3. Es el encuentro de una
gran miseria con la infinita
misericordia de Dios. El
tema de la misericordia de
Dios podemos decir que
es la principal enseñanza
de este día. Debemos
meternos muy
profundamente en el alma
el saber que Dios es el
Padre bueno lleno de
misericordia. Dice así el
evangelio:
4. En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso,
suplicándole de rodillas: "Si quieres, puedes
limpiarme." Sintiendo lástima, extendió la mano y lo
tocó, diciendo: "Quiero: queda limpio." La lepra se le
quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió,
encargándole severamente: "No se lo digas a nadie;
pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y
ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés."
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con
grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no
podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se
quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él
de todas partes.
Mc 1,40-45
5. Jesús iba dando muestras de que era el Mesías
anunciado por los profetas. Esas pruebas eran
evangelizar a los pobres y curar a los enfermos.
Entre los
más pobres
y enfermos
estaban los
leprosos.
6. ¡Qué mala era la lepra
en el tiempo de Jesús!
Era mucho peor que
ahora, sobre todo
porque no había
medicinas ni higiene. Y
muy especialmente por
el sentido social, la
exclusión civil. El
leproso no tenía
derecho a nada y hasta
se le tenía como un
maldito de Dios.
7. El tenerles como malditos de Dios se debía a la
mentalidad errónea de que, si tenían una enfermedad
tan mala, debía ser porque algo malo habrían hecho.
Por lo tanto era como una señal de que era pecador.
Y esta
mentalidad
es la que
quería
quitar o
cambiar
Jesús.
8. Así que las
distancias con un
leproso eran
insalvables. Jesús
viene a dar realce a
la persona, de modo
que se convierte en
sagrada. Con Jesús
desaparece la idea
de que la
enfermedad sea un
castigo divino. Es
un signo doliente
que espera una
respuesta
compasiva de Dios
y de nosotros.
9. Hoy debemos proclamar la dignidad y los derechos de
las personas. Y eso debe ser en todos: niños, adultos y
ancianos.
Porque
debemos
proclamar
bien alto
que no hay
hombres
distintos
para el
Padre Dios.
22. Para Dios todos son
iguales, a todos busca.
Aunque, si pensamos
en sus predilecciones,
las tiene con los pobres,
los humildes y los que
sufren. Si nosotros
examinamos nuestros
pecados, nos debemos
ver como aquel leproso.
Por lo tanto debemos
gritar a Jesús.
23. Aquel leproso habría
oído hablar de Jesús y
empezó a creer en Él.
Pensó que si era un
enviado por Dios, un
nuevo profeta o quizá el
mismo Mesías, le podría
ayudar. Y le buscó
desesperadamente.
Debía ir con cuidado,
pues debía ir tapado,
hasta que supo que
estaba cerca y lo
encontró.
24. Entonces desde lo
más profundo de su
ser le salió el grito
suplicante: "Si
quieres, puedes
limpiarme." Esto es lo
que Dios quiere de
nosotros, pues
estamos como aquel
leproso o peor por
causa del pecado.
Sabemos que Jesús
está en el sagrario, en
el altar. Postrados,
vayamos a implorar.
33. ¡Cuántos leprosos del
alma van por el mundo
necesitados de la
misericordia de Dios!
Vayamos con la
confianza de aquel
leproso: Si quieres,
puedes limpiarme. Para
ello necesitamos
confianza y humildad,
que es reconocer que
necesitamos de esa gran
misericordia.
34. Jesús se conmovió,
sintió lástima, y actuó
en consecuencia. “Y le
tocó”. La ley de aquel
pueblo mandaba
apartarse del leproso,
pero Jesús pone la
misericordia por encima
de la ley. Es la gran
revelación de Jesús.
Dios es ante todo
misericordia. Vayamos
a Él.
35. Hay algunos que,
leyendo la Biblia, creen
que Dios es violento,
agresivo. Y a Jesús, por
una escena leída un
poco a medias y no en
su conjunto, le tienen
como terrorista. La
Biblia hay que leerla en
conjunto y en espíritu y
aparece sobre todo que
Dios es el Dios
misericordioso, el Dios
que salva.
36. Lo principal que reluce
en los milagros de Jesús
no es la sensación de
poder o grandeza, sino
la piedad y la
misericordia. Es la
prueba más grande de
su divinidad. Los seres
humanos somos los que
ponemos barreras
legales entre nosotros. Y
a veces poniendo como
excusa lo religioso. Así
era con los leprosos,
como nos lo dice la 1ª
lectura del Levítico:
37. El Señor dijo a Moisés y a Aarón: "Cuando alguno
tenga una inflamación, una erupción o una mancha
en la piel, y se le produzca la lepra, será llevado ante
Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos
sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es
impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en
la cabeza. El que haya sido declarado enfermo de
lepra andará harapiento y despeinado, con la barba
tapada y gritando: "¡Impuro, impuro!" Mientras le
dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá
su morada fuera del campamento."
Levítico 13,1-2.44-46
38. pero la realidad es que este texto del Levítico es varios
siglos posterior a Moisés y era una hechura de los
dirigentes del pueblo que, debido a la poca higiene,
vieron que convenía para el desarrollo cívico.
Comienza
diciendo que le
dijo Dios a
Moisés y a
Aarón. Es muy
difícil meterse
ahora en estas
disquisiciones;
39. Jesús vino a
complementar la ley
con el espíritu de
amor. Por eso, al
tocar aquel cuerpo del
leproso, está tocando
también el alma. No
sólo le toca en lo
físico, sino en lo
afectivo y espiritual. A
través de aquel toque
externo, Jesús quiere
hacer penetrar la
gracia en aquel
hombre.
40. Todo eso es lo que
significan las palabras
de Jesús: “Quiero,
queda limpio”. El
“quiero” es como
decir “te quiero”. Y el
“queda limpio” es
querer una limpieza
total, de cuerpo y de
espíritu. Como
sabemos que Dios
quiere darnos la
limpieza de nuestros
pecados, lo que nos
toca a nosotros es
pedírselo.
41. Hoy le pedimos al Señor
con toda humildad y
confianza que nos
purifique, que su gracia
nos inunde el corazón
como una lluvia de
bendiciones. Así con su
gracia el alma se llenará
de esperanza para
permanecer con Él ahora
y siempre.
47. Alguno piensa que el sentimiento de misericordia es
como una debilidad. Es más difícil y de mucha más
altura que el desprecio, porque la misericordia es propia
de Dios.
Nosotros no sólo
debemos pedir la
misericordia del
Señor, sino que
debemos continuar
el signo de Jesús
actuando con
misericordia.
48. Nosotros debemos ser
agentes activos de la
misericordia. Jesús dijo:
“Bienaventurados los
misericordiosos, porque
alcanzarán misericordia”.
Hay muchas personas a
las que podemos dirigir la
misericordia: enfermos,
solitarios, ancianos,
tristes, marginados, los
que se sienten castigados
por la enfermedad.
49. Muchos que se sienten atados por sus vicios, otros que
ni lo sienten y es peor, otros que tienen a Dios por el
culpable de sus desgracias. Debemos pedir fuerza a
Dios para poder llevar el evangelio a todos nuestros
hermanos.
Pero no
sólo hay
miserias en
el sentido
corporal.
Mayores
son las de
sentido
espiritual:
55. No basta con pedir perdón a Dios por tanta lepra
espiritual, sino que debemos buscar lo positivo: dar
gloria a Dios.
Y esto
podemos y
debemos
hacerlo en
todo
momento,
como hoy
nos
recomienda
san Pablo en
la 2ª lectura:
56. Hermanos: Cuando comáis o bebáis o hagáis
cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de
Dios. No deis motivo de escándalo a los judíos, ni
a los griegos, ni a la Iglesia de Dios, como yo, por
mi parte, procuro contentar en todo a todos, no
buscando mi propio bien, sino el de la mayoría,
para que se salven. Seguid mi ejemplo, como yo
sigo el de Cristo.
1Cor 10,31-11,1
57. La gloria de Dios no sólo se agranda y se hace
esplendorosa cuando hacemos una gran obra de
misericordia,
sino cuando
realizamos
los gestos
normales de
comer,
beber,
trabajar;
pero unidos
al amor de
Dios.
58. San Ireneo, en una frase
esplendorosa, decía: “La
gloria de Dios es el
hombre viviente, y la
vida del hombre es la
visión de Dios”.
Desgraciadamente hay
vidas del hombre que no
se pueden llamar “vida”.
El mensaje de este
domingo nos impele a
buscar más vida en
nuestra vida y poder
aumentar la “vida” en la
vida de los demás.
59. Hay un canto de mi tierra castellana en que, explicando
un poco quizá la frase de san Ireneo, va proclamando
la gloria de Dios en las esperanzas y anhelos de
muchos por tener una vida mejor.