2. Os lo aseguro: me buscáis
no porque habéis visto
signos, sino porque
comisteis hasta saciaros.
Trabajad no por el
alimento que perece, sino
por el alimento que
perdura, dando vida
eterna, el que os dará el
Hijo del hombre…
Este es el trabajo que
Dios quiere: que creáis en
el que ha enviado.
Juan 6, 24-35.
3. Jesús toca el corazón de las gentes. Tanto, que multitudes
lo siguen y lo buscan, porque necesitan de luz en su vida.
Pero esa búsqueda no siempre es limpia. Hay quienes
quieren utilizar a Jesús para conseguir sus fines. También
hay quien persigue a Dios solo para satisfacer sus
necesidades materiales.
4. Jesús desafía a quienes lo siguen. Les habla de otro tipo de
pan y de otras necesidades, de orden espiritual. El hombre
no puede vivir solo de bienes materiales que perecen.
Necesita un alimento que perdure. Y esta es su misión:
ofrecer la vida eterna.
5. En nuestro mundo vemos muchas iniciativas nobles y
solidarias al servicio de los más necesitados. La Iglesia es
pionera en atender a los pobres… pero su principal misión
es anunciar un mensaje e invitar a las personas a crecer,
humana y espiritualmente.
6.
7. Erradicar el hambre y la pobreza son imperativos éticos.
Responder ante la miseria y el dolor es tarea de toda la
sociedad y de los gobiernos. La Iglesia debe interpelar el
corazón humano para que cada cual se aventure a vivir
dedicado al prójimo.
8. Ocuparnos de las cosas de Dios es ocuparnos de las cosas
del hombre. ¿Qué significa creer en Cristo como enviado
del Padre? Seguirlo e imitarlo: trabajar en todo aquello
que nos ayude a amar mejor. Y hacerlo de una
determinada manera…
9. Trabajar por Dios: cuando todo cuanto decimos y
hacemos gira en torno a Él. Se trata de situar a Dios en
el centro de la familia, del trabajo, del ocio, del
descanso… Ofrecérselo todo.
10. Para trabajar así necesitamos tiempo para el descanso,
tiempo para la oración,
tiempo para la formación
y tiempo para la celebración.
11. Desde la lógica humana, es comprensible que uno pida
signos para creer. Los israelitas clamaron ante Moisés, y
Dios les concedió el maná. Ahora Jesús nos da otro pan: él
mismo. Un pan que no perece ni se agota…
12. Cuando Cristo es nuestro alimento, integrado en nuestra
dieta espiritual, el hambre y la sed interior quedarán
saciadas. Ya no hará falta buscar más. Nuestra búsqueda
de sentido de la vida habrá culminado con su encuentro.
13. Y todo cuanto hagamos quedará transformado por el
amor que hemos recibido gratis y que gratis podremos
dar a los demás.
Somos instrumento del amor de Dios, instrumento para
que pueda alimentar a otros hambrientos de él.