1. Este es el Cordero de Dios
2º domingo Tiempo Ordinario - A
2. En aquel tiempo, al ver Juan
a Jesús que venía hacia él,
exclamó: «Este es el
Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo. Éste
es aquel de quien yo dije:
Tras de mí viene un hombre
que está por delante de mí,
porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he
salido a bautizar con agua,
para que sea manifestado a
Israel».
Jn 1, 29-34.
3. Juan Bautista ha
culminado su misión.
Ha preparado al pueblo
para la llegada del
Mesías. Él también lo
espera. Por eso, ante
Jesús reconoce al Hijo de
Dios y exclama: Este es el
cordero de Dios que quita
el pecado del mundo.
¿Qué significan estas
palabras?
4. El que quita el pecado del
mundo es el que derramará
su sangre por amor, hasta
dar la vida por rescate de
todos.
Jesús mismo se ofrecerá
como víctima, de la misma
manera que en la
antigüedad los corderos
eran sacrificados para
aplacar la ira divina.
Pero, esta vez, la entrega
será libre y voluntaria,
unida a la voluntad de Dios.
5. En Juan vemos dos
actitudes muy importantes.
Una, reconocer al hijo de
Dios. Los cristianos ya no
estamos en esa etapa de
expectación, pues sabemos
que Jesús ha venido. Pero
no siempre sabemos
reconocerlo. Él se
manifiesta de mil maneras
por todo el mundo.
¿Sabemos descubrir la
presencia de Cristo entre
nosotros?
6. Hemos de estar muy
despiertos, abiertos a los
signos de los tiempos, para
darnos cuenta de que Dios
habla con un lenguaje
diferente al nuestro: el
lenguaje del amor, de la
caridad, de la generosidad.
En él descubriremos la
huella de su bondad en
medio del mundo.
7. La misión de Jesús es perder su vida por amor. Sabe
que ha de sufrir para rescatarnos de la esclavitud de
todo lo que nos aleja de Dios. Padecerá para limpiar
nuestras almas del orgullo que impide que Dios entre
en nuestra existencia.
8. Esta es también nuestra
misión: somos seguidores
de Jesús de Nazaret.
Estamos llamados a
trabajar para que haya
menos egoísmo, menos
envidias; para que el
mundo gire hacia Dios y
no se vuelva contra él.
Aunque esto a veces pase
por un camino de dolor, de
cruz. Con nuestro trabajo
apostólico estamos
redimiendo el mundo.
9. La segunda actitud de
Juan es su humildad: al
reconocer a Jesús, se
retira y cede el paso. Su
labor educativa hacia el
pueblo ha terminado.
Ahora, deja que Jesús
culmine el proyecto de
Dios. Jesús toma el
relevo y convierte la
esperanza en alegría y en
amor.
10. Los padres y educadores también hemos de saber
apartarnos para que los otros crezcan. Hay que evitar
las relaciones de dependencia o de sumisión en todos
los ámbitos. Juan se aparta.
A todos nos sucederá, algún día, que tendremos que
retirarnos para que otros retomen con entusiasmo la
propagación de la fe.
11. Hoy, en la Iglesia, se
habla del papel del
laicado. Es el momento
en que laicos y jóvenes
deben alzar el vuelo
para dar testimonio de
su fe, creciendo en
toda su potencia
intelectual, espiritual,
de generosidad y de
amor.
12. Los cristianos ¿damos testimonio, en un mundo en el
que nada parece favorecernos? No puede haber un
divorcio entre lo que decimos y lo que mostramos.
¿Creemos realmente que Cristo resucitado está presente
en medio del mundo?
¿Creemos de verdad que Jesús nos ha cambiado la vida?
13. Hoy día vemos cómo crecen
algunas religiones orientales
y otras formas de
espiritualidad no vinculadas
a una fe concreta. En
cambio, en la Iglesia, parece
que cada vez quedamos
menos. En Occidente somos
una minoría que decrece.
Creo que una de las razones
es que ser cristiano es
exigente, más que por otros
motivos morales o políticos.
14. Es fácil seguir una religión a la medida de uno mismo, o
crearse la imagen de un Dios que nos permite todo lo que
queremos. Muchas corrientes nos invitan a fabricar un
Dios a nuestra manera. No es el Dios de Jesús de Nazaret.
15. Meter a Dios a nuestros moldes rebaja la calidad del
seguimiento a Jesús. No es fácil seguirlo, por eso somos
poquitos. Y quizás también somos pocos porque, en el
fondo, nos cuesta identificarnos con Cristo.
16. Jesús cambió el mundo y lo seguirá cambiando. Pero
el crecimiento de la Iglesia dependerá de nuestra
autenticidad. Nosotros somos herederos de ese legado
espiritual y, en la medida en que seamos conscientes
de que hemos de transmitirlo, la fe cristiana crecerá.
17. Ahora, más que nunca, los cristianos necesitamos
despertar, levantarnos, entusiasmarnos,
empujándonos unos a otros para construir nuestro
futuro. De lo contrario, ¿qué será de la Iglesia? ¿Qué
sucederá con las futuras generaciones que no
crean? Nuestro reto es ser capaces de formar a
nuestros hijos y jóvenes en la fe.
18. Seamos capaces de
comunicar que, más allá
de lo material, hay otros
elementos que nos hacen
existir y que dan sentido a
nuestra vida. No todo es
hedonismo, narcisismo,
relativismo. No todo es
imperialismo ni poder.
También existen el amor, la
generosidad, la lucha por
los derechos humanos y
civiles de los más pobres.
19. Venir a la eucaristía ha de ser un revulsivo
extraordinario para identificarnos totalmente con
Cristo. Seamos valientes, gallardos y tenaces para
proclamar lo que somos, para testimoniar que somos
cristianos y seguimos a Jesús de Nazaret.