar su primer vistazo a la novia adornada, que solo había
podido imaginar en su mente hasta ese instante. Su reacción —la mirada de
sus ojos, su gesto involuntario de asombro— fue inestimable para mí. Hizo
que todo el esfuerzo valiera la pena.
Caminamos quince metros más o menos uno hacia el otro, luchando contra
el frío abrupto del otoño tardío, nuestros corazones entraron en calor uno al
lado del otro. Robert me abrazó, y yo caí en sus brazos.
¡Nunca antes me había sentido más hermosa!
De mujer a mujer
De regreso a la habitación de la novia, momentos antes que la ceremonia
diera inicio, mientras Robert y yo y algunos otros atendíamos detalles de
última hora, alguien entró para avisarme que una de nuestras invitadas había
pedido orar conmigo antes de la boda.
Vonette Bright, una querida amiga de toda la vida, era como una segunda
madre para mí. Una anciana de ochenta y nueve años, y viuda hacía bastante
tiempo, había estado batallando contra la leucemia y acababa de enterarse de
que solo le quedaban unos meses de vida. Pero había esperado ansiosamente
estar en mi boda, aunque fuese lo último que hiciera, y lo logró. (Aconteció
que se iría con el Señor tan solo seis semanas después).
4
Yo estaba ansiosa de ver a esta amada amiga, así que la invitamos a unirse
a nosotros por algunos instantes. La cuidadora de Vonette empujó
suavemente su silla de ruedas dentro de la habitación. Elegantemente vestida
en un rojo brillante, Vonette volteó su rostro radiante hacia nosotros.
Rodeamos su silla de ruedas en un círculo mientras las cámaras disparaban
flashes y el video rodaba y esta venerable mujer de Dios nos guiaba en
oración para bendecir nuestro matrimonio.
Cuando terminó de orar, Vonette se dirigió a mí y susurró: “Esperaba poder
hablar contigo a solas”. En respuesta, rápidamente les pedí a todos que
abandonaran la habitación. Luego ella me miró y me habló tierna, pero
francamente: “Cielo, soy una madre… y me gustaría saber: ¿hay algo que
quisieras preguntarle a una madre antes de casarte?”.
Ninguna cámara tomó registro del dulce intercambio que tuvo lugar en los
instantes siguientes, pero aquella escena y nuestra conversación quedarán por
siempre grabadas en mi corazón.
Una mujer en el invierno de su vida le daba ánimo y ​recomendaciones a
una mujer que estaba en una estación más temprana de su vida, ansiosa por
cosechar todo lo que pudiera.
Una esposa experimentada —que había disfrutado un matrimonio lleno de
vida y amor durante cincuenta y cuatro años— estaba enseñando a una
novata cómo darle importancia a Cristo en su propio matrimonio.
Dos mujeres, una anciana y otra más joven, estaban viviendo la belleza del
evangelio… juntas.
De mujer a mujer.
Esta imagen me trae a la mente otro par de mujeres. Me imagino a la
anciana Elisabet que, después de décadas de infertilidad y anhelos no
concedidos, esperaba un hijo de manera sobrenatural… y le abría su corazón
y su hogar a María de Nazaret… para impartir fe y sabiduría a la virgen
adolescente, en cuyo vientre crecía milagrosamente un bebé que un día sería
nuestro Salvador.
Poquísimo se registra de su conversación, pero lo que se ha preservado
para nosotros habla de la belleza del evangelio manifestada en la vida de
mujeres que caminaban en compañía la una de la otra. Mujeres cuyas vidas
estaban adornadas por la presencia de Cristo y que adornaban el evangelio y
lo hacían creíble para la próxima generación a través de su humilde y gozosa
obediencia.
5
Después que Vonette me transmitiera lo que había en su corazón, tomó mis
manos entre las suyas y una vez más oró y alabó a nuestro Padre por la boda
que estaba a punto de celebrarse e imploró Su bendición y favor sobre el
matrimonio que habría de formarse. Casi se podía escuchar al cielo susurrar
amén.
Esa pequeña y sencilla habitación desordenada, en medio de utensilios de
cabello y maquillaje, un surtido de artículos de vestir, joyería y más cosas,
fue transformada al unir nuestros corazones por medio del Espíritu de Dios
en un lugar de belleza, un templo adornado por y para el Cristo vivo.
La hermosura de Cristo
Mientras esta Elisabet del tiempo moderno y yo salíamos de ese lugar santo,
podíamos escuchar el compás del preludio que fluía del santuario cercano.
Majestuoso.
Puesto que no nos queríamos perder ni un momento de la celebración,
Robert y yo nos dirigimos a una habitación aparte, contigua a la galería,
desde donde podíamos ver y escuchar el preludio y la primera parte del
servicio de adoración hasta que fuera el momento cuando comenzara la
marcha nupcial.
El santuario con su diseño colonial era una fiesta visual. Los altos y
resplandecientes tubos del órgano cubrían la pared del antealtar. Estandartes
dorados proclamaban: “Digno es el Cordero” y “A Él la gloria”. Numerosos
arreglos de rosas rojas y calas adornaban la plataforma, junto a ramilletes de
rosas y lazos al final de los bancos. Candelas en elegantes pedestales dorados
y plateados. Finísimo.
Y, en el centro de todo, desplegaba prominentemente sobre la plataforma
una rústica cruz de tres metros y medio que hacía todo el escenario aún más
impresionante.
Porque… ¿no fue en el Calvario donde nuestro Salvador cargó sobre Sí
mismo los harapos de nuestro pecado y nuestra vergüenza y nos adornó al
intercambiar nuestros harapos por Su justicia? ¿No es la cruz la única fuente
de toda belleza eterna que anhelamos experimentar u ofrecer a otras almas
que carecen de amor y hermosura?
Jesús, tu sangre y justicia
mi belleza son, mi vestido glorioso.[1]
6
​
Al principio de la ceremonia, diez niñas pequeñas, a cuyas familias
conozco y amo hace años, caminaron hacia el altar haciendo sonar pequeñas
campanas. Vestían encantadores vestidos —unos rojos, otros blancos— con
medias y zapatos elegantes, y sus cabellos peinados con adorables rizos.
Una foto de las diez niñas alrededor de la novia todas en los escalones al
,
frente de la iglesia, llenó mis ojos de lágrimas la primera vez que la vi. En
estas preciosas niñas bellamente vestidas, vi diez jóvenes mujeres de Dios en
formación.
Me encanta la idea de inspirar a esas niñas con una perspectiva de lo que
significa ser una novia que ha experimentado el amor y la gracia de Cristo y
que irradia Su belleza a otros. Oro porque crezcan y sus corazones estén
adornados por la gracia y que sus vidas adornen el evangelio de Cristo para
su generación.
Niñas adornadas. Invitados adornados. Un santuario adornado. Una novia
adornada.
La intención de todo era cumplir la visión que Robert y yo teníamos para
nuestra boda desde el día que anunciamos nuestro compromiso:
concretamente exhibir la hermosura de Cristo.
,
O, como el apóstol Pablo lo expresó en el segundo capítulo del libro de
Tito, para “adornar la doctrina de Dios nuestro Salvador” (v. 10).
Amor y belleza
A las mujeres nos gusta la belleza. Disfrutamos el proceso de adornarnos y
adornar nuestro ambiente.
Comprar ropa, maquillaje o joyería que nos ayude a lucir lo mejor posible.
Escoger pintura y ornamentos que hagan de nuestro hogar un ambiente más
acogedor, cómodo o contemporáneo.
Aderezar esmeradamente la comida que ponemos sobre la mesa.
Vestir a nuestros pequeños con bonitos conjuntos.
Añadir esos toques especiales que hacen a nuestra ambientación, nuestras
relaciones o nuestras actividades un poco más atractivas, personales y
divertidas.
Hay justamente algo acerca de orquestar y crear belleza, que es sumamente
satisfactorio.
Y sentirse hermosas… ese es un profundo anhelo del corazón de muchas
7
mujeres, que ha originado y dado inicio a incontables industrias.
Yo nunca me consideré particularmente hermosa en el sentido físico. No es
que piense que no soy atractiva o que hay algo malo con la belleza física. Es
solo que no me he enfocado mucho en ello. Consciente de la naturaleza fugaz
y engañosa de la belleza externa, he tratado de concentrarme en cultivar el
tipo de belleza que no puede fotografiarse (o editarse en Photoshop): la
belleza del carácter y el corazón.
Sin embargo, todavía puedo recordar cómo palpitó mi corazón la primera
vez que Robert me dijo que yo era hermosa.
Crecí en un hogar afectivo con un padre que me adoraba. He disfrutado la
bendición de tener varios hombres buenos y amables en mi vida. Si mi
memoria no me falla, previo a ese momento, no puedo recordar haber
escuchado a un hombre decirme: “Eres hermosa”.
Robert seguía diciéndome que yo era hermosa. Parecía que hablaba en
serio. Gradualmente, comencé a creer que él de veras me veía de esa forma;
aun cuando acababa de hacer ejercicio en el gimnasio o los días cuando no
había tenido tiempo de maquillarme o arreglar mi cabello. Mientras nuestro
cortejo progresaba, le dije a una amiga: “Creo que no hay nada que pueda
hacer para que me ame menos o piense que soy menos hermosa”.
Pero también noté que estaba ocurriendo algo aún más significativo.
Mientras el persistente y tierno amor de este hombre se enraizaba en mi
corazón, su efecto en mí era enternecedor y embellecedor. De hecho, para mi
asombro, la gente comenzó a comentar acerca de mi nuevo “resplandor”. Una
y otra vez, el día de mi boda, mis amigas me decían: “Estás hermosísima”.
Nuestro llamado como
Sus seguidoras es hacer
que Su amor y Su
verdad sean visibles y
creíbles —y hermosos—
a los escépticos que
nos observan.
No digo esto para centrar la atención en mí misma, sino para hacer notar
que, cuando el amor de otro nos adorna, desarrollamos mayor capacidad de
reflejar el amor y la belleza a otros.
8
Verás, Dios nos ha colocado aquí en la tierra como embajadoras del
evangelio de Cristo. Y nuestro llamado como Sus seguidoras es hacer que Su
amor y Su verdad sean visibles y creíbles —y hermosos— a los escépticos
que nos observan.
Porque lo ven en nosotras. Porque ven cómo nos transforma.
Su amor nos hace hermosas. Nos adorna.
Y, a través de nosotras, adorna Su evangelio.
Porque nos necesitamos las unas a las otras
Es una imagen maravillosa, ¿verdad?
Pero, tristemente —como tú y yo sabemos bien—, no siempre funciona de
esa manera.
Podemos decir que amamos a Jesús, pero por alguna razón las personas no
siempre ven Su belleza reflejada en nuestras actitudes y acciones. No siempre
ven en nosotras el poder transformador de Su amor.
En cambio, con demasiada frecuencia, ven mujeres tan abrumadas,
preocupadas, banales o sin amor como las mujeres del mundo. Si somos
sinceras así nos vemos muchas veces a nosotras mismas.
,
Pero anhelamos ser mucho mejor. Realmente, queremos que nuestra vida
refleje el evangelio de la mejor manera, aun cuando estamos:
• sumamente ocupadas con el trabajo y la vida familiar, con poco tiempo
para nuestra oración personal y lectura de la Biblia
• preocupadas y frustradas por un hijo que se está alejando de Dios
• sufriendo la soledad de un matrimonio sin amor con un esposo que está
distante
• inmersas en una rutina superficial en la que nos levantamos,
preparamos café, miramos televisión y hacemos el crucigrama de la
mañana
• o quizás estamos atrapadas en una de esas tediosas y deprimentes
temporadas de la vida cuando la motivación a seguir adelante es casi
imposible de reunir
Pero ¿cómo lo hacemos mejor? Esa es la cuestión, ¿verdad?
¿Cómo hacer para adornar el evangelio y dejar que este nos adorne en
medio de nuestra realidad terrenal y agonizante?
9
Con ayuda.
¡Mucha ayuda!
La buena noticia es que esta tarea de dejarnos adornar por el evangelio y de
mejorar la manera en que otros nos perciben no es algo que debemos hacer
por nosotras mismas. En su gracia, Dios nos ha dado su Santo Espíritu y Su
Iglesia para ayudarnos a cumplir lo que nos ha encomendado. Y a las
mujeres, Dios nos ha dado una comunidad de otras mujeres creyentes como
nuestra inspiración y apoyo.
El fin de semana de nuestra boda, un ejército de mujeres amigas, jóvenes y
otras mayores, se unieron para darme apoyo personal y práctico de todas las
maneras imaginables. La estimada amiga que me llevó a hacerme las uñas (y
pagó la cuenta en secreto). La joven que me acompañó a la iglesia para mi
rutina de maquillaje. Amigas amorosas que hornearon y decoraron
magdalenas, y otras que manejaron la lista de invitados y atendieron los
detalles administrativos de cuatro diferentes actividades. Las dulces mujeres
que se escabulleron rápidamente de la recepción para adornar nuestra
habitación de hotel con una abundancia de flores, velas y deliciosos
bocadillos.
El amor y el esfuerzo combinado de estas mujeres especiales (junto a
muchos hombres amables y serviciales) dieron como resultado un día
indescriptiblemente maravilloso. No lo podría haber logrado sin el ánimo y la
ayuda que ellas me dieron. Y, de una manera muy similar, no podría salir
adelante en la vida sin caminar en comunidad con mujeres que se unen para
apoyarse y embellecerse mutuamente en Cristo.
El modelo bíblico de ancianas
que viven el evangelio y
enseñan a las mujeres jóvenes
a hacer lo mismo es vital para
que todas crezcamos sanas.
Necesito de ancianas como mi amiga Vonette, que oró por mí desde que yo
era una niña, me vio convertirme en una mujer, me habló frecuentemente con
sabiduría, visión y fe, y que luego, al acercarse el fin de su vida, resistió los
rigores de un viaje para acompañarme y transmitirme su amor y sabiduría el
día de mi boda.
10
También necesito mujeres jóvenes en mi vida, incluso niñas tan pequeñas
como aquellas dulces futuras mujeres que participaron de mi boda. Ellas me
ayudan a no volverme intolerante y deleznable, y me transmiten mucho gozo
y esperanza.
Y necesito mujeres de mi propia etapa de la vida, como el pequeño grupo
de “hermanas” del cual soy parte, con quienes nos comunicamos
periódicamente por teléfono o nos reunimos en persona, para darnos ánimo,
rendirnos cuentas y orar unas por otras. Atesoro la compañía y la influencia
de estas mujeres en mi vida.
Mujeres mayores, mujeres más jóvenes, mujeres de la misma edad; todas
nos necesitamos mutuamente si queremos adornar el evangelio y mostrar su
belleza en nuestra vida. Y esa realidad nos lleva otra vez a Tito 2 y el tema
central de este libro. Porque este importante pasaje nos ofrece un manual
básico de cómo y por qué todo esto funciona. Nos presenta una imagen de
sabiduría generacional que fluye hacia corazones inexpertos, de donde puede
regresar en un proceso continuo de cuidado y consejo piadoso.
De mujer a mujer.
Día tras día.
De una vida a otra.
Este es el buen y maravilloso plan de Dios. El modelo bíblico de ancianas
que viven el evangelio y enseñan a las mujeres jóvenes a hacer lo mismo, de
mujeres jóvenes que reconocen el valor de las ancianas en sus vidas —de
mujeres que juntas adornan el evangelio— es vital para que todas crezcamos
sanas. Vivir como mujeres de Tito 2 nos permite cumplir el propósito para el
cual fuimos creadas. Ayuda a nuestras familias e iglesias a florecer y a la
belleza del evangelio a resplandecer en este mundo.
Juntas en la carrera
Muchas veces hemos escuchado la comparación de la vida con un maratón, y
la perseverancia como la característica distintiva. Y, ciertamente, la carrera
de la vida demanda perseverancia a lo largo del camino.
Pero la vida es mucho más que perseverar en el camino, apretar los dientes
y resistir. Además, estamos destinadas a crecer, prosperar y celebrar.
Tenemos que disfrutar la belleza; la belleza impresionante y enriquecedora
que exalta a Dios.
Estamos destinadas a experimentar la fortaleza y el estímulo que fluyen al
11
transitar la vida juntas, al ayudarnos a vivir adornadas por el evangelio y, a la
vez, al adornar el evangelio a la vista del mundo.
Así que me gusta imaginar que somos mujeres cristianas, que participan de
una carrera diferente. No somos solo competidoras que avanzan con
dificultad para llegar a una meta distante. En cambio, somos un equipo.
Corremos juntas.
Piensa en esto como en una carrera de relevos, donde nos pasamos el
bastón una a la otra, cada una participa del proceso mientras damos y
recibimos y avanzamos hacia nuestro destino. Es trabajo en equipo, no solo
desempeño personal lo que cuenta.
O piensa en esto como una de esas carreras de caridad donde todas
avanzamos en grupo, nos ayudamos unas a las otras, aunamos fuerzas por
una causa que amamos. Sabemos que nuestros esfuerzos individuales
cuentan, pero no depende totalmente de nosotros lograrlo y, la carrera en sí,
no solo llegar a la meta, tiene significado.
Cuando ancianas y mujeres
jóvenes se apoyan unas a otras
a vivir el amor transformador
de Dios, todo el cuerpo de
Cristo se embellece más.
Imagínate un vasto campo de atletas —unas mayores, otras jóvenes, unas
más maduras, otras menos experimentadas— y a ti y a mí junto a ellas. Todas
necesitamos nuestra propia relación personal con Dios y Su Palabra, por
supuesto, pero no corremos solas. Dios pretende que nuestras vidas se
intersecten con las de otras, para llevarnos a cada una adelante bajo el fuerte,
victorioso y bello estandarte de Cristo.
Ahora bien, si todo esto parece un tanto filosófico y esotérico, te aseguro
que las implicaciones prácticas pronto serán evidentes. Y son enormes,
porque este maratón, esta carrera de relevos, esta carrera por una causa pasa
justo por la sala de estar de tu casa. El bastón pasa directamente por tu cocina
entre medio de conversaciones y encuentros que parecen insignificantes.
Esto es para ti y para mí… mujeres reales que vivimos una vida diaria real.
Y, cuando funciona, créeme que funciona. Cuando las ancianas deciden
invertir su vida en la vida de mujeres jóvenes, la bendición se siente en
12
familias e iglesias enteras. Cuando madres jóvenes y mujeres solteras
ensanchan sus grupos íntimos para incluir mujeres que ya han corrido unas
cuantas vueltas más y han vivido para contarlo, ambos lados de la relación se
fortalecen y crecen. Cuando ancianas y mujeres jóvenes se apoyan unas a
otras a vivir el amor transformador de Dios, todo el cuerpo de Cristo —la
novia de Cristo— se embellece más.
Así que si eres una anciana (y dispuesta a admitirlo… como yo), el
mensaje de este libro es para ti.
Y si eres una mujer joven (como yo todavía lo soy para algunas), el
mensaje de este libro también es para ti. Es para todas nosotras, porque cada
una de nosotras es una anciana para algunas y una mujer joven para otras. Y
cada una de nosotras, de diferentes maneras y en diferentes etapas de la vida,
puede estar en ambos lados, tanto en el de dar como en el de recibir en este
proceso de una vida a otra.
Por dónde comenzar
La clave de este poderoso patrón puede verse en un solo párrafo de Tito 2. Y,
aun así, el conocimiento rico, práctico y saturado del evangelio, que se
encuentra en Tito 2:3-5, es suficiente para alimentarnos y ayudarnos a crecer
durante toda la vida.
Estas palabras fueron escritas originalmente por mano del apóstol Pablo
para un joven pastor llamado Tito, que luchaba al frente de una iglesia en la
isla de Creta. El Imperio romano, que gobernaba Creta, comenzaba a estar
bajo el reinado tirano del despiadado emperador, Nerón. Solo imagínate
cómo se sentirían las amenazas maníacas de Nerón dentro de las iglesias
principiantes de esos días, especialmente cuando su gobierno oficialmente
prohibió el cristianismo en todo el imperio.
¿Crees que es difícil ser cristiana en estos días? Trata de verte como una
especie en extinción. Trata de pensar en que, si este joven movimiento
revolucionario ha de sobrevivir, deben trazarse planes tanto para propagar
como para profundizar su influencia. No puede ser solamente una orden
religiosa o un sistema teológico; el evangelio tiene que empapar y penetrar
tanto el corazón y la vida de las personas y las familias, que ningún
emperador, ninguna persecución, ninguna injuria puedan ser capaces de
sacudir a la Iglesia de Cristo de sus fundamentos. Ninguna cantidad de
presión, temor o fatiga pueda diluir la Iglesia a tal punto de que pierda su luz:
13
su distintivo, su vitalidad y su influencia en el mundo.
Estas eran algunas preocupaciones de la carta de Pablo a Tito. Los
cristianos se preguntaban:
• ¿Cómo debemos pensar y actuar los cristianos en momentos como
estos?
• ¿Cómo podemos evitar ser engañados por falsas doctrinas y falsos
maestros?
• ¿Cómo podemos transmitir nuestra fe a la siguiente generación, en
lugar de ver cómo se extingue?
• ¿Cómo puede la Iglesia no solo sobrevivir, sino también prosperar en
un mundo que es hostil a nuestra fe?
• ¿Cómo podemos cumplir con eficacia nuestra misión de alcanzar a un
mundo corrupto con la belleza del evangelio de Cristo?
¿Te suena familiar? Esas preguntas aún tienen vigencia.
Por eso todavía hoy necesitamos el libro de Tito.
Quizás no vivamos en la Roma de Nerón, pero vivimos en una cultura
decadente y engañosa que amenaza a la Iglesia de Cristo con sus encantos,
así como con sus acusaciones y ataques. Necesitamos que nos ayuden a
reflejar el evangelio en nuestra vida de una manera tan hermosa que otros
vean en nosotras el poder transformador de Cristo y sean atraídos a conocerlo
y seguirlo. Y (¿nos atrevemos a decirlo?) necesitamos que nos ayuden a
mantener Su evangelio tan atractivo para nosotras, que quienes decimos creer
en Él, realmente confiemos en Él, lo obedezcamos y experimentemos el
poder, la paz y el gozo que Él promete, incluso mientras vivimos como
peregrinas en esta tierra.
Todas necesitamos saber cómo adornar la enseñanza del evangelio de
Cristo en nuestra manera de vivir, y necesitamos ayudarnos las unas a las
otras a hacer lo mismo. Y eso es exactamente lo que Tito 2 establece. Con su
conciso resumen de las cualidades de carácter, que deleitan el ​corazón de
Dios y atraen el corazón de quienes nos rodean, este pasaje nos ofrece un
plan de estudios atemporal a pasar de generación a generación. Permite a las
mujeres mayores saber qué es lo más importante que deben enseñar a otras y
a las más jóvenes qué deben aspirar ser.
Hace años, cuando comencé a prepararme para enseñar acerca de este
14
tema, leí este corto libro de la Biblia un sinfín de veces; medité en él, lo
memoricé, reflexioné en cada palabra y dejé que mi espíritu se embebiera de
él.
Espero que tú hagas lo mismo. Léelo una y otra vez; primero los tres
capítulos completos, para que te den el panorama general, y luego
concéntrate en el capítulo 2, con énfasis especial en los versículos tres al
cinco. Sumérgete en el texto y su significado, porque este es un pasaje que tú
y yo debemos entender. Cuanto más dejemos que defina nuestras vidas y
relaciones, más hermoso será Cristo para nosotras y más brillará la belleza de
Su evangelio a otros a través de nosotras.
La vida como debe ser
,
Hace varios años, recibí un inolvidable correo de una mujer joven de treinta y
tantos años, una madre soltera a quien había conocido desde que ella era muy
joven. El motivo del mensaje simplemente decía: “¡Feliz día de la madre!”.
Intrigada, lo abrí y comencé a leer.
Su nota despertó recuerdos que, aunque borrosos en mi mente, estaban aún
frescos en la suya. Hizo referencia a algunas actividades que yo había
planeado para ella y varias de sus amigas de secundaria y algunas breves
conversaciones esporádicas que habíamos tenido en sus años de crecimiento;
nada particularmente significativo para mí. Pero Dios había usado esas
conversaciones periódicas como un medio de gracia y aliento duradero en su
vida.
Su párrafo final me conmovió profundamente:
Aunque no tengas hijos biológicos aquí en la tierra, tu maternidad
espiritual y tu influencia son una de las más grandes bendiciones de mi
vida. Gracias por ser un brillante ejemplo de la semejanza de Cristo.
¡Feliz día de la madre!
La nota estaba firmada de esta manera: “Una de tus muchas hijas
espirituales”.
No podría haber sido mejor.
Te aseguro que no soy un “brillante ejemplo de la semejanza de Cristo”
como anhelaría ser. Pero agradezco a Dios por cómo usa nuestra vida y
nuestro ejemplo —por imperfectos que sean— para lograr Sus propósitos
15
aquí en la tierra.
Mi respuesta a mi joven amiga captura la esencia de este libro, así como
también mi deseo de que cualquiera que sea tu etapa en la vida podamos
comenzar este viaje juntas:
Yo tenía casi la edad que tú tienes ahora cuando sucedió parte de lo que
describes. En ese entonces no tenía idea de que esas simples cosas
pudieran influenciar la vida de muchachas como tú. Yo solo quería darte
amor y aliento. Y Dios, en su gracia, hizo que esas semillas echaran raíz
y produjeran un dulce fruto.
Ahora Dios te ha dado una preciosa hija a quien discipular y, sin duda,
ha puesto a otras en tu esfera de influencia. Oro porque tu vida sea una
fragancia de Cristo para ellas y que un día tengas el gozo de recibir una
nota que te bendiga tanto como tu nota me ha bendecido a mí.
Con amor,
Nancy.
Y así la carrera continúa. Cada una de nosotras apoya a otras y las anima
a seguir adelante. Una generación que le pasa el bastón a la siguiente, que
preserva e inspira la piedad y el testimonio del evangelio. Y, en el proceso, la
belleza de Cristo brilla y Su reino avanza en este mundo.
Este es un gozo que tú puedes experimentar. No se trata de tener una gran
plataforma o un rol de enseñanza oficial (aunque Dios puede encomendarte
una o ambas cosas). Más que eso, se trata de vivir la vida para la cual Él te ha
creado y te ha llamado, allí mismo donde te encuentras.
Ancianas que dan ejemplo de santidad, obediencia y amor, e invierten su
vida intencionalmente en la vida de mujeres jóvenes.
Mujeres jóvenes que buscan y reciben con humildad y gratitud las
bendiciones destinadas a ellas de parte de mujeres experimentadas, solo para
pasar ese tesoro a otras.
Mujeres de todas las edades, que son más hermosas a medida que el
evangelio de Cristo adorna nuestras vidas.
Adornamos el evangelio con nuestra manera de vivir.
Y hacemos todo juntas, paso a paso… como Tito 2 enseña.
16
Reflexión personal
Ancianas
1. ¿Puedes pensar en dos o tres mujeres jóvenes a quienes podrías
transmitir tu vida y experiencia, como Vonette Bright lo hizo
conmigo? ¿Quiénes son? ¿Cómo podrías acercarte a ellas?
2. Las ancianas son llamadas a pasar el bastón a las mujeres jóvenes.
¿Qué has aprendido o experimentado que te gustaría pasar a la
siguiente generación?
Mujeres jóvenes
1. ¿Te sientes inspirada, por la nota que recibí de mi joven amiga, a
enviar una nota parecida a una madre espiritual de tu vida? Si es así,
¿por qué cosas específicas puedes expresarle gratitud?
2. Nombra una anciana que te transmite sabiduría, visión y fe como lo
hizo Vonette Bright conmigo. Si actualmente no tienes a nadie así,
pídele al Señor que te muestre una mujer a la que puedas acercarte
para recibir de ella.
Para obtener el máximo beneficio de este libro, invita a un grupo de mujeres
—jóvenes y mayores— a leerlo juntas. Encontrarás una guía para debatir en
grupo y muchos recursos complementarios en adornedbook.com (solo en
inglés). Conéctate allí con otras mujeres para poder cumplir el llamado de
Tito 2 en tu vida y tus relaciones.
17
18
Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina.
Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor,
en la paciencia.
Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no
esclavas del vino, maestras del bien;
que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos,
a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos,
para que la palabra de Dios no sea blasfemada.
…para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro
Salvador.
TITO 2:1-5, 10
19
CAPÍTULO 2
La doctrina, tú y Tito 2
El “qué” y el “ahora qué”
No te conformes con una teología débil. Es indigna de ti. Dios es demasiado grande. Cristo es
demasiado glorioso.
JOHN PIPER
MI ESPOSO SUFRE DE ACROFOBIA Y LO ADMITE Tiene temor a las alturas. Pídele
.
que suba al último escalón de una escalera o que eche un vistazo desde el
balcón de un edificio alto, y te confesará que su corazón palpita y sus rodillas
se vuelven gelatina.
Robert es muy hábil con sus manos y un constructor aficionado. A lo largo
de los años, ha trabajado en algunos proyectos de construcción
impresionantes. He visto las fotos. Y algunos de esos proyectos —construir
una chimenea de nueve metros, pintar una casa de dos pisos— requirieron
que él trabajara a gran altura.
Así que, ¿cómo lucha él con su temor mientras se encuentra a una altura de
seis metros del piso? “Eso es fácil —dice él—, nunca me subo a una escalera
o un andamio hasta que estoy seguro de que he nivelado bien las patas de la
escalera o he apoyado el andamio sobre un lugar totalmente firme”.
Lo que Robert describe es una metáfora perfecta para este capítulo.
El deseo de mi corazón es ser una mujer de Tito 2. Constantemente.
Contentamente. Hermosamente. Ser adornada con el evangelio y adornar el
evangelio a los ojos de otros.
Espero que este también sea tu deseo.
Pero el punto de partida del viaje que nos llevará allí podría no ser el que
esperas.
Quizás volteaste la página de este capítulo lista para saltar inmediatamente
al corazón del noble llamado y las cualidades que Pablo delinea para las
mujeres. Así como Robert se sube a la escalera o al andamio para comenzar
su trabajo, tú también estás ansiosa por comenzar. Esperas encontrar algo
útil, algo que puedas poner en práctica en tu día a día.
En cambio, vas a darte en la frente con una de esas “palabras de iglesia”,
20
que parece no tener nada que ver con tu manera de vivir.
Doctrina.
Así es. Este capítulo trata sobre la doctrina.
Es una palabra que me recuerda el tiempo que mi esposo se toma para
asegurarse de que su escalera esté nivelada o que su andamio esté apoyado
sobre tierra firme antes de subirse a ellos.
,
Comprendo que estés tentada a saltarte algunas páginas para llegar a “la
parte buena”, y que quieras buscar “información que te pueda servir”:
conocimiento y herramientas prácticas que te ayuden a ser una mujer más
piadosa y fructífera. Y encontrarás mucho de eso en Tito 2 y en este libro.
Pero Pablo habla de la doctrina antes de exponer los detalles específicos de
nuestro adiestramiento, y lo hace así por una buena razón. La doctrina —lo
que creemos— es fundamental para nuestra manera de vivir. Si la pasas por
alto, nunca llegarás adonde quieres ir.
Creencia y comportamiento
Entonces, ¿cuál es tu primera reacción ante la palabra doctrina? ¿Parece
tediosa? ¿Aburrida? ¿Divisiva o antipática? Tal vez te sientes igual a un
hombre que una vez le dijo a una de mis amigas: “En nuestra iglesia no
predicamos doctrina; solo amamos a Jesús”.
Pero la verdad es que cada una de nosotras y cada situación que
encontramos en la vida están promovidas por algún tipo de doctrina. Es el
fundamento sobre el cual construimos nuestra vida.
Puede que tus hijos vayan a escuelas públicas; supuestamente, zonas libres
de religión. Pero no pienses, ni por un minuto, que no se enseña doctrina en
las escuelas primarias y secundarias y en las universidades. Toda asignatura
que se enseña en cada escuela está fundamentada sobre algún tipo de marco
doctrinal.
Los programas de entrevistas vespertinos tienen una doctrina. Los dramas y
las novelas de la noche tienen una doctrina. Los libros de la lista de éxitos de
ventas del New York Times, así como los que están en la vitrina de tu librería
cristiana local contienen una doctrina. Aun los ateos tienen una doctrina. No
,
una buena doctrina, sino una doctrina que los guía a ciertas conclusiones y
ciertos valores, que determinan su manera de pensar y de vivir.
Verás, doctrina, simplemente, significa “enseñanza”. Es el contenido de lo
que creemos, la comprensión de la realidad que le da forma a nuestra fe.
21
Como el suelo de un jardín, la doctrina aporta el contexto para el crecimiento
del carácter.
El suelo de la doctrina en el cual somos plantadas puede hacernos
hermosas y ayudarnos a mostrar a otros la belleza de Cristo y Su evangelio.
Pero solo si es la doctrina correcta.
Aun aquellas de nosotras, que hemos sido cristianas por mucho tiempo,
podemos ser confundidas por creencias falsas o retorcidas que hemos
escuchado en algún lugar. Si no estamos atentas al suelo donde plantamos y
regamos nuestra mente y nuestro corazón, no podemos esperar recoger una
buena cosecha al final. Mala doctrina, mal fruto. Buena doctrina, buen fruto.
Déjame darte un ejemplo: mi amiga de muchos años, Holly Elliff, es
esposa de pastor y madre de ocho hijos. Tiene un dinámico ministerio para su
familia y otras mujeres. Pero hubo un tiempo, poco antes de cumplir los
treinta años, cuando un caso de mala doctrina empañó su experiencia de una
vida cristiana abundante.
Tiempo atrás, Holly, como muchas mujeres, había adquirido de alguna
manera la creencia de que si ella daba lo mejor de sí para ser una buena mujer
cristiana, si oraba y leía la Biblia fielmente, si amaba a su esposo e hijos y
cumplía con todos los requisitos cristianos correctos, entonces Dios le
regresaría el favor y la libraría de problemas. Dada esta aseveración —esta
doctrina incorrecta acerca de Dios— te puedes imaginar cómo se sacudió el
mundo de Holly cuando los problemas comenzaron a aparecer.
Después de dar a luz a sus primeros dos hijos, tuvo un aborto espontáneo.
Su próximo hijo nació con una lesión congénita que requirió meses de
terapia. En medio de todo esto, su suegro, que había sido un ejemplo piadoso
durante muchos años, fue infiel a su esposa, lo cual derivó en el divorcio de
sus suegros después de un matrimonio de cuarenta y tres años. Luego, su
suegra contrajo la enfermedad de Alzheimer, y Holly —ahora con cuatro
hijos pequeños todavía en casa— se convirtió en su cuidadora principal.
Y, por si eso fuera poco, un grupo influyente comenzó a causar división en
su iglesia y a atacar con críticas a su esposo Bill. Algo así es difícil de
enfrentar cuando tú eres el blanco, pero aún más cuando está dirigido a
alguien que amas.
Los domingos por la mañana, una de las tareas de Holly era atender la
mesa de bienvenida. Este servicio, que siempre había disfrutado, se volvió
incómodo durante ese periodo, cuando había conversaciones contenciosas en
22
los pasillos, en los salones de reunión de la iglesia, en las cenas y en llamadas
telefónicas. Y no ayudó en nada que la mujer dulce, que frecuentemente
compartía con Holly las tareas de hospitalidad, estuviera casada con uno de
los más acérrimos críticos de Bill.
Ahora, ponte en el lugar de Holly. Si hubieras estado frente a este conjunto
de circunstancias y tuvieras la perspectiva doctrinal que Holly había
adquirido de joven, que cree que Dios libra a los creyentes obedientes de los
desafíos o las dificultades angustiantes, ¿cuál hubiera sido tu respuesta?
¿Hubiera sido “reverente” en tu comportamiento, “con dominio propio” en tu
apariencia, “amable” en tus comentarios, como Tito 2 te insta a ser?
Como podrás ver, las creencias afectan el comportamiento. La doctrina
importa.
Toda esta experiencia forzó a Holly a examinar lo que realmente creía. La
desafió a construir un fundamento sólido en su vida mediante una mayor
profundización en la Palabra y un mayor conocimiento de Dios. El fruto de
esa resolución, que salió de un periodo difícil de su vida, ha sido
extraordinario y hermoso.
Así que, el punto de partida —el fundamento— para convertirse en una
mujer de Tito 2 es exactamente el primer llamado de Pablo a vivir “de
acuerdo con la sana doctrina”.
Desesperadas por la doctrina
La cultura en la Creta del primer siglo, donde Tito servía como pastor, era la
más alejada de lo bueno y lo piadoso. Citando a un filósofo contemporáneo
de ese tiempo, “los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones
ociosos —Pablo simplemente añadió—, este testimonio es verdadero” (Tit.
1:12-13). Describió a los no creyentes como “abominables y rebeldes,
reprobados en cuanto a toda buena obra” (v. 16).
Invariablemente la desenfrenada falsa doctrina iba de la mano con el estilo
,
de vida irreverente que prevalecía tanto en Creta:
“Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y
engañadores, mayormente los de la circuncisión, a los cuales es preciso
tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia
deshonesta lo que no conviene” (Tit. 1:10-11).
23
Esta falsa enseñanza no es de poca importancia. La palabra traducida como
“trastornan” significa “derrocar, anular, destruir”.[1] Ese es el tipo de
agitación que la doctrina malsana estaba causando en familias cristianas
enteras.
Entonces, ¿qué debían hacer esos cristianos del primer siglo a la luz de una
enseñanza malsana y vida pagana tan dominantes? ¿Y qué debemos hacer en
situaciones similares hoy día? ¿Preocuparnos y desesperarnos? ¿Maldecir las
tinieblas? ¿Darnos por vencidas y esperar que Jesús regrese?
“Pero tú —dijo Pablo al pastor Tito—, habla lo que está de acuerdo con la
sana doctrina” (2:1).
¿Es eso? ¿Enseñar al pueblo de Dios cómo vivir conforme a la verdad?
Así es. Ese es el plan de Dios: que la verdad y la luz triunfen sobre la
decepción y las tinieblas.
La cultura cretense estaba en una necesidad desesperada de creyentes e
iglesias que valoraran la doctrina correcta. Nuestra cultura tiene la misma
necesidad. Porque donde se enseña, se cree y se practica tal doctrina, se
exhibe el evangelio de Cristo; se proclama con poder y se vuelve creíble. Esa
es la razón por la cual Pablo urgía a Tito a designar ancianos y obispos en
cada iglesia para que pudieran “exhortar con sana enseñanza” (v. 9) y cuyo
ejemplo respaldara la enseñanza.
La sana doctrina es
radicalmente
transformacional.
Cuando la vivimos,
cambia todo en
nuestra vida.
La palabra griega traducida “sana” (como en “sana doctrina”) es jugiaíno.
Es un término del cual obtenemos nuestra palabra en español higiene.[2] La
sana doctrina es un medio para mantenernos sanos. Es saludable. Es dadora
de vida. Ayuda a las personas espiritualmente enfermas a sanarse en todos los
aspectos relevantes para la eternidad.
Hoy escuchamos mucho acerca de fuentes de energía limpias y decisiones
para un estilo de vida saludable. Nuestra cultura activista es rápida para
luchar contra el uso excesivo de pesticidas en la industria agrícola o en
24
vecindarios infestados de mosquitos. Y todos conocemos personas a quienes
les gusta tener a sus amigos cerca, pero su desinfectante en gel aún más cerca.
Pero muchos que parecen puntillosos a la hora de lavar sus frutas y
vegetales no son tan cuidadosos con el tipo de doctrina que ingieren. Los
contaminantes no parecen molestarles en cuanto a lo que ellos creen.
La doctrina sana y saludable es pura. Es higiénica. Es segura. Está libre del
error venenoso. Como resultado, produce creyentes sanos y saludables. Sus
vidas muestran la influencia que tiene la sana doctrina.
Pero, muy a menudo, muy poca de esa influencia se hace evidente en la
vida de aquellos que dicen llamarse cristianos.
No hace mucho me sorprendieron los resultados de una encuesta que leí. Se
les preguntó a incrédulos, en sus últimos años de adolescencia y adultos
jóvenes, si tenían un amigo personal o conocido que fuera cristiano. Del casi
85% que dijo que sí, solo el 15% indicó que veía algunas diferencias entre el
estilo de vida de sus amigos cristianos y no cristianos.
Y no solo lo notan los estudiantes y los adultos jóvenes. El problema existe
tanto entre las generaciones antiguas como en las nuevas.
No debería ser así. Los creyentes deberían ser notablemente diferentes. Los
creyentes verdaderos serán notablemente —hermosamente— diferentes.
Y la sana doctrina es la causante.
Cómo nos cambia la sana doctrina
La sana doctrina es radicalmente transformacional. Cuando la vivimos,
cambia todo en nuestra vida. Nos aconseja. Nos corrige. Es como un sistema
de dirección a bordo, que dirige y determina nuestro curso. Y, al final,
transforma la cultura a través de nosotras y a nuestro alrededor.
La enseñanza de la sana doctrina era tan fundamental en el pensamiento de
Pablo que, de hecho, incluyó esta frase nueve veces en las tres epístolas del
Nuevo Testamento, que conocemos como “epístolas pastorales” (1 y 2
Timoteo y Tito). Cinco de esas instancias están solamente en Tito.
Sana doctrina.
Importó entonces. Importa ahora. Es el objeto completo de la verdad,
revelada en las Escrituras, que enseña y define nuestra fe. Entre otras cosas
nos dice:
• quiénes somos
25
• quién es Dios
• qué significa ser cristiano
• qué es el evangelio
• quién es Jesús
• por qué vino
• por qué murió
• por qué vive otra vez
La sana doctrina nos dice que Dios es soberano sobre todo: sobre el
tiempo, sobre la naturaleza, sobre nuestra vida, sobre cada detalle minúsculo
del universo. Eso significa que, cuando todo en el mundo parece derrapar y
derrumbarse, podemos confiar que “Él tiene todo el mundo en Sus manos”.
La sana doctrina nos dice que existimos para dar la gloria a Dios y que
cada circunstancia que viene a nuestras vidas contribuye a tal fin. Si
pudiésemos tan solo fijar esa verdad en nuestros corazones, nunca
volveríamos a ver nuestras circunstancias de la misma manera.
Esa creencia —esa doctrina— ciertamente nos cambiaría.
La sana doctrina nos dice que el pecado entró al mundo y lo infectó hasta
cada partícula de polvo y el agua subterránea. Nos dice que nuestra tendencia
natural (desde Adán y Eva) es tratar de remediar la situación por nuestros
propios medios, separados de Dios, y escondernos de Él detrás de nuestras
hojas de higuera cosidas a mano con la esperanza de evitar que nos vea y
tener que rendirle cuentas. También nos dice que los conflictos en el hogar, el
trabajo, la familia y el mundo son una evidencia de lo que el pecado nos ha
hecho a nosotras y a otros.
Al saber esto, nuestra única esperanza se encuentra en volvernos a Aquel
que, aunque ciertamente tenía el derecho de desecharnos, decidió introducir
la redención y la reconciliación en nuestro mundo. A la luz de Su verdad,
vemos nuestro pecado y el pecado del mundo como realmente es, y
reconocemos nuestra absoluta dependencia de Él, que es nuestra justicia y
nuestra vida.
Eso, también, nos cambia.
La sana doctrina nos dice que nuestras opiniones personales son
intrascendentes comparadas a las de Dios, que los derechos individuales no
superan a los absolutos eternos, que la verdad no es subjetiva ni relativa, sino
constante en todas las épocas, todos los lugares y todas las personas,
26
incluidas nosotras.
Nos dice que las cosas no siempre serán así, que la meta de la vida cristiana
no es la mera supervivencia ni la coexistencia pacífica con una cultura
perdida, sino el triunfo final de Cristo sobre la cultura.
La sana doctrina nos dice que aún como creyentes podemos tener una lucha
contra el pecado que mora en nosotras, contra los apetitos carnales y contra
los deseos egoístas. Nos recuerda que si no permanecemos en Cristo y
permitimos que su Espíritu haga su obra santificadora en nosotras, podemos
hacer obras religiosas, pero no dar fruto espiritual.
Aún más, la sana doctrina nos dice que, cada vez que decimos sí a Jesús y
no a nuestra carne, y permitimos que Su amor y Su poder fluyan a través de
nosotras, nos asemejamos cada vez más al Rey, a cuyo reino celestial
representamos aquí en la tierra.
Nos dice que la cruz es el mensaje de esperanza de Dios al mundo y que las
evidencias primarias de su realidad presente son vidas en quienes Su
misericordia y Su gracia están activamente obrando.
Y todo eso, mi hermana, debería transformarnos por completo.
El regalo de la sana doctrina
Sí la sana doctrina nos cambia.
,
Es el qué, que nos guía a nuestro ahora qué.
“Que también pueda exhortar con sana enseñanza”, le dice Pablo a Tito
(1:9). Coloca un fundamento bíblico sólido y un fundamento teológico en el
corazón de tu pueblo. Ese es el qué. Es el punto de partida.
Luego, “habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (2:1), es decir,
haz una aplicación personal y práctica de la verdad. Esto es el ahora qué. Es
la aplicación práctica. La sana doctrina no es solo una colección de conceptos
teológicos abstractos. Siempre está ligada al deber. Requiere, motiva y nos
permite vivir una vida que sea agradable al Señor.
Tristemente, muchos creyentes e iglesias de hoy parecen carecer de apetito
por la sana doctrina. Vivimos en una cultura consumista. Queremos que nos
entretengan. Queremos estar cómodas. No queremos tener que pensar. Y no
queremos que la gente de afuera piense que somos intolerantes, excluyentes o
aburridas. Hemos aprendido que “la doctrina liviana” muchas veces atrae
mayores multitudes que una enseñanza y predicación doctrinalmente fuertes.
Pero el impacto del evangelio en el mundo se debilita inevitablemente
27
cuando nuestro enfoque en programas, producciones, mercadeo y relevancia
supera nuestro énfasis en la sana doctrina. Cuando eso ocurre, privamos a las
personas de aquello mismo que le da al mensaje cristiano su mayor
persuasión: el saleroso testimonio de vidas cambiadas que reflejan la belleza
de Cristo y Su verdad. Anhelar algo inferior a la sana enseñanza es transitar
por un terreno peligroso.
Pero esta tendencia no es exclusiva de nuestra era. Tampoco debería
sorprendernos. Pablo advirtió a su joven pastor amigo Timoteo acerca de lo
mismo:
Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que
teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus
propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a
las fábulas (2 Ti. 4:3-4).
Pablo fue rápido en indicar a Timoteo una solución atemporal:
Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo… que prediques la
palabra… redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina
(2 Ti. 4:1-2).
En esencia, este es el mismo mensaje que Pablo le dio a Tito al principio de
su carta, cuando detalló los requisitos específicos de los líderes de la iglesia.
Los pastores y los ancianos son responsables de dar dirección y protección
espiritual al rebaño de Dios. Un compromiso indefectible con la sana doctrina
es central para ese llamado:
Retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también
pueda exhortar con sana enseñanza [dirección] y convencer a los que
contradicen [protección] (Tit. 1:9).
Si los pastores o líderes de tu iglesia aman, viven y enseñan la sana
doctrina, has recibido un regalo enorme. Asegúrate de que sepan cuán
bendecida y agradecida estás. Si buscas una iglesia donde congregarte,
asegúrate de escoger una donde tú y tu familia encuentren una dieta constante
de sólida enseñanza bíblica que los anime a vivir las implicaciones de la sana
doctrina. Y si tu iglesia está en la búsqueda de un nuevo pastor, ora para que
Dios lleve a un hombre que “hable lo que está de acuerdo con la sana
28
doctrina” (Tit. 2:1). No tiene que ser un orador fascinante o un administrador
espléndido. No tiene que poseer un gran carisma o la habilidad de edificar
una megaiglesia, sino ser capaz de “predicar la Palabra”, para “exhortar y
reprender con toda autoridad” (v. 15).
Doble peligro
Sin sana doctrina, no tenemos anclaje ni un punto de apoyo sólido para
nuestras vidas. Si no estamos cimentadas en la sana doctrina seremos
,
fácilmente engañadas y conducidas por mal camino, susceptibles a la falsa
doctrina. No sabremos cómo discernir la verdad del error cuando escuchemos
a un predicador popular o leamos un libro de superventas, que no está
completamente en línea con las Escrituras. Sin la sana doctrina, no podemos
saber cómo vivir de la manera que agrada a Dios.
La doctrina que produce
defensores de la verdad,
que tienen justicia propia
y son críticos, contenciosos
e insensibles no es
,
verdaderamente sana;
porque la sana doctrina
no es tan solo verdadera
y correcta, sino también
hermosa y buena.
Por eso, frecuentemente, vemos a creyentes profesantes caer presa de
enseñanzas erróneas y justificar decisiones no bíblicas e inmorales, porque se
han extraviado de la sana doctrina y sus implicaciones en la vida.
Ante todo lo dicho, necesitamos reconocer que es posible sostener
tenazmente la sana doctrina de una manera fría, sin vida y carente del Espíritu
(¿tal vez, farisea?). De hecho, existen dos peligros, que igualmente se deben
evitar cuando se trata de la doctrina.
Hasta ahora, en este capítulo hemos enfatizado el primer problema: el de
una vida sin sana doctrina. Por otro lado, aquellos que valoran y promueven
la sana enseñanza bíblica pueden correr el peligro de tener una doctrina sin
vida.
29
Este fue el problema de Nicodemo cuando por primera vez se acercó a
Jesús. El líder espiritual judío era bien versado en las Escrituras del Antiguo
Testamento. Observaba sus preceptos meticulosamente. Había comprendido
la doctrina. Pero no tenía el Espíritu. No tenía vida. Y, cuando fue a hablar
con Jesús una noche, rápidamente quedó claro que Nicodemo carecía de los
principios básicos de la vida del Espíritu. Esto hizo que Jesús se asombrara y
dijera: “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?” (Jn. 3:10).
Nicodemo es un excelente ejemplo del hecho de que es posible saber lo
correcto y hacer lo correcto, y sin embargo no estar en lo correcto.
Aún más, la doctrina que produce defensores de la verdad, que tienen
justicia propia y son críticos, contenciosos e insensibles, no está de acuerdo
con el corazón y el carácter de Dios. No es verdaderamente sana; porque la
sana doctrina no es tan solo verdadera y correcta, sino también hermosa y
buena.
¿Podrían los demás ver eso cuando observan nuestra vida? Podríamos tener
las mejores respuestas a las preguntas más difíciles, pero ¿exhibimos ternura
cuando damos esas respuestas? Podríamos ser capaces de citar con “capítulo
y versículo” nuestros distintivos doctrinales, pero ¿manifestamos genuino
amor y bondad —el fruto del Espíritu— en nuestra rectitud teológica?
Podríamos ser expertas en la Palabra de Dios, pero ¿es evidente a otros que
nuestro corazón está conmovido por la maravilla de lo que conocemos?
Como Pablo le dijo a Tito, la meta es que “en todo adornemos la doctrina
de Dios nuestro Salvador” (Tit. 2:10). Cuando vivimos Su verdad en el poder
del Espíritu Santo, nuestra vida se vuelve más hermosa. Y esa verdad se
vuelve más convincente e irresistible para quienes nos rodean.
La única diferencia
Cuando Pablo insta a Tito a enseñar lo que está de acuerdo con la sana
doctrina, da a entender que ciertas maneras de vivir no están de acuerdo con
la sana doctrina. A lo largo de todo el libro de Tito, Pablo identifica maneras
en que la vida de los cristianos debería diferir radicalmente de la de los
incrédulos.[3] Veamos algunas de estas distinciones:
• Consecuencia entre creencia y comportamiento. Los incrédulos
“profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan” (1:16),
mientras que se espera que la vida de los verdaderos creyentes sea
30
consecuente con lo que dicen creer.
• Pureza. Pablo describe a los incrédulos como “abominables” y
rebeldes (1:15; 2:14), que se comportan como “malas bestias” (1:12).
En contraste, la doctrina de la santidad de Dios nos llama a ser
“irreprensibles” (1:6-7) en cada área de nuestra vida.
• Dominio propio. Los incrédulos son esclavos de “concupiscencias y
deleites diversos” (3:3) como la glotonería y la pereza (1:7, 12). Pero
los creyentes en Cristo reciben Su poder para tener dominio propio.
• Compostura. Los incrédulos son muchas veces “iracundos” y
“pendencieros” (1:7). Pero los creyentes deben ser “prudentes” y
“no… respondones” (2:5, 9), “que a nadie difamen, que no sean
pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con
todos los hombres” (3:2).
• Relaciones. Pablo describe la actitud de los incrédulos hacia otros
como estar “viviendo en malicia y envidia” (3:3), mientras que las
relaciones de los creyentes deben reflejar “la bondad de Dios nuestro
Salvador” (3:4).
• Veracidad. Pablo describe a los incrédulos como intrigantes
“mentirosos” (1:12) y “engañadores” (1:10). Sin embargo, se refirió al
creyente como aquel que tiene “un conocimiento de la verdad” (1:1) y
una devoción a Dios que “nunca miente” (1:2).
Y pudiera continuar. Pero creo que entiendes lo que quiero decir. La
distinción entre las personas cristianas y las del mundo debe ser tan clara
como el agua. No porque somos mejores personas o porque tuvimos una
mejor crianza. De hecho, inherentemente, no diferimos en nada a otras
personas. A nuestro corazón le encantaría marchar al mismo ritmo
egocéntrico que el resto del mundo.
La única diferencia —la única diferencia— es Jesús. El evangelio.
Pero qué diferencia marca. ¡Qué diferencia Él marca!
Y el medio a través del cual el Espíritu continúa aflojando nuestro aferro a
viejos patrones de comportamiento, para liberarnos de las ataduras de la
conformidad cultural y despertar nuestro corazón a la belleza de Cristo y Sus
caminos, es a través de la verdad impartida de Su Palabra.
A través de la sana doctrina.
No pienses que puedes vestirte con un mejor comportamiento o convertirte
31
en la hermosa mujer que esperas ser sin fundar tu vida sobre la verdad
bíblica. Si no estás dispuesta a comenzar allí y permanecer allí, saturándote
de las Escrituras y recibiendo la sana doctrina de creyentes maduras, tu
búsqueda de una vida piadosa y fructífera siempre será un ejercicio de
frustración.
Y si tratas de vivir sin prestar mucha atención a la sana enseñanza bíblica,
no pienses que evitarás encontrarte con la doctrina. Simplemente estás
escogiendo vivir un tipo de doctrina diferente.
Porque todas nosotras vivimos (y morimos) por la doctrina.
El evangelio de la verdad
He llegado a creer que cada falla y defecto en nuestra vida fluye de alguna
clase de deficiencia doctrinal.
O no nos han enseñado y realmente no conocemos la verdad de Dios, que
nos permite obedecerlo y deleitarnos en Él.
O (peor aún) conocemos la verdad, pero no estamos caminando de acuerdo
con lo que conocemos.
Es uno o lo otro. Porque solo la sana doctrina, aplicada constantemente,
mantendrá nuestro pensamiento y comportamiento en el camino correcto.
La sana doctrina es segura. Es higiénica. Es pura. Y es absolutamente
indispensable para un corazón sano y una vida piadosa.
Nuestro más alto
propósito es engrandecer
a Dios. Hacemos eso
cuando experimentamos,
disfrutamos y reflejamos
la hermosura de Cristo,
y la mostramos a un
mundo que está carente
de verdadera belleza.
Ahora bien, conocer y aceptar la sana doctrina bíblica no “endulza” la
guerra espiritual que enfrentamos ni nos garantiza que nunca fallaremos. Pero
cuando fallamos, nos muestra a dónde ir; nos indica el camino de regreso a la
cruz, nos llama a arrepentirnos y a entregarnos otra vez a Cristo, y nos
32
asegura Su misericordia.
Nuevamente, todo nos lleva de regreso al evangelio. Nuestro propósito en
buscar el carácter, las relaciones y el ministerio de Tito 2 no es solo para ser
mejores esposas, madres o líderes ministeriales, o para tener una mejor
reputación o poder dormir mejor por la noche. Nuestro más alto propósito es
engrandecer a Dios. Hacemos eso cuando experimentamos, disfrutamos y
reflejamos la hermosura de Cristo, y la mostramos a un mundo que está
carente de verdadera belleza.
Puede que estés preocupada —como todas deberíamos estarlo— por la
rápida desintegración moral que nos rodea. Nuestra respuesta reflexiva es
pensar que la solución se encuentra en leyes nuevas y mejores, estructuras y
sistemas nuevos o un reacondicionamiento de las escuelas y los gobiernos. Es
tentador pensar que un presidente distinto, legisladores y jueces diferentes, o
más y mejores programas sociales cambiarían las cosas.
Pero lo que Pablo plantea en Tito es que, primero y principal, necesitamos
discípulos que conozcan y vivan de acuerdo con la sana doctrina. Hombres y
mujeres que estén fundados en las Escrituras y que vivan lo que creen.
Creyentes que sean piadosos, sabios, buenos y amables, que tengan familias y
relaciones amorosas y sanas.
Nuestros mejores argumentos intelectuales en sí solos nunca persuadirán al
mundo entero sobre la existencia de Dios, la singularidad de Cristo, el
camino a la salvación y la justicia moral de una cosmovisión bíblica, y otras
cosas más. El mundo es mucho más propenso a dejarse persuadir cuando ve
el evangelio manifestado en nuestra vida y nuestras relaciones.
Como dijo Heinrich Heine, el filósofo alemán del siglo XIX: “Muéstrenme
su vida redimida y tal vez pueda creer en su Redentor”.[4]
Simplemente, no hay herramienta de evangelismo más poderosa ni medios
más eficaces de producir un cambio social o sistemático, sino cristianos que
creen y demuestran la doctrina y el evangelio de Cristo Jesús.
Cuando mujeres jóvenes
y ancianas aprenden y
viven juntas la Palabra
de Dios el resultado
,
es asombrosamente
33
bello. Sumamente
cautivante. Un reflejo
de la imagen de Cristo.
Esa proposición podría parecer ingenua y demasiado simple para muchos.
¿Qué influencia podría ejercer un puñado de seguidores de Cristo
regenerados en una isla de Creta perteneciente a ese vasto y corrupto Impero
romano? ¿Qué influencia podemos ejercer tú y yo si vivimos una vida
piadosa en nuestro mundo impío?
Tú, tu familia y tu iglesia podrían ser pequeñas islas de piedad en un vasto
mar de maldad. Pero no subestimes lo que Dios puede hacer por medio de
esos fortines de gracia y belleza para que el evangelio sea deseable para las
almas perdidas. Así se extiende el Reino de Dios.
Por lo tanto, si eres una mujer joven… ahora prepárate a aprender a buscar,
entender y atesorar la sana doctrina de la Palabra de Dios, porque sabes que
esto formará la persona que hoy eres y la que serás mañana. Asegúrate de
relacionarte con ancianas piadosas, cuyo amor por Cristo y Su Palabra
incremente tu apetito por la sana doctrina y tu entendimiento de la influencia
que tiene en cada área de tu vida.
Y para aquellas de nosotras que somos ancianas, asegúrate de nunca dejar
de lado lo esencial: la Palabra de Dios pura, sin disolución. Seamos epístolas
vivientes de la sana doctrina, tanto en el aprendizaje como en la práctica.
Suficiente hemos tenido con la atracción y la distracción del mundo. Es
tiempo de mostrarles a las generaciones siguientes la belleza de la verdad de
Dios y su suficiencia para los desafíos de nuestro tiempo. Te aseguro que,
cada vez que seas obediente a este llamado, podrás ver que Dios pinta tu vida
con colores del evangelio fuertes y vivos como jamás imaginaste.
La doctrina es el qué.
Su aplicación es el ahora qué.
Y, cuando ambos están juntos, tenemos el fundamento de la verdad firme y
nivelado sobre el cual construir nuestra vida con confianza.
Cuando mujeres jóvenes y ancianas aprenden y viven juntas la Palabra de
Dios el resultado es asombrosamente bello. Sumamente cautivante. Un
,
reflejo de la imagen de Cristo.
34
Reflexión personal
Ancianas
1. Si una mujer joven estuviese buscando una mentora sólidamente
fundada en la verdad bíblica y que refleje la belleza de la verdad,
¿pensaría en ti? ¿Por qué sí o por qué no?
2. ¿Qué pasos prácticos podrías tomar a fin de estar mejor preparada
para ser mentora de una mujer más joven? (¡Recuerda que no tienes
que ser perfecta para ser de ayuda!).
3. ¿Cómo podrías animar a una mujer más joven en tu vida a ser más
intencional en cuanto a “plantar y regar” su corazón en el suelo de la
buena doctrina?
Mujeres jóvenes
1. ¿De dónde has “adquirido” las “doctrinas” (enseñanzas) que más han
influido en tu vida? ¿De la televisión/películas, amigas, miembros de
tu familia, mentoras, libros, las Escrituras, la iglesia? ¿Son estas
fuentes sabias y piadosas? ¿Cuál es el fruto de estas enseñanzas en tu
vida?
2. ¿Qué cualidades de una mentora potencial te indicarían que tiene un
firme compromiso con la sana doctrina? ¿Cuáles podrían ser unas
posibles señales de alarma?
3. ¿Qué pasos podrías tomar para profundizar tu entendimiento de la
Palabra de Dios y saturar tu mente, tu corazón y tu vida con la sana
doctrina?
35
Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina.
Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el
amor, en la paciencia.
Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras,
no esclavas del vino, maestras del bien;
que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos,
a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos,
para que la palabra de Dios no sea blasfemada.
…para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro
Salvador.
TITO 2:1-5, 10
36
CAPÍTULO 3
No pierdas la esperanza en esta carrera de modelaje
Envejeciendo hermosamente, a cualquier edad
Una persona mayor que ha caminado por mucho tiempo en la senda de la justicia es un tesoro:
un tesoro de sabiduría, un tesoro de experiencia y un tesoro de entendimiento.
JOHN MacARTHUR
NO HACE MUCHO, UN MÉDICO AMIGO nos presentó a mi esposo y a mí un
suplemento de salud, que ha sido desarrollado para reparar, rejuvenecer y
restaurar las células del cuerpo a nivel molecular. A medida que
envejecemos, estas moléculas se desequilibran y disminuyen, y nuestro
cuerpo ya no puede funcionar a niveles óptimos.
Cuando escuchamos a nuestro amigo mientras nos explicaba el respaldo
científico del producto y sus resultados de un incremento de energía, fuerza y
salud, nos miramos el uno al otro y pensamos: ¿Cómo podemos obtenerlo?
¿Cuándo podemos comenzar?
Como sabrás, nadie nos tuvo que decir que esas células de nuestro cuerpo
están envejeciendo. Lo sabemos. Lo sentimos. Tú también lo sabes. ¿Y a
quién no le encantaría retrasar ese proceso?
Robert y yo no estamos buscando algo que nos devuelva el cuerpo que
teníamos a los veinticinco años, pero nos gustaría tener la fuerza física para
amar y servir al Señor, el uno al otro y a los demás mientras Él nos dé aliento.
Aún más importante, queremos conservar la vitalidad espiritual —florecer y
dar fruto— a medida que envejecemos.
Y todas estamos envejeciendo: cada una de nosotras. Aunque tengamos
veinte, cuarenta u ochenta años de edad, los años siguen pasando a una
velocidad que parece estar en continuo incremento. Ninguna de nosotras será
más joven de lo que somos ahora. Sin embargo, esta realidad, por inevitable
que sea, todavía logra sorprendernos.
En realidad, el proceso
de envejecimiento puede
ser una oportunidad de
37
madurar y —desde una
perspectiva eterna—
ser cada vez más
hermosas no menos.
,
Pocas de nosotras estamos dispuestas a ver las características, que alguna
vez notamos en nuestros padres o abuelos, aparecer ahora sobre la piel de
nuestras manos, en la forma de nuestro cuerpo, en el color gris de nuestro
cabello. ¿Cuándo ocurrió esto? ¿Estuvo esa mancha oscura siempre allí? ¿Ya
no puedo leer sin estos lentes? (Si esta todavía no ha sido tu experiencia,
créeme, lo será, ¡y más pronto de lo que imaginas!). ¡Qué rápido —nos
dijeron— pasarían los años!
Cuánta razón tenían.
Pero en nuestro descorazonamiento ante los efectos inexorables de la vida
sobre nuestras raíces, nuestros reflejos y nuestra memoria, no perdamos de
vista el hecho de que la Biblia no considera el envejecimiento como algo
malo. De hecho, da honor a aquellos que han cosechado sabiduría con el paso
de los años.
Por eso me encanta ver personas de un amplio rango de edad participar de
la adoración corporativa y el ministerio de la iglesia local o pasar tiempo
juntas durante una comida con la comunidad de la iglesia. Estamos seguros
de que la iglesia se ve disminuida cuando es demasiado homogénea,
especialmente cuando se deja de lado a las personas más ancianas (o jóvenes)
o simplemente no se las busca integrar como parte de la combinación
demográfica homogénea ideal de una iglesia en particular.
El Señor dijo a los israelitas desde tiempos antiguos: “Delante de las canas
te levantarás, y honrarás el rostro del anciano” (Lv. 19:32). Se decía que los
patriarcas del Antiguo Testamento estaban “llenos de años”, “llenos de días”
(Gn. 25:8; 35:29). Y muchos héroes de la fe de las Escrituras florecieron a
partir de la mitad y la última parte de sus vidas. Job mismo señaló:
En los ancianos está la ciencia,
y en la larga edad la inteligencia (Job 12:12).
Incluso la estructura de Tito 2 implica una deferencia hacia los creyentes
ancianos. Pablo habló primero a los ancianos, luego a las ancianas y después
38
dio instrucciones a las mujeres y hombres jóvenes.
En general, la cultura occidental ya no piensa de esta manera. Tendemos a
devaluar a las personas cuando envejecen, de la misma manera que tendemos
a depreciar nuestro propio valor a medida que envejecemos, y nos sentimos
infelices con nuestra apariencia, nuestro ritmo más lento y el esfuerzo
requerido para estar más ágiles y en forma. Pero, en realidad, el proceso de
envejecimiento puede ser una oportunidad de madurar y —desde una
perspectiva eterna— ser cada vez más hermosas, no menos. Puede
conducirnos a una mayor productividad y a un vital cambio de rol dentro del
cuerpo de Cristo, que contribuya a la extensión del reino incluso mientras
envejecemos.
Por favor, escúchame. No estoy sugiriendo que sea necesariamente
pecaminoso desilusionarse por los cambios poco atractivos que vemos en el
espejo o tener añoranza por nuestros años más jóvenes y el deseo fugaz de
recuperarlos.
Lo que estoy diciendo es que nuestra experiencia común al envejecer,
como cualquier otra experiencia en la vida, debería definirse por un
paradigma bíblico más que por la perspectiva promovida por el mundo. En
lugar de fijar nuestras expectativas en lo que vemos en los comerciales o
escuchamos en una conversación, o incluso leemos en investigaciones
publicadas en revistas científicas y médicas, estamos llamadas a enmarcar
nuestro presente y nuestro futuro en torno al modelo atemporal para el
envejecimiento que encontramos en las Escrituras.
Sí, estamos envejeciendo, ya sea que “anciana” para ti signifique tener
treinta y cinco, sesenta y cinco o noventa y cinco años.
Y, sí, cada una de estas edades trae nuevos desafíos, algunos más difíciles
que otros.
Pero aun cuando te encuentres en la categoría bíblica de “ancianas” (en
algún punto más allá de los años de crianza de los hijos, tal vez mucho más
allá), tus mejores días como una modelo de piedad vital y dinámica todavía
pueden estar por delante. Cada día de vida que Dios te da es una oportunidad
de seguir creciendo en el carácter de Cristo y de reconocer en estas nuevas
líneas de expresión y arrugas los ingredientes de una mujer de Tito 2.
Para mujeres que maduran a cualquier edad
Ya te he presentado a mi amiga, la ya fallecida Vonette Bright. Conocí a
39
Vonette cuando yo era pequeña. En numerosas ocasiones, tuve el privilegio
de viajar y ministrar con esta brillante mujer, la cofundadora (con su marido,
el Dr. Bill Bright) de la Cruzada Estudiantil para Cristo (ahora llamada, Cru).
Para mí, fue una de esas personas que lograron captar mucho de lo bello de
una mujer piadosa —llena de la Palabra, llena de fe, llena de vitalidad
espiritual— hasta los últimos días de su vida.
A los ochenta años, incluso mucho después de haber enviudado, esta
increíble mujer seguía viajando por todo el mundo, sirviendo al Señor y a los
demás con vigor y gozo. Su pastor me dijo que, ocupada como estaba, se
ofreció a organizar una reunión semanal de grupos pequeños en su hogar.
Ella se negó a amoldarse y vivir para sí misma.
A finales de sus setenta años, Vonette incluso tomó un curso en línea para
convertirse en un miembro de pleno derecho de la Asociación de
Motociclistas Cristianos —¡pasó la prueba en línea y luego fue a dar un
paseo!—, porque amaba lo que estaban haciendo para difundir el evangelio y
quería animarlos. Uno de los momentos más emotivos del día de su funeral
fue observar a una escolta de una docena de motoristas que conducían la
caravana de la familia, amigos cercanos y el coche fúnebre que llevaba su
ataúd. ¡Qué espectáculo! Los hombres en Harleys, honraban el recuerdo de
una mujer de ochenta y nueve años que amaba a Jesús y tuvo amor por ellos.
Lo que pasó en el ministerio público de Vonette fue igualmente evidente en
su conducta y estilo de vida privados. Era una mujer de Tito 2 en todos los
aspectos de su vida. Y se notaba.
Cuando ves a una anciana
que es sabia, encantadora,
agradecida, amable y llena
del Espíritu de Dios, estás
viendo un carácter que
seguramente se ha formado
a lo largo de muchos años.
Vonette y yo hablamos frecuentemente durante los meses finales de su vida
y, en ocasiones, de manera extensa. Me infundió gran esperanza ser testigo
del espíritu aún lleno de vida y el crecimiento y la devoción interminables de
esta mujer tres décadas mayor que yo, y darme cuenta de que “¡Sí, se
40
puede!”. Ella era una prueba viviente de lo que la gracia de Dios puede
producir en nosotras —en mí— mientras corremos la carrera que Él nos ha
puesto por delante.
Pero esto es lo que debemos recordar: las Vonette Brights no se forman de
la noche a la mañana. Las mujeres no se despiertan a los ochenta y nueve
años y, de repente, se encuentran espiritualmente fructíferas y florecientes.
No es algo para empezar a considerar después de la menopausia.
El reto para las ancianas es seguir considerándose espiritualmente vitales y
relevantes. A medida que sus problemas de salud aumentaban y el cuerpo de
Vonette se debilitaba, lamentaba no poder hacer más para el Señor y por
otros y anhelaba poder ir a su hogar celestial. Ella necesitaba que se le
recordara que no había dejado de ser útil y que su llamado no había
caducado.
Las mujeres más jóvenes también enfrentan un reto: hacer buen uso de esos
años cuando la fuerza física, la belleza y la energía son más naturales, y
prepararse para cuando llegue el día en que no puedan abotonarse la ropa con
la misma facilidad y sus articulaciones comiencen a ponerse rígidas... para
que puedan seguir con su carrera de ser ejemplos.
Convertirme en una “anciana piadosa” ha sido una de mis metas en la vida
desde que tengo memoria. Sé que puede sonar un poco extraño. Pero incluso
cuando era una joven adolescente comencé a darme cuenta de que las
decisiones que estaba tomando en ese entonces contribuirían a mi vida como
estudiante universitaria, como joven adulta, como mujer de mediana edad y,
al final, como la ancianita que algún día vivirá en mi domicilio particular.
Sabía entonces, y sé ahora, que no hay atajos para adquirir las cualidades de
una anciana piadosa. Deben cultivarse y sazonarse con el tiempo para que
adquieran sabor y alcancen su punto justo.
Requieren una vida. Requieren experiencia.
Requieren errores, confesión y arrepentimiento.
Requieren intencionalidad y sacrificio.
Requieren toda una vida de práctica.
No estoy tratando de poner la presión de toda tu vida encima de tus planes
sociales para este fin de semana. Tampoco estoy diciendo que Dios no puede
hacer nada contigo si no eres espiritualmente intencional desde una edad
temprana. Pero cuando ves en la iglesia a una anciana que es sabia,
encantadora, agradecida, amable y llena del Espíritu de Dios —una modelo
41
en todos los sentidos— estás viendo un carácter que seguramente se ha
formado a lo largo de muchos años. Y cuando observas a esas ancianas que
parecen quejumbrosas, intolerantes, mezquinas o amargadas, casi con toda
seguridad llegaron a ser así en el transcurso de las décadas.
Esta es la verdad: las ancianas piadosas más maravillosas que conoces
probablemente también tomaron en serio ser mujeres jóvenes piadosas.
Así que el mensaje de Tito 2 es para todas nosotras, ancianas y jóvenes. Y,
a medida que profundicemos en sus tesoros, veremos cómo las ancianas de la
iglesia florecen cuando permanecen junto a mujeres más jóvenes, y cómo las
jóvenes pueden encontrar una perspectiva inspiradora de su carácter y
utilidad perennes en la vida y en el rostro de sus hermanas espirituales
mayores.
Eso no quiere decir que no haya diferencias entre las diversas etapas de la
vida. Cada una tiene desafíos y experiencias que hacen que las palabras de
Pablo tengan validez para cada grupo. Y, aun así, todas podemos
beneficiarnos de leer y practicar todo lo que él escribió.
Incluso, por curioso que parezca, sus recomendaciones iniciales a los
ancianos.
Madurez total
Al dar el primer vistazo al versículo 3 de Tito 2, donde empiezan las
instrucciones de Pablo a las ancianas, casi de inmediato notarás una palabra
que nos hace detener antes de proseguir.
“Las ancianas —comienza el versículo— asimismo…”. ¿Asimismo?
Esta palabra me lleva a creer que lo que Pablo les escribió a los ancianos
también tenía la intención de aplicarse al carácter de las ancianas. De modo
que debemos retroceder al versículo 2 para ver qué tipo de cualidades están
de acuerdo con la sana doctrina, tanto para hombres como para mujeres:
Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el
amor, en la paciencia (Tit. 2:2).
Estas no son cualidades que podríamos escoger y servirnos como en un
restaurante autoservicio. No. Estas son la marca registrada de todos los
creyentes espiritualmente maduros. Ninguna de ellas es opcional si queremos
convertirnos en modelos de Tito 2. Así que tomemos un tiempo breve para
42
analizarlas.
“Sobrias”
La aplicación más literal que nos viene a la mente cuando escuchamos este
término es estar libre de la influencia embriagante del alcohol. Pero ser
sobrias en un sentido bíblico tiene connotaciones más amplias. Implica no
embriagarse con ninguno de los varios excesos que tenemos disponibles en el
mundo.
Podría ser un apetito glotón por la comida cuando medicamos nuestras
emociones con bocados irreflexivos de nuestros refrigerios favoritos y no
podemos esperar para salir a cenar y darle gusto a nuestro antojo.
Podría ser una fiebre por gastar dinero, aunque lo justifiques como el
derecho de abuela de consentir a tus nietos con juguetes y regalos.
Podría ser el hábito de explorar la Internet negligentemente o de no
perderte la serie de televisión más reciente.
Desde la distancia, podemos ver fácilmente este tipo de actividades (y
otras) como algo extravagantes, derrochadoras, egocéntricas y vanas. Sin
embargo, en un momento tentador, bajo circunstancias que se prestan a
buscar una vía de escape o alivio emocional, cualquiera de nosotras puede
caer en la indulgencia excesiva y el exceso, al ocuparnos en buscar cosas
vanas y efímeras que nunca nos saciarán lo suficiente y que siempre nos
llevarán a buscar más.
Una mujer sobria, por el contrario, ha aprendido la diferencia que satisface
el alma entre los placeres temporales y los placeres eternos. Ella reconoce
que nunca será totalmente inmune al clamor exigente de las necesidades
insatisfechas y a la atracción por los apetitos carnales, ya sean en la forma de
compras extravagantes o juegos de computadora altamente adictivos. Pero la
madurez le ha enseñado lo que realmente importa en la vida.
Y así, a través de un patrón de práctica de la obediencia y entrega al
Espíritu, ella ha experimentado la libertad de decir “no” a las indulgencias
que al final pueden dejarla vencida, desanimada y desmoralizada. Y las
mujeres jóvenes que ansían este tipo de discernimiento y fuerza para sí
mismas encontrarán en ella un ejemplo de templanza y moderación —su
sobriedad— atractivo y digno de imitar.
“Serias”
43
La NVI traduce este término como “respetables”. Es la cualidad de ser
honorable, reverente y debidamente solemne en la vida.
Nuestra vida incluye una abundancia de oportunidades adecuadas para la
diversión y la risa, momentos que se prestan para la alegría. Pero no todos los
momentos son así. De hecho, yo diría que la mayoría de ellos no lo son. La
vida debe tomarse en serio; no con pesimismo, ni con tristeza, no carente de
gozo y algarabía, pero tampoco con ligereza y descuido.
Por eso, Pablo instó a los creyentes a que “andemos como de día,
honestamente” (Ro. 13:13), “redimiendo el tiempo” (Col. 4:5). Somos
llamadas a vivir de una manera digna de los que pertenecen a Dios, que es “el
Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo” (Is.
57:15).
Uno de los beneficios de
envejecer es tener una
conciencia creciente de
la eternidad la cual
,
debería darle color a todo
lo que tiene que ver con
nuestra vida diaria.
Uno de los beneficios de envejecer es (o debería ser) tener una conciencia
creciente de la eternidad, la cual debería darle color a todo lo que tiene que
ver con nuestra vida diaria. Las cosas se ven diferentes cuando adoptamos
esta visión a largo plazo. Tenemos más motivos para estar menos agitadas,
menos apresuradas, menos dramáticas, menos inclinadas a llamar a toda una
emergencia. Podemos estar más en paz y en calma, poder determinar mejor
cómo manejar cualquier tipo de dilema, dinámica o desacuerdo que se
presente. El cielo está cada vez más cercano, lo cual nos permite andar
tranquilamente con confianza y gracia y caminar en reverencia ante Aquel en
cuya presencia vivimos. Y lejos de volvernos taciturnas o mojigatas, esta
manera de pensar y vivir nos lleva a disfrutar del más alto y puro gozo.
Las ancianas están en la mejor posición de modelar este tipo de dignidad y
postura a las mujeres jóvenes, que regularmente se encuentran ante
situaciones que parecen demasiado difíciles de manejar y que necesitan la
influencia tranquilizadora de la sabiduría y la madurez.
44
La seriedad es algo hermoso de contemplar.
“Prudentes”
Dedicaremos un capítulo a este asunto más adelante, ya que Pablo regresa a
él en varias ocasiones. Pero echemos un vistazo breve a esta importante
palabra.
“Prudente” viene de la palabra griega sófron, la cual deriva de dos
palabras, una significa “salvo” o “sano”, y la otra significa “mente”. Ser
prudente es actuar con una “mente salva” o una mente sana: vivir con una
mente sensata.
Curiosamente, la última parte de la palabra —fron— está relacionada con
la palabra del griego moderno que se usa para frenos de un automóvil. Una
persona prudente sabe cuándo detenerse, cuándo decir que no. Sabe cómo
frenar sus deseos e impulsos. Sabe dominarse bajo el control del Espíritu
Santo. Se gobierna a sí misma y disciplina su mente, sus pasiones, sus deseos,
su comportamiento.
No existen atajos para adquirir esta característica. Cada una de nosotras
sabe, por dura experiencia, cuán obstinada y resistente puede ser nuestra
voluntad humana. Naturalmente nos resistimos no solo a los intentos de otros
,
de manejarnos y dirigirnos, sino también a nuestros propios esfuerzos. Por
eso, las mujeres jóvenes necesitan modelos mayores que hayan enfrentado el
reto de ejercer “sófron”, pero que también pueden mostrar en su propia vida
cómo es esta cualidad y cómo se cultiva.
“Sanas en la fe”
Pablo termina esta lista de cualidades en el versículo 2 con tres
características que demuestran el fruto de la sana doctrina en el carácter de
los creyentes mayores: sanos en la fe… sanos en el amor… sanos en la
paciencia.
La palabra traducida como “sanos” implica salud y salubridad, lo cual lo
hace aún más alentador cuando se dirige a creyentes en sus últimos años,
cuando los problemas de salud tienden a empeorar. Incluso cuando el cuerpo
comienza a ponerse lento, a crujir y a perder vigor en varias partes, en nuestra
vida espiritual deberíamos estar en mejor forma que nunca.
“Sanas en la fe” significa, literalmente, sanas en la fe: cimentadas en la
verdad de la Palabra de Dios. Y capaces de afirmar, a partir de la experiencia,
45
la confiabilidad de las promesas de Dios.
Pienso en Josué que, parado delante del pueblo de Israel cerca del final de
su vida, declaró: “Y he aquí que yo estoy para entrar hoy por el camino de
toda la tierra; reconoced, pues, con todo vuestro corazón y con toda vuestra
alma, que no ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que Jehová
vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado
ninguna de ellas” (Jos. 23:14).
Estas no son las palabras de un hombre cuya fe era meramente intelectual.
Estas revelan una fe madura, una fe que ha sido puesta a prueba y
comprobada, una confianza firme en Dios y Su Palabra. Aun en la vejez —de
hecho, por su vejez— Josué pudo declarar su fe con confianza. En su
trayectoria de muchos años y en innumerables situaciones desesperantes, no
se limitó a hablar de algo que había oído, sino a dar testimonio de algo que
conocía por experiencia propia.
Ser sana en la fe depende
de la confiabilidad de
Aquel en quien has puesto
tu fe, no de tu trayectoria
perfecta de caminar en fe.
¡Cuán inspirador puede ser ese testimonio para aquellas que aún están
corriendo las primeras vueltas de su carrera!
Y aun así, puedes ser una anciana que no se siente “sana en la fe”. Quizás
no te sientas calificada para inspirar a la generación que viene detrás de ti. La
realidad es que todavía estamos aprendiendo. Todavía estamos creciendo.
Todavía necesitamos gracia diaria. Ser sanas en la fe no es la cima de una
montaña una meta a alcanzar. Es un camino. Y cada una de nosotras
,
cometemos errores en nuestro camino.
Te prometo que lo que has deducido de la naturaleza y los caminos de Dios
a lo largo de tu vida, por muy incapaz que te sientas, vale la pena transmitirlo
a otras que vienen detrás de ti. Dondequiera que hayas visto a Dios demostrar
que es fiel, dondequiera que Su Palabra te haya sostenido en tu debilidad y te
haya dado la dirección que necesitabas, y sí, dondequiera que hayas
experimentado las consecuencias de equivocarte y no caminar de acuerdo
con Su Palabra, allí tienes una historia que contar.
46
Ser sana en la fe depende de la confiabilidad de Aquel en quien has puesto
tu fe, no de tu trayectoria perfecta de caminar en fe.
“Sanas… en el amor”
Si bien la doctrina bíblica es crucial, también puede ser compleja o incluso
abrumadora. Y, en el proceso de tratar de entender todo en nuestra mente,
podemos olvidarnos de lo más importante.
El fundamento del amor cristiano.
El avance de la edad en la vida del creyente debe caracterizarse por una
capacidad de amar cada vez mayor. Amor genuino. Amor sacrificial. Amor
paciente. El tipo de amor de Dios.
He asistido a muchos funerales de personas que eran muy conocidas por
sus logros profesionales o por su valiente postura en cuestiones morales o su
notable ministerio público. Y siempre me conmueve escuchar que se recuerda
más a estos “grandes” por sus demostraciones personales de amor y
preocupación por otros, a menudo inadvertidas.
Esta cualidad puede mostrarse de innumerables maneras, pero en ninguna
otra parte se irradia más bellamente que a través de la vida de una persona, o
adorna más claramente la doctrina de Dios que cuando se expresa a través del
perdón genuino.
¿Cuántas familias y relaciones familiares una vez íntimas se destruyeron a
través de años de enojo, amargura, silencio sepulcral y malentendidos jamás
aclarados? Una colega estaba experimentando esto cuando me escribió y
pidió que orara por su madre, que tenía cáncer terminal:
Mientras sigo esperando que Dios haga un milagro en su cuerpo físico,
mi principal oración es que Él obre en su corazón y que ella perdone a la
hermana de mi padre, que los ha herido profundamente, tanto a ella
como a mi padre. Ella sabe que necesita perdonarla, pero siente que no
lo puede hacer.
¡Oh, cuántas cicatrices pueden dejar la traición y la confianza quebrantada!
Pero el amor puede ayudar a sanar esas heridas, incluso años después de
haberlas experimentado. El perdón en el corazón de una persona mayor es
uno de los ejemplos más inspiradores de todos. Una persona que está sana en
amor estará familiarizada con las expresiones: “Te perdono” o “Me
equivoqué, ¿me perdonas?”.
47
El perdón es solo un ejemplo del tipo de amor que Pablo nos llama a
modelar a medida que envejecemos. Aquí hay algunas buenas preguntas que
podemos hacernos periódicamente:
• ¿Está mi amor creciendo, abundando “más y más” (Fil. 1:9)?
• ¿Estoy más concentrada en las necesidades de los demás que en mis
propias necesidades?
• ¿Es mi amor más profundo, rico, saludable de lo que era años atrás,
una década atrás?
“Sanas… en la paciencia”
Dos creyentes ancianas y piadosas me contaron recientemente que están
pasando las circunstancias más difíciles que les ha tocado enfrentar. He
estado reflexionando sobre sus palabras y recordé esta solemne observación
bíblica:
Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son
ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo (Sal. 90:10).
Esa no es la opinión cínica de un pesimista deprimido; es simplemente la
verdad. La vida en este mundo caído es difícil, y a menudo se vuelve más
difícil a medida que envejecemos. No importa las adversidades que ya
hayamos encontrado, lo peor (en esta vida) puede estar aún por delante.
Como ancianas, lo sabemos. Nuestra propia experiencia lo confirma, como
también el testimonio de otras personas que conocemos. Entonces, ¿qué tipo
de mujeres queremos ser por el resto de nuestra vida cuando reconocemos
que la adversidad es inevitable y que la vida puede ser aún más difícil?
Si queremos proyectar nuestro futuro conforme a la Palabra, entonces
sabemos cuál debería ser nuestra respuesta: ser sanas (saludables y fuertes) en
la “paciencia”.
Esta palabra griega es una combinación de dos palabras más cortas, que
podrían traducirse literalmente “permanecer bajo”. La idea es la de soportar
una carga pesada: no desplomarse bajo la presión, no ser aplastados por ella,
sino resistir el peso. Y no solo sobrevivir, sino también enfrentar las
circunstancias de la vida de manera triunfal y permitir que Dios las use para
moldearnos y formarnos, y soportarla de una manera que glorifique al Dios
en quien confiamos.
48
Me encanta la manera en que una de mis heroínas de la fe, la Dra. Helen
Roseveare, lo presenta. En su elocuente acento británico, explicó por qué ella
prefería la palabra perseverancia en lugar de resistencia: “La palabra
resistencia tiene una especie de connotación de apretar los dientes, hacer
fuerza, sobrevivir de alguna manera. La palabra perseverancia se refiere a
permanecer firme, no darse por vencido, no importa lo que venga”.[1]
Este tipo de carácter se encuentra en aquellos que reconocen y se someten a
la providencia de Dios. Incluso ven sus pruebas como provenientes de Su
mano, lo cual les permite seguir adelante con valentía y fe.
Ese es el tipo de mujer que quiero ser.
Las personas que están sufriendo y aquellas que enfrentan dificultades
necesitan modelos como estos. Mujeres jóvenes, que todavía tienen su vida
por delante, necesitan modelos como estos.
Modelos de seriedad. De dignidad. De autocontrol. De fe, amor y
paciencia.
Y sí, tú puedes serlo. Deberías serlo. Según la Biblia, Dios espera que tú lo
seas. Y que yo lo sea.
Cuanto más envejecemos, más debemos permitir que Dios nos moldee, nos
forme, nos embellezca y nos perfeccione, que exfolie la piel muerta y seca de
la impureza y el egocentrismo y que irradie a través de nosotras el brillo de
Su obra.
Sigue brillando
Todos estamos incluidos en el patrón de vida cristiana que encontramos en
Tito 2. Ancianos. Ancianas. Hombres jóvenes. Mujeres jóvenes. Cada uno
tiene un papel que desempeñar en adornar la doctrina de Dios.
Independientemente de si eres una joven que envejece o no tan joven que
envejece, puedes ser un modelo dinámico, próspero y fructífero mientras
Dios te da aliento; siempre y cuando permanezcas sana y constante en tu
caminar con Dios a medida que pasan los años. Esa es la expectativa:
madurez cronológica acompañada de crecimiento espiritual continuo y salud
espiritual en aumento. Esa es la misma visión presentada por uno de mis
versículos favoritos de las Escrituras, uno que frecuentemente incluyo en mis
felicitaciones de cumpleaños:
Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en
49
aumento hasta que el día es perfecto (Pr. 4:18).
No estás condenada a llegar a tu punto más alto y luego iniciar el camino
de descenso cuando llegues a los cincuenta, sesenta, ochenta años o más. Esa
es la perspectiva del mundo sobre el envejecimiento, no la de Dios. A medida
que envejecemos, nuestro cuerpo físico y nuestra mente se puede deteriorar,
pero nuestro espíritu interno (Cristo en nosotros) puede brillar más y más
hasta que el día sea perfecto: el día cuando entremos a la luz eterna de Su
presencia, sin sombras, cuando “transformará el cuerpo de la humillación
nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Fil. 3:21).
Un comentarista dijo: “La vejez despoja al cuerpo de su glamur para
enfatizar la belleza del alma”.[2] Es verdad. Cuando somos jóvenes, podemos
disimular algunos de esos molestos defectos de carácter con el brillo natural
de nuestra energía, buena apariencia y personalidad. Pero, cuando
envejecemos, nuestro brillo físico comienza a atenuarse. Y esos mismos
defectos de carácter, si no los hemos tratado ni santificado, solo serán más
pronunciados y visibles.
Pero si perseveramos en la instrucción de Tito 2 de adornar el evangelio,
nos volveremos más y más como los “justos” descritos en el Salmo 92:
El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano…
Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes,
para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto… (Sal. 92:12, 14-15).
¿No te encanta? Es una descripción inspiradora de creyentes que florecen,
maduran y dan fruto: renovados internamente día a día, para proclamar la
belleza de Cristo.
Anciana, no escuches lo que tus pies y tu cansancio te están diciendo.
Escucha lo que tu fe en Dios y Su Palabra te están diciendo. Estás destinada a
ser un modelo, a vivir una vida digna de respeto que vale la pena imitar. A
convertirte en una persona de quien se diga: “Así quiero ser cuando tenga su
edad”. A ser ejemplo del corazón y el carácter de Cristo.
Y mujer joven, ya sea que tengas dieciséis o veintiséis años, o lo que “más
joven” signifique en tu caso, la anciana piadosa en la cual espero que quieras
convertirte no está tan lejos de la mujer joven que eres hoy. Comienza hoy a
cooperar con el Espíritu Santo para cultivar esas cualidades en tu vida.
50
Sea cual sea tu edad, recuerda que todas somos modelos aspirantes, que
siguen a Cristo y hacen que otras anhelen conocerlo y seguirlo. Mujeres, de
todas las edades, adornadas —hermoseadas— por el Cristo que mora en ellas.
Y mujeres cuyas vidas adornan la doctrina que dicen creer, al hacer lo que ya
es bello aún más atractivo para todos a su alrededor.
Reflexión personal
Ancianas
1. Vonette Bright se negó a amoldarse y vivir su vida para sí misma.
Ella continuó creciendo, sirviendo y animando a otros hasta que pasó
a la eternidad. ¿Cómo te inspira su vida a ser un modelo de Tito 2
hasta que el Señor te llame a su presencia?
2. A medida que envejecemos, muchas mujeres tienen una “consciencia
creciente” de la eternidad. ¿Es esto así en ti? ¿Cómo te anima
Colosenses 4:5-6 en esta área?
3. ¿Qué puedes hacer para incluir a más mujeres jóvenes de tu iglesia,
que tienen un corazón sediento, en tus tiempos de adoración,
comunión y ministerio?
Mujeres jóvenes
1. ¿Alguna vez has visto una anciana con una belleza que la rejuvenece?
Describe lo que ves en ella.
2. ¿Cómo podrían las decisiones que estás tomando hoy afectar a la
anciana que algún día serás? Si puedes, haz una lista de ejemplos específicos.
3. ¿Qué puedes hacer para incluir más ancianas sabias de tu iglesia en
tus tiempos de adoración, comunión y ministerio?
51
Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina.
Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor,
en la paciencia.
Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no
esclavas del vino, maestras del bien;
que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos,
a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos,
para que la palabra de Dios no sea blasfemada
…para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro
Salvador.
TITO 2:1-5, 10
52
CAPÍTULO 4
Crece y discipula a otras
Enseñando y aprendiendo: De una vida a otra
Este es el reto para toda madre espiritual: ¿Permitirás que Dios te use para ayudar a otras
mujeres a aprender de tu conocimiento y tu experiencia, tus errores y tus victorias?
CATHE LAURIE
EL PASTOR TOM NELSON CUENTA LA HISTORIA de una mujer de su congregación
en Denton, Texas. Joy Brown,[1] que en ese entonces ya tenía setenta años
era conocida como una mujer piadosa, cuya vida manifestaba varias de las
características que vimos en el capítulo anterior. Había recibido a Cristo a
una edad temprana y había escuchado personalmente a varios de los más
grandes predicadores del siglo XX. Además, había sido una apasionada
estudiante de la Palabra de Dios por años y, a través de su influencia
santificadora había crecido hasta convertirse en una verdadera amante de
,
Dios, así como también en una esposa, madre y amiga leal.
—Pero Joy —le preguntó el pastor un día—, ¿estás haciendo discípulos?
—¿Yo? —respondió ella—. No sé si estoy preparada.
Al oír esto, podríamos preguntarnos: Señora, si usted no está preparada,
¿entonces quién? ¿Pero a cuántas de nosotras, cualquiera que sea nuestra
edad o experiencia, nos podrían preguntar lo mismo y podríamos sentir lo
mismo?
—¿Yo? No sé si estoy preparada.
No mucho tiempo después de escuchar esta respuesta, el pastor Nelson
llamó aparte a la directora del ministerio para mujeres de la iglesia y le dijo:
“No quiero que Joy Brown se matricule en más estudios bíblicos. Ella ya
sabe más que nadie”. El pastor quería que esa enorme riqueza de
conocimiento, experiencia y perseverancia se transmitiera a una generación
más joven que podía beneficiarse de lo que una mujer como Joy podía
enseñarle.
—Prepárate —le dijo a Joy—. Estás a punto de entrar en el ministerio.
Él le asignó la tarea de enseñar a un grupo pequeño de adolescentes. Estaba
muerta de miedo. ¿Qué querrían aprender esas jóvenes de una anciana como
53
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  • 1.
  • 2. Contenido Cubierta Portada Dedicatoria Elogios Cita 1. Una mujer adornada y que adorna pag. 3 PARTE UNO. Una mujer bajo Dios 2. La doctrina, tú y Tito 2 pag. 20 3. No pierdas la esperanza en esta carrera de modelaje Envejeciendo hermosamente, a cualquier edad pag. 37 4. Crece y discipula a otras Enseñando y aprendiendo: De una vida a otra pag. 53 5. Un avivamiento de reverencia pag. 72 PARTE DOS. Una mujer bajo control 6. No me digas pag. 88 7. En libertad pag. 108 8. Un estado mental “sófron” pag. 132 9. Apasionadas por la pureza pag. 153 PARTE TRES. Una mujer bajo su techo 10. Una probadita del cielo pag. 173 11. Necesito ayuda para amar a ese hombre pag. 197 12. Una bendición inesperada pag. 220 13. Dadoras de vida en entrenamiento pag. 242 14. Instrumentos de gracia pag. 263 Epílogo. Una mujer rebosante de alegría pag. 282 Notas Un sincero agradecimiento Créditos Libros de Nancy DeMoss publicados por Portavoz Editorial Portavoz 1
  • 3. Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. …para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador. TITO 2:1-5, 10 2
  • 4. CAPÍTULO 1 Una mujer adornada y que adorna Secretos de belleza de Tito 2 Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. APOCALIPSIS 19:7-8 NO HABÍA DORMIDO BIEN AQUELLA NOCHE, pero eso no me importó. Yo sabía que ese día —sábado 14 de noviembre de 2015— sería un día que nunca olvidaría. A los cincuenta y siete años de edad, estaba a punto de convertirme en esposa por primera vez. Ese día diría “acepto” delante de Dios y de algunos cientos de testigos, y me convertiría en la señora de Wolgemuth. Era un día que había anticipado con entusiasmo y para el que me había preparado con ahínco durante meses. La alarma de mi teléfono me despertó a las 5:15 de la mañana. Una hora después, una dulce joven amiga y su esposo tocaron a la puerta de mi habitación del hotel. En medio de la naciente quietud del amanecer, manejamos durante veinte minutos por la zona oeste de los suburbios de Chicago y finalmente nos estacionamos en un parqueo vacío de una iglesia de Wheaton Illinois. , Dentro de la iglesia, nos guiaron hacia un cuarto escasamente amueblado donde en pocas horas tendría lugar una transformación. Me puse una bata y me senté, mientras primero un estilista de cabello y luego un artista de maquillaje calladamente se ponían manos a la obra. Habíamos hecho varias pruebas, así que ya sabían qué hacer. Mi vestido de novia, comprado meses antes, meticulosamente arreglado y cuidadosamente limpiado al vapor por una amiga la noche anterior, colgaba a un lado, listo para que lo vistiera. Un elegante brazalete y aritos de “diamante” yacían sobre la mesa junto a unos relucientes zapatos plateados, que otra amiga había llevado a la tienda de zapatos apenas abrió para que los ensancharan. (¡Eran completamente nuevos y me estaban matando!). Todo estaba listo para completar el conjunto. 3
  • 5. ¿Por qué me estaba esforzando tanto? ¿Por qué me estaba arreglando más que otras veces en mi vida? ¿Por qué había sido meticulosa en un sinfín de detalles que acapararon mi vida por tantos meses? ¿Por qué recluté y agradecidamente acepté la ayuda de tantas amigas que tenían muchas otras cosas importantes que hacer? Te diré por qué. Todo el tiempo, el pensamiento, el dinero y el esfuerzo dedicados a ese único día tenían un solo propósito. Yo quería estar adornada: hermosa, lista para mi novio. Y quería adornar a mi futuro esposo con mi dedicación y atención. Quería que fuera honrado y admirado. Quería que nuestros invitados vieran cuánto amaba yo a este hombre y qué gran regalo era él para mí. Habíamos decidido tomar nuestras fotos previo a la ceremonia de boda. Así que sin demora a las 9:30, con mi vestido de cola y chal blanco de piel sintética, subí cuidadosamente a un auto que me llevaría a un lugar cercano al aire libre para nuestra sesión de fotos. Robert ya estaba en el lugar, de espaldas a mí. En el momento indicado, se dio vuelta para dar su primer vistazo a la novia adornada, que solo había podido imaginar en su mente hasta ese instante. Su reacción —la mirada de sus ojos, su gesto involuntario de asombro— fue inestimable para mí. Hizo que todo el esfuerzo valiera la pena. Caminamos quince metros más o menos uno hacia el otro, luchando contra el frío abrupto del otoño tardío, nuestros corazones entraron en calor uno al lado del otro. Robert me abrazó, y yo caí en sus brazos. ¡Nunca antes me había sentido más hermosa! De mujer a mujer De regreso a la habitación de la novia, momentos antes que la ceremonia diera inicio, mientras Robert y yo y algunos otros atendíamos detalles de última hora, alguien entró para avisarme que una de nuestras invitadas había pedido orar conmigo antes de la boda. Vonette Bright, una querida amiga de toda la vida, era como una segunda madre para mí. Una anciana de ochenta y nueve años, y viuda hacía bastante tiempo, había estado batallando contra la leucemia y acababa de enterarse de que solo le quedaban unos meses de vida. Pero había esperado ansiosamente estar en mi boda, aunque fuese lo último que hiciera, y lo logró. (Aconteció que se iría con el Señor tan solo seis semanas después). 4
  • 6. Yo estaba ansiosa de ver a esta amada amiga, así que la invitamos a unirse a nosotros por algunos instantes. La cuidadora de Vonette empujó suavemente su silla de ruedas dentro de la habitación. Elegantemente vestida en un rojo brillante, Vonette volteó su rostro radiante hacia nosotros. Rodeamos su silla de ruedas en un círculo mientras las cámaras disparaban flashes y el video rodaba y esta venerable mujer de Dios nos guiaba en oración para bendecir nuestro matrimonio. Cuando terminó de orar, Vonette se dirigió a mí y susurró: “Esperaba poder hablar contigo a solas”. En respuesta, rápidamente les pedí a todos que abandonaran la habitación. Luego ella me miró y me habló tierna, pero francamente: “Cielo, soy una madre… y me gustaría saber: ¿hay algo que quisieras preguntarle a una madre antes de casarte?”. Ninguna cámara tomó registro del dulce intercambio que tuvo lugar en los instantes siguientes, pero aquella escena y nuestra conversación quedarán por siempre grabadas en mi corazón. Una mujer en el invierno de su vida le daba ánimo y ​recomendaciones a una mujer que estaba en una estación más temprana de su vida, ansiosa por cosechar todo lo que pudiera. Una esposa experimentada —que había disfrutado un matrimonio lleno de vida y amor durante cincuenta y cuatro años— estaba enseñando a una novata cómo darle importancia a Cristo en su propio matrimonio. Dos mujeres, una anciana y otra más joven, estaban viviendo la belleza del evangelio… juntas. De mujer a mujer. Esta imagen me trae a la mente otro par de mujeres. Me imagino a la anciana Elisabet que, después de décadas de infertilidad y anhelos no concedidos, esperaba un hijo de manera sobrenatural… y le abría su corazón y su hogar a María de Nazaret… para impartir fe y sabiduría a la virgen adolescente, en cuyo vientre crecía milagrosamente un bebé que un día sería nuestro Salvador. Poquísimo se registra de su conversación, pero lo que se ha preservado para nosotros habla de la belleza del evangelio manifestada en la vida de mujeres que caminaban en compañía la una de la otra. Mujeres cuyas vidas estaban adornadas por la presencia de Cristo y que adornaban el evangelio y lo hacían creíble para la próxima generación a través de su humilde y gozosa obediencia. 5
  • 7. Después que Vonette me transmitiera lo que había en su corazón, tomó mis manos entre las suyas y una vez más oró y alabó a nuestro Padre por la boda que estaba a punto de celebrarse e imploró Su bendición y favor sobre el matrimonio que habría de formarse. Casi se podía escuchar al cielo susurrar amén. Esa pequeña y sencilla habitación desordenada, en medio de utensilios de cabello y maquillaje, un surtido de artículos de vestir, joyería y más cosas, fue transformada al unir nuestros corazones por medio del Espíritu de Dios en un lugar de belleza, un templo adornado por y para el Cristo vivo. La hermosura de Cristo Mientras esta Elisabet del tiempo moderno y yo salíamos de ese lugar santo, podíamos escuchar el compás del preludio que fluía del santuario cercano. Majestuoso. Puesto que no nos queríamos perder ni un momento de la celebración, Robert y yo nos dirigimos a una habitación aparte, contigua a la galería, desde donde podíamos ver y escuchar el preludio y la primera parte del servicio de adoración hasta que fuera el momento cuando comenzara la marcha nupcial. El santuario con su diseño colonial era una fiesta visual. Los altos y resplandecientes tubos del órgano cubrían la pared del antealtar. Estandartes dorados proclamaban: “Digno es el Cordero” y “A Él la gloria”. Numerosos arreglos de rosas rojas y calas adornaban la plataforma, junto a ramilletes de rosas y lazos al final de los bancos. Candelas en elegantes pedestales dorados y plateados. Finísimo. Y, en el centro de todo, desplegaba prominentemente sobre la plataforma una rústica cruz de tres metros y medio que hacía todo el escenario aún más impresionante. Porque… ¿no fue en el Calvario donde nuestro Salvador cargó sobre Sí mismo los harapos de nuestro pecado y nuestra vergüenza y nos adornó al intercambiar nuestros harapos por Su justicia? ¿No es la cruz la única fuente de toda belleza eterna que anhelamos experimentar u ofrecer a otras almas que carecen de amor y hermosura? Jesús, tu sangre y justicia mi belleza son, mi vestido glorioso.[1] 6
  • 8. ​ Al principio de la ceremonia, diez niñas pequeñas, a cuyas familias conozco y amo hace años, caminaron hacia el altar haciendo sonar pequeñas campanas. Vestían encantadores vestidos —unos rojos, otros blancos— con medias y zapatos elegantes, y sus cabellos peinados con adorables rizos. Una foto de las diez niñas alrededor de la novia todas en los escalones al , frente de la iglesia, llenó mis ojos de lágrimas la primera vez que la vi. En estas preciosas niñas bellamente vestidas, vi diez jóvenes mujeres de Dios en formación. Me encanta la idea de inspirar a esas niñas con una perspectiva de lo que significa ser una novia que ha experimentado el amor y la gracia de Cristo y que irradia Su belleza a otros. Oro porque crezcan y sus corazones estén adornados por la gracia y que sus vidas adornen el evangelio de Cristo para su generación. Niñas adornadas. Invitados adornados. Un santuario adornado. Una novia adornada. La intención de todo era cumplir la visión que Robert y yo teníamos para nuestra boda desde el día que anunciamos nuestro compromiso: concretamente exhibir la hermosura de Cristo. , O, como el apóstol Pablo lo expresó en el segundo capítulo del libro de Tito, para “adornar la doctrina de Dios nuestro Salvador” (v. 10). Amor y belleza A las mujeres nos gusta la belleza. Disfrutamos el proceso de adornarnos y adornar nuestro ambiente. Comprar ropa, maquillaje o joyería que nos ayude a lucir lo mejor posible. Escoger pintura y ornamentos que hagan de nuestro hogar un ambiente más acogedor, cómodo o contemporáneo. Aderezar esmeradamente la comida que ponemos sobre la mesa. Vestir a nuestros pequeños con bonitos conjuntos. Añadir esos toques especiales que hacen a nuestra ambientación, nuestras relaciones o nuestras actividades un poco más atractivas, personales y divertidas. Hay justamente algo acerca de orquestar y crear belleza, que es sumamente satisfactorio. Y sentirse hermosas… ese es un profundo anhelo del corazón de muchas 7
  • 9. mujeres, que ha originado y dado inicio a incontables industrias. Yo nunca me consideré particularmente hermosa en el sentido físico. No es que piense que no soy atractiva o que hay algo malo con la belleza física. Es solo que no me he enfocado mucho en ello. Consciente de la naturaleza fugaz y engañosa de la belleza externa, he tratado de concentrarme en cultivar el tipo de belleza que no puede fotografiarse (o editarse en Photoshop): la belleza del carácter y el corazón. Sin embargo, todavía puedo recordar cómo palpitó mi corazón la primera vez que Robert me dijo que yo era hermosa. Crecí en un hogar afectivo con un padre que me adoraba. He disfrutado la bendición de tener varios hombres buenos y amables en mi vida. Si mi memoria no me falla, previo a ese momento, no puedo recordar haber escuchado a un hombre decirme: “Eres hermosa”. Robert seguía diciéndome que yo era hermosa. Parecía que hablaba en serio. Gradualmente, comencé a creer que él de veras me veía de esa forma; aun cuando acababa de hacer ejercicio en el gimnasio o los días cuando no había tenido tiempo de maquillarme o arreglar mi cabello. Mientras nuestro cortejo progresaba, le dije a una amiga: “Creo que no hay nada que pueda hacer para que me ame menos o piense que soy menos hermosa”. Pero también noté que estaba ocurriendo algo aún más significativo. Mientras el persistente y tierno amor de este hombre se enraizaba en mi corazón, su efecto en mí era enternecedor y embellecedor. De hecho, para mi asombro, la gente comenzó a comentar acerca de mi nuevo “resplandor”. Una y otra vez, el día de mi boda, mis amigas me decían: “Estás hermosísima”. Nuestro llamado como Sus seguidoras es hacer que Su amor y Su verdad sean visibles y creíbles —y hermosos— a los escépticos que nos observan. No digo esto para centrar la atención en mí misma, sino para hacer notar que, cuando el amor de otro nos adorna, desarrollamos mayor capacidad de reflejar el amor y la belleza a otros. 8
  • 10. Verás, Dios nos ha colocado aquí en la tierra como embajadoras del evangelio de Cristo. Y nuestro llamado como Sus seguidoras es hacer que Su amor y Su verdad sean visibles y creíbles —y hermosos— a los escépticos que nos observan. Porque lo ven en nosotras. Porque ven cómo nos transforma. Su amor nos hace hermosas. Nos adorna. Y, a través de nosotras, adorna Su evangelio. Porque nos necesitamos las unas a las otras Es una imagen maravillosa, ¿verdad? Pero, tristemente —como tú y yo sabemos bien—, no siempre funciona de esa manera. Podemos decir que amamos a Jesús, pero por alguna razón las personas no siempre ven Su belleza reflejada en nuestras actitudes y acciones. No siempre ven en nosotras el poder transformador de Su amor. En cambio, con demasiada frecuencia, ven mujeres tan abrumadas, preocupadas, banales o sin amor como las mujeres del mundo. Si somos sinceras así nos vemos muchas veces a nosotras mismas. , Pero anhelamos ser mucho mejor. Realmente, queremos que nuestra vida refleje el evangelio de la mejor manera, aun cuando estamos: • sumamente ocupadas con el trabajo y la vida familiar, con poco tiempo para nuestra oración personal y lectura de la Biblia • preocupadas y frustradas por un hijo que se está alejando de Dios • sufriendo la soledad de un matrimonio sin amor con un esposo que está distante • inmersas en una rutina superficial en la que nos levantamos, preparamos café, miramos televisión y hacemos el crucigrama de la mañana • o quizás estamos atrapadas en una de esas tediosas y deprimentes temporadas de la vida cuando la motivación a seguir adelante es casi imposible de reunir Pero ¿cómo lo hacemos mejor? Esa es la cuestión, ¿verdad? ¿Cómo hacer para adornar el evangelio y dejar que este nos adorne en medio de nuestra realidad terrenal y agonizante? 9
  • 11. Con ayuda. ¡Mucha ayuda! La buena noticia es que esta tarea de dejarnos adornar por el evangelio y de mejorar la manera en que otros nos perciben no es algo que debemos hacer por nosotras mismas. En su gracia, Dios nos ha dado su Santo Espíritu y Su Iglesia para ayudarnos a cumplir lo que nos ha encomendado. Y a las mujeres, Dios nos ha dado una comunidad de otras mujeres creyentes como nuestra inspiración y apoyo. El fin de semana de nuestra boda, un ejército de mujeres amigas, jóvenes y otras mayores, se unieron para darme apoyo personal y práctico de todas las maneras imaginables. La estimada amiga que me llevó a hacerme las uñas (y pagó la cuenta en secreto). La joven que me acompañó a la iglesia para mi rutina de maquillaje. Amigas amorosas que hornearon y decoraron magdalenas, y otras que manejaron la lista de invitados y atendieron los detalles administrativos de cuatro diferentes actividades. Las dulces mujeres que se escabulleron rápidamente de la recepción para adornar nuestra habitación de hotel con una abundancia de flores, velas y deliciosos bocadillos. El amor y el esfuerzo combinado de estas mujeres especiales (junto a muchos hombres amables y serviciales) dieron como resultado un día indescriptiblemente maravilloso. No lo podría haber logrado sin el ánimo y la ayuda que ellas me dieron. Y, de una manera muy similar, no podría salir adelante en la vida sin caminar en comunidad con mujeres que se unen para apoyarse y embellecerse mutuamente en Cristo. El modelo bíblico de ancianas que viven el evangelio y enseñan a las mujeres jóvenes a hacer lo mismo es vital para que todas crezcamos sanas. Necesito de ancianas como mi amiga Vonette, que oró por mí desde que yo era una niña, me vio convertirme en una mujer, me habló frecuentemente con sabiduría, visión y fe, y que luego, al acercarse el fin de su vida, resistió los rigores de un viaje para acompañarme y transmitirme su amor y sabiduría el día de mi boda. 10
  • 12. También necesito mujeres jóvenes en mi vida, incluso niñas tan pequeñas como aquellas dulces futuras mujeres que participaron de mi boda. Ellas me ayudan a no volverme intolerante y deleznable, y me transmiten mucho gozo y esperanza. Y necesito mujeres de mi propia etapa de la vida, como el pequeño grupo de “hermanas” del cual soy parte, con quienes nos comunicamos periódicamente por teléfono o nos reunimos en persona, para darnos ánimo, rendirnos cuentas y orar unas por otras. Atesoro la compañía y la influencia de estas mujeres en mi vida. Mujeres mayores, mujeres más jóvenes, mujeres de la misma edad; todas nos necesitamos mutuamente si queremos adornar el evangelio y mostrar su belleza en nuestra vida. Y esa realidad nos lleva otra vez a Tito 2 y el tema central de este libro. Porque este importante pasaje nos ofrece un manual básico de cómo y por qué todo esto funciona. Nos presenta una imagen de sabiduría generacional que fluye hacia corazones inexpertos, de donde puede regresar en un proceso continuo de cuidado y consejo piadoso. De mujer a mujer. Día tras día. De una vida a otra. Este es el buen y maravilloso plan de Dios. El modelo bíblico de ancianas que viven el evangelio y enseñan a las mujeres jóvenes a hacer lo mismo, de mujeres jóvenes que reconocen el valor de las ancianas en sus vidas —de mujeres que juntas adornan el evangelio— es vital para que todas crezcamos sanas. Vivir como mujeres de Tito 2 nos permite cumplir el propósito para el cual fuimos creadas. Ayuda a nuestras familias e iglesias a florecer y a la belleza del evangelio a resplandecer en este mundo. Juntas en la carrera Muchas veces hemos escuchado la comparación de la vida con un maratón, y la perseverancia como la característica distintiva. Y, ciertamente, la carrera de la vida demanda perseverancia a lo largo del camino. Pero la vida es mucho más que perseverar en el camino, apretar los dientes y resistir. Además, estamos destinadas a crecer, prosperar y celebrar. Tenemos que disfrutar la belleza; la belleza impresionante y enriquecedora que exalta a Dios. Estamos destinadas a experimentar la fortaleza y el estímulo que fluyen al 11
  • 13. transitar la vida juntas, al ayudarnos a vivir adornadas por el evangelio y, a la vez, al adornar el evangelio a la vista del mundo. Así que me gusta imaginar que somos mujeres cristianas, que participan de una carrera diferente. No somos solo competidoras que avanzan con dificultad para llegar a una meta distante. En cambio, somos un equipo. Corremos juntas. Piensa en esto como en una carrera de relevos, donde nos pasamos el bastón una a la otra, cada una participa del proceso mientras damos y recibimos y avanzamos hacia nuestro destino. Es trabajo en equipo, no solo desempeño personal lo que cuenta. O piensa en esto como una de esas carreras de caridad donde todas avanzamos en grupo, nos ayudamos unas a las otras, aunamos fuerzas por una causa que amamos. Sabemos que nuestros esfuerzos individuales cuentan, pero no depende totalmente de nosotros lograrlo y, la carrera en sí, no solo llegar a la meta, tiene significado. Cuando ancianas y mujeres jóvenes se apoyan unas a otras a vivir el amor transformador de Dios, todo el cuerpo de Cristo se embellece más. Imagínate un vasto campo de atletas —unas mayores, otras jóvenes, unas más maduras, otras menos experimentadas— y a ti y a mí junto a ellas. Todas necesitamos nuestra propia relación personal con Dios y Su Palabra, por supuesto, pero no corremos solas. Dios pretende que nuestras vidas se intersecten con las de otras, para llevarnos a cada una adelante bajo el fuerte, victorioso y bello estandarte de Cristo. Ahora bien, si todo esto parece un tanto filosófico y esotérico, te aseguro que las implicaciones prácticas pronto serán evidentes. Y son enormes, porque este maratón, esta carrera de relevos, esta carrera por una causa pasa justo por la sala de estar de tu casa. El bastón pasa directamente por tu cocina entre medio de conversaciones y encuentros que parecen insignificantes. Esto es para ti y para mí… mujeres reales que vivimos una vida diaria real. Y, cuando funciona, créeme que funciona. Cuando las ancianas deciden invertir su vida en la vida de mujeres jóvenes, la bendición se siente en 12
  • 14. familias e iglesias enteras. Cuando madres jóvenes y mujeres solteras ensanchan sus grupos íntimos para incluir mujeres que ya han corrido unas cuantas vueltas más y han vivido para contarlo, ambos lados de la relación se fortalecen y crecen. Cuando ancianas y mujeres jóvenes se apoyan unas a otras a vivir el amor transformador de Dios, todo el cuerpo de Cristo —la novia de Cristo— se embellece más. Así que si eres una anciana (y dispuesta a admitirlo… como yo), el mensaje de este libro es para ti. Y si eres una mujer joven (como yo todavía lo soy para algunas), el mensaje de este libro también es para ti. Es para todas nosotras, porque cada una de nosotras es una anciana para algunas y una mujer joven para otras. Y cada una de nosotras, de diferentes maneras y en diferentes etapas de la vida, puede estar en ambos lados, tanto en el de dar como en el de recibir en este proceso de una vida a otra. Por dónde comenzar La clave de este poderoso patrón puede verse en un solo párrafo de Tito 2. Y, aun así, el conocimiento rico, práctico y saturado del evangelio, que se encuentra en Tito 2:3-5, es suficiente para alimentarnos y ayudarnos a crecer durante toda la vida. Estas palabras fueron escritas originalmente por mano del apóstol Pablo para un joven pastor llamado Tito, que luchaba al frente de una iglesia en la isla de Creta. El Imperio romano, que gobernaba Creta, comenzaba a estar bajo el reinado tirano del despiadado emperador, Nerón. Solo imagínate cómo se sentirían las amenazas maníacas de Nerón dentro de las iglesias principiantes de esos días, especialmente cuando su gobierno oficialmente prohibió el cristianismo en todo el imperio. ¿Crees que es difícil ser cristiana en estos días? Trata de verte como una especie en extinción. Trata de pensar en que, si este joven movimiento revolucionario ha de sobrevivir, deben trazarse planes tanto para propagar como para profundizar su influencia. No puede ser solamente una orden religiosa o un sistema teológico; el evangelio tiene que empapar y penetrar tanto el corazón y la vida de las personas y las familias, que ningún emperador, ninguna persecución, ninguna injuria puedan ser capaces de sacudir a la Iglesia de Cristo de sus fundamentos. Ninguna cantidad de presión, temor o fatiga pueda diluir la Iglesia a tal punto de que pierda su luz: 13
  • 15. su distintivo, su vitalidad y su influencia en el mundo. Estas eran algunas preocupaciones de la carta de Pablo a Tito. Los cristianos se preguntaban: • ¿Cómo debemos pensar y actuar los cristianos en momentos como estos? • ¿Cómo podemos evitar ser engañados por falsas doctrinas y falsos maestros? • ¿Cómo podemos transmitir nuestra fe a la siguiente generación, en lugar de ver cómo se extingue? • ¿Cómo puede la Iglesia no solo sobrevivir, sino también prosperar en un mundo que es hostil a nuestra fe? • ¿Cómo podemos cumplir con eficacia nuestra misión de alcanzar a un mundo corrupto con la belleza del evangelio de Cristo? ¿Te suena familiar? Esas preguntas aún tienen vigencia. Por eso todavía hoy necesitamos el libro de Tito. Quizás no vivamos en la Roma de Nerón, pero vivimos en una cultura decadente y engañosa que amenaza a la Iglesia de Cristo con sus encantos, así como con sus acusaciones y ataques. Necesitamos que nos ayuden a reflejar el evangelio en nuestra vida de una manera tan hermosa que otros vean en nosotras el poder transformador de Cristo y sean atraídos a conocerlo y seguirlo. Y (¿nos atrevemos a decirlo?) necesitamos que nos ayuden a mantener Su evangelio tan atractivo para nosotras, que quienes decimos creer en Él, realmente confiemos en Él, lo obedezcamos y experimentemos el poder, la paz y el gozo que Él promete, incluso mientras vivimos como peregrinas en esta tierra. Todas necesitamos saber cómo adornar la enseñanza del evangelio de Cristo en nuestra manera de vivir, y necesitamos ayudarnos las unas a las otras a hacer lo mismo. Y eso es exactamente lo que Tito 2 establece. Con su conciso resumen de las cualidades de carácter, que deleitan el ​corazón de Dios y atraen el corazón de quienes nos rodean, este pasaje nos ofrece un plan de estudios atemporal a pasar de generación a generación. Permite a las mujeres mayores saber qué es lo más importante que deben enseñar a otras y a las más jóvenes qué deben aspirar ser. Hace años, cuando comencé a prepararme para enseñar acerca de este 14
  • 16. tema, leí este corto libro de la Biblia un sinfín de veces; medité en él, lo memoricé, reflexioné en cada palabra y dejé que mi espíritu se embebiera de él. Espero que tú hagas lo mismo. Léelo una y otra vez; primero los tres capítulos completos, para que te den el panorama general, y luego concéntrate en el capítulo 2, con énfasis especial en los versículos tres al cinco. Sumérgete en el texto y su significado, porque este es un pasaje que tú y yo debemos entender. Cuanto más dejemos que defina nuestras vidas y relaciones, más hermoso será Cristo para nosotras y más brillará la belleza de Su evangelio a otros a través de nosotras. La vida como debe ser , Hace varios años, recibí un inolvidable correo de una mujer joven de treinta y tantos años, una madre soltera a quien había conocido desde que ella era muy joven. El motivo del mensaje simplemente decía: “¡Feliz día de la madre!”. Intrigada, lo abrí y comencé a leer. Su nota despertó recuerdos que, aunque borrosos en mi mente, estaban aún frescos en la suya. Hizo referencia a algunas actividades que yo había planeado para ella y varias de sus amigas de secundaria y algunas breves conversaciones esporádicas que habíamos tenido en sus años de crecimiento; nada particularmente significativo para mí. Pero Dios había usado esas conversaciones periódicas como un medio de gracia y aliento duradero en su vida. Su párrafo final me conmovió profundamente: Aunque no tengas hijos biológicos aquí en la tierra, tu maternidad espiritual y tu influencia son una de las más grandes bendiciones de mi vida. Gracias por ser un brillante ejemplo de la semejanza de Cristo. ¡Feliz día de la madre! La nota estaba firmada de esta manera: “Una de tus muchas hijas espirituales”. No podría haber sido mejor. Te aseguro que no soy un “brillante ejemplo de la semejanza de Cristo” como anhelaría ser. Pero agradezco a Dios por cómo usa nuestra vida y nuestro ejemplo —por imperfectos que sean— para lograr Sus propósitos 15
  • 17. aquí en la tierra. Mi respuesta a mi joven amiga captura la esencia de este libro, así como también mi deseo de que cualquiera que sea tu etapa en la vida podamos comenzar este viaje juntas: Yo tenía casi la edad que tú tienes ahora cuando sucedió parte de lo que describes. En ese entonces no tenía idea de que esas simples cosas pudieran influenciar la vida de muchachas como tú. Yo solo quería darte amor y aliento. Y Dios, en su gracia, hizo que esas semillas echaran raíz y produjeran un dulce fruto. Ahora Dios te ha dado una preciosa hija a quien discipular y, sin duda, ha puesto a otras en tu esfera de influencia. Oro porque tu vida sea una fragancia de Cristo para ellas y que un día tengas el gozo de recibir una nota que te bendiga tanto como tu nota me ha bendecido a mí. Con amor, Nancy. Y así la carrera continúa. Cada una de nosotras apoya a otras y las anima a seguir adelante. Una generación que le pasa el bastón a la siguiente, que preserva e inspira la piedad y el testimonio del evangelio. Y, en el proceso, la belleza de Cristo brilla y Su reino avanza en este mundo. Este es un gozo que tú puedes experimentar. No se trata de tener una gran plataforma o un rol de enseñanza oficial (aunque Dios puede encomendarte una o ambas cosas). Más que eso, se trata de vivir la vida para la cual Él te ha creado y te ha llamado, allí mismo donde te encuentras. Ancianas que dan ejemplo de santidad, obediencia y amor, e invierten su vida intencionalmente en la vida de mujeres jóvenes. Mujeres jóvenes que buscan y reciben con humildad y gratitud las bendiciones destinadas a ellas de parte de mujeres experimentadas, solo para pasar ese tesoro a otras. Mujeres de todas las edades, que son más hermosas a medida que el evangelio de Cristo adorna nuestras vidas. Adornamos el evangelio con nuestra manera de vivir. Y hacemos todo juntas, paso a paso… como Tito 2 enseña. 16
  • 18. Reflexión personal Ancianas 1. ¿Puedes pensar en dos o tres mujeres jóvenes a quienes podrías transmitir tu vida y experiencia, como Vonette Bright lo hizo conmigo? ¿Quiénes son? ¿Cómo podrías acercarte a ellas? 2. Las ancianas son llamadas a pasar el bastón a las mujeres jóvenes. ¿Qué has aprendido o experimentado que te gustaría pasar a la siguiente generación? Mujeres jóvenes 1. ¿Te sientes inspirada, por la nota que recibí de mi joven amiga, a enviar una nota parecida a una madre espiritual de tu vida? Si es así, ¿por qué cosas específicas puedes expresarle gratitud? 2. Nombra una anciana que te transmite sabiduría, visión y fe como lo hizo Vonette Bright conmigo. Si actualmente no tienes a nadie así, pídele al Señor que te muestre una mujer a la que puedas acercarte para recibir de ella. Para obtener el máximo beneficio de este libro, invita a un grupo de mujeres —jóvenes y mayores— a leerlo juntas. Encontrarás una guía para debatir en grupo y muchos recursos complementarios en adornedbook.com (solo en inglés). Conéctate allí con otras mujeres para poder cumplir el llamado de Tito 2 en tu vida y tus relaciones. 17
  • 19. 18
  • 20. Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. …para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador. TITO 2:1-5, 10 19
  • 21. CAPÍTULO 2 La doctrina, tú y Tito 2 El “qué” y el “ahora qué” No te conformes con una teología débil. Es indigna de ti. Dios es demasiado grande. Cristo es demasiado glorioso. JOHN PIPER MI ESPOSO SUFRE DE ACROFOBIA Y LO ADMITE Tiene temor a las alturas. Pídele . que suba al último escalón de una escalera o que eche un vistazo desde el balcón de un edificio alto, y te confesará que su corazón palpita y sus rodillas se vuelven gelatina. Robert es muy hábil con sus manos y un constructor aficionado. A lo largo de los años, ha trabajado en algunos proyectos de construcción impresionantes. He visto las fotos. Y algunos de esos proyectos —construir una chimenea de nueve metros, pintar una casa de dos pisos— requirieron que él trabajara a gran altura. Así que, ¿cómo lucha él con su temor mientras se encuentra a una altura de seis metros del piso? “Eso es fácil —dice él—, nunca me subo a una escalera o un andamio hasta que estoy seguro de que he nivelado bien las patas de la escalera o he apoyado el andamio sobre un lugar totalmente firme”. Lo que Robert describe es una metáfora perfecta para este capítulo. El deseo de mi corazón es ser una mujer de Tito 2. Constantemente. Contentamente. Hermosamente. Ser adornada con el evangelio y adornar el evangelio a los ojos de otros. Espero que este también sea tu deseo. Pero el punto de partida del viaje que nos llevará allí podría no ser el que esperas. Quizás volteaste la página de este capítulo lista para saltar inmediatamente al corazón del noble llamado y las cualidades que Pablo delinea para las mujeres. Así como Robert se sube a la escalera o al andamio para comenzar su trabajo, tú también estás ansiosa por comenzar. Esperas encontrar algo útil, algo que puedas poner en práctica en tu día a día. En cambio, vas a darte en la frente con una de esas “palabras de iglesia”, 20
  • 22. que parece no tener nada que ver con tu manera de vivir. Doctrina. Así es. Este capítulo trata sobre la doctrina. Es una palabra que me recuerda el tiempo que mi esposo se toma para asegurarse de que su escalera esté nivelada o que su andamio esté apoyado sobre tierra firme antes de subirse a ellos. , Comprendo que estés tentada a saltarte algunas páginas para llegar a “la parte buena”, y que quieras buscar “información que te pueda servir”: conocimiento y herramientas prácticas que te ayuden a ser una mujer más piadosa y fructífera. Y encontrarás mucho de eso en Tito 2 y en este libro. Pero Pablo habla de la doctrina antes de exponer los detalles específicos de nuestro adiestramiento, y lo hace así por una buena razón. La doctrina —lo que creemos— es fundamental para nuestra manera de vivir. Si la pasas por alto, nunca llegarás adonde quieres ir. Creencia y comportamiento Entonces, ¿cuál es tu primera reacción ante la palabra doctrina? ¿Parece tediosa? ¿Aburrida? ¿Divisiva o antipática? Tal vez te sientes igual a un hombre que una vez le dijo a una de mis amigas: “En nuestra iglesia no predicamos doctrina; solo amamos a Jesús”. Pero la verdad es que cada una de nosotras y cada situación que encontramos en la vida están promovidas por algún tipo de doctrina. Es el fundamento sobre el cual construimos nuestra vida. Puede que tus hijos vayan a escuelas públicas; supuestamente, zonas libres de religión. Pero no pienses, ni por un minuto, que no se enseña doctrina en las escuelas primarias y secundarias y en las universidades. Toda asignatura que se enseña en cada escuela está fundamentada sobre algún tipo de marco doctrinal. Los programas de entrevistas vespertinos tienen una doctrina. Los dramas y las novelas de la noche tienen una doctrina. Los libros de la lista de éxitos de ventas del New York Times, así como los que están en la vitrina de tu librería cristiana local contienen una doctrina. Aun los ateos tienen una doctrina. No , una buena doctrina, sino una doctrina que los guía a ciertas conclusiones y ciertos valores, que determinan su manera de pensar y de vivir. Verás, doctrina, simplemente, significa “enseñanza”. Es el contenido de lo que creemos, la comprensión de la realidad que le da forma a nuestra fe. 21
  • 23. Como el suelo de un jardín, la doctrina aporta el contexto para el crecimiento del carácter. El suelo de la doctrina en el cual somos plantadas puede hacernos hermosas y ayudarnos a mostrar a otros la belleza de Cristo y Su evangelio. Pero solo si es la doctrina correcta. Aun aquellas de nosotras, que hemos sido cristianas por mucho tiempo, podemos ser confundidas por creencias falsas o retorcidas que hemos escuchado en algún lugar. Si no estamos atentas al suelo donde plantamos y regamos nuestra mente y nuestro corazón, no podemos esperar recoger una buena cosecha al final. Mala doctrina, mal fruto. Buena doctrina, buen fruto. Déjame darte un ejemplo: mi amiga de muchos años, Holly Elliff, es esposa de pastor y madre de ocho hijos. Tiene un dinámico ministerio para su familia y otras mujeres. Pero hubo un tiempo, poco antes de cumplir los treinta años, cuando un caso de mala doctrina empañó su experiencia de una vida cristiana abundante. Tiempo atrás, Holly, como muchas mujeres, había adquirido de alguna manera la creencia de que si ella daba lo mejor de sí para ser una buena mujer cristiana, si oraba y leía la Biblia fielmente, si amaba a su esposo e hijos y cumplía con todos los requisitos cristianos correctos, entonces Dios le regresaría el favor y la libraría de problemas. Dada esta aseveración —esta doctrina incorrecta acerca de Dios— te puedes imaginar cómo se sacudió el mundo de Holly cuando los problemas comenzaron a aparecer. Después de dar a luz a sus primeros dos hijos, tuvo un aborto espontáneo. Su próximo hijo nació con una lesión congénita que requirió meses de terapia. En medio de todo esto, su suegro, que había sido un ejemplo piadoso durante muchos años, fue infiel a su esposa, lo cual derivó en el divorcio de sus suegros después de un matrimonio de cuarenta y tres años. Luego, su suegra contrajo la enfermedad de Alzheimer, y Holly —ahora con cuatro hijos pequeños todavía en casa— se convirtió en su cuidadora principal. Y, por si eso fuera poco, un grupo influyente comenzó a causar división en su iglesia y a atacar con críticas a su esposo Bill. Algo así es difícil de enfrentar cuando tú eres el blanco, pero aún más cuando está dirigido a alguien que amas. Los domingos por la mañana, una de las tareas de Holly era atender la mesa de bienvenida. Este servicio, que siempre había disfrutado, se volvió incómodo durante ese periodo, cuando había conversaciones contenciosas en 22
  • 24. los pasillos, en los salones de reunión de la iglesia, en las cenas y en llamadas telefónicas. Y no ayudó en nada que la mujer dulce, que frecuentemente compartía con Holly las tareas de hospitalidad, estuviera casada con uno de los más acérrimos críticos de Bill. Ahora, ponte en el lugar de Holly. Si hubieras estado frente a este conjunto de circunstancias y tuvieras la perspectiva doctrinal que Holly había adquirido de joven, que cree que Dios libra a los creyentes obedientes de los desafíos o las dificultades angustiantes, ¿cuál hubiera sido tu respuesta? ¿Hubiera sido “reverente” en tu comportamiento, “con dominio propio” en tu apariencia, “amable” en tus comentarios, como Tito 2 te insta a ser? Como podrás ver, las creencias afectan el comportamiento. La doctrina importa. Toda esta experiencia forzó a Holly a examinar lo que realmente creía. La desafió a construir un fundamento sólido en su vida mediante una mayor profundización en la Palabra y un mayor conocimiento de Dios. El fruto de esa resolución, que salió de un periodo difícil de su vida, ha sido extraordinario y hermoso. Así que, el punto de partida —el fundamento— para convertirse en una mujer de Tito 2 es exactamente el primer llamado de Pablo a vivir “de acuerdo con la sana doctrina”. Desesperadas por la doctrina La cultura en la Creta del primer siglo, donde Tito servía como pastor, era la más alejada de lo bueno y lo piadoso. Citando a un filósofo contemporáneo de ese tiempo, “los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos —Pablo simplemente añadió—, este testimonio es verdadero” (Tit. 1:12-13). Describió a los no creyentes como “abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra” (v. 16). Invariablemente la desenfrenada falsa doctrina iba de la mano con el estilo , de vida irreverente que prevalecía tanto en Creta: “Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene” (Tit. 1:10-11). 23
  • 25. Esta falsa enseñanza no es de poca importancia. La palabra traducida como “trastornan” significa “derrocar, anular, destruir”.[1] Ese es el tipo de agitación que la doctrina malsana estaba causando en familias cristianas enteras. Entonces, ¿qué debían hacer esos cristianos del primer siglo a la luz de una enseñanza malsana y vida pagana tan dominantes? ¿Y qué debemos hacer en situaciones similares hoy día? ¿Preocuparnos y desesperarnos? ¿Maldecir las tinieblas? ¿Darnos por vencidas y esperar que Jesús regrese? “Pero tú —dijo Pablo al pastor Tito—, habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (2:1). ¿Es eso? ¿Enseñar al pueblo de Dios cómo vivir conforme a la verdad? Así es. Ese es el plan de Dios: que la verdad y la luz triunfen sobre la decepción y las tinieblas. La cultura cretense estaba en una necesidad desesperada de creyentes e iglesias que valoraran la doctrina correcta. Nuestra cultura tiene la misma necesidad. Porque donde se enseña, se cree y se practica tal doctrina, se exhibe el evangelio de Cristo; se proclama con poder y se vuelve creíble. Esa es la razón por la cual Pablo urgía a Tito a designar ancianos y obispos en cada iglesia para que pudieran “exhortar con sana enseñanza” (v. 9) y cuyo ejemplo respaldara la enseñanza. La sana doctrina es radicalmente transformacional. Cuando la vivimos, cambia todo en nuestra vida. La palabra griega traducida “sana” (como en “sana doctrina”) es jugiaíno. Es un término del cual obtenemos nuestra palabra en español higiene.[2] La sana doctrina es un medio para mantenernos sanos. Es saludable. Es dadora de vida. Ayuda a las personas espiritualmente enfermas a sanarse en todos los aspectos relevantes para la eternidad. Hoy escuchamos mucho acerca de fuentes de energía limpias y decisiones para un estilo de vida saludable. Nuestra cultura activista es rápida para luchar contra el uso excesivo de pesticidas en la industria agrícola o en 24
  • 26. vecindarios infestados de mosquitos. Y todos conocemos personas a quienes les gusta tener a sus amigos cerca, pero su desinfectante en gel aún más cerca. Pero muchos que parecen puntillosos a la hora de lavar sus frutas y vegetales no son tan cuidadosos con el tipo de doctrina que ingieren. Los contaminantes no parecen molestarles en cuanto a lo que ellos creen. La doctrina sana y saludable es pura. Es higiénica. Es segura. Está libre del error venenoso. Como resultado, produce creyentes sanos y saludables. Sus vidas muestran la influencia que tiene la sana doctrina. Pero, muy a menudo, muy poca de esa influencia se hace evidente en la vida de aquellos que dicen llamarse cristianos. No hace mucho me sorprendieron los resultados de una encuesta que leí. Se les preguntó a incrédulos, en sus últimos años de adolescencia y adultos jóvenes, si tenían un amigo personal o conocido que fuera cristiano. Del casi 85% que dijo que sí, solo el 15% indicó que veía algunas diferencias entre el estilo de vida de sus amigos cristianos y no cristianos. Y no solo lo notan los estudiantes y los adultos jóvenes. El problema existe tanto entre las generaciones antiguas como en las nuevas. No debería ser así. Los creyentes deberían ser notablemente diferentes. Los creyentes verdaderos serán notablemente —hermosamente— diferentes. Y la sana doctrina es la causante. Cómo nos cambia la sana doctrina La sana doctrina es radicalmente transformacional. Cuando la vivimos, cambia todo en nuestra vida. Nos aconseja. Nos corrige. Es como un sistema de dirección a bordo, que dirige y determina nuestro curso. Y, al final, transforma la cultura a través de nosotras y a nuestro alrededor. La enseñanza de la sana doctrina era tan fundamental en el pensamiento de Pablo que, de hecho, incluyó esta frase nueve veces en las tres epístolas del Nuevo Testamento, que conocemos como “epístolas pastorales” (1 y 2 Timoteo y Tito). Cinco de esas instancias están solamente en Tito. Sana doctrina. Importó entonces. Importa ahora. Es el objeto completo de la verdad, revelada en las Escrituras, que enseña y define nuestra fe. Entre otras cosas nos dice: • quiénes somos 25
  • 27. • quién es Dios • qué significa ser cristiano • qué es el evangelio • quién es Jesús • por qué vino • por qué murió • por qué vive otra vez La sana doctrina nos dice que Dios es soberano sobre todo: sobre el tiempo, sobre la naturaleza, sobre nuestra vida, sobre cada detalle minúsculo del universo. Eso significa que, cuando todo en el mundo parece derrapar y derrumbarse, podemos confiar que “Él tiene todo el mundo en Sus manos”. La sana doctrina nos dice que existimos para dar la gloria a Dios y que cada circunstancia que viene a nuestras vidas contribuye a tal fin. Si pudiésemos tan solo fijar esa verdad en nuestros corazones, nunca volveríamos a ver nuestras circunstancias de la misma manera. Esa creencia —esa doctrina— ciertamente nos cambiaría. La sana doctrina nos dice que el pecado entró al mundo y lo infectó hasta cada partícula de polvo y el agua subterránea. Nos dice que nuestra tendencia natural (desde Adán y Eva) es tratar de remediar la situación por nuestros propios medios, separados de Dios, y escondernos de Él detrás de nuestras hojas de higuera cosidas a mano con la esperanza de evitar que nos vea y tener que rendirle cuentas. También nos dice que los conflictos en el hogar, el trabajo, la familia y el mundo son una evidencia de lo que el pecado nos ha hecho a nosotras y a otros. Al saber esto, nuestra única esperanza se encuentra en volvernos a Aquel que, aunque ciertamente tenía el derecho de desecharnos, decidió introducir la redención y la reconciliación en nuestro mundo. A la luz de Su verdad, vemos nuestro pecado y el pecado del mundo como realmente es, y reconocemos nuestra absoluta dependencia de Él, que es nuestra justicia y nuestra vida. Eso, también, nos cambia. La sana doctrina nos dice que nuestras opiniones personales son intrascendentes comparadas a las de Dios, que los derechos individuales no superan a los absolutos eternos, que la verdad no es subjetiva ni relativa, sino constante en todas las épocas, todos los lugares y todas las personas, 26
  • 28. incluidas nosotras. Nos dice que las cosas no siempre serán así, que la meta de la vida cristiana no es la mera supervivencia ni la coexistencia pacífica con una cultura perdida, sino el triunfo final de Cristo sobre la cultura. La sana doctrina nos dice que aún como creyentes podemos tener una lucha contra el pecado que mora en nosotras, contra los apetitos carnales y contra los deseos egoístas. Nos recuerda que si no permanecemos en Cristo y permitimos que su Espíritu haga su obra santificadora en nosotras, podemos hacer obras religiosas, pero no dar fruto espiritual. Aún más, la sana doctrina nos dice que, cada vez que decimos sí a Jesús y no a nuestra carne, y permitimos que Su amor y Su poder fluyan a través de nosotras, nos asemejamos cada vez más al Rey, a cuyo reino celestial representamos aquí en la tierra. Nos dice que la cruz es el mensaje de esperanza de Dios al mundo y que las evidencias primarias de su realidad presente son vidas en quienes Su misericordia y Su gracia están activamente obrando. Y todo eso, mi hermana, debería transformarnos por completo. El regalo de la sana doctrina Sí la sana doctrina nos cambia. , Es el qué, que nos guía a nuestro ahora qué. “Que también pueda exhortar con sana enseñanza”, le dice Pablo a Tito (1:9). Coloca un fundamento bíblico sólido y un fundamento teológico en el corazón de tu pueblo. Ese es el qué. Es el punto de partida. Luego, “habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (2:1), es decir, haz una aplicación personal y práctica de la verdad. Esto es el ahora qué. Es la aplicación práctica. La sana doctrina no es solo una colección de conceptos teológicos abstractos. Siempre está ligada al deber. Requiere, motiva y nos permite vivir una vida que sea agradable al Señor. Tristemente, muchos creyentes e iglesias de hoy parecen carecer de apetito por la sana doctrina. Vivimos en una cultura consumista. Queremos que nos entretengan. Queremos estar cómodas. No queremos tener que pensar. Y no queremos que la gente de afuera piense que somos intolerantes, excluyentes o aburridas. Hemos aprendido que “la doctrina liviana” muchas veces atrae mayores multitudes que una enseñanza y predicación doctrinalmente fuertes. Pero el impacto del evangelio en el mundo se debilita inevitablemente 27
  • 29. cuando nuestro enfoque en programas, producciones, mercadeo y relevancia supera nuestro énfasis en la sana doctrina. Cuando eso ocurre, privamos a las personas de aquello mismo que le da al mensaje cristiano su mayor persuasión: el saleroso testimonio de vidas cambiadas que reflejan la belleza de Cristo y Su verdad. Anhelar algo inferior a la sana enseñanza es transitar por un terreno peligroso. Pero esta tendencia no es exclusiva de nuestra era. Tampoco debería sorprendernos. Pablo advirtió a su joven pastor amigo Timoteo acerca de lo mismo: Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas (2 Ti. 4:3-4). Pablo fue rápido en indicar a Timoteo una solución atemporal: Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo… que prediques la palabra… redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (2 Ti. 4:1-2). En esencia, este es el mismo mensaje que Pablo le dio a Tito al principio de su carta, cuando detalló los requisitos específicos de los líderes de la iglesia. Los pastores y los ancianos son responsables de dar dirección y protección espiritual al rebaño de Dios. Un compromiso indefectible con la sana doctrina es central para ese llamado: Retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza [dirección] y convencer a los que contradicen [protección] (Tit. 1:9). Si los pastores o líderes de tu iglesia aman, viven y enseñan la sana doctrina, has recibido un regalo enorme. Asegúrate de que sepan cuán bendecida y agradecida estás. Si buscas una iglesia donde congregarte, asegúrate de escoger una donde tú y tu familia encuentren una dieta constante de sólida enseñanza bíblica que los anime a vivir las implicaciones de la sana doctrina. Y si tu iglesia está en la búsqueda de un nuevo pastor, ora para que Dios lleve a un hombre que “hable lo que está de acuerdo con la sana 28
  • 30. doctrina” (Tit. 2:1). No tiene que ser un orador fascinante o un administrador espléndido. No tiene que poseer un gran carisma o la habilidad de edificar una megaiglesia, sino ser capaz de “predicar la Palabra”, para “exhortar y reprender con toda autoridad” (v. 15). Doble peligro Sin sana doctrina, no tenemos anclaje ni un punto de apoyo sólido para nuestras vidas. Si no estamos cimentadas en la sana doctrina seremos , fácilmente engañadas y conducidas por mal camino, susceptibles a la falsa doctrina. No sabremos cómo discernir la verdad del error cuando escuchemos a un predicador popular o leamos un libro de superventas, que no está completamente en línea con las Escrituras. Sin la sana doctrina, no podemos saber cómo vivir de la manera que agrada a Dios. La doctrina que produce defensores de la verdad, que tienen justicia propia y son críticos, contenciosos e insensibles no es , verdaderamente sana; porque la sana doctrina no es tan solo verdadera y correcta, sino también hermosa y buena. Por eso, frecuentemente, vemos a creyentes profesantes caer presa de enseñanzas erróneas y justificar decisiones no bíblicas e inmorales, porque se han extraviado de la sana doctrina y sus implicaciones en la vida. Ante todo lo dicho, necesitamos reconocer que es posible sostener tenazmente la sana doctrina de una manera fría, sin vida y carente del Espíritu (¿tal vez, farisea?). De hecho, existen dos peligros, que igualmente se deben evitar cuando se trata de la doctrina. Hasta ahora, en este capítulo hemos enfatizado el primer problema: el de una vida sin sana doctrina. Por otro lado, aquellos que valoran y promueven la sana enseñanza bíblica pueden correr el peligro de tener una doctrina sin vida. 29
  • 31. Este fue el problema de Nicodemo cuando por primera vez se acercó a Jesús. El líder espiritual judío era bien versado en las Escrituras del Antiguo Testamento. Observaba sus preceptos meticulosamente. Había comprendido la doctrina. Pero no tenía el Espíritu. No tenía vida. Y, cuando fue a hablar con Jesús una noche, rápidamente quedó claro que Nicodemo carecía de los principios básicos de la vida del Espíritu. Esto hizo que Jesús se asombrara y dijera: “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?” (Jn. 3:10). Nicodemo es un excelente ejemplo del hecho de que es posible saber lo correcto y hacer lo correcto, y sin embargo no estar en lo correcto. Aún más, la doctrina que produce defensores de la verdad, que tienen justicia propia y son críticos, contenciosos e insensibles, no está de acuerdo con el corazón y el carácter de Dios. No es verdaderamente sana; porque la sana doctrina no es tan solo verdadera y correcta, sino también hermosa y buena. ¿Podrían los demás ver eso cuando observan nuestra vida? Podríamos tener las mejores respuestas a las preguntas más difíciles, pero ¿exhibimos ternura cuando damos esas respuestas? Podríamos ser capaces de citar con “capítulo y versículo” nuestros distintivos doctrinales, pero ¿manifestamos genuino amor y bondad —el fruto del Espíritu— en nuestra rectitud teológica? Podríamos ser expertas en la Palabra de Dios, pero ¿es evidente a otros que nuestro corazón está conmovido por la maravilla de lo que conocemos? Como Pablo le dijo a Tito, la meta es que “en todo adornemos la doctrina de Dios nuestro Salvador” (Tit. 2:10). Cuando vivimos Su verdad en el poder del Espíritu Santo, nuestra vida se vuelve más hermosa. Y esa verdad se vuelve más convincente e irresistible para quienes nos rodean. La única diferencia Cuando Pablo insta a Tito a enseñar lo que está de acuerdo con la sana doctrina, da a entender que ciertas maneras de vivir no están de acuerdo con la sana doctrina. A lo largo de todo el libro de Tito, Pablo identifica maneras en que la vida de los cristianos debería diferir radicalmente de la de los incrédulos.[3] Veamos algunas de estas distinciones: • Consecuencia entre creencia y comportamiento. Los incrédulos “profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan” (1:16), mientras que se espera que la vida de los verdaderos creyentes sea 30
  • 32. consecuente con lo que dicen creer. • Pureza. Pablo describe a los incrédulos como “abominables” y rebeldes (1:15; 2:14), que se comportan como “malas bestias” (1:12). En contraste, la doctrina de la santidad de Dios nos llama a ser “irreprensibles” (1:6-7) en cada área de nuestra vida. • Dominio propio. Los incrédulos son esclavos de “concupiscencias y deleites diversos” (3:3) como la glotonería y la pereza (1:7, 12). Pero los creyentes en Cristo reciben Su poder para tener dominio propio. • Compostura. Los incrédulos son muchas veces “iracundos” y “pendencieros” (1:7). Pero los creyentes deben ser “prudentes” y “no… respondones” (2:5, 9), “que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres” (3:2). • Relaciones. Pablo describe la actitud de los incrédulos hacia otros como estar “viviendo en malicia y envidia” (3:3), mientras que las relaciones de los creyentes deben reflejar “la bondad de Dios nuestro Salvador” (3:4). • Veracidad. Pablo describe a los incrédulos como intrigantes “mentirosos” (1:12) y “engañadores” (1:10). Sin embargo, se refirió al creyente como aquel que tiene “un conocimiento de la verdad” (1:1) y una devoción a Dios que “nunca miente” (1:2). Y pudiera continuar. Pero creo que entiendes lo que quiero decir. La distinción entre las personas cristianas y las del mundo debe ser tan clara como el agua. No porque somos mejores personas o porque tuvimos una mejor crianza. De hecho, inherentemente, no diferimos en nada a otras personas. A nuestro corazón le encantaría marchar al mismo ritmo egocéntrico que el resto del mundo. La única diferencia —la única diferencia— es Jesús. El evangelio. Pero qué diferencia marca. ¡Qué diferencia Él marca! Y el medio a través del cual el Espíritu continúa aflojando nuestro aferro a viejos patrones de comportamiento, para liberarnos de las ataduras de la conformidad cultural y despertar nuestro corazón a la belleza de Cristo y Sus caminos, es a través de la verdad impartida de Su Palabra. A través de la sana doctrina. No pienses que puedes vestirte con un mejor comportamiento o convertirte 31
  • 33. en la hermosa mujer que esperas ser sin fundar tu vida sobre la verdad bíblica. Si no estás dispuesta a comenzar allí y permanecer allí, saturándote de las Escrituras y recibiendo la sana doctrina de creyentes maduras, tu búsqueda de una vida piadosa y fructífera siempre será un ejercicio de frustración. Y si tratas de vivir sin prestar mucha atención a la sana enseñanza bíblica, no pienses que evitarás encontrarte con la doctrina. Simplemente estás escogiendo vivir un tipo de doctrina diferente. Porque todas nosotras vivimos (y morimos) por la doctrina. El evangelio de la verdad He llegado a creer que cada falla y defecto en nuestra vida fluye de alguna clase de deficiencia doctrinal. O no nos han enseñado y realmente no conocemos la verdad de Dios, que nos permite obedecerlo y deleitarnos en Él. O (peor aún) conocemos la verdad, pero no estamos caminando de acuerdo con lo que conocemos. Es uno o lo otro. Porque solo la sana doctrina, aplicada constantemente, mantendrá nuestro pensamiento y comportamiento en el camino correcto. La sana doctrina es segura. Es higiénica. Es pura. Y es absolutamente indispensable para un corazón sano y una vida piadosa. Nuestro más alto propósito es engrandecer a Dios. Hacemos eso cuando experimentamos, disfrutamos y reflejamos la hermosura de Cristo, y la mostramos a un mundo que está carente de verdadera belleza. Ahora bien, conocer y aceptar la sana doctrina bíblica no “endulza” la guerra espiritual que enfrentamos ni nos garantiza que nunca fallaremos. Pero cuando fallamos, nos muestra a dónde ir; nos indica el camino de regreso a la cruz, nos llama a arrepentirnos y a entregarnos otra vez a Cristo, y nos 32
  • 34. asegura Su misericordia. Nuevamente, todo nos lleva de regreso al evangelio. Nuestro propósito en buscar el carácter, las relaciones y el ministerio de Tito 2 no es solo para ser mejores esposas, madres o líderes ministeriales, o para tener una mejor reputación o poder dormir mejor por la noche. Nuestro más alto propósito es engrandecer a Dios. Hacemos eso cuando experimentamos, disfrutamos y reflejamos la hermosura de Cristo, y la mostramos a un mundo que está carente de verdadera belleza. Puede que estés preocupada —como todas deberíamos estarlo— por la rápida desintegración moral que nos rodea. Nuestra respuesta reflexiva es pensar que la solución se encuentra en leyes nuevas y mejores, estructuras y sistemas nuevos o un reacondicionamiento de las escuelas y los gobiernos. Es tentador pensar que un presidente distinto, legisladores y jueces diferentes, o más y mejores programas sociales cambiarían las cosas. Pero lo que Pablo plantea en Tito es que, primero y principal, necesitamos discípulos que conozcan y vivan de acuerdo con la sana doctrina. Hombres y mujeres que estén fundados en las Escrituras y que vivan lo que creen. Creyentes que sean piadosos, sabios, buenos y amables, que tengan familias y relaciones amorosas y sanas. Nuestros mejores argumentos intelectuales en sí solos nunca persuadirán al mundo entero sobre la existencia de Dios, la singularidad de Cristo, el camino a la salvación y la justicia moral de una cosmovisión bíblica, y otras cosas más. El mundo es mucho más propenso a dejarse persuadir cuando ve el evangelio manifestado en nuestra vida y nuestras relaciones. Como dijo Heinrich Heine, el filósofo alemán del siglo XIX: “Muéstrenme su vida redimida y tal vez pueda creer en su Redentor”.[4] Simplemente, no hay herramienta de evangelismo más poderosa ni medios más eficaces de producir un cambio social o sistemático, sino cristianos que creen y demuestran la doctrina y el evangelio de Cristo Jesús. Cuando mujeres jóvenes y ancianas aprenden y viven juntas la Palabra de Dios el resultado , es asombrosamente 33
  • 35. bello. Sumamente cautivante. Un reflejo de la imagen de Cristo. Esa proposición podría parecer ingenua y demasiado simple para muchos. ¿Qué influencia podría ejercer un puñado de seguidores de Cristo regenerados en una isla de Creta perteneciente a ese vasto y corrupto Impero romano? ¿Qué influencia podemos ejercer tú y yo si vivimos una vida piadosa en nuestro mundo impío? Tú, tu familia y tu iglesia podrían ser pequeñas islas de piedad en un vasto mar de maldad. Pero no subestimes lo que Dios puede hacer por medio de esos fortines de gracia y belleza para que el evangelio sea deseable para las almas perdidas. Así se extiende el Reino de Dios. Por lo tanto, si eres una mujer joven… ahora prepárate a aprender a buscar, entender y atesorar la sana doctrina de la Palabra de Dios, porque sabes que esto formará la persona que hoy eres y la que serás mañana. Asegúrate de relacionarte con ancianas piadosas, cuyo amor por Cristo y Su Palabra incremente tu apetito por la sana doctrina y tu entendimiento de la influencia que tiene en cada área de tu vida. Y para aquellas de nosotras que somos ancianas, asegúrate de nunca dejar de lado lo esencial: la Palabra de Dios pura, sin disolución. Seamos epístolas vivientes de la sana doctrina, tanto en el aprendizaje como en la práctica. Suficiente hemos tenido con la atracción y la distracción del mundo. Es tiempo de mostrarles a las generaciones siguientes la belleza de la verdad de Dios y su suficiencia para los desafíos de nuestro tiempo. Te aseguro que, cada vez que seas obediente a este llamado, podrás ver que Dios pinta tu vida con colores del evangelio fuertes y vivos como jamás imaginaste. La doctrina es el qué. Su aplicación es el ahora qué. Y, cuando ambos están juntos, tenemos el fundamento de la verdad firme y nivelado sobre el cual construir nuestra vida con confianza. Cuando mujeres jóvenes y ancianas aprenden y viven juntas la Palabra de Dios el resultado es asombrosamente bello. Sumamente cautivante. Un , reflejo de la imagen de Cristo. 34
  • 36. Reflexión personal Ancianas 1. Si una mujer joven estuviese buscando una mentora sólidamente fundada en la verdad bíblica y que refleje la belleza de la verdad, ¿pensaría en ti? ¿Por qué sí o por qué no? 2. ¿Qué pasos prácticos podrías tomar a fin de estar mejor preparada para ser mentora de una mujer más joven? (¡Recuerda que no tienes que ser perfecta para ser de ayuda!). 3. ¿Cómo podrías animar a una mujer más joven en tu vida a ser más intencional en cuanto a “plantar y regar” su corazón en el suelo de la buena doctrina? Mujeres jóvenes 1. ¿De dónde has “adquirido” las “doctrinas” (enseñanzas) que más han influido en tu vida? ¿De la televisión/películas, amigas, miembros de tu familia, mentoras, libros, las Escrituras, la iglesia? ¿Son estas fuentes sabias y piadosas? ¿Cuál es el fruto de estas enseñanzas en tu vida? 2. ¿Qué cualidades de una mentora potencial te indicarían que tiene un firme compromiso con la sana doctrina? ¿Cuáles podrían ser unas posibles señales de alarma? 3. ¿Qué pasos podrías tomar para profundizar tu entendimiento de la Palabra de Dios y saturar tu mente, tu corazón y tu vida con la sana doctrina? 35
  • 37. Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. …para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador. TITO 2:1-5, 10 36
  • 38. CAPÍTULO 3 No pierdas la esperanza en esta carrera de modelaje Envejeciendo hermosamente, a cualquier edad Una persona mayor que ha caminado por mucho tiempo en la senda de la justicia es un tesoro: un tesoro de sabiduría, un tesoro de experiencia y un tesoro de entendimiento. JOHN MacARTHUR NO HACE MUCHO, UN MÉDICO AMIGO nos presentó a mi esposo y a mí un suplemento de salud, que ha sido desarrollado para reparar, rejuvenecer y restaurar las células del cuerpo a nivel molecular. A medida que envejecemos, estas moléculas se desequilibran y disminuyen, y nuestro cuerpo ya no puede funcionar a niveles óptimos. Cuando escuchamos a nuestro amigo mientras nos explicaba el respaldo científico del producto y sus resultados de un incremento de energía, fuerza y salud, nos miramos el uno al otro y pensamos: ¿Cómo podemos obtenerlo? ¿Cuándo podemos comenzar? Como sabrás, nadie nos tuvo que decir que esas células de nuestro cuerpo están envejeciendo. Lo sabemos. Lo sentimos. Tú también lo sabes. ¿Y a quién no le encantaría retrasar ese proceso? Robert y yo no estamos buscando algo que nos devuelva el cuerpo que teníamos a los veinticinco años, pero nos gustaría tener la fuerza física para amar y servir al Señor, el uno al otro y a los demás mientras Él nos dé aliento. Aún más importante, queremos conservar la vitalidad espiritual —florecer y dar fruto— a medida que envejecemos. Y todas estamos envejeciendo: cada una de nosotras. Aunque tengamos veinte, cuarenta u ochenta años de edad, los años siguen pasando a una velocidad que parece estar en continuo incremento. Ninguna de nosotras será más joven de lo que somos ahora. Sin embargo, esta realidad, por inevitable que sea, todavía logra sorprendernos. En realidad, el proceso de envejecimiento puede ser una oportunidad de 37
  • 39. madurar y —desde una perspectiva eterna— ser cada vez más hermosas no menos. , Pocas de nosotras estamos dispuestas a ver las características, que alguna vez notamos en nuestros padres o abuelos, aparecer ahora sobre la piel de nuestras manos, en la forma de nuestro cuerpo, en el color gris de nuestro cabello. ¿Cuándo ocurrió esto? ¿Estuvo esa mancha oscura siempre allí? ¿Ya no puedo leer sin estos lentes? (Si esta todavía no ha sido tu experiencia, créeme, lo será, ¡y más pronto de lo que imaginas!). ¡Qué rápido —nos dijeron— pasarían los años! Cuánta razón tenían. Pero en nuestro descorazonamiento ante los efectos inexorables de la vida sobre nuestras raíces, nuestros reflejos y nuestra memoria, no perdamos de vista el hecho de que la Biblia no considera el envejecimiento como algo malo. De hecho, da honor a aquellos que han cosechado sabiduría con el paso de los años. Por eso me encanta ver personas de un amplio rango de edad participar de la adoración corporativa y el ministerio de la iglesia local o pasar tiempo juntas durante una comida con la comunidad de la iglesia. Estamos seguros de que la iglesia se ve disminuida cuando es demasiado homogénea, especialmente cuando se deja de lado a las personas más ancianas (o jóvenes) o simplemente no se las busca integrar como parte de la combinación demográfica homogénea ideal de una iglesia en particular. El Señor dijo a los israelitas desde tiempos antiguos: “Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano” (Lv. 19:32). Se decía que los patriarcas del Antiguo Testamento estaban “llenos de años”, “llenos de días” (Gn. 25:8; 35:29). Y muchos héroes de la fe de las Escrituras florecieron a partir de la mitad y la última parte de sus vidas. Job mismo señaló: En los ancianos está la ciencia, y en la larga edad la inteligencia (Job 12:12). Incluso la estructura de Tito 2 implica una deferencia hacia los creyentes ancianos. Pablo habló primero a los ancianos, luego a las ancianas y después 38
  • 40. dio instrucciones a las mujeres y hombres jóvenes. En general, la cultura occidental ya no piensa de esta manera. Tendemos a devaluar a las personas cuando envejecen, de la misma manera que tendemos a depreciar nuestro propio valor a medida que envejecemos, y nos sentimos infelices con nuestra apariencia, nuestro ritmo más lento y el esfuerzo requerido para estar más ágiles y en forma. Pero, en realidad, el proceso de envejecimiento puede ser una oportunidad de madurar y —desde una perspectiva eterna— ser cada vez más hermosas, no menos. Puede conducirnos a una mayor productividad y a un vital cambio de rol dentro del cuerpo de Cristo, que contribuya a la extensión del reino incluso mientras envejecemos. Por favor, escúchame. No estoy sugiriendo que sea necesariamente pecaminoso desilusionarse por los cambios poco atractivos que vemos en el espejo o tener añoranza por nuestros años más jóvenes y el deseo fugaz de recuperarlos. Lo que estoy diciendo es que nuestra experiencia común al envejecer, como cualquier otra experiencia en la vida, debería definirse por un paradigma bíblico más que por la perspectiva promovida por el mundo. En lugar de fijar nuestras expectativas en lo que vemos en los comerciales o escuchamos en una conversación, o incluso leemos en investigaciones publicadas en revistas científicas y médicas, estamos llamadas a enmarcar nuestro presente y nuestro futuro en torno al modelo atemporal para el envejecimiento que encontramos en las Escrituras. Sí, estamos envejeciendo, ya sea que “anciana” para ti signifique tener treinta y cinco, sesenta y cinco o noventa y cinco años. Y, sí, cada una de estas edades trae nuevos desafíos, algunos más difíciles que otros. Pero aun cuando te encuentres en la categoría bíblica de “ancianas” (en algún punto más allá de los años de crianza de los hijos, tal vez mucho más allá), tus mejores días como una modelo de piedad vital y dinámica todavía pueden estar por delante. Cada día de vida que Dios te da es una oportunidad de seguir creciendo en el carácter de Cristo y de reconocer en estas nuevas líneas de expresión y arrugas los ingredientes de una mujer de Tito 2. Para mujeres que maduran a cualquier edad Ya te he presentado a mi amiga, la ya fallecida Vonette Bright. Conocí a 39
  • 41. Vonette cuando yo era pequeña. En numerosas ocasiones, tuve el privilegio de viajar y ministrar con esta brillante mujer, la cofundadora (con su marido, el Dr. Bill Bright) de la Cruzada Estudiantil para Cristo (ahora llamada, Cru). Para mí, fue una de esas personas que lograron captar mucho de lo bello de una mujer piadosa —llena de la Palabra, llena de fe, llena de vitalidad espiritual— hasta los últimos días de su vida. A los ochenta años, incluso mucho después de haber enviudado, esta increíble mujer seguía viajando por todo el mundo, sirviendo al Señor y a los demás con vigor y gozo. Su pastor me dijo que, ocupada como estaba, se ofreció a organizar una reunión semanal de grupos pequeños en su hogar. Ella se negó a amoldarse y vivir para sí misma. A finales de sus setenta años, Vonette incluso tomó un curso en línea para convertirse en un miembro de pleno derecho de la Asociación de Motociclistas Cristianos —¡pasó la prueba en línea y luego fue a dar un paseo!—, porque amaba lo que estaban haciendo para difundir el evangelio y quería animarlos. Uno de los momentos más emotivos del día de su funeral fue observar a una escolta de una docena de motoristas que conducían la caravana de la familia, amigos cercanos y el coche fúnebre que llevaba su ataúd. ¡Qué espectáculo! Los hombres en Harleys, honraban el recuerdo de una mujer de ochenta y nueve años que amaba a Jesús y tuvo amor por ellos. Lo que pasó en el ministerio público de Vonette fue igualmente evidente en su conducta y estilo de vida privados. Era una mujer de Tito 2 en todos los aspectos de su vida. Y se notaba. Cuando ves a una anciana que es sabia, encantadora, agradecida, amable y llena del Espíritu de Dios, estás viendo un carácter que seguramente se ha formado a lo largo de muchos años. Vonette y yo hablamos frecuentemente durante los meses finales de su vida y, en ocasiones, de manera extensa. Me infundió gran esperanza ser testigo del espíritu aún lleno de vida y el crecimiento y la devoción interminables de esta mujer tres décadas mayor que yo, y darme cuenta de que “¡Sí, se 40
  • 42. puede!”. Ella era una prueba viviente de lo que la gracia de Dios puede producir en nosotras —en mí— mientras corremos la carrera que Él nos ha puesto por delante. Pero esto es lo que debemos recordar: las Vonette Brights no se forman de la noche a la mañana. Las mujeres no se despiertan a los ochenta y nueve años y, de repente, se encuentran espiritualmente fructíferas y florecientes. No es algo para empezar a considerar después de la menopausia. El reto para las ancianas es seguir considerándose espiritualmente vitales y relevantes. A medida que sus problemas de salud aumentaban y el cuerpo de Vonette se debilitaba, lamentaba no poder hacer más para el Señor y por otros y anhelaba poder ir a su hogar celestial. Ella necesitaba que se le recordara que no había dejado de ser útil y que su llamado no había caducado. Las mujeres más jóvenes también enfrentan un reto: hacer buen uso de esos años cuando la fuerza física, la belleza y la energía son más naturales, y prepararse para cuando llegue el día en que no puedan abotonarse la ropa con la misma facilidad y sus articulaciones comiencen a ponerse rígidas... para que puedan seguir con su carrera de ser ejemplos. Convertirme en una “anciana piadosa” ha sido una de mis metas en la vida desde que tengo memoria. Sé que puede sonar un poco extraño. Pero incluso cuando era una joven adolescente comencé a darme cuenta de que las decisiones que estaba tomando en ese entonces contribuirían a mi vida como estudiante universitaria, como joven adulta, como mujer de mediana edad y, al final, como la ancianita que algún día vivirá en mi domicilio particular. Sabía entonces, y sé ahora, que no hay atajos para adquirir las cualidades de una anciana piadosa. Deben cultivarse y sazonarse con el tiempo para que adquieran sabor y alcancen su punto justo. Requieren una vida. Requieren experiencia. Requieren errores, confesión y arrepentimiento. Requieren intencionalidad y sacrificio. Requieren toda una vida de práctica. No estoy tratando de poner la presión de toda tu vida encima de tus planes sociales para este fin de semana. Tampoco estoy diciendo que Dios no puede hacer nada contigo si no eres espiritualmente intencional desde una edad temprana. Pero cuando ves en la iglesia a una anciana que es sabia, encantadora, agradecida, amable y llena del Espíritu de Dios —una modelo 41
  • 43. en todos los sentidos— estás viendo un carácter que seguramente se ha formado a lo largo de muchos años. Y cuando observas a esas ancianas que parecen quejumbrosas, intolerantes, mezquinas o amargadas, casi con toda seguridad llegaron a ser así en el transcurso de las décadas. Esta es la verdad: las ancianas piadosas más maravillosas que conoces probablemente también tomaron en serio ser mujeres jóvenes piadosas. Así que el mensaje de Tito 2 es para todas nosotras, ancianas y jóvenes. Y, a medida que profundicemos en sus tesoros, veremos cómo las ancianas de la iglesia florecen cuando permanecen junto a mujeres más jóvenes, y cómo las jóvenes pueden encontrar una perspectiva inspiradora de su carácter y utilidad perennes en la vida y en el rostro de sus hermanas espirituales mayores. Eso no quiere decir que no haya diferencias entre las diversas etapas de la vida. Cada una tiene desafíos y experiencias que hacen que las palabras de Pablo tengan validez para cada grupo. Y, aun así, todas podemos beneficiarnos de leer y practicar todo lo que él escribió. Incluso, por curioso que parezca, sus recomendaciones iniciales a los ancianos. Madurez total Al dar el primer vistazo al versículo 3 de Tito 2, donde empiezan las instrucciones de Pablo a las ancianas, casi de inmediato notarás una palabra que nos hace detener antes de proseguir. “Las ancianas —comienza el versículo— asimismo…”. ¿Asimismo? Esta palabra me lleva a creer que lo que Pablo les escribió a los ancianos también tenía la intención de aplicarse al carácter de las ancianas. De modo que debemos retroceder al versículo 2 para ver qué tipo de cualidades están de acuerdo con la sana doctrina, tanto para hombres como para mujeres: Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia (Tit. 2:2). Estas no son cualidades que podríamos escoger y servirnos como en un restaurante autoservicio. No. Estas son la marca registrada de todos los creyentes espiritualmente maduros. Ninguna de ellas es opcional si queremos convertirnos en modelos de Tito 2. Así que tomemos un tiempo breve para 42
  • 44. analizarlas. “Sobrias” La aplicación más literal que nos viene a la mente cuando escuchamos este término es estar libre de la influencia embriagante del alcohol. Pero ser sobrias en un sentido bíblico tiene connotaciones más amplias. Implica no embriagarse con ninguno de los varios excesos que tenemos disponibles en el mundo. Podría ser un apetito glotón por la comida cuando medicamos nuestras emociones con bocados irreflexivos de nuestros refrigerios favoritos y no podemos esperar para salir a cenar y darle gusto a nuestro antojo. Podría ser una fiebre por gastar dinero, aunque lo justifiques como el derecho de abuela de consentir a tus nietos con juguetes y regalos. Podría ser el hábito de explorar la Internet negligentemente o de no perderte la serie de televisión más reciente. Desde la distancia, podemos ver fácilmente este tipo de actividades (y otras) como algo extravagantes, derrochadoras, egocéntricas y vanas. Sin embargo, en un momento tentador, bajo circunstancias que se prestan a buscar una vía de escape o alivio emocional, cualquiera de nosotras puede caer en la indulgencia excesiva y el exceso, al ocuparnos en buscar cosas vanas y efímeras que nunca nos saciarán lo suficiente y que siempre nos llevarán a buscar más. Una mujer sobria, por el contrario, ha aprendido la diferencia que satisface el alma entre los placeres temporales y los placeres eternos. Ella reconoce que nunca será totalmente inmune al clamor exigente de las necesidades insatisfechas y a la atracción por los apetitos carnales, ya sean en la forma de compras extravagantes o juegos de computadora altamente adictivos. Pero la madurez le ha enseñado lo que realmente importa en la vida. Y así, a través de un patrón de práctica de la obediencia y entrega al Espíritu, ella ha experimentado la libertad de decir “no” a las indulgencias que al final pueden dejarla vencida, desanimada y desmoralizada. Y las mujeres jóvenes que ansían este tipo de discernimiento y fuerza para sí mismas encontrarán en ella un ejemplo de templanza y moderación —su sobriedad— atractivo y digno de imitar. “Serias” 43
  • 45. La NVI traduce este término como “respetables”. Es la cualidad de ser honorable, reverente y debidamente solemne en la vida. Nuestra vida incluye una abundancia de oportunidades adecuadas para la diversión y la risa, momentos que se prestan para la alegría. Pero no todos los momentos son así. De hecho, yo diría que la mayoría de ellos no lo son. La vida debe tomarse en serio; no con pesimismo, ni con tristeza, no carente de gozo y algarabía, pero tampoco con ligereza y descuido. Por eso, Pablo instó a los creyentes a que “andemos como de día, honestamente” (Ro. 13:13), “redimiendo el tiempo” (Col. 4:5). Somos llamadas a vivir de una manera digna de los que pertenecen a Dios, que es “el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo” (Is. 57:15). Uno de los beneficios de envejecer es tener una conciencia creciente de la eternidad la cual , debería darle color a todo lo que tiene que ver con nuestra vida diaria. Uno de los beneficios de envejecer es (o debería ser) tener una conciencia creciente de la eternidad, la cual debería darle color a todo lo que tiene que ver con nuestra vida diaria. Las cosas se ven diferentes cuando adoptamos esta visión a largo plazo. Tenemos más motivos para estar menos agitadas, menos apresuradas, menos dramáticas, menos inclinadas a llamar a toda una emergencia. Podemos estar más en paz y en calma, poder determinar mejor cómo manejar cualquier tipo de dilema, dinámica o desacuerdo que se presente. El cielo está cada vez más cercano, lo cual nos permite andar tranquilamente con confianza y gracia y caminar en reverencia ante Aquel en cuya presencia vivimos. Y lejos de volvernos taciturnas o mojigatas, esta manera de pensar y vivir nos lleva a disfrutar del más alto y puro gozo. Las ancianas están en la mejor posición de modelar este tipo de dignidad y postura a las mujeres jóvenes, que regularmente se encuentran ante situaciones que parecen demasiado difíciles de manejar y que necesitan la influencia tranquilizadora de la sabiduría y la madurez. 44
  • 46. La seriedad es algo hermoso de contemplar. “Prudentes” Dedicaremos un capítulo a este asunto más adelante, ya que Pablo regresa a él en varias ocasiones. Pero echemos un vistazo breve a esta importante palabra. “Prudente” viene de la palabra griega sófron, la cual deriva de dos palabras, una significa “salvo” o “sano”, y la otra significa “mente”. Ser prudente es actuar con una “mente salva” o una mente sana: vivir con una mente sensata. Curiosamente, la última parte de la palabra —fron— está relacionada con la palabra del griego moderno que se usa para frenos de un automóvil. Una persona prudente sabe cuándo detenerse, cuándo decir que no. Sabe cómo frenar sus deseos e impulsos. Sabe dominarse bajo el control del Espíritu Santo. Se gobierna a sí misma y disciplina su mente, sus pasiones, sus deseos, su comportamiento. No existen atajos para adquirir esta característica. Cada una de nosotras sabe, por dura experiencia, cuán obstinada y resistente puede ser nuestra voluntad humana. Naturalmente nos resistimos no solo a los intentos de otros , de manejarnos y dirigirnos, sino también a nuestros propios esfuerzos. Por eso, las mujeres jóvenes necesitan modelos mayores que hayan enfrentado el reto de ejercer “sófron”, pero que también pueden mostrar en su propia vida cómo es esta cualidad y cómo se cultiva. “Sanas en la fe” Pablo termina esta lista de cualidades en el versículo 2 con tres características que demuestran el fruto de la sana doctrina en el carácter de los creyentes mayores: sanos en la fe… sanos en el amor… sanos en la paciencia. La palabra traducida como “sanos” implica salud y salubridad, lo cual lo hace aún más alentador cuando se dirige a creyentes en sus últimos años, cuando los problemas de salud tienden a empeorar. Incluso cuando el cuerpo comienza a ponerse lento, a crujir y a perder vigor en varias partes, en nuestra vida espiritual deberíamos estar en mejor forma que nunca. “Sanas en la fe” significa, literalmente, sanas en la fe: cimentadas en la verdad de la Palabra de Dios. Y capaces de afirmar, a partir de la experiencia, 45
  • 47. la confiabilidad de las promesas de Dios. Pienso en Josué que, parado delante del pueblo de Israel cerca del final de su vida, declaró: “Y he aquí que yo estoy para entrar hoy por el camino de toda la tierra; reconoced, pues, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, que no ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado ninguna de ellas” (Jos. 23:14). Estas no son las palabras de un hombre cuya fe era meramente intelectual. Estas revelan una fe madura, una fe que ha sido puesta a prueba y comprobada, una confianza firme en Dios y Su Palabra. Aun en la vejez —de hecho, por su vejez— Josué pudo declarar su fe con confianza. En su trayectoria de muchos años y en innumerables situaciones desesperantes, no se limitó a hablar de algo que había oído, sino a dar testimonio de algo que conocía por experiencia propia. Ser sana en la fe depende de la confiabilidad de Aquel en quien has puesto tu fe, no de tu trayectoria perfecta de caminar en fe. ¡Cuán inspirador puede ser ese testimonio para aquellas que aún están corriendo las primeras vueltas de su carrera! Y aun así, puedes ser una anciana que no se siente “sana en la fe”. Quizás no te sientas calificada para inspirar a la generación que viene detrás de ti. La realidad es que todavía estamos aprendiendo. Todavía estamos creciendo. Todavía necesitamos gracia diaria. Ser sanas en la fe no es la cima de una montaña una meta a alcanzar. Es un camino. Y cada una de nosotras , cometemos errores en nuestro camino. Te prometo que lo que has deducido de la naturaleza y los caminos de Dios a lo largo de tu vida, por muy incapaz que te sientas, vale la pena transmitirlo a otras que vienen detrás de ti. Dondequiera que hayas visto a Dios demostrar que es fiel, dondequiera que Su Palabra te haya sostenido en tu debilidad y te haya dado la dirección que necesitabas, y sí, dondequiera que hayas experimentado las consecuencias de equivocarte y no caminar de acuerdo con Su Palabra, allí tienes una historia que contar. 46
  • 48. Ser sana en la fe depende de la confiabilidad de Aquel en quien has puesto tu fe, no de tu trayectoria perfecta de caminar en fe. “Sanas… en el amor” Si bien la doctrina bíblica es crucial, también puede ser compleja o incluso abrumadora. Y, en el proceso de tratar de entender todo en nuestra mente, podemos olvidarnos de lo más importante. El fundamento del amor cristiano. El avance de la edad en la vida del creyente debe caracterizarse por una capacidad de amar cada vez mayor. Amor genuino. Amor sacrificial. Amor paciente. El tipo de amor de Dios. He asistido a muchos funerales de personas que eran muy conocidas por sus logros profesionales o por su valiente postura en cuestiones morales o su notable ministerio público. Y siempre me conmueve escuchar que se recuerda más a estos “grandes” por sus demostraciones personales de amor y preocupación por otros, a menudo inadvertidas. Esta cualidad puede mostrarse de innumerables maneras, pero en ninguna otra parte se irradia más bellamente que a través de la vida de una persona, o adorna más claramente la doctrina de Dios que cuando se expresa a través del perdón genuino. ¿Cuántas familias y relaciones familiares una vez íntimas se destruyeron a través de años de enojo, amargura, silencio sepulcral y malentendidos jamás aclarados? Una colega estaba experimentando esto cuando me escribió y pidió que orara por su madre, que tenía cáncer terminal: Mientras sigo esperando que Dios haga un milagro en su cuerpo físico, mi principal oración es que Él obre en su corazón y que ella perdone a la hermana de mi padre, que los ha herido profundamente, tanto a ella como a mi padre. Ella sabe que necesita perdonarla, pero siente que no lo puede hacer. ¡Oh, cuántas cicatrices pueden dejar la traición y la confianza quebrantada! Pero el amor puede ayudar a sanar esas heridas, incluso años después de haberlas experimentado. El perdón en el corazón de una persona mayor es uno de los ejemplos más inspiradores de todos. Una persona que está sana en amor estará familiarizada con las expresiones: “Te perdono” o “Me equivoqué, ¿me perdonas?”. 47
  • 49. El perdón es solo un ejemplo del tipo de amor que Pablo nos llama a modelar a medida que envejecemos. Aquí hay algunas buenas preguntas que podemos hacernos periódicamente: • ¿Está mi amor creciendo, abundando “más y más” (Fil. 1:9)? • ¿Estoy más concentrada en las necesidades de los demás que en mis propias necesidades? • ¿Es mi amor más profundo, rico, saludable de lo que era años atrás, una década atrás? “Sanas… en la paciencia” Dos creyentes ancianas y piadosas me contaron recientemente que están pasando las circunstancias más difíciles que les ha tocado enfrentar. He estado reflexionando sobre sus palabras y recordé esta solemne observación bíblica: Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo (Sal. 90:10). Esa no es la opinión cínica de un pesimista deprimido; es simplemente la verdad. La vida en este mundo caído es difícil, y a menudo se vuelve más difícil a medida que envejecemos. No importa las adversidades que ya hayamos encontrado, lo peor (en esta vida) puede estar aún por delante. Como ancianas, lo sabemos. Nuestra propia experiencia lo confirma, como también el testimonio de otras personas que conocemos. Entonces, ¿qué tipo de mujeres queremos ser por el resto de nuestra vida cuando reconocemos que la adversidad es inevitable y que la vida puede ser aún más difícil? Si queremos proyectar nuestro futuro conforme a la Palabra, entonces sabemos cuál debería ser nuestra respuesta: ser sanas (saludables y fuertes) en la “paciencia”. Esta palabra griega es una combinación de dos palabras más cortas, que podrían traducirse literalmente “permanecer bajo”. La idea es la de soportar una carga pesada: no desplomarse bajo la presión, no ser aplastados por ella, sino resistir el peso. Y no solo sobrevivir, sino también enfrentar las circunstancias de la vida de manera triunfal y permitir que Dios las use para moldearnos y formarnos, y soportarla de una manera que glorifique al Dios en quien confiamos. 48
  • 50. Me encanta la manera en que una de mis heroínas de la fe, la Dra. Helen Roseveare, lo presenta. En su elocuente acento británico, explicó por qué ella prefería la palabra perseverancia en lugar de resistencia: “La palabra resistencia tiene una especie de connotación de apretar los dientes, hacer fuerza, sobrevivir de alguna manera. La palabra perseverancia se refiere a permanecer firme, no darse por vencido, no importa lo que venga”.[1] Este tipo de carácter se encuentra en aquellos que reconocen y se someten a la providencia de Dios. Incluso ven sus pruebas como provenientes de Su mano, lo cual les permite seguir adelante con valentía y fe. Ese es el tipo de mujer que quiero ser. Las personas que están sufriendo y aquellas que enfrentan dificultades necesitan modelos como estos. Mujeres jóvenes, que todavía tienen su vida por delante, necesitan modelos como estos. Modelos de seriedad. De dignidad. De autocontrol. De fe, amor y paciencia. Y sí, tú puedes serlo. Deberías serlo. Según la Biblia, Dios espera que tú lo seas. Y que yo lo sea. Cuanto más envejecemos, más debemos permitir que Dios nos moldee, nos forme, nos embellezca y nos perfeccione, que exfolie la piel muerta y seca de la impureza y el egocentrismo y que irradie a través de nosotras el brillo de Su obra. Sigue brillando Todos estamos incluidos en el patrón de vida cristiana que encontramos en Tito 2. Ancianos. Ancianas. Hombres jóvenes. Mujeres jóvenes. Cada uno tiene un papel que desempeñar en adornar la doctrina de Dios. Independientemente de si eres una joven que envejece o no tan joven que envejece, puedes ser un modelo dinámico, próspero y fructífero mientras Dios te da aliento; siempre y cuando permanezcas sana y constante en tu caminar con Dios a medida que pasan los años. Esa es la expectativa: madurez cronológica acompañada de crecimiento espiritual continuo y salud espiritual en aumento. Esa es la misma visión presentada por uno de mis versículos favoritos de las Escrituras, uno que frecuentemente incluyo en mis felicitaciones de cumpleaños: Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en 49
  • 51. aumento hasta que el día es perfecto (Pr. 4:18). No estás condenada a llegar a tu punto más alto y luego iniciar el camino de descenso cuando llegues a los cincuenta, sesenta, ochenta años o más. Esa es la perspectiva del mundo sobre el envejecimiento, no la de Dios. A medida que envejecemos, nuestro cuerpo físico y nuestra mente se puede deteriorar, pero nuestro espíritu interno (Cristo en nosotros) puede brillar más y más hasta que el día sea perfecto: el día cuando entremos a la luz eterna de Su presencia, sin sombras, cuando “transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Fil. 3:21). Un comentarista dijo: “La vejez despoja al cuerpo de su glamur para enfatizar la belleza del alma”.[2] Es verdad. Cuando somos jóvenes, podemos disimular algunos de esos molestos defectos de carácter con el brillo natural de nuestra energía, buena apariencia y personalidad. Pero, cuando envejecemos, nuestro brillo físico comienza a atenuarse. Y esos mismos defectos de carácter, si no los hemos tratado ni santificado, solo serán más pronunciados y visibles. Pero si perseveramos en la instrucción de Tito 2 de adornar el evangelio, nos volveremos más y más como los “justos” descritos en el Salmo 92: El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano… Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes, para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto… (Sal. 92:12, 14-15). ¿No te encanta? Es una descripción inspiradora de creyentes que florecen, maduran y dan fruto: renovados internamente día a día, para proclamar la belleza de Cristo. Anciana, no escuches lo que tus pies y tu cansancio te están diciendo. Escucha lo que tu fe en Dios y Su Palabra te están diciendo. Estás destinada a ser un modelo, a vivir una vida digna de respeto que vale la pena imitar. A convertirte en una persona de quien se diga: “Así quiero ser cuando tenga su edad”. A ser ejemplo del corazón y el carácter de Cristo. Y mujer joven, ya sea que tengas dieciséis o veintiséis años, o lo que “más joven” signifique en tu caso, la anciana piadosa en la cual espero que quieras convertirte no está tan lejos de la mujer joven que eres hoy. Comienza hoy a cooperar con el Espíritu Santo para cultivar esas cualidades en tu vida. 50
  • 52. Sea cual sea tu edad, recuerda que todas somos modelos aspirantes, que siguen a Cristo y hacen que otras anhelen conocerlo y seguirlo. Mujeres, de todas las edades, adornadas —hermoseadas— por el Cristo que mora en ellas. Y mujeres cuyas vidas adornan la doctrina que dicen creer, al hacer lo que ya es bello aún más atractivo para todos a su alrededor. Reflexión personal Ancianas 1. Vonette Bright se negó a amoldarse y vivir su vida para sí misma. Ella continuó creciendo, sirviendo y animando a otros hasta que pasó a la eternidad. ¿Cómo te inspira su vida a ser un modelo de Tito 2 hasta que el Señor te llame a su presencia? 2. A medida que envejecemos, muchas mujeres tienen una “consciencia creciente” de la eternidad. ¿Es esto así en ti? ¿Cómo te anima Colosenses 4:5-6 en esta área? 3. ¿Qué puedes hacer para incluir a más mujeres jóvenes de tu iglesia, que tienen un corazón sediento, en tus tiempos de adoración, comunión y ministerio? Mujeres jóvenes 1. ¿Alguna vez has visto una anciana con una belleza que la rejuvenece? Describe lo que ves en ella. 2. ¿Cómo podrían las decisiones que estás tomando hoy afectar a la anciana que algún día serás? Si puedes, haz una lista de ejemplos específicos. 3. ¿Qué puedes hacer para incluir más ancianas sabias de tu iglesia en tus tiempos de adoración, comunión y ministerio? 51
  • 53. Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada …para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador. TITO 2:1-5, 10 52
  • 54. CAPÍTULO 4 Crece y discipula a otras Enseñando y aprendiendo: De una vida a otra Este es el reto para toda madre espiritual: ¿Permitirás que Dios te use para ayudar a otras mujeres a aprender de tu conocimiento y tu experiencia, tus errores y tus victorias? CATHE LAURIE EL PASTOR TOM NELSON CUENTA LA HISTORIA de una mujer de su congregación en Denton, Texas. Joy Brown,[1] que en ese entonces ya tenía setenta años era conocida como una mujer piadosa, cuya vida manifestaba varias de las características que vimos en el capítulo anterior. Había recibido a Cristo a una edad temprana y había escuchado personalmente a varios de los más grandes predicadores del siglo XX. Además, había sido una apasionada estudiante de la Palabra de Dios por años y, a través de su influencia santificadora había crecido hasta convertirse en una verdadera amante de , Dios, así como también en una esposa, madre y amiga leal. —Pero Joy —le preguntó el pastor un día—, ¿estás haciendo discípulos? —¿Yo? —respondió ella—. No sé si estoy preparada. Al oír esto, podríamos preguntarnos: Señora, si usted no está preparada, ¿entonces quién? ¿Pero a cuántas de nosotras, cualquiera que sea nuestra edad o experiencia, nos podrían preguntar lo mismo y podríamos sentir lo mismo? —¿Yo? No sé si estoy preparada. No mucho tiempo después de escuchar esta respuesta, el pastor Nelson llamó aparte a la directora del ministerio para mujeres de la iglesia y le dijo: “No quiero que Joy Brown se matricule en más estudios bíblicos. Ella ya sabe más que nadie”. El pastor quería que esa enorme riqueza de conocimiento, experiencia y perseverancia se transmitiera a una generación más joven que podía beneficiarse de lo que una mujer como Joy podía enseñarle. —Prepárate —le dijo a Joy—. Estás a punto de entrar en el ministerio. Él le asignó la tarea de enseñar a un grupo pequeño de adolescentes. Estaba muerta de miedo. ¿Qué querrían aprender esas jóvenes de una anciana como 53