la Eucaristia es una Fiesta-Explicación para niños
3 domingo adviento c
1. ESTAD SIEMPRE ALEGRES
3R DOMINGO DE ADVIENTO – CICLO C
Grita de júbilo, Israel, alégrate y goza de todo corazón,
Jerusalén. El Señor será rey en medio de ti... Él se goza y se
complace en ti, te ama y se alegra… Con estas palabras el
profeta Sofonías invita a su pueblo a vivir ya el júbilo de una
promesa. Es la alegría anticipada del que espera la plenitud.
¿Cuál es el motivo? La presencia de Dios. Cuando Dios reina en
nuestra vida nos sentimos bañados en su amor y esto nos da
fuerzas y nos ilumina el corazón.
Comenzamos este domingo con una lectura que nos habla de la
alegría por una promesa. De aquí pasamos al clamor del último
profeta, Juan Bautista, que leemos en el evangelio. Su mensaje
es exigente: ¡hay que preparar la venida del Señor! La gente lo
escucha con atención porque es un hombre auténtico, que dice
las verdades sin miedo y no vacila ante nadie. ¿Qué tenemos
que hacer?, preguntan. Juan responde con unos consejos muy
sencillos, de sentido común, de caridad elemental. Exhorta a
cumplir con las obras de misericordia: dar de comer al
hambriento, vestir al desnudo, compartir los bienes. Y también
recuerda los mandamientos de la ley: no robar, no ejercer
violencia, no abusar del poder. La fe no se puede separar de
las obras. La fe se vive en el día a día, con acciones concretas.
Entre estas dos lecturas, encontramos un bello párrafo de la
carta de san Pablo a los filipenses. Estad siempre alegres en el
Señor, os lo repito, estad alegres. Los primeros cristianos ya
han visto la promesa cumplida. El Señor está cerca, no en el
tiempo, pues ya llegó, sino en el espacio presente. En realidad,
Dios habita el centro de las comunidades. Está, hoy también,
entre nosotros. Por eso no hay motivo alguno para preocuparse
ni angustiarse. Aunque la vida sea dura y surjan dificultades, la
presencia de Dios nos ayuda. Esta es la fuente de una paz
duradera, que sobrepasa todo juicio. No es la paz negociada,
conquistada, motivada por hechos exteriores. Es la paz interior
del que se sabe inmensamente amado por Dios, protegido,
acompañado por él. Esta paz irradia desde adentro hacia afuera.
Quien vive agradecido, lleno del amor de Dios, esparcirá paz y
gozo a su alrededor. Esta es nuestra misión: prendidos por su
fuego, iluminar el mundo como candelas vivas de Adviento.