1. Rubén Darío
El abuelo español de barba blanca me señala una serie de retratos ilustres:
"Éste —me dice— es el gran don Miguel de Cervantes Saavedra, genio y
manco; éste es Lope de Vega, éste Garcilaso, éste Quintana." Yo le
pregunto por el noble Gracián, por Teresa la Santa, por el bravo Góngora y el
más fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y Villegas. Después
exclamo: "¡Shakespeare! ¡Dante! ¡Hugo...! (Y en mi interior: ¡Verlaine...!)"
Luego, al despedirme: "—Abuelo, preciso es decíroslo: mi esposa es de mi
tierra; mi querida, de París."
"Palabras Liminares" de Prosas profanas (1896)
ITE, MISSA EST LO FATAL
Yo adoro a una sonámbula con alma de Eloísa,
virgen como la nieve y honda como la mar; Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
su espíritu es la hostia de mi amorosa misa, y más la piedra dura, porque ésta ya no siente,
y alzo al són de una dulce lira crepuscular. pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ojos de evocadora, gesto de profetisa,
en ella hay la sagrada frecuencia del altar: Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
su risa en la sonrisa suave de Monna Lisa; y el temor de haber sido y un futuro terror...
sus labios son los únicos labios para besar. Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
Y he de besarla un día con rojo beso ardiente;
apoyada en mi brazo como convaleciente lo que no conocemos y apenas sospechamos,
me mirará asombrada con íntimo pavor; y la carne que tienta con sus frescos racimos
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
la enamorada esfinge quedará estupefacta; ¡y no saber adónde vamos,
apagaré la llama de la vestal intacta ni de dónde venimos...!
¡y la faunesa antigua me rugirá de amor!