2. Era Faetón hijo de Clímene y del Sol. Llevaba a gala su linaje, pero un día, Épafo, un compañero de juegos hijo de Júpiter, se Burló de él y le dijo que no era verdad que su padre fuera el Sol. Al terminar su relato, mientras abrazaba el cuello de su madre, añadió una súplica «te pido, madre, que si de verdad soy hijo del Sol, me des una prueba de mi linaje.» Clímene, ya fuera conmovida por las súplicas del hijo, ya ofendida por las palabras de Épafo, extendió sus brazos hacia el cielo y mirando 11 sol dijo «Si acaso no es cierto que tu padre es el Sol, que no me sea lícito contemplar más su luz. Ea, dirígete hacia su morada y que sea él mismo el que te dé pruebas de su paternidad.»
3. Faetón entró en el palacio de su padre. El Sol, que no esperaba visitas, miró extrañado al niño y le preguntó el motivo de su presencia. este le contestó dame una señal que muestre a todo el mundo que soy descendencia tuya. No quisiera que me acusaran más reces de no tener padre conocido.» Así habló y el Sol le ordenó que se ¡cercara para poderle dar un abrazo. «Nadie puede negar lo que es verdad. Clímene, tu madre, te ha revelado tu verdadero origen. Para que no pongas en duda, pide un regalo. Juro por la laguna Estigia, la única que obliga a los dioses a cumplir lo prometido, que te concederé aquello que pidas.
4. En mala hora juró por las aguas estigias pues Faetón pidió conducir durante todo un día el carro paterno, el carro que lleva al astro brillante de este a oeste cada día. El Sol negaba con la cabeza e intentaba convencerlo para que pidiera otra cosa. Lo conducirás. Pero has de saber que lo que pides es más un castigo que un regalo. Querías una prueba y te la doy. Ojalá hubieras pedido algo más sensato. Faetón repetía una y mil veces que ése era su deseo. El Sol ordenó preparar el funesto regalo. Las Horas, encargadas de conducir los caballos al carro, fueron a por ellos. Los sacaron de sus pesebres y les aplicaron los frenos. El Sol tocó la cara de Faetón y con ese gesto lo hizo inmune a las llamas. Colocó sobre su cabeza la diadema de rayos y suspirando le dirigió sus últimas palabras «Hijo mío, obedece mis consejos.
5. Faetón subió al carro. los caballos notaron un peso menor al acostumbrado se lanzaron al galope y el niño Faetón no pudo controlarlos. Aunque tiraba de las riendas, los caballos no lo obedecían. No podía mantener el rumbo del carro. Se maldecía por haber sido tan impulsivo y no haber hecho caso a su padre. Ojalá nunca le hubiera pedido ese deseo. Al llegar al tramo final los caballos se lanzaron cuesta abajo más rápido de lo que debieran. Como nadie los frenaba se acercaron más de lo debido a la tierra.
6. Júpiter encaminó sus pasos a lo más alto de la fortaleza celestial y allí, tras blandir el rayo, lo arrojó contra el imprudente auriga. El rayo lo alcanzó de pleno. El carro quedó destrozado y Faetón cayó muerto. Su cuerpo fue a parar a las orillas del Erídano. Hasta allí llegó su madre para llorarlo por última vez. También lo lloraron las Helíades, sus hermanas.