2. Él les dijo: «En verdad os
digo, que ningún profeta es
bien recibido en su patria.
Pero en verdad os digo
también que muchas
viudas había en Israel en
tiempos del profeta Elías,
cuando se cerró el cielo por
tres años y sobrevino una
gran hambre… y a ninguna
fue enviado sino a Sarepta
de Sidón, a una mujer
viuda.
Lucas 4, 21-30.
3. Después de proclamar el texto del profeta Isaías
en la sinagoga, todos quedan maravillados.
Pero, a continuación, Jesús adopta un tono
exigente y sus vecinos pasan a la crítica y al
deseo de matarlo. «¿Quién es este?», se
preguntan.
4. «¿No es el hijo del
carpintero?»
Jesús constata,
apenado, que nadie es
profeta en su tierra. No
escapa a las críticas y a
los recelos de los suyos.
¿Cuántas veces hemos
oído esto en boca de
nuestras familias o
vecinos?
5. Nos cuesta reconocer lo bueno que tienen los
demás, y quizás tras nuestro desdén se esconde
la inseguridad. Con sus citas del Antiguo
Testamento, Jesús pone el dedo en la llaga ante la
cerrazón de su pueblo.
6. ¿Cuántas horas gastamos en críticas inútiles?
¿Cuánto tiempo perdemos en murmuraciones?
No hablar nunca mal de nadie, a nadie, debería
ser un principio en nuestra conducta.
7. En cambio, tenemos un hermoso anuncio
que transmitir. Deberíamos sentirnos
impulsados a sacar a la luz todo lo bueno y
bello de cada cual, y comunicarlo.
Para ello necesitamos un corazón
compasivo.
8. A veces, la persona más sencilla y humilde
que vive a nuestro lado nos puede enseñar
muchas cosas. En la sencillez se manifiesta
el soplo del Espíritu.
9. Mucha gente espera prodigios
espectaculares. Exige a Dios que dé pruebas.
No nos damos cuenta de que el gran milagro
ya se ha producido…
10. Es su presencia
constante en la
Eucaristía.
Dios se nos ofrece a
sí mismo. Todo lo
que venga después,
será por añadidura.
El mayor regalo ya lo
tenemos: Cristo
resucitó y nos abrió
el camino hacia una
vida nueva.
11. ¿Cómo salimos de
las misas?
¿Salimos alegres y
animados?
Lo que hemos oído y
vivido, ¿cambia en
algo nuestra actitud
diaria ante la vida y
ante los demás?
¿Nos convierte?
12. Ser conscientes de
la grandeza de este
don transformará
nuestra vida y nos
hará responsables
a la hora de
emplear nuestro
tiempo y nuestras
palabras.
13. Ojalá nuestras conversaciones reflejen
siempre la bondad de Dios, y nuestro tiempo
sea invertido en acrecentar su Reino.