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UNIDAD Nº 3
LA URBANIZACIÓN EN LAS MISIONES
LECCIÓN Nº 9
LAS MISIONES CRISTIANAS EN AMÉRICA
Las misiones religiosas en América, también llamadas reducciones, fueron poblados de indígenas
organizados y administrados por los sacerdotes jesuitas en el Nuevo Mundo como parte de su
obra civilizadora y evangelizadora.
El objetivo principal de las misiones religiosas fue el crear una sociedad con los beneficios y cualidades
de la sociedad cristiana europea, pero sin los vicios y maldades que la caracterizaban.
Estas misiones fueron fundadas por los jesuitas en toda la América colonial, y según Manuel Marzal,
sintetizando la visión de otros estudiosos, constituyen una de las más notables utopías de la historia.
Para lograr su objetivo, los jesuitas desarrollaron el contacto técnico y la atracción de los indígenas.
Pronto aprendieron sus lenguas, y desde ahí se reunirían en pueblos que albergaban muchas veces
miles de personas.
Eran en larga medida auto-suficientes, disponían de una completa infraestructura administrativa,
económica y cultural que funcionaba en un régimen comunitario, donde los nativos fueron educados en
la fe cristiana y enseñados a crear arte con elevado grado de sofisticación, pero siempre siguiendo el
modelo europeo.
Después de un inicio poco sistemático marcada por intentos fallidos a mediados del siglo XVII el modelo
misionero ya estaba bien establecido y generalizado en la mayor parte de América, pero tuvieron de
continuar enfrentando la oposición de algunos sectores de la Iglesia católica —que no coincidían con
sus métodos—, del resto de la población colonizadora —para quienes no valía la pena el esfuerzo de
cristianizar a la población indígena—, y los bandos de cazadores de esclavos, que aprisionaban a los
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indígenas para someterlos a trabajos forzados dentro de la economía colonial de explotación a la vez
que destruían sus aldeas, causando muchas muertes.
Incluso con muchos problemas para superar, las misiones en su conjunto prosperaron hasta un punto
en la mitad del siglo XVIII, donde los jesuitas se convirtieron en sospechosos de tratar de crear un
imperio independiente, éste fue uno de los argumentos usados en la intensa campaña difamatoria que
sufrieron en América y Europa y, que acabó dando como resultado la expulsión de las colonias
españolas a partir de 1759 y en la disolución de la orden en 1773. Con esto, el sistema misionero jesuita
se derrumbó, causando la dispersión de los pequeños pueblos indígenas.
El sistema misionero buscó introducir el cristianismo y un modo de vida europeizado, integrando, sin
embargo, varios de los valores culturales de los propios indios, y estaba basado en el respeto de la
persona y sus tradiciones grupales, hasta donde estas no entrasen en conflicto directo con los
conceptos básicos de la nueva fe y de la justicia.
La extensión del mérito y el éxito de este esfuerzo han sido objeto de debate entre los historiadores,
pero el hecho es que fue de vital importancia para la primera organización del territorio y de los
fundamentos de la sociedad americana como es conocida hoy en día. Varios monumentos misioneros
son ahora Patrimonio de la Humanidad.
La creación del sistema de las misiones debe ser estudiado en el contexto de la política colonial
desarrollada por las potencias europeas para la recién descubierta América, que originalmente era
habitada por incontables pueblos originarios, en varios grados de civilización.
A pesar de algunos contactos preliminares entre europeos e indígenas habían sido pacíficos, los
colonizadores comenzaron a emprender una conquista belicosa y sanguinaria, sometiendo a los nativos
a través de las superiores armas y técnicas militares europeas, y despojándoles de cualquier tesoro
que fuese encontrado.
En vista de las atrocidades que iban siendo cometidas, los Reyes y Papas legislaron a favor de los
indígenas, pero con poco efecto, pues el control sobre las provincias distantes era muy difícil, y los
abusos continuaron a lo largo de toda la historia de la colonización. Junto a los primeros colonizadores
llegaron religiosos de varias órdenes misioneras, principalmente franciscanos y dominicos. Su
presencia se justificaba porque entre los objetivos de la conquista americana estaba
la cristianización de los pueblos dominados, pero muchos de esos misioneros fueron complacientes
con el uso de la violencia y se beneficiaron de su explotación.
Poco después, preocupado con los rumbos descontrolados que la conquista española tomaba, Carlos I
de España, llamó a los jesuitas para que intervinieran en el proceso, mientras que Juan III de
Portugal daba las primeras órdenes para que la evangelización de los indígenas de sus colonias fuese
entregada a la Compañía de Jesús.
La Compañía de Jesús fue fundada en 1540 por san Ignacio de Loyola, y en pocos años conquistó gran
prestigio por su dinamismo y por la sólida preparación teológica y cultural de sus miembros, que
ascendieron a posiciones de importancia en el clero y en los consejos de reyes y príncipes.
La Orden se tornó la principal fuerza de la Iglesia católica en el proceso de la Contrarreforma, renovó
la pedagogía en Europa, y de hecho, representó la vanguardia religiosa en su tiempo, contando con
privilegios especiales y gran independencia dentro de la estructura jerárquica católica, pero votando
una obediencia total al papa.
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Los jesuitas arribaron en Brasil en el 1549, al el Perú llegaron en 1567, en México en 1572 y a la Nueva
Francia en 1611, pero el sistema misionero tardó varias décadas en estructurarse y consolidarse.
De esa forma, las primeras tentativas de evangelización fueron informales, itinerantes, poco
coherentes y sin resultados significativos, y encontraron obstáculos debido a la ausencia de
instituciones jurídicas y administrativas de apoyo eficaces, de la poca colaboración de otras Órdenes, si
no su complicidad con las prácticas depredadoras de los colonizadores, como se lamentaba en
Brasil Manuel da Nóbrega y de la objeción de los primeros colonizadores que ya estaban instalados,
para quienes los indígenas eran tan despreciables como los negros y solo les parecían útiles como
trabajadores baratos.
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La primera iniciativa de fundación de poblados especiales para los indígenas cristianizados partió de
Don Juan III, que en Regimiento al primer gobernador general del Brasil Tomé de Sousa ordenó que
ellos viviesen en grupos en las proximidades de las villas para que pudieran estar en más íntimo
contacto con los cristianos y pudiesen ser mejor adoctrinados. La idea fue elogiada por Nóbrega, pues
sin demora percibió la ineficiencia de las misiones itinerantes, poco antes de que el padre español José
de Acosta hiciera la misma observación en el Perú.
Nóbrega escribió a los sus superiores solicitando que los jesuitas obtuviesen del Papa el poder de erigir
altares donde bien les pareciese y así consolidar sus poblados, al mismo tiempo en que recomendó
paciencia para con el proceso de aculturación, previniendo que una transformación autoritaria, súbita
y radical en los costumbres indígenas no daría frutos positivos. También reconoció, en su Diálogo da
Conversão do Gentio (Diálogo de la Conversión de los gentiles) (1556-57) que los indígenas no eran
esencialmente malos, a pesar de sus prácticas religiosas "abominables", y que podían ser
gradualmente conducidos a una vida más digna, pues si su religión era errónea, la raíz del mal estaba
más en el tener un carácter supersticioso, que podía ser encontrado en cualquier pueblo ignorante, y
no por ser intencionalmente maligna, según la opinión más corriente.
Acosta viajó al Perú en el cargo de Provincial de la Orden en 1576 e, inspeccionando el trabajo hasta
entonces desarrollado entre los indígenas, lo consideró insatisfactorio. En la asamblea provincial y en
el concilio de Lima de 1527-1607, donde se reunieron para examinar las causas del fracaso, Acosta
recogió los elementos necesarios para componer la obra De procuranda indorum salute (1588), donde
sintetizó sus experiencias y presentó las contradicciones de la evangelización en el Nuevo Mundo. En
ese momento el saqueo, la esclavitud y los asesinatos en masa ya se habían vuelto un escándalo,
condenado en Europa, a pesar de que el papa Paulo III en 1537 ya había ordenado la bula Sublimis
Deus en la que se proclamaba la libertad de los indígenas en las posesiones españolas. 10
Los ideales
de Acosta eran en resumen las mismas de Nóbrega y, aparecieron como una alternativa viable para la
creación de una obra misionera basada en el respeto a los indígenas, dándoles más independencia
dentro de un Estado que se revelaba cruel e inmoral, preservando las costumbres nativas que no se
opusiesen directamente a la fe cristiana y a la justicia, aunque no se abandonaba de todo la idea de la
una imposición doctrinal forzada en algunos casos. Nóbrega y Acosta consideraban la cristianización
del gentío en un imperativo para su propio bien (pro su salute), y veían mal la religión indígena, pero
encontraron un camino para reformarla, y no suprimirla de forma total, identificando puntos de
semejanza con el catolicismo, como la creencia en la vida después a muerte y en la existencia de un
dios supremo. Combatieron el método de erradicación completa de los símbolos religiosos y culturales
nativos, acreditando que a pesar de su idolatría los indígenas podrían conocer la "verdadera fe" a través
de la razón. Estas ideales liberales tenían larga historia, pues el papa Gregorio I en el siglo VI ya
recomendaba a Agustín de Canterbury, apóstol de Inglaterra, que trabajase con las costumbres locales
y que preservase todo que fuese posible de la fe autóctona.
Entretanto, en el Brasil aparecieron divergencias sobre el modo de conducir el trabajo misionero.
Nóbrega comenzó a cambiar su discurso, apostando entonces más en la sujeción pura y simple del
indígena, y esa tendencia parece haberse tornado de ahí en adelante en la más predominante, dando al
misionerismo portugués en general un carácter distinto del español, y relativamente menos fructífero
en lo que respecta al sistema misionero en general, ya que las misiones de toda la mitad norte del
actual Brasil fueron de las que trajeron más problemas para lograr estabilizarse, aun cuando fuesen
capaces de hacerlo.
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En la época en que Portugal y España estuvieron gobernados por un mismo rey, Felipe III de España,
fue publicada a partir de 1607 una serie de decretos que protegían las misiones, dándoles total
autonomía desde que hubiese allí un representante de la Corona. Al mismo tiempo se prohibió el acceso
de mestizos y negros, y se dieron salvaguardas para los indios reducidos a fin de que no pudiesen ser
capturados por los encomenderos o cazadores de esclavos.
El resultado de esas nuevas medidas fue que un gran número de indígenas buscó protección dentro de
las reducciones, en un período en que crecía aceleradamente la demanda por esclavos y los ataques
ilegales a los poblados también se multiplicaban. Se calcula que solamente en 1630 habían sido
muertos o aprisionados cerca de 30 000 nativos en la región de Paraguay.
Los ideales de Acosta fueron llevadas adelante en la América española por Antonio Ruiz de Montoya,
que trabajó entre los guaraníes del Paraná-Paraguay y, escribió el libro Conquista espiritual (1639),
donde propuso la fundación de poblados indígenas distanciados de las zonas de colonización, dando
directrices para la organización de la vida sociocultural y para una evangelización más profunda,
haciendo hincapié en el hecho de que los indios eran, por fuerza de la Conquista, legítimos súbditos del
rey español y merecedores así de respeto y de una protección oficial más efectiva.
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En la misma obra relató los progresos positivos de los que fue testigo, aplicando sus ideales entre los
indígenas y la rica y harmoniosa sociedad que conseguiría establecer en las reducciones que fundara.
En tanto, en el Brasil, el padre António Vieira se esforzaba por liberar a los indígenas de la esclavitud y
exigía, con éxito, del nuevo rey portugués, Don Juan IV, la regularización del estatus jurídico y la
autonomía administrativa de los asentamientos establecidos por los jesuitas, haciendo al monarca ver
que los intereses de la Orden no eran contrarios a los de la Corona, al contrario, les eran de auxilio.
Aunque los jesuitas trabajaron para minimizar su dependencia del Estado y el contacto con los otros
colonizadores, fue algo que no pudo llevarse a cabo completamente. Tampoco se opusieron a la
colonización europea de América, pues era algo evidentemente irreversible, además, ellos mismos
fueron uno de sus agentes más importantes.
Además de esto, para los jesuitas una evangelización centrada en núcleos urbanos nuevos se revelaba
inmediatamente ventajosa, tanto por la mayor facilidad de administrar el poblado desde el inicio de
acuerdo con sus ideales, creando un modelo económico autosustentable que facilitase la
obra catequética, así como el hecho de que se mantenían más apartados del contacto con los otros
colonizadores.
A mediados del siglo XVII muchas de las reducciones ya eran bastante prósperas como para desarrollar
un activo comercio con las ciudades y provincias próximas, llegando a exportar muchos productos hacia
Europa, incluyendo instrumentos musicales y esculturas, entre otras cosas.
En diversos casos su éxito fue muy notable, superando por mucho el nivel de vida de algunos colonos
asentados en las villas y ciudades cercanas, desarrollando una estructura administrativa y económica
mucho más eficiente y humana y, prácticas tecnológicas más avanzadas.
A pesar de esto el sistema misionero jamás se libró de continuas dificultades e imprevistos. En la
mayor parte de las misiones hubo declive en la tasa de natalidad de los indígenas. En las misiones
de California se verificó una caída poblacional de 80% hacia el fin del siglo XVIII y, esa caída, si bien no
tan acentuada en otros lugares, fue un fenómeno generalizado.
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La situación se agravó con la presencia de diversas plagas agrícolas que perjudicaban la producción de
medios de subsistencia y provocando períodos de hambruna. Las epidemias y los ataques de algunos
grupos indígenas no cristianizados diezmaron y ahuyentaron a la población residente en los núcleos ya
consolidados.
Otro problema fue el conflicto entre la constante presión del Estado para una aculturación rápida y la
incapacidad de algunos grupos indígenas para integrarse a la civilización extranjera al ritmo deseado
por los colonizadores, haciendo que sus estructuras culturales originales se desestabilizaran al punto
de causar una crisis interna en el grupo y al rechazo total de la propuesta misionera, volviendo a la
selva, pero habiendo perdido buena parte de su conocimiento tradicional en prácticas cazadoras-
recolectoras y guerreras, no siendo capaces de readaptarse al medio ambiente primitivo, pereciendo
de hambre o cayendo en manos de los cazadores de esclavos.
En otros casos, los sacerdotes eran en número insuficiente o estaban mal preparados, no consiguiendo
establecer lazos de confianza eficientes con los indígenas, administrando de forma incompetente y,
muchos acabaron desmotivados y abandonaron los poblados ante la crudeza de la labor.
Además de esto, el conflicto de intereses entre los colonos ya instalados y los misioneros nunca se
resolvió, y los enfrentamientos violentos no fueron raros, especialmente en las incursiones de los
contrabandistas de ganado, de los que codiciaban los supuestos tesoros escondidos por los sacerdotes,
buscando en los indígenas mano de obra esclava, dando como resultado la muertes numerosas y la
destrucción de muchas reducciones.
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La conquista española de América se extendió hacia Norteamérica, hasta las regiones de
la Florida, Texas, Nuevo México, Arizona y California, pero buena parte de la región noreste
norteamericana fue colonizada por franceses e ingleses.
El territorio de la Nueva Francia comenzó a ser evangelizado a comienzos del siglo XVII por jesuitas
franceses, que intentaron establecer un sistema similar al de las reducciones hispánicas, pero sin
conseguir el mismo éxito. Sus primeros contactos fueron con los iroqueses y algonquinos, y enseguida
alcanzaron la mayor parte de los grupos étnicos de la región, llegando hasta la actual Canadá, pero
después reducirían su espacio de acción, se centraron en dos grupos iniciales, y se establecieron
principalmente en los alrededores de Québec y Montreal. En parte, su trabajo fue facilitado por la
inclinación comercial de la colonización francesa, la cual exigía el mantenimiento de las relaciones
amistosas con los indígenas, pero el constante estado de guerra entre las tribus, que costó la vida de
muchos sacerdotes, y su marcado espíritu de independencia, más la falta de apoyo de la Corona
francesa y la creciente penetración de colonos protestantes ingleses, que hacían una campaña en
Europa contra la presencia jesuita en América.
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LECCIÓN Nº 10
LAS MISIONES JESUÍTICAS DE CHIQUITOS
Las misiones jesuíticas de Bolivia, también llamadas reducciones, fueron pueblos misionales fundados
por la Compañía de Jesús con la finalidad de evangelizar la región, en lo que actualmente es el Estado
boliviano. Las misiones de Chiquitos y de Tarija pertenecieron a la provincia jesuítica del Paraguay,
mientras que las de Moxos y el resto de Charcas pertenecían a la provincia jesuítica del Perú.
La Colonización europea de América| colonización de fue emprendida por sacerdotes católicos de
distintas órdenes religiosas que llevaron a cabo una amplia labor evangelizadora. Entre las misiones de
dichas órdenes destacaron las de los jesuitas y franciscanos, y su labor en la Chiquitania boliviana.
La Compañía de Jesús, bajo el mando de Ignacio de Loyola y por mandato del Papa Paulo III, emprendió
a partir de marzo de 1540 la labor de fundar reducciones y evangelizar en las tierras del Nuevo
Mundo así como la incursión y descubrimiento de nuevos dominios.
10.1.- Misiones de Chiquitos
A finales del siglo XVII comenzó la creación de las misiones jesuitas en el territorio boliviano,
esencialmente en las regiones de Chiquitos, al noreste del Departamento de Santa Cruz, y en Moxos,
ubicado en el territorio del Departamento del Beni.
Las misiones creadas en Chiquitos que existieron hasta el momento de la expulsión de los jesuitas
fueron:
San Francisco Xavier, fundada en 1691 por el jesuita José de Arce.
San Rafael, fundada en 1696 por los padres Zea y Herbas. La iglesia se construyó entre 1749 y 1753.
San José de Chiquitos, fundada en 1697 por los padres Felipe Suárez cerca de San Lorenzo de la
Barranca. En 1745 tenía 2375 indígenas reducidos siendo su rector Bartolomé de Mora.
San Juan Bautista, fundada en 1699.
Concepción, fundada en 1708 por el jesuita Lucas Caballero. Pasó a la administración civil en 1768.
San Miguel, fundada en 1721 siendo una de las reducciones más prósperas.
San Ignacio de Loyola, fue fundada en 1748 por el padre Miguel Streicher, quien reunió a chiquitanos
y a un grupo de ayoreos de la misión de San Ignacio de Zamucos.
Santiago, fundada en 1754.
Santa Ana, fundada en 1755, su iglesia fue terminada por los indígenas luego de la expulsión de los
jesuitas.
Santo Corazón, fundada en 1760, fue la última misión chiquitana.
Otras dos reducciones ya no existían:
San Ignacio de los Zamucos, fue fundada en 1724 por los jesuitas Agustín Castañares e Ignacio
Chomé con un grupo de ayoreos y abandonada en 1745.
Santa Rosa de los Taúcas, creada en 1696, pero debido a la invasión mameluca fue fusionada ese
mismo año con San Rafael.
La evangelización mediante el uso de la música renacentista y barroca tuvo gran acogida en la época y
que se ha desarrollado consecutivamente hasta la actualidad, dejando un legado propio.
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Entre 1767 y 1768 la Compañía de Jesús fue expulsada del Imperio español, quedando su labor
incompleta y abandonada. Aunque en Argentina, Paraguay y Brasil el trabajo hecho desapareció
notablemente, en Bolivia la obra se mantuvo y se desarrolló durante generaciones hasta la actualidad.
Las «Misiones jesuíticas del Chiquitos» fueron declaradas en 1990 Patrimonio de la Humanidad por
la Unesco.
Señala la Unesco que, entre 1696 y 1760, seis conjuntos de reducciones (asentamientos de
indios cristianizados) inspirados por las ciudades ideales de los filósofos del siglo XVI, fueron fundadas
por los jesuitas en un estilo que aunaba la arquitectura católica con las tradiciones locales. Las seis
que quedan (San Francisco Javier, Concepción, Santa Ana, San Miguel, San Rafael y San José) son un
patrimonio vivo en el anterior territorio del Chiquitos.
Mapa del circuito misional del Oriente Boliviano
10.2.- Las misiones de Moxos
Al momento de la expulsión de los jesuitas en 1768 existían 15 pueblos en Moxos:
Loreto (la primera, fundada en 1682 por los padres Pedro Marbán y Cipriano Barace)
Santísima Trinidad (fundada en 1682 por los padres Marbán y Barace)
San Francisco Javier
San Pedro (indígenas de lengua canichana)
Santa Ana
Exaltación
San Ignacio
San Francisco de Borja
Santos Reyes
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La Magdalena (de lengua itonama)
Concepción
San Simón
San Joaquín
San Nicolás
San Martín
Dibujo de la misión de San Ignacio de Moxos
Existieron también dos pueblos cercanos a Santa Cruz de la Sierra: el de Desposorios (o Buenavista,
poblado por chiquitos) y el de Santa Rosa, que eran administrados por los jesuitas de Moxos, pero que
se hallaban fuera de su distrito.
10.3.- Economía
Tanto en la época de la colonización como en la actualidad, la región de la Chiquitania se ha dedicado
por completo a la agricultura, ganadería, artesanía, el trabajo de cueros y de los tejidos.
En la actualidad la ganadería se ha desarrollado ampliamente, así como el procesamiento de la leche
de forma industrial en una planta industrial. La artesanía y el turismo están muy relacionados desde el
lanzamiento de las misiones jesuitas de la Chiquitanía realizado a mediados de 2004, con proyección
hacia 2016.
Los misioneros incentivaron a los lugareños a desarrollar sus habilidades en la agricultura y ganadería,
fomentando las artes manuales como el tejido, orfebrería, herrería, carpintería, escultura y pintura y la
construcción de instrumentos musicales.
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10.4.- Arquitectura
Los cánones arquitectónicos y la distribución espacial de las misiones siguieron un esquema que fue
repetido con ciertas variaciones en el resto de las reducciones misionales. La Misión de San Xavier fue
la base de este estilo de organización, una estructura modular y una amplia plaza de entorno, en la cual
se concentraban la iglesia, el cementerio, las escuelas, los talleres y las viviendas.
El padre suizo Martin Schmid fue el arquitecto y músico creador de las iglesias misionales, con un
estilo barroco mestizo. En la construcción destaca el uso de los materiales naturales del lugar como la
madera, que se usó en las columnas talladas, los púlpitos y cajonerías, y los altares bañados en oro. El
tallado de las imágenes fue una labor mestiza que continuó hasta la actualidad en talleres de formación.
La iglesia, compuesta de tres naves, tiene un techo forjado de madera simple, sostenida por columnas
de madera cuchi labrada, y horcones en las naves laterales, con un sistema estructural de madera casi
independiente de los muros. Dicho tipo de madera posee una gran resistencia. Otros elementos, como
el yeso, se usaron en los decorados de revoques planos, ondulados y falsos para asemejar la
construcción barroca mediante volutas, cenefas y caracolas. El uso de la piedra volcánica es destacado
en algunos enclaves.
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La iglesia misional de San José de Chiquitos
La iglesia de la misión de San Rafael tiene ornamentos de oro y mica y en su altar lateral derecho se
halla la escultura más importante de las misiones de Chiquitos, la de la Virgen María.
En San José de Chiquitos la Unesco declaró Patrimonio Cultural de la humanidad al conjunto
arquitectónico de la iglesia, el campanario, la capilla mortuoria y las bóvedas, cuya construcción
necesito de 5000 personas.
10.6.- El Urbanismo
El diseño urbano de las ciudades misionales está concebido en base a dos ejes de ordenamiento
estructurantes: uno longitudinal y que atraviesa el pueblo de extremo a extremo y un segundo eje es
transversal al primero y se inicia desde el ingreso a la misión, dividiendo el espacio urbano en dos partes
simétricamente.
Este eje tiene la capacidad de articular una trama procesional que culmina en la plaza central del
conjunto.
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10.6.1.- La plaza
El elemento principal estructurante es la plaza misional. La plaza es el lugar donde se desarrollaran
todas las actividades religiosas, como las procesiones, viacrucis y otras, pero al mismo tiempo es el
lugar donde los habitantes pueden danzar y recrearse.
A partir de la plaza el esquema urbano se divide y zonifica al pueblo en dos grandes áreas: por un lado
la “sagrada”, donde se encuentra el conjunto eclesiástico como la iglesia , el campanario, el convento
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o seminario, la casa parroquial, y el campo santo; y la “civil” donde se encuentran las viviendas
agrupadas en barrios.
10.6.2.- La calle
La configuración de las calles fue muy variada y flexible pero de predominio ortogonal que definía el
conjunto.
“La calle, al no ser límite del amanzanamiento indiano elimina el concepto de esquina cuadricular,
pudiendo desglosarse en calles de conexión y relación de la casa con el pueblo y de la casa con la casa,
o indistintamente las calles pueden constituirse en calles públicas o calles de servicios. También se
pueden identificar a las calles-parques o avenidas-alamedas, todas de uso exclusivamente peatonal,
salvo las que corresponden a la trama circulatoria para uso procesional o de ingreso principal al núcleo
religioso” (CHIQUITOS historia de una Utopía –Alcides Parejas Moreno y Virgilio Suarez Salas)
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Una calle de la Misión de San José
10.6.3.- La vivienda
“El tipo de vivienda aborigen se resolvía de varias formas, sin embargo se destacan dos tipologías. Un
primer grupo, donde el asentamiento se nuclea sin orden ni simetría en conjuntos de cabañas con
gruesa cubierta de haces de hojas de palmas cobre una planta circular cuyo techo en su borde superior
remataba con un objeto de simbolismo totémico y con cerramientos laterales incipientes de armazón
entrelazado de vegetales o con pieles de animales. Un segundo grupo lo constituye la taba chiriguana
con capacidad de albergar a numerosos miembros del clan (no existía el núcleo familiar clásico ni
monogamico) y tecnológicamente era una construcción simple, tipo galpón de baja altura y extendida
regularmente a manera de troncos macizos ligeramente labrados y dispuestos en forma rectangular,
que servían de soporte a una feble techumbre de ramas u hojas de palmeras, sin tabiques protectores
ni más obras de complementos. Albergaban allí las familias en la promiscuidad más completa y sin
ninguna otra protección de la interperie. En ambos casos se trataban de viviendas colectivas llamadas
“casas comunales”, las que respondían a los valores de su propia estructura social comunitaria y
poligamica.”(CHIQUITOS, historia de una utopía. Alcides Parejas Moreno y Virgilio Suarez Salas)
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10.6.4.- Los barrios
“Por la forma como se implementó la organización social, la estratificación o zonificación física del
pueblo era una respuesta rigurosa y necesaria, como lo fue en todos los asentamientos colonizados por
la corona española.
La configuración de los barrios en las reducciones estaba directamente relacionado al origen socio-
cultural de sus habitantes. En este sentido, se reconoce al tema de la comunicación entre sí, como uno
de los mayores problemas que afrontaron las campañas misionales. Problema que se complicaba aún
más, si tenemos en cuenta que en la región vivían numerosos e indeterminados grupos de naciones o
parcialidades indígenas que hablaban idiomas distinto entre sí, con vocabularios y gramáticas
complicadas también diversas y sin ningún tipo identificación convencional gramatical a los cánones
occidentales.
El padre Fernández grosso modo reconocía a grupos de cierta importancia como los: guarayos,
chiquitos, juracares, manacicas, penoquis, morotocos, quiriquicas, zamucos, tapacuras, pyzocas,
sibicas, etc.
Frente a esta situación, de por si conflictiva y altamente compleja, los jesuitas tomaron partido por el
determinismo biológico al adoptar por suma de factores funcionales y operativos, a una nacionalidad
dominante que definas sus patrones
Y modo de vida y fundamentalmente el modo de comunicase entre todos estos pueblos a través de una
lengua y un pueblo que comenzaba a considerarse madre, el Chiquito. Por consiguiente, cuando se
encontraba establecido el pueblo, los integrantes de otras tribus reunidas con los chiquitos, debían
aprender el Chiquito, como idioma oficial e institucionalizado obligatorio por los padres en la iglesia, el
maestro es la escuela y las autoridades indias en el desarrollo de sus funciones. Era la lengua oficial
que se escuchaba en la escuela, el lugar de trabajo y en la iglesia.
Con esta metodología, los nuevos grupos minoritarios a ser reducidos o como fue realmente , en el
mayor de los casos, se trataba de grupos mayoritarios , fueron localizados en sus barracas o bloques
de viviendas agrupados en sectores especialmente asignados, a partir de la plaza, donde se ubicaba la
vivienda del cacique. Sobre este particular es de interés la descripción que hace el padre Julián Knogler:
“diferentes nacionalidades se reúnen en un pueblo, viven separados, cada uno bajo la dirección de un
cacique , cuya casa se encuentra por lo general en una esquina de donde puede dominar con la vista
la calle reservada para su tribu” (CHIQUITOS , historia de una utopía. Alcides Parejas Moreno y Virgilio Suarez Salas)
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LECCIÓN Nº 11
LAS MISIONES FRANCISCANAS
Junto a las armas, los españoles trajeron otra forma de dominación: la cruz; con la nueva religión
diluían la cultura indígena y fortalecían los sentimientos de mansedumbre y obediencia. Para facilitar
la evangelización nacieron las reducciones que consistían en reunir a los indios dispersos en
poblaciones fijas y estables, donde se les enseñaba junto a la doctrina cristiana a leer y escribir, cultivar
la tierra, domesticar animales y fabricar artesanías.
Franciscanos y jesuitas establecieron varias reducciones, tuvieron algún éxito en las regiones
fronterizas, desde donde se intentó avanzar al corazón del Chaco, pero éste resultó un territorio hostil
para la Iglesia, y ninguna alcanzó un desarrollo sostenido.
Los primeros misioneros fueron los franciscanos, aprendieron las lenguas nativas logrando un
excelente medio de comunicación con los indios de la región. Hacia 1580 las autoridades españolas
recurrieron a ellos para convertir y tutelar a los guaraníes y fortalecer el dominio español en una zona
que resultaba asediada por el Brasil portugués.
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Fueron los frailes Alonso de San Buenaventura y Luis de Bolaños que partiendo desde Asunción
iniciaron las misiones con la fundación de San Lorenzo de los Altos el 8 de febrero de 1580, punto de
partida para el establecimiento de otras, principalmente al este del Río Paraguay.
La expulsión de los jesuitas en 1767, motivó que se hicieran cargo de las reducciones que regentearan
aquellos, tomando la vanguardia colonizadora. Desde el Colegio de Tarija (en Bolivia), se produjo una
nueva oleada de reducciones, en la Chiriguanía, territorio al este de los dominios coloniales que en
forma de medialuna se extendía desde la actual Cochabamba, pasando por Santa Cruz de la Sierra
(Bolivia) hasta Salta en Argentina, los chiriguanos que habían resistido las misiones jesuitas del siglo
anterior, establecieron relaciones amistosas con los franciscanos y aceptaban reducirse, decrecía la
energía para continuar la resistencia y comenzaba el marginamiento y el hambre.
Los franciscanos eran "leales súbditos" de la Corona española, al producirse el conflicto bélico
independentista, la mayoría de los franciscanos retornaron a España, abandonando las misiones. Este
hecho fue incentivado por las nuevas autoridades locales donde entre sus prioridades no estaba la
frontera del Chaco y no tenían interés en potenciar a los religiosos de dudosa lealtad al nuevo orden
político. En la Chiriguanía fueron expulsados entre 1813-1815 por las fuerzas de José Ignacio Warnes -
militar argentino (1770 -1816), luchó en la Guerra de la Independencia- que concluyó con la huida de
los residentes del Colegio de Tarija, las reducciones quedaron sin misioneros. Unos 30 años después,
pasadas las turbulencias de la independencia, el Colegio de Tarija toma nuevo impulso, restaura
algunas misiones, crea otras y expande su zona de acción hacia el sur del Río Pilcomayo.
De las misiones franciscanas que se ubicaron en el Chaco y territorios del sur de Bolivia, nacen las
reducciones de pueblos que se fundaron en el sector noreste de la capital cruceña. Los primeros
habitantes de estas reducciones fueron de origen Guarany y Chiriguanos. Entre las misiones podemos
enumerar a las misiones de: Piray, Florida, San Juan Bautista (Porongo), Los Santos Desposorios
(Buena Vista), Santa Rosa del Sara y San Carlos.
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LECCIÓN Nº 12
LAS MISIONES DOMINICAS
Históricamente, los primeros dominicos llegaron a Charcas, actual territorio de Bolivia, alrededor de
1540. En principio se dedicaron a la evangelización de los pueblos aimaras de la orilla occidental del
lago Titicaca (Juli, Yunguyo, Copacabana y otros). Pronto su obra evangelizadora se extendió en todas
las direcciones. Fundaron muchas doctrinas entre los nativos, al tiempo que construían casas
parroquiales y conventos en lugares importantes como: La Plata (Sucre), Potosí, Tarija, La Paz, Oruro,
Mizque y Cochabamba.
En esta obra evangelizadora se destacaron por su ímpetu y su santidad muchos frailes, entre ellos fray
Domingo de Santo Tomás, autor de primera gramática y vocabulario de la lengua quechua (1560) y
primer obispo residente del obispado de Charcas (1563-1570); y el siervo de Dios, fray Vicente Bernedo
(1562-1619), apóstol de Charcas, que consumió parte de su vida misionera en la Villa Imperial de Potosí
y sus provincias y cuya causa de beatificación está en camino. Después de la independencia de Bolivia,
los dominicos abandonaron el país en 1826, por las situación adversa creada por los decretos
antirreligiosos del mariscal Sucre.
Tuvo que pasar más de un siglo para que los dominicos regresaran a Bolivia. Actualmente, la Orden de
Predicadores está presente en Bolivia con dos entidades (Vicariatos): el Vicariato que pertenece a la
Provincia de San Alberto Magno de los EEUU, y que lleva el mismo nombre, y el vicariato fray Vicente
Bernedo que pertenece a la Provincia de Teutonia de Alemania.
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Los dominicos de la provincia de San Alberto Magno se establecieron en Bolivia en 1956. Durante estos
años han desarrollado distintos trabajos con universitarios; la dirección del Seminario San Jerónimo de
la Paz; la enseñanza en la Escuela Normal Católica de Cochabamba, en los colegios y en Instituto
Superior de Estudios Teológicos; dirección del Movimiento Universitario Católico, entre varios otros.
Por su parte, los dominicos del Vicariato fray Vicente Bernedo se establecieron en Bolivia desde el año
1960, en su mayoría dedicados al trabajo pastoral de las parroquias en los Valles Mesotérmicos de
Santa Cruz: Samaipata, Mairana, Pampagrande, Mataral, Comarapa y Saipina y en la ciudad de Potosí.
Allí se destacaron por las obras sociales que hicieron: escuelas rurales, postas sanitarias, colegio y
otros. Algunos de los frailes también tuvieron su paso por las aulas académicas tanto en Santa Cruz
como en Cochabamba.