El documento resume el evangelio del Bautismo de Cristo. Jesús se presenta a Juan para ser bautizado a pesar de las objeciones de Juan. Tras el bautismo, el Espíritu Santo desciende sobre Jesús en forma de paloma y una voz del cielo declara "Este es mi Hijo, el amado". El bautismo marca el inicio del ministerio público de Jesús para revelar el amor de Dios y cumplir la misión de curar y liberar. El documento también reflexiona sobre la misión de los cristianos hoy en día de
2. En aquel tiempo, fue Jesús de
Galilea al Jordán y se presentó
a Juan para que lo bautizara.
Pero Juan intentaba disuadirlo
diciendo: “Soy yo el que
necesito que tú me bautices,
¿y tú acudes a mí?” Jesús le
contestó: “Déjalo ahora. Está
bien que cumplamos así lo
que Dios quiere”. Entonces
Juan se lo permitió. Apenas se
bautizó Jesús, salió del agua;
se abrió el cielo y vio que el
Espíritu de Dios bajaba como
una paloma y se posaba sobre
él. Y vino una voz del cielo que
decía: “Este es mi hijo, el
amado, mi predilecto”.
Mt 3, 13-17
3. Cerramos el ciclo de
Navidad con el Bautismo
de Cristo. Este momento
marca el inicio del
ministerio público de
Jesús.
Los evangelios apenas
relatan nada de la
infancia y la adolescencia
de Jesús…
4. Durante sus primeros
treinta años de vida vivió
como un judío más.
Conocía bien las
escrituras y era asiduo a
la sinagoga.
San Lucas nos lo presenta
en su primera
peregrinación a Jerusalén
como un joven inquieto
que conversa con los
doctores de la ley.
5. Una vez llegada su
adultez, Jesús decide no
quedarse en Nazaret.
Deja a su familia e inicia
su empresa
evangelizadora.
El bautismo es el
momento en que toma
conciencia plena de ser
hijo de Dios.
Ha de empezar su misión.
6. Esta misión Isaías la
define bien: curar a los
enfermos, devolver la
vista a los ciegos,
liberar de las tinieblas
a los que viven en
mazmorras.
Este es el trabajo de
Jesús: revelar una
nueva dimensión de la
vida a partir de la
experiencia íntima que
tiene con Dios.
7. Tras el bautismo ya está preparado para la gran
batalla: revelar las entrañas del corazón de Dios. Un
Dios que es un Padre, cercano, que se aproxima a la
realidad de los hombres y mujeres de su tiempo; un
Dios que desea que el hombre encuentre el sentido de
su existencia.
8. Y se lanza a un itinerario
que no será fácil, en
absoluto. Sufrirá un
fuerte rechazo por parte
de sus convecinos, sus
propios parientes y los
poderes religiosos y
políticos de su tiempo.
Pero su convicción,
firmemente arraigada en
el amor que lo une al
Padre, no se tambaleará.
9. ¿Qué significa esto para los cristianos de hoy?
Por nuestro bautismo, como Jesús, también recibimos
una misión. En pleno siglo XXI, en la era de la cultura
tecnológica, deberíamos ser muy conscientes de que
también estamos aquí para culminar una misión.
Estamos de paso hacia una realidad hermosísima que
nos sobrepasa.
10. Una primera consecuencia
que podemos derivar de
este evangelio es la
experiencia de sentirnos
hijos de Dios.
¿Nos sentimos hijos de Dios?
¿Nos sentimos amados del
Padre?
Como bautizados y
confirmados, asiduos a la
eucaristía, ¿estamos en
comunión con Aquel que
siempre nos ha amado,
desde el momento en que
nos formó?
11. Una segunda pregunta:
¿reconocemos a Dios
como nuestro Padre?
Y una tercera: ¿nos
abrimos al soplo del
Espíritu Santo que reposa
también sobre nosotros?
Jesús es la persona
adulta que lleva a cabo el
cometido de la redención
del mundo.
¿Somos conscientes de
nuestra misión
apostólica?
12. Esta fiesta es una llamada a
redescubrir nuestra identidad
cristiana.
Además de formarnos y
alimentarnos con la eucaristía,
hemos de salir afuera y
testimoniar, anunciar, encarnar
ese deseo de Dios para
nuestras vidas.
Si nos quedamos en las iglesias
seremos como los hijos que no
abandonan sus hogares. Ya no
somos niños, ni cristianos
pusilánimes, ni temerosos…
¿de qué?
13. Los cristianos adultos,
valientes, hemos de salir al
mundo en misión. No es fácil,
encontraremos oposición, y
rechazo.
Seremos luz para el mundo si
nos convertimos en
referentes de esperanza.
¿Cómo?
Haciendo de Cristo el centro
de nuestra vida. Dejando que
nos llene. Somos sus
colaboradores. No importan
nuestros fallos y defectos,
¡somos hijos amados de Dios!
14. Todos nosotros somos hijos predilectos de Dios. Él nos ha
amado primero, desde el mismo instante en que fuimos
concebidos. Nos ha dado los dones más grandes, la vida
natural y también otra vida, que es eterna. Qué menos
podemos hacer que devolver con gratitud ese amor y
sumarnos a su deseo de salvación para todo el mundo