RESUMEN DE LA PELÍCULA DE CHERNOBYL ENFOCADO A MEDICINA DEL TRABAJO
Relato actual
1.
- Bien, he decidido contratar un personal shopper porque…
- Resulta evidente el por qué, señor Castro.
“¡Vaya con la mosquita muerta!”, pensó Lucas ofendido. En ese momento
modificó su impresión inicial según la cual la había tildado de vulnerable e
inocente y la etiquetó de nuevo como arpía y arrogante, decidido ya a no
contratarla.
- El caso es que revisando su currículum he observado que usted jamás
ha cursado ningún estudio referente al protocolo y las costumbres
sociales y en el anuncio se especificaba perfectamente que….
- Señor Castro, disculpe que le interrumpa – la señorita García lo miró
directamente a los ojos y a su pesar, Lucas no pudo ser inmune al
hechizo que esos límpidos iris verdes lanzaban sobre él. – Es cierto
que no he estudiado protocolo pero no ha sido necesario. Desde que
era una niña me he codeado con personas pertenecientes a la jet set y
después, durante el periodo en que estuve casada, fui anfitriona en
multitud de recepciones donde acudían empresarios, artistas y gente
de la realeza….puedo asegurarle que estoy perfectamente capacitada
para el puesto.
Lucas supo comprender perfectamente lo que ella no le quiso decir:
necesitaba desesperadamente el puesto. Tras su vehemente exposición se
hizo un tenso silencio durante el cual él la miró con los ojos entrecerrados y a
pesar de su aversión inicial no pudo evitar reparar en lo hermosa que era.
Ella había apartado brevemente la vista y había dejado resbalar su mirada
por el cristal de la ventana que había a su derecha, mordiéndose ligeramente
el labio inferior, sin duda alguna arrepentida por su arranque y totalmente
ajena al inmediato interés masculino que había despertado en su interlocutor
al pasar levemente la lengua por los labios.
Lucas sentía una inmensa curiosidad por la enigmática señorita García; creía
totalmente lo que le estaba diciendo, la buena crianza era perceptible en sus
gestos, en la confianza de su mirada, en la desenvoltura con la que lucía un
traje que por las iniciales que se veían en la solapa de la chaqueta, debía
costar lo mismo que la letra de una hipoteca. Lo que ya no le cuadraba tanto
es por qué una mujer como ella solicitaba un puesto como aquél cuando
2. probablemente lo único que tenía que hacer era una caída de pestañas para
tener a cualquier ricachón babeando a sus pies. Se enfadó consigo mismo al
darse cuenta de lo cerca que estaba él de babear también y se dijo que ella
probablemente no era más que una de esas muñecas superficiales de la alta
sociedad que valoraban más lo lleno que estaba el bolsillo de un hombre que
lo que éste pudiera aportarle en cuanto a sentimientos. Seguramente era tan
fría como parecía y él no se explicaba por qué una mujer tan alejada de sus
gustos había despertado su interés de manera tan instantánea.
- En ese caso le agradezco el que haya acudido y le ruego que deje sus
datos personales a Lidia, mi secretaria. En una semana a más tardar
la llamaremos si ha sido usted la elegida.
Levantándose tendió su mano y esperó a que ella se la estrechara. La
señorita García pareció titubear, como si quisiera añadir algo más y luego se
mordió ligeramente el labio inferior y enterró su mano delicada y suave entre
la manaza de él.
- Muchas gracias por su atención, señor Castro.
Él se limitó a asentir mientras la observaba marcharse hipnotizado por el
vaivén de sus caderas y sabiendo ya que el puesto era suyo.
Sabía que había sido algo brusco y que probablemente ella habría esperado
de su parte alguna oportunidad más para convencerlo de lo adecuada que
era para el trabajo pero lo cierto es que la señorita García había logrado
intrigarlo y confundirlo a partes iguales y había estado impaciente por
quedarse solo para ordenar sus pensamientos y tratar de averiguar todo lo
posible sobre ella.
Inés se maldecía a sí misma mientras salía de la sede central de Bonitel S.L.
“¿por qué había tenido que hacer referencia a su matrimonio?”, y enseguida
supo la respuesta: porque estaba desesperada por conseguir ese puesto de
trabajo. Haciendo caso a su amiga Laura, que además era psicóloga, había
decidido tomar las riendas de su vida, demostrarse que era capaz de hacer
algo por sí misma después de que su confianza y autoestima quedaran
totalmente destruidas al descubrir a Ignacio en su propia cama y con su
propia hermana. Sus padres habían tratado de minimizar la traición
diciéndole que no fuese histérica ni formase un espectáculo, que si se
3. divorciaba de Ignacio el escándalo los salpicaría a todos. Su ex marido la
había acusado de ser una snob aburrida que no tenía nada mejor que hacer
que culparlo a él de todo…como si no lo hubiese visto con sus propios ojos
enterrado entre los muslos de su hermana. De repente su mundo, que ella
creía tan pulcro y bien organizado, se había derrumbado a su alrededor y ella
se había visto sumida en una depresión de la que le había costado mucho
salir.
Laura le había asegurado tantas veces y de tantas formas distintas que no
había absolutamente nada de malo en ella que finalmente no tuvo más
remedio que creérselo y juntas comenzaron a buscar un trabajo en el que
pudiera encajar como primer y fundamental paso de autoafirmación. Desde
luego Inés se había sentido perfectamente capacitada para actuar de
personal shopper pero no estaba preparada para lidiar con la inmediata
sensación de abrumadora virilidad que el señor Castro despedía por todos
los poros de su piel. Desde luego era un hombre que necesitaba una
profunda capa de refinamiento ya que el puesto que ocupaba era de absoluta
relevancia, por eso ella no comprendía que le hubiese resultado atractivo
siendo tan distinto de los hombres con los que estaba acostumbrada a
codearse. Una punzada de temor sacudió su columna al darse cuenta de
repente de que ese hombre era el primero que lograba perturbarla en mucho,
mucho tiempo. Cuando conoció a Ignacio ella era aún muy joven, apenas
tenía diecinueve años y muy poco mundo recorrido. Él le pareció el príncipe
azul de los cuentos, guapo, de familia impecable y aparentemente loco por
sus huesos. Ella se entregó totalmente a él, en cuerpo y alma, y tres años
después contrajeron matrimonio. Inés había abandonado cualquier ambición
personal y todo su mundo se redujo a ser la esposa de Ignacio Castilla, pero
cada vez se veían menos y él se negaba pertinazmente a sus ruegos de
tener hijos diciéndole que era demasiado pronto. Inés se sentía cada vez más
vacía, más….dispensable; las peleas comenzaron entre ellos, las ausencias y
los silencios, hasta la mañana en que regresó a casa antes de lo esperado y
vio a su marido en la cama con su hermana pequeña. Pero esto no fue lo
peor, ni mucho menos. Lo peor fue la brutal indiferencia de su familia, la falta
de arrepentimiento de los dos traidores, la certeza de haber vivido en mitad
de un engaño. Ahora había logrado superarlo, recuperar sus ganas de vivir
4. pero no quería saber nada de hombres, sentía una repulsión casi física ante
la idea de volver a sentirse alguna vez tan vulnerable.
“Es solo un trabajo y lo necesitas”, se recordó Inés. Además, el señor Castro
era tosco, demasiado franco en su forma de mirar y tenía un gusto horrible
para combinar sus camisas y corbatas, debía concentrarse en estos aspectos
y olvidar lo espesas que eran sus pestañas oscuras sobre sus ojos color miel,
la negrura de su cabello y la expresión decidida de su atractivo rostro.