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Relaciones civiles militares x Doctor Tudela.
1. RELACIONES CIVILES MILITARES
Los políticos e intelectuales peruanos rehúyen constantemente el tema de la relación
optima entre la clase política y las fuerzas armadas peruanas, refugiándose en el precepto
constitucional de la subordinación militar al poder político. Esa subordinación, para ser
efectiva, implica que la clase política debiera estar en capacidad de asumir y definir los
objetivos políticos y estratégicos de la defensa nacional. Por desgracia, ellos creen que ese
asunto es solo cosa de militares, sin darse cuenta de que las grandes democracias de
Occidente no existirían si hubiesen cometido semejante error intelectual.
El problema de las relaciones entre civiles y militares tuvo un punto de inflexión con la
dictadura militar de Velasco, llamada también “La Revolución de las Fuerzas Armadas”
(1968 – 1980). Antes de 1968, la izquierda y los intelectuales culpabilizaban
constantemente a las FF.AA. por ser defensores del orden estatuido. Con esta idea en
mente, se instaló un grupo de civiles de izquierda en el Centro de Altos Estudios Militares,
hoy CAEN, donde terminaron convenciendo a la elite militar de la necesidad de aniquilar al
orden constitucional y económico entonces existente.
A partir del golpe militar del 3 de octubre de 1968, los altos oficiales de las fuerzas
armadas ocuparon casi todos los cargos públicos de importancia en el país y expropiaron
el agro, la pesca, la banca, los supermercados, el petróleo, los medios de comunicación,
los teléfonos y la gran minería, entre muchos otros desmanes y desaciertos. Si hoy uno
quisiera hacerse una idea de lo que fue la revolución de las fuerzas armadas en el Perú,
basta con mirar hacia Caracas. La Venezuela de hoy es una réplica casi exacta del Perú de
la dictadura militar de Velasco Alvarado.
Durante los doce años de la dictadura militar, los civiles, cuando hablaban del régimen
militar, decían a secas: “los militares”. Por desgracia, todo el estamento militar fue
desprestigiado ante la civilidad por los velasquistas. Astutamente, los golpistas llamaron a
su dictadura “la revolución de las fuerzas armadas”, presentando como actores activos de
2. la revolución a toda una oficialidad que en realidad no tenía ninguna capacidad
deliberativa y obedecía castrensemente al comando.
A partir de 1980, los militares pasaron del gobierno al campo de batalla antiterrorista,
cosechando de primera mano las consecuencias de la revolución hecha en su nombre.
Mientras las FF.AA. luchaban contra un terrorismo anticipado por doce años de
demagogia velasquista, sus recursos para librar la guerra fueron disminuyendo a medida
que aumentaba la crisis económica heredada de la dictadura. Aprendieron en carne
propia una dura lección de economía: el socialismo genera miseria y nada debilita tanto a
la defensa nacional como la hiperinflación.
Pero peor aún fue la lección política: la izquierda, tan obsecuente con la dictadura militar
velaquista, se volteó abruptamente contra las fuerzas armadas en cuanto estas
defendieron a la sociedad peruana de la agresión comunista de SL y el MRTA.
Imprudentemente excomulgadas por los partidos tradicionales desde 1980, las FF.AA. se
encontraron súbitamente atacadas por el extremismo marxista sin encontrar ninguna
defensa constitucional o legal desde la institucionalidad democrática, replegándose
entonces sobre sí mismas.
Será sobre todo a partir de la guerra del Cenepa, en enero de 1995 – la cual confrontó al
país con la necesidad real de la existencia de las FF.AA. -, que este aislamiento militar, no
desprovisto de resentimiento hacia los civiles, fue arteramente explotado por una cúpula
inescrupulosa, liderada desde el SIN por un civil sin ningún cargo ni responsabilidad
política.
Una de las lecciones históricas más importantes de estas terribles tragedias políticas, es
acaso que ocurrieron al amparo de una pésima cultura nacional respecto a lo castrense,
caracterizada por la exclusión mutua, la ignorancia académica de los asuntos militares y
un secretismo generador de corrupción y desconfianza, cosas todas que ponen en peligro
a cualquier democracia.