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AFGANISTÙAN
(Afghanistan)
Afganistán, situado en la encrucijada interior
de Asia, con cerca de 650ÒÒ000 km2
, esto es, más
grande que toda la península Ibérica, representa
uno de los países más remotos y menos cono-
cidos —desde la percepción histórica eurocén-
trica—. Su territorio, ubicado entre los 29 y los
38° de latitud N, y los 61 y 75° de longitud E,
confina por el norte con el gran dominio ex so-
viético, heredero de la expansión rusa en el
Turquestán; tres de las repúblicas ex soviéticas
asiáticas hacen frontera con el país: Turkme-
nistán, Uzbekistán y Tadzikistán, frontera que
en gran parte está marcada por un elemento fí-
sico, el río Amu-Daria, el antiguo Oxus de los
griegos. Al oeste confina con Irán, establecido
en la plataforma irania subcaspiana. Al sudes-
te está limitado por Pakistán y, por extensión,
por el subcontinente indostánico, antaño do-
minado por los británicos; la llamada Línea Du-
rand estableció en 1893 dicha frontera. Y, por
último, por un estrecho corredor al nordeste,
Wajan —un entrante afgano que parece hecho
para cerrar el paso entre el mundo ruso/sovié-
tico y el indostánico—, conecta, con verdade-
ra penuria, con el Xinjiang chino.
Las imponentes barreras montañosas en los
bordes y el interior de Afganistán, así como el
carácter indómito de sus pobladores, forjaron
el mito de una tierra inconquistable. La recien-
te intervención soviética (1979-89), los fraca-
sados intentos imperiales (fundamentalmente
ingleses, desde el Indostán), en el siglo xix y
principios del xx, así como el paso de otros
conquistadores de la Antigüedad, entre los que
se incluyen Genghis Kan y Tamerlán, lo de-
muestran. En efecto, es de los pocos países
asiáticos que no ha conocido de forma directa
la colonización moderna.
El medio físico
El estigma del Hindu Kush
Se trata de un territorio en extremo inhóspi-
to, donde la montaña y el desierto ocupan tres
cuartas partes del total.
Orografía
El gran sistema montañoso del Hindu Kush
es el elemento dominante de su geografía, un
verdadero diafragma que divide el país de oeste
2228
Datos básicos
Superficie, 647Ò000 km2
Población, 24Ò523ÔÒ000 h (incluidos los refugiados en
Pakistán e Irán)
Densidad, 37,9 h/km2
Capital, Kabul
Composición étnica (%): pasthus o pastunes (55),
tadzicos (20), uzbecos (9), turkmenos (7), otros
Lenguas: pashtu o pastún y dari (persa)
Religión, musulmana (sunnitas, 80ÔÒ%; chiitas, 19ÔÒ%)
Sistema político, República islámica
PIB por habitante, 250 dólares
Campos muy parcelados
en el valle de Bamiyan.
Lagos en Band-i-Amir, en medio
de una desoladora orografía
casi desprovista de vegetación.
a este. Constituye una barrera latitudinal prác-
ticamente infranqueable de más de 600 kiló-
metros, que se extiende desde la alta meseta
del Pamir, en la provincia nordoriental de Ba-
dajshan, hasta el Koh-i-Baba (5143 m), en la
zona central de Afganistán. Una cadena mon-
tañosa secundaria prolonga este diafragma has-
ta el extremo occidental de Afganistán.
La parte oriental del Hindu Kush es la más
elevada: alcanza los 6901 metros en el Lunkho,
en la embocadura del corredor de Wajan, ha-
ciendo frontera con Pakistán. Hacia el oeste,
sucesivas cadenas van descendiendo hasta los
5000 metros de altura, 4000 en algunos puertos
de montaña, de muy limitado uso para las co-
municaciones. No en vano, muchos de sus apro-
ximadamente 18ÒÒ000 pueblos las tienen cortadas
casi la mitad del año a causa de los ventisque-
ros de nieve; además, la mayoría se encuentran
lejos de las escasas carreteras. Solo el moderno
túnel de Salang, al norte de Kabul, ha conse-
guido transgredir esta determinante limitación
geográfica. Otros pasos naturales, en la franja
sudoriental, marcan también la conexión de
Afganistán con el exterior. Son el legendario
paso Khyber (o Jáiber), entre el Kabulistán, o
altiplanicie de Kabul, y el valle del Indo; los
menos conocidos de Gomal, en la Paktia, y el
de Chaman, entre la ciudad meridional de Kan-
dahar y la paquistaní de Quetta.
En efecto, a través de la historia el Hindu
Kush ha impuesto grandes dificultades a la cir-
culación y ha marcado de hecho un aislamien-
to entre los fértiles y abrigados valles, ocultos
tras las montañas (los valles de Nuristán y Ba-
miyan son sus exponentes), y las llanuras cir-
cundantes a este macizo, que son invariable-
mente de tipo estepario o desértico. Rudyard
Kipling describe, dentro de su visión arcana y
misteriosa del país, este carácter físico: «...en
estas tierras de intenso frío donde no hay un
camino más ancho que la palma de tu mano...»
(The Man who Would Be King).
Geomorfológicamente, el Hindu Kush es un
núcleo herciniano recubierto de sedimentos se-
cundarios, plegados y fallados. Lo característi-
co de su paisaje son unas vertientes extrema-
damente agrestes y accidentadas, con algunas
manchas boscosas de importancia en los altos
valles orientales, pero marcado, en general, por
la aridez. Las nieves perpetuas y los glaciares
hacen su aparición en las zonas más altas, y,
gracias al deshielo primaveral, constituyen la
vital despensa hídrica que alimenta los ríos af-
2229
El difícil puerto de Salang, al norte de Kabul,
tiene hoy la alternativa de un túnel.
ganos. Es, por tanto, el centro de irradiación de
todo su sistema hidrológico.
Al oeste del Koh-i-Baba, las montañas del Sa-
fid Kuh, antiguo Paropamiso, que descienden
hasta los 2000 metros, e incluso menos en al-
gunos pasos, son ya perfectamente franquea-
bles por las gargantas que las atraviesan, como
lo hace el Hari Rud. Esta comunicación natural
en el Afganistán occidental ha sido empleada
desde antiguo por la llamada ruta de la seda.
Es la encrucijada de los caminos que se dirigen
a la India, Irán y, por el Turquestán, hacia Chi-
na: el hilo conductor entre Oriente y el Medi-
terráneo, desde la época de Alejandro Magno.
El Safid Kuh separa la cuenca de Herat, al nor-
te, y la del Sistán, al sur.
Otras cadenas filiales se extienden al sur de
este eje, los montes Suleiman. Están compues-
tos de dos cordilleras, el Shinkay y el Safed Koh
(4733 m), que penetran desde Pakistán al sud-
este de Kabul.
Hidrografía
En primer lugar y como más septentrional, está
la vertiente norte del Hindu Kush, cuyas aguas
fluyen a través del Amu-Daria y se orientan ha-
cia la cuenca interior arálica; actualmente, sin
embargo estas aguas ya no llegan a alimentar el
mar de Aral, pues son desviadas para la irriga-
ción, en territorio ex soviético, en cuanto el
Amu-Daria deja de hacer frontera con Afganis-
tán. La llanura que se extiende a lo largo de este
río es la antigua Bactriana o Turquestán afgano
y constituye la región con mayores densidades
de poblamiento.
En la vertiente sur del Hindu Kush se hallan
la altiplanicie y el valle de Kabul, cuyo río ho-
mónimo, de unos 700 kilómetros de curso, flu-
ye hacia la cuenca del Indo, en Pakistán, la úni-
ca cuenca que tiene salida al océano (ÙIndico).
Por esta vertiente estratégica se establece la re-
lación con el Indostán.
La vertiente occidental del Hindu Kush está
a su vez compuesta por distintos ríos que des-
aguan en otras tantas cubetas desérticas, despo-
seídos de su salida al mar (desde Turkmenistán,
al N, y el Baluchistán paquistaní, al S). Sus prin-
cipales ríos son Murghab, de unos 750 kilóme-
tros de curso, que forma el oasis de Merv, en
Turkmenistán; el Hari Rud, con unos 1300 kiló-
metros, que riega la fértil llanura de Herat, prin-
cipal ciudad del occidente afgano —un sistema
antiquísimo de canales subterráneos permite la
irrigación del valle—; y el río Helmand, el que
tiene mayor recorrido dentro de Afganistán, con
unos 1400 kilómetros. Nace este en el centro
geográfico del país, en las montañas de Koh-i-
Baba y se dirige al sudoeste hacia los lagos sa-
linos del Sistán, donde ya llega exhausto, en el
límite fronterizo entre Irán y la provincia afgana
de Nimruz. Previamente ha atravesado en su
curso superior la región de los hazares (tribus
de origen mongólico), y en su curso inferior,
una amplia porción del desierto meridional del
país, el Registán, donde se encuentran las den-
sidades más bajas de población.
Aspectos climáticos
Afganistán tiene un clima continental de ca-
racterísticas muy acusadas y con dominio casi
absoluto de la aridez, por sus escasas y mal re-
partidas precipitaciones. Exceptuando las re-
giones del nordeste (como los valles de Nuris-
tán o Badajshán), donde pueden alcanzar las
influencias monzónicas y superarse los 1200 mi-
límetros anuales, el país registra unas precipi-
taciones que son insuficientes para un normal
desarrollo agrícola. En conjunto, no llegan a los
2230
Vista parcial del Hindu Kush,
importante sistema montañoso
que domina la geografía afgana.
500 milímetros al año; los mínimos, registrados
en las regiones desérticas del sur, provincias de
Nimruz a Kandahar, no superan los 75 milíme-
tros anuales, caso del de Dasht-i-Margo, el De-
sierto de la Muerte.
El régimen termométrico potencia las carac-
terísticas áridas y continentales. Amplias osci-
laciones térmicas: en verano, las temperaturas
medias pueden alcanzar los 30Ò°C, mientras que
en invierno pueden bajar de los 0Ò°C.
Consecuentemente, la vegetación predomi-
nante es de tipo estepario; en los dominios de-
sérticos, tanto pedregosos (hamadas) como
arenosos (ergs), las posibilidades para el des-
arrollo vegetal se reducen y, gracias a la apari-
ción de algunos oasis, cursos fluviales o uadis
(corrientes no permanentes), aparecen palme-
ras en las áreas cálidas y especies rupícolas,
como chopos y álamos. En las áreas húmedas
del Hindu Kush hay bosques de coníferas, ce-
dros, robles y alerces.
Los afganos
Una población diversa y dispersa
Las altas tasas de natalidad son contrarresta-
das por una corta esperanza de vida y una gran
mortalidad infantil, debidas ambas en gran me-
dida a las graves carencias sanitarias. Por otra
parte, la lacra de la guerra, que afectó al país
durante dos décadas, ha tenido amplia reper-
cusión en el pulso demográfico de la sociedad
afgana. La mortandad directa y derivada y sus
consecuencias, tanto en la estructura por eda-
des y sexos como en los movimientos forzados
de población (más de cuatro millones de afga-
nos llegaron a refugiarse fuera del país), han
tenido además una grave significación distor-
sionante en los distintos sectores económicos.
2231
DATOS TERMOPLUVIOMÙETRICOS
Temperaturas medias (°C) Precipitación
Ciudad (m de alt.) Enero Julio Anual anual (mm)
Kabul (1797) –ÔÒ2,8 24,7 12,5 317
Herat (922) 3 29 15,5 190
Kandahar (1035) 6,3 28,9 17,9 178
Tipos de poblamiento
Tradicionalmente el país ha conjugado el tipo
de poblamiento nómada con el sedentario. La
expansión helenística en Persia, Bactriana y Asia
central y el florecimiento islámico de la Edad
Media dieron lugar a importantes civilizaciones
urbanas y comerciales en los que hoy es Afga-
nistán, en la conexión crucial de la ruta de la
seda. Ruinas de algunos de sus legendarios cen-
tros, caídos en el ostracismo, pueden aún ser
reconocidos en medio de un paisaje desértico.
Una de estas ciudadelas, representante del pa-
sado esplendor urbano, es Shar-i-Gholghola, la
Ciudad de las Lamentaciones, recreada por Luce
Boulnis en su obra The Silk Route.
La red urbana está poco desarrollada, con
grandes deficiencias de articulación global, mal
conectada y —a excepción de la capital, cuya
población se ha multiplicado a raíz de la gue-
rra— compuesta por ciudades de escasa enti-
dad. La población se concentra, superando la
densidad media del país, en las áreas de pie-
demonte del Hindu Kush. En ambas vertientes
del macizo aparecen sus principales centros ur-
banos: Turquestán afgano, provincias de Balj,
Kunduz y Samangan y el valle del Kabul. Mien-
tras, en las regiones occidental, central de los
hazares y en la zona nordeste, donde domina
el nomadeo, las densidades de población son
más bajas y apenas hay centros urbanos.
Composición étnica
Mosaico medieval de grupos tribales
Más que como país coherente, se puede de-
finir a Afganistán como un heterogéneo impe-
rio de pueblos: un microcosmos cultural de ex-
traordinaria diversidad etno-lingüística, en cuya
composición se distinguen cuatro familias com-
2232
Indicadores demográficos
Densidad, 37,9 h/km2
Tasa de natalidad, 49,7ÔÒ‰
Tasa de mortalidad, 21,7ÔÒ‰
Crecimiento vegetativo anual, 2,8ÔÒ%
Esperanza de vida al nacer, 43,5 años
Población urbana, 21ÔÒ%
La presencia de estos asnos con sus repletas
alforjas en el centro de Kabul, devuelve al
visitante a la realidad de Afganistán.
pletamente diferentes, a saber, indoeuropea,
uralo-altaica, dravídica y semítica.
El país es un mosaico étnico funcional, capaz
de soslayar los intentos de institucionalización
y organización estatal provenientes del centro,
de Kabul. El moderno Afganistán se ha visto li-
mitado por esta estructura social de corte me-
dieval, a la que se añade una secular rivalidad
interétnica, tribal y clánica. Una cultura gue-
rrera y primitiva ha dominado tradicionalmen-
te este tipo de relaciones. Pueblos y culturas
reflejan también el hecho de ser tierra fronte-
riza con el Asia central, Irán y el subcontinen-
te indio.
El grupo étnico mayoritario es el de los pas-
thus, pastunes o pathanes, con poco más de la
mitad del total. Tienen una extensa red tribal,
compuesta por numerosas tribus y clanes, uni-
dos por una misma lengua, de origen indoeu-
ropeo, el pasthu. El grupo tadziko, con una
quinta parte de la población, es el segundo en
importancia y es persófono, de lengua dari. Es-
tas dos lenguas son las maternas de cerca del
80 por ciento de la población. De entre los gru-
pos étnicos minoritarios, los turcófonos son los
más representados, con los uzbecos y los turk-
menos. Después los hazares, que hablan un dia-
lecto mongol, seguidos de aimakos, baluchis y
nuristanos, con asentamientos territoriales per-
fectamente reconocidos.
La complejidad de los grupos y subgrupos ét-
nicos en Afganistán ha hecho a los especialis-
tas compararlo con un museo viviente de et-
nias, conservadas gracias al medio físico y las
prácticas endogámicas. Además, la mayoría de
los grupos étnicos continúan a través de las
fronteras afganas con otros estados: los patha-
nes en Pakistán; los uzbecos, tadzicos y turk-
menos, en la antigua Asia Central (ex Turques-
tán ruso), y los baluchis, en Pakistán e Irán.
En cuanto a la religión, el Islam es abruma-
doramente mayoritario, pero con elementos de
diferenciación: cerca del 80 por ciento son sun-
nitas, y alrededor del 19 por ciento, chiitas. El
Islam, religión oficial, conoció una fase de apli-
cación extremadamente rigurosa en 1996-2001
(por los llamados talibanes).
La economía
De subsistencia y trastornada por
la guerra
Afganistán es un país pobre en recursos so-
bresalientes, limitados por un medio geográ-
fico poco apto para el asentamiento humano
y donde hasta un 40 por ciento del territorio
resulta improductivo. Solo el 13 por ciento es
cultivable, el 3 forestal y más del 45 son tie-
rras de pastos. Las comunicaciones son muy
deficientes: no hay ferrocarriles. Caravaneros
con camellos y mulas son los encargados de
establecer las relaciones comerciales en las
amplias áreas rurales y nómadas. Sus peque-
ñas ciudades, centros regionales de intercam-
bio, albergan bazares tradicionales, en los que
los artesanos fabrican y venden elementales
manufacturas. La guerra que vivió el país des-
de los últimos años setenta terminó acentuan-
do aún más el carácter de subsistencia y true-
2233
POBLACIÙON DE LAS PRINCIPALES CIUDADES
Kabul (capital) 1ÔÒ036ÔÒ000 Mazar-i-Sharif 110ÔÒ000
Kandahar 191ÔÒ000 Jalalabad 58ÔÒ000
Herat 150ÔÒ000 Kunduz 57ÔÒ000
Joven pasthu con atavío tradicional.
Los pasthus o pathanes componen
el grupo étnico mayoritario.
que que gobierna su economía y, además, mar-
chitado los intentos de desarrollo precedentes:
La economía depende de las ayudas interna-
cionales.
Agricultura y ganadería
Es fácil comprender que la agricultura cons-
tituya su espina dorsal económica: dos tercios
largos de la población siguen dependiendo de
ella. Las zonas agrícolas están reducidas a don-
de se extienden los ríos permanentes, cuyas
aguas, imprescindibles, son aprovechadas por
un sistema artesanal de regadío muy evolucio-
nado, los ganats, canales subterráneos que han
permitido la aparición de la vida sedentaria. En
el fondo de los valles y protegidos por muros
de adobes, aparecen los cultivos de cereales
—incluso maíz y arroz— y legumbres; en las la-
deras, la caña de azúcar y la vid. Las uvas pa-
sas y, más o menos clandestinamente, la pasta
básica del opio o adormidera, que crece de for-
ma natural en el país, constituyen exportaciones
destacables. Recorren los eriales tribus nómadas
que acompañan a sus rebaños de cabras, ovejas,
caballos y camellos.
Industria y minería
La industria apenas está desarrollada. Sus úni-
cas actividades de transformación son las texti-
les y las alimentarias, a las que hay que añadir
2234
ESTADÙISTICAS ECONÙOMICAS
Producciones y cabaña ganadera (miles t y cabezas)
Trigo 1ÔÒ750 Madera (miles m3
) 7ÔÒ251
Maíz 360 Cemento 109
Arroz 350 Gas natural
Cebada 180 (millones m3
) 2ÔÒ356
Patatas 228 Bovinos 1ÔÒ500
Uvas 330 Ovinos 14ÔÒ200
Melones 22 Caprinos 2ÔÒ150
Algodón (fibra) 22 Caballos 300
Carnes 180 Asnos 1ÔÒ160
Huevos 18 Camellos 265
Leche de vaca 200 Aves de corral 7ÔÒ000
Otros datos económicos
Carreteras, 22ÔÒ000 km (unos 2800 asfaltados)
Vías de navegación interiores (ríos), 1200 km
Comercio exterior (millones de dólares):
exportaciones, 999
importaciones, 1ÔÒ692
Campesino afgano limpiando una acequia.
La agricultura depende en Afganistán
del aprovechamiento de los ríos.
el modesto aprovechamiento de algunos recur-
sos minerales. Los tradicionales telares domés-
ticos de seda, algodón y lana ocupan a un sec-
tor importante de la población urbana. Productos
de artesanía como las alfombras y tejidos de lana
karakul son destinados a la exportación. El mer-
cado anual de la seda en Tashgurghan, al norte
del país, es un acontecimiento regional.
En la industria extractiva destaca el gas natural,
en la provincia norteña de Jozjan, y el lapislá-
zuli y el oro, piedras preciosas que se extraen
en el curso alto del Amu-Daria. Otros productos
son el plomo en el Koh-i-Baba y el cromo y la
sal en las provincias desérticas occidentales.
Bosquejo histórico
e institucional
Largamente apartado del mundo y del siste-
ma internacional, Afganistán gozó de una sor-
prendente independencia en la medida en que
desempeñó un papel de interposición entre los
dos poderes regionales, al norte y al sur, la Ru-
sia zarista y la India británica.
Afganistán se proclamó República en 1973, a
raíz de un golpe de estado, de ámbito cortesa-
no, que derribó la Monarquía del rey Zahir. Dis-
tintas dinastías habían venido gobernando el
país, buscando la supervivencia en el juego de
influencias entre rusos e ingleses. Así fue des-
de la independencia del emirato de Kabul en
1747 y continuaba durante el siglo xx. Con el
emir Amán Allah (1919-29) comenzó una tími-
da apertura y modernización, que entraría en
crisis a finales de los sesenta. La política afga-
na, marcada por el dominio tradicional de los
pastunes y una base de clientelismos y afini-
dades étnicas y clánicas, no cambiaría en este
aspecto con la llegada del régimen republica-
no. Al contrario, la inestabilidad política e ins-
titucional se agravó (un nuevo golpe militar en
1978) y la lucha interna dentro del hegemóni-
co Partido Democrático Popular (PDP, comu-
nista), dividido en dos opuestas tendencias, lle-
vó a Moscú, que mantenía y cobijaba al nuevo
régimen, a intervenir directamente en el país,
invadiéndolo a finales de 1979.
El gobierno afgano rompió entonces con la
constante neutralista y se vio obligado a de-
pender, militar y económicamente, de la ayuda
soviética. El resultado fue una guerra civil abier-
2235
Pastores con pieles de oveja para su venta.
Este comercio supone un medio de vida
para algunos grupos nómadas o seminómadas.
ta, de consecuencias entonces impredecibles.
El nacionalismo tribal y el islamismo radical se
unieron para combatir tanto a la invasión so-
viética como al régimen marxista de Kabul, que
consiguió aguantar durante tres años después
de la retirada de aquellos en febrero de 1989.
Pero el colapso final del estado soviético en
1991, que supuso la independencia real de sus
repúblicas fronterizas con Afganistán y la cre-
ciente influencia en ellas de las corrientes is-
lamistas, significó también el fin de toda for-
ma de ayuda —financiera y armamentística—
al régimen procomunista de Kabul. La suerte
de este parecía así estar echada a comienzos
de 1992. Y, en efecto, en abril de ese año las
guerrillas islámicas entraron finalmente en la
capital.
Sin embargo, la victoria sobre el régimen im-
puesto antaño por la ya desaparecida Unión So-
viética no supuso el fin inmediato de los sufri-
mientos para el castigado pueblo de Afganistán.
Aunque en realidad habría que hablar en plu-
ral: para los pueblos, dada su diversidad y sus
continuos enfrentamientos, enraizados profun-
damente en su historia. Así, las facciones que
realmente entraron en Kabul se enzarzaron des-
de el primer momento en una nueva lucha.
La nueva administración capitalina proclamó
un régimen islámico, con representación de mu-
chos grupos guerrilleros y étnicos —pero no de
todos—. Una facción aún más radicalmente is-
lamista, los talibanes, ocupó Kabul en sep-
tiembre de 1996; tampoco entonces terminó la
guerra. Al contrario, los talibanes serían de-
rrotados en otro conflicto bélico Zcon Estados
UnidosZ a finales de 2001. Véase el recuadro
El Afganistán de los talibanes.
Atractivos
de Afganistán
El encanto de un país arcano
Afganistán parece una tierra suspendida en
el tiempo. Regiones que se mantienen al mar-
gen de cualquier innovación: las mismas for-
mas de vida, tradiciones y economía que hace
siglos. La religión islámica, que se impuso so-
bre el budismo a partir del siglo vii, impregna
profundamente la sociedad y la cultura afganas.
En las viejas ciudades, construidas con adobes,
las mezquitas y sus minaretes destacan sobre el
resto de la arquitectura por su rico mosaico co-
2236
Puente sobre el río Jawag,
en Badajshan, recortado
sobre el majestuoso Hindu Kush.
El estrés no entrará fácilmente en este
bazar de Jalalabad, la principal ciudad
del oriente afgano, junto a Pakistán.
lorista. Derviches isfandi, monjes vagabundos,
pululan por los bazares. Los samovares, las ca-
sas de té al aire libre, siguen siendo los tradi-
cionales lugares de encuentro en la ciudad. Los
grupos de caravaneros continúan recorriendo
los caminos ancestrales. Los vehículos de car-
ga dejan paso a toda clase de cabalgaduras en
las remotas zonas rurales y el típico gadis, li-
gero carro tirado por un caballo, es utilizado
para el desplazamiento humano en los llanos
esteparios.
Las mujeres turkmenas se cubren con un alar-
gado hábito que las cubre por completo de la
cabeza a los pies, el chardi, sólo calado por
una celosía de punto en el rostro. En los días
señalados de mercado, puestos con braseros
ofrecen el kebabi, pinchos de carne de oveja
muy especiada.
Se conservan verdaderas reliquias antropoló-
gicas: en la ciudad de Herat se sigue hablando un
dialecto persa de la Edad Media y saludando con
la mano en el corazón. Los jinetes de esta región
2238
En el caos general que siguió a la caída del régimen proco-
munista (abril de 1992), terminó emergiendo con gran fuerza
una facción nueva, ultraislamista, que gozaba del no declara-
do pero evidente apoyo del vecino Pakistán: los talibanes. Estos
«estudiantes de religión» Zse entiende: de la religión musul-
manaZ se adueñaron de Kabul, la capital, en septiembre de
1996. Sus oponentes se replegaron sobre el montañoso nordes-
te, donde formaron una residual Alianza del Norte que, para el
año 2000, apenas controlaba ya una décima parte del territo-
rio afgano.
El rigor de su aplicación obligatoria del islam por parte de
los talibanes, extraordinariamente severo en el caso de la mujer,
cobró una repentina actualidad mundial en marzo de 2001 por
la repercusión que tuvo en los medios de comunicación la des-
trucción de las dos estatuas gigantes de Buda en las afueras de
Bamiyan (o Bamian). Talladas en la roca viva de una ladera
montañosa que domina la pequeña ciudad, durante la época
preislámica (ss. v-vii), la mayor de ellas alcanzaba 53 m de
altura. El poder talibán decretó que debían ser arrasadas por-
que «esas estatuas han sido utilizadas antaño como ídolos y
divinidades por los infieles, que les daban culto». En mayo
siguiente, los talibanes impusieron a los no musulmanes la
obligatoriedad de llevar un signo exterior que los identificase,
con la única excepción de los sijs, que ya eran reconocibles por
su turbante especial. En julio, prohibieron Internet. Y en agos-
to, encarcelaron a ocho miembros de una ONG Zalemanes,
australianos y estadounidensesZ bajo acusación de hacer pro-
selitismo cristiano, lo que allí constituía un delito que podía
acarrear la pena de muerte (los liberaron en noviembre).
De pronto, Afganistán y su riguroso régimen islamista se con-
virtieron en objetivo central de la política mundial al más alto
nivel, a raíz del atentado terrorista en masa contra Nueva York
y Washington (EE.UU.) del 11 de septiembre de 2001. Las auto-
ridades del país atacado atribuyeron desde el primer momento
la responsabilidad al fundamentalista islámico Osama bin
Laden, de origen saudita pero que llevaba varios años operan-
do desde territorio afgano, por lo que exigieron al régimen tali-
bán la entrega inmediata de éste. La situación cobró rápida-
mente un sesgo bélico, ya que Estados Unidos puso en marcha
la operación denominada ÒLibertad Duradera.
La nueva guerra: «Libertad Duradera». El 7 de octu-
bre de 2001, una vez caída la noche, los aeropuertos y las defen-
sas antiaéreas de Afganistán fueron atacados por misiles lan-
zados desde aviones y barcos estadounidenses (y británicos)
que, partiendo del mar Arábigo (océano ÙIndico), atravesaban
el espacio aéreo paquistaní. Los ataques continuaron desde
entonces sin interrupción, de modo que hacia el día 21, una
vez asegurado el dominio del aire, comandos especiales de Esta-
dos Unidos empezaron a realizar misiones en suelo afgano, con
el doble objetivo de destruir los centros del poder talibán, en el
área de Kandahar, y capturar o matar a Bin Laden. Mientras,
las milicias de la Alianza del Norte o Frente Unido reactivaban
su aletargado combate contra las tropas de los talibanes.
Pero no sólo Estados Unidos y sus aliados, sino también las
grandes potencias no musulmanas como Rusia, China o India,
mantenían una intensa actividad diplomática orientada a per-
filar el futuro de la región tras la caída del régimen talibán. En
este fluido contexto cobró un nuevo protagonismo la figura del
último rey de Afganistán, Mohamed Zahir, derrocado en 1973
por su primo Daoud y exiliado desde entonces en Roma. A pesar
de su avanzada edad (87 años en 2001), el ex rey Zahir pare-
cía concitar en su persona una suerte de mínimo común deno-
minador para aglutinar, de un modo más o menos simbólico,
una administración lo más plural posible en un futuro sin tali-
banes. Así, intentando llevar a la práctica estas ideas, el 27 de
noviembre se reunía en la ciudad alemana de Bonn una Con-
ferencia multilateral, con participación de diferentes facciones
afganas Zpero no, obviamente, los talibanesZ. La Alianza del
Norte se había adueñado de Kabul a mediados de mes.
El 4 de diciembre la Conferencia de Bonn alcanzaba un acuer-
do para instalar una administración multiétnica durante un
período inicial de seis meses, de modo que el día 22 pudo entrar
en funciones un gobierno provisional encabezado por Hamid
Karzai Zun político próximo al ex rey ZahirZ, con represen-
tación de las diversas etnias y los principales señores de la gue-
rra. Para entonces, los últimos bastiones talibanes habían sido
ya capturados. Y, en enero de 2002, un gran número de países y
organizaciones acordaban en Tokio financiar la reconstrucción
del devastado Afganistán, con una cantidad total superior a los
4000 millones de euros.
EL AFGANISTÙAN DE LOS TALIBANES (1996-2001)
semidesértica se entregan al deporte nacional, el
buzjasi, versión rudimentaria del polo.
Un vestigio monumental sobresaliente era la
gigantesca estatua de Buda en el acantilado de
Bamiyan, del siglo iii. A este respecto, hay que
señalar que, entre los lugares de mayor interés
del país, se sitúa sin duda el valle de Bamiyan,
en la falda septentrional del Koh-i-Baba, a poco
más de un centenar de kilómetros de Kabul. La
región era famosa por las colosales figuras es-
culpidas en las paredes de arenisca de una es-
carpa o acantilado, que fueron descritas hacia
el año 630 después de Cristo por Hsüan-tsang,
monje y viajero budista chino. Es sorprenden-
te el aspecto que ofrece una de estas superfi-
cies, horadadas en la parte más baja por las cel-
das de los monjes que habitaron el lugar, y un
nicho vertical al fondo del cual estaba repre-
sentado el citado gran Buda en posición erec-
ta. Los budas fueron destruidos por el régimen
talibán, que los consideraba ídolos preislámi-
cos, en marzo de 2001.
2239
Aspecto que presentaba una de las colosales figuras esculpidas en una escarpa de la falda
norte del Koh-i-Baba, sobre el valle de Bamiyan, a poco más de cien kilómetros de Kabul.
Fueron destruidas a cañonazos por el régimen talibán en marzo de 2001.

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Afganistán

  • 2. Afganistán, situado en la encrucijada interior de Asia, con cerca de 650ÒÒ000 km2 , esto es, más grande que toda la península Ibérica, representa uno de los países más remotos y menos cono- cidos —desde la percepción histórica eurocén- trica—. Su territorio, ubicado entre los 29 y los 38° de latitud N, y los 61 y 75° de longitud E, confina por el norte con el gran dominio ex so- viético, heredero de la expansión rusa en el Turquestán; tres de las repúblicas ex soviéticas asiáticas hacen frontera con el país: Turkme- nistán, Uzbekistán y Tadzikistán, frontera que en gran parte está marcada por un elemento fí- sico, el río Amu-Daria, el antiguo Oxus de los griegos. Al oeste confina con Irán, establecido en la plataforma irania subcaspiana. Al sudes- te está limitado por Pakistán y, por extensión, por el subcontinente indostánico, antaño do- minado por los británicos; la llamada Línea Du- rand estableció en 1893 dicha frontera. Y, por último, por un estrecho corredor al nordeste, Wajan —un entrante afgano que parece hecho para cerrar el paso entre el mundo ruso/sovié- tico y el indostánico—, conecta, con verdade- ra penuria, con el Xinjiang chino. Las imponentes barreras montañosas en los bordes y el interior de Afganistán, así como el carácter indómito de sus pobladores, forjaron el mito de una tierra inconquistable. La recien- te intervención soviética (1979-89), los fraca- sados intentos imperiales (fundamentalmente ingleses, desde el Indostán), en el siglo xix y principios del xx, así como el paso de otros conquistadores de la Antigüedad, entre los que se incluyen Genghis Kan y Tamerlán, lo de- muestran. En efecto, es de los pocos países asiáticos que no ha conocido de forma directa la colonización moderna. El medio físico El estigma del Hindu Kush Se trata de un territorio en extremo inhóspi- to, donde la montaña y el desierto ocupan tres cuartas partes del total. Orografía El gran sistema montañoso del Hindu Kush es el elemento dominante de su geografía, un verdadero diafragma que divide el país de oeste 2228 Datos básicos Superficie, 647Ò000 km2 Población, 24Ò523ÔÒ000 h (incluidos los refugiados en Pakistán e Irán) Densidad, 37,9 h/km2 Capital, Kabul Composición étnica (%): pasthus o pastunes (55), tadzicos (20), uzbecos (9), turkmenos (7), otros Lenguas: pashtu o pastún y dari (persa) Religión, musulmana (sunnitas, 80ÔÒ%; chiitas, 19ÔÒ%) Sistema político, República islámica PIB por habitante, 250 dólares Campos muy parcelados en el valle de Bamiyan. Lagos en Band-i-Amir, en medio de una desoladora orografía casi desprovista de vegetación.
  • 3. a este. Constituye una barrera latitudinal prác- ticamente infranqueable de más de 600 kiló- metros, que se extiende desde la alta meseta del Pamir, en la provincia nordoriental de Ba- dajshan, hasta el Koh-i-Baba (5143 m), en la zona central de Afganistán. Una cadena mon- tañosa secundaria prolonga este diafragma has- ta el extremo occidental de Afganistán. La parte oriental del Hindu Kush es la más elevada: alcanza los 6901 metros en el Lunkho, en la embocadura del corredor de Wajan, ha- ciendo frontera con Pakistán. Hacia el oeste, sucesivas cadenas van descendiendo hasta los 5000 metros de altura, 4000 en algunos puertos de montaña, de muy limitado uso para las co- municaciones. No en vano, muchos de sus apro- ximadamente 18ÒÒ000 pueblos las tienen cortadas casi la mitad del año a causa de los ventisque- ros de nieve; además, la mayoría se encuentran lejos de las escasas carreteras. Solo el moderno túnel de Salang, al norte de Kabul, ha conse- guido transgredir esta determinante limitación geográfica. Otros pasos naturales, en la franja sudoriental, marcan también la conexión de Afganistán con el exterior. Son el legendario paso Khyber (o Jáiber), entre el Kabulistán, o altiplanicie de Kabul, y el valle del Indo; los menos conocidos de Gomal, en la Paktia, y el de Chaman, entre la ciudad meridional de Kan- dahar y la paquistaní de Quetta. En efecto, a través de la historia el Hindu Kush ha impuesto grandes dificultades a la cir- culación y ha marcado de hecho un aislamien- to entre los fértiles y abrigados valles, ocultos tras las montañas (los valles de Nuristán y Ba- miyan son sus exponentes), y las llanuras cir- cundantes a este macizo, que son invariable- mente de tipo estepario o desértico. Rudyard Kipling describe, dentro de su visión arcana y misteriosa del país, este carácter físico: «...en estas tierras de intenso frío donde no hay un camino más ancho que la palma de tu mano...» (The Man who Would Be King). Geomorfológicamente, el Hindu Kush es un núcleo herciniano recubierto de sedimentos se- cundarios, plegados y fallados. Lo característi- co de su paisaje son unas vertientes extrema- damente agrestes y accidentadas, con algunas manchas boscosas de importancia en los altos valles orientales, pero marcado, en general, por la aridez. Las nieves perpetuas y los glaciares hacen su aparición en las zonas más altas, y, gracias al deshielo primaveral, constituyen la vital despensa hídrica que alimenta los ríos af- 2229 El difícil puerto de Salang, al norte de Kabul, tiene hoy la alternativa de un túnel.
  • 4. ganos. Es, por tanto, el centro de irradiación de todo su sistema hidrológico. Al oeste del Koh-i-Baba, las montañas del Sa- fid Kuh, antiguo Paropamiso, que descienden hasta los 2000 metros, e incluso menos en al- gunos pasos, son ya perfectamente franquea- bles por las gargantas que las atraviesan, como lo hace el Hari Rud. Esta comunicación natural en el Afganistán occidental ha sido empleada desde antiguo por la llamada ruta de la seda. Es la encrucijada de los caminos que se dirigen a la India, Irán y, por el Turquestán, hacia Chi- na: el hilo conductor entre Oriente y el Medi- terráneo, desde la época de Alejandro Magno. El Safid Kuh separa la cuenca de Herat, al nor- te, y la del Sistán, al sur. Otras cadenas filiales se extienden al sur de este eje, los montes Suleiman. Están compues- tos de dos cordilleras, el Shinkay y el Safed Koh (4733 m), que penetran desde Pakistán al sud- este de Kabul. Hidrografía En primer lugar y como más septentrional, está la vertiente norte del Hindu Kush, cuyas aguas fluyen a través del Amu-Daria y se orientan ha- cia la cuenca interior arálica; actualmente, sin embargo estas aguas ya no llegan a alimentar el mar de Aral, pues son desviadas para la irriga- ción, en territorio ex soviético, en cuanto el Amu-Daria deja de hacer frontera con Afganis- tán. La llanura que se extiende a lo largo de este río es la antigua Bactriana o Turquestán afgano y constituye la región con mayores densidades de poblamiento. En la vertiente sur del Hindu Kush se hallan la altiplanicie y el valle de Kabul, cuyo río ho- mónimo, de unos 700 kilómetros de curso, flu- ye hacia la cuenca del Indo, en Pakistán, la úni- ca cuenca que tiene salida al océano (ÙIndico). Por esta vertiente estratégica se establece la re- lación con el Indostán. La vertiente occidental del Hindu Kush está a su vez compuesta por distintos ríos que des- aguan en otras tantas cubetas desérticas, despo- seídos de su salida al mar (desde Turkmenistán, al N, y el Baluchistán paquistaní, al S). Sus prin- cipales ríos son Murghab, de unos 750 kilóme- tros de curso, que forma el oasis de Merv, en Turkmenistán; el Hari Rud, con unos 1300 kiló- metros, que riega la fértil llanura de Herat, prin- cipal ciudad del occidente afgano —un sistema antiquísimo de canales subterráneos permite la irrigación del valle—; y el río Helmand, el que tiene mayor recorrido dentro de Afganistán, con unos 1400 kilómetros. Nace este en el centro geográfico del país, en las montañas de Koh-i- Baba y se dirige al sudoeste hacia los lagos sa- linos del Sistán, donde ya llega exhausto, en el límite fronterizo entre Irán y la provincia afgana de Nimruz. Previamente ha atravesado en su curso superior la región de los hazares (tribus de origen mongólico), y en su curso inferior, una amplia porción del desierto meridional del país, el Registán, donde se encuentran las den- sidades más bajas de población. Aspectos climáticos Afganistán tiene un clima continental de ca- racterísticas muy acusadas y con dominio casi absoluto de la aridez, por sus escasas y mal re- partidas precipitaciones. Exceptuando las re- giones del nordeste (como los valles de Nuris- tán o Badajshán), donde pueden alcanzar las influencias monzónicas y superarse los 1200 mi- límetros anuales, el país registra unas precipi- taciones que son insuficientes para un normal desarrollo agrícola. En conjunto, no llegan a los 2230 Vista parcial del Hindu Kush, importante sistema montañoso que domina la geografía afgana.
  • 5. 500 milímetros al año; los mínimos, registrados en las regiones desérticas del sur, provincias de Nimruz a Kandahar, no superan los 75 milíme- tros anuales, caso del de Dasht-i-Margo, el De- sierto de la Muerte. El régimen termométrico potencia las carac- terísticas áridas y continentales. Amplias osci- laciones térmicas: en verano, las temperaturas medias pueden alcanzar los 30Ò°C, mientras que en invierno pueden bajar de los 0Ò°C. Consecuentemente, la vegetación predomi- nante es de tipo estepario; en los dominios de- sérticos, tanto pedregosos (hamadas) como arenosos (ergs), las posibilidades para el des- arrollo vegetal se reducen y, gracias a la apari- ción de algunos oasis, cursos fluviales o uadis (corrientes no permanentes), aparecen palme- ras en las áreas cálidas y especies rupícolas, como chopos y álamos. En las áreas húmedas del Hindu Kush hay bosques de coníferas, ce- dros, robles y alerces. Los afganos Una población diversa y dispersa Las altas tasas de natalidad son contrarresta- das por una corta esperanza de vida y una gran mortalidad infantil, debidas ambas en gran me- dida a las graves carencias sanitarias. Por otra parte, la lacra de la guerra, que afectó al país durante dos décadas, ha tenido amplia reper- cusión en el pulso demográfico de la sociedad afgana. La mortandad directa y derivada y sus consecuencias, tanto en la estructura por eda- des y sexos como en los movimientos forzados de población (más de cuatro millones de afga- nos llegaron a refugiarse fuera del país), han tenido además una grave significación distor- sionante en los distintos sectores económicos. 2231 DATOS TERMOPLUVIOMÙETRICOS Temperaturas medias (°C) Precipitación Ciudad (m de alt.) Enero Julio Anual anual (mm) Kabul (1797) –ÔÒ2,8 24,7 12,5 317 Herat (922) 3 29 15,5 190 Kandahar (1035) 6,3 28,9 17,9 178
  • 6. Tipos de poblamiento Tradicionalmente el país ha conjugado el tipo de poblamiento nómada con el sedentario. La expansión helenística en Persia, Bactriana y Asia central y el florecimiento islámico de la Edad Media dieron lugar a importantes civilizaciones urbanas y comerciales en los que hoy es Afga- nistán, en la conexión crucial de la ruta de la seda. Ruinas de algunos de sus legendarios cen- tros, caídos en el ostracismo, pueden aún ser reconocidos en medio de un paisaje desértico. Una de estas ciudadelas, representante del pa- sado esplendor urbano, es Shar-i-Gholghola, la Ciudad de las Lamentaciones, recreada por Luce Boulnis en su obra The Silk Route. La red urbana está poco desarrollada, con grandes deficiencias de articulación global, mal conectada y —a excepción de la capital, cuya población se ha multiplicado a raíz de la gue- rra— compuesta por ciudades de escasa enti- dad. La población se concentra, superando la densidad media del país, en las áreas de pie- demonte del Hindu Kush. En ambas vertientes del macizo aparecen sus principales centros ur- banos: Turquestán afgano, provincias de Balj, Kunduz y Samangan y el valle del Kabul. Mien- tras, en las regiones occidental, central de los hazares y en la zona nordeste, donde domina el nomadeo, las densidades de población son más bajas y apenas hay centros urbanos. Composición étnica Mosaico medieval de grupos tribales Más que como país coherente, se puede de- finir a Afganistán como un heterogéneo impe- rio de pueblos: un microcosmos cultural de ex- traordinaria diversidad etno-lingüística, en cuya composición se distinguen cuatro familias com- 2232 Indicadores demográficos Densidad, 37,9 h/km2 Tasa de natalidad, 49,7ÔÒ‰ Tasa de mortalidad, 21,7ÔÒ‰ Crecimiento vegetativo anual, 2,8ÔÒ% Esperanza de vida al nacer, 43,5 años Población urbana, 21ÔÒ% La presencia de estos asnos con sus repletas alforjas en el centro de Kabul, devuelve al visitante a la realidad de Afganistán.
  • 7. pletamente diferentes, a saber, indoeuropea, uralo-altaica, dravídica y semítica. El país es un mosaico étnico funcional, capaz de soslayar los intentos de institucionalización y organización estatal provenientes del centro, de Kabul. El moderno Afganistán se ha visto li- mitado por esta estructura social de corte me- dieval, a la que se añade una secular rivalidad interétnica, tribal y clánica. Una cultura gue- rrera y primitiva ha dominado tradicionalmen- te este tipo de relaciones. Pueblos y culturas reflejan también el hecho de ser tierra fronte- riza con el Asia central, Irán y el subcontinen- te indio. El grupo étnico mayoritario es el de los pas- thus, pastunes o pathanes, con poco más de la mitad del total. Tienen una extensa red tribal, compuesta por numerosas tribus y clanes, uni- dos por una misma lengua, de origen indoeu- ropeo, el pasthu. El grupo tadziko, con una quinta parte de la población, es el segundo en importancia y es persófono, de lengua dari. Es- tas dos lenguas son las maternas de cerca del 80 por ciento de la población. De entre los gru- pos étnicos minoritarios, los turcófonos son los más representados, con los uzbecos y los turk- menos. Después los hazares, que hablan un dia- lecto mongol, seguidos de aimakos, baluchis y nuristanos, con asentamientos territoriales per- fectamente reconocidos. La complejidad de los grupos y subgrupos ét- nicos en Afganistán ha hecho a los especialis- tas compararlo con un museo viviente de et- nias, conservadas gracias al medio físico y las prácticas endogámicas. Además, la mayoría de los grupos étnicos continúan a través de las fronteras afganas con otros estados: los patha- nes en Pakistán; los uzbecos, tadzicos y turk- menos, en la antigua Asia Central (ex Turques- tán ruso), y los baluchis, en Pakistán e Irán. En cuanto a la religión, el Islam es abruma- doramente mayoritario, pero con elementos de diferenciación: cerca del 80 por ciento son sun- nitas, y alrededor del 19 por ciento, chiitas. El Islam, religión oficial, conoció una fase de apli- cación extremadamente rigurosa en 1996-2001 (por los llamados talibanes). La economía De subsistencia y trastornada por la guerra Afganistán es un país pobre en recursos so- bresalientes, limitados por un medio geográ- fico poco apto para el asentamiento humano y donde hasta un 40 por ciento del territorio resulta improductivo. Solo el 13 por ciento es cultivable, el 3 forestal y más del 45 son tie- rras de pastos. Las comunicaciones son muy deficientes: no hay ferrocarriles. Caravaneros con camellos y mulas son los encargados de establecer las relaciones comerciales en las amplias áreas rurales y nómadas. Sus peque- ñas ciudades, centros regionales de intercam- bio, albergan bazares tradicionales, en los que los artesanos fabrican y venden elementales manufacturas. La guerra que vivió el país des- de los últimos años setenta terminó acentuan- do aún más el carácter de subsistencia y true- 2233 POBLACIÙON DE LAS PRINCIPALES CIUDADES Kabul (capital) 1ÔÒ036ÔÒ000 Mazar-i-Sharif 110ÔÒ000 Kandahar 191ÔÒ000 Jalalabad 58ÔÒ000 Herat 150ÔÒ000 Kunduz 57ÔÒ000 Joven pasthu con atavío tradicional. Los pasthus o pathanes componen el grupo étnico mayoritario.
  • 8. que que gobierna su economía y, además, mar- chitado los intentos de desarrollo precedentes: La economía depende de las ayudas interna- cionales. Agricultura y ganadería Es fácil comprender que la agricultura cons- tituya su espina dorsal económica: dos tercios largos de la población siguen dependiendo de ella. Las zonas agrícolas están reducidas a don- de se extienden los ríos permanentes, cuyas aguas, imprescindibles, son aprovechadas por un sistema artesanal de regadío muy evolucio- nado, los ganats, canales subterráneos que han permitido la aparición de la vida sedentaria. En el fondo de los valles y protegidos por muros de adobes, aparecen los cultivos de cereales —incluso maíz y arroz— y legumbres; en las la- deras, la caña de azúcar y la vid. Las uvas pa- sas y, más o menos clandestinamente, la pasta básica del opio o adormidera, que crece de for- ma natural en el país, constituyen exportaciones destacables. Recorren los eriales tribus nómadas que acompañan a sus rebaños de cabras, ovejas, caballos y camellos. Industria y minería La industria apenas está desarrollada. Sus úni- cas actividades de transformación son las texti- les y las alimentarias, a las que hay que añadir 2234 ESTADÙISTICAS ECONÙOMICAS Producciones y cabaña ganadera (miles t y cabezas) Trigo 1ÔÒ750 Madera (miles m3 ) 7ÔÒ251 Maíz 360 Cemento 109 Arroz 350 Gas natural Cebada 180 (millones m3 ) 2ÔÒ356 Patatas 228 Bovinos 1ÔÒ500 Uvas 330 Ovinos 14ÔÒ200 Melones 22 Caprinos 2ÔÒ150 Algodón (fibra) 22 Caballos 300 Carnes 180 Asnos 1ÔÒ160 Huevos 18 Camellos 265 Leche de vaca 200 Aves de corral 7ÔÒ000 Otros datos económicos Carreteras, 22ÔÒ000 km (unos 2800 asfaltados) Vías de navegación interiores (ríos), 1200 km Comercio exterior (millones de dólares): exportaciones, 999 importaciones, 1ÔÒ692 Campesino afgano limpiando una acequia. La agricultura depende en Afganistán del aprovechamiento de los ríos.
  • 9. el modesto aprovechamiento de algunos recur- sos minerales. Los tradicionales telares domés- ticos de seda, algodón y lana ocupan a un sec- tor importante de la población urbana. Productos de artesanía como las alfombras y tejidos de lana karakul son destinados a la exportación. El mer- cado anual de la seda en Tashgurghan, al norte del país, es un acontecimiento regional. En la industria extractiva destaca el gas natural, en la provincia norteña de Jozjan, y el lapislá- zuli y el oro, piedras preciosas que se extraen en el curso alto del Amu-Daria. Otros productos son el plomo en el Koh-i-Baba y el cromo y la sal en las provincias desérticas occidentales. Bosquejo histórico e institucional Largamente apartado del mundo y del siste- ma internacional, Afganistán gozó de una sor- prendente independencia en la medida en que desempeñó un papel de interposición entre los dos poderes regionales, al norte y al sur, la Ru- sia zarista y la India británica. Afganistán se proclamó República en 1973, a raíz de un golpe de estado, de ámbito cortesa- no, que derribó la Monarquía del rey Zahir. Dis- tintas dinastías habían venido gobernando el país, buscando la supervivencia en el juego de influencias entre rusos e ingleses. Así fue des- de la independencia del emirato de Kabul en 1747 y continuaba durante el siglo xx. Con el emir Amán Allah (1919-29) comenzó una tími- da apertura y modernización, que entraría en crisis a finales de los sesenta. La política afga- na, marcada por el dominio tradicional de los pastunes y una base de clientelismos y afini- dades étnicas y clánicas, no cambiaría en este aspecto con la llegada del régimen republica- no. Al contrario, la inestabilidad política e ins- titucional se agravó (un nuevo golpe militar en 1978) y la lucha interna dentro del hegemóni- co Partido Democrático Popular (PDP, comu- nista), dividido en dos opuestas tendencias, lle- vó a Moscú, que mantenía y cobijaba al nuevo régimen, a intervenir directamente en el país, invadiéndolo a finales de 1979. El gobierno afgano rompió entonces con la constante neutralista y se vio obligado a de- pender, militar y económicamente, de la ayuda soviética. El resultado fue una guerra civil abier- 2235 Pastores con pieles de oveja para su venta. Este comercio supone un medio de vida para algunos grupos nómadas o seminómadas.
  • 10. ta, de consecuencias entonces impredecibles. El nacionalismo tribal y el islamismo radical se unieron para combatir tanto a la invasión so- viética como al régimen marxista de Kabul, que consiguió aguantar durante tres años después de la retirada de aquellos en febrero de 1989. Pero el colapso final del estado soviético en 1991, que supuso la independencia real de sus repúblicas fronterizas con Afganistán y la cre- ciente influencia en ellas de las corrientes is- lamistas, significó también el fin de toda for- ma de ayuda —financiera y armamentística— al régimen procomunista de Kabul. La suerte de este parecía así estar echada a comienzos de 1992. Y, en efecto, en abril de ese año las guerrillas islámicas entraron finalmente en la capital. Sin embargo, la victoria sobre el régimen im- puesto antaño por la ya desaparecida Unión So- viética no supuso el fin inmediato de los sufri- mientos para el castigado pueblo de Afganistán. Aunque en realidad habría que hablar en plu- ral: para los pueblos, dada su diversidad y sus continuos enfrentamientos, enraizados profun- damente en su historia. Así, las facciones que realmente entraron en Kabul se enzarzaron des- de el primer momento en una nueva lucha. La nueva administración capitalina proclamó un régimen islámico, con representación de mu- chos grupos guerrilleros y étnicos —pero no de todos—. Una facción aún más radicalmente is- lamista, los talibanes, ocupó Kabul en sep- tiembre de 1996; tampoco entonces terminó la guerra. Al contrario, los talibanes serían de- rrotados en otro conflicto bélico Zcon Estados UnidosZ a finales de 2001. Véase el recuadro El Afganistán de los talibanes. Atractivos de Afganistán El encanto de un país arcano Afganistán parece una tierra suspendida en el tiempo. Regiones que se mantienen al mar- gen de cualquier innovación: las mismas for- mas de vida, tradiciones y economía que hace siglos. La religión islámica, que se impuso so- bre el budismo a partir del siglo vii, impregna profundamente la sociedad y la cultura afganas. En las viejas ciudades, construidas con adobes, las mezquitas y sus minaretes destacan sobre el resto de la arquitectura por su rico mosaico co- 2236 Puente sobre el río Jawag, en Badajshan, recortado sobre el majestuoso Hindu Kush. El estrés no entrará fácilmente en este bazar de Jalalabad, la principal ciudad del oriente afgano, junto a Pakistán.
  • 11.
  • 12. lorista. Derviches isfandi, monjes vagabundos, pululan por los bazares. Los samovares, las ca- sas de té al aire libre, siguen siendo los tradi- cionales lugares de encuentro en la ciudad. Los grupos de caravaneros continúan recorriendo los caminos ancestrales. Los vehículos de car- ga dejan paso a toda clase de cabalgaduras en las remotas zonas rurales y el típico gadis, li- gero carro tirado por un caballo, es utilizado para el desplazamiento humano en los llanos esteparios. Las mujeres turkmenas se cubren con un alar- gado hábito que las cubre por completo de la cabeza a los pies, el chardi, sólo calado por una celosía de punto en el rostro. En los días señalados de mercado, puestos con braseros ofrecen el kebabi, pinchos de carne de oveja muy especiada. Se conservan verdaderas reliquias antropoló- gicas: en la ciudad de Herat se sigue hablando un dialecto persa de la Edad Media y saludando con la mano en el corazón. Los jinetes de esta región 2238 En el caos general que siguió a la caída del régimen proco- munista (abril de 1992), terminó emergiendo con gran fuerza una facción nueva, ultraislamista, que gozaba del no declara- do pero evidente apoyo del vecino Pakistán: los talibanes. Estos «estudiantes de religión» Zse entiende: de la religión musul- manaZ se adueñaron de Kabul, la capital, en septiembre de 1996. Sus oponentes se replegaron sobre el montañoso nordes- te, donde formaron una residual Alianza del Norte que, para el año 2000, apenas controlaba ya una décima parte del territo- rio afgano. El rigor de su aplicación obligatoria del islam por parte de los talibanes, extraordinariamente severo en el caso de la mujer, cobró una repentina actualidad mundial en marzo de 2001 por la repercusión que tuvo en los medios de comunicación la des- trucción de las dos estatuas gigantes de Buda en las afueras de Bamiyan (o Bamian). Talladas en la roca viva de una ladera montañosa que domina la pequeña ciudad, durante la época preislámica (ss. v-vii), la mayor de ellas alcanzaba 53 m de altura. El poder talibán decretó que debían ser arrasadas por- que «esas estatuas han sido utilizadas antaño como ídolos y divinidades por los infieles, que les daban culto». En mayo siguiente, los talibanes impusieron a los no musulmanes la obligatoriedad de llevar un signo exterior que los identificase, con la única excepción de los sijs, que ya eran reconocibles por su turbante especial. En julio, prohibieron Internet. Y en agos- to, encarcelaron a ocho miembros de una ONG Zalemanes, australianos y estadounidensesZ bajo acusación de hacer pro- selitismo cristiano, lo que allí constituía un delito que podía acarrear la pena de muerte (los liberaron en noviembre). De pronto, Afganistán y su riguroso régimen islamista se con- virtieron en objetivo central de la política mundial al más alto nivel, a raíz del atentado terrorista en masa contra Nueva York y Washington (EE.UU.) del 11 de septiembre de 2001. Las auto- ridades del país atacado atribuyeron desde el primer momento la responsabilidad al fundamentalista islámico Osama bin Laden, de origen saudita pero que llevaba varios años operan- do desde territorio afgano, por lo que exigieron al régimen tali- bán la entrega inmediata de éste. La situación cobró rápida- mente un sesgo bélico, ya que Estados Unidos puso en marcha la operación denominada ÒLibertad Duradera. La nueva guerra: «Libertad Duradera». El 7 de octu- bre de 2001, una vez caída la noche, los aeropuertos y las defen- sas antiaéreas de Afganistán fueron atacados por misiles lan- zados desde aviones y barcos estadounidenses (y británicos) que, partiendo del mar Arábigo (océano ÙIndico), atravesaban el espacio aéreo paquistaní. Los ataques continuaron desde entonces sin interrupción, de modo que hacia el día 21, una vez asegurado el dominio del aire, comandos especiales de Esta- dos Unidos empezaron a realizar misiones en suelo afgano, con el doble objetivo de destruir los centros del poder talibán, en el área de Kandahar, y capturar o matar a Bin Laden. Mientras, las milicias de la Alianza del Norte o Frente Unido reactivaban su aletargado combate contra las tropas de los talibanes. Pero no sólo Estados Unidos y sus aliados, sino también las grandes potencias no musulmanas como Rusia, China o India, mantenían una intensa actividad diplomática orientada a per- filar el futuro de la región tras la caída del régimen talibán. En este fluido contexto cobró un nuevo protagonismo la figura del último rey de Afganistán, Mohamed Zahir, derrocado en 1973 por su primo Daoud y exiliado desde entonces en Roma. A pesar de su avanzada edad (87 años en 2001), el ex rey Zahir pare- cía concitar en su persona una suerte de mínimo común deno- minador para aglutinar, de un modo más o menos simbólico, una administración lo más plural posible en un futuro sin tali- banes. Así, intentando llevar a la práctica estas ideas, el 27 de noviembre se reunía en la ciudad alemana de Bonn una Con- ferencia multilateral, con participación de diferentes facciones afganas Zpero no, obviamente, los talibanesZ. La Alianza del Norte se había adueñado de Kabul a mediados de mes. El 4 de diciembre la Conferencia de Bonn alcanzaba un acuer- do para instalar una administración multiétnica durante un período inicial de seis meses, de modo que el día 22 pudo entrar en funciones un gobierno provisional encabezado por Hamid Karzai Zun político próximo al ex rey ZahirZ, con represen- tación de las diversas etnias y los principales señores de la gue- rra. Para entonces, los últimos bastiones talibanes habían sido ya capturados. Y, en enero de 2002, un gran número de países y organizaciones acordaban en Tokio financiar la reconstrucción del devastado Afganistán, con una cantidad total superior a los 4000 millones de euros. EL AFGANISTÙAN DE LOS TALIBANES (1996-2001)
  • 13. semidesértica se entregan al deporte nacional, el buzjasi, versión rudimentaria del polo. Un vestigio monumental sobresaliente era la gigantesca estatua de Buda en el acantilado de Bamiyan, del siglo iii. A este respecto, hay que señalar que, entre los lugares de mayor interés del país, se sitúa sin duda el valle de Bamiyan, en la falda septentrional del Koh-i-Baba, a poco más de un centenar de kilómetros de Kabul. La región era famosa por las colosales figuras es- culpidas en las paredes de arenisca de una es- carpa o acantilado, que fueron descritas hacia el año 630 después de Cristo por Hsüan-tsang, monje y viajero budista chino. Es sorprenden- te el aspecto que ofrece una de estas superfi- cies, horadadas en la parte más baja por las cel- das de los monjes que habitaron el lugar, y un nicho vertical al fondo del cual estaba repre- sentado el citado gran Buda en posición erec- ta. Los budas fueron destruidos por el régimen talibán, que los consideraba ídolos preislámi- cos, en marzo de 2001. 2239 Aspecto que presentaba una de las colosales figuras esculpidas en una escarpa de la falda norte del Koh-i-Baba, sobre el valle de Bamiyan, a poco más de cien kilómetros de Kabul. Fueron destruidas a cañonazos por el régimen talibán en marzo de 2001.