1. Dos atributos:
(Mujer y Maestra)
El escenario: La vida que pasa; el imaginario que vuela. La rutina ataviada de voces
que la hacen puro nervio que recrea el día a día. Como insumisión prístina, perenne.
Ser privilegiado en doble expresión, coherente. Adjetivo en sí mismo, por lo que son
ternura en sí; por lo que son esperanza siempre.
La fecha: 8 de marzo, de puro recuerdo del pasado no efímero. Aniversario de la
proclama, de la acción. De lo que fuera la visibilizaciòn de las heroínas; en puro
fuego libertario. Memorias no silentes, no íngrimas. Por lo mismo, este canto:
Cuando preguntaron por la maestra, todos y todas, dijeron haberla escuchado y visto en el
lugar que fuera inaugurado con su presencia.
Cuando preguntaron ¿cómo era ella?, los niños y niñas, adelantaron su respuesta. Dijeron: no
es como todas las que antes estuvieron. Simplemente, porque con ella hemos aprendido a
amar el conocimiento. Pero, ante todo, dijo María Antonia, nos ha enseñado a sentir la vida.
En lo que esta tiene de sentirnos humanos y humanas.
Y, ese día en que fuera creciendo la duda en torno a lo efímero y volátil que es enseñar, en
este tiempo difícil, complejo. Todos y todas levantaron la mirada, hacia el pasado. Y
recordaron su llegada. Y miraron el presente. Y la sintieron. Y miraron a futuro. Y la sintieron
alzando el vuelo. Todos y todas dijeron que, ni antes, ni ahora, ni después su profesión de
maestra sería efímera.
Y, ahora que recopilamos tiempo y escenarios de vida y momentos. Y saberes aprendidos. Y
Tejido cálido construido con su paciencia. Con su método; con su voluntad. Y con su destreza
para saber juntar palabras y hechos. Y para coser los imaginarios de vida.
La convocamos a que nos escuche. Diciéndole lo que es apenas obvio y sincero decirle: paso a
paso usted maestra, ha hecho de la vida un canto a la esperanza. Y de su profesión la
expresión màs señera de saber enseñar. Saber imaginar. Saber convocar. En fin, maestra,
saber enseñar a creer en nosotros y nosotras.
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