2. Corpus Christi
Evangelio: Juan 6, 51-58
Yo soy el pan vivo, bajado del
cielo. El que come de este pan
vivirá para siempre. El pan
que yo daré es mi carne, para
dar vida al mundo.
3. La eucaristía, esencial
Celebramos hoy la fiesta del Cuerpo y
la Sangre de Cristo. Esta festividad nos
lleva a reflexionar sobre el valor de la
eucaristía, momento central de la vida
cristiana, donde la presencia de Dios
se hace palpable en medio de
nosotros. La eucaristía es el alimento
que nos hace crecer espiritualmente.
4. Centro de nuestra vida
La eucaristía es más que un precepto
a cumplir. Es una invitación a vivir la
presencia de Cristo en nuestra vida.
Cuántas veces vamos a misa porque
toca, por costumbre o porque nos
aporta consuelo.
El auténtico cristiano centra su vida
entorno a la eucaristía.
5. Muchos no comprenden su valor
Muchos dicen que creen en Dios,
pero no necesitan la Iglesia, ni la
misa, ni los sacerdotes. Están
lejos de entender la importancia
del encuentro con Cristo
sacramental. Incluso los
practicantes no llegan a ahondar
en el valor que tiene la eucaristía,
o le quitan importancia…
6. Pan de Dios
El evangelio de hoy nos recuerda: «El
que toma mi carne y bebe mi sangre
tendrá vida eterna».
Jesús se hace pan para que podamos
tomarlo siempre. Quien no come de su
pan verá cómo su vida espiritual se va
apagando, adelgaza y languidece. Cristo
habita en aquel que toma su cuerpo.
7. Saciar el hambre del mundo
La plenitud del cristiano es llegar a
vivir como Jesús, convirtiéndose
en pan para los demás,
alimentando y dando esperanza al
que está vacío y nada espera.
Nuestra entrega nos ayudará a
identificarnos con el Cristo
resucitado, hecho pan, que se da a
nosotros.
8. Paseando al Amor de los amores
En la fiesta de Corpus, adoramos
la Sagrada Hostia y paseamos por
calles y plazas al Amor de los
amores, aquel que dio la vida por
rescatarnos y nos da la fuerza
para levantarnos y que podamos
caminar con él.
El mundo está hambriento, más
que nunca, del pan de Cristo.
¿Sabremos ofrecerlo?
9. La adoración
La adoración ante el Santísimo
Sacramento significa reconocer la
grandeza de Dios y nuestra
pequeñez. Nos hace darnos cuenta
de que sin Dios no somos nada.
10. No caer en la idolatría
El Papa Benedicto nos recordó, en
uno de sus homilías, que el mejor
antídoto contra las idolatrías es la
adoración a Jesús.
Sólo a él hemos de adorar.
Arrodillarnos ante Dios implica no
adorar ningún otro poder
terrenal. Pues sólo en él está la
fuente de nuestra felicidad.
11. El Dios que se arrodilla
Con Jesús, Dios también se
arrodilla ante su criatura.
Lo hace para levantarla, no para
esclavizarla ni convertirse en
juez. Como nos recuerda el
evangelio: «No he venido a
juzgar al mundo, sino a
salvarlo».